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Loucuras Histericas e Psicoses dissociativas MALEVAL

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Jean-Claude
Locuras histericas 
y psicosis disociativas
LOCURAS
HISTÉRICAS
Y
PSICOSIS
DISOCIATIVAS
EDITOR ASOCIADO 
JUAN GRANICA
TRADUCCION DE 
JORGE PIATIGORSKY
Diseno de Ia colección 
Rolando & M em elsdorff 
Tapa: Collage de Gustavo Macri
JEAN-CLAUDE MALEVAL
LOCURAS
HISTÉRICAS
Y
PSICOSIS
DISOCIATIVAS
PAIDOS
Buenos Aires - Barcelona - Mexico
Título original; Folies hystérigues e i psychoses dissociatives 
Payot, Paris 
© Payot, Paris, 1981
Traducción: Jorge Piatigorsky 
Cubierta: Gustavo Macri
150.195 Maleval, Jean-Claude
CDD Locuras histéricas y psicosis disociat ivas. -1" ed. 6' reimp.
Buenos Aires : Paidós, 2012.
320 p. ; 22x16 cm. - (Biblioteca Fruediana)
Traducción por: Jorge Piatigorsky
ISBN 978-950-12-3961-4
1. Psicoanálisis, I. Título
6“ rcimpresion, 2012
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización 
escrita de los titulares dei copyright, bajo Ias sanciones establecidas en Ias leyes, 
la rcproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, 
íomprendidos la reprografía y el tratamiento informático.
1987 de todas Ias ediciones en castellano 
Editorial Paidós SAICF 
Independencia 1682, Buenos Aires 
difusion@areapaidos.com.ar 
www.paidosargentina.com.ar
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723 
Impreso en Argentina. Printed in Argentina ■
Impreso en Primera Clase Impresores,
California 1231, Ciudad Autônoma de Buenos Aires, 
en agosto de 2012
Tirada: 500 ejemplares
ISBN 978-950-12-3961-4
INDICE
Prólogo 11
CLINICA
El delírio histérico no es un delirio disociado 17
Bibliografia 59
Para una rehabilitación de la locura histérica 63
Bibliografia 117
Histeria y psicosis infanto-juveniles 120
Bibliografia 152
La desestructuración de la imagen dei cuerpo en
Ias neurosis y Ias psicosis 154
Bibliografia 207
RESE5JA HISTÓRICA
El escamoteo de la locura histérica 213
Bibliografia 251
En busca dei concepto de psicosis 256
Bibliografia 281
Esquizofrenia y locura histérica 284
Bibliografia 314
A Jacques Lacan
(EI psicoanálisis) es a la psiquiatria casi lo que la histología es 
a la anatom ia:. una estudia Ias formas exteriores de los 
órganos, y la otra los tejidos y Ias células de los que aquellos 
ó r^ n o s están compuestos.
S. FREUD
El psicoanálisis instaura un discurso distinto, y por lo tanto 
una clínica distinta.
J. CLAVREUL
En vista de Ias diferencias que existen entre Ias tràducciones de Sigmund 
Freud, se ha conservado en este libro el título francês de obras y artículos, 
así como también en Ias citas en el texto y en Ias Bibliografias. También se 
citan en francês Ias referencias a libros de otros autores, siguiendo a J.-C. 
Maleval. [E.]
PROLOGO
La clínica psicoanalítica se ha mostrado “impotente para aportar el 
menor enriquecimiento a la clínica psiquiátrica real” ;en ninguna parte sus 
descripciones difieren radicalmente de Ias que han podido establecer los 
. clínicos eminentes de la psiquiatria clásica.* Estas comprobaciones reali- 
zadas hace veinticuatro afios por M. Bouvet siguen siendo de actualidad en 
f 1980.
^Cámaes posible que dos-enfoques^tan diferentes entrei' comojel de~Ia
jpsiqiiiatn-a y fil dei psicnanAlisis puedan utilizar una misma clínica? El exa- 
 ^ ,men atento de Ias manifestaciones dei inconsciente en el discurso, ^condu- 
(^á a los mismos cuadros nosológicos elaborados a principios de siglo por
^^Kraepelin, quien consideraba que no conocer el idioma dei enfermo consti- 
 ^ tuía en “medicina mental” una condición excelente para la observación? 
r íDebemos seguir en estado de admiración ante la Revelación Kraepelinea-
na? ^0 tomar nota de la insuficiência de la investigación psicoanalítica? ^ 
Parecen existir tres maneras de considerar Ias relaciones de la psiquia- ^
tría con el psicoanálisis; ellas son, esquemáticamente, la de Freud, la de ''jA
Bleulery la de los antipsiquiatras. ^ -
V" , [Para el ex director dei Burghõlzli, loaxijncep^tos freudianos se limitaxi a ^ js,“ ' 
f iníioducir. una .^iexta comprensión de la siivtoinatología; permiten de ese ' f '
‘ / modo renovar el discurso psiquiátrico deiando intactos sus fimdamentos. ^
EsJaJe^dominante de lipsiquiatrü-Qcsàdettíatmgdfflma, que, por no po- çi' ,
fióuvet.M .: OeuvrMpivcAflna/iii^uei, Paris, Payot, 1972. ,s^
Flora Corrêa
Flora Corrêa
LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS
â
der ignorar Ia revolución psicoanalítica, negocia con-ella-iuUiatade^fenta- 
joso. No obstante, hay una buena cantidad de psicoanalistas que impulsan . , <
esta perspectiva.[En consecuencia,jioj3ciIaneBcancelat4a.angina]idad de 
su fiisciplina, intxPducifindo-en.su^eno los conceptos psiquiátrigos; algunos ; , . > 
reinterpretan los casos de Anna 0 . o de Emmy von N. en términos de es 
quizofrenia, y otros, ignorando el trabajo de Freud sobre la “neurosis de- /-•> ^ .< * 
moníaca” , ^ afirman que todos los “poseídos” de antano eran psicóticos,^ , ' 
etcétera. En todas Ias ocasiones se alinean con la semiología psiquiátrica. r 
Lejos de haber desmembrado-fil .discurso psiquiátrico, el psicoanálisis tien- U' 
de en el presente a ser invadidoupor aquél. En este dominio, lo mismo que ^ ^ ,
en otros. la peste ha retomado.
�Sin embargo, desde la década de 1960 Ins ^ntipsigmatriig han tnmadr» 
dei psicoa^nijlisis la idea j i£.la nrigjr^alidad igeductible dfi-cada suieto. lo çh ,
que los ha llevado a preconizar una at;titud antinQsoffráfica radical, en la in- 
teligencia de que todojQtula supone el riesgo de introducir una:zonajie f>^ . p , 
sprdera en la esçucíia. Esa actitud generosa encierra no obstante, en sus ^ 
fundamentos, la quimera de aprehender al otro en su inmediación, lo quel^''' ^
hace qiíe tal actitud sea insostenible en todo su rigor.[Con el fin de preser- .r*''" - ^
var una pureza mítica en la comunicación, descuida el hecho de que la rela- ^
ción con el otro es ineluctablemente mediatizada por un sistema simbólico] i'-“'
Aun cuando se rechacen con justicia los rótulos rebuscados, es imposible ' r ^ 
dejar de introducir otros frecuentemente cargados de connotaciones mora- , ' ^ ç 
‘ les: “jodedor” , “solterona” , “buen tipo” , “chocho” , “peligroso” , etcétera,
^físon ideas que pueden impedir la escucha dei paciente en tanto que “psicó-
pata de tendencia depresiva sobre un fondo de esquizofrénia paranoica” . _ '
,<>’ ^[En cuanto se habla dei otro, se.te.a1i7a nn a npcinn-entre oposiclones sienifí- f í '
 ^ 1!-^ cantes que lo hacen entraren catftpnnaü T antipsiq^iiiatra« í- í- '' '
‘ no pueden emanci^rse dj^lengu^jeJPor lo demás, términos como “esqui- '<■'
H ^ zofrénico” y “psicótico” salpican sus discursos y sus escritos, demostrando 
'• que no basta oponerse a un sistema de pensamiento para romper conja ^ e -
> p' nación que él engendra. Lo oue es más, sin quererlo. v paradóiicamente.
' son ellos quienes más hicieron por la difusión de los conceptos psiquiátri- ,
, f cos, en particular el de esquizofrenia, entre el gran público y en cierto psi- ^ ' 1 ' =
- " ' coanálisis. ^Cuántos neuróticos no se han tomado por psicóticos, con Ias ^ '
Freud, S.: “Une névrose démoniaque au XVIIe siècle” , Essais de psychanalyse 
appliquée, Paris, Gallimard, 1933.
No sorprendera encontrar esta afírmación en un trabajo reciente de O. Mannoni, 
que por otra parte trata de promover una concepción ubicua de la forclusion.
12
PROLOGO
>>
desdichadas consecuencias imaginables, por haber leido a Laing, Cooper y 
algunos otros? ^
_Freud no precõnizó un fejnozaiiiiento ile k psiquiatria ni una actitud 
antinnsngrafira i ia iH r |Trató~drintrÕdUi^^ enfoque del inconsciente 
que debia modificar msnirsff y nrvrinn/»« fimHampntalgs de la psiguia- 
ttíi.;|Lo atelti^an su busqueda de iimovaciones conceptuales (neurosisnarcisista, parafrenia) y la originalidad que en su pluma adquieren los tér 
minos “esquizofrenia” y “paranoia” . Recordemos, por ejemplo, que para 
Freud - y Lacan- el presidente Schreber era-ua.parannir.9 Para Kraepelin, 
se trataba de un parafrénico. Bleuler lo tomó por un caso de esquizofrenia. 
La psiquiatria francesa considero que se estaba ante una psicosis alucinató 
ria crónica. Observemos, entre parêntesis, que la marafía actual de la noso- 
grafía psiquiátrica constituye por sí sola una incitación suficiente a des- 
prenderse de ella. ^ ^
No obstante, es verdad que los intentos fr^dianos de fundar una clini 
ca psicoanalítica original no fueron más allá dei bosquejoXÃhõra^ien. en 
1955 se dio un pasfljdedsivo (v poco advertidn't cuando Lacan presentó el 
concepto de forclusiQ.q dei Nomhre-del-PadreJ Si se considera que ese con 
cepto permite circunscribir la estructura de la psicosis en lo que la separa 
de la neurosis, resulta que las acepçiones psiquiátricas^ psicoanalítiças de
9 esos_términOTjm^jado,_ Cuando la forclusión dei Nombre-
del-Padre deja de ser concebida como una referencia verbal, y obligada, al 
supuesto saber de Lacan, se advierte que sus manifestaciones clínicas no 
aparecen en muchos sujetos que son sin embargo delirantes. Entonces, ^có- 
mo aprehender a estos últimos? Confundirlos en el magma de “la psicosis”
o de la esquizofrenia, ^no es algo cargado de consecuencias nefastas en 
cuanto a la actitud de los pacientes?(Por ello parece necesario aislar los de- 
lirios oníricos- en los cuales nada está forcluido, y con los cuales el acceso 
ST’ psicoterapéutico obtiene a veces êxitos notables. La rehabilitación dei anti- 
- ' guo concepto de locura histérica, injustamente escamoteado a principios
de siglo, encuentra en ese punto su ubicación.
Un trahajn,d^ jiesçonstrucción de h clímca^de^Jo imaginaij^^ 
rh' por Kraffpftlin. me parece que debe constituir hoy la tarea de los psicoana-
- ^ listas que se proponen eludir la medicalización dei enfoque de los sujetos
r,'
c-
v>‘' .■y'
fVi-'
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• psiqiiiatrizados. Aqui, en este í õ s ^ ^ ^ e clínica psicoanalítica, me he 
j:aplicado al desmembramiento dei còncépto de esquizofrenia; espero poder 
mostrar más adelante que también/ se impone una reconsideración análoga
4 '
dei de paranoia. Sólo es concebible la ruptura decisiva cori lasJiQciones \ 
de la psiquiatria mediante la introducción de otro discurso. Si éste llega a 1 
liberarse de los rasgos anticuados de la nosología actual, es probable que en 
el largo plazo tenga consecuencias cuyo potencial no podemos concebir to 
davia.
En este trabajo se encontrará, por último, la indicación de que la ense- 
iianza de Lacan habia dejado de ser esencial, en lo que concieme a las psi 
cosis, para algunos de sus ex alumnos, mucho antes de que la disolución de 
la Escuela Freudiana de Pan's lo pusiera de manifíesto. Así, para una la 
forclusión no era más que una variedad abismal de la represión; otro des- 
cubrió, no se sabe muy bien cómo, a esa misma forclusión en las “psicosis 
histéricas” , y otros aun, o los mismos, tendieron a hacer de la forclusión un 
mecanismo de naturaleza esencialmente imaginaria. Y así siguiendo. La 
teoria lacaniana de las psicosis (disociativas) es tan poco atractiva como 
molesto su objeto, pero no deja de ser a mi iuicio. la más heurística de 
aquejlas con las que contamos en- la actualidad: tratar de edulcoraria tiene 
con frecuencia la finalidad de ocultar auestra igiíorancia acerca_de.unaie- 
rapéutica especjfica de las psicosis. Sólo el mantenimiento de la confiisión 
entre las locuras y las psicosis permite enmascarar el hecho de que con res- 
pecto a las últimas hoy, como en 1959, encaramos aún “una cuestión pre 
liminar a todo tratamiento posible” .
Reims, 1° de abril de 1980
LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS
^ Maleval, J.- C.: “A propos de Ia Symptomatologie ‘limite’ de 1’Homme aux loups” , 
Etudes psychothérapiques, diciembre de 1 979 ,38 ,4 .
14
CLINICA
EL DEURIO fflSTERICO NO ES UN DEURIO DISOCIADO
En los estados hipnoides, no se trata más que de un alienado, 
como todos lo somos en nuestros sueüos.
J. Breuer - S. Freud 
(Etudes sur V hystérie, P.U.F., pág. 3)
; J
/
y
\ “Tengo que decirle algo terrible: mi padre era una teoria” , me reveló 
Máría, diez dias antes de entrar durante dos meses en la locura, lo que lle- 
vó a su hospitalización.^n una afírmación de ese tipo, quizá algunos reco- 
nozcan retroactivamente un indicio de la inconsistência dei padre, de la for 
clusión de su función, tesis ésta que quedaria validada por el surgimientq^ 
ulterior del delirio. Desearia hacer comprender que no se trata precisamen- ^ 
te de ello, pues un delirio histérico no está regido por los mismos mecanis- ^ "
m(^queuaJplirinpsicótico. ^
Maria estudia cultura francesa; nació en Guyana, donde reside su fami- „ > c‘‘ 
lia. Es la menor de cuatro hijos de padre negro y madre mestiza. Inicia su ’
análisis a los veinticuatro afíos. Vive en la ciudad universitaria y trabaja ^ <
como celadora de la Comisión de la Educación Especial, mientras procura 
obtener una licenciatura en filosofia. Habrá de conseguiria, pero perderá el / , 
empleo; más tarde encontrará otro, no tan bien remunerado. ^ ^
Un afio antes, una “d ep ssión” determino su intemación en un sanato- 
rio psiquiátrico. j'EIla atribuye sus trastomos, su dificultad de ser, a proble 
mas sentimentalès, a la soledad, al alejamiento de su pais, pero también a 
^ 0 más profundo. Por lo cual, después de haber puesto a prueba diversos
* Este artículo apareció en L ’Evolution psychiatrique, 1978, IV. Ha sido revisado y 
ampliado.
^ Con el fin de tespetai el anonim ato de Ias peisonas de que se trata, tuve que modi 
ficar, además de los nom bres, algunos aspectos biográficos.
17
Flora Corrêa
“grupos terapêuticos” y una psicoterapia rogeriana, de cuyo desenlace yo 
no tendría conocimiento hasta bastante más tarde, no vio más salida que la 
de un psicoanálisis.
Desde el comienzo de este último, en los primeros meses, surge que Ma 
ría es una analizante un tanto peculiar: en ei diván, durante sesiones que 
con frecuencia son totalmente silenciosas, vive episodios de regresión, en 
los cuales vuelve a ser “un bebé muy pequefio” , experimenta momentos de 
éxtasis fetal, tiene “visiones”, grita, soUoza, la sacuden espasmos, teme que 
yo la mate, dice que quiere matarme, tiene la sensación de que en el curso 
de una sesión silenciosa la he dejado embarazada, etcétera.
La violência de la transferencia, Ias alucinaciones, el afloramiento dei in 
consciente, Ias tendencias a pasar al acto. me inclinan a pensar que estoy 
ante lo que se podría llamar una “gran” histérica; considero que la esquizo 
frenia está excluida por razones que veremos más adelante.
Por cierto, la imprecision del concepto de “g r^ his.teiia” , en la situa 
tion actual de la nosografía psicoanalítica, puede Uevar a algunos a recu- 
sarfcj con toda justicia; ^ por el momento, entonces, sólo pediré que se 
aoepte que la patologia de María revelaba una estructura histérica.
A este leqwcto no es inútil recordar que Ia estructura no está situada en 
no se sabe cuáles profundidades insondables dei psiquismo, de Ias que sólo 
senan cognosdbles dertos índices, hipótesis bnplícita de numerosos traba- 
jos earmtes de ligor; la estructura está articnlaila en i»l Hkmren HpI sujeto. 
se lerela en “k» efectoa que h combinatoria puia v simple del significante 
detennina en h m f i AaA — piodace”; caosyg^e^'^ioaqui^
originar oue poneenescenaai«uietoenelcampo de nuestraexperienc^ l) 
No se trata de ona scuiilHa a partir de h cual cada uno |w e3i iêãlQ » una 
evaluación extrapolada {bordertíne, esquizofrenia latente,psicosís marginal, 
esquizoneurosis, etcétera); se discieme con predsión si uno no se priva de 
los conceptosque permiten aprehendéria.
A propósito de la estructura histérica, nada puede ayudamos más a deli-
LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS
* Sin embargo, para la Escuela de la Salpêtrière la “gran histeria” constituía una en- 
tidad patológica perfectamente caiacterizada. Aunque sepamos que esas grandes crisis, 
divididas en cuatro per/odos, eran un efecto de histerocultuia, sigue siendo cierto 
que sólo algunos de los sujetos presentaban tales trastom os. Trataré de m ostrar que 
el delirio de María participa de esa patologia, en tanto que la actualidad dei momento 
le dará su forma.
18
Flora Corrêa
Flora Corrêa
Flora Corrêa
Flora Corrêa
DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO
-a ;. _
mitarla que el cuadrípode lacaniano que articula los elementos claves dei ^ 
discurso de la histérica. * t f ^
Lo que organiza aparentemente el de Maria, el S dei sintoma que ella 0 
presenta en primer plano, es su dificultad de ser, forma de la patologia his- ^ ' 
térica que es sin duda la más frecuente hoy, en nuestra civilización. “Paso 
el tiempo sobreviviendo... Subsisto dia tras dia...” , dice la joven; tiene°aT- ^ 
gunas ideas de suicidio, se siente siempre fatipada v deprimida, sesión tras ■; ' , 
sesión reaparecen los temas de que hay que avudarla v amaria, cuando di- 
chas sesiones no consisten en una prolongada queia muda. Siguen siendo 
notahle.s algiinos fenómenns de conversion, como por ejemplo dolor de es- ' ' 
tómago o en la espalda, resistente a Ias terapias mçdicamentosas. “Mi sufri- 
miento —dirá en una oportunidad—es una reivindicación” .
ELhechodeujueJitüaju discuiscLaLSi, a aquél a quien ubica en la posi- 
ción de amo, se revela en su antiguo y vivo deseo de emprender un análisis, 
lo que no podia hacer en su país natal, por lo que tuvo que recurrir a suce- x f 
dáneos como los grupos terapêuticos y la psicoterapia rogeriana con un sa- 
cerdote. Con anterioridad, durante su infancia y adolescencia, habia sido ^ 
asidua concurrente al confesionario. El desenlace de su psicoterapia, un pa- « 
saje d acto sexualcoaeliacerdote, ponia de manifíesto con bastante clari- 
dad que, a ese amo que instituía, a continuación se esfoizaba sin» tregua ‘ 
por desalojado de su lugar^ ^
Varias veces se presentará la oportunidad de mostrar Ija dtaengión mela- , J ‘ 
fórica de las-^claracioaes manifiestas de María: la^^m^aniza el nhjptn r
ubicaÜo-fin el lugar deJajmrdad en-su-disrnrsn Süi duda el atravesamiento *' 
dei fantasma no pudo seguirse hasta su punto final; el trabajo se interrum- 
pió prematuramente, de modo que la afírmación dei determinismo dei ob 
jeto a puede parecer nada más que un postulado. Este no es sin embargo el 
j:aso; en efecto,]a4Jiesenda.4 ely!Qjdeal4í^ delideal-del,yo es completamen-
te discernible en sus manifetadones reconocemçs d primero en su delirio ^ 'j 
(el tema de ser una OVNI) o en su fantaâna conéemiente^l strip-tease', el N 
G segundo aparece en su deseo-de ser anaÜstí^V^Kàu^idofá-especializada.
^ ' (^^Ahora bien, se sabe-que-la-abicadón .de-esas-imtaficias del ideal dependen 
/jX de la inscripción dei jasgo unario. laj:ual implica la perdida dei nhjelo a 
, (çf. ’3)- * En el discurso dei psicótico, esas instancias quedan en general
; ' ^ (2) 
a Sj
® “ La foimación dei ideal -indicó Freud en 19 1 4 - seria la condición de la repre 
sión en lo que se refiere al yo” .
.'i't
Flora Corrêa
Flora Corrêa
Flora Corrêa
' ' ^ LOCURAS HISTÉRICAS YPSICOSIS DISOCIATIVASn ') _____________________ __________ -- - ---- ---- -
confundidas, o a veces están ausentes. En María parecen haber subsístidg ,,,
Por otra parte, deseo indicar de nuevo en estas líneas que al dedicage a ^ 
la escucha de los preciosos S- deJaM ílnc^ jreve la u^ruabfir-que^ernji ^
comprender algo de Ias manifestaciones dei inconsciente.
La insatisfacción esencial dei deseo. tan característica de la estructura . '
* histérica, parece localizable en la línea superior del cuadrípode,'que vincu- ^ \
i lá^a presentiíicación dei sintoma con el significado-amo. Un suefio de Ma- u 
ría ilustra el punto de modo ejemplar. “Un dentista queria ponerme una 
í . ^ corona, pero yo no queria” , dice.\Sus asociaciones parecen conducir a la ' i '' 
f . , '-Comprensión de la Jiegaiiya como una preservación necesaria de la falta, a ^ | 
. 1.,'“ ' frente al peUgro representado por el hecho de que el dentista analista la . '
' ' / colmç con una “corona” fálica. El resultado de la psicoterapia anterior no <' 
s .* í dejó de restituir ese fantasma particularmente pletórico de sentido, que du- ,
, plica lüümeflsiónJncestuosa^deia-sittiaeiéH-aBalftiea, de lo cual proviene '/ 
sin duda una de las razones de la violência de la ambivalência transferen 
cial. S 
Los suefios edípicos, la erotización de las declaraciones, los fantasmas ; 
de prostitución y violación por el padre, la culpabilidad sexual, la faliza- 
ción dei cuerpo propio, son elementos bien conocidos dei discurso de los 
histéricos,y no faltaban en el de Maria. En el transcurso dei análisis, recuer- 
da haber sofiado, durante Ias últimas vacaciones que pasó en su país, que 
suplantaba en el lecho conyugal a la madre y hacia el amor con el padre; 
en otra ocasión, rememoró haber sorprendido a sus progenitores en la du 
cha, con gran confiisión de su parte; su padre, advirtiéndolo, observó: “Es 
tá celosa” . “Fui ‘entendido’ bien” , comenta ella. Esa tendencia a h a h la r de 
sí misma en masculino, que atestigua^su idcnrifir^nn inrnnsr.iente con el 
sexo^ogueito, aparer/» fnn frffnipqr.ia “Soy Don Juan” , dijo otra vez. Y / 
también: “Le voy a hablar de hombrc a hombre”.
Por otra parte, María presenta ciertas peculiaridades más raras; por em- ^ „ 
pezar, sus “visiones” . Durante su depresión, en una especie de estado se- ^j 
gundo, le “estrechó la mano a Cristo” . Seria muy imprudente considerar 
ia esquizofrênica sobre la base de esa manifestación; recordemos, en efecto, 
que Freud habla con frecuencia de “Ias alucinaciones de la histeria” (4), de 
Ias cuales se encuentran numerosos ejemplos en los primeros casos que él 
relató(5). ^ ^
La presencia de alucinaciones visuales (en Maria se produjeron antes dei 
análisis y más tarde durante ciertas sesiones) pocas jfeces-tiene luear en los . 
histérirn»; sin que aparezcan una cierta cantidad de-Oíras pi^rfnrharinnps: ' 
fantasmas de fragmentación dei cuerpo, capacidades para Ia desidentifica- j-
20 - S '
Flora Corrêa
Flora Corrêa
Flora Corrêa
Flora Corrêa
Flora Corrêa
Flora Corrêa
ción y para proyecciones identificatorias con frecuencia correlativas, apti- 
tud para Ia regresión a demandas infantiIes7gL¥ecfiSJmjriK0-apeg0 a' uiLob- 
jeto fáÜcp. La existencia de la mayor parte de esos fenômenos puede veri- 
ficarse en el discurso de María. Un dia llega con anticipación, se siente cul 
pable por haberme encontrado en el palier, Io que le provoca el deseo de 
ahorcarse, de arrancarse el hígado y los miembros. Tales fantasmas, que 
permiten captar el origen de Ia fragmentación, son poco comunes en ella; 
en cambio resultan frecuentes los elementos de regresión: se queja porque 
no comprende que se le haga pagar a un bebé muy pequefio, tiene ganas de 
orinar en el diván, concurre al consultorlo con su psito'(que deja sin em 
bargo en Ia cartera); después de haber leído la historia de Mary Bames (6), 
lo mismo que ella, se pone a jugar con sus excrementos. Este último rasgo, 
como el hecho de que embadume Ias paredes de su dormitorio con la san 
gre de sus regias, después de un atraso, revelan sus aptitudRs p ara Hfispersa- 
nalizarse y reidentificarse; ^ary Bames le ptQvey6iu i4nodela.privilegiado, 
en. vista dei gusto de ambas por la pintura, su misma idealización furiosa 
dei psicoanálisis y el carácter idêntico de sus estmcturas psíquicas-^or otra 
parte, demuestra un apego muy pronunciado respecto des u ( ^ o /Una e ? 
pecie de persistenda dei objeto transicional-, al que cuida como si fuera 
una parte de sí misma, con el que duerme incluso cuando su “compaflero” 
Michel pasa la noche con ella; este juguete, dice, representa “Io que echo 
de menos: usted, un bebé, Michel...” La significación fálica no podría ex- 
presane con mayor claridad.
Agreguemos que en algunas ocasiones María me informó que en su pre 
sencia habrían tenido lugar fenômenos de psicokinesis; como ocurre siem 
pre en ese dontínio, diferenciar Iojifi£ljos-íeales~de4©s4ejRas4eIitantes re- 
sultaba difícil,y paiael caso de-muy4Joco-ifttefés (7 ,8).
DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO
Después de dos aiíos de un análisis tormentoso, pero que no por ello 
progresaba menos, María conoció a Alcide, un estudiante sudafricano. Sin 
transición, ambos comparten Ias cimas dei apasionamiento. Están siempre 
juntos, ya no van a la facultad, ni visitan a los amigos; su principal activi 
dad consiste en hacer el amor.
Unos dias más tarde, María delira. 
iQué ha sucedido? Alcide, cinco afios menor que ella, ^habría encama 
do a un padre introducido como tercero en el seno de una pareja imagina 
ria yo-objeto o Ideal-realidad? Lacan nos ha ensenado a discernir ese en 
cuentro en el inicio de la psicosis (9). Basta con escuchar a María, en su re 
lato ulterior de Io que vivió, para captar que se trató de algo totalmente
21
Flora Corrêa
distinto. “Lo que me dio miedn es £ue Alcide me ama demasiado,y«stfid 
también mejmaba deinasiado: a veces yo vgía muy bien.que usted tenía 
una erección cuando yo llegaba. Cuando estaba con él, siempre era en us 
ted en quien c epsaba; le tengo el mjsmo amor. Alcide es demasiado libie, 
nn tipn<» rpmplpjr»< lo quc mc inquicta 6s que quiere proporcio-
narme el máximo de placer; me dijo que soy la primera muchacha a la que 
ha lamido. Roba, no es cristiano, robó el anillo que tengo puesto. Me quie 
re ensefíar a hacer lo mismo. Tengo miedo de que me destruya. Nos pelea- 
mos varias veces. Es devorador.” ®
El desenlace-de lapsicoterapia precedente, lo mismo que ciertos errores 
que cometi y o ,eo n trib i^ e ro n a exacerbar la dimension incestuosa de la 
situación analítica, de modo que en una primera aproximación podría pos- 
tularse que se pmdtytama rp.alización fantasmática de iin. deseo edípico; 
pará decirlo con menos precision, pero con más certidumbre, hubo una ço- 
lusiôn dei fantasma con la realidad. No obstante, María fue incluso más ex 
plícita. “Todo estaba permiBdo... Era demasiado... Mi análisis estaba ter 
minado... Se hizo todo lo que yo tenía ganas de hacer...” Nada de esto in 
dica que se tratara de un encuentro con la encamación de la Ley, sino todo 
lo contrario: es la desaparición de todo límitêlQ qií.e provoca la angustia 
“loca” de María. Pero la forclusión dei Nombre-del-Padre, ^no se refiere 
precisamente a una ausência de ese tipo? En este caso, por cierto que no: 
la referencia a la permisividad excesiva implica mucho menos la noción de 
la transgresión angustiante de algo prohibido, que la de la búsqueda deses-
* Reúno manifestaciones recogidas en varias sesiones ulterioies a Ias hospitali- 
zaciones de Maiía.
^ María no suscitaba mi deseo sexual, pero quizás su episodio delirante podría ha- 
berse evitado si yo me hubiera m ostrado menos “comprensivo” con sus dificultades 
econômicas, y más rígido respecto de sus exigencias de horário; al no hacerlo, la con 
firme en su idea de que la amaba.
Con frecuencia se ha seAalado que estos pacientes son particularmente hábiles pa 
ra captar Ias fallas dei otro. En tal sentido, ^no resulta sin embargo soprendente veri 
ficar que los analistas (si hay que flarse de lo que pubücan) parezcan profesionales ca 
si infaUbles? Una de Ias consecuencias de esa actitud se manifiesta en la poca cantidad 
de documentos analíticos conceraientes a psicóticos disociados. En vista de que se 
han obtenido resultados espectaculaies con histéricos delirantes, abusivamente califl- 
cados de psicóticos (cf. Rosen, Rosenfeld, Sechehaye, M. Milner, Pankow), los ana- 
Kstas, por tem or de que su competencia sea sorprendida en falta, poco se atreven a 
sentar por escrito sus fracasos inevitables con sujetos cuya psicosis es un hecho estruc- • 
tural y no un cuadto psiquiátrico.
No podría ser casual que el documento esencial en el cual Freud y Lacan funda- 
ron su estúdio de la psicosis sea un texto, y no el relato de una cura.
LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS
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<^^««éa-deuua Ju iid^en tQ que estaria faltando; María no experimenta el 
.«entimiento exprcisado por la mayori’a de los psicóticos: el de unrágujeròi 
“ que no logranJlgnai. Así, es frecuente que enfrenten un problema irresolu- 
ble; Wolfson y Schreber temen más que náda quedar con la cabeza vacía, 
cesar de pensar; el primero quiere ser capaz de convertir instantáneamente 
Ias palabras inglesas en palabras extranjeras con el fin de “poder imaginar- 
se de alguna manera que no le hablaban en esa lengua maldita, su lengua 
materna, el inglés” (10). Schreber, por su parte, vivia con “la sensación de 
haber resuelto una de Ias más grandes difícultades que fueron planteadas a 
un ser humano” (11). Maria, por el contrario, me dijo: “Tenía la sensación 
de la perfección: era peor que la muerte”. Ella no se encuentra en presen 
cia dei vacio de la forclusión dei Nombre-del-Padre. lojjue IgLllevaiíia tra- 
" tar de colmar el abismo, sino que, a la inversa, encuentra de pronto lo ple 
no, lo colmado, “la perfección” . Dicho de otro modo, le falta la falta, lo 
que Lacan demostró que está en el fundamento de la-angustia^dr«astra- 
d ó a ( 12) . «
La causa desencadenante dei delirio de María, ^no es una de Ias más fre 
cuentes dela histeria? C. Villechenoux llega incluso a seíiálar que el encuen 
tro con un objeto sexual seria la causa desencadenante especifica de la lo 
cura histérica (13); aparentemente es lo que se observa en numerosas oca 
siones; el caso de Natalia, estudiado más adelante, habrá de confirmarlo. 
Con todo, dudo de que ésa sea la única circunstancia propicia para la eclo- 
sión de un delirio histérico.
En los Estúdios de Breuer y Freud, Elisabeth von R. revela, junto a sus 
trastomos, un episodio aparentemente distinto dei que suscitó el delirio de 
María; y que sin embargo (vamos a verlo) es bastante análogo: al entrar en 
la habitación donde reposa el cadáver de su hermana, se le ocurre la idea, 
rápidamente reprimida, de que el cuüado, d que ama sin confesárselo, ha 
quedado libre y puede casaise con ella (14). También a Elisabeth von R. de 
pronto le falta la falta; la situación nueva ya no preserva la insatisfacción 
esencial de su deseo, y a partir de alli aparecen los sintomas para ligar la 
angustia. Ahora bien, es interesante observar que Elisabeth no padece un 
delirio ni ahicinaciones; sufre sobre todo de astasia-abasia, un fenômeno de 
conversion. Es fácil comprender que la misma defensa no habria podido 
operar en el caso de María: ningún proceso mnémico estaba en condiciones 
de descartar la realidad insistente que entraba en colusión con sus fantas-
® Parece heurístico distinguir la angustia de castración (que pueden experimentar 
los sujetos andados en lo simbólico) de la angustia de nadificación que experimentan 
los psicóticos.
DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO
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mas edípicos. No podia producirse la^represión.. La proyección delirante 
parece haber sido la única posibiÜdad que.se le ofrecia a nuestra joven para 
poner a distancia las representaciones inasumibles. El cufiado de Elisabeth, 
en cambio, no se interesaba en ella, de modo que no le impidió montar una 
de las defensas ordinarias deihistérico.
Se afirma con frecuencia que el inconsciente de los psicóticos * estaria 
al desnudo; es cierto que no faltan elementos para sustentar esta tesis, aun 
que ella no es sostenible en todo su rigor. i^ En efecto, en el caso de Maria, 
por una parte, IpsX^tasmas edípicos que alimentan el delirio sigueiLsien- 
do inconscientes: por la otra, elementos importantes tales como el desenla 
ce de su psicoterapia, o Ia lepra de Ia madre, son también censurados, pero 
ulteriormente, en el transcurso de algunas semanas de análisis siguientes a 
Ias hospitalizaciones, pueden cobrar sentido en relación con el desencade- 
namiento y los temas dei delirio. Además, no se subraya lo bastante que las 
manifestaciones de los sujetos delirantes son muy disímiles entre sí;en los 
escritos de Schreber o de Wolfson, la forclusión dei Nombre-del-Padre es 
claramente reconocible, mientras que en los discursos de los grandes histé 
ricos Io que se suele dejar descifrar sin dificultades importantes es la.temá- 
tíca edfpica. En-nã^;anG-deJes-dôs^asos, no obstante, nunca el delirio.en- 
trega lisa y.Uan^ente su verdad. En Io que concieme a Ias psicosis diso 
ciativas, Ia deformación parece deberse a la deriva metonímica de la cadena 
significante suscitada por un vacio que ella no puede decir, mientras que 
en Ias locuras histéricas se trata, sin ninguna duda, de metaforizaciones gu- 
yo sentido es integrable en Ias asoçiaçiones dei sujeto.
La proyección delirante de Ias locuras histéricas debe diferenciarse dei 
mecanismo que suscita el delirio de Ias psicosis disociativas; en la teoria 
freudiana encontraremos sefíalados los elementos de una distinción de ese 
tipo.
LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS
' Unos dias después dei encuentro con Alcide, que ella me relató con en 
tusiasmo en Ia sesión anterior, Maria apareció en el consultorio acompafía- 
da de su amigo, quien me propuso “ayudar a analizarla” , porque ella era 
“extravagante” y a veces violenta. María estaba de acuerdo. Les digo que
^ En este párrafo utilizamos la palabia con su sentido psiquiátrico.
En una carta a Fliess dei 21 de setiembre de 1897, Freud observa que “en la psico 
sis más profunda el recuerdo inconsciente no se transparents, de m odo que no se re 
vela el secreto de los acontecimientos de la juventud, ni siquiera en los estados más 
delirantes” .
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es algo en lo que no se puede ni pensar, La joven comienza a llorar (40 a 
reír?) suavemente, se deja caer al suelo, y le ordena a Alcide que salga, que 
es lo que él hace. Vacilante, ella se tiende en el diván. Por primera vez, aí- 
gunas de sus manifestaciones son francamente delirantes: “Voy a regenerar 
a Marte... Somos Dioses. No cesamos de hacer el amor. Somos los únicos 
que lo hacen en el mundo. Somos extraordinarios... Ten^o miedo de que 
me destruya. Su amor es devorador. Lo golpeé. Nos peleamos>.. Voy a ser 
convertida en agua... Se era tres... ocho... catorce... Los números perfec- 
tos... Tengo miedo de un vampiro en la oscuridad dei corredor... Lo que 
me inquieta es la estructura de la casa... Tengo ganas de abrazarlo a usted... 
Los animales que hay sobrè su escritorio son terroríficos...” Compré li 
bros en una librería a la que antes no me habia atrevido a entrar. Ahora ya 
no tengo miedo, todo está permitido. Le dije a Isabelle qüe tuve deseos de 
hacer él amor con ella... Me exhibí en la calle con él... No comprendo la es 
tructura. ^Por qué cambió de lugar los muebles sin decírmelo? El armaiio 
es un demonio. Nunca me atrevi a tocarlo... La estructura perfecta... la es 
tructura con el patio adelante...”
Durante toda la sesión, en la que María se queda tendida en el diván, su 
discurso despliega una especie (k fuga de ideas. de Ia cualjnisjiotasjio. 
pueden dar iina imag?n iupprfirial La tonalidad afeçtiva de sus
manifestaciones me pareció difícil de captar: como en una especie de esta 
do maníaco. Ia alegria exhuberante y la angustia parecen mezclarse intima 
mente. En el mismo momento me pregunto: ^se trata de una locura lúdica, 
de un breve acceso delirante suscitado por la sesión, o verdaderamente dei 
nacimiento de un delirio? No considero Ia posibilidad de hacerla hospitali 
zar, cosa que pienso es incompatible con mi posición, y no alcanzo a ver Io 
que podría ayudarla, dada la perplejidad en qüe me encuentro. “En los 
casos agudos de histeria -escribió Freud en 1904- es preciso esperar que 
se instale un período más calmo” (15). *l Sin duda ese dia hubiera sido 
preferible, sin embargo, no dejarla sobre el diván, cosa que no podia más 
que favorecer el surgimiento de Ia eflorescencia fantasmática dei delirio.
La sesión concluye, María se pone de pie vacilando, se desploma a mé 
dias, se aferra al respaldo de una silla, queda doblada en dos durante algu-
En ese m om ento, aparentemente María no padecia aún alucinaciones;los animales 
de los que habla son perros de porcelana.
Una afírmación de ese tipo parece indicar que en esa época tenía en cuenta la po 
sibilidad de la aparición de estados delirantes en el curso de la histeria: ^qué seria, si 
no, una histeria aguda? Pero veremos que su pensamiento respecto de este tema se 
modifico.
DEI. TRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO
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nos minutos, sin intemimpir su disp.iirsn jncnherente, que.tomaxomtqiun- 
to de gart^ lo que se ofrece a su mirada: después me paga y sale. Al cabo 
de un instante, tocan el timbre en la puerta. Cuando voy a abrir no hay na- 
die, pero resuenan gritos de terror provenientes dei piso de abajo: “La os 
curidad... tengo miedo... el vampiro...” Oigo a alguien, un vecino, que tra 
ta de apaciguar a María; después todo se calma.
En los dias que siguen, me llama por teléfono un psiquiatra dei Centro 
Hospitalario, quien me hace saber que María fue hospitalizada en un esta 
do de exaltación, poco después de su última sesión. Me dice que presenta- 
ba un delirio de posesión demoníaca que en ese momento ella sopesa, pon- 
deradamente. El j)siquiatra piensa xjue se trata de un deIiria.histérico.
No desea retenerla mucho tiempo. A propósito dei “histérico en el hospital 
psiquiátrico” , algunos autores han senalado con pertinencia que en Ias his 
torias clínicas, en el espacio reservado para el nombre de la “persona a la 
que se debe avisar” o “encargada dei paciente” , aparecen casi siempre los 
datos dei personaje que el histérico tiene necesidad de convertir en espec 
tador, el otro actor del drama, el “personaje conflictivo” (16), y María ha 
solicitado que se comuniquen conmigo, confirmando plenamente aquella 
observación.
“Salí dei hospital” , me hace saber dos semanas más tarde, por teléfono. 
“No voy a seguir. Tengo recuerdos, usted comprende...” Acepto su deci- 
sión, aclarándole no obstante que cuando quiera puede volver, si algún dia 
cambia de parecer.
Sigue un período durante el cual es hospitalizada varias veces. Me llama 
en tres oportunidades por teléfono, informándome de sus tribulaciones. La 
primera me dice: “Me va mal. Él análisis me mató. No creo que vaya a cu- 
rarme en el hospital, ni con usted” . En la segunda llamada, me entero de 
que está “en C., con los locos. Me da gusto oírlo. En P. me drogaron, me 
dieron una inyección y, sin decirme nada, me mandaron aqui. Le van a ha 
cer Uegar una carta que le escribí” . Finalmente, en la tercera llamada, des-
LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS
Las formas que tom ó el delirio de María podrían haber llevado a calificarlo tanto 
de paranoide como de parafrénico, incluso a veces de aaníaco, con lo cual se ilustra 
el hecho demasiado mal conocido de que todos los smHrnrnBs p^igiiiáitict« piietlp.n 
aparecer spbiç el fiindam ento de una estructura histérica. Esta es una de las piinci- 
pales razones de la difícultad para el diagnóstico(incluso de la imposibilidad de diag 
nosticar) sefíalada por Ia mayor parte de los tratados modernos de psiquiatria, cuando 
se trata de establecer sobre la base dei enfoque psiquiátrico tradicional una distinción 
semiológica entre las formas delirantes y alucinatórias que marcan la entrada en una 
psicosis i jó n ica , por un lado, y por el otro aquellas que sólo constituyen la manifesta 
ción temporaria de una “psicosis aguda” .
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pués de sorprenderse por el hecho de que yo no hubiera recibido la carta, 
pide unà cita: “Todavia tengo miedo de ir a su casa, pero no de usted... 
No podría soportar el diván; me gustaría estar cara a cara...”
De modo que retoma dos meses después de su última sesión. Acepto 
provisionalmente atenderia cara a cara. De entrada, me relata su delirio. 
Vamos a dedicar varias sesiones a ese relato insistente, repetitivo, inquieto, 
ciue da la impresión de que ella experimenta la necesidad_de metabolizar 
»-feS»4esboide_.de si^nificaciones. Es difícil comunicarlo, pues no se trata de 
un delirio sistematizado. “Tuve —me dice— varios delírios independientes,
o que quizás encajaban unos en otros”.
No obstante, en la narración hav ciertos temas que aparecen reiterada- 
m er^ . Voy a tratar de seguir a algunos de ellos de sesión en sesión; van a 
pênnitimos penetrar en la especificidad dei delirio histérico.
“Yo era una OVNI, un mensajero de amor para el mundo”, fue sin duda 
una de Ias ideas prevalecientes, expresada de diversas maneras, no necesa- 
riamente coherentes entre sí. “Tenía que ir a otro planeta, seguramente que 
a Marte, para salvar almundo. Era una Ovni para reparar lo que hicieron los 
hombres: la polución dei mar dei Norte. Habia sido elegida, fui enviada 
por los OVNI para remediar la polución, habia atravesado con éxito un 
control antipolución. Antes de mi crisis, celebré una misa negra durante la 
cual me froté con agua oxigenada”. María -n o lo olvidemos- es mestiza, 
de modo que Ias metáforas son fácilmente reconocibles;sólo excepcional 
mente ua deliiitt-psiGÓtico puede-propoicÍQj!jj[t.una impi©siéft«iáIoga4e 
inteligibilidad. Ese sentido latente, que Janet denominaba “idea fi)a” sub- 
vacente. es precisamente aquello en lo que él reconocía, desde 1892, la es- 
pecificidad dei delirio histérico en relación con los otros estados delirantes 
(17). Veremos más adelante que Ias si^nific;icinTifíri flptprminffntffi ilf* Im tp 
/ rislirin nn tnn..irT»prftríMe»-paffr4frpf«^ a-Mari'ii.
Por otra parte, en su locura importa subrayar hechos característicos: la 
presencia o indusja la n m n ip n » ^n ci3 ds la sigpifir.agión ia lir ;a y de la tCHlá- 
tica sexiial. Así, ella habia perdido una llave, pero Lacan, el gran mago, la 
tíabía encontrado; lo veia en sus alucinaciones, que corroboraban el deli 
rio, con “una varita mágica y bolas doradas” . Creia ser estéril, pero queria 
un hijo de Alcide para demostrar que habia hecho el amor. Tenía todo el 
düiero dei mundo, todos los diamantes de Sudáfrica. Veia un diamante pe-i ‘ 
.1' ' netrar a una perla, etcétera.
Esa última imagen permite la fácil captación de su sentido latente; los 
diamantes están vinculados con la virilidad de Alcide, constituyen un pro- 
ducto importante de su pais, mientras que María se representa a sí misma 
como una perla, lo cual parece revelar la falización dei cuerpo oropio. fan-
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tasma que confirma en una de las últimas sesiones: para agradecerme el he 
cho de que está mejor, quiere ofi-ecerme una demostración de strip-tease.
Su identificación con “una OVNI", ^no es acaso dei mismo tipo? Todo in 
dica en su discurso, lo mismo que en el âmbito de la imaginación contem 
porânea, que concibe a los extraterrestres como seres todopoderosos- Ade 
más me revelará más adelante que me percibía como a “un ser venido de 
otro mundo, o de otro planeta” ; en otras palabras, como Ío veremos, veia 
en mí a alguien tan inaccesible como su padre, de modo que ser “una”
OVNI constituía una condensación que le permitia bosquejar una realiza- 
ción de deseos«dipicos. e identificarse con laomaipotencia-que atribuía, a 
su analista.
En las ideas delirantes de Maria aparecen otros temas fálicos más angus 
tiosos, como cuando relata lo que ocurrió a la salida de la sesión anterior a 
la hospitalización: “Habia un hombre al pie de la escalera. No era Alcide, 
sino usted. Tenía anteojos, vivia en su casa, era Lacan, le acaricié el pullo- ^ " 
ver, como habia sonado hacerlo con los suyos. Me preguntó qué era lo que tf 
no marchaba, y me dijo que iba a entrar en su casa y hacer el amor. Yo te 
nía miedo de la estructura de la casa, de la oscuridad dei patio, de ese hom 
bre, de usted” . Esas pocas frasesp^aiecen revelar que el delirio onírico tiene ^ ^
a veces la estructura de<una pesadilla' ^se sabe que esta última resulta de un '' • 
relajamiento de la censuraTcnando'ella se vuelve demasiado insuficiente; en 
cuanto’Maria se aproxima demasiado a sus deseos incestuosos, aparece la 
angustia, y los vampiros surgen en la realidad. El mismo mecanismo opera 
probablemente en su miedo a volver a las sesiones: “Tenía miedo de usted; ^
Maleval era el mal, el Diablo, un vampiro... Creia que nunca volveria a su 
consultorio”. Se entiende que ciertos analistas, en presencia de delirios de 
este tipo, hayan podido sostener que una psicosis, “por su contenido ma- 
nifiesto” , no seria más que “una pesadilla interminable” (18).
La provección delirante de la locura histérica«s una defensa menosjfl-.
permite que los deseos prohibidos se transparenten - 
con mayor facilidad. A ello se debe sin duda que en el mundo dei histérico 
delirante pocas veces falte iina intensa, culpahilidaH. “Tuve mucho miedo ^
-dice María— al encontrarme entre los locos. Los edificios estaban dis- 
puestos en forma de H, lo mismo que en la Biblia; pensé que el sacrifício ' 
de Abraham iba a ser mi sacrifício. Mi compafiero y yo estábamos conde-
LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS
.Se com prende en to n ces la curiosa u tilización dei fem en in o delante de la sigla 
O VNI, que com o sabem os significa "objeto volador n o id en tifica d o ” . ^No se trata 
tam bién de un (W/z de una histérica ingeniosa para designar su estado?
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nádos por lo que hicimos. Yo iba a ser castigada por haber perdido la Uàve. 
Lacan la habia robado” . En una habitación dei hospital, ella se acostaba en 
el suelo, cerca de la puerta, creyendo que de ese modo estaba menos al al 
cance de los efectos de la bombilla eléctrica que pendia sobre la cama; esa 
lamparilla representaba un filtro que enviaba rayos mortales.
“Nadie sabia dónde estaba. Crei que iba a quedarme alli. Estaba en el 
arca de Noé. Todas Ias especies iban a ser renovadas. Me habian mandado 
alli para que no pudiera cumplir mi misión, para que el mundo no supie- 
ra lo que yo tenía que decir. Me habia convertido en invisible” .
Hace poco tiempo hemos propuesto que el delirio. lo mismo que los 
otros’ sintomas histéricos, representa-una-castración imaginaria (19), aun- ^/
DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO
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que más no fuera que por el riesgo de intemación que hace correr al suje 
to, lo cual constituye en general un trastomo espectacular. Vemos que Ma-, , 
ría confirma esta tesis, tanto más cuanto que aüade que, a la salida de la se- 
sión en la que se puso a delirar, al encontrar al hombre al pie de la escalera, ^
ella tuvo “ja ^ npresión de estar doblada”. y creyó que su “columna verte- ' 
bral estaba rota” . Por otra parte afirma: “Mi delirio era un castigo porque 
aquel dia yo dejé abierta la puerta de su sala de espera” . En el contexto 
transferencial, el episodio se experimentó como -mia-desobedienciagrave.
Encontrarse “con los locos” constituyó una experiencia muy penosa: ha- 
bia sido secuestrada, incomunicada, entregada a sus perseguidores. Apa 
rentemente, quizá por mucho tiempo más, haber estado en el hospital psi 
quiátrico seguiria siendo para ella una herida abierta. Además temia que 
Alcide continuara creyéndola loca.
^ No obstante, en otras circunstancias, parece que el hospital también 
constituye “uiL abrigo” . En la segunda hospitalización se presentó por si ^
^ misma, ** solicitando que se la protegiera de Alcide, con el que acababa de
^pÿi.^ >(peiea(r. Lo habia herido ligeramente en el rostro, y temia que él la matara. -, ^
, fen resumen. eLdeliriQ. la-locuta. la-intemación. si soniuentes de angustia.
^ sirven también para ligaria, ^ n tal sentido, María pronuncio una frase asom- v/ ^
brosa: “Era como si-æakuienJe-extirpafaft4es-ovaries-v^euatro meses des- ^
pués ella tuviera un nino” . El delirio histérico aparece alli tal como es: una - i
castración imaginaria v al mismn tiemno-una fuente ds-satisf^ción autne- '
Los benefícios secundários dei delirio histérico no son poco importantes: . - ^
a la sensación de ser una OVNI la acompanaba un placer intenso. Èn otras ~ 
circunstancias, Maria pensaba que ella y su “compafiero” eran dioses, que
Aparentemente hubo tres durante los dos meses de interrupción dei análisis.
. t , ;
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------------- ::------ -------------- -------- -^----------------------------------
'i ' '- '
todo les estaba permitido, que eran personajes extraordinarios. Llegó a bai 
lar en la calle aloir música. Ella era un “siroco de amor” , etcétera. / '
\ Todos esos elementos inducen a considerar al delirio Justérieo €©mo un 
v-'' caso particular de los Helirins nnirir.ns, tales como los suscitados por el al- 
_£ohol o las drogas alucinógenas. Lo mismo que en los últimos, el sujeto 
,*"experimenta satisfacciones narcisitas extremas, a veces interrumpidas, o 
^ ' ^precedidas, por terrores de pesadilla. Era “como un suenò” , me dice Maria 
^ - ^ en la última sesión, unos dias antes de retomar, quiza definitivamente, a su 
lejano pais. Otro importante punto común en los diversos delirios oníricos:
' ■ la riqueza de las alucináciones visuales; para Maria, con la mayor frecuen-
> cia, estaban constituídas por objetos que se animaban y convalidaban sus 
ideas delirantes.
'Ejj el caso de los alcohólicos, Tausk ha extraído la idea de “delirio de 
açiióa” (20); aparentemente ese concepto gana si se lo entiende en un sen 
tido más amplio que el que le asignó su creador; también describe entonces 
con bastante precisión esos múltiplespasajes aLactp_que vuelven tan difícil 
el tratamiento de los grandes histéricos; en María, por ejemplo, hubo desde 
intentos de golpearme hasta una sesión en la que se tendió en el piso, ocul 
tando la cabeza, con el objeto de castigarse, pasando por algunos golpes 
propinados al diván. Incluso todo ello fue poco en comparación con Mary 
Bames o Renée (21), para hablar sólo de los sujetos más conocidos.
Con respecto al “delirio de acción” , seria difícil encontrar algo más ilus 
trativo que la observación de Richard, un joven que vino a hablarme hace 
algún tiempo. Unos lo habian calificado de esquizofrénico, y otros de fron- 
terizo o psicópata. Además de algunas ideas delirantes cuyo tema era su 
omnipotência, presentaba como perturbación principal, entre las hospita 
lizaciones, ^d^çtuaoMiikalâmiaiídípicos: no queria abandonar la habita 
ción exigua en la que vivia su madre, y luchó con su padre armado de un 
cuchillo, deseando sin ambages que muriera. A veces esa problemática se 
desplazaba hacia la pareja de su hermana y el cufiado, a los cuales estaba 
muy ligado, si bien experimentaba impulsos de eliminar al hombre. No 
puede sorprender que haya arrojado un adoquin a la ventana de un tera 
peuta que lo atendia desde hacia varios anos. La inouietud que provoca es- 
te tipo de patologia lleva en pp.neral a fn rm iila r riiapnóstir.os “ graves” , s ^ 
bre todo cuando se tra ta Ha p ac ien te s v a rn n p s , de modo que no se tiene 
' lo bastante en cuenta que puede tratarse de u n a forma de histeria.^ \
<; Además de los temas edípicos, de los de castración., de culpabilidad y de 
'^satisfacción narcisista, los èlêméntos constitutivos dei delirio histérico pa- 
'irecen emanar de las signifip.ap.inne.«; d*"! niij' t^n En
■í tal sentido, Freud escribió en los Etudes sur l ’ hystérie que “^na parte de -
\ :P . s
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DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO
los antiguos recuerdos traumáticos constituye el fundamento dei delirio” 
(22); yo trataré de demostrar que ese fundamento dei delirio histérico está 
en otra
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fetím a iBCuerdos penosos. Así, Ias inyecciones que se le aplicaban tenían
de corregir su nacimiento prematuro: sentia el hecho de ser ’ v
■^(sietemesin^por lo menos era lo que decía) como un peijuicio nunca repa- ^
ràaõ. El aÇngo que le prestaron en el hospital le parecia “la lepra de su ma- ^ . 
dre que llevaba sobre s f ’; antes de su delirio, María ya me habia hecho sa- (,"7' 
ber que la madre padeció esa enfermedad, de la cual sin embargo se habia • ' 
curado. Durante sus hospitalizaciones, la joven siguió frptándose a veces 1" ' 
con agua oxigenada para aclararse la piei. Las tentativas de “blanquearse” j ' \ 
se articulaban con el tema de remediar Ia polución, que quizá no carecia de b 
relación con la lepra, cosa que sin embargo María no llegó a revelar. ' ■'
Antes de su partida, en la docena de sesiones ulteriores a las hospitaliza- ^ ; 
ciones, ella insistió reiteradamente en el delirio; queria comprender lo que ^
habia ocurrido, y yo la asistí en su intento encarnizado de elaborarlo, me- 
tabolizarlo, introducirlo en sus asociaciones. El tiempo fue demasiado bre 
ve (apenas un mes) como para que ella llegara a aprehender las impUcancias 
sexuales de la metafórica “polución dei mar dei Norte” : con todo, sur- 
gió cierto material concemiente al deseo de sus p ad res de “ p u r if ic a r la ra- 
za” (ella habria sido la menos querida de las hermanas, por ser la más negra), 
a su pesar de analizarse con un blanco siendo que su padre era negro, a sus 
sentimientos de abandono y terror cuando la madre tuvo que intemarse en 
un hospital para curar su lepra, etcétera. En cuanto al fundamento dei 
mensaje de amor que debía Uevar a los hombres, con el objeto de detener 
las luchas, se vio que en realidad se trataba de reconciliar a su padre con su 
madre; la desinteligencia entre los progenitores le provocaba un vivo sufri- ^V 
miento.”
El tema angustiante era “no encontré l^llaye^ Lacan la robó” ; sus eluci- ^
daciones al respecto me parecen totalmente características de la extrema '■ 
condensación dexiertos^lementQS dei delirio histérico, la cuaLsu^e-fwodUi 
cir, erróneamente, la_misma sensación de incoherencia que un delirio psi- s
cy , •&'
Una fuga de petróleo de una plataforma de perforación en el mar dei Norte habia 
sido una importante noticia de actualidad en ese momento. El hecho de que María se 
haya aferrado a ese acontecimiento es muy revelador de la sensibilidad de los histéri- .i,”’ 
COS a los principales signifjcimtgjje su tiempo. ~
Se sabe en efecto que el fracaso de la pareja de padres constituye una de las causas ~ 
frecuentes de la histeria de los ninos (cf. 23). ^
31 -
Flora Corrêa
Flora Corrêa
Flora Corrêa
PAREI AQUI
LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS
cótico. Un mes después dei inicio de su primer episodio delirante, ya de 
regreso en sií habitación de estudiante, se peleó con Alcide,hiriéndolo cer 
ca dei ojo. Enfurecido, él amenazó iniciarle un juicio. ‘Tuve mucho 
miedo -comentó María-; sus padres son ricos, poderosos, y los mios no. 
Pensé que iba a matarme. El creyó que lo habia golpeado con un arma, 
pero fue m(jlav^; me asusté al ver sangre y arrojé(la llave por la vent^a,
No quiso creer mis explicaciones, estaba convencidoTie^que se trató de un 
arma, de un cuchillo; fuimos a buscar la llave en el césped, pero no la en 
contramos. Entonces me refugié en el hospital. Conflaba en que Lacan hu 
biera robado Ia llave para resolver mis problemas”. Sus manifestaciones 
acerca de “la estructura” , en apariencia totalmente insensatas, conducen 
de por si a asociaciones complejas relacionadas con la arquitectura de la re- 
sidencia dei padre de Alcide, por su similitud (lejana) con el edifício en el 
que yo trabajo. Si el análisis hubiera podido continuarse, t^dalleva a creer' 
que-sl d#tiri»-de-Mana, poco a poco. como un suefla,&md;imRntal, hahria 
llegado a cobrar sentidn y a ji^ tpgrar-ip! en sm Por lo demás, se i >-
adivina con facilidad que el tema prevaleciente, el deseo de “blanquear” , de 
liberar al mundo de la polución, y de regenerado, se refiere bastante expli 
citamente a la culpabilidad suscitaria, por la relación c ^ Alcide. que es ne 
gro, como el padre de María y el sacerdote psicoterapeuta, siendo que los 
progenitores querían “purificar la raz j” .
(JTodos estos datos referentes a la capacidad de María para captarei sen- 
, tido oculto de su delirio me parecen suficientes para que al respecto no se 
s^ a hablando de “psicosis histérica” : los elementos rnngtitiitivns 'l** P''»- 
yeccion delirante no están forcluidos, sino que son significantes reprimidos/ j 
que retoman en la realidad. \ v
Poco liempo antes de su partida, María se inquietó de nuevo por la 
“contratransferencia demasiado positiva” que yo tendría respecto de ella, ‘ 
no obstante Ib cual se preguntaba por qué no fui a veria al hospital y por 
í-qué le he aumentado los honorários. Su amiga Silvie le explico que, en lo 
tocante a la “contratransferencia” , se trata de fantasmas suyos. María tie 
ne en cuenta esa posibilidad. Aunque no esté todavia dispuesta a aceptar- 
 ^ la, concibe que su idea de ese momento puede tenerun sentido diferente.
Si se tratara de una psicótica, se aferraria a su sensación. sin que pudiera 
eyocarse la existencia de “Otra escena” .
 ^ ^Las afirmaciones que en mayor medida podrían orientar hacia la no 
ción de forclusión (el tema delirante “se iba a borrar mi nombre” o “mi
** Rcacción sorprendcnte dc este amante, pero reveladora de lo<! fantasmas de trans- 
giesión de la legalidad que enfrentaba María,^- . '
' i 2
7
DEURIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO
padre era una teoria”) tienen en realidad una explicación totalmente dis-
tinta. “Mi nombre iba a ser borrado porque yo sabia que no tenía más di- 
nerb ni trabajo, que mis estúdios no tenían salida laborai, y que tendría ^
que volver a la casa de mis padres. Es lo que sucede ahora: retire mi nom- ^
bre de la puerta de mi habitación. Cuando encontraba terrible que mi pa- r ‘
dre fuera una teoria, queria decir que era inaccesible, que no me hablaba ^ 
nunca; yo me veia obligada a imaginar lo que hacia, lo que era; no sabia ■
casi nada, con suma frecuencia estaba ausente, y yo tenía que hacerme una ,5^' 
teoria de él” . \ ‘
María se ha ido a Ultramar. Es poco probable que vuelva; a falta de ana 
lista, también es poco probable que pueda continuar el trabajo emprendido.
No obstante, durante el último mes, no sin angustia, soportó un considera- 
—D ble(|nene9>. Su padre le pareció menos terrible;se animó a escribirle a pro 
pósito de Alcide. Casi olvidó a su osito, pudo expresar por primera vez que 
hubiera deseado que su análisis fuera didáctico; se interrogó acerca dei 
amor que le tenía a su amigo; tomó la^eçisión de trabajar, en vista de que 
sus estúdios no tenían salida laborai; experimentó la sensación de “estar 
de nuevo en la realidad” . Quizá la conclusión brutal y radical de este aná 
lisis le permitirá continuar avanzando.
“Es duro —dice- ya no ser una OVNI” .
^ Catamnesia 1980. Algunos meses más tarde, recibí la primera de una se 
rie de cartas de María. Me hizo saber que, durante una nueva psicoterapia 
con un psiquiatra, sus trastomos recmdecieron. Denomino al episodio “de 
lirio corporal” : mi cuerpo -escribió- se ha vuelto loco y grita de dolor 
por todas partes. “Tenía enfermos los ojos, los oídos, la garganta (anginas).
Me dolía violentamente el estômago, con crisis de aerofagia. Tuve una her 
nia umbilical que sólo empezó a dolerme cuando la descubrieron y me lo 
hicieron saber, y dolores en los ovários... Quedé mucho tiempo enferma de 
los ojos... no podia leer, ni escribir, ni mirar televisión. Tenía mucho mie 
do de morir de agotamiento por haber luchado demasiado, y me caía con 
frecuencia. Estuve de nuevo al borde dei hospital psiquiátrico” .
Interrumpió su psicoterapia; durante casi un afío padeció un estado de- 
presivo grave; persistieron diversas somatizaciones; los conflictos famihares 
dieron origen a deseos de matar a quienes la rodeaban y a ideas de suicidio.
A lo largo de ese período me envió varias cartas solicitando ayuda. Yo 
acusaba recibo y sólo respondia de modo sucinto, puesto que estaba al 
otro lado dei océano, en el lugar en el que durante el análisis ella ubicaba a 
su padre: el de aquél cuyo amor podría resolverlo todo. A veces mi reserva
33
desencadenó su cólera; “Estoy harta de la no existencia, pero también har- 
ta de la infantilización de la relación médico-paciente. Le digo MIERDA. 
Usted está ENCERRADO en una función, una institución, una legitimidad, 
una ‘autoridad’ envilecedoras para una persona y para una relación perso 
na a persona que usted descarta... Ya le dediqué demasiado tiempo... Usted 
me joroba. A usted hay que matarlo como a los otros... Váyase al ^ablo, 
aunque yo no se lo desee en el fondo” .
Después de permanecer en una clínica especializada en el tratamiento 
de trastomos psicosomáticos y de algunos dias de retiro en un monasterio, 
emprende una .nueva psicoterapia con otro psiquiatra. Bastaron cinco me 
ses para que la relación transferenciai pasara dei idilio al odio y el trabajo 
se interrumpiera una vez más.
No obstante, la ambivalência de la que daban testimonio sus cartas se 
atenuo sehsiblemente: “Me siento un poco menos agresiva con usted por la 
ignorancia en que estoy de su vida, de su personalidad, de sus preocupacio- 
nes, ignorancia eri la cual usted me mantuvo durante el tratamiento psico- 
analítico e incluso después. También se ha negado a mantener correspon-
mí, de no xomprometerse en, unajskción personal conmigo y también^y 
quúá sobre todo, de obUgarme a vn lv erm e hacia u n a .soliirinn 
que no encontraba en sus cartas. Comprendo mejor esa actitud... No he en= 
confarado a nadie que pueda desempenar su papel, es decir el dealguienjiue 
pueda ayudarme sin desttuinne, que pueda hacer que-su-peraonnüdud.-y) 
interfieni la mía;a ello se debe sin duda que retome aiisíeicon-teiiacldad. 
Creo percibir mejor y qtiizá aceptar su actitud de psicoanalista. Creo acep 
tar n ^ o r lo que peyqrativamente habia llamada sus ritos. ^ posible que 
se trate dei punto de paitii|ELdâu.O desblaqueo respecto dei psicoanálisis en 
lo que éste tenia de ma'.<! fn iü íran íft.para
En su país comenzó a trabajár un analista; a pesar de algunas reticencias, 
ahora piensa dirigirse a él.
Dos afios y medio después dei episodio delirante la mejoria es notable; 
han cesado sus somatizaciones más importantes; ha dejado la casa de la fa 
mília, con sus interminables««rf]j©tos; durante las últimas vacaciones hizo 
un amigo y parece vivir en armonfa con él.
LOCURAS HISTÉRICAS YPSICOSIS DISOCIA TIVAS
ELdesencadenamiento.dg Ins tastm a ns, la oiiujipreseiiçia. de Ja.sign.ifi- 
caciónfáli,ça, flf tnptáfnrac la„au«efteia-4e-neQlngismns y áe
estribillos. la no disociación de las manifestaciones delir^Jes. nada de todo 
esto, en la observación dei episodio psiquiátrico de Maria, corresponde en
DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO
-dêia^forcluãóiajdel Nombre-del-Padig^ . En 
cambio, existe un texto psicoanalítico de 1919, “La genèse de ‘1’appareil 
à influencer’ au cours de la schizophrénie” , que presenta.el caso de una jo 
ven llamada Natalia, cuya patologia converge en numerosos puntos con la 
de María. ^Por qué en el dia de hoy se menciona tan pocas veces esa con- 
tribución de primer orden al estúdio de ciertos estados delirantes? ^Por 
qué el nombre de Victor Tausk no âparece nunca en los Ecritsl ^Por qué 
su trabajo sobre “la máquina de influir” no dio lugar a ningún comentário 
en el Seminário que Lacan dedicó a las psicosis en 1955-1956? h Cómo no 
captar que la insistência de Tausk en el rol de representante fálico de la 
“máquina de influir” es incompatible con la concepción de la psicosis 
como determinada por la forclusión dei Nornbre-del-Padre, cuya conse- ^ 
cuencia es la ausência de la significación fálica? lYa me he interrogado antes ,^ 
arerra Ha p.sti» flv trafín « ilpnrin Hp T ^ ra n reSPectO d e loS eS tados de liran tes 
no disociados C24V En el contexto político de la época en que presentó 
sus tesis sobre la psicosis, mientras la Sociedad Francesa de Psicoanálisis, a 
la que él pertenecia, trataba de hacerse reconocer por la Asociación Psicoa 
nalítica Internacional,; es posible que no haya gneridn subravar la profunda' r 
originalidad de lo que intmHnna^ en relación con las tesis de la ortodoxia,
freudiana? Sea lo que fuere, el concepto lacaniano de la psicosis deja uni^ 
resto importante en el seno de lo que la psiquiatria designa al utilizar el 
mismo término.
** I,a disociación psíquica, con la acepción que yo le atribuyo, <
mismo concepto el que utilizan Fieud, Janet, Prince, Bleuler o Pankow -cada uno de 
ellos con acepciones que a veces difieren entre s í - . Si bien Lacan no empleó esa ex- 
presión, expresa claramente lo que aqui indico, al afirmar, %n su seminário dei 8 de 
febrero de 1956, que el psicótico se encuentra en una pns.ifión qu? lo harp “incapaz 
de restaurar auténtitametrte~ehsent>de-del q u e ja testúnonio’’. La ausência de la idea 
de disociación en los escritos lacanianos no es sorprendente: en una perspectiva en la 
que, como Freud, se subraya la Spaltung constitutiva dei sujeto, teiulla-que tndos es.- 
tamos_gnjija estado-permanentn rle disqciaciói), puesto,q«e4a'disoeiación,ie define en - 
términos clásicos como la ru p tu ra^ e l i unidad psíquica, Se comprende en cambio 
que los paladines dei “sí mismo” , de Ia “identidad” , dei yo “ to ta l” o “ autônom o” , se 
vean conducidos a descubrir con frecuencia signos de disociación: el concepto de es 
quizofrenia tiene una mayor extensión en el psicoanálisis kleiniano y en Ia psicologia 
dei yo de los anglosajones.[_En realidad, nada impediria que estos analistas afirmen, 
como Janet a principios de siglo, que “la disociación es el carácter esencial de todas 
las enfermedades dei espíritu” f s n ÍMb parece que la di<nriarinn pqcótica es tólo un 
concepto vacio si no se insiste en su diferencia con la Spaltune de los sujetos neuróti 
cos: la primera rnnstitiive-mia-ruDtura radical e insuperable entre el vo V el Otro en el 
psiquismo dei sujeto.
35
■
LOCURAS HISTÉRICAS Y PSICOSIS DISOCIA TIVAS
i El texto de Tausk constituye uno de los fundamentos más sólidos de 
toaa investigación sobre el delirio histéricoi Sin duda.ése no fue su propó 
sito; Tausk habla de “la esquizofrenia”, pero se olvida demasiado rápida 
mente que ese concepto bleuleriano, creado algunos afíos antes, englobaba 
lo que autores de fines dei siglo XIX denominaban, según yo creo con per 
tinencia, locura histe'rica. Fue la influencia conjugada de Babinski en Fran- 
cia, y de Bleuler en Suiza y Alemania, lo que en los primeros afíos de este 
siglo condujo a dejar de diferenciar, entre los estados delirantes, a algunos 
de ellos en los que Janet, Breuer y Freud habian dfim fistradn la infeligihi- 
lidad p a ra el sujeto mismo, En “L’état mental des hystériques” (1892), lo 
mismo que en su hermosa conferencia titulada “Un cas de possession et 
1’exorcisme modeme” (1894), Janet.había establecido que la rpanifest!>-
rición dei delirio histérico: al mismo tiempo, Breuer y Freud Uegaban a 
çonclusiones muy parecidas, afirmando que “el hist^rim sufre de reminis- 
cencias” . y que la revelación de los traumas reprimidos entrafiaha la rssn- 
lución de los sintomas, seau.que se tratara de conversiones, alucinaçiçmfisui„ 
delirios.
Unos veinte anos más tarde, en 1914, el fundador dei psicoanálisis afir 
mo que los esquizofrênicos “se sustraen a la influencia dei psicoanálisis y 
se convierten en inaccesibles a nuestros esfuerzos por curarlos” (25); no 
creo que haya que dudar de ese enunciado, y en cambio me parece que él 
implica correlativamente la insistência en los delirios accesibles al análisis.
nado en esa época <>1 d? hist^ r^irs”
bargo en sus primeros ascritns Desde entonces, los casos de Anna 0., y 
Emmy von N., Achille (26), Marie (27) se vuelven insituahles en la nosolo- 
gia psicoanalítica; el delirio deja de ser compatible con la histeria, en tanto 
que Ia accesibilidad a Ia psicoterapia es inconciliable con Ia esquizofrenia. 
)No obstante, esos cuatro sujetos delirantes fueron curados, o sensiblemen- 
/te mejorados, sea mediante la hipnosis o la “talking cure”.
En un contexto de ese tipo, cuando Tausk observa a Natalia, que pre 
senta un delirio de influencia, por una parte, nada indica que haya pensado - 
en Ia posibilidad de una psicoterapia; por otro lado, para designar su pato 
logia sólo con taba con Ia noción de esquizofrenia. En 1919 va no existe el 
concepto de locura histe'rica. C. Villechenoux sitúa por lo demás su desa 
parición en Ia época de la Primera Guerra Mundial. EI título dei artículo de ^ ' 
Tausk comparte Ia confusion introducida por una noción de esquizofrenia 
que Io abarca todo.
36
La comparación de las estructuras psíquicas de Maria y Natalia va a per 
mitir circunscribir mejor la especificidad del delirio histérico.
iQué se encuentra en el inicio del delirio de la paciente de Tausk? Poco 
tiempo después de haber rechazado un pedido de mano por parte de un 
profesor universitário, la sefiorita Natalia, de treinta y un anos de edad, sin- 
tió que el pretendiente influia en ella, lo mismo que su madre, por medio 
de sugestiones. Cuando tales sugestiones fi'acasaron, el hombre recurrió a la 
máquina de influir. El profesor parece no haber carecido por completo de 
f atractivo para Natalia; “1« -<:,yrihi<S Tansk- no hahia declinado el
pedido sin que ellaie_DJPvocara ua.con£liclo: yaciló entre la aceptación y 
; el rechazo” (28); por lo tanto, la respuesía_megali5«Líifine-probableaie 
" qsie como uiiLmtentQ.de conservar su-deseo insatisfedio. De ha 
ber aceptado, le hahria faltado la falta.[Pero, ^por. qué-esa-medida defen 
siva jaa.e3dlóJa.enfermedad? lO por qué no presentó Natalia un sintoma , 
de conversion?'^Aparenteinente^^:omo-en el casade Maria, ello hubiera re- 
sultado imposibie por la- persistencia dei-acontedmiento traumático .^Rn 
efecto. el pretendiente, a continuación del rechazo, no se dio por entera- (C 
do; “persiguió manifiestamente -se nos revela- el objetivo de hacer acep- ' 
tar retroactivamente su pedido de mano” . En consecuencia.Ja represión 
del suceso traumático no podia producirse: en tales circiinstanrigg. el suie- " 
to hisiiítóft.iia.parece de.una.4efensaju3aic3 : la proyec- "
ción.
Se sabe que a Freud le resultó difícil precisar este conrepto, y que en 
sus obras es posible descubrir que aparece .con diversas acepciones. Su apli- 
cación a las psicosis no está libre de problemas; ensu comentário dei caso 
Schreber, Freud, para aprehender la naturaleza de la proyección “paranoi- ‘ 
ca” , debe realizar un prolongado rodeo previo por el análisis de la especifi- ,5 
cidad de la represión psicótica; después de ello, vuelve a la investigación 
^Çrofundizada dei proceso de la proyección, y puede postular: ‘‘No seria 
' justo decir que el sentimiento reprimido dentro sea proyectado afuera; más
DEURIO HISTÉRICO NO ES DEURIO DISOCIADO
■r
bien tendría que decirse, ahora lo vemos, que lo que ha sido abolido den- 
tro vuelve de.sde afuera” (29). En esas líneas parece haber el bosquejo de 
una distinción entre dos modalidades de la provección: no se ignora que 
precisamente a partir de tales indicaciones concemientes a “lo que ha sido 
ahnljjr' fjpntrr»” T jnfirió pl «j*» fnr''lllSÍÓn, Conios elementOS
-'"forcluidos que vuelven en lo real para con.stitiiir el delirio psicótico; “ la
de esto Lacan no emplea el ténnino proyección! diferencia radicalitiRtite U 
este pioceso, que funda Ia dimensión imaginaiia de cada sujeto, dei mecanismo muy 
 ^ específico que da origen al delirio psicQljco. ^ ^
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•c-f: r-.
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3 7
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. me parece más bien dei tipo de esa “sensación repri 
mida en el interior” y “proyectada hacia el exterior” que Freud reconoce 
a veces como operante en el suefio. Esto (dice) “nos indica que se ha pro- 
ducido algo que querría perturbar el suefio, y nos permite captar la manera 
en que ha sido posible la defensa contra esa perturbación. Por fin el dur- 
miente ha sonado y pudo continuar durmiendo; en el lugar dei reclamo in 
terno que queria que nos ocupáramos de él, sobrevino un acontecimiento 
externo, cuyo reclamo ha sido liquidado(Un suefio es por lo tanto también 
una proyección, la exteriorización de un proceso interno” (30)jEn cambio, 
respecto dei delirio de Schreber. Freud introduce un modo de análisis to- n
tahnente distinto: el de la dediirrión gramatical. Sabemos que la aplicó a '
las diversas maneras de negar la proposición “yo lo amo” , con el objeto de ■" ^ , 
poner de manifíesto el fundamento de ciertas temáticas delirantes en el psi- ^
cótico. ^No hay alli una indicación de que su discurso revelaria una lógica . , , y , 
de un tipo distinto de la lógica dei suefio? ^
El delirio histérico presenta todas las características de lo que la psiquia-, 
tría, en particular la francesa, ha aislado con la denominación de “delirio / '
onírico” . Este concepto apareció un poco más tarde que el de locura histé- \ , _ 
rica. En 1881 Lasègue publicó su célebre artículo “Le délire alcoolique n’est 
p ^ un délire,mais unrêve” (31), pero fue sobre todo en las primeras déca- r-< í'' 
das dei siglo XX cuando se multipHcaron los estúdios sobre el delirio y las / '
psicosis oníricas o postoniricas (es decir, y evidentemente el hecho no es 
casual, en el momento mismo en que la locura histérica estaba desapare-- ^
ciendo). En 1901, Régis estableció que el delirio onírico es análogo al so 
nambulismo y a los estados segundos de los histéricos (32); “se forma -es- 'p 
cribe algunos aflos más tarde— por la puerta pn jmigA-dt» 1h nrtiviHnrf^iih. 
consçignte Qinconscienle (...);es*mJin, siei^ricom o unestado segundo, 
serisible aja i n f l u ^ dg la hipnosis”, por medio de la cual se llega a ve- ^ 
ces a hacer desaparecer la amnesia (del delirio) lo mismo que las ideas fijas 
postoníricas (...) Ese delirio es el delirio tipo de las intoxicaciones y de las 
infecciones, puesto que se encuentra en todos los estados considerados co 
mo tales” (33). Los trabajos de Klippel (34), de Trenaunay (35) y el infor- ' 
me de Delmas titulado “Les psychoses post-oniriques”, presentado en 1920 
ante el Congreso de los Alienistas de Estrasburgo, no tuvieron demasiado ^ 
eco entre los psiquiatras extranjeros; más que nada, contribuyeron a anelar, • . 
firmemente la noción Hp pnnfntinn rppnt-4 p de síndrome confliso-oníricn , 
en la psiquiatria francesa. En nuestro campo cultural, la locura histérica
OO .
Las bastardillas son miàs. ^ ^ %
LOCURAS HISTÉRICAS YPSICOSIS DISOCIA TIVAS
" 38
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quedó oculta debajo de tales nociones, las cuales no obstante están más ^ , 
próximas a aquélla que la indefinible esquizofrenia de Bleuler y los anglosa- , 
jones.
En la provección dei delirio histérico se reconocen los mecanismos pro- 
pios dei suefio, a saber: el desplazamiento (lajngtonimia) v la condensa 
ción (la metáfora). Por cierto, el primero está lejos de faltar en el delirio di- 
Mciado; en cambio, la segunda implica que el significado delirante puede 
reyehrse ligado con significados latentes; es fácil demostrar que la máquina „ 
de influir de Natalia y la polución de María constituyen ejemplos manifles- 
tos, mientras que en el delirio psicótico seria inútil buscar algo de ese tipo. ^
En este sentido, podría no obstante objetarse que Freud descubtió nume- f \ r- 
rosas metáforas en el texto de Schreber, tales como los pájaros parlantes, q ^ f 
los vestíbulos dei cielo, que representaban a lasjovencitas; aun así. las me- . j', ’ ^ 
táforas son muv joco frecuentes v suelen faltar de modo notable en el dis- " ^ 
cufsõ~aél psicótico. , ■ r.J-
Casi no se las encuentra en la obra de Wolfson,.cuyp sistema de trans-' r 
formación se inscribe to tahnente en el eje metonimico[Con todo, incluso p '
 ^ cuando en un delirio disociado parecen presentarse algunos significantes 
,1 metafóricos, hav que subravar Que sólo para el ovente o el lector constitu- 
vgn metáforas, v no para el sujeto mismo. Schreber es siempre radicabnen- 
te incapaz de entrever jju^ audelitio-PUjedeLnoLser la verdad verdadera: para 
él, sus manifestaciones no remiten a ninguna otra significación. Un psiquia 
tra atento (como lo fue Tausk con Natalia) no hubiera logrado con su escu 
cha hacerse revelar las cadenas significantes latentes que permiten compren 
der la gênesis de símbolos tales como la máquina de influir. A la inversa de 
los psicóticos disociados. María v Natalia, por su parte, saben que sus deli 
rios “ouieren decir” algo.
En tanto el delirio histérico está constitllidn pnr h prr»ypfrión-en.Jajea- 
hdad de elementos rpprimiHn< (y nn fnrrluirliTi) nn diferencia
en hablar respecto de esto dei retorno de lo renrjtpiHn pn.la miind^nidad 
dei sujeto. No obstante, la nmyfiCdnn dsl Hi»|irÍ0 histérifr. PC nn 
n^ n pnr iina partfi. sin duda suscita.iaemergftnr.ia de significa- ^j.
dos reprimidos, pero por la otra mantiene apartado de la c.nnciencia. de 
una manera particular el acontecimi^ntr. pre.sente. Los casos
de María y Natalia permiten aprehender esos dos procesos diferentes que 
^ se conjugan en el delirio.[No es necesario insistir en la emergencia de lo re- 
primido; en cambio, se observa que el acontecimiento traumático en sí no
DELIRIO HISTÉRICO NO ES DELIRIO DISOCIADO
* i-
f
reprimido, sino transformado. La censura.pargce japerar ejj çsígjaso 
YV- ^r-^T)qr rna^ nificación: el amor de María y Alcide pasa a ser un vínculo divino
^^<4^ “éramos Dioses”), pero también una catástrofe çQsmicA (la polución en
r
escala pknetaria). Por otra parte, en tanto que la insistência de! preten 
diente de Natalia fue tomando poco a poco el aspecto de sugestiones de 
una máquina de influir manipulada por el hombre, içpoio no-enlendgrjiug 
esjo çonstilaií^ jiara-4a- jo5^ il una realizaçión^etafóiifia de su deseo^de de 
jar de “resistir-,â,la posesiQu”? Sin duda, la represión también aparta de ía 
conciencia el hecho traumático, pero parece que le quitara transparência:
lo vela, intenta borrarlo. En cambio, la proyección delirante, al magnificar- 
lo, Io lleva al primer plano.
El retomo de lo reprimido por medio de la proyección puede presentar 
se en la histeria con aspectos múhiples; algunos de ellos, hoy olvidados, re 
velan que existen formas de transición entre la histeria común y la locura

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