217 pág.

Pré-visualização | Página 14 de 50
torsión de la vesícula, ganglios o por una masa o tejido inflamatorio a nivel del cuello vesicular. La obstrucción vesicular es el evento inicial en la colecistitis aguda, dada en 90-95 % de los casos por uno o varios cálculos vesiculares. A partir de ahí, se desarrolla una serie de eventos, entre los que se encuentran la inflamación y el edema como paso inicial, seguidos por compromiso vascular, isquemia, necrosis y perforación. Por fortuna, este proceso evolutivo solo se desencadena en el 10 % de los casos. La obstrucción del conducto cístico (90 %) cede con solo cambios histológicos mínimos dando lugar a cicatrización y fibrosis que, de repetirse, puede llevar a una vesícula no funcional. Sobre la etiopatogenia de la infección biliar en la colecistitis aguda existen diversas teorías, no obstante, el origen ascendente a partir del tracto gastrointestinal es el más aceptado. De hecho los gérmenes encontrados son los característicos de la flora entérica: Gram negativos aerobios en 75 % de los casos (Escherichia coli, con menor frecuencia Proteus, Klebsiella y Enterococcus). La presencia de gérmenes anaerobios en el cultivo de bilis de una colecistitis aguda es infrecuente. Shimanda y colaboradores señalan un 34 % de cultivos positivos para anaerobios en pacientes con colangiitis aguda, siendo los más frecuentes el Clostridium perfringens y Bacteroides fragilis. Como definición se puede aceptar la colecistitis aguda como todas las alteraciones anatómicas que pueden presentarse de forma aguda en la vesícula biliar, las cuales transitan desde el edema, inflamación (congestión) hasta la infección, con gangrena y perforación de sus paredes. La colelitiasis puede estar asociada con episodios recientes o pasados de colecistitis, o descubierta en aquellos que nunca han tenido síntomas, permaneciendo asintomáticos a pesar de la presencia de cálculos vesiculares. Se señala que más de 80 % de las operaciones realizadas en la vesícula y vías biliares, se deben a cálculos o complicaciones producidas por ellos. La colecistitis aguda en su comienzo es un proceso predominantemente mecánico (cálculo impactado en el cístico), pero la evolución del cuadro clínico estará condicionada por la infección. Cuadro clínico La colecistitis aguda puede presentarse en cualquier período de la vida. Más frecuente en los individuos de la edad media y en el sexo femenino. Alrededor de 70 % de estos enfermos se encuentran entre los 30 y 60 años de edad. El comienzo de los síntomas en la colecistitis aguda puede ser gradual o repentino, este último se presenta cuando la causa es por un cálculo impactado en el cístico. Entre los síntomas, el más característico es el dolor abdominal, el cual puede comenzar como una molestia de intensidad moderada en epigastrio, que aumenta gradualmente para localizarse por debajo del reborde costal derecho con irradiación, generalmente, hacia la región subescapular u hombro derecho. El dolor, síntoma constante tiende a ser tolerado por el paciente, aunque en ocasiones se hace persistente e intenso, en algunas ocasiones es de tal magnitud que hace que el paciente se retuerza en su lecho o llore de angustia. En el interrogatorio el paciente puede afirmar que ha tenido crisis similares, pero menos severas, de presentación inesperada y que han cedido, pero dejando una molestia en la región subcostal derecha durante días, después de lo cual se ha encontrado bien. El dolor puede disminuir o desaparecer, observable cuando existe gangrena vesicular, propia de muchos pacientes ancianos. Las náuseas se presentan en 80-90 % de los casos y acompaña generalmente al dolor. Los vómitos constituyen un signo común en la colecistitis aguda, si son frecuentes e intensos es un elemento de sospecha de cálculos en el colédoco. Los escalofríos son de presentación infrecuente e indican colangitis, perforación u otra complicación. La fiebre en estos pacientes habitualmente es alta, aunque 25 % de los pacientes están afebriles. El pulso es frecuentemente (taquicárdico), guardando relación con el aumento de la temperatura corporal. Al examen del paciente, además de los signos hallados, podrá existir ictericia, la cual se presenta en casi la tercera parte de estos enfermos. Rodríguez-Loeches y Kesseler en revisiones distintas de pacientes con colecistitis aguda e ictericia, encontraron que existían cálculos en la vía biliar principal en 28 y 30 % de los casos. Al examen del abdomen y por medio de la inspección se podrá observar que este se mantiene casi inmóvil, siguiendo con lentitud los movimientos respiratorios. Si se le indica al paciente que tosa o trate de sentarse en el lecho, éste lo hará con dificultad y referirá dolor intenso en hipocondrio derecho. A la palpación del abdomen se encontrará dolor en región subcostal derecha, con signos de irritación peritoneal o contractura de la pared abdominal preferentemente ocupando la mitad superior del recto derecho. La extensión del dolor y de la contractura de la pared, sugiere una perforación vesicular o una pancreatitis asociada. La presencia del signo de Murphy es la certeza de estar ante una colecistitis aguda y consiste en ordenarle al paciente que durante la palpación de la región subcostal derecha realice una inspiración profunda, si se tiene la mano exploradora sobre el reborde costal y el dedo pulgar apoyado sobre la región del fondo, el paciente detendrá la respiración bruscamente al topar el fondo vesicular con la mano del examinador. Alrededor de 90 a 95 % de los enfermos con colecistitis aguda tienen molestia dolorosa por debajo del reborde costal derecho (Murphy positivo). En cerca de 90 % de los pacientes se presenta contractura involuntaria en esta región; el vientre en tabla no es típico de esta afección y su presentación traduce perforación o gangrena vesicular. Si la vesícula inflamada está distendida puede ser palpada. Muchos señalan que la vesícula es palpable en 15-25 % de los casos, otros que solo es posible entre 10 y 15 %. Otros hallazgos incluyen, hepatomegalia dolorosa, distensión abdominal moderada y disminución o ausencia del peristaltismo abdominal. La colecistitis aguda como se ha señalado se acompaña casi siempre de un cálculo alojado en el cuello o en el conducto cístico y son numerosas las investigaciones donde no se aíslan bacterias en los inicios, por lo que se considera que la bilis concentrada funciona como irritante con la consiguiente inflamación y secundariamente la infección bacteriana agrava el cuadro. El edema es severo y marca el cuadro de inflamación aguda vesicular, la serosa es verde mate y la mucosa de color rojo grisáceo, puede haber depósitos de masas de fibrina en la superficie. Cuando la impactación de un cálculo compromete el drenaje venoso puede ocurrir un infarto isquémico con necrosis gangrenosa de la pared que aparece de un color verdinegro. En este momento se producen las perforaciones, complicación infrecuente en estos tiempos, pero que de ocurrir resulta en una grave peritonitis biliar más que bacteriana, con un pronóstico sombrío para el paciente. Al microscopio se puede apreciar que no hay diferencia entre la colecistitis aguda litiásica o alitiásica. La respuesta leucocitaria es inespecífica así que además de la bilis hay numerosos neutrófilos con necrosis de la mucosa e inflamación de la capa muscular. En los casos graves prácticamente el contenido de la vesícula se torna purulento (empiema de la vesícula) y la fibrina depositada en la serosa puede organizarse y crear adherencias con las asas intestinales (plastrón vesicular). Además, este cuadro agudo puede repetirse convirtiéndose en un cuadro de colecistitis subaguda o crónica. En raras oportunidades ocurre una inflamación primaria sin cálculos y también la proliferación de bacterias productoras de