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Langley Vaughn necesita una cita desesperadamente. Pero no cualquier cita. Está buscando una cita para la boda del infierno. No todos los días te obligan a ser parte del séquito de la novia mientras tu primer amor se casa con tu archienemiga... conocida también como tu hermanastra. Toda la situación es una pesadilla, y Langley está cansada y enferma de cumplir órdenes y forzarse a mostrar una sonrisa falsa. Está harta de ser la mala cuando fue ella a la que fue agraviada. Tiene que encontrar una cita que no esté asustado del dinero de su familia y a alguien dispuesto a revolucionar las cosas un poco. Necesita a alguien fuera de su círculo social habitual, alguien listo para ir a la guerra con los adinerados. Necesita a alguien que no se vaya a echar atrás. Alguien dispuesto a jugar el complicado juego de tira y afloja en el que se ha visto involucrada con su familia durante años. Nunca, ni en un millón de años, pensó que se tropezaría con su propio héroe rompecorazones cuando puso su alocado plan en funcionamiento. Iker no sólo se presenta una y otra vez a su lado, sino que también la obliga a luchar por sí misma. Dice que sólo está ahí por el dinero... pero sus acciones hablan mucho más fuerte que sus palabras. Iker Alvarez haría cualquier cosa para conseguir dinero rápido. No cualquier dinero, sino lo suficiente para que su hermano menor entre en la universidad de sus sueños. Gracias a Dios por una niña rica, desesperada y guapa, con demasiado dinero y con el corazón puesto en una estratagema escandalosa. Estar en el lugar adecuado en el momento adecuado podría ser la respuesta a ambas oraciones, y este soldado inteligente nunca ha dejado pasar una oportunidad de oro. S 6 A Iker no le importa venir al rescate de Langley y ser su acompañante.... siempre y cuando el precio sea el adecuado. Sólo que no planeaba que le gustara la rubia de la alta sociedad tanto como le gusta. No está preparado para la atracción que siente hacia ella, junto con su creciente deseo de protegerla de los buitres y villanos que viven bajo el mismo techo. Quiere ser el tipo que la mantenga a salvo y le dé el valor para luchar que obviamente necesita... Pero alguien más, alguien mucho más poderoso e influyente que la acaudalada familia de Langley, tiene el derecho al tiempo de Iker y a su futuro. Sabe que no es el hombre con el que Langley puede contar a largo plazo, pero que lo maldigan si no quiere hacer todo lo que esté en su poder para ser ese hombre. In Luv Duet, #1 7 1 Langley estido rojo. Hecho. Brillo de labios. Hecho. Tacones respetables, sexis, pero no demasiado de stripper. Hecho. ¿Efectivo? Apuesta a que sí. Estaba bastante segura de que este no era el tipo de bar en el que confiaría en entregar mi tarjeta de crédito a alguien para abrir una cuenta. Iba en una misión... tan pronto como saliera de esta casa. —¿Estás segura de que puedes conseguirlos? —preguntó Virginia, haciendo ruido con sus uñas bien cuidadas sobre la mesa de caoba—. ¡Langley! —siseó cuando pasé por el arco que conducía al comedor. Maldita sea. Casi lo había logrado. Durante una fracción de segundo, debatí ignorar a mi madrastra. La libertad estaba a sólo seis metros de distancia. Pero le prometí a papá que sería una hija obediente esta semana, aunque sólo fuera para hacer su vida un poco más fácil, así que miré ansiosamente la puerta principal durante un segundo más y luego me giré hacia el comedor, agarrando las llaves con tanta fuerza que se me clavaron en la palma de la mano. —No te vayas todavía. Tenemos que hablar contigo —ordenó, y luego regresó inmediatamente a su llamada telefónica—. Bien, entiendo que es un cambio de último minuto, pero te estamos pagando mucho dinero para asegurarnos de que consiga lo que quiere, y si son peonías rosas, ¡entonces va a tener peonías rosas! ¿Qué fue eso? ¿El cuarto cambio de flor? ¿El quinto? No tenía ni idea de cuánto le estaban pagando a la organizadora de la boda, pero no era suficiente. —Muévete —dijo Camille detrás de mí. V 8 Me aparté y dejé pasar a mi hermanastra, lo cual era una metáfora de toda nuestra relación... o la falta de una. Los dos estábamos en primer año en el instituto cuando nuestros padres se casaron. Durante ese primer año o así, esperaba que fuéramos amigas o incluso hermanas de verdad. En vez de eso, terminé viviendo al otro lado del pasillo de mi mayor rival. No sólo en calificaciones, o deportes, o en universidades en las que nos aceptaban, sino en todo. Pero esta próxima boda era la guinda de su pastelito... o, mejor dicho... de sus lujosos petit fours franceses. Porque una simple magdalena no valdría para Virginia y Camille. Este fin de semana era lo que mi hermanastra veía como su victoria final. En pocos días, Camille se casaba con mi exnovio. Mi hermanastra tomó asiento en la mesa de cuatro metros de largo, que había sido transformada en el centro de la boda o, como me gusta llamarlo, Área Cero; y hojeó la carpeta de los asientos. Virginia colgó y se frotó las sienes. —Tendrás las peonías, Cammy. —Gracias, mamá. Sé que serán hermosas. —Camille abrazó a Virginia y una punzada de anhelo me apuñaló el estómago. Echaba de menos a mi madre. Habían pasado nueve años desde que el cáncer me la había robado, a nosotros, pero el anhelo y la tristeza no se habían desvanecido. En todo caso, ver lo cercanas que eran Virginia y Camille hacía que la ausencia de mamá resonara mucho más fuerte en la gran casa. —¿Me necesitaban? —le pregunté. Dos pares de ojos color avellana idénticos se entrecerraron hacia mí. Era espeluznante lo mucho que se parecían. —La boda es en una semana, Langley —dijo Virginia. —Sí, lo sé. —Por supuesto que lo sabía. Estaba bastante segura de que todo Colorado Springs y la mitad de Denver lo sabían. —Todavía no nos has dado el nombre de tu acompañante. —Camille señaló el asiento vacío junto al mío en la mesa principal de la carta—. ¿Es el nombre de tu nuevo novio un secreto tan grande? Ni siquiera lo hemos conocido. Sí, eso sería difícil de guardar secreto, ya que actualmente no tenía uno. 9 —¿Puedes culparme por no haberlo traído? —le pregunté con una sonrisa dulce mientras apretaba los dientes posteriores con tanta fuerza que me dolieron. Su falsa sonrisa se desvaneció y dos pares de ojos de desaprobación se entrecerraron. —Langley, honestamente. Pensé que habías superado los celos infantiles. —Virginia suspiró. Me mordí para no decir la primera respuesta que se me ocurrió. Tenía cuatro letras y rimaba con buck1, que era, después de todo, exactamente como planeaba asegurar dicha cita para la boda del Anticristo. —Lo siento, no estoy segura de que pueda venir. Estoy a punto de verle, así que lepreguntaré. —Más bien rogar, suplicar y sobornar. Pero, cueste lo que cueste, iba a conseguir una maldita cita para esta boda. —Falta una semana, ¿y no puede estar seguro de tener tiempo? — preguntó Camille, con su voz goteando desdén. —Bueno, no la vida de todos gira en torno a tu boda. —Me encogí de hombros—. Se lo preguntaré esta noche. Y, honestamente, no veo por qué tengo que traerlo. —Sabía que Camille insistía en que tuviera acompañante simplemente para ponerme en aprietos y hacerme sentir aún más incómoda. Si tuviera novio de verdad no saltaría de alegría ante la oportunidad de presentárselo. Lo más probable es que Camille pensara que había encontrado a alguien mejor que Richard e intentara cambiar a su novio junto con sus flores. Después de todo, en su mundo, la gente y las cosas eran desechables y fácilmente reemplazables. —Porque si no lo haces la mesa no estará equilibrada. —Camille me levantó las cejas como si fuera la humana más estúpida del mundo. Lo cual muy bien podría haberlo sido. Me llevó demasiado tiempo darme cuenta de que estaba maquinando seducir a mi novio. —Sí, y definitivamente no querríamos eso. —Normalmente se me daba mejor mantener el sarcasmo y el resentimiento a raya, pero la locura de la boda se había cobrado su precio últimamente. Virginia ladeó la cabeza, y esperé el rechazo mordaz que usualmente seguía a cualquier tipo de arrebato o acción que ella considerara inapropiada y sin clase. —Señoritas, dejemos que Langley siga con sus planes. Amén, joder… papá al rescate. 1 En el original, ella está pensando en fuck; que rima con buck y significa “follar” o “joder”. 10 —Por supuesto. ¿Nos lo haces saber para mañana? —preguntó Virginia, con su sonrisa suavizándose hasta el grado de "papá está aquí". —Absolutamente —prometí. Mis talones hicieron clic en el vestíbulo de mármol mientras escapaba rápidamente. —Langley —dijo papá en voz baja, siguiéndome. Me volví, con la mano en la manija; su presencia y aprobación eran las únicas cosas que me ataban a esta casa en este momento. —¿Estás bien? —Parecía preocupado. Siempre lo parecía cuando hablábamos. O, mejor dicho, cuando Virginia nos permitía hablar. Suspirando en voz baja, murmuré: —Te dije que haría todo lo posible para que esto saliera bien, y lo haré. No pude ver su mirada cuando dije la descarada mentira. No quería que saliera bien. Y había estado soñando con una cita que ayudara con ese plan desde que me intimidaron a que fuera parte del séquito de la novia. Nunca le mentía a mi padre... a menos que tuviera que ver con su nueva familia. Era una mentirosa consumada cuando se trataba de Virginia y Camille. Mi padre se pasó la mano por su canoso cabello y asintió. —Sé que lo harás. Siempre haces lo correcto. Odio tener que pedírtelo. Odio... —Bajó la voz—. Odio que te hagan pasar por esto. ¿Por qué? ¿Ser forzada a estar al lado de mi hermanastra con un vestido rosa de dama de honor mientras se casa con el primer chico que amé? Tacha eso. ¿El primer chico que pensé que amaba? Pero esa mirada en los ojos cansados de mi padre... Durante un segundo, me sentí mal por mi plan; no sólo por la mentira, sino por las posibles consecuencias de mi engaño. —Lo sé, papi. —Y lo sabía—. Estoy bien. A estas alturas la semana que viene, todo habrá terminado. —Gracias a Dios. —El hombre decía la verdad. Sonreí. —Conduce con cuidado. Y, aunque no me importa si la mesa principal está equilibrada o no, sí estoy emocionado por conocer a este chico. Siempre has sido muy callada respecto a tus relaciones, y no, no te culpo, especialmente considerando dónde nos encontramos en este momento. —Al menos él reconocía este épico espectáculo de mierda. ¿Cómo podía culparme cuando el único chico que había traído a casa terminó en la cama de Camille unos meses después? 11 Solté la manija y envolví con ambos brazos a mi padre. —Te amo. —Debería decirlo más, pero era difícil con Virginia y Camille siempre merodeando, dispuestas a matar cualquier tipo de afecto y ternura entre los dos. —No tanto como yo a ti. Ahora vete de aquí antes de que te haga doblar cisnes de origami o algo así. Lo besé en la mejilla y hui. Diez minutos más tarde, me encontraba sentada en el exterior de un pequeño bar de mala muerte a unos cuantos kilómetros de las paredes cerradas de mi vecindario, agarrando nerviosamente el volante. Pasaba por el lugar más de una vez de camino a la casa de mi padre. Siempre había una multitud alborotada afuera, y con frecuencia autos de policía estacionados en el frente. No era el tipo de bar en el que me aventuraría normalmente, especialmente sola. Pero era el lugar perfecto para encontrar a alguien que estropeara el día perfecto de Camille. De hecho, pasar por este bar tarde una noche fue lo que me dio la idea de traer a casa a alguien que ella absolutamente odiaría tener en todas sus preciosas fotos de boda. Quería traer a alguien que les interesara tanto a los otros huéspedes que hablaran de él y no de lo hermosa que Camille iba con su costoso vestido. Al principio, todo no había sido más que una quimera, pero a medida que la boda se acercaba me imaginaba más y más cómo podía vengarme sutilmente por haber sido engañada y que me mintieran. —Puedes hacerlo. —Me di una charla de ánimo de última hora, tomé mi bolso y me dirigí al bar. Nunca había estado en un lugar como este, y temía que se notara. El portero me miró de arriba a abajo mientras examinaba mi identificación, y luego me dejó atravesar la puerta. Mi corazón palpitaba a tiempo con la música rock a todo volumen que venía de la banda en vivo en el escenario de la esquina. La multitud lo llenaba casi a tope. Dios, ojalá hubiera traído a una de mis amigas. Cualquiera de mis amigas, si fuera honesta conmigo misma. Pero era junio, así que todos mis amigos de la universidad ya se habían ido a casa para el verano, y no podía confiar en nadie que conociera a Camille, lo que excluía a todos los que conocía de la escuela secundaria. No podía cambiar esa realidad, o el patético hecho de que Camille se casara con Richard. Este era mi mundo y tenía que renunciar al control de las cosas que no podía cambiar. Pero sí tenía el control de elegir quién se sentaba a mi lado durante la recepción. Examiné la primera mesa y rápidamente descarté a los chicos sentados allí cuando vi el logo de un campo de golf local en dos de sus polos. 12 Eran exactamente como los chicos con los que fui al instituto, exactamente como el tipo con el que se suponía que tenía que aparecer. Parecían tan fuera de lugar como yo me sentía. No quería que fuera seguro y apropiado. O rico. O que bailara música clásica. Quería a alguien que hiciera que Camille y Virginia desearan que nunca me hubieran forzado a equilibrar su mesa principal, o a llevar ese horrible vestido rosa, o a esperar que celebrara el matrimonio de mi ex con mi horrible hermanastra. ¿Quizás tendría más suerte en la parte de atrás, junto a las mesas de billar? Me encogí cuando miré hacia ellas. Bien, había una línea entre alguien que parecía que podría haber ido a prisión y alguien que realmente había estado en prisión. ¿Esos tipos? Definitivamente del segundo tipo. Quería sacudir las cosas, no caer muerta en una zanja en alguna parte. Tenía las piernas un poco inestables cuando crucé la habitación hacia la larga barra de madera. Tomé el único asiento vacío y pedí un trago, descartando al camarero como una opción viable tan pronto como vi su anillo de bodas. Pero, por el rabillo del ojo, vi al tipo sentado a mi lado. Mierda, sus brazos eran enormes. Y entintados. Como, mucho. No veías ese tipo de tatuaje en los círculos en los que normalmente me movía. No podía verle la cara, ya que se encontraba girado en la dirección opuesta, pero su tenía el cabello muy corto y oscuro. Militar, supongo. No estábamos lejos de Fort Carson,y tenía que haber al menos una docena de soldados aquí. Encontrarse con miembros del ejército era bastante común en esta parte de la ciudad. El camarero deslizó mi martini hacia mí y le di las gracias mientras pagaba. Con suerte, tendría mi decisión tomada antes de necesitar otro trago, o diez. No quería tener que ir a casa de Uber y dejar mi auto aquí durante la noche. Dudaba que siguiera ahí por la mañana si lo hacía. Cambiando mi mirada hacia el otro lado, encontré otra opción posible. Era alto y delgado, con el pelo desgreñado y rizado, tatuajes en el cuello y más de unas cuantas piezas de metal decorándole la cara. Definitivamente lindo de una manera muy "chico malo". Sí. Serviría muy bien. En realidad, también cualquiera de los otros chicos de su trío de bebedores. Le darían a Virginia un ataque al corazón a primera vista, por no mencionar hacer que las fotos de la recepción fueran espectaculares. Bien, a por todas. 13 —Hola —dije, porque pensé que algo más cordial tenía que salir antes de "¿Puedo pagarte para que finjas salir conmigo esta semana?". El tipo se dio la vuelta, examinándome con los ojos y quedándose en mis pechos antes de encontrarse con mi mirada. —Hola —contestó con una sonrisa de satisfacción. —Soy Langley —le ofrecí. —Soy Kyle —respondió... directamente a mis pechos. Cita falsa, me recordé a mí misma. Este tipo puso mi medidor de tipos espeluznantes a un nivel de “sal por patas antes de que te quiera echar crema”. Pero una chica tenía que hacer lo que tenía que hacer cuando se trataba de vengarse de su malvada hermanastra. Este fue probablemente el momento en el que debería encantarlo con una pequeña charla deslumbrante, pero no tenía tiempo para eso, así que me puse manos a la obra. —Esto puede parecer una locura, pero tengo una propuesta de negocios para ti. Resopló. —Oh, cariño, eso es lindo, pero no tengo que pagar por sexo. Mi mandíbula cayó al suelo cuando la vergüenza envió calor directamente a mis mejillas. —No, eso no es... —Sacudí la cabeza—. ¿Crees que soy una prostituta? Se reclinó y evaluó cada centímetro de mí, desde los pies hasta la cabeza. —¿Ese vestido, este bar, y el olor a desesperación? Sí, es exactamente eso. —¿Qué tiene de malo mi vestido? —Miré el pequeño satín rojo que había comprado en Neiman Marcus—. ¿Sabes qué? No importa. ¿En qué demonios estaba pensando? Me levanté del taburete del bar, lo que con mi metro y medio de altura nunca era un movimiento elegante, y mucho menos con este vestido, mientras escapaba, y agarré mi bolso de la barra. Al diablo con esto. Tal vez sólo tendría que rogarle a una de mis amigas que viniera el fin de semana para equilibrar la preciosa mesa de Camille, porque este plan era obviamente la idea más tonta en la historia de las ideas tontas. El imbécil tenía razón en una cosa, la desesperación me estaba haciendo actuar como una loca y temeraria. —¿Adónde vas? —gritó Kyle mientras me dirigía a la puerta. 14 Pasé por delante del gorila y me dirigí a la vuelta de la esquina hacia el estacionamiento, maldiciendo mis Louboutins a cada paso. En este punto, estaba pensando que incluso Craigslist habría sido una mejor opción. ¿En qué estaba pensando, proponerme a un tipo en un bar como si mi vida fuera una comedia romántica en Netflix? —Oye, cariño, ¿por qué tanta prisa? —La voz de Kyle me alcanzó en el mismo momento en que sus dedos se envolvieron alrededor de mi brazo. El pánico congeló el aliento en mis pulmones. Me hizo girar, con una sonrisa de todo menos tranquilizadora. Había algo malo en sus ojos, un duro destello que el oscuro interior del bar no me había permitido ver. Era fácilmente treinta centímetros más alto que yo, más rápido también, especialmente con mis tacones, y el estacionamiento tenía una iluminación de mierda. Ya no era guapo ni una opción viable. Era una amenaza. Esta era más o menos la escena inicial de cada video de autodefensa que me habían mostrado en mi primer año de universidad. Debería haber prestado más atención. —Pensé que tenías una oferta de negocios para mí. —Suéltame. —Intenté arrancar el brazo de su agarre, pero sólo me agarró más fuerte. —Vamos, venga. La noche acaba de empezar. ¿Por qué no vienes conmigo y hablamos de negocios? —Los otros dos tipos con los que había estado sentado aparecieron silenciosamente detrás de él. —¡No! —grité mientras me acercaba. —Vamos, sabemos que te gustará este tipo de transacción —prometió. Le pisé el pie con tanta fuerza como pude con mi tacón y gritó, pero no me soltó. Llevaba unas estúpidas botas militares. ¿Qué estaba...? Un segundo después, un puñetazo se estrelló contra la cara sonriente del imbécil y quedé libre. Mi tacón se rompió al tropezar hacia atrás, cayendo con fuerza sobre el pavimento. —Dijo que no. Fue todo lo que dijo mi salvador, y todo lo que aparentemente necesitaba decir mientras dejaba que sus puños hablaran por él. —¿Qué mierda? —siseó Kyle desde su posición en el suelo, tocándose su torcida y sangrante nariz. Oh, sí, eso estaba definitivamente roto y bien merecido. Bien. 15 —Ella. Dijo. Que. No —repitió mi salvador, dando un paso amenazador hacia Kyle. Uno de los amigos de Kyle atacó, y mi salvador fue directamente hacia el avance, golpeándolo con otro gancho de derecha. Me quedé boquiabierta cuando el tipo nuevo tomó al amigo asqueroso por la garganta y lo tiró al suelo en un movimiento fluido. —¿Eres el siguiente? —le preguntó al tercero, con la mano todavía agarrando el cuello del segundo. Ni siquiera respiraba fuerte, ni sudaba, ni nada. Tan tranquilo como podía estar mientras yo sentía que el corazón se me iba a salir del pecho de un salto. —Nop —dijo el último tipo, retrocediendo con las manos en alto. Mi salvador soltó al segundo idiota y se puso en pie, interponiéndose entre Kyle y yo. —Como te decía, por si no nos oíste a ella o a mí cada vez que te lo dijimos. Ella dijo que no. Kyle y su amigo se pusieron de pie mientras se apoyaban contra el otro y se dirigieron hacia el tercero. El amigo de Kyle cojeaba, y ambos estaban sangrando. —A la mierda, hombre. No vale la pena —murmuró Kyle mientras los tres desaparecían hacia la entrada del bar. Mi salvador se volvió hacia mí y durante un momento me pregunté si había cambiado la sartén por el fuego. Mierda, acababa de poner a dos tipos en el suelo sin sudar y ahora tenía su mirada fija en mí. Seguía en el mismo estacionamiento con mala iluminación... sola y desarmada. ¿Por qué no estaba asustada ahora mismo? Las tenues luces del estacionamiento no hacían mucho para revelar su rostro pero, al agacharse ante mí, donde seguía sentada sobre el asfalto, vi los brazos, sus músculos y, santa mierda, mira toda esa tinta. Era el moreno que estaba sentado a mi lado en el bar. El primero que me llamó la atención, pero no le había visto la cara ya que se alejó de mí. El que califiqué como militar desde el primer momento. —¿Estás bien? —preguntó, todo negocios. Su voz era baja y un poco ronca. Necesitaba que las sombras se movieran para poder verlo bien. Si su cara era la mitad de buena que su voz, el tipo tenía que ser guapo. —Sí. Gracias. Sólo... Gracias. —Me temblaba la voz y también las manos mientras agarraba mi tacón roto. Levanté la mano, estudiando mis dedos temblorosos. —Es la adrenalina. Se te pasará, no te preocupes. Vamos a traerte un poco de café. La tienda de ahí todavía está abierta. —Señaló hacia el otro extremo del estacionamiento. 16 —Está bien. Estoy bien. —Había cero calidez en su voz, y que me llevaran al infierno si iba a escapar de un ataque para reemplazarlo con otro. —Estás temblando, y no está bien —suspiró—. Saca tu teléfono. —¿Qué? —Teléfono. Cuando lo miré fijamente, tomó mi bolso, sacó mi teléfono y me lo dio. —Ábrelo. ¡Mandón! Lo hice, simplemente por pura confusión, y talvez un poco de shock. Al menos podría llamar a la policía si tuviera mi teléfono en la mano. El pensamiento fue efímero cuando de repente me lo quitó, se tomó una selfie con el flash encendido y luego empezó a dar golpecitos con los pulgares. Después de un momento, me lo devolvió. Mirando la imagen, me quedé atónita al ver que su cara era aún mejor que su voz. Hermoso podría no ser una palabra lo suficientemente buena para cubrir todo el oscuro y peligroso contoneo que llevaba. —Mi nombre es Iker. Iker Alvarez. No tengo antecedentes penales. No voy a lastimarte, y acabas de decirle a tus… —miró el teléfono— novecientos cuarenta y dos seguidores de Instagram que vamos a ir a tomar un café por allí. —Señaló de nuevo la tienda. —¿Por qué? —pregunté, con mi voz todavía vergonzosamente temblorosa. ¿Iker? ¿Qué clase de nombre era ese? Uno que nunca había oído antes, pero que se adaptaba a su aspecto distintivo, oscuro y atractivo. —Porque estás pálida como un fantasma. Mi abuela me patearía el trasero si se enterara de que te dejé sentada en el suelo fuera de un bar sucio después de haber estado a punto de ser atacada. Además, tal y como va mi vida, me vendría bien un buen depósito en el banco del karma. —Me devolvió mi teléfono—. ¿Te apuntas? Asentí lentamente, todavía algo aturdida y completamente confundida por el giro que había tomado esta noche. —Bien. —Miró mis tacones—. ¿Puedo? Volví a asentir. Aparentemente, pasé de palabras temblorosas a cero palabras. Su agarre fue suave en mi pie mientras me quitaba el tacón intacto... y luego lo rompía. —Y ahora tienes zapatos planos. Vamos... Lo miré fijamente a él y luego a mis zapatos. ¿Quién diablos era este tipo? 17 Me arqueó una ceja oscura y levantó un poco la barbilla. —Esta es la parte de la historia en la que le dirás a todos tus amigos que me dijiste tu nombre. Parpadeé y tartamudeé: —Oh, Langley Vaughn. —No podía creer el temblor desigual de mi voz. Nunca me ponía lo suficientemente nerviosa, tartamudeaba o sonaba temblorosa. Era una experta en esconder mis emociones. Aparentemente no delante de este extraño. —Está bien, Langley Vaughn. Vamos. Me puse mis zapatos y fui cojeando a la cafetería detrás de él... porque, ¿qué más iba a hacer? Momentos después, me senté frente a él, tomando un café con leche con caramelo. Era realmente impresionante. Y no de una manera razonablemente atractiva. No, el hombre era muy atractivo. Era tal vez un año o dos mayor que yo, con la piel lisa y bronceada, el cabello negro cortado en ese estilo alto y tenso, con los ojos oscuros con pestañas gruesas y rizadas, y sus labios me distrajeron un poco mientras tomaba un trago de la taza con el logotipo en relieve. —¿Lo bebes negro? —pregunté, señalando su café. —La leche y el azúcar no siempre han estado disponibles, así que me acostumbré a beberlo negro. —Sus ojos se encontraron con los míos cuando un silencio incómodo descendió sobre nosotros—. Entonces, ¿qué fue todo eso? Te vi salir rápidamente del bar como si tuvieras el trasero en llamas después de hablar con ese tipo. —Oh, me di cuenta inmediatamente de que era un idiota —admití, orgullosa de que mi voz finalmente hubiera dejado de temblar. —¿Cómo es eso? —No había juicio en sus ojos, sólo curiosidad. ¿Qué demonios? ¿En serio? Ya estaba más que avergonzada de mis acciones. ¿A quién le importaba si se reía de mí en la cafetería? —Me imaginé que podría entrar al bar, encontrar a alguien a quien no le importaría fingir salir conmigo una semana durante la boda de mi hermanastra, y todo saldría bien. —Me reí de mí misma antes de tomar otro sorbo del café con leche. —¿Necesitas a alguien que finja salir contigo? ¿Por qué? —Parecía genuinamente confundido—. ¿No puedes encontrar a alguien con quien salir en una cita de verdad? —Sonaba escéptico. —Puedo encontrar una cita de verdad, pero eso no es lo que necesito ahora mismo. Mi hermanastra se va a casar con mi exnovio en una boda 18 que básicamente ha secuestrado mi vida, y se supone que debo pararme ahí con un vestido elegante y una sonrisa mientras ella retuerce el cuchillo un poco más. Oh, y necesito identificar a mi acompañante para mañana para no desequilibrar la mesa principal. —Mis labios se alzaron con una sonrisa sarcástica mientras citaba última parte con los dedos—. Necesito una cita a la que no le importe arruinar el gran día de otra persona. Alguien que pueda molestar a la gente y causar un poco de espectáculo; esto suena horrible cuando lo digo en voz alta, pero alguien con quien nunca saldría de verdad. —Bien, todo eso es bastante jodido. —Se rio, y el sonido calentó las partes de mí aún entumecidas por lo que casi había ocurrido en ese estacionamiento. También reveló un hoyuelo solitario en su mejilla bronceada. Santo Batman rompecorazones. —No es tan gracioso —argumenté—. Ridículo, lo admito, pero definitivamente no gracioso. —Bien, ¿entonces querías que ese drogadicto te llevara a la boda de tu hermana? —Hermanastra —lo corregí—. Y sí. Quería a alguien que sorprendiera a mi familia. Alguien con quien nunca me imaginarían. Considéralo mi forma personal de venganza. —Supongo que no lo entiendo. Eres una rubia sexy con bonitos ojos azules, que obviamente favorece a la gente del club de campo, si la etiqueta en ese bolso y esos zapatos destrozados son una indicación. Deberías tener tipos haciendo cola alrededor de la manzana buscando ayudarte. No estar buscando los imbéciles en un bar sucio. —No funciona así en mi mundo. Todos los que conozco también conocen a Camille, mi hermanastra, y a Richard, mi ex. Su boda es un gran evento social. Nadie se atrevería a estropear su gran y especial día. Necesito a alguien ajeno. Un extraño. —No me atreví a decir esta parte en voz alta, pero también a alguien que no le temiera tanto al nombre de mi padre como a la influencia de largo alcance y a la conocida ira de Virginia. —Lo entiendo. —Asintió—. Así que tu plan era preguntarle a cualquier tipo. Asentí y me sonrojé un poco ante la verdad. —Planeaba pagarle. No es como si fuera a asumir el placer de mi compañía y cualquier plato de cangrejo que Camille finalmente aceptara servir sería suficiente para que alguien siguiera adelante con mi plan. —¿Cuánto? —preguntó antes de tomar otro trago. —¿Cuánto qué? —Ese hoyuelo y esos ojos oscuros y brillantes me distraían mucho. —¿Cuánto ibas a pagar? Quiero decir, ¿cuánto cuestan las citas falsas en estos días? ¿Es una tarifa por hora, una tarifa diaria, una tarifa plana? 19 —Dio golpecitos con los dedos en el costado de su taza de café y sus cejas se movieron mientras me miraba. —Diez mil dólares. —Me encogí de hombros. Sus manos reaccionaron con un espasmo y, durante un segundo, estaba segura de que estaba a punto de estar cubierta de café, pero lo mantuvo en su boca. —¿Perdón? —preguntó después de tragar. Jugué con el borde de mi taza. —Diez mil dólares —repetí—. Parecía un buen número redondo para convencer a alguien de que aguantara el nivel de mierda de mi familia durante la semana. —¿Cuándo empieza esta semana? Mis ojos se encontraron con los suyos. —El lunes, probablemente. —¿Cuándo es esta boda que se ha apoderado de tu vida? Observé el movimiento de piel tatuada sobre el músculo en sus fuertes antebrazos mientras bajaba su taza a la mesa. —El próximo sábado. Pero está el ensayo y la barbacoa familiar, y pensé que tendría que ir de compras con el tipo a por un esmoquin, así que... Supongo que el lunes. —¿Y dónde es esta boda? —El Broadmoor. —Alias, el club de golf y el resort en el que prácticamente había crecido. El lugar en el que soñaba con casarme. Supongo que Camille también ganó esa. —Mierda. Tu familia está forrada. —Estamos acomodados... —repetí la frase que había oído innumerables veces. —Sí, eso es lo que la gente forrada dice siempre. —Supongoque es verdad. —La gente rica sólo hablaba de lo ricos que eran en compañía de otras personas obviamente ricas—. Es el dinero de mi padre. No el mío. Estoy en el penúltimo año de la universidad de Colorado. Sus ojos se entrecerraron durante un segundo, pero no de forma agresiva. Era más bien una pose de pensamiento. —Una pregunta más —dijo finalmente. —¿De acuerdo? —No sabía que teníamos una entrevista. —¿Lo amabas? ¿Al ex? 20 Tragué, pensando en Richard. Su cabello rubio y ondulado de muñeco Ken, su sonrisa practicada. Su negro y traicionero corazón. —Pensé que lo hacía. Ahora, no estoy segura de si lo amaba honestamente o si mi definición y alcance del amor no eran lo que deberían haber sido. Me miró durante varios tensos y eléctricos segundos. Finalmente rompí la conexión, tomando un sorbo de mi café con leche. La forma en que me miraba me hizo moverme en asiento. Era como si estuviera buscando algo, y sabía que podría encontrarlo si miraba fijamente durante el tiempo suficiente. Como si pudiera ver más allá de cada capa de mi muy… —Está bien, yo lo haré. Ahora era mi turno de casi escupir café con sabor a caramelo por todas partes. Fue difícil, pero lo contuve. —¿Perdón? —Yo lo haré. Irónicamente, tengo la mayor parte de la semana libre. Diez mil dólares, un esmoquin y algo de comida decente. —Se encogió de hombros—. ¿Por qué no? —¿Por qué lo harías? No quiero usar tus propias palabras en tu contra, pero eres increíblemente sexy y no necesitas fingir una cita con nadie —lo dije con más valentía de la que sentía. El calor se deslizó por mi cuello, sin duda dejando mi rostro tan carmesí como mi vestido. Debería estar saltando de alegría, no tratando de convencer a este super guapo héroe de que no me ayudara. Se inclinó hacia adelante, inmovilizándome en mi asiento con esos ojos. —Porque la desesperación toma todas las formas, Langley, no sólo chicas guapas con vestidos rojos que se cuelan en un bar de mierda. Bueno, eso fue un poco siniestro, ¿no? Parpadeé, pensando en ello, pensando en tenerlo toda la semana. De repente, esto parecía más peligroso que llevarme la basura del bar a casa. —¿O no parezco un tipo lo suficientemente malo para ti? —se burló, con la misma sonrisa con la que había iluminado mi Instagram. Mi mirada se dirigió hacia sus tatuajes, los que empezaban justo por encima de sus muñecas y terminaban en algún lugar detrás de sus mangas, y regresó al único hoyuelo que brillaba en su mejilla. —Oh, sí, servirás —dije en voz baja. Más que eso. Era perfecto. —Entonces, Langley Vaughn, oficialmente tienes una cita para la boda del infierno, con el diablo llevando un esmoquin. 21 2 Iker racias a Dios por las chicas lindas con dinero que gastar y sin sentido común. Normalmente no era muy bebedor, pero hoy necesitaba algo para calmarme. Fue pura suerte que entrara en el bar más cercano y barato a la base la misma noche en que esta diva debutante perdida fue en busca de su venganza. Me fijé en ella en cuanto entró en el oscuro y sucio bar. Sobresalía demasiado en el ambiente, y era fácil ver que su única razón para honrar a los clientes con su presencia era porque iba a causar problemas. Parecía nerviosa e insegura. Tenía los ojos muy abiertos y eran inocentes, claramente buscando algo que no podía identificar inmediatamente. Era un conejo que caminaba voluntariamente hacia el centro de una manada de lobos hambrientos, y era sólo cuestión de tiempo antes de que uno de los depredadores que merodeaban por ahí tratara de darle un mordisco. No estaba de humor para hacerme el héroe o para ser su entretenimiento mientras pasaba la noche en los barrios bajos. Podría estar buscando problemas, pero había pasado la mayor parte de mi vida tratando de mantenerme al margen. Así que, cuando la pequeña rubia se sentó en el asiento de al lado del mío en el bar, le di la espalda a propósito. Sentí su mirada como un toque físico cuando se deslizó sobre mí y tuve que luchar contra el impulso de girarme y ver de qué color tenía los ojos, y si el tono del vestido de esa sirena los hacía más vibrantes. Apostaría por azules. Tenía todo eso de la chica de la puerta de al lado. Bueno, siempre y cuando la puerta de al lado estuviera cerca de un campo de golf y un club de campo sólo para miembros. La chica rezumaba dinero, que es por lo que inadvertidamente empecé a prestar atención cuando dijo que tenía una propuesta de negocio para la cabeza metálica ajustada sentada a su otro lado. No quería tener curiosidad sobre nada que tuviera que ver con ella, pero no había manera de evitar el hecho de que todo lo que tenía que ver G 22 con el dinero y una forma rápida de conseguirlo me había quitado casi todo el poder mental disponible en los últimos meses. Una de las becas con las que mi hermano menor contaba para pagar la universidad en el otoño había fracasado, y ahora Gael estaba preocupado por poder asistir a la escuela de sus sueños. Mi hermano menor era veinte veces más listo de lo que yo nunca fui. El chico tenía un potencial sin fin, y estaba destinado a hacer grandes cosas con su vida... siempre y cuando tuviera la oportunidad y el dinero. Estaba obligado y decidido a asegurarme de que tuviera todas las oportunidades posibles de triunfar en la vida. Nunca quise que volviera a las mismas esquinas y a las duras opciones a las que me había tenido que enfrentar yo por mi propio futuro. Mantenía tanto a Gael como a mi abuela, que nos crió a los dos desde que yo tenía quince años. No podía recordar ni un solo día en el que no me hubiera estado esforzando y rompiéndome el culo para cuidar de mi familia, pero la necesidad de conseguir el dinero para cubrir el costo de la beca perdida no era algo a lo que hubiera logrado encontrar una solución rápida. Es decir, hasta que la pequeña rubia entró en el bar. Golpeando con los dedos el costado de mi taza de café que se enfriaba rápidamente, observé cómo Langley se movía nerviosamente bajo mi mirada. Incluso su nombre sonaba caro. Éramos de mundos muy diferentes. Era obvio a primera vista. Ella venía del dinero y la influencia. Yo era de un pequeño pueblo fronterizo en el sur de Texas plagado de crimen, violencia y un montón de malas decisiones. Ni en un millón de años pertenecíamos a la misma mesa, tomando una taza de café casualmente, pero aquí nos encontrábamos. Necesitaba atraparla antes de que se diera cuenta de lo peligroso y descuidado que era su plan de tomar a un extraño al azar sólo para causar un poco de caos. Necesitaba el dinero. Esa era mi conclusión. Empujé el café a un lado y me incliné hacia adelante, cruzando los brazos sobre la mesa frente a mí. Miré sus muy azules ojos mientras se dirigían a los tatuajes que decoraban mis dos antebrazos, y le devolví la sonrisa por la forma en que tragó audiblemente. —Háblame del dinero. —Si pudiera conseguir los diez mil para el final de la semana, todo lo demás me resultaría mucho más fácil. Cuidar de Gael siempre era la prioridad número uno, pero tenía grandes compromisos con el ejército del que también era responsable para seguir adelante. No me tomaba el uniforme a la ligera, ni el deber que venía con él. Como dije, no había un día en el que no me trabajar, por una razón u otra. La joven frente a mí se aclaró la garganta y se recostó en la cabina, haciendo crujir el vinilo y poniendo tanta distancia entre nosotros como podía. Ahora estaba recelosa e indecisa. Ciertamente podría haber usado algunos de esos instintos de auto preservación antes. Tembló un poco con el vestido delgado que llevaba puesto, pero finalmente se encontró con mi mirada. 23 —Nos vemos mañana en el sastre de mi familia. Te daré la primera mitad si te presentas, y la segunda mitad si logras durar durante la recepción. No creo que tengas idea de lo elaborada y ostentosa que puede ser una boda de sociedad.Diablos, no, no lo sabía. Ni siquiera sabía lo que significaba la frase “boda de sociedad”, pero no había habido muchas batallas que hubiera perdido en mi vida, así que dudaba que una boda de lujo fuera a ser una de ellas. Me moví para poder sacar el teléfono del bolsillo trasero. Desbloqueé la pantalla y lo empujé a través de la mesa en su dirección. —Pon tu número. Te enviaré un mensaje para que tengas el mío. Envíame la información de la tienda de esmóquines y allí estaré. Era un hombre de palabra. Una vez que me comprometía a hacer algo, lo hacía todo, especialmente cuando se trataba de dinero. Tímidamente tomó el teléfono y empezó a tocar la pantalla. Me pareció muy lindo la forma en que sus cejas pálidas se fruncieron. Era una chica impresionante, y tenía un aura suave y delicada a su alrededor que me parecía completamente cautivador. Nada en mi vida había sido fácil, y la suavidad de cualquier tipo no era algo con lo que me topara típicamente en mi día a día. Iba a tener que recordarme a mí mismo que Langley Vaughn no era más que un medio para lograr un fin; si no quería enredarme con ella más de lo que ya estaba, eso es. —¿De verdad tienes toda una semana libre para estar a mi entera disposición? ¿No tienes un trabajo o algo de lo que seas responsable? — Empujó mi teléfono hacia el otro lado de la mesa y ladeó la cabeza ligeramente—. No pareces el tipo de hombre que tiene una tonelada de tiempo libre entre las manos. Le sonreí y vi cómo sus ojos se concentraban en el hoyuelo de mi mejilla. —Estoy en el ejército. Así que sí, el Tío Sam decide el primero respecto a mi tiempo, pero esta semana debería estar libre, en su mayor parte. Dame algunas horas específicas para la lista de los eventos que mencionaste antes y haré todo lo que pueda para asegurarme de que no surja nada. Sin embargo, por supuesto que voy a despejar el día de la boda y la recepción. Podemos negociar el precio si por alguna razón no puedo ir a ninguna de las otras cosas para las que me necesitas. Se señaló su propia cabeza, llena de largos cabellos dorados. —Me preguntaba si eras un soldado. El corte de cabello siempre era un deleite. Antes de alistarme, me gustaba llevar el cabello un poco más largo, pero esos días ya no eran un más que un recuerdo borroso. 24 —Sí. Me enlisté el día que cumplí 18 años. Me transfirieron a Fort Carson hace un par de años. Soy originario de un pueblo muy pequeño en el sur de Texas. —Golpeé con mis dedos la mesa y señalé con la cabeza su taza de café—. ¿Quieres que te lo rellene o estás lista para irte? Iba a acompañarla a su auto y a despedirla. No había forma de saber si el tipo con las manos largas y el metal en el rostro regresaría con más refuerzos o no. Por un momento, sólo una fracción de segundo, pareció dudar. No podría querer pasar más tiempo en mi compañía de lo que era absolutamente necesario... ¿o sí? Nah. Eso fue una ilusión. Esta clase de chica no tendría nada que ver con un tipo como yo si tuviera elección. Lo sabía, y no era inteligente dejarme pensar de otra manera. —Podemos irnos. —Miró por la ventana en dirección al bar—. ¿Te importaría volver a mi auto conmigo? Asentí, sin decirle que ese ya era el plan. Era bueno saber que no estaba totalmente perdida cuando se trataba de ser cautelosa. No me importaba ser el menor de los dos males de la especie masculina en este escenario en particular. Le hice señas a la camarera, que parecía cansada,y le pagué el café. Langley protestó inmediatamente, pero le aseguré que pagar por el café estaba dentro de mi presupuesto. Me metí las manos en los bolsillos delanteros de mis vaqueros y reduje la velocidad de mis pasos para que coincidieran con su zancada, mucho más corta. Medía alrededor de un metro ochenta, así que la cima de su cabeza rubia y brillante apenas me llegaba al hombro ahora que le faltaban los tacones de sus zapatos. Agarró su bolso con tanta fuerza que sus nudillos no tuvieron otra opción que ponerse blancos, y su mirada nerviosa se abalanzó sobre cada sombra por la que pasamos. Dio un pequeño paso más cerca de mi lado; los eventos de la noche obviamente aún no han desaparecido por completo, y decidí distraerla hasta que llegáramos a su auto. —¿De qué nivel de destrucción estamos hablando cuando se trata de arruinar el gran día de la hermanastra? ¿Quieres que me oponga? ¿Incendie la iglesia? ¿Intente ligar con la madre del novio? ¿Cuán malas quieres que se pongan las cosas? —No podía permitirme que me arrestaran, pero podía hacer una escena con muy poco esfuerzo si eso era lo que quería. De hecho, sonaba divertido. Hacía mucho tiempo que no se me permitía armar un escándalo y meterme en problemas sin miedo a las repercusiones. Langley soltó un pequeño resoplido e inmediatamente levantó una mano para cubrirse el rostro. 25 —Uh... realmente no tienes que hacer nada más que presentarte. Créeme, eso es suficiente para que Camille y su madre se pongan nerviosas. Hice una pausa y ladeé la cabeza. —¿Porque mi apellido es Alvarez? ¿Realmente era suficiente el hecho de que fuera hispano para volver loca a su familia de sangre azul? ¿No habíamos progresado más como sociedad después de todos estos años? Algunos días no se sentía así, pero no necesitaba que me metieran el recordatorio por la garganta. Si no necesitara tanto el dinero, me habría ido de aquí. Langley se detuvo y rápidamente movió las manos de un lado a otro. —¡No! —Su grito fue suficiente para despertar a toda la ciudad. Di un paso atrás, sorprendido, y sentí que se me abrían los ojos mientras avanzaba hacia mí, inestable con sus zapatos rotos—. No. No tiene nada que ver con tu apellido. Son los tatuajes y el hecho de que nadie en el círculo social de nuestra familia sabe quién eres. Las personas que vienen de familias de dinero tienen prejuicios contra los nuevos. Mi madrastra odiará que haya un extraño sentado en la mesa principal junto a su preciosa hija. Es tan simple como eso. —Se aclaró la garganta—. Mi padre sirvió en el ejército cuando era más joven. Su padre hizo que todos los niños de la familia se enlistaran o hicieran trabajo voluntario para poder acceder a sus fondos fiduciarios. Todas las chicas tuvieron que matricularse en la universidad. No creía que nadie debería tenerlo fácil en la vida. Conoció a mi madre cuando destinado en el extranjero. Mi padre probablemente te adorará. Mientras trataba de entender lo que me estaba diciendo, se quedó boquiabierta cuando de repente perdió el equilibrio y se cayó hacia adelante. La capté reflexivamente, viendo la verdad en sus ojos ahora que tenía el rostro tan cerca del mío. Suspirando, la puse de pie y pasé mis manos por mi corto cabello. —De acuerdo. ¿Qué más había que decir? Empecé a caminar de nuevo, vigilando a Langley para asegurarme de que no se volviera a caer. —Eres tan diferente de mi ex como cualquiera puede serlo, si te sirve de consuelo. —Se aclaró la garganta y jugueteó con su bolso—. Eso también es una ventaja. Era mi turno de resoplar. —Nunca me metería entre hermanas. O hermanastras. No te lías con la familia. Hizo un sonido suave. 26 —No estoy segura de que Camille le diera muchas opciones. Todo lo que tengo ella lo quiere, y normalmente lo consigue. Era así antes de que su madre se casara con mi padre. Por alguna razón, siempre hemos sido rivales. Lograr que Richard le propusiera matrimonio fue su última victoria. Negué la cabeza y murmuré: —Sólo es una victoria para ella si tú quieres quedarte con él, y no parece que lo quisieras. Me miró por debajo de sus largas pestañas y me dio una sonrisa torcida. —No estoy segura de ser lo suficientemente mayor o haber vivido lo suficiente para saber exactamente lo que quiero. Durante un tiempo, sin embargo, pensé que era él. —Se encogió de hombros. —¿Cuántos años tienes? —Debía tener al menos veintiuno años paraentrar en el bar y estar en el tercer año de la universidad, pero parecía más joven. Me volvió a sonreír y se echó el cabello por encima del hombro. —Cumplí veintiuno a principios de año. Mencionó que estaba en el penúltimo año de CC, que era una universidad privada muy conocida, así que la matrícula no era una broma. Había aprendido todo acerca de lo escandaloso que era el costo de la educación superior tan pronto como Gael comenzó a ser colocado en cada clase avanzada que ofrecía la pequeña escuela secundaria de mi ciudad natal. Supe de inmediato que tenía que llevar a cabo una investigación sobre el pago de la universidad basado solamente en su plan de estudios en la escuela secundaria. Todo lo que salía de su boca perfectamente pintada servía como un recordatorio constante de que no teníamos nada en común. —¿Qué estudias en la escuela? —¿Las chicas como ella tenían que planear para el futuro o simplemente desperdiciaban el dinero, sabiendo que todo iba a estar siempre bajo control a largo plazo? —Economía. ¿Qué hacía alguien con un título en economía exactamente? ¿Jugar con dinero? ¿Invertir en más acciones y bonos para enriquecerse? ¿Guardar más dinero para la jubilación? En serio, no podía identificarme con ella. Cada dólar que ganaba ya estaba gastado. Antes de que pudiera pedir más detalles, ella cambió la situación y me dijo: —¿Y tú? ¿Cuánto tiempo llevas en el ejército? Dijiste que te enlistaste cuando cumpliste dieciocho años. Asentí. —Sí. Llevo seis años. Fui a Fort Knox para el entrenamiento básico. Fui destinado a Bragg, y desplegado. Pasé un par de años en Polk, y terminé 27 aquí. Ahora soy Sargento Primero. —Tal vez durante un año más o menos, entonces la lista del Sargento de Primera Clase saldría, y yo había hecho todo lo posible para asegurarme de que mi nombre estuviera en ella. Llegué al límite de mi puntuación de fisioterapia en cada prueba, me adelanté cuando los demás se echaron atrás y dirigí a mi escuadrón desde el frente, lo que me había valido más que unas cuantas medallas para mi uniforme. Se me daba bien recibir órdenes, e incluso mejor darlas, especialmente porque nunca les pedía a mis muchachos que hicieran algo que yo no haría. Mi infancia había sido cualquier cosa menos fácil, así que estaba acostumbrado a vivir en condiciones escasas y brutales. Me había acostumbrado a ser soldado como un pato al agua, aunque alistarme no había sido inicialmente lo que quería, no me arrepentía de ninguna de las decisiones que había tomado para llegar donde me encontraba hoy. EL ejército me daba un propósito y un medio sólido para el fin de cuidar de mi familia. La conversación disminuyó naturalmente cuando llegamos al estacionamiento del bar y al auto de Langley. Esperé mientras ella sacaba las llaves de su bolso, apoyándose en el lado del BMW. Observé cómo se quitaba los altos tacones arruinados, haciendo una mueca de dolor cuando sus pies descalzos golpearon el asfalto. Se giró hacia mí y me miró con seriedad. —Vas a venir mañana, ¿verdad? ¿No fue todo un truco elaborado, o una broma que me estás gastando para hacer que la rubia tonta fuera de lugar se sienta aún más estúpida? —Sonaba tan vulnerable que me hizo algo en el interior. Levanté la barbilla en acuerdo. —Estaré allí y me quedaré mientras tú cumplas con tu parte del trato. Copió mi levantamiento de barbilla, con sus ojos azules lo suficientemente brillantes como para brillar maliciosamente, incluso en el oscuro estacionamiento. —Créeme, vas a ganarte cada centavo de los diez mil. Camille es una pesadilla, y su madre está peor. Me alejé del auto y me encogí de hombros. —Que se atrevan. Si tuviera alguna idea de la pobreza y el sentido opresivo de fatalidad y desastre en el que crecí no pensaría que su familia de clase alta era una amenaza u obstáculo legítimo. Golpeé con los nudillos el techo del auto y le dije que condujera con cuidado. Casi aparté el brazo de su agarre cuando me detuvo y me susurró una frase casi silenciosa: 28 —Gracias por salvarme de ese otro tipo. —El inesperado hormigueo que me recorrió todo el cuerpo al tocarla me tomó totalmente desprevenido. Quería decirle “cuando quieras”, pero sería mentira. La verdad es que nuestros caminos normalmente no se cruzarían, y fue pura coincidencia que hicieran esta noche. No era alguien en quien pudiera confiar más allá de esta semana o de los ceros en el balance de su cuenta bancaria. Me liberé temblando y me dirigí hacia donde había estacionado mi camioneta. Había resuelto un problema urgente. Sin embargo, no había forma de sacudirme la sensación de hundimiento, sólo creé otra con la que sería casi igual de imposible lidiar. 29 3 Langley ómo te va? —le pregunté a Iker sentada en el sofá de cuero suave como la mantequilla hojeando el itinerario cargado que Camille acababa de enviarme por correo electrónico. No había ninguna posibilidad de que me sentara a tomar el té con las damas el miércoles. Especialmente no con la madre de Richard en la lista de invitados. Me presentaría para la barbacoa, el ensayo y la boda real, pero eso era todo. Mi sentido del deber y la autoflagelación acordada terminaban en ese momento. —Espero que este sea el último que me hagas probarme —respondió Iker desde detrás del vestidor con cortinas. —Déjame ver. —Estaba increíble con los dos primeros, pero esos no habían recibido la aprobación de Oliver. El sastre no era nada menos que un perfeccionista, y yo confiaba en su ojo crítico. Iker apartó la cortina y caminó hacia mí con los brazos abiertos. —¿Y bien? —preguntó, girando lentamente. Mmm. Era realmente injusto lo guapo que era. Me las arreglé para cerrar la boca, recé por no haber babeado, y asentí. —Es... bonito —chillé. ¿Cómo demonios había tenido la suerte de encontrarlo? Era lo suficientemente sexy como para hacer que la gente por la calle se girara a mirarlo y empaparles las bragas. Yo misma había visto las pruebas mientras caminábamos entre las multitudes del domingo por la tarde. Definitivamente había girado la mía, que era algo que necesitaba mantener bajo estricto control. Nunca habría conocido a Iker en circunstancias normales, y habría apostado todo el dinero en mi fondo fiduciario a que no estaba cerca de ser su tipo. —Sube allí —ordenó Oliver, señalando el pedestal mientras rodeaba la partición que nos ocultaba del resto de la tienda. —¿C 30 —Creo que este es el indicado —dije mientras Oliver daba un círculo alrededor de Iker, ladeando su cabeza calva de un lado a otro. —Langley Vaughn, he estado vistiendo a tu padre durante los últimos veinte años. Yo te diré si este es el indicado o no. —Me lanzó una mirada que me hizo sentir como si tuviera cinco años otra vez, sentada exactamente en este asiento. Iker se encontró con mi mirada en el espejo y levantó las cejas. Casi resoplé, su expresión era muy divertida. —¿Cómo se siente? —le preguntó Oliver a Iker. —Exactamente igual que los dos últimos. —Bueno, este es de un material de mucha mayor calidad, así que espero que sientas la diferencia —murmuró Oliver, comprobando cómo le quedaba. A mí me parecía que le quedaba genial. La tela se extendía sobre su musculoso cuerpo, acentuando sus anchos hombros y su estrecha cintura. ¿Qué tenía un esmoquin que hacía que un chico ya hermoso fuera aún más sexy? —Es posible que necesites un poco más de espacio en la entrepierna —comentó Oliver, tirando suavemente de los muslos de Iker. —Podría necesitar que retires tu mano de mi entrepierna —sugirió Iker secamente. Fue su turno de recibir la mirada característica de Oliver. —Creo que esto es todo —me dijo Oliver—. Pero es el más caro de los tres, cerca de mil dólares. —Lo llevaremos. Iker subió al podio para mirarme. —Los otros dos estaban bien. No tienes que comprar el más caro para una noche. —No había forma deocultar la exasperación en su tono. Me puse en pie y caminé alrededor de él en el podio, admirando no solo el ajuste sino el hombre. Tenía al nivel de los ojos todas las partes más importantes de él. Debía ser un fanático de las sentadillas, porque su trasero era... —Langley, en serio. Compra uno de los otros. Eso es una tonelada de dinero para gastar en un esmoquin por una sola noche. —Sus ojos me siguieron, pero se quedó quieto, dejándome mirar completamente. Oliver se burló. —Hazme saber lo que decides. —Desapareció en el frente de la tienda. 31 —Cuando estás desplegado y estalla un tiroteo y tienes balas volando por todas partes, ¿qué tipo de armadura usas? —pregunté, haciendo una pausa para mirarlo. —Kevlar. —Sus ojos oscuros se estrecharon. —Y no soñarías con salir sin eso, ¿verdad? —Joder, no. Hará que te maten. —¿Qué pasa con una armadura de menor calidad? ¿Te conformarías con algo que se vea bien y tal vez podría detener la metralla, pero no detendría las balas? —Ladeé la cabeza. —Por supuesto que no, pero esta comparación no está remotamente en el mismo campo de juego. —Lo está —le aseguré—. Nunca has estado donde vamos. Yo nunca he pasado por lo que has pasado. Entonces, si apareciera de repente en medio de un tiroteo en Afganistán, espero que me den la mejor armadura para el trabajo al que estoy a punto de enfrentarme, y eso es lo que es esto. Esos otros esmoquin son bonitos, pero este... —Dejé que mis dedos frotaran ligeramente el material en su muñeca, con cuidado de no rozarle la piel—. Este es a prueba de balas. Se bajó del podio, dejando uno de los gemelos brillantes con los que había empezado a jugar nerviosamente entre mis dedos. —Si quieres que destaque, que llame la atención de una manera que haga obvio que estás agitando una bandera gigante de "jódete", entonces ¿por qué ponerme algo que me ayude a mezclarme? Era demasiado listo y observador. Esas eran preguntas que no quería responder. Porque era hermoso con él. Porque quería verlo con él toda la noche. Porque ir de su brazo me distraería del hecho de que estaba viendo al primer chico que había amado casarme con la primera chica que me había odiado. Demonios, que todavía me odiaba. —Iker, no podrías mezclarte si lo intentas. Créeme. Eres demasiado... —Solté sus gemelos y agité las manos frente a su torso—. Demasiado todo. Además, que vayas más guapo que cualquiera de los otros es mejor que una bandera de "jódete". Es como una pancarta de "jódete" detrás de un avión. O escribir en el cielo un dedo medio gigante el día de su boda. Sus labios se levantaron y sus ojos se entrecerraron de una manera burlona, como si estuviera tratando de entenderme. —¿Qué? —pregunté, jugando nerviosamente con mis manos. Su repentino escrutinio era más que un poco desconcertante. 32 —No eres como nadie que haya conocido—, dijo en voz baja. El tipo tenía una gran cara de póker, porque no tenía ni idea de si eso era bueno u horrible. —Gracias —respondí en su lugar. Él se rio, y el hoyuelo hizo su aparición. Lámelo. Sacudí la cabeza. ¿Por qué demonios haría algo por el estilo? Era un empleado durante la semana, y estaba bastante segura de que calificaba como acoso sexual. Por otra parte, la forma en que acababa de mirarle el trasero y todas las otras partes de él definitivamente cruzaban una línea. —Entonces, ¿podemos salir de aquí? —Sonaba muy esperanzado. —Claro, tan pronto como termine de ajustarte tu traje. —¿Mi qué? —preguntó, levantando las cejas. —¿A menos que tengas uno que te guste? Es para la cena de ensayo. No puedes usar el esmoquin para ambos eventos. Su mandíbula se tensó una vez. Dos veces. El hoyuelo era sexy incluso cuando estaba irritado. —¿Realmente necesito un traje completo para el ensayo? —Esas palabras fueron una mezcla de preguntas y cuasi acusaciones. —Bueno, sí. ¿Qué otra opción hay? —Terminé la pregunta lentamente y me preparé para cualquier respuesta que pudiera dar, claramente incluso esperando que la toga fuera una opción que me arrojaría. —Camisa y corbata —sugirió. —¡Oh, por supuesto! —Abrí mi teléfono para poder enviarle el itinerario por correo electrónico. —Finalmente, algo normal —murmuró. —Los necesitarás debajo del traje, naturalmente. Irías un poco extraño sin ellos. No es que no tengas pecho para sacarlo. He visto tus brazos, y puedo suponer que ese es el status quo de todas las partes. —Agité mi mano frente a su torso. Respiró hondo y centró su atención detrás de mí mientras apretaba las manos. —¿Empezamos? —preguntó Oliver. —¿Diez mil? —susurró Iker para que solo yo pudiera escucharlo. —Sí —respondí, igual de bajo—. Además, toda la ropa la pago yo. ¡Ahora nunca más tendrás que alquilar un esmoquin! —Para todos los eventos de etiqueta a los que voy. —El sarcasmo fue lo suficientemente espeso como para ahogar a un caballo. 33 —Nunca está de más tener un armario bien abastecido —dije. —Entonces, un traje —interrumpió Oliver, trayendo muestras—. Necesitamos elegir rápidamente si desea que estén modificados a tiempo. —¡Entonces hagámoslo! Ah, y podría necesitar algunos polos y algunos pantalones casuales también —agregué. —¿Para qué? —La barbacoa, por supuesto. Nuestras miradas se encontraron y la mantuvo, marrón frustrado frente a azul sonriente. —Diez mil —le recordé con una sonrisa brillante. Ya le había dado los primeros cinco mil dólares para asegurarme de que realmente me siguiera a la tienda de ropa formal. Suspiró, luego respondió a mi sonrisa con una suya forzada. —Trae los polos. —Iba a perderlo cuando mencionara los pantalones caqui y los zapatos de vestir. Oh, bien. Todo era justo en el amor y la guerra, y este juego al que estábamos jugando tenía un poco de ambos. —Señorita Vaughn, es bueno verte. ¿Te unirás a tu padre en el campo hoy? —preguntó el portero cuando Iker y yo entramos al club de golf al día siguiente. Tenía que darle crédito, no estaba segura de que fuera a aparecer después de las modificaciones de ayer. Estaba claramente fuera de su elemento, y seguir el juego estaba tomando un esfuerzo de su parte. No se molestó en esconder la sonrisa burlona en su rostro cuando el valet tomó las llaves de mi Beamer. —Oh, no, gracias, Tim. Solo estamos aquí para el almuerzo. — Lecciones para el almuerzo, realmente, pero Tim no necesitaba saber eso. —Excelente. Espero que lo disfruten —terminó con una sonrisa educada hacia los dos cuando nos dejó en el vestíbulo. —No es probable —murmuró Iker, contemplando la amplia escalera que conducía al segundo piso a seis metros por encima de nosotros, la gran chimenea, el área de descanso y las cortinas del piso al techo. Mientras tanto, yo lo contemplé a él. Llevaba un par de pantalones cortos de vestir verde oliva y un polo negro, los cuales había elegido ayer con Oliver. La tela se extendía sobre sus 34 músculos, sumergiéndose en las curvas y huecos de su espalda, pero dejaba los brazos desnudos, donde la tinta cubría el resto de su piel hasta la muñeca. Quería ver más de cerca los diseños porque tenía curiosidad acerca de las cosas lo suficientemente importantes para él que las llevaría en su piel para siempre. —¿Esto es un club de golf? Reprimí mi respuesta instintiva de bueno, sí, y volví a mirar la habitación, tratando de verla a través de sus ojos. La disposición de los asientos frente a la chimenea no era necesariamente tan cómoda como pulida y coordinada. La barandilla brillaba y el techo era como de catedral. —Supongo que es un poco demasiado —admití. —¿Un poco? —Sonaba incrédulo y casi crítico. —Es solo... el club. Es donde aprendí a nadar, tomé clases de tenis en verano, clases de golf durante una sesión muy larga y dolorosa de seis semanas. —Me encogí de hombros. Bajó la mirad a mí con ese escrutinio tranquilo e intenso al que me estaba empezando a acostumbrar. Parecía aparecercada vez que las diferencias entre nuestros mundos se volvían dolorosamente obvias, pero ninguno de nosotros quería llamar más la atención sobre la situación. Era extraño, pero la mirada a menudo me hacía sentir deficiente, de alguna manera. —¿Dónde aprendiste a nadar tú? —le pregunté, guiándolo por el pasillo. —En la YMCA. —Oh, eso es lo mismo. Me miró fijamente. —Bueno, ambos necesitan membresías, ¿verdad? —murmuré. No dignificó eso con una respuesta cuando su mano se extendió por la parte baja de mi espalda, guiándome hacia la derecha de la pasarela cuando pasó un grupo de golfistas. Más de unas pocas cabezas se giraron, mirando a Iker de arriba abajo. —¿Estás segura de que no necesito una camisa de manga larga? — preguntó. —No —le aseguré—. Estás perfecto tal y como estas. Ese maldito hoyuelo hizo otra aparición ante mi comentario. Pasamos por la tienda de golf y luego la extensión de puertas de vidrio que conducían a la terraza con columnas y al verde. 35 —Siento que me van a echar —murmuró Iker. —¿Por los tatuajes? De ninguna manera. No con la cantidad exorbitante de cuotas que mi familia paga por usar las instalaciones. Además, no es como si llevaras vaqueros. Eso definitivamente nos echaría —prometí asintiendo cuando llegamos a la anfitriona del comedor—. Hola, Patricia, ¿cómo va tu día? Su sonrisa era amplia y no titubeó cuando vio a Iker a mi lado. —¡Señorita Vaughn! Mi día va bien, ¿y el suyo? —Maravilloso. Tenemos reserva... —La tengo aquí mismo —nos aseguró—. Si me siguen. Nos condujo a través del comedor, a una mesa que se encontraba al lado de la pared de ventanas de vidrio. —¿Con esto bastará? —Perfecto —le aseguré. Seguíamos en una parte del comedor, pero lo suficientemente apartados para nuestros propósitos. Ella asintió y apareció un camarero, dando un paso adelante para sacarme la silla. —Gracias —le dije mientras me sentaba, antes de que me ayudara a deslizar la silla con ancho respaldo hacia delante. —Lo tengo —le dijo Iker al camarero antes de que pudiera acercarse a su lado, sentándose rápidamente. —Por supuesto, señor —comentó el camarero, parpadeando rápidamente para eliminar su sorpresa—. ¿Puedo comenzar con las bebidas antes de que lleguen sus platos? —Limonada, por favor. Gracias... Michael —terminé después de leer su placa gravada. —Una Coca Cola. Gracias —pidió Iker, estirando el cuello. —No iba a sentarte a ti —le dije; mis labios se arquearon hacia arriba cuando Michael se fue. —Sí, lo descubrí—. Estudió a los golfistas el campo un momento antes de volverse hacia mí—. ¿Platos? —Hice que cambiaran el menú para que tuvieras la experiencia completa de la indulgencia excesiva a la que te enfrentarás esta semana. —¿Estás tratando de entrenarme? —Una ceja oscura se alzó inquisitivamente—. No soy una mascota. Y, la última vez que lo revisé, ya estaba domesticado. ¿Lo sabes bien? —¿Lo siento? —Ajusté la tela de mi vestido de verano para evitar que mis piernas se pegaran a la silla de cuero. 36 —Quieres sorprender a tu familia. Ya hemos cubierto eso. —Se inclinó hacia adelante sobre los codos, reduciendo la distancia entre nosotros. —¿Bien? —No pude evitar inclinarme también, manteniendo las manos cruzadas en mi regazo. —Entonces, ¿por qué entrenarme? ¿Por qué el almuerzo? ¿El club de Golf? Revisé el itinerario y esto no está en él. —De nuevo, era demasiado inteligente, rápido al darse cuenta de cosas que no estaban expuestas explícitamente frente a él. Porque, para empezar, quería volver a verlo; aunque no es que fuera a decir eso. Una cosa era contratar una cita falsa y otra muy distinta que realmente me gustara y que quisiera pasar tiempo con él fuera de las obligaciones monetarias. —Pensé que te gustaría echar un vistazo a en qué te estás metiendo. —Le di la verdad parcial—. Y en cuanto al entrenamiento, hay una gran diferencia entre hacerlos sentir incómodos… —asentí hacia el comedor— y hacerte sentir incómodo a ti. Echó un vistazo a nuestros compañeros de comedor, ninguno interesado en nosotros. —¿Los jeans realmente harían que me echaran? —Regla del club. —Me encogí de hombros. —Ok, Chica del Club de Campo. Enséñame. —Su hoyuelo apareció mientras me sonreía. Me dio un vuelvo el pecho, lo que me recordó respirar. Era diferente a cualquier persona que me hubiera atraído y, sin embargo, me hacía preguntarme cómo demonios había encontrado atractivos a los tipos de Ken. Iker era cien veces más fascinante, y solo lo conocía de unos días. —Codos fuera de la mesa —ordené. Se rio pero lo hizo, moviendo sus antebrazos a los brazos tapizados de la silla. —Demasiado fácil. —¿Oh sí? Veremos cómo te sientes en aproximadamente una hora. — Sonreí. —Desafío aceptado. Comencemos. Los platos comenzaron a llegar y enderecé la espalda, ocho años de cotillón y cursos de etiqueta en marcha. —Este —lo corregí cuando alcanzó su tenedor de ensalada. Tomé el tenedor de camarones de dientes pequeños y lo agité. 37 —Eso es demasiado pequeño —argumentó. Arqueé una ceja, y él levantó el tenedor de camarones, gruñendo mientras comenzaba el aperitivo. —De adentro hacia afuera —le instruí con cubiertos—. Rompe cada pedazo de pan antes de untarlo con mantequilla. Eso me hizo ganarme un par de ojos en blanco. En el segundo plato, pensé que iba a renunciar. —¡Está fría! —farfulló volviendo a poner la cuchara en la sopa. —Se supone que debe estarlo —le dije. —Tenedores diminutos. Sopa fría. ¿Qué demonios les pasa a los ricos? —preguntó, sacudiendo la cabeza—. El menudo de mi abuela es mucho mejor que esto. —Codos —le recordé, y él rápidamente los retiró—. Mueve la sopa alejándola de ti, de esa manera no te salpicará la ropa. —Lo demostré. —No es un problema, porque no me voy a comer esa mierda… cosa — se corrigió cuando un caballero mayor nos miró. Me reí, apenas cubriéndolo con mi servilleta. La comida pasó con suspiros frustrados suyos y risas mías. Lo asimiló rápidamente, sus ojos parpadeaban de un lado a otro sobre su lugar, asimilando los detalles. —¿Cómo diablos recuerdas todo eso? —preguntó después de haber terminado—. ¿Cómo puedes disfrutar lo que estás comiendo con todas esas reglas? Firmé mi nombre en la factura que iría directamente a la cuenta de nuestra membresía. —Años de instrucción. Práctica. No se me permitió entrar a un comedor formal, incluso en público en funciones formales, hasta que lo dominé. —Me encogí de hombros. —¿Sopa y todo? —Sopa y todo —confirmé, tratando de recordar—. Creo que tenía nueve años antes de que mis padres lo permitieran. —Estaba tan orgullosa, con la espalda recta sentada en ese asiento, sintiéndome como una adulta. —¿Sabías todo esto a las nueve? —preguntó, levantándose de la mesa. —La mayor parte. Iker despidió al mesero con la mano y sacó mi silla él mismo. —Aprendes increíblemente rápido. —Me puse en pie, alisando mi dobladillo. 38 —Sí —concordó. —Y qué humilde eres —bromeé mientras cruzábamos el comedor. Claro, había miradas, ¿cómo podría no haberlas? Iker era enorme, tatuado y caminaba como un depredador, consciente de todo y de todos los que lo rodeaban—. Perdón por las miradas. Tal vez los tatuajes sean un poco demasiado para esta multitud. Me miró con la piel de entre las cejas fruncidas. Por risa o asombro, no estaba segura. —Me gustan —admití, y el calor me subió por el cuello. Era la maldición de ser rubia y pálida. Era difícil ocultar tus emociones cuando tu propio cuerpo se disparaba como un termómetro en aumento. —¿Crees que son solo los tatuajes? —Su tono era frío como el ártico. Ahora fue mi frente la que se arrugaba mientras caminábamos hacia el vestíbulo del club. —Destacaba demasiado. Demonios, los únicos otros tipos que se parecían a mí en esa habitación llevaban etiquetas con su nombre. Parpadeé. —Está bien —dijo en voz baja—. Sabíaen lo que me estaba metiendo. Voy a ir al baño. ¿Estás bien aquí? Asentí. Por supuesto que estaba bien aquí. Aquí era donde encajaba, casi como un segundo hogar. Un grupo de chicas salió de la tienda, todas sonrisas y bolsas de sus compras. Sus faldas de tenis eran todas del mismo largo. Sus camisas podía haber sido de diferentes colores, pero todas eran polos sin mangas. Las cinco llevaban viseras blancas de Broadmoor con sus altas coletas balanceándose de un lado a otro. Todas eran variaciones de la misma galleta, hechas con el mismo molde. —¡Oh, Dios mío! ¡Langley! Y aparentemente, yo también era una de ellas, solo que vestida con un atuendo diferente hoy. La chica del centro levantó los brazos, bolsas incluidas, y corrió de puntillas hacia mí. —Nessa —le dije a modo de saludo mientras me besaba la mejilla. —¿Dónde has estado? —preguntó, con sus dientes perfectamente alineados más blancos que la nieve. —¿Por ahí? Voy a CC... 39 —¡Te hemos extrañado en los partidos de dobles! —me interrumpió, y las otras Stepfords asintieron, como si hubiera tirado de una cuerda como su maestro de marionetas. —Oh, no he estado jugando mucho. Se le entristeció la cata. —Oh, lo entiendo. A mí tampoco me gustaría andar por aquí si fuera tú. Se me puso la columna rígida. —Quiero decir, ¿cuán horrible es para ti que Richard se case con Camille? ¿Es súper incómodo en casa? Todas se movieron, inclinándose. Los chismes eran tan valiosos como el oro con esta gente. —Está... bien —respondí, sabiendo que si decía algo más, llegaría a Camille antes de que el valet pudiera detener mi auto. Los ojos de Nessa se entrecerraron, decidiendo si creerme o no. —De verdad. Está bien —le di mi sonrisa falsa practicada—. Estoy en la boda y todo. Son una pareja perfecta, y no podría desearles nada más que lo mejor. Al menos esa era la verdad. Ambos eran unos imbéciles que se merecían el uno al otro, y lo mejor de mi parte era un "jódete" gigante en forma de un bombón militar muy tatuado que saldría del baño en cualquier momento. —Pero, aun así, ¿no te irrita un poco? ¡Quiero decir, es tu hermana! —Nessa bajó la voz hasta un susurro escénico. —Hermanastra —la corregí por costumbre. —Y Richard era el mejor partido de nuestra clase. Va a la escuela de derecho y todo, ¿verdad? Maldición, la chica estaba cavando en busca de tierra, pero no iba a darle ni un gránulo de arena. —Todavía es un estudiante de tercer año en la universidad, al igual que el resto de nosotros. —¿Cómo podría alguien de solo veintiún años definirse como el mejor partido? —Sí, claro, ¡pero todos pensamos que serían ustedes dos hasta el fin de los tiempos! Si me ponía más rígida me iba a romper como una ramita quebradiza. ¿Qué tenían las perras que necesitaban hurgar en la herida? ¿Esperaban que ver mi sangre haría que sus propias heridas e inseguridades dolieran un poco menos? 40 —Bueno, gracias a Dios que no duraron, de lo contrario yo me lo habría perdido. —La voz de Iker vino detrás de mí solo un segundo antes de que sus brazos me echaran atrás contra su muy firme pecho, envolviéndose justo debajo de mis senos, con los tatuajes a plena vista a juzgar por sus ojos errantes. Todo mi cuerpo se derritió porque de repente me quedé sin huesos por su toque. Los ojos de Nessa se abrieron y las demás siguieron su ejemplo. Sus miradas se quedaron en sus brazos tatuados y los músculos ondulantes mientras ajustaba su agarre sobre mí. —Oh, mi… —dijo Nessa suavemente—. No eres... —Su mirada se movió hacia mí—. No es de extrañar que hayas sido difícil de ver este verano. La rebelión te queda bien, Langley. Y ciertamente mejor en persona que en tu Instagram. Me tensé. —¿Estás lista para salir de aquí, cariño? —me preguntó él, ignorando a Nessa e inclinándose para que sus labios me rozaran la sien. —Absolutamente. —Se me tensó el pecho. Olía muy bien, como a jabón y una colonia que no pude identificar. —Creo que las veremos en la boda —les dijo Iker mientras tomaba mi mano con la suya, mucho más grande. Me despedí rápidamente mientras nos dirigíamos al valet. —¿Qué pasa? —preguntó mientras el valet corría hacia el auto. —Te miraron y pensaron que te conocían. —Negué con la cabeza. ¿Pero no había hecho yo lo mismo la primera vez que lo vi? Cómo se había puesto en peligro para una extraña en un estacionamiento oscuro. Cómo había dado un paso adelante para ayudar a un extraña. Pensaban que no era más que mi rebelión... pero ¿no era por eso por lo que lo había contratado? ¿No era esa reacción exacta lo que había estado buscando cuando encontré a Iker?— Son todas iguales. Todas. Como muñecas Barbie en la línea de montaje, imposibles de distinguir. Y... —Negué con la cabeza. No me presionó, solo me miró con ojos perceptivos, esperando a que hablara y admitiera la horrible y reflexiva verdad. —Y yo soy una de ellas. —No, no lo eres —dijo en voz baja. —¿Qué te hace decir eso? —Viniste a buscarme. resoplé. 41 —Solo para enojarlos a todos. Él se encogió de hombros. —¿Y qué? Aún así viniste a buscar. No saltaste encima del mejor amigo del idiota, ¿verdad? —¿Qué? —Mi cuello estaba en un ángulo casi imposible para mirarlo. —Idiota. Richard2. Parecía apropiado. No te follaste a su mejor amigo, ¿verdad? Mis labios se separaron. No podía pensar en una instancia en los últimos veintiún años en la que escuché esa palabra obscena en estos sagrados pasillos, pero estaba dispuesta a escucharla nuevamente. O a que fuera usada como un verbo. O ponerla en acción. Lo que fuera. —No, claro que no. Él asintió, luego tomó unos billetes de su billetera mientras el valet le entregaba las llaves de mi auto. —Gracias, hombre. —No hay problema. Hasta pronto, señorita Vaughn. —El valet me abrió la puerta y me deslicé hasta el suave cuero del asiento del pasajero. Iker se abrochó el cinturón y puso el auto en marcha, pero no se movió. —¿Iker? —Lo miré preguntándome cuál era la demora, y un poco desesperada por escapar de este lugar que claramente resaltaba nuestra gran variedad de diferencias. —Esas mujeres son todas idénticas en cierto modo —acordó—. Todo está borroso porque no les importa destacarse. Hay consuelo en la conformidad, lo entiendo. —Tragó saliva y luego se volvió para mirarme—. Pero tú no eres una de ellas. Tal vez de alguna manera lo seas, claro. Todas resaltan con el mismo tono de dinero verde. Pero puedo verte a través del brillo, Langley. La emoción me tensó la garganta. —¿A mí o a mis diez mil? —pregunté, tratando de aligerar el estado de ánimo. —Tú —me aseguró. Esperaba que mi cabello comenzara a volar por la estática que causó de lo eléctrico que sentía el aire a su alrededor. 2 Un apodo común para Richard es “Dick”, que se traduce como imbécil o idiota. 42 —Pero esos diez mil tampoco son tan malos. —Guiñó un ojo y salió disparado, dejando marcas de neumáticos y bocas abiertas frente al campo de golf. 43 4 Iker stás seguro de que vas a poder conseguir el resto del dinero para el fin de semana? —chirrió la voz de Gael a través del altavoz de mi teléfono y me di cuenta de que no quería ilusionarse demasiado. La decepción era algo que ambos conocíamos bien, lo que significaba que vendería mi alma para poder ayudarlo. Sin importar lo que costara. —Te dije que no te preocuparas por eso. ¿Cuándo no he cumplido cuando te prometí algo? —Traté de mantener mi voz ligera, pero mi corazón cayó hasta mi estómago cuando me paré frente a la enorme casa extravagante, escondida en el viejo y rico vecindario de Broadmoor. Sabía que el código postal de Langley venía con una casa grande, pero había subestimado lo grande que era—. Tendré el resto en poco tiempo. Gael suspiró y me lo imaginé sacudiendo la cabeza. Nos parecíamos mucho, aunque él era mucho más amable y gentil que yo. Me gustaba pensarque yo era el amortiguador entre mi hermano y las duras realidades de nuestra infancia, que le permitieron crecer sin todos los bordes afilados y las piezas puntiagudas y protectoras que yo había desarrollado a lo largo del camino. —No has hecho nada que te vaya a meter en problemas para pagar mi escuela, ¿verdad? —Sonaba nervioso de nuevo, porque me conocía bien. No había mucho que no arriesgaría para mantenerlos a él y a mi abuela. Tragué cuando encontré un lugar vacío en la enorme y circular calle de ladrillo frente a la vieja mansión victoriana. Mi camioneta se elevaba por encima de los coches deportivos de baja altura y los sedanes de lujo que llenaban el resto del espacio disponible. —Depende de tu definición de problema. —Mi indeseada atracción por Langley Vaughn estaba demostrando ser mucho más difícil de ignorar de lo que esperaba—. En realidad es una historia graciosa. Te la contaré la próxima vez que te vea. —¿E 44 —¿Cuándo será eso? —Ahora Gael sonaba hosco y malcriado. Admito que no había estado en casa tanto como me gustaría, pero mi trabajo era impredecible en el mejor de los casos. —Iré a verte cuando pueda... —Mi oración se interrumpió cuando las gigantescas puertas de madera de la casa se abrieron y Langley salió corriendo. Parecía que había estado esperando mi llegada. Dejé salir un pequeño gruñido de sorpresa cuando de repente corrió hacia mí, lanzándose a mis brazos y casi estrangulándome con un abrazo alrededor de mi cuello tan pronto como estuvo lo suficientemente cerca como para tocarme. —Hola. —Mi saludo fue menos entusiasta que el de ella. Puse una mano en la parte baja de su espalda cuando sentí la forma en que su ágil cuerpo temblaba contra mí. —No estaba segura de que fueras a venir. Pensé que la sopa fría podría haber sido la gota que colmó el vaso. —Estaba tratando de hacer una broma pero, cuando la empujé para que diera un paso atrás, pude ver lo tensa que estaba. Apunté a mi teléfono y la llamada que seguía conectada con mi hermano. —Dame un segundo. —Asintió y yo volví a prestar atención a Gael—. Tengo que irme. Dile a la abuela que no se preocupe. Todo está bajo control y estaré en casa pronto. —Pero no lo suficientemente pronto. Nunca lo era. Gael resopló. —Te echo de menos. Mantente alejado de problemas. Me despedí en voz baja y me metí el teléfono en el bolsillo trasero. Volví a prestar atención a Langley y la encontré caminando frente a mí, mordiéndose el labio inferior. Siempre estaba un poco nerviosa, pero hoy parecía especialmente frágil. Parecía que un mal movimiento la haría quebrarse. —¿Estás bien? —Se le daba muy bien esconder lo que sentía detrás de una sonrisa muy practicada, pero hoy ni siquiera había una sonrisa falsa que encontrar. Dejó de marchar sin rumbo y dejó caer las manos a los costados. Vi cómo se recuperaba visiblemente. —Estoy bien. He estado contestando un millón de preguntas de literalmente todos sobre ti todo el día, desde que anuncié que vendrías. Fue un poco estresante. Además, toda la familia de Richard está aquí. ¿Sabes lo incómodo que es que tanto la madre como el padre del novio ofrezcan sus condolencias cada vez que pasan? —Sacudió la cabeza—. Sin mencionar que la madre de Richard me ha dicho nada menos que cuatro veces que “Camille es simplemente una mejor pareja”. Lo juro, estoy a punto de quebrarme. 45 Gruñí un sonido simpático y dejé que me envolviera con los dedos la parte interior del codo. Llevaba una de las malditas camisas de polo en la que insistió, pero tendrías que enterrarme antes de que me pusiera un par de pantalones caqui. Llevaba vaqueros negros, el único par que tenía que no tenían un agujero. Con suerte me dejarán entrar por la puerta principal. —Suena duro. Señálamela y me aseguraré de mencionar que se parece a alguien que conozco en casa... sólo que mucho mayor. Langley se rio y me miró desde debajo de sus pestañas mientras nos dirigíamos a la puerta principal. La vieja casa era enorme y sentí como si estuviera retrocediendo en el tiempo. —Las señalaré a ella y a todos los demás que quieres evitar. Todos quieren saber sobre tu familia y tus antecedentes. Es mejor que te mantengas alejado si no quieres terminar contestando preguntas importantes. —Parecía disculparse. Me encogí de hombros. —Que pregunten. No tengo nada que ocultar. —Y hacía tiempo que dejé de avergonzarme del lugar de donde venía—. No hay mucho que contar. Mi familia es pequeña. Sólo mi hermano y yo. Nuestra madre entró y salió de nuestras vidas hasta que Gael tuvo cinco años, así que fue principalmente nuestra abuela quien nos crió. Ninguno conoció a ninguno de nuestros padres. Gael todavía vive con mi abuela en Texas. Al menos hasta que se vaya a la universidad. Era él al teléfono. Se estaba asegurando de que pudiera cubrir la matrícula de su primer semestre. Hizo una pausa y su expresión cambió de preocupada a pensativa. —¿Estás pagando para que tu hermano vaya a la universidad? Asentí y alcancé la puerta. —Sí. Es muy inteligente. Es uno de esos chicos que va a cambiar el mundo, si tiene las herramientas adecuadas. Le prometí que podría ir a cualquier escuela que quisiera. La ayuda financiera cubrió una buena parte, pero el resto es cosa mía. —Y lo sería hasta que se graduara. No me preguntó si los diez mil dólares se destinarían a la educación de mi hermano pero era una chica brillante, así que apuesto a que fue capaz de sumar dos y dos bastante rápido. Sus dedos apretaron mi brazo y su voz era ligeramente jadeante cuando susurró: —Eres increíble, ¿lo sabías? Le dediqué una sonrisa. —Depende del día. —Tenía algunas cualidades bastante buenas, la mayoría de las cuales me había inculcado mi abuela. También tenía algunas bastante malas, pero hacía lo que podía para mantenerlas bajo control. 46 Me empujó con el codo y me detuvo antes de entrar en el opulento vestíbulo. —Mi papá preguntó dónde nos conocimos. Le dije que tenía problemas con el coche y te detuviste a ayudarme. No entré en muchos detalles, pero todo el mundo sabe que nos conocemos desde hace poco tiempo. Les dije que estabas en el ejército, por eso te costó comprometerte a ser mi cita antes de ahora. —Se movió ligeramente sobre sus sandalias de tacón alto—. También dejé claro que estamos saliendo casualmente. Pensé que me ahorraría el dolor de cabeza de tratar de explicar por qué ya no estás por aquí una vez la boda haya terminado. No dejes que mi padre te acorrale y te pregunte cuáles son tus intenciones hacia mí. Puede ser un poco sobreprotector. Puse una mano sobre la suya, cada vez más apretada en mi brazo. Había un ligero temblor en sus dedos, y momentáneamente me sorprendió el deseo de protegerla. No tenía tiempo de ser su héroe, pero que me maldijeran si no quería intentarlo. —Todo saldrá bien. Entraremos, chismorrearemos, haremos enojar a tu hermanastra y daremos por terminado el día. No te preocupes por mí. Yo me encargo de esto. —Al menos podría fingir que me encargaba. Sin embargo, no era mentira, la casa era increíblemente intimidante, pero no me importaba una mierda nadie dentro de ella. La chica a mi lado era mi prioridad y mi trabajo, y en eso me iba a concentrar. Escuché que Langley respiraba hondo y otra vez observé cómo se preparaba visiblemente para la batalla. La sonrisa de plástico se colocó en su lugar y sus bonitos ojos azules se volvieron fríos y brillantes. Se convirtió en una persona completamente diferente en ese momento. Prefería a la chica estrafalaria y autocrítica con la que había pasado los últimos días, no a esta versión. Esta gélida persona de la alta sociedad no era alguien con quien escogería pasar mi limitado tiempo libre si se me diera la oportunidad. Langley titubeó un paso cuando una mujer mayor apareció repentinamente a la vuelta de una esquina. —Pensé que tal vez te hubieras perdido, o que tuviste quebuscar una cita en la calle por todo el tiempo que te fuiste. Ven al jardín. Todo el mundo te está esperando para empezar a comer. —La mujer que ladraba las órdenes cortantes acechaba un poco pasaba la entrada, como si hubiera estado esperando a que Langley entrara para poder abalanzarse sobre ella. Levanté las cejas ante mujer salida de The Real Housewives of Colorado Springs y observé cómo apenas ocultaba un escalofrío de disgusto cuando finalmente me vio. La mujer llevaba el tipo de joyas que sólo había visto en celebridades que iban a los Oscar, y se vestía como Lucille Bluth de Arrested Development, a pesar de ser una década más joven. ¿Puedes decir "esforzarse demasiado"? 47 Langley suspiró y se acercó un poco más a mi lado. —Virginia, este es Iker Alvarez. Va a acompañarme a la boda. Sentí la mirada calculadora de la mujer flotar sobre los tatuajes de mis brazos y mirarme con desprecio cuando vio mis vaqueros. Cuando se encontró con mi mirada, no había nada más que desprecio y escarnio en sus ojos. Sentí un escalofrío en mi espina dorsal e instantáneamente entendí por qué Langley había estado tan desesperada por alguien que la protegiera de la ira de esta mujer. —Le explicaste que la boda tiene un código de vestimenta, supongo. —Su desdén cambió a Langley y sentí que se estremeció. —¿Qué tal si dices "hola" en vez de preocuparte por el código de vestimenta? —La respuesta fue suave, pero la mujer mayor retrocedió como si le hubieran disparado. Aparentemente, Langley no era una de los que normalmente respondía cuando la atacaban. El desprecio silencioso casi valió la pena al ver la mirada de asombro que cruzó la cara de la madrastra maliciosa. La mujer mayor hizo una mueca y se dio la vuelta sobre sus talones. —No pierdas más tiempo. Hoy es de Cammy y Richard. Deja de intentar que sea para ti. Observé con los ojos muy abiertos cómo la mujer se alejaba furiosa, con los tacones haciendo clic en los pisos de madera dura a un ritmo de furia. —Guau. —La palabra se escapó antes de que pudiera detenerla. Langley me miró con pánico, así que me encogí de hombros—. Es algo más, ¿no? —Ojalá pudiera decir que mejorará, pero no lo hará. Camille es exactamente como ella. Había estado en zonas de guerra más acogedoras. Asentí y dejé que Langley me guiara por el pasillo. Intenté no quedarme boquiabierto ante las obras de arte, que asumí que eran originales, que forraban las paredes y los muebles, obviamente caros y antiguos, que llenaban las habitaciones por las que pasábamos. —Si es tan mala, ¿qué vio tu padre en ella? Si es sobreprotector, ¿cómo puede soportar la forma en que te habla? —No tenía ningún sentido. Langley suspiró. —Cuando mi madre falleció, mi padre quedó destrozado. Tuvieron un amor único en la vida. Realmente se perdió a sí mismo, y su interés en casi todo y en todos los que le rodean. Incluyéndome a mí. 48 Sacudió un poco la cabeza, con las puntas de su largo cabello rubio rozando mi brazo desnudo. Era como la seda, y quise agarrar puñados y enterrar la cara en él. Oh, sí, definitivamente había más de un tipo de problemas en los que meterse donde esta mujer estaba involucrada. —Virginia se acercó a él cuando seguía de luto. Creo que vio que era vulnerable y se aprovechó de la situación. Pero lo hizo feliz. Lo sacó de su depresión y lo obligó a empezar a vivir su vida de nuevo. Ella y yo nunca nos llevamos bien, y ya sabes lo que Camille sintió por mí. Nada de eso importaba porque mi padre era feliz. En términos generales, mantenemos la animosidad al mínimo. Durante el año escolar no vivo en casa, así que eso ayuda algo. Me pregunté si llamaba hogar a este monolito de casa, porque me parecía cualquier cosa menos hogareño. —¿Dónde te quedas durante el año escolar? Levantó una ceja y finalmente mostró una verdadera sonrisa. —Adivina. Solté una risa con aire. —En una sororidad. —No fue tan difícil de entender. Echó la cabeza atrás y se rio. —Sí. En el primer intento. Por supuesto que estaba en una sororidad. Era una cosa más que la separaba de todo lo que yo había conocido. La única vez que pisé un campus universitario fue cuando fui a visitar un par de campus locales con Gael. Langley me tiró del brazo, tratando de acelerar el paso. Suavemente me liberé y esperé hasta que se detuvo y se giró para mirarme. Me froté la barbilla con una mano y levanté una ceja. —Quiere que nos demos prisa, así que debemos hacerla esperar. Estoy seguro de que ya está ahí fuera contándole a todo el mundo lo del pagano que trajiste para mancillar su prístina fiesta en el jardín. Deja que se cocine un poco. Será divertido. Langley parecía incierta. Era obvio que estaba acostumbrada a mantener la paz dentro de estas paredes. Pero me contrató por una razón así que, incluso si no quería sacudir el barco, yo estaba aquí para hacer algo más que algunas olas... estaba listo para hundirlo. Decidí darle una excusa para no seguir órdenes como un corderito dócil y le pedí que me mostrara dónde se encontraba el baño. Tenía que haber varios solo en este piso, y que Dios me librara de usar el equivocado o deambular a una habitación que se hallaba allí sólo para mirar. Estaba bastante seguro de que toda la gente rica tenía uno de esos. 49 Con obvia reticencia, me señaló otro pasillo y me dijo que me esperaría. Me di cuenta de que estaba ansiosa por desafiar directamente a su madrastra pero, después de escuchar cómo la trataba la mujer, supe que ya había pasado mucho tiempo para que esta Cenicienta sacudiera las cosas, así que me dirigí tan lentamente como pude hacia las "instalaciones", como estoy segura de que se referirían a ello en los círculos sociales apropiados. —Richard... todos los demás están justo afuera. Tienes que parar. — La voz femenina me detuvo a mitad de camino y sentí que se me abrían los ojos de par en par. Podría ser una coincidencia que el que pronto sería el novio compartiera el nombre Richard con el tipo que presionaba a una chica guapa de cabello oscuro que pensé que reconocía de ayer en el club de golf— . Camille nos matará a los dos si nos atrapa. No era una coincidencia. El rubio del polo y los caquis era definitivamente el novio. Bueno, ¿no era curioso eso? Parecía que Langley no era la única Vaughn a la que iba a abandonar. Toda esta situación era realmente como algo salido de un programa de telerrealidad escandaloso. Este tipo era atrevido. Toda su familia se encontraba a unos pocos cientos de metros de distancia, esperando a celebrar su próxima boda, y ni siquiera se había molestado en cerrar la puerta del baño antes de acercarse a la chica que tenía apretada contra el tocador. Me aclaré la garganta e hice un gesto al baño detrás de ellos. El rubio se alejó de la morena. La chica tragó y me saludó tímidamente mientras prácticamente salía corriendo por el pasillo. Lanzó un apresurado "Encantada de verte de nuevo" sobre el hombro, y observé cómo prácticamente se estrellaba contra Langley al final del pasillo. La sanguijuela se pasó una mano bien cuidada por la parte delantera de su polo planchado y me dio una mirada de ojos estrechos. El reloj en su muñeca costaba más que mi camioneta, y sentí un impulso casi incontrolable de estrellar mi puño contra su perfectamente recta y pulida sonrisa. —¿Quién eres? ¿Qué haces en la casa principal? ¿No sabes que la ayuda tiene una entrada separada? ¿La ayuda? Oh, sí, alguien tenía que patearle el trasero. E iluminarlo. La gente que ahora manda en el mundo venía en una variedad de formas, tamaños, colores y géneros. Su anticuado pensamiento era ridículo y necesitaba un ajuste. Era una lástima que no fuera a ser yo quien cambiara su visión del mundo. —Soy la cita de Langley. —Le sonreí y me crucé de brazos sobre el pecho. No lucía como él con un polo. Gracias a Dios—. Obviamente mejoró. 50 Una mueca de desprecio muyparecida a la que había recibido de la madrastra le cruzó la cara. —¿En serio? ¿En qué está pensando esa chica? Puse los ojos en blanco. —Probablemente que quiere estar con alguien que no esté tratando de meter la polla en todo lo que se mueve. Felicidades por tu boda, por cierto. —Mi sonrisa era más bien un rechinar de dientes. No podía creer que alguien tan dulce y obviamente inteligente como Langley se hubiera enamorado de este perdedor. El gilipollas me esquivó dejando mucho espacio mientras caminaba por el pasillo. Maldita sea. Ni siquiera había estado aquí veinte minutos y ya me estaba ganando el dinero que Langley me daba. Era mucho más fácil de lo que esperaba hacer enojar a la clase superior. Le mostré a Langley un pulgar hacia arriba cuando me llamó desde el final del pasillo. Entré en el baño de verdad, preguntándome si los candelabros cerca del fregadero eran de oro puro o no. Este era sin duda el lugar más lujoso en el que había meado. Sacudiendo la cabeza ante mis propios pensamientos, me lavé las manos con el jabón oloroso y me las sequé con la toalla de manos con monogramas. Cuando salí del baño, me sorprendió encontrar a una rubia apoyada en la pared opuesta, una rubia que no era Langley. No, esta rubia tenía las piernas largas y ojos verdes depredadores. Se parecía lo suficiente a la madrastra como para que fuera fácil asumir que era la infame Camille. Inmediatamente a la defensiva, mi columna vertebral se tensó y entrecerré los ojos con una mirada de advertencia. No dejaría que esta chica se acercara lo suficiente como para tocarla. Era obvio que ella y el Imbécil eran una pareja hecha en el cielo, si la forma en que prácticamente me estaba desnudando con los ojos era una indicación. —¿Dónde está Langley? La hermanastra se separó de la pared y me dio una sonrisa que hizo que se me helara la sangre. —Encargándose de algo por mí. No puede decirle que no a la novia tan cerca de la boda. Vi tu foto en su Instagram. No creí que estuvieras saliendo con ella. Tenía que venir a ver por qué tanto alboroto. Tienes a todas mis amigas pensando dos veces en usar la fraternidad en el campus para encontrar futuros maridos y en su lugar las tienes considerando pasar el rato en la base militar más cercana. —Dio otro paso hacia mí, pero me aparté rápidamente de su camino. Hombre, quizás crecer en esta casa fuera tan peligroso como crecer en un pueblo fronterizo. Las armas eran diferentes, menos afiladas y puntiagudas, pero la intención era la misma. Elimina a los débiles por todos 51 los medios necesarios. Pero yo no creía que Langley fuera débil. Pensaba que era amable. Su corazón era demasiado blando para estar al cuidado de estas mujeres despiadadas. —Bueno, ahora viniste y lo viste. Voy a buscar a Langley. —Como, ahora mismo. No quería pasar más tiempo a solas con esta chica—. Por cierto, deberías preocuparte más por lo que hace tu futuro marido en vez de preocuparte por la cita de tu hermanastra. Una sonrisa que era tan mordaz como una navaja cruzó la cara de la mujer rubia. —Oh, sé exactamente lo que está tramando Richard. ¿Cómo crees que me las arreglé para alejarlo de Langley? Despiadada no era una palabra lo suficientemente fuerte. Esta chica era letal. —Supongo que se merecen el uno al otro. —Comencé a alejarme cuando sentí el roce de su mano a lo largo de mi columna vertebral. Me hizo temblar, pero no en el buen sentido. La miré por encima del hombro y me encogí de hombros cuando sentí sus uñas arrastrándose por mi nuca. —Merezco lo mejor pero, por alguna razón, Langley siempre parece encontrarlo antes que yo. Siempre es tan divertido y fácil quitarle lo mejor. Oh, ni de coña. Estaba aquí para jugar, pero no así. Como le dije a Langley la primera noche que nos conocimos... no te metes con la familia. Realmente iba a tener que hacer todo lo posible para proteger a Langley de estos depredadores. ¿Pero quién iba a mantenerla a salvo una vez que yo ya no estuviera por aquí? 52 5 Langley o puedo agradecerte lo suficiente el cambio, Mandy. —Terminé la llamada telefónica con el spa, y luego moví la tarjeta con la cita pegada con velcro a una hora más tarde en el tablero con la programación del viernes. Ahora, Camille no tendría que despertarse a la "horrible" hora de las ocho de la mañana para la mañana de mimos para la boda. Quién sabía qué la había llevado a exigir el cambio inmediato, pero esperaba que Iker no se hubiera perdido mientras saltaba arreglaba las cosas para ella. Un impulso me golpeó para mover cada cita entre hoy y la boda, solo para enojar a Camille, pero le daría un colapso, lo que haría que Virginia explotara como una bomba nuclear, lo cual luego caería sobre papá. No vale la pena. Salí del comedor frotándome las sienes. Solo unos días más, me recordé. Entonces, toda esta mierda de boda terminaría y, con Camille y Richard en su luna de miel, finalmente podría disfrutar del resto del verano. Sin embargo, se me encogió el estómago al pensar en no volver a ver a Iker. Era estúpido, y era más que consciente de ello, pero me gustaba. ¿Cómo podría no gustarme un chico dispuesto a someterse a la tortura para ayudar a su hermano pequeño a pagar la universidad? Diez mil dólares eran una gota de mi fondo fiduciario, pero a la familia de Iker le cambiarían la vida. No era ajena al privilegio de crecer con dinero, pero era difícil medir realmente los efectos del mundo real de algo que siempre había conocido... hasta que pasé tiempo con alguien que había tenido que trabajar por cada cosa que tenía. Mis pensamientos hicieron clic al mismo ritmo que mis talones estuvieron sobre el piso pulido. Tal vez pudiera averiguar dónde iba el hermano de Iker. Tal vez mi fondo fiduciario pudiera ayudar con una —N 53 pequeña beca anónima. Si era la mitad de inteligente que Iker dijo que era, y tenía la mitad del buen corazón de Iker, era una inversión más que sensata en el futuro de... bueno, la humanidad, supuse. No debería ser tan difícil para ellos cuando yo lo tenía tan fácil. Y, además, aliviaría un montón de estrés de los hombros de Iker. También significaba que no tendría que hacer algo tan desesperado como encontrar otro miembro de la sociedad para una cita falsa. —Merezco lo mejor pero, por alguna razón, Langley siempre parece encontrarlo antes que yo. Siempre es tan divertido y fácil quitarle lo mejor. Me detuve en seco justo antes del pasillo que conducía al tocador cuando la voz chillona de Camille me llegó. Saber que se regocijaba al lastimarme no era una noticia nueva, pero escucharla decirlo en voz alta seguía siendo un shock. Le había dado el beneficio de la duda cuando éramos más jóvenes, sabiendo que tenía grandes problemas con su padre y, francamente, quería el mío. Tenía sentido. ¿Quién no querría que mi papá fuera suyo? Era inteligente, divertido y amable, y tenía un corazón más grande que el estado de Colorado. Pero no había estado dispuesta a compartir a su madre, lo cual era un sentimiento con el que Virginia estaba totalmente de acuerdo. Así que lo entendía, su naturaleza competitiva. Su impulso completamente egoísta de tomar todo lo que yo tenía. Mi madre había muerto Su papá no la había querido. Los dos eran muy diferentes. Pero si estaba hablando con quien yo pensaba ... —Mira, no soy algo que puedas quitarle a Langley. Iker. Oh, diablos, no. Se había metido en cada faceta de mi vida. Incluso se tiñó el cabello del mismo tono que el mío. Y lo dejé pasar. Pero no podía tener a Iker. Un rayo de posesividad golpeó mi torrente sanguíneo como un rayo, y mis pies me impulsaron hacia el pasillo antes de que incluso decidiera qué hacer. —Ahí estás, cariño —le dije a Iker mientras caminaba por el pasillo. Fingí no ver los Louboutins blancos con correa en el tobillo directamente detrás de él, y el resto de ella no requiriómi imaginación. El masivo cuerpo de Iker simplemente la bloqueaba. 54 —Langley. —Pronunció mi nombre con un suspiro de alivio. No me detuve hasta que mis manos descansaron sobre su pecho y, antes de que pudiera evitarlo, me puse de puntillas para presionar mis labios contra los suyos. Para ser un tipo tan duro en cualquier otro lugar, sus labios eran increíblemente suaves y gruesos. Iker no tropezó con nada. Sus brazos me rodearon la espalda para sostenerme contra su pecho mientras me devolvía el beso. Era ligero y simple, pero sus labios se quedaron sobre los míos, chupándome suavemente el labio inferior antes de liberarme. De acuerdo, tal vez hubiera pasado demasiado tiempo desde que besé a un hombre, pero un verdadero hormigueo me golpeó en el pecho. Mi cabeza giró un poco y no pude evitar que mi lengua saliera corriendo para lamer mi hinchado labio inferior. En cuanto a los primeros besos, este iba a estar en la parte superior de mi lista de mejores besos durante mucho tiempo, y ni siquiera había sido real. —Langley, ¿cambiaste esa cita? —La pregunta con la chillona voz de Camille apenas se registró en mi cerebro amortiguado por el beso. Si podía hacer eso con solo un pequeño beso, ¿qué más podría hacer esa boca? Iker me miró, con sus ojos clavados en los míos con un toque de confusión y algo más que ... —¡Langley! —espetó Camille. Parpadeé, apoyando mis manos sobre los brazos de Iker mientras miraba para encontrarla parada junto a nosotros ahora. —¿Disculpa? —¿Las citas? —me recordó, con los ojos entrecerrados solo una fracción. —Cierto. Sí, las moví como querías. No hay problema. ¡Incluso actualicé el tablero y todo! —Le sonreí abiertamente. —Mmm. Gracias. —Su atención se dirigió hacia Iker y de vuelta a mí, como si me hubiera escuchado mi reclamo y el desafío en mi voz alto y claro. No iba a dejar que esto continuara sin pelear. —Bueno, entonces, no hagamos esperar a todos. ¡Hay una barbacoa en el patio a la que llegar! —Arrugó la nariz con una pequeña sonrisa. —Estaremos ahí en un segundo —dijo Iker; su voz baja y gruñona retumbó contra mis pechos... porque seguía apretada contra su pecho. Y sus ojos seguían en mí. Sólo en mí. 55 Oh. —Todos están esperando, —cantó Camille. —Esto solo tomará un minuto. Saldremos enseguida —respondió Iker mientras su mirada bajaba a mis labios. —Mmm. Bien, entonces, está bien. —Se alejó de nuestro pequeño momento, con el sonido de sus tacones como indicación. Estaba demasiado ocupada mirando a Iker para mirarla. —Lo siento —susurré mientras él me giraba vuelta en el pasillo. —¿En serio? —Sus cejas se alzaron con su respuesta casi silenciosa. Capté la pausa de una silueta en mi periferia. Genial, Camille esperaba al final del pasillo, sin duda escuchando. Mi voz se hizo aún más suave. —No pensé, solo... reaccioné y… Mi espalda se encontró con la pared cuando su boca cubrió la mía. No hubo un tentativo y tierno roce de labios. Sin disculpas. Me abrí debajo de él y su lengua frotó la mía, deslizándose en el interior de mi boca como si fuera suya. Tal vez lo fuera, y ni siquiera lo había notado hasta ese momento. Sus manos me enmarcaron el rostro mientras me besaba más profundamente, con sabor a las mentas que había dejado en mi auto ayer. Me robó el aliento, mi razón y mis inhibiciones con cada golpe de su lengua, hasta que le devolví el beso con la misma ferocidad y le rodeé el cuello con los brazos. La necesidad pura se estrelló contra mí, llenando cada célula de mi cuerpo que entró en contacto con Iker. Era más que química. Lo sentía... necesario, como el aire o el agua. No me besó como si lo obligaran, o incluso como si quisiera. Me besó como si lo necesitara. Cuando un gemido se escapó de mis labios, lo sentí moverse. Me levantó hasta que estuve de puntillas y de repente estaba a la altura de sus ojos. Su áspero y súper corto cabello me hizo cosquillas en las palmas mientras sostenía su nuca y me inclinaba hacia su beso. El mundo se redujo a Iker, simplemente no había nada más que él, fuera de este momento. —Langley —susurró antes de presionarme con más fuerza contra la pared, hasta que todo lo que sentí fue él. Todo lo que siempre quería sentir era él. Lo acerqué a mi boca y la tomó, besándome hasta dejarme sin aliento durante otro exquisito momento. 56 El beso se detuvo tan repentinamente como había comenzado. —Se ha ido —dijo, apoyando su frente contra la mía. Su voz era baja, áspera como papel de lija. —Oh —le respondí, mientras mis sentidos volvían a mí. Se retiró y me di cuenta de por qué podía mirarlo directamente a los ojos. Me sostenía el culo con las manos, y mis pies no se encontraban cerca del suelo. Si mi vestido lo hubiera permitido, probablemente envuelto con las piernas su maldita cintura. Afortunadamente, la muy cara y ajustada tela había mantenido mis muslos bien unidos. Me bajó lentamente, enviando un nuevo lote de hormigueos a través de mis nervios mientras me frotaba contra cada línea dura de él en el camino hacia abajo. Todo había sido por espectáculo, ¿verdad? —Estaba mirando —confirmó mi pensamiento cuando mis pies llegaron al suelo. —Oh —repetí. Porque, a pesar de que mi cuerpo se había detenido, mi cerebro lo seguía besando. Dio un paso atrás, rompiendo nuestra conexión física. —No pensé —dijo sacudiendo la cabeza, devolviéndome mis palabras anteriores—. Solo... reaccioné. Una sensación de pérdida me invadió, lo que era simplemente estúpido porque nunca fue mío para poder perderlo. Era peligroso para mi tonto corazón incluso comenzar a pensar así. —Y no me arrepiento —finalizó, como si hubiera estado hablando consigo mismo, no conmigo. Con esta admisión, esa sensación de pérdida fue reemplazada por algo aún más peligroso: anhelo. Antes de que pudiera pensar demasiado en eso, me tomó de la mano y lo conduje por el pasillo y pasé la cocina, y finalmente cruzamos las puertas francesas de la terraza. —Esto no es una barbacoa —murmuró mientras inspeccionaba el césped. Observé la media docena de mesas de banquetes cubiertas de comida, incluida una con una exhibición escalonada de macarrones, y los invitados que se movían en el patio justo debajo de nosotros. —¿Cómo lo llamarías tú? —le pregunté cuando casi todas las cabezas se volvieron hacia nosotros. 57 —Ridículo —respondió—. Lo llamaría ridículo y pretencioso. Me reí mientras me bajaba los escalones de piedra para unirme a la fiesta de unas seis docenas de personas. Solo los amigos y familiares más cercanos, había prometido Camille. Virginia me dio una sonrisa que no llegó a sus ojos mientras golpeaba algo contra su copa de vino. —Bueno, ahora que finalmente estamos todos aquí —comenzó, volviéndose hacia donde se encontraba Camille, inclinándose hacia Richard con el brazo de él alrededor de su cintura. Papá me guiñó un ojo desde el lado de Virginia, y le di mi primera sonrisa genuina de la fiesta. —Solo quiero agradecerles a todos por venir hoy —dijo Virginia, con su voz llena de emoción forzada—. Significa mucho para nosotros ver a nuestra amada hija casarse con el amor de su vida. La mano de Iker se apretó alrededor de la mía, sin duda en respuesta a las palabras de Virginia. Lo apreté dos veces, haciéndole saber que estaba bien. Esto no era nada nuevo en mi mundo. Hacía mucho tiempo que aprendí a fingir cuando se trataba de emociones verdaderas al tratar con ellos. —¿Camareros? —ordenó Virginia con un movimiento de sus dedos. El personal vestido de blanco se adelantó, todos con bandejas de copas de champán llenas. Iker tomó una y me la entregó antes de tomar una para sí mismo, sin soltarme nunca la mano. —Si todos levantan sus copas —solicitó Virginia, levantando la suya. Hice lo que se me pidió, notando que Iker mantuvo la suya baja en su mano relajada. —Por Camille y Richard. Que suvida se llene de todo el amor y la felicidad que ambos tanto merecen. —Lágrimas de verdad llenaron los ojos de Virginia. Ahí estaba otra vez, ese dolor del lugar vacío en mi vida donde mamá debería haber estado. —Por Camille y Richard —respondió apropiadamente la multitud. Tomé un sorbo de champán al mismo tiempo que todos, completando el brindis mientras Camille miraba a Richard cariñosamente. —Realmente se merecen el uno al otro —murmuró Iker. Escupí y el champán casi se me salió por la nariz. —¿Estás bien? —preguntó Iker, sonriéndome mientras la multitud se dirigía hacia las mesas. 58 Me reí en respuesta cubriéndome la boca con el talón de la mano…con la que todavía sostenía mi copa de champán. Está se inclinó, enviando el transparente y dulce líquido directamente hacia el patio. —Es bueno verte reír —dijo papá, apenas esquivando el salpicón cuando el champán fue en dirección a sus zapatos. —Es agradable estar riéndome —admití cuando se inclinó y me besó la mejilla—. Papá, este es Iker Alvarez. Iker, este es mi padre, Corbin Vaughn. Iker me soltó, pero solo para cambiar su copa para poder estrecharle la mano a mi padre. —Señor —dijo con la voz fuerte y firme—, tiene una casa encantadora, pero tiene una hija que lo es aún más. Santo embaucador, Batman. —Muy cierto, aunque no puedo atribuirme el mérito. Langley es su madre de la cabeza a los pies —respondió papá, sonriéndole a Iker—. Estoy encantado de conocer a un hombre que la haga sonreír. —Igualmente. Cuando el apretón de manos se terminó, ambos me miraron. Estaba sin palabras. ¿Qué se suponía exactamente que debía decir una chica después de presentarle a su muy verdadero, muy sincero padre su muy falso novio? —Es una buena fiesta. —Iker llenó el silencio por mí. —Es… —suspiró papá— un poco desmesurada. Solté una evidente medio bufido medio carcajada, con la que obtuve una risa de papá. —Tú lo sabes, yo lo sé, y estoy bastante seguro de que hasta Virginia lo sabe. Pero la hace feliz, así que aquí la tenemos. —Señaló a los invitados que de camino al Buffet. —Desde luego no era lo que estaba esperando cuando Langley me dijo que ibais a tener una barbacoa. —admitió Iker. —¿Oh? ¿Te imaginaste a su padre con un delantal, dándole la vuelta a las hamburguesas mientras un par de invitados tomaban unas cervezas de la nevera? —preguntó papá. —Algo así. —Sí, yo también. —Papá sacudió la cabeza con una sonrisa irónica— . Pero supongo que a todo se le puede llamar barbacoa mientras que eso sea lo que estés sirviendo, ¿verdad? 59 —¡Querido! —le llamó Virginia desde el lugar en el que estaba recibiendo atención con Camille a su lado. —Y… he sido convocado. Tengan un… buen… o al menos un rato pasable… por ahí. ¿No ponemos al día más tarde? —preguntó. —Por supuesto —le aseguré. —Me gusta —dijo Iker suavemente cuando papá se alejó. —Pareces sorprendido. —Levanté la mirada hacia él, entrecerrando los ojos por el sol. —Lo estoy. Esperaba que fuera un imbécil estirado. Me volví a reír. Hombre, tenía que estar atenta o iba a acostumbrarme demasiado al sentimiento. Después lo extrañaría todo más cuando se marchara. —Solo hay hueco para dos de esos en nuestra familia —respondí, señalando hacia Virginia y Camille. —¿Y estas? —preguntó, su voz disminuyó cuando el cortejo nupcial vino hacia nosotros. —Estas son mucho, mucho peores —respondí antes de poner una sonrisa en mi cara—. Hola, chicas. —¡Langley! —chilló Sophie Anders, y me envolvió en un abrazo—. ¡Ha pasado una eternidad desde que vimos! Porque satisfactoriamente había evitado a todo el mundo de este grupo como a la peste bubónica. Todos habían sabido lo de Richard y Camille, y ninguno de ellos, ni uno solo de mis supuestos amigos, me había contado la verdad. Habían esperado a que me tropezara con ello por mi cuenta. En mi propia cama. No dudaba que Camille habría tenido la necesidad de tachar eso de su lista de cosas por hacer antes de morir. —¿En dónde lo has estado escondiendo? —preguntó Sophie mientras el grupo se acercaba a nosotros. Cinco padrinos de boda. Cinco damas de honor. Todos fuimos idos juntos a la escuela, nos conocíamos de al menos un década y, aún así, me sentía más cercana a Iker en el par de días en los que lo había conocido que a cualquiera de ellos. La agotadora tarea de las presentaciones y las charlas triviales comenzó, e Iker manejó docenas de preguntas con el mismo tono directo y sensato que había aprendido a esperar de él. 60 Cuando el tema cambió hacia la perfección del inminente matrimonio, y mi columna se puso lo suficientemente rígida como para soportar la maldita casa fuera de la que estábamos, Iker captó mi señal, declaró que estaba hambriento y nos excusamos. —Gracias —le dije mientras nos dirigíamos hacia el buffet. —Sin problema. De todas maneras, no me gustan mucho las multitudes. Puede que no haya mucha gente ahí, pero realmente se quedan demasiado cerca. Un par de minutos y unos platos llenos después, salimos de la multitud, sentándonos en un columpio doble en la esquina más lejana del patio. Coloqué mi plato en la mesa de la lado, me quité los tacones y me coloqué los pies bajo mi cuerpo, descansando la cabeza contra el alto respaldo de madera del columpio. —Me gustas así. —Iker rompió el cómodo silencio. —¿Así como? —Giré la cabeza por la parte trasera del columpio para mirarle—. ¿Descalza y columpiándome? —Sí. Así, como… tú —Colocó su plato sobre la mesa de piedra junto a su lado del columpio, después me agarró las piernas y echó mi pies sobre su regazo—. Quien quiera que fuese esa allí con esa gente… —Sacudió la cabeza—. No me gusta. Ni siquiera puedo ver a la tú real bajo todas esas falsas sonrisas y risas. —Bien. Entonces mi armadura impenetrable está funcionando. —¿Más armadura? —Yo no tengo esmoquin, solo un tipo diferente de arsenal a mi disposición —me burlé, pero me detuve cuando me di cuenta de que él no bromeaba—. No pueden lastimarme si no me conocen de verdad, ya sabes. No respondió, simplemente me estudió. Aparté la mirada. A veces, la intensidad que tenía era simplemente demasiado para tenerla totalmente centrada en mí. Excepto cuando me besaba, eso era. —¿Luchaste por él? Cuando descubriste lo suyo —aclaró, como si necesitara la explicación siquiera. Sacudí la cabeza. —¿Por qué? —Descansó la palma de su mano sobre mi espinilla. Un millón de motivos diferentes me atravesaron la cabeza. —Al principio, cuando ella se mudó, yo quería una tregua. Me esforcé mucho en ser su hermana y, cuando fue evidente que eso nunca iba a suceder, traté de ser su amiga. —Observé el movimiento de nuestra pequeña multitud, agradeciendo los quince metros de césped que me daban la 61 suficiente separación de ellos para hablar con sinceridad—. Siempre me incentivaba la posibilidad de algún tipo de camaradería, y generalmente era justo antes de que me pidiera algo prestado. —Sí, puedo verlo. —Yo siempre cedía, porque no podía resistirme a la idea de familia de ensueño. A la posibilidad de lo que solía tener con mi propia madre. Él me apretó ligeramente la pierna. —Una a una, me devolvía las cosas que había tomado prestadas, pero rotas. Rizadores, un par de mis botas favoritas, un tubo vacío de brillo labial… —Suspiré—. La lista es cercana a un trillón de kilómetros de largo. Levanté el brazo para dejar que mis dedos se arrastraran sobre la cadena de color lavanda que suspendía el columpio a juego. —Este columpio era de mi madre. Se le arrugó la frente cuando sus ojos se entrecerraron; probablemente se preguntaba a dónde me dirigía. —Era su lugar favorito para leer, y le encantaba este color. En realidad nunca se preocupó por cómo debían ser las cosas. Solo en cómo se sentían de verdad, y decía que este color le hacía sentir como en una mañana desábado. —Sábado por la mañana. —Habló despacio, alzado las cejas. —Como dormir hasta tarde y tener el descanso que necesitaste el resto de la semana. Asintió. —Así que, cerca de un año después de que se mudaran, Virginia empezó a reemplazar todo con lo que mi madre había decorado la casa y Camille se subió al tren. En verdad, no dije nada sobre ello. Hacía feliz a papá, y yo quería que lo fuera. Pero cuando Camille dijo que el columpio era feo y tenía que irse, finalmente dije lo que pensaba. —Y ganaste —asumió, echándole un vistazo al columpio. —Con el tiempo. Una mañana íbamos de camino a la escuela y, cuando salimos de la entrada para coches, vi que habían sacado la basura hacia el bordillo, lo que era normal. Pero el columpio estaba junto a los cubos. Tenía rotos los reposabrazos. Él miró los intactos brazos del columpio y después a mí. —Lo arrastré hacia el cobertizo, al que ellas nunca iban, y después hice que lo repararan y lo volvieran a colgar, pero no dije nada. Tampoco lo hizo Camille. Un mes después, lo encontré salpicado con la misma pintura naranja con la que había hecho un proyecto de arte. 62 —Lo repintaste —adivinó. Asentí. —Me di cuenta de una cosa. Camille solo podía, solo rompería, lo que yo le dejara. Solo tenía, solo tiene, el poder que yo le doy. —¿Y le diste a él? —¿Te quedarías con alguien sabiendo que se acostaría con otra persona? ¿Que no te daría honestidad? ¿Fidelidad? ¿Lealtad? Su mano había comenzado a acariciarme la pierna de una manera relajada y reconfortante. El roce de su pulgar sobre la parte interna de mi rodilla hizo que mi corazón me diera vueltas en el pecho. —Diablos, no. Lo que es mío es mío. No comparto, y no perdono una traición, joder. —Me sonrió con satisfacción—. Puedo ser increíblemente egoísta y posesivo. Cuando creces sin nada, tiendes a aferrarte a las cosas que atesoras con las dos manos. Miré hacia donde la mano de Richard se había desviado hacia la parte trasera de otra de mis supuestas amigas. —Exactamente. No luché porque no lo quería después de eso, y sinceramente él no quería que luchasen por él. Me respeto demasiado para perseguir a alguien que no me quiere. La relación era irreparable. Nos sentamos en silencio un par de minutos, balanceándonos en el columpio lavanda de mamá. —Luchaste por mí —dijo finalmente; el tono áspero envió sacudidas de percepción desde donde sus dedos me acariciaban la pierna subiendo hasta mi cuero cabelludo—. En el pasillo, cuando me besaste. Luchaste por mí. Sonreí y me dije que no le diera importancia. Ese beso no significó lo mismo para él que para mí. —Sí, supongo que lo hice. —¿Por qué? Lo no dicho colgó entre nosotros. ¿Por qué él? ¿Por qué luchar por un hombre al que solo conocía deun par de días cuando a Richard no hice mucho más que gritarle? —Porque yo también te veo. Y no estás roto. No como lo están todos ellos. —Señalé con la cabeza hacia el patio—. Eres… —Suspiré, incapaz de que me surgiera una descripción adecuada. —¿Soy qué? ¿Diferente? ¿Real? ¿De clase trabajadora? —Sacudió la cabeza con una sonrisa auto despectiva—. Estoy completamente roto y mellado de maneras en que no sabes, y no podrías entenderlo ni aunque lo quisieras, Langley. 63 Tragué saliva y encontré su mirada de frente. —Quizás —admití. Después, inhalé aire profundamente y me lancé, porque, ¿por qué diablos no? No tenía nada que perder—. Pero pareces alguien que lucharía por mí, que sí luchó por mí, y realmente no había tenido eso desde que mi madre murió. Lo menos que podía hacer era devolver el favor. Porque sin importar cuán diferentes fuéramos, o las numerosas trampas financieras que nos separaran… me había demostrado que era alguien por el que merecía la pena luchar una y otra vez. 64 6 Iker stás seguro de que eso es lo que quieres hacer en tu único día libre de esta semana? Estoy segura de que tienes mejores cosas que hacer con tu tiempo. Langley sonaba indecisa. Al igual que cuando la llamé y le pregunté si quería hacer algo divertido para liberar estrés después de ese desastre de barbacoa. Hoy era el único día en el que ninguno de los dos tenía programado cada centímetro de nuestras vidas así que, después de terminar un par de cosas de las que tenía que ocuparme en la base y de hablar con Gael durante un rato, me encontré inquieto y sin nada que hacer. Mi hermano estaba enfadado porque no fuera a pasar esta importante semana en casa con él y con la abuela, y no podía culparle. Solamente le aseguré de que esto suponía asegurar que tuviera el dinero para la universidad. No podía negar que quería ver a Langley lejos de su estirado y formal entorno. Me gustaba más cuando no se escondía detrás de esa cáscara de plástico que se ponía alrededor de su familia y amigos. Entendía que llevaba esa falsa sonrisa y ese aire de indiferencia por protección, pero lo odiaba. Odiaba que esa dulce y encantadora chica que era a solas conmigo fuera asfixiada y reprimida por estar rodeada de dinero y de aburridas obligaciones mientras estaba asilada en esa gran casa. Langley era claramente reacia a aceptar mi oferta para librarse de la locura de la boda durante un par de horas. No creía que tuviera algo que ver con que no quisiera verme, sino más bien con no querer parecer una molestia. Habíamos estado prácticamente pegados durante el último par de días, y sabía que había visto cada uno de los secretos que su adinerada familia ha hecho todo lo posible por esconder del resto del mundo. Así que llevó un poco de tiempo y una promesa de que estaba garantizado que adonde íbamos le aliviaría el estrés para convencerla de que accediera a pasar la tarde conmigo. Para cuando terminó la llamada, juraba que nunca había tenido que esforzarme tanto para tener una cita… real o falsa. Generalmente, todo lo que tenía que hacer era mostrar rápidamente el hoyuelo y dejar un poco suelta mi labia y la cita con quienquiera que fuese —¿E 65 estaba asegurada. Nada en Langley era así de sencillo. Lo cual podría haber sido la razón de que no pudiera parar de pensar en ella… o en ese apresurado beso. —Me ocupé de las cosas del trabajo esta mañana a primera hora. Si el ensayo de la cena va a ser parecido a esa barbacoa, creo que nos haría muchísimo bien liberar estrés de antemano. —Además, había un reloj con una cuenta atrás en la parte trasera de mi cabeza. El tiempo se acababa, rápidamente, para aprovechar las oportunidades que tenía para una frívola diversión… y para disfrutar de tenerla a ella en mi vida. Lentamente, Langley asintió. No estaba preparado para el impacto que su radiante y cegadoramente blanca sonrisa iba a tener en mi interior cuando se giró en mi dirección. El corazón se me apretujó literalmente, y todo el aire de mis pulmones se paró ante su abierta e indefensa expresión. —Esto no es lo que me imaginaba cuando dijiste que íbamos a ir a disparar. Para nada. Miré el enorme almacén en el que albergaba el Circuito Láser y sonreí. —Las armas reales son parte de mi realidad diaria. Hoy quería jugar. —También lo era el tener que usarlas para proteger mi país. No tenía ganas de pasar mi tiempo libre en un campo de tiro cuando me encontraba en él siempre para trabajar. Pero estaba bastante seguro de que Langley nunca había tenido la oportunidad de corretear por el circuito como una lunática, esquivando disparos eléctricos y apuntando a los sensores en los chalecos de los oponentes. Sería divertido ver cómo la chica de sororidad lidiaba con cazar, y ser cazada. Por debajo de su refinada fachada la recorrían hilos de acero. Tenía que ser resistente para aguantar a su madrastra y las insolentes manipulaciones de su hermana. Ayer la observé fingir durante todo el día. Delante de Colin Vaughn, Camille y Virginia fingían ser tan dulces como podían. Trataban a Langley como parte de la familia. Laincluían e incluso la adulaban hasta el punto de parecer ridículo pero, en cuanto el hombre se daba la vuelta o tenía la atención en otro lugar, atacaban a Langley con garras y dientes al descubierto. No podía entender cómo su padre no podía ver lo que sucedía, y me molestaba que Langley fuera tan lejos para mantener oculta la realidad de su relación con la esposa de su padre y su nueva familia. Comprendía que quisiera protegerlo de lo que estaba pasando, pero el hombre debería de estar protegiendo a su hija, no al revés. Me irritaba incluso más cuando Camille y Virginia se unían contra Langley. Dos contra uno era una mierda, pero mi novia falsa lo soportaba con una sonrisa aún más falsa. Me bajé de la camioneta y fui hacia el lado del pasajero para poder abrirle la puerta a mi muy guapa cita. Dado que el día de hoy no tenía nada que ver con hacer un esfuerzo en la boda de su hermanastra, y era yo el que 66 la había invitado a salir, lo estaba tratando como una cita de verdad. Aunque Langley no tenía que saberlo. Las posibilidades de que alguien como ella realmente saliera con alguien como yo eran escasas o nulas. Iba a tomar lo que pudiera obtener, y agradecí que ella pensara que me debía una por el momento. Casi me tragué la lengua cuando sus largas y desnudas piernas salieron de la puerta. Era indudablemente de las bajitas, pero eso no impedía que tuviera unas piernas verdaderamente bonitas. Llevaba unos diminutos vaqueros cortos con encaje blanco en el dobladillo y alrededor de los bolsillos y un par de deportivas blancas. También tenía una camiseta sin mangas blanca con pequeñas flores amarillas. Era el atuendo más informal que le había visto, y me gustaba. Sin los vestidos y los tacones altos parecía mucho más accesible y alcanzable. Su lustrosa coleta se balanceó ligeramente cuando aterrizó en el suelo frente a mí. Estiré la mano para enderezarla, y me dije que ninguna manera podía acercarla a mí y abrazarla con fuerza. En su lugar, inhalé la esencia florar que emanaba suavemente de su pelo y le agarré la mano. —Vamos a patear algunos traseros de láser. —¿Has hecho esto antes? —Sonaba jadeante, por lo que ralenticé mi paso para igualar sus mucho más cortas zancadas. —Un par de veces. He traído a Gael y a un par de sus amigos, y tuve a un chico en mi unidad que decidió que las pistolas láser serían una idea divertida para una despedida de soltero. No tenía ni idea de cómo alguien tan divertida como Langley lidiaba todo el rato con todas esas tácitas reglas y esos estándares de lo correcto. Era como vivir bajo un exigente y quisquilloso microscópico. Golpeé su hombro con el mío y le dije suavemente: —A veces los lugares oscuros y los repentinos destellos de luz no son lo mejor para mí. Soy un tipo bastante equilibrado, pero ya sabes —me encogí de hombros—, es difícil luchar contra tu propia mente. —¿Siempre has…tenido problemas con eso? —Sus ojos se suavizaron. —No, pero un año en Afganistán cambió un par de cosas. Ninguna realmente a mejor. No presionó, simplemente esperó pacientemente a que continuara, así que lo hice. —Me pongo nervioso con los ruidos fuertes —admití—. Mi cabeza sabe que estoy en Estados Unidos, pero mi cuerpo a veces lo olvida. Toda esa cosa de luchar o huir aparece. —No pareces del tipo de los que huyen. 67 —Exacto. —Una sonrisa irónica me retorció los labios—. Lo que me puso en un montón de esas situaciones con ruidos fuertes mientras estaba trabajando. La escuché jadear, y un momento después usó el agarré que tenía en su mano para detenerme de golpe. —Vamos a hacer otra cosa. Ves, era tan malditamente tierna. Y considerada. Apenas me conocía y se preocupaba por mí. Preocupada por cómo podría reaccionar ante algo que podía hacerme sentir incómodo. Nadie, aparte de mi pequeña familia, se había preocupado por mi comodidad y mi bienestar mental en mucho tiempo. —Está bien. No lo habría sugerido si no fuera capaz de hacerlo. —La observé mientras me evaluaba minuciosamente durante todo un minuto. Finalmente, debió de decidir que yo conocía mis límites y lentamente comenzó a caminar de nuevo hacia la entrada. Tomé la oportunidad de caminar detrás de ella, disfrutando de cómo sus delicadas y sutiles curvas llenaban esos cortos vaqueros. Cuando entramos en el edificio y nos inscribimos, el personal nos colocó con un grupo de adolescentes que evidentemente estaban en citas. Discutíamos sobre cómo decidir los equipos cuando uno de los chicos, claramente el líder del grupo, sugirió que nos dividiéramos en chicos contra chicas. Las chicas parecieron horrorizadas ante la sugerencia, pero Langley me señaló, sus azules ojos brillaban con júbilo y desafío, y murmuró: —Vas a caer, soldado. Me reí entre dientes y arqueé una ceja. —Te estaré esperando, nena. —Su descarada seguridad era infernalmente sexy. Solo deseé que se sintiera lo suficientemente libre para mostrarlo cuando estuviera lidiando con esas brujas en su casa. Nos ajustamos el equipamiento y agarramos las pistolas láser, entrando en el oscuro y luminiscente recorrido de uno en uno. Un par de los adolescentes me miraron a mí y el otro par de adolescentes miraron al bocazas de su líder. Dado que el mandar a las chicas por su cuenta fue su idea, este podía ser su espectáculo. He estado cerca de suficientes imbéciles en las fuerzas armadas que eran exactamente iguales a él, por lo que sabía evitar esta técnica. Claramente era del tipo que no llevaba bien el perder, y este juego debería ser divertido. —Vamos a quedarnos fuera del recorrido e intentar empujar a las chicas hacia el centro. Podemos derribarlas una por una. —Me miró y yo simplemente me encogí de hombros en respuesta. Me ganaba la vida acatando órdenes pero, cuando no trabajaba, tendía a hacer cualquier maldita cosa que quisiera. En realidad, nunca me afectó mi rebeldía juvenil. 68 Y no había forma de que este pequeño punk fuera alguien al que estuviera dispuesto a escuchar nunca. —No creas que mi chica es lo bastante estúpida como para caer en eso, jefe. —Comencé a caminar hacia el primer obstáculo brillante y capté un vistazo de pelo rubio saliendo rápidamente por la comisura de mi ojo. No era realmente mía, pero que me maldijeran si no me sentía bien al reclamarla de alguna manera, incluso durante un corto periodo de tiempo. —Las chicas siempre se mantienen unidas. Incluso van al baño juntas. Si acorralamos a una de ellas, el resto la seguirán. —Sonaba muy seguro de sí mismo. Iba a ser muy divertido ver cómo le bajaban los humos, nada menos que unas chicas. No tenía ni idea de que Langley era un lobo en busca de una presa, no un conejito esperando ser atrapado. Decidí seguirles la corriente por el momento y obedientemente me separé con el resto de los chicos, manteniéndonos en las partes exteriores del área. No vi a las chicas por ningún lado, pero un par de minutos después un chillido femenino resonó en la oscuridad y uno de los chicos la llamó. —¿Holly? La preocupación en su tono era evidente, y no me sorprendió cuando rompió la formación y corrió a toda velocidad en la dirección del grito. Un segundo después, las parpadeantes luces rojas indicaron que un miembro de nuestro equipo había sido golpeado. Las chicas habían anotado su primer punto. Escuché maldecir al adolescente bocazas y no pude contener mi risa. Nunca salía rentable subestimar a las mujeres. Eran engañosas y mucho más diabólicas de lo que muchos les daban crédito. Aceptémoslo, cualquier hombre adulto tenía la clara idea de que las mujeres son a menudo el sexo más fuerte e inteligente. A estos confiados e ilusos jóvenes le iban a patear el trasero y entregárselo en una de las bandejas de plata de Langley. Un par de minutos después, una luz azul parpadeó por encima de nosotros, indicando que uno de los chicos había marcado un punto. —¿Mark? ¿Eres tú? Está muy oscuroaquí adentro —susurró otra voz femenina en la oscuridad, y sentí alzarse mis cejas. Este plan era distinto al del falso grito de dolor. Este plan iba sobre tentación—. Apenas puedo verme la mano delante de la cara. ¿Por qué no dices nada? Más vale que seas tú el que me está metiendo mano. —¿Qué? Jenna, aléjate de quien quiera que sea ese. No soy yo. —Un segundo más tarde, uno de los adolescentes salió corriendo delante del bajo muro tras el que yo me encontraba agachado e inmediatamente fue eliminado. El vitoreo de las chicas que aumentó me hizo sonreír. Eran astutas, y no tenía ninguna duda de quién era la mente maestra detrás de este diabólico plan. 69 —Son tan estúpidos, chicos —resonó la voz enfadada del cabecilla por la oscuridad—. Nosotros también podemos jugar a esos juegos. Meghan, si no sales ahora mismo adonde pueda verte, voy a romper contigo. Qué movimiento tan despreciable. —¿Qué? —Un chillido femenino siguió la declaración. Escuché unos bajos susurros y un suave llanto—. Eso es muy miserable, Jeremy. —Lo que sea. Vine a ganar. Sal ahora o terminamos. Suspirando, me levanté de mi escondite. Era lo suficientemente alto para convertirme en un blanco fácil. —Deja de ser un imbécil con tu chica, hombre. Solo es un juego. —Agáchate, joder. ¿Qué te pasa? —Odiaba a los chicos como él, y me sentía realmente mal por su novia—. ¿Quién le dice ese tipo de mierda a su novia? Espero que se mantenga escondida hasta el mismísimo final y que realmente rompas con ella, para que pueda encontrarse a un tipo decente con el que salir. —¡Que te jodan! No estuve sorprendido cuando el chico abandonó su escondite y cargó contra mí. Un instante después, luces azules chillaron por encima de nuestras cabezas y los chalecos de ambos destellaron, indicando que habíamos sido golpeados. Por encima, una sirena electrónica sonó y declaró que el equipo rojo era el ganador. Las chicas vitorearon y Langley apareció por detrás de una de las paredes con su brazo envolviendo a una llorosa chica pelirroja. La chica más joven era bonita. Definitivamente podía aspirar a algo mejor que el imbécil que me lanzaba miradas fulminantes con la ira de mil soles. —Has perdido el juego a propósito, idiota. —La acusación no era errónea. Le alcé las cejas y asentí en dirección a las chicas, específicamente Langley. —Ella es más importante que cualquier victoria. No perdí a propósito, me sacrifiqué porque no hay manera de que, si resultaba que solo éramos ella y yo al final, pudiera eliminarla. Sin importar lo que pasase, ella iba a ganar. Él se rio. —Cobarde. Puse los ojos en blanco. —Sí, sí, sí. —Respecto a insultos, este era débil y no merecía la pena reaccionar. 70 La chica pelirroja que seguía encogida detrás de Langley de repente resopló con fuerza y dio un paso adelante. Estaba contento de ver que sus amigas inmediatamente la rodearon para apoyarla. —No tienes que preocuparte por romper conmigo, Jeremy. Porque rompo yo contigo. Eres un idiota. —Se echó el cabello por encima del hombro de una manera muy descarada y se dio la vuelta. —Espera. Meghan, no hagas esto. Lo siento. —El idiota no era tan egocéntrico cuando se enfrentaba a ser plantado delante de su equipo. De repente, la sala se encontraba llena de adolescentes que trataban de apaciguar a sus novias. Riéndome por lo bajo, observé como Langley se dirigía hacia donde yo me hallaba, con una pequeña sonrisa en su rostro. —No tenías que hacer eso. Tenía un plan en marcha para ganar sin trampas. —Golpeó con un dedo la aún parpadeante luz en mi pecho. —Eh. Quería dispararle yo mismo. Imaginé que que tú lo hicieras sería la mejor segunda opción. No recordaba que las relaciones fueran tan complicadas cuando tenía esa edad. —Tomé el arma de su mano y la felicité por sus habilidades estratégicas. Se echó el cabello por encima del hombro, de una manera parecida a la de Meghan, y comenzó a caminar de regreso a la entrada mientras yo reía de su descaro y miraba lujuriosamente su culo en esos muy cortos pantalones. Todos volvimos a entregar el equipamiento y nos dirigimos hacia el aparcamiento. Le pregunté si quería tomar una cena temprana en algún sitio y le ordené a la burbuja de placer de mi pecho que se calmara cuando dijo que sí. Esa cosa frágil iba a estallar en cualquier momento, por lo que necesitaba dejar de hacerse más y más grande cada vez que nos hallábamos juntos. —¿Tienes muchas citas? —La pregunta silenciosa llegó por sorpresa. Cuando le dije que todo sobre mí era como un libro abierto y que estaba orgulloso de dónde provenía eso no incluía necesariamente mis pequeños y descuidados acercamientos a las mujeres durante la mayor parte de mi vida. Siempre había estado tan ocupado, cargado con tantas responsabilidades, que comenzar algo serio con alguien ni siquiera me había cruzado la mente en ningún momento. Me gustaban las mujeres… un montón. Pero nunca había encontrado una con la que quisiera estar más tiempo que un par de horas, no hasta ella. —De vez en cuando. Dado que respondo ante el ejército antes que ante nada, nunca sabía realmente dónde iba a terminar porque he sido trasladado muy a menudo, así que suelo mantener mis opciones abiertas. Siempre supuse que era mejor mantener las cosas informales a ser el responsable del corazón roto de otra persona. ¿Qué hay de ti? Aparte de Richard, ¿has tenido muchas citas? 71 Ella sacudió la cabeza, lo que hizo que su larga cola de caballo se balanceara. Esta vez no pude resistir la urgencia de atrapar esos brillantes mechones dorados. Agarré las puntas de su cola y envolví mis dedos con los brillantes bucles. Se deslizaron por mis dedos como la seda. Langley ladeó la cabeza y arrugó la nariz de una manera adorable. —Mi padre era bastante estricto. Y después mi madre enfermó. Richard realmente fue mi primero. Era bastante persistente. —Levantó la mirada hacia mí y mostró rápidamente esa sonrisa, la que siempre hacía puré mis entrañas—. De todas maneras, esta ha sido la mejor cita en la que he estado nunca. Incluso aunque no fuera una real. Siempre me divierto contigo, incluso cuando todos los demás a mi alrededor son horribles. ¿Cómo haces que pase eso? Quizás porque el resto del mundo se desvanecía para ella de la misma manera que para mí cuando estábamos juntos. Soltándole el cabello, coloqué la mano en la parte baja de su espalda y me acerqué a ella, moviéndola hacia atrás hasta que tuviera la columna presionada contra la puerta del conductor de mi camioneta. Sus ojos se abrieron como platos y observé su garganta moverse al tragar cuando ladeó la cabeza para encontrarse con mi mirada. Las palmas de sus manos me tocaron el pecho e hizo un suave sonido, que hizo que todo detrás de la cremallera de mis vaqueros se tensara. —Hoy no estuvimos actuando para nadie. No había nadie al que impresionar o desconcertar. Éramos solo tú y yo, Langley. ¿Quién dice que no era una cita real? —Oh… —Soltó un largo y suave suspiro que me acarició la garganta. Dejé caer la cabeza para poder arrastrar la punta de mi nariz por el elegante arco de su alto pómulo. Su piel podría haber sido una de las cosas más suaves que nunca en mi vida hubiera tocado. —Si te beso en estos momentos, no es por ninguna otra razón aparte de que realmente quiero besarte. ¿Qué te parece eso? —Tenía la voz áspera y ligeramente entrecortada. Las cosas estaban tan enrevesadas entre nosotros que las líneas entre lo real y lo falso se volvían borrosas continuamente. Todavía había demasiadas cosas que ella necesitaba saber sobre mí, sobre quién era y lo que tenía que hacer. Pero nada de eso me importó cuando ella se lamió lentamente los labios y susurró: —Me parece que puede que me muera si no me besas de verdad. Eso me sacó una risa sorprendida. Alcé las manos y pasé el pulgar por la línea de su mandíbula. —Nopodemos dejar que eso pase, ¿verdad? 72 El beso fue distinto a los anteriores. No trataba de demostrar nada. No me observaban. No pensé en todas las formas en las que estaba mal; en su lugar me concentré en todo lo que era correcto. Se ajustaba contra mí perfectamente. Cada pendiente y curva se alineaban con todos mis duros y repentinamente dolorosos lugares. Sus brazos me envolvieron el cuello mientras los míos se deslizaban por su espalda hasta descansar justo encima de los bolsillos traseros de sus pantalones cortos. La acerqué más al mismo tiempo en que dejaba caer mi boca sobre la suya. Atrapé su suave suspiro y lo respondí con un bajo gruñido. Cuando una de sus piernas desnudas de alzó y me envolvió, dejé de juguetear y la besé como si ambos pudiéramos morir si no descubríamos el sabor del otro. Abrió los labios cuando moví rápidamente mi lengua por la línea, solicitando la entrada. Sabía a menta, y el interior de su boca era un resbaladizo y sexy infierno. Estaba caliente, por todos lados, y se volvía más caliente cuanto más la acercaba y más profundamente la besaba. Tenía la errónea impresión de que sería refinada y ligeramente regia en una situación como esta, pero me devolvió el beso de manera tan indecente como yo se lo daba. No dudó en frotar su lengua contra la mía y sentí el afilado borde de sus dientes más de una vez. Sus uñas se arrastraron por el muy corto cabello de mi nuca y, si no me equivocaba, rodó sus caderas contra las mías de una manera que era más apropiada para una habitación a oscuras que para un aparcamiento en mitad del día. No me sorprendió que tuviera mucho más fuego escondido bajo el bloque de hielo dentro del que mantenía congeladas sus emociones. Había visto indicios de las llamas parpadeando en los bordes cada una de las veces en que estuvimos juntos. Tracé toda la protuberancia de su labio inferior con la punta de la lengua y sentí cómo sus pezones repentinamente se me clavaron en el pecho a través de la fina tela de su camiseta sin mangas. Era un tipo acostumbrado a moverme rápido porque nunca parecía tener el tiempo suficiente para saborear las cosas buenas de la vida, pero Langley estaba a punto de llevarme de cero a toda máquina en cuestión de segundos. Era el momento y definitivamente el lugar equivocado para eso. Me aparté ligeramente, quitando las manos de su trasero y tomando sus sonrojadas mejillas. Tenía un sonrojo de un rosa intenso por todo su pecho que ahora le subía por el cuello, y le veía los ojos aturdidos y ligeramente desenfocados. Le quedaba bien, y no pude negar el disparo de orgullo que atravesó mis venas por ser el que lo puso ahí. 73 —Estás llena de sorpresas, ¿verdad, Langley Vaughn? —Su lengua volvió a salir rápidamente y se movió por su húmedo labio inferior. Hizo una mueca, y estaba bastante seguro de que me había saboreado y lo había disfrutado. Trataba de matarme con cada movimiento que hacía. Me aclaré la garganta—. Vamos a por algo de comida y te llevaré de regreso a tu castillo antes de que mi camioneta se convierta en una calabaza. Asintió. Sin embargo, antes de que soltase completamente su agarre sobre mí, se agarró a mis hombros y se puso de puntillas para poder plantar los labios firmemente sobre la ligera hendidura en mi mejilla. Sentí que se me ponían los ojos como platos ante la sorpresa mientras ella sonreía contra el hoyuelo que acababa de besar. —He querido hacer eso desde la primera vez que me sonreíste. 74 7 Langley ealmente solo es por el sexo, ¿no? —preguntó Camille, levantando un pepino de su párpado. Sentí la mirada de cada dama de honor cuando nos recostamos en los suaves salones del spa, esperando nuestro próximo tratamiento. —Al menos parece que mañana tendrás sol para tu boda —anoté, mirando por las ventanas de pared completa que ofrecían una vista impecable de la montaña. —No, la verdad. Vamos, Langley. Todas tenemos curiosidad —dijo Camille, con su tono navegando hacia esa dulce malicia que conocía demasiado bien. —¿Sobre el clima? —le sonreí a Camille, y tomé mi teléfono de la pequeña mesa entre nosotros. Me lo arrebató mientras mis dedos rozaban el estuche. —¡Camille! —espeté. —¿Qué? No me negarías esta cosita, ¿verdad, Langley? —Hizo que sus ojos se volvieran amables mientras meneaba mi teléfono. —¿Negarte el qué? La última vez que lo comprobé tenías todo lo que querías. —Mi sonrisa se mantuvo alejada de mis ojos mientras que la intención con mis palabras dio en el blanco. Dejó de fingir ser amable y entrecerró los ojos. —Sabes que esto entre ustedes dos no puede ir a ningún lado, ¿verdad? —Cammy, sé amable —reprendió Nessa desde el otro lado de Camille. —Pero estoy siendo amable —le respondió a Nessa mientras me miraba directamente—. ¿Te dejaría una buena hermana continuar con este desastroso ligue de despeche? ¿Dejar que pienses que tienes algún tipo de futuro real con ese tipo? —R 75 —La verdad es ue Iker no es de tu incumbencia, ¿verdad? —Me incliné hacia mi teléfono y ella lo alejó de nuevo—. Dios, Camille, deja de actuar como si tuvieras cinco años y dame el teléfono. —Él no es nada, Langley —continuó, con los ojos como glaciales—. No está en la universidad. No tiene modales al hablar, y no encaja en nuestro mundo. Y ni siquiera hablemos de todos esos horribles tatuajes que tiene. Ustedes dos no pertenecen en la misma relación. Él vino de la nada, y no va a ninguna parte. Me puse en pie, sin importarme que mi bata permaneciera cerrada o solo a merced del lazo de toalla. —Y, sin embargo, eso no te impidió tratar de coquetear con él en la barbacoa, ¿verdad? Ella siseó, y su mirada se dirigió hacia donde Virginia se encontraba sentada con la madre de Richard, ajena a la tormenta que se avecinaba en la habitación. —Es lindo. Te daré eso. Así que ver adelante y diviértete, hermana. Simplemente no esperes que papá te entregue tu fondo fiduciario con una sanguijuela como esa a tu lado. Parpadeé. No lo sabe. Por supuesto que no lo sabía. Mi fondo fiduciario no había sido financiado por el dinero de mi padre. Había venido del más rico de mis padres, mi madre. Pensó que estaba esperando, como ella, a mi vigésimo quinto cumpleaños. Le quité el teléfono de la mano; una rápida mirada me dijo que Iker había enviado un mensaje de texto hacía unos minutos, sin duda provocando toda esta conversación. —¿Te ha comido el gato la lengua? —No, dejé de preocuparme por lo que piensas sobre mí... y mi vida... hace cinco años, así que... —Me encogí de hombros, dejando caer el papel de dama de honor/hermana. Si ella no se controlaba, entonces yo tampoco. —Yo creo que es guapísimo —dijo Nessa, pasando la página de su revista. —Secundo eso —intervino Phoebe detrás de mí. —Tercero —agregó Zoe. Las damas de honor de Camille obviamente tenían buen gusto. Era guapísimo. También inteligente, dedicado a su familia, divertido y fuerte. Había mucho más de él, más allá del cuerpo sexy y los oscuros ojos pecaminosos. —No dije que no fuera sexy —espetó Camille—. Solo que obviamente solo está aquí por tu dinero, porque alguien así no sale con alguien que se 76 parece a... —Me examinó de arriba abajo—. Ya sabes. Sin una buena razón O millones de buenas razones. Solo está aquí por tu dinero. Mi estómago golpeó el suelo porque, en cierto modo, tenía razón. Pero, en algún lugar entre el estacionamiento esa noche y las pistolas láser de ayer, había comenzado a sentirse real. Claro, le había pagado para estar aquí, pero no era el tipo de persona que se quedaba con una chica de fondos fiduciarios. Además, no era como si él supiera cuánto dinero tenía o lo que era un fondo fiduciario siquiera. —¿Están listas para su próximo tratamiento? —preguntó Mandy, la encargada del spa, con esa voz tranquilizadora que nos recordaba que se suponía que en un spaera todo zen cuando se acercó a nuestros salones. —¡Absolutamente! ¡Hoy ha sido perfecto! —Camille le sonrió a la joven cuando Virginia se acercó—. ¿Verdad, mamá? —Sí, perfecto —respondió Virginia—. Día perfecto para una chica perfecta. Oh, joder, que me maten ahora. Abrí el teléfono para ver el mensaje de Iker. Iker: Acabo de llegar. Iker: Me encontré a tu papá. Llegó temprano y me alegré. —Vamos, hermanita —me susurró Camille al oído—. Sé que el próximo tratamiento debería ayudar a exfoliarte toda esa suciedad. —Estás enojada porque dejó claro que no te quería —le dije, con tono bajo mientras las demás continuaban por el pasillo. —¿Perdón? —Se giró, poniéndose las manos en las caderas—. ¿Qué te hace pensar que me ofrecí siquiera? Ignoré la pregunta. No tenía sentido discutir con una mentirosa patológica. Había sido testigo de sus avances sobre Iker con mis propios ojos y oídos. Y observé la forma en que Iker la rechazó fríamente. —No te quería. No pudiste tomarlo y luego usarlo para romperme. Así que estás tratando de usar la idea de él para asustarme. Pero no sabes nada sobre él. —No tengo idea de qué estás hablando. Se cruzó de brazos sobre el pecho. —¡Chicas! —cantó Virginia—. No queremos retrasarnos. Camille me miró con abierto desafío. 77 Se lo prometiste a papá. Fue el recordatorio lo que me mantuvo en marcha. También era la única promesa que le había hecho que realmente quería romper. —¿Por qué no puedes ser feliz? —Mi voz era tan baja que apenas la escuché—. ¿Cuándo va a ser suficiente para ti? —Chicas. —Virginia nos alcanzó, con una sonrisa en el rostro y hielo en sus ojos—. Ahora. —Sí, creo que preferiría no hacerlo —dije lentamente, saboreando cada palabra en mi lengua. Iker estaba aquí y, si podía pasar unas horas a solas con él antes de la locura de esta noche, lo tomaría. Sin otra palabra, dejé nuestra pequeña línea de patos y caminé directamente al vestuario. Encontré el gabinete de caoba con mi número asignado y saqué mi bolso, sin hacer una pausa para ponerme la ropa antes de dirigirme al ascensor. Tenía que salir de aquí. Ahora. —Langley —siseó Virginia, caminando rápidamente en mi dirección cuando las puertas se abrieron frente a mí. —¡Que se diviertan! Las veré más tarde —grité cuando las puertas se le cerraron en la cara. Una punzada inmediata de pánico me golpeó cuando el elevador me bajó al primer piso del club de golf. Definitivamente le diría esto a mi papá. El elevador hizo ding y salí, con mis zapatillas enredándose con la alfombra azul marino y dorada mientras caminaba por el pasillo. Me escabulliría por la puerta lateral y llegaría a la suite, me cambiaría y luego encontraría a Iker. —¿Langley? Mi cabeza se alzó de golpe al ver a Iker parado en el vestíbulo del club de golf, con una pequeña bolsa de lona en una mano y una bolsa de ropa sobre el hombro. —¡Hola! Pensé que estabas con mi papá. —Me sentí increíblemente baja al levantar la mirada hacia él. Porque seguía con las zapatillas del spa. Iba lo suficientemente guapo como para comérmelo con sus pantalones cortos de cargo negros y un polo verde. —Lo estaba, pero detuvo mi interrogatorio para configurar el detector de mentiras. Me quedé boquiabierta. 78 —Relájate, estoy bromeando. Terminamos el detector de mentiras hace unos veinte minutos. Acaba de entrar en la tienda profesional a por algo y no quería llevar mis cosas, así que estoy esperando aquí. ¿Qué estás haciendo? —Su mirada me recorrió. El calor se elevó hasta mis mejillas, dándome cuenta de que mi bata me llegaba a la mitad del muslo. —Vine a buscarte. —Con una bata. —Parece que sí. Él sonrió, ese hoyuelo apareció en su mejilla, y resistí el impulso de besarlo. —Langley Vaughn, ¿qué crees que estás haciendo? —espetó Virginia cuando entró en el vestíbulo. Se había cambiado a unos pantalones marrones y un polo sin mangas en un tiempo récord, pero obviamente estaba nerviosa. —Salir con mi novio —le respondí—. Esa es la mejor manera de relajarme. —¡Has molestado a Camille y no lo caeptaré! ¡Lleva tu trasero mimado de vuelta allí y recibe tu masaje como el resto de la fiesta nupcial! —La gente rica es tan extraña —murmuró Iker detrás de mí. —Prefiero no ir —respondí sin mirar siquiera en su dirección, con una voz tan fría como la de ella por una vez. —¡No me importa lo que quieras! —Golpeó con el pie como la niña malcriada que acababa de acusarme de ser. —Oiga, no le hable así. —Iker se interpuso entre nosotras. —Señorita Vaughn —se unión otra voz a mi derecha. John, el gerente del club de golf, se vio obligado a intervenir—. Odio entrometerme, pero lo que lleva puesto no cumple exactamente con nuestro código de vestimenta. Miré mi bata. —Bien, me dirigía a mi habitación. —¡Te diriges al spa! —respondió Virginia. —¿Qué está pasando? —preguntó papá, llevando una pequeña bolsa de la tienda de golf. —Señor, el atuendo de su hija … —Voy a llevarla a la habitación. —Iker al rescate una vez más. —¡Ha molestado a Cammy y no lo aceptaré, Corbin! —Parecía que a Virginia le iba a reventar un vaso sanguíneo. 79 La atención de papá pasó entre los tres antes de decidirse por mí. —¿Langley? —Me dirijo a mi habitación —le dije. No iba a dudar, y esta vez no iba a ceder a las ridículas demandas de Virginia. —No puede simplemente abandonar a las otras damas de honor. ¡Es egoísta, ha puesto a Cammy nerviosa y va a parar ahora mismo! La cabeza de papá se ladeó solo una fracción mientras me estudiaba a mí y luego a su esposa. La culpa me obstruyó la garganta. Había prometido hacer fácil este fin de semana, seguir el ritmo de todo, y aquí estaba, causando problemas en público. Siempre planeé romper esa promesa, pero esperaba ser más sutil al respecto y dejar a mi cita contratada como el malo. Pero quería estar con Iker. Y no me iba a contener para molestar a Virginia por una vez. Quería sonreír, reír y disfrutar el tiempo que tenía con mi cita, porque no era un mal tipo. Estaba harta del espectáculo que rodeaba a Camille y esta boda. —Señor, realmente no puede quedarse aquí vestida así —instó John cuando un miembro entró por las puertas delanteras y sus cejas se alzaron hacia el segundo piso. Escuché una cremallera, luego sentí la suave tela del abrigo del traje de Iker asentarse en mis hombros. —Eso no es lo que quería decir —argumentó John. —Mira, no lleva vaqueros e incluso tiene un abrigo deportivo. Puedo ponerle una corbata si eso te hace sentir mejor —respondió Iker. El desafío en sus ojos oscuros era claro, y John inmediatamente retrocedió cuando mi padre se rio con diversión. A mí tampoco me gustaría enfrentarme cara a cara con este hombre cuando estaba en modo protector. Todo mientras papá y yo nos comunicábamos sin palabras. —¡Corbin! —suplicó Virginia, cambiando de táctica—. Por favor, amor. Es el día de Cammy. No el de Langley. Volvería si papá me lo pedía. Yo lo sabía y él también. Haría cualquier cosa por mantener la paz por él. Sin embargo, Iker me hizo darme cuenta de que era hora de esperar que mi padre le devolviera el favor. —Mañana es el día de Camille —corrigió papá suavemente a Virginia— . Mañana se casará con el primer amor de Langley. Con lo que ya sabes que tengo un problema importante. Creo que hoy podemos mantener los intereses de nuestras hijas presentes y darle a Langley el espacio que está pidiendo. Hasta que lo mencionó, había olvidado todo el alboroto que había provocado cuando Virginia le exigió que pagara la boda. Mi padre no estuvo contento cuando Camille anunció su compromiso con mi ex, y se emocionó 80 aún menos cuando descubrió que se esperaba que él pagara la factura. Finalmente cedió, porque siempre lo hacía, pero por un momento siguiósiendo mi héroe. —Llegaré al ensayo a tiempo, con una sonrisa. Lo prometo. —Asentí. —Sé que lo harás, cariño.—Papá me lanzó una sonrisa y le dedicó a Iker una mirada que no pude descifrar. Virginia se quedó boquiabierta. Nunca había ido en contra de ella frente a mi papá. Yo nunca ganaba. Pero, de nuevo, nunca lo había intentado. Nunca había tenido una razón como ahora, Iker. —Señorita Vaughn —rogó John. —Nos vamos ya mismo —le dijo Iker, sosteniendo su bolsa de lona y una bolsa de ropa en una mano, y me acompañó con la otra en mi espalda baja. —Por cierto, me estás matando con esa bata —murmuró cuando encontramos el ascensor en el hotel principal, ganando más que unas pocas miradas de los huéspedes del resort de cinco estrellas. —¿Avergonzado? —pregunté mientras subíamos a nuestro piso. —Cachondo, en realidad —admitió. Antes de que pudiera comenzar a abordar ese comentario, el ascensor sonó y llegamos a nuestro piso. Abrí la puerta de la suite y entré, dejando caer mi bolso sobre la mesa del comedor. —Bueno, esto es nuestro. Puedo conseguirte tu propia habitación, por supuesto, pero tiene mucho espacio. Iker miró a su alrededor, observando el comedor, la sala de estar y el dormitorio. —Estoy bastante seguro de que esta suite es más grande que mi apartamento. —¿Vives en la base? —pregunté, rompiendo la barrera del mundo real. —No desde que era un especialista. Probablemente esto sea diez veces mi vieja cabaña. —Entonces, ¿no quieres tu propia habitación? —le pregunté. Sacudió la cabeza. —No, no quiero mi propia habitación. Pero, ahora que has escapado de las garras de tu malvada madrastra, ¿qué te gustaría hacer con tus bien ganadas… —miró su reloj— cuatro horas de libertad? Sonreí. —¿Sabías que hay un tobogán de agua aquí? 81 —Por supuesto que lo hay —respondió con un resoplido. Pero sin discutir, se fue conmigo después de que me cambiara y me dirigí a la piscina. Cinco horas después, nos encontrábamos fuera de la capilla, con Iker justo detrás de mí, recibiendo nuestras instrucciones sobre cómo hacer burbujas. Iker parecía comestible con su traje, incluso si tiraba de la corbata y jugueteaba con los gemelos de vez en cuando. —Y, a medida que las burbujas suban, saldrán así —les dijo el organizador de bodas a Camille y Richard. —Te quemaste la nariz —susurró Iker, inclinándose para que sus labios me rozaran la oreja. Un escalofrío bailó por mi columna vertebral. —Alguien no quería dejar el tobogán de agua —respondí, girando ligeramente para que mis labios rozaran la comisura de los suyos. —Si por alguien te refieres a ti —bromeó—, entonces estás en lo correcto. —Y aquí es donde esperará el carruaje tirado por caballos. —El organizador de bodas hizo un gesto hacia el espacio justo enfrente de la acera. —¿Me estás tomando el pelo? —Iker se rio suavemente—. ¿Un carruaje tirado por caballos? —Ella quería un carruaje de Cenicienta de verdad, pero con eso Richard se puso firme —le dije. —Oh, ¿ahí es donde dibuja la línea? ¿En el carruaje de Cenicienta? — Parecía desconcertado, y apuesto a que se estaba diciendo que nunca se casaría si todas las novias eran tan ridículas. —¿Dónde la dibujarías tú? —Me preguntaba cómo sería él cuando amara a alguien. ¿Cedería? ¿Cedería ante las tonterías? Apostaría a que movería el cielo y la tierra para hacer feliz a la mujer que amaba, para mostrarle exactamente cómo la valoraba. Odiaba a esa mujer desconocida solo por principio. 82 —La habría dibujado la primera vez que Camille intentó besarme y robarme de tu lado —respondió—. Demonios, ya la dibujé —terminó con un susurro. Sin importarme que estuviéramos a la vista de la fiesta nupcial, me di la vuelta, mi vestido azul se balanceó sobre mis rodillas, y planté un beso suave en ese hoyuelo brillante. Besar esa pequeña hendidura iba a ser mi nuevo pasatiempo favorito mientras me dejara salirme con la mía. —¡Muy bien, chicos y chicas! ¡Eso concluye el ensayo, así que vamos al restaurante a cenar! —gritó Richard, ya balanceándose en la acera, obviamente un poco borracho. Mientras las damas de honor habían estado en el spa, los padrinos de boda pasaron todo el día bebiendo en el campo de golf. Nos dirigimos al lado oeste del complejo, a través del vestíbulo con piso de mármol y al restaurante donde se había colocado una mesa en forma de U con el lago y el hotel principal como telón de fondo. Iker se excusó para atender una llamada telefónica mientras nuestro grupo se extendía por el bar que se había instalado en la esquina, la mesa o, en mi caso, la vista en la ventana. —Estás guapa, Langley. —Richard se paró junto a mí, sosteniendo una cerveza. Suspiró y echó una mirada menos que apropiada a mi trasero— . Realmente guapa. —Tú estás comprometido con mi hermanastra, Richard —le respondí—. Y un poco borracho. Sus ojos tenían esa mirada borrosa y vidriosa mientras se reía, lo que salió como un sonido medio burlón y medio de hiena —No estoy casado todavía. —No voy a hacer esto contigo —respondí, y me alejé de la ventana, solo para quedar atrapada en la mirada asesina de Virginia. —Fuera. Ahora. —Me chasqueó los dedos como si fuera un caniche de juguete y salió. Conté hasta tres, tratando de encontrar el más mínimo hilo de paciencia, y luego la seguí. —¿Qué demonios crees que estas haciendo? —chirrió, con las manos cerradas en puños a su lado. —Pensé que ya tuvimos esta discusión. —Y no tenía ningún deseo de tenerla nuevamente. —No te atrevas a hablarme con ese descaro. Hoy no. ¡Ya has arruinado lo suficiente! —Su mirada se abrió paso por el vestíbulo, sin duda asegurándose de que no nos oyeran. 83 —¿Cómo arruiné algo? Me excusé de una situación tensa. En todo caso, las chicas deberían haber pasado un tiempo fabuloso sin mí porque, seamos realistas, en realidad nadie me quiere aquí. Fue una victoria para toda la fiesta nupcial, en mi opinión. —Mi estómago se tensó con el esfuerzo que tomó mantener mi voz tranquila y nivelada. —Escúchame, amo a tu padre y he hecho todo lo posible para hacernos una familia. Luchas conmigo a cada paso. No dejas ir las cosas de tu madre. No compartes tu espacio o tus cosas con Camille. ¡El infierno se congelaría antes de que compartieras voluntariamente a tu papá con ella! Lamento que se haya enamorado de tu ex y que la haya encontrado más atractiva... —No era mi ex en ese momento —susurré, incapaz de mantenerlo guardado. —¡Incluso ahora, no puedes dejarla feliz! ¡Le dije a Camille que era estúpido incluirte en la fiesta nupcial, que solo serías una celosa miserable, y mira! —Agitó su mano hacia mí—. Quería que fueras su dama de honor. ¡Te quería como hermana! Crees que fue muy difícil para ti perder a tu madre, y estoy seguro de que dolió, pero Camille nunca conoció a su padre siquiera. ¿Alguna vez te has parado a pensar en lo que tus acciones tontas y egoístas le han hecho? ¿A mi? ¿A tu padre? Bien podría haberme golpeado en el estómago. —Creo que es más que suficiente —la voz de Iker vino detrás de mí. —¿A quién le importa lo que pienses tú? —replicó Virginia, y luego me empujó mientras volvía a la cena de ensayo—. Vuelve ahí y sonríe, Langley. Por una vez en tu vida, actúa como la dama que tu madre te crió para que fueras. Todo mi cuerpo se tensó cuando la vi caminar con pisotones y, aunque lógicamente sabía que aún tenía la misma altura que cuando había seguido a Virginia, sentía que medía un metro. —Aquí, pensé que podrías necesitar esto. —Iker me miró y me entregó un martini. —¿Cómo sabes lo que bebo? —pregunté, con mi mano temblando mientras tomaa el vaso. —Te vi la noche que nos conocimos. Ignoré la respuesta que mi corazón dio a su admisión, acerqué el líquido frío a mis labios y luego tragué una y otra vez hasta que desapareció. —Perdón por la llamada telefónica. Cosas de trabajo. —¿Un viernes por la noche? 84 —Al ejército no le importa si es viernes por la noche o la mañana de Navidad. Ellos llaman. Túrespondes. —Miró hacia la puerta y tomó un sorbo de su cerveza—. Odio cuando dejas que te hable así. —No la dejo hacer nada —espeté en respuesta. —Claro que sí —respondió, con tanta emoción como un iceberg—. Cada vez que no se lo devuelves como lo hiciste conmigo. Cada vez que no le cuentas a tu papá lo que realmente está pasando. Cada vez que arreglas un columpio tú misma en lugar de exigir que una de ellas lo arregle. Es como si aceptaras, Langley. Simplemente no puedo entender por qué, porque esa no es la mujer con la que he pasado la última semana. Me ardían las mejillas, la ira se arremolinaba en mi sangre como ácido, ardiendo por una salida. —¿Crees que lo sabes? ¿Porque qué, nos conocemos desde hace una semana? ¿Porque has visto una astilla de mi vida, de lo que sucede detrás de puertas cerradas? —Mi boca tomó esa ira y corrió con ella, y no importa cuán fuerte gritara mi cerebro, no podía alcanzarlo—. Mi papá pasó por un infierno cuando murió mi mamá. No solo depresión, Iker. Infierno. Era como si hubiera perdido su alma, no solo su alma gemela. Y cuando Virginia apareció, tan horrible como es, lo despertó y volvió a mí. Entonces, si el costo de tenerlo de vuelta es que tengo que lidiar con... ellas, entonces creo que vale la pena. Su cincelada mandíbula se flexionó, y esos ojos cálidos y oscuros se volvieron completamente negros. —Lo sé porque te conozco desde hace una semana. Porque puedo ver desde el exterior de este maldito globo de nieve que llamas vida. Yo tengo algo que tú no: perspectiva tanto de la locura de esta mierda como de la jaula en la que voluntariamente te permites vivir. Y te digo que no tienes que pagar el precio por la felicidad de tu padre. Ese hombre te ama. Si se fue cuando murió tu madre, lo siento, pero está aquí ahora. Y puedo decirte que le gustaría saber cómo te tratan. Sinceramente, creo que te protegería. Aparté los ojos de los suyos, mirando por las puertas de vidrio que conducían al lago. Odiaba que viera en mi interior, que viera a través de la fachada cubierta de oro que mi familia mantenía colocada. Iker levantó un espejo hacia mi vida y me hizo mirar, y era doloroso e inconveniente, y sin embargo tan necesario. —Pero quizás tenga razón. —Negué con la cabeza—. Quizás debería haber compartido más. Quizás agarrarme a mi madre alejó a Virginia. Tal vez… Iker ahuecó mi mejilla con su mano, atrayendo mi mirada hacia él. —No —dijo en voz baja—. No puedes dejar entrar a la culpa, o ella gana. No le des otro centímetro, Langley. Y ya ha tomado kilómetros. 85 La atención de Iker cambió a algo: alguien detrás de mí. —Hola, niños, estamos empezando por aquí. ¿Quieren unirse a nosotros? —preguntó mi papá. —Estaremos allí, señor. —Iker asintió hacia papá y luego me estudió— . ¿Estás bien? Asentí. —Sí. Lamento haberte gritado. Él sonrió. —Eso apenas fue gritar. Solo desearía que pusieras esa ira donde pertenece. —Me tomó de la mano y entramos a la cena, donde todos ya se hallaban sentados. —Solo avísame cuando quieras que prenda fuego al mantel —susurró Iker, besándome la mejilla, y luego tomó su propia silla a mi lado cuando comenzó la cena. Había sacado mi silla, al igual que me había abierto la puerta durante nuestra cita. Aj, esas mariposas estaban de vuelta en mi estómago, y esa conciencia entre nosotros era más aguda. Lo deseaba. El conocimiento me inquietaba más que ese tacón roto. Desear significaba riesgo. Riesgo de rechazo. Riesgo de vergüenza. Tampoco era solo una necesidad física, aunque el hombre me había enganchado simplemente apoyando la mano en mi muslo. Quería... más de él. Quería su franca honestidad, su percepción, su simple presencia en mi vida. No quería que este fin de semana terminara. Lo observé durante la cena, conversando cortésmente con Phoebe, sonriendo cuando mi papá hizo un chiste en la mesa. Su mano buscó la mía a menudo entre platos, y se inclinó para besarme la mejilla más de unas pocas veces, siempre susurrando sugerencias sarcásticas sobre cómo arruinar la cena. Tres platos después, solo había tomado esa cerveza. Los muchachos que nos rodeaban, las chicas también, las habían estado tomando con frecuencia, y se notó cuando el padre de Richard se puso de pie, deteniendo la conversación. —Solo quería darles las gracias por venir esta noche. —Se frotó el puente de la nariz—. Richard, estoy muy orgulloso de ti y de este paso que estás dando. Mamá y yo siempre supimos que te casarías con una buena chica. Mi espalda se volvió rígida mientras el grupo se reía cortésmente. La mano de Iker encontró la mía debajo de la mesa, y sus dedos se entrelazaron con los míos fuertemente. 86 —No, de verdad, Camille, eres todo lo que imaginamos para Richard. Hermosa, elegante e inteligente. Nos complace darte la bienvenida a nuestra familia mañana. ¡Por Richard y Camille! Todos levantaron sus copas, repitiendo el brindis. Mis labios se separaron, pero las palabras no vinieron. —¡Ahora, disfruten del bar de postres! La fiesta se puso en pie e Iker me llevó a la ventana. —Me alegra que se case con la chica que solo actúa bien —dijo, levantando la barbilla. —¿Sí? —Forcé una sonrisa. —Sí. —Bajó su rostro lentamente, luego rozó con sus labios los míos antes de besarme dulce y suavemente—. Porque ahora puedo besarte. —Maldita sea, consigan una habitación, ustedes dos —dijo Richard, articulando mal, más que borracho mientras se acercaba a nosotros. Puse los ojos en blanco. Qué gracioso que hubiera sido todo lo que creía que quería pero ahora, de pie junto a Iker, no podía imaginar casarme con Richard. Los dos no se podían comparar, no solo físicamente, sino en todos los demás departamentos. —Felicitaciones, de nuevo —dijo Iker, pero vi que el músculo de su cuello se tensaba. —Sí, supongo que mi ganancia es... tu ganancia también. —Me miró descaradamente. —Cierto. Estoy muy agradecido de que enamoraras de Camille. Richard no me quitó los ojos de encima. —¿Estás contenta, Langley? —Se balanceó y extendió la mano para agarrarse a la pared. —Estás borracho. —Estaba señalando lo obvio. —Ya lo has dicho esta noche. —Trató de sonreír, pero no lo logró—. Entonces, Iker, ¿qué haces en el ejército? Siento que debería saber a quién dejo entrar a mi familia. —No somos familia —espeté. —Mañana lo seremos —me dijo antes de reclinar la cabeza para mirar a Iker—. Bueno, ¿qué es lo que haces? —Soy un explorador de caballería. Diecinueve Delta. —Su brazo me rodeó la cintura y me acomodó a su lado—. Primero en llegar, último en irse. Ese tipo de cosas. 87 Estaba claro que Richard no tenía idea de qué significaba ninguna de las cosas que decía Iker. —¿Has matado a alguien? Me puse pálida, horrorizada. —Richard, ¿qué tipo de pregunta es esa? —Vamos, ¿no quieres saber a quién estás follando? —Extendió su otra mano de golpe, derramando licor de su vaso—. Yo quiero saberlo. —Tienes una advertencia —advirtió Iker, on su voz grave y nivelada. Lo que era más aterrados. —¿O tú qué? ¿No sabes quién soy? —La voz de Richard se elevó, lo que rápidamente hizo que todas las cabezas giraran en nuestra dirección. —Realmente no me importa quién seas. Me importa cómo le hablas a Langley. —¿Cómo le hablo a Langley? —Richard se echó a reír—. Oh, eso es perfecto, joder. Conozco a Langley desde que teníamos doce años. Conozco a esa chica por dentro y por fuera. ¿Puedes decir lo mismo? —Sus cejas bajaron y me miró—. ¿Puede decirlo, Langley? ¿Te conoce como yo? —Me conoce mejor. —Era cierto. Había mostrado más de mí misma a Iker en los últimos días que a Richard. Iker no necesitaba que fuera perfecta. No me necesitaba como obra maestra o trofeo. Iker solo necesitaba que fuera... yo. Mis ojos examinaron la habitación y aterrizaron en Camille. Le envié una mirada suplicante. Parecía tan afectada como yo y, por primera vez en mi vida... mesentí mal por ella. —Lo dudo mucho. No puedo entender por qué dejaste que este pedazo de basura te tocara, cuando puedes elegir… —Extendió su brazo otra vez, perdiendo el resto del contenido de su vaso— entre cualquier chico de nuestra… clase, podríamos decir? —¡Imbéciles, podríamos decir! —espeté. —Realmente eres un imbécil, Dick —respondió Iker, todavía compuesto y sereno. —Está bien, cariño, ¿por qué no…? —intentó Camille, dirigiéndose hacia nosotros. —Dime, Langley, ¿conoce ese pequeño sonido que haces justo antes de venirte? Porque… Parpadeé y, un momento después, Iker tenía a Richard inmovilizado contra la pared. 88 —¡Oh, mierda! —escuché gritar a uno de los padrinos de boda. Era seguro que quien no había mirado en nuestra dirección lo hacía ahora. —Te lo dije. Una advertencia No puedes hablarle así. Ahora no. Jamas. Renunciaste a ese derecho a ella en el momento en que te follaste a su hermanastra. ¿Lo entiendes? —Las palabras de Iker emanaban ira, bajas y rápidas, pero la mirada que Camille me lanzó dijo que las había escuchado. La tez de Richard se puso roja cuando Iker presionó su brazo contra la base de su garganta. —Pide disculpas. Richard trató de alejar a Iker, pero no era lo suficientemente fuerte. —Disculpas, ahora. —La amenaza estaba allí, tan claro como el día. Iker no venía a jugar, y había perdido la paciencia que podía haber tenido por culpa de las tonterías de Richard poco después de conocerlo. Los ojos de Richard encontraron los míos. —Lo siento. Iker alejó su brazo y Richard se dejó caer al suelo. Camille rodeó a Iker, arrodillándose con su vestido de seda blanca. —¡Cariño! Iker dirigió una mirada hacia dos de los padrinos de boda que avanzaban lentamente, y retrocedieron. —¡Te dije que no encajaría aquí! —me gritó Camille—. ¡Mira lo que has hecho! Este desastre es todo culpa tuya. Iker me tendió la mano. —¿En serio? Como si ella se fuera a ir contigo ahora —espetó Richard. Iker no se inmutó, no bajó la mano, no dijo una sola palabra. Solo esperó a que eligiera. Podría quedarme aquí, rodeada de lo que conocía, cómoda en mi pequeña jaula, o podría tomar su mano y ganar la libertad. La necesidad venía con el riesgo. Di un paso adelante y tomé la mano de Iker, fuerte y firme. Cuando nos íbamos, me detuve, mirando a Camille y Richard. —Que tengan una gran noche. Nos veremos mañana. Tal vez quieras que él recupere la sobriedad primero. Dice cosas realmente estúpidas cuando está borracho, y no quieres que parezca tener resaca en tus preciosas fotos de boda. 89 La mandíbula de Camille cayó, pero yo estaba demasiado aturdida para preocuparme. Tenía a Iker y mi libertad. Finalmente podía respirar. Sentía la rebelión casi tan bien por dentro como la veía por fuera. 90 8 Iker i fuera otra persona, alguien que tuviera suficiente dinero para pagar los daños, destrozaría esta habitación de hotel. Así de enojado estaba. Sentía que todos los que tenían algo que ver con esta maldita boda tomaron clases sobre cómo ser excepcionalmente terrible, y odiaba cómo Langley simplemente aceptaba sin preguntas toda la basura que le arrojaban. Entendía por qué la chica estaba dispuesta a sufrir en silencio por su padre; después de todo, había recibido más de un golpe en defensa de mi propia familia. Pero en algún momento tenía que darse cuenta de que ya era suficiente. El trabajo de su padre era protegerla, no al revés. Si no iba a tomar la iniciativa de explicarle lo horrible que era esto, yo tendría que encontrar el tiempo para conversar con el hombre antes de desaparecer definitivamente de su vida. En todo caso, la llamada telefónica que acepté del lugarteniente justo antes de la cena había hecho asentarse que no pertenecía al mundo de Langley. Me estremecí cuando sentí la mano de Langley descansar sobre mi tenso hombro mientras caminaba furiosamente de un lado a otro de la habitación del hotel. El contacto detuvo mis pasos espasmódicos y respiré calmadamente antes de encontrarme con su mirada preocupada. —Siento que debería disculparme, pero sé que no hice nada malo. Sabía que todos se iban a enojar y juzgar cuando te acorralé por esto. No tenía idea de que sería tan malo, o que todos iban a perder la cabeza. Jadeó cuando tomé su mano con la mía y lentamente la empujé hacia la enorme cama en el centro de la elegante habitación del hotel. Agarré su otra mano y seguí moviéndome hasta que la parte de atrás de sus rodillas golpeó el borde del colchón. Cayó sin luchar, incluso cuando la posición subió el dobladillo de su vestido peligrosamente sobre sus suaves y bronceados muslos. Mantuve ambas manos atrapadas en una de las mías mientras me inclinaba sobre ella. Tracé el surco entre sus pálidas cejas con mi mano libre y aseguré: S 91 —No te atrevas a disculparte por su mal comportamiento. No ahora. Ni nunca. No había sido más que adorable y comprensiva desde la noche en que nos conocimos. Era lo único que me impedía pensar que todas las personas ricas habían perdido la cabeza. Sus ojos azules prácticamente brillaron mientras me miraba. El centro de mi pecho palpitó dolorosamente cuando sus dientes repentinamente le mordieron el labio grueso y grueso. —No me disculparé por ellos. O por el hecho de que prefiera pasar tiempo contigo que fingir que todos somos una familia feliz. No estoy segura de que habría sobrevivido esta semana sin ti, Iker. No sé cómo agradecerte el estar aquí conmigo. Estaré eternamente agradecida de haberme sentado a tu lado en el bar esa noche. —Una suave sonrisa tiró de sus labios, obligándome a contener un gemido. Estaba estirada debajo de mí como un buffet muy tentador, y no había forma de que pudiera ignorar la forma en que todas sus partes suaves y ceñidas se alineaban perfectamente con partes de mi cuerpo que se volvían cada vez más duras. —Tu gratitud no está en la parte superior de la lista de cosas que quiero de ti en este momento, Langley. —Sorprendentemente, tampoco su dinero. Era imposible pensar en otra cosa que no fuera su piel aterciopelada y sus pequeñas curvas cuando nos apretamos tanto que ni siquiera hubo espacio para una respiración profunda entre nosotros. Sus suaves labios rosados se torcieron de nuevo, y esta vez no me molesté en controlar el gruñido que retumbó en mi pecho. Bajé la cabeza para que nuestras frentes se tocaran y traté de convencerme de que lo mejor para los dos sería levantarme y alejarme de ella ahora mismo. Desafortunadamente, ni mi polla ni mi corazón estaban exactamente de acuerdo con ese plan. De hecho, fue la primera vez que pude identificar que ambas partes de mi anatomía estaban de acuerdo en respuesta a un chica. —¿Qué quieres? —Su tono era entrecortado y sus ojos hacía todo tipo de promesas peligrosas. Quería hacerle cumplir tanto que podía saborearlo. Quería tiempo Más que esto. Todo esto. Pero era lo único que nadie podía darme, y lo único que no podía tomar por mí mismo. —Demasiadas cosas para nombrar, pero no creo que lo que quiero y lo que necesites sean lo mismo. —Estaba tan en conflito como excitado. 92 ¿Sería justo llevar las cosas al siguiente nivel cuando el hecho de que me pagaba aún yacía entre nosotros... y cuando realmente no tenía idea de lo que significaba estar conmigo? —¿Qué crees que necesito? —Todo mi cuerpo se puso rígido en respuesta cuando sus manos de repente se levantaron y me quitaron la costosa chaqueta de traje que me compró de los hombros. Tuve que soltarle las manos para dejar ir la tela, y contuve el aliento cuando sentí sus dedos en los botones de mi camisa. Cerré los ojos brevemente e inhalé bruscamente cuando sacó las colas de la camisa de la cintura de mis pantalones. —Necesitas a alguien que pueda protegerte de la mitad de tu familia. Alguien a tu lado que sepa cómo jugar a estos complicados juegos de genterica. Alguien que conozca las reglas. Lo has estado haciendo sola. Necesitas a alguien que esté de tu lado indefinidamente Quedarme no era parte de mi plan. Sin embargo, era la primera mujer que lograba hacerme preguntar cómo sería tener a alguien especial esperándome. Siempre asumí que sentiría dejar a alguien atrás como una carga y sería una distracción. Langley me hacía preguntarme si mi pensamiento había sido egoísta y anticuado todo este tiempo. Tal vez tener a alguien con quien volver a casa sería reconfortante en lugar de sofocante... si esa persona era la persona correcta. Mi familia me extrañaba porque confiaban en mí. Estaban acostumbrados a que yo cuidara de todos y de todo. También me extrañaban por otras razones, pero todos sabíamos que era yo el pegamento que nos mantenía unidos. Tener a alguien como Langley esperando mi regreso significaba que volvería con alguien con ganas de cuidarme a mí por una vez. Siempre tenía que ser fuerte, el que nunca dejaba que el mundo viera que estaba luchando. Me sentía diferente con Langley. Me pregunté si sería capaz de volver a recomponerme si volviera a casa destrozado en un millón de pedazos. —Te equivocas. No necesito que alguien me proteja. Necesitaba que alguien me diera la fuerza para finalmente protegerme yo porque, sin importar qué, soy yo quien tiene que pelear esta batalla, día tras día. No debería confiar en nadie más para eso. Sus cálidas palmas se deslizaron seductoramente por mis costillas debajo de la tela de mi camisa, deteniéndose brevemente para trazar las rosas negras entintadas en lo alto de mi costado a pesar de que no podía verlas. Las espinas tatuadas en los tallos parecían estar clavándoseme en la piel, y gotas rojas de sangre decoraban toda mi caja torácica. —Ahora pregúntame qué quiero, Iker. —El desafío en su voz hizo que mi polla se volviera aún más dura. 93 Silenciosamente admitiendo la derrota, saqué de los gemelos que costaron más de lo que ganaba en un mes de con la camisa y los arrojé descuidadamente en algún lugar detrás de mí. —¿Qué quieres? —Era una pregunta inútil. Podía ver la respuesta en sus ojos y sentir la respuesta en sus delicadas manos, que tenían tanto poder sobre mí en este momento. Me deseaba. Deseaba este momento. Deseaba el escape y la conexión. En lugar de responder, una de sus manos alcanzó la hebilla del cinturón de Gucci que me había comprado y la otra me tocó la cara. La dejé bajarme para que me apoyara sobre su cuerpo vestido de seda y encaje. Sus dedos estaban fríos en mi mandíbula, pero su boca estaba caliente cuando nuestros labios se tocaron. Me gustaba la forma en que me besaba. Me gustaba que no hubiera nada puro ni pulido al respecto. Era un poco desesperado y apurado. Me hacía sentir que ella estaba tan impaciente por acercarnos como yo. Me hizo sentir que se sentía igual de atrapada e indefensa ante la lucha contra esta conexión inexplicable que compartíamos. Cuando nos besábamos, cuando nos tocábamos, todas las diferencias y contrastes en nuestros estilos de vida se desvanecían. Cuando teníamos las manos en el cuerpos del otro, lo único que importaba era cómo nos hacíamos sentir. Me apoyé sobre ella con un brazo doblado sobre su cabeza. Dejé que una de mis rodillas se deslizara entre sus piernas separadas, levantando aún más el dobladillo de su vestido azul. Sus dedos fueron rápidos con mi cinturón y la cremallera de mis pantalones. El sonido de su descenso apenas era audible con nuestras rápidas respiraciones y el sonido de mi corazón retumbándome en los oídos. Mi lengua rodeó la de ella mientras mi mano libre frotaba el exterior de su muslo tonificado. Sentí sus músculos temblar bajo el ligero toque y tuve que luchar contra un gruñido posesivo. Hacerla reaccionar a cada una de mis caricias, a todos mis movimientos y sonidos, era muy adictivo. Quería poseer todos sus tranquilos gemidos y suaves escalofríos. Quería reclamar la forma en que se estremecía contra mí, y la forma en que separaba la boca de la mía para poder jadear mi nombre cuando mis dedos encontraron el borde de encaje de sus diminutas bragas. Quería que jurara que no miraría a nadie más con esos aturdidos ojos tono azul claro, y quería que prometiera que ningún otro hombre la haría volverse de ese atractivo tono rosado. Pero sabía que todo eso era un sueño imposible. Lo que necesitaba era aprovechar al máximo el tiempo que teníamos juntos para, independientemente de lo que sucediera en el futuro, saber que ella no podría olvidarme. Puede que no fuera el tipo adecuado para ella, pero definitivamente no me importaba ser el tipo con el que comparara a 94 cualquier otro hombre en el futuro. Me parecía bien ser el chico adecuado para ella por esta noche. Sus labios me rozaron la mandíbula mientras sus manos rápidas e inteligentes se ponían a trabajar para quitarme el resto de mi camisa. Deslicé mis dedos por debajo del borde elástico de su ropa interior y dejé escapar una inhalación sorprendida contra su boca húmeda e hinchada cuando mi toque se encontró con la piel húmeda y caliente. Era suave y resbaladiza. Más atractiva que el infierno, y tan malditamente sexy. Sus reacciones eran descuidadas y sin práctica. Crudas y muy reales. Había tanto sobre nosotros juntos que era falso que hacía algo en mi interior saber que al menos cuando estábamos juntos así, íntimos y vulnerables, podíamos ser completamente honestos el uno con el otro. Ese conocimiento me estimulaba más de lo que cualquier cantidad de dinero podría. Profundicé el beso. Robándole el aliento mientras trataba de atrapar el mío cuando sentí su cuerpo arquearse, alejándose de la cama, presionando su pecho contra el mío y enviando mis dedos exploradores cada vez más cerca del suave y dulce centro de su cuerpo. Quería tomarme mi tiempo. Saborear los preciosos segundos restantes que teníamos el uno con el otro. Sin embargo, lo estaba haciendo muy difícil. Cada vez que se movía, la forma en que me tocaba y me abrazaba acercaba mi autocontrol cada vez más al punto de no retorno. Levanté la cabeza para que ambos pudiéramos respirar, y la miré con los ojos entrecerrados mientras sus manos tocaban la dura carne visible detrás del fino algodón de mis calzoncillos negros. Una de sus piernas se movió y sentí el tacón de sus tacones de aguja clavarse en la parte posterior de mi muslo. El agudo aguijón de dolor fue casi suficiente para recuperar mis sentidos pero, justo cuando la niebla estaba a punto de despejarse, sus dedos largos y elegantes rozaron la parte delantera de mi ropa interior, haciendo que la erección tensa detrás de la tela se moviera en respuesta. —Deja de pensar tanto. —Esa sonrisa que tenía, la reservada solo para mí, que rivalizaba con el sol, reclamó su boca enrojecida por el beso— . Simplemente siéntelo. Todo. Sus nudillos continuaron frotando la dura longitud de mi polla, y decidí que no podía hacer nada más que seguir su consejo porque era impotente contra su encanto. Sentí la forma en que sus duros pezones se presionaron contra mi pecho desnudo. Sentí la forma en que sus pliegues húmedos y aterciopelados revolotearon según mis dedos bailaban cada vez más cerca de su centro acalorado. 95 Sentí la forma en que su columna se puso rígida cuando la besé y lamí hasta su oído. Sentí la forma en que su corazón latió con fuerza y la forma en que se movió inquieta debajo de mí cuando mis dedos finalmente encontraron el calor de su cuerpo. Ambos gemimos por el contacto, y casi me mordí la punta de la lengua cuando sentí sus dedos entrar en la tela elástica de mis Calvins. Tenía la palma increíblemente suave cuando apretó mi dolorosamente dura polla. Mis ojos se cerraron de golpe momentáneamente y, por primera vez en mucho tiempo, tuve que contar hacia atrás mentalmente para mantenerme bajo control. Había estado tan concentrado en ella;, cadareacción, cada gemido y estremecimiento, que había perdido la noción de mis propias respuestas. Reaccionaba a ella tan rápido y tan violentamente como ella conmigo. Murmuré su nombre con un aliento estrangulado cuando sus dedos bailaron sobre la punta de mi polla, que ya estaba goteando. —Quítalo. —Solo era capaz de pronunciar palabras cortas en este momento, y no tenía una mano libre disponible para bajar la parte superior de su vestido, así que le ordené que quitara la barrera. La pequeña sacudida y meneo de Langley para quitar la tela azul del camino hizo que su mano se moviera en un ritmo errático por mi polla rígida, pero fue la vista de sus senos pequeños, altos y con la punta rosada lo que me hizo gruñir de nuevo. Era perfecta. No podía esperar a probarla... por todas partes. Cuando incliné la cabeza para arrastrar la lengua por un pezón, el movimiento empujó mis dedos más profundamente dentro de su acogedor cuerpo. Su coño se apretó y tensó alrededor de mis dedos y ella gimió impotente mientras la acariciaba y chupaba su pezón al mismo tiempo. Sus ojos se cerraron y susurró mi nombre con un suspiro roto; su mano encontró su propio ritmo de distracción mientras los dos hacíamos todo lo posible para llevar al otro al límite. Desde que salí de la secundaria no había sentido que una mano sobre mi polla fuera suficiente para complacerme. Pero, por alguna razón, el mero toque de Langley era más que suficiente para hacerme flotar por el precipicio, sin filtro. Solo placer. Solté el pezón que estaba torturando y arrastré la punta de la lengua sobre su pecho hacia el otro. El sonido que hizo cuando acerqué su otro pezón a mi boca y usé los dientes en el sensible pico envió un calor incontrolable que se enrolló fuertemente en la base de mi columna vertebral. La sensación hizo que el resto de mi cuerpo se tensara e hizo que mi polla palpitara en el apretado agarre de Langley. Cuando su pulgar rozó la punta nuevamente, jadeé contra su pecho y cerré los ojos. Por un segundo pensé que me iba a hacer ver estrellas, algo que nunca me había pasado . 96 Giré la muñeca y moví mis dedos más rápidamente, sintiendo una oleada de humedad de sus pliegues cuando lo hice. Necesitaba que estuviera tan extasiada como yo. Necesitaba que tuviera el mismo recuerdo inolvidable de este momento que sin duda iba a tener yo. Moviendo la boca a un lado de su cuello, besé el rápido pulso y moví mi mano atrapada entre sus muslos para poder rozar con nudillos el pequeño y tenso bulto de su clítoris. Su cuerpo se sacudió por el contacto, y su mano se apretó donde me estaba acariciando en un agarre casi doloroso. Sus ojos se abrieron y su mandíbula cayó ligeramente. —Haz eso de nuevo. —Se mordió los labios y de repente pareció tímida—. Por favor. Vagamente, recordé nuestra conversación anterior sobre citas. Mencionó que no había visto a nadie aparte del idiota de Richard. No era difícil imaginar al hombre egoísta y molesto como un amante terrible. Probablemente fuera demasiado inexperta e inexperta para saber cómo era cuando el hombre con el que estaba ponía sus deseos y necesidades frente a los de él. —Lo que quieras, te lo daré. —En algún lugar en el fondo de mi mente, quería que esa declaración conllevara todo lo demás también... pero no podía. Y lo sabía. Al menos no en este momento. Usé mi pulgar para frotar círculos suaves alrededor de sus puntos más sensibles, aumentando la presión y la velocidad hasta que jadeó y se retorció debajo de mí. Gruñí de sorpresa cuando sus dientes de repente se cerraron sobre mi hombro mientras su espalda se alejaba de la cama. Sus dedos se movieron brevemente a lo largo de la vena pesada en el lado inferior de mi polla, y ese pulso de placer bajo en mis entrañas comenzó a arder hacia el exterior. Sentía todos mis nervios electrificados, y mi corazón comenzó a latir tan fuerte y rápido que me pregunté si podía escucharlo. El sonido de la sangre corriendo tenía tanta fuerza que casi no escuché su pequeño grito de finalización. Pero es seguro que lo sentí. Su delicado cuerpo se sacudió con tanta fuerza que casi me hizo sacar los dedos que seguían jugueteando. Una oleada de humedad repentinamente rodeó mi toque e hizo que el deslizamiento de mis dedos a través de sus delicados pliegues fuera aún más fácil. Sentir su liberación, saber que fui yo quien extrajo todo el placer de su cuerpo, fue suficiente para que mi propia liberación se saliera de control. Un segundo después, sus dedos estaban cubiertos de humedad. Pasó un tiempo antes de que alguno de los dos se moviera. A fin de cuentas, este fue sin duda el mejor y más erótico juego previo del que había sido parte. Quería quitarle el resto del vestido, tirar las piezas restantes de mi traje al suelo y follarla hasta que saliera el sol. Pero ese pensamiento era 97 peligroso, y ya había cruzado más de una línea invisible que había trazado para mí mismo cuando acepté este plan. Plantando un beso duro y casi doloroso en su boca suave, me liberé de su ahora relajado cuerpo y me dejé caer boca abajo sobre el colchón junto a ella. Necesitaba quitarme la ropa interior húmeda y recuperar el control de mi corazón acelerado y mi sensibilidad vacilante. —Me gustas mucho más de lo que esperaba, Langley Vaughn. —Y eso era un problema. Ella giró la cabeza y tuve que cerrar los ojos para bloquear el brillo seductor en los de ella. Cómo alguien podía ser tan tentador e inocente al mismo tiempo era un misterio. —Tú también me gustas mucho, Iker Álvarez. —Parecía mucho menos sorprendida por la revelación que yo, y me pregunté si todavía le gustaría cuando la verdad sobre por qué nunca podríamos tener nada más que esta semana fuera revelada. Una parte de mí quería creer que lo entendería. Pero una parte más grande me recordó que éramos de mundos separados y, tan amable y reflexiva como era, realmente no entendía qué significaba renunciar a todo por otra persona. 98 9 Langley uáles eran las posibilidades de enamorarse de alguien en seis días? Es sólo un encaprichamiento, me recordé a mí misma. Un flechazo. Nuestras emociones se acrecentaron por el estrés de la semana, habíamos estado juntos todos los días, y nuestra química era fuera de lo común. Si sumamos todo eso, y era claro que habría un enamoramiento. Cierto. Estaba encaprichada con él. Encaprichada por la fuerza de su corazón, de carácter, de cómo me defendió cuando incluso yo honestamente creía que no podía. Encaprichada con la forma en que me miraba, como si fuera un rompecabezas que resolver. Como si fuera algo especial y mereciera ser tratada como tal. Encaprichada con el timbre bajo de su voz y casi todo lo que decía. Encaprichada con su hoyuelo. Dios, me encantaba ese hoyuelo, su sonrisa, su risa. Me encantaba todo lo relacionado con su cuerpo, en realidad. Todo marcado y duro, con metros de piel bronceada que se extendía sobre músculo apilado. Me encantó la forma en que me tocó anoche, cómo me provocó reacciones que no sabía que tenía. Iker me despojó de mis inhibiciones de todas las formas posibles, y lo amaba... su efecto en mí. Deja de usar esa palabra. Un orgasmo no crea la palabra con “A”. Suspiré, pensando en cómo había besado mi columna vertebral desnuda mientras abrochaba este vestido. El ascensor tocó el suelo, sacudiéndome por la neblina inducida por Iker, y pisé la suave alfombra. Mis dedos apenas golpearon la puerta una vez antes de que se abriera. —¡Está aquí! —gritó Nessa, y luego me jaló hacia el interior. ¿C 99 La suite Penrose tenía tres habitaciones de lujo así que, naturalmente, Camille había elegido esta. —¡Se suponía que estarías aquí hace cuatro horas! —gritó Virginia, saliendo de uno de los dormitorios con el dedo y el temperamento levantados. —Tres y media —respondí encogiéndome de hombros—. Y ahora estoy aquí. No es queme perdiera la boda, sólo los insultos velados que me habrías lanzado toda la tarde. Así que realmente nos ahorré a las dos el esfuerzo. La boca de Virginia se abrió, lo que entendí. Diablos, me sorprendió un poco a mí también el decirlo. —Sólo tenemos media hora hasta tener que ir a la capilla —dijo ella. —Oh, es mucho tiempo para que me hagas a medida, no te preocupes. —Me volví hacia donde Phoebe y Nessa se encontraban con sus vestidos rosas, mirándonos como en un partido de tenis—. ¡Chicas, están preciosas! —Como algodón de azúcar en una feria del condado, pensé. —No tienes cabello arreglado... —empezó Virginia. —Oh, está arreglado, pero no está levantado. —Lo había lavado, secado y rizado un poco. —Puedo darle un giro simple —comentó el peluquero, asomando la cabeza de la habitación. —Claro, si eso es lo que le gustaría a Camille, entonces estoy feliz de hacerlo. —Ves, podría ser totalmente complaciente. —Pidió que todas las damas de honor llevaran el cabello recogido — siseó Virginia, siguiéndome al dormitorio con el estilista. —Oh, lo siento —le dije mientras me sentaba en el bonito taburete acolchado junto al tocador—. ¿Cuándo fue el anuncio? —Lo decidió esta tarde. —El reflejo de Virginia flotaba detrás de mí en el espejo. —Ah —dije, revisando mi teléfono—. Supongo que me perdí ese mensaje. El estilista escondió una risa cuando empezó a peinarme. —Lo habrías sabido si hubieras estado aquí. —Pensé que si era tan importante que fuera testigo de la adoración de Camille, habrías enviado a alguien a buscarme para arrodillarme ante el altar de su ego. Pero, como no hubo golpes, ni mensajes de texto, ni ninguna disculpa de nadie por lo que pasó anoche, me preparé en mi propia habitación y tuve un día encantador. —Sonreí ampliamente, lo que le puso manchas rojas en el cuello. 100 Justo cuando abría la boca para contestar, un estridente grito sonó desde la otra habitación. —¡Mamá! ¡Mi tiara está mal! Virginia sacudió la cabeza y luego huyó de esta habitación en favor de la que sin duda contenía a Camille. —¡Ya voy, Cammy! —Hola. Soy Langley —le dije al estilista mientras sus ágiles dedos trabajaban para poner mi cabello en un giro francés clásico. —Hola, Langley, soy Daniel, y he oído todo tipo de cosas interesantes sobre ti hoy. —Me dio un guiño. —Recuérdame que te dé una gran propina. Estoy segura de que la necesitarás para ir al bar después de estar aquí toda la tarde con estas víboras. Se rio pero no estuvo en desacuerdo y, veinte minutos después, me hallaba estilizada y lista para salir con la fiesta nupcial. —Así que sí que estás viva —me dijo Camille mientras Virginia le ponía lo que parecían ser unas catorce capas de tul. —Y tú estás hermosa —le dije honestamente. ¿El vestido era un poco exagerado? Tal vez, pero Camille también. El vestido era tan exagerado como todo lo demás sobre esta boda. Sus ojos se entrecerraron, pero no había nada de malicia en mi comentario para contraatacar. Era su día, aunque fuera una bruja. Bajamos por el vestíbulo con peonías rosas en la mano, como Camille quería. Sonreí cuando el fotógrafo me lo ordenó y me metí en la limusina con las otras chicas. Meter a Camille y su vestido le tomó un poco de tiempo, y definitivamente no fue una de las cosas que querría que fotografiara. El viaje a la capilla era de cuatro minutos en la mayoría de los casos, alrededor del pequeño lago, pero la caminata habría sido matadora con ese vestido y los tacones. —Bien, tal como lo planeamos, gente —nos dijo la coordinadora después de hablar con sus auriculares. Nos sentamos durante la producción del despliegue de Camille desde el auto, y luego nos enderezamos los vestidos hasta la rodilla después de salir. El aire de junio era pesado, fragante, con flores que habían sido envueltas a lo largo de las barandillas de los escalones que conducían a la capilla. Era perfecto, de verdad. —¿Qué? —oí a la coordinadora susurrar en sus auriculares—. ¿Estás segura? 101 Cada cabeza giró hacia ella. Fingió una sonrisa a Camille y levantó el dedo. —Bueno, deberías hacerlo ahora mismo —dijo ella en el auricular. —¿Qué pasa? —preguntó Camille, voz aguda y alta. —Bueno, hemos llegado antes que el novio, así que... —¿Qué? —gritó Camille—. ¿No está aquí? —Estoy segura de que está en camino, así que necesitamos que entres, para que no te vea antes de la boda. —La sonrisa de la coordinadora tembló. —Está bien, cariño. Vamos a llevarte adentro. Pamela, ¡encuéntralo! —le ordenó Virginia a la coordinadora con una mirada mordaz. Pamela podría necesitar una gran propina también, aunque ya le estaban pagando una pequeña fortuna. Entramos rápidamente, cerrando rápidamente la puerta de la habitación de la novia para que Richard no viera a Camille cuando entrara en la capilla. Es decir, si entraba en la capilla. Mirando la ira candente en sus ojos, no estaba muy segura de que quisiera verla antes, de todos modos. Virginia consoló a Camille en la esquina mientras Nessa y yo nos quedábamos junto a la puerta. —¿Crees que la dejó plantada? —me susurró. —Me gustaría decir que no, pero honestamente no tengo ni idea de lo que podría hacer Richard —respondí. Me habría gustado tener mi teléfono para poder mandarle un mensaje de texto a Iker, pero Camille los había prohibido en el grupo nupcial, en caso de que una de nosotras publicara una foto en Instagram antes de que ella pudiera publicar las editadas profesionalmente. —Está bien, está a veinte minutos —dijo Pamela con alivio en su rostro. Obviamente, también se preguntaba si Camille iba a ser abandonada. —El hotel está como... a tres minutos. ¿Cómo demonios puede estar tan lejos? —espetó Camille. —Creo que hubo un error de juicio sobre el tiempo que los hombres necesitaban para empezar a prepararse —respondió Pamela. —Alias, Richard tiene resaca —contestó Nessa en un susurro. —O ya está borracho otra vez —concordó Phoebe. 102 Virginia salió de la habitación para ir a buscar a mi padre, y yo lentamente crucé el piso hasta donde se paseaba Camille, empuñando el tul esponjoso de su vestido. —Para —le dije—. Estás arrugando la tela. —Sorprendentemente, hizo lo que le ordené. Le temblaba el pecho mientras tomaba una respiración, y alisé la falda donde ella la había arrugado. —Bien, así está mejor —dije en voz baja, asegurándome de que su diadema y su velo siguieran rectos. —Debes estar encantada con esto. —Había cierta tristeza en su tono que nunca antes había escuchado, y percibí más que un toque de miedo. —Por supuesto que no —le dije—. Nunca he querido que fueras infeliz, Camille. Nunca. Parpadeó para alejar las lágrimas. —No puedo creer que haya hecho esto. —Yo tampoco. Pero Richard es... —Agité la cabeza, buscando las palabras correctas. —¿Egoísta? ¿Engreído? —sugirió ella. Me reí. —Sí, todo eso. —Y un poco más. —Sin embargo, lo amo, a pesar de... todo. Somos perfectamente compatibles. Nos entendemos el uno al otro. —Miró hacia el reloj—. Se suponía que la boda iba a empezar hace quince minutos. —No puede empezar sin ti. Y me alegro de que lo ames. Sería una pena pasar el resto de tu vida con la persona equivocada solo para tener razón. —La puerta se abrió y Virginia entró corriendo, con mi padre detrás— . Sé feliz, Camille. Porque yo voy a serlo. Con esas palabras, me retiré, dejando que Virginia se preocupara por Camille. —¡Está aquí! —El alivio prácticamente explotó en la voz de Pamela. Hubo una ráfaga de actividad, y luego todos nos dirigimos a la puerta mientras Pamela susurraba órdenes. —Estás hermosa, Langley —me dijo papá, besándome la mejilla mientras la música comenzaba. —Estás genial con esmoquin, papá. Se rio, pero se pasó las manos por las solapas. 103 —Estaba hablando con Iker. Sabes que podría haber usado su uniforme militar de gala en vez de un esmoquin.—Sólo quería que estuviera cómodo. —Confía en mí, los soldados se sienten más cómodos con uniforme, incluso con ropa sucia, que nosotros con estos trajes de monos. Eso me hizo sonreír. —Nosotros, ¿eh? Se encogió de hombros, como un niño —Me recuerda a mí cuando tenía esa edad. ¿Qué? —dijo mientras lo miraba fijamente—. De verdad, lo hace. El ejército es un gran compensador. Todos los alistados empiezan en el mismo nivel y se abren camino por sus propios méritos. Fue la única vez en mi vida que no importó que viniera de tener dinero. —¿O que Iker no? —Exactamente. Está ganando rango con rapidez, especialmente para su edad. Eso dice mucho más de su carácter de lo que cualquier fondo fiduciario podría. Sabes, me preocupaba que el tipo saliera corriendo hacia las colinas después de lo de anoche pero debe estar loco por ti, porque sigue aquí. Me tragué el pequeño nudo de engaño que me enredaba las cuerdas vocales. Estaba aquí porque le pagué para que estuviera. ¿Pero era esa realmente la única razón? No podía ser la única que sintiera que esto era más que una transacción, no con la forma en que me puso las manos encima anoche. No había sido sólo sexual. Al menos sabía que no sólo había sido sexual para mí. —Es un buen tipo —me las arreglé para dejar escapar. Papá miró a Camille, con Virginia, con la cabeza inclinada en una conversación que no podíamos oír. Le pidió a papá y a Virginia que la llevaran al altar. —Realmente está hermosa, ¿no? —pregunté, asintiendo hacia Camille. Los ojos de mi padre se suavizaron, y las líneas de expresión se profundizaron mientras sonreía. —Sí. La amo, aunque estoy empezando a ver que tal vez he estado un poco ciego al hecho de que ella no te ha amado a ti. Va a tener que haber algunos cambios. Parpadeé con mis propias lágrimas mientras la música se elevaba. Casi era mi turno. 104 —Está bien —le aseguré—. Soy feliz mientras tú seas feliz. —Hice un gesto hacia la puerta—. Creo que voy yo. Pamela asintió, haciéndome señas con la mano. —Me alegro de que estés aquí por ella —le dije a papá—. Me alegro de que te tenga. —Por supuesto —contestó con un asentimiento serio—. Después de todo, tenía que practicar para poder estar perfecto cuando el tipo que realmente es digno de ti esté al final de ese pasillo. Este es sólo mi ensayo para la cosa real, un día. Le apreté la mano, con las palabras fallándome mientras las lágrimas amenazaban con formarse, y luego caminé por ese pasillo perfecto adornado con peonías, con mis ojos encontrando a Iker y quedándose allí. Se giró en su banco para mirarme con los labios levantados, pero sin hoyuelo. Casi tropiezo al acercarme a él. Iba muy guapo y, hasta en una habitación llena de hombres elegantes con esmoquin de diseño, destacaba porque, a diferencia de otros hombres, Iker lucía el esmoquin y no al revés. Rompimos el contacto visual cuando pasé y tomé mi lugar en los escalones. Camille hizo su entrada, y la primera vez que miré a Richard fue cuando tomé el ramo de Camille para que ella pudiera tomar la mano de él. La expresión de Richard era la combinación perfecta de apesadumbrado y estupefacto, rematada con un toque de resaca. Claramente se arrepentía de su arrebato de borrachera de anoche, y se hallaba un poco abrumado por los acontecimientos de hoy. Realmente era un hombre-niño, y me alegró no haber sido yo quien tuviera que esperar a que creciera. Mis ojos se desviaron hacia Iker durante toda la ceremonia. Él siempre tenía los suyos sobre mí. Nos separaban al menos veinte pasos, pero su mirada hizo que me doliera la piel por su tacto con la misma intensidad que cuando nos separaban solo unas pocas capas de tela. Esta noche era nuestra última noche, de acuerdo a nuestro trato, pero quería, necesitaba más. Lo necesitaba en mi vida, con su nobleza y su valentía. Necesitaba su sonrisa, su beso, cómo me hacía sentir que podía volar si extendía las alas y me lanzaba. Pero, ¿qué le daba yo? No le importaba mi dinero, mi estatus o mis modales, que habían sido promocionados como mis tres mejores características en los últimos cinco años. Tenía una familia loca que venía con un conjunto rígido de reglas, e Iker no tenía nada más que desprecio por mi mundo. ¿Por qué demonios querría quedarse? 105 Pero entonces sonrió, con ese hoyuelo apareciendo en su mejilla, y no me importó nada de eso. Ni las expectativas, ni las reglas. Ni las diferencias en nuestros mundos o las muchas maneras en que era demasiado bueno para un dolor en el culo como yo. Me importaban dos cosas: lo quería, y él me quería a mí. Todo lo demás podría solucionarse por sí solo. —Yo los declaro marido y mujer —dijo el predicador, y luego aplaudimos. Richard y Camille se besaron, y luego los seguimos por el pasillo, el séquito que no había cambiado desde la secundaria. Bueno, ellos no habían cambiado. Empezaba a pensar que tal vez yo sí. Los recién casados desaparecieron en la habitación nupcial, y botellas de champán fueron empujadas hacia nuestras manos mientras nos hacían salir para esperar en los escalones. Completo con un carruaje cargado de peonías. Mientras Iker caminaba hacia mí, mi visión de la boda perfecta cambió. No necesitaba el Broadmoor ni el carruaje. Tal vez sólo una playa, unos pocos amigos y familia. Tal vez Las Vegas con un Elvis que cantara. Tal vez un pequeño pueblo en las montañas. Definitivamente no este tipo de espectáculo. Camille podía hacer que sus fuegos artificiales se exhibieran mientras yo tuviera fuegos artificiales en mi matrimonio, es decir, cuando decidiera casarme. Las manos de Iker me envolvieron la cintura y me empujó contra su pecho con un suave beso. —¿Por qué sonreías? —le pregunté, pasando el pulgar por encima de su hoyuelo. —Me preguntaba por qué sonreías tú todo el tiempo —respondió. —¿Yo? —Sí, más o menos de oreja a oreja. —Me besó de nuevo, y me dejé fundir en él durante esos segundos que nuestras bocas permanecieron en la del otro. Escuché el disparo de una cámara y vi al fotógrafo alejarse mientras Iker y yo nos separábamos, pero mantuvimos los dedos entrelazados durante los pocos momentos que teníamos antes de que fuera el momento de hacer volar el champán por Camille y Richard. 106 Se subieron al carruaje y se fueron, con dos caballos blancos que hacían juego y los arrastraban hacia el hotel. —Lo hiciste muy bien allá arriba —me dijo Iker—. Sabía que no te desmoronarías, pero tenía miedo de lo profundo que todo esto podría cortarte. —No estaba prestando atención —admití. Sorprendentemente, era la verdad. Mis pensamientos no se habían encontrado en la pérdida de la vida que podría haber tenido, sino en el potencial de la vida que realmente podría tener si fuera lo suficientemente valiente como para decir las palabras y preguntarle si él sentía lo mismo. —Me di cuenta. Nos quedamos allí un segundo, mirándonos el uno al otro, ajenos al movimiento de la multitud que nos rodeaba. —¡Langley! —me llamó Nessa desde la limusina. —Tengo que ir a la toma de fotos. —Te veré en la recepción —prometió él mientras me acompañaba al vehículo que me esperaba. Mientras el resto de la fiesta nupcial se amontonaba, me puse de puntillas y coloqué un beso en la mejilla de Iker, y luego dejé que mis labios se quedaran en su oreja. —¿Quieres saber en qué estaré pensando hasta entonces? —Sí. —Sus manos me sostenían las caderas, con sus dedos lo suficientemente calientes como para sentirlo a través de la seda de mi vestido. —En cómo me pondrás las manos encima más tarde. —Dejé que mis dientes le rozaran el lóbulo de la oreja, y fui recompensada con un apretón de sus manos. Luego fueron sus labios en el lóbulo de mi oreja, enviando escalofríos por mi espina dorsal. —Yo estaré pensando en cómo quitarte las manos de encima en la recepción. —Presionó un beso caliente en el lugarjusto debajo de mi oreja, y me encontraba lista para saltarme la recepción. El pastel estaba sobrevalorado. —¡Langley! —gritó Nessa desde la puerta de la limusina. —Deberías pensar menos —me burlé de él, alejándome de sus brazos. —Fotos. Vete. Ahora. Antes de que pase esas manos en las que estás pensando por tus tonificados muslos. —Su tono juguetón iba en desacuerdo con la intensidad de sus ojos. 107 —Promesas, promesas —le dije, agachándome para meterme en la limusina al lado de Nessa, dándole un vistazo de los muslos que acababa de mencionar. Agitó la cabeza con una sonrisa y cerró la puerta. Sonreí en todas las fotos, especialmente en aquellas en las que pude acurrucarme junto a Iker y hacer enojar a Camille al mismo tiempo. Ella se quejó más de una vez de sus visibles tatuajes, pero ambos fingimos no escuchar nada. Estaba demasiado ocupada pensando en todas las formas en que me iba a asegurar de que esta no fuera mi última noche con Iker. Quería tantas noches como él pudiera darme. 108 10 Iker a pasado mucho tiempo desde que vi a Langley sonreír así. Le di una mirada de sorpresa al padre de Langley cuando se sentó en el asiento vacío junto al mío. Tenía un vaso de cristal en la mano con algo que supongo que era whisky o burbon, pero tenía los ojos puestos en su hija, que estaba haciendo el obligatorio baile del pollo. Me negué rotundamente, pero le prometí que me levantaría y sacudiría para la próxima canción. Levantando mi cerveza, le dije: —Es una chica dura. Mucho más fuerte de lo que pensé que sería cuando nos conocimos. También es muy desinteresada. Antepone los deseos y necesidades de los demás a los suyos sin quejarse. Debería divertirse y sonreír así más a menudo. El hombre mayor hizo girar el líquido ámbar en su vaso y lo escuché suspirar. —Ha estado cuidando de mí durante mucho tiempo. Cuando su madre enfermó, perdí mi propósito y mi energía. Langley mantuvo el rumbo de nuestras vidas cuando era niña. Una de las razones por las que me enamoré de Virginia inicialmente fue porque era muy devota a Camille. Todo su mundo gira en torno a su hija, y creí tontamente que la devoción se trasladaría a Langley una vez nos casáramos. No fue hasta esta boda, y todo lo relacionado con ese idiota de Richard, que realmente abrí los ojos ante el hecho de que Langley no es más que algo adicional para mi esposa... o su propia hija. Bufé, lo que atrajo su atención completamente hacia mí. —Tu esposa trata a Langley como basura. Le habla como si fuera una intrusa en su casa. Es totalmente indiferente a cualquier pequeña parte de su madre a la que Langley ha intentado aferrarse, y no hace nada para disuadir la enemistad injustificada entre las chicas. De hecho, creo que la alienta. Mirándolo desde afuera, es casi como si tu nueva esposa temiera —H 109 que no tengas suficiente amor para todos, por lo que quiere asegurarse de que ella y su hija obtengan la mayor parte. Le parece bien que Langley se quede con las sobras. El hombre se puso rígido a mi lado, y su bebida golpeó la mesa con un ruido sordo. No tenía nada que perder, y alguien necesitaba decirle al hombre la verdad sobre las cosas que sucedían en su propia casa. —No solo arrojaste a Langley a los lobos: los llevaste a su casa y esperaste que supiera cómo luchar contra ellos por su cuenta. Corbin Vaughn se aclaró la garganta y se recostó en su silla. —Si las cosas han estado tan mal en casa, ¿por qué nunca me lo dijo? Levanté un hombro y lo dejé caer descuidadamente. —Porque te ama. Porque, por alguna razón, eres feliz con esa arpía con la que te casaste. Porque sabe que, al final, vivirá sola, tomando sus propias decisiones lejos del alcance de su madrastra y su hermanastra. Principalmente, es una buena chica, una que ama a su padre incondicionalmente, por lo que ha hecho lo que tenía que hacer y soportado cada momento para mantener la paz. El hombre mayor volvió a suspirar y tomó su bebida. —Nunca tuve la intención de poner tanto peso sobre sus hombros, especialmente con esta boda. Debería haberme puesto firme cuando Camille exigió que estuviera en el grupo nupcial. Sabía que iba a ser difícil para Langley, pero cedí. Le dije que las cosas iban a tener que cambiar. Necesito ser más responsable si no quiero perder a mi hija, cuando tiene su propia vida en la que concentrarse. Extendí la mano y golpeé con la punta de la botella de mi cerveza su vaso abandonado. —Suena como un plan. Se rio y sentí su mano caer sobre mi hombro con un golpe. —¿Cómo es que has conocido a mi hija tan poco tiempo y has reconocido que estaba sufriendo en silencio y yo he estado ciego todos estos años? Me volví a encoger de hombros. —No tiene que actuar conmigo. No hay nada que perder cuando es honesta conmigo. Si hiciera eso contigo, tendría que admitir lo difíciles que han sido las cosas cuando lo único que quiere es que creas que las cosas están bien. Tiene que decirte la verdad de que tu felicidad es, en última instancia, la razón por la que ella es miserable. —Tenía que saber que ella era demasiado desinteresada para hacer eso jamás. 110 Al menos uno de nosotros era totalmente honesto cuando nos encontrábamos juntos. No le había mentido exactamente a Langley, pero definitivamente había cosas que había omitido, cosas que con toda probabilidad nos habrían impedido acercarnos tanto como lo habíamos hecho tan rápidamente. El padre de Langley soltó su agarre sobre mi hombro cuando la mujer de la que estábamos hablando de repente se volvió y comenzó a dirigirse en nuestra dirección. De alguna manera, lograba que el esponjoso vestido rosa luciera bien. Todavía parecía un caramelo, pero no tenía problema con imaginarme lo dulce que sabría debajo de la ceñida tela. —Estoy feliz de que haya encontrado a alguien con quien compartir cómo se sentía. Me alegro de que hayas estado allí con ella la semana pasada. No me importaría verte más por casa, Iker. Sé que ambos mencionaron que su relación es casual, pero mi hija te mira como si hubieras colgado la luna en el cielo. Esa no es la definición de casual en mi libro. Era la oportunidad perfecta para decirle que no iba a estar en casa, ni en ningún otro lugar, después de esta noche. Era ex militar, lo entendería, pero no pude forzarme a decir las palabras. No podía decirle la verdad cuando no había sido totalmente honesto con Langley. Incluso si él era más comprensivo con mi situación. El momento se perdió cuando la mujer en la que no podía dejar de pensar apareció al lado de su padre. Él se levantó cuando Langley llegó a la mesa, inclinándose para poder darle un ligero beso en la sonrojada mejilla. —Estoy muy contento de que esta boda casi haya terminado — murmuró las palabras en voz baja, pero fueron lo suficientemente fuertes como para provocar una carcajada de Langley y una risa de mí. Él abandonó su bebida ahora vacía y se dirigió hacia su esposa. La madrastra de Langley se hallaba de pie junto a la barra, con una expresión amarga en el rostro. Tuve una punzada de arrepentimiento de no estar cerca cuando a la horrible mujer finalmente le bajaran los humos. Mi teléfono sonó y lo abrí, y se me hundió el estómago al ver que era del grupo del pelotón. No hay nada como un pequeño cambio en el horario para alborotar a todos, incluyéndome a mí. Quería cada segundo que me quedaba con Langley. Escribí rápidamente en reconocimiento del cambio, presioné enviar y guardé el teléfono mientras Langley se sentaba. —¿De qué estaban hablando mi papa y tu tan seriamente? —Su mano aterrizó en la parte superior de mi muslo, lo que inmediatamente hizo que mi polla se contrajera. —Sobre lo guapa que vas y lo buen soldado que eres por pasar esta boda con una sonrisa. —Puse mi mano sobre la de ella y le di un pequeño apretón—. Ya casi termina. 111 Ninguno se perdió el doble significadodetrás de esa declaración. Todo había casi terminado. Sentía la realidad de la situación como una piedra de plomo en las entrañas, y sentí un amargo arrepentimiento en el fondo de mi garganta. —¿Estás seguro de que no se estaban burlando de mí haciendo el baile del pollo? —Sus cejas doradas se levantaron y sus dientes brillaron mientras me sonreía. Me acerqué a ella para poder tocar con mis labios con la suave curva de su mejilla. —El pollo rosado más lindo de todos. Se rio, echando la cabeza atrás, y se veía más despreocupada y relajada de lo que había estado desde que nos conocimos —Vamos. —Tiró de mi mano hasta que me puse de pie—. Prometiste bailar conmigo. La seguí de buena gana. Podía defenderme en una pista de baile, y no iba a dejar pasar la oportunidad de abrazar a Langley mientras se meneaba y sacudía el culo sobre mí. Además, seguramente habría un baile lento o dos en algún lugar. Tenía muchas ganas de balancearme con ella en la oscuridad, abrazarla como si me perteneciera. Casi sentí que, si fingía lo suficiente, podría hacer que mantenerla conmigo fuera una realidad. —Eres un buen bailarín. —Sus manos se deslizaron sobre mis hombros y me acercaron. Arqueé una ceja y le sonreí. —¿Por qué suenas sorprendida? El hecho de que no supiera cómo bailar foxtrot o un vals no significa que no sepa bailar. Se encogió de hombros con gracia y se rio cuando la hice dar un giro. —Supongo que mi imagen del gran y fuerte soldado no incluía buen ritmo y juego de piernas. La sonrisa se convirtió en una mirada perversa. —Si quieres probar cuán bueno es mi ritmo, estoy más que feliz de complacerte, cariño. Un brillo travieso iluminó sus ojos azules y mi cuerpo reaccionó instantáneamente. Esta chica me afectaba de una manera que nadie más lo había hecho. Había caído en mi vida exactamente cuando la necesitaba, pero el momento no podía ser peor. La ironía de eso era increíble. Sacudiendo la cabeza para desalojar los pensamientos oscuros y negativos que intentaban desviar mi atención de la bella princesa en mis brazos, forcé una sonrisa y bajé la cabeza para poder susurrarle al oído: 112 —¿Cuán tan pronto podemos salir de aquí? He estado pensando en tenerte a solas desde que saliste de la cama esta mañana. —Realmente necesitaba sentarla y explicarle las cosas. No podía dejarla a oscuras. Sin duda encontraría una manera de culparse si me iba sin dejar rastro—. Quiero hablar contigo sobre algo. Un pequeño surco apareció entre sus rubias cejas y su pequeña nariz atrevida se arrugó. —¿Se trata del resto del dinero que te debo? Lo tengo arriba en mi bolso. Quería dártelo anoche después del ensayo, pero... me distraje. Se sonrojó, y me reí al pensar exactamente en cómo la había mantenido distraída después de las tonterías borrachas de su ex la noche anterior. —Sé que puedo confiar en ti con el dinero. No estoy preocupado por eso. —No podía creer las palabras que salían de mi boca. Sería mucho más fácil simplemente recordarle que la única razón por la que estaba aquí con ella esta noche era porque me pagaba. Pero no podía menospreciarla, a ella o la forma en que me hacía sentir al esconderme detrás de esa mentira. Yo estaba aquí porque ella estaba aquí. No había nada más que eso—. Quiero hablar contigo sobre otra cosa. La esperanza que iluminó sus ojos fue como una daga en mi corazón. Debería haber sido honesto desde el principio. Debería haberle dicho la verdad tan pronto como me di cuenta de que no era una estirada esnob. Sabía desde el principio que jugábamos a algo, pero nunca anticipé que los corazones estaría involucrados. Eso hacía que la situación fuera mucho más complicada y enrevesada. Exhalando una respiración larga y lenta, acerqué a Langley a mi pecho cuando el ritmo cambió a una balada lenta y romántica. Metió su cabeza debajo de mi barbilla y sus brazos me envolvieron la cintura. Una vez más, me desconcertó lo bien que encajábamos. No era una chica hecha para mí, así que no había razón para que me llenara los brazos y el lugar vacío en mi corazón, como si estuviera hecha a medida para pertenecer allí. Langley suspiró e inclinó la cabeza para que su frente descansara contra el hueco de mi garganta. Había abandonado la pajarita hacía horas para poder sentir su cálida piel contra la mía. Sus brazos se apretaron alrededor de mi cintura como si estuviera tratando de aferrarse a algo que sabía que era fugaz. —Guardemos cualquier conversación seria para mañana. Logramos pasar la boda. Todos ilesos. Camille se va de luna de miel, por lo que la casa estará en silencio hasta que regrese. Richard mostró su verdadero yo. En este momento, quiero concentrarme en bailar con el chico más sexy del salón... y lo que venga después. El mundo real puede esperar. Regresar a tus responsabilidades habituales puede esperar. Solo dame esta noche. — 113 Su tono tenía un toque de tristeza, casi como si supiera que esta noche era realmente todo lo que podía darle. Respirando hondo, dejé un beso en su frente y le pasé la palma de la mano por la espalda hasta que ahuequé su nuca. —Muy bien. Esta noche es tuya. Soy tuyo para hacer lo que quieras. La sentí sonreír contra mi garganta. —Esa es una declaración peligrosa, pero estoy más que dispuesta a complacerte. Me reí y acerqué aún más. Ya casi no bailábamos, nuestros cuerpos más bien se balanceaban al ritmo de la lenta canción mientras nos aferrábamos al otro. —Estoy bastante seguro de que, lo que me pidas, estaré más que dispuesto a dártelo. Te lo mereces todo, Langley. No te conformes con menos. —Necesitaba encontrar a alguien que le recordara que su felicidad era tan importante como la de todos en su vida. Debería encontrar a alguien que hiciera de esa sonrisa asesina suya una expresión permanente en su impecable rostro. Incluso si yo pudiera quedarme, no estaba seguro de que ese tipo fuera yo. Había visto demasiado, había vivido demasiado, para ser el tipo de hombre totalmente dedicado a hacer la vida más fácil para una buena chica como Langley. Claro, estar juntos en este momento era divertido y bastante fácil pero, cuando la realidad de que seguíamos en el mundo real nos golpeara, nada de nosotros intentando tener que una relación seria funcionara sería fácil. Todas esas diferencias que encontrábamos fascinantes e interesantes ahora se convertirían en una carga a largo plazo. De repente echó la cabeza atrás y juré que sería fácil ahogarse en el azul del océano de sus ojos. Ya era débil en lo que a ella se refería, y no era un buen nadador. —En este momento, creo que merezco un trago. Después de eso, quiero quitarme estos tacones y ver cuánto tiempo me lleva quitarte ese esmoquin. Por la mañana, recordaré que nada de esto es real y tendremos que hablar pero, esta noche... vamos a fingir. —Su voz tenía un tono que era engañosamente alegre. Era un buen recordatorio de que era más lista de lo que la gente le daba crédito, y una maestra en leer las emociones de las personas detrás de la fachada que normalmente llevaban. Yo no era la excepción. Siempre lograba ver más de lo que pretendía mostrarle. Acuné su rostro con mis manos y le di un beso lento y tierno en los labios. Tal vez no podría despedirme de ella una vez que lo supiera todo, pero no había forma de que pudiera dejarla sin robarme uno. 114 —Un trago y una noche de fantasía. Cuéntame todos tus sueños y los haré realidad. —Le dediqué un guiño juguetón y la seguí, riendo, al salir de la concurrida pista de baile. Ese reloj con la cuenta atrás en la parte posterior de mi cabeza se hacía cada vez más fuerte. Y el dolor en mi pecho se hacía más y más doloroso cada segundo. Traté de ignorar ambas cosas. Estaba decidido a darle a Langley una noche que nunca olvidaría. Quería ser un recuerdo que finalmente recordara con cariño, en lugar de uno lleno de anhelos y arrepentimientos. Y, si erahonesto conmigo mismo, lo que sería la primera vez esta semana, quería asegurarme de que, por mucho que lo intentara, no podría olvidarme. 115 11 Langley ker me tocó todo el camino de vuelta a nuestra suite. Las lgeras caricias en mi cintura en el ascensor, tomados de la mano mientras caminábamos por el pasillo, y los dedos siguiendo mi columna vertebral mientras nos acercábamos a nuestra puerta me pusieron los nervios de punta en todos los niveles posibles. Sentía la piel consciente, hipersensible, y estaba más que lista para quitarme este vestido. —¿Qué es eso? —preguntó Iker mientras yo dejaba caer mi bolso sobre la mesa en la entrada, con su voz casi ahogada por un fuerte estruendo. Su cabeza se dirigió hacia la ventana, con los ojos entrecerrados y alerta. Luego abrió las puertas de cristal que conducían a nuestro balcón. —Maldita sea. Tiene fuegos artificiales de verdad. Lo seguí, apoyándome junto a él en el balcón mientras contemplábamos las coloridas explosiones que costaban lo suficiente como para que el hermano de Iker pasara un par de años más en la escuela. —Lo siento, debía haberte advertido. Son ridículos, pero hermosos. —Tú eres hermosa. Sorprendida, lo encontré mirándome. Me colocó un mechón de pelo caído detrás de la oreja. ¿Decía eso porque lo sentía? ¿O porque estaba tratando de darme mi noche perfecta? Murmuré mi agradecimiento y volví a la exhibición. —Lo sabes, ¿verdad? —preguntó Iker, volviéndome para que lo mirara. Los fuegos artificiales se reflejaban en sus ojos oscuros. Me ahuecó las mejillas, y luego me pasó las manos por la mandíbula para que sus dedos se unieran en la base de mi cráneo. —Claro —respondí—. Creo que tú eres mucho más guapo, pero lo dejaré pasar. I 116 La sonrisa falsa no lo engañó, y se inclinó para que su frente descansara contra la mía. —Pero no sólo por fuera, aunque también es espectacular. Eres hermosa aquí. —Me puso una mano sobre el corazón, donde la piel se juntaba con el escote de mi vestido. ¿Podría sentir mi corazón latiendo con fuerza? —La lealtad que le tienes a tu padre, la forma en que puedes estar al lado de tu hermanastra mientras se casa con tu ex... —¿No crees que eso me hace débil? ¿Sumisa? —susurré mis propios miedos, con sus labios a sólo un suspiro de distancia. —Creo que se necesita una tonelada de clase para hacer lo que has conseguido esta semana. —No podría haberlo hecho sin ti. —Cerré los centímetros entre nosotros, besándolo lentamente, moviendo mis labios contra los suyos como había querido hacerlo toda la noche. Su lengua lamió el largo de mis labios y me separé de él, suspirando mientras su lengua se frotaba contra la mía. Sabía a esas mentas que obviamente le encantaban y a algo oscuro y picante, algo único de Iker. Mis brazos le rodearon el cuello y me puse de puntillas; con nuestra diferencia de altura aún más notoria sin mis zapatos. Quería acercarme hasta que no hubiera nada entre nosotros; ni nuestra ropa, ni nuestro estilo de vida, ni nuestra educación. Sus manos se dirigieron hacia mi trasero, y su gemido retumbó contra mis pechos, tensándome los pezones mientras me levantaba. Mis piernas le rodearon las cintura y mis tobillos se cruzaron en la parte baja de su espalda mientras profundizaba nuestro beso. Cambió el ángulo, y nuestro beso cambió de lento a urgente, de suave a primitivo. Mis muslos se apretaron mientras ese dulce zumbido de necesidad en mi vientre se prendía. Tal vez me maldeciría por la mañana, porque llevar esta transacción al siguiente nivel significaba casi seguro que me rompería el corazón, pero me ocuparía de eso mañana. Esta noche era para perderme en Iker. Como si el universo escuchara mis pensamientos, los fuegos artificiales llegaron a su clímax y luego cesaron. —Se acabaron —dije contra sus labios, con el aliento entrecortado. —Sólo ahí fuera —contestó, y luego me llevó a la suite como si no pesara casi nada. El hombre estaba lleno de músculos que no podía esperar a recorrer con las lengua. La noche anterior había sido buena, muy buena, pero no lo había explorado lo suficiente. 117 Tenía su lengua en mi boca, con mis dedos agarrándole el cabello, cuando entramos al dormitorio. Luego se alejó y me puso de pie de nuevo cuando traté de hacer volver sus labios a los míos. —Langley —dijo, con un tono neutro y la voz firme. —¿Hmmm? —pregunté, con mis dedos desatándole hábilmente la corbata y tirando de ella. —Langley —repitió, más urgente, sosteniéndome los hombros mientras retrocedía, poniendo todo ese espacio frío entre nosotros. —¿Sí? —Me temblaban los labios, sentía los pechos pesados y mi pulso se aceleraba. ¿Cómo diablos estaba él tan tranquilo? ¿Así de recatado? —Necesito que lo pienses —dijo lentamente, enunciando cada palabra cuidadosamente. —De acuerdo. —Ladeé la cabeza—. Pensado. —Lo había estado pensando desde ese primer beso impulsivo. Me sostuvo los codos, manteniéndome justo donde estaba. —Hablo en serio. Necesito saber que esto te parecerá bien por la mañana. —Sus ojos brillaban con una intensidad que no había visto de él antes y, dado que lo había visto derribar a esos dos imbéciles en el estacionamiento esa noche y a Richard ayer, eso era decir mucho. —Me parecerá más que bien —le aseguré—. ¿Quieres que firme algo? ¿Qué lo jure por la Biblia? Incluso pondré mi foto en tu Instagram con una frase que diga Estoy a punto de tener sexo con esta chica. —Eso sería muy apropiado, considerando cómo me hizo ir a tomar un café con él esa primera noche. —Dios, no —dijo. Mis ojos cayeron de los suyos... aterrizando en mi maleta abierta y desordenada donde el sobre con los otros cinco mil que le debía esperaba. Porque le pagaba para que estuviera aquí. Le había pedido que me apoyara esta semana, y lo hizo. Le pedí que me diera la noche perfecta... y así fue. —Oh, mierda, no me deseas. —Mi boca huyó sin mi cerebro, mascullando pensamientos que normalmente habría mantenido censurados porque eso era lo que se esperaba de mí—. Te presioné para que hicieras esto. Lo siento mucho. —¿Qué? Langley, no. —Esas manos que me habían estado reteniendo ahora me agarraban, impidiendo que huyera—. Mírame. Llevé mis ojos a los suyos lentamente, examinando la línea fuerte de su mandíbula, los labios gruesos que no podía dejar de besar, y finalmente alcanzando esas oscuras profundidades que veían demasiado. 118 —Te estoy mirando. Tomó mi mano y la puso alrededor de su polla. Su muy dura y muy lista polla. —¿Sientes que no te deseo? —Cerró los ojos y murmuró—: Lo juro, esto sólo me puede pasar a mí cuando intento hacer lo honorable.... Apreté suavemente y su aliento salió con un silbido. Esa reacción, el poder que tenía en ese momento, era embriagadora. —Te he deseado desde el momento en que te vi en ese bar, con los ojos muy abiertos y las curvas. Te saboreo mientras duermo, y me despierto desesperado por verte, por tocarte. Joder, hasta el sonido de tu voz me excita. ¿Y crees que no te deseo? —Sus ojos se entrecerraron—. Todo lo que quiero es a ti en esa cama, desnuda, debajo de mí, gritando mi nombre mientras descubro las diferentes formas en que puedo hacerte venir. Sus palabras enviaron un chorro de calor a mi corazón tan fuerte que casi me tambaleé. —Sí, por favor. —No hay vuelta atrás. —No querré que la haya nunca —prometí. Abandoné su erección para desabrocharle la camisa, desabotonando los pequeños discos, uno por uno, mientras me miraba. Besé cada centímetro de piel desnuda hasta que le saqué la camisa de los pantalones. Su piel era dorada, lisa y suave, completamente opuesta a las líneas duras de sus abdominales. Su respiración se aceleró cuando mis dedos se extendieron para trazar las líneas del tatuaje en su costado. Luego murmuró una maldición, arrancándose los gemelos, que cayeron al suelo con cualquier segundopensamiento que pudiera tener. Un segundo después, se había quitado la camisa y la chaqueta y yo me encontraba presionada contra toda esa piel caliente mientras me besaba hasta dejarme sin sentido. No paró de besarme mientras nos desvestíamos, simplemente movió su boca hacia mi cuello, mi clavícula, la nuca extra sensible mientras me bajaba la cremallera del vestido. Una vez que se lo colocó alrededor de mis tobillos, me liberé, dejándome sólo con mi sujetador sin tirantes rojo y mi tanga a juego. Sus ojos me cubrieron, hambrientos, mientras se despojaba de sus calzoncillos, estirados por el esfuerzo de contenerlo. Tomó un condón de su billetera y lo arrojó en la mesita de noche, levantando las cejas, preguntando. ¿Sabía adónde iba esto? Joder, sí, lo sabía. 119 Me adelanté en el mismo momento que él, y nos encontramos con un choque de lengua y dientes. Sus dedos sacaron las horquillas de mi cabello hasta que cayó contra mi espalda en una ola pesada. Entonces tuve la suavidad de la seda a mi espalda e Iker se hallaba encima de mí, besándome con una experiencia que sabía que ya había arruinado las posibilidades de cualquier tipo que pudiera venir tras él. Estaba duro entre mis muslos, meciéndose contra mí, enviando mis propios fuegos artificiales a través de mi abdomen cada vez que se rozaba contra mí. —Hermosa —dijo después de enviar mi sostén con mi vestido, y mi espalda se arqueó mientras me chupaba el pezón entre los labios. Este hombre me convertía en fuego líquido. Sus manos me acariciaron la cintura mientras adoraba mi cuerpo. Se tomó su tiempo, quedándose en los lugares que me hacían jadear, chupando una pequeña frambuesa en el hueco justo encima del hueso de mi cadera... como si quisiera marcarme en un lugar que sólo nosotros dos conoceríamos cada vez que tocara ese lugar. Sus ojos se encontraron con los míos mientras bajaba mi ropa interior por mis muslos, mis pantorrillas, mis pies, hasta que estuve desnuda ante él. Fue posiblemente el momento más erótico que había experimentado. —Maldita sea, Langley —dijo con la misma reverencia y lujuria mientras miraba mi cuerpo desnudo. La confianza nunca había sido mi fuerte, pero su mirada no sólo me hacía sentir sexy, sino que me hacía sentir como si fuera su igual. Que estábamos en igualdad de condiciones cuando se trataba de lo mucho que nos deseábamos el uno al otro. Entonces mis pensamientos se detuvieron cuando me separó los muslos, luego mi apertura, y puso su boca sobre mí. —¡Iker! —Mis caderas se doblaron contra su cara, y se pasó mis muslos sobre los brazos y se acomodó como si no tuviera otros planes para la noche. Mis manos apretaron las sábanas mientras me arrancaba cada pensamiento con su ágil lengua. No podía pensar, no podía hablar, sólo podía sentir. Tenía los dientes afilados cuando me rozaba el clítoris, su lengua suave cuando me acariciaba, y luego firme cuando se clavaba dentro de mí. No se echó atrás, no me provocó y no se aburrió ni se impacientó. Construyó mi placer como un arquitecto y, cuando toda esa tensión se enroscó en mi vientre y mis músculos se tensaron, me empujó justo sobre el borde y luego me sostuvo allí mientras mi orgasmo golpeaba ola tras ola. 120 Caí débil contra la cama mientras se retiraba, con mi mente y mi cuerpo igual de felices. Iker se levantó sobre mí, deteniéndose para perder sus calzoncillos. —Eso fue... Tú eres... Guau. —Un vistazo de su duro y delgado cuerpo y el deseo que pensaba que hzbía satisfecho volvió a la vida cuando sonrió, haciendo aparecer ese maldito e irresistible hoyuelo. —Acabamos de empezar —prometió mientras se tocaba. Algo se movió en sus ojos, un anhelo que no pude identificar antes de que inclinara la cabeza para besarme el cuello—. Nunca quiero dejar esta cama. Sólo había estado con Richard, y nunca me hizo sentir tan deseable, tan necesaria. Todo con Iker lo sentía nuevo y erótico, y quería que este sentimiento durara para siempre. —Me parece bien. Su boca se encontró con la mía mientras bajaba las caderas entre mis muslos. El beso fue tan desordenado como mis sentimientos por él, y me hundí en él, saboreando cada segundo que podía obtener con él. Se meció contra mí, con la cabeza de su erección empujando contra mi entrada, y gimoteé. —Dime que quieres esto —dijo, con la voz tensa y los ojos fijos en los míos. —Te deseo. —Dios me ayude, eres todo lo que quiero —juró, y luego empujó en mi interior con un suave y largo movimiento que seguía y seguía. Me moví contra él, y mi espalda se arqueó según la sensación se apoderaba de mí. Me llenó por completo, luego estiró mi cuerpo, reclamando cada centímetro y exigiendo más hasta que estuvo metido hasta el fondo, con su frente sobre la mía y nuestra respiración igual de desgarrada mientras disminuía su ritmo. —Eres enorme —me las arreglé para decir entre respiraciones mientras me adaptaba y relajaba a su alrededor. —Sabes cómo hacer que un hombre se sienta bien consigo mismo, eso es seguro —contestó con una sonrisa tensa—. ¿Estás bien? Mi corazón se hinchó. Incluso en este momento, enterrado dentro de mí, sudando por el esfuerzo que requería mantener el control, me ponía en primer lugar. Estúpido, tonto corazón. 121 —Más que bien. —Levanté las rodillas y se deslizó más profundo, aunque pareciera imposible. —Langley —gimió—. Dios, te sientes... —Se interrumpió mientras se retiraba casi hasta la punta, y luego volvió a empujar. —¿Me siento qué? —pregunté mientras el placer me bañaba. —Bien. Demasiado bien. Como algo que se supone que no debo tener. Rocé con mis dedos el largo de su mandíbula, que ya estaba rasposa. Entonces deslicé mis manos por su espalda para agarrarle el trasero. —Ya me tienes. —El impacto emocional de las palabras me golpeó cuando su cuerpo comenzó a moverse dentro del mío. Me tenía y, con cada embestida, tomaba un poco más. No tenía ni idea de quién sería por la mañana, pero no podía esperar a conocerla. El ritmo era lento, sus empujes profundos y poderosos. Me encontré con su cuerpo a cada paso, con nuestros cuerpos uniéndose como si hubiéramos estado haciendo el amor durante años y no minutos. Cuando empecé a gemir, perdiéndome en el increíble fuego que encendió dentro de mí, aumentó el ritmo. La tensión me tensó mientras empujaba más fuerte, más rápidamente. —Iker —le dije, sostenida en el precipicio, bailando sobre el filo de la navaja de un placer tan agudo que casi me asustaba dejarlo ir. Me levantó la rodilla, cambió el ángulo para golpearme el clítoris cada vez que tocaba fondo dentro de mí, y me besó profundamente. El alambre que me sujetaba a la Tierra se rompió y llegué, con el placer irradiando a través de mí más profunda y fuertemente que nunca mientras gritaba contra su boca. No había estrellas detrás de mis ojos, sólo Iker encima de mí, sus empujes incontrolados, su aliento desgarrado, su garganta moviéndose mientras rompía nuestro beso. Entonces fue mi nombre en sus labios mientras se estremecía en lo más profundo de mí, quieto sobre mí en un momento de bello abandono antes de dejarse care con la cara enterrada en mi cuello. Rodó hacia su lado, trayéndome consigo para que estuviéramos frente a frente. Mi mano se deslizó por su espalda, deleitándose con la habilidad de tocarlo, de sentirlo contra mí, dentro de mí, de esta manera. No quería que esto terminara. Nada de esto. Quería volver a verlo mañana, y al día siguiente, y al siguiente. Quería que fuéramos de verdad. 122 No quería que un sobre de dinero fuera lo que lo mantuviera aquí más tiempo. Sí, mi corazón trataba de saltar por la borda. —¿Estás bien? —le pregunté, volviendo sus palabras contra él. —Más que bien —contestó con un beso suave. Se excusó para limpiarse y luego nos metió a los dos bajo las sábanas. Su sonrisa era soñolienta, vulnerable. Dudaba que muchagente lo viera así, completa y totalmente relajado. Tenía que decírselo. Tenía que intentarlo. Si no lo hacía, entonces nunca sabría si podríamos ser más, cuando parecía que ya lo éramos. Podría lidiar con un no. Al menos, estaba bastante segura de que podría. Pero sabía con certeza que no podría manejar el "qué pasaría si" respecto a nosotros. —¿Iker? —¿Langley? —Tenía los ojos perdidos en la neblina somnolienta. Mis dedos trazaron las rosas de su costado. —Bueno, sin presiones, y este es probablemente el momento equivocado para pedirlo, pero me preguntaba si querrías salir el próximo fin de semana... Invitar a un tipo a salir mientras yacía desnudo a mi lado era definitivamente una primera vez. La piel entre sus cejas se arrugó y me miró de una manera que no pude traducir. ¿Anhelo? ¿Arrepentimiento? ¿Necesidad? ¿Deseo? De alguna manera, parecían venir en destellos y no pude agarrar ninguno de ellos para fijarme. —Sin presión —susurré, pero hasta yo oí la pequeña rotura en mi voz. Enredó su mano en mi pelo, y luego trajo sus labios a los míos con un profundo beso. —¿El próximo fin de semana? —Sus labios se movieron hacia mi mandíbula. —O el siguiente. Sé que tienes una vida que no incluye bodas de sociedad todos los fines de semana. —Me quedé sin aliento cuando empezó a moverse por mi cuello. ¿Cómo demonios podía excitarme cuando ya había tenido dos orgasmos? Me agarró de la cintura y se giró para ponerse de espaldas, levantándome para que me sentara a horcajadas sobre él. —¿Por qué esperar tanto? —preguntó mientras sus pulgares encontraban mis pezones. 123 —Oh. ¿Quieres antes? —Mis pensamientos se desordenaban con cada toque, y se desvanecieron por completo cuando lo sentí endurecerse debajo de mí. —Sí, lo estaba pensando ahora mismo. Me atrajo hacia su beso y estuve de acuerdo en que el próximo fin de semana se encontraba demasiado lejos. Ahora definitivamente estaba bien. 124 12 Iker esperté antes de que saliera el sol. Era costumbre. Estar en el ejército durante tanto tiempo había hecho que mañanas perezosas en la cama fueran algo inusual. Una parte de mí no quería nada más que acurrucarme en la lujosa ropa de cama y sumergirse en la sexy calidez del suave cuerpo envuelto alrededor del mío, pero una parte más grande y ruidosa de mí me gritaba que me moviera. Que me levantara. Que me alejara. Que minimizara el daño hecho a esta hermosa y brillante chica tanto como pudiera. Si tan solo no hubiera pedido hacer planes para el futuro. Si tan solo no hubiera respondido tan dulcemente, tan desinhibida a cada uno de mis toques. Si no fuera el tipo de chica que prometería esperarme, que pondría toda su vida en espera a pesar de que no hubiera garantía de que volvería de una pieza. Suspirando y sintiéndome casi asfixiado por el arrepentimiento y el remordimiento, me di la vuelta para poder besar ligeramente la frente de Langley, reprimiendo una sonrisa al ver sus cejas bailar mientras dormía. Parecía un ángel completamente depravado, con su halo perdido en algún lugar del suelo con el resto de su ropa. Era una buena imagen para recordarla. Salí lentamente de la cama, con cuidado de moverme despacio y constante cuando quité su cabeza de mi brazo. Planeaba decirle cara a cara que me iba... no solo del estado, sino del país. Había estado contando silenciosamente los días hasta mi próximo despliegue desde antes de esa fatídica reunión con Langley en el bar esa noche. Solo planeaba quedarme con ella una semana así que, inicialmente, no pensé que importara si sabía que me estaba preparando para irme o no. Mi vida real no tenía nada que ver con este algo oscuro cuento de hadas en el que me arrastró... no al principio, al menos. Ahora, sentía que la había D 125 engañado, mentido por omisión. Permití que se apegara, que se acercara mucho más de lo que normalmente permitía que alguien se acercara, pero aun así me iba y no había nada que se pudiera hacer al respecto. Me puse los pantalones desechados la noche anterior y me pasé las manos por la cara. No pude evitar volver a mirar por encima del hombro a la mujer que dormía detrás de mí. Me picaban los dedos de ganas de extender la mano y apartarle el cabello de la cara. Quería trazar el contorno de sus labios carnosos y besarla por última vez pero, lógicamente, sabía que un corte limpio sería mejor para los dos. O tal vez fuera más fácil para mí y estaba tomando el camino del cobarde. Nunca me había apegado antes a propósito, por esta misma razón. Alejarse era mucho más difícil de lo que podría imaginar. Cuando Langley se despertara sola, estaría enojada. Como tenía todo el derecho de estarlo. No la culparía si sintiera que me había aprovechado de ella. Nunca tuve la intención de hacerlo pero, de nuevo, tampoco tuve la intención de que me gustara, que me gustara de verdad, tampoco. Me imaginé que enojada era mejor que con el corazón roto. Prefería que me odiara por huir y dejarla que tener su dolor y su sufrimiento silencioso mientras esperaba mi regreso. Si volvía. No podía hacer mucho por ella ahora que nuestra semana había terminado y mi hora de servir había llegado, pero podía dejarla con algo caliente como la ira en lugar de algo frígido y frío como la soledad y el anhelo. En silencio, deambulé por la extravagante habitación del hotel, buscando constantemente el resto del dinero que Langley me debía. En mi vida había hecho algunas cosas de las que no estaba exactamente orgulloso, pero buscar el dinero en efectivo mientras ella dormía profundamente después de una noche de aprender íntimamente cada inmersión y curva de su cuerpo probablemente era lo más bajo que jamás me había sentido. Si Gael no contara con los cinco mil dólares para la escuela me habría escabullido por la puerta y seguido mi camino, pero decepcionar a Langley ya era lo bastante malo. No podía decepcionar también a mi hermano menor. No lo haría Encontré el dinero en su maleta abierta, encogiéndome mientras lo guardaba en mi billetera. Frotándome con las manos mi corto cabello, volví a mirar la forma inmóvil en la cama. Una punzada me golpeó el centro del pecho y contuve el aliento contra el repentino dolor. ¿Realmente podría desaparecer sin decir una palabra? El último chico en el que confió ya la había jodido mucho. No había manera de que quisiera que me metiera en la misma categoría que ese imbécil, Dick. Parpadeé y aparté la mano cuando me di cuenta de que la iba a tocar involuntariamente. Me temblaban tanto los dedos que tuve que apretar los puños para controlar el temblor. Jurando suavemente por lo bajo, me congelé, y un millón de palabras que necesitaba decir se quedaron en mi 126 garganta. En silencio, bajé la cabeza y conté hacia atrás hasta tenerme bajo control. Como si inconscientemente sintiera que la oscuridad cambiaba en el aire, Langley se dio la vuelta y liberó las piernas del edredón. El pequeño ceño fruncido entre sus cejas doradas seguía allí y su boca se convirtió en un adorable gesto de insatisfacción. Si estaba soñando, no se trataba de nada bueno. Cuando se despertara su realidad iba a ser algo aún peor. Jurando suavemente de nuevo, me alejé de la cama hacia el escritorio incorporado en la sala. Encontré la pequeña libreta de papelería de Broadmoor y la pluma con el logo. Se me daban bastante bien las palabras. Crecer en un barrio áspero y feo significaba que aprendí a hablar rápido y a usar mis palabras como armas a una edad muy temprana. Sin embargo, no era un tipo que alguna vez hubiera había sentado e intentado abrir su corazón en un pedazo de papel. No podía recordar una sola vez en mis veinticuatro años en que alguna vez le hubiera escrito una carta a otro ser humano, y mucho menos uno que me importara. Incluso mis mensajes de texto y correos electrónicos tendían a ser cortos y al grano. Necesitaba haceresto por Langley. Merecía más que despertarse sola en una cama vacía. Necesitaba escuchar toda la historia y entender por qué no podía ofrecerle más, aunque estuviera tentado a hacerlo. Usando el tenue brillo de la pantalla de mi teléfono, escribí varias páginas, derramando mi alma en el papel frente a mí. Las palabras eran cien por ciento honestas, la verdad sin adornos sobre por qué me iba, cómo me sentía al irme y, lo más importante, por qué le había ocultado la verdad durante la última semana. Esperaba que lo entendiera. Estaba completamente preparado para que me odiara para siempre, con o sin carta. Me estremecí en la silla de cuero con respaldo de ala en la que me encontraba sentado cuando una gota de humedad cayó de repente en la última página de mi confesión, manchando la tinta y haciendo mi firma borrosa. Me froté con el talón de mi palma la mejilla, aturdido al encontrarla mojada. No estaba exactamente reprimido emocionalmente ni nada de eso. Me gustaba pensar que era un tipo bastante moderno, en contacto con mis sentimientos y consciente de su impacto. Pero mi vida nunca había sido un paseo fácil. Me hallaba rodeado de violencia extrema y, lamentablemente, la pérdida de vidas regularmente... y eso había sido cierto incluso antes de alistarme. Me llevaba mucho llegar a las lágrimas pero aquí estaba, con la cara húmeda y los ojos borrosos por una chica que solo conocía desde hacía una semana. Sacudiendo la cabeza por mí y mi situación, me aparté del escritorio, lanzando una última mirada en dirección a Langley. Nunca lo admitiría pero, en el fondo, sabía que esperaba que se despertara antes de que me escapara. Quería ver esos brillantes ojos azules por última vez. Quería que me gritara y desahogara toda la rabia que sabía con seguridad que iba a sentir. Tenía muchas ganas de besarla, volver a 127 tumbarme con ella, mantenerla como mía. Lástima que nada de eso estuviera en las cartas. Dejé la carta y el esmoquin atrás. No iba a necesitar el traje a corto plazo. Era bastante malo tomar el dinero, me hacía sentir un poco como un gigoló. Casi me tropecé al escapar por la puerta, porque juré que escuché a Langley llamarme. Esperé una fracción de segundo en silencio, y luego prácticamente corrí por el pasillo hacia el ascensor. Me sentía como el cobarde más grande del mundo, pero me había convencido de que era lo correcto y que no había vuelta atrás, ahora que había salido por la puerta. Escabullirse del costoso hotel al amanecer fue oficialmente uno de los puntos más bajos de mi vida. Me retorció las tripas e hizo que la cabeza me palpitara de la frustración. Sentí como si le tomara mil años al valet uniformado traer mi camioneta. Seguía esperando que Langley apareciera de la nada, o que apareciera su padre, listo para patearme el trasero. Era lo que me gustaría hacer a mí si supiera que un miserable invadió el prestigioso mundo de mi hija, sacudió a toda su familia, les dio esperanzas y luego la dejó lidiar sola con las consecuencias. Afortunadamente, el único miembro de la boda con la que me encontré fue una dama de honor obviamente todavía borracha cuya caminata de vergüenza matutina la hizo mantener la cabeza baja y los ojos alejados de mí. Golpeé el volante con el costado del puño tan pronto como subí a la camioneta. Un gran peso de algo incorrecto se apoderó de mis hombros y quise echar la cabeza atrás y gritar. Casi me di la vuelta y volví al hotel dos veces. Por suerte, mi hermano llamó cuando mi fuerza de voluntad se encontraba en su punto más bajo. Estacioné en mi edificio de apartamentos y descansé la cabeza contra la ventana del pasajero cuando la voz de Gael llegó a través de los altavoces conectados por Bluetooth. —¿Estás bien, Ike? —Su voz todavía sonaba joven, inocente. Daría mi último aliento para mantenerlo así—. Tuve un sentimiento extraño y no podía volver a dormir hasta llamarte. Siempre habíamos estado extrañamente conectados de esa manera. Mis sentidos arácnidos también hormigueaban cuando algo le iba mal. Siempre se sentía muy ansioso y alerta justo antes de que me desplegara. Me aclaré la garganta. —Deberías estar en la cama, sin preocuparte por mí —Intenté mantener mi voz ligera, pero fracasé miserablemente—. Lamento mucho no haber llegado a casa esta vez. Pero me alegra que puedas ir a la escuela de tus sueños. Te extraño y no estoy seguro de cuándo nos veremos. Supongo que me fastidia cómo salieron las cosas. Merecía la pena lidiar con mi primer corazón roto mientras me ocupara de que Gael y su futuro fueran seguros. 128 Solo quedaba un día antes de que me desplegara oficialmente. Siempre había planeado pasar la última semana libre que tenía en Estados Unidos con mi familia, pero luego surgió la cuestión del dinero y me dejó luchando por encontrar una solución. La oportunidad con Langley había sido un salvavidas. Quería conducir mi camioneta hasta Texas, para que Gael pudiera quedarse con ella y usarla para ir a la escuela en otoño y esperar hasta que llegara a casa, pero ahora un amigo asumiría la tarea por mí, porque mi tiempo había llegado. —Yo también te extraño. Suenas raro ¿Estás seguro de que estás bien? —Su preocupación era prácticamente palpable a través del teléfono. Gruñí y me froté los ojos. —Honestamente, he estado mejor. Mi hermano hizo un sonido suave. —¿Preocupado por el despliegue? —Si no me equivocaba, él lo estaba y no lo decía. Siempre se preocupaba por mí cuando estaba en el extranjero; y así es como sabía que no quería que nadie más importante pasara por esa agonizante incertidumbre. —No. Estoy preocupado por las personas que dejo atrás. —Solté un profundo suspiro y golpeé el volante nuevamente—. No puedo creer que no vaya a estar allí para verte mudarte a la residencia de estudiantes. Me perdí mucho de ti mientras crecías. Te me convertiste en adulto de la noche a la mañana. Mi voz se quebró un poco y sentí el picor de la humedad en los ojos. Jesús. ¿Qué me estaban haciendo estos sentimientos por Langley Vaughn? Era un desastre sentimental. Gael hizo un sonido estrangulado que hizo que mi ya tierno corazón se retorciera dolorosamente. —No quiero que te preocupes por mí y la abuela. Quiero que te concentres en ti mismo, para que vuelvas sano y salvo. —Entendido. Vuelve a la cama y hazle saber a la abuela que llamaré cuando tenga la oportunidad. —Tenía que colgar el teléfono antes de que me quebrara de verdad. —Lo haré. —Estaba a punto de cortar la llamada cuando Gael dijo mi nombre suavemente—. Todavía tienes que decirme cómo de repente obtuviste el dinero para pagar la escuela. Sé que tiene que ver con por qué no volviste a casa. Es una historia que he estado esperando escuchar, ya lo sabes. Chico listo. Siempre parecía saber que ocurrían más cosas de las que le decía. 129 —Esa historia no tiene un final feliz, aparte de que obtuve el dinero que necesitábamos, chico. —Me tembló la voz y no había forma de ocultarla. —Si eres tú el que sostiene el bolígrafo, tú eres el responsable de cómo termina la historia. No lo olvides, Ike. Vuela seguro. Maldición. El niño siempre tenía que demostrar cuánto más brillante que yo era. Iba a reflexionar sobre sus profundas y perspicaces palabras durante todo el vuelo de cinco horas hasta la costa de mañana. Gruñendo sobre hermanos geniales y desafortunadas chicas soñadas, entré para poder terminar de empacar las pertenencias personales que iba a llevar conmigo. Me iba sin lograr despedirme cara a cara de quien más me importaba. Todo lo que podía hacer era esperar llegar a casa y tener la oportunidad de arreglar la letanía de errores y malentendidos que dejaba atrás. Cuando hubiera más tiempo, tal vez podría hacer que Langley... entendiera. Fingía que su corazón era a prueba de balas, pero la semana pasada había visto pruebas de cuán amable y vulnerable era realmente. Esperaba que,para entonces, hubiera pasado el tiempo suficiente para que yo también pudiera entender mis complicados sentimientos. Porque, en este momento, no tenía ni idea, y por primera vez en mucho tiempo sentía algo que se acercaba mucho al arrepentimiento. 130 13 Langley l mundo se enfocó de parpadeo en parpadeo según el sueño desaparecía de mis ojos. A través de la ventana de la habitación, me di cuenta de que había salido el sol y agradecí haber elegido la suite que no daba al este. Rodando lentamente hacia Iker, me estiré con los ojos cerrados, y mis músculos protestaron por el movimiento. Mi mano barrió la enorme cama y solo encontré una gran extensión de sábanas frías donde esperaba encontrar un par de decenas de kilos de cálido Iker. Mis ojos confirmaron lo que mi toque suponía: ya debía estar despierto. No es que esperara algo diferente. Papá me dijo que se había despertado a las cinco de la mañana durante años después de haber salido del ejército. Me senté lentamente, sosteniendo la sábana sobre mis senos y haciendo una mueca por las áreas sensibles que despertaron en mi cuerpo antes de que una sonrisa se extendiera lentamente en mi rostro. Anoche había sido increíble. Algo de cuentos de hadas y romances épicos. —Oye, Iker, ¿tienes hambre? Podríamos pedir servicio a la habitación —grité, mirando la puerta de la habitación con vertiginosa expectativa—. O podríamos olvidar el desayuno. Me apetecía muchísimo ese pensamiento. Incluso podría llamar a la recepción y extender nuestra estancia para poder pasar todo el día en la cama juntos, lo que sonaba absolutamente delicioso. Por otra parte, no estaba segura de que un día completo comenzara a calmar mi obsesión con él siquiera. Probablemente pudiera pasar el resto de mi vida en la cama con él y solo rascar esa superficie. Y ahora teníamos ese tiempo, esa posibilidad del futuro. —¿Iker? —Hm. La puerta del dormitorio era bastante gruesa así que, si se encontraba al otro lado de la puerta, probablemente no pudiera oírme. E 131 Saqué las piernas de la cama, maldiciendo los tacones que había usado ayer cuando mis cansados pies tocaron el suelo, abandoné la sábana y abrí la puerta lo suficiente como para asomar la cabeza. —¿Iker? No había movimiento en el resto de la suite, y no hubo respuesta. Un escalofrío recorrió mi cuerpo desnudo y cerré la puerta. —No... —dije en voz alta, y luego me reí. Por supuesto que no se había ido. Su esmoquin seguía sobre la silla. Tenía que haber salido a caminar o tomar un café, o algo para llenar el tiempo hasta que me despertara. Fue increíblemente dulce de su parte dejarme dormir. Me vestí rápidamente, poniéndome un par de pantalones cortos y un top poro ajustado de mi maleta. Gracias a Dios que Camille no había insistido en uno de esos desayunos del día después. No es que no me gustara ver a todos con resaca, pero ya tenía suficiente de... bueno, todos. Suficiente de hacer lo que se esperaba de mí en lugar de lo que era mejor para mí. Suficiente de los comentarios sarcásticos de Virginia y la necesidad de Camille de molestarme en todo momento. Suficiente de sentir que me habían aplastado en una caja que no podía contenerme. Suficiente de tener en cuenta los sentimientos de todos antes incluso de tener la oportunidad de explorar los míos. Y definitivamente era hora de explorar. Mi mente se aceleró mientras me cepillaba el cabello y lo recogía en un moño rápido y desordenado. Podría conseguir un apartamento cerca del campus esta semana, antes de que el resto del alumnado incluso pensara en volver. Eso me sacaría de casa de papá, la línea de ataque de Virginia y la comodidad de la sororidad. Sería independiente por primera vez en mi vida... excepto por todo lo de usar mi fondo fiduciario para pagar, pero eso era dinero de mi madre y ella querría que fuera feliz. Pero también podría hacer algo al respecto. No solo averiguar a qué escuela iba el hermano menor de Iker y donar anónimamente su matrícula directamente a su cuenta, sino a otros chicos que no habían crecido con las mismas ventajas que yo. Demonios, solo el interés en la cuenta era suficiente para ayudar a alguien más que lo necesitaba. Regresé a la habitación sintiéndome más ligera que en años. Y todo era por Iker. Su perspectiva y su fuerza, y su... —¡Ay! —grité cuando algo afilado me pinchó la planta del pie. Inclinándome, encontré uno de los gemelos de Iker que se habían dispersado 132 la noche anterior. Me reí, frotando el punto dolorido en mi pie, y luego recogí el gemelo y su compañero errante antes de salir a la sala de estar. El platino se calentó en mi mano y sonreí mientras pasaba el pulgar sobre la incrustación de ónix. Me recordaban a Iker, por eso los había comprado. El exterior frío y duro protegía el cálido e insondable centro, que en ese momento me había recordado a sus ojos pero, ahora, me recordaba a corazón. Me paré de golpe cuando llegué a la mesa del comedor. Nuestras dos llaves yacían lado a lado en la madera oscura. H. Menos mal que me había despertado, o se habría quedado fuera. Pero no era lo suficientemente distraído como para irse sin una llave. Era del tipo de hombre que cuidaba cada contingencia. Lo que significaba que a sabiendas se había ido sin ella. Se me aceleró el pulso. No lo haría. Corrí y agarré mi teléfono. No había mensajes de texto. No había llamadas perdidas. Pero no se habría ido sin... Los gemelos y mi teléfono resonaron cuando los dejé caer sobre la mesa, pero el ruido apenas se percibió por el rugido en mis oídos cuando tropecé hacia el dormitorio. Mi maleta: no lo había notado antes, pero tampoco lo había buscado. ¿Dónde estaba? Busqué una vez. Dos veces. Mi estómago golpeó el piso, y luego también lo hizo cada pieza de ropa que había traído. No estaba aquí. El sobre con el resto del dinero que le debía a Iker había desaparecido. Porque Iker había desaparecido. Me alejé de la maleta lentamente y, cuando mis rodillas golpearon la cama, me senté. Mis respiraciones eran uniformes y medidas porque las forcé a serlo. Cuando mi corazón intentó dejar de latir, tomé aire y forcé a que mis pulmones se expandieran. Se había ido. Anoche, él... Sacudí la cabeza, negándome a pensar siquiera en lo de anoche. Luego me arrodillé y recogí todo lo que había arrojado en mi búsqueda. Estuvo llena en cinco minutos, hasta que me encontré cara a cara con su esmoquin. Se había llevado mi dinero. Mi cuerpo. Mi corazón. 133 Todo lo cual le había dado libremente. Pero había dejado el esmoquin como si fuera un alquiler cuando, realmente, era yo quien obviamente era el alquiler. Le había pagado por la semana y, sin embargo, de alguna manera, yo me sentía como la puta. Ni siquiera se había despedido. Dejé el esmoquin tal como me había dejado a mí, hermosamente envolviendo los muebles, sin saber que habían terminado con él. Maldición, era una gran juez de carácter; no es que no hubiera obtenido exactamente lo que le había pedido esa primera noche. Demonios, incluso obtuve algunos orgasmos como bonificación. Metí el bolso en el bolsillo delantero de la maleta. Deslicé mi teléfono en el bolsillo trasero de mis pantalones cortos. ¿Y los gemelos? Esos podían quedarse donde estaban, como todos los recuerdos de Iker. Saldría de la suite de este hotel y lo dejaría atrás. Mis amigas tenían aventuras todo el tiempo, y salían ilesas. Yo también podía. Entonces lo vi, la pequeña pila de papel, allí a la cabecera de la mesa. Mis piernas me llevaron hasta allí, mis manos alcanzaron la pila y mi cerebro trató desesperadamente de seguir el ritmo. Cuando vi su letra garabateada en el papel, me hundí en la silla. Langley, He estado sentado aquí diez minutos, tratando de averiguar qué decir. Cuando se trata de eso, no hay nada que pueda darte excepto la verdad. En este momento, estásdormida en esa cama, desnuda y cálida, malditamente suave. Todo lo que quiero es volver a subir a tu lado y quedarme. Langley, a pesar de todas las probabilidades, todo lo que quiero es quedarme. Espero que lo creas. Esta semana, anoche. Nunca lo olvidaré. Nunca te olvidaré a ti. No eres nada de lo que esperaba, nada de lo que quería y todo lo que necesitaba. Entraste en ese bar con un vestido que detendría el tráfico y, en cambio, hiciste que mi mundo se saliera del eje. Sabía lo que quería antes de que entraras. Quería llevar a Gael a la escuela. Quería alejarme de cualquier apego emocional. Quería tener la mente clara para dirigir y cuidar a los soldados de mi escuadrón. Quería ser confiable y estable. Te hiciste cargo del número uno: Gael. No es tu culpa, pero me jodiste el resto de esa lista. Me apegué a ti. 134 No tengo la mente clara, está llena de pensamientos sobre ti. Estoy a punto de salir por esta puerta, lo que significa que ya no soy confiable. No tengo las manos firmes, no paran de buscarte. Y ahora me preocupa que sigan buscándote a medio mundo de distancia. Me voy hoy. Estoy a punto de ser desplegado. Al principio no te lo dije porque pensé que no necesitabas saberlo. Ambos teníamos una fecha de vencimiento claramente definida. Necesitabas a alguien que te ayudara en la boda, nunca debía ser más que eso. Pero entonces lo fue. Fuiste tú y tus ojos. Tu beso en el pasillo en casa de tu papá. Tus pies descalzos en el columpio. Tu estúpida sopa fría. Tu risa. Tu clase frente a una mierda total. Caminé por tu mundo y me di cuenta de que, mientras yo crecía mirando a personas con cuchillos reales, tú crecías mirando a personas que te clavaban cuchillos metafóricos en la espalda. Creo que yo tenía la ventaja ahí, al menos podía verlos venir. Algo sobre nosotros era diferente. Toda esta semana fue diferente a todo lo que he experimentado antes. Necesitaba decirte que me iba, pero no pude. Porque vi más allá de las etiquetas y el dinero, y tú... vales más que todo. Y sabía que, si te decía que me voy a Afganistán, harías exactamente lo que no deberías. Me esperarías. Admítelo, eso es lo que estás pensando en este momento. Porque eso es lo que eres. Eres leal. Eres buena. Te aferras a las cosas, a las personas, que se han ido hace mucho tiempo. No puedo ser alguien a quien te apegues, porque no puedo hacer lo mismo. No porque no quiera, sino porque la distracción de extrañarte comprometerá las vidas de las que estoy a cargo. Y, seamos honestos, no perteneces a mi mundo más de lo que yo pertenezco al tuyo. El tuyo me sofocaría y el mío te arruinaría. Llama a esto lo que es. Lo que era. Un eclipse. Un cometa. Lo que sea. Algo crudo y raro que solo aparece una vez en la vida, que te cambia y luego se va. Te mereces libertad. Espacio. Tiempo. Todo lo que puedas necesitar para descubrir quién eres cuando no intentas ser lo que todos te han dicho que se supone que debes ser. No puedes hacer eso aferrándote a mí. No voy a ser tu columpio de jardín. No voy a mentir. Odio tu mundo. Odio que el oro aquí realmente solo sea una placa y, cuando rascas la superficie, se revele todo lo feo. Al menos de donde yo vengo la gente es real. Odio los insultos 135 disfrazados de cumplidos. Odio a las personas que no pueden ser fieles y ven el sexo como una herramienta de poder o venganza. Me disgusta la crueldad casual que es tan común que has aprendido a una edad tan temprana que un esmoquin de cinco mil dólares debería proporcionar suficiente armadura frente tus enemigos. Y sí, busqué el coste de la armadura que me diste. Pero tú... no eres nada de eso. Tienes un alma de veinticuatro quilates, y ningún rasguño cambiará eso. De alguna manera sobreviviste nadando con las pirañas sin convertirte en tiburón. Me diste tu cuerpo, tu confianza y tu honestidad y aquí estoy, escabulléndome mientras duermes. Está bien que eme odies. Sería más fácil si lo hicieras. Dios sabe que yo ya me odio a mí mismo. Voy a hacer todo lo posible para sacarte de mi mente y espero que tú hagas lo mismo. No soy nada si no soy un superviviente. Pero, cuando duerma, en esos momentos cuando pierdo el control de mis pensamientos, sé que volveré a estar aquí, sentado en esta mesa. En mis pesadillas, saldré por la puerta, tal como estoy a punto de hacer. En mis sueños, seguiré en esa cama contigo. Iker Mi pulgar acarició su borrosa firma. Ese noble, abnegado y roba corazones imbécil. Lo desplegaban a una zona de guerra. El hombre literalmente iba a la guerra y no me lo había dicho, protegiéndome una vez más. No me había dejado decirle adiós. No me había querido como una distracción, aunque no es que lo culpara. Mis lágrimas llegaron rápidas y fuertes, hasta que mi pecho tembló con sollozos. Pensé que había conocido la angustia. Resulta que no. Conocía la decepción y la desilusión, pero no desamor. Este enorme agujero en mi pecho, el dolor que salió de mi garganta con un grito triste, la necesidad simultánea de correr detrás de Iker y de decirle que se fuera a la mierda... era desamor. Porque, en algún lugar de los últimos siete días, me había enamorado de él. Y no era del tipo educado. No era del tipo aprobado por la sociedad. Del tipo de pareja poderosa educada en la clase alta. Esto era desordenado y doloroso, y mucho mejor porque era real. Él tenía razón. Mi mundo lo asfixiaría o lo transformaría; ninguno de los cuales podría soportar. ¿El suyo? Nunca había compartido lo suficiente conmigo 136 para responder cómo podía o no podía adaptarme siquiera. Así que me había quitado esa decisión porque sabía, en su corazón, cuál sería mi reacción. Lo esperaría, sin importar cuánto tiempo tomara. Éramos inadaptados. Éramos el rompecabezas que llevaba horas armar solo para darse cuenta de que faltaba una pieza. Éramos la copa de vino astillada, el bolso de diseño original, los gemelos extraviados, la palabra mal escrita en el ensayo del examen final. Estábamos tan cerca de ser... perfectos, pero no pudimos pasar la prueba. Recogí la carta de Iker y las llaves de la habitación con una mano, y tiré de mi maleta detrás de mí cuando salí de la suite, cerrando la puerta con un suave clic. Él tenía razón. Éramos como un cometa, brillante y raro, fuera del alcance de aquellos que querían tocarlo. Y ahora ya habíamos terminado. Nunca volvería a ver esos hermosos, profundos y oscuros ojos, ya fuera por su elección o por el destino. Nada era seguro en la guerra. El pánico me hinchó la garganta, y ahogué otro sollozo con el puño. Parpadeé, giré y usé la llave para abrir la puerta. Después de unos pasos, tuve los gemelos en la mano. Estos los tomaría. Los conservaría para demostrar que lo había retenido, aunque solo fuera unos días. Pero, el resto... lo dejaría. Esta vez, cuando salí de la suite, dejé las llaves en la mesa tal como lo había hecho él, para no estar tentada a volver de nuevo. Él había decidido cortar nuestra conexión, y me dejó sin el respeto de poder elegir o decir algo siquiera. Supongo que, al final, solo era otro chico predicando en una conversación unilateral, que esperaba que escuchara y aprendiera. Ah, ahí estaba: la decepción. La desilusión. Me entregué a la pérdida, las emociones, la devastación completa; para poder recordar este sentimiento, porque nunca me pondría en posición de permitir que volviera a suceder. Luego cerré la puerta y mi corazón, todo con el mismo giro de una manija. 137 14 Iker ntrecerré los ojos ante el resplandor del sol y observé desapasionadamente cómo una línea de soldados frente a mí subía solemnemente en el autobús esperando para llevarlos a la base de la Fuerza Aérea de Peterson. El ambiente era pesado y serio, o al menos así me lo parecía. Esto no era ni de lejos mi primer rodeo, pero algunos de estos chicos seguían siendo niños, apenas salidosde la escuela secundaria, y no tenían idea de lo drásticamente que estaban a punto de cambiar sus vidas. Cómo su percepción de la guerra y del mundo en el que vivíamos iba a ser alterada para siempre. Algunos de estos chicos tenían la misma edad que Gael, y eso reafirmó mi decisión de hacer lo necesario para asegurarme de que yo fuera el único Alvarez de nuestra familia arriesgara la vida. Nunca quería que Gael viera las cosas de las que había sido testigo, ni que supiera lo que era tener que doblar una bandera para la esposa de o el padre de alguien. No quería que tuviera que enterrar a sus amigos, o matar a sus enemigos, o estar en una situación en la que supiera que iba a terminar dejando atrás a gente a la que amaba. Si Gael tenía la suerte de encontrar a una chica que lo sacudiera del todo, que le pusiera el mundo patas arriba en pocos segundos, quería que pudiera aferrarse a ella, que tuviera la oportunidad de amarla como se merecía. —Hola, Alvarez. —Mi columna vertebral se enderezó de golpe cuando una mano cayó sobre mi hombro y me dio una pequeña sacudida. Miré a otro sargento de mi pelotón, Nolan McGowen. Habíamos obtenido el rango el mismo día, y era uno de los pocos soldados de Carson a los que me había acercado destinado aquí—. Llevo cinco minutos llamándote por tu nombre. ¿Dónde tienes la cabeza? En una habitación de hotel elegante con una guapa rubia a la que probablemente no volvería a ver. Había estado tan ocupado desde que salió el sol que pensé que estaba haciendo un trabajo decente escondiendo lo distraído que me encontraba hoy. Aparentemente no. E 138 —Sólo repasando mi lista. Esta última semana ha sido una locura y siento que se me olvida algo. —Sabía exactamente lo que era ese algo o, mejor dicho, alguien; pero no iba a abrirle el corazón cuando sabía que McGowan era un recién casado que se enfrentaba a la separación de su nueva esposa por primera vez. Y no era que lo estuviera olvidando, sino que me encontraba distraído porque no podía olvidar. Sabía que ninguno de nosotros lo tenía fácil, y mi historia no era única. Me encontraba lejos de ser el primer soldado que se alejaba para evitar la angustia, la mía y la de ella, que sucedería al final. Tenía la seguridad de todo un país antes de mi fugaz felicidad. —Es hora de que te pongas la cara de póker. Hay que llevar a estos niños a cruzar las puertas del infierno y traerlos a todos de vuelta. —Mi hombro fue apretado de nuevo cuando asentí. Me estaba preparando para preguntar si sus muchachos y su autobús se hallaban listos para partir cuando me sonó el teléfono con un mensaje de texto entrante. Hoy era el último día en que la cosa estaría activa hasta que volviera a Estados Unidos en nueve meses. Pensando que era mi hermano, lo saqué del bolsillo y casi dejé caer el dispositivo al suelo cuando vi el nombre de Langley en la pantalla. Era la última persona que pensé que me contactaría después de cómo la había abandonado pero, como siempre, la chica estaba llena de sorpresas. Su mensaje era corto y al grano. Langley: Estoy muy enfadada contigo, pero aun así quiero que estés a salvo. Cuídate, Iker. Un momento después, otro mensaje apareció en la pantalla, robándome el aliento y haciendo que me doliera el corazón. Langley: No sé si verás estos mensajes, pero quiero que sepas que, hasta ayer por la mañana, esta fue la mejor semana de mi vida. Gracias. Me picaban los pulgares de ganas de responder, de decirle que la semana me había cambiado fundamentalmente, que me había abierto los ojos a lo que podría ser el amor si estuviera dispuesto a luchar por él, a trabajar por él. Quería una última oportunidad para recordarle lo increíblemente especial que era. En lugar de eso, apagué el teléfono y me lo metí en el bolsillo. Ahora no era el momento de pensar en ser un niño enamorado cuando estaba a punto de cruzar el umbral de una zona de guerra. No, ahora mismo tenía soldados que contaban con que tomara decisiones claras y precisas. Contaban con que los mantuviera vivos, y esa responsabilidad tenía que ser lo primero. Amor y guerra. Dos poderosas pero complicadas bestias. ¿Cuán triste era que sólo supiera cómo tratar con una y no con la otra? La guerra era algo natural. Sin embargo, el amor era lo 139 suficientemente aterrador como para hacerme correr. Sabía lo mucho que la guerra podía herirme, pero me aterrorizaba cómo el amor podría hacerlo. Reprimiendo cualquier arrepentimiento y remordimiento persistente tan dentro de mí que podía sentirlo asentárseme en los huesos, asentí hacia McGowan y caminé hacia el autobús, dejando atrás la fantasía y el cuento de hadas de la última semana. Era un soldado, ante todo, no un príncipe azul. Sin importar cuánto quisiera interpretar ese papel para Langley. Fin… por ahora 140 BOY IN LUV Es seguro que la distancia hizo que su corazón se encariñara más… pero rompió el de ella en un millón de pedazos. Langley Vaughn sabe que nunca volverá a cometer el mismo error. ¿Quién se enamora perdidamente en una semana? Langley lo hizo, y se ha arrepentido de ello cada día desde que le entregó su corazón a un chico con demasiados secretos y equipaje emocional. Iker no encaja en el mundo de Langley, y dejó claro que no quería hacerlo. Se fue antes de que ella tuviera siquiera la oportunidad de hacerlo cambiar de opinión o demostrarle lo buenos que podrían ser juntos. Langley ha pasado los últimos nueve meses curando su corazón y haciendo grandes planes de futuro. Planes que, absolutamente, no incluyen a Iker… aunque haya vuelto, más guapo que nunca, y diciendo todo lo correcto. Iker Alvarez sabe que ha cometido el mayor error de su vida. Al principio, la guapa rubia con el vestido rojo no era más que un medio para un fin. Pero rápidamente se convirtió en mucho más. Tan pronto como Iker se alejó de Langley, alegando que era por su propio bien, supo que la había jodido. La dejó para que no se preocupara por él durante su asignación, para no hacerle perder el tiempo esperando a un tipo que nunca sería lo suficientemente bueno para ella. Solo que, nueve meses y una asignación más tarde, Iker sigue sin poder sacarse a Langley de la cabeza… e infravaloró completamente el agarre que tiene ella sobre su duro corazón. Es un hombre que no está Seguro de cómo debería funcionar el amor, o cómo hacer para recuperar a su chica… está a punto de recibir un curso intensivo de ambos. In Luv Duet #2 141 SOBRE LAS AUTORAS Autora bestseller del New York Times y USA Today, Jay Crownover es la autora internacional de las sagas Marked Men, The Saints of Denver, The Point, Breaking poing y Getaway. Sus libros pueden ser encontrados en muchos idiomas diferentes por todo el mundo. Es una nativa de Colorado con tatuajes y un cabello loco que vive en la base de las montañas con sus increíbles perros. Es aquí donde se la puede encontrar a menudo disfrutando de una cerveza fría y los Martes de Tacos. Jay se ha declarado como una esnob de la música y una franca enamorada de los libros que está buscando su próxima aventura entre las páginas y de viaje. Rebecca Yarros es una romántica desesperanzada y una enamorada de todas las cosas de café y chocolate. Es la autora de las sagas, ganadoras de premios, Fight & Glory y The Renegades. Le encantan los héroes militares y ha estado felizmente casada con su piloto de los Apaches durante diecisiete años. Cuando no está escribiendo, les ata los cordones de hockey a sus cuatro hijos, buscando tiempo para tocar la guitarra o viendo películas de los 90 con sus dos hijas. Vive en Colorado con su marido, su bulliciosa pandilla de niños y su colección de mascotas. Tras haber adoptado a su hija menor del sistema de adopciones, Rebecca es una apasionada defensora de los niños a través de su ONG, One October. 142 http://www.paradisebooks.org/