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del derecho y la civilización, himnos a Dios y la bandera y mentiras de la propaganda de Estado. ¿ Cómo pensar entonces esa novedad que tan curiosamente se parece a lo antiguo?, ¿esa brecha entre la sofisticación tec- nológica de las annas y la tosquedad de las formas de mani- pulación de la opinión pública? Partamos de lo más evidente: la enormidad de las menti- ras que se han tenido que combinar para construir la visión de un Irak en posesión de annas de destrucción masiva listas para alcanzar en menos de una hora a las naciones occidentales. La mentira no solamente era enonne. Era increíble para cualquier mente más o menos sensata. Por eso fue necesario recurrir, para imponerla, al viejo principio propagandista: para imponer la realidad de una mentira, hay que llevarla más allá de toda vero- similitud: "cuanto más grande mejor pasa", porque, precisa- mente, sale del régimen de la creencia. Este tipo de principio se suponía característico de los regímenes totalitarios. Ahora parece perfectamente adecuado al gobierno de una demo- cracia inspirada en la religión cristiana. Aún nos queda saber por qué este gobierno lo necesita, por qué había que imponer la realidad inverosímil de esta mentira. Aparentemente, para obtener la adhesión necesaria para hacer la guerra. Pero, ¿por qué había que hacerla si se sabía perfectamente que no MOMENTOS POLITICOS I 101 exist1a ningún peligro? ¿Para prevenir? ¿Por un sentimiento de inseguridad tal vez exagerado? Parece que hubiera que invertir los términos del problema. No era la inseguridad pro- bada lo que volvía necesaria a la guerra. La guerra más bien era necesaria para imponer la inseguridad. Porque la gestión de la inscguridi1d es el modo de fllncioJ1,lmiento ildccllado de nuestras sociedades Estado consensuales. A pesar de lo que digan los pensadores del fin de la histo- ria y los del totalitarismo 50ft, los teóricos del simulacro gene- ralizado y los del desborde irresistible de las multitudes, lo arcaico está en el centro de la modernidad extrema. El Estado capitalista avanzado no es ~l del consenso automático entre la negociación cotidiana de los placeres y la negociación colec- tiva del poder y sus redistribuciones. No camina hacia la despasionalización del conflicto y a la desinversión de los valo- res. No se autodestruyen en la libertad sin límites de la comu- nicación informática y la polimerización de las individualida- des destructiva del vínculo social. Cuando la mercancía reina sin lúnites, en los Estados Unidos posreaganianos y la Inglaterra postatcheriana, la forma de consenso óptima es la que está cimentada por el miedo de lilla sociedad agrupada en torno al Estado guerrero. El conflicto de Estados Unidos con la "vieja Europa" tal vez sea entonces el conflicto entre dos estados del gobierno consensual. Cuando los sistemas de protección y de solida- ridad social aún no han sido completamente quebrados y los gobiernos aún intervienen en la redistribución nacional de las riquezas, el consenso se ajusta a esas funciones tradicionales de arbitraje. Significa lill modo de representación de la soli- daridad global de los intereses conflictivos, con lilla necesidad 102 I JACaUES RANCIÉRE económica de fondo planteada como la ley de hierro que obliga al abandono progresivo y concertado de los" arcaísmos" socia- les. Cuando se ha franqueado este paso, cuando el Estado "moderno" ha sido relevado de sus funciones de intervención social y da rienda suelta solamente a la ley del capital, el con- senso muesh"a su Célféll1léÍS limpiél. El Estado consensual en su fonna acabada no es el Estado administrador, es el Estado redu- cido a la pureza de su esencia, es el Estado policial. El senti- miento común que apoya este Estado y que administra en su propio beneficio es la comunidad del miedo. Si algunos pen- sadores convirtieron al miedo en la base de la soberanía es por- que es el sentimiento que maximiza no solamente la identifi- cación entre intereses individuales e intereses colectivos, sino también la identificación entre intereses y valores. Esta identi- ficación entre la comunidad cohesionada por las amenazas sobre la seguridad y la comunidad unida por los valores fun- damentales de la agrupación humana bendecida por la divi- nidad fue, como sabemos, llevada a su grado más alto en esta oporhmidad. Los Estados Unidos amenazados por las armas iraquíes son esa increíble federación de poblaciones blancas, negras e indias que habrían decidido en común hace algunos siglos fundar una gran comunidad basada en el res- peto mutuo de las razas, las religiones y las clases. Por lo tanto, hay dos Estados del consenso y bien podría ser que, contrariamente a lo que la razón progresista desea, el Estado más avanzado no sea el del Estado-árbitro de los intereses sociales, sino el del Estado administrador de la inse- guridad. Por 10 demás, el juego promovido por nuestros gobiernos con el tema de la inseguridad y con los partidos que lo explotan nos advierte bastante sobre el asunto. No se MOMENTOS POLlTiCOS I 103 puede identificar eternamente la fuerza nueva de los parti- dos europeos de extrema derecha con la reacción de desaso- siego de clases que están perdiendo velocidad e individuos desafiliados. Las peripecias de la última elección presidencial francesa al menos podrían ayud<lmos a reconocer el papel centrLll que dest.'mpei1éln en 1J lúgica globé1.1 de consenso el tema de la inseguridad y los partidos presuntamente margi- nales que lo explotan. Por un lado, estos partidos sostienen, en beneficio de los Estados, el sentimiento de inseguridad. Por otro, ellos mismos son, para el Estado consensual, una forma más de inseguridad. ASÍ, promueven, a sus propias expensas, las uniones sagradas" democráticas" que hoy pro- veen al gobierno consens~al de los medios de llevar a su fin la política del consenso social-es decir, de liquidación de la protección y la solidaridad social-, y mañana le darán los de administrar el consenso del miedo. Por supuesto, se dirá que el miedo no es simplemente cues- tión de fantasmas. Las Twin Towers efectivamente se dernun- baron. Y las formas de violencia, de chantaje y otras que ali- mentan en nosotros el sentimiento de inseguridad son muy reales. Pero lo que el ejemplo estadounidense ha demostrado de modo superlativo es que la prevención de la violencia o de los peligros reales y la prevención de la inseguridad imagina- ria son dos cosas diferentes y que el Estado avanzado estaba infinitamente más cómodo para tratar la segunda que la pri- mera. De nuevo, es mejor renunciar a la idea de que los regre- sos del arcaísmo recientemente comprobados en los Estados y las sociedades avanzadas serían reacciones defensivas, debidas a los peligros que hoy hacen pesar en ellos las actitudes reacti- vas de las poblaciones más o menos desfavorecidas del planeta. 104 I JACQUES RANCltRE Los temas del "retraso" y de las reacciones desesperadas de los "retrasados" y los "humillados" de la modernidad no podrán enmarcarar eternamente la realidad, aunque aumente de modo exponencial el número de sociólogos y politólogos que con esto se ganan el pan de cadél díél. P1imero, lli1di1 indica qut' el desi1rrollo mundial sin límites del gobiemo plutocditico lleve a reducir la brecha entre ricos y pobres, donde vernos cómo pesa una amenaza permanente sobre los países avan- zados. En segundo lugar, los preparativos del 11 de septiem- bre demostraron que el capital internacional y la tecnología moderna podrían aliarse bastante bien con el" arcaísmo" religioso y el fanatismo destructor. En tercer lugar, la gestión mediática cotidiana de todas las formas de peligros, riesgos y catástrofes -desde el islamismo hasta las oleadas de calor- así corno el tsunami intelectual del discurso catastrófico y las morales del mal