Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
AngioMaresme 2003 350 Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 Moderador: R. Gesto Ponentes: J. Marinel·lo JM. Callejas V. García Rospide J. Juan R. Gómez Medialdea ¿Qué es la insuficiencia venosa crónica? J. Marinel·lo, J. López Palencia Hospital de Mataró, CSdM. Mataró. Introducción La referencia a las disfunciones atribuibles a la circula- ción venosa es, históricamente, de las más antiguas en Medicina. Su prevalencia, actualmente una de las más importantes en la asistencia sanitaria en todos los países. No obstante estas premisas, la patología venosa -con exclusión de la fase aguda de la trombosis- es, en mi criterio, una de las más deficientemente sistematizadas. Bajo el diagnóstico de Insuficiencia Venosa Crónica (IVC) se clasifican un número muy elevado de situaciones clí- nicas que difieren de forma muy importante entre sí, no tan solo en su fisiopatología, sino fundamentalmente en su curso evolutivo. El mismo concepto de IVC es de una notable ambigüe- dad, cuestionado incluso en determinados ámbitos sani- tarios. No obstante parece difícil que, hoy por hoy, pueda ser substituido por un termino más objetivo. En el diagnóstico de Insuficiencia Cardiaca, la concre- ción de datos objetivables Fracción de Eyección Ventricular; Reflujo Mitro-Aórtico, etc.- es absolutamente imprescindible. A partir de los mismos, además, es facti- ble seguir la evolución de la enfermedad. En el caso de la IVC, establecer datos objetivos -más allá de las varices o el edema- en que basar el diagnóstico, no ha sido una preocupación prioritaria. No obstante, y fundamentalmente mediante los estudios de investigación básica sobre microcirculación y hemorreología, y de los clínicos sobre la hemodinámica, actualmente es absolutamente factible avanzar hacia cri- terios más objetivos. Esta ponencia tiene como objetivo enunciar e insistir en la necesidad de introducir estos criterios de objetivación. Y en este sentido, en la misma se realiza una análisis de los datos hemodinámicos, fisiopatológicos y clínicos en la actualidad establecidos con fiabilidad, a partir de los Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 10:30 h. Mesa 5 Hipertensión venosa de las extremidades inferiores (Parte I) Sábado, 25 de octubre cuales establecer con la suficiente objetividad cual es el estado de la cuestión. Datos fisiopatológicos Bases hemodinámicas. Ecuación de fluidos en movimiento. Las variables hemodinámicas que regulan la circulación venosa en la extremidad inferior presentan mayor com- plejidad que las que lo hacen en el sistema arterial. Bási- camente en función de la adaptabilidad del sistema ve- noso a las variables de presión y caudal. Desde un punto de vista funcional, en el sistema venoso de la EEII debe considerarse un primer sistema básico intraaponeurótico, integrado por el eje anatómico Ilio- Femoro-Popliteo-Tibial y un segundo sistema secunda- rio y subsidiario al mismo que comprende todos los sec- tores extra-aponeuróticos. Al primero se le denomina sistema venoso profundo (SVP) y al segundo -cuyos principales elementos son ambas venas safenas-, sistema venoso superficial (SVS). El principio de la ecuación unidimensional de Bernouilli sobre la energía de fluidos en movimiento es la base hemo- dinámica tanto de la circulación arterial como de la venosa. Este principio, conceptualmente de gran simplicidad, enun- cia que “la energía de un fluido en movimiento en el interior de un sistema cerrado se mantiene constante”. Este principio tiene su mayor exactitud matemática para fluidos de tipo newtoniano y en circuitos cerrados. No obstante, puede aplicarse con fiabilidad a la hemodi- námica venosa. La energía total (ET) en el circuito venoso de extremidad inferior es la suma de la energía potencial (EP) y de la energía cinética (EC): ET= EP+EC (1) Dado que la EP es la resultante de la energía intravascular potencial (EIP) y de la energía hidrostática o gravitatoria (EG), la fórmula (1) puede expresarse como: ET=EIP+EG+EC (2) La energía hidrostática o gravitatoria entre dos puntos o sectores venosos es función de: – la densidad de la sangre (p) expresada en gramos por cm-3 y es equivalente a 1.050 gr/cm3. 351Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 AngioMaresme 2003 352 Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 – La aceleración debida a la gravedad (g) expresada en centímetros por segundo – El diferencial de altura en centímetros entre ambos puntos (h). Por tanto, la EG puede matemáticamente expresarse como: EG= p x g x h (3) Finalmente, la energía cinética de un fluido es función de: – su masa, en este caso, la densidad de la sangre (p) – y de su velocidad (v) EC= ½ p x v2 (4) Por tanto, y substituyendo en la ecuación (2) los valores de E.G. y E.C en las ecuaciones (3) y (4): ET= p x g x h + ½ x p x v2 (5) En el sistema arterial, la EP es función de la presión intra-arterial, y la EG entre dos puntos, en condiciones de normalidad -ausencia de estenósis-, puede considerarse constante. Por tanto, la ET entre dos puntos es la resul- tante de la EC y de la presión intrarterial. En función del principio de Bernoulli, cuando en un seg- mento arterial se incrementa la velocidad, disminuye la presión. Pero en el sistema venoso, la energía gravitatoria adquie- re un protagonismo fundamental y en sentido inverso y va a condicionar la presión intravenosa (PV). La PV es función de tres vectores: – Vector dinámico: función a su vez del volumen sistólico del ventrículo izquierdo. – Vector hidrostático: presión de la columna de sangre desde un punto de referencia en la extremidad a la aurícula derecha. – Vector estático: secundario a la elasticidad parietal y a la complianza venosa. El vector dinámico es de una magnitud muy inferior con respecto al arterial y en circunstancias de normalidad se sitúa en márgenes que oscilan de 15-20 mmHg en las vénulas del pie, a 0-5 mmHg en la vena cava yuxta- auricular. Los componentes del vector hidrostático ya se han co- mentado -densidad de la sangre y energía gravitatoria- y su valor concreto en un punto determinado de la extremi- dad inferior se calcula tomando como referencia el “eje flebostático de Winsor y Burch”, que se sitúa en la línea horizontal que une las articulaciones costoesternales de la cuarta costilla. De hecho, indica la referencia de la aurícula derecha. Finalmente, el vector estático es función del gradiente de presión transmural, que se define como “el diferencial de presión entre la que genera la sangre en el interior de la vena y la externa a qué está condicionada su pared.” La complianza venosa: factor determinante La introducción de estos conceptos es fundamental para comprender la “complianza venosa” (CV), que a su vez lo es en el inicio de la cascada de hechos fisiopatológicos de la IVC. Cuando se aplica una presión en el interior de una es- tructura vascular no rígida esta experimenta un efecto de dilatación longitudinal y transversal que se transforma en energía parietal que se libera cuando disminuye la presión aplicada a valores basales. -Principio de Windkessel-. A esta propiedad se le denomina módulo de elasticidad (C) y matemáticamente se expresa como la relación entre las derivadas de la presión intravascular (dP) y de Tiem- po (dT): C = dP/dT El módulo de elasticidad es una variable dependiente del grado de elasticidad parietal, de la presión eficaz aplica- da y de la resistencia al flujo hemático. La capacidad que una estructura de elasticidad variable presenta para desarrollar un determinado grado de ten- sión a partir de una fuerza aplicada, se conoce como “módulo de elasticidad de Young” (E), y matemáticamen- te se expresa como: E = τ /ε (1) De donde “τ” es la magnitud de la fuerza aplicada y “ε” la tensiónresultante de su aplicación. En función de las características histológicas de la pared de las venas, la aplicación de una moderada fuerza intravascular se traduce por importantes incrementos en su volumen. Así, cuando el gradiente de presión intravascular pasa de 0 a 15 mmHg, su volumen se incrementa hasta un 300% respecto a su valor basal. No obstante, existe un limite de presión, situado alrede- dor de 90-95 mmHg, a partir del que este efecto se estabiliza, siendo el gradiente de presión transmural vector estático- mínimo necesario para evitar el colapso venoso de 5 mmHg. A esta capacidad de adaptación se le denomina CV y es una variable determinante en el comportamiento del flujo venoso en la extremidad inferior, y de absoluta referencia para explicar la fisiopatología (Figura 1). La complianza es el valor inverso al módulo de elastici- dad parietal de Young: C = 1/E (2) Figura 1. La complianza venosa es la relación entre la presión transmural soportada por la pared venosa y el incremento de volumen en función de la misma. Los sectores venosos en la extremidad inferior presentan un elevado módulo de complianza, que se estabiliza a partir de los 90-95 mmHg de presión interna Mesa 5 353Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 Este módulo, como se ha definido en la fórmula (1) es función de la magnitud de la fuerza aplicada: E = ∆P x R/∆R (3) El reflujo venoso: ¿causa o consecuencia? Las funciones fisiológicas fundamentales del sistema ve- noso consisten en asegurar un correcto flujo capilar -me- diante la regulación de la presión adecuada en su extremo venular- y actuar de reservorio. Para esta segunda, la CV es fundamental, pero el diferen- cial entre el gradiente de presión venosa y la presión hidrostática o gravitatoria -fundamentalmente en situa- ción de bipedestación- considerados de forma única, no resultan suficientes hemodinámicamente para ambas funciones. Para la progresión del flujo centrípeto -de la extremidad al corazón- es necesario que exista una fragmentación o descomposición de la columna hidrostática configurada por el eje venoso desde los plexos gemelares a la vena cava inferior. Esta fragmentación se produce por la interposición de segmentos venosos valvulados que, en circunstancias fi- siológicas, se comportan como compartimentos estan- cos de 10 a 15 centímetros. En este sentido, y desde un punto de vista funcional, el sistema venoso de la extremidad Inferior está configura- do por dos colectores venosos en paralelo -SVP y SVS-, intercomunicados por un tercero -venas perforantes-. El sistema valvular correctamente funcionante asegura, por un lado, un flujo centrípeto y por otro, de la superficie a la profundidad (Figuras 2a y 2b). La disfunción en este sistema de progresión hemodiná- mica genera reflujo venoso (RV), cuya existencia y evolu- ción se relacionan de forma directa con el inicio y evolu- ción de lo que desde el punto de vista clínico se designa IVC. El cambio de gradiente de presión en el interior de estos compartimentos valvulados, y por tanto la apertura y cierre de las válvulas, es función de dos variables: – la presión arteriolar residual en el extremo venular del capilar. – la contracción muscular. La primera es de una magnitud mínima comparativa- mente con la segunda, ya que ésta, cuando es efectiva, genera presiones de 200 mmHg en los compartimentos intramusculares gemelares, tibiales y peróneos. La cadencia de la marcha -dorsiflexión del pie, apoyo plantar y flexión plantar- es el principal mecanismo de diástole y sístole en la progresión del flujo venoso. Cuando un segmento venoso comprendido entre dos vál- vulas se vacía en función de esta dinámica descrita, el gradiente de tensión en su interior es inferior con respecto a los segmentos inmediatos proximal y distal. El incremento de presión arterial residual a nivel arteriolar, 15-25 mmHg, comporta su nuevo llenado y únicamente cuando la presión alcanza un gradiente superior al seg- mento proximal, la válvula se abre restituyendo los gra- dientes iniciales. Como se ha ya comentado, en la resultante final de la presión venosa intervienen, con opuesto signo, las varia- bles de presión arterial residual y de la presión venosa central por un lado y la presión hidrostática por otro. Figura 2a. Disposición de las válvulas en la vena femoral superficial y vena comunicante entre ésta y la vena safena interna (Izda) Figura 2b. Imagen microscópica sagital de una válvula venosa correspondiente al confluente safeno-femoral (300 x) (Dcha) AngioMaresme 2003 354 Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 En situación basal y en postura de bipedestación, la pre- sión venosa en un segmento de la extremidad inferior es el sumatorio de la presión media residual (15-25 mmHg) y de la presión hidrostática desde el “eje flebostático”, (100-110 mmHg) a nivel de los plexos venosos de la pantorrilla. Por tanto, y al pasar de la posición de decúbito a bipedestación, la presión venosa se incrementa en una cifra media de 115-125 mmHg en este sector. Al efectuar una contracción muscular eficaz, se reduce a valores de 20 mmHg o incluso inferiores. Dado que la presión media en las arteriolas terminales se sitúa alrededor de los 75 mmHg, esta reducción en la resistencia venosa durante el ejercicio muscular favorece el flujo arteriolar en el interior del músculo. Este hecho es de considerable importancia hemodinámica, ya que se estima que durante el ejercicio, un tercio de la energía muscular se optimiza mediante el mismo. En definitiva, el equilibrio entre gradiente tensional segmentario y apertura y cierre valvulares se configura como el mecanismo fundamental no tan solo en la diná- mica venosa, sino también en la presión parcial de oxíge- no en las mitocondrias de las células musculares, y en consecuencia, sus disfunción, se relaciona de forma di- recta con la generación de presiones compartimentales anormalmente elevadas y el RV. La cadencia de hechos hemodinámicos hasta el momen- to expuesta es absolutamente concluyente cuando es ob- servada mediante estudios hemodinámicos. No obstan- te, las diversas teorías existentes para hallar una explica- ción del fallo inicial que los desencadena no lo son tanto. La disfunción primaria o idiopática de una o más válvu- las en un momento determinado de la vida seguida de RV es una de las explicaciones más atractivas, pero no se han podido objetivar anomalías histológicas en las vál- vulas de los segmentos venosos afectados por RV. Nuestro grupo ha podido observar la infiltración por monocitos en algunos de estos segmentos, pero ello pue- de ser secundario a la enfermedad venosa establecida y no a su causa (Figuras 3a y 3b). La claudicación parietal venosa, aún a presiones norma- les, de tipo genético, seguida de su dilatación y por tanto de la apertura anormal de la válvula es otra de las expli- caciones aunque insuficientemente avalada por estudios clínicos y experimentales. En este contexto, existen datos indirectos o asociados a RV, estadísticamente probados. La asociación de RV, Edema y Varices con el Pie Plano es uno de ellos. Se explicaría por la alteración de la dinámi- ca en la cadencia de la marcha que se ha referido con anterioridad. La sobrecarga de los segmentos venosos por la apertura de shunts arterio-venosos bajo la influencia de los estrógenos es otra de ellas. La obesidad y la bipedestación, al incrementar la presión hidrostática, son otros factores estadísticamente proba- dos. No obstante, un adecuado funcionamiento de la bomba muscular compensa en determinados casos el incremento de la presión hidrostática. En definitiva, el RV es la causa directa de la hipertensión venosa (HTV), pero es actualmente controvertido estable- cer si este RV cabe situarlo en el inicio de la cadenciade hechos fisiopatológicos o es una de sus consecuencias. En todo caso, la complejidad de la hemodinámica venosa expuesta es un hecho suficiente en base al que argumen- tar la necesidad de un protocolo diagnóstico más allá del empirismo. Hipertensión venosa vs. insuficiencia venosa La HTV es un parámetro medible y por tanto objetivo, como lo es la HTA. No tan solo esto, sino que puede establecerse una rela- ción fiable entre el grado de la HTV y determinadas situa- ciones clínicas. Figuras 3a y 3b. Preparación histológica en la que se aprecia infiltrado por monocitos de una válvula venosa (400 x) Mesa 5 355Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 En función de todo lo expuesto hasta el momento, el RV es un hecho fisiopatológico irreversible a partir del cual la evolución esperada es un incremento paulatino de la HTV en la extremidad inferior. No todos en todos los segmentos venosos de la extremi- dad el RV se comporta con igual pronóstico, y la afecta- ción de la vena poplítea se relaciona con un peor pronós- tico evolutivo. Por tanto, objetivar la existencia de RV, el sector respon- sable del mismo y cuantificar la HTV que genera es la forma razonable de establecer un diagnóstico. Diagnósticos basados en otros criterios adolecen de una base racional. En función de ello, los estudios funcionales hemodiná- micos -Eco-Doppler, Pletismografía- han significado un avance determinante en el diagnóstico clínico (Figuras 4a y 4b). Datos Clínicos La exposición que precede sobre la Hemodinámica Venosa, aunque ciertamente extensa, es ineludible ya que los diversos signos, síntomas y síndromes clínicos que se engloban bajo el concepto de IVC son consecuencia de la HTV y su evolución dependerá de la severidad y progre- sión de la misma, con independencia de que se genere de forma primaria o secundaria (secuela postflebítica). Esta concepción, obvia hasta cierto punto, tiene una im- portante trascendencia si se aplica en todas sus conse- cuencias en la practica clínica. De hecho, los grupos que más consecuentemente la han desarrollado, son también aquellos que han variado sus estrategias terapéuticas en los últimos años. Interpretar la distribución de varices en función de los sectores responsables del RV y de la HTV y por tanto esta- blecer una estrategia destinada a su cierre frente a una fleboextracción indiscriminada, es un ejemplo de ello. No obstante, un hecho determinante en mi criterio y que sigue manteniendo vigente el termino de IVC es la plura- lidad de la sintomatología y la dificultad de objetivar o establecer un paralelismo entre el “hecho clínico” y el “hecho hemodinámico”. El ejemplo más demostrativo de esta afirmación es la neuralgia ortostática, en la que hay que aceptar que aún los grupos que realizan este diagnóstico con posteriori- dad a un exhaustivo diagnóstico diferencial -artropatía, neuropatía, etc.-, tienen dificultades para objetivar una variable hemodinámica suficientemente alterada que se pueda relacionar con la clínica y avalar el diagnóstico. Con esta excepcionalidad, la HTV evolucionada es res- ponsable de una fisiopatología en la actualidad suficien- temente conocida y contrastada. Se ha establecido que una situación de HTV mantenida a nivel de la vénula, comporta una alteración en el flujo sanguíneo capilar, que se enlentece. Ello genera la libera- ción de substancias mediadoras de los mecanismos de la inflamación, por parte de los macrofagos, del tipo ICAM (L-Selectina), que a su vez propician la adhesión endotelio-leucocitaria. En esta primera fase, esta adhe- sión es reversible si lo es también la HTV (Figura 5). No obstante, y de persistir, es irreversible y su consecuen- cia inmediata es la lisis del endotelio capilar, la migra- ción de macrófagos, la liberación de interleucinas, factor de necrosis tumoral, pero fundamentalmente, radicales libres en el espacio intersticial. Estos últimos se singularizan por su inestabilidad bioeléctrica, al no tener su carga de electrones compen- sada, e interaccionan con la membrana celular, produ- ciendo la lisis celular. Esta y la propia obstrucción de las estructuras capilares son las causantes del infarto cutáneo (Figuras 6a y 6b). Esta situación no tan solo es irreversible, sino que el infarto inicial es inestable y tiende a progresar en función a causas locales, como la infección y las linfangitis intercurrentes. La úlcera es la etapa terminal del proceso, y su cronicidad y recidiva absolutamente acorde con la fisiopatología descrita. Entre esta fase terminal -claramente objetivable- y la de neuralgia ortostática -difícilmente objetivable- se sitúan una serie de manifestaciones clínicas significadas fre- cuentemente por la presencia de dilataciones venosas en el SVS y en cuyo pronóstico evolutivo y en la valoración de la sintomatología que refiere la persona que las pre- senta hay que ser cauto. Figura 4a. Reflujo venoso patológico en la vena femoral común. Método: Eco-Doppler modo B y análisis espectral de flujo venoso Figura 4b. Correspondencia entre la curva pletismográfica y el registro de presión venosa obtenido mediante la cateterización de una vena dorsal del pie AngioMaresme 2003 356 Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 La presencia de varices no debe, a priori, relacionarse a medio-largo plazo y de forma inequívoca con la distrofia cutánea y la úlcera. No constituye un hecho en absoluto excepcional -sobre- todo en el sexo masculino- la presencia de varices volu- minosas de larga evolución con una expresión de sinto- matología mínima y una piel absolutamente normal. Por tanto, las varices, en si mismas, no son representati- vas de enfermedad, sino de una alteración hemodinámica que genera HTV y no necesariamente de forma global en la totalidad de la extremidad, sino a menudo de forma sectorial. En definitiva, la pluralidad de signos y síntomas -varices incluidas- no son en sí la enfermedad sino la consecuen- cia de la misma. Y esta la disfunción, de magnitud varia- ble y evolutivamente muy variable, de la hemodinámica venosa. La objetivación de esta disfunción mediante los actual- mente bien contrastados protocolos de Exploración Hemodinámica no tan solo constituye un paso ineludi- ble, sino el primero para avanzar hacia diagnósticos más objetivos que el de IVC, a la vez que estrategias terapéu- ticas más razonadas, al basarse sobre datos objetivos. Bibliografía Allegra C. Microcirculatory Techniques ans Assesment of Chronic Venous Insufficiency. AngioMaresme 2001. An Cir Cardiaca y Vascular 2001;7(1):27-34. Bollinger A, Leu AJ, Hoffman U, et al. Microvascular changes in venous disease: an update. Angiology 1997;48:27-32. Coleridge Smith PD, Thomas P, Scurr JH, et al. Causes of venous ulceration: a new hypotheses. Br Med J 1988;296:1726-7. Garcia-Rospide V. Etiopatogenia, Fisiopatología y Clasificación clínica de la Insuficiencia Venosa Crónica. En: Marinel·lo Roura J, Gesto Castromil R, edit. Patología Venosa. Madrid: Luzan edit., 2003; (3):31-42. Ibañez V, Garcia Honduvilla N, Marinel·lo J. Anatomia, Fisiología y Hemodinámica del Sistema Venoso de la Extremidad Inferior. En: Marinel·lo Roura J, Gesto Castromil R, edit. Patología Venosa. Madrid: Luzan edit, 2003;(2):17-29. Juan J, Fontcuberta J, Senin ME, et al. Guia Básica para el Diagnóstico No Invasivo de la Insuficiencia Venosa. Angiología 2002;54(1):44-56. Marinel·lo J, Alos J, Carreño P. Diagnóstico de la Trombosis Venosa en fase aguda por Exploración Funcional Hemodinámica. En: Guell J, Rosendo A, edit. Método basado en la ultrasonografía y en la Pletismografía. Barcelona: Edika Med edic, 1995;(6):45-52. Marinel·lo J, Juan J. Conceptos básicos de la Hemodinámica Venosa. En: Marinel·lo Roura J, Juan Samsó J, edit. Diagnóstico Hemodi- námico en Angiología y Cirugía Vascular.Barcelona: Edit Glosa, 2003;1(II):29-37. Sumner DS. Essential Haemodynamic Principles. En: Rutheford R.B edit. Vascular Surgery. Philadelphia: WB Saunders Company Edit., 1995;(3):18-41. Figura 5. Fisiopatología del infarto cutáneo por hipertensión venosa (Izda.) Figura 6a. Úlcera y alteración cutánea (dermatitis ocre) en el dorso del pie en una persona con hipertensión venosa evolucionada (Dcha. sup.) Figura 6b. Imagen capilaroscópica de la base de la úlcera en la que puede observarse la ausencia de formaciones capilares (Dcha. inf.) Mesa 5 357Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 Problemática asistencial y estudios epidemiológicos JM. Callejas, J. Manasanch Grupo de estudio ETIC. La insuficiencia venosa crónica de extremidades inferio- res constituye una de las patologías mas frecuentes en las sociedades occidentales. Los diferentes grados de afec- tación determinan un elevado coste económico y social incidiendo gravemente en la calidad de vida de los pa- cientes. El objetivo del trabajo es exponer los resultados de un extenso estudio epidemiológico sobre Insuficiencia Venosa Crónica de extremidades inferiores realizado en el ámbi- to de la Asistencia Primaria en España por parte de 609 médicos en el que se incluyeron 6.695 pacientes. Se trata de un estudio quasiexperimental, transversal, de carácter multicéntrico realizado entre abril y julio de 1998 con amplia distribución geográfica. Se han analizado las características antropométricas y geográficas, antecedentes familiares y personales, semiología clínica de insuficiencia venosa, factores predisponentes y terapéuticas practicadas. Hemos apreciado una alta incidencia de manifestacio- nes clínicas, expresándose la “pesadez de piernas” como el principal síntoma (85,5%) y el edema maleolar como el mas frecuente signo (44,1%), Las complicaciones mas frecuentes han sido las alteraciones cutáneas (19,6%) y las úlceras flebostáticas (6%). El ortostatismo (31%), el sobrepeso (23%) y el embarazo (21%) han sido los fac- tores relacionados por los pacientes con su enfermedad. Se demuestra una mayor frecuencia de manifestaciones clínicas y complicaciones en sujetos con poca actividad física, con mayor índice de masa corporal, de edad mas avanzada, con antecedentes familiares de insuficiencia venosa y en mujeres con mayor número de embarazos. Formas clínicas de la IVC V. García Rospide Hospital universitario Virgen de las Nieves. Granada Introducción Este término de insuficiencia venosa crónica (IVC) engloba las alteraciones consecutivas a la dilatación de las venas de las extremidades inferiores, la incompetencia de sus válvulas y la hipertensión venosa resultante de las mis- mas. La IVC se define como la conjunción de la dilatación y la elongación de las venas de las extremidades inferiores en función de las diversas etiologías que inciden sobre ellas. Si se define por la clínica los síntomas son heterogéneos y difusos, oscilando desde la pesadez y cansancio en extremidades inferiores en ortostatismo hasta el dolor maleolar de la ulceración. En cuanto a los signos podemos encontrarnos con telangiectasias, varices, edema, pigmentación, lipoderma- toesclerosis y úlceras. La insuficiencia venosa crónica se trata en definitiva en una dificultad para el retorno venoso y las dos entidades, descartando las malformaciones venosas congénitas, responsables de la misma son las varices y el síndrome postrombótico. Varices Venas elongadas, tortuosas y dilatadas. Pueden ser troncu- lares o colaterales. Las venas reticulares (venas subcu- táneas que empiezan en las tributarias) y telangiectasias (venas intradérmicas) no se deben de considerar varices ya que a pesar de su muy alta prevalencia en la población, su naturaleza es benigna y de repercusión cosmética. Síndrome postrombótico Cuadro clínico secundario a una TVP. Presenta una grave alteración hemodinámica debida a la obstrucción o in- suficiencia valvular del sistema venoso profundo que siem- pre acontece en el sector que ha sufrido una TVP. Tiene carácter indefinido y puede desembocar en edema, lipodermatoesclerosis, pigmentación y, finalmente, ulceración. Casi el 30% de los traumatismos de las ex- tremidades inferiores son responsables de TVP y secue- las postrombóticas1. Clínica de la insuficiencia venosa crónica Anamnesis El interrogatorio del paciente con IVC reviste una impor- tancia fundamental. Debemos interesarnos por el “debut” de los hallazgos, el tipo e intensidad de las molestias y, sobre todo, un cierto número de elementos que conviene analizar más de cerca. En la valoración de la anamnesis debemos tener presente lo siguiente: Factores etiológicos – Herencia varicosa: Los antecedentes familiares, lla- mando la atención la precocidad y similitud topográfica entre individuos de una misma familia. – Profesión del enfermo: trabajar de pie, sedentaris- mo, exposición al calor, etc. – Fecha y circunstancia de aparición: infancia (angiodisplasia); antecedente de traumatismo y TVP (varices postrombóticas), embarazo2. – Causas de agravación: con relación a la menopau- sia, toma de anticonceptivos orales... Dolor – Dolores varicosos típicos: calambres por las maña- nas, sensación de cansancio, pesadez o torpeza en las piernas en el trayecto de las safenas y/o en el de AngioMaresme 2003 358 Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 las colaterales insuficientes. Presentan máxima in- tensidad por la tarde o tras un largo periodo en posición ortostática. – Dolores definidos por el paciente como “latigazos”: Debido a insuficiencia valvular de venas perforantes, esfuerzo excesivo o traumatismo localizado. El que una persona con venas varicosas tenga dolor en la pierna no significa necesariamente que las venas sean la causa del dolor. La enfermedad que más a menudo pro- duce el dolor en la pierna, que suele achacarse a las venas varicosas, es la compresión de la raíz nerviosa debida a un disco intervertebral prolapsado o a una osteoartrosis de la columna lumbar. Los dolores de las rodillas se deben con frecuencia a una osteoartrosis de la articulación de la rodilla. También las venas varicosas pueden ir asociadas a pies planos que pueden ser la causa del dolor. Una regla importante es que la sintomatología debida a la insuficiencia venosa crónica es de carácter continuo, que se alivia con el reposo con pies elevados y se agrava con el ortostatismo. Síntomas y signos Síntomas – Sensación de calor, pesadez y cansancio de piernas, que aumentan con el ortostatismo y el calor y se alivian con el decúbito, el frío y el ejercicio físico (natación, ciclismo, caminar, etc.). – Hiperestesias y calambres musculares en pantorri- llas, que se presentan al atardecer, por la fatiga. – Prurito intenso en la región supramaleolar, que in- duce al rascado. – Intolerancia al calor. – Síndrome de las “piernas inquietas”. Signos – Varices, dependientes de los ejes safenos interno o externo o venas perforantes. De diferentes tamaños, formas y recorridos por el muslo y pierna. – Edema (Figura 1). En principio en región maleolar o en tercio inferior de la pierna, de aspecto marmóreo y acentuado por la permanencia en pie y la exposi- ción al calor. Mejoran con el reposo con pies eleva- dos aunque tienden a empeorar si no se tratan ade- cuadamente, sobre todo en el caso del síndrome postrombótico. Hay que diferenciarlos de edemas debidos a otras causas. – Pigmentaciones y cambios de color de la piel como acontece en la dermatitis ocre y en la atrofia blanca3. – Úlceras (Figura 2). De localización supramaleolar en especial el maléolo interno, con halo eccematoso. – Aumento de temperatura en la piel, que se aprecia palpando con el dorso de la mano Examen clínico A la inspección lo que podemos encontrar es lo siguiente:– Se deben inspeccionar las varices inicialmente siem- pre de pie, observando el tamaño de la extremidad y apreciando la forma, color y distribución de las di- lataciones varicosas. – Tensión, edema y congestión a nivel maleolar y de la pierna, dependiendo del diferente grado de evolu- ción y gravedad. – Hiperpigmentación maleolar interna. – Piel seca y rugosa cubierta de escamas. – Esclerosis, que invade el tejido celular subcutáneo. Es estos casos los más pequeños traumatismos dan lugar a un úlcera flebostática y, si el trauma es sobre una variz, a un varicorragia. Conviene individualizar en la inspección los siguientes aspectos: – Determinación del tipo de varices. – Determinación del trayecto de las mismas. – Determinación del grado de insuficiencia de la circu- lación de retorno. – Complicaciones de las varices y de su estasis venulo- capilar. – Apreciación de los diferentes constituyentes anató- micos del miembro inferior. Todo lo anterior se conseguirá con las diferentes explora- ciones instrumentales, invasivas y no invasivas que se- rán objeto de estudio en capítulos posteriores. Historia natural de la insuficiencia venosa crónica La historia natural de la insuficiencia venosa crónica si no se trata y no se eliminan los factores agravantes como Figura 1. Edema de pierna Mesa 5 359Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 obesidad, sedentarismo, ambiente de calor, etc.. es hacia el empeoramiento de los síntomas y signos pasando pau- latinamente desde los estadios evolutivos inferiores a los superiores. En este sentido vamos a definir las principales lesiones y complicaciones que acontecen en los estadios evolutivos más avanzados : Lesiones – Pigmentación: Es muy frecuente en la mitad inferior de la pierna, el tobillo y el dorso del pie. Ha recibido el nombre de dermatitis ocre y dermatosis pigmen- taria y purpúrica. Tiene una coloración marrón y una apariencia moteada irregular. Es debida a la hemosiderina resultante de la extravasación capilar reiterada, a la que puede sumarse hiperpigmentación melánica y áreas hipocrómicas debidas a cicatrices o hipopigmentación postinflamatoria. – Lesiones eccematosas (Figura 3): La dermatitis por contacto de tipo irritativo o por sensibilización alérgica es muy común en pacientes con úlceras venosas. Las posibilidades de sensibilización a los medicamentos tópicos y a los apósitos se incrementan por la prolongada exposición y probablemente por- que la alteración de la integridad cutánea aumenta el riesgo. El eccema de contacto puede pasar inad- vertido por confundirse con un eccema varicoso se- cundario a la IVC, eccema varicoso o liquenificación por rascado crónico e iterativo. Los medicamentos con muy elevada capacidad sensibilizante, como la neomicina y los antihistamí- nicos tópicos, deben evitarse en estas lesiones. En caso de sospecha de una reacción por contacto debe suspenderse el empleo del producto implicado y rea- lizar una investigación mediante pruebas epicutá- neas. – Lipodermatoesclerosis (Figura 4): Es un cambio fibroesclerótico de la piel de la pierna, que aparece adelgazada en su extremo inferior, con coloración blanquecina y aspecto cicatricial (atrofia blanca)3-5. – Úlceras (Figura 4): Es una solución de continuidad, defecto o excavación local de la superficie cutánea del miembro inferior debida a necrosis local del teji- do inflamatorio. Se caracterizan por presentar una localización perimaleolar, en especial la interna, bordes pigmentados, fondo ocupado por tejido de granulación, gran facilidad de infección y de eccema de contacto, no dolorosa si no se complica. El tama- ño y la forma de las úlceras venosas es muy variable de unos pacientes a otros y en el mismo enfermo a lo largo de la evolución. Muchas veces las úlceras son múltiples y coexisten lesiones en diferentes estadios evolutivos. Los fenómenos reparativos, como las ci- catrices, la formación de tejido de granulación y la hiperplasia pseudoepiteliomatosa pueden dominar el cuadro clínico Las úlceras provocan lesiones óseas subyacentes. Se trata de osteoperiostitis epifisaria o diafisaria, localizadas preferentemente en el tercio distal del peroné que persisten generalmente tras la cicatriza- ción y se evidencian por radiología simple. La evolución de las úlceras venosas tiende a ser crónica habiéndose referido tiempos medios de evo- lución de 9 meses, pero un 20% de los casos tiene una evolución superior a 2 años y un 5-10% más de 5 años. La frecuencia de recurrencias es muy eleva- da, estimándose que un 60-75% de los pacientes desarrollan nuevos episodios de ulceración. Complicaciones: – Infecciones: La superficie de la úlcera es asiento habitual de abundante flora microbiana, pero sólo algunos gérmenes producen sobreinfecciones con relevancia clínica. Los gérmenes responsables de infección más frecuentes son el estreptococo betahemolítico y el estafilococo dorado. La mayoría de las veces dan lugar cuadros de impetiginización o eccema microbiano. En cambio, la erisipela, la celu- litis y otras infecciones graves son menos habituales de lo que cabría esperar en función de la solución de continuidad existente en la piel, probablemente por- que los depósitos de fibrina y el tejido de granula- ción actúan como una barrera eficaz frente a la in- vasión microbiana. Las infecciones por enterobac- terias, sobre todo por Pseudomonas, suelen verse Figura 2. Úlcera, de localización menos habitual, en cara anterior de pierna AngioMaresme 2003 360 Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 sólo en pacientes hospitalizados. La infección por anaerobios se observa casi siempre en úlceras muy descuidadas. – Hemorragia (varicorragia): Las hemorragias graves son una complicación muy rara ya que en general las hemorragias dependen de una vena superficial o marginal de una úlcera venosa y ceden con facilidad elevando la extremidad y efectuando una compre- sión suave. – Varicoflebitis: Los síntomas y signos clínicos son la aparición de un dolor punzante en una zona de eri- tema cutáneo, hinchazón local subcutánea sin afec- tar a los músculos subyacentes. A la palpación, es- pecialmente dolorosa, se observa un cordón duro muy significativo en todo el trayecto afectado, que es la expresión del paquete varicoso trombosado. – Lesiones óseas: En los pacientes ancianos que man- tienen una inmovilidad prolongada a causa de una úlcera puede producirse anquilosis del tobillo, con deformidad equina y pérdida irreversible de la movi- lidad articular favoreciendo además la osteoporosis. La alteración de la marcha condicionada por la úl- cera puede ocasionar o agravar la artrosis en las articulaciones del tobillo, la rodilla o la cadera, e incluso en algunos casos puede también alterarse la estática de la columna vertebral. La periostitis es un hallazgo común en las úlceras profundas y es posible que las úlceras infectadas causen una osteomielitis, si bien las úlceras cróni- cas también pueden ser resultado de esta infec- ción. – Carcinoma epidermoide: Puede originarse sobre le- siones inflamatorias crónicas, entre las que se in- cluyen las úlceras crónicas de las extremidades infe- riores. Aunque su incidencia es muy baja (0,5-1 por mil) tienen una elevada capacidad metastatizante. El diagnóstico puede resultar difícil, por simular su aspecto al tejido de granulación o a la hiperplasia pseudoepiteliomatosa del borde de la úlcera. La mí- nima sospecha diagnóstica o la presencia de una úlcera que no evoluciona de forma adecuada con un tratamiento correcto debe indicar la realización de una biopsia con el fin de descartar la presencia del tumor. En la historia natural de la IVC es fundamental tener en cuenta que la inmovilidad es una de las causas de úlce- ras de las extremidades inferiores y que a su vez es favo- recida por la existenciade las mismas, creando un círcu- lo vicioso al que se sumará el progresivo deterioro de la bomba muscular de la pantorrilla, lesiones articulares, osteoporosis, etc., lo que puede llevar a un estado de incapacidad permanente. Figura 3. Eccema de localización supramaleolar (izda) Figura 4. Lipodermatoesclerosis y úlcera de localización supramaleolar interna (dcha) Mesa 5 361Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 Clasificación morfológica de la insuficiencia venosa crónica Primarias Insuficiencia venosa superficial. Varices – Varices tronculares (Figura 5): Dilataciones de los troncos venosos superficiales principales (safena interna y externa) y de sus ramas principales como la safena accesoria y la vena del arco posterior de la pierna. – Venas perforantes: Son venas incompetentes que comunican el sistema superficial y el profundo. Las principales son las perforantes de Boyd, Dodd, Linton y Cockett – Varices reticulares (Figura 6)6: Son dilataciones venosas hipodérmicas de un diámetro que oscila entre 2-4 mm. No tiene repercusión hemodinámica y casi siempre son asintomáticas. Pueden desa- rrollarse tanto en muslo como en la pierna aun- que la localización fundamental suele ser el hue- co poplíteo. – Telangiectasias (Figura 7): Son dilataciones venosas intradérmicas del plexo venoso infrapapilar debidas a una hipertensión venosa localizada. Se suele aso- ciar con fragilidad capilar constitucional. Su diáme- tro oscila entre 0,1-1 mm. Son asintomáticas y oca- sionadas por el reflujo de una vénula o de una pe- queña variz reticular que puede no ser visible por encontrarse en posición perpendicular. Insuficiencia venosa profunda. Secundaria a TVP – Insuficiencia de los troncos venosos principales: Sector ilio-cavo y femoro-poplíteo, por insuficiencia valvular de los citados sectores. – Gemelar: Dilataciones venosas localizadas en los plexos gemelares, no evidenciables clínicamente. Insuficiencia venosa mixta Es la debida a insuficiencia del sistema venosa profundo y superficial. Frecuentemente la insuficiencia superficial es debida a la primera y a la incompetencia valvular de las venas perforantes. Secundarias Insuficiencia venosa no postrombóticas – Agenesias e hipoplasias valvulares7: La agenesia total es rara, siendo más frecuentes las variaciones en cuanto al número y funcionalidad de las válvu- las, siendo segmentaria o alcanzando la totalidad de las del tronco venoso afecto, bien sea del sistema venoso profundo o superficial. – Angiodisplasias, las más frecuentes e importantes son: - Síndrome de Klippel-Trenaunay8: Lo constituye la triada de angioma plano, varices e hipertrofia de la extremidad. - Síndrome de Parkes-Weber: A la tríada anterior se añaden fístulas arteriovenosas. – Fístulas arterio-venosas: - Congénitas: Suelen ser múltiples y silentes. - Adquiridas: Postraumáticas, yatrogénicas, por rotura de un aneurisma arterial contiguo. – Compresiones extrínsecas: Por procesos compre- sivos proximales (tumores, adenopatías, aneuris- mas, pseudoaneurismas); hernias inguino-crurales; hematomas; quiste de Baker; artritis de rodilla; sín- drome de Cockett (debido una brida en la vena iliaca primitiva)9; estenosis venosas debidas a cirugía, traumatismos o radioterapia; fibrosis retroperitoneal; ligadura venosa yatrógena. Insuficiencia venosa postrombótica Es secundaria a una TVP del sector ilio-cavo y/o femoro- poplíteo. Después de una TVP se produce un cuadro in- Figura 5. Varices tronculares dependientes de la vena safena interna Figura 6. Varices reticulares AngioMaresme 2003 362 Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 definido de insuficiencia valvular u obstrucción venosa de los sectores afectados por la TVP que es responsable de una importante hipertensión venosa y por consiguien- te de unos síntomas y signos muy intensos en estadios clínicos avanzados descritos anteriormente (Figura 8). Suelen aparecer varices postrombóticas de gran diáme- tro, que siguen una distribución anárquica por el territo- rio de las safenas o por la región inguinal o suprapúbica (Figura 9). Clasificación clínica de la insuficiencia venosa clinica Clasificación de Porter – Estadio I: Asintomático. – Estadio II: Varices visibles, con leve edema maleolar y moderada sintomatología. – Estadio III: Trastornos tróficos como dermatitis ocre, atrofia blanca, dermatofibroesclerosis y lipoderma- toesclerosis. – Estadio IV: Edema franco supramaleolar o de toda la pierna, trastornos tróficos como los citados anterior- mente, preulceración o úlcera cicatrizada o activa. Clasificación CEAP: clinica, etiología, anatomía, patofisiopatología La Comunicación del Joint Council de la SVS/ISCVS en 1988 fue el primer paso para tratar la causa y patogénesis de una forma más organizada. En el Consensus Report del Foro Venoso Americano de 1994 se presentó por primera vez la clasificación CEAP y publicada un año más tarde por Porter y Moneta10. Esta clasificación CEAP es muy útil para unificar criterios y homogeneizar valora- ciones y trabajos científicos, pero puede ser de difícil aplicación en la práctica diaria. Clínica (C): Asintomático (A) y Sintomático (S)11,12. – Clase 0: Sin signos visibles ni palpables de enferme- dad venosa. – Clase 1: Telangiectasias o venas reticulares. – Clase 2: Varices. – Clase 3: Edema. – Clase 4: Cambios cutáneos propios de la IVC (pig- mentación, lipodermatoesclerosis, eccema. – Clase 5: Cambios cutáneos con úlcera cicatrizada. – Clase 6: Cambios cutáneos con úlcera activa13. Etiología (E): – Ec: Congénita. – Ep: Primaria. – Es: Secundaria de etiología conocida, como la se- cuela postrombótica o la postraumática. Anatomía (A): Muestra la localización de la insuficiencia y sus correspondientes subdivisiones. – As: Venas del sistema superficial - 1: Telangiectasias, venas reticulares, safena in- terna - 2: En muslo - 3: En pantorrilla - 4: Safena externa - 5: No safenas – Ad: (Deep veins) Venas del sistema profundo - 6: Cava inferior - 7: Iliaca común - 8: Iliaca interna - 9: Iliaca externa - 10: Gonadal, ligamento ancho - 11: Femoral común - 12: Femoral profunda Figura 7. Telangiectasias en muslo Figura 8. Síndrome postrombótico muy evolucionado Mesa 5 363Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 - 13: Femoral superficial - 14: Poplítea - 15: Tibial anterior, posterior y peronea - 16: Venas del gastrocnemio, del sóleo, otras – Ap: Venas perforantes - 17: De muslo - 18: De pantorrilla Patofisiología (P): – Pr: Reflujo – Po: Obstrucción – Pr,o: Reflujo y obstrucción Por ejemplo, un paciente con venas varicosas sintomáticas que dependientes del territorio de la safena interna con clínica de dolor, edema y lipodermatoesclerosis, asocia- do con venas perforantes en pantorrilla con un SVP nor- mal se describirá como C2,3,4,s - Ep - As2,3,p18 - Pr. Por otra parte el consenso describe métodos de score en cuanto a la clínica y el grado de incapacidad del paciente. Score clínico de CEAP: – Dolor: 0, ninguno; 1, moderado, no necesita analge- sia; 2, severo, necesita analgesia. – Edema: 0, no; 1, moderado; 2, severo. – Claudicación venosa: 0, no; 1, moderada; 2, seve- ra. – Pigmentación: 0, no; 1, localizada; 2, extensa. – Lipodermatoesclerosis: 0, no; 1, localizada; 2, ex- tensa. – Tamaño de úlcera: 0, no; 1, <2cm diámetro; 2, >2cm diámetro. – Duración de úlcera: 0, no; 1, <3 meses; 2, >3 meses. – Recurrencia de úlcera: 0, no; 1, una vez; 2, más de una vez. – Número de úlceras: 0, ninguna; 1, una; 2, múltiples. Score del grado de incapacidad de CEAP: – 0: Asintomático – 1: Sintomático, puede desarrollar su actividad sin soporte elástico. – 2: Puede trabajar 8 horas diarias sin soporte elásti- co. – 3: No puede trabajarsin soporte elástico. Los scores descritos hacen posible registrar la condición del paciente en un momento dado y compararla después de un tratamiento, lo que permitirá medir la eficacia del mismo. Es por lo que la clasificación CEAP puede ser utilizada de forma indefinida con un paciente como una herramienta que permite medir de forma objetiva los cam- bios evolutivos. Bibliografía 1. Aitken RJ, Matley PJ, Immelman EJ. Lower limb vein trauma: a long term clinical and physiological assessment. Br J Vasc Surg 1989;76:585-8. 2. Periset A, Ley J, Carderón J, et al. Clínica angiológica. In: Leal J, ed. Insuficiencia Venosa Crónica de la Pelvis y de los Miembros Inferiores. Madrid: Mosby/Doyma Libros SA, 1997;43-52. 3. Bollinger A, Leu AJ, Hoffmann U, et al. Microvascular changes in venous disease: un update. Angiology 1997;48:27-32. 4. Falanga V, Bucalo B. Use of a durometer to assess skin hardness. J Am Acad Dermatol 1993;29:47-51. 5. Gniadecka M. Dermal oedema in lipodermatoesclerosis: distribution effects of posture and compressive therapy evaluated by high frequency ultrasonography. Acta Dermatol Venereol 1995;75:120-4. 6. Green D. Reticular veins, incompetent reticular veins and their relationship to telangiectases. Dermatol Surg 1998;24(10):1129- 40. 7. Plate G, Brudin L, Eklof B, et al. Congenital vein valve aplasia. World J Surg 1986;10:929-34. 8. Gloviczki P, Stanton AW, Sticker GB, et al. Klippel-Trenaunay syndrome: the risks and benefits of vascular interventions. Surgery 1991;110:469-79. 9. Cockett FB, Thomas ML. The iliac compression syndrome. Br J Surg 1965;52:816-21. 10. Porter JM, Moneta GL. International Consensus Committee on Chronic Venous Disease: reporting standards in venous disease: un update. J Vasc Surg 1995;2:635-45. 11. Moneta GL. Regarding “the C” of CEAP: suggested definitions and refinements: an International Union of Phlebology conference of experts. J Vasc Surg 2003; 37(1):224-5. 12. Allegra C, Antiguani PL, Bergen SS, et al. Regarding “the C” of CEAP: suggested definitions and refinements: an International Union of Phlebology conference of experts. J Vasc Surg 2003;37(1):129-31. 13. Paquete D, Falanga V. Leg ulcers. Clin Geriatr Med 2002;18(1):77- 88. Figura 9. Varices suprapúbicas AngioMaresme 2003 364 Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 Diagnóstico de la ICV en el 2003 J. Juan Hospital Universitario Vall d’Hebron. Barcelona. Pletismografía Las técnicas pletimográficas se dirigen a la detección y medición de los cambios de volumen. Aplicada al estu- dio de la insuficiencia venosa, trata de medir los cambios de volumen que se producen en la extremidad tras ejerci- tar la bomba muscular o al bloquear el drenaje sanguí- neo. Según el método físico empleado hablaremos de pneumopletismografía, pletismografía de impedancia, de anillo de mercurio, de agua o de fotopletismografiá. La pletismografía de impedancia y la de anillo de mercu- rio han demostrado ser procedimientos válidos en el diag- nóstico de la insuficiencia venosa aguda secundaria a una trombosis venosa, siempre que esta cause un com- promiso hemodinámico. En este caso se realiza la explo- ración con el paciente en decúbito, con la extremidad ligeramente elevada. Se practica una oclusión venosa a nivel del muslo y se mide el volumen de llenado venoso (capacitancia venosa) y su relación con el tiempo de vaciamiento venoso producido tras la desinsuflación del manguito neumático. La disminución de la capacitancia venosa y el débito venoso máximo (maximum venous outflow) son parámetros útiles para el diagnóstico de trombosis venosas proximales de los MMII, pudiéndose alcanzar fiabilidades del 90% si se combina con el doppler continuo. Entre los distintos tipos de pletismografía, la pneumople- tismografía según la técnica descrita por Nicolaides es la que ha demostrado una mayor utilidad para la cuantifi- cación de la insuficiencia venosa crónica y la eficiencia de la bomba muscular. Esta técnica se realiza en bipe- destación y permite determinar un sinfín de parámetros que analizan, básicamente, el tiempo que tarda la extre- midad en alcanzar su volumen máximo al recuperar la bipedestación tras el decúbito o tras haber “vaciado” las venas ejercitando la bomba muscular. Hablamos así, de fracción de eyección, tiempo de llenado venoso, volumen residual, volumen o capacidad venosa máxima. El índice de llenado venoso (VFI) se considera una cuantificación del reflujo y se define como el cociente entre el volumen de sangre que llena la extremidad al incorporarse del decúbito (Volumen venoso) y el tiempo requerido para alcanzar el 90% de este llenado (tiempo de llenado veno- so). Valores de VFI superiores a 7 ml/s mostraron una sensi- bilidad del 73% y un 100% de valor predictivo positivo en la identificación del reflujo venoso identificado con flebografía descendente, sin embargo, en casos de oclu- sión venosa proximal, el VFI infravalora el grado de reflu- jo. Clínicamente, valores con VFI superiores a 3 ml/s permitieron discriminar con un VPP del 96% entre pier- nas con insuficiencia venosa y piernas normales. La fotopletismografía, aunque ha sido una de las moda- lidades más usadas, demostró hace tiempo que no pasa- ba de ser un test cualitativo, dada la imposibilidad de un adecuado calibrado y la falta de correlación con la pre- sión venosa ambulatoria. De todas maneras, la falta de información anatómica, la imposibilidad de discriminar correctamente la insuficien- cia valvular profunda de la superficial, a pesar de una correcta utilización de torniquetes, y la sencillez y facili- dad del examen con eco-doppler han motivado que las técnicas pletismográficas hayan quedado en desuso y se empleen únicamente en caso de no disponer de eco- doppler o cuando se desea cuantificar numéricamente la IVC en el contexto de un ensayo clínico. Doppler continuo El papel del doppler continuo en el diagnóstico de la trombosis venosa ha quedado relegado a un segundo plano tras la aparición del eco-doppler. Sin embargo en manos experimentadas consigue una fiabilidad próxima al 90% en el diagnóstico de trombosis venosas proximales. Entre sus limitaciones destacan la imposibilidad de ex- plorar las venas profundas de las piernas (femoral pro- funda, venas gastrognemias, etc.) y de detectar anoma- lías anatómicas como el desdoblamiento de la vena poplítea o de la femoral superficial que pueden llevar a un diagnóstico erróneo de permeabilidad. La utilidad del doppler continuo en la IVC se limita a la valoración “grosera” de la existencia de reflujo, ya que solo nos permitirá descartar su existencia, es decir que si detectamos reflujo en una encrucijada venosa no podre- mos saber que válvulas son las disfuncionantes y necesi- taremos el eco-doppler para localizar la insuficiencia, pero cuando no registremos flujo retrogrado si que po- dremos afirmar que todas las válvulas del sector funcio- nan adecuadamente. Exploración no invasiva de la insuficiencia venosa aguda (trombosis venosa) Introducción El diagnóstico y tratamiento precoz de la trombosis venosa profunda es importante debido a su frecuente asociación con el tromboembolismo pulmonar (TEP), el cual pre- senta una elevada tasa de mortalidad. Por ello es mejor estudiar ambos procesos como manifestaciones de una misma entidad, denominada tromboembolismo venoso (TEV). La alta tasa de morbilidad se debe al carácter recurrente de la enfermedad y a la aparición del síndro- me postrombótico de la extremidad, el cual provoca in- capacidad laboral e importantes costes sociosanitarios. Metodología diagnóstica En los últimos años las técnicas de imagen por ultrasoni- dos se han convertido en la prueba diagnóstica inicial y principal en el diagnóstico de la TVP, gracias a la alta sensibilidad y especificidad demostrada, especialmente en el sector venoso proximal.Sensibilidad y Especificidad del Eco-doppler Diferentes estudios comparativos con la flebografía han demostrado la fiabilidad del eco-doppler en el diagnósti- Mesa 5 365Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 co de la TVP utilizando la flebografía como referencia cuando se trata de valorar sectores venosos proximales (venas femorales, poplíteas y grandes venas proximales del sóleo y gastrocnemio), obteniendo una sensibilidad del 96% y especificidad del 98%. Sin embargo, cuando la TVP se encuentra limitada a las venas del plexo sóleo y gastrocnemio, la sensibilidad disminuye hasta el 73%. Ello se debe fundamentalmente al pequeño calibre de las venas a este “nivel” y su dificultad para apreciar la com- presibilidad completa como signo directo de la presencia de un trombo. Técnica de exploración La exploración inicial del paciente se realiza en decúbito supino y posición declive de las extremidades inferiores (anti-Trendelenburg), lo cual permitirá un relleno más rápido de la almohadilla venosa plantar y del plexo sóleo tras su expresión manual. En pacientes con buena movi- lidad, el decúbito prono es mejor posición para valorar la vena poplítea y soleo-gemelares. En pacientes obesos o con abundante aire intestinal la exploración de las venas iliacas y vena cava inferior se realiza mejor en decúbito lateral. Es esencial antes de comenzar la exploración realizar un buen ajuste de los parámetros eco-doppler, de manera que se aumente la sensibilidad a flujos lentos. Ello se consigue generalmente eligiendo una sonda y frecuencia adecuada (menor frecuencia cuanto más profundo sea el plano de insonación), aumentando la ganancia de color, disminuyendo el rango de velocidades o la frecuencia de repetición de pulso (PRF). Las sondas convexas de baja frecuencia son más adecuadas para explorar la vena cava inferior, venas iliacas o sector femoral y poplíteo en pacientes obesos. La exploración debe ser ordenada y sistematizada según preferencias del explorador. La exploración completa y bilateral de todo el sistema venoso profundo, incluyendo las venas iliacas y la vena cava inferior, incrementa enor- memente el tiempo de la exploración. Parece lógico, por ello, aplicar un protocolo que optimice el tiempo y resul- tado de la exploración. La exploración debe comprender la valoración de la com- presibilidad del sector femoral, poplíteo y drenaje proximal de las venas del sóleo y gastrocnemio. En pre- sencia de trombosis venosa a nivel femoral o ausencia de flujo venoso espontáneo modulado por la respiración, es necesaria la exploración del sector ilio-cava. La ausen- cia de aumentación de flujo a nivel femoral cuando se comprime manualmente la masa sóleo-gemelar también debe obligar a la exploración minuciosa del sector veno- so ilio-cava. La exploración de la extremidad contralateral se puede valorar buscando la compresibilidad completa selectivamente de la vena femoral a nivel inguinal y en la vena poplítea, completando la exploración ante la exis- tencia de alguna anomalía. Signos de trombosis venosa profunda El signo más directo y fiable, es la imposibilidad de co- lapso completo de las paredes venosas cuando se com- prime la misma con la sonda ecográfica en proyección transversal. En ocasiones es posible visualizar directa- mente la textura del trombo intraluminal y valorar subje- tivamente su antigüedad según el grado de ecogenicidad del trombo. A mayor ecogenicidad mayor antigüedad. Se pueden producir falsos positivos en situaciones donde existe una gran hipertensión venosa (insuficiencia cardiaca derecha, hepatopatías, compresiones extrínsecas intraabdominales), obesidad, edema subcutáneo, fibrosis postquirúrgica, etc. La localización profunda de la vena cava inferior y venas iliacas siguiendo la curvatura pélvica, junto con la obesidad y aire intestinal pueden imposibili- tar la visualización en este sector. Asimismo en la explo- ración de segmentos medios y distales del plexo sóleo y gastrocnemio resulta imposible asegurar la colapsabilidad de todas y cada una de las venas sóleo-gemelares. En estas circunstancias cobra especial relevancia la expe- riencia del explorador, la optimización de cada equipo eco-doppler con flujos lentos, la comparación sistemáti- ca con la extremidad contralateral asintomática, las maniobras de aumento eficaz del flujo mediante expre- sión de la almohadilla plantar con la extremidad declive, la detección de color con independencia del ángulo de insonación, (angio o powerdoppler) o la utilización se- lectiva de ecocontrastes. Signos indirectos de normalidad lo constituyen la exis- tencia de flujo espontáneo o flujo fásico dependiente de los movimientos diafragmáticos. Son detectables median- te el modo B-color o espectro doppler. Sin embargo, ello sólo es posible detectarlo en venas de gran diámetro como las venas femorales o eje ilio-cavo. En sectores más distales es preciso valorar la permeabilidad mediante compresión manual o con manguito de los plexos venosos plantares o sóleogemelares. Alternativas diagnósticas El diagnóstico clínico de la TVP en las extremidades infe- riores se ha considerado poco sensible y específico en comparación con los hallazgos flebográficos. El doppler bidireccional se encuentra en desuso, debido a su falta de resolución espacial en la diferenciación entre planos superficiales y profundos. La flebografía sigue siendo muy eficaz en el diagnóstico de la TVP. Las complicaciones son despreciables desde la utilización de contrastes no iónicos. Tiene las desventajas de ser peor tolerada por el pacien- te, no disponible con inmediatez, no permite el diagnós- tico de otras patologías y no es desplazable. Sin embar- go, permite llegar al diagnóstico en situaciones difíciles para el eco-doppler: obesidad, sector ilio-cava, compre- siones extrínsecas venosas, TVP aislada en venas sóleogemelares, traumatismos, síndrome postflebítico y TVP recurrente. Ventajas del eco-doppler frente a otras exploraciones El eco-doppler ha desplazado paulatinamente a la flebografía como prueba diagnóstica de elección ante la sospecha de TVP, debido a su alta sensibilidad y especi- ficidad, a la buena aceptación por parte del paciente, posibilidad de repetir ante dudas diagnósticas o durante el seguimiento, disponibilidad en servicios de urgencias, posibilidad de desplazamiento a unidades de cuidados AngioMaresme 2003 366 Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 intensivos, capacidad para diagnosticar otras entidades clínicas y puede ser realizado e interpretado no sólo por personal médico sino por técnicos especialistas. Todo ello, en definitiva, mejora la calidad asistencial y supone un ahorro de costes sociosanitarios. Indicaciones de la exploracion eco-doppler Hoy en día el eco-doppler constituye una prueba básica y esencial ante la sospecha de TVP en ausencia de otras causas clínicas evidentes. Su realización urgente permite la anticoagulación inmediata con heparina de bajo peso molecular o heparina sódica, evita ingresos y costes in- necesarios y permite orientar correctamente el caso clíni- co. Ante la sospecha de TEP es más correcto realizar inicialmente un Angio-TAC pulmonar, que ha demostra- do su elevada sensibilidad en el diagnóstico de embolismo pulmonar frente a la Angiografía y Gammagrafía de ven- tilación-perfusión. Eco-doppler secuencial en la TVP La trombosis venosa soleogemelar aislada tiene muy bajo riesgo de TEP, pero un 20-30% de estas localizaciones pueden progresar y afectar a sectores venosos proximales de mayor diámetro, lo que conlleva un riesgo mucho mayor de TEP. Se recomienda por ello repetir la exploración a los 7-10 días, cuando la exploración inicialmente fue negativa en pacientes con sospecha de tromboembolismo venoso, para descartar dicha progresión proximal. Dos estudios que comprenden más de 2000 pacientes han demostra-do la seguridad de esta actuación, basándose exclusiva- mente en la exploración de 3 puntos mediante compre- sión ultrasonográfica a nivel femoral y poplíteo, exten- diéndose hacia la trifurcación de los troncos venosos distales. En todos los pacientes cuya exploración inicial fue negativa, no se administraron anticoagulantes, con una tasa de complicaciones tromboembólicas de tan sólo el 0,7% a los 6 meses de seguimiento. Esta pauta de actuación optimiza el tiempo de cada una de las exploraciones, siendo incómoda y costosa por la necesidad de repetir la exploración. Recientemente se han desarrollado 2 métodos que inten- tan filtrar y seleccionar el grupo de pacientes donde es conveniente repetir la exploración. Wells, et al. desarrollaron un modelo clínico basado en una escala de puntuación para predecir la probabilidad de TVP en 593 pacientes. La exploración eco-doppler a los 7 días únicamente se realizó en aquellos que presen- taban un riesgo moderado o alto según la escala clínica de puntuación. Esta pauta diagnóstica demostró su efi- cacia y seguridad, con una mínima tasa de complicacio- nes tromboembólicas durante el seguimiento. El estudio multicéntrico italiano sobre el dímero-D (23) en 946 pacientes, repitió el estudio eco-doppler a los 7 días tan solo en aquellos pacientes con una concentra- ción elevada del dímero-D. Mediante esta pauta lograron reducir enormemente el número de exploraciones eco- doppler con una tasa mínima de complicaciones trombo- embólicas. Exploración no invasiva de la insuficiencia venosa crónica de EEII Introducción El Ecodoppler es la exploración no invasiva que, en el momento actual aporta la mayor información sobre la patología que nos ocupa. La utilización del eco-doppler en el estudio de la insufi- ciencia venosa es el único procedimiento no invasivo capaz de suministrar una topografía anatómica y hemodinámica precisa de la circulación venosa de las EEII a tiempo real, mostrando in vivo los cambios que se producen ante diferentes maniobras que simulan el com- portamiento fisiológico de la circulación venosa. El estudio con eco-doppler de la insuficiencia venosa ha permitido sentar las bases sobre un tratamiento conser- vador de la insuficiencia venosa superficial que en oca- siones, como la cura CHIVA (Cura Conservadora Hemodinámica de la Insuficiencia Venosa Ambulatoria) utiliza como estrategia la actuación sobre los elementos hemodinámicos que determinan la aparición de las varices. Metodología Es condición indispensable que la exploración se efectúe en bipedestación, la posición en decúbito puede ser la adecuada en el estudio de la trombosis venosa de las EEII, pero induce a errores considerables cuando se utili- za en la exploración de la insuficiencia venosa de las EEII. El eco-doppler permite una adecuada exploración de las venas del sistema profundo y superficial de las EEII. Las venas profundas estudiadas serán las ilíacas, femorales común, profunda y superficial, venas poplitea y distales .Las venas superficiales a explorar comprenderán am- bas venas safenas y sus ramas, así como las venas perforantes. Para ello se utilizará un transductor de 7,5- 10 Mhz con doppler pulsado. El complemento del doppler color puede ser util, si bien no resulta indispensable. Fundamentalmente se practicarán secciones transversa- les en sentido descendente efectuando una reconstruc- ción tridimensional de los vasos estudiados. Las maniobras efectuadas en el diagnóstico de la insufi- ciencia venosa crónica son: la maniobra de Valsalva, la cual al producir un para circulatorio proximal permitirá la exploración de la insuficiencia venosa proximal al punto de detección, así como la identificación de los puntos de fuga. La maniobra de compresión y descompresión distal permitirá valorar la dirección de flujo venosa troncular, no siendo sin embargo una maniobra fisiológica. De es- pecial importancia son las maniobras de exploración de bomba muscular (punta-talón y Paraná por cuanto nos permitirán valorar la eventual insuficiencia venosa en condiciones fisiológicas. Aspectos morfológicos: redes venosas La disposición anatómica del sistema venoso profundo es arboriforme mientras que el superficial es reticular. Un aspecto ecográfico fundamental en la clasificación de las estructuras venosas es la identificación de las fascias Mesa 5 367Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 venosas. Existen 2 fascias venosas: una profunda, que recubre los planos musculares y otra superficial que de- limita el tejido celular subcutáneo. En determinadas re- giones las fascias se hallan unidas mientras que en otras aparece un desdoblamiento entre ellas. Si bien estas fascias son anatómicamente de débil consistencia, se caracterizan por tener una ecogenicidad evidente. En función a su relación con dichas fascias podremos distinguir 4 redes venosas: Red primaria, comprende aquellas venas situadas en un plano profundo a la fascia profunda, correspondería al sistema venoso profundo. Red secundaria, comprende aquellas venas situadas en el interior de la fascia de desdoblamiento, corresponde- rían a la safena interna, safena anterior o accesoria, safena externa y vena de Giacomini. Red terciaria, comprenden aquellas venas situadas por fuera de la fascia de desdoblamiento, corresponderían fundamentalmente a ramas de las safenas, o a venas originadas por perforantes. Dichas venas terminan en perforantes o conectan con las venas safenas Red cuaternaria, sería un tipo especial de red terciaria que conectaría a dos segmentos de safena entre sí. Pue- den ser de 2 tipos: longitudinal cuando conectan a la misma safena o transversal cuando conectan a otro ele- mento de la red secundaria. Aspectos hemodinámicos Uno de los aspectos más importantes que sin duda apor- ta el eco-doppler en el estudio de la insuficiencia venosa consiste en la posibilidad de realizar una cartografía no sólo morfológica, sino también hemodinámica de las venas estudiadas. Antes de referirnos a ella es necesario consi- derar algunos conceptos previos. Entendemos por flujo anterógrado el sentido de flujo fi- siológico de una vena. Flujo retrógrado sería aquél flujo de sentido contrario al fisiológico. Punto de fuga sería el paso de un compartimento interior a otro exterior. Punto de entrada sería el paso de un compartimento exterior a otro interior. El reflujo ha sido ya definido como un flujo que regresa en sentido contrario al fisiológico, presupone un flujo previo de sentido normal. El concepto de reflujo es un concepto caracterizado por la presencia de flujo bidi- reccional, no aportando información acerca de su punto de origen. El concepto de competencia o incompetencia venosa hace referencia a la función valvular, no presuponiendo nece- sariamente el sentido de flujo. Insuficiencia venosa profunda Su diagnóstico viene condicionado por una hipertensión venosa dinámica mantenida tras la exclusión mediante un lazo en el tobillo de una eventual insuficiencia venosa superficial. Habitualmente va asociada a la presencia de reflujo localizado en las venas del sistema venoso pro- fundo por incompetencia valvular. Dicho reflujo se evi- dencia con las maniobras de estimulación descritas an- teriormente. Ahora bien, ocasionalmente podemos tener hipertensión venosa sin reflujo o bien reflujo sin hipertensión venosa. Así, un paciente con una trombosis venosa aguda o un síndrome postflebítico no recanalizado, y mal colatera- lizado, puede desarrollar un cuadro de hipertensión venosa dinámica sin reflujo. Por otra parte, por definición una vena es insuficiente entre dos válvulas. Ello quiere decir que si entre estas dos válvulas se sitúa una perforante o un cayado insuficien- tes, se producirá un flujo retrógrado en el segmento de la vena que quede por encima de dicha perforante o caya- do, la parte distal de estavena adquiere entonces un sentido anterógrado. El estudio de la insuficiencia venosa profunda debe efec- tuarse topográficamente analizando las conexiones con el sistema venoso superficial a través de las venas perfo- rantes, responsables en última instancia del traslado de la hipertensión venosa a la circulación superficial donde pueden originar las manifestaciones cutáneas del sín- drome postflebítico. Hemodinámica de la insuficiencia venosa superficial Podemos concebir el síndrome de insuficiencia venosa superficial como un circuito retrógrado o shunt veno- venoso. Éste viene determinado por un punto de fuga (por ejemplo la unión safeno-femoral), un trayecto habitual- mente retrógrado, cuya parte visible constituirían las varices y finalmente un punto de re-entrada al sistema venoso profundo (a través de venas perforantes). El shunt veno-venoso puede alcanzar un considerable gra- do de complejidad, pudiéndose intercalar distintos shunts entre el punto de fuga y el punto de re-entrada. Considera- mos como shunt principal el que representa la columna de presión con mayor energía y como shunts secundarios, aquellos que se intercalan en el shunt principal. El desplazamiento de la sangre en el shunt veno-venoso está condicionado por la energía gravitatoria de la co- lumna de presión y por la propia energía cinética genera- da por la bomba muscular. En relación a la bomba muscular un shunt puede activar- se en sístole, o mas frecuentemente en diástole. A su vez un shunt puede ser cerrado o abierto, según la sangre recircule o no en el interior del mismo. Natural- mente los shunts cerrados producirán una sobrecarga del sistema. Bibliografía Bays RA, Healy DA, Atnip RG, Neumyer M, Thiele BL. Validation of air plethysmography and duplex ultrasonography in the evaluation of severe venous stasis. J Vasc Surg 1994;20(5):721-7. Christopoulos D, Nicolaides A. Noninvasive diagnosis and quantification of popliteal reflux in the swollen and ulcerated leg. J Cardiovasc Surg 1988;29(5):535-9. AngioMaresme 2003 368 Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 Christopoulos D, Nicolaides A, Szendro G. Venous reflux: quantification and correlation with the clinical severity of chronic venous disease. Br J Surg 1988;75(4): 352-6. Christopoulos D, Nicolaides A, Szendro G, Irvine AT, Bull ML. Air plethismography and the effect of elastic compression on venous hemodynamics of the leg. J Vasc Surg 1987;5(1):148-59. Franceschi Cl. Phisiopathologie hémodinamique de l'insuffusance veineure des members inférieurs. En: Kieffer E. Bahnini A. Eds. Chirurgie des veines des members inférieurs. París, 1996;19. Harada RN, Katz ML, Comerota A. A non-invasive test to detect “critical” deep venous reflux. J Vasc Surg 1995; 22(5):532-7. Holmgren K, Jacobson H, Johnson H, Lofsjogard-Nilsson E. Thermography and plethismography, a non invasive alternative to venography in the diagnosis of deep vein thrombosis. J Int Med 1990;228(1):29- 33. Hosoy Y, Yasuhara H, Miyata T, Komiyama T, Onozuka A, Shigematsu H. Comparison of near-infrared spectroscopy with air plethysmography in detection of deep venous thrombosis. International Angiology 1999;18(4):287-93. Juan-Samso J, Fontcuberta-García J, Senín-Fernández ME, Vila-Coll R. Guía básica para el diagnóstico no invasivo de la insuficiencia venosa. Angiología 2002;54:44-56. Langeron P, Harle J. Détection des thromboses veineuses aiguës par la plethysmographie. Possibilités et limites. J Mal Vasculaires 1989;14suppl B:52-5. Nicolaides A, Hussein MK, Szendor G, Chistopoulos D, Vasdekis S. The relation of venous ulceration with ambulatory venosus pressure measurements. J Vasc Surg 1993;17(2):414-9. Nicolaides An, Miles C. Photopletismography in the assessment of venous insufficiency. J Vasc Surg 1987; 5(3):405-12. Ting AC, Cheng SW, Wu LL, Cheung GC. Air plethysmography in chronic venous insufficiency: clinical diagnosis and quantitative assessment. Angiology 1999; 50(10):831-6. Van Bemmelen PS, Mattos MA, Hodgson KJ, Barkmeier LD, Ramsey DE. Does air plethysmography correlate with duplex scanning in patients with chronic venosus insufficiency? J Vasc Surg 1993;18(5):796-807. Algoritmos de diagnóstico diferencial R. Gómez Medialdea Hospital Clínico. Málaga. Introducción La patología venosa supone el 75% de las consultas, que recibe un servicio hospitalario de angiología y cirugía vascular, en nuestro medio. Las enfermedades venosas son un motivo de consulta muy frecuente, en atención primaria, como se comprobó en el estudio DETECT-IVC 2001. Éste incluyó 21.566 pacientes que acudieron de forma espontánea a su médi- co de atención primaria entre los días 20-24 de marzo de 2000. En él, 68,9% de los pacientes referían alguna manifestación clínica compatible con insuficiencia venosa crónica (IVC). Pero, por su alta prevalencia no solo el médico de aten- ción primaria, sino cualquier médico precisa: 1. Tener unos conocimientos básicos sobre los sínto- mas y signos clínicos de la patología venosa, que le permitan iniciar un estudio o discriminar el grado de urgencia de una consulta al especialista de angiología y cirugía vascular. 2. O, iniciar el tratamiento de algunas enfermedades venosas, si tiene la adecuada preparación angio- lógica. 3. Y en el ámbito de la atención primaria, hacer el seguimiento clínico evolutivo de algunos procesos venosos. En el marco de un sistema público de sanidad, de recur- sos limitados existe la ineludible necesidad de optimizar este circuito asistencial mediante la protocolización, que para ser eficaz y eficiente, debe contar con la intervención de los dos ámbitos asistenciales (atención primaria y especializada). En esta ponencia expongo algunas propuestas de semio- logía clínica y DD, para mejorar la calidad asistencial en patología venosa. Diagnóstico diferencial (DD) en patología venosa La semiología clínica en la patología venosa de EEII es inconstante y con frecuencia paucisintomática, pero la buena accesibilidad en la exploración física de las EEII; permite al medico conocedor de los síntomas y signos de patología venosa, obtener el diagnóstico de sospecha en muchos casos. Sin embargo, cuando cabe la posibilidad de plantear una estrategia quirúrgica o hay dudas (como en la trombosis venosa profunda en la que los datos clínicos son poco fiables), el diagnostico debe apoyarse en pruebas objeti- vas; siendo actualmente el Eco-Doppler la exploración más usada. El diagnóstico diferencial, se plantea ante signos clínicos como la dilatación de venas superficiales, el edema, las alteraciones cutáneas y úlceras, y síntomas como el do- lor de EEII. En esta exposición, me voy a circunscribir al DD de algu- nos cuadros clínicos del dolor de origen venoso, varices y edemas de EEII. Ya que, las manifestaciones cutáneas de la IVC y su DD con las enfermedades dermatológicas, por su extensión superan el tiempo de esta ponencia y las úlceras de EEII fueron tratadas en la ponencia del Dr. Álvarez. Dolor venoso de EEII: diagnóstico diferencial La sintomatología álgica es referida de forma prevalente por las personas que presentan patología venosa. No Mesa 5 369Anales de Cirugía Cardíaca y Vascular 2003;9(5):351-375 obstante, son pocas las referencias bibliográficas que relacionan este síntoma con la misma. El dolor de EEII, puede tener su causa en una enfermedad vascular, pero existen numerosas causas de dolor de EEII tanto agudo como crónico, que son secundarias a otras patologías (Tablas 1, 2 y 3). Hay muchas causas de dolor de EEII, que no son venosas, así en un paciente con varices, debemos excluir otras entidades clínicas (Tabla 4), que puedan justificar la sintomatología del paciente, como enfermedades osteoarticulares, la isquemia, neuralgias, etc.; la enfer- medad que más a menudo produce dolor en la extremi- dad
Compartir