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K. W. DEUTSCH S. A. BURRELL R. A. KANN M. LEE, JR. M. LIGHTERMAN R. E. LINDGREN F. L. LOEWENHEIM R. W. VAN WAGENEN INTEGRACION Y FORMACION DE COMUNIDADES POLITICAS INSTITUTO PARA LA INTEGRACION DE AMERICA LATINA (INTAU B . I. D . INTEGRACION Y FORMACION DE COMUNIDADES POLÍTICAS BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO K. W . DEUTSCH M. LIGHTERMAN S. A . BURRELL R. E. LINDGREN R. A . KAN N F. L. LOEWENHEIM M. LEE, J r . R. W . V A N W AGENEN I N T E G R A C I O N Y F O R M A C I Ó N DE C O M U N I DA D E S POLÍ TICAS Análisis sociológico de experiencias históricas INSTITUTO PARA LA INTEGRACIÓN DE AMÉRICA LATINA (INTAL) B. L D. Traducción: L ilia G a ffu ri Revisión técnica a cargo del IN TAL D iagram ación; Silvio Baldessari © INTAL, 1966 Instituto para la Integración de América Latina Banco Interaniericano de Desarrollo Cerrito 264, Buenos Aires Impreso en la Argentina. Hecho el depósito que previene la ley N^ 11.723. P R Ó L O G O La obra que el Instituto para la Integración de América Latina ofrece hoy en una primera versión castellana, constituye uno de los esfuerzos iniciales más valiosos para estudiar el fenó meno de la integración entre naciones. Su aparición en el año 1957 en versión original inglesa coin cide con un aumento de las expectativas científicas en torno de la colaboración que podían prestar las ciencias sociales al proble ma del mantenimiento de la paz internacional. Desde entonces hasta el presente nuevas obras jalonaron la creciente línea de con- tribviciones al estudio de la integración, no obstante lo cual este trabajo del grupo,de Princeton — constituido por el profesor Karl W . Deutsch y sus colaboradores en los campos de la ciencia política y la historia— sigue siendo considerado como una co rriente valiosa y sugerente por todos los autores que hasta la fecha han incursionado en este tema. La ubicación de la obra en el tiempo, y sobre todo la consi deración de las especiales circunstancias políticas que se vivían a nivel internacional en aquellos años, explican que algunas de las principales preocupaciones que se pueden anotar en ella, así como la definición de algunos de sus conceptos claves, se hallen teñi dos del clima entonces dominante. Sin embargo, superando esas inevitables limitaciones que impone una determinada época, el trabajo que prologamos contiene proposiciones científicas que, pese al transcurso de nueve años, continúan siendo, en general, de indudable interés para el análisis de los procesos de integración. Para Deutsch y sus colaboradores el concepto de integración se vincula directamente con el de "sentido de comunidad” ; o sea, integrar sería contribuir al nacimiento y desarrollo de ese sen tido. La aparición de este fenómeno, se daría cuando un conjun to de naciones, hasta entonces autónomas y aun antagónicas entre sí, decidieran optar en un determinado momento histórico por una institucionalización pacífica de los conflictos que pu dieran plantearse entre ellas. El sentido de comunidad podría lograrse transitando dos ca minos alternativos: el pluralismo o la amalgamación. Mediante el primero se mantendría entre las naciones componentes del nuevo sistema la autonomía de sus respectivos centros de deci sión política, en tanto que a través de la amalgamación las uni dades irían abdicando gradualmente gran parte de su autono mía de decisión en beneficio de un centro de poder representa tivo de la nueva comunidad. Cualquiera de los dos sistemas conduce por distintos caminos a la creación de una comunidad de seguridad, cuyo objetivo es la pacificación y eliminación paulatina del conflicto bélico entre naciones. Sin embargo, el nacimiento y desarrollo del sentido de co munidad puede tener un alcance más amplio que el señalado por Deutsch y sus colaboradores. En efecto: el objetivo de la comunidad puede ir más allá de la pacificación y eliminación paulatina del conflicto bélico entre naciones, ya porque la supresión de la guerra sea una meta tácitamente admitida y obviamente aceptada, o porque junto al objetivo de la eliminación de la guerra se establezca una fina lidad de tipo económico o político. Un ejempo típico de este último caso fue la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero. En su famoso dis curso del año 1950, Robert Schuman, al anunciar el plan de creación de la Comunidad, declaró: "La solidaridad de produc ción que será así creada en el sector carbón y acero, pondrá de manifiesto que toda guerra entre Francia y Alemania será no sólo impensable sino también materialmente imposible. El esta blecimiento de esta poderosa unidad de producción abierta a to dos los países que quieran participar en ella, conducente a pro porcionar a todos los países que ella reúna, en las mismas condi ciones, los elementos fundamentales de la producción industrial, sentará las bases reales de la unificación económica de esos países.” De esta manera, podría decirse que toda comunidad econó mica o política entre naciones es necesariamente una comunidad de seguridad, pero que, en cambio, no toda comunidad de seguri dad es una comunidad económica o política. De otro modo, en un intento por establecer una gradación de conceptos, podría señalarse que la "comunidad de seguridad” de Deutsch constituiría lo más genérico, en tanto que la "comu nidad económica” o la "comunidad política”, que son el centro de atención de autores posteriores serían tipos más concre tos de comunidades' cuyas metas se obtendrían a través de medios mucho más precisos. Sus objetivos serían: lograr la paz interna cional como propósito básico, declarado o implícito, para proce der luego a la especificación de fines económicos y políticos que tiendan a un constante aumento de bienes materiales y espiri tuales, de modo que la paz no sólo provenga del enervamiento de instrumentos bélicos sino de los medios económicos y sociales adecuados para que el hombre logre sus máximos valores y su libertad plena. A tal punto dejaría de constituir la paz internacional una meta que conforme por completo a ciertos grupos de na ciones, que existen áreas en las cuales la guerra, por obra de com plejos factores, ha desaparecido hace mucho tiempo como medio de dirimir conflictos, no obstante lo cual dichas naciones se en cuentran dispuestas a desarrollar entre ellas un sentido de comu nidad para el logro de objetivos económicos o políticos. Para los países en desarrollo el objetivo podría centrarse aún más, si se piensa que ellos alientan como meta el desenvolvimiento de la plenitud de sus potencialidades, hoy frenadas por el aislamiento: es decir, orientarían sus recursos hacia la constitución de un tipo especial de comunidad, que podría clasificarse como "comu nidad económica de desarrollo”. Este último concepto permiti ría un tratamiento científico diferente del utilizado para ana lizar procesos de integración en zonas altamente desarrolladas. Comunidad de seguridad, comunidad económica, comunidad económica de desarrollo y comunidad política, serían entonces distintos tipos de integración para alcanzar fines o metas que E. B. H a a s , en 'Partidos políticos y grupos de presión en la in tegración europea, INTAL, Buenos Aires, 1966, define la integración política como' *'el proceso por el cual los actores políticos de varios ordenamientos nacionales distintos, son persuadidos a des plazar sus fidelidades, expectativas y actividades políticas hacia un nuevo centro cuyas instituciones poseen o reclaman jurisdicción sobre los estados nacionales preexist€ntes’\ Por su parte, A. Et z io n i, Political U n ification . A com parative study of leaders and forces, Holt, Rinehart and Winston, Inc., New York, 1965, precisa los requisitos de unanueva comunidad política en los siguientes términos: "Una comunidad se establece solamente cuando posee mecanismos integradores autosuficíentes; es decir, cuando el man tenimiento de su existencia y forma está proporcionado por sus propios procesos y no por aquellos proporcionados por sistemas externos o por unidades miembros del propio sistema. Üina comunidad política posee tres tipos de integración: a) tiene un efectivo control sobre el uso de los medios coactivos — aunque pueda "delegar” parte de este control en unidades miembros— ; b) posee un centro de decisiones capaz de afectar significativamente la asig nación de recursos y de recompensas a través de la comunidad; c) es el foco dominante de identificación política para una amplia mayoría de los ciudadanos poli tic ame,ntç cons cientes”. habrían de lograrse transitando caminos distintos. Pese a las peculiaridades que cada uno de estos caminos puede requerir, los procesos de integración parecen poseer ciertos elementos comu nes. Por esa razón la obra del grupo de Princeton mantiene sus valores a través del tiempo: el profesor Deutsch y sus colabora dores han logrado extraer de los casos estudiados un conjunto de proposiciones sociológicas, algunas de las cuales pueden ser utilizadas aun cuando varíen las características específicas de los contextos sometidos al análisis. En lo que respecta concreta mente al proceso de integración de América Latina, si bien los conceptos fundamentales de esta obra no alcanzan a dar un marco teórico completo para ubicarnos dentro de él, muchos de ellos podrán inspirar elaboraciones e investigaciones futuras. Quizá la vinculación de los conceptos de comunidad de se guridad y comunidad económica de desarrollo podría resultar muy fructífera para el análisis de los procesos de integración en áreas subdesarrolladas. En efecto: la creación de comunidades económicas en estas áreas tendría como finalidad primordial la aceleración y el logro del desarrollo de las naciones que partici pan en el proceso, pero al mismo tiempo la meta del desarrollo sería un medio, a través del cual se lograría crear en estas nacio nes las condiciones de seguridad que constituyen el foco del aná lisis del profesor Deutsch y sus colaboradores. La experiencia de las naciones subdesarrolladas está demos trando, en efecto, que la paz se ve amenazada muchas veces, no por conflictos de tipo externo al grupo de naciones de que se trata, sino por conflictos de tipo interno, que se generan en las propias condiciones de subdesarrollo y que se manifiestan en agudas tensiones sociopolíticas, utilizadas por grupos externos. Una de las generalizaciones más valiosas de la obra consiste en la discusión acerca de la existencia o inexistencia de una "ten dencia natural” hacia la integración de unidades mayores, par tiendo de unidades nacionales preexistentes. Los casos de integración estudiados por Deutsch revelan que no puede hablarse de una "tendencia natural” surgida de condi ciones socioeconómicas de tipo estructural. Tal posición ubica el éxito o el fracaso de todo proceso de integración en motivaciones y acciones netamente políticas, transformando así a los actores políticos en los protagonistas fundamentales de la situación. Cabe preguntarse entonces cuál sería la coyuntura en que confluyeran más adecuadamente los actores y las circunstancias, a fin de alcanzar con éxito la meta integracionista. ¡Hacia ese objetivo trataremos de guiar los pasos de este comentario. Analicemos primeramente las circunstancias. Existirían cier tas condiciones originarias, requisitos esenciales y capacidades na cientes, que no implican una tendencia automática hacia la in tegración, que se desarrollarían en el seno de alguna o algunas unidades del futuro sistema. Esos "centros” denotarían una cre ciente capacitación en el terreno de la política, la administra ción, la vida económica y el desarrollo social y cultural, que los transformaría en el núcleo del proceso (casos de Piamonte, Pru sia y Suecia, en diversos procesos analizados por los autores). Las capacidades nacientes de las élites en dichas unidades re quieren un ejercicio acumulativo, un incremento sostenido que desempeña un papel fundamental, y reclaman que las nuevas disponibilidades de recursos físicos y humanos emergentes no se distraigan en sostener un equilibrio interno que bloquee la posi bilidad de entablar relaciones "hacia afuera”. Deutsch destaca que tales capacidades deben referirse al po- d^r, pero también a una sim patía común o em patiu que debe exis tir entre las nuevas élites de las distintas unidades nacionales que participen en el proceso. El juego combinado de ambos elemen tos, una vez alcanzado un cierto monto de poder, estaría funda mentalmente guiado por la empatia. En una primera etapa del proceso, se plantearía una ardua carrera entre capacidades y cargas. Estas últimas consisten en exigencias de recursos de diversa índole que se les plantean a las unidades nacionales para establecer o mantener una comunidad de seguridad amalgamada o pluralística. Puede tratarse de cargas militares o económicas, drenajes en el potencial humano o en las riquezas, riesgos por compromisos políticos o militares. Si las élites dirigentes no logran crear un sistema de lealtades que equi libre el peso de tales cargas, es bien factible que la necesidad de satisfacer demandas perentorias termine por ahogar el mínimo de cohesión compatible con un crecimiento automantenido del proceso. Este fenómeno ha sido brillantemente descrito por A. Etzioni en el caso de la desunificación de Siria y Egipto. Las fuerzas desintegradoras emergen generalmente en etapas en. que poblaciones, regiones o estratos sociales que antes eran po líticamente pasivos, consagran la aparición de líderes, plataformas o partidos que aprovechando estancamientos o declinaciones eco nómicas reclaman una participación incompatible con una toma coherente de decisiones que comprenda a todas las unidades del nuevo sistema. En estas circunstancias se produce la "prueba de fuego” para las élites integradoras; la estrategia adquiere aquí su importancia máxima, y es necesario controlar no solamente las presiones ma sivas que vienen desde abajo, sino la posibilidad de dar a esas presiones un sentido constructivo, que trascienda los límites del propio marco nacional. La mutua compatibilidad de valores principales y de formas de vida características entre las distintas unidades componentes del sistema, la existencia de beneficios económicos que empiecen a interesar a fuerzas hasta entonces ajenas a la integración y espe cialmente la expectativa de beneficios cada vez mayores; una red de comunicaciones adecuada en la línea horizontal y en la vertical; una permeabilidad suficiente en las élites como para absorber a los elementos y símbolos marginales; un intercambio relativamente frecuente en los roles de los distintos grupos parti cipantes; todos ellos constituyen, en general, requisitos básicos enunciados por Deutsch y luego desarrollados y profundizados por autores posteriores. Sin embargo, la explicación definitiva del proceso no se ob tiene hasta no hallar una adecuada respuesta a la siguiente pre gunta: ¿Cómo deben ser y cómo surgen los hombres que deben tomar las decisiones políticas fundamentales? En una etapa previa o contemporánea al "despegue” hacia la integración, existe un predominio de las preocupaciones por el quehacer interno respecto de las actividades que interesan a la comunidad de naciones en cierne. El advenimiento de los recla- La idea de "despegue” (takc-off), usada por W . W . Rostow para significar ei comienzo de la evolución de un país hacia un desarrollo autosostenido, puede servir tam bién para indicar el momento en el cual el proceso de integraciónadquiere alcance respecto de las acciones de los países participántes, como para que éstos sean calificados como "integracionistas”. Como bien lo expresan los propios autores, antes del despegue la invocacióin a la integración es meramente teórica; luego del despegue es una fuerza política. mos de integración, o su intensificación, surge cuando los pueblos exigen más capacidad, más actividad, más sensibilidad y servicios más adecuados a los gobiernos de las unidades que los habían re gido hasta entonces. La creciente dificultad o imposibilidad para hallar dentro de cada unidad nacional aislada los recursos necesarios para satis facer tales reclamos, sumada a la irreversibilidad de las aspiracio nes colectivas, hace que la élite política gobernante hasta entonces dentro de cada unidad, se vea afectada por un desquiciamiento de sus viejos cuadros. Esto se debe al surgimiento de líderes que propugnan un estilo de vida nuevo, favorable a la integración, e implica un desafío a los viejos hábitos imperantes, provocando movimientos de resistencia desde las viejas estructuras internas o ex,ternas. La crisis de la vieja estructura se hace más acentuada en el momento en que se produce una alianza o coalición — que tarde o temprano llega— entre el nuevo grupo de líderes y ciertos di rigentes de la antigua élite gobernante, hecho que Deutsch des cribe diciendo que "la nueva coalición parecería unir a los menos seguros de entre los poderosos, con algunos de los más poderosos entre quienes empiezan a serlo”. Llegado ese momento crítico, un nuevo grupo integracionista cuestionaría o pondría en tela de juicio su propia comunidad de obediencia política, propo niendo una redefinición que lo diferenciaría sustancialmente de la vieja élite nacional. Esta redefinición hecha por los innovadores es lo que permi tiría coaliciones entre líderes de derecha, centro e izquierda. Es tas coaliciones no requerirían una excesiva comunidad ideológi ca, creando en cambio la posibilidad de trabajo conjunto en fu n ción de ciertas metas muy concretas. Para que el surgimiento de tales líderes se produzca parece fundamental que durante una etapa más o menos prolongada los integrantes de la nueva coalición se percibieran a sí mismos y fueran percibidos por los demás como individuos marginales a los centros de decisión política nacional; asimismo, sería nece sario que las presiones externas e internas no fueran tan drásticas como para bloquear la generalización del nuevo estilo de vida, ni el ensanchamiento de las interacciones entre estos grupos po líticos en las diversas unidades del sistema. En una palabra, sería preciso que la defensa del ü a tm quo no adquiriera características de fuerza irresistible, y se permitiera la intercomunicación e integración de las nuevas élites. Por último, es conveniente señalar el estilo o procedimiento de consolidación de esta alianza: los integrantes de las nuevas élites, en cuyos antecedentes se halla siempre — al decir de Deutsch— "la prueba de un extrañamiento parcial de su propio grupo o de la comunidad política dentro de la cual estaban ac tuando”, tienen como norma de entendimiento el compromiso y la negociación compensada, lo cual exige que las demandas de unos se vean relativamente satisfechas por las concesiones que sean capaces de hacer los otros. La carencia de este principio de reciprocidad impediría todo avance del proceso, aun cuando existieran las condiciones estruc turales adecuadas. Es menester también definir el papel que les cabe a las masas. Señala Deutsch que la invocación de participación popular ha sido uno de los procedimientos de vigorización del proceso en casi todos los casos estudiados. No obstante, surge de la obra que en las etapas iniciales la participación política de las masas po pulares desempeñó un papel bastante secundario. En tal sentido, parece constituir una preocupación compar tida por los promotores del proceso de integración no incluir a las masas en él hasta no haber logrado ciertas metas pragmá ticas iniciales. Una vez consolidados ciertos objetivos mínimos, el impulso posterior requeriría una apertura del proceso a la par ticipación popular, aun con el riesgo de enfrentar ciertas formas de nacionalismo no desvinculadas de la defensa de intereses de grupo. La descripción hecha por E. B. Haas en la obra mencionada más arriba, acerca de la reacción de ciertos sectores nacionales ante medidas que implican una disminución de las potestades de los propios gobiernos, tiene relación con este aspecto. Sin embargo, la participación de los pueblos en el proceso de integración no se refiere a esa descripción conectada con el nacionalismo económico, sino al problema más trascendente de la transferencia de lealtades de tipo emocional y simbólico, des vinculadas — por lo menos en forma consciente— de intereses materiales concretos. El mismo Haas, en el prólogo a la edición latinoamericana de la obra comentada, expone cómo el debili tamiento del "patriotismo” es un fenómeno asociado estrecha- mente al fracaso de ciertos estados nacionales de preguerra para resolver por vía pacífica los conflictos surgidos entre ellos. La adhesión a fórmulas supranacionales sería, en esos casos, una consecuencia de frustraciones sucesivas imputadas al Estado nacional y, por tanto, un proceso por eliminación en el cual el supranacionalismo no tendría características "dramático-políti cas” sino "económico-incrementales”. Mediante las primeras, Haas caracteriza los procesos de integración en los cuales deben ser los grupos políticos los que hacen el principal esfuerzo y desempeñan el principal papel, ocupando además el primer plano de la escena. En estos procesos, que tendrían lugar en áreas sub- desarrolladas o en vías de desarrollo, los grupos económicos no tendrían aún el grado de autonomía de decisión que poseen en las regiones industriales. En estas últimas, dada la consolidación y vitalidad de los grupos económicos, los promotores de la inte gración contarían fundamentalmente con ellos para lograr efec tos progresivamente más avanzados ("económico-incrementales” ) que aseguren el automantenimiento del proceso. Así ha sucedido, según Haas, en la Comunidad Económica Eviropea. En el contexto de Europa Occidental, la adhesión al supra nacionalismo pareció ser una de las consecuencias del debilita miento de la solidaridad de los súbditos para con el estado na cional. En cambio, en las áreas subdesarrolladas es evidente que el supranacionalismo tendrá que ser una canalización gradual de la firme solidaridad de los individuos hacia la posición de sus na ciones en el sistema internacional, crecientemente deteriorada por el aumento de la brecha entre esa posición y la de las naciones in dustriales, proceso que G. Lagos ha denominado "atimia”. " El supranacionalismo en zonas subdesarrolladas surgiría en tonces como una política de masas que canalizaría el nacionalis mo popular mediante una invocación a esos pueblos agitada por las nuevas élites, de modo tal que se haga cada vez más percepti ble que así como existe una estratificación entre los distintos gru- Sobre el concepto de a t im ia , véase: G u st a v o L a g o s, International S tratification and underdeveloped countries, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1963. También del mismo autor, La m tegración latinoam ericana, situac ión y perspectiva^ INTAL, Buenos Aires, 1965. Según Lagos, la palabra griega "atimia” significa pérdida o degradación del stlatus; y "proceso atímico”, la evolución o cambio social que culmina con el estado de atimia. pos sociales de la nación, también se da una estratificación entre naciones. Esta jerarquización de países hecha en función de su riqueza, su poderío mihtar, su nivel de consumo, su gradode edu cación, etc., hace que algunos de ellos ocupen conjuntamente el mismo peldaño jerárquico en la escala internacional y tengan gran similitud respecto del deterioro de sus status. La percepción de tal similitud por las masas populares de esos países, abiertas progresivamente al sistema estratificado de naciones, lejos de im plicar, como en el caso europeo, un abandono por lo menos tem porario del nacionalismo, sería una incitación a exaltar el status nacional a través de una unión entre iguales. La estrategia que se ha de seguir no podría ignorar este fenó meno, sino profundizarlo detenidamente a fin de proponer polí ticas e instituciones adecuadas al mismo. La promoción del proceso a nivel popular parecería conve niente activarla antes de que los estados nacionales en áreas sub desarrolladas adquirieran características parecidas a las que deter minaron en Europa el nacimiento de un nacionalismo exclusivista, agresivo y autoritario. El surgimiento de un sentimiento colec tivo de solidaridad entre naciones con problemas compartidos, no es incompatible con el desarrollo nacional sino, concretamente, el mejor instrumento para lograrlo. E^ l Instituto para la Integración de América Latina espera que la traducción y difusión de esta obra constituya un aporte y im estímulo para hombres de ciencia y políticos, dando nue vos elementos de juicio para el análisis del proceso de integración latinoamericana. INSTITUTO PARA LA INTEGRACIÓN DE A M É R I C A L A T I N A ( I N T A L ) P R E F A C I O Este es el primer informe correspondiente a un estudio in terdisciplinario en mayor escala cuyo fin es arrojar nueva luz sobre un viejo problema. El viejo problema es la eliminación de la guerra. La nueva luz proviene de los datos históricos recogidos dentro de un esquema de conceptos que no ha sido — al menos hasta donde alcanza nuestro conocimiento— pre viamente explorado por los historiadores. Nuestro estudio se refiere al problema de construir una comunidad política más ampha. El Centro de Investigación sobre Instituciones Políticas Mun diales, desde su fundación en 1950, ha dedicado sus esfvierzos al estudio de la organización internacional. Su especial preocu pación ha sido el problema clave de la organización internacio nal: la eliminación de la guerra. Los autores del presente volu men — al examinar la pasada experiencia de Alemania, el Imperio de los Habsburgo, Italia, Noruega-Siuecia, Suiza, el Reino Unido, y los Estados Unidos esperaron aprender lo que la historia pudiera decir sobre este problema. Los métodos y las técnicas usados en este estudio están ex plicados en el Capítulo I. Aquí, los autores expresan el deseo de que su trabajo sea de interés para los historiadores así como para los estudiosos en el campo de la organización internacional y de la política internacional, así como también para el público bien informado. Un segundo volumen, mucho más extenso, habrá de presen tar nuestras conclusiones finales y un conjunto más amplio de detalles históricos complementarios. Por ello, las pruebas his tóricas preparadas para dicho estudio apenas están bosquejadas en la documentación de los Capítulos II y III de este libro. En compensación, el Centro espera publicar, en un futuro próxi mo, dos monografías basadas en manuscritos preparados para el presente volumen: el estudio sobre el Imperio de los Habsburgo del profesor Robert A. Kann y el estudio sobre Noruega-Suecia del profesor Raymond E. Lindgren. El primero ha sido publi cado en 1957 por Frederick A. Praeger con el título de The H absburg Em pire: A S tud y in In tegration and Disintegration^ y el segundo en 1958 por la Princeton University Press con el título provisional de Union, D isunion, R eun ion : A S tudy of the D issolution of the Union of N ortvay and Sweden and Scan- dJnaviait In tegration . Algunos de los restantes autores del pre sente libro preparan en la actuaKdad, por separado, sus respec tivos estudios para su publicación. Este es un estudio interdisciplinario, pues en él colaboraron estrechamente en todas las etapas historiadores y políticos y, ade más, porque uno de los políticos (el profesor Deutsch) posee gran experiencia en otras ciencias sociales. Los ocho coautores se reunieron frecuentemente, y cada uno de ellos residió en Prin ceton durante períodos de hasta dos años, como miembros del equipo del Centro. Si bien todos los miembros no suscriben ne cesariamente todas las afirmaciones del libro, el grupo en fo r ma colectiva se hace responsable de la totalidad del trabajo. El material histórico de éste y del posterior volumen fue pre parado de la siguiente manera: el caso alemán, Francis L. Loewen- heim (College of William and Mary) ; caso del Imperio de los Habsburgo, Robert A. Kann (Rutgers University) ; caso ita liano, Maurice Lee, Jr. (Princeton University) ; caso de N o ruega-Suecia, Raymond E. Lindgren (Occidental College); casos del Reino Unido (Inglaterra-Gales, Inglaterra-Escocia y Reino Unido-Irlanda), Sidney A. Burrell (Barnard College); y el caso de los Estados Unidos, Martin Lichterman (Massachu setts Institute of Technology). Las generalizaciones comparativas son obra principalmente de Karl W . Deutsch, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, y están basadas en su análisis de todos los estudios históricos de tallados. La aplicación contemporánea de las conclusiones his tóricas es una tarea realizada principalmente por Richard W . Van Wagenen, de la Universidad de Princeton, quien también dio origen al proyecto y lo dirigió en todo su desarrollo. El es quema del libro es fruto de la colaboración de todos los autores quienes también lo revisaron de acuerdo con los comentarios generales del grupo. Varias otras personas nos ayudaron sustancialmente. En primer término, el Dr. Herman Weilenmann, de la Universidad de Zurich, quien vino a Princeton en el verano de 1953 a preparar para el Centro un resumen del caso suizo como se lo enfocaba dentro del esquema de este proyecto. Partes de su trabajo han sido incorporadas a este volumen. El Dr. Weilenmann y el Dr. Deutsch proyectan publicar un estudio propio más completo sobre el desarrollo de la comunidad política suiza. Los consultores que aparte de los profesores de Princeton nos ayudaron en determinadas ocasiones incluían al extinto Edward Mead Earle y Nicholas Mansergh. Los consultores en tre el profesorado y los graduados de Princeton son tantos que resulta imposible nombrarlos a todos, pero los miembros de la Comisión de Profesores del Centro encabezarían cualquier lista. Se trata de los profesores Frederick S. Dunn, Dana Gardner Munro, Frank W . Notestein, W hitney J. Oates, Harold Sprout, Joseph R. Strayer y John B. W hitton. Del equipo del Centro, los dos asistentes de Investigación que dedicaron mayor tiempo a este proyecto en varias de sus etapas fueron Mrs. Yvette E. Gurley y Mrs. Johanna M. Lede- rer. Otras personas que nos ayudaron en algunas oportunidades fueron Julien Engel, Samuel Krislov, Sol Rosenthal y George Rudisill. El Dr. H arry T. Moore colaboró en la parte editorial. Como nunca lo hemos hecho en público antes, deseamos agradecer al A. W . Mellon Charitable and Educational Trust por la subvención que nos otorgó en 1951 y que nos permitió emprender este estudio. Agradecemos que los funcionarios del mismo hayan comprendido la importancia de investigar este problema y hayan estado de acuerdo en hacer algo al respecto. Expresamos aquí una vez más nuestro reconocimiento a Randolph y Dorothy Compton y a sus amigos y familiares. Ellos crearon el Centro como recuerdo viviente de John Parker Compton (Princeton, promoción 19 47 ), a quien dedicamos este libro. Los autores en forma individual desean expresar su recono cimientopor el apoyo recibido en la prosecución de la investí- gación relacionada directa o indirectamente con este trabajo: Sidney Burrell a la American Philosophical Society, Barnard College Research Fund y al Columbia University Council for Research in the Social Sciences; Karl Deutsch a la John Simon Guggenheim Memorial Foundation; Robert Kann también a la Guggenheim Foundation y al Research Council de la U niver sidad de Rutgers; Raymond Lindgren al Programa Fulbright del Gobierno de los Estados Unidos; y Francis Loewenheim al Institute for Advanced Study de Princeton. Sin embargo, sólo los coautores son responsables de los resul tados del estudio tal como está presentado en este libro. No ig noramos que estos resultados no son definitivos ni han agotado el tema. No obstante, deseamos, empleando las palabras de Stephen Vincent Benêt, que, por lo menos, "los secos huesos es parcidos por el camino/ puedan todavía indicar gigantes en busca de sus presas doradas”. Junio de 1956. R. W . V a n W a g e n e n Director del Centro de Investigaciones sobre Instituciones Políticas Mundiales Luego de la redacción de este prefacio han tenido lugar dos acontecimientos de notori^i importancia para la investigación. Ambos son bien conocidos por la mayoría de los lectores: la invasión de Egipto por Israel, Gran Bretaña y Francia, en oc tubre-noviembre, y la adopción, en el mes de diciembre, por par te del Consejo del Atlántico Norte de la política propuesta por el Comité de los Tres en el sentido de una mayor consulta entre los miembros y de mayores facultades para el secretario general de la o t a n . El primer hecho puso de manifiesto una tremenda falta de mutua comprensión entre algunos de los miembros dirigentes de la o t a n . El segundo, evidenció la de terminación de aumentar esa comprensión y de institucionali zarla en cierta forma al tomar futuras decisiones sobre política extranjera. En la actualidad parece claro que se trata de un acuerdo serio y no de una resolución rutinaria. En concordancia con nuestras conclusiones, pensamos que este acuerdo es preci samente el tipo de plan que debería llevarse a la práctica si se considera a la integración como el objetivo fundamental del área del Atlántico Norte. Enero de 1957. R. \V. V. \V. INTRODUCCIÓN A. EL PROBLEM A. Emprendimos esta tarea como contribución al estudio de las posibles formas mediante las cuales los hombres podrían llegar a hacer desaparecer la guerra. Desde el comienzo mismo nos dimos cuenta de la comple jidad del problema. Es difícil relacionar la "paz” con otros valores de primer orden tales como la "justicia” y la "libertad”. No existe unanimidad sobre las alternativas aceptables para em prender una guerra, y hay mucha ambigüedad en el uso de los términos "guerra” y "paz”. Con todo, podemos partir del su puesto de que la guerra es tan peligrosa ahora que la humanidad debe eliminarla, debe desecharla como posibilidad seria. El in tento puede fracasar. Pero para una civilización que desea so brevivir, el problema central en el estudio de la organización internacional es éste; ¿cómo pueden los hombres aprender a actuar conjuntamente para eliminar la guerra como institución social? En cierto sentido se trata de un interrogante menor — si bien en otro sentido puede ser mayor— del que ocupa muchas men tes esclarecidas de la actualidad: ¿cómo se puede prevenir o evi tar la pérdida de la "próxima guerra” ? Es menor porque, por supuesto, no habrá oportunidad de resolver el problema media to si no sobrevivimos a la crisis inmediata. Es mayor porque está en juego no sólo la confrontación de las naciones de Oriente y Occidente en el siglo xx, sino toda la cuestión subyacente de las relaciones entre las unidades políticas en cualquier época. En consecuencia, no tratamos aquí de agregar nada a lo m u cho que se ha escrito directamente relacionado con la disputa entre Oriente y Occidente entre los años 1940-1950. Más bien, buscamos un nuevo enfoque para analizar las condiciones y los procesos de largo alcance o la paz permanente, aplicando nues tros hallazgos a un problema contemporáneo que, si bien no es tan difícil como el problema Oriente-Occidente, no es de nin gún modo simple: la paz dentro del área del Atlántico Norte. Siempre que surge un problema político difícil, los hombres se vuelven hacia la historia en busca de una clave para su solu ción. Lo hacen sabiendo que no encontrarán allí la respuesta completa. Cada problema político es único, por supuesto, por que la historia no "se repite”. Pero a menudo la mente reflexiva descubrirá en el pasado situaciones esencialmente similares a la considerada en ese momento. Por lo común, en estos parale lismos aproximados o analogías sugestivas, el problema no con siste tanto en descubrir los hechos como en decidir qué hay en esencia de igual y qué de diferente entre los hechos históricos y los actuales. Cuando las personas discuten sobre la guerra y a renglón seguido sobre la paz, es probable que adopten una de dos posi ciones extremas. Algunos opinarán que, puesto que la historia revela una serie ininterrumpida de guerras, ello sólo indica que en el futuro sucederá algo similar. Otros dirán que la historia nos muestra un sostenido crecimiento en el tamaño de las co munidades dentro de las cuales se organizan los hombres, y que esta tendencia continuará hasta que el mundo logre vivir pací ficamente dentro de una sola comunidad. Ninguna de estas conclusiones parece justificada a primera vista, aunque ambas tienen algo de verdad. Hay mucha distancia entre estas interpretaciones extremas de la historia. Sin embargo, no sabemos de una investigación completa acerca de la manera en que ciertas zonas del mundo eliminaron ''permanentemente”, en el pasado, la guerra. Los his toriadores, en especial los especialistas en diplomacia, nos han explicado ampliamente de qué modo se evitaron las guerras du rante períodos largos y breves, pero no han entrado en detalles de cómo y por qué ciertos grupos han evitado permanente mente la guerra. Quienes piensan que la guerra internacional ha de seguir existiendo pueden tener razón. Pero nosotros estamos en condiciones de señalar que la guerra ha sido elim inada per manentemente, por razones prácticas, en grandes zonas. Si pu diéramos estar seguros de los resultados, valdría la pena dedicar muchísimas horas de trabajo y gran cantidad de dólares al es tudio de cómo pueden darse estas condiciones y de cómo po drían abarcar zonas cada vez mayores del globo. Hasta ahora este esfuerzo no ha sido realizado ni se ha perfeccionado ningu na técnica para ello. Por consiguiente, a lo largo de nuestro es tudio, debimos desarrollar nuestras propias técnicas. Este libro es el primer resultado de un estudio limitado pero en cierto modo original. Trabajamos aquí con comunidades políticas a las que consi deramos como grupos sociales con un proceso de comunicación política, cierto sistema coercitivo y algunos hábitos populares de obediencia. Una comunidad política no es siempre capaz de evitar la guerra dentro de su zona: Estados Unidos no lo logró en la época de la guerra civil. Sin embargo, algunas comunida des políticas han eliminado la guerra y la perspectiva de ella dentro de sus límites. He aquí lo que hay que estudiar intensi vamente. Por esto, nos hemos dedicado a investigar la formación de "comunidades de seguridad” en ciertos casos históricos. El em pleo de este término da origen a una serie de definiciones que enunciaremos aquí como introducción para los otros eslabones necesarios a fin de lograr una comprensión más acabada de nues tros hallazgos. U n a c o m u n id a d de se gu rid ad es un grupo de personas que se han "integrado”. Por INTEGRACIÓN queremossignificar el logro, dentro de un territorio, de un "sentido de comunidad” y de instituciones y prácticas lo suficientemente fuertes y extendidas como para asegurar en la población, durante un "largo” tiempo, expecta tivas firmes de "cambio pacífico”. Por SENTIDO DE COMUNIDAD entendemos que los individuos de un grupo creen haber llegado a un acuerdo al menos sobre este punto: que los problemas sociales comunes pueden y deben ser resueltos por procesos de "cambio pacífico”. Por CAMBIO PACÍFICO queremos significar la solución de problemas sociales, normalmente por procedimientos institu cionalizados, sin recurrir a la coerción física en gran escala. Luego, una comunidad de seguridad es aquella en la cual existe la convicción real de que los miembros de la comunidad no combatirán entre si con medios físicos, sino que zanjarán sus cuestiones de alguna otra forma. Si todo el mundo estuviera integrado como una comunidad de seguridad, la guerra que daría automáticamente eliminada. Pero el término "integra ción” puede resultar confuso. Tal como la empleamos nosotros, la palabra "integración” no significa necesariamente la fusión de personas o de unidades gubernamentales en una sola unidad. Más bien, nosotros dividi mos a las comunidades de seguridad en dos tipos: "amalgama das” y "pluralistas”. Por AMALGAMACIÓN entendemos la unión formal de dos o más unidades previamente independientes en una única unidad mayor, con algún tipo de gobierno común después de la amal gamación. Este gobierno común puede ser unitario o federal. Los Estados Unidos de la actualidad son un ejemplo del tipo amalgamado. Se convirtieron en una unidad gubernamental única por la fusión formal de varias unidades primitivamente independientes. Hay un órgano supremo del cual emanan las decisiones. La comunidad de seguridad p l u r a l is t a , por otro lado, con serva la independencia jurídica de los gobiernos autónomos. El territorio combinado de Estados Unidos y Canadá es un ejem plo del tipo pluralista. Sus dos unidades gubernamentales autó nomas forman una comunidad de seguridad sin estar unidas. Hay dos órganos supremos de los cuales emanan las decisiones. Por supuesto, donde hay amalgamación sin integración no exis te una comunidad de seguridad. Puesto que nuestro estudio se refiere al problema de asegurar la paz, diremos que toda comunidad política, sea amalgamada o pluralista, habrá tenido finalmente é x it o si se ha convertido en una comunidad de seguridad — es decir, si ha logrado la in tegración— , y que habrá sido un f r a c a s o si con el tiempo ha terminado en la secesión o en la guerra civil. Quizás debiéramos señalar aquí que ambos tipos de integra ción requieren, a un nivel internacional, alguna forma de or ganización, aunque sea muy débil. No confiamos mucho en el viejo aforismo de que entre amigos no se necesita una consti tución y entre enemigos es de ningún provecho. Lo que puede ser viable se encuentra en el punto medio. La integración es una cuestión de hecho, no de tiempo. Si los pueblos de ambos lados no temen a la guerra y no se prepa ran para ella, poco importa cuánto tiempo han empleado para llegar a esta etapa. Pero una vez lograda la integración, el tiem po durante el cual persista puede contribuir a su consolidación. Debe destacarse que la integración y la amalgamación se superponen, pero no completamente. Esto significa que puede haber amalgamación sin integración e integración sin amalga mación. Cuando en este libro empleamos los términos "integra ción o amalgamación”, estamos refiriéndonos en forma abre viada a una alternativa entre la integración (sea por la vía del pluralismo o de la amalgamación) y la amalgamación sin integra ción. Hemos hecho esto porque, en el pasado, los movimientos de unificación han tendido, a menudo, a estos dos objetivos, pues algunos de los sostenedores de los movimientos preferían uno u otro objetivo en distintos momentos. ^ Para alentar esta ven tajosa ambigüedad, los dirigentes de dichos movimientos han usa- No amalga7nación Amalgamación OV—(o O H O O<! tíO H I—( O O Comunidad de seguridad plura- q Comunidad de seguridad amal- lista. ^ gamada. Ejem plo: O Ejem plo: (Noruega-Suecia en la actualidad) ^ (Estados Unidos en la actualidad) <! -----------------------------— U M BR AL DE IN T E G R A CIO N ---------------------------------- No amalgamada. q Am algam ada pero no comunidad No comunidad de seguridad. jg seguridad. FA om plo : g E jem plo: (Estados Unidos-Rusia en la ac- g (Imperio de los Habsburgo, 1914). 1 Este punto está tratado más ampliamente en el Capítulo III, Sección D. do con frecuencia símbolos más amplios tales como "unión”, que abarcaría ambas posibilidades y podría dar a entender cosas diferentes según los hombres. Una de nuestras premisas básicas es que cualquier cosa que po damos aprender sobre el proceso de formación de comunidades de seguridad debe ser útil en forma indirecta no sólo a los planificadores, sino también a las organizaciones internaciona les existentes. Si el camino h^xia la integración, interna o inter nacional, es través del logro de un sentido de comunidad que incluya a las instituciones, entonces es probable que un mayor sentido de comunidad contribuiría a fortalecer cualquier insti tución — supranacional o internacional— que ya estuviera fu n cionando. Cuando estas institixciones son órganos destinados a dar cumplimiento a la voluntad pública, tropezamos con este viejo y torturante acertijo: ¿quién controla a la policía? ¿Podemos estar seguros de que esos acuerdos, a los que se llegó libremente, serán confiablemente observados o cambiados en forma pacífica? Hasta que esto suceda, existirá la posibilidad de recurrir a la guerra para zanjar la cuestión, liquidándose las partes en disputa en lugar de la disputa misma. Todos sabemos que ya existe una maquinaria política para lograr decisiones internacionales, y que estas decisiones no siem pre pueden hacerse obligatorias una vez legradas. De igual modo, también existe una maquinaria judicial que podría ser empleada para el arreglo de cualquier disputa internacional sin recurrir a la fuerza; pero no se puede llevar a los estados ante un tribunal en contra de su voluntad, ni hacer que acaten su sentencia. Es igualmente cierto que el cumplimiento o la obediencia pueden lograrse durante un tiempo sin que medie aceptación voluntarla, como sería el caso de un estado fuerte frente a uno débil. Pero sin una firme aceptación por parte de un número significativo de individuos, la obediencia resultará ineficaz o temporaria. En consecuencia, una situación de obediencia presupone un acuerdo general sobre algo. Quizás el "algo” sea el contenido del asunto sobre el que se deba coincidir, o quizás sólo la legitimidad del órgano destinado a hacerlo cumplir, o incluso la corrección del procedimiento a aplicarse. Una vez que los hombres han logrado esta condición de acuerdo respecto de una institución social que haga efectiva la voluntad pública, y han fijado esta condición, la institución parecería estar firmemente establecida: la policía está efectivamente controlada. Este tipo de institu ción — quizá la más crucial de todas— representa la fuerza oi'ganizada en nombre de la comunidad. En nuestra terminolo gía, se habría logrado un sentido de comunidad en alto grado, tal vez tan alto como para hablar de integración. El objeto de nuestra investigación es averiguar tanto como sea posible cómo se ha llegado a tal condición en circunstan cias y épocas distintas. A través de este estudio esperamos llegar a saber cómo podríamos acercarnos más a dicha situación en el mundo actual. B. EL ÁRE A . Si bien a menudo se ha llamado al área del Atlántico Norte "comunidad”,puede no serlo en realidad. Tampoco es necesa riamente una comunidad de seguridad. Se ha sugerido que Estados Unidos apoyaría la convocatoria de una conferencia de naciones democráticas para considerar la formación de una unión del Atlántico N orte; ésta sería presu miblemente una comunidad de seguridad amalgamada. Por cierto, muchos apoyan la consolidación de una organización in ternacional ya existente — o t a n — hasta que llegue a ser al menos una comunidad de seguridad pluralista. Claro está que el área del Atlántico Norte encierra subáreas de integración, algunas de las cuales cuentan ya en parte con instituciones que quizás puedan evolucionar. Sin embargo, el espacio de que dis ponemos sólo nos permite tratar a estas subáreas en forma su maria. Elegimos el área del Atlántico Norte para nuestro enfoque porque ella incluye a todas las potencias importantes del mun do libre; es la alternativa principal para la integración de Euro pa Occidental; y además incluye a Alemania Occidental. Nuestro primer problema es decidir qué entendemos por O rganización del T ratado del A tlán tico N orte. "área del Atlántico Noí*te'\ Una vez aceptado que pára loá tiempos que corren no seriamos realistas desde el punto de vista político si incluyéramos a los países ahora dominados por la Unión Soviética, surgen tres alternativas principales. Dichos países no son entes libres; y, excepto Alemania Oriental, no se los tiene en cuenta cuando se especula sobre la posible integra ción del área del Atlántico Norte. Una alternativa sería incluir a todos los países situados geo gráficamente sobre el océano Atlántico Norte o el mar del Norte o en las zonas próximas a ese área. Otra sería equiparar "área del Atlántico N orte” con "perte nencia a la o t a n ” . Esto significaría incluir a Grecia y a T ur quía, alejadas geográficamente del Atlántico Norte, y exckxir a Austria, Finlandia, Irlanda, España, Siig^ cia y Suiza. Además, esta selección nos obligaría a considerar sólo una de las muchas organizaciones internacionales existentes. Una tercera alternativa sería la de limitarnos a las demo cracias ubicadas en cualquier parte que consideráramos como área del Atlántico Norte. Sin embargo, esta selección tendería a prejuzgar la cuestión, inclinando la respuesta hacia la demo cracia como un requisito de la integración. Significaría también desconocer el hecho de que una de las dos naciones no democrá ticas del área (Portugal) ha participado en algunas organiza ciones internacionales europeas así como en la o t a n . Puesto que estamos, sobre todo, estudiando problemas de la organiza ción internacional, no seríamos justos si excluyéramos desde un principio a miembros activos de organizaciones internacionales por una razón cualquiera que no sea la situación geográfica. La primera alternativa nos parece la mejor porque es simple y conocida. La geografía es la prueba positiva para la inclusión; la prueba negativa es ser miembro de un bloque de poder ideoló gica y políticamente incompatible con Occidente. Esto significa que incluiremos a todos los países que bordean el océano A tlán tico Norte o el mar del Norte, junto con sus inmediatos vecinos terrestres en Europa, excepción hecha de los países dominados por los rusos. Estados Unidos, Canadá y lo que comúnmente es considerado Europa Occidental y del Sur integran esta área. Los 19 países que se nombran seguidamente se ajustan a la definición: Austria, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, A le mania Occidental, Islandia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Portugal, España, Suecia, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos. El objeto inmediato de nuestra investigación es averiguar si estos países podrían formar una comunidad de seguridad y por qué medios. C. EL MÉTODO: A PLICA CIÓ N DE LA EX PERIEN CIA PA SAD A A LAS NECESIDADES ACTU A LES. Llegar a la conclusión de que los casos históricos pueden ense ñarnos algo sobre el problema actual de la integración es fruto del razonamiento por analogía. Esto es lo que mucha gente hace cuando trata de guiar sus acciones presentes según la experien cia pasada. Pero un uso inteligente de la experiencia exige que no nos basemos totalmente en paralelismos. Los ejemplos pasados sugieren, pero no son decisivos. Señalan una dirección gene ral, pero no un punto específico. ¿Con qué seguridad podemos aplicar los conocimientos so bre un período histórico a la situación en otro? Estamos utili zando la experiencia histórica para descubrir qué planes parecen posibles, cuáles probables y cuáles más probables que otros. Nos estamos manejando no sólo con posibilidades, sino con priorida des de probabilidades. En efecto, estamos buscando los requisi tos mínimos para una comunidad política pacífica. Tratamos de ver qué es lo que no se necesita para la integración. En conse cuencia, podemos extraer, por así decir, de una lista hipotética de requisitos actuales, aquellas condiciones que no se dieron en el curso de una integración exitosa en el pasado. Pudimos haber abordado el problema de la integración en términos abstractos, mediante un enfoque puramente analítico y deductivo dentro de las ciencias sociales, en especial la ciencia política. Pero comprendimos que tales esquemas analíticos co rrían el peligro de resultar demasiado estrechos, demasiado su perficiales y estar muy alejados de la realidad si descuidábamos los datos históricos. El testimonio de lo que sucedió en la his toria es más rico y profundo que cualquier esquema particular de deducción o análisis y no podemos arriesgarnos a ignorarlo. Pero la aplicación de un hallazgo histórico cualquiera al mundo actual ofrece dificultades similares a las que han plagado la historiografía desde un principio. El tiempo transcurrido es quizás la más seria de dichas dificultades. No podemos presu mir que porque determinadas condiciones en un siglo produjeron determinados efectos, otras condiciones siquiera aproximadamen te paralelas en otro siglo producirán efectos similares. Ni tam poco podemos estar seguros, por supuesto, de que las condicio nes sean siquiera aproximadamente paralelas. La mayoría de nuestros casos alcanzaron su clímax después de la revolución industrial, pero no todos ellos. Y algunos de los hechos más importantes en varios casos ocurrieron varias generaciones antes. Uno de los interrogantes que debe estar presente en el campo de la especulación interesante es el siguiente; ¿se ope raron los cambios con más lentitud en épocas anteriores que en las actuales? La primera respuesta pareciera ser afirmativa, si consideramos la mayor velocidad en los viajes y en la transmi sión de mensajes. Pero el hecho de que los mensajes puedan ser transmitidos a una persona con más celeridad, no significa que ésta pueda leerlos y comprenderlos más rápidamente. El aumento en la velocidad del transporte no ha tenido su paralelo en un aumento comparable en la velocidad del proceso de aprendi zaje humano. Nuestros ritmos de memoria y de atención no han experimentado un cambio drástico. Una hora es todavía una hora en el ocupado horario de los hombres de estado, y una generación es aún una generación en política. Si bien el nú mero de experiencias vicarias ha crecido notablemente para muchas personas, lo que un individuo puede experimentar en forma directa y recordar es casi igual en un siglo y en otro. Por último, la velocidad real en los viajes y en las comunicacio nes puede no ser tan importante como la imagen de esa situación real en las mentes de los que toman las decisiones. Si un lugar parece cercano o alejado, a los fines políticos prácticos está cer cano o alejado. Una vez aceptado el cambio relativamente pequeño habido en la rapidez del aprendizaje humano, nos encontramos conque varios de nuestros casos históricos nos mostraban que gran nú mero de personas cambian sus puntos de vista políticos y con traen nuevas lealtades políticas en un tiempo muy breve. Esta diferencia es quizá compensada, o incluso sobrecom- pensada, cuando consideramos que desde el ángulo de nuestro problema — la integración— las áreas relevantes que se deben abarcar son ahora mucho más extensas de lo que lo eran en los casos históricos investigados. Deberíamos preparar una serie de mapas mostrando muchas cosas — igual costo de transporte por distintos medios, por ejemplo— y abarcar muchas áreas, antes de poder afirmar que, hablando en términos de viajes, el área del Atlántico Norte se había reducido en 1956 al tamaño de Ingla terra, Gales y Escocia en 1700, o al de Italia en 1855. Pero de cualquier forma, la comparación no parece desatinada. Aparte de cualquier grado de incertidumbre que pueda haber en nuestros hallazgos, ellos no agotan — conviene recordarlo— el tema de nuestro estudio. Incluso, aunque nuestros hallazgos fueran totalmente seguros, y aplicados todos a un caso particu lar, no garantizarían el éxito. Cuando decimos que algunas con diciones son "esenciales”, queremos significar que el éxito nos parece muy improbable si no se dan. Aunque esenciales, tam bién nos parecen insuficientes: incluso si todas ellas estuvieran presentes, no sabemos si hacía falta alguna otra condición que muy bien podemos haber desestimado. Algo similar se puede decir de aquellas condiciones que lla mamos útiles pero no esenciales: vimos que la integración se producía en su ausencia, y ello podría m uy bien volver a repe tirse en casos futuros. Podría suceder que existieran más con diciones de las que hemos identificado; y no sabemos si varias de ellas sumadas no podrían constituir un conjunto o un quorum que fuera en sí mismo una condición esencial para el éxito, aun que cada una de sus partes pudiera ser reemplazada por alguna otra condición. Ésta es una de las muchas cuestiones fascinan tes que deberá dilucidar una investigación posterior. Por liltimo, debimos basarnos la mayor parte del tiempo en algo tan poco científico como el empleo de la analogía, la intui ción ocasional y el juicio. Es cierto que "los hechos no son afec tados por las analogías; sino que están determinados por la com binación de circunstancias”. “ Pero, ciertamente, el análisis de los hechos se ve afectado por las analogías. Desecharlas sería un de- rroche cuando no se cuenta con una fuente mejor de indicios. El problema de la unicidad y de la comparabilidad ha per seguido siempre a los historiadores. Una de las tareas más arduas del estudioso es "encontrar una pauta en una multitud de hechos individuales o imponerla a ellos. Siempre hay más hechos apro vechables de los que un historiador puede manejar; sólo puede trabajar con ellos si los ordena en categorías, y si generaliza a partir de las clasificaciones que ha realizado. Incluso sabe que ningún hecho histórico es exactamente igual a otro, y que una simple diferencia puede ser m.ás significativa que muchas se mejanzas”. ^ Si bien el estudioso de la historia debería acercarse tanto como fuera posible al "hombre universal”, transcurrirían décadas antes de que pudiera obtener la amplitud de comprensión en otras ciencias sociales que le gustaría lograr. Como disciplina acadé mica, la organización internacional pertenece principalmente al dominio de los científicos políticos. Puesto que unos pocos han incursionado en algunas de las ciencias sociales distintas de la historia, comprendimos que además de los historiadores era indispensable para nuestro estudio un científico social de ese tipo. Él se especializaría en la comparación de datos históricos tales como son interpretados por los historiadores en cada caso, y en la conducción de sus colaboradores hacia el descubrimiento de uniformidades a partir de las cuales pudiera generalizar. Qui zás más importante aún, proveería de conceptos e hipótesis de trabajo. La necesidad de una combinación tal ha quedado muy bien establecida por un destacado historiador: "El historiador llega a ser así indudablemente útil a las disciplinas relacionadas con el esfuerzo por comprender a la sociedad. No se limita a pro porcionar datos a los científicos sociales; también da una pauta para comprobar la validez de los conceptos de la ciencia social 2 H arold N ic o l so n , The Congress of V icuña, Harcourt, Brace, N ueva Y o rk , 1 9 4 ^ , p. VIIL 3 JosEPH R . S t r a y e r , ed., en Introducción a The Interpretation of H istory, Princeton U n lversity Press, 1943, pp. 7-8. LOS CASOS 3 5 para el pasado. Los científicos sociales, impacientes frente al historiador que rechaza sus conceptos favoritos porque sabe que hay lexcepciones, harían bien en recordar que la bon dad de una ciencia depende de su habilidad para resistir las obje ciones que se le hagan a sus leyes y rechazar o revisar aquellas que han sido bien objetadas. Y, por otra parte, los historiadores de berían tener presente que no se puede siquiera aventurar una objeción acertada si no se aprecia el concepto que se examina. Se da por sentado que el historiador no debería escribir sobre his toria de la teología o de la física, por ejemplo, sin conocer teolo gía o física. Sin embargo, muy a menudo los historiadores han escrito sobre mercados, negocios y precios o sobre la personali dad y la conducta social o sobre características raciales y cultu rales sin conocer los hallazgos de destacados científicos sociales en esos campos de estudio o sin hacer distinciones entre los frecuentemente desconcertantes conflictos intelectuales que sur gen entre ellos.” ^ Se puede ganar mucho utilizando conceptos analíticos como guía en nuestra investigación histórica, y empleando los resul tados de la investigación histórica para modificar nuestros con ceptos teniendo en cuenta los problemas presentes. "Sin un uso adecuado de la teoría el estudio histórico no puede alcanzar to da su potencia.” ^ D. LOS CASOS. Puesto que los casos históricos, a lo sumo, pueden ser com parados sólo en algunos de sus aspectos, y prácticamente nunca en su totalidad, cualquier comparación entraña el sacrificio de gran cantidad de detalles, muchos de ellos información impor tante. Incluso, establecer comparaciones limitadas entre casos sólo parcialmente comparables es de la esencia del pensamiento humano. A lo largo de nuestra existencia todos aplicamos re cuerdos seleccionados del pasado a nuestras decisiones del pre- ^ L o u is G o t t s c h a l k , Understanding H istory , Knopf, 1950, p. 25 5. ^ The Social Sciences in H istorical S tîid y : A report of the Committee on H isto riography, Boletín 64 del Social Science Research Council, Nueva York, 1954, p. 25. sente y a nuestras expectativas hacia el f uturo. Si aphcamos esta vieja práctica en un proyecto de investigación y la llamamos el "método de caso”, podemos confiar en que seremos más explí citos sobre las técnicas que usamos, los supuestos que tenemos y los datos que desechamos. De cualquier forma, nuestro estudio carecerá de interés para quienes piensan que el hombre no puede aprender de la experiencia histórica. Esto nos lleva a los problemas especiales del método de caso. En un somero recuento nos encontramos con alrededor de tres docenas de casos históricos que poseen las características que los hacen dignos de ser investigados teniendo presente el problema de la integración. Otros estudiosos podrían agregar o quitar unos pocos, pero ya que sólo hay unos 110 estados en el mundo (inde pendientes o cuasi independientes), y puesto que muchos de ellos en estos momentos no están perturbados por ningún pro blema importante de federación o secesión, el total no cambiaría mayormente. Once de esos casos se encuentran en Europa Occidental y Central: Austria-Hungría y sus sucesores, las islas Británicas, Dinamarca-Islandia, Finlandia (la unión con Suecia y la unión con Rusia), Francia (incluyendo la absorción del Languedoc y partes de la Borgoña), Alemania, la península Ibérica, Italia, los Países Bajos, Noruega-Suecia y Suiza. Seis casos están en el hemisferio occidental: Canadá, Estados Unidos, Brasil, Gran Colombia y sus actuales sucesores (Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela), la Federación de América Central, y los países del primitivo Virreinato del R ío de la Plata (Argentina, Paraguay y U ruguay). Otros cinco casos están en Europa Oriental: Po lonia (uniones con Lituania y Ucrania), Rusia, Rumania (Mol davia, Valaquia y Transilvania), Yugoslavia y, en parte, el Im perio Otomano. Ocho casos están en Asia: India, Pakistán, China, Birmania, Indonesia, Vietnam, la Federación Malaya, y los fragmentos políticos de la penínsuL Arábiga (particularmente la dispersión de Palestina). Encontramos tres casos adicionales en el Commonwealth británico: Australia, la Unión Sudafrica na y la nueva Federación de A frica Central. Veinte de estos treinta y tres casos son países de cultura occidental situados sea en Europa Occidental, sea en el hemisferio occidental o en el Com monwealth británico. A l seleccionar un número limitado de casos para una investi gación intensiva, nos concentramos en el área de Europa Occi dental y en la civilización del Atlántico Norte. Es obvio que hay otros casos que nos hubiera gustado incluir. Razones de tiempo, recursos, disponibilidad de datos, o de aparente compa- rabilidad con problemas contemporáneos, nos hicieron excluir algunos de los primeros casos así como los que estaban situados en Asia, Á frica nativa (sur del Sahara) y la mayoría de los de la Europa Oriental. Algo mucho más importante que el área geográfica o cultu ral, era la selección de casos que revelarían el éxito o el fracaso de la experiencia relativa a la integración. Primero, debimos circunscribirnos a los casos "cerrados” en contraste con los "abiertos” ; es decir, aquellos cuyos resultados están definitiva mente establecidos en contraposición con los casos cuyos resul tados no lo están. Por ejemplo, estamos seguros de que Estados Unidos está integrado: por otra parte, Yugoslavia puede o no puede estarlo. Segundo, debimos asegurarnos de la inclusión de dos tipos de casos: aquellos en los cuales existía con todo éxito una comunidad de seguridad y aquellos en los que había exis tido una comunidad de seguridad durante un tiempo pero que luego se había disuelto. Tercero, debimos incluir ambos tipos de comunidad de seguridad: la amalgamada y la pluralista. Seleccionamos diez casos, ocho de ellos para un estudio inten sivo: (1 ) la unión de las colonias de América del Norte en los Estados Unidos en 1789, su separación en la guerra civil, y la reunión posterior; (2) el desarrollo gradual de la unión entre Inglaterra y Escocia y su consumación en 1707; (3) el fracaso de la unión entre Irlanda (incluyendo Ulster) y el Reino U ni do en 1921; (4) la lucha por la unidad de Alemania desde la Edad Media, qvie culmina con la unificación de Alemania en 1871; (5 ) el problema de la unidad italiana desde fines del siglo xvni, que culmina con la unificación de Italia en 1859- 1860; (6) el largo mantenimiento y posterior disolución en 1918 del Imperio de lots Habsburgo; (7) la unión de Noruega y Suecia en 1814 y su separación en 1905; y (8) la gradual inte gración de Suiza, completada en 1848. Otros dos casos los estu diamos menos intensivamente: (9) la unión de Inglaterra con Gales después de 1485; y (10) la formación de la misma Ingla terra en la Edad Media» Esta colección de casos nos ofrece al menos un ejemplo de cada uno de los tipos que se necesitan. También nos brindan muestras bastante buenas de la mayoría de las tradiciones cultu rales importantes y pautas institucionales de Europa Occiden tal y del área del Atlántico Norte. Aunque los orígenes de su integración se remontan a épocas muy distintas, la mayor parte de los casos abarcan etapas comparables, prescindiendo de las fechas reales. Los casos tienen suficientes puntos en común de manera que los hallazgos en cada uno de ellos pueden compa rarse entre sí. Y confiamos en que las conclusiones extraídas de todos ellos, conjuntamente, esclare7 ,^can los problem.as actuales de la integración política y los planes para su logro. Sabemos, por supuesto^ que toda selección de casos encierra la posibilidad de error de muestreo, especialmente cuando el nú mero de casos es reducido. Es posible que si se hubieran investi gado algunos casos adicionales los resultados no se habrían ade cuado a nuestros hallazgos. De ahí que repitamos una vez más que los hemos establecido en términos de probabilidades. Donde hallamos una serie de circunstancias que se daban con mucha más frecuencia que otras, nos sentimos inclinados a inferir que es más probable que se repitan en ciertas condiciones, sobre todo si otras razones apoyan este juicio. Si se dieran conclusiones contradictorias extraídas de un caso adicional en una cultura de Occidente, las mJsmas reducirían esta inferencia de probabili dad, pero de ordinario se debería tomar más de un caso para invalidarla totalmente. ¿Qué tipos de preguntas nos hacemos sobre estos casos? A l no contar aún con una teoría sistematizada para probar, comen zamos con una serie de preguntas de índole descriptiva dicta das por el sentido común. Sabíamos, por supuesto, que las mis mas nos conducirían a otras preguntas menos obvias y quizás más esclarecedoras. Seguramente, debíamos conocer los tama ños relativos, las posiciones de poder y los niveles económicos de las distintas unidades que luego alcanzaron la integración. También debíamos conocer a fondo sus instituciones políticas y sociales y los tipos de contacto que tenían entre sí. Pero en cuanto profundizamos en los hechos, comenzamos a prestar mayor atención a varios aspectos de la comunicación social, den tro de las unidades y entre ellas. Entonces encontramos que en la mayoría de los casos debíamos remontarnos a períodos mucho más anteriores de los que habíamos planeado. A pesar de la diferencia en lapso de tiempo de los distintos casos, trazamos un plan común que seguimos tan de cerca como nos fue posible en todos los casos. A l estudiar el proceso de amalgamación, debimos descartar algunos de los casos que abarcan varios siglos. Los redujimos a situaciones de períodos más breves que abarcaban dos, o a lo sumo tres, generaciones, en las cuales las políticas particulares podían ser apropiadas para permitirnos las comparaciones. Como resultado, las comparaciones entre dieciséis situaciones de perío dos más breves a menudo fueron útiles. Identificadas por sus fechas de iniciación, estas situaciones fueron: el incremento en la unificación de Inglaterra después de 1066; el incremento posterior de la unidad inglesa después de 12 15 ; la unificación de Inglaterra y Gales después de 1485; la unificación de Ingla terra y Escocia después de 1603; la unión de Inglaterra e Irlan da en 1801; la más estrecha identificación de Irlanda del Norte (Ulster) con Gran Bretaña después de 1795; la unificación de las colonias norteamericanas después de 1765; la confederación de los tres cantones suizos originales en 12 9 1 ; la incorporación de las ciudades de Zurich y Berna a esta Confederación después de 1351; la incorporación de Ginebra a la comunidad política suiza, mediante alianzas y acuerdos sobre ciudadanía común, después de 1519 ; la unificación de Italia en 1859-1860 ; la unificación de Alemania entre 1866 y 1871; la unión dinástica entre Aus tria, Bohemia y Hungríadespués de 1526; la más íntima amal gamación de Austria y Bohemia después de 1620; el fortaleci miento de la amalgamación entre Austria y Hungría después de 1686 (la toma de la ciudad de Buda de manos de los tu r cos) ; y la unión dinástica de Noruega y Suecia después de 1814. Cinco de estas situaciones con el tiempo tuvieron consecuen- cías que significaron el fracaso de la amalgamación: Inglaterra- Irlanda, Noruega-Suecia, y las tres situaciones en las que está comprendida Austria. En las otras once, la amalgamación ha tenido éxito, ya que se convirtió en integración; y algunas veces hemos recurrido a este agrupamiento en situaciones de "éxito” y situaciones de "fracaso” para averiguar qué características, si las hay, podrían tener en común las situaciones de cada grupo. En todos los casos históricos tratamos de evitar el fácil uso de alguna "fuerza de nacionalismo” como supuesta causa de la unión o separación política — o de la integración o desintegra ción— posterior. Indudablemente, los sentimientos nacionalistas o prenacionalistas — sentimientos de lealtad a un territorio, grupo o estado— tuvieron cierta gravitación en todos nuestros casos. Pero en el caso de cualquier comunidad mayor, estos sentimien tos fueron ellos mismos el resultado, no la causa, de los procesos políticos e históricos que contribuyeron a la integración o a la desintegración. Producidos por estos procesos, dichos sentimien tos y recuerdos contribuyeron entonces a modificar las conse cuencias de los desarrollos que primitivamente les habían dado origen, pero en todo momento el origen de estos sentimientos de patriotismo o nacionalismo requería una explicación. Así, en los inicios de la revolución norteamericana algunos colonos de América del Norte se consideraban patriotas súbditos británicos; otros se decían norteamericanos; incluso otros se decían leales a su colonia, Virginia o Massachusetts, a las que consideraban su "país”. Cualquiera de estos sentimientos podía haber prevalecido y eliminado a los otros; y en cada caso, dejando a un lado la ver dadera consecuencia, podríamos haber hablado después de la "fuerza del nacionalismo” — británico, norteamericano o virgi- niano— como explicación del resultado. Pero un concepto que, de ese modo, diera cuenta de cualquier posible consecuencia no explica nada en realidad, y esta es la razón por la cual, a pesar de nuestro muy serio interés por la evolución del nacionalismo, no hemos usado el concepto de nacionalismo como recurso para explicar el éxito o el fracaso de la integración en cualquier caso particular. Hacerlo hubiera sido razonar dentro de un círculo vicioso. De esta forma, tuvimos que tratar, lo mejor que pudi mos, de llevar nuestro análisis a up nivel m is fundamentaL E. TEM AS NO T RA TA D O S. Debemos agregar unas pocas palabras sobre algunos de los importantes problemas que dejamos sin tratar aquí, problemas que esperamos estudiar en otro volumen. A l concentrarnos en el área del Atlántico Norte descartamos el problema de una comu nidad política mundial, así como el de una comunidad política en otras regiones. Algunos lectores pensarán que hemos ignorado el problema predominante de la escisión entre el Este y el Oeste, y de este modo eludido el problema central de la guerra, ya que esta esci sión es la causa evidente de las fricciones internacionales actuales más peligrosas. Hay dos respuestas para esto. Una es que no estamos seguros de que toda el área del Atlántico Norte esté ya integrada, a pesar de que con frecuencia se la denomina "co munidad” del Atlántico Norte. Hay muchas personas de gran capacidad que no están convencidas en absoluto de que Francia y Alemania Occidental, por ejemplo, mantendrán una paz per durable entre ambas. Aun cuando fuera éste el único ejemplo que pudiéramos citar con toda seguridad, es de tal magnitud que afecta a toda el área e incluso a todo el mundo. Reducir esta probabilidad de una guerra entre dos países cualesquiera del área del Atlántico Norte es reducir los peligros de la escisión entre el Este y el Oeste. La otra respuesta a las posibles objeciones que se pueden hacer a nuestro procedimiento es que estamos estudiando las condiciones y los procesos. Estamos tratando de alcanzar un nivel de generalización lo suficientemente elevado de manera que los hallazgos puedan ser aplicados en un margen más amplio de situaciones, incluyendo la brecha entre Oriente y Occidente. Si bien pensamos que la coexistencia parece ser lo máximo que es de esperar durante décadas, creemos que sería útil conocer qué condiciones se necesitarán antes de que se pueda lograr una comunidad de seguridad pluralista, y qué procesos se des arrollarán dentro de esas condiciones para llegar a ese resultado. Otra serie de interrogantes que esperamos estudiar con mayor amplitud en el volumen más detallado abarca otros problem^as capitales de la organización internacional como campo de estu dio. Qué podemos decir sobre cuestiones como éstas: la medida en que la integración regional tiende a inhibir o promover la integración posterior de un área aim mayor; si debe existir un sólido acuerdo sobre ciertas cuestiones antes de que se puedan establecer instituciones para mantener el orden, o si cierto tipo de estas instituciones provocan la necesidad de muchos de estos acuerdos por su propio funcionamiento, si de alguna manera se las puede establecer antes; si el criterio "minimalista” o el "maximalista” de la organización internacional halla mayor apoyo en la experiencia histórica. Es decir, ¿se puede organizar una comunidad de seguridad mediante un acuerdo sobre un solo punto — la necesidad del cambio pacífico— o el acuerdo tam bién debe versar sobre muchas otras cosas? Sin embargo, en la brevedad de este informe deberemos limi tarnos sólo al área del Atlántico Norte. Comenzaremos con el resumen de los hallazgos históricos generales. PRINCIPALES HALLAZGOS: LAS CONDICIONES DE BASE A. EL PROCESO DE IN T E G R A C IÓ N : A LG U N A S C A R A C T E R ÍST I CA S GENERALES. A los fines de nuestra exposición hemos dividido nuestros hallazgos en dos partes: primero, cambios generales en nuestra manera de pensar respecto de la integración política; y segundo, hallazgos específicos sobre las condiciones de base y las caracte rísticas dinámicas del proceso de integración. En este capítulo, trataremos primero nuestros hallazgos generales. Los más espe cíficos seguirán en secciones posteriores de este capítulo y en el Capítulo III. 1. Revisión de algunas creencias populares. Para comenzar diremos que nuestros hallazgos nos han hecho dudar seriamente de varias creencias muy difundidas sobre la inte gración política. La primera de estas creencias es la de que la vida moderna, con rápidos medios de transporte, comunicaciones de masa y alfabetización, tiende a ser más internacional que la vida en décadas anteriores, y de ahí más apta para el surgimiento de instituciones internacionales o supranacionales. Ni el estudio de nuestros casos, ni el examen de datos más limitados de un gran nú mero de países, han producido una prueba concluyente para sus tentar este criterio. Ni tampoco estas conclusiones sugieren que la tendencia inequívoca hacia un mayor internacionalismo y una comunidad mundial haya sido inherente al moderno desarrollo económico y social. Esto sucede particularmente en lo que respecta a la amalga mación política. Cuanto más nos aproximamos a las condiciones modernas y a nuestra propia época, más difícil es hallar ejemplos de amalgamaciones logradas de dos o mas estados previamente soberanos. Hasta ahora no encontramos ni un solo estado que contara con servicios sociales completos y modernos que se haya federado con éxito o fusionado de cualquier otra
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