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19 “El patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anó- nimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida, es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo; la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas” (Conferencia Mundial de la UNESCO sobre el Patrimonio Cultural, México D.F., 1982). Capítulo 1 Algunas reflexiones acerca del patrimonio María Luz Endere Introducción En los últimos años, el patrimonio cultural se ha visto enriquecido en dos dimensiones, que han generado un verdadero cambio paradigmático en la manera de ver y entender aquello que consi- deramos un legado del pasado. Ese cambio ha estado motivado, en primer lugar, por la expan- sión del concepto de patrimonio que ha sobrepa- sado con creces la idea tradicional de monu- mentos y, en segundo lugar, por el rol político, eco- nómico y social que fue asumiendo a través de los años. Ambos aspectos han tenido un impacto con- siderable en la manera tradicional de investigar, conservar y administrar el patrimonio. Hoy ya no es posible pensar en la protección del patrimonio cultural sin tener en cuenta su entorno natural, tampoco puede pensarse el patri- monio natural como paisajes prístinos, carentes de presencia humana actual o pasada. En este capítulo se discuten estos conceptos, a la vez que se presenta una síntesis de cómo se organiza la gestión del patrimonio a nivel local, provincial, nacional e internacional. Un poco de historia Para comprender la vasta y compleja noción actual de patrimonio es necesario analizar su génesis y evolución. Si indagamos en la historia podemos observar que la mayoría de los monu- mentos de la antigüedad que hoy consideramos testimonios valiosos del pasado humano, han sufrido siglos de abandono y destrucción. Podría tomarse como ejemplo al Partenón, que fue cons- truido en la Acrópolis de Atenas en tiempos de Pericles (495 a.C.- 429 a.C.), como un templo .01 20 Patrimonio, ciencia y comunidad un lugar de peregrinación para miles de turistas que ven en él un ícono de la cultura occidental. La historia del Partenón demuestra que con- siderar a un bien dejado por las culturas del pasado como patrimonio común de toda la huma- nidad es una idea relativamente reciente. En rea- lidad, el patrimonio artístico de la antigüedad clá- sica recién comenzó a ser valorado durante el Renacimiento (siglo XV). Hasta entonces los bienes materiales que dejaban otros pueblos o cul- turas constituían tesoros, botines de guerra o bien materiales libremente apropiables, pero no se les reconocía, en general, valor cultural o artístico. Existen numerosos ejemplos de restos de templos y palacios usados como canteras para la obten- ción de materiales para construir nuevos edificios (Figura 2), así como de templos destruidos para construir otros encima con el objeto de imponer una nueva religión y borrar todo vestigio de la ante- rior (Figura 3). En la Modernidad se produjeron una serie de fenómenos que impactaron en la manera de con- cebir el patrimonio. Uno de ellos fue el surgimiento de la ciencia moderna, la cual basada en la razón comenzó a descubrir “leyes universales” que per- mitieron explicar el mundo con independencia de las verdades reveladas por la fe. Precisamente, el eje del pensamiento iluminista europeo de la época se basó en la creencia de que la huma- nidad, a través de la razón y del progreso tecno- lógico, sería capaz de manipular y explotar la natu- raleza en su propio beneficio. Este pensamiento proveyó una justificación para los viajes y descu- brimientos promovidos o apoyados por las poten- cias europeas que posibilitaron la “conquista de nuevos mundos” y, en los siglos siguientes, el desarrollo de una red de comercio e intercambio entre las metrópolis europeas y sus colonias en América, Africa, Asia y Oceanía, proceso que se conoce como colonialismo. Esta expansión colonialista produjo un pro- fundo cambio en la visión del mundo que tenían los europeos, a partir del hallazgo de otros grupos humanos con otras formas de vida totalmente diferentes. En el medioevo lo que se sabía del mundo derivaba de los textos dejados por griegos y romanos y primaba una visión mitológica de las demás culturas. De hecho, los pueblos no occi- dentales, es decir “los otros culturales” eran cla- sificados de acuerdo a las categorías de pensa- miento existentes. Por ejemplo, de acuerdo a la dedicado a la diosa Atenea. Por entonces estaba rodeado de frisos, estatuas y pintado de múltiples colores. Con el paso de siglos, fue iglesia cristiana, mezquita y hasta sirvió de polvorín durante la ocu- pación otomana. En 1687 un bombardeo provocó su incendio y destrucción parcial. En 1801, Lord Elgin compró parte de sus frisos y estatuas que pasaron años después a formar parte de la colec- ción del Museo Británico. La imagen actual del Partenón no es sino el resultado de todos los ava- tares de su historia. Su imagen descolorida ofrece a los visitantes una visión aséptica y un tanto idea- lizada de la antigüedad griega (Figura 1); ya no es más un templo religioso, aunque sigue siendo aún Figura 1. Vista del Templo del Partenón, Acrópolis de Atenas, Grecia. Figura 2. Castillo construido por los Cruzados utilizando columnas romanas como vigas, Sidón (s. XIII), actual Líbano. 21 Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio clasificación aristotélica, los bárbaros eran aque- llos que se regían por la pasión -a diferencia de los griegos- mientras que en el medioevo los “bár- baros” eran sinónimo de paganos, quienes sólo podían alcanzar la salvación eterna mediante su conversión al cristianismo (Gosden 1999). Durante la expansión colonialista se tomó este discurso del deber moral para justificar los domi- nios sobre los territorios descubiertos e imponer un orden racional y moral a partir de los están- dares greco-cristianos. En 1493 el Papa Ale- jandro VI concedió a los reyes católicos de España a través de las Bulas Inter Caetera el derecho de conquistar América e incorporarla a los domi- nios de la Corona con la condición de que evan- gelizaran a los nativos. Con el transcurso del tiempo, la experiencia de los viajeros y natura- listas en el “Nuevo Mundo” fue gradualmente desafiando esa unidad de pensamiento a través de observaciones empíricas que dieron lugar a un cierto relativismo histórico y antropológico. Pero lo cierto es que todos los pueblos nece- sitan esquemas abstractos (cosmologías) para entender el mundo, la posición de las cosas y las personas dentro del mismo, así como las rela- ciones y acciones morales que se deben esta- blecer entre ellas. Una manera de comprender el mundo es a través de la colección y clasificación de objetos o conjuntos de objetos que parezcan ser representativos de las diferentes formas de vida o de intercambio entre los pueblos. Es por eso que el coleccionismo está estrechamente vin- culado con el colonialismo, ya que constituía una manera de comprender a los grupos humanos no europeos (Gosden 1999). Naturalistas y bur- gueses comenzaron a acumular una amplia variedad de objetos colectados de sus viajes o tra- ídos de los lugares donde extendían sus redes comerciales. Cabe aclarar, sin embargo, que el coleccio- nismo es un fenómeno anterior al colonialismo. Existían en Europa grandes colecciones formadas muchos siglos antes de su surgimiento, tales como las reliquias religiosas traídas por los Cru- zados de Oriente Medio; los bienes procedentes de Constantinopla, luego de su caída; los objetos de arte colectados por los mecenas del Renaci- miento, etc. Estas colecciones estaban integradas por objetos maravillosos, excepcionalmente valiosos, frutos del poder divino o del genio del artista. A partir del siglo XVI comenzaron a formarse las grandes colecciones de las casas reales que luego sirvieronde base a los patrimonios artísticos nacionales. Paralelamente se había iniciado el coleccionismo privado. Sin embargo, durante el colonialismo es cuando se intensifica la recolección de objetos cul- turales de todo tipo, usados como medios de inter- cambio para fomentar el comercio colonial. De este modo se constituyeron las grandes colec- ciones antropológicas privadas (e.g. Colección Tra- descant, siglo XVII) que reunían todo tipo de objetos y eran guardadas en una suerte de "gabi- nete de curiosidades", ya que no tenían otra lógica clasificatoria que la de ser el reflejo de los con- tactos y los viajes de sus dueños. Eran producto de intercambios amigables, compra o tráfico. A menudo estos bienes pasaban de padres a hijos hasta que en algún momento se dispersaban o que- daban bajo la custodia de algún investigador o de alguna institución pública, como universidades o museos. Este proceso de traspaso de las colec- ciones del sector privado al público se generalizó hacia fines del siglo XIX. Paralelamente al hallazgo de los “otros cultu- rales contemporáneos” -cuyo estudio dio origen a la antropología como disciplina científica-, los estu- diosos europeos descubrieron la existencia de una prehistoria anterior a los griegos y a los romanos a partir de las analogías que habían encontrado entre los pueblos americanos que usaban instrumentos Figura 3. Iglesia y Convento de Santo Domingo construido en 1534 sobre el templo inka de Coricancha, Cuzco, Perú. 22 Patrimonio, ciencia y comunidad mación que proveyó la arqueología, la Mesopotamia fuera reconocida como la “cuna de la civilización occidental”. Sin embargo, el Oriente Medio y su legado cultural, como explica Edward Said (1978), siempre fue considerado como de segundo rango frente a la superioridad europea. De este modo, los europeos fueron gradual- mente construyendo una nueva historia a partir de una combinación de la vitalidad propia de los bár- baros (presumida a partir de los artefactos prehis- tóricos) con la estética clásica, sumado a la ele- gancia, el porte y la racionalidad propia de la moder- nidad. Todos estos elementos derivaron en el sen- tido de progreso y superioridad europea esgrimida en el siglo XIX (Gosden 1999). En este siglo fue cuando se acuñó de manera definitiva el concepto de patrimonio, una noción que estuvo teñida, por décadas, de una visión eurocentrista del mundo y de la cultura. Los museos y el surgimiento del patrimonio nacional Los primeros grandes museos de Europa como el Británico (1759), el Louvre (1792) (Figura 4), el Altes de Berlín (1828) se constituyeron sobre la base de grandes colecciones privadas generadas gracias a la enorme afluencia de piezas arqueo- lógicas hacia las metrópolis europeas que se pro- dujo desde mediados del siglo XVIII y sobre todo durante la época del “Gran Tour”. Si bien los grandes movimientos de obras de artes y la acti- vidad comercial vinculada a ellas había comen- zado un siglo antes (Hernández Hernández 1994), esta se intensificó a partir del interés despertado por las excavaciones de Herculano y Pompeya. La intención original de establecer museos fue la de sacar los objetos coleccionados de su con- texto de uso y de circulación como propiedad pri- vada, colocándolos en un ambiente que permitiera abrir la colección al público con fines educativos, brindándole una explicación más o menos racional de los mismos. Sin embargo el auge de los museos se produjo recién en la segunda mitad del S. XIX, cuando junto con el patrimonio cultural comenzaron a jugar un rol trascendental en el surgimiento y jus- tificación de los Estados nacionales. Las nuevas naciones necesitaban contar con una historia propia en la cual educar a sus ciudadanos y gene- rarles un sentido de identidad. Estas historias no de piedra y las herramientas de igual materia prima halladas en el viejo continente. Esta posibilidad de hacer comparaciones interculturales entre América y Europa hizo posible el surgimiento de la arqueo- logía prehistórica (Gosden 1999). Sin embargo, los hallazgos de la incipiente arqueología en Europa no contaban con una explicación coherente que los ordenara en una línea de tiempo, hasta que el danés Christian Jürgensen Thomsen elaboró, en 1816, una secuencia que dio origen a la clásica clasifica- ción de las edades de piedra, de bronce y de hierro en que se dividió desde entonces la prehistoria europea. Mientras tanto los europeos seguían considerán- dose los herederos del mundo clásico, se educaban en griego y latín y leían sus obras de filosofía, litera- tura y teatro. El descubrimiento arqueológico y pos- terior excavación de Herculano y Pompeya, ciudades romanas sepultadas bajo las cenizas del volcán Vesubio, en Italia, deslumbró a la clase culta europea al brindarle una visión mucho más vívida y completa del estilo de vida y del esplendor romano. La arqui- tectura clásica se impuso rápidamente en Europa; también influyó en la pintura, la escultura y en las artes en general. El coleccionismo de piezas prove- nientes de ruinas y tumbas romanas y griegas hizo furor en la aristocracia y en la burguesía, cuyos miembros emprendían largos y fatigosos viajes para conocerlas. Egipto fue “descubierto” a partir de las campañas napoleónicas (1798) y tuvieron que pasar muchas décadas más para que, gracias a la infor- Figura 4. Museo del Louvre, París, Francia. 23 Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio Como señalaba Ricardo Rojas (1909): “De todos esos desperdicios del tiempo ha de ir haciéndose la historia nacional”. Con igual intención, en 1913 se sancionó la Ley Nº 9.080 que declaró a las ruinas y yacimientos arqueológicos y paleontoló- gicos propiedad del Estado. La urgencia de san- cionar esta ley fue claramente fundamentada por el diputado Manuel B. Gonnet, quien señaló que era necesario “evitar que el espíritu de lucro, por una parte, y el pillaje, por la otra, las devasten y dejen truncados algunos de los grandes problemas de la arqueología y la paleontología, quitando a nuestros museos esos preciosos tesoros (…)” (Diario de Sesiones de Diputados 1912, T II: 673) (ver Marco normativo del patrimonio en Argentina y la región) (Figura 6). Durante esa época se formaron las grandes colecciones etnográficas y bioantropológicas que luego fueron albergadas en el Museo de La Plata (1888) y en el Museo Etnográfico de la Univer- sidad de Buenos Aires (1904) y se expropiaron las colecciones paleontológicas y antropológicas de Florentino Ameghino para ser destinadas al Museo Nacional de Historia Natural. También se creó el Museo Histórico Nacional (1891) y el de Bellas Artes (1896), entre otros. Sin pretensiones de hacer un análisis exhaus- tivo del tema, debe señalarse que el proceso de creación del patrimonio nacional tuvo diferentes matices en los distintos países latinoamericanos. suelen ser más que “tradiciones inventadas”, señalan Hobsbawm y Ranger (1983), es decir, narrativas inspiradas más en lo que se cree que debió ser, que en lo que en realidad sucedió, y ela- boradas con una fuerte intención de aleccionar a las generaciones presentes y futuras. En ese con- texto, era necesario darle un sustrato material a la historia nacional, el cual fue proveído por el patri- monio inmueble (ruinas arqueológicas, palacios, templos, etc.) y mueble (colecciones alojadas y exhibidas en museos). Es por ello que el patri- monio cultural en sus inicios estuvo fuertemente ligado con la construcción de la identidad nacional. En Europa, la noción de “monumentos” se ins- piró en la idea de que el Estado debía extender su mano protectora y su dominio sobre ciertos bienes considerados claves para su historia (Figura 5). En consecuencia se eligieron aquellos lugares de notable valor arquitectónico y artístico, incluido sitios prehistóricos, así como sitios vinculados con personajes ilustres o con grandes acontecimientos de la historia. En América surgió la necesidad de constituir “parques nacionales” con el objeto de proteger áreas naturales de gran belleza para el gocepúblico. La idea de crear estas áreas prote- gidas nació en EE.UU. a fines del siglo XIX y fue rápidamente emulada en Canadá, Australia y Nueva Zelandia. El valle de Yosemite, con su bosque de sequoias gigantes se constituyó en parque nacional en 1890; unos años antes Canadá había creado el parque Rocky Mountain, Australia el Parque Royal (1879) y Nueva Zelandia el Tongariro (1887). En los años siguientes la lista de parques se fue multiplicando en estos países y luego en todo el mundo. En Argentina, Francisco P. Moreno donó en 1903 las tierras en las que décadas después se creó el Parque Nacional Nahuel Huapi. El segundo Parque Nacional argen- tino fue el Iguazú, creado en 1909. Cabe destacar que estos fueron los primeros parques nacionales de Sudamérica (Erize 2003). Poco a poco los Estados, tanto en el viejo como en el nuevo mundo, se convirtieron en coleccio- nistas a través de sus museos y en proteccionistas por medio de las legislaciones de patrimonio. En Argentina, por ejemplo, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, la arqueología y la paleontología fueron consideradas claves en la creación de una ciencia de corte nacional. Lo distintivo de Argen- tina eran los yacimientos arqueológicos y paleon- tológicos que debían ser protegidos porque cons- tituían el fundamento último de la nacionalidad. Figura 5. Catedral de Notre Dame de París. 24 Patrimonio, ciencia y comunidad parición. No debe sorprender entonces que su legado cultural no haya sido valorado sino como una curiosidad antropológica. Sin embargo, a partir de entonces surgieron diferentes movi- mientos, tales como el indigenismo, el socialismo, la hispanidad y el nacionalismo, que afectaron la concepción del patrimonio cultural en cada país. Como ejemplos pueden citarse el Movimiento Indigenista en Perú, surgido a fines de 1910 y el de Bolivia, a partir de la constitución de 1952, que trajeron consigo un redescubrimiento de los impe- rios Inka y Tiwanaku y de los sitios arqueológicos asociados a ellos. En México, el indigenismo sur- gido a partir de la revolución de 1910 ayudó a con- solidar el nuevo estado mexicano, sentando sus raíces más profundas en el pasado prehispánico imperial (Patterson 1995). Como consecuencia de estos procesos, los monumentos precolombinos de Perú y México pasaron a ocupar un lugar desta- cado en la agenda política estatal, en especial aquellos relacionados con los imperios Inka y Azteca, respectivamente. Por el contrario, en países como Argentina, Chile y Uruguay la ideología ofi- cial hizo un quiebre con el pasado indígena y, en general, negó cualquier otra influencia que no sea la tradición hispano-católica y la exaltación de los héroes nacionales. Se impuso un modelo de homo- geneidad cultural a partir de un crisol de razas, pro- ducto de la inmigración europea de fines del siglo XIX y comienzos del XX, negándoles toda adscrip- ción étnica, hasta años recientes, a los descen- dientes indígenas contemporáneos. En Argentina el desprestigio de las teorías de Ameghino (1880) sobre El Origen del Hombre en El Plata marcó una etapa de crisis en el desarrollo de la arqueología y la paleontología que fue acom- pañada por el desinterés del Estado en proteger este patrimonio. El movimiento nacionalista sur- gido a partir de la celebración del centenario de la independencia potenció el desarrollo de una his- toria nacional que se apoyó en el legado colonial y patrio. En 1940 se creó la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos y durante esa época fueron declarados gran parte del listado actual de monumentos y lugares histó- ricos nacionales, en el cual se incluyeron funda- mentalmente a las iglesias coloniales y a los sitios y lugares relacionados con los grandes hitos del período patrio (Figura 7). Paralelamente un número importante de parques nacionales se constituyeron a partir de la década del ́ 30 cuando se creó la Dirección de Parques Nacionales. Hasta principios del siglo XX existió cierto predo- minio de la ideología racista inspirada en el dar- winismo evolucionista, que consideraba a los pue- blos indígenas como grupos salvajes que se encon- traban en una etapa inferior de la evolución humana y por lo tanto, próximos a su desa- Figura 7. Cabildo de Salta, declarado Monumento Histórico Nacional en 1937. Figura 6. Megatherium americanum procedente de Argen- tina expuesto en el Museo de Historia Natural de Londres, Reino Unido. 25 Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio El patrimonio de la humanidad Volviendo al contexto internacional, entre la primera y la segunda guerra mundial, se comenzó a gestar un movimiento conservacionista a nivel internacional que se plasmó en la Carta de Atenas de 1931 que fijó los principios mínimos para la conservación de los monumentos artísticos e his- tóricos, que fueron luego complementados en la Carta de Urbanismo de Atenas de 1933. Cabe aclarar que estas cartas, pese a ser solo “recomen- daciones”, han generado un vasto impacto por su valor doctrinario y sirvieron de base para la elabo- ración de otros documentos. En 1945 se creó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como un organismo espe- cializado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el objetivo de construir la paz en la mente de los hombres mediante la educa- ción, la ciencia y la cultura. Su principal misión por entonces fue proteger los bienes culturales en caso de conflicto armado y combatir el tráfico ilícito de bienes culturales. Producto de ello fueron la elaboración y aprobación de la Convención sobre la protección de bienes culturales en caso de conflicto armado (La Haya 1954) y la Conven- ción sobre medios para prohibir y prevenir la importación, exportación y transferencia ilícita de bienes culturales (París 1970). Durante la posguerra, la mayor preocupación en Europa en relación al patrimonio se centró en la recuperación de los centros históricos que habían sido bombardeados. Precisamente, las reconstrucciones poco confiables de edificios his- tóricos inspiraron la elaboración de la Carta de Venecia, adoptada por ICOMOS (Consejo Interna- cional de Monumentos y Sitios) en 1964, en la cual se enumeraron los principios básicos que deben guiar a una restauración para que sea con- siderada “auténtica”, enfatizándose la importancia de respetar los materiales originales con los que fue construido el monumento. Mientras tanto, en el seno de la UNESCO se comenzó a gestar un nuevo concepto, el de “patri- monio de la humanidad”, a partir de la coopera- ción internacional obtenida para efectuar el rescate de los templos egipcios que iban a ser afectados por la construcción de la Represa de Aswan en 1960. El convencimiento de que existe un patri- monio que no es exclusivo de un país, ni de una cultura o religión sino que pertenece a toda la humanidad y constituye un legado de los grupos humanos del pasado a las generaciones presentes y futuras, fue la idea fuerza que inspiró la Con- vención para la protección del Patrimonio Mundial Natural y Cultural de 1972. Bajo los auspicios de esta convención se propuso proteger lo excepcional, lo extraordinario, aquello que representa “las grandes obras del hombre y de la naturaleza” (ver Convención de la UNESCO de 1972). Precisa- mente el criterio que determina que un bien pueda ser catalogado como patrimonio de la humanidad es el “valor universal excepcional” que significa que posee “una importancia cultural y/o natural tan excepcional que trasciende las fronteras nacionales y cobra importancia para las generaciones pre- sentes y venideras de toda la humanidad (Figura 8). Por lo tanto, la protección permanente de este patrimonio es de capital importancia para el con- junto de la comunidad internacional” (UNESCO 2006:48) (Ver Sitios del Patrimonio Mundial que se encuentran en Argentina). Figura 8. Vista del sitio arqueológico de Petra, capital de los Nabateos (s. IV a.C. al I d.C.), actual Jordania, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1985.26 Patrimonio, ciencia y comunidad Entre los años 60s y 70s, principalmente en los EE.UU., comenzó a debatirse el pro- blema de la pérdida irreparable de sitios arqueológicos y paleontológicos -que se hallaban bajo tierra y que eran destruidos antes de ser descubiertos e investigados- con motivo de la construcción de grandes obras de infraes- tructura que producían grandes remociones de tierra o dejaban bajo agua vastas porciones de territorio. Surgió así la arqueología de rescate, cuyo objetivo era registrar y recuperar una parte más o menos representativa de los bienes en peligro de destrucción. Posteriormente, se comenzó a utilizar la denominación de “recursos culturales” para designar a esos bienes patrimoniales. Ello significó un impor- tante cambio conceptual respecto de la tradi- cional noción de “monumentos”, que exige un proceso previo de selección y una declaratoria legal para poder calificar a un bien como tal y protegerlo. Por el contrario, la idea de “recursos culturales” implica preservar no sólo a los bienes culturales conocidos y declarados, sino también a los sitios potenciales, susceptibles de ser descubiertos mediante un hallazgo casual o en contexto de obras. El concepto de recursos culturales se inspira en la noción de recursos naturales, ya que se trata de recursos limitados, no renovables, diseminados en el paisaje, que son de interés público y que deben ser protegido por la legislación de patrimonio, así como contemplados en la normativa de planifica- ción territorial (Carta de ICOMOS para la gestión del Patrimonio Arqueológico de 1990). Este con- cepto dio paso a una nueva especialidad denomi- nada “manejo o gestión de los recursos culturales”. Como consecuencia de todo este proceso, la visión del patrimonio que tenemos hoy es mucho más amplia y flexible. Ya no sólo se protege lo monumental sino lo que se encuentra bajo tierra (Figura 9) y aún debajo de las aguas, lo cual es posible gracias al desarrollo de la arqueología sub- acuática en los últimos años, que ha permitido la detección e investigación de naufragios, sitios y ciu- dades sumergidas (Figura 10). Por otra parte, la protección de un monumento requiere también proteger su entorno natural, tal como señala la Carta de Venecia. La comprensión de que los recursos culturales y naturales no son entidades separadas sino que se encuentran dise- Convención de la UNESCO de 1972 La Convención para la protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, celebrada en París en 1972 define como patrimonio cultural (art. 1) a: · Los monumentos: obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, ele- mentos o estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de ele- mentos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia. · Los conjuntos: grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia. · Los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza así como las zonas incluidos los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico. Y como patrimonio natural (art. 2) a: · Los monumentos naturales constituidos por formaciones físicas y biológicas o por grupos de esas formaciones que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista esté- tico o científico; · Las formaciones geológicas y fisiográficas y las zonas estrictamente delimitadas que cons- minados en el paisaje, ha tenido importante con- secuencias en la categorización de lo que consi- deramos patrimonio (Figura 11). Muchos países comenzaron a considerar como áreas protegidas a lugares con mayor grado de intervención humana (ver La conservación del patrimonio natural), mien- tras que comenzó a gestarse el concepto de paisaje para poder clasificar de manera más adecuada a sitios que no eran estrictamente naturales ni cultu- rales. En este sentido, el Comité del Patrimonio Mundial ha incorporado desde 1992 una tercera categoría de sitios (además de los culturales y natu- rales) que denominan “mixtos” y que son aque- llos que satisfacen una parte o la totalidad de la definición de patrimonio natural y cultural de la con- vención. En esta categoría se incluyen los paisajes culturales (Figura 12) como aquellos “bienes cul- turales que representan el trabajo conjunto del hombre y de la naturaleza” y que “ilustran la evo- lución de la sociedad humana y de sus asenta- mientos a lo largo del tiempo, condicionado por las limitaciones y/o oportunidades físicas que presenta su entorno natural y por las sucesivas fuerzas sociales, económicas y culturales, tanto externas e internas” (UNESCO 2006: 48) (ver Nuevas cate- gorías de sitios). 27 Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio tituyan el hábitat de especies animal y vegetal amenazadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico; · Los lugares naturales o las zonas naturales estrictamente delimitadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la ciencia, de la conservación o de la belleza natural. Nuevas categorías de sitios La Comisión del Patrimonio Mundial, en sus directrices prácticas, incorporó una tercera cate- goría de sitios, además de los naturales y culturales, que denominó “mixtos”. Ejemplo de ellos son los paisajes culturales, que representan las obras conjuntas del hombre y la naturaleza, los cuales se dividen en tres categorías: a) los creados intencionalmente por el hombre, como jar- dines y parques; b) los que han evolucionado orgánicamente, ya sea que se encuentren aban- donados (o fósiles, como por ejemplo minas abandonadas) o que aún cumplen una función social activa en la sociedad contemporánea (e. g. terrazas de cultivo en el mundo andino) y pai- sajes culturales asociativos que son los sitios sagrados y rituales. En los últimos años se han ampliado los criterios para incluir tipos específicos de sitios, tales como las nuevas ciudades del siglo XX y, los canales y las rutas patrimoniales (antiguas vías de comercio o redes viales imperiales que se extienden a lo largo de vastos territorios y diversos países). Asimismo se han establecido como objetivos estratégicos de la Convención (Declara- ción de Budapest de 2002) el establecer una lista del patrimonio mundial que sea más repre- sentativa, ecuánime y creíble, es decir que represente mejor las diferentes culturas del mundo, especialmente las de los países del tercer mundo. Figura 9. Excavación de rescate en la Ex- Escuela Normal de Olavarría. Olavarría, pro- vincia de Buenos Aires. últimos años, se han hecho enormes progresos hacia el reconocimiento del patrimonio intangible, que ha sido protegido a nivel internacional por la Convención de la UNESCO de 2003. Ello signi- fica que no sólo debe protegerse la cultura mate- rial de una comunidad, sino además sus conoci- mientos ancestrales, técnicas, rituales, música, memoria oral, etc., es decir todos aquellos aspectos intangibles de su cultura que le proveen de un sentimiento de identidad y continuidad a través del tiempo. El patrimonio, además, dejó de ser conside- rado como algo estático para tornarse dinámico, entendido como un proceso que abarca, con una visión antropológica, todo aquello que está bajo la influencia de los grupos humanos y que se consi- dera digno de ser preservado. Un ejemplo claro del carácter dinámico del patrimonio lo brinda pre- cisamente el patrimonio intangible, ya que los saberes, técnicas y tradiciones pasan de genera- ción en generación e inevitablemente se van trans- formando; proteger ese patrimonio requiere tam- bién ser permeable a los cambios que él va expe- rimentando (Figura 14). Asimismo se ha afirmado que el patrimonio cultural o natural no puede ser separado de su entorno social y cultural, en el sentidode que la conservación y rehabilitación de un bien patrimo- nial no puede hacerse en desmedro de la comu- En la consideración del patrimonio cultural de cada país ha dejado paulatinamente de valorarse solo lo magnífico y extraordinario para incluir tam- bién lo cotidiano y popular (Figura 13). En los 28 Patrimonio, ciencia y comunidad Figura 12. Vista de Machu Picchu, inscripto como “sitio mixto” en la lista del Patrimonio Mundial (1983). Figura 11. Terrazas de cultivo de Coctaca, Quebrada de Humahuaca, pro- vincia de Jujuy, declaradas Monumento Histórico Nacional en 2000. Figura 10. Arqueólogos excavando un sitio sub- acuático. 29 Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio nidad que habita en el lugar, sea o no descendiente de quienes produjeron dicho bien. Un caso que vale la pena mencionar es el de los beduinos, pueblo nómade que custodió el sitio de Petra (Jor- dania) por 700 años; sus descendientes son quienes explotan en la actualidad los servicios turísticos en el lugar (Figura 15). En los últimos años y desde una perspectiva urbanista, la idea de patrimonio ha sido asociada a la noción de hábitat y de calidad de vida. La Declaración de Buenos Aires del Forum UNESCO, celebrado en octubre de 2004, afirma que “el patrimonio cultural debe ser considerado como un derecho de la persona” y como tal “debe contri- buir al bienestar y a la integración social”. En este contexto, el patrimonio ha dejado de ser consi- derado como un tema excluyente del ámbito de la cultura para integrarse como un capítulo espe- cial en los programas de ordenamiento territorial y en los planes de desarrollo social. El concepto de patrimonio se ha expandido en la dimensión temporal, permitiendo incluir a la producción humana reciente, en especial aquello que ha sido parte del mundo del trabajo, como el patrimonio industrial. Minas, fábricas y molinos abandonados, antiguos poblados mineros y rurales, sumados a tramos de vías férreas, esta- ciones y talleres ferroviarios integran un rico acervo que no siempre es adecuadamente valorado y pro- tegido. Patrimonio, además, puede ser aquello que adquiere un fuerte significado simbólico para las generaciones presentes y futuras como testimonio de las conquistas sociales o políticas alcanzadas. En esta categoría se incluyen a los denominados “sitios de la memoria” como el Museo de la Memoria del Distrito 6, en Ciudad del Cabo, que testimonia las políticas racistas del Régimen del Apartheid en Sudáfrica (Figura 16); el Campo de concentración y exterminio Nazi de Auschwitz en Polonia y, para dar un ejemplo más local, la Escuela de Mecánica de la Armada, recientemente convertida en museo. Como ha quedado demostrado en todo este relato, el patrimonio está formado por aquellos bienes tangibles o intangibles que una comunidad o, al menos determinados sectores de ella, eligen proteger como testimonios del pasado y desean transmitir a las generaciones venideras. Por eso suele afirmarse que el patrimonio no es sino una construcción social que se hace desde el presente con una fuerte intencionalidad respecto de lo que se desea preservar. Figura 13. Rancho de adobe, típica vivienda rural de la región pampeana, Colonia San Miguel, Olavarría, provincia de Buenos Aires. Figura 14. Técnica tradicional de tejido de poncho en telar. Tilcara, provincia de Jujuy. partes del mundo y en diferentes períodos de la historia han sido un tema profusamente analizado en las últimas dos décadas (Kohl y Fawcett 1995; Díaz-Andreu y Champion 1996, etc.). Para dar un ejemplo reciente, la dinastía Ptolemaica de origen griego, ha sido tomada desde el discurso oficial como fundamento del Egipto moderno (Hassan 1998). En este sentido, se ha afirmado que la construcción de la nueva biblioteca de Ale- jandría en el 2003, constituye un testimonio elo- cuente de cómo desde el Estado se intenta reforzar las raíces griegas de Egipto en detrimento de lo musulmán (Butler 2007). Las reconstrucciones in situ de antiquísimos monumentos sin respetar los lineamientos de la Carta de Venecia y respondiendo a objetivos nacio- nalistas y/o a fines turísticos, es otro lamentable ejemplo de estos “usos del patrimonio”. Es habi- tual que monumentos de la antigüedad como los sitios romanos de Baalbeck en Líbano (Figura 17), Jerash en Jordania o Palmira en Siria, sean la sede anual de festivales folklóricos de gran popularidad, en un intento por establecer un vínculo entre la magnificencia y espectacularidad de estas ruinas romanas con los Estados actuales, de creación relativamente reciente. Estos eventos suelen generar un impacto considerable en los monu- mentos debido a la enorme afluencia de público, la infraestructura que se monta en el lugar y la intensidad de los ruidos, entre otros factores. Durante décadas, se han seleccionado deter- minados períodos de la historia para reforzar la idea de nación. Por ejemplo en Argentina la con- memoración de la “conquista del desierto” -que implicó el avance sobre el territorio indígena y la muerte de miles de sus habitantes- sirvió para apoyar un proyecto político hegemónico, mientras que otros pasados -como el de los Tehuelches y Mapuches- fueron negados o ignorados y sus tes- timonios materiales destruidos o al menos menos- preciados. Ejemplos de los usos de la arqueología y del patrimonio con fines nacionalistas en diversas 30 Patrimonio, ciencia y comunidad Figura 16. Cartel prohibiendo el acceso a per- sonas de color usado durante el Régimen del Apartheid. Museo del Distrito 6, Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Figura 15. Joven beduino alquila su camello para recorrer Petra, Jordania. Figura 17. Vista de la acrópolis romana de Baalbeck, Líbano, durante los pre- parativos del Festival Internacional anual. 31 Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio La conservación del patrimonio natural La Unión para la Conservación Mundial (IUCN), creada en 1948 es una inmensa red integrada por 84 Estados, 108 agencias gubernamentales, 831 ONGs nacionales e internacionales y 33 afiliados. Su misión es influenciar, animar y asistir a las sociedades del mundo a conservar la integridad y diver- sidad de la naturaleza y garantizar el uso equitativo y ecológicamente sostenible de los recursos natu- rales. Su visión es lograr un mundo justo que valore y conserve su naturaleza. La IUCN es la única organización medioambiental con presencia en la ONU y es el organismo asesor técnico oficial de la Comisión del Patrimonio Mundial de la UNESCO para la implementación de la Convención de 1972 en todo lo relativo al patrimonio mundial natural (evalúa, hace el seguimiento, brinda capaci- tación y entrenamiento). Áreas protegidas Con el transcurso del tiempo los parques nacionales fueron ganando prestigio como lugares dignos de visitarse por sus atractivos naturales. Muchos países intentaron crear diferentes tipos de áreas naturales para incorporar lugares más intervenidos por las actividades humanas. Las denomina- ciones suelen variar de país a país, siendo las más utilizadas las de Parque Nacional y Reserva Natural, además de las categorías internacionales de Reservas de la Biosfera y de Sitio del Patrimonio Mun- dial (natural o mixto). La IUCN define como área protegida, en general, a toda “área de tierra o de mar especialmente dedi- cada a la protección y conservación de la diversidad biológica y de los recursos naturales y culturales asociados, y administrados a través de medios legales u otras medidas efectivas”. Las áreas prote- gidas pueden ser creadas para cumplir con diferentes propósitos, tales como investigación científica, protección de la vida silvestre, preservación de especies y diversidad genética, conservación de ser- vicios ambientales, protección de elementos naturales o culturales específicos, turismo y recreación, educación, uso sustentable de recursos de ecosistemas naturales, conservación de atributos cultu- rales o tradicionales. En las últimas cuatro décadas, la IUCN, a través de su Comisión de Parques Nacionales y Áreas Pro- tegidasha dado asesoramiento internacional para la categorización de áreas a proteger por parte de los Estados. Debido a la necesidad de establecer criterios que permitan reclasificar la multipli- cidad de categorías existentes en los distintos países, la IUCN (1994) estableció en los últimos años seis principales áreas de manejo: I. De protección estricta (e. g. reserva natural estricta o área silvestre). II. De conservación y recreación de ecosistemas (e. g. parque nacional). III. De conservación de elementos naturales (e. g. monumento natural). IV. De conservación a través de una gestión activa (e. g.área de manejo del hábitat o de especies). V. De conservación y recreación de paisajes terrestres o acuáticos (e. g. paisajes protegidos). VI. De uso sustentable de ecosistemas naturales (e. g. área de manejo de recursos protegidos). Áreas naturales protegidas en Argentina Los mayoría de los parques nacionales argentinos se constituyeron como tales a partir de la creación de la Dirección de Parques Nacionales mediante la Ley Nº 12.103 de 1934, mientras que las reservas naturales estrictas fueron creadas a partir de 1990. En la actualidad, la Administración de Parques Nacionales (APN) ha establecido las siguientes categorías de áreas protegidas: parques nacionales, monumentos naturales, reservas nacionales, reservas naturales estrictas y reservas naturales edu- cativas (ver http://www.parquesnacionales.gov.ar). A ellas se suman los parques y reservas pro- vinciales y municipales. Desde el punto de vista ambiental, el objetivo más importante consiste en contar con una estructura de áreas protegidas que sean representativas de la mayor parte de los ambientes naturales del país. En este sentido, se ha señalado que existen áreas no representadas en el sistema nacional de áreas protegidas como son los pastizales pampeanos, un paisaje que ha sido severamente transformado pero que es, al mismo tiempo, sumamente significativo para la identidad regional y nacional (Fer- nández Balboa 2003). 32 Patrimonio, ciencia y comunidad Etnicidad, espiritualidad y múltiples significados del patrimonio A nivel internacional, los reclamos de diversas minorías étnicas y religiosas han puesto de mani- fiesto la multiplicidad de actores y de percep- ciones en relación al patrimonio. El reconoci- miento de la incidencia de la diversidad cultural en la forma de valorar y, por ende, usar y gozar del patrimonio ha sido uno de los avances más significativos de los últimos años. La Carta de Burra elaborada por ICOMOS Australia (1988- 1999) introdujo un nuevo criterio, el de la signi- ficación cultural, para la selección de aquellos lugares que se consideran patrimonio y para determinar el modo de conservarlo. Conforme a esta carta, la significación cultural de un sitio se basa en los valores estéticos, históricos, cientí- ficos, sociales y espirituales para las generaciones pasadas, presentes o futuras. Dicha significación está encarnada en el propio lugar, su estructura, emplazamiento, usos, significados, antecedentes, lugares y objetos asociados. Este documento desafió los principios de la Carta de Venecia, al igual que lo hizo la Carta de ICOMOS Nueva Zelandia para la Conservación de Lugares de Valor Cultural de 1992, que esta- bleció que “no alterar la asociación espiritual es más importante que preservar el aspecto físico de los lugares del patrimonio cultural indígena”. Al mismo tiempo, en China, India y Japón, se afirmaba que los criterios de autenticidad de la Carta de Venecia no eran aplicables para el patri- monio “no occidental”, donde el valor del sitio reside en lo espiritual y las condiciones físicas de esos bienes están en función de su valor o uso sagrado. Para apoyar este argumento se daba como ejemplo al Templo de Confucio en China, el cual es continuamente transformado, modifi- cado y reparado para dar testimonio dinámico y viviente del impacto actual del confucionismo. Este cuestionamiento a los criterios “occiden- tales” de evaluar el patrimonio dio lugar a la Con- ferencia de Nara, Japón, convocada por la UNESCO en 1994, en la que se concluyó que la evaluación de significación de un lugar debe partir de la comprensión de los valores y carac- terísticas de cada cultura, de modo que nos es posible emitir juicios sobre el valor y la autenti- cidad de un bien con criterios inamovibles. Se recomendó, además, que en caso de conflicto, el respeto por la diversidad cultural exige el recono- cimiento de la legitimidad de los valores cultu- rales de todas las partes y el esfuerzo por tratar de alcanzar soluciones ecuánimes, a través de la negociación. Existen ejemplos muy bien documentados de monumentos, sitios o lugares patrimoniales que poseen diversos significados y valoraciones para diferentes grupos, aún dentro de una misma sociedad. Un caso paradigmático a nivel mun- dial ha sido Stonehenge, un sitio monumental neolítico, erigido en tres fases entre el 3.050 a.C. y el 1.600 a.C. en Amesbury, al sur de Inglaterra, que fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1986 (Figura 18). Con pres- cindencia de la información y explicaciones que brinda la arqueología, Stonehenge es conside- rado un sitio sagrado por los Druidas (continua- dores actuales de una antigua religión celta) y para los denominados Free Festivalers quienes, desde los 70s, comenzaron a congregarse y acampar en el lugar, cada solsticio de verano, generando un impacto considerable en el sitio y sus alrededores. Los disturbios entre la policía y la multitud que deseaba ingresar al sitio en 1985, generaron un sinnúmero de discusiones y refle- xiones entre los expertos acerca de quiénes tienen derecho a interpretar, usar y gozar del patrimonio (ver Bender 1998) y sobre la necesidad de que los responsables de su manejo encuentren una solución que compatibilice la preservación del lugar y el deseo del público de acceder al mismo. Figura 18. Vista de Stonehenge, Reino Unido. 33 Figura 21. Montaña sagrada (apus), Machu Picchu, Perú. Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio Más allá de lo anecdótico de Stonehenge, lo que interesa destacar aquí es que la existencia de conflictos en relación al patrimonio es inherente a la naturaleza del mismo, en tanto construcción social y por ende, abierta a múltiples y diversas percepciones e interpretaciones. La cuestión de la significación cultural del patrimonio está estrechamente ligada al recono- cimiento de los sitios y paisajes sagrados, un tema de candente actualidad no sólo en Australia y Nueva Zelandia, sino también en Latinoamérica. Lo que define a un lugar como sagrado es la fuerte asociación entre un elemento material cultural (e.g. un megalito, una estela, una apacheta andina, un rehue mapuche, un sitio arqueológico) o natural (e.g. las montañas -apus- del mundo andino, un valle, un río, etc.) y una creencia o acti- vidad espiritual de un grupo pasado o presente (Figuras 19, 20 y 21). La percepción del paisaje y los lugares sagrados se definen en el marco de cada cultura; pueden comprender puntos delimi- tados en el paisaje o grandes áreas que ni siquiera poseen elementos culturales identificables que podrían atribuirse como objetos de culto, por lo que en la práctica resulta difícil su regulación legal dado que es imposible definir los sitios sagrados con criterios taxativos. La sacralidad de un lugar implica restricciones, prohibiciones, reglas de com- portamiento y respeto, por lo que es necesario, tal como lo señala la Carta de Nara, flexibilizar los criterios aplicables para su reconocimiento legal y su gestión. Un ejemplo para destacar es el acuerdo celebrado entre la Administración de Parques Nacionales y la Comunidad Mapuche Ñorquinco en el 2000, por la cual se le dio a esta comunidad la custodia de un área donde se encontraba un sitio ceremonial ubicado en el Parque Nacional Lanín, provincia de Neuquén, acordándose además el manejo conjunto de la misma (Molinari 2000). La industria del patrimonio y el turismo cultural A partir de los años 80´s, la fuertecrisis del sector industrial en Europa, particularmente en Inglaterra, y el consecuente crecimiento del desempleo hicieron prosperar la idea de recon- vertir las villas mineras y las aldeas campesinas en lugares de valor patrimonial. Como parte del “boom del patrimonio” proliferaron museos comu- nitarios, museos de sitio, centros del patrimonio y todo tipo de iniciativa imaginable, con muy variada Figura 20. Ceremonia ritual indígena celebrada en el centro ceremonial del Pucará de Tilcara, provincia de Jujuy. Figura 19. Apacheta (montículo de piedra artificial de uso ritual) en el valle del río Colca, Perú. 34 Patrimonio, ciencia y comunidad dotación de recursos y de muy diversa calidad. Este fenómeno no tardó en generar las críticas de los especialistas que reaccionaron frente a lo que denominaron la “industria del patrimonio” (Hewison 1987). En este contexto el patrimonio -o la manera en que el mismo es presentado al público- ha sido considerado una versión falsa de la historia, mer- cantilizada a través del turismo y convertido en espectáculo. Fue así como la industria del patri- monio se convirtió en una suerte de sinónimo de manipulación del pasado. Se ha afirmado que es un revival del nacionalismo en épocas de deca- dencia nacional; que alimenta una nostalgia por los tiempos que nunca fueron, consolidando el mito en detrimento de la verdad; que tergiversa los hechos históricos para enfatizar la diferencia o la similitud entre el pasado idealizado y el pre- sente (Lowenthal 1996). Finalmente la peor de las críticas, hecha a la luz del fenómeno de la globalización que trajo con- sigo un flujo de turismo a escala global, es el que se refiere a la proliferación de ofertas de turismo cultural que se traducen en una verdadera inva- sión para comunidades con formas de vida tradi- cional. Numerosos grupos étnicos del mundo han sido empujados a recrear sus festividades, cere- monias y rituales de manera simplificada, descon- textualizadas y sin respetar su calendario ritual, convirtiéndolas en un espectáculo para satisfacer la curiosidad de visitantes, que llegan en cualquier época del año y quieren verlo todo, rápida y super- ficialmente. Por sólo citar un ejemplo, un cono- cido parque recreativo en la península de Yucatán ofrece ceremonias rituales mayas como parte de su oferta de actividades recreativas deportivas y culturales (Figuras 22 y 23). Prácticas como estas, han sido criticadas desde la academia que con- sidera que tales imposiciones de recrear el pasado no son sino nuevas formas de dominación de las comunidades locales o nativas (Ucko 2000), una suerte de neocolonialismo. En este contexto cabe preguntarse: qué oportunidades tienen el patri- monio cultural y su correlato en el turismo cultural en nuestro ámbito, como una forma legítima de desarrollar el turismo, preservando los recursos culturales y naturales y la calidad de vida de los habitantes. En primer lugar, no puede negarse la dimen- sión económica que el patrimonio fue paulatina- mente adquiriendo a lo largo del siglo XX. En Figura 22. Ritual del fuego, parque recreativo, México. Figura 23. Turistas observando la "ceremonia maya", parque recreativo, México. 35 Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio muchas pequeñas comunidades, la puesta en valor del patrimonio ha generado una fuente alter- nativa de empleo y desarrollo cuando las indus- trias tradicionales cerraron sus puertas. Estudios recientes (Cachón Rodríguez 1998) señalan, además, que los nuevos yacimientos de empleo están estrechamente vinculados a nuevas necesi- dades motivadas por los cambios de las formas de vida, mencionando entre ellos a los servicios culturales y de ocio, y a los servicios ligados al medio ambiente; es decir turismo, patrimonio y protección de áreas naturales. A nadie escapa la importancia que el patri- monio tiene para el turismo local, nacional e inter- nacional y que los adelantos en transporte y comu- nicaciones han posibilitado un acceso físico y vir- tual a los sitios del patrimonio sin precedentes. Por otra parte, la evolución del concepto de ocio es un aspecto importante a considerar para com- prender el fenómeno actual del turismo, que ha dejado de ser el sucedáneo o complemento del trabajo, para adquirir un valor por sí mismo (Rojek y Urry 1997). El turismo cultural, en particular, suele ser un hobby para visitantes exigentes y bien informados, al que dedican buena parte de su tiempo libre. Sin embargo, existe un fuerte debate en torno a sus efectos negativos a mediano y a largo plazo. El alza de precios que suele generar el desarrollo del turismo cultural suele conducir a especulaciones inmobiliarias y desplaza- mientos no deseables de la población, como ha sucedido en los últimos años en la Quebrada de Humahuaca. Determinados barrios antiguos se “ponen de moda” y se convierten en un lugar para turistas, en detrimento de sus oficios arte- sanales y de su ambiente (Figura 24). Por último, a partir del momento en el que el número de turistas se vuelve excesivo, es decir supera su capacidad de carga, el sitio puede ser objeto de degradaciones irreversibles. La capacidad de carga se define como el número de turistas más elevado que puede recibir un lugar sin que la calidad de sus visitas dismi- nuya, la integridad del lugar se vea alterada o la calidad de vida de los residentes afectada - en el sentido de perder el acceso a áreas natu- rales o públicas o de ver amenazada su priva- cidad o estilos de vida tradicionales-. El turismo es además una actividad con alta sensibilidad a la inestabilidad política, a las guerras, epide- mias y catástrofes naturales. Para compensar los impactos negativos del turismo existen numerosos programas de trabajo orientados hacia el concepto de sostenibilidad ambiental, social y económica. El concepto de sostenibilidad ha sido utilizado para caracterizar a un desarrollo aceptable y ha sido definido como “el equilibrio entre la satisfacción de las necesi- dades humanas con la protección del medio ambiente natural de tal manera que esas nece- sidades puedan satisfacerse no solamente en el presente sino también de manera constante en el futuro” (Estrategia par la Conservación preparada por la IUCN, el WWF y el PNUMA en 1980, citado por IUCN 2007). Teniendo en cuenta que el ambiente es el marco global en el cual la eco- nomía y la sociedad tienen que desarrollarse, la sostenibilidad implica mantener a la sociedad, a la economía y al medio ambiente -con sus recursos naturales y culturales- simultáneamente en buenas condiciones (IUCN 2007). De modo que puede concluirse que la manera más adecuada de enfrentar los desafíos que plantea el turismo cultural consiste en planificar su desarrollo, regulándolo y haciéndolo compa- tible con los objetivos de la preservación del patri- monio, del desarrollo social y del ordenamiento territorial. Otra cuestión básica a considerar es quiénes son los interlocutores en la gestión del patrimonio y del turismo cultural. Se ha enfatizado la nece- sidad de adoptar una perspectiva antropológica, Figura 24. Músicos callejeros. La Habana Vieja, Cuba. 36 Patrimonio, ciencia y comunidad en el sentido de ser capaz de poder comprender las diferentes visiones de los actores involu- crados, así como de formar gestores culturales con un perfil de mediadores, preparados para la resolución de conflictos. Para ello es necesario, en primer lugar, conocer a la comunidad local y sus diferentes grupos de interés, a los visitantes y analizar la relación que existe entre ambos. Por último, no debe subestimarse el compro- miso de la comunidad en la tarea de preservar el patrimonio; un compromiso que se promueve y se viabiliza a través de mecanismos que garanticen su participación en la toma de decisiones. La Con- vención de la UNESCO de 1972 establece que los Estados deben “hacer que el patrimonio cultural cumpla una función en la vida colectiva de los pue- blos”, pero para que ello sea posible debe tenerse en cuenta que: Solo se protege lo que se conoce:es necesario localizar, delimitar, documentar e inventariar los bienes culturales. Solo se conoce lo que se comprende: se debe eva- luar, estudiar y comprender la significación histó- rica y actual de dichos bienes. Solo se comprende lo que se analiza: es necesario investigar, preservar, conservar, proteger y engran- decer los bienes culturales. Solo se analiza lo que se valora: implica restaurar, rehabilitar, poner en valor, interpretar y difundir dichos bienes (Laboratorio de Arqueoloxía del Pai- saxe 2008). Todo proyecto que vincule desarrollo turístico con patrimonio como eje fundamental debe basarse en tres acciones básicas para su gestión: investigar, conservar y difundir. Sin interpretación los valores del patrimonio pasan desapercibidos para la sociedad. Sin estudios previos esa inter- pretación va a ser limitada, superficial o aún errónea (Figura 25). Las interpretaciones temáticas en sitios del patrimonio y museos han sido la vedette de los últimos años. Cómo hacer el pasado intelectualmente acce- sible a todo tipo de público y cómo lograr satisfa- cerlo ha sido objeto una amplia variedad de pro- puestas y subsiguientes análisis (Figuras 26 y 27). Figura 25. Detalle de la muestra de Arqueología, Museo Municipal “José A. Mulazzi”, Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires. Figura 27. Interpretación histórica y guía explicativa del funcionamiento del Molino de Mount Vernon. Washington, D.C., EE.UU. Figura 26. Reconstrucción del Molino de George Washington (S. XVIII) en Mount Vernon, Washington, D.C., EE.UU. 37 Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio Hoy ya no se cuestiona la importancia de utilizar todos los medios técnicos disponibles -gráficos y multimedia- para ofrecer al público una explica- ción clara, accesible, contextualizada y científi- camente confiable de los lugares del patrimonio y de la función que tuvieron en el pasado y que tienen en el presente (Figuras 28 y 29). En este sentido, la Carta Internacional sobre Turismo Cul- tural de ICOMOS (1999) establece que los pro- gramas de interpretación deben proporcionar infor- mación histórica, cultural y del entorno físico. El visitante debería siempre estar informado acerca de la diversidad de los valores culturales que pueden adscribirse a los distintos bienes patrimo- niales. Es decir, conectar el pasado con la actual diversidad cultural de la comunidad anfitriona y de su región, sin olvidar las minorías culturales o grupos lingüísticos. Comentarios finales Las experiencias de la industrialización y la urbanización del siglo XIX, generadas por las migraciones internas del campo a las ciudades, los cambios en los estilos de vida y los medios de subsistencia, destruyeron la relación de muchos pueblos con su pasado y su sentido de pertenencia a un lugar, desarrollado a través de varias genera- ciones. La idea de cambio y de progreso desde entonces ha teñido toda noción de pasado, el cual, como explica David Lowenthal (1985), pasó a ser visto como “un país extranjero”. Recuperar el patrimonio cultural de nuestros pueblos nos ayudará a conectarnos con nuestro pasado en sentido amplio, un pasado que va más allá de nuestros abuelos, de la memoria familiar; un pasado que nos une a nuestra tierra, a todo lo que en ella ha acontecido hasta tiempos recientes y que contribuirá a la postre a definir más clara- mente quiénes somos y qué deseamos ser. Figura 28. Reconstrucción de un mercado andino. Museo Nacional de His- toria Natural del Smithsonian, Washington DC., EE.UU. Figura 29. Reconstrucción del ambiente natural. Museo arqueológico de Kil- martin, Argyll, Escocia, Reino Unido. El patrimonio cultural y natural de Argentina en cifras El patrimonio natural protegido a nivel nacional El patrimonio cultural protegido a nivel nacional 38 Patrimonio, ciencia y comunidad Tabla 1. Número de sitios declarados Patrimonio de la Humanidad en Argentina por tipo. (*) Uno en conjunto con Brasil. Sitios declarados patrimonio de la Humanidad Argentina Culturales 4 Naturales 4 Mixtos 0 Total 8 Áreas Protegidas Argentina Monumentos Nacionales 4 Reservas Naturales Estrictas 2 Total de Áreas Protegidas 29 Provincia de Buenos Aires Reservas Naturales 1 1 (*) Total de Hectáreas 3.595.483 ha (**) 2600 ha Tabla 2. Número de áreas naturales protegidas a nivel nacional y bajo la custodia de la APN. (*) Reserva Natural Otamendi, partido de Campana. (**) Equivale al 1,29% de la superficie continental de la Argentina. Nota: en la provincia de Buenos Aires existen 18 reservas naturales provinciales y 4 monumentos natu- rales provinciales que abarcan 1.032.500 ha (3,26% del territorio provincial) (ver www.opds.gba.ar). Tipos de Sitios Argentina Árbol Histórico 13 3 Bien de Interés Histórico 24 10 Bien de Interés Histórico y Artístico 9 3 Provincia de Buenos Aires Ciudad Histórica 1 0 Total 903 Tabla 3. Número de sitios declarados a iniciativa Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos por categoría. (*) Uno está ubicado en Tandil. (**) Existen numerosos sitios arqueológicos declarados lugares históricos o monumentos históricos nacio- nales. Se utilizó por primera vez la categoría sitio arqueológico para proteger por ley en 1997 a la Zona de reserva paleontológica y ecológica de Picún Leufú en la provincia de Neuquén. Conjunto Urbano Arquitectónico 2 1 Lugar Histórico 235 49 Monumento Histórico 454 73 (*) Monumento Histórico Artístico 8 1 Patrimonio Histórico 1 0 Patrimonio Histórico Cultural 1 0 Pueblo Histórico 2 0 Sepulcro 151 6 Sitio Arqueológico (**) 1 0 Sitio Histórico 1 0 Parques Nacionales 22 39 Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio El patrimonio cultural protegido a nivel provincial Partido NormaBien Declarado Categoría Monumento Histórico ProvincialCatedral Nuestra Señora delRosario Ley Nº 13.391/05 Patrimonio Cultural de la provincia de Buenos Aires Plaza San Martín Cementerio Matadero Delegación Municipal de Cacharí Delegación Municipal de Chillar Monumento Histórico ProvincialTeatro Español Ley Nº 10.719/88 Azul Olavarría Casco viejo del predio rural“Monte Peloni” Monumento Histórico Provincial y Patrimonio Cultural de la provincia de Buenos Aires Ley Nº 12.966/02 Tandil Escuela de Educación Agraria Nº 1 “Dr. Ramón Santamarina” Ley Nº 13.630/06 Museo Municipal de Bellas Artes Interés Provincial Ley Nº 11.189/91 Tabla 4. Monumentos históricos y sitios de valor arquitectónico del TOA declarados patrimonio cultural de la provincia de Buenos Aires (representan el 3,2% del total de bienes declarados por la provincia). Fuente: Arq. Patricia Correbo, Jefe del Departamento Preservación de la Dirección Provincial de Patri- monio (com. pers., 28.02.08). Ley Nº 12.854/01 Conjunto Arquitectónico Sitios del Patrimonio de la Humanidad en Argentina · Parque Nacional Los Glaciares, provincia de Santa Cruz (1981) (Figura I). · Misiones Jesuíticas de los Guaraníes: San Ignacio Mini, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto y Santa María Mayor (provincia de Misiones, Argentina), Ruinas de Sao Miguel das Missoes (Brasil) (1984). · Parque Nacional de Iguazú, provincia de Misiones (1984). · Cueva de las Manos, río Pinturas, provincia de Santa Cruz (1999) (Figura II). · Península Valdés, provincia de Chubut (1999). Manzana y Estancias Jesuíticas, provincia de Córdoba (2000). · Parques naturales de Ischigualasto y Talam- paya, provincias de La Rioja y San Juan respec- tivamente (2000). · Quebrada de Humahuaca, provincia de Jujuy (2003). Figura II. Detalle de la Cueva de las Manos, río Pinturas. Figura I. Glaciar Perito Moreno. Parque Nacional Los Glaciares. 40 Patrimonio, ciencia y comunidad Apéndice Marco normativo del patrimonio en Argentina y en la región La protección legal del patrimonio en Argentina experimentó cambios sustanciales desde el retorno democrático de 1983 y particularmente a partir de la reforma constitucional de 1994. El art. 41 de la Constitución Nacional establece que “las autoridades proveerána la preserva- ción del patrimonio natural y cultural”(...), especificando que “corresponde a la Nación dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de protección, y a las provincias, las nece- sarias para complementarlas, sin que aquellas alteren las jurisdicciones locales”. Por otra parte, se autoriza a interponer una acción de amparo cuando están en juego “los derechos que protegen el ambiente (...), así como los derechos de incidencia colectiva en general”, entre los cuales estaría incluida la preservación del patrimonio natural y cultural. Esta acción pueden interponerla el afec- tado, el defensor del pueblo o las asociaciones que tengan por objetivo proteger esos derechos (art. 43). En el art. 75 inc. 17 se reconoce “la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos”, garantizando -concurrentemente con las provincias- “el respeto a su identidad y ase- gurando su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten”. Este último párrafo podría ser interpretado como un reconocimiento a su derecho a participar en la gestión del patrimonio cultural de sus antepasados (Endere 2000: 56). Asi- mismo, en el inc. 19 párrafo cuarto del mismo artículo, se atribuye al Congreso la facultad de “dictar leyes que protejan la identidad y pluralidad cultural (...)”. Asigna, además, jerarquía cons- titucional a numerosos tratados internacionales entre los que se incluye al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (art. 75 inc. 22, párr. segundo). La reforma de la Constitución Nacional de 1994 puso fin a una larga disputa entre la Nación y las provincias respecto del dominio sobre los yacimientos arqueológicos y paleontológicos, al reafirmar que el dominio es provincial -o nacional en los territorios federales- mientras que la facultad de regulación es concurrente. En este punto es fundamentar señalar una distinción rela- tiva al status jurídico de los distintos bienes que componen el patrimonio cultural. En el caso de la legislación argentina, las ruinas y yacimientos arqueológicos y paleontológicos de interés cien- tífico pertenecen al dominio público del Estado, en virtud de lo dispuesto en el art. 2340 inc. 9 del Código Civil, mientras que el resto de los bienes patrimoniales pueden ser de dominio público o privado. Sin embargo, esta cuestión suele pasar inadvertida en muchos proyectos de leyes e incluso en leyes provinciales que hacen extensivas al patrimonio arqueológico y paleontológico las normas aplicables al patrimonio arquitectónico. El Estado Nacional, a partir de la nueva norma constitucional debe asumir tres tipos de obli- gaciones. En primer lugar, la de dictar las leyes de presupuestos mínimos o “leyes marco”, las que serán complementadas por las leyes provinciales que en su consecuencia se dicten. La segunda obligación consiste en organizar una administración cultural que ponga en práctica las políticas surgidas a partir de la nueva legislación y que actúe en coordinación con organismos provinciales y municipales, quienes a su vez deberán efectuar las reformas necesarias, desde el punto legal y administrativo para adecuarse a los nuevos requerimientos. Asimismo es necesario contar con una justicia capaz de brindar una protección efectiva a los recursos culturales afectados (Endere 2000). Finalmente cabe destacar que la reforma de la Constitución de 1994 incorpora una cláusula que establece los tratados concluidos con las demás naciones, con las organizaciones interna- cionales y los concordatos con la Santa Sede “tienen jerarquía superior a las leyes” (art. 75 inc. 22 primer párrafo) (Ver Convenciones internacionales relativas al patrimonio cultural y natural ratificadas por Argentina). 41 Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio Leyes protectoras del patrimonio cultural y natural La organización de la protección del patrimonio en Argentina a nivel nacional es el resultado de una sumatoria de normas jurídicas que han dividido el patrimonio cultural en distintas áreas con diferentes órganos de aplicación para cada una de ellas. A continuación se analizarán las más importantes: a) Ley de Creación de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos (Ley Nº 12.665/40, Decreto Reglamentario Nº 84.005/41, texto ordenado en 1993) Esta norma creó la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos (CNMMyLH), integrada por un presidente y diez vocales, que ejercen sus funciones con carácter honorario. Esta Comi- sión tiene la superintendencia inmediata sobre los monumentos y lugares históricos nacionales y, cuando se trate de monumentos y lugares históricos provinciales o municipales, ejerce dicha función en concu- rrencia con las respectivas autoridades provinciales o municipales que se acojan a la presente ley. La misión de la CNMMyLH es preservar, defender y acrecentar el patrimonio histórico y artístico de la Nación. A tal efecto está facultada para: a) proponer al Poder Ejecutivo la declaración de utilidad pública Convenciones internacionales relativas al patrimonio cultural y natural ratificadas por Argentina · Convención sobre las Medidas que deben adoptarse para Prohibir e Impedir la Importación, la Exportación y la Transferencia de Propiedad Ilícitas de Bienes Culturales. París, 14 de noviembre de 1970 (Ley Nº 19.943/72). · Convención para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural. París, 16 de noviembre de 1972 (Ley Nº 21.836/78). · Convención para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado y Regla- mento para la aplicación de la Convención. La Haya, 14 de mayo de 1954 (Ley Nº 23.618/88); su Primer Protocolo de 1954 (Ley Nº 26.155/06) y su Segundo Protocolo de 1999 (Ley Nº 25.478/02). · Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional, especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas. Ramsar, 2 de febrero de 1971 (Ley Nº 23.919/91). · Convención del UNIDROIT (Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado) sobre la Restitución de Objetos Culturales Robados o Exportados Ilegalmente. Roma, 1995 (Ley Nº 25.257/2000). · Convención de San Salvador sobre Defensa del Patrimonio Arqueológico, Histórico y Artístico de las Nacionales Americanas. OEA, San Salvador, 16 de junio de 1976 (Ley Nº 25.568/02). · Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial. París, 17 de octubre de 2003 (Ley Nº 26.118/06). - Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de Expresiones Culturales, París, 20 de octubre de 2005 (Ley Nº 26.305/07). No ha sido aun ratificada la Convención para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuá- tico (París 2001). 42 Patrimonio, ciencia y comunidad de lugares y monumentos, inmuebles, documentos y ámbitos urbanos (tanto públicos como privados) que se consideren de interés histórico o histórico-artístico, por su representatividad socio-cultural para la comu- nidad; b) autorizar y supervisar las obras que se realizan en inmuebles propiedad del Estado Nacional de una antigüedad mayor a cincuenta años, cualquiera sea su naturaleza jurídica; c) asesorar al Poder Legislativo en lo relativo a posibles declaratorias de bienes muebles e inmuebles; d) brindar asistencia téc- nica a las autoridades nacionales, provinciales y municipales respecto de la conservación y restauración de los bienes tutelados; e) llevar un registro de los bienes muebles e inmuebles protegidos y e) concretar convenios de diversa índole con organismos públicos, privados y/o particulares, con miras a una mejor conservación de los bienes alcanzados por las declaratorias. b) Ley de Régimen de Registro del Patrimonio Cultural (Ley Nº 25.197/99) La finalidad principal de esta norma es centralizar el ordenamiento de datos de los bienes culturales de la Nación a través de la creación de un Registro Nacional de Bienes Culturales. La autoridad de apli- cación de la ley es la Secretaría de Cultura de la Nación quien debe ejercer la superintendencia sobreel conjunto de los bienes que constituyen el patrimonio histórico-cultural de la Nación. Esta ley no ha sido reglamentada, razón por la cual no es operativa. c) Ley de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico (Ley Nº 25.743/03 y Decreto Reglamentario Nº 1022/04) Esta norma deroga la antigua Ley Nº 9.080, regula la preservación, protección y tutela del patrimonio arqueológico y paleontológico como parte del patrimonio cultural de la Nación y distribuye competencias entre el gobierno federal y las provincias. Al Estado Nacional le compete ejercer la tutela del patrimonio arqueológico y paleontológico, así como la defensa y custodia de dicho patrimonio en el ámbito interna- cional, mediante la prevención y sanción de importaciones o exportaciones ilegales (art. 5). La autoridad de aplicación, a nivel nacional, para todo lo referente al patrimonio arqueológico es el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano y, para el patrimonio paleontológico, el Museo Nacional de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (Decreto Nº 1.022/04). Dichas autori- dades deben organizar el Registro Nacional de Yacimientos, Colecciones y Objetos Arqueológicos y el Registro Nacional de Yacimientos, Colecciones y Restos Paleontológicos respectivamente, con la infor- mación que remitan las provincias, así como un Registro Nacional de Infractores y Reincidentes para cada tipo de patrimonio. Conforme al art. 6 de la ley, las provincias tienen las facultades exclusivas de: a) establecer el orga- nismo competente que tendrá a su cargo la aplicación de la ley en la provincia; b) organizar un registro de yacimientos, colecciones y objetos provincial, teniendo como base preferentemente la metodología adoptada por la autoridad de aplicación nacional, a fin de facilitar la mejor coordinación nacional; c) crear un registro de infractores; d) otorgar las concesiones para prospecciones e investigaciones; e) adecuar sus legislaciones a la normativa nacional; f) procurar la creación de delegaciones locales; g) comunicar a la autoridad de aplicación nacional las concesiones otorgadas, las infracciones, las sanciones aplicadas y las autorizaciones otorgadas para el traslado de colecciones y objetos. Son facultades concurrentes del Estado Nacional y de las provincias: “la adopción de políticas y medidas tendientes a alcanzar una legislación y organización administrativa uniforme en todo el territorio nacional que, reconociendo las particularidades locales, tienda a facilitar más eficientemente la protección e investigación del patrimonio arqueológico y paleontológico” (art. 7). Esta norma no contempla los derechos de las comunidades indígenas en relación a su patrimonio cul- tural. Sin embargo, la Ley Nº 25.517, sancionada en 2001 y aún no reglamentada, establece que los museos deben poner a disposición de “los pueblos indígenas o comunidades de pertenencia que los reclamen” los restos humanos de aborígenes que formen parte de sus colecciones (art. 1). Asimismo exige que “para realizarse todo emprendimiento científico que tenga por objeto a las comunidades aborígenes, 43 Capítulo 1. Algunas reflexiones acerca del patrimonio incluyendo su patrimonio histórico y cultural, deberá contarse con el expreso consentimiento de la comu- nidad interesadas” (art. 3). d) Legislación protectora del patrimonio natural Para completar el cuadro de la legislación vigente en materia de protección del patrimonio es nece- sario mencionar que la preservación del patrimonio natural está en manos de la Administración de Par- ques Nacionales, que tiene a su cuidado los parques y reservas nacionales y los monumentos naturales conforme lo establecido en la Ley Nº 22.351/80. Cabe destacar que la Administración de Parques Nacionales (APN) también se ocupa de los recursos culturales existentes en las áreas bajo su protección a partir de la Resolución Nº 133/92 que creó la Dirección de Conservación y Manejo de Recursos Culturales. Actualmente cuenta con un Programa de “Manejo de Recursos Culturales” dependiente de la Dirección de Conservación y Manejo, un Reglamento para la conservación del patrimonio cultural en jurisdicción de la Adminis- tración de Parques Nacionales y ha desarrollado sus propias políticas de manejo de recursos cultu- rales. En el año 2002 se sancionó la Ley Nº 25.675 de presupuestos mínimos del ambiente, que tiene por objeto “la recuperación y mejoramiento de la calidad de los recursos ambientales, tanto natu- rales como culturales, en la realización de las diferentes actividades antrópicas”. Otra norma rele- vante en la materia es la Ley Nº 22.421 de Conservación de Fauna Silvestre. La autoridad de aplicación en todo lo relacionado al ambiente es la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable. En su ámbito funcionan el Sistema Federal del Medio Ambiente (COFEMA), creado en 1990, con la función de coordinar una política ambiental entre el Estado Nacional y las provincias y formular una política ambiental integral y, el Sistema Federal de Áreas Protegidas (SIFAP), creado por un acuerdo entre la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, el APN y el COFEMA en el 2003, en el cual participan las diferentes regiones del país de manera voluntaria, inscribiendo sus propias áreas protegidas provinciales y locales. Como puede observarse las normas que protegen el patrimonio natural y cultural a nivel nacional fueron dictadas en distintas épocas, con criterios dispares y destinadas a proteger áreas específicas. Como resultado de ello, el patrimonio cultural y natural en Argentina se halla artificialmente sepa- rado y regido por organismos que tienen sus propios objetivos, políticas y prácticas institucionales (Endere 2001) (Tabla 5). Legislación de la provincia de Buenos Aires La Constitución de provincia de Buenos Aires, reformada en 1994, establece que la provincia deberá garantizar el derecho a participar en la defensa del ambiente y de los recursos naturales y culturales (art. 28). La provincia se compromete a preservar, enriquecer, y difundir su patrimonio cultural, histórico, arquitectónico, arqueológico y urbanístico, y a proteger sus instituciones, así como a desarrollar políticas orientadas a rescatar, investigar y difundir las manifestaciones culturales (...) (art. 44). Se reivindica la existencia de los pueblos indígenas en su territorio, garantizando el res- peto a sus identidades étnicas, el desarrollo de sus culturas y la posesión familiar y comunitaria de las tierras que legítimamente ocupan (art. 36 inc. 9). Declara que “la cultura y la educación cons- tituyen derechos humanos fundamentales” (art. 198) y que la provincia “fomenta la investigación científica (...)” y la “difusión de los conocimientos y datos culturales mediante la implementación de sistemas adecuados de información (...)”, (art. 43). Asimismo autoriza a ejercer la acción de amparo para garantizar derechos constitucionales individuales y colectivos (art. 20 inc. 2). La provincia reco- noce a las entidades intermedias expresivas de las actividades culturales (art. 41) y crea la institu- ción del defensor del pueblo cuya misión es la defensa de los derechos individuales y colectivos de los habitantes (art. 55). En suma la Constitución provincial hace un amplio reconocimiento a los Patrimonio, ciencia y comunidad derechos de los ciudadanos en relación al patrimonio cultural y natural, al tiempo que compromete al estado provincial a instrumentar políticas para su preservación y difusión. En materia de patrimonio cultural rige la Ley Nº 10.419/86 que creó la Comisión Provincial del Patrimonio Cultural, de carácter honorario y dependiente de la Dirección General de Escuelas y Cultura, quien tiene a su cargo la planificación, ejecución y el control de las políticas culturales de conservación y preservación de los bienes muebles o inmuebles declarados como bienes del patrimonio cultural. Pueden ser objeto de tal declaración bienes muebles o inmuebles, incluidos entre estos últimos, los sitios, lugares
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