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Programa Iberoamericano de Agencia Uruguaya de Fortalecimiento de la CSS Cooperación Internacional ENCUENTRO POST BUSAN: LA IMPLICANCIA DE SUS RESULTADOS Montevideo, Uruguay 10 y 11 de abril de 2012 Texto base de la ponencia presentada por Bruno Ayllón1 (Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación – Universidad Complutense Madrid) 1.- Introducción. Buenos días. Muchas gracias por la invitación a esta reunión del Programa Iberoamericano de Fortalecimiento de la Cooperación Sur - Sur de SEGIB, muchas gracias a la AUCI y a ustedes Responsables y Técnicos de la Cooperación en los diferentes países iberoamericanos aquí representados. Es siempre un placer poder sentarse en una mesa con ustedes y dialogar en confianza sobre los temas de la Cooperación Internacional para el Desarrollo (CID), en un momento especialmente complicado por los efectos de la crisis económica. Sin más dilación, me centraré en aquello que se me ha pedido que es una reflexión sobre el papel del sector privado lucrativo en la CID, enfatizando lo que supuso el IV FAN de Busan en clave del reconocimiento de las potencialidades y límites que el mundo de los negocios y de la inversión privada pueden tener para la cooperación y el desarrollo. Seguiré, posteriormente, con algunos aspectos conceptuales y operativos que pienso deben sopesarse ante la tendencia al crecimiento de la cooperación privada y antes de tomar la decisión política de trabajar conjuntamente con estos agentes, por ejemplo, en programas y acciones de Cooperación Sur – Sur (CSS). Finalmente, concluiré con unas reflexiones a modo de cierre. Al hablar del sector privado, y según los documentos manejados en Busan, se hace referencia a una amplia tipología de agentes, de diferentes tamaños, recursos y capacidades, desde las Empresas transnacionales hasta las micro, pequeñas y medianas empresas, o las empresas de la economía social como las cooperativas, el sector empresarial informal o las instituciones financieras privadas. También a las asociaciones empresariales y, podríamos añadir a las fundaciones empresariales creadas para gestionar programas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Para cada una de ellas, las formas de trabajar y su articulación con otros agentes de la cooperación, así como los motivos que las llevan a colaborar en iniciativas de 1 Las opiniones, juicios e informaciones contenidas en el texto de esta ponencia son de responsabilidad exclusiva de su autor y no comprometen a ninguna de las instituciones organizadoras de la actividad. 1 promoción del desarrollo son muy diferentes. También debemos considerar las particularidades que supone, a los efectos de su implicación en las tareas de la CID, la distinción entre empresas nacionales y empresas foráneas. 2.- Consideraciones e hitos sobre el papel del sector privado en la CID A diferencia de otros agentes las empresas constituyen un sujeto particular y único, una rara avis, en el campo de la CID en la medida que su objetivo principal es la obtención de lucro, la rentabilidad de sus negocios y la generación de valor para sus accionistas. Por otra parte, y en lo que respecta a las grandes corporaciones, es probable que su papel sea el más contestado (pensemos en las industrias extractivas en Latinoamérica) y cuestionado por el impacto de sus actividades lucrativas en los países en desarrollo y por las sospechas, que cuentan con cierto fundamento, de que su creciente implicación como agente de la cooperación responde más a la necesidad de “maquillar” su imagen y obtener la “licencia social para operar”, es decir, conseguir una receptividad favorable por parte de los actores políticos y sociales en los lugares donde se instalan. Este debate adquirió relevancia en el campo teórico de las Relaciones Internacionales como disciplina científica al ser objeto de análisis por parte de sus detractores (los estructuralistas) y de sus defensores (los transnacionalistas o teóricos de la interdependencia compleja). Para los primeros, la acción de las empresas, sobre todo las multinacionales, tiene impactos negativos en los países de la periferia capitalista, sea en términos políticos, sociales y económicos, como resultado de la intervención política de las grandes corporaciones, de la dependencia que genera e inhibe el desarrollo local y de la explotación que propician abusando de la mano de obra barata sin reinvertir sus beneficios en los países en los que se instalan ni transferir tecnología avanzada. Por otra parte la expoliación de los recursos naturales y la generación de externalidades negativas (contaminación, deterioro del ambiente institucional por la corrupción que alimentan, etc.) contribuyen a que el balance sea poco favorable a los países en desarrollo. Los transnacionalistas realizan un juicio bien diferente atendiendo a los efectos positivos de la actividad de las empresas en la creación de redes de interdependencia entre los Estados facilitando el incremento de los flujos de inversión extranjera directa y del comercio internacional, verdaderos motores del desarrollo (BARBÉ, 2003). Homi Kharas, un autor poco sospechoso de ser crítico con la ayuda privada, afirma que el sector de los negocios no siempre ha sido visto como una fuerza positiva en el desarrollo sostenible, debido a sus prácticas pasadas como el ofrecimiento de sobornos, la explotación laboral y una falta de atención hacia los estándares y regulaciones medioambientales. Sin embargo, en la última década, un cuerpo creciente de auto- regulaciones y la adopción de normas ligeras sobre buenas prácticas ha comenzado a cambiar esta visión. El sector privado habría adoptado con gusto estas regulaciones en la creencia de que un desarrollo más rápido y la emergencia de nuevos mercados son las mejores vías para incrementar sus ganancias en el largo plazo. Así, el enfoque hacia el desarrollo del sector privado de los negocios habría cambiado de un foco estrecho en la RSC, limitado a menudo a las comunidades de vecinos más inmediatas donde se levantan fábricas y plantas procesadoras, a una visión más amplia etiquetada como de “valores compartidos”. Las coaliciones de las multinacionales más 2 grandes ven ahora esos “valores compartidos” como núcleo de su interés en promocionar el desarrollo. Evidentemente, las visiones sobre el liderazgo empresarial en la lucha contra la pobreza y como agentes activos en la cooperación, son diferentes en los Estados Unidos, país que lidera el movimiento para elevar el papel de la comunidad privada de negocios (de acuerdo a su óptica de la ayuda como una inversión en la economía global) o en el ámbito continental europeo, donde se la considera más como un medio para el bienestar social y la realización de los Derechos Humanos (KHARAS, 2011) En realidad, buena parte de los recelos hacia el papel de la empresa como agente generador de progreso social tuvieron su origen en la teoría tradicional del desarrollo que atribuía a los Estados el rol fundamental en el avance de los países y situaba a la intervención pública en el centro de la acción desarrollista. En esta óptica, a la empresa le restaba un papel secundario, cuando no marginal, para protagonizar procesos de cambio económico y social que además debían superar las fuertes desconfianzas sobre la capacidad del mercado de operar eficazmente en la provisión de bienes públicos. Según Alonso, las visiones actuales del desarrollo han caminado hacía un mayor equilibrio en lo referente a las funciones de los Estados y las empresas como agentes generadoresde bienestar social y crecimiento económico, reconociendo su complejidad y situando a cada uno de ellos en papeles complementarios (ALONSO, 2010) Hoy se afirma por igual que los Estados son cruciales para configurar marcos normativos, proveer bienes públicos y garantizar políticas de cobertura social y equidad y que las empresas son necesarias para la generación del tejido productivo que crea renta, empleo, inclusión y reconocimiento social. Un proceso de desarrollo que se base exclusivamente en uno de los dos agentes sería claramente insatisfactorio. Todo lo anterior tiene repercusión directa en el campo de la CID que en los diferentes foros de eficacia, pero también en el ámbito de las Naciones Unidas, no se considera apenas una política exclusiva de los Estados y si como un conjunto de acciones que deberían articularse entre agentes públicos y privados de los países donantes y los países beneficiarios en un esfuerzo compartido a favor del desarrollo. De esta forma, las agencias de cooperación y los organismos multilaterales han puesto en marcha estrategias y programas de trabajo con las empresas y el sector privado buscando potenciar su contribución al desarrollo a través de la creación de riqueza sostenida e inclusiva, de empleo decente, de la transferencia de conocimientos y tecnología o del fortalecimiento de capacidades locales. En definitiva se trataría de involucrar a la comunidad empresarial en la búsqueda compartida de los objetivos de desarrollo (MAEC/AECID, 2011) A partir de los años 90 las empresas comienzan a ser presentadas como agentes que asumen nuevas responsabilidades en el desarrollo internacional y ejercen un rol protagonista en la cooperación, en un contexto marcado por el fenómeno de la fatiga de la ayuda, es decir, por la contracción y caída de la AOD ofrecida por los países del CAD hasta el 0´22 % del PIB agregado de sus miembros, y por las dudas sobre la eficacia de la cooperación pública para responder a los retos globales. Un contexto aquél que tiene sus paralelismos con el momento actual y con el énfasis que se está poniendo en el papel del sector privado lucrativo en la lucha contra la pobreza. 3 En las décadas anteriores las empresas ya habían participado en calidad de colaboradoras de los Estados y de los Organismos Multilaterales en la ejecución de acciones de cooperación, como prestadoras de servicios y suministradoras de productos, por ejemplo, en el campo de las infraestructuras, o como participantes en proyectos de promoción del tejido empresarial y productivo en países en desarrollo. En esa perspectiva el papel de la empresa quedaba reducido a una función puramente instrumental en relación a la cooperación, sin comportarse propiamente como un agente autónomo de la cooperación, apenas como recurso necesario para la ejecución de acciones de desarrollo. Esto no significa que no tuviera importancia sino que su papel no afectaba a la definición de los objetivos de los agentes públicos o a las decisiones básicas de la política de ayuda (ALONSO; CÁMARA; AYLLÓN; 2010) Lo que cambia a finales del siglo XX es exactamente el rol subsidiario de las empresas en la cooperación, transformándose en agentes necesarios para completar los esfuerzos de los Estados en la agenda internacional del desarrollo. Esta transformación en las percepciones y en los discursos sobre las responsabilidades y oportunidades para poner fin a la pobreza, resultado de una mayor integración del sector lucrativo en las tareas de la cooperación, se basan en la pretendida eficacia y eficiencia de las empresas y de la iniciativa privada, que sería mayor que la que se observaría en la ayuda pública, al ofrecer soluciones rápidas, menos burocráticas y con mayores incentivos para solucionar problemas de desarrollo. Sin embargo, como advierte Kharas, “esto no significa que la ayuda privada para el desarrollo sea más efectiva que la AOD. Eso todavía está por verse (…)”. (KHARAS, 2009: 9) Existiría según los defensores de estos postulados una cierta superioridad en los modelos empresariales de ayuda frente a las políticas públicas de cooperación que se acentuaría por ser mejor la relación coste/efectividad, menores los costes de intermediación y transacción o por existir menos condiciones de tipo político. Este clima de euforia en torno al liderazgo empresarial en el desarrollo internacional llevó al Wall Street Journal a afirmar en un editorial que “ya es hora de reconocer que la ayuda privada puede hacer más que los viejos modelos basados en la ayuda oficial”2 y a que hiciera fortuna en el mundo entero el lema del “Consenso de California”3, forjado en el seno de los Think Tanks estadounidenses, como reflejo de la “fe en la capacidad de innovación, tecnología y gestión basada en métodos modernos para solucionar problemas de extrema pobreza” (DESAI y KHARAS, 2008) Esta perspectiva se vio aún más potenciada por el reconocimiento internacional, en una versión muy benévola y ampliamente publicitada, de las capacidades del sector privado lucrativo como creador de riqueza, empleo, empresas como contribuyentes fiscales, proveedoras de capital, tecnología, bienes y servicios, etc. y por sus capacidades financieras (37 multinacionales facturaban en 2007 el equivalente al 25 % del PIB mundial). Los primeros pasos en el proceso de integración de las empresas como protagonistas en el campo de la cooperación internacional y el desarrollo humano y sostenible fueron dados por la Organización de las Naciones Unidas, en concreto por el 2 “Privatizing Foreign Aid”, Wall Street Journal, 7 de julio de 2007. 3 Fue en California, donde surgió el cluster productivo y tecnológico del Silicon Valley origen de la riqueza de muchos empresarios que se dedicaron en los últimos años a promover la filantropía y la responsabilidad corporativa. 4 PNUD y por su Secretario General. Un primer hito lo constituyó la Cumbre de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de Río de Janeiro (1992) donde se convocó a las empresas a participar en la Agenda 21. En 1994, el PNUD y el Consejo Mundial de Negocios para un Desarrollo Sostenible (WBCSD) compuesto por más de 200 empresas multinacionales, impulsan una alianza para promover el desarrollo sostenible, que incorpora como herramienta la Gestión de Proyectos Sostenibles (procesos de eco- eficiencia y cooperación tecnológica). A su vez diversas agencias bilaterales iniciaron programas orientados a la ejecución de proyectos de desarrollo bajo fórmulas de partenariados público-privados. La USAID creó en 1995 la New Partnership Initiative. Posteriormente, la Agencia Alemana de Cooperación (GTZ) constituyó el programa Public Private Partnertship y el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido (DFID) transformó la antigua Corporación de Desarrollo de la Commonwealth en el partenariado público- privado Capital for Development, bajo la modalidad de fondos de capital gestionados a través de empresas privadas. En los años siguientes las agencias de cooperación de Austria, Dinamarca, Suiza, Holanda y España constituyeron programas de alianzas público privadas con empresas orientados a objetivos de desarrollo humano. En 1998, el Banco Mundial lideró junto al Foro Internacional de Líderes de Negocios y a la ONG CIVICUS, una alianza tripartita de 120 organizaciones que dio origen al Business Partners for Development. Pero fue en 1999, al finalizar la década de las conferencias de Naciones Unidas, cuando Kofi Annan presentó el Global Compact en el Foro Económico Mundial de Davos, con el fin de incorporar a lasempresas a la lucha contra la pobreza y “expandir sus oportunidades a lo largo del mundo”. El Global Compact fue el momento emblemático de la consagración del sector privado lucrativo como “nuevo socio” de la cooperación internacional, otorgándole un protagonismo y una legitimidad, de la mano de Naciones Unidas, como agente en la lucha contra la pobreza de la que carecía hasta entonces (DOMINGUEZ, 2010). La UE también ha ido adoptando progresivamente un enfoque favorable a la integración de las empresas en el terreno de la cooperación. En 2001, la Comisión Europea publicó el Libro Verde para el fomento de un marco europeo de responsabilidad social de las empresas que venía precedido del llamamiento realizado, en 2000, por el Consejo Europeo de Lisboa, para que las empresas desarrollaran prácticas correctas en materia de aprendizaje permanente, organización del trabajo, igualdad de oportunidades, inclusión social y desarrollo sostenible. En 2005, el Consenso Europeo sobre Desarrollo, la orientación estratégica más importante de la cooperación comunitaria en el siglo XXI, apostó por el fomento de las Alianzas Público Privadas para el Desarrollo y por la RSC como formas de trabajo complementarias en la lucha contra la pobreza (COMISIÓN EUROPEA, 2001 y 2002) En 2003, las Naciones Unidas crearon la Comisión sobre el Sector Privado y el Desarrollo y el Secretario General reconoció en el momento de su constitución que la ONU sólo había explotado de forma esporádica las posibilidades que ofrecía la implicación del sector privado en el trabajo por el desarrollo. La publicación por el PNUD, en 2004, del informe titulado “El impulso del empresariado. El potencial de las empresas al servicio de los pobres” presentaba un amplio espectro de ejemplos de buenas prácticas sobre la mejor forma de aprovechar las capacidades del sector privado para la causa del desarrollo y la mitigación de la pobreza. Entre esas experiencias 5 destacaban iniciativas cuyo germen fueron programas de los agentes tradicionales de la cooperación para el desarrollo pero que se reorientaron con métodos innovadores puestos en marcha por el sector privado (empresas y organizaciones de la sociedad civil) basándose en mecanismos de mercado e incentivos del sector privado. En sus conclusiones el informe recomendó catalizar una coalición renovada de los diferentes agentes de la cooperación para desencadenar el potencial del sector privado y colaborar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (PNUD, 2004; INSTITUTO ETHOS, 2004)) Por su parte el CAD/OCDE divulgó en 2006 una guía sobre el papel de sector privado en el desarrollo a través del enfoque de promoción del crecimiento a favor de los pobres, en el que reclama la movilización más productiva y efectiva de la inversión empresarial en los países en desarrollo para lo cual la cooperación internacional debía procurar, entre otros objetivos, el fortalecimiento del tejido empresarial de los países en desarrollo con programas de capacitación para el empleo y fomento de la utilización de la tecnología; la promoción de las prácticas responsables en la forma de hacer negocios, reduciendo y ayudando a reducir las prácticas de corrupción; la generación de diálogos de políticas entre agentes públicos y privados para asegurar la participación en las decisiones sobre los entornos necesarios para la inversión y su fomento (CAD/OCDE, 2006). 3.- El sector privado en Busan y después. Sin duda, el papel de la CSS en la arquitectura de la ayuda y el reconocimiento del rol creciente del sector privado lucrativo como agente de la CID son dos de las dimensiones más destacadas abordadas en Busan y en estos escasos cuatro meses, que llevamos de negociaciones en el ámbito del Grupo Interino Post Busan y de sus respectivos bloques de trabajo. En la fase pre-Busan debe recordarse la constitución en el seno de la OCDE, en el año 2010, de un grupo informal de trabajo sobre el sector privado y la eficacia de la ayuda. Este grupo fue el embrión del Building Block (BB) creado de cara a Busan, donde se dedicó una sesión temática a las formas de cooperación público-privada y se presentó una “Declaración conjunta sobre la expansión y el crecimiento de la cooperación público – privada para el desarrollo”, firmada por 43 países y entidades (sólo Malí, Etiopía, Túnez, Zambia y Perú entre los países en desarrollo. España rubricó la declaración). En esta declaración se afirmaban cinco principios para “maximizar los beneficios de la coordinación y la colaboración público privada en el fomento del desarrollo”: 1) El diálogo inclusivo para construir un entorno político habilitante que conduzca al desarrollo sostenible. 2) La acción colectiva, lo que requiere el establecimiento de plataformas permanentes para el diálogo, tanto en el nivel de los países como en el nivel global. En este punto se destaca “la consulta con el sector privado en la elaboración de los planes nacionales y sectoriales como un prerrequisito para una apropiación amplía en los países del proceso de desarrollo, asegurando así un crecimiento inclusivo y la expansión de las oportunidades económicas para todos los sectores de la población”. 6 3) La sostenibilidad, reconociendo que la ayuda y otros esfuerzos deberían incrementar el impacto en el desarrollo de una manera sostenible, en alineación con las prioridades locales y cumpliendo las leyes nacionales y las normas internacionales aplicables. 4) La transparencia, de todos los agentes relevantes en la cooperación público privada. 5) La rendición de cuentas orientada a resultados, con el objetivo de discutir opciones de monitoreo, reporte y evaluación de resultados de desarrollo, medición del impacto sostenible de la cooperación público privada para el desarrollo y compartir las lecciones aprendidas del partenariado. Es interesante resaltar que mientras la presencia de los países latinoamericanos, de otros países en desarrollo y de España fue y es intensa en el BB de CSS, no lo es ni de lejos igual en el BB sobre cooperación público-privada para el desarrollo. Mientras en el primero están presentes representantes gubernamentales de Colombia, Chile, Honduras, El Salvador, México y España, en el segundo, no hay ningún representante latinoamericano, apenas una asociación empresarial privada portuguesa del ámbito, siendo la mayoría de países desarrollados, asociaciones internacionales de negocios y conglomerados empresariales con muy pocos países en desarrollo (Malawi, Malí y Zambia)4. En el BB de gestión de la diversidad y reducción de la fragmentación, donde los temas relacionados con la articulación entre el sector público y el privado en la cooperación para el desarrollo están relacionados, hay dos miembros latinoamericanos: Honduras y Perú. En este BB, los principales objetivos planteados fueron, por un lado, aprovechar las ventajas de partenariados más amplios para reducir la fragmentación y la proliferación, mejorando la complementariedad y la coherencia de la cooperación, y por otro, reforzar a los países socios en su gestión de la diversidad creciente de la ayuda exterior, implicando activamente a todas las partes nacionales competentes (Parlamentos, Organizaciones de la Sociedad Civil – OSC-, sector privado) En el desarrollo de la sesión plenaria del BB sobre el sector privado y la cooperación público-privada, las discusiones giraron en torno a la complejidad y fragmentación entre los donantes y al papel del “apalancamiento” de la ayuda. En la perspectiva de algunos países socios (Filipinas) el papel del sector privado era central en la aceleracióndel desarrollo económico, así como en el incremento del papel de las empresas en la generación de cadenas de valor global. Se destacó la necesidad crucial de incluir al sector privado en la planificación nacional para el desarrollo sustentable y en el cumplimiento de los ODM. Otras voces privadas señalaron la importancia de los “ambientes habilitadores para los negocios”. Austria incidió en la necesidad de que el sector privado cumpliera en su actuación con los estándares de los derechos humanos 4 Miembros del BB sobre cooperación público-privada para el desarrollo: Austria, Belgium, Business Call to Action Business and Industry Advisory Committee to the OECD, Cambodia, Confederation of Danish Industry, Conseil Français des Investisseurs en Afrique, Czech Republic, Denmark, European Development Finance Institutions European International Contractors, Finland, France, GBCHealth, Germany, Global Fund to Fight AIDS, Tuberculosis and Malaria, International Business Leaders Forum, International Finance Corporation, Japan, Korea, Malawi, Mali, Netherlands, Pan African Business Coalition on HIV and Health, Portuguese Association for Economic Development and Cooperation, Sanofi, Sweden, Switzerland, United Nations Global Compact, United States, World Business Council for Sustainable Development, Zambia. 7 La coordinación con otros programas, la superación del enfoque de la RSC hacia la promoción de negocios sostenibles y el papel complementario en el desarrollo fueron otros mensajes de la sesión. La pregunta final a la que intenta responder el trabajo del BB en estos meses es cómo hacer efectivos los esfuerzos para crear sinergias entre el sector público y el privado y como facilitar a las compañías privadas su encaje en una más amplia agenda de eficacia del desarrollo. Este es el punto central. Por otra parte, la Declaración final de Busan, dedicó un apartado entero, el número 32, al sector privado y el desarrollo, reconociendo su “función especial en la promoción de la innovación, la creación de riqueza, ingresos y empleos; y en la movilización de recursos nacionales contribuyendo así a la reducción de la pobreza”. Textualmente, se convoca a los países y otros agentes que apoyan la declaración final a colaborar “con las asociaciones profesionales, sindicatos y otras entidades representativas con el fin de mejorar el entorno legal, reglamentario y administrativo para la inversión privada y para asegurar políticas firmes y un contexto conveniente para favorecer el desarrollo del sector privado, el incremento de la Inversión Extranjera Directa (IED), las asociaciones publico-privadas, el fortalecimiento de las cadenas de valor de manera equitativa con especial consideración a las dimensiones nacionales regionales e intensificar los esfuerzos a favor de las metas de desarrollo”. También se solicita a los países que aseguren “la participación del sector privado en la concepción y aplicación de políticas y estrategias de desarrollo para fomentar el crecimiento sostenible, la reducción de la pobreza, el desarrollo de mecanismos financieros innovadores y la promoción de la cooperación para el comercio”. Como bien ha señalado el documento de la AUCI elaborado como insumo para el debate Post Busan5, la declaración final puede ser criticada por poner en un plano superior al sector privado lucrativo respecto a las OSC como agentes de desarrollo, pues a diferencia de las empresas que si quedan “habilitadas” para participar en el diseño de planes y estrategias nacionales de desarrollo, a las OSC no se les reserva esta atribución sino que se afirma su papel independiente. Otra diferencia, es que al sector privado no se le solicitó que explicaran como aplicarán los principios de París y Accra (a diferencia de las OSC) lo que puede llevar a pensar que existe una “presunción de eficacia” en su accionar. Otras criticas que suscribo son la no referencia a estándares de conducta (Derechos Humanos, normas laborales y sometimiento a los convenios de la OIT), la indefinición sobre si las referencias al sector privado son a los países en desarrollo o desarrollados, o a ambos, y algunas omisiones relacionadas con las practicas de “atar” la ayuda ofrecida o “condicionarla”, en donde el sector privado ejerce presiones y tiene intereses muy evidentes. En cuanto al periodo Post Busan, los trabajos del BB se han concentrado en los tres primeros meses de 2012, en la realización de consultas entre todos los miembros y patrocinadores para alcanzar acuerdos sobre las prioridades clave y las principales tareas, en intercambios preliminares sobre las mejores formas de apoyar el futuro 5 AUCI: De la eficacia de la ayuda a la eficacia del desarrollo. Analizando los resultados del cuarto foro de alto nivel de Busan, Documento de síntesis elaborado como insumo para el debate Post-Busan, Montevideo, marzo, 2012. 8 Partenariado Global para una cooperación eficaz al desarrollo y en la elaboración del borrador del plan de trabajo 2012-2015 que deberá ser finalizado hasta junio. En el borrador, después de una exposición de motivos en la que se menciona la crisis económica, fiscal y financiera, y se afirma que las soluciones para los desafíos del desarrollo no pueden provenir sólo del sector público, se señala como principal objetivo el “desarrollo de iniciativas concretas para aumentar la comprensión sobre el papel del sector privado en el desarrollo y en compartir las lecciones aprendidas, con la finalidad de proponer acciones específicas para una mayor eficacia del desarrollo”. Las tareas identificadas para lograr este objetivo es centran en: - Elevar la conciencia sobre los resultados del IV FAN entre los agentes del sector privado implicados en el desarrollo. - Realizar un mapeo de las iniciativas existentes por parte del sector público privado en materia de cooperación para el desarrollo. - Sobre la base del mapeo concretar acciones a ser tomadas entre los agentes públicos y privados implicados en el desarrollo, tanto en el nivel de países como en el nivel global. El principal foco serán las actividades en el nivel país, con un apropiado monitoreo y mecanismos de reporte al nivel global para asegurar el aprendizaje y la diseminación de buenas prácticas. - Monitorear y evaluar los resultados de desarrollo de la cooperación público- privada, midiendo la sostenibilidad de su impacto. 4.- Las concepciones sobre el desarrollo condicionan el papel que otorgamos al sector privado lucrativo en la cooperación internacional En resumen, el juicio que nos hagamos sobre este tema dependerá de nuestra visión política y de nuestra concepción del desarrollo y del papel que se le reserve al sector privado en las tareas de la cooperación. Apenas como un ejercicio de presentación de los argumentos a favor y en contra, ofrecemos un compendio de argumentos antagónicos sobre el rol empresarial en la CID. Evidentemente, entre las posiciones extremas blanco/negro, existen una amplia gama de tonalidades grises que pueden orientarnos más cabalmente sobre este tema. Argumentos favorables Muchos países donantes afirman que las empresas amplían la escala y el vigor de la cooperación oficial gracias a las aportaciones del sector privado como agente especializado en la generación de riqueza. Como agente económico que suministra bienes, servicios y soluciones innovadoras las empresas poseerían capacidades técnicas, productivas, comerciales y de gestión con potencial suficiente para hacer la política de cooperación más consistente, multiplicandolos impactos y aumentando la vocación transformadora de la realidad social de la ayuda al desarrollo. Esto sucede de manera especial cuanto la empresa actúa como promotora del tejido productivo, transfiriendo tecnología, y construyendo e instalando capacidades que no se 9 poseen en los países en desarrollo. Sin embargo es en la perspectiva de sus ventajas diferenciales respecto a otros agentes del sistema de cooperación donde la empresa encuentra su razón de ser en la “industria de la ayuda”. Y esto es consecuencia del dominio de procesos productivos y de gestión que, si bien fueron pensados para maximizar los beneficios, pueden ponerse al servicio del desarrollo económico de países menos avanzados gracias a la combinación de su eficacia y eficiencia. En este sentido contar con la empresa, en una óptica integral, generaría un beneficio para el conjunto del sistema de cooperación pues se amplía el abanico de actores desde la particular función que caracteriza a cada uno (ALONSO; CÁMARA; AYLLON, 2010) En la perspectiva de algunos países receptores habría motivos que justificarían la conveniencia de una participación activa de las empresas en la cooperación para el desarrollo, considerando que el sector privado es determinante en cualquier estrategia desarrollista que pretenda sostenerse en el largo plazo. A la empresa le cabria un papel capital en la transformación de las capacidades creativas de una sociedad en iniciativas orientadas al beneficio, promoviendo la creación de renta y empleo mediante el apoyo a iniciativas empresariales, sobre todo en los grupos de población más pobres y marginados compensando los mecanismos de exclusión que caracterizan al mercado de capitales, a través de apoyo a cooperativas, a la formación de microempresas y a la promoción del trabajo familiar. En algunos casos, las empresas de tipo financiero (bancos) impulsan el préstamo de micro-créditos. Pero no sólo estas labores se centran en los aspectos puramente económicos. Otra tarea muy relevante consiste en el apoyo a la función social que le compete al empresario en una economía de mercado, por ejemplo, consolidando a las organizaciones empresariales (ALONSO, 2010). En este último terreno es interesante el rol conjunto de las asociaciones empresariales y los sindicatos como actores especializados en el ámbito del fortalecimiento institucional de los países en desarrollo y en la consolidación de espacios para el diálogo social. (MAEC/AECID, 2011). Existe también una labor específica en el apoyo en países en desarrollo a los sectores informales, a las empresas de pequeño y mediano tamaño y a las empresas de economía social. Las carencias que puedan detectarse en este campo son mejor cubiertas por organizaciones análogas en países desarrollados ya que quedaría fuera de las posibilidades de los sectores públicos y de la sociedad civil. Otros ámbitos donde se derivarían ventajas y beneficios de la acción y participación de la empresa en iniciativas de cooperación son la “subcontratación” de actividades en el marco de proyectos de desarrollo económico; la prestación de servicios profesionales que no siempre pueden ser satisfechos por el sector público; las contribuciones económicas o en especie (equipos, suministros, etc.) a los clásicos programas y proyectos de cooperación (MUDARRA, 2010) Argumentos en contra o con reservas Las dudas sobre las motivaciones que llevan a las empresas a implicarse en el terreno de las acciones cooperativas levantan recelos en amplios sectores de la sociedad civil y en los gobiernos de algunos países en desarrollo. Las principales cuestiones objeto de recriminación se centran en la sospecha sobre la sinceridad de sus motivaciones que serían más estrategias de camuflaje solidario que genuinos deseos de cooperar para el desarrollo. Así, dicen los escépticos y los críticos, para la lógica empresarial lo esencial 10 no es ni cooperar ni ayudar a nadie, salvo si estas acciones se subordinan a su objetivo fundamental: la reproducción del propio capital. Respecto a los problemas de desarrollo de las sociedades del Sur las empresas habrían demostrado, con el objetivo de ensanchar la frontera de sus negocios e intereses, una enorme capacidad camaleónica para adoptar estrategias que evolucionan en cada momento, según lo hacen las visiones y los discursos dominantes en torno al desarrollo y a los principales agentes llamados a facilitarlo. Desde las primeras fundaciones filantrópicas empresariales, pasando por la doctrina de la RSC, y más recientemente por los Negocios Inclusivos6 o las Estrategias de generación de negocios dirigidas a la “base de la pirámide”7 (un eufemismo para referirse a los excluidos y más pobres) hasta las alianzas con las ONG, con agencias oficiales de cooperación y organismos multilaterales (Global Compact) podemos observar un proceso de gradual generación de una imagen, no lo suficientemente contrastada empíricamente, de las empresas como sujetos comprometidos en la lucha contra la pobreza que se erigen en agentes privilegiados de la cooperación. Habría aún otras razones no directamente declaradas por parte de las empresas a la hora de aumentar su participación en iniciativas de cooperación. Por ejemplo, la búsqueda de una legitimación social con dos dimensiones, una externa (hacia los países y sociedades donde se instalan, de quienes obtienen la “licencia social” para operar) y otra interna (hacia sus trabajadores que se sienten más motivados y libres de presiones de su entorno social). Al mismo tiempo, comprometiéndose con el desarrollo se generaría un valor añadido por su implicación en causas nobles, limpias o políticamente correctas, dotándose por añadidura de una ventaja comparativa respecto a otras empresas que no participan en programas de RSC (un sello solidario). En algunos países las motivaciones fiscales, es decir la exención impositiva de la que se beneficiarían, podría funcionar como un poderoso motor que relega a un segundo plano el altruismo o las motivaciones solidarias. En un contexto de escándalos o denuncias de los medios de comunicación por abusos de dumping social, destrucción medioambiental, trabajo esclavo o utilización de recursos financieros para “comprar voluntades” políticas las empresas se verían tentadas a poner en marcha estrategias de greenwashing o socialwashing para lavar su imagen y ofrecer una compensación por sus malas prácticas. También existen casos de incremento de los fondos y programas de RSC con fines de “pacificación social” en contextos donde las inversiones empresariales de multinacionales han encendido conflictos, han generado resistencias de líderes comunitarios o han desplazado a comunidades locales por grandes obras de infraestructura (LLISTAR, 2009). 6 Los negocios inclusivos pueden definirse como “actividades económicas que permiten lograr la participación de los más pobres en cadenas de generación de valor, de manera tal que éstos logren capturar valor para sí mismos, mejorando sus condiciones de vida (…) un negocio inclusivo incorpora a los sectores de bajos ingresos, ya sea como consumidores, proveedores o distribuidores. Debe intentar transformar el statu quo, tener una motivación de negocios, conectar lo local y lo global, ser innovador y paciente” (MARQUEZ et. al., 2009). Ver también: http://www.inclusivebusiness.org 7 Ver al respecto el artículo de CARRILLO-FLOREZ, F. y ROS, L.: “É hora de servir à base da pirámide”, Folha de São Paulo, 5 de setembro de 2011. 11 5.- Conclusiones Paralos países de América Latina, en la faceta de receptores, creo que la cooperación del sector privado lucrativo es un tema que se debe seguir y al que se debe prestar cierta atención, no tanto porque vaya a crecer desmesuradamente por si sola, y si porque cada vez más los países del CAD incluirán a las empresas, a través de mecanismos como las Alianzas Público Privadas para el Desarrollo, en sus programas de cooperación. De hecho ya lo están haciendo, pero la crisis fiscal en algunos países de la zona euro acelerará esta tendencia. Sin embargo, me parece más relevante fijarse en el papel de las fundaciones filantrópicas extrarregionales y nacionales que, en algunos sectores (educación y salud), van ganando un espacio de mayor de protagonismo. Como oferentes, las experiencias latinoamericanas de participación del sector empresarial privado en programas de CSS, en su modalidad técnica, son muy limitadas con algunos registros importantes en el caso de Brasil, con un papel protagonista de las ramas de formación y acción social de asociaciones empresariales y comerciales (Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial/SENAI, Servicio Nacional de Aprendizaje Rural/SENAR o el Servicio Brasileño de Apoyo a la Micro y Pequeña Empresa/SEBRAE). Recientemente, el 22 de marzo, la ABC presentó una iniciativa en Brasilia, en coalición con la Confederación Brasileña de las Asociaciones Empresariales y Comerciales (CABC) para iniciar un diálogo público privado sobre la cooperación técnica de Brasil (con apoyo de los centros de formación de las asociaciones empresariales de Baviera), alegando en el texto de la convocatoria que la Declaración de Busán reconoció que la CID se fortalece “mediante la participación del sector privado y de la sociedad civil, además de los gobiernos nacionales”8. Pienso que la inclusión del sector privado lucrativo nacional en la CSS de cada uno de los países latinoamericanos se limitará a aquellos en donde los procesos de internacionalización empresarial estén más avanzados (Brasil, México, Chile) si bien, creo que existe espacio para la identificación de experiencias que, en una escala menor (PYMES, cooperativas, asociaciones empresariales y comerciales, cajas de compensación), puedan ser compartidas con otros países de la región (con algunos de África quizás en el caso brasileño) a través de programas y proyectos de CSS, coordinados por las agencias, las secretarias de planificación o las direcciones nacionales de cooperación, en campos como: - el apoyo al desarrollo de capacidades empresariales - la creación o ampliación de la capacidad productiva de otros países en desarrollo - proyectos de modernización e innovación tecnológica - transferencia de conocimientos en sectores como la industria, agricultura, servicios, etc.) - procesos de certificación de calidad - capacitación para el acceso a mercados exteriores - ayuda para el comercio y la exportación - formación profesional - Iniciativas para emprendedores - Integración productiva y generación de cadenas de valor - Creación de centros técnicos y tecnológicos de soporte a las actividades económicas, etc… 8 http://www.cooperacaobrasileira.com.br/ 12 Desde luego desconsidero pensar en la vinculación de las iniciativas de CSS con la promoción de inversiones o la apertura de nuevos mercados, dado que la experiencia latinoamericana afirma que la cooperación ofrecida tiene la característica de no ser lucrativa. Sin embargo, en este sentido, la experiencia asiática es diferente si se considera la conexión existente entre cooperación técnica y promoción de las inversiones (LOPES, 2010, p.130). En conclusión , las empresas cuentan con una creciente reputación y prestigio como agentes cada día más necesarios en el mundo de la cooperación para el desarrollo, tanto por sus recursos como por su propia naturaleza, experiencia y métodos de trabajo. Son crecientemente procuradas como socias en diferentes programas orientados al desarrollo económico, a la puesta en marcha de negocios inclusivos o como entidades que financian proyectos de cooperación. Sin negar que las empresas puedan ocupar algún espacio como agentes en un régimen tan plural como el de la cooperación para el desarrollo es necesario reflexionar sobre la conveniencia y coherencia de su liderazgo en un terreno tan sensible como el combate a la pobreza. Cabe ponderar la prioridad de su implicación en las tareas de la cooperación, si les cabe un papel de liderazgo y bajo que condiciones. Es más, puede preguntarse si su creciente participación en las estrategias de cooperación de los donantes y los recursos que aportan no son una compensación que las empresas ofrecen a la sociedad y a los países en desarrollo para camuflar prácticas nocivas, como la falta de reinversión de parte de los beneficios o los impuestos evadidos que alcanzan, según estimaciones, unos 160.000 millones de dólares anuales (CHRISTIAN AID, 2008). No son pocas las voces que reclaman una responsabilidad social de las empresas verdaderamente estratégica y no “cosmética” (DOMINGUEZ, 2010). Que no sea preferible canalizar fondos a través de fundaciones y el apoyo a ONG a disminuir los daños que a veces se ocasionan en sus acciones productivas o que se desplieguen mecanismos de distribución equitativa de activos y pasivos entre sus filiales del Sur y sus matrices del Norte (LLISTAR, 2009). Mientras esa visión y ese compromiso estratégico no se produzcan es necesario, en mi opinión, mantener una actitud vigilante y de cierta cautela en la incorporación de las empresas al campo de la cooperación para el desarrollo, bajo pena de legitimar su actuación y generar dilemas éticos que desvirtúen algunas de las premisas constitutivas de una genuina solidaridad internacional. En resumen, creo que son pertinentes algunas reflexiones que sobre el papel del sector privado se plantearon tanto en el documento de la AUCI, de 2011, titulado “Los países latinoamericanos en el escenario de la cooperación internacional”9, donde se afirmaba que “otros actores como la academia, la sociedad civil organizada y el sector empresarial son importantes aportes para el buen funcionamiento de un sistema nacional de cooperación más democrático y participativo, y que complementan a través de su 9 Documento disponible en: www.dao4conference.org/ckfinder/userfiles/files/Paper%20AUCI%20Los%20Pa%C3%ADses %20Latinoamericanos%20en%20el%20Escenario%20de%20la%20Cooperaci%C3%B3n %20Internacional.pdf 13 especificidad, la ejecución de proyectos y programas de cooperación que las instituciones públicas muchas veces no pueden realizar” (pág.25), como en el seminario internacional celebrado en San Salvador, en febrero de 2012, bajo el título “América Latina en la nueva asociación global para el desarrollo”, entre cuyas propuestas figuraba la “necesidad de que la región tenga una actitud más pro-activa frente a los nuevos instrumentos de financiamiento para el desarrollo” y entre cuyas recomendaciones se “solicitaba a la Red Iberoamericana Académica de Cooperación Internacional (RIACI) la elaboración de un informe sobre el valor agregado que el sector privado puede aportar a la cooperación al desarrollo en la región” alentando “a los países latinoamericanos a mantener estrategias diferenciadas de diálogo con la sociedad civil, la academia y el sector privado, tanto a nivel nacional como regional”10. Creo que es importante abrir un debate en el ámbito latinoamericano sobre el papel de las empresas en la arquitectura de la ayuda y en el sistema decooperación. Desde la academia estamos dispuestos a aportar nuestro granito de arena. Muchas gracias. Bibliografía consultada ALONSO, José Antonio (2010): “Empresa y Desarrollo”, Cuadernos de Economía Social, nº 2, CEPES, pp.5-6. ALONSO, J.A; CÁMARA, L.; AYLLÓN, B.; (2010): "Los agentes de la cooperación internacional para el desarrollo", tema nº 7, Materiales didácticos para el Curso “Especialista Universitario en Planificación y Gestión de Cooperación para el Desarrollo”, Madrid, Centro de Altos Estudios Universitarios/OEI. BARBÉ, Esther (2003): Relaciones Internacionales, Madrid, Tecnos. CAD/OCDE (2006): Promoting Private Investment for development. The rol of ODA. Paris. CHRISTIAN AID (2008): Death and taxes: the trae toll of tax dodging. A Christian Aid report, London. COMISIÓN EUROPEA (2001): Libro Verde: Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas, Bruselas, Comisión de las Comunidades Europeas. COMISIÓN EUROPEA (2002): Communication from the Commission concerning Corporate Social Responsibility: A Business contribution to Sustainable Development, Bruselas, Comisión de las Comunidades Europeas. DESSAI, Raj M. and KHARAS, H. (2008): “The California Consensus: Can Private Aid end Global Poverty?”, Survival, vol.50, nº 4, August-September, pp. 155-168 DOMINGUEZ, R. (2011): “La Responsabilidad Social Corporativa y la cooperación internacional para el desarrollo: caminos convergentes”, ARI nº 6, Real Instituto Elcano de Asuntos Estratégicos e Internacionales, 18 de enero de 2011. 10 Un resumen de esta reunión y sus recomendaciones en el comentario de Nils-Sjard Schulz: http://www.southsouth.info/profiles/blogs/america-latina-en-la-vanguardia-de-la-nueva-asociacion-global 14 DOMÍNGUEZ, R. (2010): “Tomando en serio al sector privado empresarial como actor de la ayuda: la responsabilidad social corporativa para el desarrollo” en GUERRA, A.; TEZANOS, J.F.; TEZANOS, S.: La lucha contra el hambre y la pobreza, Madrid, Ed. Sistema, pp.265-298. INSTITUTO ETHOS (2004): Business Commitment to the Millennium Goals, Instituto Ethos de Empresas e Responsabilidade Social, São Paulo. KHARAS, Homi (2011): “Coming Together: How a New Global Partnership on Development Cooperation was Forged at the Busan High Level Forum on Aid Effectiveness”, ARI nº 164/2011, Real Instituto Elcano, Madrid, 20 de diciembre. KHARAS, Homi (2009): “La ayuda al desarrollo en el siglo XXI”, Sistema, nº 213, Madrid, pp.3-35. LOPES, Marcio (2010): Prática comentada da cooperação internacional. Entre a hegemonia e a busca de autonomia, Brasilia, Edición del autor. LLISTAR, David: Anti-cooperación. Interferencias Norte-Sur. 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