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La apuesta por una teoría de la abolición del sistema penal Louk Hulsman y Jacqueline Bemat de Celis Louk Hulsman y Jacqueline Bemat de Celis han contribuido a la constitución del pensamiento abolicionista, una novedosa reformulaciónde la teoría criIninológica crítica y, asiInismo, una variante de la filosofía del derecho que incolpora un perfil libertario. Este artículo fuepublicado en laRevue de l'UnlversitédeBruxelles(lc2,1984, pp. 297-317) en un número monográfico dedicado a la «razón penal». Publicado en español por la revista española Archipiélago N2 3, en un dossier sobre «El peso de la justicia», en 1989. Resulta difícil autoafirmarse a partir de una etiqueta negativa, el abolicionista del sistema penal siente en su propia carne esta dificultad específica cuando se ve obligado ajustificar su rechazo del sistema establecido como paso previo para lograr una 1egiti- maci6n y poder hablar de la sociedad sin sistema penal percibida como esencialmente portadora de positividades.(l) El abolicio- nista vislumbra una sociedad en la que el sistema estatal fabri<;ado desde hace ya dos siglos carece de raz6n de ser. El hecho de que ese sistema exista le obliga sin embargo a pronunciarse previa- mente sobre las razones podas que desea descartado. En defini- tiva se trata de una imposici6n sana que le permite unir sus esfuerzos, de un modo realista, a los numerosos investigadoresde hoy que realizan trabajos en los que· se pone en cuestió-? a la «justicia penal» y, a la vez, invitar a pensadores y a prácticos a superar el estadio delas comprobaciones para trabajar expresa- mente en la e1aboraci6n de una 16gica alternativa que no se detenga en la mera crítica del sistema penal, sino que se compro- meta en la redefinici6n de los problemas. Es así como el término abolici6n recubre, en último término, un tipo de pensamiento activo, y también una perspectiva cognitiva crítica yun movi- 1. Esto no significa que con la desaparición del sistema penal desaparezcan las dificultades ni se resuelvan determinados problemas que plantea la sociedad industrializada: alienaciones, desigualdades, relaciones de fuer- za entre las personas y los grupos, etcétera. miento social creador de libertad. Vamos a intentar aquí presentar los fundamentos y los problemas de esta posición. (1) 1. Fundamentos de la teoría de la abolición del sistema penal La doble fundamentación de la perspectiva abolicionista se pone de manifiesto a partir de dos proposiciones complementarias: 1) el sistema penal, lejos de resolver los problemas con los que se enfrenta, crea otros nuevos: es, de hecho, un mal social. 2) mecanismos paralelos de resolución de conflictos muestran .que una sociedad sin sistema penal funciona ya, aquí y ahora. Reconocer laexistencia de este hecho, y permitir que se desarro- lle, convertiría al sistema penal en algo caduco. Veamos más de cerca estas proposiciones. 1. El sistema penal es un mal social .Investigaciones llevadas a cabo en el ámbito de la~ ciencias humanas han puesto de relieve desde hace algunos años un hecho muy importante: el sistema penal, en su funcionamiento real, no responde en ~bsoluto a los objetivos que se le han asignado. (2) Se ~re~ 9ue ~l sIstem~ penal es el producto de un proceso polflico- JudICIal bIen medItado y coherente que lo mantiene constante- mente controlado. Se piensa también, al menos en las democra- cias occidentales, que el sistema penal es elinstrumento indispen- sable de una justicia que protege a la vez los derechos del hom- bre y los valores que esos regímenes proclamen como esenciales. Sin embargo, nada de esto responde a la realidad. El sistema penal es de hecho una máquina burocrática cuyas 1. Una presentación global del abolicionismo puede verse en Hulsman, Louk y Bemat de Celis, Jacqueline,Peines perdues, le systeme pénal en question, Le Centurion, París, 1982 (el libro ha sido traducido al castellano con el título Sistema penal y seguridad ciudadana: hacia una alternativa Ariel Barcelona, 1984). ' , 2. Entiéndase que distinguimos claramente el sistema de quienes lo administran: policía, tribunales, prisiones ... Nuestra reflexión política se dirige contra el propio sistema en la medida en que funciona al margen de la voluntad de las personas que lo hacen actuar. sub-estructuras, actuando cada una por su cuenta, producen decisiones irresponsables. El sistema penal menosprecia a las personas concretas expropiándoles sus problemas al trabajar sin ellas y contra ellas. La teoría abolicionista proporciona un análisis bien fundado de estos dos reproches fundamentales lanzados contra el sistema penal: a) El sistema penal es.una máquina burocrática Ya en 1975un documento de trabajo, elaborado en las Nacio- nes Unidas para el V Congreso para la prevención del crimen y el tratamiento de los delincuentes, subrayaba que se está conside- rando como algo coherente y lógico «un sistema» que «no actúa en realidad como tal sistema» y que, si se tiene en cuenta su es- tructura, no puede ofrecer la cohesión que habitualmente se le confiere .o) - El pretendido «sistema de justicia criminal» está de hecho compuesto por subsistemas jerárquicos que pertenecen a cuerpos diferentes, a su vez ligados de unmodo distinto al poder central, cuyas reglas profesionales -la deontología, los criterios de ac- tuación, las orientaciones ideológicas- se desarrollan con inde- pendencia unas de otras.Al no existirniIÍgún tipo de coordinación específica, difícilmente se puede exigir de esas subestructuras que asuman en conjunto los excelsos objetivos que el discurso oficial asigna al sistema penal: luchar contra la criminalidad, ha- cer justicia, proteger a la vez los derechos de los individuos y los de la sociedad, etc. Diversas investigaciones realizadas en dife- rentes ámbitos muestran más bien que la policía, la magistratura, la administración penitenciaria, y otras instituciones que partici- pan, directa o indirectamente, de la justicia represiva, se mueven ante todo por objetivos iJ1temos que interesan a los cuerpos a los que pertenecen: prestigio del cuerpo, bienestar de sus miembros, búsqueda de un equilibrio a la hora de realizar las tareas que se le asignan, etc. - Por otra parte, la enorme división de trabajo que se observa en la sucesión de pequeñas funciones atribuidas a cada 1. Cf. U. N. Publications, Nueva York, 1975. Conference paper Al Conf. 56/ 4,p.16. uno de los agentes que intervienen en el proceso penal muestra hasta qué punto la compartimentación y la profesionalización deshumanizan ese proceso, sirviendo de pantalla que se instala entre el interesado y los encargados de hacer transitar «su asun- to» de una fase a otra. Es cierto que se trata de un rasgo ca- racterístico de todas las grandes organizaciones burocráticas de nuestras sociedades industriales, pero también está claro que, en la medida en que reina en el interior de un sistema cuyo primer objetivo es imponer castigos, semejante funcionamiento genera consecuencias a las que conviene prestar singular atención: nadie gobierna ni controla esta máquina penal concebida para producir sufrimiento, nadie puede sentirse responsable de ese sufrimiento ni tampoco impedir que se produzca a un ritmo que sólo merece el calificativo de demencial puesto que en Francia, por ejemplo, el sistema penal envía a prisión amás de cien mil personas al año, es decir, que estigmatiza por año, si tenemos en cuenta las fa- milias afectadas, a cerca de medio millón de personas. b) El sistema penal opera mediante mecanismos reductores de los problemas humanos. , El sistema penal transforma los sucesos vividos en problemas abstractos. Funciona a partir de filtros de interpretación estereo- tipados que uniformizan, reducen y deforman la realidad. La misma etiqueta sirve para perseguir sucesos muy distintos: un robo con efracci6n en un colegio vacío se parece poco al que se cometeen el piso de una persona de edad o que vive sola. Un comportamiento agresivo dentro de una familia tiene poco que ver con un acto violento perpetradoen el contexto anónimo de una calle. El sistema penal, en la medida en que saca de su contexto personal y social al acto que persigue, 10 priva de su densidad existencial de tal forma que en último térmirio actúa sobre falsos problemas, prisionero de un universo conceptual que no tiene nada que ver con la vivencia de la realidad. Además, el sistema penal, en virtud de que su vocación con- siste en designar a los culpables para castigarlos, no sólo rein- terpreta los sucesos de los que se ocupa, utilizando una etiqueta rígida, sino que a la vez produce una respuesta estereotipada: la estigmatizaci6n del autor seleccionado para ser castigado. El sistema penal se ve obligado a castigar, mientras que existen otras muchas formas posibles -y generalmente mejo- res- deresponder a un suceso desagradable o doloroso. Consi- deremos, por ejemplo, el caso de la mujer que sufre malos tratos. ¿Es la única respuesta posible la condena del marid? y s~ en- carcelación? Las mujeres que de hecho padecen estas SItuaCIOnes han encontrado en ocasiones otras respuestas posibles, como son las de dirigirse a un centro de protección, asociarse o reunirse con mujeres que se encuentran en la misma situaci~n, aprender técnicas de autodefensa, abandonar el hogar, recurnr a una tera- pia familiar con el marido y los niños, en fin, servirse de medidas ajenas al sistema penal. La teoría abolicionista ha identificado al menos cinco mode- los de «respuesta» a una situación que el interesado considera que no debe seguir soportando y que ha sido provocada por una persona responsable(l): el modelo punitivo y también los mode- los compensatorio, terapéutico, conciliatorio y educativo. Prác- ticamente, el sistema penal no conoce más que el modelo pu- nitivo. En efecto, todas las «medidas» diferentes de la «pena» que se han aplicado en el seno del sistema represivo estatal, y que pretendían ser educativas o terapéuticas, nunca logr~ron perder, '1 y 10 sabemos hoy, su carácter aflictivo e infamante. Sm du~a ello se explica por la propia génesis del sistema penal, que fue Ideado en una época de transición entre la sociedad religiosa J: la sociedad civil y que sigue siendo deudor del modelo escolástI~o, por 10 que aparece también impregnado de la cos~ología medIe- val. Una verdad definida de una vez por todas e Impuesta desde arriba, jueces encargados de distribuir una justicia tan absoluta como serena, un determinado sufrimiento impuesto como réplica a actos considerados malos ql1-ehay que «purificar», una filosofía maniquea que divide a los hombres en buenos y malos, en ino- centes y culpables, tal ha sido siempre y e~, todavía hoy ,la lóg~ca del sistema penal vigente en nuestras SOCIedades,que no es smo la lógica del Juicio Final en la que el Dios omnipotente, omnis- ciente y justiciero de los escolásticos ha sido sustituido por el código penal y el tribunal de casación. 1. Muchos sucesos victimizantes no se le imputan a un autor malintenciona- do sino que se interpretan sirviéndose de otros marcos de referencia. A las dos acusaciones fundamentales que hemos planteado contra el sistema punitivo estatal -nadie lo controla y actúa sobre problemas que él mismo fabrica- vienen a añadirse otras que culminan su deslegitimación. Enumeremos algunas: - Está claro que el sistema penal se aplica de forma casi exclusiva sobre la franja más pobre o la más vulnerable de la poblaci6n, mientras que una de las razones de su instauraci6n a finales del siglo XVIII ha sido precisamente la de poner fin a la utilizaci6n arbitraria y abusiva de la fuerza de los poderosos contra los débiles. El sistema penal actúa de hecho como un instrunlento en manos de las fuerzas con poder que produce la marginaci6n social de los elementos indeseables, lo que supone un desmentido de la afirmaci6n te6rica en virtud de la cual la justicia debe de ser igual para todos. En oposici6n a su vocaci6n democrática, el sistema penalrefuerza las desigualdades sociales. - Por otra parte, este sistema interviene con violencia en la vida de los ciudadanos. El sufrimiento impuesto a aquellos que son condenados por el sistema -uno de cada cuatro o de cada cinco son enviados a la cárcel- tiende a ser generalmente mi- nimizado. Y ello es así en gran medida, porque este sufrimiento se aplica, como acabamos de recordar, sobre una poblaci6n a la que no están pr6ximos, ni psico16gica ni socialmente, quienes hacen las leyes y quienes las aplican. El hombre encarcelado se ve privado de mucho más que de libertad. La preocupaci6n por los «derechos del hombre» se detiene generalmente a las puertas de las cárceles. Tras esas puertas los condenados son abandonados sinrecursos en manos de una administraci6n omnipotente ala que se le reconoce el derecho de funcionar sirviéndose del secreto. Ahora bien, esos bienes yesos derechos, además de la libertad, de los que se ven privados los presos en menoscabo de las de- claraciones más solemnes, coinciden justamente con los valores claves de la civilizaci6n occidental: el derecho a la promoción personal mediante la educaci6n permanente y contactos interper- sonales responsables y enriquecedores; el derecho a tener una familia ya asumir para con ella las propias responsabilidades; el derecho a la salud; el derecho a una vida afectiva y sexual digna; el derecho a condiciones de trabajo no humillantes; el derecho a espacios de intimidad personal, etc. El criminólogo noruego Nils 188 Christie subraya insistentemente, y con razón, este aspecto tan- tus veces olvidado del problema: en nuestras sociedades occiden- tules, en las que el ·nivel general de vida material, cultural y espiritual de las poblaciones tiende a crecer, el encarcelamiento plUlitivo se ha convertido en un castigo bárbaro, desmesurado, produciéndose una distancia insoportable entre quienes son ob- jeto de condena y la condición considerada normal o deseable por el ciudadano de un Estado del Bienestar. El castigo penal es anacrónico.(l) - El sufrimiento de los encarcelados es un mal absoluto, puesto que es estéril. Existen sufrimientos que permiten un de- sarrollo personal y que le hacen a uno mejor. Pero todos los ob- servadores están de acuerdo en afirmar que no resulta en absolu- to creador el hecho de aislar a grupos de hombres para obligarlos u vegetar juntos, artificialmente, en un universo infantilizante y nlienante que los deshumaniza y los des-socializa. Este sufri- miento es un sinsentido. 2.Ul1a sociedad sin sistema penal existe ya Del mismo modo que fue preciso vencer la fuerza de la gravitación para explorar el mundo exterior a la tierra, es preciso salir de la lógica del sistema penal para poder concebir una sociedad en la que éste haya desaparecido. Los conceptos y el lenguaje del sistema penal nos retienen en su territorio, por lo que es necesario hacer un esfuerzo mental bastante considerable para lograr desasirse de este campo de gravitación. Se quiera o no, cuando se habla de «crimen» o de «delito» surge inmediatamente una imagen: la de un sujeto culpable. Si, por el contrario, se utiliza el término «suceso», laexpresi6n «si- tuación conflictiva» o cualquier otra de significación neutra, en- lonces se abre un espacio en elque pueden coexistir interpretacio- nes diversificadas. Si sustituimos los términos «delincuente» y «víctima» por la expresión «personas implicadas· en un proble- ma», evitamos que se asignen mentalmente a esas personas eti- quetas prefabricadas que limitan su libertad de conciencia y las convierten ipso Jacto en adversarios. De este modo se abre un ámbito en el que se pueden encontrar respuestas muy distintas a las del modelo punitivo. Unicamente cuando se sale de la dialéctica penal se puede uno liberar del ciclo «delincuencia- prisi6n-reincidencia-prisi6n»que se presenta como ineluctable en la 16gica penal. S610 entonces las personas que caen en las redes del sistema dejan de ser contempladas como seres aparte, como una especie de grupo infra-humano de la sociedad, que no cesa de crecer y para el que no cabe otra salida que la marginaci6n. Es a partir de ese momento cuando, más allá de las preocupacio- nes por la «prevenci6n», cuyo referente siguen siendo todavía las definiciones del c6digo penal, se pueden imaginar reformas sociales capaces de hacer menos frecuentes y menos pesados determinados problemas interpersonales indeseables. Ahora bien, el viajero que acepta adentrarse por territorios exteriores al círculo de gravitaci6n del sistema penal debe saber que se arriesga a una sorpresa: descubre que ese sistema del que tanto se habla y que, como hemos subrayado insistentemente, constituye un mal social y una aberraci6n, se ocupa únicamente de una parte ínfima de las situaciones te6ricamente «criminali- zables». Frente a un volumen considerable de problemas interperso- nales sentidos en todo momento en el seno de una poblaci6n de un país determinado, muy pocos son en realidad tratados por la mecán,ica represiva, bien porque no entran en el sistema, bien porque son situados en el ámbito de su competencia formal, o bien porque son asumidos por otros mecanismos de resoluci6n de conflictos. Veamos esto un poco más de cerca. a) Problemas clasificados de carácter penal no entran de hecho en el sistema represivo. Las investigaciones de sociología penal son las que han puesto de relieve un 'fen6meno que es calificado desde la 6ptica penal como «la cifra negra» (se refiere a los casos que deberían pasar por el sistema pero que de hecho se escapan). Desde la perspectiva abolicionista preferimos considerar este fen6meno como un signo del carácter manifiestamente irrisorio del sistema penal, un signo de que ese sistema no es en absoluto indispensa- ble para nuestra sociedad frente a 10 que proclam~ el discurso ofidal. En este sentido se producen una serie de observaciones con- cordantes: concretamente, las encuestas de victimizaci6n mues- tnm que un número muy elevado de actos te6ricamente punibles no son ni siquiera denunciados a la policía;(l) además, los estudios Hobre los mecanismo de los que se alimenta el sistema penal I'cvelan que, en primer lugar, la policía y, en segundo lugar, el Ministerio Público (en los sistemas del continente europeo) retienen únicamente una pequeña proporción de los «casos» que lCI:ison asignados,(2) de tal forma que el examen crítico de las cl:iludísticas que se refieren a las condenas penales permite des- cubrir que para pequeños asuntos de comprobada frecuencia el volumen de condenas es prácticamente insignificante y) l. Ell tém1inos generales se puede admitir que menos del 1% de los hechos «crimi.nizables» son denunciados a la policía. Contrariamente a lo que se podría pensar, los que no se denuncian no son pequeños delitos, sino más bien casos serios, e incluso muy graves. El estudio de este fenómeno tiende n sislematizarse en los Estados Unidos, en Canadá y en ciertos países de Ew'Opa, como, por ejemplo, en los Países Bajos. Una encuesta de victinúzación I'elllizada en Alemania, entre el personal de una gran empresa, proporcionó el siguiente resultado sorprendente: de 800 actos teóricamente punibles comprobados por dicho personal solamente uno había sido denunciado a la policía. 2. Vénse especialmente en este sentido el libro de Robert, Ph. y Faugeron, Cl., Lesforces cachées de la justice, Le Centurion, París, 1980. Indiquemos, de 1'1180, que los criterios para filtrar los hechos castigables no permanecen constantes. Los trabajos del L.A. 313 (antiguo SerVicio de estudios penales y criminológicos) de París han mostrado concretamente que detem1inados hechos entran o no en el interior de la maquinaria penal en función de la cllpacidad de trabajo de ésta en un momento dado. Cuando la máquina no puede absorber los casos que se le envían, se los expulsa. Además, los ctiterios de selección de los hechos considerados como punible s no son los mismos en cada jurisdicción, ni tampoco para un mismo tipo de delitos, lo que supone una negación práctica de la descripción teórica de la ley penal. 1'01' ejemplo, en el Tribunal de París el sistema penal retiene los asuntos etiquetados como «robo» en un porcentaje mucho mayor si el autor no tiene domicilio fijo, sino tiene trabajo o si es un extranjero que no ha regularizado "U situación administrativa, criterios todos ellos ajenos a la ley penal. ;\. Por ejemplo, en los Países Bajos únicamente ha habido 600 condenas por IIbuso de confianza en 1980, mientras que las situaciones de este tipo son extraordinariamente frecuentes en la práctica (cf. Peines perdues, p. 81) Podemos por tanto preguntamos qué ocurre con los proble- mas de los que no se ocupa el sistema penal a.pesar de ser de su competencia. Es innegable que en un p?rcen~Je elevado.de,casos las víctimas no formulan la denunCia debldo a sentlmlentos negativos, como el miedo a las represalias, o a la convicción de que «la justicia» será impotente para resolverlo.s, En contrap~- tida, otros que denuncian su problema a la pol1cía se ven obl1- gados a lamentarse de que su caso, al Ser sobreseído por los encargados de realizar las diligencias, no encuentra cauces en la vía penal. En realidad, un análisis un poc.o más profundo de las situaciones en las que se encuentran qUlenes no recurren a la justicia muestra que los problemas clasificados como de tipo penal, que no llegan a ser pasto de los engranajes del sistema, permanecen al margen debido normahnen.te a la voluntad expre- sa de las personas directamente concer11ldas, _ Se puede afirmar que much~s veces la víctima ~e un su- ceso aciago no pide cuentas a nadie por.q~e no consldera. que exista un autor culpable o responsable del mlSl~0. A~gunos eJem- plos muy sencillos permiten comprender la,dlversldad de re~c- ciones que se producen ante un caso de este tipo. Cuando algUl~n muere en una mesa de operaciones, muchas veces se oye. declr: «fue un accidente», o también: «Dios 10 dispuso así», ml~~tras que se oyen voces asimismos que denuncian.una resp~nsabll1dad profesional. Si alguien muer~ por s?bredosls ~e med~camentos: se produce un concierto parecldo de mterpretaclOnes dlvergentes: para unos «había llegado su hora», y 10aceptan entonces como Sl se tratase de una fatalidad, otros deploran que el enfermo haya ingerido por error la dosis mortífera, y no faltan, quienes sospe- chan que el interesado decidió acabar vol~tanamente con su vida, cosa que unos aprobarán y otr?~ conslderarán ~ondenable. En el caso de que algunos crean adlvmar que un :parlente, o ~a persona próxima, haya ayudado al enfermo a mom, se producrrá una división de opiniones entre quienes acusarán a ese tercero de «ayudar al suicidio» de «falta de asistencia a una perso~la en situación de ries go», y quienes 10valoren como un.gesto valiente, un servicio enorme prestado en nombre.de la aml~tad. I.:a teoría abolicionista ha puesto así al descubierto.una esp~cle de tipo!ogía de los nUlrcos de referencia para clasificar las mterpretaclOnes que generahnente se producen en relación con una experiencia vivida.(l) Una primera clasificación separa los marcos naturales y sobrenaturales de los marcos sociales de interpretación. En un marco natural el suceso es contemplado como un accidente. En el Interior de los marcos sociales de interpretación se puede disting- uir lID prisma social de carácter estructural y un prisma social de carácter personal. En el primer caso, el suceso es atribuido a una estructura social y, por tanto, la respuesta pasa prinCipalmente por una reorganización social. En el segundo, el suceso es atribuido IIuna «persona» o a un «grupo personalizado». En el interior de este último prisma hemos distinguido tipos de interpretación que se resumen en cinco modelosde respuesta: punitivo, compensa- torio, terapéutico, educativo y conciliatorio. En esta línea de una interpretación de los hechos dejada en manos de la iniciativa de los interesados se puede afirmar que, en muy numerosos casos, las personas implicadas en actos que la ley penal considera punib1es no encuentran en ello ningún tipo de problema que merezca la pena serresuelto mediante una interven- ción criminalizante.(2) Como hemos comprobado muchas veces, el insulto, la calumnia, la violencia en palabras o gestos, determi- nados comportamientos sexuales, el abuso del poder o de la au- toridad, así como otros actos que se producen con frecuencia en nuestro medio social, y en los que podemos jugar el papel de víctima o de autor, habrían podido motivar una acción penal si nos atenemos a las reglas formales del sistema, a pesar de que en la gran mayoría de los casos no se echa mano de este recurso. Si la mayor parte de los problemas únicamente se resolviesen por vía penal, la vida social sería prácticamente imposible. . - Sin negar la existencia -comprensible- de casos en los 1. Cf. Peines perdues , op. cit., pp. 94 Y ss. 2. Las encuestas de victimizaci6n realizadas peri6dicamente en los Estados Unidos muestran que casi nadie se reconoce víctima de actos de violencia «criminal» en la familia, IlÚentras que en la práctica los servicios sociales muestran la frecuencia de estos actos violentos. Se puede inferir de ello que quienes los sufren, pese a que supongan un gran peso en su vida, optan por pensar que una intervenci6n crinúnalizante no arreglaría en absoluto su problema. que los sentimientos retributivos son explícitamente, y a veces violentamente, expresados, investigaciones concordantes reali- zadas en diferentes países desde una óptica de victimización, muestran que las personas que se consideran víctimas de un hecho desgraciado, atribuible según ellas a un individuo concreto, no re- curren normalmente a la v(a penal; desean generalmente obtener reparación, más que saber que se castiga al autor, es decir, desean entrar en un proceso de conciliación. (1) Conectan así, sin saberlo, con una tradición ancestral: la distinción entre asuntos civiles y asuntos penales no existe en las sociedades «naturales» y única- mente ha aparecido tardíamente en Occidente.(2) Esta distinción jurídico-política no recubre ninguna «naturaleza» particular de los problemas en cuestión, y las personas victimizadas la ignoran sanamente como vamos a ver a continuación. b) Los problemas clasificados como «civiles» o considerados como tales en la práctica. Como hemos señalado, sólo una pequeña proporción de los hechos definidos por la ley penal como criminales o delictivos son realmente perseguidos y condenados. Esto debería suscitar una primera cuestión -inquietante-: ¿Por qué sucede esto? Pero a esta pregunta se añade otra que incrementa la perplejidad del observador avisado: ¿Por qué el legislador (y la jurispruden- cia) someten a la ley penal determinados tipos de actos o com- 1. Véase concretamente Bemat de Celis, J. «L'experience du service d'accueil des temoins et victimes du Tribunal de Paris», Revue des Sciences Criminelles, 3, 1981. Tales comprobaciones muestran bien claro hasta qué punto se extrapola cuando se defiende la necesidad de un sistema punitivo que asumiera los sentimientos de pretendida venganza de todas las víctimas. Insistamos, sin embargo, en que la teoría abolicionista no descarta el mo- delo punitivo de reacción social, sino que rechaza la materialización qu~ de él hace un sistema estatal ajeno por completo a los modos de sanCión practiéados en la sociedad. De hecho existen otras muchas formas de vivir como castigo determinadas reacciones, especialmente en el m¡J.l"COdel sistema civil. Cf. Peines perdues, p. 154. . 2. A partir del siglo xm se consagró un poder creciente del Estado en el proceso penal, lo que produjo como efecto más característico el distancia- miento de las víctimas. porlamientos en lugar de otros?(l). Si se observa con detenimien- lO, se comprueba que un número importante de hechos que po- drían ser objeto de la intervención del sistema penal--en virtud do las orientaciones que parecen guiar la actividad criminalizan- le del poder- no 10 son en realidad. El ámbito de 10 civil abarca niveles y zonas extraordinaria- mente importantes y variadas de la actividad y de las relaciones tnterpersonales en las que importantes sucesos victimizantes son observados, desde una aproximación no estigmatizan te, por las personas que presentan una demanda contra alguien apelando al principio de la responsabilidad denominada «civil» y a la noción de riesgo. En aquellos sectores que representan un gran peso económico cnla vida de la nación es muy raro que se recurra a la vía judicial, ymás todavía que el sistema penal entre en acción. Los importan- tes problemas aduaneros, financieros, fiscales y ecológicos que Hurgen en el mundo de los negocios se resuelven habitualmente por la vía de la negociación, de la transacción y del arbitraje, con el consentimiento, y a veces a propuesta, de las administraciones públicas concernidas. Los accidentes de trabajo son clasificados en principio, al menos en algunos países europeos, como problemas civiles re- gulados por la Seguridad Social. Los problemas que se refieren n los contratos y a las condiciones de trabajo figuran también entre los problemas denominados civiles. ¿En qué se diferencian los problemas tratados por la «vía ci- vil» de los tratados por la «vía penal»? La mentalidad jurídica se las ingenia para justificar las clasificaciones del derecho positivo; pero ningún criterio puede enfrentarse con la observación de los hechos. Los accidentes de trabajo, que producen en Francia 3.000 muertos y más de 300.000 incapacidades permanentes de traba- Jo por año, presentan un carácter de extrema gravedad para las numerosas familias afectadas. Las prácticas conciliatorias, evo~ L La sociología penal habla de criminalización primaria para designar comportamientos-tipo que deben ser sometidos al derecho penal y de cdminalización secundaria al referirse a la actividad que tiene por objeto seleccionar los casos concretos para enviarlos al sistema penal. cadas en relaci6n al «mundo de los negocios», recubren activida~ des eventualmente muy víctimizantes para grupos importantes de la poblaci6n y a veces para la colectividad nacional considerada en su conjunto. El hecho de que tales problemas puedan ser sol- ventados por la «vía civil» muestra que la importancia del daño causado no permite situar un suceso a priori en el campo de 10 penal ni delimitar este ámbito. Tampoco permite realizar esta delimitaci6n un pretendido «valor esencial» que habría que proteger por encima de todo. Las tres cuartas partes de las personas actualmente detenidas en Francia 10son --o 10serán, ya que e153% son presos preventivos-porque se han apropiado de alguna especie de bien perteneciente a otroS.<l)¿Podemos com- probar realmente que un «valor superior» a todos los otros ha sido infringido por estos detenidos? Es sin ~uda desa~adable, y a veces doloroso, ser desposeído de los bIenes propIOS, pero ¿no nos vemos mucho más profundamente afectados por otros suce- sos que no entran en el circuito penal, como por ejemplo, los problemas que afectan a nuestra situaci?n d~ asalariados? 'por aquellos que surgen en la pareja o e~ ~l mten~r de las famI~as? La ausencia de unanoci6n ontologlca de cnmen (o de delIto), es decir, el hecho de que no se pueda reconocer en los compor~- mientos actualmente definidos como punibles una naturaleza ln- tr(nseca específica, se pone de relieve cuando el Poder se propone hacer bascular un sector entero del campo jurídico a otro en funci6n de los intereses sociopolítícos en juego y) Muestra que todo podría ser civilizc:do si existiese una voluntad política para hacerlo. Y esto es preCIsamente 10quereclaman los abolicionistas del sistema penal. 1. La estadística ha sido realizada a partir de los criterios oficiales del Poder. ¿Por qué apropiarse de manzanas en un puesto de ven~a es l?unible bajo la calificación de robo mientras que no pagar una deuda Sigue Siendo un asun- to civil? 2. El Ministro de justicia francés, en una entrevista televisada en 1983, dio a entender que se estaba estudiando la posibilidad de transferir todos los contenciosos al ámbito delo civil. Como es bien sabido, es en ese campo donde surgen numerosos e importantes litigios y, a pesar de que la mayor parte de los problemas de tráfico~odado se solucionan mediant~ multas administrativas o a través de los ~eguros, los «casos» que son aSignados, pese a ello, a lo penal representan un volumen tan importante que amenazan con obstruir la máquina represiva. Conviene pues estar atento a la confirmación eventual de una noticia cuya importancia no parece haber sido captada muy bien oor los medios de·comunicación. va ane uas6 nrácticamente de~"""tr.ihi<l". n. Problema de fondo en la teoría de la abolición .del sistema penal Cuando se considera el sistema penal como un mal social y cuando se ve que existen áreas de sociabilidad que se desarrollan' al margen de ese sistema, ¿c6mo no desear su supresi6n total? . Esforcémonos por evitar un Cierto vocabulario aséptico que tIende a ocultamos la realidad. Como ha señalado Nils Christie, cuando se habla de «pena privativa de libertad», de «responsabi- lidad de hacerse cargo de alguien», o de «internados» uno termina por olvidar 10que de hecho se está tratando. Llamemos ~es a las cosas por su nombre (penas, administraci6n penitenciaria ypre- sos) e intentemos. salir del discurso puramente ideol6gico para planteamos las verdaderas cuestiones, aquellas que formul6 desde hace años la sociología penal y a las que responde con suficiente claridad como para producir dolor y vergüenza. Por ejemplo éstas: ¿Quién está en la cárcel? ¿Por qué motivos? ¿En raz6n de qué mecanismos de discriminación? ¿Qué significa el encarcelamiento para los hombres y las mujeres encerrados en nuestras prisiones tal como éstas se encuentran? ¿Por qué las personas encerradas en nuestras bastillas de hoy en día están privadas de los derechos humanos? ¿C6mo explicar la extraña impotencia de los poderes poUticos ante la inflaci6n de textos puniti~os y el aum~nto constante de condenas que suponen «pe- nas pnvatlvas de hbertad», cuando esos mismos poderes políti- cos afirman constantemente su voluntad de hacer del encierro en la cárcel la medida excepcional de un sistema penal que sería en sí mismo la última ratio ·de la justicia oficial? La historia nos enseña que resulta yano pretender «humani- zar» la prisi6n y que no se cambia de sistema simplemente porque se retoquen los objetivos de la pena, su duraci6n, sus fundamen- tos te6ricos o sus modalidades. El sistema penal, tal Y como ahora es, no puede ser más que una máquina productora de sufrimientos inútiles, tan cargado por sus mecanismos burocráticos y estereo- tipados que desprecian a los protagonistas reales. Si de verdad se quiere salir de esta situaci6n bloqueada, si se pretende en serio que este sistema deje de generar un mal que muchos, honestamen- te, deploran, es preciso imaginar otra cosa. Tal es lo que pretenden hacer los partidarios de la abolici6n que se han propuesto a largo plazo conseguir su desaparici6n y a corto plazo ir demostrando sus piezas. Para conseguirlo trabajan en el interior de un nuevo marco conceptual que vamos a intentar precisar a continuaci6n y que tendrá unos efectos previsibles en la dinámica social. criminalizaci6n secundaria intenta reprimirlos. La teoría aboli- cionista, por su parte, al negar la existencia de una noci6n onto- 16gica del crimen, intenta extraer las consecuencias de esta ne- gaci6n. Por otra parte se pretende así descartar cualquier tipo de esquema conceptual que excluya la experiencia vivida por las p~rsonas directamente implicadas en una situaci6n de victimiza- clón. Estos puntos esenciales permiten plantear algunos puntos de apoyo en la búsqueda del discurso alternativo que intentamos elaborar. Se podrían enumerar así los presupuestos básicos de la lógica que postulamos: a) Ningún suceso que implique víctimás es atribuido por ade- lantado a un autor culpable. . .b! Las situacione~ que plantean problemas -a personas !ndlVldua~eso a co~ectlvos(l)- pueden servir de ocasi6n para una mtervencl6n extenor a las personas implicadas en ellas s6lo en el caso de que éstas 10requieran. c) Las soluciones específicas destinadas a resolver o a hacer viable~ las situaciones problemáticas no están predeterminadas: ~aopc~6n del modelo de respuesta a adoptar corresponde a los . mteresados. . . d) Los conflictos que se producen en el interior de un grupo se deben resolver preferentemente en el interior de ese grupO.(2) Cuando un~ persona implicada en una situaci6n problemáti~a desea soluclOnarla con la ayuda de una intervención exterior puede sin embargo recurrir, bien a una mediaci6n psico16gica- 1. No ignoramos que el Ministerio Público debe representar el interés de las colec~iv~dades o de la colectividad, pero justamente criticamos aese órgano espeCIalizado, que no puede desempeñar esa función de un modo satisfactorio puesto que no posee la experiencia personal de los problemas planteados y permanece desconectado de la realidad vivida. Cuando hablamos de colectividad nos referimos a los grupos directamente implicados en una situac.ión probleri:lá~ica, por ejemplo, a las personas afectadas por la polUCIón o a los habItantes de un barrio o de un ayuntamiento que padecen repetidos ataques contra bienes personales o colectivos. 2. Sigu~endo a ~gunos criminólogos, se podría hablar de «tribus» para refenrse, por ejemplo, al mundo de las empresas, a un club ciclista, oa un barrio que posee una vida comunitaria ... En el polo opuesto, el Estado, que no representa a ningún grupo natural, no podría ser asimilado a ninguna comunidad de vida. 1. El nuevo marco conceptual Para el abolicionista del sistema penal el primer paso no con- siste en reformar los textos legales, sino en instaurar otras prác- ticas que conduzcan a una visi6ndiferente de la sociedad y de los conflictos interpersonales que en ella se atan y se desatan en la actualidad.(l) Ciertamente, es importante conseguir retocar los textos legales en una línea 19 más descriminalizadora posible, puesto que estratégicamente es imposible a corto plazo pensar en . su pura y simple desaparici6n, pero es también necesario trabajar a largo plazo y, en este sentido, ¿qué es 10 que proponen los abo- licionistas? El marco conceptual dominante, segregado por la propia política criminal, porlas legitimaciones del sistema penal, y tam- bién por la criminología, presupone una noción ontológica del crimen. La criminalizaci6n primaria intenta definir cuáles son los comportamientos que responden a esta realidad, mientras que la 1. Sin prestarle gran atención dejamos que funcione un sistema totalmente inadaptado a los problemas contemporáneos, puesto que se basa en una visión ya superada de la socieda. Los autores de los códigos, y entre ellos los de los códigos vigentes, ignoraban cómo se estructura un ser humano, cómo se adquiere un comportamiento o se forja la relación con el otro. No conocían la enonne complejidad sociopolítica y técnica de nuestras superestructuras industriales o postindustriales. No podían imaginarse el tipo de relaciones que se establecerían entre los hombres y las mujeres que iban a vivir en la sociedad posterior a Marx y a Freud, en el siglo de los movimientos feministas, de las corrientes ecológicas, y de las reivindicacio- nes regionalistas. Empeñarse en conservar códigos con fundamentos anacrónico s equivale a condensarse a reorganizaciones sin solidez y a retoques sin sentido. mente pr6xima, bien a unajusticia oficial que adopte el estilo civil de resoluci6n de conflictos.(l) e) Cuando en una situaci6n problemática no surge ningún re- curso concreto para encauzada, se debe producir un apoyo y pro- puestas de reconciliaci6n que ayuden a la víctima a superar dicha situaci6n. El abandono de los esquemas mentales propios del sistema penal, y que aparecen esbozados en estas propuestas, reposa en un proceso del que conviene destacar su originalidad. El abolicionis-. ta pretende problematizar la noción de crimen (o de delito), hacer un giro radical en relaci6n al sistema penal y buscar apoyo en una noci6n flexible y susceptible de ser aplicada a cualquier tipo de conflicto interpersonal que requiera soluciones: nos referimos a la noci6n de situación problemática.(2) El abolicionista no pretende actuar, como ocurre con la ma- yor parte de los reformadores, en el momento de la fase final del sistema, cuando, tras haber atravesado todas las secuencias pre- vias, el inculpado va a convertirse irremediablemente en un ex- cluido. El abolicionista, en la medida en que está convencido de que las personas atrapadas'porel sistema penal sufren siempre un proceso de degradaci6n (incluso si salen absueltos), no interviene como un aval cuando ya todo ha sido decidido, sino previamente intenta por todos los medios evitar que las personas entren en el sistema penal. La utilizaci6n privilegiada de la noci6n de situación proble- mática, que implica un rechazo al concepto legal de crimen (o de delito) permite adoptar una postura de exterioridad que caracte- riza a la perspectiva abolicionista. Señalemos que la noci6n de situación problemática no ha si- do propuestapara sustituir a lanoci6n de crimen, como si se trata- se de buscar una llave mejor para abrir la misma cerradura. En oposici6n a la noci6n de crimen, tal y como ésta se utiliza en el sistema penal, la de situación problemática aparece como un con- cepto a?ierto que dej~ en manos .de los interesados la posibilidad de elegIr el marco de InterpretacI611 del suceso así como la orien- taci6~ que .debe co.¡:¡.ducira una posible respuesta. Pretendemos tambIén eVItar que Jiluevasestructuras, en último término bastante s~mejantes al ~ist~a penal, se introduzcan con UIi nombre diferente, por ejemplo, con el pretexto de terapia o de educaci6n. El abolicionista se apoya en las observaciones que hemos s~ñaladoco~ ant~rioridad, es decir, en la idea de que un gran numero de SItuacIOnes que entran actualmente en el radio de ac- ci6n del sistema penal no tienen por qué ser comtempladas como situaciones que necesitan de una intervención exterior. En tIna sociedad si:t.Isistema penal no .s~lamente ningún hecho, ningún comportamIento, será ya deflrudo y etiquetado previamente como hecho punible (crimen o delito), sino que además ninguna situaci6n será considerada por adelantado como un problema a resolver hasta que se pronuncien los interesados. Concebir pues una sociedad sin sistema penal 'no significa en modo alguno forjar un sistema de sustitución que vendría a rellen~ los m?ld~s en los que se fundaba el sistema desplazado. L.a socIe~ad SInsIs.tema penal supone más bien 10contrario, que runguna IntervencI6n exterior tendrá visos de existir sin la de- m~da expresa de las personas interesadas, ya que en último tér- mInO de ellas depende la soluci6n del conflicto. 1. El ténnino «civil» no puede ser adoptado en sentido estricto con una significación jurídica. A nuestro juicio está implícito en detenninados pro- cedimientos administrativos. 2. Precisemos no obstante que en un primer momento situamos nuestro aná- lisis enlos límites de lo que eLsistema penal denomina la «delincuencia tra- dicional»: sucesos que afectan a las cosas y al patrimonio, a la seguridad de las personas frente a las agresiones, a la seguridad domiciliaria, etc., suce- sos en los que generalmente existe una víctima conocida y que constituyen la causa, al mismo tiempo, de la mayor parte de las actuales condenas a prisión. De aquí el interés específico que presentan para nosotros. 2. Hacia una nueva dinámica de la vida social .. Lasventaj~s del planteamiento abolicionista nos parecen eVIdentes: en ~nmer lugar, por supuesto, se suprime dr~sticamen- te el mal SOCialque representa el sistema penal, del cual nos hemos ocupado extensamente en otros trabajos; pero, además, se producirán por derivaci6n otras consecuencias positivas de la nueva práctica: - Considerar más bien una situación compleja que un acto ya su autor inmediato, de este modo se desvanece la ide~ de que 201 la única solución consiste en una intervención directa en la vida de ese actor. Se puede intentar influir en otros factores que han podido contribuir a crear esta situación. Por ejemplo, es posible que la única medida para evitar los accidentes de carreteran~ pase por el castigo a los conductores. E~,algunos país~s se comIenza a aplicar una polític~ de prevenclOn, e?-.el sentIdo neutro del término (sin referencIa a 10 penal), modifIcando los trazados de carretera impidiendo la comercialización de determinados tipos de vehíc~os y reglamentando de otro modo la circulación o los permisos de conducir. Con ello se espera~a~er descender la curva creciente de siniestros. Un caso muy dIStlllto, pero que puede servir de ilustración, es la política de des dramatización en 10que se refiere a determinados hechos que en la actualidad los medios de comunicación tienden apresentar como muy frecuentes, 10que podría hacer descender el sentimiento ~e inseguridad y crear un contexto social más sano en el que los nesgos reales podrían ser evaluados se perdería el miedo fantasmático, y de este modo se podría ha~er frente a los verdaderos problemas.(l) .. . _ Somos conscientes de que por el hecho de descnmlllaltzar uh acto éste no deja de ser problemático, pero el h~ho de no encasillarlo como un acto punible por principio permIte muchas veces que afloren otras dimensiones del probl~ma: en los p~íses en los que el aborto no está penalizado las mUjeres '!ue decIde?- abortar saben que pueden experimentar problemas pSIco-somátI- cos, y los drogadictos son más conscientes del fen?~eno de dependencia que puede frenar el desarrollo de sus .ac~IvI~d~s o su enriquecimiento personal. En todo caso la descnmlllahzacIón proporciona a los interesados la posibilidad de plantear a la luz de sus problemas, de consultar con otras personas para obtener consejos útiles, etc. La supresión de la amenaza penal ha creado una situación positiva de mayor diálogo y solidaridad.(2) 1. Las técnicas susceptibles de modificar los caracteres físicos y el contexto psicológico o simbólico del entomo son ampliamente analizadas en el importante Rapport sur la décriminalisation (Comité E~ropeo para los Problemas Criminales, Estrasburgo, 1980). 2. La extensión del presente artículo no nos permite entrar en todos los detalles. Se nos reprocha siempre que la descriminalización no sería una medida tan positiva para la «gran criminalidad». Recordemos que lo que se - Cuando una situación conflictiva se presenta en este marco de tolerancia los grupos a los que pertenecen los interesa- dos (familia, iglesia, empresa, asociaciones y otros) pueden de- sempeñar un papel primordial, como ocurre ya con los problemas que no han sido fagocitados por el sistema penal. Ahora bien, la sociedad sin sistema penal requeriría sin duda la multiplicación de pequeñas instancias de mediación flexibles y especializadas que están muy presentes en las sociedades «naturales» y que están siendo recuperadas con éxito en algunas regiones del mundo.(l) Estas instancias difieren del conciliador en la medida en que no son árbitros que imponen una solución, sino personas que inten- tan ayudar a los interesados a comprender su situación y a encontrar ellos mismos la solución. El mediador es un personaje que es preciso promover en nuestras sociedades de tejidos flexibles. Unasociedad en la que se aceptase gustosamente la mediación, en la que las personas intentasen asumir solidaria- mente sus problemas, presentaría rasgos más aCQgedores y cáli- dos que los de las sociedades que nosotros conocemos, en donde la monopolización de la justiciá por los aparatos oficiales incita a los ciudadanos a descargar en ella cuestiones que únicamente ellos pueden en realidad resolver de un modo satisfactorio (si es que existe una solución). denomina «crimen» en el sistema penal es siempre una cuestión de definición. Así, si un policía mata a alguien, siempre se trata de un «accidente», núentras que si 'el autor de un atrac o mata a alguien siempre será un homicidio o un asesinato. Un ejemplo significativo referido a hechos graves puede hacemos reflexionar: cuando los moluqueses secuestra- ron en un tren de los Países Bajos a unos rehenes, se produjo un-muerto. Muchos años después de este suceso, los antiguos rehenes siguen visitan- do a los moluqueses en la cárcel. Su forma de interpretar el suceso no coincide por tanto con la del público en general, exterior a él, y que lo percibe a través de lo penal. Recordemos además que, en lo que se refiere a los sucesos irremediables, deseamos que se pongan en práctica rituales de reconciliación que actualmente no existen. El sistema penal deja en el abandono, por el contrario, a las víctimas de actos gravemente victimizantes. 1. Concretamente en California. Algunas asociaciones comienzan a hacer lo mismo en Francia, por ejemplo S.O.S. Agressions-Contlicts, asociación de ayuda a las víctimas y de mediación en los contlictos entre personas (108 me de Vaugirard, 75006 París). - Efectivamente algunos problemas, señalémoslo una vez más, no tienen solución, y el exagerado poder que se confiere en nuestras sociedades a los sistemas oficiales de justicia contribuye sin duda a promover la creencia en las soluciones milagrosas que ésta podría dispensar. En una sociedad en la que se concediese una mayor importancia a las mediaciones naturales, las personas afectadas por un suceso victimizador estarían menos tentadas de creer en esas soluciones milagrosas y empezarían desde muy pronto a realizar sobre sí mismas el indispensable trabajo de maduración que les permitiera asumir los golpes duros. - Por supuesto, no se trata de suprimir la idea de responsa- bilidad personal, que podría muy bien ser asumida en algún momento del proceso de mediación del que hemos hablado. Tampoco se trata de privar a los interesados de recurrir al aparato del Estado en lamedida en que deseen beneficiarse de una caución oficial, o también en situaciones de crisis, pero no es este el momento de profundizar en todos estos puntoS.(l) Señalemos simplemente que el abolicionista del sitema penal que, como quedará claro, no idealiza lo civil asignándole una función de I sustitución, ve enel sistema institucional un último recurso del que se podrá echar mano cuando se considere indispensable la movilización de una fuerza física procedente del monopolio estatal, que a su vez no es objeto de contestación por parte del abolicionista. - La abolición del sistema penal no implica tampoco la desaparición de todas las medidas de presión de las que la policía dispone actualmente, sino una reorganización de su utilización. No se trata de responder a las necesidades de un procedimiento criminalizante sino de hacer frente a las necesidades de una si- tuación problemática concreta. Estas medidas de coacción debe- rían ser sometidas a diferentes tipos de control. En el interior de estos. controles, la posición del juez, en tanto que guardián efectivo de los dereChos humanos, es, en una perspectiva aboli- cionista, redefinida y reforzada. El abolicionista, en términos generales, invita al c0I?-juntode los cuerpos de policía y de los magistrados a pasaJ,/a una situación mucho más gratificante que la que ocupan actualmente cuando trabajan en el sistema penal. y este es un aspecto capital de esta nueva perspectiva. Esta lógica alternativa que proponemos ¿tiene posibilidades de ser favorablemente acogida por los medios especializados y por la opinión pública? Puede parecer imprudente esperar que esto sea así si tenemos en cuenta la fuerza de la inercia y las resistencias psicológicas que hacen que todavía se manifieste la necesidad de un sistema penal, eventualmente reducido a una expresión mínima. Estas reacciones reposan, sin embargo, sobre lll1 falso consenso, y ciertos signos premonitorio s de un descon- tento muestran que es importante elaborar una teoría de la abolición para el momento en el que fuerzas importantes· y convergentes se aperciban de que éste es un objetivo del futuro. El defensor de la abolición del sistema penal en su posición teórica se afirma sin duda claramente frente a todos los revisio- nismos y reformismos, pero no es en primer término un ideólogo. Tras haber llegado a esta posición por las vías realistas de la ob- servación empírica y científica, sigue siendo un hombre de la ca~ He, solidario con todos aquellos que son aplastados por el sistema penal,(l) y dispuesto a trabajar con los investigadores, gestores, penalistas y otras personas que desaprueben este sistema. Numerosos equipos de investigación han orientado sus traba- jos, ya desde hace años, en una dirección que ha permitido que hoy se hable de «la no evidencia de lo penal», así como programar toda una nueva serie de investigaciones destinadas a fundamentar este diagnóstico de forma inequívoca.(2) Otras investigaciones, realizadas apartir de los sucesosvictimizantes, contribuyen tam- bién amostrar la viabilidad de una sociedad sin sistema penal que para nosotros, como hemos visto, existe ya en la acroalidad.(3) Unas y otras preparan el momento en el que será posible e in- 1. Es decir los condenados, las víctimas, los agentes del sistema y,porúltimo, toda la sociedad que sufre sin saberlo a causa de la confianza que otorga a un sistema inadecuado. 2. Robelt, Ph., Informe científico del L.A. 313 (antiguo Servicio de Estudios Penales y Crinlinológicos, París y en la actualidad CESPID, (Centro de Investigaciones Sociológicas sobre el Derecho y las Instituciones Penales). 3. Concretamente, las realizadas por la Escuela de Criminología de Montreal. dispensable a los ojos de todos una reinterpretaci6n global del sector comÚIUllente llamado de política criminal. Si nos referimos a la opini6n pública, ya son muchos los que perciben los aspectos nefastos y las contradicciones, por no decir el absurdo total, del sistema penal. Se levantan actas, se denun- cianescándalos, se inician movimientos, esporádicos u organiza- dos, que expresan una inquietud popular en relaci6n a los presos y a las víctimas; sindicatos de magistrados, de abogados, de especialistas que trabajan en el campo de 10para-penal y 10para- penitenciario, por ejemplo, sindicatos del personal penitenciario, ponen de relieve en sus publicaciones la crisis de conciencia que va ganando terreno lentamente entre todos aquellos encargados de hacer funcionar el sistema penal. Aún no sabemos si las dudas y aspiraciones que manifiestan estos diversos movimientos llegarán a solventarse para poder plantear claramente 10 que nosotros denominamos el verdadero debateY) Por tanto, urge que exista una voluntad política que se atreva a cuestionar los viejos condicionamientos sobre los que descansa un sistema desfasado y se preocupe de poner en marcha reformas sociales adaptadas a la mentalidad y a las necesidades de nuestra época. Contribuir a que esto se haga realidad consti- tuye, quizás, una de las principales apuestas en la actualidad para los defensores de la teoría de la abolici6n del sistema penal. C) Historias libertarias: Voces argentinas 1. Tampoco este debate está politizado. Partidos de derecha y de izquierda están, es cierto, en desacuerdo sobre el objetivo penal, sobre algunas cues- tiones de método y sobreel lugar que deben ocupar los derechos humanos en el aparato represivo, pero unos y otros pernlanecen en la óptica penal, de forma que se encuentran en el discurso político actual los mismos ejes intangibles sobre los que giraron los discursos políticos desde comienzos de siglo. El debate se enriqueció poco de la contribución de los criminólo- gos modernos y raramente estos temas entran en relación con otras cuestiones políticas que separan a los partidos gobernantes de los de la oposición. Nadie pone en cuestión el sistema penal en cuanto tal, el modo de concebido y de ponerlo en funcionamiento, ni tampoco el marco de re- ferencia que liga entre sí a los aparatos constitutivos de su infraestructura. Si el debate llegase a politizarse, el problema de fondo que.hemos intenta- ,do esbozar aquí saldría sin duda a la luz.
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