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307GACETA CONSTITUCIONAL N° 48 doctrina constitucional * Catedrático de Derecho Constitucional, Universitat de València. ** Profesor Titular de Derecho Constitucional, Universitat de València. 1 El presente trabajo desarrolla la ponencia defendida en el Congreso Mundial de Constitucionalistas (2010), y recoge una ver- sión para su publicación en América Latina del análisis y las conclusiones que se avanzaron en VICIANO PASTOR, Roberto y MARTÍNEZ DALMAU, Rubén, “El nuevo constitucionalismo latinoamericano: fundamentos para una construcción doctrinal”. En: Revista General de Derecho Público Comparado. N° 9, 2011. RESUMEN Fundamentos teóricos y prácticos del nuevo constitucionalismo latinoamericano Roberto Viciano PastoR* Rubén MaRtínez DalMau** Desde su nacimiento, el constitucionalismo democrático ha reflejado la lucha por la emancipación de los pueblos. En el caso latinoamerica- no, el constitucionalismo fundacional trajo la voluntad emancipadora propia de la revolución democrática, aunque la pronta imposición del constitucionalismo liberal conservador pronto truncó cualquier expec- tativa de cambio democrático. Hasta hace unas décadas, cualquier re- ferencia al constitucionalismo latinoamericano estaba marcada por el estigma del constitucionalismo fallido; aquel que no ha sido capaz de avanzar con la profunda transformación de las sociedades. Desde la dé- cada de los ochenta y, en particular, a partir de 1991, se producen di- versas experiencias que pueden derivar en nuevas categorías. El pro- blema no era solo de aplicación de las nuevas constituciones –concepto fuerza del neoconstitucionalismo– sino, como se está demostrando, también de legitimidad de las nuevas constituciones. El artículo desa- rrolla las bases para la construcción doctrinal de una categoría, nuevo constitucionalismo que, a principios del siglo XXI, solo podría derivar- se de la suma de legitimidad, aplicación y profundización democrática que tiene lugar en las nuevas constituciones latinoamericanas. i. constitucionalismo y democra- cia: de dinámicas enFrentadas en un destino común1 Uno de los lugares comunes más manidos, y no por ellos menos ciertos, en el ámbito de la teoría política, trata sobre la supuesta co- sustancialidad entre democracia y constitu- cionalismo, una simbiosis histórica y concep- tual que hundiría sus raíces en la aparición del constitucionalismo y mantendría la conexión D OCTrINA 308 2 En general, sobre la relación entre constitucionalismo y democracia, cfr. SALAZAR UGARTE, Pedro. La democracia constitucio- nal. Una radiografía teórica. Fondo de Cultura Económica-Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM, México, 2006, en par- ticular las pp. 140-178. Respecto a los caminos asincrónicos de construcción del constitucionalismo y la democracia, cfr. FIORA- VANTI, Maurizio, Constitución. De la antigüedad a nuestros días. Trotta, Madrid, 2001, p. 71 y ss. El lúcido análisis de Pisarello es importante para comprender la involución conservadora del concepto de Constitución democrática surgido después del libe- ralismo revolucionario. Cfr. PISARELLO, Gerardo. Un largo termidor. La ofensiva del constitucionalismo antidemocrático. Trotta, Madrid, 2011, p. 89 y ss. 3 A nadie escapa que, en muchos casos, esta dificultad en la innovación deriva del planteamiento de que la fuerza del constitucio- nalismo se limita a los términos de la ley, que ordenan –y, por lo tanto, limitan– el poder derivado de la voluntad democrática. En términos de García Roca, al fin y al cabo “el problema del Derecho Constitucional es siempre el mismo, siglo tras siglo, desde nuestros precursores ilustrados: limitar al Príncipe, controlar el poder, para permitir la libertad política de los ciudadanos. O, en otras palabras, salvaguardar el Estado de Derecho para que, dentro de sus límites, operen la soberanía popular y el principio de- mocrático”. GARCÍA ROCA, Javier. “Del principio de la división de poderes”. En: Revista de Estudios Políticos. N° 108, abril-junio de 2000, p. 70. Lo que no implica, desde luego, que la soberanía popular y el principio democrático actúen exclusivamente en el marco del orden jurídico; pero sí que también extienden sus efectos en el mundo de lo ordenado. Respecto a la tensión entre democracia y constitucionalismo, cfr. SALAZAR UGARTE, Pedro. La democracia constitucional. Una radiografía teórica. Fondo de Cultura Económica, México, 2006. 4 Como ocurrió principalmente con la reacción conservadora a la propuesta liberal revolucionaria que dio inicio al constitucionalis- mo, y que Pi y Margall, protagonista directo del vuelco conservador, calificó de “situación falsa de los reaccionarios”. Ya a media- dos del siglo XIX, cuando se apreciaba la victoria del constitucionalismo conservador frente a la revolución, Pi y Margall afirmaba de la Constitución francesa de 1793 que los jacobinos escribieron “una declaración de los derechos del hombre, que con sobrada razón se ha hecho famosa. Consignar nuestros derechos es consignar nuestra soberanía, y consignar la soberanía individual es consignar la de los pueblos (…). Los autores de nuestras constituciones no han dejado de seguir en esto las pisadas de aquellos revolucionarios, célebres para siempre en los fastos de la historia; mas con tan poco acierto y filosofía tan escasa, que no pue- do menos que volver a descargar sobre ellos todo el peso de mi crítica”. PI Y MARGALL, Francisco. La reacción y la revolución. Estudios políticos y sociales. M. Rivadeneyra, Madrid, 1854, p. 158. Peces-Barba definirá este giro conservador de la siguiente manera: “Los sectores antimodernos, tradicionalistas y contrarrevolucionarios plantearán una alternativa de Constitución como un orden natural e histórico que condicione al Derecho que es solo reflejo de ese orden previo. Estamos ante una deriva del De- recho Natural ontológico, de un depósito histórico duradero, de un modelo con una estructura fundamental y estable de una so- ciedad que es conforme al orden natural” (PECES-BARBA, Gregorio. “La constitución y la seguridad jurídica”. En: Claves de la Razón Práctica. N° 138, diciembre de 2003, p. 5). hasta la actualidad. Pero nada más lejos de la realidad; constitucionalismo y democracia no solo tienen orígenes diferentes, sino que con- ceptualmente han constituido ideas y prác- ticas antagónicas hasta el liberalismo revo- lucionario, inaugurado en Estados Unidos y en Francia hace algo más de dos siglos. Tan- to si partimos de una noción histórico-política de Constitución –organización sociopolítica de una comunidad– como de la Constitución como documento racionalizado propio del Es- tado liberal, o nos refiramos al marco teórico como al práctico de su aplicación, se ha de- mostrado la lejanía que puede existir entre el constitucionalismo y la democracia2. El objeto de este trabajo es demostrar algunas características de lo que puede denominarse nuevo constitucionalismo, fundado en el mis- mo objetivo del constitucionalismo liberal re- volucionario de encontrar en la simbiosis en- tre constitucionalismo y democracia un punto de llegada, así como de su aplicación en las úl- timas constituciones democráticas latinoame- ricanas. Referirnos a una nueva categoría en el estudio del constitucionalismo no es, desde luego, habitual. Si existe una disciplina en las ciencias jurídicas que parece contar como cua- lidad intrínseca problemas para la innovación es, desde luego, el Derecho Constitucional y el estudio de su dimensión histórica y política que denominamos constitucionalismo. Se tra- ta de un ámbito donde es difícil la innovación y la experimentación, más propia –y en mu- chos casos relativamente fácil– de otras dis- ciplinas jurídicas. Seguramente la razón se encuentra en la íntima relación entre demo- cracia, gobierno y Derecho; fundamentos del constitucionalismo en general,y del Derecho Constitucional, entendido como la dimensión jurídica del constitucionalismo, en particular. En efecto, cuando las innovaciones afectan a la legitimidad del poder público –democra- cia–, al ejercicio de este poder –gobierno– o a la materialización constitucional de los ante- riores –Constitución, ordenamiento jurídico–, son poco atractivos los procesos innovadores3, en especial cuando el devenir histórico ha en- señado que no todo avance en este campo se consolida siempre y de forma inmediata4. 309GACETA CONSTITUCIONAL N° 48 FUNDAmENTOS TEórICOS y práCTICOS DEL NUEvO CONSTITUCIONALISmO ... 5 Para una visión sucinta de los momentos constituyentes cfr., en general, VICIANO PASTOR, Roberto y MARTÍNEZ DALMAU, Rubén, “El proceso constituyente venezolano en el marco del nuevo constitucionalismo latinoamericano”. En: Ágora-Revista de Ciencias Sociales. N° 13, 2005, pp. 55-68. 6 HABERMAS, Jürgen. “La lucha por el reconocimiento en el Estado Democrático de Derecho”. En: Daimon. Revista de Filosofía. N° 15, 1997, p. 25 y ss. Sobre la evolución desde el Estado liberal revolucionario hasta el Estado Social y Democrático de Dere- cho, de entre la amplia bibliografía al respecto, cfr. HÄBERLE, Peter. El Estado Constitucional. UNAM, México, 2001. 7 En términos de Aguiló, cuando nos preguntamos qué es el Estado constitucional, “una respuesta fácil (pero inútil) consistiría en afirmar que Estado constitucional es aquel que cuenta con una constitución” (AGUILÓ REGLA, Josep. “Sobre la constitución del Estado constitucional”. En: Doxa. N° 24, 2001, p. 450). De esa manera, el Derecho Constitucional si- gue fundamentándose en categorías intrín- secamente liberales, y que son difíciles de cuestionar sin crear discordias. Este plantea- miento, desde luego, tiene sus ventajas. Es- tablecer modelos teóricos y estudiar casos prácticos en torno a los mismos conceptos for- talece la creación de un entramado académico que otorga seguridad investigadora, expositi- va y, especialmente, argumentadora. Se trata, sin ninguna duda, de la disciplina menos for- malista y, por ello, más cercana a considera- ciones generales sobre la democracia, el poder y los derechos. Pero, al mismo tiempo, su pro- pia naturaleza, una vez que escapa del corsé formalista, condiciona la aparición de nuevas categorías y favorece la revisión constante de conceptos. Al fin y al cabo, el Derecho Cons- titucional no es otra cosa que la actividad jurí- dica que ha seguido a un modelo histórico de limitación y legitimidad del poder (constitui- do); esto es, del gobierno. Y, en este sentido, por la propia naturaleza de la legitimidad y la limitación de este poder, debe más a los proce- sos políticos que a las formalidades jurídicas, que solo son un medio para aquel fin. Desde este punto de vista, y sin restringirse en las conceptualizaciones clásicas, la evolu- ción del Derecho Constitucional se ha plantea- do desde cuatro grandes paradigmas propios de los momentos constituyentes que corres- pondieron las vivencias históricas del cons- titucionalismo5: el surgimiento del constitu- cionalismo liberal revolucionario durante las revoluciones burguesas, a partir de finales del siglo XVIII; la evolución conservadora del planteamiento revolucionario hacia el positi- vismo y el primitivo concepto de Estado de Derecho, fruto de la renovada coalición entre clases burguesas y monarquías o sectores con- servadores, que vio su auge durante el siglo XIX y los primeros años del siglo XX; el cons- titucionalismo democrático, durante las pri- meras décadas del siglo XX, producto del en- frentamiento del Estado liberal conservador a las amenazas políticas, sociales y económicas, que provocaron el retorno del problema de la legitimidad del poder –problema que había sido apartado desde el contractualismo–; y el constitucionalismo social, cuyo objetivo nun- ca bien concluido era garantizar los derechos sociales que, por la vía del hecho, conforma- ron el fundamento de las políticas caracteriza- doras del Estado del bienestar y que, académi- camente, se conceptualizó en el actualmente vigente concepto de Estado Social y Demo- crático de Derecho; aquel que, según el plan- teamiento de Habermas, completaba los mo- vimientos emancipadores de la burguesía y la socialdemocracia con las pretensiones de re- conocimiento de las identidades colectivas y con las demandas de igualdad de derechos de las formas de vida culturales6. Pero desde hace unas décadas, el planteamien- to va más allá. En la teoría, principalmen- te a raíz de la consolidación de la corriente neoconstitucional –que es, al mismo tiempo, neoconstitucionalista–, se ha avanzado ha- cia la diferenciación entre el concepto formal y material de Estado Constitucional. La dis- tinción estriba en entender que no es un Es- tado (neo)constitucional aquel con presencia de una constitución únicamente en sentido formal7, sino el que cuenta con una Constitu- ción propia de la evolución del Estado Social y Democrático de Derecho hacia la forma más avanzada, capaz de suplir sus falencias. Des- de esta propuesta, el Estado Constitucional, en D OCTrINA 310 8 En general, cfr. FAVOREU, Louis. “La constitutionalisation du droit”. En: AA.VV. L’unité du droit. Mélanges en hommage a Roland Drago. Económica, París, 1996. 9 Para Guastini, son siete las condiciones de constitucionalización las que deben satisfacer un ordenamiento jurídico para ser con- siderado como “impregnado” por las normas constitucionales. La lista, que el autor entiende que puede no ser completa y pre- senta como una propuesta de inicio para el debate doctrinal, comprende la rigidez constitucional, la garantía jurisdiccional de la constitución, su fuerza vinculante, la “sobreinterpretación” de la constitución, la aplicación directa de las normas constitucionales, la interpretación conforme de las leyes, y la influencia de la constitución sobre las relaciones políticas. Cfr. GUASTINI, Riccardo. “La constitucionalización del ordenamiento jurídico: el caso Italiano”. En: Neoconstitucionalismo(s). Miguel Carbonell (editor), Trotta, Madrid, 2003, pp. 50-57. 10 Seguramente la novedad más representativa al respecto es la incorporación del concepto “Estado constitucional de derechos y justicia” en el artículo primero de la Constitución ecuatoriana de 2008, que omite –por entenderla incorporada en la definición anterior– la referencia al Estado Social y Democrático de Derecho. La jurisprudencia constitucional ecuatoriana ha determinado que este concepto “denota a la Constitución como determinadora del contenido de la ley, el acceso y el ejercicio de la autoridad y la estructura del poder, siendo los derechos de las personas, a la vez, límites del poder y vínculos, por lo que la Constitución de la República es de directa e inmediata aplicación, y los derechos y garantías en ellas contenidos justifican el orden institucional” (Sentencia de la Corte Constitucional 005-09-SEP-CC, segunda consideración). “ Como teoría del De-recho, el neoconstitucio-nalismo ... está caracteri- zado por una Constitución invasora, por la positiviza- ción de un catálogo de de- rechos, por la omnipre- sencia en la Constitución de principios y reglas, y por algunas peculiari- dades de la interpreta- ción y de la aplicación de las normas constitu- cionales... ” esencia, propone la profundi- zación del concepto de Cons- titución en su determinación sobre el ordenamiento jurídi- co. Se incide, por ello, en la normativa constitucional. El principal objetivo de la Cons- titución del Estado Consti- tucional, es, en términos de Favoreu, la constitucionaliza- ción del ordenamiento jurídi- co8. Una constitucionalización que puede ser comprobable a través de determinadas ca- racterísticas que Guastini9 ha denominado condiciones de constitucionalización,y que hacen referencia a los grados en que materialmente se apunta, desde la perspectiva de la Constitución, hacia el Estado Constitucional. Pero, además, el avance en la construc- ción doctrinal –y, en lugares muy concretos, en la nomenclatura jurídica10– del concep- to neoconstitucional de Estado Constitucio- nal ha completado su trazado en la teoría de- mocrática de la Constitución: la Constitución entendida como fruto del poder constituyen- te, legitimada democráticamente, plenamen- te normativa y cuyo objetivo es materializar la voluntad de los pueblos expresada en el uso su poder (constituyente). Desde este pun- to de vista, se supera el concepto de Constitu- ción como limitadora del poder (constituido) y se avanza en la definición de la constitución como fórmula democrática donde el poder constituyente expresa su voluntad. Al respecto, aun cuando es im- posible no reconocer los avan- ces principalmente en el cons- titucionalismo europeo a partir del constitucionalismo demo- crático iniciado en las prime- ras décadas del siglo XX, en la práctica ha sido en América Latina donde han tenido lugar los últimos intentos de realiza- ción práctica de estos mode- los, fruto de las condiciones sociales y políticas presentes en determinados países –cons- titucionalismo necesario– y por medio de asambleas cons- tituyentes, plenamente democráticas, que han traducido a los textos constitucionales la vo- luntad revolucionaria de los pueblos. Se trata de una aportación crucial, de relevancia reco- nocible, del clásicamente relegado constitu- cionalismo latinoamericano al nuevo consti- tucionalismo, y que comienza a denominarse nuevo constitucionalismo latinoamericano. ii. neoconstitucionalismo como corriente doctrinal consoli- dada y nuevo constitucionalis- mo como corriente doctrinal en conFiguración Cabe, llegado a este punto, realizar algunas precisiones sobre algunos de los conceptos utilizados hasta el momento: neoconstitucio- nalismo, nuevo constitucionalismo, y nuevo constitucionalismo latinoamericano, y poner- los en relación con al fundamento democrático en la legitimidad del poder público. 311GACETA CONSTITUCIONAL N° 48 FUNDAmENTOS TEórICOS y práCTICOS DEL NUEvO CONSTITUCIONALISmO ... 11 CARBONELL, Miguel. “El neoconstitucionalismo en su laberinto”. En: Teoría del neoconstitucionalismo. Miguel Carbonell (editor), Trotta, Madrid, 2007, pp. 9 y 10. 12 CARBONELL, Miguel, “Nuevos tiempos para el constitucionalismo”. En: Neoconstitucionalismo(s). Ob. cit., p. 9. 13 Ibíd. p. 10. 14 FERRAJOLI, Luigi. “Pasado y futuro del Estado de Derecho”. En: Neoconstitucionalismo(s). Ob. cit., pp. 13-29. Como se ha hecho referencia, el estudio del constitucionalismo desde su origen hasta el Estado Social ha mostrado la perspectiva de un constitucionalismo en evolución: el consti- tucionalismo como corriente ideológica arran- caría, como es bien conocido, a partir del siglo XVII durante el desarrollo del pensamiento li- beral y la defensa del límite al poder; asumi- ría rasgos esencialmente diferentes, basándose en la legitimidad democrática del poder y ya no en la Constitución como límite, con el ra- dicalismo democrático; se realizaría jurídica- mente con el concepto racional-normativo de Constitución durante las revoluciones libera- les de finales del siglo XVIII; y evolucionaría hasta las constituciones del Estado Democrá- tico y Social de Derecho, salvo el largo pe- riodo involutivo conservador, apuntalado por el positivismo, que arrancó con el vuelco con- servador del recién nacido constitucionalis- mo liberal revolucionario y se prorrogó hasta las primeras constituciones europeas del Esta- do democrático, a caballo entre el siglo XIX y el XX. El neoconstitucionalismo, como explica Car- bonell, pretende explicar este conjunto de tex- tos constitucionales que comienzan a surgir después de la Segunda Guerra Mundial, en particular a partir de la década de los seten- ta. Son constituciones “que no se limitan a es- tablecer competencias o a separar a los pode- res públicos, sino que contienen altos niveles de normas materiales o sustantivas que condi- cionan la actuación del Estado por medio de la ordenación de ciertos fines y objetivos”. Se aluden como constituciones representativas la española de 1978 o la brasileña de 198811. Aunque no se queda ahí: “desde entonces el constitucionalismo no ha permanecido como un modelo estático, sino que ha seguido evo- lucionando en muchos sentidos”. Es fruto de estas evoluciones, que aparece la necesidad de constatar teóricamente el concepto de Estado (neo)constitucional, y poner en evidencia sus consecuencias prácticas12. Ahora bien, el neoconstitucionalismo desde este punto de vista es una teoría del Derecho13 y no, propiamente, una teoría de la Constitu- ción, aunque tampoco pretende serlo. Su fun- damento es el análisis de la dimensión positiva de la Constitución, para lo cual no es necesario adentrarse en los supuestos y condiciones de legitimidad democrática y de la fórmula a tra- vés de la cual la voluntad constituyente se tras- lada a la voluntad constituida. De esa manera, el neoconstitucionalismo reivindica el Estado de Derecho en su significado último, después de explicar la evolución del concepto hasta lo que representaría en la actualidad. Ferrajoli se refiere a dos modelos de Estado de Dere- cho: “el modelo paleo-iuspositivista del Esta- do legislativo de Derecho (o Estado legal), que surge con el nacimiento del Estado moderno como monopolio de la producción jurídica, y el modelo neo-iuspositivista del Estado cons- titucional de Derecho (o Estado constitucio- nal) producto, a su vez, de la difusión en Eu- ropa, tras la Segunda Guerra Mundial, de las constituciones rígidas y del control de consti- tucionalidad de las leyes ordinarias” y se pre- gunta, finalmente, si las condiciones críticas actuales que manifiestan un colapso de la ca- pacidad reguladora de la ley y la pérdida de la unidad y coherencia de las fuentes del Dere- cho no estarán apuntando hacia un tercer mo- delo ampliado de Estado de Derecho14. En definitiva, el neoconstitucionalismo pre- tende, sin ruptura, alejarse de los esquemas del positivismo teórico y convertir al Esta- do de Derecho en el Estado Constitucional de Derecho. La presencia hegemónica de los principios como criterios de interpretación en el constitucionalismo ha sido, como afirma D OCTrINA 312 15 SASTRE ARIZA, Santiago. Ciencia jurídica positivista y neoconstitucionalismo. McGraw-Hill, Madrid, 1999, p. 145. 16 COMANDUCCI, Paolo. “Formas de (neo)constitucionalismo: un análisis metateórico”. En: Neoconstitucionalismo(s). Ob. cit., p. 83. Sastre, la principal herramienta de ataque al positivismo jurídico. “Estos principios, que aspiran a conceder unidad material al sistema jurídico aunque estén presididos por el plura- lismo, han hecho inservibles las tesis meca- nicistas de la interpretación, que era uno de los pilares del positivismo teórico”15. Como teoría del Derecho, el neoconstitucionalismo –en particular a partir de los principios– aspira a describir los logros de la constitucionaliza- ción, entendida como el proceso que ha com- portado una modificación de los grandes siste- mas jurídicos contemporáneos. Por esta razón, está caracterizado por una Constitución inva- sora, por la positivización de un catálogo de derechos, por la omnipresencia en la Consti- tución de principios y reglas, y por algunas peculiaridades de la interpretación y de la apli- cación de las normas constitucionales respecto a la interpretación y aplicación de la ley16. Se trata, en definitiva, de recuperar el concepto de Constitución y fortalecer su presencia de- terminadora en el ordenamiento jurídico. A los efectos de lo que aquí se pretende de-fender, lo más relevante es que el neoconstitu- cionalismo es una corriente doctrinal, produc- to de años de teorización académica mientras que, como vamos a ver a continuación, el nue- vo constitucionalismo latinoamericano es un fenómeno surgido en el extrarradio de la aca- demia, producto más de las reivindicaciones populares y de los movimientos sociales que de planteamientos teóricos coherentemente ar- mados. Y consiguientemente, el nuevo consti- tucionalismo carece de una cohesión y una ar- ticulación como sistema cerrado de análisis y proposición de un modelo constitucional. Sin embargo, a pesar de que el nuevo constitucio- nalismo latinoamericano demuestra con innu- merables ejemplos que no hay un elenco de soluciones extrapolables a cualquier país lati- noamericano –lo que, de hecho, le caracteriza- rá–, también es cierto que existen unos rasgos comunes bastante bien definidos que permiten afirmar, como señala el título de este trabajo, que se trata de una corriente constitucional en periodo de construcción doctrinal. El nuevo constitucionalismo mantiene las po- siciones sobre la necesaria constitucionaliza- ción del ordenamiento jurídico con la misma firmeza que el neoconstitucionalismo y plan- tea, al igual que este, la necesidad de construir la teoría y observar las consecuencias prácti- cas de la evolución del constitucionalismo ha- cia el Estado Constitucional. Pero su preocu- pación no es únicamente sobre la dimensión jurídica de la Constitución sino, incluso en un primer orden, sobre la legitimidad democráti- ca de la Constitución. En efecto, el primer pro- blema del constitucionalismo democrático es servir de traslación fiel de la voluntad cons- tituyente y establecer los mecanismos de re- lación entre la soberanía, esencia del poder constituyente, y la Constitución, entendida en su sentido amplio como la fuente del po- der (constituido y, por lo tanto, limitado) que se superpone al resto del Derecho y a las rela- ciones políticas y sociales. Desde este punto de vista, el nuevo constitucionalismo reivindi- ca el carácter revolucionario del constitucio- nalismo democrático, dotándolo de los meca- nismos actuales que pueden hacerlo más útil en la emancipación y avance de los pueblos a través de la Constitución como mandato direc- to del poder constituyente y, en consecuencia, fundamento último de la razón de ser del po- der constituido. Por todo ello, el nuevo constitucionalismo busca analizar, en un primer momento, la exte- rioridad de la Constitución; es decir, su legiti- midad, que por su propia naturaleza solo pue- de ser extrajurídica. Posteriormente –como consecuencia de aquella–, interesa la interio- ridad de la Constitución, con particular re- ferencia –y en ese punto se conecta con los 313GACETA CONSTITUCIONAL N° 48 FUNDAmENTOS TEórICOS y práCTICOS DEL NUEvO CONSTITUCIONALISmO ... 17 VICIANO y Martínez. “El proceso constituyente…”. Ob. cit., p. 60 y ss. 18 GARGARELLA, Roberto y COURTIS, Christian. El nuevo constitucionalismo latinoamericano: promesas e interrogantes. Cepal, Santiago de Chile, 2009, p. 11. 19 VICIANO y MARTÍNEZ, “El proceso constituyente…”. Ob. cit., p. 61. 20 Cfr., en general, SEOANE, José; TADDEI, Emilio; y ALGRANATI, Clara. “Las nuevas configuraciones de los movimientos popula- res en América Latina”, en Borón, Atilio y Lechini, Gladys, Política y movimientos sociales en un mundo hegemónico. Lecciones desde África, Asia y América Latina. Clacso, Buenos Aires, 2006, p. 227 y ss. 21 DE CABO DE LA VEGA, Antonio. “Las transformaciones institucionales”. En: Venezuela, a contracorriente. Los orígenes y las cla- ves de la revolución bolivariana, LÓPEZ ICARIA, Juan Torres (coordinador), Barcelona, 2006, p. 33 y ss. postulados neoconstitucionalistas– a su nor- mativa. Desde los axiomas democráticos, el fundamento de la constitucionalización del or- denamiento jurídico solo puede encontrarse en que la Constitución es el mandato del constitu- yente, y refleja su voluntad. Por esa razón, el Estado Constitucional solo puede ser el Estado regido por una Constitución del Estado Cons- titucional, pero entendida como una Consti- tución que está legitimada democráticamente por el poder constituyente –y que, como con- secuencia de ello, refleja su voluntad–, y una Constitución que rige sin excepciones las re- laciones jurídicas y políticas creadas a par- tir de ella. El nuevo constitucionalismo es, en consecuencia, una teoría del Derecho, pero solo subsidiariamente y en la medida en que la Constitución rige el resto del ordenamien- to jurídico; el nuevo constitucionalismo es, principalmente, una teoría (democrática) de la Constitución. Teoría que, como se ha aludido, en Améri- ca Latina ha pasado a convertirse en prácti- ca, realizada a través de determinados proce- sos constituyentes latinoamericanos que han producido nuevas constituciones. En efecto, a través de los últimos procesos constituyen- tes se han legitimado textos constitucionales que han buscado, en un mare magnum de obs- táculos y dificultades, no solo ser fiel reflejo del poder constituyente sino, a continuación, permear el ordenamiento jurídico y revolu- cionar el statu quo de sociedades en condi- ciones de necesidad. Como se ha afirmado en otro lugar, las condiciones sociales en Amé- rica Latina no dejan muchos resquicios para la esperanza, pero uno de ellos es el papel de un constitucionalismo comprometido. Un constitucionalismo que pueda romper con lo que se considera dado e inmutable, y que pue- da avanzar por el camino de la justicia social, la igualdad y el bienestar de los ciudadanos. Estos procesos con sus productos, las nuevas constituciones de América Latina, conforman el contenido del conocido como nuevo consti- tucionalismo latinoamericano17. Sin duda, como afirman Gargarella y Courtis, una de las principales preguntas que las nue- vas constituciones latinoamericanas vienen a responder –aunque no la única– es cómo se soluciona el problema de la desigualdad so- cial18. El hecho de que se trate de sociedades de las muchas que no experimentaron el Es- tado social, induce a pensar que las raíces so- ciales de las manifestaciones de protesta en América Latina conducirán a la búsqueda de formas de rescate de la dignidad de los pue- blos, de reivindicación de sus derechos, de exigencia de lo que les corresponde, a través de mecanismos globalmente transformadores y que funcionen. Los procesos constituyen- tes latinoamericanos, por lo tanto, se circuns- criben en el abanico –por otra parte tampo- co muy amplio– de mecanismos de cambio y, por ello, pasan a ser procesos necesarios en el devenir de la historia19, como resultado di- recto de los conflictos sociales que aparecie- ron durante la aplicación de políticas neolibe- rales, particularmente durante la década de los ochenta, y de los movimientos populares que intentaron contrarrestarlos20. La traslación de sus necesidades a los textos constitucionales a través, entre otros, de cambios constitucio- nales, se traducen en la culminación de un ca- mino progresivo hacia lo que se conoce como nuevo constitucionalismo latinoamericano21. D OCTrINA 314 22 Un ejemplo comparado entre el caso colombiano y el venezolano se encuentra en PATIÑO ARISTIZÁBAL, Luis Guillermo, y CARDONA RESTREPO, Porfirio. “El neopopulismo: una aproximación al caso colombiano y venezolano”. En: Estudios Políticos. N° 34, enero-junio de 2009, pp. 163-184. 23 EDWARDS, Sebastián. Populismo o mercados. El dilema de América Latina. Norma, Bogotá, 2009, p. 233. 24 La historia constitucional ecuatoriana, en buena medida, había sido más evolucionada que en el resto de América Latina por la temprana aprobación –y revisión– de la Constitución ecuatoriana de 1998, la cual incorporó una serie de avances que, si bien nofueron suficientes y exigieron una revisión total una década después, sí apuntaban hacia el nuevo constitucionalismo latinoa- mericano. Cfr. MARTÍNEZ DALMAU, Rubén. “Los nuevos paradigmas constitucionales de Ecuador y Bolivia”. En: La Tendencia. Revista de Análisis Político. N° 9, marzo-abril de 2009, pp. 37-41. 25 Derrota que pudo deberse a que, aunque se considerara necesaria la introducción de modificaciones en el texto para profundizar en el proceso de cambio, la forma y el fondo del proyecto no eran los oportunos. En su forma, la propuesta era mejorable técni- camente y de fondo, e incorporaba elementos extremadamente complejos, e impropios de un cambio de avanzada. Se trataba de un proyecto que no cumplía con las expectativas de profundización del cambio del modelo económico y social; aparecían mu- chos conceptos que, al menos en la propuesta de reforma, no estaban suficientemente concretados; no avanzó suficientemente en las garantías de los derechos económicos y sociales, ni en los mecanismos concretos de transformación del modelo de pro- ducción. Por otra parte, el proyecto no solo no profundizaba en la democracia participativa, sino que endurecía varias condiciones para su aplicación, lo cual suponía un grave error, especialmente cuando la diferencia entre el proceso de cambio venezolano y otros procesos sociales ha sido justamente la legitimidad que proporciona la participación. Y, por último, se pudo haber apelado, y no se hizo, al mecanismo adecuado para la realización de los cambios: la asamblea constituyente. En general, cfr. VICIANO PASTOR, Roberto y MARTÍNEZ DALMAU, Rubén. “Necesidad y oportunidad en el proyecto venezolano de reforma constitucio- nal (2007)”. En: Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales. Vol. 14, N° 2, 2008, pp. 102-132. 26 Afirma Edwards, citando a los autores del presente trabajo, que “quienes apoyan estas disposiciones argumentan que todo lo que han hecho es incorporar los deseos de las personas –el soberano último– a la Carta Magna del país. Además, han dicho que los sistemas parlamentarios, como los de los países europeos, permiten que un partido o una coalición dada sea reelegida de ma- nera ilimitada, y que mientras ese partido mantenga a su líder, él o ella puede seguir al mando del ejecutivo por un periodo ilimi- tado de tiempo”. Estos argumentos, afirma el autor, no tienen en cuenta que en un sistema parlamentario es posible censurar al primer Ministro, una opción que no está disponible en la Constitución venezolana, “donde los ministros pueden ser censurados, Neoconstitucionalismo y nuevo constituciona- lismo latinoamericano, por tratarse de corrien- tes complementarias en sus principales postu- lados y, especialmente, en su objetivo –esto es, el razonamiento sobre el acceso al Estado constitucional–, muchas veces se asocian no con procesos constituyentes y constituciones –por tanto, análisis teórico-prácticos cuya re- ferencia es la Constitución y su legitimidad–, sino con fórmulas concretas de gobierno, como el neopopulismo, calificativo que han recibido varias experiencias de gobierno en el marco de las nuevas constituciones22. Edwards, por ejemplo, afirma que, en relación con las nue- vas constituciones latinoamericanas, “el neo- constitucionalismo acepta y promueve el uso recurrente de plebiscitos y referendos para poder avanzar en sus agendas políticas y so- ciales. Es decir, esta novel doctrina ha eleva- do una de las características fundamentales del populismo –el que el líder populista ape- le de manera directa a las masas para obtener sus objetivos– a nivel constitucional”23. Pero la posición tanto del neoconstitucionalismo como del nuevo constitucionalismo es la dia- metralmente opuesta a la que plantea este au- tor. Con independencia de la necesidad de re- visar el concepto de populismo, que excede el objetivo del presente trabajo, lo cierto es que para estas corrientes el avance democrático se realiza en el marco de la Constitución, y no a través de la relación directa entre el líder y las masas. Es el gobierno el que está legitima- do por el pueblo y no, desde luego, al contra- rio. El diseño del campo de acción jurídico- política, en cada caso, se establece a través de la Constitución, única norma directamente le- gitimada por el pueblo en uso de su exclusi- vo poder constituyente. De hecho, es en ese marco donde se circunscribe, por ejemplo, la activación del poder constituyente en Ecuador diez años después de aprobada la Constitución de 199824 o su posterior revisión constitucio- nal votada por el pueblo ecuatoriano o la de- rrota de la reforma constitucional promovida por Hugo Chávez en Venezuela en diciembre de 200725. Tampoco acierta el autor con otros elementos, como la posibilidad de reelección indefinida, que nunca han sido defendida por posiciones neoconstitucionalistas por no tra- tarse del campo de la aplicación constitucio- nal, ni por la mayoría de quienes han teorizado sobre el nuevo constitucionalismo latinoame- ricano, aunque finalmente se ha incorporado al texto constitucional venezolano por la vo- luntad del poder constituyente26. 315GACETA CONSTITUCIONAL N° 48 FUNDAmENTOS TEórICOS y práCTICOS DEL NUEvO CONSTITUCIONALISmO ... pero no el jefe del ejecutivo al mando de la nación” (EDWARDS, Sebastián. Populismo o mercados… Ob. cit., p. 236). La desin- formación en este análisis es evidente, y trasluce la desconfianza conservadora hacia las decisiones democráticas. Los autores, en el trabajo citado por Edwards, se limitaron a explicar las condiciones en que se dio el debate sobre la reforma constitucional venezolana intentada en 2007, y entre ellas la necesidad de comprender desde el marco comparado que la revocatoria del man- dato del Jefe de Estado, presente en todas las constituciones latinoamericanas desde la venezolana de 1999 –y, de hecho, apli- cada en Venezuela en 2004–, fungía de moción de censura en un sistema presidencialista. Pero en ningún momento defendieron la reelección ilimitada; es más, afirmaron, en relación con el proyecto de reforma constitucional, el peligro que suponía “el retro- ceso que se experimentaba en el concepto de democracia participativa, verdadero sustento del proceso de cambio en Venezue- la desde 1998” (VICIANO y MARTÍNEZ, “Necesidad y oportunidad…”. Ob. cit., p. 124). Por otro lado, el referendo revocatorio, como el resto de mecanismos de participación previstos en la Constitución venezolana, no implican ningún tipo de previsión so- bre la decisión del pueblo, como de hecho se demostró en el citado proceso fallido de reforma constitucional. Como afirma Sa- lamanca, “la intervención política del ciudadano no está limitada por ningún tipo de orientación ideológica previa. Va más allá del sufragio, estableciéndose múltiples vías de injerencia en la cosa pública. En adelante, deberíamos ver al pueblo no solo votando, sino decidiendo los asuntos públicos” (SALAMANCA, Luis. “La democracia directa en la Constitución venezolana de 1999”. En: SALAMANCA, Luis y VICIANO PASTOR, Roberto. El sistema político en la Constitución Bolivariana de Venezuela. Vadell Her- manos, Caracas, 2004, p. 119). 27 Cfr. MARTÍNEZ DALMAU, Rubén, “Asembleas constituíntes e novo constitucionalismo en América Latina”. En: Tempo Exterior. N° 17, julio-diciembre de 2008, pp. 5-15. 28 Sobre el concepto de constitucionalismo criollo, cfr. MARTÍNEZ DALMAU, Rubén. “Constitucionalismo fundacional en América Latina y su evolución: entre el constitucionalismo criollo y el nuevo constitucionalismo”. En: GARCÍA TROBAT, Pilar y SÁNCHEZ FERRIZ, Remedio (coordinadores). El legado de las Cortes de Cádiz. Tirant lo Blanch, Valencia, 2011, pp. 828-857, cuya argu- mentación se sigue en los párrafos siguientes. iii. el primer elemento común al nuevo constitucionalismo la- tinoamericano: los procesos constituyentes democráticos El nuevo constitucionalismolatinoamericano, que ha sido calificado como constitucionalis- mo sin padres27, se diferencia en el campo de la legitimidad del constitucionalismo anterior por la naturaleza de las asambleas constitu- yentes. Desde las constituciones fundaciona- les latinoamericanas –que, por otro lado, fue- ron más cercanas al liberalismo conservador que al revolucionario– América Latina había carecido de procesos constituyentes ortodoxos –esto es, plenamente democráticos– y, en cam- bio, había experimentado en multitud de oca- siones procesos constituyentes representativos de las élites y alejados de la naturaleza sobera- na esencial del poder constituyente. La evolu- ción posterior del constitucionalismo latinoa- mericano anterior a las nuevas constituciones se fundamentó en el nominalismo constitu- cional y, con ello, en la falta de una presencia efectiva de la constitución en el ordenamien- to jurídico y en la sociedad. En general, las constituciones del viejo constitucionalismo no cumplieron más que los objetivos que habían determinado las élites: la organización del po- der del Estado y el mantenimiento, en algunos casos, de los elementos básicos de un sistema democrático formal. Se puede, de esta forma, distinguir en el ori- gen de las constituciones latinoamericanas un primer constitucionalismo fundacional, de ca- rácter claramente democrático-revolucionario, y un constitucionalismo criollo, fruto de la in- volución conservadora del primer constitucio- nalismo latinoamericano28. Formalmente, las constituciones del liberalismo revolucionario latinoamericano cuentan con una serie de ras- gos comunes propios de los tiempos de con- vulsión en los que vivió y de la simbiosis entre las ideas radicales y las tradicionales, carac- terística de la discusión de planteamientos e intereses entre las elites formadas en la épo- ca; las mismas elites ilustradas que se debatían entre la necesidad de crear Estado, la oportuni- dad de realizarlo sobre las bases de voluntades mayoritarias –es decir, el carácter revolucio- nario del constitucionalismo fundacional– y la oportunidad de renunciar a privilegios pero, a la vez, mantener situaciones de poder que producirían previsibles cuestionamientos por parte de las mayorías populares. Coheren- temente con los fundamentos teóricos, las constituciones fueron producto de asambleas constituyentes donde se debatió el alcance y consecuencias de su establecimiento. Como afirma Brewer-Carías, todas las constitucio- nes fundacionales latinoamericanas tuvieron lugar por voluntad popular expresada a tra- vés de congresos, convenciones o asambleas D OCTrINA 316 constituyentes, las cuales en su momento asu- mieron el poder constituyente originario para la organización de los Estados con forma re- publicana29. En cuanto a sus rasgos formales, las constituciones se proyectaron o se aproba- ron como textos extensos y complejos, muy lejanos a la ortodoxia constitucional que pre- dominará durante la etapa conservadora e in- cluso la evolución posterior del constituciona- lismo criollo; y fueron directamente influidas por el constitucionalismo norteamericano y europeo, aunque esta influencia acabó en bue- na medida decantando hacia meras copias o, en el mejor de los casos, adaptaciones, de ins- tituciones foráneas. Ya desde la primera Constitución, la venezo- lana de 1811, se defendía una noción de sobe- ranía directa al referirse a la soberanía popu- lar, emulando el preámbulo de la Constitución norteamericana de 178730. El concepto, no obstante, tenía un significado polivalente, pues además del fundamento para el paso de la so- ciedad de naturaleza –con claro “sabor hobbe- siano”, como afirma Pantoja31– a la sociedad civil32, la soberanía también se aplicaba en su sentido limitado como calidad de las provin- cias en todo aquello que no formara parte del pacto federal33, haciendo referencia a la “so- beranía reservada” a los pueblos de las provin- cias34, o incluso en su dimensión de ejercicio indirecto, a través de los representantes de los habitantes35. Pero, a pesar del significado plu- ral del concepto de soberanía, quedaba claro que la sanción o modificación de la Constitu- ción solo podía tener lugar a partir de conven- ciones particulares de cada provincia reunidas expresamente para ello, que finaliza después de un complejo procedimiento en un congre- so constituyente nacional. Se excluye, de esta forma, la posibilidad de que la Constitución pudiera ser modificada sin más por el poder constituido36. Como afirma Gargarella37, una de las primeras intuiciones de los radicales, en 29 BREWER-CARRÍAS, Allan R. “Modelos de revisión constitucional en América Latina”. En: Boletín de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. N° 141, enero-diciembre de 2003, p. 116. 30 Preámbulo. “Nos el Pueblo de los Estados de Venezuela, usando de nuestra soberanía, y deseando establecer entre nosotros la mejor administración de justicia, procurar el bien general, asegurar la tranquilidad interior (…), hemos resuelto confederarnos solemnemente para formar y establecer la siguiente Constitución, por la cual se han de gobernar y administrar estos Estados”. 31 PANTOJA MORÁN, David. La idea de soberanía en el constitucionalismo latinoamericano. Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1973, p. 87. 32 Sección primera del Capítulo VIII. Soberanía del Pueblo. Artículo 141. Después de constituidos los hombres en sociedad han re- nunciado a aquella libertad ilimitada y licenciosa a que fácilmente los conducían sus pasiones, propia solo del estado salvaje. El establecimiento de la sociedad presupone la renuncia de estos derechos funestos, la adquisición de otros más dulces y pacíficos y la sujeción a ciertos deberes mutuos. Artículo 142. El pacto social asegura a cada individuo el goce y posesión de sus bienes, sin lesión del derecho que los demás tengan a los suyos. Artículo 143. Una sociedad de hombres reunidos bajo unas mismas le- yes, costumbres y Gobiernos forma una soberanía. 33 “Bases del Pacto Federativo que ha de constituir la autoridad general de la Confederación. En todo lo que por el Pacto Federal no estuviere expresamente delegado a la Autoridad general de la Confederación, conservará cada una de las Provincias que la componen, su Soberanía, Libertad, e Independencia”. 34 Artículo 134 (El Gobierno de la Unión). “También afianza a las mismas provincias su libertad e independencia recíprocas en la parte de su soberanía que se han reservado”. 35 Artículo 144. “La soberanía de un país, o supremo poder de reglar y dirigir equitativamente los intereses de la comunidad, reside, pues, esencial y originalmente en la masa general de sus habitantes y se ejercita por medio de apoderados o representantes de estos, nombrados y establecidos conforme a la Constitución”. 36 Capítulo séptimo. Sanción o ratificación de la Constitución. Artículo 137. “El pueblo de cada provincia por medio de convenciones particulares reunidas expresamente para el caso o por el órgano de sus electores capitulares autorizados determinadamente al intento, o por la voz de los sufragantes parroquiales que hayan formado las Asambleas primarias para la elección de represen- tantes, expresará solemnemente su voluntad libre y espontánea de aceptar, rechazar o modificar en todo o en parte esta Cons- titución”. Artículo 138. “Leída la presente Constitución a las Corporaciones que hubiere hecho formar cada Gobierno provincial, según el artículo anterior, para su aprobación, y verificada esta con las modificaciones o alteraciones que ocurrieren por plurali- dad, se jurará su observancia solemnemente y se procederá dentro del tercer día a nombrar los funcionarios que les correspon- dan de los poderes que forman la representación nacional, cuya elección se hará en todocaso por los electores que van designa- dos”. En general, cfr. PLAZA, Elena y COMBELLAS, Ricardo. Procesos constituyentes y reformas constitucionales en la historia de Venezuela: 1811-1999. Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2005 (Tomo I). 37 GARGARELLA, Roberto. Los fundamentos legales de la desigualdad. El constitucionalismo en América (1776-1860). Siglo XXI, Madrid, 2005, p. 42 y ss. 317GACETA CONSTITUCIONAL N° 48 FUNDAmENTOS TEórICOS y práCTICOS DEL NUEvO CONSTITUCIONALISmO ... cuanto a cómo organizar el sistema institucio- nal, fue la de que este debía reflejar muy es- pecialmente la voluntad mayoritaria. Dentro de la tríada de poderes normalmente acepta- da para el diseño de la estructura de gobier- no, el Congreso era sin duda la institución que consideraban mejor capacitada para expresar el pensamiento de la mayoría. Sus múltiples y diversos miembros, o al menos una buena par- te de los mismos, surgían directamente de una elección popular, y estaban sujetos a ser reem- plazados al poco tiempo. Como modo de ga- rantizar el carácter adecuadamente represen- tativo del Congreso, los radicales tendieron a rechazar las legislaturas bicamerales, don- de una de las Cámaras, el Senado, tuviera una composición necesariamente conservadora. La propuesta del legislativo unicameral, que había tenido bastante éxito en Estados Unidos antes de la Convención Federal (Pensilvania, Vermont, Georgia, …) influyó en las constitu- ciones radicales de países como México (Apa- tzingán, 1814), Perú (1823) o Ecuador (1830). En América Latina, incluso los tímidos pro- gresos del constitucionalismo del Estado li- beral revolucionario fueron pronto cuestiona- dos por la misma burguesía que había apoyado intelectualmente y con las armas la indepen- dencia de las colonias. Este cuestionamiento se produjo especialmente cuando se avanzaba hacia la nueva situación jurídica de indepen- dencia, y cuando quedaba cada vez más leja- na la capacidad de la metrópoli de llevar ade- lante con éxito empresas recolonizadoras. Las clases populares, muchas de las cuales apoya- ban, siquiera pasivamente, la fundación repu- blicana, y que en buena medida servían para la integración o apoyo de los ejércitos, se ha- cían cada vez menos necesarias siquiera como fuerzas de prevención. Las condiciones para los cambios en las preferencias de las burgue- sías criollas estaban, por lo tanto, dadas, así como la alianza entre los conservadores libe- rales y los liberales conservadores, que ejer- cería una influencia decisiva hasta el siglo XX38. Si en el constitucionalismo fundacional, como afirma Gargarella, muchos radicales ha- bían imaginado la posibilidad de reconstituir de nuevo a las sociedades americanas, erradi- cando de un golpe prácticas que, más allá de su valor intrínseco, habían distinguido a la re- gión durante siglos, con la reaparición de los conservadores se hizo de nuevo presente su in- fluencia en el desarrollo de la vida jurídica de la región. La razón de ser del constitucionalis- mo conservador “resulta de una combinación de autoritarismo político e imposición de va- lores morales”39. Ahora bien, desde la segunda mitad de la dé- cada de los ochenta, con la caída de los regí- menes militares, se apreciaron en América La- tina cambios constitucionales que avanzaban hacia una recuperación del concepto de Cons- titución, y que apuntaban hacia lo que ya se reconoce como un nuevo paradigma constitu- cional40. Fix-Zamudio los señalaba a media- dos de los noventa, haciendo referencia a las constituciones guatemalteca de 1985 y brasi- leña de 1988, entre otras, y advirtiendo que se concretaban cambios de planteamientos cons- titucionales que, con el tiempo, acabarían con- firmándose. “Estos cambios abundantes y dinámicos indican una transformación y ac- tualización de las leyes fundamentales de La- tinoamérica, pero también señalan la crecien- te importancia que se otorga a los documentos constitucionales en la vida política de nues- tros países, que nos conduce, así sea de mane- ra paulatina, hacia la aplicación de dichos tex- tos en la realidad y a superar la existencia de 38 Cfr. ROMERO, José Luis y ROMERO, Luis Alberto. Pensamiento conservador (1815-1898). Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1978, p. 23 y ss. 39 GARGARELLA. Ob. cit., p. 85. 40 Se sigue a continuación la argumentación expuesta en VICIANO PASTOR, Roberto y MARTÍNEZ DALMAU, Rubén. “Los proce- sos constituyentes latinoamericanos y el nuevo paradigma constitucional”. En: Ius. Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla. Nº 25, verano de 2010, pp. 7-29. D OCTrINA 318 Constituciones nominales o semánticas”41. Se trataba del anuncio del fin de una era consti- tucional nominalista y poco original y del ini- cio de nuevas luces en el constitucionalismo latinoamericano. Sin embargo, el primer intento de transfor- mación del constitucionalismo latinoamerica- no consistió principalmente en una adaptación del constitucionalismo del Estado Social eu- ropeo con rasgos del constitucionalismo nor- teamericano, en especial respecto al presiden- cialismo. Esa apuesta, que seguía importando respuestas constitucionales foráneas, introdu- jo sin embargo algunos rasgos diferenciales que se consolidarían en los procesos constitu- yentes rupturistas unos años después: la preo- cupación y la efectiva protección de los dere- chos, la preocupación por el medio ambiente o las minorías indígenas, la apuesta por la in- tegración regional, o la incorporación de nue- vas formas de organización estatal42. Los cam- bios constitucionales de finales de los años setenta y de la década de los ochenta no fue- ron producto de procesos surgidos a deman- da de la sociedad ni tuvieron como objetivo la ruptura con el constitucionalismo hasta en- tonces existente, tanto en Latinoamérica como en otras regiones del mundo. Aunque, como se ha dicho, introdujeron regulaciones par- ciales que abrieron la vía para un cuestiona- miento global del modelo constitucional exis- tente. Fue el caso, principalmente, del proceso constituyente brasileño de 1987-1988, inscri- to –como manifiesta Pilatti– en un proceso de transición del régimen autoritario, de naturale- za militar-empresarial, que estableció el golpe de 1964, hacia un sistema democrático. Una transición que tuvo que enfrentar sus propias contradicciones de relación con el poder cons- tituido, en particular una Asamblea Nacional Constituyente que nació condicionada por las reglas dictatoriales concebidas para produ- cir mayorías parlamentarias cercanas al parti- do del régimen y que, por la propia dinámica constituyente, fue adoptando decisiones pro- pias de un foro de avanzada. “El resultado de sus trabajos acabó semejándose más al mode- lo deseado por las fuerzas progresistas mino- ritarias en su interior que al modelo que pre- tendía el conservadurismo mayoritario que la inició”43. Pero aun así, el resultado no fue un modelo consciente de ruptura con el constitu- cionalismo del estado social de corte europeo, sino más bien su traslación al contexto latino- americano. Por esas dos razones, no creemos que pueda considerarse un ejemplo del nuevo constitucionalismo latinoamericano a la Cons- titución brasileña de 1988, a pesar de que pre- senta rasgos específicos que anuncian lo que serán las apuestas centrales de ese nuevo para- digma constitucional. Por razones directamente relacionadas con las necesidades sociales y la falta de salidas de- mocráticas, y con precedentes en varios inten- tos constituyentes latinoamericanos que, como se ha hecho referencia, finalmente fallaron en su legitimidad y en la reformulación del mo- delo, el nuevo constitucionalismo latinoameri- cano tuvo su origen en el proceso constituyen- te colombiano de principios de la década de los noventa, aunque fuefruto de reivindicacio- nes sociales anteriores. El proceso colombia- no ya contó con las principales características del nuevo constitucionalismo: respondió a una propuesta social y política, precedida de mo- vilizaciones que demostraban el factor nece- sidad, y confió en una asamblea constituyen- te plenamente democrática la reconstrucción del Estado a través de una nueva constitución. De hecho, Angulo se retrotrae a mediados de la década de los ochenta, cuando aparecieron en diferentes sectores de la opinión pública la 41 FIX-ZAMUDIO, Héctor. “Algunas tendencias predominantes en el constitucionalismo latinoamericano contemporáneo”. En: El nuevo Derecho Constitucional latinoamericano. Ricardo Combellas (coordinador), Vol. I. Fundación Konrad Adenauer, Caracas, 1996, p. 46. 42 En general, cfr. ORTIZ-ÁLVAREZ, Luis, y LEJARZA A., Jacqueline. Constituciones latinoamericanas. Academia de Ciencias Po- lítica y Sociales, Caracas, 1997, p. 14 y ss. 43 PILATTI, Adriano. A Constituinte de 1987-1988. Progressistas, conservadores, ordem econômica e regras do jogo. Lumen Juris, Río de Janeiro, 2008, p. 311. 319GACETA CONSTITUCIONAL N° 48 FUNDAmENTOS TEórICOS y práCTICOS DEL NUEvO CONSTITUCIONALISmO ... necesidad (y, por lo tanto, la posibilidad) de convocar un referéndum para aprobar la Constitución44. La activación directa de la asamblea constituyente no es- taba prevista, desde luego, en la Constitución colombiana de 1886, todavía vigente –con sus enmiendas– a las puertas del siglo XXI. En esas condicio- nes se produjo el movimiento de la séptima papeleta, a través del cual se invitaba “al electorado a pronun- ciarse sobre la convocatoria de una Asamblea constitucional para reformar la carta política, mediante la utilización de una papeleta de vo- tación, entonces mecanismo utilizado, que de- bía ser introducida en las urnas en las eleccio- nes del 11 de marzo de 1990”45. El resto es bien conocido: el proceso constituyente co- lombiano que culminó con la Constitución de 1991. El elemento de necesidad del proceso cons- tituyente colombiano y la situación de emer- gencia en la que vivía el país se tradujeron en el propio Decreto Legislativo N° 1926, del 24 de agosto de 1990, cuando exponía que los hechos “demuestran a las claras que las ins- tituciones tal como se encuentran diseñadas no son suficientes para enfrentar las diversas formas de violencia a las que tienen que en- carar (…). (Estas) han perdido eficacia y se han vuelto inadecuadas, se han quedado cortas para combatir modalidades de intimidación y de ataque no imaginadas siquiera hace po- cos años, por lo que su redi- seño resulta una medida ne- cesaria para que las causas de perturbación no continúen agravándose”. Finalmente, y a pesar de los obstáculos y de la apropiación por parte de sec- tores políticos tradicionales de buena parte del proceso46, la Constitución colombiana de 1991 se reivindicó como un texto constitu- cional fuerte, capaz de cambiar de forma de- cisiva el devenir del país. No en vano, el pro- ceso constituyente colombiano de 1990-1991 ha sido calificado como el inicio de verdadero constitucionalismo colombiano47. Sin embargo, el nuevo constitucionalismo lati- noamericano no tiene una identidad temporal. Es decir, no puede considerarse que el nue- vo constitucionalismo latinoamericano está integrado por los textos constitucionales que se han producido en la región a partir de la Constitución colombiana de 1991. Pues solo aquellos textos que tuvieron un origen genui- namente democrático y unos rasgos a los que más adelante haremos referencia pueden en- tenderse como integrantes del nuevo paradig- ma constitucional. En ese sentido, no puede considerarse parte del nuevo constituciona- lismo latinoamericano, el texto constitucio- nal peruano de 199348, fruto de un proceso “ [N]o tiene una iden-tidad temporal. Es decir, no puede considerarse que el nuevo constitu- cionalismo latinoameri- cano está integrado por los textos constituciona- les que se han producido en la región a partir de la Constitución colombiana de 1991. ” 44 ANGULO BOSSA, Jaime. Gestación del constitucionalismo colombiano (1781-1991, doscientos años de proceso constituyente). Leyer, Bogotá, 2002, pp. 127 y ss. 45 AMADOR VILLANEDA, Santiago. “El camino de la Constitución de 1991: diario de la exclusión”. En: Poder constituyente, conflic- to y Constitución en Colombia. Óscar Mejía Quintana (director), Universidad de los Andes, Bogotá, 2005, p. 92. 46 Lo que, en términos de Amador, convierte al proceso constituyente colombiano en inacabado (ibídem, p. 98 y ss). 47 Cfr., en general, Angulo. Loc. cit. 48 Como afirman García Belaunde y Eguiguren, después del golpe de Estado de Alberto Fujimori el 5 de abril de 1992, el régimen dictatorial se vio forzado, principalmente por la presión de la comunidad internacional, a emprender el retorno a la normalidad constitucional. “La salida política fue anunciar la convocatoria al Congreso Constituyente Democrático, elegido por votación popu- lar, que elaboraría una nueva Constitución y cumpliría funciones legislativas, para completar el periodo del parlamento que había sido arbitrariamente disuelto. Dichas elecciones carecieron de transparencia y equidad, por lo que algunos partidos democráti- cos decidieron abstenerse de participar. El respaldo popular que ostentaba para entonces Fujimori y el descrédito de los parti- dos, determinaron que el fujimorismo ganara ampliamente las elecciones y gozara de una cómoda mayoría parlamentaria”. La Constitución peruana de 1993 fue elaborada, por lo tanto, a la medida de los intereses políticos del régimen fujimorista (GARCÍA BELAUNDE, Domingo, y EGUIGUREN PRAELI, Francisco José. “La evolución político-constitucional del Perú, 1976-2005. En: Estudios Constitucionales. Nº2, 2008, pp. 387 y 388). D OCTrINA 320 constituyente dirigido por el fujimorismo, o las reformas institucionales sin activación di- recta del poder constituyente, como fue el caso de Argentina en 1994. Un caso semejante ocurrió con la Constitución ecuatoriana de 1998, donde la falta de un re- feréndum final sobre el texto constitucional –al igual que había acontecido en Colombia siete años antes–, y, especialmente, los conte- nidos del nuevo texto constitucional, dificul- tan su incorporación en el paradigma del nue- vo constitucionalismo latinoamericano. Estos dos factores, sin duda, frustraron la expectativa social y debilitaron la legitimidad de la nueva Constitución49, que tuvo que ser abrogada por un nuevo proceso constituyente diez años des- pués. Más éxito contó el proceso constituyente venezolano de 1999, donde no solo tuvieron lu- gar los elementos de los procesos constituyen- tes ortodoxos –referéndum activador del proce- so constituyente y referéndum de aprobación del texto constitucional incluidos–, sino que se vislumbraron con nitidez la necesidad consti- tuyente, manifestada en la crisis social y po- lítica de finales de los ochenta50 y la década de los noventa, y un resultado más que satis- factorio en la primera Constitución plenamen- te rígida de América Latina, que excluyó cual- quier sombra nominalista y la posibilidad de que fuese reformada por el poder constituido. Una nueva fase, sin duda, de los procesos cons- tituyentes latinoamericanos, caracterizada en particular por elementos formales de las cons- tituciones, la conforman los dos procesos que tuvieron lugar como continuación de aquellos: el ecuatoriano de 2007-2008, cuyo texto se ca- racteriza principalmente por la innovación en el catálogo de derechos y por la expresa refe- rencia, ya aludida, al Estado constitucional51; y el boliviano de 2006-2009, el más difícil de todos los habidos, y cuyo resultado, la Consti- tución boliviana de 2009, es seguramenteuno de los ejemplos más rotundos de transforma- ción institucional que se ha experimentado en los últimos tiempos, por cuanto avanza hacia el Estado plurinacional, la simbiosis entre los valores liberales y los indígenas, y crea el pri- mer Tribunal Constitucional elegido directa- mente por los ciudadanos del país52. Cada una de las experiencias constituyentes mencionadas se conforma en sí misma como un modelo teórico-práctico propio del proce- so constituyente. Pero todas ellas cuentan con un denominador común que, para el análisis realizado en esta sede, es necesario resaltar: asumen la necesidad de legitimar ampliamen- te un proceso constituyente revolucionario y, aunque los resultados son en buena medi- da desiguales, consiguen aprobar constitucio- nes que apuntan, en definitiva, hacia el Estado 49 Para un análisis del proceso constituyente ecuatoriano y de la Constitución de 1998 cfr., en general, VICIANO PASTOR, Rober- to; TRUJILLO, Julio César; y ANDRADE, Santiago. Estudios sobre la Constitución ecuatoriana de 1998. Tirant lo Blanch, Valen- cia, 2005 (edición ecuatoriana bajo el título La estructura constitucional del Estado ecuatoriano, Universidad Andina Simón Bolí- var, Quito, 2005). 50 Y cuyo principal expresión fue la serie de protestas populares conocidas como caracazo, en febrero de 1989. Sobre los antece- dentes, gestación y desarrollo del proceso constituyente venezolano, cfr. VICIANO PASTOR, Roberto y MARTÍNEZ DALMAU, Rubén. Cambio político y proceso constituyente en Venezuela (1998-2000). Tirant lo Blanch, Valencia, 2001 (edición venezolana de Vadell Hermanos, Caracas, 2001). Un resumen de los antecedentes del proceso puede encontrarse en MARTÍNEZ DALMAU, Rubén, “De Punto Fijo a la constituyente. Los bolivarianos, entre la acción y la reacción”. En: TORRES. Venezuela, a contraco- rriente… Loc. cit. Respecto a la relación entre el proceso constituyente venezolano y el nuevo constitucionalismo latinoamerica- no, cfr. VICIANO PASTOR y MARTÍNEZ DALMAU. “El proceso constituyente venezolano…” Loc. cit.; y, más recientemente, en VICIANO PASTOR, Roberto y MARTÍNEZ DALMAU, Rubén. “El proceso constituyente venezolano de 1999: su significado jurí- dico y político”. En: William Ortiz Jiménez y Ricardo Oviedo Arévalo (editores). Refundación del Estado nacional, procesos cons- tituyentes y populares en América Latina. Universidad Nacional de Colombia-Sede Medellín y Universidad de Nariño, Medellín, 2009. 51 Respecto al texto ecuatoriano cfr., en general, ÁVILA SANTAMARÍA, Ramiro; GRIJALVA JIMÉNEZ, Agustín; y MARTÍNEZ DAL- MAU, Rubén (eds.). Desafíos constitucionales. La Constitución ecuatoriana de 2008 en perspectiva. Ministerio de Justicia y De- rechos Humanos, Tribunal Constitucional, Quito, 2008. 52 Al respecto, cfr. MARTÍNEZ DALMAU, Rubén, El proceso constituyente boliviano (2006-2008) en el marco del nuevo constitucio- nalismo latinoamericano. Enlace, La Paz, 2008; y MARTÍNEZ DALMAU, Rubén. “El proceso constituyente: la activación de la so- beranía”. En: ¡Ahora es cuándo, carajo! Del asalto a la transformación del Estado en Bolivia. Íñigo Errejón y Alfredo Serrano (edi- tores), El Viejo Topo, Barcelona, 2011. 321GACETA CONSTITUCIONAL N° 48 FUNDAmENTOS TEórICOS y práCTICOS DEL NUEvO CONSTITUCIONALISmO ... constitucional. Teoría y práctica se unen, por lo tanto, en el nuevo constitucionalismo lati- noamericano. iv. elementos Formales comunes en el nuevo constitucionalis- mo latinoamericano No solo en el elemento legitimidad ofrecido por los procedimientos democráticos con que se construyeron los recientes textos latinoame- ricanos se ha traducido la aparición del nuevo constitucionalismo latinoamericano. Como no podía ser de otra manera, la recuperación de la teoría clásica de los procesos constituyen- tes y de la verdadera naturaleza originaria y creadora del poder constituyente ha incidido en la forma y estructura de las nuevas consti- tuciones latinoamericanas que, sin romper con el concepto racional-normativo de constitu- ción –texto escrito, ordenado y articulado–, sí se adentran en algunas especificidades que, en buena medida, recuperan varias de las preocu- paciones –e incluso algunas soluciones– del constitucionalismo liberal revolucionario; en particular, el fortalecimiento de su dimensión política. Esto es así por cuanto el elemento necesidad ha servido de detonante, en todos los casos, de un esfuerzo suplementario por la búsque- da de elementos útiles para el cambio plan- teado como objetivo del proceso constituyen- te. Utilidad entendida en dos sentidos: por un lado, como el ejercicio intelectual para incor- porar en el texto constitucional nuevos con- ceptos e instituciones que podrían coadyuvar a través de su aplicación en el cumplimiento de la constitución y, en definitiva, en la me- jora en la calidad y condiciones de vida de los ciudadanos. Al respecto, las innovaciones no solo aparecen en su forma positiva, con la incorporación de rasgos propios, incompren- sibles desde el prisma del constitucionalismo del Estado social; sino también en la negati- va, por cuanto en ocasiones se niegan plan- teamientos tradicionales y desaparecen insti- tuciones propias de la historia constitucional de cada país53. Por lo tanto, uno de los prime- ros rasgos visibles en el nuevo constituciona- lismo latinoamericano es la sustitución de la continuidad constitucional –sustento del viejo constitucionalismo, salvo en momentos de cri- sis institucionales y de superaciones de épocas autoritarias–, bajo el hilo conductor del poder de reforma de la constitución en manos de los legislativos ordinarios, por la ruptura con el sistema anterior que, proveniente de los pro- cesos constituyentes, se traduce en los nuevos textos54. Pero, en otro sentido, la utilidad de las cons- tituciones se manifiesta también en su dimen- sión simbólica, intrínsecamente no menos ade- cuada que la dimensión fáctica. El hecho de que los procesos constituyentes latinoameri- canos hayan insistido en la diferencia entre el Estado por destruir y el Estado por construir, en la ruptura democrática con lo viejo o lo an- terior, y en la apuesta por la democracia mate- rial sobre la formal se visualiza, de hecho, con incorporaciones en los textos de componentes diferenciadores que, en muchos casos, sirven únicamente como elemento simbólico de dis- tinción del proceso ante el rechazo del pasa- do inmediatamente anterior y la esperanza del futuro a que dará pie el nuevo texto constitu- cional. Las redacciones de los textos constitu- cionales están plagadas, por esta razón, de re- ferencias al mencionado lenguaje simbólico, que está relacionado con el fortalecimiento de la dimensión política de la constitución –y, en este sentido, con la lectura particularizada que 53 Otras, no obstante, se han mantenido, por el peso de la tradición histórica incluso sobre la capacidad innovadora de los procesos constituyentes. Es el ejemplo, en Venezuela, de la perduración de la forma descentralizada federal en el Estado, a pesar de que finalmente se optó por un parlamento de una sola cámara, lo que convierte al país en un único y extraño ejemplo de federación unicameral. Por otro lado, a pesar de las nuevas formas religiosas y de espiritualidad incorporadas en las constituciones, todas ellas invocan a Dios en el preámbulo. 54 Esta rebelión contra el pasado puede apreciarse principalmente en los preámbulos constitucionales que, como el boliviano, ha- cen referencia explícita a los sucesos acontecidos sobre los que se ha construido, y rechazan determinados aspectos anteriores como en afirmaciones como “Dejamos en el pasado el Estado colonial, republicano y neoliberal”. D OCTrINA 322 de esta realizan los ciudadanos– más que con previsiones de efectos jurídicos55. A todo ello cabe añadir que han sido cuatrolas características formales que más han ca- racterizado al nuevo constitucionalismo: su contenido innovador (originalidad), la ya re- levante extensión del articulado (amplitud), la capacidad de conjugar elementos técnica- mente complejos con un lenguaje asequible (complejidad), y el hecho de que se apuesta por la activación del poder constituyente del pueblo ante cualquier cambio constitucional (rigidez)56. La capacidad innovadora de los textos del nuevo constitucionalismo latinoamericano es esencial a su objetivo de cambio; Santos lo ha denominado constitucionalismo experimen- tal57. Ante la inhabilidad del viejo constitucio- nalismo para resolver problemas fundamenta- les de la sociedad, el nuevo constitucionalismo ha sido capaz de construir una nueva institu- cionalidad y determinadas características que, finalmente, cuentan como finalidad promo- ver la integración social, crear un mayor bie- nestar y –posiblemente el rasgo más recono- cible– establecer elementos de participación que legitimen el ejercicio de gobierno por parte del poder constituido. En este sentido, las constituciones se han apartado de mode- los previos, característicos de los trasplantes o injertos constitucionales anteriores58 para, aprovechando el momento de firme actividad constituyente, repensar siquiera brevemente y con las limitaciones del momento político so- bre la situación y buscar aquellas medidas que pudieran dar solución a sus problemas particu- lares. En cuanto a que buena medida de es- tos problemas con comunes en Latinoaméri- ca, muchas de sus soluciones se parecerán; otras, por el contrario, solo pueden compren- derse desde la perspectiva del lugar donde la Constitución se ha debatido, escrito y aproba- do. Desde la aparición del referendo revoca- torio en el caso colombiano59, hasta la crea- ción del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social en Ecuador, pasando por la su- peración venezolana de la tradicional división tripartita de los poderes, o la incorporación del concepto de plurinacionalidad en el caso boli- viano, la originalidad y la pérdida del miedo a la invención están presentes en todos los nue- vos textos latinoamericanos, sin excepción. Los avances han sido particularmente profun- dos en el ámbito de la institucionalidad, aun cuando se es consciente de la fragilidad en la creación de órganos que muchas veces no solo no forman parte de la tradición constitucional del país, sino que no han sido comprobados en su funcionalidad y utilidad en el marco del di- seño constitucional comparado60. Al respecto, es fácil entender que las nuevas constituciones son esencialmente principistas. Los principios, tanto implícitos como explíci- tos, abundan en sus textos, en detrimento de las reglas que, aunque presentes, ocupan un lugar limitado a los casos concretos en que su pre- sencia es necesaria para articular la voluntad constituyente. El efecto jurídico de los princi- pios, principalmente como criterios de inter- pretación, es incuestionable y, en determinadas 55 Quizás el caso más representativo sea el cambio de la denominación “República de Venezuela” por “República Bolivariana de Venezuela” en 1999; o, más recientemente, la sustitución de la “República de Bolivia” por el “Estado Plurinacional de Bolivia”. 56 Al respecto, cfr. MARTÍNEZ DALMAU. El proceso constituyente boliviano… Ob. cit., p. 75 y ss. 57 SANTOS, Boaventura de Sousa. “La reinvención del Estado y el Estado Plurinacional”. En: OSPAL. N° 22, setiembre de 2007, p. 39. 58 Cfr. GARGARELLA y COURTIS. El nuevo constitucionalismo latinoamericano… Ob. cit., pp. 23-26. 59 Constitución de Colombia de 1991, artículo 103. El referendo revocatorio para cargos públicos, aunque limitado, se incorporó por vez primera en América Latina en 1991, y se extendió en diversas reformas constitucionales, como la argentina o la peruana. In- corporó sus actuales connotaciones en la Constitución venezolana de 1999, donde se extendió a todos los cargos públicos elec- tos, incluido el Presidente de la República. En general, cfr. AYALA CORAO, Carlos. El referendo revocatorio. Una herramienta ciudadana de la democracia. Los Libros de El Nacional, Caracas, 2004. 60 En general, cfr. MARTÍNEZ DALMAU, Rubén. “El nuevo diseño institucional ecuatoriano. Democracia, funciones y legitimidad en la Constitución ecuatoriana del 2008”. En: Ágora Política. Nº 2, junio de 2010, pp. 19-33. 323GACETA CONSTITUCIONAL N° 48 FUNDAmENTOS TEórICOS y práCTICOS DEL NUEvO CONSTITUCIONALISmO ... ocasiones se hace referencia expresa a ellos al determinar el razonamiento vinculante de los tribunales constitucionales con base en el te- nor literal del texto, o en la constitución en su integralidad61. El hecho de que las constitucio- nes rijan sobre sociedades plurinacionales no obsta para que los principios clásicos convi- van con nuevas fórmulas, simbióticas, que de- ben ser consideradas como verdaderas innova- ciones del constitucionalismo62. Otro hecho fácilmente destacable es la exten- sión de las nuevas constituciones63. Esta carac- terística debe entenderse relacionada con otro de sus aspectos más relevantes: su compleji- dad64. Tanto la extensión como la complejidad del texto constitucional han sido expresamen- te buscadas por el constituyente, consciente de que ni el espacio físico ni la búsqueda a toda costa de la simplicidad textual podían le- vantarse como obstáculos a la redacción de un texto constitucional que debe ser capaz de dar respuestas a aquellas necesidades que el pue- blo solicita a través del cambio de su Constitu- ción. Sin llegar a ser códigos, las nuevas cons- tituciones se rebelan contra la brevedad, tan aclamada desde la época nominalista y que, en buena medida, es una constante en el constitu- cionalismo en general, y en el norteamericano en particular. Por su extensión, estas constituciones en algu- na medida podrían ser consideradas herederas de la tradicional presencia de textos dilatados y prolíficos en el constitucionalismo latinoa- mericano clásico65. Pero, en estos tiempos, asi- milan la necesidad de ejercer otra función mu- cho más importante que la prevalencia de la tradición: la permanencia de la voluntad del constituyente, que busca ser resguardada en la medida de lo posible para evitar su olvido o abandono por parte de los poderes constitui- dos, una vez la constitución ingrese en su eta- pa de normalidad. Con independencia de que la explicación política del hecho es clara –la necesidad de superar la falta de una verdadera relación entre voluntad constituyente y poder constituido en el constitucionalismo latinoa- mericano anterior–, el planteamiento jurídico también lo es: extender el mandato lo suficien- te como para que, en el ejercicio de sus funcio- nes, el poder constituido respete las considera- ciones del constituyente en detalle y con todas sus implicaciones. En definitiva, la extensión considerable en el nuevo constitucionalismo latinoamericano es debida a la necesidad del poder constituyente de expresar claramen- te su voluntad, lo que técnicamente puede desembocar en una mayor cantidad de dis- posiciones, cuya existencia busca limitar las posibilidades de los poderes constituidos –en particular, el parlamento, que ejerce la función legislativa, y el Tribunal Constitucional, que desarrolla la máxima función interpretativa– de desarrollar o desentrañar el texto constitu- cional en sentido contrario a la que fue la vo- luntad del constituyente. 61 Constitución boliviana de 2009, artículo 196.II: “En su función interpretativa, el Tribunal Constitucional Plurinacional aplicará como criterio de interpretación, con preferencia, la voluntad del constituyente, de acuerdo con sus documentos, actas y resoluciones, así como el tenor literal del texto”; Constitución ecuatoriana de 2008,
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