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CUL LE - Livro-Texto Unidade II

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Culturas de língua espanhola
La cultura hispanoamericana I 
En la primera parte de este manual estudiamos la cultura española desde sus principios hasta el 
momento actual. Para ello, hablamos de la organización política y social de los diversos períodos históricos 
y el desarrollo cultural – las artes plásticas, la arquitectura, la música, el cine – correspondiente. 
Cuando nos deparamos con la tarea de estudiar la cultura hispanomericana, es necesario hacer un 
recorte claro, pues no es posible hablar de tantos países y de tanta diversidad en una única “apostila”. 
Para llevar a cabo este estudio, vamos a organizar nuestro trabajo de la siguiente forma: en las 
Unidades II y III vamos a tratar del conjunto de cultura hispanoamericana del descubrimiento hasta hoy, 
tratando de poner en relieve en cada momento lo que creemos que es fundamental para la comprensión 
de la cultura del continente como un todo. De este modo, en el período colonial nuestra mirada estará 
puesta especialmente en los actuales México y Perú (antiguos Virreinatos de Nueva España y del Perú), 
ya que estos fueron los principales centros de los comienzos de la conquista y de la colonización de 
América. 
Por otro lado, daremos especial atención a la Argentina del siglo XIX, el Período de la Independencia y 
de la construcción nacional, por entender que el caso del país platino nos sirve de modelo, de paradigma, 
para entender los procesos de independencia y construcción nacional que ocurren en casi toda América.
Por supuesto, no obstante la atención especial a determinados países, artistas y movimientos 
culturales a veces locales, trataremos de ver un poco de toda Hispanoamérica, de sus artistas, siempre 
en búsqueda de los rasgos que los hacen tan distintos entre sí y de los otros y, sin embargo, tan unidos 
por un abstracto sentido de pertenencia a una cultura única: la hispanoamericana.
5 la cultura precolombina y la llegada de los españoles a 
américa
Con la conquista de Constantinopla por los turcos otomanos y la caída del Imperio Bizantino, el 
comercio de especias con el Oriente a través del Mediterráneo se hizo difícil. Así, la corona española 
decide buscar otra ruta de comercio, un camino más curto y seguro hacia las Indias. Los Reyes Católicos 
deciden apoyar a Colón, navegador genovés, que les ofreció un plan de viaje a las Indias. El navegador 
emprendió un viaje por el Atlántico pero, en lugar de llegar al destino deseado, Colón desembarcó en 
una isla del Caribe el 12 de octubre de 1492. 
Colón pensaba haber llegado a las costas de Asia. Pero en el nuevo continente no había especias para 
comerciar y el proyecto de la creación de una nueva colonia fracasó en su principio.
Unidad II
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Unidad II
Luego, con la noticia de la existencia de metales preciosos – principalmente el oro – hay un interés 
por la colonización de las nuevas tierras. 
Lee este texto sobre el descubrimiento de América y su significado para los españoles de la época:
Nuevo Mundo y retorno a los orígenes
No es exagerado sostener que la primera representación que España se 
forja de América es a partir de las “imágenes” sobre la “cuarta región” 
del mundo que se precedieron su descubrimiento. Los mitos y leyendas 
con que se poblaron durante la Antigüedad y la Edad Media los espacios 
desconocidos más allá de las columnas de Hércules no se desmintieron 
con el “encuentro” de un Nuevo Mundo, sino que, por el contrario, se 
actualizaron, cobrando renovada vigencia y parecieron “objetivarse” en la 
realidad de los territorios abordados, contribuyendo a forjar la primera 
“idea” de América.
En el Nuevo Mundo se “verifican” profecías del Antiguo Testamento, mitos 
greco-latinos como la Atlántida y las Amazonas, leyendas medievales como 
el reino del Padre Juan, las Siete Ciudades, la Fuente de Juvencia. América se 
convierte en un campo de experimentación práctica y de ratificación objetiva 
de lo imaginado con anterioridad, desde el bestiario fantástico a la próspera 
Jauja. […] En cierto modo […] Europa no emprende el descubrimiento de 
un Nuevo Mundo, sino un retorno a sus orígenes más allá de las aguas del 
océano, donde incluso se hace la ilusión de “empezar de nuevo”. Por esta 
razón el nuevo espacio es el privilegiado por la utopía renacentista (AÍNSA, 
1992, pp. 10-11).
Los nobles españoles dan impulso a la colonización de América delante de la necesidad de 
metales preciosos, oro y plata, escasos en Europa. Empiezan la incorporación de nuevos territorios y el 
asentamiento de colonos en las tierras conquistadas. Es el momento cuando muchos españoles deciden 
lanzarse a la aventura y venir a América con la intención de hacerse ricos y de probar si las leyendas 
eran verdaderas.
El gobierno español incorpora los territorios americanos y los dota de un órgano de gobierno propio, 
el Consejo de las Indias. La ocupación de América se da en dos etapas, entre 1492 y 1550: la conquista 
y la colonización. 
En la etapa de conquista, primero los españoles explotaron las costas del nuevo continente y crearon 
varios asentamientos en el mar Caribe con el bjetivo de explotar los recursos naturales; luego, crearon 
ciudades semejantes a las españolas. 
En la etapa de colonización, a partir de 1550, los españoles empezaron a habitar, explotar y cultivar 
los territorios americanos conquistados. Impusieron a los indígenas algunas formas de explotación e 
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importaron esclavos negros de África para sustituir la mano de obra indígena en algunas partes de la 
colonia. El mestizaje entre las tres razas empieza a transformar la población. 
Otra característica de la colonización española es la evangelización de los llamados “infieles”, los 
indígenas, para su conversión al cristianismo. Varias órdenes misioneras – dominicos, franciscanos, 
jesuitas y agustinos, entre otros –, vinieron a América para evangelizarlos y se distinguieron por la 
defensa de la dignidad y de los derechos de esos indígenas. 
En la etapa de colonización también se intensificó la explotación de metales preciosos en los 
territorios conquistados. En los siglos XVI y XVII, bajo la dinastía de los Austrias, la llegada de metales 
preciosos a Europa causó cambios, un gran impacto en la economía y finanzas de varios países europeos. 
Es importante tener en cuenta que la conciencia de América no existía hasta muchos años después de 
1492, fecha del descubrimiento por Colón. Los españoles, en aquel momento, estaban más preocupados 
por la unificación de los reinos en la península, con la expulsión de los musulmanes etc. Además, en 
América, más precisamente en el Caribe, encontraron a grupos culturales que apenas habían salido del 
estado de recolección y que poco interfirieron en la cultura española. Y la verdad es que a los demás 
europeos tampoco les preocupaba demasiado el descubrimiento del Nuevo Mundo. 
La colonización española, tanto en América como en el resto del mundo, tenía carácter mercantilista, 
o sea, sólo tenía sentido si dichas coloniaspudieran ofrecer productos que produjeran ganancia. En 
América, la base de la explotación de las colonias fue la mineración y otras actividades económicas, 
como la ganadería y la agricultura, se desarrollaron con el objetivo de ofrecer productos para el consumo 
de los que trabajaban en las minas. Tan sólo con el declinio de la mineración esas otras actividades 
económicas pudieron tener un papel de destaque en la economía de las colonias.
La mano de obra empleada en las actividades económicas era fundamentalmente esclava, 
predominantemente indígena pero también de los negros que habían sido traídos a Cuba, Haiti y otras 
islas del Caribe. 
En la sociedad colonial de Hispanoamérica la mayoría era indígena y la minoría, que mandaba y explotaba 
a la población indígena, compuesta por blancos, españoles. Entre los colonizadores había divisiones: 
chapetones – colonos blancos privilegiados nacidos en España – y criollos - blancos de descendencia 
española nacidos en América. Estos últimos eran también ricos pero no tenían los mismos privilegios de los 
chapetones. También había los mestizos, resultado de la miscigenación entre blancos, indígenas y negros.
Los primeros conquistadores que llegaron a América recibieron de la Corona española el privilegio de 
administrar las tierras que habían descubierto. El hallazgo de minerales preciosos, oro y plata, impulsó 
la Corona a hacer leyes y crear órganos para regular y fiscalizar las colonias. Y poco a poco los primeros 
administradores fueron perdiendo poder y libertad administrativa. 
Sólo entre 1520 y 1530 ocurre una transformación histórica importante, tanto con relación a los 
acontecimientos americanos como europeos. En esa década, tenemos la formación de un nuevo imperio 
con Carlos V y la Reforma Protestante de Lutero, mientras que en América Hernán Cortés se apodera 
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de la zona mesoamericana donde los españoles encuentran a grupos culturales que representan las 
grandes culturas continentales de la época, como los aztecas y los incas. 
5.1 la transculturación
A ese fenómeno que ocurre siempre que hay un contacto entre culturas o el dominio de una por otra 
los antropólogos han llamado transculturación. Hay varias definiciones distintas, pero vamos a trabajar 
aquí con el concepto que nos da Sonia Valle de Frutos:
Consideramos los procesos de transculturación como aquellos procesos 
producidos por la adaptación recíproca entre civilizaciones, que implican, por un 
lado, la penetración recíproca y no unilateral entre culturas, por medio de canales 
de participación de los grupos culturales que forman la civilización particular en 
un doble y/o múltiple flujo comunicativo. Y por otro, implican efectos funcionales 
que pueden provocar la transformación de la civilización reestructurándola y 
teniendo como resultado una nueva realidad sociocultural con el predominio de 
una de las culturas y/o civilizaciones que interactúa. Ésta se manifiesta por la 
«similaridad» y diferenciación o diversidad cultural (VALLE DE FRUTOS, 2011, p. 79). 
En las artes, el encuentro de los españoles con grupos culturales más o menos desarrollados 
supone una transculturación más o menos directa. O sea, en el caso del Caribe, la presencia de 
culturas poco desarrolladas provoca una transculturación más directa que en Mesoamérica, o sea, 
menos conflictuosa.
Allí predominan, debido más a una necesidad práctica de defensa contra los piratas que a una 
necesidad estética o decorativa, las fortificaciones.
La situación es distinta en México y Perú donde es necesario establecer una sociedad estable dotada 
de los mismos organismos e instituciones que existían en España: obispados, universidades y virreinatos. 
En la literatura predomina la utopía. Los escritores describen tierras imaginarias, casi paradisíacas. Y 
las órdenes religiosas, retoman temas de la iglesia primitiva, traen a América misioneros con el objetivo 
de convertir a los indígenas. 
Lo que caracteriza el arte en América hasta el siglo XIX es que los artistas, constructores de edificios, 
pintores, escultores etc., se dejan nortear por dos referencias: su entorno, la cultura prehispánica, y el 
mundo español que los conquistadores intentaban reproducir en América. Eso va en contra de una 
visión “eurocéntrica” del arte en el Nuevo Mundo, que convierte a los artistas americanos en simples 
receptores de las tendencias artísticas de la metrópoli.
En los siglos XIX y XX, la producción cultural y artística se va internacionalizando y las jóvenes 
repúblicas americanas, independientes de España, buscan otras fuentes culturales en Europa. En el siglo 
XX, vuelven a reflexionar sobre sus raíces y lanzan propuestas arquitectónicas y urbanas vanguardistas 
con respecto a una cultura globalizada. 
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5.2 las culturas precolombinas y la transculturación ibérica a américa 
El continente americano pasó por un proceso de transculturación continuo desde su descubrimiento 
hasta la independencia de las colonias pero que no es idéntico en todo el territorio conquistado debido 
a características geográficas y culturales americanas y a la situación histórica y cultural de España. 
En la época del descubrimiento de América, España acababa de pasar por un proceso de Reconquista 
después de siglos de dominación árabe. Dicha dominación marcó profundamente la cultura española, 
como ya hemos visto, y llega a América por las manos de los colonizadores españoles junto con otras 
herencias culturales de los pueblos que dominaron la península antes de los musulmanes. 
 recuerda
Reconquista: período que va del siglo VIII al XV y que corresponde a la 
expulsión de los árabes musulmanes de la Península Ibérica.
Con relación al idioma, el castellano, se da lo contrario de lo que tenemos en la península. Se impone 
el castellano mientras que en España cohabitan varias lenguas diferentes.
Así, podemos decir que la cultura hispanoamericana, o culturas hispanoamericanas, es la suma 
de raíces diversas con el deslumbramiento, la recreación del espacio, con la necesidad de definir una 
identidad homogénea, elementos de los que carecía la propia Península. Las manifestaciones culturales 
en Hispanoamérica se caracterizan por la singularidad, no son copia de las españolas.
Inicialmente, los conquistadores transferían artesanos españoles al Nuevo Mundo para que se 
ocuparan de las construcciones y de la producción de obras de arte con diversas funciones. Con la 
esperanza de enriquecer rápidamente, empezaron a venir voluntarios y la Corona española se dio cuenta 
de la necesidad de reglamentar y controlar su inmigración. La distribución del trabajo respondió a 
la propia organización española y en la primera etapa de la colonización predomina la transferencia 
española en la arquitectura y en la decoración. 
En oficios como la carpintería y la platería, los españoles contaron con artífices indígenas entrenados y 
calificados, muchos con la capacidad de asimilación de la tecnología y de las formas de expresión española. Y 
los artesanos españoles tuvieron que encontrar nuevos programas de arquitectura para adaptarse a la realidad 
del nuevo mundo y sus respuestas de diseño van a expresar esa nueva realidad. El proceso en el plano de la 
pintura fue similar. Una etapa de desarrollo imitativo fue poco a poco transformándose en mayoreslibertades 
expresivas, aunque el carácter didáctico que tendrá en el proceso de evangelización impuesto por la Iglesia, 
tanto a la pintura como la escultura, asegurará en este plano un mayor control por parte del colonizador. 
En escultura, pintura de murales y otras artes se puede notar claramente la presencia de la influencia 
andaluza, en especial sevillana. Eso se debe a que de Sevilla, el puerto español de embarque a América, 
lIegaron en el siglo XVI a Hispanoamérica envíos de retablos e imágenes, bien como de maestros y 
oficiales de talleres peninsulares. 
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En el plano de las fortificaciones militares y, en algunos casos, en la arquitectura religiosa de la segunda 
mitad del siglo XVI predomina sin ninguna sombra de duda y hasta el siglo XVII el control del colonizador, en 
el diseño y decorado de los edificios, copiando formas que prevalecían en esa época en la Península Ibérica. 
De Europa llegaron también libros, dibujos y láminas de origen italiano, flamenco, alemán y francés 
que tuvieron rápida difusión en América y sirvieron como fuentes de copia e interpretación. Los libros se 
destinaban a conventos, pero acababan en poder de arquitectos y maestros de obras que reelaboraban 
la técnica y el uso de materiales y los adaptaban a la tradición local. Con el paso del tiempo, se dejaron 
de importar directamente las ideas desde la península y los arquitectos tuvieron que buscar soluciones a 
problemas como, por ejemplo, el de los terremotos, aunque todavía perduraron procesos de intercambio 
de materiales entre América y España. 
En el Nuevo Mundo, los indígenas y los españoles mezclaban elementos simbólicos de ambas culturas. 
Los caballeros-tigres o águilas de la mitología azteca podían ser vistos al lado de centauros e iconos 
católicos, como Santiago y la Virgen. Se crea un mundo fantástico en el que se pueden ver pinturas 
profanas e imágenes católicas. 
Los artesanos, tanto españoles como criollos, utilizan en la manufactura de tejido la experiencia 
acumulada por civilizaciones americanas, pigmentos y técnicas pictóricas en las que aprovechan el añil 
y la cochinilla para los tintes, el palo Brasil y el palo Campeche, las fibras mexicanas o peruanas. 
Como pudimos ver en los párrafos anteriores, el intercambio de ideas y de conceptos artísticos se 
caracteriza por diferentes tipos de transferencias. 
5.2.1 Las culturas prehispánicas 
La herencia de las culturas prehispánicas, o sea, existentes en América antes de la llegada de los 
europeos, fue muy importante para la formación de las actuales culturas del territorio americano. Para 
entender los períodos Arcaico y Precerámico y llegar hasta el siglo XVI d. C., es fundamental entender 
la evolución de cada uno de los grupos que se asentaron en el territorio americano y el grado de las 
relaciones que establecieron entre sí. 
Figura 57 – Anónimo. Cabeza colosal olmeca en basalto. Hacia el siglo XII a. C. 
Museo de Antropología de Xalapa, Veracruz, México 
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Figura 58 – Anónimo. Artesanía zapoteca. Barro. Período Clásico, 200-500 d.C. 
Cultura Zapoteca. Colección Museo Nacional de Antropología. México 
Figura 59 – Anónimo. Artesanía peruana - representación Líneas de Nazca. Lima, Perú 
Además de los estudios arqueológicos, también existen fuentes documentales que empezaron 
a registrarse a partir del siglo XVI, que nos ofrecen material para el estudio de los grupos humanos 
prehispánicos. Y por último, aunque debemos analizarla con cautela, contamos con la propia tradición 
oral de estos pueblos que nos cuenta acerca de su historia, costumbres, creencias y tradiciones. 
El alto grado de civilización de algunos pueblos prehispánicos, que alcanzaron una estructura 
compleja de organización social y religiosa, puede ser comprobado por la existencia de mecanismos 
de cómputo, por la creación de calendarios y de la escritura y la creación de imágenes dotadas de 
significados abstractos relacionados con las fuerzas de la naturaleza. Otra característica importante de 
esos pueblos era su articulación territorial condicionada a una estructuración económica fundamentada 
en la agricultura y el comercio, pero que también se caracterizaba por una tradición urbana en la que 
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las ciudades se encontraban en enclaves muy bien planificados y que son muestras de civilizaciones 
perfectamente organizadas.
5.2.1.1 La organización social de los pueblos prehispánicos
Figura 60 – Anónimo. Pirámide de Kukulkán. Siglo XII d. C. Chichén Itzá, México. Arquitectura maya
Los grupos que se distribuían por las distintas regiones de la América prehispánica fueron, 
paulatinamente, desarrollándose. Las sociedades prehispánicas se caracterizaban por estar perfectamente 
estructuradas de una manera jerárquica, pero cuyo orden interno variaba de un pueblo a otro. El 
desarrollo hizo que esas sociedades aumentaran progresivamente su complejidad y algunos de sus 
miembros llegaron a controlar al resto de la población. Ese dominio se dio, inicialmente, por motivos 
religiosos y más tarde por causas militares. En determinadas etapas de la historia, dicho dominio se 
debió a ambos motivos.
En relación al primero de los casos, el del dominio religioso, podemos decir que en el seno de los 
grupos sociales había chamanes que interpretaban los acontecimientos considerados sobrenaturales 
para intentar explicar los hechos terrenales. Tenían el papel de intermediarios entre los dioses y el grupo 
social. El segundo caso, el del dominio militar, se daba por cuestiones de guerras entre pueblos. 
Las sociedades prehispánicas nómadas se organizaban para efectuar labores de caza y recolección 
con las que podían garantizar el sustento del grupo. En los 5000 años de su evolución, anteriores al 
nacimiento de las sociedades urbanas, se desarrolla una incipiente vida rural en la que se domestican 
plantas y animales. Los grupos empiezan a asentarse en puntos determinados y a explotar los recursos 
naturales del entorno; también empiezan a acumular objetos y a construir, en su tiempo libre, complejos 
sagrados y otras actividades que suponían una clara aportación colectiva. Eso les permitía desarrollar 
actividades desconocidas hasta aquel momento y las personas empezaron a especializarse en las acciones 
productivas o en las artesanales, como la producción de cerámica, textiles etc. 
En el Período Clásico en Mesoamérica y en la región andina surgen crecientes relaciones comerciales 
que llevan algunos pueblos a una mejora de la calidad de vida mediante el perfeccionamiento de todos 
los ámbitos de la existencia. También ocurre una mayor diversificación social y aparecen ya totalmente 
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definidos los sacerdotes, que componían una clase social que tuvo origen en los primitivos chamanes. 
Los sacerdotes se dedicaban a la gestión de las riquezas de los templos que se convirtieron en los 
lugares donde se buscaba la solución a los problemas sociales derivados de la creciente acumulación de 
riqueza. Surge la realeza, muy vinculada con la clase religiosa, los militares y el resto de la población, 
comerciantes, artesanos y agricultores. Esa estructura social se mantiene prácticamente de esa forma a 
lo largo de la etapa Clásica, en el Período Postclásico y en el Horizonte Tardío, y es la estructura social 
con la que entró en contacto el hombre europeo en la época del descubrimiento. 
Para las sociedades prehispánicas, la existencia del grupo sacerdotal estaba vinculada con la idea de 
civilización y la ausencia de creencias religiosas estaba relacionada con la barbarie. El poder se mantenía 
en las manos de los sacerdotes por medio del respeto y del terror. 
A inicios del primer milenio surgen aristocracias guerreras como las de los toltecas, mixtecas y 
chimús que resultan de la incursión de poblaciones nómadas y que acaban controlando a las sociedades 
teocráticas del período anterior. A partir del 1300 surgen los grandes imperios que se convierten en 
símbolo de unidad, de capacidad de emprender obras públicas y de colonizar nuevas tierras. 
En la sociedad inca, existe una unidad social básica, el ayllu, alrededor de la que giraban todas 
las otras unidades sociales. Representaba la unidad de parentesco: todos los miembros se consideran 
descendientes de un antepasado común que podía ser real o ficticio; se caracterizaba por el patriarcado 
y por relaciones de endogamia claras.
 recuerda
La endogamia es la práctica de contraer matrimonio personas de 
ascendencia común o naturales de una pequeña localidad o comarca. Así, 
se evita el contato con “extranjeros”.
5.2.1.2 La religión 
En las religiones prehispánicas, las divinidades, los ritos, las fechas de las festividades, todo estaba 
vinculado directamente con las fuerzas de la naturaleza y con el cultivo de la tierra. O sea, eran religiones 
esencialmente agrícolas que asociaban el origen de la vida al maíz, alimento supremo, material a partir 
del que se hizo la carne de los hombres.
Los sacerdotes presidían las ceremonias y rituales en los que se rezaba por la lluvia y la fertilidad y 
muchas veces se hacía guerra para capturar a los prisioneros necesarios para los sacrificios cuyo fin era 
servir de ofrenda a los dioses y así mantener el movimiento del universo. En sus crónicas, los españoles 
relataron los sacrificios humanos de los que han sido espectadores en rituales de los aztecas o mexicas. 
En los rituales, los sacrificados eran considerados seres privilegiados cuya muerte garantizaba que la 
vida continuara y que el sol se moviera. O sea, la muerte aseguraba la vida a través de las fuerzas de 
resurrección que partían de los sacrificios. Tal idea se mantiene viva hasta hoy en fiestas como el Día de 
los Muertos en México.
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Figura 61 – Día de los Muertos- altar. México DF. 
Según esas creencias, los muertos jugaban un papel muy importante en todo el ciclo agrícola: ellos 
eran los intermediarios con los dioses de la lluvia. Originalmente, las festividades eran presididas por la 
diosa Mictecacíhuatl, esposa de Mictlantecuhtli, señor de la tierra de los muertos. Con la llegada de los 
españoles, la tradición se fusionó con las costumbres medievales católicas y aparecieron modificaciones 
en la elaboración de las ofrendas y los altares, los mismos que actualmente albergan los restos de esta 
fusión cultural. El legado hispánico o católico se ve, por ejemplo, en el pan de muerto, elaborado con 
harina de trigo, huevo, azúcar y anís, en las frutas o flores colocadas en los altares que no son originarias 
de la región, y en la utilización de velas. En los altares se encuentran las raíces prehispánicas: en el nivel 
inferior, que representa el inframundo, se colocan los incensarios; en el punto medio están las ofrendas, 
y el nivel superior, están las imágenes y fotografías.
Es constante la presencia de imágenes y figuras de personajes femeninos y el papel destacado que 
alcanza la imagen de la mujer en la organización social interna de los pueblos prehispánicos nos muestra 
la preponderancia que lo femenino alcanza, a niveles religiosos, en el seno de estos pueblos. 
El hombre prehispánico creía en las divinidades y las fuerzas de la naturaleza pero pensaba que 
los actos de los humanos influían para mantener el orden del cosmos. Por ello, ritos acompañaban al 
hombre durante toda su existencia, al nacer, morir, crecer, pasar de un estado biológico o social a otro, 
para alcanzar la abundancia, la felicidad etc. 
A partir del “descubrimiento” de América, el panteón de dioses prehispánicos y sus ritos religiosos 
fueron sustituidos por otros. Del panteón prehispánico mesoamericano podemos citar divinidades como 
Tláloc, el dios de la lIuvia, Quetzalcóatl, Xochipilli, Chalchiutlicue, Coatlicue, Xochiquetzal, Mictecacíhuatl, 
Xipe Totec, Huitzilopochtli, Tonatiuh, Tlazolteotl, entre otras, todas relacionadas con la agricultura y los 
fenómenos de la naturaleza. 
La religión en la zona andina se apoyaba en la existencia de una serie de mitos cosmogónicos que 
explicaban el origen del mundo, de los hombres, de las plantas, y donde juega un papel importante 
Viracocha, una especie de héroe-padre que será fundamental en el desarrollo del pueblo inca. En la 
sociedad inca, toda la tradición se transmitía de modo oral y los dioses, genéricamente llamados huacas, 
regían las fuerzas de la naturaleza y facilitaban al hombre su sustento y su seguridad. 
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Figura 62 – Machu Picchu. Ciudad inca religiosa edificada hacia el siglo XV. Perú 
Los pueblos prehispánicos creían en una vida tras la muerte y por eso crearon una serie de edificios, 
ceremoniales y objetos que ratifican este aspecto. Podemos citar algunos ejemplos de esa creencia: en la 
religión preincaica e incaica, los antepasados de cada una de las familias de los ayllu eran momificados 
y santificados y la conservación de sus cuerpos se veía como elemento indispensable para reforzar las 
señas de identidad de las familias. Las condiciones extremas de las altas montañas son responsables del 
magnífico estado de conservación en el que se hallan algunos de los cuerpos momificados hasta los días 
de hoy. 
Otro ejemplo es la presencia de ajuares – conjuntos de muebles, utensilios y ropas de uso común 
– abundantes en las tumbas de los mochicas, muestras de la preocupación por hacer acompañar al 
difunto de cosas necesarias en el viaje que era la muerte. 
5.2.1.3 La escritura y el calendario 
La existencia de la escritura y del calendario, instrumentos necesarios para la comunicación entre 
los pueblos, para el control del tiempo y mejor manipulación de los productos agrícolas, es un reflejo del 
alto grado de evolución de un pueblo.
En el período olmeca tuvo origen el lenguaje escrito en el que se combinaban elementos abstractos 
con imágenes, signos de difícil interpretación, registrados en elementos esculpidos en estelas. Es posible 
que, en un primer momento, la escritura se relacionara con las clases sociales dirigentes que la emplearíanpara determinar y marcar momentos y fechas de significación especial. 
 observación
Olmeca es el nombre de la civilización que se desarrolló durante el 
Preclásico Medio en una zona del actual México. 
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A partir del siglo X d. C, los mayas desarrollaron una escritura, crearon un código consistente en 
820 signos enmarcados y compuestos, jeroglíficos, de los que hasta hoy solamente se han conseguido 
descifrar un tercio. Sus inscripciones registraban sucesos históricos y míticos.
Los calendarios eran utilizados por los pueblos prehispánicos desde la etapa olmeca y muestran una 
clara relación de estas culturas con los ciclos vitales de la naturaleza y era necesario controlarlos para 
controlar, a la vez, la producción agrícola de la tierra. El control del transcurso del tiempo, cuyas raíces 
se encuentran en la historia y se han forjado a partir de la religión, de los horóscopos, de la adivinación y 
de la astronomía, alcanzó su máximo exponente y complejidad en la etapa maya que contaba con varios 
ciclos, cada uno con unas funciones muy determinadas y que fueron utilizados por la aristocracia y los 
sacerdotes para legitimar su posicionamiento frente al pueblo. 
Figura 63 – Anónimo. Piedra del Sol. Calendario maya. Hacia 1479. Dimensiones: monolito de forma discoidal, 
con un tamaño de 3,65 metros de diámetro y unas 24 toneladas de peso. Museo Nacional de Antropología, México DF
La cronología presentada por los calendarios mayas es muy precisa, ya que no puede reaparecer 
ninguna fecha de serie hasta después de 374.440 años. 
En comparación con el mundo maya, en el mundo inca no existe ninguna clase de escritura. Los 
incas empleaban los kipus y la fuerza de la tradición hablada como los únicos medios para transmitir 
los acontecimientos históricos. Los kipus les permitían registrar la marcha del Estado y consistían en un 
sistema de nudos y piedras en cordones de diversos colores y tamaños que marcaban los acontecimientos, 
los datos estadísticos, cosechas etc. 
El color de cada cordón tenía un significado: el amarillo representaba el oro, el blanco la plata, el rojo 
la guerra etc. Gracias a los kipus, los kipucamayos, funcionarios del gobierno, llevaban cuenta exacta de 
la población según la edad, sexo, según los nacimientos, muertes, enfermedades, animales, cosechas etc. 
5.2.1.4 La agricultura y el comercio 
Los primeros grupos empiezan a asentarse de una manera estable en el territorio americano gracias 
al paulatino calentamiento de la Tierra en las últimas glaciaciones. La economía básica de estos grupos 
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se mantenía de acuerdo con las características de los territorios por donde se movían, caracterizadas por 
un sistema mixto de pesca, recolección, cacería y agricultura, además de los intercambios de objetos y 
productos entre los grupos. 
La agricultura tuvo origen en la observación de la naturaleza, en la selección de especies vegetales y 
de su domesticación para hacerlas productivas. De eso, surge el cultivo del maíz, grano que se consolidó 
como base de la alimentación americana, aunque otros alimentos también formaban parte de la 
agricultura prehispánica, como la calabaza, el aguacate, el chile, la papa y la yuca.
Alrededor del siglo IV a. C., el maíz fue domesticado y pasó a ser un elemento de vital importancia. 
De su cultivo derivó el desarrollo y la aparición de diversos tipos de paisajes, como por ejemplo el de 
andenes que alteraría el medio en la zona andina. A la alteración del paisaje se junta el control efectivo 
del agua que facilitaba el control de la producción del maíz. Los canales que aparecen en yacimientos 
tempranos como el olmeca de San Lorenzo, las obras de ingeniería que corrigieron el trayecto de un 
río en Teotihuacán, los sistemas de acueductos, canales y andenes de la región andina que recorrían 
las márgenes de los ríos desde los Andes y que descendían hasta el Pacífico, son obras que destacan la 
importancia del control del agua para la agricultura. 
Por medio de rutas comerciales, distantes zonas de América que intercambiaban productos excedentes 
y materias primas sobrantes pudieron ponerse en contacto. El comercio lIegó al tope antes de la llegada 
de los colonizadores españoles, en las etapas finales de los imperios americanos de los siglos XIV y XV. 
Los intercambios comerciales permitieron no solo el intercambio de productos sino también la existencia 
de rutas de comunicación que llevaron muchos elementos culturales a puntos distantes a los de origen. 
5.2.2 Quetzalcóatl y la leyenda de su regreso
Quetzalcóatl – el “dios emplumado” – era, según las creencias aztecas, el dios que daba la vida. 
Cuenta uno de los muchos mitos que Quetzalcóatl era un dios rubio, blanco, alto, barbado y de grandes 
conocimientos científicos, que enseñó a los pueblos que habitaron aquella zona antes de loz aztecas – 
Toltecas, Nahoas y Mayas – a labrar los metales, la astrología etc. Cuenta Carlos Fuentes que:
En el nombre de Quetzalcóatl, la sociedad azteca mantuvo vivo el culto 
de la vida a través de sus sistemas de educación, que eran universales y 
obligatorios; mediante las exhortaciones dichas en bodas, nacimientos, 
muertes y elecciones. El poeta azteca, pero también los padres y las madres 
dirigiéndose a sus hijos, los novios hablándoles a sus novias, los vivos 
dirigiéndose a sus muertos, o los ancianos eligiendo a sus reyes, hablan 
todos de la tierra como un lugar de felicidades melancólicas, felicidades 
que hieren, la tierra como un lugar misterioso y hostil, donde la vida es 
un sueño, todo pasa y solo la muerte es cierta. Pero esto no es razón para 
desesperar, pues todos poseemos los dones de la risa, el sueño, la cocina, la 
salud y, finalmente, el acto sexual, celebrado como “semilla de los pueblos” 
(FUENTES, 1992, p. 115).
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Cuando Moctezuma era el imperador de los aztecas, decía la leyenda que Quetzalcóatl se había ido 
y prometido volver en una fecha fija: Ce Ácatl, el día de la caña en el calendario azteca. 
Los sacerdotes, que observaban la serie de coincidencias y malos augurios (temblores de tierra, paso 
de cometas, eclipses), decían que la profecía estaba a punto de cumplirse; en el tiempo previsto llegó un 
mensajero de la costa y le dijo a Moctezuma que:
[…] desde el oriente se habían acerdado casas flotantes, y en ellas se veían 
hombres vestidos de oro y plata, y montados sobre bestias de cuatro patas 
(caballos). Estos hombres eran blancos, barbados, algunos de ellos incluso 
rubios y de ojos azules (FUENTES, 1992, p. 118). 
Para el gran emperador había llegado el fin: para él, la profecía se estaba cumpliendo. 
Pero quien había llegado no era Quetzalcóatl, sino Hernán Cortés, un español ambicioso en búsqueda 
de tesoros y tierras para la Corona. Con la ayuda de Malinche (en lengua nativa Malintzin, que significa 
“desventuras”), una esclava que le había sido regalada y que se convirtió en su intérprete y consejera, 
descubrió los problemas del imperio azteca y supo comousar el odio de los pueblos subyugados a su 
favor. Y así fue como Hernán Cortés fue recibido por Moctezuma en su palacio y allí le hizo prisionero; 
pronto los aztecas se dieron cuenta de que aquel hombre cruel no era Quetzalcóatl, pero ya no pudieron 
hacer frente a las armas del pequeño ejército de Cortés. Era el fin del Imperio. Malinche pasó a la historia 
como la traidora de su pueblo y sobre esos acontecimientos hay una canción interpretada por Amparo 
Ochoa que ilustra ese sentimiento. Léela a seguir:
La Maldición de la Malinche
Del mar los vieron llegar 
mis hermanos emplumados
Eran los hombres barbados 
de la profecía esperada
Se oyó la voz del monarca 
de que el dios había llegado.
Y les abrimos la puerta 
por temor a lo ignorado.
Iban montados en bestias 
como demonios del mal
Iban con fuego en las manos 
y cubiertos de metal.
Sólo el valor de unos cuantos 
les opuso resistencia
Y al mirar correr la sangre 
se llenaron de verguenza.
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Porque los dioses ni comen 
ni gozan con lo robado
Y cuando nos dimos cuenta 
ya todo estaba acabado.
Y en ese error entregamos 
la grandeza del pasado
Y en ese error nos quedamos 
trescientos años esclavos.
Se nos quedó el maleficio 
de brindar al extranjero
Nuestra fe, nuestra cultura, 
nuestro pan, nuestro dinero.
Y les seguimos cambiando 
oro por cuentas de vidrio
Y damos nuestras riquezas 
por sus espejos con brillo.
Hoy, en pleno siglo veinte 
nos siguen llegando rubios
Y les abrimos la casa 
y les llamamos amigos.
Pero si llega cansado 
un indio de andar la sierra
Lo humillamos y lo vemos 
como extraño por su tierra.
Tú, hipócrita que te muestras 
humilde ante el extranjero
Pero te vuelves soberbio 
con tus hermanos del pueblo.
Oh, maldición de Malinche, 
enfermedad del presente
¿Cuándo dejarás mi tierra?
¿Cuándo harás libre a mi gente?
Fuente: PALOMARES, 1985. Pista 1.
 para saber más
Para más sobre la colonización de los pueblos americanos, ve la película:
LA OTRA conquista. Dir. Salvador Carrasco. México, 1998. 110 minutos.
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5.3 las ciudades y la arquitectura en Hispanoamérica 
Figura 64 – Anónimo. Catedral Metropolitana de Ciudad de México, DF. 1571 – 1813. México 
La Catedral Metropolitana de México DF es un claro ejemplo de obra arquitectónica en la cual se 
pueden ver varios estilos mezclados, dado que su construcción tardó más de dos siglos en terminar. 
Fue construída para reemplazar la pequeña iglesia que Hernán Cortés había mandado construir sobre 
un templo azteca, como símbolo de la superioridad española cristiana. En ella podemos ver rasgos del 
Gótico, Barroco, Plateresco y Neoclásico. Entre los arquitectos que trabajaron en las obras de la Catedral 
a lo largo de los siglos, estuvieron Claudio de Arciniega, quien trazó el proyecto inicial, y Juan Miguel de 
Agüero; Juan Gómez de Trasmonte realizó la mayor parte de su actividad profesional como maestro de 
obras de la Catedral en la primera mitad del siglo XVII. 
Las ciudades hispanoamericanas tienen sus orígenes en modelos traídos de España. La colonización 
se basa en la fundación y en el crecimiento de las ciudades y la formación de una red de asentamientos 
urbanos se realiza muy rápidamente, aunque con muy limitados recursos humanos y económicos. Otra 
característica de esa red de asentamientos es la enormidad del espacio geográfico americano, lo que 
hace que los núcleos urbanos creados estén muy alejados entre sí. 
Las ciudades fundadas en América son, tanto para los españoles como para los indígenas, elementos 
simbólicos del nuevo poder y representan puntos de penetración de la nueva cultura, de la difusión 
del español y de la conversión religiosa; concentran las instituciones públicas, la justicia y el Estado, 
centralizan los impuestos y tributos etc. Eran planificadas y desarrolladas según los conceptos españoles. 
A pesar de eso, se edificaban sobre los asentamientos indígenas, excepto en el caso de las ciudades 
portuarias y en área de extracción de minerales.
Poco después del descubrimiento, los españoles construyeron rápidamente muchos núcleos urbanos 
y casi todos respondían a un mismo modelo urbanístico: eran trazados geométricamente, con calles 
rectas que se cruzaban formando una retícula y que tenían en el centro una Plaza Mayor, su núcleo 
simbólico y vital. Durante el siglo XVI, también la conversión y evangelización de la población indígena 
tuvo mucha influencia en el proceso de construcción de ciudades y ocupación territorial desarrollado 
por la Corona Española en América. 
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5.3.1 Antecedentes urbanos europeos 
Las ciudades edificadas en América en la época posterior al descubrimiento tienen sus antecedentes 
en los centros urbanos europeos y, más específicamente, en dos tradiciones medievales: la primera 
protagonizada por Jaime XI, rey de Valencia, y por Eiximenis; la segunda, por la tradición de campamentos 
militares: 
Más cerca en el tiempo, sabemos que en el siglo XIV confluyen dos 
modelos urbanos, uno práctico y otro teórico, enormemente significativos 
para el tema que tenemos entre manos. En el año 1300 Jaime XI redacta 
las «ordenaciones mallorquinas» en un periodo de auge comercial tras 
las conquistas expansivas de Jaime I en el siglo anterior. EI rey aragonés 
propone una ciudad con cuadricula perfecta. […] que constituye el más fiel 
antecedente de las trazas cuadriculares lIevadas a cabo en América 150 años 
después (AGUILERA ROJAS et al, 1976, p. 43). 
A fines del siglo XIV, un fraile franciscano, Francisco Eiximenis, redactó una especie de enciclopedia, 
EI Crestiá, donde plantea el ideal de ciudad cristiana. EI volumen doce se refiere al gobierno de la “cosa 
pública” (EIXIMENIS, 2009). Posiblemente esté influenciado por la realidad urbana en la que vive, la 
Valencia de fines del siglo XIV, ciudad de traza musulmana donde conviven distintas etnias y religiones. 
Eiximenis deseaba que se convirtiera en una nueva ciudad cristiana dotada de edificios religiosos e 
iglesias convenientemente ornamentadas. 
Su idea de ciudad responde al esquema de cuadrícula. La interpretación gráfica presentaría una 
urbe dividida en cuatro grandes barrios con plaza principal en el centro y plazas centrales en cada 
cuartel. Como ciudad religiosa, el centro es ocupado por las viviendas de la jerarquía eclesiástica (casas 
de sacerdotes y palacio episcopal) y la catedral. Cada cuartel tiene su parroquia así como su convento 
mendicante situado en el ángulo. EI palacio del príncipe, jerarquía civil, trasladado a un extremo de la 
ciudad, debiendo estar rodeado de fuertes y altas murallas. Idea, esta última, que recuerda los palacios 
musulmanes situados más elevados e independientes de la medina. Esta estructuración frecuente en el 
urbanismo islámico fue excepcional en las ciudades cristianas medievales más ruralizadas y con menor 
concentración poblacional. 
Esa organización urbana significa manzanas cuadradas y una separación de las instituciones civiles 
de las eclesiásticas.En Buenos Aires se puede ver perfectamente esa separación cuando observas la Plaza de Mayo; 
en ella encuentras los edificios más importantes de la ciudad: el Cabildo, la Casa Rosada, la Catedral 
Metropolitana de Buenos Aires y el Banco de la Nación Argentina:
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Figura 65 – Andrés Blanqui. Cabildo. Inicio de la construcción en 1725. Buenos Aires, Argentina 
Figura 66 – Enrique Aberg. Casa Rosada – Sede del Gobierno. El edificio 
actual empezó a construirse en Siglo XI. Buenos Aires, Argentina
Figura 67 – Arquitecto Alejandro Bustillo. Banco de l 
a Nación Argentina. Siglo XVIII. Buenos aires, Argentina 
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Figura 68 – Arquitecto Alvarez de Rocha. Catedral Metropolitana de Buenos Aires. 
El actual edificio fue proyectado en 1754. Argentina
La propuesta arquitectónica anteriormente descrita se caracteriza por la existencia de calles rectas e 
ininterrumpidas, manzanas cuadradas o rectangulares, Plaza Mayor en el centro con la Catedral situada 
lateralmente, para que el recogimiento propio del ritual religioso no se viera alterado por el ajetreo de 
la Plaza, y el Ayuntamiento. 
La actual Casa Rosada, aunque empezó a construirse en el siglo XIX, ocupa el lugar del antiguo 
fuerte del siglo XVI, que ha sido reemplazado una y otra vez hasta llegar a la construcción actual. 
 para saber más
Para conocer la Casa Rosada, su historia, y realizar un paseo virtual, 
visita la página oficial: 
<http://www.presidencia.gov.ar/la-casa-rosada/historia>.
La Plaza Mayor figura en todas las fundaciones españolas en América. La plaza era un centro vital de 
las nuevas ciudades y el elemento generador de su diseño: desde ella se trazaban las calles. Concentraba 
la vida ciudadana y conservaba parte de sus funciones originarias. Era el símbolo de la ciudad, pues en 
su perímetro quedaban los edificios institucionales más representativos, la Catedral, el Ayuntamiento, 
la cárcel, galerías comerciales, casas de personas importantes, el palacio del gobernador o el palacio 
virreinal.
En ella también se realizaban diversas actividades, comercio, corridas de toros, ferias, ajusticiamientos, 
recepciones de personajes importantes, conmemoraciones, paseos, La mayor diferencia entre las plazas 
mayores españolas y las hispanoamericanas es que las primeras carecen de las grandes proporciones de 
las segundas. 
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Sin embargo, también fueron fundadas ciudades de trazado irregular en América. Las ciudades 
mineras son un ejemplo de ese tipo de núcleo urbano. En ellas el desarrollo urbano fue imprevisible 
y adaptado a la irregularidad del terreno. Muchas veces se organizaban de forma muy parecida a la 
de un campamento y podían tener calles estrechas o anchas, espacios abiertos o plazas regularizadas, 
topografía plana o en escala. 
5.3.2 EI conjunto conventual 
En el siglo XVI, la labor misionera de las órdenes mendicantes, como la de los franciscanos, fundó 
muchos conjuntos conventuales en Hispanoamérica. Inicialmente, dichos conjuntos se construían con 
materiales perecederos como ladrillos, madera, adobe y pequeños cantos de piedra y desde su exterior 
se podía contemplar los actos litúrgicos realizados en su interior. 
A partir de 1550, los conjuntos conventuales, ahora llamados conventos misionales, son formados 
por tres unidades arquitectónicas: arquitectura de la evangelización, iglesia y dependencias monásticas. 
EI primero de ellos, destinado a la evangelización de los indígenas, está formado por el atrio, articulado 
con la capilla abierta, las capillas posas y la cruz de piedra. La iglesia tiene una sola nave con contrafuertes 
exteriores, orientados de este a oeste, sin crucero y con doble portada, presbiterio de forma poligonal 
o rectangular. Y las dependencias monásticas se componen de una portería, el claustro, las celdas, un 
comedor, la sala de profundis, oficinas, biblioteca, noviciado y caballerizas. 
Figura 69 – Anónimo. Ruinas de una antigua misión jesuítica en Chihuahua. Siglo XVII. México 
La función prioritaria de los conventos misionales era la evangelización de los distintos grupos 
indígenas de América y con ese objetivo se crea una arquitectura de la evangelización novedosa y que 
se convierte en la más significativa y original aportación americana a la historia del arte universal. 
Tales conventos estaban formados por los siguientes elementos: atrio, capilla abierta, capillas posas 
y cruz de piedra. Fue un hecho frecuente en el Nuevo Mundo la construcción de conventos sobre 
centros ceremoniales prehispánicos, como un símbolo del dominio religioso y político impuesto por los 
colonizadores a los indígenas. 
Denominadas así por su uso como parada de la custodia o imágenes en los recorridos procesionales, 
son cuatro pequeñas capillas que se localizan en los ángulos de la barda atrial. Son construcciones muy 
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sencillas de planta cuadrada o rectangular con un pequeño altar de piedra que, en algunas ocasiones, se 
enriquecen complejos programas escultóricos e iconográficos, que denuncian mano de obra indígena.
Los usos de la arquitectura de la evangelización fueron múltiples y variados y su proyecto 
arquitectónico, basado en un espacio ceremonial abierto, coincidente con los espacios ceremoniales 
prehispánicos. Allí se celebraban la misa, las procesiones, actos musicales y representaciones teatrales, 
todos esos actos marcados por el carácter didáctico y de cristianización de la población indígena. La 
educación de los naturales se daba en tres niveles: catequesis, formación intelectual y aprendizaje de 
artes y oficios. 
El modelo artístico y funcional de la arquitectura de la evangelización fue llevado por las órdenes 
religiosas a toda Hispanoamérica, desde Guatemala hasta Argentina. En México y Perú se encuentran 
muchos edificios de ese tipo, con grandes explanadas limitadas por una barda de mampostería que se 
ubican frente al templo o en una de sus laterales. 
5.3.3 La arquitectura civil
La arquitectura civil de las ciudades fundadas en Hispanoamérica nos muestra la preocupación de 
los españoles por representar el poder virreinal en la colonia. Cada población fundada era dotada de la 
arquitectura institucional, privada, doméstica y señorial que requería.
Al principio, se construyeron las ciudades con las posibilidades existentes y la calidad de las 
edificaciones fue progresando con el tiempo. Su construcción requirió mucha mano de obra indígena 
para la realización de las labores, al inicio bajo el mando de los europeos. 
Algunas ciudades hispanoamericanas se edificaron sobre poblaciones anteriores o capitales indígenas, 
como son los casos de Tenochtitlán (México)y de Cuzco (Perú), donde se mantuvieron los trazados 
fundamentales de la infraestructura urbana prehispánica. 
La arquitectura señorial de las ciudades fundadas se caracterizaba por la exteriorización del status 
social de sus propietarios y ocupaba los sitios más cercanos a la plaza mayor de la población, ya que 
esta actitud simbolizaba el prestigio de los propietarios. Y la arquitectura pública difiere muy poco de la 
privada una vez que también buscó ubicarse en los espacios privilegiados de la Plaza Mayor, aunque los 
edificios construidos para ese fin eran de mayor dimensión. 
Como mencionamos anteriormente, la Plaza Mayor era el centro cívico de las ciudades en América. 
Por eso, en ella se localizaban los edificios institucionales y comerciales más importantes para el 
adecuado desarrollo de la comunidad. En todas las Plazas es posible encontrar un equipamiento básico, 
constituido por una fuente y un rollo; la fuente servía para el abastecimiento de agua potable a la 
población y el rollo, un monolito o columna, para la publicación de sentencias judiciales. 
En la Plaza Mayor, además de la catedral o la iglesia principal, se ubicaba el Ayuntamiento o Cabildo, 
que concentraba las funciones de acción municipal, policía y penales. Junto a estas construcciones, se 
construyeron otras destinadas a establecer la infraestructura que el servicio público de la ciudad exigía, 
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especialmente en el abastecimiento de agua, como acueductos y fuentes. Fueron construidas otras 
edificaciones, de carácter asistencial, como son los hospitales, o de abastecimiento de productos de 
primera necesidad, como las carnicerías. 
En las ciudades que eran capitales virreinales, de la Real Audiencia o en los centros importantes para 
la economía, se construyeron edificios destinados a las distintas instituciones que exigía el gobierno 
virreinal. En la Ciudad de México y en Lima, capitales de los virreinatos de Nueva España y Perú, se 
edificaron un gran número de construcciones de este tipo como, por ejemplo, el palacio de los virreyes 
en México cuya construcción empezó en 1562. 
Figura 70 – Anónimo. Palacio de los Virreyes – actual Palacio Nacional. Siglo XVI. México DF 
Según cuenta la historia, pasada la destrucción de la ciudad de Tenochtitlan, Hernán Cortés se 
quedó con los terrenos de las casas viejas y nuevas de Moctezuma para construir allí sus casas. Algunos 
años después de la muerte del conquistador, la corona compró a su heredero, Martín Cortés, la casa de 
tres patios y dos niveles que habían construido sobre las casas nuevas para alojar en ella a la autoridad 
virreinal. A partir de entonces, y por más de 200 años, fue llamado Palacio de los Virreyes de la Nueva 
España.
En las ciudades, también se construyeron residencias suntuosas para obispos y arzobispos y los 
palacios de la Inquisición, como los de México y Cartagena de Indias, del siglo XVIII. También se edificaron 
aduanas, a fin de controlar el comercio, marítimo y terrestre, y casas de la moneda. 
Las casas de la nobleza en América, obedecían al modelo de la arquitectura doméstica peninsular. 
En ellas, predominaban las torres, los balcones en esquina y una concepción de vivienda que la proyecta 
hacia el exterior, lo que nos hace recordar los modelos renacentistas italianos y también el espíritu 
gótico. Las fachadas de las casas son construidas y decoradas para lIamar la atención de los transeúntes, 
con escudos, relieves e inscripciones que representan la nobleza y la calidad de sus propietarios. 
Un buen ejemplo es el antiguo Palacio de Hernán Cortés, en Cuernavaca, México. Actualmente 
alberga el Museo Cuauhnáhuac. Su edificio presenta el estilo monumental que se buscaba en aquel 
entonces. 
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 para saber más
Para conocer más sobre el antiguo palacio de Cortés, visita la página 
oficial: 
< h t t p : / / w w w. i n a h . g o b . m x / i n d e x . p h p ? o p t i o n = c o m _
content&view=article&id=5816>.
Las casas se estructuraban en dos plantas, con entresuelo, y se organizaban alrededor de un patio. En 
la entrada solía haber portadas monumentales y había un gusto por el colorido en las fachadas. 
5.3.4 El arte mudéjar en América 
EI arte mudéjar en América se desarrolla a lo largo de los territorios de los dos virreinatos constituidos 
en el siglo XVI, México y Perú. El rasgo más distintivo de ese arte son las cubiertas de madera, hechas por 
artesanos de gran calificación técnica y que fueron empleadas tanto en la arquitectura religiosa como 
en la civil. 
Figura 71 – Iglesia en estilo mudéjar. s.d. México DF. México 
En la arquitectura religiosa, eI sistema más frecuente fue el de la construcción de iglesias de nave 
única, con o sin cabecera diferenciada, cubierta con madera. En Bolivia, las iglesias conventuales de la 
Merced y Santa Teresa de Potosí son ejemplos de ese tipo de construcción. 
Las primeras catedrales hispanoamericanas fueron provisionales y se inspiran en los modelos 
andaluces, o sea, en iglesias de tres naves y cubiertas de carpintería mudéjar. La primera catedral de 
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México, terminada en 1532, y que posteriormente fue demolida, se inspiraba en ese modelo que se repitió 
en otros centros urbanos. Debido a su carácter provisional hoy en día solo podemos ver ejemplos de ese 
tipo de construcción en algunas ciudades de América del Sur. La más importante de estas catedrales 
mudéjares es la de Quito, cuya construcción se realizó entre 1562 y 1572. 
5.4 las artes plásticas en la nueva españa
En la época virreinal en México el estudio de las artes plásticas puede ser dividido en dos periodos. 
EI primero, que va desde 1500 hasta al primer tercio del siglo XVII, se caracteriza por un estilo que 
corresponde con el Renacimiento, el Manierismo y un primer Barroco, estilos artísticos que vimos e 
discutimos en la unidad 1, sobre la cultura española. Ese es el período que pasamos a estudiar ahora.
Al principio, eran obras anónimas y se representaba, normalmente, la Virgen.
5.4.1 La pintura mural, la catequización y la pintura de caballete 
Lee lo que dice Valle Arizpe sobre la pintura en Nueva España: 
Desde los mismos comienzos de la evangelización las artes plásticas, en 
especial la pintura y escultura, están presentes en la Nueva España, por la 
necesidad que tenía la Iglesia Católica de ilustrar con imágenes su labor 
catequizadora. La palabra oral o escrita es mucho más eficaz, si se hace 
gráficamente, especialmente aquellos pasajes más importantes y a la vez 
difícilmente comprensibles, como la Pasión de Cristo, la vida de María o de 
aquellos santos que se proponían como modelos a seguir. Ejemplo de ello 
serán los primeros catecismos, como el de Fray Pedro de Gante, conservado 
en la Biblioteca Nacional de Madrid, cuyos pequeños apuntes, a manera de 
jeroglíficos de tanto arraigo en el mundo prehispánico, debieron ser obra 
de algún tlacuilo (pintor indígena), siguiendo siempre las directrices de 
este famoso misionero. Es más, Fray Pedrode Gante, fue el fundador de la 
Escuela de Artes y Oficios de San José de los Naturales, en el Convento de San 
Francisco de la capital virreinal. Aquí los indígenas, además de la doctrina, 
a leer y a cantar, aprenderán un oficio, pues era muy necesario preparar 
la mano de obra que se encargaría de edificar las iglesias, conventos, así 
como amueblarlas de todo lo necesario. Aprovechando para ello la habilidad 
artística de los naturales que partía, lógicamente, del cultivo de las artes de la 
cultura azteca. Esta primera escuela sirvió de modelo para el establecimiento 
de otras, no sólo de franciscanos, sino imitadas por agustinos y dominicos. 
Incluso, el propio obispo Vasco de Quiroga instalaría instituciones similares 
en sus pueblos-hospitales de Michoacán. Consecuencia directa de este 
sistema de aprendizaje y de catequización será que el primer gran capítulo 
artístico tengamos que localizarlo en los propios conventos. Grandes 
programas de pintura mural se desarrollarán en las capillas abiertas, posas, 
atrios, iglesias y claustros. Unas veces con fines catequéticos, didácticos y 
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devocionales y, otras veces, con intención propagandística (exaltación de la 
orden en cuestión) (DE VALLE ARIZPE, 2006, pp. 42-43).
Por lo que acabas de leer, es fácil notar el carácter didáctico que tuvo la pintura mural en el proceso 
de cristianización de los indígenas. Las imágenes se ocupaban de pasar los mensajes que los nativos no 
podían leer en los escritos, o sea, se trataba de un tipo de lectura iconográfica. Pero, además, dichas 
pinturas también daban continuidad al arte del Período Prehispánico, una vez que son obras de artistas 
indígenas, aunque cristianizados. 
En la pintura mural de la época se utliizaban pigmentos de origen vegetal y mineral, con una gama 
de colores muy limitada en la que predominaba el blanco y el negro y algunas veces no se pintaba 
directamente sobre el muro, sino sobre papel amate o pergamino que después se adhería a la pared o 
quedaba suelto, como las “sargas”, pinturas que fueron muy útiles en la evangelización.
La pintura de caballete en América fue impulsada, de cierta forma, por la necesidad de 
objetos de culto y litúrgicos, escasos y que tenían que ser, la mayoría de las veces, importados 
de Europa. Los primeros artistas que vinieron a Nueva España (Alonso Vázquez, Alonso López 
de Herrera, Simon Pereyns, Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro, entre otros) se dividían 
en cuatro categorías: imaginarios, doradores, fresquistas y sargueros. Sólo los primeros pueden 
ser considerados realmente pintores porque dominaban el conocimiento de los procedimientos 
técnicos y de los materiales necesarios para la pintura de caballete. 
Pero la producción no estuvo en manos de artistas europeos por mucho tiempo. Esos pintores 
se encargaron de abrir talleres y de formar artistas locales que, a su vez, imprimieron a sus trabajos 
soluciones y expresiones propias, o sea, crearon una “escuela de pintura hispanoamericana”, aunque 
seguín la estética europea.
Sobre los temas de esas pinturas, hay un claro predominio de la religiosa, pues la pintura era 
el mejor complemento de la catequesis. Los principales pasajes representados como ya hemos 
señalado, son del Antiguo y del Nuevo Testamento, la vida de Cristo y de la Virgen, incluso, en 
un primer momento buscando lo agradable y poco cruento, si se trata de la Pasión. Igualmente, 
en las vidas de santos se huye de las escenas de dolor, prefiriendo exaltarse sus grandes virtudes 
a seguir e imitar por los fieles. Todo ello dentro de la más pura ortodoxia para no caer en manos 
de la Inquisición. Temas tan comunes, en este lado del Atlántico, como el paisaje, los bodegones, 
las escenas de género o la mitología, son muy escasos hasta bien avanzado el siglo XVII. Se salva 
el retrato de algunos arzobispos y virreyes, generalmente, de tipo convencional, casi inexpresivo, 
dentro de composiciones simples, donde las únicas innovaciones están en el vestuario o en el 
mobiliario, tratados con gran esmero para impresionar al espectador.
El poco contacto que los artistas hispanoamericanos tenían con el arte que se estaba 
produciendo en Europa en aquella época, limitó sus perspectivas y su formación. Y como los 
principales compradores de sus pinturas eran religiosos u oficiales del gobierno, la temática 
religiosa predominó sobre otras. 
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Entre los primeros y espontáneos pintores de caballete, había varios frailes y anónimos que serían la 
base de la primera generación de pintores manieristas. Esa primera fase tiene fin con la lIegada a México 
de grandes pintores, el flamenco Simón Pereyns, el sevillano Andrés de la Concha, Francisco de Zumaya, 
Francisco de Morales, Alonso Franco. A esa generación de pintores le sucede otra, a la que pertenecen 
artistas como Alonso Vázquez, Baltasar de Echave Orio y Pedro de Urrúe.
En la última gran generación de pintores manieristas, entre el final del siglo XVI y el inicio del XVII, 
responsables de la transición del Manierismo al Barroco, buena parte de los artistas ya era autóctona y 
empezaba a tener conciencia de sus diferencias culturales con relación a la península. Ese sentimiento 
va a influir en el campo del arte y se refleja en la pintura barroca novohispana. A esa generación 
pertenecen artistas como Luis Xuárez, Baltasar de Echave Ibía, Alonso López de Herrera, y otros menos 
conocidos, como Gaspar de Angulo y Basilio de Salazar. Juan de Arrúe (1565-1637) fue el primer pintor 
natural de México, discípulo de Pereyns.
5.4.2 La escultura y los retablos 
Como la pintura, también la escultura tuvo en Hispanoamérica un papel auxiliar en la labor 
evangelizadora de los religiosos. Para los nativos, acostumbrados a la representación escultórica de sus 
dioses prehispánicos, la escultura resultaba más fácil para su comprensión que la pintura.
Las imágenes eran trabajadas en madera, piedra y sobre todo en pasta de maíz y cubrían fachadas, 
retablos de iglesias y capillas. Los indígenas tenían gran habilidad para trabajar la piedra y aprendieron en 
los conventos las técnicas europeas. Ellos pasaron a copiar los modelos a partir de estampas y grabados 
religiosos. Sobre el predominio de la escultura religiosa:
Son muy escasos los ejemplos de escultura funeraria, retrato o mitológica, 
salvo las destinadas a aquellas arquitecturas efímeras, como arcos de triunfo 
levantados con la lIegada de algún virrey o túmulos funerarios. Sólo al final 
del periodo virreinal nos encontraremos adornando fuentes y jardines con 
temas alegóricos y mitológicos. 
Característica común a toda la escultura será el constante anonimato, frente 
a lo que sucede, por ejemplo, con la pintura. Ello nos justifica, además, la 
escasa consideración artística que socialmente tiene tanto la obra como su 
autor, pues, como veíamos al principio, el escultor y su obra no es más que 
parte integrante de un complejo sistema de producción de obras portadoras 
de valores religiosos, de ahí que, incluso, pasado el tiempo se pueda 
intervenir en ella alterando, decididamente, su conformación primigenia, 
a fin de adaptarla a los nuevos ideales religiosos imperantes (DE VALLE 
ARIZPE, 2006, p. 86). 
Los retablos, traídos de España, pueden ser considerados una de las manifestaciones artísticas 
españolas e hispanoamericanasmás completas y en ellos se unen la arquitectura, la escultura y la 
pintura.
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Culturas de língua espanhola
En el Monasterio de la Santa Cruz de Tlatelolco (en México) fue fundado un colegio con el objetivo 
de enseñar a los hijos de los nobles tras la conquista de Tenochtitlán. El colegio entró en decadencia a 
finales del siglo XVI, pero a principios del XVII se encargó a un artista indígena – Miguel Mauricio – la 
producción de un gran retablo en bajo relieve dedicado a Santiago; sin embargo, del retablo original solo 
ha sobrevivido un panel. Se trata de una representación de Santiago Mataindios (en vez de Matamoros) 
y su supuesta intervención en las guerras de conquista, una reinterpretación del motivo medieval 
asociado con la Reconquista. 
 observación
Después de la difusión de la leyenda de que Santiago había aparecido 
sobre su caballo blanco para ayudar a un rey cristiano en contra de los 
musulmanes durante la Reconquista, el santo pasó a ser llamado Santiago 
Matamoros.
La gran contribución de los indígenas en la confección de los retablos y esculturas parece haber sido, 
en un principio, los materiales utlizados: la pasta de caña de maíz, creada por los tarascos, indígenas 
de Pátzcuaro. Era leve, barata y fácil de transportar y exportar, y después de preparada se policromaba 
igual que la madera. La primera imagen hecha con esa pasta fue la de la Virgen de la Salud, patrona de 
Pátzcuaro, realizada en 1538 por el indio Juan del Barrio Fuerte.
A partir de la segunda mitad del siglo XVII y a lo largo del XVIII, las artes plásticas en Hispanoamérica 
alcanzan un alto desarrollo en los estilos que se denominan Barroco, Rococó y Neoclasicismo. La pintura 
sigue siendo el arte más significativo y recibe nuevas influencias que llegan de la metrópoli. La escuela 
sevillana es la que tiene mayor influencia en el arte de América, incluso muchos artistas de esa escuela 
llegan al Nuevo Mundo.
Sebastián López de Arteaga introduce en la Nueva España el movimiento estético del Tenebrismo, de 
origen caravaggiesco en el que predominan los fuertes contrastes de luces y sombras, el realismo como 
principal recurso expresivo y la representación de sombríos y austeros ambientes que sirven de fondo 
a figuras casi siempre de tema religioso. Ese movimiento pronto desembocó en el pleno Barroco. Otros 
artistas importantes de ese período fueron Sebastián López de Arteaga (1610-1652), Lucas Vosterman, 
José Xuárez (1615-1661), Pedro Ramírez y Baltazar de Echave Rioja, el último gran pintor tenebrista. 
5.4.3 La pintura y la escultura en la zona andina 
La pintura de la zona andina, aunque influenciada por estéticas europeas, mantiene las tradiciones 
autóctonas de América. A ella difícilmente se pueden aplicar los parámetros europeus de análisis de 
estilos y épocas característicos de la historia del arte. Podemos clasificar la pintura andina en tres etapas: 
el Manierismo, influenciado por la pintura italiana del momento gracias a tres pintores transalpinos, 
Bernardo Bitti, Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro; el Barroco, de la segunda mitad del siglo XVII, 
y el Academicismo y las normativas clásicas de fines del siglo XVIII. 
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Unidad II
En el último tercio del siglo XVII, Lima, capital virreinal, se convierte en uno de los centros artísticos 
más importantes de Hispanoamérica y la pintura que allí se produce es de carácter marcadamente 
cosmopolita. En la ciudad de Cuzco, otro polo cultural del área andina, destacan las tradiciones artísticas 
autóctonas, gracias a la rica tradición cultural y artística de los pueblos peruanos. En el siglo XVIII, el 
período de máxima expansión y demanda de la pintura cuzqueña, la ciudad exportará sus lienzos por 
toda la región andina: Lima, Chile y el norte de Argentina. Por la calidad de sus obras, destacan en la 
Escuela de Cuzco Basilio Pacheco y Marcos Zapata. 
Sin embargo, en el extenso territorio que conformaba el virreinato de Perú, la pintura tuvo importancia 
en otras ciudades y regiones como La Paz y Potosí, una rica ciudad que se convirtió en un centro artístico 
de gran importancia. Como ejemplo de obras de la escuela potosina podemos citar las del pintor criollo 
Gaspar Miguel de Berrío y las del indio Luis Nifio. 
En toda Sudamérica, en la época del Barroco, la escultura tuvo un gran protagonismo como 
complemento de la arquitectura, en especial en los retablos y en las sillerías de los coros de las iglesias 
y catedrales. 
La escultura en el virreinato del Perú, en los siglos XVII y XVIII, fue la máxima expresión del Barroco, 
marcada por el sincretismo cultural y religioso. Las imágenes fusionaban las creencias y costumbres 
prehispánicas y la influencia europea, representaban las divinidades y adquirían su esencia; alcanzaban 
tal grado de verosimilitud que eran articuladas para trasmitir la sensación de realidad. 
La famosa estatua de la Virgen de Copacabana de Francisco Tito Yupanqui es un ejemplo de las 
imágenes de ese período.
El sincretismo de la imagen se nota en la apariencia de la virgen y del niño, que tienen aspecto 
indígena (aymara). Todo el cuerpo de la imagen está tallado en madera de maguey y está totalmente 
laminado en oro fino y en sus ropajes se reproducen los colores y las vestiduras propias de una princesa 
inca; su larga peluca está hecha de pelo natural. 
La escultura en Nueva Granada, del siglo XVI al XVIII, recibe fuerte influencia de España, es especial 
del arte sevillana. En esa misma época, la escultura quiteña se caracterizó por cierta simplicidad y 
rigidez, también influenciada por los modelos sevillanos. 
Entre 1730 y 1830, el Barroco quiteño vive su apogeo con temáticas vinculadas a la de los Calvarios 
y Nacimientos. En el siglo XVIII, surgen los dos grandes mestres de la escultura, Bernardo Legarda y 
Manuel Chili, el Caspicara. 
De Bernardo Legarda destacamos su Virgen María, del siglo XVIII. La Virgen aparece dotada de alas 
que recuerdan a las del cóndor, pájaro muy importante en las culturas precolombinas. El movimiento, 
los minuciosos detalles de la ropa y los colores son típicos del barroco quiteño.
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Culturas de língua espanhola
6 el barroco y el iluminismo 
6.1 el arte en el siglo XViii 
Abordar las características del complejo proceso del arte colonial 
americano implica reconocer la operatividad de los sistemas de 
transculturación que define la comprensión de las formas de producción 
derivadas de la organización estamental y de la distribución del trabajo 
en el siglo XVI, que irán sufriendo paulatinas modificaciones en los siglos 
XVII Y XVIII con un creciente papel protagonista de las castas, los criollos 
y los mestizos en el ejercicio de los oficios y de las artes. Esta nueva 
realidad social muestra una confluencia virtual con la recreación de 
movimientos culturales que reivindican el pasado americano y que se 
entroncaron con nitidez en las manifestaciones independentistas desde 
fines del siglo XVIII (MIGNOLO, 2007, p. 121). 
A partir de último tercio del siglo XVII, la Nueva

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