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Jean-Claude Locuras histericas y psicosis disociativas LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIATIVAS EDITOR ASOCIADO JUAN GRANICA TRADUCCION DE JORGE PIATIGORSKY Diseno de Ia colección Rolando & M em elsdorff Tapa: Collage de Gustavo Macri JEAN-CLAUDE MALEVAL LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIATIVAS PAIDOS Buenos Aires - Barcelona - Mexico Título original; Folies hystérigues e i psychoses dissociatives Payot, Paris © Payot, Paris, 1981 Traducción: Jorge Piatigorsky Cubierta: Gustavo Macri 150.195 Maleval, Jean-Claude CDD Locuras histéricas y psicosis disociat ivas. -1" ed. 6' reimp. Buenos Aires : Paidós, 2012. 320 p. ; 22x16 cm. - (Biblioteca Fruediana) Traducción por: Jorge Piatigorsky ISBN 978-950-12-3961-4 1. Psicoanálisis, I. Título 6“ rcimpresion, 2012 Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares dei copyright, bajo Ias sanciones establecidas en Ias leyes, la rcproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, íomprendidos la reprografía y el tratamiento informático. 1987 de todas Ias ediciones en castellano Editorial Paidós SAICF Independencia 1682, Buenos Aires difusion@areapaidos.com.ar www.paidosargentina.com.ar Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 Impreso en Argentina. Printed in Argentina ■ Impreso en Primera Clase Impresores, California 1231, Ciudad Autônoma de Buenos Aires, en agosto de 2012 Tirada: 500 ejemplares ISBN 978-950-12-3961-4 INDICE Prólogo 11 CLINICA El delírio histérico no es un delirio disociado 17 Bibliografia 59 Para una rehabilitación de la locura histérica 63 Bibliografia 117 Histeria y psicosis infanto-juveniles 120 Bibliografia 152 La desestructuración de la imagen dei cuerpo en Ias neurosis y Ias psicosis 154 Bibliografia 207 RESE5JA HISTÓRICA El escamoteo de la locura histérica 213 Bibliografia 251 En busca dei concepto de psicosis 256 Bibliografia 281 Esquizofrenia y locura histérica 284 Bibliografia 314 A Jacques Lacan (EI psicoanálisis) es a la psiquiatria casi lo que la histología es a la anatom ia:. una estudia Ias formas exteriores de los órganos, y la otra los tejidos y Ias células de los que aquellos ó r^ n o s están compuestos. S. FREUD El psicoanálisis instaura un discurso distinto, y por lo tanto una clínica distinta. J. CLAVREUL En vista de Ias diferencias que existen entre Ias tràducciones de Sigmund Freud, se ha conservado en este libro el título francês de obras y artículos, así como también en Ias citas en el texto y en Ias Bibliografias. También se citan en francês Ias referencias a libros de otros autores, siguiendo a J.-C. Maleval. [E.] PROLOGO La clínica psicoanalítica se ha mostrado “impotente para aportar el menor enriquecimiento a la clínica psiquiátrica real” ;en ninguna parte sus descripciones difieren radicalmente de Ias que han podido establecer los . clínicos eminentes de la psiquiatria clásica.* Estas comprobaciones reali- zadas hace veinticuatro afios por M. Bouvet siguen siendo de actualidad en f 1980. ^Cámaes posible que dos-enfoques^tan diferentes entrei' comojel de~Ia jpsiqiiiatn-a y fil dei psicnanAlisis puedan utilizar una misma clínica? El exa- ^ ,men atento de Ias manifestaciones dei inconsciente en el discurso, ^condu- (^á a los mismos cuadros nosológicos elaborados a principios de siglo por ^^Kraepelin, quien consideraba que no conocer el idioma dei enfermo consti- ^ tuía en “medicina mental” una condición excelente para la observación? r íDebemos seguir en estado de admiración ante la Revelación Kraepelinea- na? ^0 tomar nota de la insuficiência de la investigación psicoanalítica? ^ Parecen existir tres maneras de considerar Ias relaciones de la psiquia- ^ tría con el psicoanálisis; ellas son, esquemáticamente, la de Freud, la de ''jA Bleulery la de los antipsiquiatras. ^ - V" , [Para el ex director dei Burghõlzli, loaxijncep^tos freudianos se limitaxi a ^ js,“ ' f iníioducir. una .^iexta comprensión de la siivtoinatología; permiten de ese ' f ' ‘ / modo renovar el discurso psiquiátrico deiando intactos sus fimdamentos. ^ EsJaJe^dominante de lipsiquiatrü-Qcsàdettíatmgdfflma, que, por no po- çi' , fióuvet.M .: OeuvrMpivcAflna/iii^uei, Paris, Payot, 1972. ,s^ Flora Corrêa Flora Corrêa LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS â der ignorar Ia revolución psicoanalítica, negocia con-ella-iuUiatade^fenta- joso. No obstante, hay una buena cantidad de psicoanalistas que impulsan . , < esta perspectiva.[En consecuencia,jioj3ciIaneBcancelat4a.angina]idad de su fiisciplina, intxPducifindo-en.su^eno los conceptos psiquiátrigos; algunos ; , . > reinterpretan los casos de Anna 0 . o de Emmy von N. en términos de es quizofrenia, y otros, ignorando el trabajo de Freud sobre la “neurosis de- /-•> ^ .< * moníaca” , ^ afirman que todos los “poseídos” de antano eran psicóticos,^ , ' etcétera. En todas Ias ocasiones se alinean con la semiología psiquiátrica. r Lejos de haber desmembrado-fil .discurso psiquiátrico, el psicoanálisis tien- U' de en el presente a ser invadidoupor aquél. En este dominio, lo mismo que ^ ^ , en otros. la peste ha retomado. �Sin embargo, desde la década de 1960 Ins ^ntipsigmatriig han tnmadr» dei psicoa^nijlisis la idea j i£.la nrigjr^alidad igeductible dfi-cada suieto. lo çh , que los ha llevado a preconizar una at;titud antinQsoffráfica radical, en la in- teligencia de que todojQtula supone el riesgo de introducir una:zonajie f>^ . p , sprdera en la esçucíia. Esa actitud generosa encierra no obstante, en sus ^ fundamentos, la quimera de aprehender al otro en su inmediación, lo quel^''' ^ hace qiíe tal actitud sea insostenible en todo su rigor.[Con el fin de preser- .r*''" - ^ var una pureza mítica en la comunicación, descuida el hecho de que la rela- ^ ción con el otro es ineluctablemente mediatizada por un sistema simbólico] i'-“' Aun cuando se rechacen con justicia los rótulos rebuscados, es imposible ' r ^ dejar de introducir otros frecuentemente cargados de connotaciones mora- , ' ^ ç ‘ les: “jodedor” , “solterona” , “buen tipo” , “chocho” , “peligroso” , etcétera, ^físon ideas que pueden impedir la escucha dei paciente en tanto que “psicó- pata de tendencia depresiva sobre un fondo de esquizofrénia paranoica” . _ ' ,<>’ ^[En cuanto se habla dei otro, se.te.a1i7a nn a npcinn-entre oposiclones sienifí- f í ' ^ 1!-^ cantes que lo hacen entraren catftpnnaü T antipsiq^iiiatra« í- í- '' ' ‘ no pueden emanci^rse dj^lengu^jeJPor lo demás, términos como “esqui- '<■' H ^ zofrénico” y “psicótico” salpican sus discursos y sus escritos, demostrando '• que no basta oponerse a un sistema de pensamiento para romper conja ^ e - > p' nación que él engendra. Lo oue es más, sin quererlo. v paradóiicamente. ' son ellos quienes más hicieron por la difusión de los conceptos psiquiátri- , , f cos, en particular el de esquizofrenia, entre el gran público y en cierto psi- ^ ' 1 ' = - " ' coanálisis. ^Cuántos neuróticos no se han tomado por psicóticos, con Ias ^ ' Freud, S.: “Une névrose démoniaque au XVIIe siècle” , Essais de psychanalyse appliquée, Paris, Gallimard, 1933. No sorprendera encontrar esta afírmación en un trabajo reciente de O. Mannoni, que por otra parte trata de promover una concepción ubicua de la forclusion. 12 PROLOGO >> desdichadas consecuencias imaginables, por haber leido a Laing, Cooper y algunos otros? ^ _Freud no precõnizó un fejnozaiiiiento ile k psiquiatria ni una actitud antinnsngrafira i ia iH r |Trató~drintrÕdUi^^ enfoque del inconsciente que debia modificar msnirsff y nrvrinn/»« fimHampntalgs de la psiguia- ttíi.;|Lo atelti^an su busqueda de iimovaciones conceptuales (neurosisnarcisista, parafrenia) y la originalidad que en su pluma adquieren los tér minos “esquizofrenia” y “paranoia” . Recordemos, por ejemplo, que para Freud - y Lacan- el presidente Schreber era-ua.parannir.9 Para Kraepelin, se trataba de un parafrénico. Bleuler lo tomó por un caso de esquizofrenia. La psiquiatria francesa considero que se estaba ante una psicosis alucinató ria crónica. Observemos, entre parêntesis, que la marafía actual de la noso- grafía psiquiátrica constituye por sí sola una incitación suficiente a des- prenderse de ella. ^ ^ No obstante, es verdad que los intentos fr^dianos de fundar una clini ca psicoanalítica original no fueron más allá dei bosquejoXÃhõra^ien. en 1955 se dio un pasfljdedsivo (v poco advertidn't cuando Lacan presentó el concepto de forclusiQ.q dei Nomhre-del-PadreJ Si se considera que ese con cepto permite circunscribir la estructura de la psicosis en lo que la separa de la neurosis, resulta que las acepçiones psiquiátricas^ psicoanalítiças de 9 esos_términOTjm^jado,_ Cuando la forclusión dei Nombre- del-Padre deja de ser concebida como una referencia verbal, y obligada, al supuesto saber de Lacan, se advierte que sus manifestaciones clínicas no aparecen en muchos sujetos que son sin embargo delirantes. Entonces, ^có- mo aprehender a estos últimos? Confundirlos en el magma de “la psicosis” o de la esquizofrenia, ^no es algo cargado de consecuencias nefastas en cuanto a la actitud de los pacientes?(Por ello parece necesario aislar los de- lirios oníricos- en los cuales nada está forcluido, y con los cuales el acceso ST’ psicoterapéutico obtiene a veces êxitos notables. La rehabilitación dei anti- - ' guo concepto de locura histérica, injustamente escamoteado a principios de siglo, encuentra en ese punto su ubicación. Un trahajn,d^ jiesçonstrucción de h clímca^de^Jo imaginaij^^ rh' por Kraffpftlin. me parece que debe constituir hoy la tarea de los psicoana- - ^ listas que se proponen eludir la medicalización dei enfoque de los sujetos r,' c- v>‘' .■y' fVi-' r- • psiqiiiatrizados. Aqui, en este í õ s ^ ^ ^ e clínica psicoanalítica, me he j:aplicado al desmembramiento dei còncépto de esquizofrenia; espero poder mostrar más adelante que también/ se impone una reconsideración análoga 4 ' dei de paranoia. Sólo es concebible la ruptura decisiva cori lasJiQciones \ de la psiquiatria mediante la introducción de otro discurso. Si éste llega a 1 liberarse de los rasgos anticuados de la nosología actual, es probable que en el largo plazo tenga consecuencias cuyo potencial no podemos concebir to davia. En este trabajo se encontrará, por último, la indicación de que la ense- iianza de Lacan habia dejado de ser esencial, en lo que concieme a las psi cosis, para algunos de sus ex alumnos, mucho antes de que la disolución de la Escuela Freudiana de Pan's lo pusiera de manifíesto. Así, para una la forclusión no era más que una variedad abismal de la represión; otro des- cubrió, no se sabe muy bien cómo, a esa misma forclusión en las “psicosis histéricas” , y otros aun, o los mismos, tendieron a hacer de la forclusión un mecanismo de naturaleza esencialmente imaginaria. Y así siguiendo. La teoria lacaniana de las psicosis (disociativas) es tan poco atractiva como molesto su objeto, pero no deja de ser a mi iuicio. la más heurística de aquejlas con las que contamos en- la actualidad: tratar de edulcoraria tiene con frecuencia la finalidad de ocultar auestra igiíorancia acerca_de.unaie- rapéutica especjfica de las psicosis. Sólo el mantenimiento de la confiisión entre las locuras y las psicosis permite enmascarar el hecho de que con res- pecto a las últimas hoy, como en 1959, encaramos aún “una cuestión pre liminar a todo tratamiento posible” . Reims, 1° de abril de 1980 LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS ^ Maleval, J.- C.: “A propos de Ia Symptomatologie ‘limite’ de 1’Homme aux loups” , Etudes psychothérapiques, diciembre de 1 979 ,38 ,4 . 14 CLINICA EL DEURIO fflSTERICO NO ES UN DEURIO DISOCIADO En los estados hipnoides, no se trata más que de un alienado, como todos lo somos en nuestros sueüos. J. Breuer - S. Freud (Etudes sur V hystérie, P.U.F., pág. 3) ; J / y \ “Tengo que decirle algo terrible: mi padre era una teoria” , me reveló Máría, diez dias antes de entrar durante dos meses en la locura, lo que lle- vó a su hospitalización.^n una afírmación de ese tipo, quizá algunos reco- nozcan retroactivamente un indicio de la inconsistência dei padre, de la for clusión de su función, tesis ésta que quedaria validada por el surgimientq^ ulterior del delirio. Desearia hacer comprender que no se trata precisamen- ^ te de ello, pues un delirio histérico no está regido por los mismos mecanis- ^ " m(^queuaJplirinpsicótico. ^ Maria estudia cultura francesa; nació en Guyana, donde reside su fami- „ > c‘‘ lia. Es la menor de cuatro hijos de padre negro y madre mestiza. Inicia su ’ análisis a los veinticuatro afíos. Vive en la ciudad universitaria y trabaja ^ < como celadora de la Comisión de la Educación Especial, mientras procura obtener una licenciatura en filosofia. Habrá de conseguiria, pero perderá el / , empleo; más tarde encontrará otro, no tan bien remunerado. ^ ^ Un afio antes, una “d ep ssión” determino su intemación en un sanato- rio psiquiátrico. j'EIla atribuye sus trastomos, su dificultad de ser, a proble mas sentimentalès, a la soledad, al alejamiento de su pais, pero también a ^ 0 más profundo. Por lo cual, después de haber puesto a prueba diversos * Este artículo apareció en L ’Evolution psychiatrique, 1978, IV. Ha sido revisado y ampliado. ^ Con el fin de tespetai el anonim ato de Ias peisonas de que se trata, tuve que modi ficar, además de los nom bres, algunos aspectos biográficos. 17 Flora Corrêa “grupos terapêuticos” y una psicoterapia rogeriana, de cuyo desenlace yo no tendría conocimiento hasta bastante más tarde, no vio más salida que la de un psicoanálisis. Desde el comienzo de este último, en los primeros meses, surge que Ma ría es una analizante un tanto peculiar: en ei diván, durante sesiones que con frecuencia son totalmente silenciosas, vive episodios de regresión, en los cuales vuelve a ser “un bebé muy pequefio” , experimenta momentos de éxtasis fetal, tiene “visiones”, grita, soUoza, la sacuden espasmos, teme que yo la mate, dice que quiere matarme, tiene la sensación de que en el curso de una sesión silenciosa la he dejado embarazada, etcétera. La violência de la transferencia, Ias alucinaciones, el afloramiento dei in consciente, Ias tendencias a pasar al acto. me inclinan a pensar que estoy ante lo que se podría llamar una “gran” histérica; considero que la esquizo frenia está excluida por razones que veremos más adelante. Por cierto, la imprecision del concepto de “g r^ his.teiia” , en la situa tion actual de la nosografía psicoanalítica, puede Uevar a algunos a recu- sarfcj con toda justicia; ^ por el momento, entonces, sólo pediré que se aoepte que la patologia de María revelaba una estructura histérica. A este leqwcto no es inútil recordar que Ia estructura no está situada en no se sabe cuáles profundidades insondables dei psiquismo, de Ias que sólo senan cognosdbles dertos índices, hipótesis bnplícita de numerosos traba- jos earmtes de ligor; la estructura está articnlaila en i»l Hkmren HpI sujeto. se lerela en “k» efectoa que h combinatoria puia v simple del significante detennina en h m f i AaA — piodace”; caosyg^e^'^ioaqui^ originar oue poneenescenaai«uietoenelcampo de nuestraexperienc^ l) No se trata de ona scuiilHa a partir de h cual cada uno |w e3i iêãlQ » una evaluación extrapolada {bordertíne, esquizofrenia latente,psicosís marginal, esquizoneurosis, etcétera); se discieme con predsión si uno no se priva de los conceptosque permiten aprehendéria. A propósito de la estructura histérica, nada puede ayudamos más a deli- LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS * Sin embargo, para la Escuela de la Salpêtrière la “gran histeria” constituía una en- tidad patológica perfectamente caiacterizada. Aunque sepamos que esas grandes crisis, divididas en cuatro per/odos, eran un efecto de histerocultuia, sigue siendo cierto que sólo algunos de los sujetos presentaban tales trastom os. Trataré de m ostrar que el delirio de María participa de esa patologia, en tanto que la actualidad dei momento le dará su forma. 18 Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO -a ;. _ mitarla que el cuadrípode lacaniano que articula los elementos claves dei ^ discurso de la histérica. * t f ^ Lo que organiza aparentemente el de Maria, el S dei sintoma que ella 0 presenta en primer plano, es su dificultad de ser, forma de la patologia his- ^ ' térica que es sin duda la más frecuente hoy, en nuestra civilización. “Paso el tiempo sobreviviendo... Subsisto dia tras dia...” , dice la joven; tiene°aT- ^ gunas ideas de suicidio, se siente siempre fatipada v deprimida, sesión tras ■; ' , sesión reaparecen los temas de que hay que avudarla v amaria, cuando di- chas sesiones no consisten en una prolongada queia muda. Siguen siendo notahle.s algiinos fenómenns de conversion, como por ejemplo dolor de es- ' ' tómago o en la espalda, resistente a Ias terapias mçdicamentosas. “Mi sufri- miento —dirá en una oportunidad—es una reivindicación” . ELhechodeujueJitüaju discuiscLaLSi, a aquél a quien ubica en la posi- ción de amo, se revela en su antiguo y vivo deseo de emprender un análisis, lo que no podia hacer en su país natal, por lo que tuvo que recurrir a suce- x f dáneos como los grupos terapêuticos y la psicoterapia rogeriana con un sa- cerdote. Con anterioridad, durante su infancia y adolescencia, habia sido ^ asidua concurrente al confesionario. El desenlace de su psicoterapia, un pa- « saje d acto sexualcoaeliacerdote, ponia de manifíesto con bastante clari- dad que, a ese amo que instituía, a continuación se esfoizaba sin» tregua ‘ por desalojado de su lugar^ ^ Varias veces se presentará la oportunidad de mostrar Ija dtaengión mela- , J ‘ fórica de las-^claracioaes manifiestas de María: la^^m^aniza el nhjptn r ubicaÜo-fin el lugar deJajmrdad en-su-disrnrsn Süi duda el atravesamiento *' dei fantasma no pudo seguirse hasta su punto final; el trabajo se interrum- pió prematuramente, de modo que la afírmación dei determinismo dei ob jeto a puede parecer nada más que un postulado. Este no es sin embargo el j:aso; en efecto,]a4Jiesenda.4 ely!Qjdeal4í^ delideal-del,yo es completamen- te discernible en sus manifetadones reconocemçs d primero en su delirio ^ 'j (el tema de ser una OVNI) o en su fantaâna conéemiente^l strip-tease', el N G segundo aparece en su deseo-de ser anaÜstí^V^Kàu^idofá-especializada. ^ ' (^^Ahora bien, se sabe-que-la-abicadón .de-esas-imtaficias del ideal dependen /jX de la inscripción dei jasgo unario. laj:ual implica la perdida dei nhjelo a , (çf. ’3)- * En el discurso dei psicótico, esas instancias quedan en general ; ' ^ (2) a Sj ® “ La foimación dei ideal -indicó Freud en 19 1 4 - seria la condición de la repre sión en lo que se refiere al yo” . .'i't Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa ' ' ^ LOCURAS HISTÉRICAS YPSICOSIS DISOCIATIVASn ') _____________________ __________ -- - ---- ---- - confundidas, o a veces están ausentes. En María parecen haber subsístidg ,,, Por otra parte, deseo indicar de nuevo en estas líneas que al dedicage a ^ la escucha de los preciosos S- deJaM ílnc^ jreve la u^ruabfir-que^ernji ^ comprender algo de Ias manifestaciones dei inconsciente. La insatisfacción esencial dei deseo. tan característica de la estructura . ' * histérica, parece localizable en la línea superior del cuadrípode,'que vincu- ^ \ i lá^a presentiíicación dei sintoma con el significado-amo. Un suefio de Ma- u ría ilustra el punto de modo ejemplar. “Un dentista queria ponerme una í . ^ corona, pero yo no queria” , dice.\Sus asociaciones parecen conducir a la ' i '' f . , '-Comprensión de la Jiegaiiya como una preservación necesaria de la falta, a ^ | . 1.,'“ ' frente al peUgro representado por el hecho de que el dentista analista la . ' ' ' / colmç con una “corona” fálica. El resultado de la psicoterapia anterior no <' s .* í dejó de restituir ese fantasma particularmente pletórico de sentido, que du- , , plica lüümeflsiónJncestuosa^deia-sittiaeiéH-aBalftiea, de lo cual proviene '/ sin duda una de las razones de la violência de la ambivalência transferen cial. S Los suefios edípicos, la erotización de las declaraciones, los fantasmas ; de prostitución y violación por el padre, la culpabilidad sexual, la faliza- ción dei cuerpo propio, son elementos bien conocidos dei discurso de los histéricos,y no faltaban en el de Maria. En el transcurso dei análisis, recuer- da haber sofiado, durante Ias últimas vacaciones que pasó en su país, que suplantaba en el lecho conyugal a la madre y hacia el amor con el padre; en otra ocasión, rememoró haber sorprendido a sus progenitores en la du cha, con gran confiisión de su parte; su padre, advirtiéndolo, observó: “Es tá celosa” . “Fui ‘entendido’ bien” , comenta ella. Esa tendencia a h a h la r de sí misma en masculino, que atestigua^su idcnrifir^nn inrnnsr.iente con el sexo^ogueito, aparer/» fnn frffnipqr.ia “Soy Don Juan” , dijo otra vez. Y / también: “Le voy a hablar de hombrc a hombre”. Por otra parte, María presenta ciertas peculiaridades más raras; por em- ^ „ pezar, sus “visiones” . Durante su depresión, en una especie de estado se- ^j gundo, le “estrechó la mano a Cristo” . Seria muy imprudente considerar ia esquizofrênica sobre la base de esa manifestación; recordemos, en efecto, que Freud habla con frecuencia de “Ias alucinaciones de la histeria” (4), de Ias cuales se encuentran numerosos ejemplos en los primeros casos que él relató(5). ^ ^ La presencia de alucinaciones visuales (en Maria se produjeron antes dei análisis y más tarde durante ciertas sesiones) pocas jfeces-tiene luear en los . histérirn»; sin que aparezcan una cierta cantidad de-Oíras pi^rfnrharinnps: ' fantasmas de fragmentación dei cuerpo, capacidades para Ia desidentifica- j- 20 - S ' Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa ción y para proyecciones identificatorias con frecuencia correlativas, apti- tud para Ia regresión a demandas infantiIes7gL¥ecfiSJmjriK0-apeg0 a' uiLob- jeto fáÜcp. La existencia de la mayor parte de esos fenômenos puede veri- ficarse en el discurso de María. Un dia llega con anticipación, se siente cul pable por haberme encontrado en el palier, Io que le provoca el deseo de ahorcarse, de arrancarse el hígado y los miembros. Tales fantasmas, que permiten captar el origen de Ia fragmentación, son poco comunes en ella; en cambio resultan frecuentes los elementos de regresión: se queja porque no comprende que se le haga pagar a un bebé muy pequefio, tiene ganas de orinar en el diván, concurre al consultorlo con su psito'(que deja sin em bargo en Ia cartera); después de haber leído la historia de Mary Bames (6), lo mismo que ella, se pone a jugar con sus excrementos. Este último rasgo, como el hecho de que embadume Ias paredes de su dormitorio con la san gre de sus regias, después de un atraso, revelan sus aptitudRs p ara Hfispersa- nalizarse y reidentificarse; ^ary Bames le ptQvey6iu i4nodela.privilegiado, en. vista dei gusto de ambas por la pintura, su misma idealización furiosa dei psicoanálisis y el carácter idêntico de sus estmcturas psíquicas-^or otra parte, demuestra un apego muy pronunciado respecto des u ( ^ o /Una e ? pecie de persistenda dei objeto transicional-, al que cuida como si fuera una parte de sí misma, con el que duerme incluso cuando su “compaflero” Michel pasa la noche con ella; este juguete, dice, representa “Io que echo de menos: usted, un bebé, Michel...” La significación fálica no podría ex- presane con mayor claridad. Agreguemos que en algunas ocasiones María me informó que en su pre sencia habrían tenido lugar fenômenos de psicokinesis; como ocurre siem pre en ese dontínio, diferenciar Iojifi£ljos-íeales~de4©s4ejRas4eIitantes re- sultaba difícil,y paiael caso de-muy4Joco-ifttefés (7 ,8). DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO Después de dos aiíos de un análisis tormentoso, pero que no por ello progresaba menos, María conoció a Alcide, un estudiante sudafricano. Sin transición, ambos comparten Ias cimas dei apasionamiento. Están siempre juntos, ya no van a la facultad, ni visitan a los amigos; su principal activi dad consiste en hacer el amor. Unos dias más tarde, María delira. iQué ha sucedido? Alcide, cinco afios menor que ella, ^habría encama do a un padre introducido como tercero en el seno de una pareja imagina ria yo-objeto o Ideal-realidad? Lacan nos ha ensenado a discernir ese en cuentro en el inicio de la psicosis (9). Basta con escuchar a María, en su re lato ulterior de Io que vivió, para captar que se trató de algo totalmente 21 Flora Corrêa distinto. “Lo que me dio miedn es £ue Alcide me ama demasiado,y«stfid también mejmaba deinasiado: a veces yo vgía muy bien.que usted tenía una erección cuando yo llegaba. Cuando estaba con él, siempre era en us ted en quien c epsaba; le tengo el mjsmo amor. Alcide es demasiado libie, nn tipn<» rpmplpjr»< lo quc mc inquicta 6s que quiere proporcio- narme el máximo de placer; me dijo que soy la primera muchacha a la que ha lamido. Roba, no es cristiano, robó el anillo que tengo puesto. Me quie re ensefíar a hacer lo mismo. Tengo miedo de que me destruya. Nos pelea- mos varias veces. Es devorador.” ® El desenlace-de lapsicoterapia precedente, lo mismo que ciertos errores que cometi y o ,eo n trib i^ e ro n a exacerbar la dimension incestuosa de la situación analítica, de modo que en una primera aproximación podría pos- tularse que se pmdtytama rp.alización fantasmática de iin. deseo edípico; pará decirlo con menos precision, pero con más certidumbre, hubo una ço- lusiôn dei fantasma con la realidad. No obstante, María fue incluso más ex plícita. “Todo estaba permiBdo... Era demasiado... Mi análisis estaba ter minado... Se hizo todo lo que yo tenía ganas de hacer...” Nada de esto in dica que se tratara de un encuentro con la encamación de la Ley, sino todo lo contrario: es la desaparición de todo límitêlQ qií.e provoca la angustia “loca” de María. Pero la forclusión dei Nombre-del-Padre, ^no se refiere precisamente a una ausência de ese tipo? En este caso, por cierto que no: la referencia a la permisividad excesiva implica mucho menos la noción de la transgresión angustiante de algo prohibido, que la de la búsqueda deses- * Reúno manifestaciones recogidas en varias sesiones ulterioies a Ias hospitali- zaciones de Maiía. ^ María no suscitaba mi deseo sexual, pero quizás su episodio delirante podría ha- berse evitado si yo me hubiera m ostrado menos “comprensivo” con sus dificultades econômicas, y más rígido respecto de sus exigencias de horário; al no hacerlo, la con firme en su idea de que la amaba. Con frecuencia se ha seAalado que estos pacientes son particularmente hábiles pa ra captar Ias fallas dei otro. En tal sentido, ^no resulta sin embargo soprendente veri ficar que los analistas (si hay que flarse de lo que pubücan) parezcan profesionales ca si infaUbles? Una de Ias consecuencias de esa actitud se manifiesta en la poca cantidad de documentos analíticos conceraientes a psicóticos disociados. En vista de que se han obtenido resultados espectaculaies con histéricos delirantes, abusivamente califl- cados de psicóticos (cf. Rosen, Rosenfeld, Sechehaye, M. Milner, Pankow), los ana- Kstas, por tem or de que su competencia sea sorprendida en falta, poco se atreven a sentar por escrito sus fracasos inevitables con sujetos cuya psicosis es un hecho estruc- • tural y no un cuadto psiquiátrico. No podría ser casual que el documento esencial en el cual Freud y Lacan funda- ron su estúdio de la psicosis sea un texto, y no el relato de una cura. LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS 22 Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa <^^««éa-deuua Ju iid^en tQ que estaria faltando; María no experimenta el .«entimiento exprcisado por la mayori’a de los psicóticos: el de unrágujeròi “ que no logranJlgnai. Así, es frecuente que enfrenten un problema irresolu- ble; Wolfson y Schreber temen más que náda quedar con la cabeza vacía, cesar de pensar; el primero quiere ser capaz de convertir instantáneamente Ias palabras inglesas en palabras extranjeras con el fin de “poder imaginar- se de alguna manera que no le hablaban en esa lengua maldita, su lengua materna, el inglés” (10). Schreber, por su parte, vivia con “la sensación de haber resuelto una de Ias más grandes difícultades que fueron planteadas a un ser humano” (11). Maria, por el contrario, me dijo: “Tenía la sensación de la perfección: era peor que la muerte”. Ella no se encuentra en presen cia dei vacio de la forclusión dei Nombre-del-Padre. lojjue IgLllevaiíia tra- " tar de colmar el abismo, sino que, a la inversa, encuentra de pronto lo ple no, lo colmado, “la perfección” . Dicho de otro modo, le falta la falta, lo que Lacan demostró que está en el fundamento de la-angustia^dr«astra- d ó a ( 12) . « La causa desencadenante dei delirio de María, ^no es una de Ias más fre cuentes dela histeria? C. Villechenoux llega incluso a seíiálar que el encuen tro con un objeto sexual seria la causa desencadenante especifica de la lo cura histérica (13); aparentemente es lo que se observa en numerosas oca siones; el caso de Natalia, estudiado más adelante, habrá de confirmarlo. Con todo, dudo de que ésa sea la única circunstancia propicia para la eclo- sión de un delirio histérico. En los Estúdios de Breuer y Freud, Elisabeth von R. revela, junto a sus trastomos, un episodio aparentemente distinto dei que suscitó el delirio de María; y que sin embargo (vamos a verlo) es bastante análogo: al entrar en la habitación donde reposa el cadáver de su hermana, se le ocurre la idea, rápidamente reprimida, de que el cuüado, d que ama sin confesárselo, ha quedado libre y puede casaise con ella (14). También a Elisabeth von R. de pronto le falta la falta; la situación nueva ya no preserva la insatisfacción esencial de su deseo, y a partir de alli aparecen los sintomas para ligar la angustia. Ahora bien, es interesante observar que Elisabeth no padece un delirio ni ahicinaciones; sufre sobre todo de astasia-abasia, un fenômeno de conversion. Es fácil comprender que la misma defensa no habria podido operar en el caso de María: ningún proceso mnémico estaba en condiciones de descartar la realidad insistente que entraba en colusión con sus fantas- ® Parece heurístico distinguir la angustia de castración (que pueden experimentar los sujetos andados en lo simbólico) de la angustia de nadificación que experimentan los psicóticos. DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO 23 Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa mas edípicos. No podia producirse la^represión.. La proyección delirante parece haber sido la única posibiÜdad que.se le ofrecia a nuestra joven para poner a distancia las representaciones inasumibles. El cufiado de Elisabeth, en cambio, no se interesaba en ella, de modo que no le impidió montar una de las defensas ordinarias deihistérico. Se afirma con frecuencia que el inconsciente de los psicóticos * estaria al desnudo; es cierto que no faltan elementos para sustentar esta tesis, aun que ella no es sostenible en todo su rigor. i^ En efecto, en el caso de Maria, por una parte, IpsX^tasmas edípicos que alimentan el delirio sigueiLsien- do inconscientes: por la otra, elementos importantes tales como el desenla ce de su psicoterapia, o Ia lepra de Ia madre, son también censurados, pero ulteriormente, en el transcurso de algunas semanas de análisis siguientes a Ias hospitalizaciones, pueden cobrar sentido en relación con el desencade- namiento y los temas dei delirio. Además, no se subraya lo bastante que las manifestaciones de los sujetos delirantes son muy disímiles entre sí;en los escritos de Schreber o de Wolfson, la forclusión dei Nombre-del-Padre es claramente reconocible, mientras que en los discursos de los grandes histé ricos Io que se suele dejar descifrar sin dificultades importantes es la.temá- tíca edfpica. En-nã^;anG-deJes-dôs^asos, no obstante, nunca el delirio.en- trega lisa y.Uan^ente su verdad. En Io que concieme a Ias psicosis diso ciativas, Ia deformación parece deberse a la deriva metonímica de la cadena significante suscitada por un vacio que ella no puede decir, mientras que en Ias locuras histéricas se trata, sin ninguna duda, de metaforizaciones gu- yo sentido es integrable en Ias asoçiaçiones dei sujeto. La proyección delirante de Ias locuras histéricas debe diferenciarse dei mecanismo que suscita el delirio de Ias psicosis disociativas; en la teoria freudiana encontraremos sefíalados los elementos de una distinción de ese tipo. LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS ' Unos dias después dei encuentro con Alcide, que ella me relató con en tusiasmo en Ia sesión anterior, Maria apareció en el consultorio acompafía- da de su amigo, quien me propuso “ayudar a analizarla” , porque ella era “extravagante” y a veces violenta. María estaba de acuerdo. Les digo que ^ En este párrafo utilizamos la palabia con su sentido psiquiátrico. En una carta a Fliess dei 21 de setiembre de 1897, Freud observa que “en la psico sis más profunda el recuerdo inconsciente no se transparents, de m odo que no se re vela el secreto de los acontecimientos de la juventud, ni siquiera en los estados más delirantes” . 24 Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa es algo en lo que no se puede ni pensar, La joven comienza a llorar (40 a reír?) suavemente, se deja caer al suelo, y le ordena a Alcide que salga, que es lo que él hace. Vacilante, ella se tiende en el diván. Por primera vez, aí- gunas de sus manifestaciones son francamente delirantes: “Voy a regenerar a Marte... Somos Dioses. No cesamos de hacer el amor. Somos los únicos que lo hacen en el mundo. Somos extraordinarios... Ten^o miedo de que me destruya. Su amor es devorador. Lo golpeé. Nos peleamos>.. Voy a ser convertida en agua... Se era tres... ocho... catorce... Los números perfec- tos... Tengo miedo de un vampiro en la oscuridad dei corredor... Lo que me inquieta es la estructura de la casa... Tengo ganas de abrazarlo a usted... Los animales que hay sobrè su escritorio son terroríficos...” Compré li bros en una librería a la que antes no me habia atrevido a entrar. Ahora ya no tengo miedo, todo está permitido. Le dije a Isabelle qüe tuve deseos de hacer él amor con ella... Me exhibí en la calle con él... No comprendo la es tructura. ^Por qué cambió de lugar los muebles sin decírmelo? El armaiio es un demonio. Nunca me atrevi a tocarlo... La estructura perfecta... la es tructura con el patio adelante...” Durante toda la sesión, en la que María se queda tendida en el diván, su discurso despliega una especie (k fuga de ideas. de Ia cualjnisjiotasjio. pueden dar iina imag?n iupprfirial La tonalidad afeçtiva de sus manifestaciones me pareció difícil de captar: como en una especie de esta do maníaco. Ia alegria exhuberante y la angustia parecen mezclarse intima mente. En el mismo momento me pregunto: ^se trata de una locura lúdica, de un breve acceso delirante suscitado por la sesión, o verdaderamente dei nacimiento de un delirio? No considero Ia posibilidad de hacerla hospitali zar, cosa que pienso es incompatible con mi posición, y no alcanzo a ver Io que podría ayudarla, dada la perplejidad en qüe me encuentro. “En los casos agudos de histeria -escribió Freud en 1904- es preciso esperar que se instale un período más calmo” (15). *l Sin duda ese dia hubiera sido preferible, sin embargo, no dejarla sobre el diván, cosa que no podia más que favorecer el surgimiento de Ia eflorescencia fantasmática dei delirio. La sesión concluye, María se pone de pie vacilando, se desploma a mé dias, se aferra al respaldo de una silla, queda doblada en dos durante algu- En ese m om ento, aparentemente María no padecia aún alucinaciones;los animales de los que habla son perros de porcelana. Una afírmación de ese tipo parece indicar que en esa época tenía en cuenta la po sibilidad de la aparición de estados delirantes en el curso de la histeria: ^qué seria, si no, una histeria aguda? Pero veremos que su pensamiento respecto de este tema se modifico. DEI. TRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO 25 Flora Corrêa nos minutos, sin intemimpir su disp.iirsn jncnherente, que.tomaxomtqiun- to de gart^ lo que se ofrece a su mirada: después me paga y sale. Al cabo de un instante, tocan el timbre en la puerta. Cuando voy a abrir no hay na- die, pero resuenan gritos de terror provenientes dei piso de abajo: “La os curidad... tengo miedo... el vampiro...” Oigo a alguien, un vecino, que tra ta de apaciguar a María; después todo se calma. En los dias que siguen, me llama por teléfono un psiquiatra dei Centro Hospitalario, quien me hace saber que María fue hospitalizada en un esta do de exaltación, poco después de su última sesión. Me dice que presenta- ba un delirio de posesión demoníaca que en ese momento ella sopesa, pon- deradamente. El j)siquiatra piensa xjue se trata de un deIiria.histérico. No desea retenerla mucho tiempo. A propósito dei “histérico en el hospital psiquiátrico” , algunos autores han senalado con pertinencia que en Ias his torias clínicas, en el espacio reservado para el nombre de la “persona a la que se debe avisar” o “encargada dei paciente” , aparecen casi siempre los datos dei personaje que el histérico tiene necesidad de convertir en espec tador, el otro actor del drama, el “personaje conflictivo” (16), y María ha solicitado que se comuniquen conmigo, confirmando plenamente aquella observación. “Salí dei hospital” , me hace saber dos semanas más tarde, por teléfono. “No voy a seguir. Tengo recuerdos, usted comprende...” Acepto su deci- sión, aclarándole no obstante que cuando quiera puede volver, si algún dia cambia de parecer. Sigue un período durante el cual es hospitalizada varias veces. Me llama en tres oportunidades por teléfono, informándome de sus tribulaciones. La primera me dice: “Me va mal. Él análisis me mató. No creo que vaya a cu- rarme en el hospital, ni con usted” . En la segunda llamada, me entero de que está “en C., con los locos. Me da gusto oírlo. En P. me drogaron, me dieron una inyección y, sin decirme nada, me mandaron aqui. Le van a ha cer Uegar una carta que le escribí” . Finalmente, en la tercera llamada, des- LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS Las formas que tom ó el delirio de María podrían haber llevado a calificarlo tanto de paranoide como de parafrénico, incluso a veces de aaníaco, con lo cual se ilustra el hecho demasiado mal conocido de que todos los smHrnrnBs p^igiiiáitict« piietlp.n aparecer spbiç el fiindam ento de una estructura histérica. Esta es una de las piinci- pales razones de la difícultad para el diagnóstico(incluso de la imposibilidad de diag nosticar) sefíalada por Ia mayor parte de los tratados modernos de psiquiatria, cuando se trata de establecer sobre la base dei enfoque psiquiátrico tradicional una distinción semiológica entre las formas delirantes y alucinatórias que marcan la entrada en una psicosis i jó n ica , por un lado, y por el otro aquellas que sólo constituyen la manifesta ción temporaria de una “psicosis aguda” . 26 pués de sorprenderse por el hecho de que yo no hubiera recibido la carta, pide unà cita: “Todavia tengo miedo de ir a su casa, pero no de usted... No podría soportar el diván; me gustaría estar cara a cara...” De modo que retoma dos meses después de su última sesión. Acepto provisionalmente atenderia cara a cara. De entrada, me relata su delirio. Vamos a dedicar varias sesiones a ese relato insistente, repetitivo, inquieto, ciue da la impresión de que ella experimenta la necesidad_de metabolizar »-feS»4esboide_.de si^nificaciones. Es difícil comunicarlo, pues no se trata de un delirio sistematizado. “Tuve —me dice— varios delírios independientes, o que quizás encajaban unos en otros”. No obstante, en la narración hav ciertos temas que aparecen reiterada- m er^ . Voy a tratar de seguir a algunos de ellos de sesión en sesión; van a pênnitimos penetrar en la especificidad dei delirio histérico. “Yo era una OVNI, un mensajero de amor para el mundo”, fue sin duda una de Ias ideas prevalecientes, expresada de diversas maneras, no necesa- riamente coherentes entre sí. “Tenía que ir a otro planeta, seguramente que a Marte, para salvar almundo. Era una Ovni para reparar lo que hicieron los hombres: la polución dei mar dei Norte. Habia sido elegida, fui enviada por los OVNI para remediar la polución, habia atravesado con éxito un control antipolución. Antes de mi crisis, celebré una misa negra durante la cual me froté con agua oxigenada”. María -n o lo olvidemos- es mestiza, de modo que Ias metáforas son fácilmente reconocibles;sólo excepcional mente ua deliiitt-psiGÓtico puede-propoicÍQj!jj[t.una impi©siéft«iáIoga4e inteligibilidad. Ese sentido latente, que Janet denominaba “idea fi)a” sub- vacente. es precisamente aquello en lo que él reconocía, desde 1892, la es- pecificidad dei delirio histérico en relación con los otros estados delirantes (17). Veremos más adelante que Ias si^nific;icinTifíri flptprminffntffi ilf* Im tp / rislirin nn tnn..irT»prftríMe»-paffr4frpf«^ a-Mari'ii. Por otra parte, en su locura importa subrayar hechos característicos: la presencia o indusja la n m n ip n » ^n ci3 ds la sigpifir.agión ia lir ;a y de la tCHlá- tica sexiial. Así, ella habia perdido una llave, pero Lacan, el gran mago, la tíabía encontrado; lo veia en sus alucinaciones, que corroboraban el deli rio, con “una varita mágica y bolas doradas” . Creia ser estéril, pero queria un hijo de Alcide para demostrar que habia hecho el amor. Tenía todo el düiero dei mundo, todos los diamantes de Sudáfrica. Veia un diamante pe-i ‘ .1' ' netrar a una perla, etcétera. Esa última imagen permite la fácil captación de su sentido latente; los diamantes están vinculados con la virilidad de Alcide, constituyen un pro- ducto importante de su pais, mientras que María se representa a sí misma como una perla, lo cual parece revelar la falización dei cuerpo oropio. fan- DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO 27 Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa tasma que confirma en una de las últimas sesiones: para agradecerme el he cho de que está mejor, quiere ofi-ecerme una demostración de strip-tease. Su identificación con “una OVNI", ^no es acaso dei mismo tipo? Todo in dica en su discurso, lo mismo que en el âmbito de la imaginación contem porânea, que concibe a los extraterrestres como seres todopoderosos- Ade más me revelará más adelante que me percibía como a “un ser venido de otro mundo, o de otro planeta” ; en otras palabras, como Ío veremos, veia en mí a alguien tan inaccesible como su padre, de modo que ser “una” OVNI constituía una condensación que le permitia bosquejar una realiza- ción de deseos«dipicos. e identificarse con laomaipotencia-que atribuía, a su analista. En las ideas delirantes de Maria aparecen otros temas fálicos más angus tiosos, como cuando relata lo que ocurrió a la salida de la sesión anterior a la hospitalización: “Habia un hombre al pie de la escalera. No era Alcide, sino usted. Tenía anteojos, vivia en su casa, era Lacan, le acaricié el pullo- ^ " ver, como habia sonado hacerlo con los suyos. Me preguntó qué era lo que tf no marchaba, y me dijo que iba a entrar en su casa y hacer el amor. Yo te nía miedo de la estructura de la casa, de la oscuridad dei patio, de ese hom bre, de usted” . Esas pocas frasesp^aiecen revelar que el delirio onírico tiene ^ ^ a veces la estructura de<una pesadilla' ^se sabe que esta última resulta de un '' • relajamiento de la censuraTcnando'ella se vuelve demasiado insuficiente; en cuanto’Maria se aproxima demasiado a sus deseos incestuosos, aparece la angustia, y los vampiros surgen en la realidad. El mismo mecanismo opera probablemente en su miedo a volver a las sesiones: “Tenía miedo de usted; ^ Maleval era el mal, el Diablo, un vampiro... Creia que nunca volveria a su consultorio”. Se entiende que ciertos analistas, en presencia de delirios de este tipo, hayan podido sostener que una psicosis, “por su contenido ma- nifiesto” , no seria más que “una pesadilla interminable” (18). La provección delirante de la locura histérica«s una defensa menosjfl-. permite que los deseos prohibidos se transparenten - con mayor facilidad. A ello se debe sin duda que en el mundo dei histérico delirante pocas veces falte iina intensa, culpahilidaH. “Tuve mucho miedo ^ -dice María— al encontrarme entre los locos. Los edificios estaban dis- puestos en forma de H, lo mismo que en la Biblia; pensé que el sacrifício ' de Abraham iba a ser mi sacrifício. Mi compafiero y yo estábamos conde- LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS .Se com prende en to n ces la curiosa u tilización dei fem en in o delante de la sigla O VNI, que com o sabem os significa "objeto volador n o id en tifica d o ” . ^No se trata tam bién de un (W/z de una histérica ingeniosa para designar su estado? <■ - Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa nádos por lo que hicimos. Yo iba a ser castigada por haber perdido la Uàve. Lacan la habia robado” . En una habitación dei hospital, ella se acostaba en el suelo, cerca de la puerta, creyendo que de ese modo estaba menos al al cance de los efectos de la bombilla eléctrica que pendia sobre la cama; esa lamparilla representaba un filtro que enviaba rayos mortales. “Nadie sabia dónde estaba. Crei que iba a quedarme alli. Estaba en el arca de Noé. Todas Ias especies iban a ser renovadas. Me habian mandado alli para que no pudiera cumplir mi misión, para que el mundo no supie- ra lo que yo tenía que decir. Me habia convertido en invisible” . Hace poco tiempo hemos propuesto que el delirio. lo mismo que los otros’ sintomas histéricos, representa-una-castración imaginaria (19), aun- ^/ DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO ,.y que más no fuera que por el riesgo de intemación que hace correr al suje to, lo cual constituye en general un trastomo espectacular. Vemos que Ma-, , ría confirma esta tesis, tanto más cuanto que aüade que, a la salida de la se- sión en la que se puso a delirar, al encontrar al hombre al pie de la escalera, ^ ella tuvo “ja ^ npresión de estar doblada”. y creyó que su “columna verte- ' bral estaba rota” . Por otra parte afirma: “Mi delirio era un castigo porque aquel dia yo dejé abierta la puerta de su sala de espera” . En el contexto transferencial, el episodio se experimentó como -mia-desobedienciagrave. Encontrarse “con los locos” constituyó una experiencia muy penosa: ha- bia sido secuestrada, incomunicada, entregada a sus perseguidores. Apa rentemente, quizá por mucho tiempo más, haber estado en el hospital psi quiátrico seguiria siendo para ella una herida abierta. Además temia que Alcide continuara creyéndola loca. ^ No obstante, en otras circunstancias, parece que el hospital también constituye “uiL abrigo” . En la segunda hospitalización se presentó por si ^ ^ misma, ** solicitando que se la protegiera de Alcide, con el que acababa de ^pÿi.^ >(peiea(r. Lo habia herido ligeramente en el rostro, y temia que él la matara. -, ^ , fen resumen. eLdeliriQ. la-locuta. la-intemación. si soniuentes de angustia. ^ sirven también para ligaria, ^ n tal sentido, María pronuncio una frase asom- v/ ^ brosa: “Era como si-æakuienJe-extirpafaft4es-ovaries-v^euatro meses des- ^ pués ella tuviera un nino” . El delirio histérico aparece alli tal como es: una - i castración imaginaria v al mismn tiemno-una fuente ds-satisf^ción autne- ' Los benefícios secundários dei delirio histérico no son poco importantes: . - ^ a la sensación de ser una OVNI la acompanaba un placer intenso. Èn otras ~ circunstancias, Maria pensaba que ella y su “compafiero” eran dioses, que Aparentemente hubo tres durante los dos meses de interrupción dei análisis. . t , ; Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS ------------- ::------ -------------- -------- -^---------------------------------- 'i ' '- ' todo les estaba permitido, que eran personajes extraordinarios. Llegó a bai lar en la calle aloir música. Ella era un “siroco de amor” , etcétera. / ' \ Todos esos elementos inducen a considerar al delirio Justérieo €©mo un v-'' caso particular de los Helirins nnirir.ns, tales como los suscitados por el al- _£ohol o las drogas alucinógenas. Lo mismo que en los últimos, el sujeto ,*"experimenta satisfacciones narcisitas extremas, a veces interrumpidas, o ^ ' ^precedidas, por terrores de pesadilla. Era “como un suenò” , me dice Maria ^ - ^ en la última sesión, unos dias antes de retomar, quiza definitivamente, a su lejano pais. Otro importante punto común en los diversos delirios oníricos: ' ■ la riqueza de las alucináciones visuales; para Maria, con la mayor frecuen- > cia, estaban constituídas por objetos que se animaban y convalidaban sus ideas delirantes. 'Ejj el caso de los alcohólicos, Tausk ha extraído la idea de “delirio de açiióa” (20); aparentemente ese concepto gana si se lo entiende en un sen tido más amplio que el que le asignó su creador; también describe entonces con bastante precisión esos múltiplespasajes aLactp_que vuelven tan difícil el tratamiento de los grandes histéricos; en María, por ejemplo, hubo desde intentos de golpearme hasta una sesión en la que se tendió en el piso, ocul tando la cabeza, con el objeto de castigarse, pasando por algunos golpes propinados al diván. Incluso todo ello fue poco en comparación con Mary Bames o Renée (21), para hablar sólo de los sujetos más conocidos. Con respecto al “delirio de acción” , seria difícil encontrar algo más ilus trativo que la observación de Richard, un joven que vino a hablarme hace algún tiempo. Unos lo habian calificado de esquizofrénico, y otros de fron- terizo o psicópata. Además de algunas ideas delirantes cuyo tema era su omnipotência, presentaba como perturbación principal, entre las hospita lizaciones, ^d^çtuaoMiikalâmiaiídípicos: no queria abandonar la habita ción exigua en la que vivia su madre, y luchó con su padre armado de un cuchillo, deseando sin ambages que muriera. A veces esa problemática se desplazaba hacia la pareja de su hermana y el cufiado, a los cuales estaba muy ligado, si bien experimentaba impulsos de eliminar al hombre. No puede sorprender que haya arrojado un adoquin a la ventana de un tera peuta que lo atendia desde hacia varios anos. La inouietud que provoca es- te tipo de patologia lleva en pp.neral a fn rm iila r riiapnóstir.os “ graves” , s ^ bre todo cuando se tra ta Ha p ac ien te s v a rn n p s , de modo que no se tiene ' lo bastante en cuenta que puede tratarse de u n a forma de histeria.^ \ <; Además de los temas edípicos, de los de castración., de culpabilidad y de '^satisfacción narcisista, los èlêméntos constitutivos dei delirio histérico pa- 'irecen emanar de las signifip.ap.inne.«; d*"! niij' t^n En ■í tal sentido, Freud escribió en los Etudes sur l ’ hystérie que “^na parte de - \ :P . s ,, j '■ I 5 ^ 30 Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa � DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO los antiguos recuerdos traumáticos constituye el fundamento dei delirio” (22); yo trataré de demostrar que ese fundamento dei delirio histérico está en otra V h � l' ' i ' j ' - ' ,4^ -4c fetím a iBCuerdos penosos. Así, Ias inyecciones que se le aplicaban tenían de corregir su nacimiento prematuro: sentia el hecho de ser ’ v ■^(sietemesin^por lo menos era lo que decía) como un peijuicio nunca repa- ^ ràaõ. El aÇngo que le prestaron en el hospital le parecia “la lepra de su ma- ^ . dre que llevaba sobre s f ’; antes de su delirio, María ya me habia hecho sa- (,"7' ber que la madre padeció esa enfermedad, de la cual sin embargo se habia • ' curado. Durante sus hospitalizaciones, la joven siguió frptándose a veces 1" ' con agua oxigenada para aclararse la piei. Las tentativas de “blanquearse” j ' \ se articulaban con el tema de remediar Ia polución, que quizá no carecia de b relación con la lepra, cosa que sin embargo María no llegó a revelar. ' ■' Antes de su partida, en la docena de sesiones ulteriores a las hospitaliza- ^ ; ciones, ella insistió reiteradamente en el delirio; queria comprender lo que ^ habia ocurrido, y yo la asistí en su intento encarnizado de elaborarlo, me- tabolizarlo, introducirlo en sus asociaciones. El tiempo fue demasiado bre ve (apenas un mes) como para que ella llegara a aprehender las impUcancias sexuales de la metafórica “polución dei mar dei Norte” : con todo, sur- gió cierto material concemiente al deseo de sus p ad res de “ p u r if ic a r la ra- za” (ella habria sido la menos querida de las hermanas, por ser la más negra), a su pesar de analizarse con un blanco siendo que su padre era negro, a sus sentimientos de abandono y terror cuando la madre tuvo que intemarse en un hospital para curar su lepra, etcétera. En cuanto al fundamento dei mensaje de amor que debía Uevar a los hombres, con el objeto de detener las luchas, se vio que en realidad se trataba de reconciliar a su padre con su madre; la desinteligencia entre los progenitores le provocaba un vivo sufri- ^V miento.” El tema angustiante era “no encontré l^llaye^ Lacan la robó” ; sus eluci- ^ daciones al respecto me parecen totalmente características de la extrema '■ condensación dexiertos^lementQS dei delirio histérico, la cuaLsu^e-fwodUi cir, erróneamente, la_misma sensación de incoherencia que un delirio psi- s cy , •&' Una fuga de petróleo de una plataforma de perforación en el mar dei Norte habia sido una importante noticia de actualidad en ese momento. El hecho de que María se haya aferrado a ese acontecimiento es muy revelador de la sensibilidad de los histéri- .i,”’ COS a los principales signifjcimtgjje su tiempo. ~ Se sabe en efecto que el fracaso de la pareja de padres constituye una de las causas ~ frecuentes de la histeria de los ninos (cf. 23). ^ 31 - Flora Corrêa Flora Corrêa Flora Corrêa PAREI AQUI LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS cótico. Un mes después dei inicio de su primer episodio delirante, ya de regreso en sií habitación de estudiante, se peleó con Alcide,hiriéndolo cer ca dei ojo. Enfurecido, él amenazó iniciarle un juicio. ‘Tuve mucho miedo -comentó María-; sus padres son ricos, poderosos, y los mios no. Pensé que iba a matarme. El creyó que lo habia golpeado con un arma, pero fue m(jlav^; me asusté al ver sangre y arrojé(la llave por la vent^a, No quiso creer mis explicaciones, estaba convencidoTie^que se trató de un arma, de un cuchillo; fuimos a buscar la llave en el césped, pero no la en contramos. Entonces me refugié en el hospital. Conflaba en que Lacan hu biera robado Ia llave para resolver mis problemas”. Sus manifestaciones acerca de “la estructura” , en apariencia totalmente insensatas, conducen de por si a asociaciones complejas relacionadas con la arquitectura de la re- sidencia dei padre de Alcide, por su similitud (lejana) con el edifício en el que yo trabajo. Si el análisis hubiera podido continuarse, t^dalleva a creer' que-sl d#tiri»-de-Mana, poco a poco. como un suefla,&md;imRntal, hahria llegado a cobrar sentidn y a ji^ tpgrar-ip! en sm Por lo demás, se i >- adivina con facilidad que el tema prevaleciente, el deseo de “blanquear” , de liberar al mundo de la polución, y de regenerado, se refiere bastante expli citamente a la culpabilidad suscitaria, por la relación c ^ Alcide. que es ne gro, como el padre de María y el sacerdote psicoterapeuta, siendo que los progenitores querían “purificar la raz j” . (JTodos estos datos referentes a la capacidad de María para captarei sen- , tido oculto de su delirio me parecen suficientes para que al respecto no se s^ a hablando de “psicosis histérica” : los elementos rnngtitiitivns 'l** P''»- yeccion delirante no están forcluidos, sino que son significantes reprimidos/ j que retoman en la realidad. \ v Poco liempo antes de su partida, María se inquietó de nuevo por la “contratransferencia demasiado positiva” que yo tendría respecto de ella, ‘ no obstante Ib cual se preguntaba por qué no fui a veria al hospital y por í-qué le he aumentado los honorários. Su amiga Silvie le explico que, en lo tocante a la “contratransferencia” , se trata de fantasmas suyos. María tie ne en cuenta esa posibilidad. Aunque no esté todavia dispuesta a aceptar- ^ la, concibe que su idea de ese momento puede tenerun sentido diferente. Si se tratara de una psicótica, se aferraria a su sensación. sin que pudiera eyocarse la existencia de “Otra escena” . ^ ^Las afirmaciones que en mayor medida podrían orientar hacia la no ción de forclusión (el tema delirante “se iba a borrar mi nombre” o “mi ** Rcacción sorprendcnte dc este amante, pero reveladora de lo<! fantasmas de trans- giesión de la legalidad que enfrentaba María,^- . ' ' i 2 7 DEURIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO padre era una teoria”) tienen en realidad una explicación totalmente dis- tinta. “Mi nombre iba a ser borrado porque yo sabia que no tenía más di- nerb ni trabajo, que mis estúdios no tenían salida laborai, y que tendría ^ que volver a la casa de mis padres. Es lo que sucede ahora: retire mi nom- ^ bre de la puerta de mi habitación. Cuando encontraba terrible que mi pa- r ‘ dre fuera una teoria, queria decir que era inaccesible, que no me hablaba ^ nunca; yo me veia obligada a imaginar lo que hacia, lo que era; no sabia ■ casi nada, con suma frecuencia estaba ausente, y yo tenía que hacerme una ,5^' teoria de él” . \ ‘ María se ha ido a Ultramar. Es poco probable que vuelva; a falta de ana lista, también es poco probable que pueda continuar el trabajo emprendido. No obstante, durante el último mes, no sin angustia, soportó un considera- —D ble(|nene9>. Su padre le pareció menos terrible;se animó a escribirle a pro pósito de Alcide. Casi olvidó a su osito, pudo expresar por primera vez que hubiera deseado que su análisis fuera didáctico; se interrogó acerca dei amor que le tenía a su amigo; tomó la^eçisión de trabajar, en vista de que sus estúdios no tenían salida laborai; experimentó la sensación de “estar de nuevo en la realidad” . Quizá la conclusión brutal y radical de este aná lisis le permitirá continuar avanzando. “Es duro —dice- ya no ser una OVNI” . ^ Catamnesia 1980. Algunos meses más tarde, recibí la primera de una se rie de cartas de María. Me hizo saber que, durante una nueva psicoterapia con un psiquiatra, sus trastomos recmdecieron. Denomino al episodio “de lirio corporal” : mi cuerpo -escribió- se ha vuelto loco y grita de dolor por todas partes. “Tenía enfermos los ojos, los oídos, la garganta (anginas). Me dolía violentamente el estômago, con crisis de aerofagia. Tuve una her nia umbilical que sólo empezó a dolerme cuando la descubrieron y me lo hicieron saber, y dolores en los ovários... Quedé mucho tiempo enferma de los ojos... no podia leer, ni escribir, ni mirar televisión. Tenía mucho mie do de morir de agotamiento por haber luchado demasiado, y me caía con frecuencia. Estuve de nuevo al borde dei hospital psiquiátrico” . Interrumpió su psicoterapia; durante casi un afío padeció un estado de- presivo grave; persistieron diversas somatizaciones; los conflictos famihares dieron origen a deseos de matar a quienes la rodeaban y a ideas de suicidio. A lo largo de ese período me envió varias cartas solicitando ayuda. Yo acusaba recibo y sólo respondia de modo sucinto, puesto que estaba al otro lado dei océano, en el lugar en el que durante el análisis ella ubicaba a su padre: el de aquél cuyo amor podría resolverlo todo. A veces mi reserva 33 desencadenó su cólera; “Estoy harta de la no existencia, pero también har- ta de la infantilización de la relación médico-paciente. Le digo MIERDA. Usted está ENCERRADO en una función, una institución, una legitimidad, una ‘autoridad’ envilecedoras para una persona y para una relación perso na a persona que usted descarta... Ya le dediqué demasiado tiempo... Usted me joroba. A usted hay que matarlo como a los otros... Váyase al ^ablo, aunque yo no se lo desee en el fondo” . Después de permanecer en una clínica especializada en el tratamiento de trastomos psicosomáticos y de algunos dias de retiro en un monasterio, emprende una .nueva psicoterapia con otro psiquiatra. Bastaron cinco me ses para que la relación transferenciai pasara dei idilio al odio y el trabajo se interrumpiera una vez más. No obstante, la ambivalência de la que daban testimonio sus cartas se atenuo sehsiblemente: “Me siento un poco menos agresiva con usted por la ignorancia en que estoy de su vida, de su personalidad, de sus preocupacio- nes, ignorancia eri la cual usted me mantuvo durante el tratamiento psico- analítico e incluso después. También se ha negado a mantener correspon- mí, de no xomprometerse en, unajskción personal conmigo y también^y quúá sobre todo, de obUgarme a vn lv erm e hacia u n a .soliirinn que no encontraba en sus cartas. Comprendo mejor esa actitud... No he en= confarado a nadie que pueda desempenar su papel, es decir el dealguienjiue pueda ayudarme sin desttuinne, que pueda hacer que-su-peraonnüdud.-y) interfieni la mía;a ello se debe sin duda que retome aiisíeicon-teiiacldad. Creo percibir mejor y qtiizá aceptar su actitud de psicoanalista. Creo acep tar n ^ o r lo que peyqrativamente habia llamada sus ritos. ^ posible que se trate dei punto de paitii|ELdâu.O desblaqueo respecto dei psicoanálisis en lo que éste tenia de ma'.<! fn iü íran íft.para En su país comenzó a trabajár un analista; a pesar de algunas reticencias, ahora piensa dirigirse a él. Dos afios y medio después dei episodio delirante la mejoria es notable; han cesado sus somatizaciones más importantes; ha dejado la casa de la fa mília, con sus interminables««rf]j©tos; durante las últimas vacaciones hizo un amigo y parece vivir en armonfa con él. LOCURAS HISTÉRICAS YPSICOSIS DISOCIA TIVAS ELdesencadenamiento.dg Ins tastm a ns, la oiiujipreseiiçia. de Ja.sign.ifi- caciónfáli,ça, flf tnptáfnrac la„au«efteia-4e-neQlngismns y áe estribillos. la no disociación de las manifestaciones delir^Jes. nada de todo esto, en la observación dei episodio psiquiátrico de Maria, corresponde en DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO -dêia^forcluãóiajdel Nombre-del-Padig^ . En cambio, existe un texto psicoanalítico de 1919, “La genèse de ‘1’appareil à influencer’ au cours de la schizophrénie” , que presenta.el caso de una jo ven llamada Natalia, cuya patologia converge en numerosos puntos con la de María. ^Por qué en el dia de hoy se menciona tan pocas veces esa con- tribución de primer orden al estúdio de ciertos estados delirantes? ^Por qué el nombre de Victor Tausk no âparece nunca en los Ecritsl ^Por qué su trabajo sobre “la máquina de influir” no dio lugar a ningún comentário en el Seminário que Lacan dedicó a las psicosis en 1955-1956? h Cómo no captar que la insistência de Tausk en el rol de representante fálico de la “máquina de influir” es incompatible con la concepción de la psicosis como determinada por la forclusión dei Nornbre-del-Padre, cuya conse- ^ cuencia es la ausência de la significación fálica? lYa me he interrogado antes ,^ arerra Ha p.sti» flv trafín « ilpnrin Hp T ^ ra n reSPectO d e loS eS tados de liran tes no disociados C24V En el contexto político de la época en que presentó sus tesis sobre la psicosis, mientras la Sociedad Francesa de Psicoanálisis, a la que él pertenecia, trataba de hacerse reconocer por la Asociación Psicoa nalítica Internacional,; es posible que no haya gneridn subravar la profunda' r originalidad de lo que intmHnna^ en relación con las tesis de la ortodoxia, freudiana? Sea lo que fuere, el concepto lacaniano de la psicosis deja uni^ resto importante en el seno de lo que la psiquiatria designa al utilizar el mismo término. ** I,a disociación psíquica, con la acepción que yo le atribuyo, < mismo concepto el que utilizan Fieud, Janet, Prince, Bleuler o Pankow -cada uno de ellos con acepciones que a veces difieren entre s í - . Si bien Lacan no empleó esa ex- presión, expresa claramente lo que aqui indico, al afirmar, %n su seminário dei 8 de febrero de 1956, que el psicótico se encuentra en una pns.ifión qu? lo harp “incapaz de restaurar auténtitametrte~ehsent>de-del q u e ja testúnonio’’. La ausência de la idea de disociación en los escritos lacanianos no es sorprendente: en una perspectiva en la que, como Freud, se subraya la Spaltung constitutiva dei sujeto, teiulla-que tndos es.- tamos_gnjija estado-permanentn rle disqciaciói), puesto,q«e4a'disoeiación,ie define en - términos clásicos como la ru p tu ra^ e l i unidad psíquica, Se comprende en cambio que los paladines dei “sí mismo” , de Ia “identidad” , dei yo “ to ta l” o “ autônom o” , se vean conducidos a descubrir con frecuencia signos de disociación: el concepto de es quizofrenia tiene una mayor extensión en el psicoanálisis kleiniano y en Ia psicologia dei yo de los anglosajones.[_En realidad, nada impediria que estos analistas afirmen, como Janet a principios de siglo, que “la disociación es el carácter esencial de todas las enfermedades dei espíritu” f s n ÍMb parece que la di<nriarinn pqcótica es tólo un concepto vacio si no se insiste en su diferencia con la Spaltune de los sujetos neuróti cos: la primera rnnstitiive-mia-ruDtura radical e insuperable entre el vo V el Otro en el psiquismo dei sujeto. 35 ■ LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS i El texto de Tausk constituye uno de los fundamentos más sólidos de toaa investigación sobre el delirio histéricoi Sin duda.ése no fue su propó sito; Tausk habla de “la esquizofrenia”, pero se olvida demasiado rápida mente que ese concepto bleuleriano, creado algunos afíos antes, englobaba lo que autores de fines dei siglo XIX denominaban, según yo creo con per tinencia, locura histe'rica. Fue la influencia conjugada de Babinski en Fran- cia, y de Bleuler en Suiza y Alemania, lo que en los primeros afíos de este siglo condujo a dejar de diferenciar, entre los estados delirantes, a algunos de ellos en los que Janet, Breuer y Freud habian dfim fistradn la infeligihi- lidad p a ra el sujeto mismo, En “L’état mental des hystériques” (1892), lo mismo que en su hermosa conferencia titulada “Un cas de possession et 1’exorcisme modeme” (1894), Janet.había establecido que la rpanifest!>- rición dei delirio histérico: al mismo tiempo, Breuer y Freud Uegaban a çonclusiones muy parecidas, afirmando que “el hist^rim sufre de reminis- cencias” . y que la revelación de los traumas reprimidos entrafiaha la rssn- lución de los sintomas, seau.que se tratara de conversiones, alucinaçiçmfisui„ delirios. Unos veinte anos más tarde, en 1914, el fundador dei psicoanálisis afir mo que los esquizofrênicos “se sustraen a la influencia dei psicoanálisis y se convierten en inaccesibles a nuestros esfuerzos por curarlos” (25); no creo que haya que dudar de ese enunciado, y en cambio me parece que él implica correlativamente la insistência en los delirios accesibles al análisis. nado en esa época <>1 d? hist^ r^irs” bargo en sus primeros ascritns Desde entonces, los casos de Anna 0., y Emmy von N., Achille (26), Marie (27) se vuelven insituahles en la nosolo- gia psicoanalítica; el delirio deja de ser compatible con la histeria, en tanto que Ia accesibilidad a Ia psicoterapia es inconciliable con Ia esquizofrenia. )No obstante, esos cuatro sujetos delirantes fueron curados, o sensiblemen- /te mejorados, sea mediante la hipnosis o la “talking cure”. En un contexto de ese tipo, cuando Tausk observa a Natalia, que pre senta un delirio de influencia, por una parte, nada indica que haya pensado - en Ia posibilidad de una psicoterapia; por otro lado, para designar su pato logia sólo con taba con Ia noción de esquizofrenia. En 1919 va no existe el concepto de locura histe'rica. C. Villechenoux sitúa por lo demás su desa parición en Ia época de la Primera Guerra Mundial. EI título dei artículo de ^ ' Tausk comparte Ia confusion introducida por una noción de esquizofrenia que Io abarca todo. 36 La comparación de las estructuras psíquicas de Maria y Natalia va a per mitir circunscribir mejor la especificidad del delirio histérico. iQué se encuentra en el inicio del delirio de la paciente de Tausk? Poco tiempo después de haber rechazado un pedido de mano por parte de un profesor universitário, la sefiorita Natalia, de treinta y un anos de edad, sin- tió que el pretendiente influia en ella, lo mismo que su madre, por medio de sugestiones. Cuando tales sugestiones fi'acasaron, el hombre recurrió a la máquina de influir. El profesor parece no haber carecido por completo de f atractivo para Natalia; “1« -<:,yrihi<S Tansk- no hahia declinado el pedido sin que ellaie_DJPvocara ua.con£liclo: yaciló entre la aceptación y ; el rechazo” (28); por lo tanto, la respuesía_megali5«Líifine-probableaie " qsie como uiiLmtentQ.de conservar su-deseo insatisfedio. De ha ber aceptado, le hahria faltado la falta.[Pero, ^por. qué-esa-medida defen siva jaa.e3dlóJa.enfermedad? lO por qué no presentó Natalia un sintoma , de conversion?'^Aparenteinente^^:omo-en el casade Maria, ello hubiera re- sultado imposibie por la- persistencia dei-acontedmiento traumático .^Rn efecto. el pretendiente, a continuación del rechazo, no se dio por entera- (C do; “persiguió manifiestamente -se nos revela- el objetivo de hacer acep- ' tar retroactivamente su pedido de mano” . En consecuencia.Ja represión del suceso traumático no podia producirse: en tales circiinstanrigg. el suie- " to hisiiítóft.iia.parece de.una.4efensaju3aic3 : la proyec- " ción. Se sabe que a Freud le resultó difícil precisar este conrepto, y que en sus obras es posible descubrir que aparece .con diversas acepciones. Su apli- cación a las psicosis no está libre de problemas; ensu comentário dei caso Schreber, Freud, para aprehender la naturaleza de la proyección “paranoi- ‘ ca” , debe realizar un prolongado rodeo previo por el análisis de la especifi- ,5 cidad de la represión psicótica; después de ello, vuelve a la investigación ^Çrofundizada dei proceso de la proyección, y puede postular: ‘‘No seria ' justo decir que el sentimiento reprimido dentro sea proyectado afuera; más DEURIO HISTÉRICO NO ES DEURIO DISOCIADO ■r bien tendría que decirse, ahora lo vemos, que lo que ha sido abolido den- tro vuelve de.sde afuera” (29). En esas líneas parece haber el bosquejo de una distinción entre dos modalidades de la provección: no se ignora que precisamente a partir de tales indicaciones concemientes a “lo que ha sido ahnljjr' fjpntrr»” T jnfirió pl «j*» fnr''lllSÍÓn, Conios elementOS -'"forcluidos que vuelven en lo real para con.stitiiir el delirio psicótico; “ la de esto Lacan no emplea el ténnino proyección! diferencia radicalitiRtite U este pioceso, que funda Ia dimensión imaginaiia de cada sujeto, dei mecanismo muy ^ específico que da origen al delirio psicQljco. ^ ^ " a - •c-f: r-. CU« ■£> /c?/- � 3 7 ■ 1/ . me parece más bien dei tipo de esa “sensación repri mida en el interior” y “proyectada hacia el exterior” que Freud reconoce a veces como operante en el suefio. Esto (dice) “nos indica que se ha pro- ducido algo que querría perturbar el suefio, y nos permite captar la manera en que ha sido posible la defensa contra esa perturbación. Por fin el dur- miente ha sonado y pudo continuar durmiendo; en el lugar dei reclamo in terno que queria que nos ocupáramos de él, sobrevino un acontecimiento externo, cuyo reclamo ha sido liquidado(Un suefio es por lo tanto también una proyección, la exteriorización de un proceso interno” (30)jEn cambio, respecto dei delirio de Schreber. Freud introduce un modo de análisis to- n tahnente distinto: el de la dediirrión gramatical. Sabemos que la aplicó a ' las diversas maneras de negar la proposición “yo lo amo” , con el objeto de ■" ^ , poner de manifíesto el fundamento de ciertas temáticas delirantes en el psi- ^ cótico. ^No hay alli una indicación de que su discurso revelaria una lógica . , , y , de un tipo distinto de la lógica dei suefio? ^ El delirio histérico presenta todas las características de lo que la psiquia-, tría, en particular la francesa, ha aislado con la denominación de “delirio / ' onírico” . Este concepto apareció un poco más tarde que el de locura histé- \ , _ rica. En 1881 Lasègue publicó su célebre artículo “Le délire alcoolique n’est p ^ un délire,mais unrêve” (31), pero fue sobre todo en las primeras déca- r-< í'' das dei siglo XX cuando se multipHcaron los estúdios sobre el delirio y las / ' psicosis oníricas o postoniricas (es decir, y evidentemente el hecho no es casual, en el momento mismo en que la locura histérica estaba desapare-- ^ ciendo). En 1901, Régis estableció que el delirio onírico es análogo al so nambulismo y a los estados segundos de los histéricos (32); “se forma -es- 'p cribe algunos aflos más tarde— por la puerta pn jmigA-dt» 1h nrtiviHnrf^iih. consçignte Qinconscienle (...);es*mJin, siei^ricom o unestado segundo, serisible aja i n f l u ^ dg la hipnosis”, por medio de la cual se llega a ve- ^ ces a hacer desaparecer la amnesia (del delirio) lo mismo que las ideas fijas postoníricas (...) Ese delirio es el delirio tipo de las intoxicaciones y de las infecciones, puesto que se encuentra en todos los estados considerados co mo tales” (33). Los trabajos de Klippel (34), de Trenaunay (35) y el infor- ' me de Delmas titulado “Les psychoses post-oniriques”, presentado en 1920 ante el Congreso de los Alienistas de Estrasburgo, no tuvieron demasiado ^ eco entre los psiquiatras extranjeros; más que nada, contribuyeron a anelar, • . firmemente la noción Hp pnnfntinn rppnt-4 p de síndrome confliso-oníricn , en la psiquiatria francesa. En nuestro campo cultural, la locura histérica OO . Las bastardillas son miàs. ^ ^ % LOCURAS HISTÉRICAS YPSICOSIS DISOCIA TIVAS " 38 <.rr- rr>' quedó oculta debajo de tales nociones, las cuales no obstante están más ^ , próximas a aquélla que la indefinible esquizofrenia de Bleuler y los anglosa- , jones. En la provección dei delirio histérico se reconocen los mecanismos pro- pios dei suefio, a saber: el desplazamiento (lajngtonimia) v la condensa ción (la metáfora). Por cierto, el primero está lejos de faltar en el delirio di- Mciado; en cambio, la segunda implica que el significado delirante puede reyehrse ligado con significados latentes; es fácil demostrar que la máquina „ de influir de Natalia y la polución de María constituyen ejemplos manifles- tos, mientras que en el delirio psicótico seria inútil buscar algo de ese tipo. ^ En este sentido, podría no obstante objetarse que Freud descubtió nume- f \ r- rosas metáforas en el texto de Schreber, tales como los pájaros parlantes, q ^ f los vestíbulos dei cielo, que representaban a lasjovencitas; aun así. las me- . j', ’ ^ táforas son muv joco frecuentes v suelen faltar de modo notable en el dis- " ^ cufsõ~aél psicótico. , ■ r.J- Casi no se las encuentra en la obra de Wolfson,.cuyp sistema de trans-' r formación se inscribe to tahnente en el eje metonimico[Con todo, incluso p ' ^ cuando en un delirio disociado parecen presentarse algunos significantes ,1 metafóricos, hav que subravar Que sólo para el ovente o el lector constitu- vgn metáforas, v no para el sujeto mismo. Schreber es siempre radicabnen- te incapaz de entrever jju^ audelitio-PUjedeLnoLser la verdad verdadera: para él, sus manifestaciones no remiten a ninguna otra significación. Un psiquia tra atento (como lo fue Tausk con Natalia) no hubiera logrado con su escu cha hacerse revelar las cadenas significantes latentes que permiten compren der la gênesis de símbolos tales como la máquina de influir. A la inversa de los psicóticos disociados. María v Natalia, por su parte, saben que sus deli rios “ouieren decir” algo. En tanto el delirio histérico está constitllidn pnr h prr»ypfrión-en.Jajea- hdad de elementos rpprimiHn< (y nn fnrrluirliTi) nn diferencia en hablar respecto de esto dei retorno de lo renrjtpiHn pn.la miind^nidad dei sujeto. No obstante, la nmyfiCdnn dsl Hi»|irÍ0 histérifr. PC nn n^ n pnr iina partfi. sin duda suscita.iaemergftnr.ia de significa- ^j. dos reprimidos, pero por la otra mantiene apartado de la c.nnciencia. de una manera particular el acontecimi^ntr. pre.sente. Los casos de María y Natalia permiten aprehender esos dos procesos diferentes que ^ se conjugan en el delirio.[No es necesario insistir en la emergencia de lo re- primido; en cambio, se observa que el acontecimiento traumático en sí no DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO * i- f reprimido, sino transformado. La censura.pargce japerar ejj çsígjaso YV- ^r-^T)qr rna^ nificación: el amor de María y Alcide pasa a ser un vínculo divino ^^<4^ “éramos Dioses”), pero también una catástrofe çQsmicA (la polución en r escala pknetaria). Por otra parte, en tanto que la insistência de! preten diente de Natalia fue tomando poco a poco el aspecto de sugestiones de una máquina de influir manipulada por el hombre, içpoio no-enlendgrjiug esjo çonstilaií^ jiara-4a- jo5^ il una realizaçión^etafóiifia de su deseo^de de jar de “resistir-,â,la posesiQu”? Sin duda, la represión también aparta de ía conciencia el hecho traumático, pero parece que le quitara transparência: lo vela, intenta borrarlo. En cambio, la proyección delirante, al magnificar- lo, Io lleva al primer plano. El retomo de lo reprimido por medio de la proyección puede presentar se en la histeria con aspectos múhiples; algunos de ellos, hoy olvidados, re velan que existen formas de transición entre la histeria común y la locura
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