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del tránsito intestinal colónico. Como norma ante el acto quirúrgico la conducta será: mejorar el estado general, actuando contra el shock, corregir el balance hidroeléctrico canalizando, por lo menos, 2 venas profundas para líquidos, sangre o plasma, antibioticoterapia y aspiración nasogástrica por el Levine. En el empleo de la antibioticoterapia existen diferentes combinaciones terapéuticas, entre estas la asociación de la penicilina cristalina a dosis de 4 millones a 6 millones por vía intravenosa cada 4 h y el cloranfenicol en venoclisis a la dosis de 2 g en 24 h. Otra combinación utilizada, es la penicilina cristalina a igual dosis y vía y la gentamicina a la dosis de 80 mg cada 6 h, tanto por vía intramuscular como intravenosa. También se ha tenido la oportunidad de administrar metronidazol en pacientes quirúrgicos críticos con peritonitis purulenta importante a punto de partida de lesiones de víscera hueca, principalmente de colon, apendicitis graves y afecciones ginecológicas. La dosis utilizada ha sido de 500 mg por vía intravenosa cada 8 h, disueltos en 100 mL de solución salina fisiológica. En ningún momento se ha usado el metronidazol como único antimicrobiano, sino combinado con la penicilina, gentamicina u otro antibiótico de amplio espectro. Otros emplean como antibióticos la kanamicina, al igual que la clindamicina por vía endovenosa y la gentamicina. La cefalosporina de segunda o tercera generación debido a su amplio espectro es la más utilizada, en ocasiones asociadas con el metronidazol. Uno de los diagnósticos más difíciles de establecer es la diferenciación entre un absceso, con perforación o sin ella en cavidad abdominal y un tumor inflamatorio por diverticulitis o del causado por un carcinoma perforado. A menudo no puede realizarse preoperatoriamente y ni siquiera en la operación. Si el absceso o tumor no remiten por completo a las 3 o 4 semanas después de una colostomía de derivación, deberá sospecharse un carcinoma y extirparlo inmediatamente. Torsión del epiplón La torsión del epiplón puede ser primitiva o secundaria a adherencia del epiplón a sacos herniarios, cicatrices operatorias o a otras lesiones peritoneales u órganos de la cavidad abdominal, siendo la causa secundaria más frecuente. Tanto una como otra son consideradas como poco frecuentes o excepcionales, sobre todo las de causa primaria. La clínica de la torsión del epiplón produciendo una epiploitis aguda es variable y los síntomas suelen ser dolor constante o tipo cólico y su localización tiende a estar ubicado en fosa ilíaca derecha (FID). Esta localización del dolor puede ser debida al hecho de que la mitad derecha del epiplón es habitualmente más larga que la izquierda y por ello, susceptible a torsión, infarto o a inflamación. Término que generalmente es indistinguible en su cuadro clínico y en el diagnóstico, es el infarto del epiplón mayor y puede depender de torsión del epiplón, poliarteritis nudosa, embolia, traumatismo o tener etiología desconocida. Su causa se valora que guarda relación con ingurgitación venosa, traumatismo ligero o aumento de la presión intraabdominal y provoca trombosis. Generalmente está infartado el borde inferior y derecho del epiplón libre. El dolor de la torsión del epiplón aunque su localización tiende a ser en FID, también puede señalarse en el centro del abdomen (periumbilical) o en el lado izquierdo. La forma del comienzo del dolor puede ser ligera a manera de una pena abdominal o establecerse bruscamente. En la anamnesis en la mayor parte de los casos, este dolor pudo estar presente 24 o 48 h antes de su aparición brusca. Acompañando al dolor pueden estar presentes anorexia y náuseas, aunque los vómitos son escasos o infrecuentes. Dato de interés, es que el estado general de estos enfermos es bueno, raramente parecen tan graves como los efectos de otras enfermedades que llevan al abdomen agudo. Al examen del abdomen en estos pacientes, puede hallarse dolor a la palpación superficial y profunda en fosa ilíaca derecha, lo que traduce irritación peritoneal, pero la misma tiende a ser circunscrita a dicha región, fiebre escasa y leucocitosis, lo que hace plantear que se está ante una apendicitis aguda. En el infarto del epiplón (epiploitis), el diagnóstico se puede intentar hacer más que por la clínica, a través del US, TAC y podrá confirmarse por la laparoscopia convencional o videolaparoscopia. Otras veces durante la palpación se puede definir una masa tumoral dolorosa en fosa ilíaca derecha o izquierda, lo que permite considerar como diagnósticos: - Plastrón apendicular. - Tumor de colon derecho. - Hernia abdominal con compromiso vascular. - Absceso tumoral producto de una diverticulitis. Si el tumor es de abdomen superior derecho el diagnóstico se hará con una colecistitis aguda. En la mujer, si el dolor es en bajo vientre y se palpa una masa o tumor doloroso, sugerirá torsión del pedículo de un quiste de ovario. En algunos pacientes se ha constatado distensión abdominal producto de un íleo paralítico, aunque el mismo es por evolución tardía del cuadro abdominal. Rodríguez-Loeches, plantea que 80 % de las torsiones del epiplón son diagnosticadas como apendicitis aguda. El tratamiento de la torsión del epiplón dando un cuadro abdominal agudo, es la intervención quirúrgica (por videolaparoscopia o laparotomía). Como hallazgos se encontrará: un segmento terminal de epiplón doblado sobre su eje, infartado y edematoso, además suele encontrarse líquido peritoneal de color hemático oscuro. Soler, refiere que ha tenido la oportunidad de asistir a 2 pacientes del sexo masculino obesos en edades comprendidas entre los 30 y 42 años, los cuales presentaban dolor que se acentuaba a la palpación superficial y profunda en fosa ilíaca derecha. Pulsaciones de 100/min y una marcada leucocitosis con desviación a la izquierda, planteando en ambos, apendicitis aguda. Durante la exploración se encontró un proceso inflamatorio y muy vascularizado del extremo libre del epiplón (sin torsión) y apéndice cecal normal. El tratamiento consistió en la extirpación del tejido epiploico afectado. Pancreatitis aguda La pancreatitis aguda (PA) ya era conocida en la antigüedad, sin embargo la importancia del páncreas como órgano intraabdominal y la gravedad de sus alteraciones inflamatorias no aparecen hasta que la función de ese órgano como parte del aparato digestivo fuera establecida a mediados del siglo XIX. En 1886 Senn propuso que el tratamiento quirúrgico de la pancreatitis debía indicarse en los pacientes con gangrena pancreática o abscesos. Después de 3 años en 1889, Reginald Fitz expuso los signos clásicos y la descripción anatomopatológica de la pancreatitis y sugirió que la intervención quirúrgica temprana era inefectiva y muy peligrosa. En 1901 Opie, en el "Johns Hoppkins Hospital" de forma precisa describió el mecanismo patogénico de la pancreatitis biliar, al documentar la presencia de un cálculo impactado en la ampolla de Vater en autopsia realizada a un paciente fallecido por pancreatitis biliar. La pancreatitis aguda es una enfermedad de etiopatogenia aún no del todo aclarada y con una gravedad preocupante, ya que alrededor de 20 % evolucionan con complicaciones severas y con un alto índice de mortalidad. La importancia de la pancreatitis aguda como causa de morbimortalidad fue evidenciada por Moynihan, el cual describió en 1925 la pancreatitis aguda como la más terrible de todas las calamidades que podían suceder en las vísceras abdominales. La pancreatitis incluye un amplio espectro de procesos patológicos del páncreas los cuales van desde un ligero edema intersticial, hasta la gangrena y necrosis del órgano. Su presentación clínica es variable, desde un suave episodio de molestias abdominales