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pedagógica tradicional donde el maestro parte de la situación de ignorancia -por ende de desigualdad- del alunmo para guiarlo o guiarla, paso a paso, por el camino del conocimiento, que también es el camino de una igualdad futura. Ésta es también la lógica de las Luces, donde las élites cultivadas deben guiar al pueblo ignorarlte y MOMENTOS POLlTICOS I 133 supersticioso por los caminos del progreso. Ésta es, para Jaco- tot, la verdadera manera de perpetuar la desigualdad en el nombre de la propia igualdad. El proceso ordenado que con- duce al ignorante y al pueblo hacia la igualdad prometida al final de su instrucción presupone en realidad una desigual- dad irreductible entrt' dos tipos de inteligencia. El maestro nunca será igualado por el alunmo porque se ha reservado la ciencia que hace la diferencia, la que el niño-alumno y el alumno-pueblo nunca adquirirán, y que es simplemente la ciencia de la ignorancia. El pensamiento de la emancipación opone a esta lógica desigual un principio igualitario definido por dos axiomas: primero, la igualdad no es una meta a alcan- zar, es un punto de partida, una presuposición que abre el camino para una posible verificación. En segundo lugar, la inteligencia es una. No hay una inteligencia del maestro y una inteligencia del alunmo, una inteligencia del legislador y otra del artesano, etc. Hay una inteligencia que no coincide con ninguna posición en el orden social, que pertenece a todos por ser inteligencia de todos. Emancipación entonces significa la afirmación de esta inteligencia y la verificación del potencial de la igualdad de las inteligencias. Romper con el presupuesto pedagógico de la dualidad de las inteligencias también es romper con la lógica social de la distribución de las posiciones tal como lo estableció Platón en dos frases de La república que explican por qué los artesanos deben realizar su propio trabajo y nada más: en primer lugar, porque el trabajo no espera, en segundo lugar porque el dios les ha dado aptitud propia para el ejercicio de ese trabajo, que implica la falta de aptitud para cualquier otra ocupación. La emancipación de los trabajadores implica entonces la afir- 134 I JACaUES RANCltRE mación de que el trabajo puede esperar y de que no hay una aptirud -por ende tampoco falta de aptirud- propia del arte- sano. Implica la ruprura de los lazos de necesidad que unen una ocupación a una forma de inteligencia y la afirmación de lél c¡:¡p¡:¡cidi1d lmi\'ersi11 igual de quienes se suponíJ. sólo teníi1n lil inteligencia propi,l de su trilbilj(), es dt:l..~iI~ b (in)inteLigt'n- cia correspondiente a su posición subordinada. La emancipación implica, pues, un comunismo de la inte- ligencia, puesto a funcionar en la demostración de la capaci- dad de los" incapaces", la capacidad del ignorante de apren- der por sí mismo, dice Jacotot. Podemos agregar: la capacidad del trabajador de dejar que su mirada y su mente se evadan del trabajo manual, la capacidad de una colectividad de tra- bajadores de detener el trabajo que fIno espera" aunque lo necesiten para vivir, de transformar el espacio privado del taller en espacio público, de organizar la producción por sí mismos o tomar a cargo el gobierno de una ciudad que sus gobernantes han abandonado o traicionado, y todas las for- mas de invención igualitaria adecuadas para demostrar el poder colectivo de los hombres y las mujeres emancipadas. Dije "podemos agregar". Podemos deducir de la tesis del comunismo de la inteligencia las formas de actualización colectivas de ese comunismo. Aquí es donde surge la dificul- tad: ¿en qué medida la afirmación comunista de la inteligencia de todos puede coincidir con la organización comunista de una sociedad? Jacotot negaba totalmente tal posibilidad. Sos- tenía que la emancipación es una forma de acción que puede transmitirse hasta el infinito, de individuo a individuo. En esto, la emancipación se opone estrictamente a la lógica de los cuerpos sociales, lógica de aglomeración dirigida por leyes MOMENTOS POLlTICOS I 135 de gravitación social análogas a las de la gravitación física. Cualquier persona puede emanciparse y emancipar a otros, y hasta podríamos imaginar a toda la htunanidad compuesta por individuos emancipados. Pero una sociedad no puede ser emancip<lda. Ésta 11lll'S sólo l<l clll1\'icción pcrsonzll de un penséldor excéntrico. Y tampoco es simplemente una cuestión de opo- sición entre individuo y colectividad. La cuestión es saber cómo la colectivización de la capacidad de todos puede coin- cidir con la organización global de una sociedad, cómo el prin- cipio an-árquico de la emancipación puede convertirse en el principio de una distribución social de cargos, tareas y pode- res. Éste es un problema 'que merece ser puesto aparte de los sermones trillados sobre la espontaneidad y la organiza- ción. Seguramente la emancipación es un desorden, pero ese desorden no es para nada espontáneo. Y, a la inversa, la organización a menudo sólo es la reproducción espontánea de las formas existentes de la disciplina social. ¿Qué es una disciplina de la emancipación? Ése era el problema de quienes, en el siglo de Jacotot, emprendían la tarea de crear colonias comunistas, como Cabet, o partidos comu- nistas, como Marx y Engels. Las colonias comunistas, como la colonia icariana dirigida por Cabet en Estados Unidos, fraca- saron. Según la opinión perezosa, no fracasaron porque los caracteres individuales no podían plegarse a la disciplina común, sino porque, a la inversa, la capacidad comunista, la distribución de la capacidad que pertenece a todos, no podía privatizarse, transformarse en virtud privada del hombre comu- nista. La temporalidad de la emancipación -la temporalidad de la exploración del poder intelectual colectivo- no pudo coin- 136 I JACQUES RANCltRE cidir con el cronograma temporal de una sociedad organizada que da a cada uno y cada una su lugar y su función. Otras comunidades similares tampoco salieron mejor para- das. la razón es simple: no se componían de trabajadores comu- nistas emancipados, sino de hombrcs y mujeres rcmudos bajo lo autoridad de' unn disciplina rl:'ligiosa. La comunidad ica- riana, por su parte, estaba compuesta por comunistas. Y desde el mismo comienzo su comunismo se escindió entre una orga- illzación comunista de la vida cotidiana, ordenada por el Padre de la comunidad, y una asamblea igualitaria, que personifi- caba el comunismo de los comunistas. Después de todo, un trabajador comunista es un trabajador que afirma su capaci- dad de hacer y discutir las leyes comunes en lugar de limitarse a ejecutar su tarea de trabajador útil. No olvidemos que es un problema que ya La república de Platón había resuelto a su manera. En aquella república, los trabajadores, los hombres con alma de merro, no pueden ser comunistas, y sólo los legis- ladores con alma de oro pueden y deben renunciar al oro mate- rial para vivir, como comunistas, de la producción de los tra- bajadores no comunistas. La república se define entonces correctamente como el poder de los comunistas sobre los tra- bajadores. Es una solución vieja, pero aún se le rinden hono- res en el Estado comunista que mencioné al principio, con el costo de un serio refuerzo del cuerpo de los guardias. Cabet se había olvidado de los guardias. Marx y Engels, por su parte, decidieron disolver el partido comunista que ellos mismos habían creado y esperar a que la evolución de las fuer- zas productivas pusiera a verdaderos proletarios comunistas en el lugar de esos "burros de carga" que se consideraban sus hermanos, sin entender nada de su teoría. El comunismo, para MOMENTOS POLITICOS I 137 ellos, no podía ser una reunión de individuos emancipados que experimentaban la vida colectiva en respuesta al egoísmo y la injusticia