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BERKMAN, Alexander. Kronstadt (em espanhol)

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Alexander Berkman 
 
 
 
 
 
 
 
KRONSTADT 
 
 
 
 
 
 
La verdad sobre Kronstadt 
 
Stépan Petritchenco 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Katariche 
http://www.scribd.com/people/view/3502992-jorge 
2 
 
 
 
 
 
 
 
 
Edición 
 
Ateneo Libertario Al Margen. Valencia 
Pepitas de Calabaza. Logroño 
Likiniano Elhurtea. Bilbao 
Traficantes de sueños. Madrid 
Ateneo Libertario de Sant Boi 
Ateneu Enciclopèdic Popular. Barcelona 
Ateneu Llibertari Poble Sec. Barcelona 
Etcétera. Barcelona 
Fundació d’Estudis Llibertaris i Anarcosindicalistes. Barna 
 
Barcelona, Marzo 2001 
 
 
(Kronstadt, de Alexander Berkman, está sacado del folleto que se editó en 1938 en Barcelona a 
partir de la edición castellana que en los años 20 hizo el Comité Pro Libertad de los anarquistas 
presos en Rusia. 
La verdad sobre Kronstadt, de Stépan Petritchenco, lo hemos traducido de la versión francesa 
presentada por Alexander Skirda en el libro Kronstadt 1921.) 
 
(Fondo cubierta: kronstadianos refugiados en Finlandia) 
3 
 
 
 
Prólogo 
 
 
LAS INSURRECCIONES que a lo largo del pasado siglo nos dieron la confianza de que una so-
ciedad sin clases, sin explotación ni dominación, organizada según las necesidades y las posibi-
lidades de cada uno, era, no una utopía, sino algo a conseguir, se alejan hoy de nuestro universo 
conceptual y emocional. La poca distancia de unos años es multiplicada por el medio en el que 
nos movemos y por los media que nos mueven, y así aquellas insurrecciones tan próximas y tan 
modernas se ven relegadas al olvido, sino a la manipulación y al rechazo. Acostumbrados a una 
cotidianidad sometida al trabajo y al consumo impuestos –nada que ver con una actividad con-
creta y deseante-, auspiciado nuestro razonamiento y nuestro sentimiento por los programas 
escrupulosamente calculados de los media, reducido el ámbito de nuestro pensamiento y de 
nuestro lenguaje por el poder económico y cultural, dirigida nuestra mirada por las redes me-
diáticas, no llegamos a ver esta insurrección, que está aquí al lado. 
 
Pero aquí están, y asoman, cabezonas, y desbaratan la historia objetiva que desde los vencedo-
res se quiere escribir, y dan aliento a los que en ellas, a pesar de vestir trajes bien distintos, nos 
reconocemos. La insurrección de Kronstadt fue de las primeras, justo después de la revolución 
de los consejos en Alemania durante los años 1918-1920, quizás la más olvidada y ocultada, la 
más amplia, la más resolutiva (en pocos días abatió la monarquía y el II Reich) y, justo antes de 
la revolución española, quizás la más corta, sólo unas semanas (todos estaban en su contra), 
pero la más bella. 
 
Kronstadt es la primera denuncia de la gran mentira bolchevique, a la vez que la demostración 
de que una organización social a través de los soviets es posible. Luego ha habido otras denun-
cias de aquella gran mentira o de la mentira desconcertante que dirá Cíliga, pero siempre calla-
das y criminalizadas por la impostura del poder intelectual en Europa: Antón Cíliga, escapado 
de su periplo por Rusia y Siberia, no logrará, ya en París, que su libro “Au pais du grand men-
songe” contenga el capítulo “Lenin tambien”; Panaït Istrati, a la vuelta de la URSS, y con su 
“Vers l’autre flamme” se ganará la enemistad de toda la intelectualidad europea y será tratado 
de reaccionario; George Orwell tendrá serias dificultades para conseguir que un editor inglés 
publique su testimonio de la guerra de España y su denuncia del stalinismo en “Homenaje a Ca-
taluña”; igual suerte correrán Ignazio Sillone, Alexander Berkman, ...Pero Kronstadt es la más 
genuina y la que las contiene todas. 
 
La insurrección de los marinos de Kronstadt tiene lugar durante la revolución rusa, en marzo de 
1921, cuando el pueblo ve que su poder real, los soviets, está siendo desmantelado y sustituido 
por la policía política (cheka), que el hambre, el racionamiento,...forman parte de su vida diaria, 
y, tomando el relevo de la Ukrania Machnovista, continúan la lucha, ahora contra la burocracia 
comunista, por el poder de los soviets. Ante una escalada de huelgas en varias partes de Rusia y 
especialmente en Petrogrado, la guarnición de Kronstadt toma partido por los obreros contra el 
partido bolchevique. En su inicio lo que plantean es el poder de los soviets, el funcionamiento 
real de la democracia obrera amenazada por la burocracia bolchevique. La respuesta del parti-
do, que consiste en la aniquilación total del movimiento insurrecto radicalizará el movimiento 
que se pondrá como objetivo la tercera revolución soviética, ahora contra el Estado. En su pro-
pia carne, los ciudadanos de Kronstadt, han aprendido que “la existencia del Estado y la exis-
tencia de la esclavitud” son inseparables. 
 
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Durante tres semanas la democracia obrera y el poder de los soviets se hace realidad en Krons-
tadt. Pero Kronstadt está aislado del resto de Rusia y no llega a conectar con los obreros del 
país. Así se impone la mentira del Estado comunista que trata a los insurrectos de Kronstadt de 
contrarevolucionarios. Los insurrectos resistirán a las mentiras y a las armas del gobierno bol-
chevique, hasta que el ejército rojo, a las órdenes de Trotsky, los masacrará. 
5 
 
 
Kronstadt 
 
 
1. DESÓRDENES OBREROS EN PETROGRADO 
 
Era al comienzo de 1921. Los largos años de guerra mundial, de revolución y de guerra civil de-
bilitaron a Rusia hasta el extremo [de la extenuación] y pusieron al pueblo en la pendiente de la 
desesperación. Pero, en fin, la guerra civil terminó: los numerosos frentes fueron liquidados, y 
Wrangel -la última carta de la Entente intervencionista y de la contrarrevolución rusa- fue derro-
tado, concluyendo su actividad militar en Rusia. El pueblo esperaba ahora con confianza una mi-
tigación del severo régimen bolchevique. Se esperaba que los comunistas, terminada la guerra 
civil, aligerarían las pesadas cargas, abolirían las restricciones introducidas durante la guerra, 
instaurarían ciertas libertades fundamentales y comenzarían la organización normal de la vida. 
Lejos de ser popular, el gobierno bolchevique era, por el contrario, soportado por los obreros de-
bido a su plan, frecuentemente anunciado, de emprender la reconstrucción económica del país tan 
pronto cesaran las operaciones militares. El pueblo estaba lleno de celo para cooperar, para pres-
tar su iniciativa y su esfuerzo creador en la obra de reconstrucción del país arruinado. 
 Desgraciadamente, estas esperanzas fueron pronto frustradas. El Estado comunista no eviden-
ció, de ningún modo, tener la intención de debilitar el yugo. Continuaba la misma política. La 
militarización del trabajo esclavizaba aún más al pueblo, y éste se exacerbaba mas y más por la 
opresión creciente y por la tiranía. Tal estado de cosas paralizaba toda posibilidad de un renaci-
miento industrial. 
 Desaparecía la última esperanza y se reforzaba la convicción de que el partido comunista esta-
ba más interesado en conservar el poder político que en salvar la revolución. 
 El elemento más revolucionario de Rusia, el proletariado de Petrogrado, fue el primero en pro-
testar. Lanzó la acusación de que, entre otras causas, la centralización bolchevique, la burocracia 
y la actitud autocrática con los campesinos y obreros eran directamente responsables, en gran 
parte, de la miseria y de los sufrimientos del pueblo. Gran número de talleres y fábricas de Petro-
grado debieron cerrar sus puertas; los obreros se morían literalmente de hambre. Organizaron 
reuniones para considerar la situación, y fueron dispersados por el gobierno. El proletariado de 
Petrogrado, que soportó todo el peso de las luchas revolucionarias, y cuyos enormes sacrificios y 
heroísmo salvaron la ciudad contra Yudenich, se irritó ante los manejosdel gobierno. La animo-
sidad contra los métodos empleados por los bolcheviques continuaba creciendo. Los comunistas 
rehusaban las menores concesiones al proletariado, ofreciendo al mismo tiempo entenderse con 
los capitalistas de Europa y de América. Los obreros se indignaron. Con el fin de forzar al go-
bierno a examinar sus exigencias, se declararon huelgas en la fábrica de municiones («Patron-
ny»), en las fábricas del Báltico y de Trubochny, en la fábrica de Laferni. Pero en lugar de discu-
tir la cuestión con los obreros descontentos, el gobierno de los obreros y campesinos creó un 
Comité de defensa como en período de guerra, con Zinoviev -el hombre más odiado de Petrogra-
do- como presidente. El fin manifiesto de este Comité era el de estrangular el movimiento huel-
guista. 
 El 24 de febrero se declararon las huelgas. El mismo día los bolcheviques enviaron los «kur-
santy» -los estudiantes comunistas de la academia militar que se preparaban para los grados de 
oficiales del ejército y de la marina- para dispersar a los trabajadores que se habían reunido en 
Vasilievsky Ostrov, el barrio obrero de Petrogrado. Al día siguiente, el 25 de febrero, indignados, 
los huelguistas de Vasilievsky Ostrov visitaron los astilleros del Almirantazgo y los docks de la 
Galernaya y persuadieron a los obreros a asociarse contra la actitud autocrática del gobierno. La 
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demostración intentada en las calles de la ciudad por los huelguistas, fue dispersada por los sol-
dados. 
 El 26 de febrero, en la reunión del Soviet de Petrogrado, un conocido comunista, Laskevich, 
miembro del Comité de defensa y del Consejo militar revolucionario de la república, denunció el 
movimiento huelguista en los términos más acerbos. Acusó a los obreros de la fábrica de Tru-
bochny de haber incitado al descontento y de ser «hombres que no pensaban más que en su pro-
vecho personal y que eran contrarrevolucionarios»; fríamente propuso cerrar la fábrica de Tru-
bochny, proposición aceptada por el Comité ejecutivo del Soviet de Petrogrado, del que Zinoviev 
era presidente. Los huelguistas de Trubochny fueron, pues, lock-outados y privados automática-
mente, por consecuencia, de su ración de víveres. 
 Las medidas del gobierno bolchevique sirvieron para agriar más el antagonismo de los obreros. 
 En las calles de Petrogrado comenzaron a aparecer proclamas de huelga. Algunas de ellas lle-
vaban ya un carácter francamente político; el más característico de estos manifiestos, fijado en 
los muros de la ciudad el 27 de febrero, decía: 
 
 «Se ha hecho necesario un cambio completo en la política del gobierno. En primer lugar, los 
obreros y los campesinos tienen necesidad de libertad. No quieren vivir según los decretos de los 
bolcheviques: ¡quieren controlar sus propios destinos! 
 »¡Camaradas, mantened el orden revolucionario! Exigid de un modo organizado y decidido: 
 »La liberación de todos los socialistas y de los obreros sin partido encarcelados; 
 »La abolición del estado de sitio; la libertad de palabra, de prensa y de reunión para todos los 
que trabajan; 
 »La elección libre de los Comités de fábrica y de los representantes a los sindicatos y a los 
soviets; 
 »¡Organizad reuniones, adoptad resoluciones, enviad vuestros delegados a las autoridades y 
trabajad en la realización de vuestras exigencias.» 
 
 El gobierno respondió efectuando numerosos arrestos y suprimiendo varias organizaciones 
obreras. Esta medida aumentó aun más la efervescencia de las masas; las peticiones reaccionarías 
comenzaron a aparecer. Así, una proclama de los «obreros socialistas del distrito de Nevsky» 
apareció el 28 de febrero, terminando con un llamamiento en favor de la Asamblea Constituyen-
te: 
 
 «Sabemos quién tiene miedo de la Asamblea Constituyente. Son los que no podrán robar al 
pueblo entonces. Tendrán, al contrario, que responder ante los representantes del pueblo por sus 
mistificaciones, sus robos y sus crímenes. 
 “¡Abajo los comunistas odiados! 
 “¡Abajo el gobierno sovietista! 
 “¡Viva la Asamblea Constituyente!” 
 
 Durante este tiempo, los bolcheviques concentraron en Petrogrado considerables fuerzas mili-
tares llevadas de la provincia, y mandaban a la capital del norte, desde la línea del frente, los re-
gimientos comunistas más fieles. Petrogrado fue declarado en Θestado extraordinario de guerra». 
Los huelguistas fueron subyugados por la fuerza y la agitación obrera aplastada con mano de hie-
rro. 
 
2. EL MOVIMIENTO DE KRONSTADT 
 
Los marineros de Kronstadt se alarmaron visiblemente ante los acontecimientos de Petrogrado. 
Su actitud frente a las medidas tomadas por el gobierno contra los huelguistas estaba lejos de ser 
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amistosa. Sabían lo que tuvo que soportar el proletariado revolucionario de la capital durante los 
primeros días de la revolución, su heroica lucha contra Yudenich, la paciencia con que toleró las 
privaciones y la miseria. Pero Kronstadt estaba lejos también de favorecer la Asamblea Constitu-
yente, o la experiencia del comercio libre de que se hablaba en Petrogrado. Los marinos eran, 
tanto espiritualmente como en la acción, ante todo, revolucionarios. Eran los partidarios más de-
cididos del sistema de los soviets, pero se oponían a la dictadura de un partido político cualquie-
ra. 
 El movimiento de simpatía hacia los obreros huelguistas de Petrogrado, comenzó primeramen-
te entre los marinos de los barcos de guerra Petropavlovsk y Sebastopol, los mismos navíos que 
en 1917 fueron el apoyo principal de los bolcheviques. El movimiento se extendió a toda la flota 
de Kronstadt, y después a los regimientos estacionados allí. El 28 de febrero la tripulación del 
Petropavlovsk adoptó una resolución que obtuvo también el consentimiento de los marinos del 
Sebastopol. La resolución pedía, entre otras cosas, reelecciones libres del Soviet de Kronstadt, 
cuyo mandato iba pronto a expirar. Al mismo tiempo fue enviada a Petrogrado una comisión de 
marinos para obtener informaciones sobre la situación. 
 El 1º de marzo se celebró una reunión pública en la plaza del Ancla, en Kronstadt; fue convo-
cada oficialmente por las tripulaciones de la primera y la segunda escuadra de la flota del Báltico. 
Dieciséis mil marineros, soldados rojos y trabajadores acudieron a ella; la presidió el presidente 
del Comité ejecutivo del Soviet de Kronstadt, el comunista Vasiliev. El presidente de la Repúbli-
ca socialista federativa de los Soviets, Kalinin, y el comisario de la flota del Báltico, Kuzmin, 
estaban presentes, y tomaron la palabra. Debe hacerse notar aquí, como indicación de la actitud 
amistosa de los marinos hacia el gobierno bolchevique, que Kalinin, a su llegada a Kronstadt, fue 
recibido con los honores militares, con música y con banderas desplegadas. 
 La comisión de marinos que había sido enviada a Petrogrado presentó su informe en el mitin. 
Este informe confirmó las peores aprensiones de Kronstadt. La reunión expresó abiertamente su 
indignación contra los métodos empleados por los comunistas para sofocar las aspiraciones de los 
obreros de Petrogrado. La resolución adoptada por el Petropavlovsk el 28 de febrero fue entonces 
presentada a los reunidos. El presidente de la República, Kalinin, y el comisario Kuzmin atacaron 
ferozmente la resolución, a los huelguistas de Petrogrado y a los marinos de Kronstadt. Pero sus 
argumentos no impresionaron a los asistentes y la resolución del Petropavlovsk fue adoptada por 
unanimidad. He aquí el documento histórico: 
 «Resolución de la reunión general de la primera y segunda escuadra de la flota del Báltico, 
celebrada el 1.º de marzo de 1921 
 Habiendo oído el informe de los representantes enviados a Petrogrado por la reunión general 
de las tripulaciones para examinar allí la situación, 
Decide: 
 1) dado que los soviets actuales no expresan la voluntadde los obreros y de los campesinos, 
celebrar inmediatamente las nuevas elecciones por voto secreto, teniendo completa libertad de 
agitación entre los obreros y campesinos la campaña electoral; 
 2) establecer la libertad de palabra y de prensa para todos los obreros y campesinos, para los 
anarquistas y para los partidos socialistas de la izquierda; 
 3) asegurar la libertad de reunión para los sindicatos y para las organizaciones campesinas; 
 4) convocar una conferencia independiente de los obreros, soldados rojos y marinos de Petro-
grado, antes del 10 de marzo de 1921; 
 5) liberación de todos los presos políticos socialistas y también de todos los obreros, campesi-
nos, soldados y marinos encarcelados por el delito de participación en los movimientos obreros y 
campesinos; 
 6) elegir una comisión de examen de los casos de aquellos que se encuentran en las prisiones y 
en los campos de concentración; 
8 
 
 7) abolir las oficinas políticas, porque ningún partido debe tener privilegios para la propaganda 
de sus ideas, ni recibir la ayuda financiera del gobierno para tales fines. En su lugar será necesa-
rio instituir comisiones de educación y de cultura social, elegidas localmente y sostenidas mate-
rialmente por el gobierno; 
 8) abolir inmediatamente los «destacamentos de portazgo»1; 
 9) igualación de las raciones para todos aquellos que trabajan en oficios peligrosos para la sa-
lud; 
 10) abolición de los destacamentos comunistas de guerra en todas las secciones del ejército, lo 
mismo que de la guardia comunista apostada en los talleres y en las fábricas; en caso de necesi-
dad, estos destacamentos o pelotones de guardia deberán ser designados en el ejército, desde las 
filas mismas, y en las fábricas según los deseos de los obreros; 
 11) dar a los campesinos plena libertad de acción en lo que concierne a sus tierras y también el 
derecho a poseer ganado, a condición de que se arreglen los campesinos mismos sin tener que 
recurrir a la explotación ajena; 
 12) pedir a todas las secciones del ejército y a nuestros camaradas los kursanty militares que 
acepten nuestras resoluciones; 
 13) pedir a la prensa que dé la mayor publicidad a nuestras resoluciones; 
 14) designar una comisión ambulante de control; 
 15) permitir la pequeña industria a domicilio. 
 La resolución es adoptada por unanimidad por la reunión de la brigada, absteniéndose de votar 
sólo dos personas. 
PETRICHENKO 
Presidente de la reunión de la brigada 
PEREPELKIN 
Secretario 
 Resolución adoptada por aplastante mayoría por la guarnición de Kronstadt. 
VASILIEV 
Presidente.» 
 Esta resolución que, como hemos dicho ya, fue combatida ardientemente por Kalinin, fue 
adoptada a pesar de su protesta. Después de la reunión, Kalinin pudo volver a Petrogrado sin ser 
inquietado. 
 En esta misma reunión se resolvió enviar a Petrogrado un comité que explicaría a los obreros y 
a la guarnición de la capital las peticiones de Kronstadt y pediría que delegados independientes 
(no pertenecientes a ningún partido) fuesen enviados por ellos a esta ciudad para informarse so-
bre el estado verídico de las cosas y sobre las peticiones de los marinos. Este comité, compuesto 
de treinta miembros, fue detenido en Petrogrado por los bolcheviques; su suerte ha quedado 
siempre en el misterio. 
 Como la existencia legal del Soviet de Kronstadt llegaba a su término, la reunión de la brigada 
decidió convocar una conferencia de delegados para el 2 de marzo, a fin de discutir el modo de 
celebrar las elecciones. En la conferencia tomaban parte representantes de los navíos de guerra, 
de la guarnición, de las diferentes instituciones soviéticas, de los sindicatos y de los talleres. Cada 
organización estaba representada por dos delegados. 
 Celebróse la conferencia el 2 de marzo en la Casa de Educación (anteriormente Escuela de 
Ingenieros de Kronstadt), asistiendo a ella trescientos delegados, entre los que se encontraban 
también comunistas. 
 
1
 Zagraaditelnye otriady, destacamentos armados organizados por los bolcheviques para suprimir el comercio ilícito y 
para confiscar los víveres y otros productos. La irresponsabilidad y la arbitrariedad de estos métodos se han hecho 
proverbiales en toda la extensión del país. El gobierno suprimió estos destacamentos en la provincia de Petrogrado la 
víspera de su ataque a Kronstadt -una jugarreta al proletariado de Petrogrado. 
 
9 
 
 La reunión, abierta por el marino Petrichenko, eligió una presidencia de cinco miembros. La 
cuestión principal a resolver por los delegados concernía a las nuevas elecciones del Soviet de 
Kronstadt, que debían verificarse pronto, y establecer los principios sobre los cuales deberían 
celebrarse. La reunión tenía también que poner en práctica las resoluciones adoptadas la víspera y 
acordar los mejores medios para ayudar al país a salir de las condiciones lamentables creadas por 
el hambre y por la falta de calefacción. 
 El espíritu de la conferencia era claramente sovietista; Kronstadt exigía los Soviets libres de 
toda intervención y de todo partido político, Soviets independientes que fueran el reflejo de las 
aspiraciones de los obreros y campesinos y expresaran su voluntad. La actitud de los delegados 
era antagónica al régimen arbitrario de los comisarios burocráticos, pero simpática a la orienta-
ción del partido comunista como tal. Eran partidarios abnegados del sistema de los Soviets y sin-
ceros en su deseo de encontrar amistosa y pacíficamente una solución a estos problemas apre-
miantes. 
El comisario de la flota del Báltico, Kuzmin, fue el primero en usar de la palabra. Hombre más 
bien de energía que de juicio, no se dio cuenta de la gran importancia del movimiento. No supo 
ponerse a la altura de la situación; atraerse los corazones y cerebros de estos hombres tan senci-
llos, marinos y trabajadores, que habían hecho tantos sacrificios por la revolución y estaban exte-
nuados y desesperados. Los delegados se habían reunido para entenderse con los representantes 
del gobierno. Pero en lugar de ese espíritu conciliador, el discurso de Kuzmin fue una antorcha 
encendida lanzada sobre pólvora. Indignó a todos por su arrogancia y su insolencia. Negó los 
tumultos obreros de Petrogrado, diciendo que la ciudad estaba tranquila y los obreros satisfechos. 
Alabó el trabajo de los comisarios, puso en duda los motivos revolucionarios de Kronstadt y 
habló de los peligros que amenazaban por la parte de Polonia. Llegó hasta proferir insinuaciones 
indignas y a rugir amenazas. «Si queréis la guerra abierta, concluyó Kuzmin, la tendréis, porque 
los comunistas no aflojarán las riendas del gobierno. Lucharemos hasta el fin.» 
 El discurso provocativo y desprovisto de tacto del comisario de la flota del Báltico fue un in-
sulto a los delegados. El discurso del presidente del Soviet de Kronstadt, el comunista Vasiliev, 
que habló después de Kuzmin, no causó ninguna impresión; fue impreciso y sin mérito. Cuanto 
más se desarrollaba el mitin, más francamente antibolchevique se tornaba la actitud general. Y, 
sin embargo, les delegados esperaban llegar todavía a entenderse con los representantes del go-
bierno. Pero se advirtió en seguida, decía el informe, oficial2, que «no podíamos tener confianza 
en nuestros camaradas Kuzmin y Vasiliev, y que se había hecho necesario aislarnos temporal-
mente, sobre todo porque los comunistas están en posesión de las armas y nosotros no tenemos 
acceso a los teléfonos. Los soldados tienen miedo a los comisarios, de lo cual tenemos la prueba 
en la carta leída en la reunión de la guarnición». 
 Kuzmin y Vasiliev fueron entonces alejados de la reunión y arrestados. Un rasgo característico 
del espíritu de la conferencia está en el hecho de que una moción que pedía el arresto de los de-más comunistas presentes fue rechazada por inmensa mayoría, Los delegados sostenían que los 
comunistas debían ser considerados igualmente que los representantes de las otras organizaciones 
y debían gozar de los mismos derechos y respetos. Kronstadt estaba siempre resuelta a hallar una 
base de reconciliación con el partido comunista y con el gobierno bolchevique. 
 Las resoluciones del 1.º de marzo fueron leídas y adoptadas con entusiasmo. En ese momento 
la reunión se animó y excitó vivamente al declarar un delegado que quince camiones de soldados 
y de comunistas armados de fusiles y de ametralladoras habían sido enviados por los bolchevi-
ques con orden de atacar a los reunidos. «Esta información -continúa el informe del Izvestia- 
promovió un profundo resentimiento entre los delegados.» La investigación hecha demostró que 
el informe carecía de todo fundamento, pero persistían los rumores de que un destacamento de 
kursanty, con el famoso chekista Dukin a la cabeza, marchaba ya en dirección al fuerte de Kras-
 
2
 Izvestia, del Comité Revolucionario provisorio de Kronstadt, número 9; 11 de marzo de 1921. 
10 
 
naya Gorka. En vista de estos nuevos acontecimientos y de las amenazas de Kuzmin y de Kali-
nin, la conferencia se dedicó inmediatamente a organizar la defensa de Kronstadt contra el ataque 
bolchevique. El tiempo apremiaba y se decidió transformar la presidencia de la conferencia en un 
Comité revolucionario provisional, que tenía por deber mantener el orden y la salvaguardia de la 
ciudad, El Comité debía emprender también los preparativos necesarios para celebrar las nuevas 
elecciones del Soviet de Kronstadt.. 
 
3. LA CAMPAÑA BOLCHEVIQUE CONTRA KRONSTADT 
 
Reinaba en Petrogrado gran tensión nerviosa. Estallaban nuevas huelgas y se difundían persisten-
tes rumores sobre tumultos obreros ocurridos en Moscú y de rebeliones agrarias surgidas en el 
este y en Siberia. La falta de prensa en la que se hubiera podido confiar hacía que la población 
prestase oído a los rumores más exagerados y más transparentemente falsos. Todas las miradas se 
habían vuelto hacia Kronstadt, en espera de importantes sucesos. 
 Los bolcheviques no perdieron un instante en organizar su ataque a Kronstadt. Ya el 2 de mar-
zo el gobierno había publicado una orden, firmada por Lenin y Trotzky, denunciando el movi-
miento de Kronstadt como un motín, una rebelión contra las autoridades comunistas. En ese do-
cumento, los marinos fueron acusados de ser «instrumentos de antiguos generales zaristas que, 
junto con los socialrevolucionarios traidores han preparado una conspiración contrarrevoluciona-
ria contra la república proletaria». 
 El movimiento de Kronstadt fue calificado por Lenin y Trotzky como «obra de los interven-
cionistas de la Entente y de espías franceses». -«El 28 de febrero, dice la orden, los marinos del 
Petropavlovsk han aprobado resoluciones que exaltan el espíritu de la reacción más negra. Des-
pués apareció en escena el grupo del antiguo general Kozlovzky. Él y tres de sus oficiales, cuyos 
nombres nos son todavía desconocidos, han asumido abiertamente la dirección de la revuelta. La 
explicación de los últimos acontecimientos, por tanto, se hace coincidente. Detrás de los 
socialistas revolucionarios; se encuentra de nuevo un general zarista. Tomando todo esto en 
consideración, el Consejo del Trabajo y de la Defensa ordena: 1) declarar al antiguo general 
Kozlovzky y a sus partidarios fuera de la ley; 2) promulgar el estado de guerra en la ciudad y en 
la provincia de Petrogrado; 3) poner el poder supremo de todo el distrito de Petrogrado en manos 
del Comité de defensa de Petrogrado. 
 Había, en efecto, en Kronstadt, un ex general Kozlovzky, Fue Trotzky el que lo estableció allí 
como especialista artillero. No desempeñó, en absoluto, ningún papel en los acontecimientos de 
Kronstadt; pero los bolcheviques explotaron con habilidad su nombre para denunciar a los mari-
nos como enemigos de la república sovietista, y su movimiento, como contrarrevolucionario. La 
prensa oficial bolchevique comenzó entonces su campaña de calumnias y de difamación contra 
Kronstadt como «el nido de la conspiraron blanca dirigida por el general Kozlovzky»; los agita-
dores comunistas fueron enviados a los obreros de las fábricas y de los talleres. de Petrogrado y 
de Moscú a fin de llamar al proletariado a «asociarse al soporte y a la defensa del gobierno de los 
obreros y campesinos contra la rebelión contrarrevolucionaria de Kronstadt». 
 Lejos de tener el menor contacto con generales y contrarrevolucionarios, los marinos de 
Kronstadt rehusaron la ayuda del propio partido socialista revolucionario. El jefe del partido, Víc-
tor Chernov, que estaba entonces en Reval, intentó inclinar a los marinos en favor de su partido y 
de sus reivindicaciones, pero no recibió ningún aliento del Comité revolucionario provisional. 
Chernov transmitió a Kronstadt el radiograma siguiente3: 
 
 
3
 Publicado en Revoliutsionnaya Rosia (órgano socialista revolucionario para el extranjero), núm. 8; marzo de 1921. 
Ver también Izvestia, de Moscú (órgano comunista), núm. 154; 13 de junio de 1922. 
11 
 
 «El presidente de la Asamblea Constituyente, Víctor Chernov, envía sus saludos fraternales a 
los camaradas marinos heroicos, los soldados rojos y a los obreros que, por tercera vez después 
de 1905, rompen el yugo de la tiranía. Les ofrece su ayuda para el envío de refuerzos y de aprovi-
sionamientos a Kronstadt por intermedio de las cooperativas rusas en el extranjero. Informadnos 
de lo que os hace falta y de la cantidad necesaria. Estoy dispuesto a ir en persona a poner mis 
energías y mi autoridad al servicio de la revolución del pueblo. Tengo fe en la victoria final de las 
masas laboriosas... ¡Honor a los que son los primeros en levantar la bandera de la liberación del 
pueblo! ¡Abajo el despotismo de la izquierda y de la derecha!» 
 
El partido socialista revolucionario envió, al mismo tiempo, el siguiente mensaje a Kronstadt: 
 «La delegación socialista revolucionaria en el extranjero..., ahora que la copa del pueblo enco-
lerizado desborda, ofrece ayudaros por todos los medios a su disposición en la lucha por la liber-
tad y por el gobierno popular. Informadnos de la ayuda que necesitáis. ¡Viva la revolución del 
pueblo! ¡Vivan los Soviets libres y la Asamblea Constituyente!» 
 El Comité revolucionario de Kronstadt declinó el ofrecimiento y envió la siguiente respuesta 
Víctor Chernov: 
 El Comité revolucionario de Kronstadt expresa a todos sus hermanos del extranjero su profun-
da gratitud por su simpatía. El Comité revolucionario provisional agradece al camarada Chernov 
su ofrecimiento, pero se abstiene de aceptarlo por el momento, es decir, hasta que los próximos 
acontecimientos aclaren más la situación. En tanto todo será tomado en consideración. 
PETRICHENKO 
Presidente del Comité provisional revolucionario.» 
 
 La campaña de insinuaciones continuó, no obstante, en Moscú, cuya estación T. S. F. envió el 
3 de marzo el siguiente mensaje al mundo (algunos pasajes son indescifrables a causa de la inter-
vención de otra estación): «La revuelta armada del ex general Kozlovzky ha sido organizada por 
los espías de la Entente, como sucedió, en numerosos complots precedentes, se hace evidente por 
e! periódico burgués francés Le Matin, que, dos semanas antes de la revuelta, publicó el siguiente 
telegrama de Helsingfòrs: «Como resultado de la reciente rebelión de Kronstadt. las autoridades 
militares bolcheviques han tomado medidas a fin de aislar a Kronstadt e impedir que los soldados 
y marinos de Kronstadt se acerquen a Petrogrado.» - «Es evidente que el motín de Kronstadt ha 
sido preparado en París y organizado por el servicio secreto francés.Los socialistas revoluciona-
rios, controlados y dirigidos también desde París, tramaron estas rebeliones contra el gobierno 
sovietista, y apenas sus preparativos fueron completados, el verdadero amo -el general zarista- 
hizo su aparición.» 
 
 El carácter de las otras numerosas informaciones enviadas por Moscú puede ser juzgado por el 
siguiente radiograma: 
 «Petrogrado está tranquilo y en calma, y aun las fábricas en que habían sido últimamente lan-
zadas acusaciones contra el gobierno sovietista comprenden ahora que todo era obra de provoca-
dores. Comprenden adonde les llevaron los agentes de la Entente y de la contrarrevolución. 
 »Justamente en el momento en que en América asume de nuevo las riendas del gobierno el 
partido republicano y se muestra inclinado a reanudar las relaciones comerciales con la Rusia 
sovietista, la difusión de falsos rumores y la organización de desórdenes en Kronstadt tienen por 
único objeto impresionar al nuevo presidente americano para que cambie su táctica hacia Rusia. 
La Conferencia de Londres se celebró en este mismo período y la diseminación de semejantes 
rumores influyó en la delegación turca y la hizo apta para ceder a las exigencias de la Entente. La 
revuelta de la tripulación del Petropavlovsk es, sin duda alguna, un punto de la gran conspiración 
para crear dificultades en el interior de la Rusia soviética y para desacreditar nuestra situación 
12 
 
internacional. Este plan es puesto en ejecución en la Rusia misma por un general zarista y por ex 
oficiales, y sus actividades reciben el apoyo de los mencheviques y de los socialrevolucionarios.» 
 
 El Comité de defensa de Petrogrado, dirigido por su presidente, Zinoviev, asumió el control 
completo de la ciudad y de la provincia de Petrogrado. Todo el distrito norte fue declarado en 
estado de guerra y todas las reuniones quedaron prohibidas. Se tomaron precauciones extraordi-
narias para proteger las instituciones gubernamentales y se colocaron ametralladoras en el hotel 
Astoria, ocupado por Zinoviev y otros altos funcionarios bolcheviques. Proclamas pegadas en los 
muros ordenaban la vuelta inmediata de los huelguistas a sus fábricas, prohibiendo la suspensión 
del trabajo y previniendo a la población para que no se reuniese en las calles. «En casos semejan-
tes -se decía en el ukase- los soldados recurrirán a las armas. En caso de resistencia, la orden es 
fusilar sumariamente.» 
 El Comité de defensa tomó medidas sistemáticas «para limpiar la ciudad». Numerosos obreros, 
soldados y marinos en los que se sospechaban simpatías por Kronstadt, fueron encarcelados. To-
dos los marinos de Petrogrado y varios regimientos del ejército, considerados «políticamente sos-
pechosos», fueron enviados a puntos lejanos, en tanto que las familias de los marinos de Krons-
tadt, que vivían en Petrogrado, fueron detenidas en calidad de rehenes. El Comité de defensa 
notificó a Kronstadt su decisión por medio de una proclama difundida en la ciudad el 4 de marzo 
por un aeroplano y en la cual se decía: «El Comité de defensa declara que los encarcelados son 
retenidos como rehenes por el comisario de la flota del Báltico, N. N. Kuzmin, por el presidente 
del Soviet de Kronstadt, T. Vasiliev, y otros comunistas. Al menor daño que sufran nuestros ca-
maradas arrestados, los rehenes pagarán con su vida.» 
 «No queremos efusión de sangre. Ni un solo comunista ha sido fusilado por nosotros», fue la 
respuesta de Kronstadt. 
 
4. LAS ASPIRACIONES DE KRONSTADT 
 
Una nueva vida reanimó a Kronstadt. El entusiasmo revolucionario igualaba al de las jornadas de 
octubre, cuando el heroísmo y la decisión de los marinos jugaron un papel decisivo. Por primera 
vez, después dé haber tomado el partido comunista en sus manos el control exclusivo de la revo-
lución y de los destinos de Rusia, Kronstadt se sentía libre. Un nuevo espíritu de solidaridad y 
fraternidad había reunido a los marinos, a los soldados de la guarnición, a los obreros de las fá-
bricas y a los elementos destacados que no pertenecían a ningún partido, en un esfuerzo común 
por la causa de todos. Hasta los mismos comunistas se contagiaron de la fraternidad de toda la 
ciudad y participaron en los preparativos para las elecciones del Soviet de Kronstadt. 
 Entre las primeras medidas tomadas por el Comité revolucionario provisional, hay que men-
cionar las referentes a la conservación del orden revolucionario en Kronstadt y la de hacer apare-
cer un órgano oficial del Comité, Izvestia, cotidiano. Su primer llamamiento al pueblo de Krons-
tadt (núm. 1, marzo 3 de 1921), caracterizaba completamente la actitud y el espíritu de los mari-
nos: «El Comité revolucionario, se dice allí, se preocupa sobre todo de que no haya efusión de 
sangre. Ha dedicado todos sus esfuerzos a mantener el orden revolucionario en la ciudad, en la 
fortaleza y en los fuertes. ¡Camaradas y ciudadanos, no detengáis el trabajo! ¡Obreros, permane-
ced en vuestros establecimientos! ¡Marinos y soldados, no abandonéis vuestros puestos! Todos 
los empleados, todas las instituciones sovietistas deben continuar su trabajo. El Comité revolu-
cionario provisional os exhorta, camaradas y ciudadanos, a prestarle ayuda. Su misión es organi-
zar, en cooperación fraternal con vosotros, las condiciones necesarias para las elecciones justas y 
honestas del nuevo Soviet.» 
 Las páginas del Izvestia traen pruebas abundantes de la profunda fe del Comité revolucionario 
en el pueblo de Kronstadt y en sus aspiraciones hacia los soviets libres como el verdadero camino 
de la emancipación del yugo opresivo de la burocracia comunista. En su diario y en los radiogra-
13 
 
mas, el Comité revolucionario tomaba en serio, con indignación, la campaña de calumnias, y se 
dirigió nuevamente al proletariado de Rusia y del mundo en demanda de su simpatía y de su ayu-
da. El radiograma del 6 de marzo daba la idea fundamental del llamado de Kronstadt: 
 «Nuestra causa es justa. Estamos por el poder de los Soviets y no de los partidos. Estamos por 
la elección libre de los representante de las masas laboriosas. Los sucedáneos de los soviets, ma-
nipulados por el partido comunista, fueron siempre sordos a nuestras necesidades y a nuestras 
peticiones; la única respuesta que hemos recibido siempre fue la bala asesina. ¡Camaradas! No 
sólo os engañan; desnaturalizan deliberadamente la verdad y se rebajan hasta la difamación más 
vil. En Kronstadt todo el poder está exclusivamente en manos de los marinos, de los soldados y 
de los obreros revolucionarios, y no en las de los contrarrevolucionarios dirigidos por un Koz-
lovsky, como trata de haceros creer el radio embustero de Moscú. ¡No tardéis, camaradas! Uníos 
a nosotros, entrad en contacto con nosotros; exigid la admisión de vuestros delegados en Krons-
tadt. Ellos solos podrán deciros toda la verdad, y desenmascararán la calumnia cruel sobre el pan 
finlandés y los ofrecimientos de la Entente. 
 »¡Viva el proletariado revolucionario de la ciudad y de los campos! 
 »¡Viva el poder de los Soviets libremente elegidos!» 
 
 El Comité revolucionario provisional tenía al principio su sede a bordo del barco insignia, el 
Petropavlovsk; pero después de algunos días se trasladó a la Casa del Pueblo, en el centro de 
Kronstadt, de modo que estuviera, como escribe el Izvestia, «en contacto más continuo con la 
población y fuera más fácil el acceso al Comité que cuando estaba a bordo del navío». A pesar de 
que la demencia virulenta continuaba en la prensa comunista contra Kronstadt, calificada de «re-
belión contrarrevolucionaria del general Kozlovsky», la verdad es que el Comité revolucionario 
era exclusivamente proletario, estando compuesto, en su mayor parte, de obreros de un pasado 
revolucionario. El Comité estaba compuesto de los quince miembros siguientes: 
1. Petrichenko, primer escribiente, pabellón Petropavlovsk. 
2. Yakovenko,telefonista, distrito de Kronstadt. 
3. Ososov, mecánico del «Sebastopol». 
4. Arjipof, mecánico. 
5. Perepelkin, mecánico del «Sebastopol». 
6. Petruchev, jefe mecánico del «Petropavlovsk». 
7. Kupolov, primer ayudante mecánico. 
8. Verchinin, marinero del «Sebastopol». 
9. Tiukin, electricista. 
10. Romanenko, guarda de los docks de aviación. 
11. Orechin, administrador de la Tercera Escuela Técnica. 
12. Valk, carpintero. 
13. Pavlov, obrero de las minas marinas. 
14. Baikov, carretero. 
15. Kilgast, marinero. 
 Izvestia, de Kronstadt, comentó como sigue esta lista: «He aquí nuestros generales, señores 
Trotzky y Zinoviev, en tanto que los Brusilov, los Kamenev, los Tujachevski y otras celebridades 
del régimen zarista están en vuestras filas». 
 El Comité revolucionario provisional gozaba de la confianza de toda la población de Krons-
tadt. Se conquistó el respeto general estableciendo el principio de «derechos iguales para todos, 
privilegios para nadie», y manteniéndolo rigurosamente. La ración de víveres (paiok) fue nivela-
da, Los marinos, que, ba¡o el régimen bolchevique, recibían raciones mucho más elevadas que 
las establecidas para los obreros, decidieron no aceptar más de lo que se daba al ciudadano o al 
obrero. Las raciones especiales y las mejores se distribuyeron solamente en los hospitales y entre 
los niños. 
14 
 
 La actitud generosa y equitativa del Comité revolucionario hacia los miembros del partido co-
munista en Kronstadt -sólo algunos de ellos fueron arrestados, a pesar de las represiones bolche-
viques y de la detención de las familias de los marinos como rehenes- ganó el respeto de los co-
munistas mismos. Las páginas del Izvestia contienen comunicaciones numerosas de agrupaciones 
y organizaciones comunistas de Kronstadt, que condenan la actitud del gobierno central y apoyan 
la línea de conducta y las medidas tomadas por el Comité revolucionario provisional. Gran núme-
ro de comunistas de Kronstadt habían anunciado públicamente su salida del partido en señal de 
protesta contra su despotismo y su corrupción burocrática. En diversos números del Izvestia se 
publicaron centenares de nombres de comunistas a quienes su conciencia hacía imposible «la 
permanencia en el partido del verdugo Trotzky», como se expresaban algunos. Las dimisiones del 
partido comunista fueron pronto tan numerosas, que daban la impresión de un éxodo general4. 
Las cartas siguientes, tomadas al azar de entre un montón, dan una característica suficiente del 
sentimiento de los comunistas de Kronstadt: 
 
a) 
 «He comprendido al fin que la política del partido comunista llevó al país a un abismo. El par-
tido se ha hecho burocrático. No aprendió nada y nada quiere aprender. Rehusa escuchar la voz 
de 115 millones de campesinos, y no quiere comprender que únicamente la libertad de palabra y 
la posibilidad de participar en la reconstrucción del país por medio de métodos diferentes de 
elecciones pueden despertar a la nación de su letargo. 
 »Rehuso de aquí en adelante considerarme miembro del partido comunista ruso. Apruebo com-
pletamente la resolución adoptada en la reunión de toda la población el 1.º de marzo y pongo, por 
consiguiente, mis energías y mis aptitudes a disposición del Comité revolucionario provisional. 
 »Herman Kanev, oficial del ejército rojo.» 
 Hijo de un desterrado del proceso de los 1935.» 
(Izvestia, núm. 3, marzo 5 de 1921.) 
 
b) 
 «A mis alumnos de las Escuelas industrial, militar roja y naval: 
 «¡Camaradas! 
 «He vivido casi treinta años con el amor profundo al pueblo y he llevado la luz y la ciencia, en 
la medida de mis fuerzas, a todos los que estaban ávidos de ellas, y esto hasta el último momento. 
 «La revolución de 1917 dio más ímpetu a mi trabajo, aumentando mi actividad, y me dediqué 
más que nunca a servir a mi ideal. «La consigna comunista «todo para el pueblo» me inspiró con 
su nobleza y su belleza, y en febrero del año 1920 fui candidato del partido comunista. Pero el 
primer tiro de fusil disparado contra un pueblo pacífico, sobre mis hijos queridos, cuyo número 
asciende a siete mil en Kronstadt, me llenó de horror al poder ser considerada como cómplice de 
la responsabilidad en la efusión de sangre de estos inocentes. Siento que no puedo creer ya ni 
propagar la idea que ha caído en desgracia por un acto criminal. Así, pues, desde el primer dispa-
ro de fusil ceso de considerarme miembro del partido comunista. 
 »María Nicolaevna Schatel, maestra.» 
(Izvestia, núm. 6, 8 de marzo de 1921.) 
 
 Declaraciones semejantes aparecen casi en cada número del Izvestia. La declaración más inte-
resante fue la del Bureau provisional de la sección de Kronstadt del partido comunista; su mani-
fiesto a los miembros de la sección fue publicado en el Izvestia (núm. 2, del 4 de marzo): 
 
4
 El Comité central del partido comunista consideró su sección de Kronstadt de tal modo «democratizada» que, des-
pués de la derrota de Kronstadt, ordenó un nuevo registro completo de todos los comunistas de esa ciudad. 
5
 El proceso célebre de los 193 en el primer período del movimiento revolucionario ruso. Comenzó hacia fines de 1877 
y acabó en los primeros meses de 1878. 
15 
 
 «Que cada camarada de nuestro partido esté a la altura de la importancia del momento. 
 »No deis ningún crédito a los falsos rumores de que han fusilados comunistas y de que los co-
munistas de Kronstadt tienen la intención de rebelarse con las armas en la mano. Esos rumores 
son difundidos con el propósito de provocar la efusión de sangre. 
 »Declararnos que nuestro partido ha defendido siempre las conquistas de la clase obrera contra 
todos los enemigos conocidos y desconocidos del poder de los Soviets obreros y campesinos y 
continuará defendiéndolos. 
 »El Bureau provisional del partido comunista de Kronstadt reconoce la necesidad de las nuevas 
elecciones del Soviet y pide a los miembros del partido comunista que participen en ellas. 
 »El Bureau provisional ordena a los miembros del partido permanezcan en sus puestos y no 
impidan ni obstaculicen las medidas del Comité revolucionario provisional. 
 »¡Viva el poder de los Soviets! 
 »¡Viva la unión internacional de los trabajadores! 
 »Bureau provisional de la sección de Kronstadt del partido 
comunista ruso, F. Pervuchin, I. Ilin, A. Kabanov.» 
 
 Otras diversas secciones civiles y militares expresaron en términos análogos su oposición al 
régimen de Moscú y su asentimiento a las peticiones de los marinos de Kronstadt. Un gran núme-
ro de resoluciones en ese sentido fueron también adoptadas por los regimientos del ejército rojo 
de guarnición en Kronstadt. La siguiente resolución da una idea del espíritu y de la tendencia que 
reinaba en todas partes: 
 «Nosotros, soldados del ejército rojo del fuerte de Krasnoarmeets, estamos en cuerpo y alma 
con el Comité revolucionario provisional y defenderemos hasta el último momento al Comité 
revolucionario, a los obreros y a los campesinos. 
 »Que nadie crea en las mentiras de las proclamas comunistas diseminadas por los aeroplanos. 
No tenemos aquí ni generales ni oficiales zaristas. Kronstadt fue siempre la ciudad de los obreros 
y de los campesinos, y lo seguirá siendo. Los generales están al servicio de los comunistas. 
 »En el momento actual, cuando la suerte del país está en la balanza, nosotros, que hemos to-
mado el poder en nuestras manos, y que hemos entregado el mando supremo al Comité revolu-
cionario, declaramos a la guarnición entera y a todos los trabajadores que estamos dispuestos a 
morir por la libertad de las clases laboriosas. 
 »Libertados del yugo comunista de estos tres años y del terror, preferimos morir antes que re-
troceder un solo paso. ¡Viva la Rusia libre del pueblo obrero! 
 »El destacamento del fuertede Krasnoarmeets.» 
(Izvestia, núm. 5, 7 de marzo de 1921.) 
 
 Kronstadt fue inspirado por el amor apasionado hacia la Rusia libre y por la fe ilimitada en los 
Soviets verdaderos. Era seguro ganar la ayuda de toda Rusia, de Petrogrado sobre todo, realizan-
do así la liberación completa del país, El Izvestia de Kronstadt vuelve siempre sobre esta espe-
ranza y esta actitud, y en numerosos artículos y manifiestos trata de hacer lícita su posición ante 
los bolcheviques y sus aspiraciones hacia la fundación de una nueva vida libre para Kronstadt, 
para el resto de Rusia. Este gran ideal, la pureza de los motivos y la esperanza ferviente de la 
liberación próxima, son puestas de relieve de un modo notable en las páginas del órgano oficial 
del Comité revolucionario provisional de Kronstadt, y expresan integralmente el espíritu de los 
soldados, de los marinos y de los obreros. A los ataques feroces de la prensa bolchevique, a las 
mentiras infames sembradas por la radio de Moscú que acusaba a Kronstadt de contrarrevolucio-
nario y de conspirador blanco, el Comité revolucionario respondía con dignidad. Reproducía a 
menudo en, su órgano las proclamas de Moscú, de modo que la población de Kronstadt se diera 
cuenta de en qué bajezas eran capaces de caer los bolcheviques. De tanto en tanto, los métodos 
16 
 
comunistas eran expuestos y caracterizados por el Izvestia con una indignación legítima. Así 
leemos en el número 6, del 8 de marzo, bajo el título «Nosotros y ellos»: 
 «No sabiendo cómo retener el poder que se les va de las manos, los comunistas emplean las 
más villanas provocaciones. La prensa despreciable ha movilizado todas las fuerzas para incitar a 
las masas y para hacer aparecer el movimiento de Kronstadt como una conspiración de los guar-
dias blancos. En este momento, un camarilla de bellacos desvergonzados envió al mundo la in-
fame noticia de que Kronstadt se había vendido a Finlandia. Sus periódicos vomitan fuego y ve-
neno; habiendo fracasado en la tarea de persuadir al proletariado de que Kronstadt está en manos 
de los contrarrevolucionarios, tratan ahora de apelar a los sentimientos nacionalistas. 
 »Todos los países saben ya, por nuestros radiogramas, por qué luchan la guarnición de Krons-
tadt y los obreros. Pero los comunistas tratan de desnaturalizar la importancia de los aconteci-
mientos, esperando de este modo inducir a error a nuestros hermanos de Petrogrado. 
 »Petrogrado está cercado por las bayonetas de los kursanty y de los «guardias» del partido, y 
Maliuta Schuratov -Trotzky- no permite a los delegados de los obreros y de los soldados inde-
pendientes venir a Kronstadt. Teme que averigüen toda la verdad, y que la verdad barra 
inmediatamente a los comunistas, dando a las masas obreras instruidas la posibilidad de tomar el 
poder en sus manos callosas. 
 Esta es la razón por la cual el Soviet de Petrogrado no respondió a nuestro radio en que pedía-
mos fuesen enviados a Kronstadt camaradas verdaderamente imparciales. 
 »Asustados por su propio miedo, los jefes comunistas estrangularon la verdad y defienden la 
mentira de que los guardias blancos obran en Kronstadt, de que el proletariado de Kronstadt se ha 
vendido a Finlandia y a los espías franceses, de que los finlandeses han organizado ya su ejército 
para atacar a Petrogrado con la ayuda de los rebeldes de Kronstadt, y así sucesivamente. 
 »A todo esto no tenemos más que una sola cosa que responder: ¡Todo el poder a los Soviets! 
¡Quitad vuestras manos de ellos, esas manos rojas con la sangre de los mártires de la libertad, que 
murieron luchando contra los guardias blancos, contra los propietarios y contra la burguesía!» 
 En un lenguaje sencillo y franco, Kronstadt trataba de expresar la voluntad del pueblo, que 
aspiraba a la libertad y a la posibilidad de determinar su propio destino. Sentía que era la van-
guardia, por decirlo así, del proletariado de Rusia, dispuesto a levantarse para defender el gran 
ideal por el cual el pueblo había luchado y sufrido en la revolución de octubre. La fe de Kronstadt 
en el sistema de los soviets era profunda y persistente: su consigna universal: ¡Todo el poder a los 
Soviets y no a los partidos!, era su programa; no había tiempo de desarrollarlo ni de ocuparse en 
teorías. Los esfuerzos convergían hacia la emancipación del pueblo del yugo comunista. Este 
yugo, ya insoportable, hizo necesaria una nueva, una tercera revolución. La ruta hacia la libertad 
y la paz pasaba por los Soviets libremente elegidos; esta era la Θpiedra fundamental de la nueva 
revolución». Las páginas del Izvestia testimonian ampliamente la rectitud incorruptible y la abne-
gación sin límites de los obreros y de los marinos de Kronstadt, la fe conmovedora que tenían en 
su misión de iniciadores de la tercera revolución. Estas aspiraciones y estas esperanzas están cla-
ramente expuestas en el número 6 del Izvestia del 9 de marzo, en el artículo de fondo titulado 
«Por qué finalidad combatimos»: 
 «Por la revolución de octubre había esperado alcanzar su emancipación. Pero una esclavitud 
todavía más grande de la individualidad humana resultó de ella. 
 »El poder de la monarquía policíaca cayó en manos de los usurpadores -los comunistas- que, 
en lugar de dar al pueblo la libertad, le han inspirado solamente un miedo terrible a la checa, la 
cual, por sus horrores, supera al régimen policíaco del zarismo... Pero lo que es peor y más cri-
minal es la cábala espiritual de los comunistas; han puesto también su mano sobre el mundo in-
terior de las masas laboriosas, obligando a cada uno a pensar según la fórmula comunista. 
 »La Rusia de los trabajadores, la primera que levantó la bandera roja de la emancipación del 
trabajo, está anegada en la sangre de los martirizados para mayor gloria de la dominación comu-
nista. Los comunistas ahogan en ese mar de sangre todas las bellas promesas y posibilidades de la 
17 
 
revolución proletaria. Es evidente, en la actualidad, que el partido comunista ruso no es el defen-
sor de las masas obreras, como lo pretende. Los intereses de la clase obrera le son extraños. Una 
vez obtenido el poder, no tiene más que un solo temor el de perderle. Considera, por tanto, apli-
cables todos los medios de difamación, violencia, decepción, asesinato y venganza sobre las fa-
milias de los rebeldes. 
 »Pero el fin de esta paciencia de mártir está próximo; el país está iluminado aquí y allá por el 
incendio de la rebelión en la lucha contra la opresión y la violencia. Las huelgas de obreros se 
multiplican, pero el régimen policíaco de los bolcheviques ha tomado todas sus precauciones 
contra la conflagración de la inevitable tercera revolución. 
 »Pero, pese a todo esto, ha llegado y es realizada por las masas obreras. Los generales del co-
munismo saben bien que es el pueblo el que se ha levantado, que es el pueblo el que se ha con-
vencido de la traición de los comunistas a las ideas del socialismo. Temiendo por su piel y sa-
biendo que no podrán ocultarse en ninguna parte para escapar a la cólera de los trabajadores, los 
comunistas tratan aún de aterrorizar a los rebeldes con la prisión, con la ejecución y con otras 
barbaridades. Pero la vida bajo la dictadura comunista es peor que la muerte... 
 »No existe un camino intermedio. ¡Es preciso vencer o morir! ejemplo lo ha dado Kronstadt, el 
terror de la contrarrevolución de la derecha como de la izquierda. Es aquí donde el gran acto re-
volucionario fue realizado. Es aquí donde fue enarbolada la bandera de la rebelión contra la tira-
nía de estos tres años y contra la opresión de la autocracia comunista que hicieron palidecer el 
despotismo monárquico de los últimos tres años. Es aquí, en Kronstadt, donde se colocó la piedra 
fundamental de la tercera revolución que romperá las últimas cadenas del trabajador y le abrirá la 
nueva y amplia ruta de la edificación socialista.»Esta nueva revolución sublevará las grandes masas del Oriente y Occidente y servirá de ejem-
plo al nuevo socialismo constructor, en oposición a la «construcción» comunista mecánica y gu-
bernamental. Las masas obreras sabrán que todo lo que ha sido hecho hasta aquí en nombre de 
los obreros y campesinos, no era el socialismo. 
 »El primer paso se ha dado sin un solo disparo de fusil, sin la efusión de una sola gota de san-
gre. No la verterán más que en caso de defensa. Los obreros y campesinos avanzan: dejan tras sí 
a la Constituyente con su régimen burgués y la dictadura del partido comunista con su checa y su 
capitalismo de Estado que han estrechado el nudo en tomo al cuello de los trabajadores y amena-
zan estrangularlos. 
 »El cambio que acaba de tener lugar ofrece a las masas laboriosas la posibilidad de asegurarse, 
por fin, los Soviets libremente elegidos y que podrán ser perfeccionados sin temor al látigo del 
partido; pueden reorganizarse ahora los sindicatos estatizados en asociaciones voluntarias de 
obreros, de campesinos y de trabajadores intelectuales. La máquina policíaca de la autocracia, 
por fin, ha sido quebrantada.» 
 
 Así estaba concebido el programa; estas fueron las peticiones inmediatas en respuesta de las 
cuales el gobierno bolchevique comenzó el ataque a Kronstadt el 7 de marzo de 1921, a las 6'45 
de la tarde. 
 
5. ULTIMÁTUM BOLCHEVIQUE A KRONSTADT 
 
Kronstadt era generoso. Ni una gota de sangre comunista fue vertida, a pesar de todas las provo-
caciones, del bloqueo de la ciudad y de las medidas represivas del gobierno bolchevique. Desde-
ñaba imitar el ejemplo comunista de venganza y llegaba hasta vigilar la población contra todo 
exceso de que pudieran ser objeto los miembros del partido comunista. El Comité revolucionario 
provisional publicó en este sentido un manifiesto a la población de Kronstadt, justamente después 
que el gobierno bolchevique hubo rechazado la petición de los marinos para la liberación de los 
rehenes detenidos en Petrogrado. La petición de Kronstadt, enviada radiotelegráficamente al So-
18 
 
viet de Petrogrado, y el manifiesto del Comité revolucionario fueron publicados el mismo día, 7 
de marzo. Los reproducimos aquí: 
 
 «En nombre de la guarnición de Kronstadt, el Comité revolucionario de Kronstadt exige que 
las familias de los marinos, obreros y soldados rojos detenidas como rehenes por el Soviet de 
Petrogrado sean puestas en libertad en el plazo de veinticuatro horas. 
 »La guarnición de Kronstadt declara que los comunistas gozan de plena libertad en Kronstadt y 
que sus familias están absolutamente fuera de todo peligro. El ejemplo del Soviet de Petrogrado 
no será seguido aquí, porque consideramos esos métodos (la toma de rehenes) como los más ig-
nominiosos y bárbaros, aunque sean provocados por la desesperación. La historia no conoce una 
infamia tal. 
 »Marino Petrichenko, presidente del Comité revolucionario provisional. - Kilgast, secretario.» 
 
 En el manifiesto a la población de Kronstadt se dice, entre, otras cosas: 
 
 «La opresión constante de las masas laboriosas por la dictadura comunista, produjo una indig-
nación y un resentimiento completamente natural en la población. A consecuencia de este estado 
de cosas, algunas personas, emparentadas con los comunistas, fueron maltratadas y boicoteadas. 
Esto no debe suceder. Nosotros no buscamos la venganza, defendemos nuestros intereses obre-
ros.» 
 
 Kronstadt vivía en el espíritu de su santa cruzada, tenía fe completa en la justicia de su causa y 
se consideraba el verdadero defensor de la revolución. 
 Penetrados de esta idea, los marinos no querían creer que el gobierno los atacaría con las ar-
mas en la mano. En estos hijos del sol y del mar, persistía semiconscientemente la idea de que la 
victoria no puede ganarse solamente con la violencia. La psicología eslava parece inducir que la 
justicia de su causa y la fuerza del espíritu revolucionario bastan para que esa causa triunfe. En 
todo caso, Kronstadt rehusó tomar la iniciativa. 
 El Comité revolucionario no quiso escuchar la opinión persuasiva de los peritos militares en 
favor de un ataque inmediato contra Oranienbaum, fortaleza de gran valor estratégico. Los solda-
dos y los marinos de Kronstadt tenían por fin el establecimiento de los Soviets libres, y estaban 
dispuestos a defender sus derechos contra todo ataque, pero se negaban a convertirse en agreso-
res. 
 En Petrogrado circulaban rumores persistentes de que el gobierno se preparaba a operar mili-
tarmente contra Kronstadt. Pero la población no creía en esos rumores; la cosa parecía de tal mo-
do repugnante, que se la consideraba ridícula. Como se dijo anteriormente, el Comité de defensa 
(llamado oficialmente Consejo de Trabajo y de Defensa) declaró la capital en «estado extraordi-
nario de sitio». Las reuniones, las más insignificantes aglomeraciones en las calles, fueron prohi-
bidas. Los obreros de Petrogrado no sabían nada de lo que pasaba en Kronstadt; las únicas infor-
maciones, procedentes de la prensa comunista, y los frecuentes boletines hablaban siempre del 
«general zarista Kozlovsky, que había organizado la rebelión contrarrevolucionaria en Krons-
tadt». La población esperaba con ansiedad la sesión convocada por el Soviet de Petrogrado y que 
debía decidir sobre la actitud frente a Kronstadt. 
 El Soviet de Petrogrado se reunió el 4 de marzo; no podían asistir a esa reunión más que los 
invitados, y estos, generalmente, eran los comunistas. El autor del presente trabajo -entonces en 
buenas relaciones con los bolcheviques y sobre todo con Zinoviev- estuvo presente en esa reu-
nión. Como presidente del Soviet de Petrogrado, Zínoviev declaró abierta la sesión y pronunció 
un largo discurso sobre la situación de Kronstadt. Yo confieso que había ido a la reunión más 
bien dispuesto a favor del punto de vista de Zinoviev; estaba alerta contra el menor indicio de una 
tentativa contrarrevolucionaria en Kronstadt. Pero el discurso de Zinoviev bastó para convencer-
19 
 
me de que las acusaciones comunistas contra los marinos eran una pura invención sin la menor 
sombra de veracidad. Oí hablar a Zinoviev en varias ocasiones. Tenía el don de convencer, una 
vez aceptadas sus premisas, pero en esa reunión todo su aspecto, su argumentación, su tono, sus 
modales, todo reflejaba la falsedad, la insinceridad de sus palabras. Me parecía patentizar la pro-
testa de su propia conciencia. La única «pieza de convicción» presentada contra Kronstadt era la 
famosa resolución del 1.º de marzo, cuyas peticiones eran justas y hasta moderadas. Sólo a base 
de ese documento y de la denuncia vehemente y casi histórica de Kalinin contra los marinos, se 
decidió el paso fatal. La resolución contra Kronstadt, preparada de antemano y presentada por 
conducto de Yevdokimo -la mano derecha de Zinoviev- fue aceptada por los delegados sobreex-
citados a un alto grado de intolerancia y de ferocidad sanguinaria; la aceptación de esta moción 
tuvo efecto en pleno tumulto y en medio de las protestas de varios delegados de las fábricas de 
Petrogrado y del representante de los marinos. La resolución declaró a Kronstadt culpable de un 
motín contrarrevolucionario contra el poder sovietista, y exigía su rendición inmediata. 
 
 Eso era una declaración de guerra. Gran número de los comunistas mismos se negaban a creer 
que se llegara a poner en ejecución la resolución; era monstruoso atacar con fuerza armada «el 
orgullo y la gloria de la revolución rusa», como había bautizado Trotzky a los marinos de Krons-
tadt. En círculo íntimo de amigos, gran número de comunistas sensatos amenazaban con separar-
se del partido si se consumaba un acto tan sanguinario. 
 
 Trotzky debía dirigir el Soviet de Petrogrado; su ausencia era interpretada por algunos como 
señal de que la gravedad de la situaciónera exagerada. No obstante, llegó a Petrogrado durante la 
noche, y al día siguiente, 5 de marzo, publicó su ultimátum a Kronstadt: 
 
 «El gobierno de los obreros y campesinos ha decretado que Kronstadt y los navíos en rebelión 
deben someterse inmediatamente a la autoridad de la república sovietista. Ordeno, por consi-
guiente a todos los que levantaron su mano contra la patria socialista que rindan de inmediato las 
armas. Los recalcitrantes deberán ser desarmados y, remitidos a las autoridades sovietistas. Los 
comisarios y otros representantes del gobierno que se encuentren arrestados deben ser puestos en 
libertad inmediatamente. Sólo aquellos que se rindan incondicionalmente pueden contar con el 
perdón de la república sovietista. 
 »Publico simultáneamente las órdenes de preparar la represión de la revuelta y la sumisión de 
los amotinados por la fuerza armada. Toda la responsabilidad de los daños que la población pací-
fica tenga que sufrir, recaerá enteramente sobre la cabeza dé los insurrectos contrarrevoluciona-
rios. 
 »Esta advertencia es definitiva. 
 »Trotzky, presidente del Consejo revolucionario de la República. - Kamenev, comandante en 
jefe.» 
 
 La situación empeoraba. Considerables fuerzas militares afluían a Petrogrado y a sus alrededo-
res. El ultimátum de Trotzky fue seguido de una orden que contenía la amenaza histórica: “Os 
abatiré como perdices». Varios anarquistas, entonces en Petrogrado, intentaron un último esfuer-
zo para inducir a los bolcheviques a que desistieran de atacar a Kronstadt. Consideraban de su 
deber, ante la revolución, el intento de ese esfuerzo, aunque desesperado, para impedir la masacre 
inminente de la flor revolucionaria de Rusia, los marinos y los obreros de Kronstadt. Enviaron el 
5 de marzo una protesta al Comité de Defensa, indicando las intenciones pacíficas y las justas 
peticiones de Kronstadt, recordando a los comunistas la historia revolucionaria heroica de los 
marinos y proponiendo un medio de resolver el conflicto, propio de camaradas y de revoluciona-
rios. He aquí el documento: 
 
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 «Al Consejo de Trabajo y de Defensa de Petrogrado, 
 »Al presidente Zinoviev. 
 »Guardar silencio ahora es imposible, es hasta criminal. Los acontecimientos que acaban de 
producirse nos obligan, como anarquistas, a hablar francamente y a declarar nuestra actitud en la 
situación actual. 
 »El espíritu de descontento y de inquietud presente entre los obreros y marinos es el resultado 
de causas que exigen nuestra más seria atención. El frío y el hambre han engendrado el descon-
tento, y la ausencia de la menor posibilidad de discusión y de crítica obliga a los marinos y a los 
obreros a declarar abiertamente sus agravios. 
 »Las bandas de guardias blancos quieren y podrán explotar ese intento en beneficio de sus pro-
pios intereses de clase. Ocultándose tras los nombres de los marinos reclaman la Asamblea Cons-
tituyente, el comercio libre y otras peticiones del mismo género. 
 »Nosotros, anarquistas, hemos expuesto desde hace mucho tiempo el fondo engañoso de esas 
exigencias y declaramos ante todos que lucharemos con las armas en la mano contra toda tentati-
va contrarrevolucionaria, en común con todos los amigos de la revolución social y al lado de los 
bolcheviques. 
 »Respecto al conflicto entre el gobierno sovietista y los obreros y los marinos, somos de opi-
nión que debería ser liquidado, no por las armas, sino por medio de un acuerdo revolucionario 
fraternal y con espíritu de camaradería. Recurrir a la efusión de sangre de parte del gobierno so-
vietista, en la situación actual, ni intimidaría ni apaciguaría a los obreros; al contrario, serviría 
sólo para agravar la crisis y para reforzar los manejos de la Entente y de la contrarrevolución in-
terior. 
 »Y lo que es aun más importante, el empleo de la fuerza por el gobierno de los obreros y los 
campesinos contra obreros y campesinos, tendrá un efecto reaccionario en el movimiento revolu-
cionario internacional y resultará en todas partes un daño y un mal incalculable para la revolución 
social. 
 »¡Camaradas bolcheviques, reflexionad antes que sea demasiado tarde! No juguéis con fuego; 
estáis en la víspera de dar un paso decisivo. 
 »Os sometemos la proposición siguiente: elegir una comisión de cinco miembros, entre ellos 
algunos anarquistas. La comisión irá a Kronstadt para arreglar el conflicto por medios pacíficos. 
En la situación presente es ese el método más radical. Tendrá una importancia revolucionaria 
internacional. 
 
»Alejandro Berkman, Emma Goldman, Perkus, Petrovsky. 
 
»Petrogrado, 5 de mayo de 1921.» 
 
 Zinoviev, que había sido informado de que debía ser sometido un documento sobre Kronstadt 
al Consejo de Defensa, envió a buscarlo a un representante personal. Si fue o no discutida la carta 
por este Consejo, no lo sé. Lo cierto es que no se decidió nada al respecto. 
 
6. EL PRIMER TIRO 
 
Kronstadt, heroico y generoso, soñaba con la liberación de Rusia por la tercera revolución, que 
estaba orgulloso de haber iniciado. Libertad y fraternidad universal eran su lema. Consideraba la 
tercera revolución como un desenvolvimiento gradual de la emancipación, cuyo primer paso era 
la acción libre de los Soviets independientes, sin el control de un partido político cualquiera y que 
cristalizase la voluntad y los intereses del pueblo. Estos marinos sinceros y cándidos proclamaban 
a los obreros del mundo su gran ideal, y apelaban al proletariado para que uniese sus fuerzas a las 
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suyas en la lucha, con plena confianza de que su causa hallaría un apoyo entusiasta y de que, so-
bre todo y ante todo, los obreros de Petrogrado se apresurarían a ir en su ayuda. 
 En el intervalo, Trotzky reunía sus fuerzas. Las divisiones más fieles de todos los frentes, los 
regimientos de los kursanty, los destacamentos de la Checa y las unidades militares más exclusi-
vamente compuestas de comunistas, se habían reunido en los fuertes de Sestroretsk, Lisy Nos, 
Krasnaia Gorka y en las posiciones vecinas fortificadas. Los mejores técnicos militares rusos 
fueron enviados al teatro de operaciones para trazar los planes del bloqueo y del ataque a Krons-
tadt, mientras el famoso Tujachevsky fue designado comandante en jefe durante el asedio de 
Kronstadt. 
 El 7 de marzo, a las 6'45 de la tarde, las baterías de Sestroretsk y de Lisy Nos descargaron sus 
primeros tiros sobre Kronstadt. Era el aniversario del día de los obreros. Kronstadt, asediado y 
atacado, no olvidó esa gran fiesta. Bajo el fuego de numerosas baterías, los bravos marinos envia-
ron un radio de congratulación a los obreros del mundo, acto característico del estado de espíritu 
de la ciudad rebelde. He aquí el mensaje: 
 
 «Hoy es una fiesta universal, el día del obrero. Nosotros los kronstadinos enviamos -en medio 
del estruendo de los cañones- nuestros saludos fraternales a los trabajadores del mundo. Os de-
seamos que realicéis pronto vuestra emancipación de toda forma violencia y de opresión. ¡Vivan 
los obreros libres revolucionarios! ¡Viva la revolución mundial!» 
 
 No menos característico fue el grito de angustia de Kronstadt -«Que el mundo sepa»-publicado 
después del primer disparo de cañón en el número 6 del Izvestia del 8 de marzo: 
 
 «Ha sonado el primer disparo. El mariscal Trotzky, manchado hasta las rodillas en la sangre de 
los obreros, fue el primero en disparar sobre el Kronstadt revolucionario que se levantó contra la 
autocracia de los comunistas para establecer el verdadero poder de los Soviets. 
 »Sin haber derramado una sola gota de sangre, nosotros nos hemos libertado, nosotros, solda-
dos rojos, marinos y obreros de Kronstadt, del yugo de los comunistas y hemos conservado sus 
vidas. Con la amenaza de los cañones quieren subyugamos ahora, otra vez, a su tiranía. 
 »No queriendo ningunaefusión de sangre, hemos pedido que fueran enviados ante nosotros 
delegados independientes del proletariado de Petrogrado, para ver que Kronstadt combate por el 
poder de los Soviets. Pero los comunistas ocultaron nuestra petición a los obreros de Petrogrado, 
y abrieron el fuego -la respuesta ordinaria del sedicente gobierno de los obreros y campesinos a 
las demandas de las masas laboriosas. 
 »Que los obreros del mundo entero sepan que nosotros, los defensores del poder de los So-
viets, velamos por las conquistas de la revolución social. 
 »Venceremos o pereceremos bajo las ruinas de Kronstadt, luchando por la justa causa de las 
masas trabajadoras. 
 »Los obreros del mundo serán nuestros jueces. La sangre de los inocentes caerá sobre la cabe-
za de los comunistas fanáticos embriagados por el poder. 
 »¡Viva el poder de los Soviets!» 
 
7. LA CAÍDA DE KRONSTADT 
 
El bombardeo de Kronstadt por la artillería, comenzado la tarde del 7 de marzo, fue seguido de 
una tentativa de tomar por asalto la fortaleza. El ataque se llevó desde el norte y desde el sur por 
la flor y nata de las tropas comunistas vestidas con lienzos blancos cuyo color se confundía con la 
nieve que cubría el golfo helado de Finlandia. Estas primeras tentativas terribles para tomar la 
fortaleza por asalto mediante un sacrificio inconsiderado de seres humanos, fueron profundamen-
te deploradas por los marinos en condolencias conmovedoras hacia sus hermanos de armas enga-
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ñados para que considerasen a Kronstadt como contrarrevolucionario. El 8 de mayo decía el Iz-
vestia de Kronátadt: 
 
 «No queríamos verter sangre de nuestros hermanos, y rehusábamos hacer fuego a menos que 
se nos obligara a ello. Debíamos defender la justa causa del pueblo obrero y nos vimos forzados a 
disparar sobre nuestros propios hermanos enviados a la muerte segura por los comunistas, que 
han engordado a expensas del pueblo. 
 »Desgraciadamente para vosotros, se produjo un terrible torbellino de nieve y todo fue envuel-
to en las tinieblas de una noche negra. Los verdugos comunistas os empujaron a todo precio, sin 
embargo, sobre el hielo, amenazándoos desde la retaguardia con sus ametralladoras manejadas 
por destacamentos comunistas. 
 »Muchos de vosotros perecisteis esta noche en la vasta extensión helada del golfo de Finlan-
dia. Y cuando llegó el alba y se apaciguó el huracán, sólo los restos míseros de vuestros destaca-
mentos, agotados y hambrientos, casi incapaces de marchar, vinieron a nosotros con sus blancos 
sudarios. 
 »Se contaba un millar de vosotros hacia el alba, y en el curso del día no se os pudo contar ya. 
Habéis pagado a costa de vuestra sangre esta aventura, y después de vuestra derrota, Trotzky fue 
a Petrogrado para traer más víctimas a la masacre, ¡porque la sangre de nuestros obreros y de 
nuestros campesinos le cuesta poco!...» 
 
 Kronstadt vivió en la fe profunda de que el proletariado de Petrogrado acudiría en su ayuda. 
Pero los obreros de la capital fueron aterrorizados y Kronstadt efectivamente bloqueada y aislada, 
de modo que en realidad no era posible socorro de ninguna parte. 
 La guarnición de Kronstadt estaba compuesta de menos de 14.000 hombres, de los cuales 
10.000 eran marinos. Esta guarnición tenía que defender un frente extenso y gran número de 
fuertes y baterías diseminados en la extensión del golfo. Los ataques continuos de los bolchevi-
ques, que recibían sin cesar refuerzos del gobierno central; la falta de aprovisionamiento de la 
ciudad asediada; las largas noches de frío, todo esto aminoraba la vitalidad de Kronstadt. Y, a 
pesar de todo, los marinos fueron de una perseverancia heroica, confiando hasta en el último 
momento en que su noble ejemplo de liberación sería seguido por todo el país y les llevaría, así, 
ayuda y refuerzos. 
 En su «Manifiesto a los camaradas obreros y campesinos», el Comité revolucionario provisio-
nal declaró (Izvestia, n.º 9, marzo 11): 
 
 «Camaradas obreros: Kronstadt lucha por vosotros, por los hambrientos, por los transidos de 
frío, por los sin albergue. Kronstadt ha levantado la bandera de la revuelta, confiando que dece-
nas de millones de obreros y campesinos responderán a su llamada. Es preciso que el alba que 
acaba de despuntar en Kronstadt se convierta en el sol brillante de toda Rusia. Es preciso que la 
explosión de Kronstadt reanime a Rusia entera, y en primer lugar a Petrogrado.» 
 
 Pero la ayuda no acudía, y cada día que pasaba dejaba a Kronstadt más agotado. Los bolchevi-
ques continuaban reuniendo tropas frescas contra la fortaleza asediada y la debilitaban con ata-
ques constantes. Los comunistas iban consiguiendo ventaja tras ventaja. Kronstadt no ha sido 
construida para sostener un asalto desde atrás. Los bolcheviques difundieron el rumor de que los 
marinos querían bombardear a Petrogrado, y esto es de una falsedad transparente. La famosa for-
taleza ha sido construida con el único fin de servir de defensa a Petrogrado contra los enemigos 
del exterior que se acercasen por el mar. Además, en caso de que cayese en poder del enemigo 
exterior, las baterías de la costa y los fuertes de Krasnaya Gorka están combinados para una bata-
lla contra Kronstadt. Previendo esta posibilidad, los constructores no reforzaron expresamente la 
parte trasera de Kronstadt. 
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 Los bolcheviques continuaron sus ataques casi cada noche. 
 Toda la jornada del 10 de marzo la artillería de los comunistas bombardeó sin cesar desde las 
costas del sur y del norte. En la noche del 12 al 13 los comunistas atacaron por el sur, habiendo 
recurrido nuevamente a los blancos sudarios y sacrificando varios centenares de kursanty. Krons-
tadt se batía con encarnizamiento, a pesar de las numerosas noches en vela y de la falta de hom-
bres y de víveres. Luchaba con un heroísmo extraordinario contra los asaltos simultáneos del nor-
te, del este y del sur, en tanto que las baterías de Kronstadt no servían más que para defender la 
fortaleza por el lado occidental. Los marinos no tenían ni un rompehielos para imposibilitar la 
aproximación de las fuerzas comunistas. 
 El 16 de marzo los bolcheviques dirigieron un ataque concentrado por tres sectores a la vez: 
norte, sur y este. «El plan de ataque -describió más tarde Dibenko, excomisario bolchevique de la 
flota, y más tarde dictador de Kronstadt- fue elaborado en sus detalles más minuciosos según las 
directivas del comandante en jefe, Tujachevsky y del estado mayor del ejército del sur. Al llegar 
la noche se inició el ataque a los fuertes. Los blancos sudarios y el valor de los kursanty nos die-
ron la posibilidad de avanzar en columnas.» 
 La mañana del 17 habían sido tomados ya varios fuertes. Por la puerta de Petrogrado, el punto 
más débil de Kronstadt; los bolcheviques forzaron su entrada en la ciudad; entonces comenzó la 
masacre brutal. Los comunistas, cuyas vidas habían sido salvadas por los marinos, los traiciona-
ban ahora, atacándolos por la espalda. El comisario de la flota del Báltico, Kuzmin, y el presiden-
te del Soviet de Kronstadt, Vasiliev, libertados de la prisión por los comunistas, se lanzaron al 
combate fratricida. La lucha desesperada de los marinos y soldados de Kronstadt continuó hasta 
avanzada la noche contra fuerzas de una superioridad aplastante. La ciudad, que durante quince 
días no había hecho mal alguno a los comunistas, estaba inundada ahora por la sangre de hom-
bres, mujeres y niños de Kronstadt. 
 Nombrado comisario de Kronstadt, Dibenko fue investido con plenos poderes para «limpiar la 
ciudad rebelde». Siguió una orgía de venganza, y la Checa contaba las numerosas víctimas de sus 
ejecuciones nocturnas en masa. 
 El 18 de marzo, el gobierno bolchevique y el partido comunista festejaban públicamente la 
Comuna de París de 1871, ahogada en, la sangre de los obreros franceses por Gallifet y Thiers.

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