Logo Studenta

valiente y chorot 2010 miedos en la infancia en la adolescencia

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

www.facebook.com/psicologiaMG
http://pdicologiapdf.blogspot.mx/
Rosa M. Valiente
Bonifacio Sandín
Paloma Chorot
MIEDOS EN LA INFANCIA
Y LA ADOLESCENCIA
AULA ABIERTA (0136179AA01A01)
MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la
autorización escrita de los titulares del
Copyright, bajo las sanciones establecidas
en las leyes, la reproducción total o
parcial de esta obra por cualquier medio
o procedimiento, comprendidos la reprografía
y el tratamiento informático, y la distribución
de ejemplares de ella mediante alquiler
o préstamos públicos.
© Universidad Nacional de Educación a Distancia
Madrid, 2003
Librería UNED: c/ Bravo Murillo, 38 - 28015 Madrid
Tels.: 91 398 75 60 / 73 73
e-mail: libreria@adm.uned.es
© Rosa M. Valiente, Bonifacio Sandín y Paloma Chorot
ISBN: 978-84-362-4815-9
Depósito legal: M. 47.279-2010
Primera edición: abril de 2003
Primera reimpresión: noviembre de 2010
Impreso en España - Printed in Spain
Imprime y encuaderna: CLOSAS-ORCOYEN, S. L.
Polígono Igarsa. Paracuellos de Jarama (Madrid)
ÍNDICE
PRÓLOGO...............................................................................
1. DELIMITACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE
MIEDO ................................................................................
I. Diferenciación entre el miedo y la ansiedad................
II. Diferenciación entre el miedo y la fobia ......................
III. Comentario....................................................................
2. NATURALEZA EVOLUTIVA DE LOS MIEDOS..........
I. Aspectos filogenéticos de los miedos ...........................
II. Desarrollo de los miedos ..............................................
A. Diferencias en el contenido de los miedos según la
edad..........................................................................
B. Diferencias en el contenido de los miedos según el
sexo ..........................................................................
C. Estabilidad de los miedos durante la infancia y la
adolescencia .............................................................
III. Conclusiones generales .................................................
13
17
17
22
25
27
27
34
34
39
40
41
3. ESTRUCTURA DE LOS MIEDOS: ESTUDIOS CON
ADULTOS............................................................................
I. Aportaciones preliminares sobre la estructura de los
miedos............................................................................
A. Evidencia basada en el FSS-II ................................
B. Evidencia basada en el FSS-III...............................
II. Aportaciones del grupo de Arrindell ...........................
III. Estructura jerárquica de los miedos.............................
IV. Conclusiones generales .................................................
4. ESTRUCTURA DE LOS MIEDOS: ESTUDIOS CON
NIÑOS Y ADOLESCENTES ............................................
I. Aportaciones preliminares sobre la estructura de los
miedos de la infancia y la adolescencia ............................
II. Aportaciones basadas en el FSSC-R.............................
A. Contribuciones del grupo de Ollendick.................
B. Otras contribuciones con el FSSC-R......................
III. Aportaciones basadas en el FSSC-II ............................
IV. Otras aportaciones sobre la estructura de los miedos
in fantojuveniles .............................................................
V. Conclusiones generales .................................................
5. FRECUENCIA E INTENSIDAD DE LOS MIEDOS EN
NIÑOS Y ADOLESCENTES ............................................
I. Una nota introductoria sobre la prevalencia de los
miedos y las fobias ..........................................................
A. Población general ....................................................
B. Niños y adolescentes ...............................................
II. Frecuencia de los miedos durante la infancia y la ado-
lescencia: prevalencia ....................................................
8 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
43
44
44
46
47
50
57
61
61
65
65
75
84
92
95
103
104
104
105
108
III. Frecuencia de los miedos durante la infancia y la ado-
lescencia: los miedos más comunes ..............................
IV. Intensidad de los miedos según la edad y el sexo .......
A. Edad e intensidad del miedo: nivel general y nive-
les asociados al contenido de los miedos ................
1. Edad y nivel global de miedo ............................
2. Edad e intensidad en el contenido de los miedos...
B. Sexo e intensidad del miedo ...................................
V. Conclusiones generales .................................................
6. ADQUISICIÓN DE LOS MIEDOS Y LAS FOBIAS .....
I. Consideraciones sobre la adquisición de los miedos...
A. El modelo de condicionamiento clásico.................
B. Comentarios al modelo de condicionamiento de
los miedos y las fobias .............................................
C. La perspectiva del neocondicionamiento...............
II. Factores de vulnerabilidad ...........................................
III. Modelo de las tres vías de adquisición del miedo:
aspectos teóricos .............................................................
A. El aprendizaje vicario del miedo ............................
B. Transmisión de información ...................................
C. Algunas implicaciones psicopatológicas relevantes
IV. Modelo de las tres vías de adquisición del miedo: evi-
dencia empírica basada en estudios con adultos .........
V. Una nota sobre la perspectiva no asociativa de los
miedos y las fobias ........................................................
VI. Conclusiones .................................................................
7. ADQUISICIÓN DE LOS MIEDOS Y LAS FOBIAS:
ES TUDIOS CON NIÑOS Y ADOLESCENTES.............
I. Introducción..................................................................
ÍNDICE 9
111
119
120
120
121
123
126
131
132
132
137
142
147
155
158
160
163
165
172
176
181
181
II. Adquisición de los miedos no clínicos en niños y ado-
lescentes.........................................................................
III. Adquisición de los miedos clínicos en niños y ado-
lescentes......................................................................
IV. Papel de los padres en el miedo de los hijos ...............
V. Consideraciones teóricas y metodológicas ...................
VI. Conclusiones generales .................................................
ANEXOS...................................................................................
Anexo I. Cuestionario de miedos para niños (FSSC-II;
Gu llone y King, 1992; versión española de
Sandín, Valiente y Chorot) ................................
Anexo II. Cuestionario español de miedos para niños
(FSSC-E; Valiente y Sandín, 2001)................
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS .....................................
10 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
182
189
192
197
201
205
207
211
217
Todos los niños, excepto uno, crecen. Pronto saben que crecerán, y la
manera en que Wendy lo supo fue la siguiente. Un día, cuando tenía
dos años y estaba jugando en un jardín, cogió una flor y corrió con
ella hacia su madre. Supongo que debía tener un aspecto bastante
encantador, ya que la señora Darling se puso la mano en el corazón y
exclamó: «Oh, ¿por qué no podrás quedarte así para siempre?». Eso
fue todo lo que pasó entre ellas sobre el tema, pero en lo sucesivo
Wendy supo que debía crecer. Siempre se sabe después de tener dos
años. Los dos años son el principio del fin.
J. M. Barrie (PeterPan)
PRÓLOGO
Desde hace tiempo se conoce que el miedo es posiblemente la
experiencia emocional más universal que se da entre todos los
seres vivos. También se sabe que el miedo puede ser bueno y malo
para el individuo. Es bueno cuando de forma más o menos aguda
le advierte de un peligro potencial. Es malo cuando de forma más
o menos crónica se instaura en la persona y le advierte de un pe -
ligro inexistente. El hecho de que el miedo pueda constituir un
fenómeno positivo para el individuo es lo que le ha valido el cali-
ficativo de adaptativo (en esencia, el miedo anticipa la ocurrencia
de un peligro), evolutivamente hablando. Sin embargo, el miedo
no sólo es adaptativo desde un punto de vista filogenético, sino
también ontogenético. Lo primero hace que en general tengamos
miedo a ciertos estímulos, objetos o situaciones, y no a otros (p.ej.,
solemos tener miedo a las arañas, a las alturas o a las serpientes,
pero no solemos temer a unas zapatillas de tenis o a un portafo-
lios). Lo segundo hace que durante ciertas etapas del desarrollo
tengamos miedo a unas cosas y no a otras. 
Este segundo aspecto es precisamente lo que confiere un in -
terés especial al estudio de los miedos durante la infancia y la ado-
lescencia. Actualmente existe amplia evidencia de que, durante el
proceso del desarrollo, los niños y adolescentes experimentan
patrones ge nerales de miedos normativos (i.e., miedos no clí nicos).
Así por ejemplo, en términos generales podría decirse que du rante
las edades más tempranas (antes de los cuatro años) los niños
suelen temer los estímulos relacionados con su medio am biente
más inmediato, como los sonidos fuertes, o la separación de los
padres. Posteriormente, asociado al proceso de maduración del
niño (4-9 años), los miedos incorporan más estímulos y sucesos
de natura leza abstracta y anticipatoria, tales como los fantasmas,
los animales y el peligro. Durante la preadolescencia predominan los
temores relacionados con el daño, mientras que en la ado les -
cencia irrumpen los temores de tipo social. Por tanto, estos pa -
trones evolutivos que se observan para los miedos normativos su -
gieren que, si los miedos tienen un valor adaptativo durante el
desarrollo del individuo, estos deberían desaparecer espontá -
neamente a partir de un periodo de tiempo más o menos espe -
rado. Aunque tal fenómeno suele darse en general, es decir, cier-
tos miedos normativos tienden a aparecer y desaparecer de forma
espontánea, muchos miedos no sólo no desaparecen sino que
pueden intensificarse, tanto durante el desarrollo infantojuvenil
como después de la adolescencia.
Dicho en otros términos, si bien es cierto que muchos de los
miedos normativos que ocurren durante la infancia y la adoles-
cencia tienen un claro valor adaptativo para el desarrollo del indi-
viduo, también es verdad que la aparición de tales miedos puede
constituir un periodo especialmente vulnerable para la adquisi-
ción de miedos más intensos y/o fobias. De hecho, muchas de las
fobias que experimentan los adultos poseen unas edades de inicio
que se corresponden de forma bastante precisa con las edades
evolutivas en que emergen los miedos correspondientes. Por
ejemplo, la edad media de comienzo de la fobia a los animales
(7 años) suele ser anterior a la de la fobia a la sangre y el daño
(9 años), y la edad de comienzo de ambas fobias es anterior a la
de la fobia social (adolescencia). Por otra parte, los miedos
norma tivos, si son intensos, pueden interferir en muchas áreas de
la vida del niño o adoles cente, tales como la vida familiar, social y
es colar y, en último término, pueden perturbar significativamente
su propio desarrollo. Más aún, existe actualmente evidencia sobre
el efecto negativo que pueden tener los miedos cuando se acu-
mulan en un mismo individuo. De hecho, se sabe que, aparte de
14 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
los propios problemas que pueden generar en el momento actual,
también pueden constituir un importante factor de riesgo psico-
patológico futuro. Las personas con muchos miedos suelen ser
propensas a padecer trastornos de ansiedad, así como también
otros trastornos psicológicos (depresión, etc.).
El estudio sobre los miedos infantojuveniles posee en estos
momentos un enorme interés teórico y práctico, y la prueba de ello
es el abundante cúmulo de investigaciones que se está producien-
do en este terreno en el ámbito internacional. El presente libro se
ha escrito, precisamente, con la finalidad de presentar algunos de
los principales hallazgos asociados al estudio de los miedos carac-
terísticos de la infancia y la adolescencia. A nuestro juicio, aunque
ya existen buenos libros sobre los miedos que exhiben los niños y
los adolescentes, aún no se ha publicado ninguno, ni a nivel nacio-
nal ni en el ámbito internacional, en el que se analicen de forma
específica y con suficiente detenimiento las innovaciones sobre la
estructura, prevalencia, intensidad y adquisición de los miedos
característicos de la infancia y la adolescencia. Desde el punto de
vista psicopatológico, pensamos que un análisis riguroso sobre
estos fenómenos está más que justificado para arrojar algo de luz
sobre los enigmáticos miedos infantojuveniles, a la vez que podría
servir para mejorar la evaluación, la prevención y el tratamiento de
dichos miedos.
El libro se hace eco de numerosas innovaciones que se han ve -
nido produciendo en el estudio de los miedos infantojuveniles y
adultos (aunque enfatizando de forma especial las primeras), tales
como, por ejemplo, la reciente revisión de la teoría de la prepara-
ción de las fobias, las diferencias en los contenidos de los miedos
en función de la edad y el sexo, las dimensiones estables que sub-
yacen a los miedos infantojuveniles, la naturaleza jerárquica de los
miedos y las fobias, la similitud entre las dimensiones de los miedos
infantiles y adultos, la contrastación de evidencia transcultural con
el FSSC-R, la generación de nuevos cuestionarios de autoinforme
para evaluar los miedos, la constatación de la elevada prevalencia
de miedos durante la infancia y la adolescencia, el predominio de
ciertos pa trones de miedos durante la mayor parte del periodo
evolutivo, la implicación del condicionamiento directo e indirecto
PRÓLOGO 15
(vi cario y verbal) en la adquisición de la mayoría de los miedos y
fobias, la implicación de nuevas variables relacionadas con la
vulnerabi lidad a los miedos (p.ej., sensibilidad a la ansiedad, sensi-
bilidad al asco), la posible relevancia de una vía no asociativa (inna-
ta) en la adquisición de ciertos tipos de miedos, o, finalmente, la
notable in fluencia que parece ejercer la familia, especialmente la
madre, por vías indirectas (modelado e información negativa) en el
establecimiento de los miedos y las fobias que exhiben los niños. 
Por tanto, mediante el presente libro pretendemos mostrar
gran parte del fruto de la moderna investigación sobre los miedos
y las fobias que acontecen especialmente antes de la edad adulta.
Pensamos que proporciona información que puede resultar de
gran ayuda para conocer mejor los numerosos temores que envuel-
ven al niño; ello, sin duda, redundaría también en un mejor cono-
cimiento de los miedos que se dan en los adultos. La información
analizada en el libro posee indiscutible relevancia y/o implicacio-
nes relacionadas con la etiología, la clasificación, el diagnóstico, la
evaluación, la prevención y el tratamiento de los miedos y las
fobias que suceden durante la infancia y la adolescencia.
Rosa M. Valiente
Bonifacio Sandín
Paloma Chorot
16 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
Los miedos son fenómenos muy comunes durante la infancia y
la adolescencia, presentan características evolutivas (ontogené -
ticas), suelen descender con la edad, tienden a ser más frecuentes
en las niñas que en los niños, y no suelen darse al azar, sino que
poseenun significado biológico-evolutivo (filogenético). Antes de
abordar estos (naturaleza evolutiva de los miedos) y otros aspectos
centrales del presente libro (estructura y adquisición de los mie-
dos), merece la pena que dediquemos cierta atención a la concep-
tuación del constructo de miedo y a su diferenciación respecto a
otros conceptos relacionados, como la ansiedad y las fobias. La
presentación de tal diferenciación no pretende en ningún mo -
mento ser exhaustiva, sino más bien establecer de forma introduc-
toria dicha separación con el único propósito de delimitar nuestro
marco de análisis.
I. DIFERENCIACIÓN ENTRE EL MIEDO
Y LA ANSIEDAD
La ansiedad y el miedo con frecuencia se han utilizado como
conceptos intercambiables, si bien se han señalado también al -
gunos aspectos que podrían servir para diferenciarlos. La ansie-
dad suele definirse como «una reacción emocional consistente
en sentimientos de tensión, aprensión, nerviosismo y preocupa-
ción, acompañados de activación del sistema nervioso autóno-
mo simpático (sudoración, aceleración de la frecuencia cardiaca
y respiratoria, temblor, etc.). La ansiedad posee la característica
particular de ser de naturaleza anticipatoria. Es decir, posee la
capacidad de anti cipar o señalar un peligro o amenaza para el
1
DELIMITACIONES SOBRE 
EL CONCEPTO DE MIEDO
propio individuo» (Sandín, 1997, pp. 4-5). Específicamente
hablando, la ansiedad consiste en una anticipación tensa y desa-
gradable de una amenaza vaga. Una persona con ansiedad tiene
dificultades para identificar la causa de sus reacciones de males-
tar o la naturaleza del suceso anticipado; generalmente, se trata
de una anticipación de sucesos difusos. En la ansiedad no está
claro ni el comienzo ni el final de la reacción de ansiedad, pues
suele tratarse de un estado generalizado y persistente (Rachman,
1998; Sandín, 1999a).
El concepto de miedo es equivalente al de ansiedad, pero
difiere de esta porque la reacción no es difusa, puesto que ocu-
rre como respuesta a un estímulo concreto, real o imaginario
(Marks, 1969). Como ha sugerido Rachman (1998), estricta-
mente ha blando el término miedo es utilizado para describir
una reacción emocional a un peligro específico percibido, es
decir, donde la amenaza es identifi cable (p.ej., una serpiente
venenosa o subirse a un avión). La mayoría de las reacciones de
miedo son intensas y poseen la cualidad de una «reacción de
emergencia». Esta caracterización del miedo implica que este
tenga otras propiedades que no están presentes en la ansiedad,
tales como (1) que el miedo se desvanezca al desaparecer el
objeto o situación amenazante (p.ej., por escape o evitación), o
(2) que tenga un comienzo y un final claramente delimitado en
el espacio y en el tiempo (asociados a la aparición y desaparición
del estímulo).
Algunos autores han separado el miedo de la ansiedad de
acuerdo con la vinculación o tendencia hacia la acción (Epstein,
1972; Öhman, 1993). Tal y como indican estos autores, el
miedo suele estar vinculado a la acción, bien mediante la pues-
ta en marcha de conductas de evitación o huida, o bien median-
te la inactividad absoluta (i.e., conducta de «quedarse congela-
do» o paralización). Por tanto, según esta distinción, el miedo
puede ser interpretado como un mo tivo que lleva necesaria-
mente al impulso de evitación o escape, mientras que, por el
contrario, la ansiedad consiste en un estado de activación no
dirigido o no resuelto. Un estado de activación no dirigido
puede asociarse, por ejemplo, a situaciones en las que es impo-
18 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
sible la discriminación del estímulo, mientras que, en un estado
de activación no resuelto, la acción no se produce a causa de
que las situaciones pueden ser de natura leza incontrolable
(Öhman, 1993).
Tal vez, una de las aproximaciones teóricas más aceptadas,
sobre todo en el ámbito de la psicopatología de la ansiedad, es
la formu lada por Barlow (1988). Barlow establece una separa-
ción entre el miedo, considerado este como una «alarma primi-
tiva», y la ansiedad, considerada como una respuesta de «apren-
sión ansiosa». El miedo, o alarma primitiva, se produce en
respuesta a una situación de peligro presente, y se caracteriza
por una reacción de emergencia o «reacción de lucha-huida»,
con activación del sis tema nervioso autónomo simpático; puede
poseer, por tanto, una finalidad claramente adaptativa. En cam-
bio, la ansiedad es una combinación difusa de emociones donde
predomina la aprensión o «aprensión ansiosa» (estructura difu-
sa cognitivo-afectiva). Esta estructura es de naturaleza difusa
porque puede estar asociada a cualquier situación o suceso, y
porque puede manifestarse con marcadas diferencias interindi-
viduales, e incluso con diferencias en la misma persona a través
del tiempo. Aparte de la activación elevada y la percepción de
incontrolabilidad, que son fenó menos comunes a las reacciones
de miedo, la ansiedad (o aprensión ansiosa) implica una focali -
zación desadaptativa de la atención hacia uno mismo (orienta-
ción autoevaluativa de la atención).
Así pues, según la diferenciación establecida por Barlow (1988),
el miedo constituye un fenómeno filogenético, inalterado por la cul-
tura, y vinculado a nuestro sistema ancestral de defensa/protección.
La ansiedad, en cambio, es un fenómeno más cognitivo y difuso, que
se constituye a partir de una combinación compleja de operaciones
emotivo-cognitivas y conductuales (Sandín, 1999a; Sandín y Chorot,
1991).
Recientemente, Gullone, King y Ollendick (2000) han apor -
tado evidencia psicométrica a favor de una separación entre los
constructos de miedo y ansiedad, y más específicamente en
apoyo de la distinción conceptual establecida por Barlow (1988).
Una de las pruebas concluyentes de estos autores, tras la aplica-
DELIMITACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE MIEDO 19
ción del nuevo cuestionario FEQ (Fear Experiences Questionnai-
re), fue la obtención de dos factores separados, uno representa-
tivo del constructo de miedo y otro del constructo de ansiedad
(un tercer factor, que denominaron «experiencias fisiológicas»,
consistía básicamente en manifestaciones fisioló gicas de la ansie-
dad). Gullone et al. concluyen su trabajo diciendo que tales
resultados «proporcionan apoyo empírico a la afirmación de que
el miedo y la ansiedad están conceptual y experimentalmente
relacionados, pero en último término son dos fenómenos distin-
tos» (p. 73). 
TABLA 1
Factores comunes al miedo y la ansiedad
1. Anticipación de un peligro
2. Tensión y aprensión
3. Activación elevada
4. Estado emocional negativo
5. Intranquilidad
6. Orientación hacia el futuro
7. Cambios corporales manifiestos
8. Sensaciones desagradables (malestar emocional y corporal)
Nota: Tomado de Sandín (1999a, p. 19).
Gullone et al. (2000) sugieren, así mismo, que sus hallazgos
son muy consistentes con la separación que hace Barlow (1988)
entre la ansiedad y el miedo. Como indicamos arriba, para Bar-
low la an siedad es fundamentalmente un estado del ánimo
orientado hacia el futuro; emoción que, a niveles óptimos, posee
la función adaptativa de mejorar el rendimiento. En cambio, el
miedo sensibiliza al organismo para sobrevivir ante el peligro, es
decir, re presenta una reacción emocional con fuertes tendencias
hacia la acción (i.e., escape) y, en último término, alerta del peli-
gro y promueve la supervivencia; el miedo es una emoción pri-
mitiva y bá sica.
20 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
TABLA 2
Diferencias entre el miedo y la ansiedad
Miedo Ansiedad
Focalización específica de la amenaza Origen incierto de la amenaza
Conexión conocida entre la amenaza Conexión desconocida entre 
y la respuesta (miedo) la amenaza y la respuesta
(ansiedad)
Normalmente episódico Prolongada
Tensión circunscrita Intranquilidad generalizada
Amenaza identificable Puede darse sin objetoProvocada por señales de amenaza De comienzo incierto
Disminuye al retirarse la amenaza Persistente
Área de amenaza circunscrita Sin límites claros
Amenaza inminente Amenaza raramente inminente
Cualidad de una emergencia Vigilancia mantenida
Sensaciones corporales Sensaciones corporales
de emergencia de vigilancia
Motivo de evitación/escape Estado de activación no dirigido
(dirigido a la acción) a la acción
Nota: Tomado de Sandín (1999a, p. 20).
Recientemente, nuestro grupo de investigación ha aportado
datos a favor de la distinción entre el miedo, la ansiedad y la
depresión en una muestra amplia de niños y adolescentes (Valien-
te, Sandín y Chorot, 2002a). En dicho estudio observamos que la
varianza común entre la intensidad de miedo y el rasgo de ansie-
dad oscilaba entre el 0,09% y el 29%, lo cual denota que se trata
de dos constructos claramente diferentes. Los resultados obte -
nidos en este trabajo indicaban, así mismo, la existencia de corre-
laciones moderadas entre el miedo y la ansiedad y/o la afectividad
negativa, y correlaciones bajas entre el miedo y la depresión. Tales
datos, aparte de significar una clara evidencia a favor de la distin-
ción entre el miedo y la ansiedad en la infancia y la adolescencia,
fueron también interpretados por nosotros en términos del mo -
delo tripartito de la ansiedad y la depresión (véase Sandín, 1997),
y en línea con la modificación al mismo que supone la separación
DELIMITACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE MIEDO 21
entre el miedo y la ansiedad (Muris, Schmidt, Merckelbach, y
Schouten, 2001; Valiente, Sandín y Chorot, 2002b). 
Aparte de otras posibles distinciones que podrían establecerse
entre los conceptos de miedo y ansiedad, a modo de resumen pre-
sentamos en las Tablas 1 y 2 una síntesis de algunos de los aspec-
tos más relevantes que se han venido señalando, tanto en lo que
concierne a los factores comunes a la ansiedad y el miedo (Tabla
1), como en lo que concierne a las características distintivas de
dichos constructos (Tabla 2). Por tanto, entenderemos el miedo
como un fenómeno que, aunque se asemeja a la ansiedad en cier-
tos aspectos, difiere de esta en múltiples facetas.
II. DIFERENCIACIÓN ENTRE EL MIEDO Y LA FOBIA
Los conceptos de miedo y fobia suelen emplearse con cierta
frecuencia en la literatura científica para significar un mismo fenó-
meno, si bien existen algunos aspectos que nos conducen a la
necesidad de establecer cierta distinción entre ambos. Es también
obligado, por consiguiente, que inicialmente refiramos algunas de
las características que se han señalado para diferenciar los miedos
de las fobias, si bien asumiendo que se trata de conceptos extre-
madamente cercanos y difíciles —si no imposibles— de separar en
muchas condiciones.
La diferencia entre el miedo y la fobia es esencialmente de tipo
cuantitativo (Taylor, 1998). El miedo puede consistir en una res-
puesta normal, razonable y apropiada ante un peligro potencial.
La fobia, en cambio, puede definirse como un miedo extremo, y
por tanto implica una consideración clínica del miedo (Sandín,
1999a). Una caracterización más precisa de las fobias, asumida
internacionalmente, es la ya clásica conceptuación establecida por
Marks (1969). Según ha señalado este autor, las fobias son miedos
que reúnen las siguientes características:
1. Son miedos intensos y desproporcionados con respecto al
peligro real de la situación; durante edades no infantiles la
persona suele ser consciente de que el miedo es excesivo.
22 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
Por ejemplo, una reacción de terror a viajar en avión, en un
vuelo normal, es una respuesta desproporcionada.
2. Las reacciones de miedo son irracionales (no pueden ser
explicadas ni razonadas). Los argumentos lógicos suelen ser
irrelevantes (p.ej., el hecho de explicar al individuo el ca -
rácter inocuo de la situación no suele ser efectivo para re -
ducir el miedo). En edades no infantiles, la persona suele ser
consciente de que las respuestas de miedo son irracionales.
3. Las respuestas de miedo no pueden ser controladas volunta-
riamente. Los esfuerzos de la persona para vencer el miedo
suelen ser inefectivos.
4. El miedo conduce a la evitación de la situación temida. Esta
es una característica típica de las fobias. La persona evita la
situación amenazante o escapa si inesperadamente se
encuentra ante ella. En ocasiones se tolera la situación pero
experimentando un elevado nivel de miedo y malestar. 
Un aspecto importante que debemos resaltar es que, si bien
la conceptuación establecida por Marks (1969) delimita muy
bien las propiedades esenciales de las fobias, no tiene en consi-
deración la posibilidad de que las reacciones de miedo pueden
formar parte del desarrollo normal del individuo, ya que los mie-
dos que son transitorios y están vinculados a la edad no deberían
ser considerados como fobias (King, Hamilton y Ollendick, 1994;
Sandín, 1997). Estos autores sugieren considerar como prefe-
rente la definición de Miller, Barrett y Hampe (1974), ya que
resulta más apropiada cuando se trata de las fobias que se dan en
la infancia y la adolescencia. Un análisis riguroso en el que se
detallan estas y otras características en relación con la distinción
entre la ansiedad, el miedo y la fobia ha sido presentado por
Pelechano (1984).
De acuerdo con Miller et al. (1974), una fobia es una forma
especial de miedo que implica las siguientes condiciones:
1. No guarda proporción con el peligro real de la situación.
2. No puede ser explicado ni razonado.
DELIMITACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE MIEDO 23
3. Está fuera del control voluntario.
4. Lleva a evitar la situación temida.
5. Persiste más allá de un periodo prolongado de tiempo.
6. El miedo es desadaptativo.
7. No se asocia a una edad o etapa específica del desarrollo.
Como puede apreciarse, las cuatro primeras características
coinciden con las propuestas por Marks (1969). No obstante, la
caracterización de Miller et al. (1974), al poner énfasis en la natu-
raleza transitoria de los miedos y en su curso evolutivo, se con-
vierte probablemente en la definición más aceptada de la fobia
dentro del ámbito de la infancia y adolescencia (King et al., 1994;
Sandín, 1997).
En su revisión sobre la conceptuación de las fobias infantiles,
King y colaboradores destacan como características relevantes la
magnitud o intensidad, el efecto desadaptativo y la duración. Se ha
sugerido, en este sentido, que las fobias son aquellos miedos que
tienen una duración mínima de dos años o una intensidad que per-
turba la actividad cotidiana del niño. Puesto que el criterio de los
dos años no tiene en cuenta la intensidad de malestar experimen-
tado por el niño durante dicho periodo, estos autores indican que
tal vez el criterio más significativo para definir un miedo como
fobia vendría dado por el malestar personal (sufrimiento) y la
interferencia en la vida cotidiana del niño o adolescente.
Aparte de estas consideraciones conceptuales, una interpre-
tación clínica de las fobias, basada por ejemplo en los criterios
de diagnóstico que se establecen en el DSM-IV (APA, 1994),
supone la asunción de los siguientes 7 criterios: (a) miedo exce-
sivo o irracional persistente, (b) respuesta asociada inmediata de
miedo tras la exposición al estímulo fóbico (puede consistir en
una reacción de pánico), (c) conciencia subjetiva de que el
miedo es excesivo o irracional (excepto en los niños), (d) con-
ducta de evitación o tolerancia con sufrimiento, (e) nivel signifi-
cativo de interferencia o malestar, (f) duración de los síntomas
no menor de 6 meses (excepto en menores de 18 años), y (g) las
respuestas de miedo no deben explicarse mejor por otros tras-
tornos psicológicos. 
24 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
III. COMENTARIO
Asumimos, por tanto, que los conceptos de ansiedad y miedo
poseen muchos aspectos comunes, aunque tambiénaspectos cla-
ramente diferenciales. Es cierto que con frecuencia se emplea de
forma genérica el término de ansiedad para referirse a diferentes
manifestaciones emocionales, entre las que se incluye el miedo. Sin
embargo, salvo que se especifique otra alternativa, en lo que sigue,
nos referiremos al miedo como algo diferente de la ansiedad y, en
general, según los términos que hemos señalado en el presente
capítulo. Por otra parte, entenderemos los miedos como entidades
no clínicas (i.e., no coinciden con las fobias), es decir, como con-
diciones que pueden ser consideradas como relativamente norma-
les, integradas en el desarrollo, y que desempeñan un valor adap-
tativo y de supervivencia. Estos miedos, no obstante, si son
intensos y se prolongan más allá de los límites que impone el pro-
ceso evolutivo, pueden llegar a ser desadaptativos para el indivi-
duo. Puesto que, como hemos indicado arriba, los miedos difieren
de las fobias básicamente en términos cuantitativos, en ocasiones
será obligado hacer alusión a las mismas con objeto de ubicar más
adecuadamente el significado psicopatológico de algunas caracte-
rísticas de los propios miedos.
DELIMITACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE MIEDO 25
Como ha subrayado Sandín (1997, pp. 25-35), el miedo
posee una naturaleza evolutiva por excelencia, tanto desde el
punto de vista filogenético como ontogenético. La cualidad filo-
genética de los miedos viene dada por el hecho de existir una
predisposición en la especie humana para reaccionar con miedo
ante determi nados tipos de estímulos, estímulos estos que po -
seen un signifi cado biológico-adaptativo de supervivencia. Aun-
que se han refe rido otros puntos de vista alternativos, tales como
la orientación no asociativa (i.e., basada en el carácter heredita-
rio de los miedos; p.ej., Menzies y Clark, 1995a), la perspectiva
que mejor describe las propiedades filogenéticas de los miedos es
la teoría de la preparación. Por lo que respecta a la cualidad
ontogenética de los miedos, nos referimos a que los miedos
podrían ser considerados como fenómenos adaptativos del de -
sarrollo del individuo, con la función de promover la supervi-
vencia. Tanto el nivel general de miedos como el contenido de los
mismos parecen modificarse a medida que se pasa de la edad
infantil a la adolescencia. En este capítulo veremos, por tanto,
algunos aspectos relacionados con las propiedades filogenéticas
y ontogenéticas de los miedos.
I. ASPECTOS FILOGENÉTICOS DE LOS MIEDOS
El significado filogenético de los miedos viene dado por su
carácter selectivo, es decir, por el hecho de que no todos los estí-
mulos poseen la misma potencialidad de convertirse en estímulos
evocadores de miedo. Este fenómeno ha sido explicado en tér -
minos del constructo de «preparación» (preparedness) (Seligman,
2
NATURALEZA EVOLUTIVA DE LOS MIEDOS
1971; Öhman, 1987), según el cual el ser humano está filogené -
ticamente preparado para asociar respuestas de miedo a determi-
nados estímulos (i.e., «estímulos preparados» o estímulos poten-
cialmente fóbicos). Estos estímulos o situaciones (p.ej., las arañas,
las serpientes, las alturas, las aguas profundas, etc.) suelen im plicar
peligros o amenazas para la supervivencia del ser humano y, por
tanto, su asociación a las respuestas de miedo ha adquirido un es -
pecial valor adaptativo. 
Una propiedad inherente a los miedos y las fobias es que no
se distribuyen aleatoriamente, sino que unos (p.ej., el miedo a
las serpientes, el miedo a las alturas, o el miedo a no poder res-
pirar) son mucho más prevalentes que otros (p.ej., el miedo a
hablar por teléfono, el miedo a la electricidad, o el miedo a cor-
tarse el pelo) (Costello, 1982; Ollendick, King y Frary, 1989;
Sandín y Chorot, 1998). Esta característica de no aleatoriedad
(i.e., selectividad), propia de los miedos y las fobias, es expli -
cada por la teoría de la preparación en términos de (a) una ten-
dencia basada genéticamente para temer los peligros «arcaicos»
(i.e., estímulos preparados) que interactúa con (b) un proceso
de aprendizaje. Dicho en otros términos, como resultado de un
proceso evolutivo, los seres humanos pueden aprender con faci-
lidad respuestas de miedo ante dichos estímulos, siendo tales
respuestas altamente resistentes a la extinción. Esta teoría, por
tanto, no explica el miedo como algo innato, sino como algo que
se adquiere fácilmente y se extingue con dificultad. Lo innato es
la tendencia a establecer tales procesos de aprendizaje ante los
estímulos «preparados» de miedo. 
Öhman (1986, 1987) ha desarrollado y ampliado la teoría de la
preparación postulada inicialmente por Seligman (1971), propo-
niendo una versión más detallada de esta. Específicamente, Öhman
estableció dos sistemas del miedo basados evolutivamente: (a) el
sistema de defensa ante depredadores, que moviliza el miedo ante
estímulos de animales que suponen un peligro para la superviven-
cia del ser humano (p.ej., serpientes, arañas, leones, lobos, etc.), y
(b) el sistema de sumisión social, que moviliza el miedo ante la pre-
sencia (p.ej., expresión facial) de otros seres humanos. Estos sis -
temas difieren entre sí en sus funciones adaptativas, los meca -
28 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
nismos de activación del miedo, los patrones de desarrollo, y los
tipos de fobias asociadas.
Así, mientras que el sistema de defensa ante depredadores
tiene la función de poner en marcha las estrategias defensivas
contra los depredadores, el sistema de sumisión social nos ayuda
a establecer los patrones de jerarquía social. Similarmente, el sis-
tema de de fensa ante depredadores es activado cuando coinciden
las características de ser depredador con el condicionamiento
aversivo (i.e., presencia de un estímulo incondicionado), mientras
que el sistema de su misión social se activa cuando los estímulos
sociales (p.ej., expresiones faciales de ira o amenaza) se dan junto
a estímulos incondicionados aversivos. El sistema de defensa ante
depredadores es necesario incluso en las edades tempranas del
desarrollo (p.ej., si un niño se aleja de sus padres) y, como tal, apa-
rece temprana mente. En cambio, el sistema de sumisión social
tiene una aparición más tardía, pues sólo se hace necesario a par-
tir de la adolescencia, i.e., cuando se establecen las jerarquías
sociales. Finalmente, ambos sistemas se relacionan diferencial-
mente con los tipos de miedos: el sistema de defensa ante depre-
dadores se asocia a la aparición de miedos y fobias a los animales,
y el sistema de sumisión social se asocia a los miedos sociales.
Merece la pena resaltar que la existencia de estos dos sistemas
filogenéticos podría explicar la aparición diferencial de ambos
tipos de miedos y fobias, esto es, el hecho de que los miedos a los
animales presenten una aparición ontogenética más temprana que
los miedos de tipo social (véase Merckelbach y De Jong, 1997;
Sandín, 1995, 1997).
Aparte de explicar el carácter no arbitrario y la distribución no
aleatoria de los miedos y las fobias, o las diferencias entre los tipos
de miedos, el concepto de preparación explica otros fenómenos de
interés psicopatológico, tales como que los miedos/fobias puedan
ser irracionales y resistentes a los argumentos lógicos, o que pue-
dan aprenderse respuestas de miedo de forma no consciente
(Öhman, 1987; LeDoux, 1996). Se han publicado excelentes aná-
lisis mo dernos en los que se describe la teoría de la preparación y
la contrastación empírica, así como su significado e implicaciones
psicopatológicas (p.ej., McNally, 1987; Merckelbach y De Jong,
NATURALEZA EVOLUTIVA DE LOS MIEDOS 29
1997; Öhman, 1979, 1986, 1987, 1993; Sandín, 1995). Dado que
un análisis más pormenorizado sobre esta cuestión sobrepasaría
los ob jetivos del presente capítulo, remitimos al lector que desee
una explicación más extensa y detallada a las mencionadas refe-
rencias.
Recientemente Öhmany Mineka (2001) han llevado a cabo
una interesante reelaboración de la teoría de la preparación,
centrada en el concepto de «módulo del miedo desarrollado
evolu ti vamente» (evolutionary evolved fear module). Desde el
punto de vista evolu tivo, es más probable que la conducta esté
organizada en módulos rela tivamente independientes que en
mecanismos más generales. Del mismo modo que el cuerpo se
compone de órganos independientes que sirven a la superviven-
cia y la procreación, los sistemas conductuales y mentales pue-
den ser enten didos como órganos o módulos independientes.
Como resultado de la selección natural, tales mó dulos han sido
configurados para solucionar problemas adaptativos específicos
que aparecían con frecuencia en los escenarios evolutivos. Par-
tiendo de este concepto evolutivo central basado en Tooby y
Cosmides (1990), Öhman y Mineka (2001) han postulado una
teoría moderna de la preparación de los miedos y las fobias
basada en el concepto de módulo de miedo y en cuatro caracte-
rísticas vinculadas a dicho módulo, i.e., selecti vidad, automa -
ticidad, encapsulación y estructura neural. Brevemente, estas
cuatro características son conceptuadas por Öhman y Mineka
(2001) como sigue:
1. Selectividad. El módulo del miedo es activado preferente-
mente por estímulos específicos relevantes al miedo, parti-
cularmente por aquellos que parecen poseer un origen
evolutivo. Dicho módulo es activado predominantemente
en los contextos aversivos por estímulos recurrentes rela-
cionados con amenazas a la supervivencia durante la evo-
lución de los mamíferos, estímulos que los animales fácil-
mente aprendieron como señales de peligro. Por tanto, los
estímulos relevantes al miedo participan fácilmente en
asociaciones selectivas con sucesos aversivos (tal y como
30 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
se ha evidenciado a partir de la extensa investigación con
humanos y primates). Los estímulos evolutivamente rele-
vantes al miedo con frecuencia se convierten en objeto de
las fobias humanas y, por tanto, nos ayudan a explicar la
selectividad de las fobias con respecto a los objetos o situa-
ciones que ellos evocan.
2. Automaticidad. En los seres humanos, el módulo del miedo
es activado automáticamente por los estímulos relevantes al
miedo, no siendo necesario que se produzca un acceso
consciente de los estímulos antes de que la respuesta sea
evocada. Esta característica ha sido demostrada a partir de
estudios basados en técnicas de enmascaramiento (el sujeto
no puede percibir conscientemente el contenido del estí-
mulo). Mediante este tipo de estudios se ha demostrado, no
sólo que los sujetos miedosos o condicionados experimen-
talmente muestran respuestas de miedo a los estímulos rele-
vantes al miedo enmascarados, sino también que el miedo
puede ser condicionado a estímulos evolutivamente rele-
vantes al miedo incluso si estos se presentaban de forma
enmascarada (i.e., fuera del reconocimiento consciente de
los mismos).
3. Encapsulación. El módulo del miedo está encapsulado, en
el sentido de que resulta impenetrable al control cogni tivo
consciente. Si el módulo es activado por un estímulo de
miedo efectivo, el miedo resultante sigue su curso y re sulta
muy difícil de controlar por medios cognitivos. Por ejem-
plo, una vez que el miedo de un fóbico a las serpientes es
activado, dicho miedo no puede ser anulado por el hecho
de darse cuenta de que la serpiente en realidad es inocua.
4. Estructura neural. El módulo del miedo refleja la operación
de un circuito neural dedicado a la evocación y condiciona-
miento del miedo localizado en la amígdala. La amígdala
recibe información (input) más o menos procesada desde
diversas áreas del cerebro, incluidos el hipotálamo y la cor-
teza cerebral, y controla la expresión (output) emocional a
través del hipotálamo y los núcleos del tronco cerebral. Las
NATURALEZA EVOLUTIVA DE LOS MIEDOS 31
características del circuito neural han sido suficientemente
mapeadas en relación con las características del módulo de
miedo.
Las diferencias entre el condicionamiento aversivo a los estí -
mulos irrelevantes o relevantes al miedo estriban en que típica -
mente sólo el último accede al módulo de miedo. Se asume que los
estímulos evolutivamente relevantes al miedo son suficientes para
activar el módulo de miedo si la situación representa, al menos, un
nivel medio de aversividad. Por tanto, las respuestas condiciona-
das resultantes de los estímulos condicionados relevantes al miedo
muestran típicamente las características del módulo de miedo
(selectividad, automaticidad y encapsulación), mientras que las
respuestas condicionadas a estímulos irrelevantes al miedo se rela-
cionan más estrechamente con las expectativas de los sujetos sobre
la situación. 
El concepto de «módulo del miedo» desarrollado por
Öhman y Mineka (2001), no sólo mejora y amplía el concepto
sobre la teoría de la preparación de los miedos y las fobias que
hasta ahora teníamos, sino que también permite integrar di -
versos resultados sobre el miedo obtenidos a partir de diversas
fuentes (aprendizaje animal, condicionamiento con seres hu -
manos, estudios clínicos, etc.). Más aún, dicho concepto puede
ser de gran utilidad futura ya que constituye una estructura
heurística de gran valor para la investigación del miedo, así
como también para articular la investigación psicológica y neu-
rológica que mejore nuestro conocimiento sobre el miedo y la
ansiedad.
Como extensión de la teoría de la preparación, Matchett y
Davey (1991) desarrollaron el concepto de sistema de evitación
de la enfermedad para referirse a las reacciones de miedo asocia-
das al asco (repugnancia) y a la contaminación. Este sistema,
también de naturaleza adaptativa y filogenética, explicaría el
miedo a ciertos tipos de animales que podrían calificarse como
«asquerosos» y transmisores de suciedad, tales como las arañas,
los gusanos, las serpientes, las ratas, etc., pero no el miedo a los
animales estrictamente depredadores (p.ej., lobos, leones, tigres,
32 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
osos, etc.). El modelo de evitación de la enfermedad fue suge rido
por estos autores como alternativa al modelo de defensa ante
depredadores, ya que este último no parecía relevante para ex -
plicar el origen de los miedos a estos tipos de animales (Davey,
1994; Matchett y Davey, 1991). De acuerdo con la hipótesis de la
evitación de la enfermedad, ciertos animales (p.ej., las arañas, las
ratas, las cucarachas) están asociados a la propagación de las
enfermedades, a la suciedad y a la contaminación. Por tanto, la
aversión a estos animales se relaciona más con el asco que con el
miedo a ser atacado.
Un concepto importante que ha sido incorporado al modelo
de evitación de la enfermedad es el de sensibilidad al asco. El asco
es una emoción básica que ha sido definida como «repugnancia
ante la probable incorporación (oral) de algún objeto repelente.
Los objetos repelentes son contaminantes; esto es, si tienen con-
tacto, aunque breve, con alimentos aceptables, hacen que la co -
mida se convierta en inaceptable» (Rozin y Fallon, 1987; Sandín,
1997, pp. 136-137). En varios estudios se ha constatado que la
sensibilidad al asco correlaciona con los miedos a los animales
que podrían calificarse como asquerosos o repugnantes pero que
no son peligrosos físicamente, tales como las arañas, los gusanos,
las ratas, las cuca rachas, etc.; en cambio, no correlaciona con los
miedos a los animales típicamente depredadores (p.ej., los tigres,
los leones, los lobos, los osos, etc.) (Davey, 1994; Matchett y
Davey, 1991). La sensibilidad al asco también se ha asociado posi-
tivamente a los miedos del tipo sangre-inyecciones-daño (Sandín,
1997).
La sensibilidad al asco ha sido sugerida como concepto filo-
genético útil para explicar algunos aspectos relativos a la adqui-
sición y mantenimiento de ciertostipos de miedos y fobias. Aun-
que la mayor parte de la investigación se ha llevado a cabo con
miedos no clínicos, recientemente se han publicado algunos
estudios que sugieren la existencia de elevados niveles de sensi-
bilidad al asco en pacientes con fobias relevantes, tales como la
fobia a las arañas (Mulkens, De Jong y Merckelbach, 1996; Tolin,
Lohr, Sawchuk y Lee, 1997) y la fobia a la sangre-inyecciones-
daño (Tolin et al., 1997).
NATURALEZA EVOLUTIVA DE LOS MIEDOS 33
II. DESARROLLO DE LOS MIEDOS
Vimos en el apartado anterior que las respuestas de miedo
parecen estar preparadas filogenéticamente por su valor
adapta tivo y de supervivencia (p.ej., escapar a tiempo de un
animal de predador puede significar salvar la vida). Desde el
punto de vista ontogenético, las respuestas de miedo a ciertas
edades del desarrollo pueden igualmente promover la supervi-
vencia del individuo (p.ej., tener miedo a las alturas puede sal-
var la vida a un niño que hace poco tiempo ha comenzado a
caminar). En los últimos años se han publicado importantes tra-
bajos que ponen de relieve el interés de considerar el aspecto
evolutivo ontogenético del miedo, tanto por su propio carácter
adapta tivo, como por sus implica ciones psicopatológicas y clí-
nicas (p.ej., Gullone, 2000; Gullone y King, 1997; Méndez,
1999; Sandín, 1997). En lo que sigue, analizaremos las diferen-
cias en los contenidos de los miedos según la edad y el sexo (en
el Capítulo 5 comentamos las diferencias en frecuencia e inten-
sidad de los miedos).
A. Diferencias en el contenido de los miedos
según la edad
Partiendo de diferentes tipos de fuentes metodológicas
(entrevistas, cuestionarios de autoinforme, estimaciones de los
padres, re gistros retrospectivos, etc.), existe actualmente impor-
tante evi dencia sobre los patrones de evolución de los miedos
durante los períodos de desarrollo infantojuveniles (Bauer, 1976;
Echeburúa, 1993a; Gullone, 2000; Gullone y King, 1997; Hall,
1897; Jersild y Holmes, 1935; King et al., 1994; Marks, 1991;
Méndez, 1999; Pelechano, 1981, 1984; Poulton et al., 1997; San-
dín, 1996, 1997; Wenar, 1994). Siguiendo la reciente revisión
efectuada por Sandín (1997, pp. 25-35), a continuación indica-
mos los miedos más comunes en los niños y adolescentes según
las diferentes fases del desarrollo (Tabla 3).
Como se indica en la Tabla 3, las diferentes fases evolutivas del
niño/adolescente se asocian de manera más o menos específica a
34 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
formas características de miedo que, por su contenido, parecen
reflejar un proceso continuo de maduración cognitiva a medida
que avanzan las etapas del desarrollo. Los miedos vinculados a
cada fase del desarrollo pueden considerarse, por tanto, como
«miedos evolutivos», que pueden resultar normales (no suelen ser
muy intensos), específicos de cada etapa, y por tanto transitorios
(Sandín, 1997).
Durante el primer año (bebé), los niños comienzan a temer
los estímulos de su medio inmediato, tales como los sonidos
fuertes o la pérdida de apoyo. A medida que avanza el año, se va
produciendo un incremento del miedo hacia las personas ex -
trañas, los objetos extraños y la separación. En contraste con los
miedos que aparecen durante los primeros meses, estos miedos
requieren un cierto grado de madurez cognitiva, como por ejem-
plo la capacidad para recordar y distinguir lo familiar de lo ex -
traño. 
Con el inicio de la niñez (1-2½ años) se observa que aún
siguen siendo importantes los miedos típicos de la primera etapa,
esto es, los miedos asociados a la separación y a los extraños. Sur-
gen, por otra parte, nuevos miedos relacionados con peligros
como ciertos ani males (pequeños animales) y algunos fenómenos
naturales (tormentas, etc.). Estos miedos se mantendrán durante
la fase de preescolar.
En la etapa de preescolar (2½-6 años) se producen impor -
tantes cambios. Durante el primer año, las fuentes de miedo pro-
ceden de cosas que ocurren en un ambiente inmediato al niño
(ruidos, extraños, etc.). En la fase siguiente, el desarrollo cogni -
tivo permite incrementar el rango de estímulos generadores de
miedo, si bien estos aún mantienen una presencia bastante inme-
diata (tormentas, algunos animales, etc.). Durante la edad prees-
colar, sin embargo, el desarrollo cognitivo se ha incrementado y el
niño es ya capaz de experimentar miedo ante estímulos imagina-
rios globales, tales como la oscuridad, los fantasmas y los mons-
truos. La mayoría de los miedos a los animales se desarrollan
durante este periodo. El miedo a estar solo/a, que es característi-
co durante esta etapa, puede constituir un proceso evolutivo a
partir del miedo a la separación de los padres.
NATURALEZA EVOLUTIVA DE LOS MIEDOS 35
Durante la niñez media (6-11 años), merced a un progresivo
desarrollo cognitivo, los niños pueden diferenciar las represen-
taciones internas de la realidad objetiva, lo cual propicia que los
miedos sean ahora más realistas y específicos, desvaneciéndose
los temores a los seres imaginarios. Tal vez los miedos más
representativos de esta etapa sean los temores relacionados con
el daño fí sico (accidentes de tráfico, quemaduras, etc.), la muer-
te (miedo a la propia muerte o a la de un familiar) y los miedos
médicos (he ridas, sangre, inyecciones, etc.). Algunos miedos
novedosos, como el temor al SIDA y el miedo a la separación o
divorcio de los padres, pueden ocurrir durante esta etapa y
denotan cambios en las circunstancias del entorno social que
rodea al niño; de hecho, al gunos autores han referido que estos
temores se encuentran entre los más frecuentes tanto en estas
edades como durante la preadolescencia y adolescencia (Gullo-
ne y King, 1993). Sin embargo, como señalan estos autores, los
niños perciben el SIDA como un fenómeno sobrenatural que
causa la muerte, mientras que los adolescentes pueden entender
el verdadero significado de la enfer medad. Por lo demás, mere-
ce la pena resaltar que durante la niñez media adquieren gran
relieve los temores a la crítica y al fracaso, y los miedos asocia-
dos al ámbito escolar.
La preadolescencia (11-13 años) se asocia a una reducción ge -
neral de los miedos de tipo animal y a un incremento de los mie-
dos relativos a la crítica y el fracaso (una tendencia que ya se ob -
serva al final de la fase anterior). Por otra parte, al suponer el inicio
de cambios evolutivos drásticos en la propia imagen (por desarro-
llo tanto psicológico como corporal), así como también cambios
de tipo social e interpersonal, tienen particular relevancia los te -
mores relativos a la autoimagen (p.ej., al aspecto físico), sociales
(p.ej., miedo a no tener amigos), económicos y políticos. Los temo-
res vinculados al mundo académico (p.ej., fracasar en un examen,
exponer una lección en clase, etc.) son igualmente frecuentes en
esta etapa.
Durante la adolescencia (13-18 años) se mantienen los miedos
que dominan la preadolescencia, aunque adquieren especial relieve
algunos temores más característicos como los relacionados con el
36 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
TABLA 3
Miedos más comunes en los niños y adolescentes según
las diferentes fases del desarrollo
Etapa evolutiva Miedos más comunes Observaciones
NATURALEZA EVOLUTIVA DE LOS MIEDOS 37
PRIMER AÑO
(BEBÉ) (0-12 meses)
INICIO NIÑEZ
(1-2½ años)
PREESCOLAR
(2½-6 años)
NIÑEZ MEDIA
(6-11 años)
Pérdida de apoyo
Sonidos fuertes
Las alturas
Personas/objetos
extraños
Separación
Objetos amenazadores
(que aparecen
súbitamente)
Separación padres
Extraños
Tormentas, mar
Pequeños animales
Insectos
Oscuridad
Animales en general
Quedarse solo/a
Fantasmas, monstruos
Sucesos sobrenaturales
Heridas corporales
Daño físico
Salud, muerte
Escolares
El miedo a los extra-
ños puede persistir
como timidez; suele
sumarse al miedo de
separación. Ambos
tipos de miedo se han
observadoen niños
ciegos
El miedo a la separa-
ción de los padres se
intensifica hacia los 2
años. En esta fase apa-
rece el miedo a compa-
ñeros extraños
Predominan los mie-
dos a los seres imagina-
rios (fantasmas, mons-
truos, etc.). Aparecen
los miedos a los anima-
les salvajes
Adquieren relevancia
los miedos tipo sangre-
inyecciones-daño, y los
miedos relacionados
con el colegio (ren -
dimiento académico,
compañeros, aspectos
sociales)
sexo, las relaciones interpersonales, el rendimiento personal (p.ej.,
miedo al fracaso académico y/o social, popularidad), la crítica y la
evaluación social. Durante la adolescencia se observa una clara
tendencia hacia los miedos que se dan en las personas adultas,
como son los miedos que conciernen a las relaciones interperso-
nales con amigos y familiares.
Investigaciones recientes basadas en la aplicación de cuestio-
narios de autoinforme sugieren, sin embargo, que los miedos rela-
cionados con el daño, el peligro físico y la muerte se mantienen
como temores preponderantes durante los períodos de la niñez
38 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
TABLA 3 (Cont.)
Etapa evolutiva Miedos más comunes Observaciones
PREADOLESCENCIA
(11-13 años)
ADOLESCENCIA
(13-18 años)
Escolares
Sociales
Económicos
Políticos
Autoimagen
Sexuales
Autoidentidad
Rendimiento personal
Sociales
Académicos
Políticos 
Económicos
Se mantienen e incre-
mentan los miedos so -
ciales y escolares. Se ini-
cian los miedos sobre
temas económicos y
políticos. Aparecen los
miedos relacionados
con el autoconcepto
(au toestima, imagen
personal)
Continúan los tipos de
miedos característicos
de la preadolescencia
y adquieren prepon-
de-rancia los relacio-
nados con el rendi-
miento personal, la
autoidentidad y las
relaciones interperso-
nales (con amigos,
personas del sexo
opuesto)
Nota: Tomado de Sandín (1999a, p. 29).
media, la infancia y la adolescencia (Gullone y King, 1993, 1997;
Ollendick, 1983; Ollendick et al., 1989; Sandín, Chorot, Valiente
y Santed, 1998) (véase el Capítulo 5).
B. Diferencias en el contenido de los miedos
según el sexo
En términos generales puede afirmarse que, tanto en niños
como en adolescentes, sistemáticamente el sexo femenino se asocia
a mayores niveles de miedos que el sexo masculino (p.ej., Gullone,
2000; Gullone y King, 1993, 1997; King et al., 1994; Ollendick et
al., 1989; Sandín, 1997; Sandín et al., 1998). No obstante, una cues-
tión de interés concierne a la posibilidad de que existan diferencias
debidas al sexo en cuanto al contenido de los miedos.
Así como las diferencias en el contenido de los miedos han
sido muy estudiadas en función de la edad, estas lo han sido
mucho menos en relación con las diferencias de sexo. Algunas de
las diferencias de contenido que han sido referidas indican que las
chicas tienden a exhibir más miedo a la oscuridad, a los lugares
extraños, a los sonidos, a los objetos o personas extraños, a ser
secuestradas, al robo o al asesinato, a las serpientes, a la suciedad,
y a los animales. En contraste, los chicos suelen manifestar más
miedo al peligro, al daño corporal, al colegio, al fracaso, a las pesa-
dillas, y a los seres imaginarios (Gullone, 2000). Si bien resulta fac-
tible asumir estas conclusiones a modo general, debe tenerse en
cuenta que, según diversos estudios recientes basados en cuestio-
narios de autoinforme, las chicas suelen obtener puntuaciones más
elevadas que los chicos en la mayoría, si no en todas, las catego rías
de miedos (véase el Capítulo 5).
En uno de estos estudios, Gullone y King (1993) constataron
que los miedos que mejor discriminaban entre los chicos y las
chicas eran los relativos a las ratas, las arañas, las serpientes, los
ratones, las casas de aspecto misterioso, estar solo, y tener malos
sueños. En nuestro reciente trabajo (Sandín et al., 1998) encon-
tramos que los miedos que mejor diferenciaban a los niños de las
niñas eran los relacionados con la dimensión de pequeños ani-
males y daños menores, dimensión que incluye miedos a ani males
NATURALEZA EVOLUTIVA DE LOS MIEDOS 39
como los escarabajos, las lagartijas, los murciélagos, las ratas y
ratones, las arañas y las serpientes, entre otros. Como puede
apreciarse, los resultados de este estudio son semejantes a los
referidos por Gullone y King (1993).
C. Estabilidad de los miedos durante la infancia
y la adolescencia
Si los miedos tienen un significado evolutivo y aparecen en las
diferentes fases del desarrollo en función de este significado, pa -
rece lógico suponer que los miedos deberían ser fenómenos tran-
sitorios, i.e., deberían presentar un patrón decreciente a medida
que avanza el propio desarrollo del individuo (al menos ciertos
temores pertenecientes a fases anteriores deberían desvanecerse al
pasar el individuo a nuevas etapas evolutivas).
En términos generales, la mayoría de las investigaciones longi-
tudinales tienden a indicar que los miedos presentan un patrón des-
cendente paralelo al incremento de la edad, sobre todo a partir de
la niñez media (Cummings, 1946; Gullone, 2000; Gullone y King,
1997; Jersild y Holmes, 1935; Poulton et al., 1997; Spence y McCat-
hie, 1993; Sandín, 1997). No obstante, aunque el desvanecimiento
de los miedos parece ser un fenómeno común, no suele ser general
para todos los tipos de miedos.
Varias publicaciones clásicas han referido descensos signi -
ficativos en los niveles de miedos, siendo mayor el declive en los
niños más jóvenes (Cummings, 1946; Draper y James, 1985; Jer-
sild y Holmes, 1935). Estudios más recientes (p.ej., Dong, Xia,
Lin, Yang y Ollendick, 1995; Gullone y King, 1997) han cons -
tatado, sin embargo, que, aunque se evidencia una tendencia ge -
neral de descenso de los niveles de miedo con el aumento de la
edad —caída que parece mantenerse hasta la época de la prea-
dolescencia o adolescencia, momento a partir del cual los mie-
dos parecen estabilizarse—, algunos miedos no sólo no dismi-
nuyen sino que suelen aumentar. Estos son los miedos de tipo
médico (p.ej., temores relacionados con visitar al médico, ir al
hospital, recibir una inyección), de estrés psíquico (p.ej., te -
mores relativos a hablar en clase, no tener amigos, perder los
40 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
amigos, el fracaso, las críticas), y los relacionados con el peligro
y la muerte.
III. CONCLUSIONES GENERALES
En el presente capítulo hemos puesto de relieve que los mie-
dos poseen un componente evolutivo inseparable de su natura leza.
Por una parte, los miedos están enraizados con la filogenia de la
especie humana, poseyendo como tales un valor adaptativo y de
supervivencia. El aspecto filogenético de los miedos indica que el
individuo hereda, en cuanto ser humano, la capacidad para apren-
der fácilmente respuestas de miedo a ciertos objetos o situaciones
(«estímulos preparados» filogenéticamente). La teoría que mejor
explica la naturaleza filogenética de los miedos y las fobias es la
«teoría de la preparación», la cual incluye el sistema de defensa
ante depredadores y el sistema de sumisión social. Posterior mente,
y como extensión de esta teoría, se ha añadido el sistema de evita-
ción de la enfermedad. La teoría de la preparación, en su revisión
actual basada en el concepto de «módulo del miedo», explica el
origen filogenético de los miedos, la naturaleza no aleatoria de
estos, así como su carácter irracional y automático, su resistencia a
la extinción y la fácil adquisición, incluso de modo no consciente,
y su vinculación con un circuito neural específico gobernado por
la amígdala.
El aspecto ontogenético de los miedos indica que estos desem-
peñan un papel adaptativo y de supervivencia durante las etapas
de desarrollo del individuo. Por consiguiente, el contenido de los
miedos debería variar a medida que el individuo avanza en sus eta-
pas evolutivas desde la fase debebé hasta la adolescencia. El aná-
lisis que hemos presentado indica que, durante las primeras etapas
del desarrollo, el niño generalmente tiene miedo a los estímulos de
su entorno inmediato o a los estímulos de naturaleza concreta.
Con el paso de la edad, los miedos se hacen más anticipatorios,
más abstractos y más imaginarios. Posteriormente sobrevienen
otros tipos de miedos más realistas (miedos al daño físico, a la
muerte, etc.). Durante la preadolescencia y adolescencia predo -
NATURALEZA EVOLUTIVA DE LOS MIEDOS 41
minan los miedos de estrés psíquico, sobre todo los de tipo inter-
personal.
Al margen de la etapa evolutiva y del tipo de miedo de que se
trate, la evidencia empírica tiende a indicar que existen diferencias
de sexo importantes, en el sentido siguiente: las niñas y las chicas
suelen exhibir siempre más miedo que los niños y los chicos. No
obstante, parece que existen algunos tipos de miedos que diferen-
cian entre ambos sexos de forma más significativa que otros, en
concreto, los miedos relacionados con los pequeños animales y
daños menores (p.ej., miedos relativos a animales como las ratas,
lagartijas, arañas, serpientes, etc.).
Finalmente, hemos visto que, como tendencia general, los
estudios longitudinales indican que los miedos infantiles suelen ser
transitorios, observándose un desvanecimiento de estos en para -
lelo al incremento de la edad y la maduración. Este decremento de
los temores tiende a ser más marcado antes de la preadolescencia.
A partir de los 11 años los miedos parecen estancarse, sobre todo
los relacionados con el peligro y la muerte. Los miedos asociados
a las situaciones médicas (miedo a los hospitales, miedo a la san-
gre) y al estrés psíquico (p.ej., miedo a hablar en clase, miedo al
fracaso, etc.), no sólo no disminuyen, sino que tienden a incre-
mentarse con la edad.
42 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
Antes de analizar las características estructurales de los miedos
relativos a la infancia y la adolescencia, parece necesario comentar,
aunque sólo sea brevemente, las dimensiones que han sido suge ridas
para los miedos que exhiben las personas adultas. El estudio de la
estructura de los miedos constituye en sí mismo un objetivo de pri-
mer orden y de gran trascendencia para la psicopatología de los
miedos, puesto que la categorización es un paso necesario y obli-
gado en el avance del conocimiento de toda ciencia. Además, el
hecho de conocer las posibles dimensiones de los miedos, no sólo
posee un significado descriptivo y etiológico en la psicopatología
de los miedos y las fobias, sino que también puede tener claras
implicaciones clínicas (p.ej., para el diagnóstico y tratamiento).
Supone, así mismo, un paso necesario para el estudio de la validez
de los tipos de fobias descritos actualmente por el Diagnostic and
statistical manual of mental disorders (i.e., DSM-IV; APA, 1994),
sin duda, el sistema de diagnóstico clínico de los trastornos psico-
lógicos más utilizado.
Puesto que los miedos poseen propiedades evolutivas filogenéti-
cas y ontogenéticas, estos no se producen al azar sino que se asocian
a determinados grupos de estímulos. Estos estímulos, preparados
filogenéticamente, parecen poseer significados especiales para el
desarrollo individual, lo cual significa que unos grupos de miedos
son más preponderantes en unas edades que en otras. Estas carac-
terísticas evolutivas vienen a indicar que los miedos deberían agru-
parse en categorías diferenciales, es decir, según sus signifi cados
filogenéticos y ontogenéticos. Aunque los estudios sobre las dimen-
siones de los miedos son antiguos, sólo recientemente disponemos
de evidencia que proporciona información bastante consistente a
este respecto. En nuestra exposición seguiremos muy de cerca el
3
ESTRUCTURA DE LOS MIEDOS:
ESTUDIOS CON ADULTOS
análisis reciente sobre la estructura de los miedos y las fobias lle-
vado a cabo por Sandín y Valiente (1999, pp. 26-29) y Sandín
(1999b, pp. 48-53).
I. APORTACIONES PRELIMINARES SOBRE
LA ESTRUCTURA DE LOS MIEDOS
La investigación sobre la estructura de los miedos, basada en
la aplicación de técnicas estadísticas de análisis factorial sobre con-
juntos de items de cuestionarios de miedos, a veces ha dado lugar
a resultados poco conclusivos. Los principales cuestionarios de
miedo que se han aplicado con esta finalidad han sido el Fear Sur-
vey Schedule-II (FSS-II; Geer, 1965) y el Fear Survey Schedule-III
(FSS-III; Wolpe y Lang, 1964). Estos son, por otra parte, los cues-
tionarios basados en listas amplias de miedos que más se utilizan
en psicología clínica en general, tanto en investigaciones sobre psi-
copatología de los miedos como en terapia. 
A. Evidencia basada en el FSS-II
El FSS-II fue elaborado por Geer (1965) y consta de 51 items,
los cuales fueron obtenidos según criterios empíricos. Aunque su
publicación fue posterior a la del FSS-III, la razón por la que se ha
denominado FSS-II se debe a que su autor llevó a cabo algunos
trabajos con este cuestionario antes de la publicación del FSS-III.
El FSS-II fue diseñado para ser utilizado preferentemente en tra-
bajos de investigación, más que como ayuda en terapia. Este cues-
tionario ha sido validado criterialmente comparando sujetos con
altos y bajos niveles de miedo en pruebas objetivas de evitación
conductual (Sandín, Chorot y Valiente, 1999, pp. 93-94). 
Bernstein y Allen (1969) aplicaron el FSS-II a una muestra de
estudiantes universitarios y obtuvieron una estructura de 5 dimen-
siones factoriales primarias. Sin embargo, en esta estructura de los
miedos de 5 factores, no coincidían exactamente los tipos de fac-
tores (contenidos de los miedos) para las submuestras de varones
y mujeres. Los cinco factores sugeridos por estos autores para la
44 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
muestra de varones fueron como sigue, y por este orden: (1) miedo
a la muerte y a la enfermedad, (2) miedo a la interacción social, (3)
miedo a la evaluación social negativa, (4) miedo a los organismos
vivos, y (5) miedo a la violencia. En el grupo de mujeres, los fac-
tores aislados fueron: (1) miedo a la interacción social, (2) miedo a
la muerte-enfermedad-daño, (3) miedo a los organismos vivos, (4)
miedo a la evaluación social negativa, y (5) miedo al agua. 
Como puede observarse, las dimensiones del FSS-II no son
invariantes en función del sexo. Las diferencias aparecen tanto
en la estructura factorial como en el orden de los factores coin -
cidentes. En cuanto a las variaciones de la estructura factorial, se
observa que el último factor es diferente según se trate del grupo
de varones (i.e., miedo a la violencia) o del grupo de mujeres
(i.e., miedo al agua). En lo que concierne al número de dimen-
siones, cabe resaltar que en ambos casos se mantiene una estruc-
tura de 5 factores. No obstante, el último factor («la violencia»
en los va rones y «el agua» en las mujeres), parece consistir en un
factor residual, lo cual, de ser así, indicaría que la estructura sim-
ple estaría mejor representada por cuatro factores (en lugar de
cinco).
Liddell, Locker, y Burman (1991) analizaron la estructura fac-
torial del FSS-II a partir de una muestra de personas mayores de 50
años. Aislaron 6 factores para la submuesta de varones y 6 para la
de mujeres. De forma semejante a lo que ocurría en el estudio de
Bernstein y Allen (1969) con sujetos jóvenes, Liddell et al. (1991)
hallaron diferencias en la estructura factorial entre ambos grupos de
sujetos. Es decir, obtuvieron los siguientes factores para el grupo 
de varones: (1) miedo al fracaso/evaluación negativa, (2) miedo a
los animales, (3) miedo a la interacción social, (4) miedo al agua, (5)
miedos agorafóbicos, y (6) miedos a la muerte y a morir; y para el
grupo de mujeres: (1) miedo a los animales, (2) miedo al fraca-
so/evaluación negativa, (3) miedos agorafóbicos, (4) miedo a la
interacciónsocial, (5) miedo a la muerte y a morir, y (6) miedo a
pérdidas de personas. 
En primer lugar, podemos observar en el estudio de Liddell et
al. (1991) que, aunque semejantes, las estructuras factoriales de
ambos grupos de sujetos no son equivalentes, puesto que un fac-
ESTRUCTURA DE LOS MIEDOS: ESTUDIOS CON ADULTOS 45
tor del grupo de varones («miedo al agua») no está presente en el
grupo de mujeres, y un factor del grupo de mujeres («miedos a la
pérdida de personas») no está presente en el grupo de varones.
Curiosamente el factor «miedo al agua» aparecía sólo en el grupo
de mujeres en el estudio de Bernstein y Allen (1969), lo cual pa -
rece denotar que estas diferencias entre grupos de sexo podrían
indicar la presencia de artefactos metodológicos (p.ej., criterios de
extracción de los factores) más que diferencias reales en las dimen-
siones factoriales. Este aspecto también podría explicar las dife-
rencias entre los resultados de estos últimos autores y los de Lid-
dell et al. (1991) (Sandín y Valiente, 1999).
B. Evidencia basada en el FSS-III
El primer cuestionario formal diseñado para la evaluación de
los miedos fue el FSS-I (Lang y Lazovik, 1963), el cual consistía en
50 items basados en un estudio no publicado de Akutagawa
(1956). El FSS-III original consta de 76 situaciones de temor
(Wolpe y Lang, 1964), siendo posteriormente modificado ligera-
mente en algunas revisiones que ha venido sufriendo. Este cues-
tionario fue construido fundamentalmente para su aplicación en el
contexto clínico, sobre todo como instrumento de ayuda en la
terapia de conducta de los miedos y las fobias. Aunque inicialmen-
te los diferentes miedos que incluye el FSS-III fueron agrupados
por los autores siguiendo una estrategia racional en cinco catego -
rías (miedos a los animales, miedos sociales e interpersonales, mie-
dos al daño, a la enfermedad y a la muerte, miedos a los ruidos, y
otros miedos clásicos; Wolpe y Lang, 1964), los estudios empíricos
con este cuestionario no han validado estas cinco dimensiones
(Sandín et al., 1999).
Al igual que ocurría con el FSS-II, la factorización del FSS-III
no siempre ha permitido establecer estructuras factoriales coinci-
dentes, sobre todo cuando se trata de estudios con sujetos clínicos.
Además, debe tenerse en cuenta que el FSS-III se ha aplicado con
distintas variantes (p.ej., número de items), lo cual podría justi ficar
la falta de coincidencia en los factores hallados en los distintos
estudios (Sandín y Valiente, 1999).
46 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
II. APORTACIONES DEL GRUPO DE ARRINDELL
Arrindell ha llevado a cabo varios estudios sobre la estructura de
los miedos partiendo del FSS-III, tanto con pacientes fóbicos (Arrin-
dell, 1980) como con participantes no clínicos (estudiantes universi-
tarios pertenecientes a tres países diferentes, i.e., Estados Unidos de
América, Gran Bretaña y Holanda) (Arrindell, 1987). Arrindell con-
cluyó que un grupo de elementos (52 items) del cuestionario parecía
relacionarse de forma consistente con 5 factores que se mantenían
estables en muestras de distintos países. Estos factores configuraban
los siguientes tipos de miedos: (1) miedos sociales, (2) miedos agora-
fóbicos, (3) miedos al daño, a la muerte y a la enfermedad, (4) mie-
dos a situaciones de agresión sexual, y (5) miedos a los animales.
Aunque con algunas matizaciones, estos factores parecían mantener-
se a través de las diferentes culturas.
Así pues, en principio parece que, aunque no todas, al menos un
grupo amplio de las situaciones potencialmente fóbicas descritas en
los cuestionarios de miedo podrían agruparse de forma consistente
en varias dimensiones, algunas de las cuales tienden a aparecer en
diversos estudios en los que se han factorizado dichas pruebas. No
obstante, ante la confusión y desencanto que parecía existir tras la
aparente disparidad de resultados con las factorizaciones de los prin-
cipales cuestionarios de miedos, Arrindell, Pickersgill, Merckelbach,
Ardon y Cornet (1991a) revisaron 38 estudios de análisis factorial lle-
vados a cabo en 12 países diferentes y publicados entre 1957 y 1990.
En estos estudios se habían efectuado análisis a partir de cuestionarios
de miedos al uso (sobre todo el FSS-III). Los autores concluyeron que
más del 90% de los 194 factores de primer orden que fueron identi-
ficados en 25 estudios fiables podía asignarse a uno de los siguientes
4 factores (véase la Tabla 4 para una descripción del contenido de
cada uno de estos cuatro factores):
1. Miedos a sucesos o situaciones interpersonales,
2. miedos a la muerte, al daño, a la enfermedad, a la sangre y a
las intervenciones quirúrgicas,
3. miedos a los animales, y
4. miedos agorafóbicos.
ESTRUCTURA DE LOS MIEDOS: ESTUDIOS CON ADULTOS 47
TABLA 4
Estructura dimensional de los miedos
Dimensión fóbica Miedos representativos
I. Eventos o situaciones Cometer errores
interpersonales Parecer loco
Tratar con la autoridad
Ser evaluado
Fracasar 
Ser criticado
Sentirse rechazado por otros
II. Muerte, daño, enfermedad, sangre Las inyecciones
y procedimientos quirúrgicos La muerte
Asfixiarse
Los accidentes de automóvil
Las aguas profundas
Enfermedad grave
Los médicos
III. Animales Las ratas o los ratones
Los insectos voladores
Los insectos que se arrastran
Las arañas
Los gusanos
Los murciélagos
IV. Agorafobia Las multitudes
Los cines o teatros
Espacios cerrados con otras
personas
Estar en lugares desconocidos
Estar solo
Los centros comerciales
Viajar en avión
Los transportes públicos
48 MIEDOS EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCEN-
Nota: Adaptado de Arrindell et al. (1991a; tomado de Sandín, 1997, p. 55).
Es importante señalar que esta estructura factorial de cuatro
factores primarios fue replicada posteriormente por Arrindell,
Oei, Evans y Van der Ende (1991b) mediante análisis factorial
confirmatorio, empleando una muestra de pacientes con tras -
tornos de ansiedad y una versión depurada del FSS-III de 66 items
(i.e., aquellos items del FSS-III que se vinculaban de forma estable
a dimensiones subyacentes de miedo).
Mediante este estudio, los autores obtuvieron resultados que
confirmaban claramente la categorización tetradimensional des -
crita por las cuatro clases de miedos indicadas en el anterior
estudio de Arrindell et al. (1991a). Más aún, constataron ele -
vados ni veles de consistencia interna para las cuatro subescalas
derivadas, las cuales correlacionaban entre sí con valores entre
moderados y altos. La correlación más elevada se daba entre las
dimensiones II y IV (i.e., «Miedo a la muerte, al daño, a la en -
fermedad, a la sangre y a las intervenciones quirúrgicas» y «Mie-
dos agorafóbicos»); la correlación más baja ocurría entre las
subescalas III y IV (i.e., «Miedo a los animales» y «Miedos
agorafó bicos»).
Además, puesto que ninguna de estas correlaciones se acercó a
los valores de consistencia interna (coeficientes alfa de Cronbach)
de las subescalas (estos oscilaron entre 0,85 y 0,93) o de la escala
total (0,95), estos resultados correlacionales y de consistencia in -
terna sugieren la conveniencia de utilizar el cuestionario de miedos,
tanto para obtener una medida general sobre los mismos, como
para derivar medidas separadas correspondientes a las cuatro
subescalas descritas, ya que pueden obtenerse distinciones fiables
entre las cuatro dimensiones.
La delimitación de cuatro dimensiones estables y consistentes
para los miedos que se dan en las personas adultas es un fenóme-
no importante aunque conocido sólo recientemente, pues, hasta
hace relativamente poco tiempo, se habían venido postulando en
este sentido categorías heterogéneas y a veces sorprendentemente
dispares. La existencia de una dimensionalización de este tipo, no
sólo posee importantes implicaciones diagnósticas, etiológicas y
terapéuticas, sino que también apoyaría la hipótesis de que

Continuar navegando