Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Revista trimestral publicada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura con la colaboración de la Comisión Española de Cooperación con la Unesco, del Centre Unesco de Catalunya y Hogar del Libro Vol. X X X I X , num. 4, 1987 Condiciones de abono en contraportada interior. Redactor jefe: AH Kazancigil Maquetista: Jacques Carrasco Ilustraciones: Florence Bonjean Realización: Mónica Vergés Corresponsales Bangkok: Yogesh Atal Beijing: Li Xuekun Belgrado: Balsa Spadijer Berlín: Oscar Vogel Budapest: György Enyedi Buenos Aires: Norberto Rodríguez Bustamante Canberra: Geoffroy Caldwell Caracas: Gonzalo Abad-Ortiz Colonia: Alphons Silbermann Dakar: T . Ngakoutou Delhi: André Béteille Estados Unidos de América: Gene M . Lyons Florencia: Francesco Margiotta Broglio Harare: Chen Chimutengwende H o n g Kong: Peter Chen Londres: Alan Marsh México: Pablo Gonzalez Casanova Moscú: Marien Gapotchka Nigeria: Akinsola Akiwowo Ottawa: Paul L a m y Singapur: S. H . Alatas Tokyo: Hiroshi Ohta Túnez: A . Bouhdiba Viena: Christiane Villain-Gandossi T e m a s de los próximos números La ciencia cognitiva Tendencias de la antropología Ilustraciones Portada: U n campesino. Croquis de Vicent van Gogh (1853-1890) D . R . A la derecha: Indias sembrando un campo. Grabado (1591) de Théodore de Bry (1528-1598). Biblioteca Nacional, París. REVISTA INTERNACIONAL DE CIENCIAS SOCIALES Diciembre 1987 Los procesos de transición 114 Maurice Godelier: Louis Assier-Andrieu: Raúl Iturra: Olinda Celestino: Gail M u m m e r t : A n n Stolen Editorial: a los lectores de la nueva edición de la RICS 3 Introducción: análisis de los procesos de transi- ción 5 Argumentos de la transición en los Pirineos de la Cataluña francesa 17 Continuidad y cambio: transición campesina en una parroquia gallega 39 La tierra y los hombres en el valle de Chancay, Perú, del siglo xvi al siglo x x 63 Transformación de la organización social de la pro- ducción en un ejido mejicano (1924-1981) 81 Transiciones en Sumatra: el capitalismo colonial y las teorías sobre la subsunción 105 Alphons Silbermann: Robert R . Blain: Debate abierto Por una renovación de la sociología del arte 127 La deuda pública y privada de Estados Unidos de 1791 al año 2000 141 2 El ámbito de las ciencias sociales La universalidad y la diversidad de las ciencias sociales 159 Frederick H . Gareau: Expansión y creciente diversification del universo de las ciencias sociales 161 Fred W . Riggs: Los conceptos indígenas: un problema para las ciencias sociales y las ciencias de la información 173 Servicios profesionales y documentales Calendario de reuniones internacionales 185 Libros recibidos 187 Publicaciones recientes de la Unesco 190 Números aparecidos 192 Editorial: a los lectores de la nueva edición de la RICS Nos sentimos satisfechos de presentar la nueva edición de la Revista internacional de ciencias so- ciales destinada a los lectores de lengua española. La publicación regular de una edición en español por la Unesco se realizó en París de 1978 a 1984 (ver al final del volumen la lista de «Números aparecidos»). Esta edición, que fue m u y bien acogida por las comunidades de ciencias sociales hispanófilas, se interrumpió desgraciadamente, en 1984, con el número 102, a causa de las difi- cultades económicas provocadas por la retirada de los Estados Unidos de América. Antes, hubo una tentativa para lanzar una edición en lengua española, emprendida con la colaboración de la Editorial Huemul , de Buenos Aires, pero fracasó por razones ajenas a la voluntad de la Unesco y de la Editorial H u e m u l y tuvo que suspenderse después de la publicación en 1976 de un solo nú- mero, titulado «Economía de la información e información para economistas». Con el número 114, empezamos de nuevo después de una interrupción de tres años. Esta continuación ha sido posible gracias a la acción enérgica y perseverante de la Comisión Española de Cooperación con la Unesco, en particular de su presidente, Lluís I. Ramallo y de su secretario general, Isidoro Alonso Hinojal, a la voluntad de colaboración del Centre Unesco de Catalunya, especialmente de su director Félix Martí, quien ha acogido la RICS en el seno de esta organiza- ción, con el propósito de asegurar la responsabili- dad de redacción y editorial, y con el apoyo gene- roso del Departament de Cultura de la Generali- tät de Catalunya. Les expresamos nuestro más profundo agra- decimiento por su ayuda moral, intelectual y m a - terial, con la esperanza de que este tercer intento sea el definitivo y que RICS, que aparecerá en Barcelona cuatro veces al año, en marzo, junio, septiembre y diciembre, tenga una larga vida, pa- ralelamente a las ediciones inglesa y francesa, que celebrarán su 40 aniversario en 1988, a la edición china publicada en Beijing desde 1984 y a la edición árabe, también interrumpida en 1983, pero que esperamos vuelva a empezar en el Cairo, el año próximo. Nuestra Revista tiene ya una prolongada his- toria. Comenzó en 1949 en forma de un modesto Bulletin international des sciences sociales, y ha conocido numerosos cambios que han correspon- dido a las diferentes etapas de su desarrollo; en- tre ellos está la adopción en 1959 de su título ac- tual. Las innovaciones tecnológicas introducidas en 1982, nos permiten compaginar ilustraciones, textos y elementos gráficos. Pensamos, en efecto, que en una época en que la imagen se impone con tanta fuerza, la presentación de las ciencias sociales avanza con el diálogo entre lo escrito y lo visual. Sobre el plan de contenido seguiremos, igualmente, en la línea que confiere a RICS su identidad y su condición. Cada número se abre con una sección temática, señalando el estado de las investigaciones en una disciplina o campo de estudios interdisciplinarios, elegidos en fun- ción de su interés intrínseco o de su actualidad científica y tratados por algunos de los mejores especialistas, representando un abanico, lo más amplio posible, de los puntos de vista teóricos, metodológicos y geográficos. La sección temática se completa con los títulos habituales, dedicados a cuestiones de orden profesional e institucional, o relativas a la producción y difusión de datos so- cioeconómicos, así c o m o a la información y do- cumentación de las ciencias sociales. El carácter decididamente internacional y multidisciplinario RICS 114/Dic. 1987 4 es el que hace de la RICS un instrumento privile- giado de intercambio de conocimientos e infor- mación entre las comunidades de las ciencias so- ciales a través del m u n d o . Nuestra voluntad es que las instituciones y los especialistas de las ciencias sociales, los que toman decisiones en el sector público y privado, así c o m o una gran audiencia de personas hispa- nófilas cultivadas, preocupadas por comprender los procesos sociales, económicos, políticos y cul- turales en el m u n d o contemporáneo, se unan a los 12 o 13.000 abonados que ya acogen nuestra revista en sus diferentes ediciones lingüísticas. A . K . Traducido del francés Introducción: el análisis de los procesos de transición Maurice Godelier El tema en cuestión y sus problemas Se designa con la expresión «período de transi- ción» una fase particular de la evolución de una sociedad, la fase en la que ésta encuentra cada vez más dificultades, internas o externas, para re- producir las relaciones económicas y sociales so- bre las que reposa y que le dan una lógica de fun- cionamiento y de evolución específica y en la que, al mismo tiempo, apa- recen nuevas relaciones eco- nómicas y socialesque van, con mayor o menor rapidez, con mayor o menor violen- cia, a generalizarse y conver- tirse en las condiciones de funcionamiento de una nue- va sociedad. D e esta definición apro- ximada sobresale, inmedia- tamente, que las fases de transición constituyen épo- cas de excepcional impor- tancia en la vida concreta de las sociedades. Es el m o - mento en que modos de producción, modos de pensamiento, modos de actuación individual o colectiva se ven confrontados a límites, internos o externos, y comienzan a agrietarse, a perder importancia, a descomponerse a riesgo de vege- tar durante siglos en lugares menores, o también a extenderse por sí mismos o por la voluntad sis- temática de grupos sociales que se oponen a su reproducción en nombre de otros modos de pro- ducir, de pensar y de actuar cuyo desarrollo de- sean. Analizar pues procesos y épocas de transi- Maurice Godelier es el director de investiga- ción de la Escuela de Estudios Superiores de Ciencias Sociales, 54, Bid. Raspail, 75006 París. Fue director de las ciencias del H o m - bre y la Sociedad en el C N R S , de 1981 a 1986. Autor de numerosas obras de antropo- logía social y economía, ha publicado con an- terioridad dos artículos en la RICS (Vol. X X V I . n u m . 4, 1974 y Vol. XXXIII , n u m . 4, 1980). ción es enfrentarse a momentos bisagra de la his- toria, momentos que, más que otros, hacen o re- sumen la historia. E n el plano teórico, este análisis exige la movilización de todas las disci- plinas de las ciencias sociales, que se ven así con- frontadas a los límites de sus capacidades de in- terpretación de la historia. Las ciencias sociales afrontan entonces problemas análogos a los que encuentran las ciencias de la naturaleza física o de la vida, cuando quieren dar cuenta de la apari- ción de nuevas formas de organización de la materia viva o animada. La cuestión que se plantea es idéntica para todas las ciencias: ¿Existen leyes de transfor- mación, leyes de evolución que expliquen la historia de la naturaleza c o m o la histo- ria del hombre? Analizar procesos de transición, es, pues, intentar medir las partes de azar y de necesidad que den cuenta de la aparición, del desarrollo, de la desaparición en el tiempo, de los sistemas económicos y sociales y su eventual reemplazamiento por otros sistemas que les suceden. Explorar este tipo de problemas remite a un «a priori» científico más o menos ex- plícito, a saber, que el funcionamiento de las so- ciedades forma sistema. N o todo es contingencia en la naturaleza de las relaciones sociales que coexisten en el seno de una sociedad, en una épo- ca determinada, y le imprimen una lógica origi- nal presente en varios niveles, tanto en las accio- nes de los individuos y los grupos que componen esta sociedad como en los efectos particulares o RICS 114/Dic. 1987 6 Maurice Godelier globales, que arrastran estas acciones hacia su re- producción. Se comprende así que el trabajo científico se enfrente no sólo a los límites de sus instrumentos de análisis sino también a dificultades nacidas de una sobreinversión de este tipo de problemas por los «a priori» ideológicos de cada uno. ¿Tiene la historia un sentido o varios y cuáles son éstos? Basta con recordar las polémicas, m u y actuales todavía, entorno a la interpretación de los oríge- nes y el alcance de la revolución francesa para darse cuenta de las dificultades de la empresa. Y sin embargo, los investigadores se embarcan, sin cesar, en este tipo de empeño. En el siglo xix, fueron los famosos debates sobre la acumulación primitiva del capital y los orígenes del m o d o de producción capitalista. Este debate se ha prolon- gado hasta nuestros días reavivado, en 1946, por la publicación de la obra de Maurice D o b b Stu- dies in the Development of Capitalism (Londres, Routledge & Kegan) que originó una vasta discu- sión internacional en distintas revistas, reunida parcialmente en la obra publicada a cargo de Rodney Hilton The Transition from Feudalism to Capitalism (New-Left-Books, Londres, 1976). Pero idénticos problemas se planteaban, des- de hacía mucho tiempo, en lo que concierne a los procesos de paso de la antigüedad greco-romana a la organización feudal de la Edad Media: ver, por ejemplo. Perry Anderson Passages from Anti- quity to Feudalism (New-Left-Books, Londres, 1974). Por su lado, los arqueólogos, apoyándose en los trabajos antropológicos, intentan, desde hace algunos decenios, reconstruir las condicio- nes del paso de las sociedades sin clases del neolí- tico a las primeras formas de sociedades de clases o castas, que parecen estar asociadas en el anti- guo cercano Oriente, en China o en América a ciertas formas de desarrollo de la agricultura y la ganadería. Los miembros del grupo de investigaciones sobre los procesos de transición que han redacta- do los artículos publicados en este número tienen una ambición m u c h o más modesta1. Se propo- nen analizar en la época actual y en un cercano pasado, comenzando a mediados del siglo xix, los efectos sobre distintas formas no capitalistas de organización de la producción y los intercam- bios, de la expansión de la economía mercantil y monetaria inducida por el desarrollo y el domi- nio del m o d o de producción capitalista. En el plano metodológico, el grupo ha elegi- do apoyarse en primer lugar en un inventario crí- tico de los análisis de Marx sobre procesos de paso del feudalismo al capitalismo y de sus indi- caciones sobre la aparición en Europa, a finales del siglo xix, de los primeros elementos y puntos de ruptura hacia un nuevo m o d o de producción, el de los trabajadores asociados que, a su enten- der, iba a suceder con mayor o menor rapidez al m o d o de producción industrial capitalista. El in- ventario ha proporcionado resultados m u y posi- tivos, así como una serie de puntos que plantean problemas. V a m o s a resumirlos rápidamente. Rápido balance de los principales textos de Marx sobre procesos de transición E n primer lugar, recordemos los límites que el propio Marx se impuso en Grundrisse y en Das Kapital. Quería reconstruir las leyes de funciona- miento del m o d o capitalista de producción y de intercambio y descubrir las leyes del movimiento económico de la sociedad burguesa que se había desarrollado en sinergia con las distintas fases del desarrollo de los intercambios y de la producción capitalista. Marx dejó, pues, de lado el análisis sistemático de las transformaciones de las estruc- turas familiares (la evolución de la familia bur- guesa, de la familia obrera, de la familia campesi- na), de los regímenes políticos (repúblicas o monarquías constitucionales), de los sistemas de pensamiento y de valores (aparición del protes- tantismo, desarrollo de las filosofías racionalis- tas, etc) que pudieron marcar distintas fases del desarrollo de las formas capitalistas de produc- ción y de intercambios. Es posible encontrar, cla- ro está, muchas observaciones sobre estos proble- mas , aunque no son estudiados con detalle. La historia está siempre presente, pero más adelante veremos c ó m o la utiliza Marx. Pues, de creer en ciertas declaraciones del piopio Marx, nos inclinaríamos a pensar que. para él, la histo- ria sirve sobre todo para ilustrar análisis teóricos. D e este m o d o , Inglaterra es considerada c o m o el ejemplo del desarrollo más avanzado del m o d o capitalista de producción industrial y es utilizada para reconstituir los mecanismos y las etapas de este desarrollo. Francia, en cambio, es vista co- m o el país clásico de las revoluciones políticas y culturales que las burguesías tuvieron que llevar a cabo contra el antiguo sistema feudal, porque en Francia la burguesía contestó las estructuras Introducción: elanálisis de los procesos de transición 1 sociales, las ideas y los valores del Antiguo Régi- m e n más radicalmente que en otros países. La idea central de Marx es que las socieda- des se reorganizan sobre la base del desarrollo de nuevos modos de producción. Esto implica que la historia se transforma bajo la presión de la ne- cesidad por corresponder las maneras de pensar y de actuar con las maneras de producir. Hipóte- sis que defiende que nuevas lógicas sociales se construyen sobre la base de nuevos modos de producción, es decir de nuevas relaciones entre los hombres, vinculados a nuevas maneras de ac- tuar sobre la naturaleza para extraer de ella las condiciones materiales de la vida social. Esta es la hipótesis de la correspondencia entre m o - dos de producción y formaciones económicas y sociales. Ahora bien, esta hipótesis, que por desgracia se formula con demasiada frecuencia, conlleva muchas dificultades, c o m o es el problema de las relaciones entre infraestructuras y superestructu- ras. Para dar una idea de estas dificultades basta con recordar, por ejemplo, que las relaciones de parentesco, por sus funciones explícitas de orga- nizar la reproducción de la vida a través de las relaciones sociales de filiación y de alianza, pue- den ser consideradas c o m o «las superestructu- ras» de otras relaciones sociales, relaciones de producción u otras, pero que en numerosas socie- dades, las relaciones de parentesco funcionan también como marco social de la producción y de los intercambios, c o m o relaciones de produc- ción. Volveremos m á s adelante a estos proble- mas . Periodización de los procesos de paso al m o d o capitalista de producción Marx distinguió, en cierto m o d o , tres etapas en la transición del m o d o de producción feudalal m o d o de producción capitalista, etapas que cons- tituyen una periodización m u y aproximativa de los procesos de transición. El primer período, al que llama el preludio o las premisas, iniciado en el último tercio del siglo xv, se habría prolonga- do hasta finales del siglo xvi; le habría sucedido el período de juventud y desarrollo del m o d o de producción capitalista, con la constitución del mercado mundial y la multiplicación de las m a - nufacturas. Por fin, desde los últimos años del si- glo xviii hasta finales del xix, las manufacturas cedieron su lugar al maquinismo y a la gran in- dustria que produjeron revoluciones tanto en la producción industrial c o m o en la agrícola, así co- m o una gigantesca urbanización de los países in- dustriales y un enorme cambio en las relaciones ciudad-campo. Esta periodización no podía ser m á s que aproximativa desde el punto de vista de Marx, para quien no existían fronteras claras entre una época histórica en la que dominan un m o d o de producción y las formas de organizaciones socia- les y de pensamiento que le corresponden y otra época en la que ese m o d o de producción está en vías de desaparición y sólo desempeña un papel secundario en la reproducción de la sociedad, un papel subordinado a la expansión de un nuevo m o d o de producción dominante. Volvamos a la primera etapa, al nacimiento, al preludio, a las premisas, momen to esencial en la historia. La hipótesis de Marx es que nuevas formas de producción aparecen, espontánea y es- porádicamente, cuando un sistema económico comienza a resquebrajarse y desintegrarse. C o - mienzan a crecer entonces sobre la base de la ha- bilidad, de técnicas y procesos de trabajo hereda- dos del pasado, hasta el punto que, para continuar su desarrollo, deben destruir su punto de partida y reemplazarlo por nuevas técnicas y maneras de producir más adecuadas y que son producto de su propio desarrollo. Esto es lo que Marx llamó el paso de la subsunción formal de un proceso de trabajo antiguo bajo formas sociales nuevas, bajo relaciones de producción nuevas a la subsunción real de un proceso de trabajo nuevo bajo esas rela- ciones de producción nuevas. Prioridad metodológica del análisis de las estructuras de las nuevas relaciones sociales sobre el análisis de su génesis Para Marx el problema estribaba en identificar el nuevo m o d o social de organizar la producción y los intercambios: el m o d o capitalista. Desde el punto de vista metodológico, aparece un orden necesario en el análisis de los procesos de transi- ción. Primero es necesario descubrir la estructura de las relaciones de producción nuevas, antes de reconstituir su génesis y evolución. Al término de sus análisis, Marx propone una definición de la forma capitalista de producción. Esta forma de 8 Maurice Godelier producción es la combinación de los cuatro si- guientes conjuntos de relaciones: 1. Es la forma históricamente m á s desarrollada de la producción mercantil. 2. Reposa sobre la propiedad privada de los m e - dios de producción y del dinero. 3. Estos medios de producción y el dinero fun- cionan como capital, es decir, son utilizados para producir un valor suplementario del que se ha invertido al comienzo del proceso de producción, valor suplementario que corres- ponde a las distintas formas de beneficio capi- talista. 4. Esta valorización del capital se realiza por la contratación y la explotación de trabajadores asalariados, personalmente libres, pero des- provistos de medios de producción y subsis- tencia, lo que les obliga a vender el uso de su fuerza de trabajo a los poseedores de estos m e - dios. Se advierte de inmediato que ninguno de esos cuatro elementos apareció por primera vez en los tiempos modernos. Producir mercancías, hacer dinero con el dinero, utilizar trabajadores asalariados, producir sobre la base de la propie- dad privada de los medios de producción, son re- laciones sociales que se presentan en sociedades y épocas anteriores. El carácter específico de la manera de producir capitalista reside en el hecho de que estas distintas relaciones han llegado a combinarse. Y cada vez que se daba esta coordi- nación se originaba a escala local la manera de producir capitalista, la forma capitalista de pro- ducción. Desde entonces, analizar la génesis de las re- laciones capitalistas de producción no es hacer la genealogía histórica de las formas de producción mercantil, del asalariado, en todas las sociedades y todas las épocas en las que se encuentran. Es analizar su desarrollo en el seno de la evolución del m o d o de producción feudal y las circunstan- cias que las han llevado a combinarse. Hacer es- tos análisis es dar cuenta de lo que los economis- tas clásicos habían denominado el proceso de acumulación primitiva del capital. Este proceso se habría realizado por la concentracción, en un polo de la sociedad, de la fortuna en dinero, de los medios de producción, de subsistencia, y por la constitución, en otro polo, de masas de indivi- duos liberados de los vínculos de dependencia personal de tipo feudal, pero separados al m i s m o tiempo de los medios de producción de subsis- tencia necesarios para existir. El retorno a los orígenes: el método regresivo La investigación sobre los procesos de transición procede pues, primero, «marcha atrás», de m o d o regresivo, puesto que se debe intentar ver en el pasado las razones de la descomposición de las antiguas relaciones de producción feudales en la agricultura, la industria y el comercio, y de la ex- tinción parcial de estas relaciones. Por este pro- cedimiento regresivo, se intenta descubrir las fuerzas que han llevado a esta descomposición del antiguo sistema y a la recombinación de algu- nos de estos elementos. Para Marx , al parecer, así c o m o para Fernand Braudel un siglo m á s tarde, las fuerzas que alentaron esta disolución y estas recombinaciones surgieron de la expansión del comercio y de la producciónmercantil que co- mienza a partir del siglo xv, sobre la base y en el marco mismo de las relaciones de producción feudales profundamente alteradas por la gran cri- sis del siglo xiv. Esta expansión, iniciada antes del descubri- miento de América, adquirió luego una magnitud y una intensidad multiplicadas por el estableci- miento de un nuevo mercado mundial. Ello fue lo que llevó a los artesanos a convertirse en mer- caderes; a los mercaderes a organizarse o a domi- nar la producción artesanal; en definitiva, lo que condujo a unos y otros a contradecir los regla- mentos de las corporaciones y las guildas a las que pertenecían, es decir a franquear los límites que la organización de la producción y de los in- tercambios feudales imponían sobre el propio desarrollo del comercio y de la producción mer- cantil. En este proceso, las antiguas formas de pro- ducción artesanal o agrícola y de comercio se agrietaron y comenzaron a disolverse. Algunos elementos desaparecieron, otros fueron conserva- dos o replanteados. Esto es lo que M a r x expone en el capítulo 6, del Capital llamado «inédito»: el paso del taller artesano corporativo al taller capi- talista. Su demostración es particularmente ejemplar y resumiremos sus puntos principales. En el taller corporativo, maestro, compañe- ros, aprendices son personalmente libres c o m o lo serán el capitalista y los obreros. El maestro- artesano es propietario de la materia prima y de parte de los útiles, mientras que la otra parte per- tenece a los compañeros. El maestro es maestro porque domina su ofi- cio y participa directamente en la producción. Introducción: el análisis de los procesos de transición 9 Pero compañeros y aprendices están unidos al maestro por relaciones personales y forman con él una especie de gran familia, puesto que comen en su mesa y reciben parte de su remuneración en especies y la otra en dinero. El maestro es, co- m o lo será el capitalista, propietario del producto del trabajo, del suyo y del de sus compañeros. Es también mercader; compra, vende y persigue, al mismo tiempo, enriquecerse y reproducir su esta- tuto social de maestro de oficio. Practica ese ofi- cio en el seno de una corporación que ejerce su control sobre la calidad y la cantidad de los bie- nes que produce; al producir, el artesano y sus compañeros lo hacen, pues, de m o d o que repro- ducen al mismo tiempo la corporación, la comu- nidad a la que pertenecen. ¿Qué elementos de la antigua organización corporativa fueron suprimidos o conservados en el proceso de formación de las relaciones capita- listas de producción? Fue suprimido, por ejem- plo, el pago en especies a los obreros y, en cuanto el tamaño de la empresa lo permitió, fue suprimi- da la participación directa del patrón en el proce- so de producción. Este último pudo dedicarse por entero a la dirección del proceso y a las tareas mercantiles de compra y venta. En términos de historia y de sociedad, suprimir elementos de una relación significa una lucha social, tensiones, conflictos, oposiciones de ideas y valores, en re- sumen, cambios socio-culturales orientados. La formación de las relaciones capitalistas de pro- ducción no se reduce a fenómenos puramente «económicos». Implica un conjunto de luchas so- ciales, de conflictos de intereses y de ideas. Pero, y esta observación es m u y importante desde un punto de vista histórico, no todo cambio social y cultural pertenece a la categoría de los procesos de transición. Se excluyen todos los cambios cuya finalidad es reproducir el antiguo sistema de producción y de organización social adaptán- dolo a los cambios internos o externos surgidos de su evolución. El triple proceso del nacimiento de una relación social de producción El nacimiento de una nueva relación social de producción se produciría, por consiguiente, al término de un proceso de desarticulación, que conllevaría la desaparición de algunos elementos de las antiguas relaciones y la recombinación de los elementos conservados los cuales inician en- tonces un nuevo desarrollo. Todo ocurre c o m o si los tres aspectos de este proceso -escisión, elimi- nación y conservación- liberaran un nuevo po- tencial histórico para llevar más lejos ciertas transformaciones, ciertos movimientos ya inicia- dos. Pero después de haber retrocedido en el pa- sado, el análisis debe tomar una dirección inver- sa y progresar, a lo largo de los siglos, desde las formas incipientes de las nuevas relaciones de producción hasta sus formas más desarrolladas. Eso es lo que Marx pretendió hacer al analizar las condiciones del paso de la subsunción formal ba- jo las nuevas relaciones capitalistas de las formas de trabajo heredadas del pasado, a la subsunción real de una base material y de nuevas fuerzas productivas engendradas por el propio desarrollo de tales relaciones. Este paso se llevó a cabo pri- mero, en el centro del sistema y no en su perife- ria; es preciso, pues, distinguir las formas que to- m a n los procesos de transición, por una parte en los países donde surgió por primera vez el m o d o capitalista de producción y, por otra parte, en los países que poco a poco se subordinan al centro, o a los centros del sistema. Paso de la subsunción formal en los países del centro, a la subsunción real T o m e m o s de nuevo estos distintos puntos. Para Marx, en sus comienzos y durante m u c h o tiem- po, la subsunción de distintos procesos de traba- jo bajo la forma capitalista de producción no trastornó profundamente ni las técnicas, ni las habilidades, ni la base material de la producción. Sin embargo, en la organización social de la pro- ducción se operó rápidamente una modificación fundamental: el trabajo se hizo más intenso, más continuo, y la explotación de la fuerza de trabajo aumentó con la supresión de gran número de días festivos y la prolongación de la jornada de trabajo. Resumiendo, en términos de teoría eco- nómica, la subsunción formal conlleva un au- mento absoluto de la plusvalía que se apropia el propietario del capital. La anterior evolución de las formas capitalistas de producción se dirigió, luego, hacia la creación de una nueva base mate- rial, propia, que implicaba un trastorno general de las condiciones de la producción y de la pro- ductividad del trabajo. Fue el paso de las formas artesanales de pro- 10 Maurice Godelier Proceso de transición a escala individual. Decoración de la fachada de una fábrica de tejidos en K a m p o n g Sianiper, Sumatra, Indonesia; describe el itinerario de su fundador, que fue pastor de búfalos, labrador, traficante y comerciante antes de abrir su propia fábrica. Coil J. Cuisinier, 1955/Museo del Hombre, Paris. ducción industrial a las manufacturas lo que pro- dujo, sobre la propia base de las transformacio- nes y los inventos realizados en el seno de las manufacturas, la aparición del maquinismo y de la gran industria. Mientras la manufactura ya ha- bía creado trabajadores parcelarios, especializa- dos en una sola tarea, aun conservando c o m o base técnica el trabajo y el oficio manuales, fue el maquinismo el que trastornó realmente las con- diciones de producción. Poco a poco, la máquina substituye al hombre, primero c o m o útil, luego c o m o motor gracias a la aplicación, cada vez m á s sistemática, de los conocimientos científicos en los procesos de fabricación, analizados a partir de entonces en sí mismos según las leyes quími- cas, físicas, etc., y no a partir del cuerpo h u m a n o y de sus posibilidades c o m o primera referencia. C o n el maquinismo y la gran industria, el sistema capitalista creó las condiciones modernas de la producción, basadas cada vez m á s en sistemas de Introducción: el análisis de los procesos de transición 11 máquinas acoplados a colectivosobreros. Los productores directos se convirtieron en el c o m - plemento, la prolongación, el apéndice de un sis- tema de máquinas y de máquinas de hacer m á - quinas. Con la aparición y el desarrollo de la gran in- dustria, finalizó la transición de las formas feu- dales de producción al m o d o capitalista, primero en Inglaterra, después en Francia y más tarde en Alemania, es decir, en los países que constituyen el centro del sistema mundial capitalista. Pero es- tas sociedades, centro del nuevo sistema m u n - dial, están, ellas mismas, permanentemente divi- didas en zonas centrales y zonas periféricas, en zonas industriales y urbanas nuevas y en zonas rurales que proporcionan la m a n o de obra de las nuevas fábricas y una parte de la población de los nuevos tejidos urbanos. Durante este proceso, en los países del centro y en las zonas industriales de estos países, la explotación de los trabajadores ha dejado, cada vez más , de tener las primeras for- mas de extracción de una plusvalía absoluta, por medio de la prolongación del tiempo de trabajo, para transformarse en la extracción de una plus- valía relativa vinculada al enorme aumento de la productividad del trabajo social y el abarata- miento de los costes de reproducción de la fuerza de trabajo. Con la gran industria, el m o d o capitalista de producir conquistó y alteró poco a poco todas las ramas de la producción industrial y agrícola, y creó otras nuevas al tiempo que operaba una re- volución en los medios de transporte. Se intensi- fican entonces las relaciones contradictorias en- tre zonas centrales y zonas rurales o periféricas con respecto a la industrialización moderna. A n - te la competencia de los productos industriales, el artesanado doméstico de las familias campesi- nas y el artesanado rural de los pueblos se hun- den y, por primera vez, la agricultura se encuen- tra separada de las industrias que le son ne- cesarias. Se desarrolla un doble movimiento con- tradictorio: por una parte, la forma capitalista de producción destruye o descompone con su c o m - petencia las antiguas formas de producción, ha- ciendo caducas sus bases materiales y, por otra parte, como vamos a ver con los ejemplos de aparcería, arrendamiento rústico o de aprovecha- miento directo contemporáneos, las reproduce sobre una base material que ella misma propor- ciona; con lo cual las coloca bajo su dependencia y también mediante el dominio que ejerce sobre toda la producción mercantil. Marx no detuvo ahí su análisis pues, en su opinión, el movimiento de la historia no acababa tampoco aquí. A su m o d o de ver, los hechos de- mostraban, en la segunda mitad del siglo xix, que ya había comenzado una nueva transición, en la medida en que, en el centro del sistema mundial capitalista, la gran industria y la produc- ción de masas habían empezado a entrar en con- flicto con el carácter privado de la propiedad de los medios de producción, del producto, del dine- ro y del capital. La prueba de ello la veía tanto en la aparición de las cooperativas obreras c o m o en la multiplicación de las sociedades por accio- nes y de los grandes monopolios. Europa estaba ya, c o m o escribió, en transición hacia la recon- versión del capital en propiedad de los producto- res asociados, en propiedades directamente so- ciales (Das Kapital, M . E . W , tomo 25, pág. 453). Pero esta reconversión no podía llevarse a cabo con transformaciones puramente económicas. Eran precisas formidables luchas sociales y políti- cas, las clases explotadas tenían que tomar el po- der, que hubiera una o varias revoluciones. N o seguiremos en esta dirección, salvo para advertir que el paso al m o d o de producción de los trabajadores «asociados» no se realizó, c o m o estaba previsto, en el centro del sistema sino en la periferia de Europa, en Rusia. Marx, al final de su vida, había previsto esta posibilidad, pero c o m o una excepción. La excepción se convirtió en regla y las siguientes rupturas se produjeron más lejos todavía del centro, de China a Cuba, de Mozambique a Vietnam. Siguiendo el desarrollo de la historia: el método progresivo Volvamos ahora al análisis de otros procesos que se desarrollan de m o d o complementario y con- tradictorio con el m o d o de producción capitalis- ta. Para ello, no hay que retroceder en la historia sino avanzar, a lo largo de los siglos, y contem- plar la diversidad de las formas de producción brotadas de las formas de producción feudales. Se advierte entonces, que la forma capitalista de producción es una entre otras muchas, la cual fi- nalmente se convirtió en la forma dominante de organización de la producción y de los intercam- bios, y la cual, según las circunstancias y los cam- pos de producción, rechazaba, destruía o conser- vaba, aunque subordinándolas, las formas de producción que coexistían con ella y a las que, 12 Maurice Godeher de todos modos, obligaba a evolucionar bajo su presión. Sólo tomaremos un ejemplo de uno de los principales campos de la evolución económica y social: el de las formas de organización de la pro- piedad y de la producción agrícolas que sucedie- ron a las formas feudales. La evolución de la relación feudal de pro- ducción bajo los efectos de la expansión de la economía mercantil y monetaria generalizó, en los países que estaban vinculados al mercado mundial, la substitución de las demás formas de renta feudales por la renta en dinero. Poco a poco, la renta dejó de ser una relación personal, para convertirse, cada vez más, en una relación contractual. Esta evolución se llevó a cabo en va- rias direcciones. Condujo a diversas formas de aparcería y arrendamiento rústico no capitalistas o bien, si los campesinos tenían la posibilidad de comprar las tierras o de obtenerlas mediante una reforma agraria, desembocó en una proliferación de campesinos propietarios que trabajaban ellos mismos sus tierras en un aprovechamiento direc- to. Esta última forma fue denominada por Marx « m o d o de producción parcelaria». Pero en Inglaterra y en algunas regiones de Francia, esta evolución desembocó en la apari- ción de granjeros capitalistas, es decir, en una re- lación de producción en la cual la tierra sigue siendo propiedad de un patrón/hacendado ab- sentista y es trabajada por un granjero, propieta- rio de los instrumentos de producción y del capi- tal, quien ya no emplea campesinos sino trabajadores agrícolas asalariados. La tierra se convirtió, con esta relación de producción, en una realidad sólo material y económica y su pro- piedad se despojó de todos los atributos políticos e ideológicos que eran la esencia de las formas precapitalistas de propiedad de la tierra. H o y día, a finales, del siglo xx, estas distintas formas de producción agrícola siguen coexistiendo en Europa. El centro, los centros, y las dos periferias Pero en estos análisis falta una pieza: la de las formas de producción que se desarrollaron en los países periféricos a la zona de primera creación y de expansión del m o d o de producción capitalis- ta. Hay que distinguir dos periferias: los países de Europa que comercian con Inglaterra, Francia y los Países Bajos, por un lado, y por otro lado los países no europeos que Europa va colonizan- do poco a poco o subordinando a sus propios in- tereses. U n análisis atento de los textos del siglo Xix nos muestra que en las periferias del sistema capitalista, no se desarrollaba un capitalismo pe- riférico como pretenden algunos autores. En la primera periferia, en Prusia Oriental, en Polonia o en Hungría, el desarrollo de la pro- ducción mercantil para alimentar a las ciudades y a las poblaciones de los centros capitalistas con- lleva el nuevo desarrollo, y a gran escala, de la servidumbre. Es el famoso problema de la segun-da servidumbre, puesto en evidencia por los his- toriadores alemanes del siglo xix. E n las provin- cias danubianas, en cambio, c o m o Marx ya advirtió, tras encuestas etnográficas llevadas a cabo en estas regiones, se asistió, después del hundimiento del dominio turco bajo los embates de ingleses y franceses, al acaparamiento de una parte de las tierras de las comunidades de Vala- quia, u otras, por parte de las aristocracias loca- les y al nacimiento, por primera vez, de una for- m a de servidumbre individual. En la segunda periferia, las cosas iban a ser m u y distintas, según los países fueran transfor- mados en colonias o sufrieran, sólo, las presiones comerciales y políticas de los países europeos. En Méjico, o Perú, las antiguas formas de produc- ción y de organización sociales fueron destruidas y recompuestas por los españoles en fórmulas mixtas, poniendo en simbiosis comunidades in- dígenas de un nuevo tipo, mezclando estructuras españolas con estructuras precoloniales y grandes explotaciones agrícolas o mineras directamente administradas por los colonos. Poco a poco, ha- ciendas y comunidades evolucionarían hacia for- m a s modernas de producción de productos para la exportación. Se plantea, pues, la cuestión gene- ral de saber si las comunidades indias son vesti- gios o formas de organización social moderniza- das y adaptadas al dominio del m o d o de producción capitalista y subordinadas a él. Pero en otros lugares, en el sur de los Esta- dos Unidos, por ejemplo, cuando las poblaciones indias locales desaparecían o se negaban a traba- jar en las plantaciones, fue necesario importar de África una m a n o de obra arrancada de sus c o m u - nidades de origen y de su cultura, poniendo de nuevo en marcha formas esclavistas de produc- ción. Y en la segunda mitad del siglo xix, cuando la esclavitud fue abolida o se convirtió en objeto de condena general, se comenzó a importar m a - Introducción: el análisis de los procesos de transición 13 no de obra china y luego japonesa, a las hacien- das costeras del Perú, la cual a diferencia de los esclavos negros de los siglos precedentes, escapa- rían, se desharía de esta condición al cabo de una generación. Eso es lo que muestran los trabajos de los antropólogos peruanos sobre la evolución de las haciendas de los valles costeros del Perú. Pero en el otro extremo del m u n d o , en Sumatra, los holandeses se enfrentaban con el mismo pro- blema de escasez de m a n o de obra local para sus plantaciones y comenzaron, a partir de 1860, una vasta operación de transferencia e implantación en Sumatra de poblaciones de las llanuras super- pobladas de Java. Estas son pues las distintas direcciones en las que ha iniciado sus trabajos el grupo de investi- gación sobre los procesos de transición. Estos son, también, los distintos instrumentos analíti- cos, hipótesis, modelos de procesos, etc.. que el grupo utiliza tras haber hecho una selección de los mismos en las obras de M a r x y de distintos analistas de los siglos xix y xx, historiadores, economistas, sociólogos y antropólogos que tra- taron la formación y el desarrollo del m o d o de producción capitalista. C o m o ya hemos señala- do, se plantean muchos interrogantes sobre la va- lidez de estos instrumentos y sobre su alcance real. Lagunas y problemas en Marx Se podría, por ejemplo, concluir, de m o d o opues- to a Marx , que si Francia fue el país clásico de las revoluciones burguesas, lo fue porque el m o d o capitalista de producir y de comerciar estaba m e - nos desarrollado que en Inglaterra y, para alcan- zar sus fines, la burguesía francesa tuvo que aliar- se políticamente, por algún tiempo, con el campesinado y los artesanos, lo que radicalizó su lucha. D e ahí surgió, tras la venta de los bienes nacionales y de los bienes de la Iglesia, la prolife- ración de campesinos propietarios y productores directos que iban a erosionar luego los procesos de industrialización y de urbanización. Otro pun- to, no puede encontrarse en M a r x el análisis de la evolución de la familia campesina o de la fami- lia obrera, por citar sólo un aspecto de la evolu- ción de la sociedad moderna. Otro gran terreno que permaneció yermo en Marx , es el del papel del Estado en los procesos de transición. Es cierto que subrayó la importan- cia que habían tenido en estos procesos la crea- ción de bancos nacionales, la generalización de la fiscalidad del Estado, las políticas proteccionis- tas, las políticas coloniales, guerras y conquistas, las legislaciones del trabajo, el apoyo a las m a n u - facturas, etc. Pero Marx no llevó el análisis m á s adelante. Se había propuesto dedicarle el cuarto volumen del Capital, el cual nunca fue elabora- do. Ahora bien, hoy, m á s que en tiempos de Marx, el Estado interviene sin cesar en la evolu- ción de las estructuras económicas, ya sea por medio de los sistemas de crédito, las políticas de precios y en los países subdesarrollados mediante los planes de desarrollo con o sin reforma agra- ria, etc. N o s corresponde a nosotros analizar las formas de intervención y sus efectos. Situación de los artículos que siguen en esta problemática H e m o s elegido presentar de entre los trabajos del grupo Transición cinco textos que ilustran la evo- lución de las formas de producción subordinadas al desarrollo del m o d o de producción capitalista y que se sitúan, o bien en la primera periferia de este sistema (ejemplo de las comunidades del Capcir, en la Cataluña de expresión francesa, o de la comunidad de Vilatuxe en Galicia), o bien en la segunda periferia, con los ejemplos de la evolución reciente del ejido de Naranja, en Méji- co, de la evolución, durante varios siglos, de las comunidades y las haciendas del valle de C h a n - cay, en Perú, y, por fin, con el ejemplo de los frustrados campesinados de Sumatra que se aglo- meran en los límites de las grandes plantaciones capitalistas a las que sirven, según las circunstan- cias y los intereses, de inagotable reserva de m a - no de obra ocasional o permanente. Louis Assier-Andrieu analiza la evolución reciente de las comunidades campesinas del C a p - cir bajo el efecto del rápido desarrollo de las esta- ciones de alta montaña y del capitalismo turísti- co y muestra, primero, c ó m o desde comienzos del siglo xix habían sabido evitar las obligacio- nes impuestas por las nuevas reglas de la propie- dad privada del código civil. Cada comunidad estaba compuesta de unidades domésticas de ex- plotación, m á s o menos ricas en tierras cultiva- das (casas grandes, casas pequeñas) que mediante su pertenencia a la comunidad eran usuarias de recursos forestales y de pastos de montaña, pro- piedad de la comuna. Cada casa se mantenía, a través del tiempo, por una regla de herencia que 14 Maurice Godelier transmitía la tierra a un solo heredero de entre todos los hijos de los dueños de casas. Esta regla, que contradecía los principios del código civil, se había mantenido gracias a la complicidad activa de los notarios y de la población. Este sistema, que se basaba sobre una agricultura de montaña, que combinaba estrechamente la ganadería y la producción agrícola, se había pues reproducido por medio de la expulsión sistemática de los des- cendientes no herederos que iban a buscar e m - pleo, emigrando a las ciudades y a las llanuras del sur de Francia, u ofreciendo su trabajo a las casas ricas que, permanente o estacionalmente, necesi- taban m a n o de obra. Ahora bien, este sistema que había resistido hasta los años 1960, comenzó a agrietarse y des- integrarse con la súbita irrupción del capitalismo turístico. Tierras no cultivadas, vendidas a las es- taciones de montaña, se convertían en una mer- cancía que hacía ganar de golpe m u c h o más que su uso productivo.En estas circunstancias, las antiguas solidaridades pueblerinas y familiares, que habían permitido reproducir el sistema m á s o menos subterráneamente, se hundieron. Pero también ahí parecen posibles varias evoluciones, bien porque un capital exterior a la comunidad invierta en el turismo, creando una zona de capi- talismo de servicios, bien porque las comunida- des organicen por sí mismas, sobre bases mate- riales, nuevas estaciones cuyos beneficios se redistribuyen luego. Hay una alternativa, pero las fuerzas que empujan hacia el capitalismo priva- do parecen llevar las de ganar. Tanto más cuanto, en ciertas comunidades, algunos campesinos m á s ricos que otros y que combinaban sus actividades agrícolas con otras fuentes de beneficios, carnice- ría, serrería, restaurantes, habían acumulado un capital que encuentra en el turismo la ocasión de invertirse y fructificar sin moverse de la región. En otro contexto, el de la implantación a partir de los años sesenta de una multinacional, la Nestlé, en una región de Galicia, Raúl Iturra abre amplias perspectivas teóricas con su análisis de las estrategias económicas puestas en práctica por los campesinos de Villatuxe para reproducir sus expropiaciones familiares combinando varias bases -el trabajo asalariado parcial, la reactiva- ción de las relaciones de parentesco y de los ser- vicios recíprocos entre vecinos- para disponer en el momento preciso de una m a n o de obra necesa- ria, a la que no se paga con dinero pero a la que se compensa con trabajo o con productos campe- sinos, etc. Poco a poco, los pequeños propietarios se es- pecializan en la producción de carne y de leche, manipulando estas distintas bases para acumular los medios necesarios para la modernización de sus explotaciones. Pero en el proceso, una parte de estos agricultores se desliza hacia un estatuto de productores marginales, cuyas actividades agrícolas se transforman en una especie de seguro que completa los recursos producidos por la en- trada de estos individuos en las nuevas relacio- nes de producción (trabajo asalariado, pequeño comercio, emigración temporal, etc). El análisis es tanto m á s apasionante cuanto estos desarro- llos de un m o d o de producción parcelar vienen tras la abolición, en 1926, del sistema delibra, sistema de arrendamiento de tierras por grandes propietarios rurales cuyo origen se remontaría al siglo x, y que fue una forma original de la propie- dad rural «feudal» en la península Ibérica. U n análisis más ambicioso y un más vasto punto de vista nos lo da Olinda Celestino cuando estudia la evolución de las comunidades del valle de Chancay, desde el siglo xvi hasta el xx . M u e s - tra cómo las formas de producción y de organiza- ción social, preincaicas e incaicas, que permitían, c o m o había demostrado John Murra, a las c o m u - nidades explotar varios niveles ecológicos sin en- frentarse, fueron rápidamente destruidas por los españoles, que replegaron cada comunidad a su espacio próximo, apiñándola en torno a una igle- sia y un centro administrativo por la política de las reducciones. Tras estos trastornos iniciales, los grupos étnicos y las comunidades del valle de Chancay conocerían evoluciones divergentes. Las comunidades de la parte alta del valle con- servarían un control colectivo de sus tierras, sir- viendo de reserva de m a n o de obra para las mi - nas y para las haciendas de las tierras altas. Por lo que se refiere a las comunidades de la costa, se verían diezmadas por las enfermedades y, poco a poco, sus tierras pasarían a manos de los hacen- dados españoles que se vieron obligados a orga- nizar la producción con m a n o de obra impor- tada. La serie de transformaciones de las relacio- nes de producción en estas haciendas costeras, que la autora describe, nos muestra cómo se ex- tinguen progresivamente las relaciones de pro- ducción esclavistas que explotaban m a n o de obra africana importada y c ó m o se desarrollan las re- laciones de aparcería llamadas yanaconazgo. A éstas sucedieron formas de contratos de trabajo cuando fue importada a finales del siglo xix, m a - Introducción: el análisis de los procesos de transición 15 no de obra asiática, primero, china, luego japone- sa. Finalmente, antes de la Segunda Guerra m u n - dial, las haciendas comenzaron a modernizarse en el aspecto técnico y a emplear m a n o de obra asalariada permanente y ocasional, llegada de las comunidades andinas en plena mutación bajo los efectos de la presión demográfica y de la necesi- dad de procurarse recursos monetarios. Así, a mediados del siglo xx , en ambas par- tes del Perú, las poblaciones de las tierras altas y las del litoral, comenzaban a fusionarse en una economía nacional. Pero, en la última etapa, en 1972 una ley de reforma agraria «de inspiración socialista» ponía las haciendas bajo el control del Estado y las transformaba en cooperativas de producción gestionadas por los ingenieros y los obreros. Apenas nacida, esta forma socialista de producción iba a ser contestada por otra evolu- ción de la sociedad que se volvía, de nuevo, hacia los principios de la propiedad privada. Gail M u m m e r t consagra su análisis de la transformación interna de las reglas de funciona- miento de un ejido mejicano a otras desaventu- ras y metamorfosis de la pequeña explotación agrícola. Esta organización suponía, en principio, la igualdad de los productores. Pero acabó rápi- damente reproduciendo y recubriendo formas, antiguas o modernas, de explotación del trabajo humano. Cincuenta años después de la revolu- ción mejicana, el ejido, punto central de la refor- m a agraria, está casi totalmente desnaturalizado. Junto a algunas explotaciones familiares que to- davía corresponden al principio del ejido, se multiplican estrategias familiares que combinan los recursos de varias actividades y resucitan, de paso, de m o d o clandestino al ser ilegal, distintas formas de aparcerías o de alquiler de parcelas en- tre ejidatarios. Parte de ellos emigra a la ciudad o a las e m - presas capitalistas del sur de los Estados Unidos, alquilando, antes de su marcha, la tierra a veci- nos o amigos, o confiándola a los cuidados de un pequeño capitalista propietario de un tractor que se encarga de todos los trabajos agrícolas a cam- bio de una remuneración monetaria pagada del propio salario de los emigrados. El análisis de Gail M u m m e r t es una minuciosa disección de las formas de producción que se desarrollaron es- pontáneamente bajo la superficie, aparentemente igualitaria, del ejido y que nacen de las dificulta- des que surgen para reproducir en las condicio- nes materiales y sociales de la pequeña explota- ción agrícola, de los campesinos y su familia. Por fin, un último ejemplo, es el del campe- sinado «frustrado» de Sumatra, analizado por A n n Stoler. Ésta nos muestra cómo, a mediados del siglo xix, las grandes plantaciones holandesas de Sumatra buscaron, en la superpoblada isla de Java, la m a n o de obra que les faltaba. También ahí, la fórmula comenzó con contratos de trabajo que comprometían a los hombres por varios años, con la promesa de regresar a su país una vez enriquecidos. Luego, poco a poco, fue preciso importar mujeres y esta m a n o de obra de cultura y de origen javaneses comenzó a recrear sus con- diciones tradicionales de existencia, sus poblados y sus ritos. Paralelamente, los propietarios comenzaron, ya antes de la Guerra, a reorientar y reorganizar su producción, lo que hizo que a miles de e m - pleados que, desde hacía m u c h o tiempo, habían comenzado a establecerse m á s o menos legal o clandestinamente, en los límites o en algunas partes no explotadas de las plantaciones, con la esperanza de reconstituir un m o d o campesino de vida, de volver a ser unostani, perdieran su tra- bajo. A n n Stoler muestra c ó m o estos poblados, hoy, son sólo lugares de residencia y no de pro- ducción, donde las jóvenes generaciones ofrecen sus servicios a las plantaciones que las utilizan según sus necesidades. Esta población se ve, tam- bién, obligada a combinar, c o m o en otros m u - chos lugares del m u n d o , varias actividades, in- cluidas la prostitución y el robo, para completar los precarios empleos. Así, la antropología, entregándose a estudios minuciosos de casos, nos permite mostrar proce- sos que se reproducen en numerosos contextos, con variaciones que pueden explicarse. Esta repe- tida presencia, a nivel local pero también a nivel nacional, regional e internacional, de procesos si- milares o convergentes, impone a los especialis- tas en ciencias sociales la articulación de análisis micro y macro-sociológicos y económicos, que encuentran sus perspectivas globales en el análi- sis histórico de los procesos de paso o de subordi- nación a la economía monetaria y mercantil de múltiples formas de producción y de organiza- ción social. Pero esta economía mercantil y m o - netaria desborda y prolonga el m o d o de produc- ción capitalista que la domina y que, a través de ella, domina la economía mundial. Traducido del francés 16 Maurice Godelier Nota 1. El grupo de investigación sobre las «Formas y procesos de transición entre sistemas económicos y sociales», cuya iniciativa data de 1987, fue creado en 1984 en el seno del Centro de las Ciencias del H o m b r e , en París, por Maurice Godelier, director de estudios de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales. Reúne, en una red internacional, a investigadores de Francia, España, Portugal y Grecia. En cada país, los investigadores se han agrupado en equipos y se reparten las tareas administrativas. Desde 1986, el grupo español está representado por la profesora Dolors C o m a s d'Argemir de la Universidad de Barcelona; el grupo portugués por el profesor Raúl Iturra, responsable del departamento de antropología del 1 S C T E de Lisboa; el grupo francés por Louis Assier-Andrieu, encargado de investigación en el C N R S de Toulouse; el grupo griego por Marie-Elisabeth H a n d m a n n , directora de conferencias en el E H E S S en París y secretaria de la red internacional. Entre los grupos se ha organizado la circulación de los investigadores y de sus trabajos y han tenido lugar dos reuniones plenarias; la primera en la Universidad de Pau, 1984; la segunda en la Universidad de Braga, 1986, con la ayuda financiera de la M S H y del Consejo Internacional de Ciencias Sociales. La próxima reunión plenaria está prevista, en Tarragona, a finales de 1987. La dirección de la red es: Prof. Maurice Godelier Groupe de recherches sur les «Processus de transition» M . S . H . 54, Bid Raspail F 75006 P A R I S Argumentos de la transición en los Pirineos de la Cataluña francesa Louis Assier-Andrieu Charles Parain consideraba, en 1970, que «las for- m a s de comunidad aldeana observables hoy, sólo pueden ser consideradas formas de transición con fenómenos internos contradictorios en aparien- cia, que obligan a una minuciosa observación y hacen que el análisis sea delicado»1. Por eso reco- mendaba al etnólogo de estas comunidades en E u - ropa que descubriera «las estructuras que sirvie- ron de substrato histórico al presente estado»; prefiriendo, al parecer, a la burda tesis que preten- de explicar el cambio por la penetración de la economía de mercado, de la moderni- dad en los grupos sociales ar- caicos y preservados por el aislamiento, la búsqueda di- námica de las condiciones que, en el seno de las comu- nidades aldeanas, suscitaron o permitieron la maduración de las contradicciones y la realización de las transfor- maciones visibles en nues- tros días. L a región de Capcir2 ofrece a este respecto un te- rreno ideal ya que se observa en él, junto a vesti- gios de una agricultura que emplea la energía ani- mal e instrumentos aratorios de fabricación arte- sana, las manifestaciones de una industria del ocio floreciente, con multiplicación de las resi- dencias secundarias, de los comercios y las estruc- turas hoteleras, de las estaciones de deportes de invierno y demás equipamientos turísticos. La di- ferencia que presenta esta situación con respecto a la de las regiones contiguas de Sault o de D o n n e - zan, no menos provistas de laderas nevadas, pero poco turísticas, no podía atribuirse sin m á s , al Louis Assier-Andrieu es responsable de in- vestigación del C N R S , Centro de Hemotipo- logía. Av . de Grande-Bretagne. 31300 Tou- louse, Francia. Doctor en Antropología y Doctor en Derecho. Especialista en antropo- logía del derecho. H a publicado dos obras: Coutume et rapports sociaux. Etude anthro- pologique des communautés paysannes en Capcir ( 1981 ) y Le peuple et la loi: anthropo- logie historique des droits paysans en Catalog- ne française ( 1987). azar de la elección de los inversores o a las divisio- nes realizadas por una sucesión de esquemas ad- ministrativos de organización del territorio. Comprender las condiciones de la aparición y del creciente dominio del capitalismo turístico en una sociedad de productores agropastorales agru- pados en comunidades de aldea constituye el ob- jeto de este trabajo. La estructura de estas comunidades descansa sobre un m o d o dualista de apropiación de un te- rritorio que comprende un altiplano rodeado de laderas boscosas, de subidas hasta el nivel alpino, de vastas exten- siones herbosas. C o m o escri- bió Fernand Butel en 1892, refiriéndose a los Pirineos Centrales, «todo cabeza de familia es propietario, por un lado, de pastos comunes, que son el elemento más im- portante, y, por el otro, de un poco de tierra laborable, un poco de prado para segar, que son el elemento comple- mentario poseído indivi- dualmente»3. Dicho de otro m o d o , cada unidad doméstica es propietaria exclusiva de cierta canti- dad de tierras cultivadas en familia pero someti- das a cierto número de servidumbres colectivas (paso, pastos libres...), y puede utilizar, gracias a su pertenencia a la aldea, recursos forestales (por atribución individual de las talas en los bosques comunales) y de los pastos de montaña. Las tie- rras privadas producen, esencialmente, centeno y patatas, mientras los pastos acogen para el estiaje la vacada comunal y el rebaño ovino, colocados bajo la custodia del vaquero y del pastor comuna- RICS 114/Dic 1987 18 Louis Assier-Andrieu les. L a naturaleza colectiva del trabajo pastoral implica, naturalmente, c o m o lo advirtió pertinen- temente Butel, la propiedad colectiva de los pas- tos, mientras la explotación familiar de las tierras de cultivo que rodean las aldeas facilita su apro- piación privada. Los conceptos que sirven para caracterizar esta estructura dualista (propiedad, comunidad, apropiación privada, casa) pueden re- cubrir, diríamos con M a r x , relaciones concretas distintas y capacidades de evolución desiguales según el medio histórico en el que se encuentre4. D e este m o d o , el estudio de las transformaciones del contenido de esta estructura, en tanto que pue- dan ser reveladoras de un proceso de transición social, pasa por la comprensión del sentido dado a estos conceptos en las distintas etapas de la evolu- ción histórica que ha producido el rostro actual de la región. E n los límites materiales y científicos de este estudio de caso, evidentemente, no es concebible abarcar el conjunto de la génesis y el deterioro de las comunidades de Capcir. La limitación que su- pone la discontinuidad de las fuentes históricas bastaría para echar por el suelo tal ambición. A riesgode pasar por alto algunos aspectos esencia- les, sólo podremos definir sucintamente los c o m - ponentes de la contradicción iniciadora del proce- so contemporáneo de transición, producto no obstante de un desarrollo plurisecular, para inten- tar identificar las principales líneas del propio proceso y caracterizar sus manifestaciones toda- vía observables hoy día. Este proceso parece recubrir dos órdenes de realidades, estrechamente ligadas por una rela- ción de causalidad, pero que conviene distinguir para el análisis: 1. L a causa m á s visible de la presente situación se sitúa en un movimiento económico, que puede resumirse c o m o el papel de algunas categorías de agentes del sistema local de producción, que se benefician del deterioro de la agricultura tradicional y del desarrollo de relaciones mer- cantiles y acumulan una riqueza que es el pun- to de partida de las primeras inversiones orien- tadas hacia un turismo de masas. Se trata pues de poner al descubierto el m o - do c o m o se crean, en el interior de las relacio- nes sociales que estructuran la sociedad capci- reña, tales puntos de acumulación de riqueza cuya conversión en dinero y cuya utilización c o m o capital han permitido la creación y la ampliación de una nueva base económica orientada hacia la satisfacción de las necesida- des vacacionales de poblaciones urbanas tem- poreras. 2 . Este movimiento económico sólo puede desa- rrollarse en un territorio liberado de la relación de propiedad inherente a la forma social vincu- lada a la explotación del suelo sobre bases agro-pastorales. Esta forma social es, c o m o he- m o s visto, dual -casa/comunidad aldeana- y le corresponde una forma dualista de propiedad (propiedad privada doméstica/propiedad co- lectiva). Es conveniente pues contemplar: a) Por una parte, el m o d o c o m o se opera la transformación de las condiciones jurídicas de la relación de las comunidades con las tierras poseídas en c o m ú n y de las casas con las tierras privadas. b) C ó m o , por otra parte, las comunidades al- deanas pudieron preservar las condiciones mínimas para su reproducción en el inte- rior de una relación jurídica de propiedad que contradecía, en lo esencial, la repro- ducción de las formas sociales de produc- ción (casa/comunidad) adecuadas a la base material agropastoral por aquel entonces dominante. El examen de las condiciones del movimiento económico reciente supone pues que se responda a la siguiente pregunta previa: ¿en qué circunstan- cias las comunidades de Capcir consiguen repro- ducirse en una fase histórica en la que las institu- ciones y los marcos jurídicos engendrados por el Estado, en virtud de su soberanía, ofrecen al capi- talismo nacional y regional los medios para su flo- recimiento y ponen así, precisamente, en cuestión la perpetuación de su relación concreta de pro- piedad? Si la emergencia histórica de los aspectos jurí- dicos de esta contradicción pertenece a un fenó- m e n o de larga duración, las fases esenciales de la realización del movimiento transicional se inser- tan en la cronología de los dos últimos siglos. Aquí sólo nos interesa esbozar la lógica del desa- rrollo de este proceso y no desarrollar toda la m a - teria sociohistórica que pueda relacionársele: los fenómenos de coyuntura sólo pueden tomarse en cuenta en la medida en que afectan al comporta- miento o al contenido de la estructura de las co- munidades aldeanas. Argumentos de la transición en los Pirineos de la Cataluña francesa 19 w Mijanès ÍÍEscouloubre Ax-les-Thermesl El Roc Blanc A Puyvalador, RieutorH El Angles < $? (K Formigueres Matamale i^ i- Vilafranca de Confient 'Mon t Lluís C O ^ &P Pie del Canigó A rGuingueta d'Ix P ^ N ESPAÑA M a p a de los Pirineos Catalano-Franceses Transformaciones de la propiedad y reproducción de las comunidades Relación colectiva de apropiación de los recursos L a utilización por parte de las comunidades de Capcir de los recursos situados en sus tierras de uso c o m ú n toma, en nuestros días, dos formas ju- rídicas distintas: el disfrute de propiedades comu- nales y el ejercicio de derechos de uso. A partir de una ley de 1837, reformada en 1848, los «bienes patrimoniales» de las comunas así c o m o el pro- ducto de sus derechos forestales existen «en con- diciones que acercan (su) naturaleza a la de la pro- piedad privada»5 y sirven de instrumento de fi- nanciación de la política económica de distintos municipios. Los derechos de uso sobre los bos- ques o pastos pertenecientes al dominio público del Estado o a propietarios privados, se ejercen por parte de las comunidades con diversos moti- vos. Así es c o m o diecisiete núcleos rurales de la Cerdaña, el Capcir y el alto Confient gozan, colec- tivamente, del derecho a hacer pacer su ganado en distintos territorios comunales. Pueden observar- se otros casos de figura: uso indiviso de los mis- m o s bosques o pastos por parte de dos núcleos administrativos contiguos, o por un pueblo y una sección distinta (villorrio) de otro pueblo. El be- neficio de estos derechos está sometido al pago de cánones y a la observación de reglamentos parti- culares. Esta distinción entre uso y propiedad está au- sente de los principios que, en la Edad Media , re- gían el acceso de las comunidades de la alta Cata- luña a estos m i s m o s recursos concretos. L a ima- gen m á s clara nos la proporciona la costumbre catalana, redactada en el siglo XII, que, al m i s m o tiempo que afirma la soberanía del conde, garan- tiza el disfrute de los bosques, prados y tierras va- cantes a las poblaciones de la campiña contra eventuales interferencias señoriales6. Abierta por su liberal imprecisión a las sutiles interpretacio- nes destinadas a reducir la libertad concedida a las comunidades, no por ello esta costumbre, pese a la sedimentación de soberanías que separa el ac- tual Capcir del Capcir del siglo x n , deja de seguir 20 Louis Assier-Andrieu siendo reconocida por el derecho positivo fran- cés7. Ahora bien, el acceso real de los habitantes a los recursos colectivos de su territorio está hoy subordinado a una distinción jurídica cuya conse- cuencia es limitar su extensión. La evolución que separa el uso medieval de esta distinción abstrac- ta se debe a la evolución global de la teoría del derecho, dos de cuyos aspectos tuvieron, como instrumento de expropiación, un singular impac- to sobre el funcionamiento de las comunidades de Capcir. Se trata, en los siglos XVII y x v m , de la aplicación de la teoría del dominio público del Es- tado y, sobre todo, en la primera mitad del siglo xix, del empleo de procedimientos de limitación de los derechos de uso. 1. Mediante su ordenanza de 1669 sobre las aguas y los bosques, Colbert inaugura en Francia una política de explotación del dominio público en interés del Estado. Tras la encuesta de Froi- dour sobre el estado de los bosques del reino que subraya la especial aptitud de los bosques pirenai- cos para la construcción naval, comienzan las deplorables talas que, en 1677, permitieron re- construir una flota de guerra reducida práctica- mente a la nada en 1633. En los bosques pirenai- cos, especialmente en el Este, van a abrirse hasta los tiempos del Primer Imperio y de la Restaura- ción, verdaderos «caminos de arboladura» que agotan «a fondo» las capacidades de los bos- ques8. Este empleo guerrero de los bosques en los cuales los habitantes de las comunidades próxi- mas obtenían leña para el hogar y materiales de construcción y reparación de edificios, mobilia- rio o instrumentos aratorios, se acompaña, en el Rosellón del siglo x v m , así como en la región de Foix, por un interés industrial. A mediados del siglo x v m se multiplica la creación de forjaspro- ductoras de hierro a los aledaños de los yaci- mientos de mineral y, naturalmente, de la in- mensa fuente de energía que constituyen los bos- ques comunales. Así es como en 1763, el rey autoriza la creación de una forja situada «al pie de los bosques o pasquiers reales de Capcir, de los que (la forja) se alimenta de carbón»9 y, puede añadirse, cuya madera consume en enormes can- tidades. Al mismo tiempo, los oficiales reales asistidos por guardas locales prohiben, autorita- riamente, a los campesinos el acceso a estas in- mensas extensiones de bosque y pasto, pues «la madera, viva y muerta, de los pasquiers reales del Capcir está especialmente destinada al aprove- chamiento de la forja cuya construcción ha per- mitido el Rey»10, pese a que su uso efectivo les está reconocido, desde los siglos xi y xn a las co- munidades, de un lado por la ley stratœ y, del otro, por las actas emanadas de la autoridad con- dal, soberana por aquel entonces". La verdadera devastación de los bosques «causada por la mari- na, las forjas y cuya reparación por la naturaleza ha impedido la ganadería pirenaica»12 justifica- rán las draconianas reglamentaciones y los m e - dios represivos puestos en práctica contra los usuarios locales a comienzos del siglo Xix, y ga- rantizadas en la legislación por el código forestal de 1827. Despojadas por normativas cada vez más res- trictivas de sus facultades de uso, las comunida- des intentan liberarse, por medio del derecho, del cerco administrativo que dificulta su subsis- tencia. Buscando condiciones jurídicas adecua- das al satisfactorio desarrollo de las relaciones agropastorales, la comunidad de Formigueres entabla, en 1819, un proceso contra el Estado pa- ra que se reconozca que tales y cuales bosques están comprendidos en su «territorio», «que ella es única y legítima propietaria 13 del primero y usuaria (del otro) con exclusión de todos los de- m á s habitantes». Ahora bien, en virtud de una medida prefectoral de 1808, la comunidad había pagado al Estado un canon por la entrada de sus rebaños en las mismas tierras entendiendo que eran de dominio público, condicionando unos pastos vitales para la supervivencia de los aldea- nos. Este pago, del que la comunidad de Formi- gueres no habría podido librarse sin sanción fue, en derecho, interpretado contra las reivindica- ciones de la comunidad que, en la apelación, vio c ó m o se le oponía su calidad de simple usuario, sometida a los reglamentos: «hay (por ese pago) tratado formal entre el propietario y el usuario para el ejercicio del uso. El uso es exclusivo de la propiedad: existe pues tratado formal por el que el pueblo de Formigueres ha reconocido que el Estado era propietario»14. Dicho de otro m o d o , según que la relación de pasto sea abstractamen- te calificada de uso o de propiedad, estará some- tida a la aplicación de la lógica de un sistema particular de normas que limitará o abolirá su realización concreta. El reconocimiento de una propiedad de la co- munidad no ofrece, en estos comienzos del siglo XIX, garantía alguna contra la desposesión. Ante- rior por lo general a la aparición en estas altas tierras de los derechos eminentes de los señores sobre las tierras aldeanas, el estatuto de las pro- Argumentos de la transición en los Pirineos de la Cataluña francesa 21 La plaza y la iglesia (siglo Xll) de Formigueres, a principios de siglo. Archivos de la Dirección del Patrimonio, Paris. piedades comunales sufre los efectos de una evo- lución jurídica de primera importancia para la comprensión de las vías de una subsunción efec- tiva de las comunidades en sus derechos. Formi- gueres se ve así privada, en 1822, del disfrute de las tres cuartas partes de la tierra cuya plena pro- piedad le habían concedido el rey de Aragón y el monasterio de Corneilla, por aquel entonces pro- pietarios indivisos15. Esta mutación, singularmente abrupta, apare- ce como una de las consecuencias de la abolición de la feudalidad, seguida, en 1814, por la reinte- gración de los antiguos aristócratas en sus bienes: cuando la inconsistencia de los derechos señoria- les es patente en la zona montañosa del Rosellón a finales del Antiguo Régimen16, la venta en 1820 por el heredero del último señor de Formigueres de un bosque comunal toma la forma de la alie- nación de una propiedad privada, ciertamente grabada con derechos de uso, pero que el c o m - prador, comerciante en maderas de Perpiñán, pretende explotar para obtener un beneficio mer- cantil. A consecuencia de la violenta oposición de los aldeanos, encabezados por los notables, a la explotación de «su» bosque, el nuevo «propie- tario» entabla una acción jurídica que pretende liberar el suelo, cuyo producto quiere explotar libremente en virtud de su derecho de propiedad, de los derechos concurrentes de los aldeanos so- bre el mi smo suelo. Haciendo aplicación del pro- cedimiento de limitación de los derechos de uso disfrutados colectivamente por una comunidad sobre un fundo privado, el tribunal civil de Pra- des, por varias decisiones confirmadas en apela- ción por el tribunal de Montpeller17, declara pro- pietario al comprador, simple usuario al pueblo y decide la atribución a éste de la propiedad de la cuarta parte de la tierra afectada, dado que se verá privada del disfrute de las otras tres cuartas partes. El efecto de tal procedimiento es resumi- do, crudamente, por un eminente jurista: «el usua- rio pierde en ingresos el equivalente a lo que gana consolidando su derecho de propiedad»18. La co- munidad troca, en suma, una abstracción, un dere- 22 Louis Assier-Andrieu cho «consolidado», por su leña para el hogar con- vertida, en adelante, en mercancía y alienada en beneficio de un comerciante urbano. Esta «inversión del título» es el producto de una maduración retórica de larga duración, que ha permitido a los autores de la baja Edad Media transformar el ejercicio, por el señor, de su poder de m a n d o de las prácticas consuetudinarias en un procedimiento formal basado en los principios del derecho romano19 . Los juristas de los siglos xiii, xiv y xv, que se esforzaban para que la prácti- ca social de su tiempo revistiera la toga del rena- ciente derecho romano, clasificaron el disfrute por las comunidades aldeanas de sus posesiones colectivas en la categoría romana de las servidum- bres o lo interpretaron como el ejercicio de un de- recho de copropiedad con el señor o el soberano. U n a y otra acepción iban a permitir, posterior- mente, el inicio de procedimientos legales de re- presentación, de limitación o de privación de este disfrute, los principales procedimientos fueron la selección, abolida bajo la Revolución, y el acanto- namiento, mantenido por decreto en 1792. C o n resultados sensiblemente idénticos, estos procedi- mientos implicaban andaduras jurídicas y teóri- cas distintas. La selección, interpretando el uso como una copropiedad, procedía de la idea de que las comunidades aldeanas eran anteriores a la feu- dalidad y les concedía la propiedad de los dos ter- cios de la tierra usada. El acantonamiento, en cambio, se apoyó en el hecho de que las comuni- dades fueron, en un momento dado, usuarias gra- cias a una concesión señorial, gratuita u onerosa, que un simple reconocimiento por parte de los usuarios bastaba para probar. El señor que regla- menta las talas se asimila al dominus o proprieta- rius romano y obtiene la propiedad de los dos ter- cios del fondo. La comunidad, cuyo origen histó- rico se considera aquí consecutivo a la formación de las señorías, sólo tiene derecho, por razón de su servidumbre, a la tercera parte restante. Alrede- dor de este importante dilema jurídico emerge, en el siglo xvn, la controversia entre el poder real y los señores sobre la propiedad de los comunales, abundantemente
Compartir