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tiempo en el cual se administra hormona tiroidea. Se pueden utilizar tiroides desecado o triyodotironina. Si se presenta como mixedematoso, se deben ad- ministrar con rapidez dosis altas de L-tiroxina por vía intravenosa, puede necesitar como dosis inicial hasta 400 µg del fármaco. Es necesario advertir que esto puede ocasionar isquemia coronaria y arritmias cardiacas, por lo que se recomienda monitoreo electrocardiográfico. Como puede coexistir insuficiencia suprarrenal, se recomienda inyectar 300 mg de hidrocortisona en do- sis fraccionadas. Es conveniente medir el nivel de cortisol para decidir si se continúa con el tratamiento. Se aconseja la restitución de líquidos (menos de 1 000 mL/día). En general no conviene usar soluciones salinas hipertónicas, salvo que el sodio sea menor que 100 mEq/L o que se presenten convulsiones por hiponatremia. Puede haber descenso importante en la tempera- tura, por lo que se debe cubrir al paciente con mantas de recalentamiento y cuidar que esto no se realice con mucha rapidez porque incrementaría el consumo de O2 y desencadenaría colapso vascular. La hipotensión moderada debe ser tratada por medios conservadores, porque las aminas presoras pueden desencadenar arritmias ventriculares. Hipoadrenocorticismo Puede ser primario o secundario al hipopituitarismo o enfermedad de Addison. Como respuesta anormal a cualquier situación de alarma o tensión, se produce cortisol. En estados graves, el nivel sérico de cortisol se puede elevar a 30 µg/l00 mL y en estados severamente críticos hasta 100 µg/l00 mL. Los pacientes con hipoadrenocorticismo, ya sea primario por insuficiencia suprarrenal o secundario (Addison), no pueden responder al estrés producido por la cirugía y se hace necesario administrarles succinato de hidrocortisona, por lo menos dos dosis de 100 mg al día antes de la intervención, seguido de otros 100 mg en la mañana de la operación y 100 mg adicionales al comienzo del acto quirúrgico. En el posoperatorio se debe continuar con 100 mg intravenoso o intramuscular cada 6 h el primer día e ir descendiendo las dosis en los días siguientes. Similar conducta terapéutica se debe establecer durante el transoperatorio y posoperatorio en pacien- tes a quienes se realiza suprarrenalectomía. Si la suprarrenalectomía se indica debido a feocromocitoma, se debe vigilar estrechamente la ten- sión arterial cuando la glándula es manipulada; en es- tos momentos se puede elevar severa y bruscamente y debe ser controlada con la inyección intravenosa de fentolamina. En general, se debe considerar la necesidad de "re- fuerzo" esteroideo a los pacientes que han usado estos medicamentos por 15 o más días durante los 6 meses previos a la intervención o a los que estén bajo trata- miento esteroideo. Olvidar esto puede generar un no- table riesgo para estos pacientes. Diabetes mellitus La diabetes mellitus es la enfermedad endocrina a la que con mayor frecuencia se enfrenta el personal quirúrgico. Se calcula que más del 50 % de los diabéti- cos sufren algún tipo de intervención quirúrgica en de- terminado momento de su vida. En alrededor del 25 % de los pacientes, la enfermedad se diagnostica durante la preparación para la operación. El riesgo de la cirugía no aumenta exclusivamente a causa de la diabetes mellitus, sino también por las alteraciones funcionales y orgánicas secundarias a la misma. Siempre que sea posible se deben valorar estas in- suficiencias orgánicas con el fin de determinar la im- portancia del riesgo. Como norma general, la edad fisiológica se considera igual a la verdadera, más el número de años de duración de la diabetes. El infarto del miocardio es la causa más frecuente de mortalidad en el diabético. La hiperglicemia y los defectos metabólicos asociados afectan la pared arterial, tanto de los vasos grandes como de los pequeños (microangiopatía). La arteriosclerosis es acelerada, de aparición precoz y más generalizada. La isquemia miocárdica y el infarto son generalmente de tipo silen- cioso debido a la denervación funcional. La hipertensión arterial es de común presentación, por lo que es un predictor de nefropatía y neuropatía. Del 20 al 40 % de los diabéticos tienen signos de neuropatía autónoma visceral, lo que supone que su riesgo para la cirugía es mucho mayor. Cuando se desa- rrolla esta enfermedad el pronóstico es malo y alrede- dor del 50 % de los pacientes fallecen en cinco años. En ellos el riesgo de muerte súbita es más elevado, sin que en las autopsias se encuentren signos de infarto del miocardio, arritmia o hipoglicemia. Las neuropatías motoras pueden producir emaciación muscular y posi- bles problemas al administrar succinilcolina. También se puede desarrollar insuficiencia renal aguda en el perioperatorio. La enfermedad renal intrínse- ca del diabético, que incluye glomerulosclerosis y necrosis papilar renal, aumenta este riesgo considerablemente. 24 Parte I. Principios generales del tratamiento quirúrgico Cuando existe disfunción o autonomía, el vaciamiento gástrico es retardado, lo cual aumenta la probabilidad de aspiración pulmonar. El estrés quirúrgico produce hiperglicemia en per- sonas normales y en grado mayor en los diabéticos. Por otro lado, los mecanismos que median la hiperglicemia perioperatoria son complejos. El aumen- to en las catecolaminas inhibe la liberación de insulina del páncreas y aumenta la resistencia a esta hormona; como resultado, los sustratos de ácidos grasos y aminoácidos fluyen hacia el hígado para producir glucogénesis. La elevación de otras hormonas antago- nistas de la insulina (catecolaminas cortisol, glucagón y hormona del crecimiento) aumentan en forma diversa la gluconeogénesis y la glucogenólisis, lo que exacerba la hiperglicemia. Muchos anestésicos, excepto aque- llos que se administran por vía epidural y raquídea, empeoran la hiperglicemia e incrementan los niveles de catecolaminas y cortisol. En el perioperatorio se deben lograr niveles de glu- cosa sanguínea inferiores a 13,8 mmol/mL, ya sea mediante la dieta, hipoglicemiantes orales o terapéuti- ca insulínica. Los niveles más altos suelen aumentar el riesgo de infección o predisponer al paciente a una deficiente reparación de la herida. La acidosis metabólica requiere posponer la ciru- gía. Se deben atender las anormalidades electrolíticas, sobre todo las que afectan las concentraciones de potasio y sodio. Asimismo hay que valorar el estado del volumen vascular. Muchas veces el aspecto más difícil del cuidado perioperatorio del diabético es sin dudas el tratamiento correcto con los líquidos, en vista de la función renal alterada y de la insuficiencia cardiovascular. El mejor índice del estado de los líqui- dos es su peso perioperatorio estable. No existe forma clínica óptima para tratar al dia- bético durante el perioperatorio. Los que se controlan con la dieta se pueden someter a la cirugía bajo un régimen de no recibir suministro de glucosa ni insulina, en el cual se administra líquido sin dextrosa por vía intravenosa durante el procedimiento, con estrecha vi- gilancia de los niveles de glucosa en sangre. Aquellos que reciben hipoglicemiantes orales se pueden tratar de forma similar. El medicamento oral se debe suspen- der el día anterior a la cirugía para evitar la hipoglicemia cuando el paciente no está recibiendo alimento. La cloropropamida, con su semidesintegración más pro- longada de alrededor de 36 h, se debe interrumpir tres días antes de la cirugía. Cuando los niveles de glucosa en sangre se elevan por encima de 13,8 mmol/mL an- tes de la intervención, se pueden controlar mediante venoclisis continua de insulina regular. En el caso de los diabéticos tipo I dependientes de insulina se describen múltiples formas de tratamiento; antiguamente se acostumbraba a administrar a estos pacientes un tercio o la mitad de la dosis de insulina