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2 3 4 5 Serie: GUíAS TÉCNICAS Directores: Manuel Muñoz López Carmelo Vázquez Valverde 6 7 ROSA MARÍA BAÑOS RIVERA CONXA PERPIÑÁTORDERA 8 9 10 11 12 13 Introducción Capítulo 1. Aspectos generales 1.1. La historia clínica El psicopatograma y el examen del estado mental 1.3. La presentación y formulación clínica del caso 1.4. El informe psicológico Cuadro resumen Exposición de un caso clínico Capítulo 2. Protocolo de aplicación Objetivos 2.2. Evaluación Aplicación: procedimiento básico y variaciones 2.3. I.Exploración de la apariencia, el comportamiento durante la evaluación y la conciencia de enfermedad 2.3.2. Exploración de la actividad motora y de la conducta intencional 2.3.3. Exploración de la conciencia, alerta, atención y orientación 2.3.4. Exploración de la memoria 2.3.5. Exploración de la percepción y de las imágenes mentales 2.3.6. Exploración de la forma del pensamiento, el lenguaje y el habla 2.3.7. Exploración del contenido del pensamiento: las creencias anómalas Exploración de la conciencia del sí mismo 2.3.9. Exploración de los afectos y de las emociones 2.3. 10. Exploración de las funciones fisiológicas: sueño, apetito e ingesta, sexo, dolor y 14 estado general. 2.3.11. Exploración de la inteligencia 2.3. 12. Exploración del área social y de las relaciones interpersonales 2.3.13. Reacción del examinador 2.4. Exploración adicional de la psicopatología inducida por agentes biológicos 2.5. Materiales para el terapeuta Cuadro resumen Exposición de un caso clínico Preguntas de autoevaluación Clave de respuestas Lecturas recomendadas y bibliografía 15 16 El propósito de este libro es ofrecer una guía útil para realizar la exploración psicopatológica. Para ello, se indica cómo describir, explorar, identificar y organizar los signos y síntomas que una persona puede presentar en un momento concreto, o en otras palabras, cómo obtener la instantánea del estado mental actual del paciente. Se trata por tanto de una guía que se enmarca dentro de la tradición de la Psicopatología descriptiva y que se dirige tanto a profesionales de la salud mental como a estudiantes de esta disciplina, para ayudarles en la formación de un hábito importante como clínicos: aprender a analizar, en primer lugar, las vivencias y experiencias anómalas de los pacientes. Esta actividad será ineludible e imprescindible para poder llegar, en un segundo momento, a la aplicación del diagnóstico sindrómico, a la clasificación que hace compartir bajo un rótulo común una particular correlación de síntomas y signos. Por otra parte, esta actividad clínica va a requerir no sólo del conocimiento de determinados fenómenos, sino también de la utilización correcta de un vocabulario específico, y de la habilidad para organizar dicha información para poder ser transmitida certeramente a otros profesionales. En el primer capítulo se ofrecen guías generales de los principales documentos que cubren gran parte de la evaluación clínica: la historia, el examen del estado mental o psicopatograma, la presentación y formulación del caso y el informe, con el objetivo de dar sentido a todas las fases de la evaluación. Por su parte, en el segundo capítulo se expone, de un modo más detallado, cómo realizar el examen del estado mental, a qué atender, qué explorar, cómo rotular y cómo organizar la información que se ha obtenido. Por último, también ofrece algunos materiales que pueden resultar de utilidad para el clínico. El objetivo de este libro es eminentemente práctico. Por tanto, aunque este trabajo tiene una deuda importante con muchos libros, artículos y trabajos científicos que han servido como soporte para la configuración de sus distintos apartados, dado el carácter de la colección en la que se enmarca, no se encuentran recogidos en la bibliografía, aunque sí en nuestro sincero reconocimiento. Por otro lado, no se pretende aquí realizar una revisión exhaustiva de toda la Psicopatología descriptiva, ni mucho menos de las explicaciones, teorías y modelos que han intentado e intentan comprenderla. Lo que el lector podrá encontrar en las siguientes páginas es sólo un modo de llevar a la práctica conocimientos que pertenecen a una disciplina básica, como es la Psicopatología. Esta tarea, que puede parecer sencilla a simple vista, implica un esfuerzo importante para el clínico en su quehacer cotidiano y supone instaurar el hábito de analizar las experiencias anómalas, antes de verse "atrapado" por la etiqueta diagnóstica. Este libro no habría sido posible sin los alientos y apoyos de muchas personas. 17 Quisiéramos expresar nuestro agradecimiento especial a la profesora Amparo Belloch Fuster, quien durante muchos años no sólo ha sabido transmitir conocimientos concretos de la Psicopatología, sino una manera de abordar esta disciplina y una manera de trabajar dentro de ella. Este libro es un pequeño ejemplo de lo que nos ha enseñado nuestra maestra. Nuestro agradecimiento también a la profesora Cristina Botella Arbona. Trabajando a su lado hemos aprendido la relación tan estrecha y necesaria que la Psicopatología, una disciplina básica, tiene con otras disciplinas clínicas aplicadas, y cómo el trabajo conjunto en ambos ámbitos no hace sino enriquecer el uno al otro. 18 19 La exploración psicopatológica es una labor ineludible en el ámbito de la Psicología Clínica y la Psiquiatría. Es más, la Psicopatología, desde un punto de vista clásico, no se entiende sin la referencia continua de la anamnesis, la semiología y la exploración clínica (Ruiz, M., Ruiz, E y Fernández Baca, P., 1998). Es una práctica defendida por autores clásicos, como Eugen Bleuler o Kurt Schneider quienes, al hacerlo así, modificaban la visión de Kraepelin de que la clasificación sólo era posible en función del curso de la enfermedad psiquiátrica. Tal y como se entiende generalmente, la exploración psicopatológica es una exploración "transversal", es decir, un rastreo comprensivo de la sintomatología actual de una persona. Esta información es de enorme utilidad para establecer una primera hipótesis sobre los problemas que tiene la persona, especialmente por lo que se refiere a qué grupo diagnóstico concreto pertenece esa problemática. Esta primera hipótesis habrá de ser revisada posteriormente, utilizando toda la información longitudinal de que se disponga (histórica, social, psicológica, biológica, genética, etc.). De esto se desprende que la exploración psicopatológica es una parte muy importante de la evaluación dentro del marco de la Psicología Clínica y la Psiquiatría, pero, obviamente, la evaluación no se reduce sólo a este aspecto, sino que se trata de un proceso en el que se deben incluir otros elementos, como la historia, las pruebas psicológicas y físicas pertinentes, entrevistas con el paciente, familiares, etc. En la exploración psicopatológica, el interés recae en la evaluación de la presencia de signos y síntomas, más que de síndromes. De hecho, muchos de los signos y síntomas más frecuentes (p. ej., alteraciones del sueño, alteraciones de la atención, etc.) no son específicos de ningún grupo psicopatológico. Es más, puede que en algunos casos, ni siquiera formen parte de los criterios diagnósticos de un determinado trastorno mental. Pero sin embargo, son problemas que requieren de la atención del clínico e, incluso, pueden llegar a ser también objetivo del tratamiento. Por tanto, si el interés del profesional recae sólo en el diagnóstico categorial, es muy probable que no se tenga en cuenta información muy valiosa sobre los problemas de la persona. Por otra parte, la exploración no ha de centrase sólo en la presencia o ausencia de un síntoma, sino que también hay que tener en cuenta la posición de cada síntoma en relación con toda la información disponible. Para obtener toda esta información, puede que se requieran varias sesiones de exploración. Además, es muy conveniente que el clínico comente sus hallazgos y sus hipótesis con otros colegas, dentrodel marco de las sesiones clínicas, en las que se expone la información estructuradamente y se discuten las hipótesis posibles sobre la problemática de la persona. 20 Kurt Schneider, en su libro Psicopatología Clínica, escrito en 1946, decía: La experiencia enseña que construir un diagnóstico psiquiátrico a partir de hallazgos psicopatológicos presenta a menudo dificultades muy grandes. Y es que en este caso no se trata de sumar y combinar síntomas que pueden ser aprehendidos y mostrados objetivamente, como en el caso del diagnóstico somático, sino de dar un dictamen sobre declaraciones hechas por el sujeto investigado, de usar como criterio de valoración el modo de portarse y de comportarse del sujeto examinado y las impresiones recibidas por el examinador [...1. A menudo lo que pasa es que el diagnóstico clínico, por las razones que sean, va por delante, y que posteriormente se valoran los síntomas en el sentido de aquel diagnóstico previo [...1. De hecho, el camino correcto va en sentido contrario: primero vienen el aprehender y el nombrar sin prejuicios clínicos los síntomas y después viene el deducir de ellos el diagnóstico. El objetivo de este libro es ofrecer guías y pautas sobre cómo realizar la exploración psicopatológica y sobre cómo ordenarla y presentarla. Como antes se ha señalado, aunque la exploración es una parte imprescindible en la evaluación clínica, ésta supone un proceso más amplio. Para comprender mejor el lugar concreto que ocupa la exploración en este proceso, se expondrán, en primer lugar, los formatos utilizados con más frecuencia en el ámbito de la Psicología Clínica y Psiquiatría, describiendo la estructura completa en la que se produce el proceso de evaluación. Así, a continuación se exponen las guías para realizar la historia clínica, el psicopatograma o examen del estado mental, la presentación y formulación del caso y el informe psicológico. El segundo capítulo de este libro se dedica exclusivamente a la exploración psicopatológica, lo que clásicamente se ha denominado psicopatograma o examen del estado mental, presentando las áreas que se han de explorar para poder obtener una información extensa y comprensiva de los problemas que tiene una persona en un momento concreto. 1.1. La historia clínica La historia clínica es un documento que compila toda la información de un paciente. Se trata de un registro de la vida de la persona que permite al profesional describir y comprender quién es, qué le sucede y valorar la gravedad y el pronóstico de su problema. Por tanto, la historia es el contexto necesario en el que se ha de realizar el diagnóstico, así como la formulación de un plan terapéutico específico. En ella se suele incluir: a)La historia propiamente dicha (con todos los epígrafes que se exponen más abajo). b)El examen del estado mental o psicopatograma. c)Los resultados obtenidos en la exploración del examen físico. 21 d)Los resultados obtenidos en las pruebas adicionales realizadas (incluyendo tanto pruebas psicológicas como médicas). e)La formulación del caso (de este apartado se deriva la presentación y formulación del caso). f)El diagnóstico categorial, según los sistemas de clasificación oficiales. g)El diagnóstico diferencial. h)El tratamiento propuesto. i)El pronóstico. j)El resumen y las recomendaciones (de este apartado se puede derivar el informe). k)Las notas de progreso y seguimientos. Muchas veces la historia incluye también otras fuentes de información aparte del paciente (familiares, amigos, personal sanitario), que es conveniente que se compilen en hojas separadas. La historia es, por tanto, un documento en continua evolución y nunca completado, dado que se va ampliando y modificando en función del estado del individuo a lo largo de diferentes momentos (progresos, recaídas, nuevos problemas, etc.). Es la visión diacrónica de la persona y su problemática. Para ello, es necesario recurrir a los conocimientos de la Psicopatología. En palabras de Jaspers: "Para aprender a hacer historias clínicas, junto a la práctica, el camino único es: el estudio completo de la Psicopatología científica" (Jaspers, 1913: 938). En este apartado se desarrollará el contenido del primer punto de la historia ("la historia propiamente dicha"), es decir, la recopilación de información referente a la identificación de la persona y sus circunstancias pasadas y presentes. Los aspectos que se incluyen en este punto son los siguientes. a)Datos de identificación del paciente. Además del nombre de la persona, se debe incluir la información demográfica relevante como sexo, edad, estado civil, profesión, religión y circunstancias actuales de la vida. A veces se incluye en este apartado el lugar en el que se desarrolla la entrevista. b)Datos del referente y motivo de referencia. A veces, la persona viene remitida por otro profesional, u otra institución, a un servicio concreto para ser evaluado. En ese caso, hay que indicar quién lo remite y el motivo de la referencia, así como las expectativas de la consulta o la evaluación. c)Queja (motivo de consulta). Las quejas del paciente hay que recogerlas con sus propias 22 palabras (normalmente, cuando es una expresión literal del paciente se pone entre comillas); es decir, hay que establecer por qué ha venido o ha sido traído. La queja debe registrarse aunque el paciente sea incapaz de hablar, niegue tener cualquier tipo de problema o haga afirmaciones extrañas. A veces, la queja del paciente no coincide con el problema principal, especial mente en aquellos casos en los que no existe conciencia de enfermedad. d)Descripción del problema actual. Consiste en el relato de la presencia de los signos y síntomas que está experimentando el paciente y de su secuencia. Se trata de registrar qué le sucede, cómo y dónde le sucede, el lugar y las circunstancias en las que aparece el problema o lo exacerban, si existen variaciones circardianas, acontecimientos inmediatos que precipitaron el episodio actual, etc. e)Interferencias del problema en la vida de la persona. Hay que sondear cuál es el impacto que el problema está ocasionando en la vida de la persona (aislamiento social, problemas en el área laboral o educativa, problemas económicos, deterioros en las relaciones sociales y familiares, deterioro en el ocio y esparcimiento, etc.). f)Historia y evolución del problema actual. Se trata del cuadro cronológico y comprensivo del problema del paciente. Hay que sondear desde cuándo le sucede, el tipo de comienzo (insidioso, brusco), si existe relación con algún acontecimiento vital, la progresión y el curso del problema. g)Problemas mentales anteriores. Hay que recoger información sobre otros episodios de problemas mentales previos, su cronología, su sintomatología y diagnóstico, el grado de incapacitación que produjo, el tratamiento que recibió, durante cuánto tiempo y su resultado. Si es posible, es conveniente solicitar información a los centros en los que fue tratado. Se debe determinar si el episodio actual tiene semejanzas con episodios anteriores. En ese caso, se debe dar una especial atención al primer episodio: precipitantes, posibilidades diagnósticas, capacidad de adaptación, respuesta al tratamiento, etc. Se ha de anotar igualmente si nunca recibió asistencia. También hay que explorar si en la historia previa ha habido actos auto-lesivos o intentos de suicidio. h)Historial médico. La extensión de la historia médica variará en función de la edad del paciente (si es muy joven, se recopila información de sus primeras etapas de desarrollo). Se ha de tomar nota de enfermedades, traumatismos u operaciones que hayan sido relevantes o que tengan alguna relación con el problema actual o su tratamiento, así como los fármacos que fueron prescritos. También se ha de explorar el uso de sustancias (legales e ilegales). Si es posible, es conveniente solicitar información a los centros en los que fue tratado. i)Historia personal (anamnesis). Es importante distinguir entre el problema que presenta una persona, y lo quees su vida (aunque a veces, para determinados problemas, ambas 23 cosas son difíciles de diferenciar). Este apartado se dedica a la comprensión biográfica y su relación con el problema actual. Hay que destacar los acontecimientos vitales importantes en el desarrollo del individuo. Se debe dar una especial atención a las siguientes áreas: familiar, académica, laboral, social, sexual y tiempo libre. También se ha de recoger información sobre las condiciones de vida actuales: con quién vive, red social, etc. j)Antecedentes familiares. Se ha de recoger información sobre antecedes de trastornos mentales, tratamientos, hospitalizaciones, etc. k)Personalidad. Es necesario saber cómo era la personalidad previa al inicio del problema y evaluar si ha habido un cambio drástico, así como las actitudes hacia los demás en sus relaciones. Hay que explorar el concepto que de sí mismo tiene la persona, sus actitudes morales y religiosas, y cómo reacciona ante situaciones estresantes. También hay que valorar si existe discrepancia entre la visión que el paciente da sí mismo y la que dan los demás de él. 1.2. El psicopatograma y el examen del estado mental Cuando se realiza un análisis transversal de la sintomatología que presenta una persona, se está haciendo referencia al examen del estado mental o al psicopatograma. Sin embargo, estos dos términos provienen de dos tradiciones diferentes en la literatura psicopatológica, si bien finalmente confluyen en el mismo propósito y objetivo. Por lo que se refiere al vocablo "psicopatograma", aunque no existe como tal en el diccionario de la Real Academia Española, sí que se pueden analizar sus componentes. "Pato" significa padecimiento, enfermedad y "Gramma", significa escrito, gráfico. De este modo, el psicopatograma (o psicopatografía) podría definirse como el tratado descriptivo de los signos y síntomas de los trastornos mentales (como opuesto a la Psicopato-logía, que implicaría su tratado teórico). En cuanto a su origen histórico, se puede encontrar una tradición patográfica importante tanto en la Medicina de comienzos de siglo, como en los orígenes de la Psicología. De hecho, las patografías tuvieron un gran desarrollo e influyeron decisivamente en la elaboración e independencia de la Psiquiatría y la Psicología. (Ruiz, M., Ruiz, F. y Fernández Baca, P, 1998). Este término surge de la tradición europea y, fundamentalmente, fenomenológica, aunque el estudio del caso clínico (la biografía de la persona en su contexto familiar y social) ha estado condicionado históricamente por las concepciones y teorías de la época. El análisis patográfico (Daseinanalysee) fue aplicado inicialmente al ámbito clínico siguiendo la metodología de Husserl y Heiddegger, obteniéndose análisis importantes en la comprensión de los trastornos psicopatológicos (Ruiz, M., Ruiz, F. y Fernández Baca, P., 1998). En definitiva, y desde esta perspectiva, se trataba de salvar el escollo fenomenológico de comprender lo que esencialmente es incomprensible, puesto que en el trastorno mental, la 24 vida psíquica ha dejado de tener continuidad. Su propósito era distinguir lo fundamental de lo accesorio, la verdadera esencia del estudio del caso clínico. Ahora bien, desde una perspectiva fenomenológica y también psicodinámica, no se puede entender al individuo sino es desde su contexto. De esta manera, la psicopatografía se utiliza como un medio para comprender los fenómenos psicopatológicos y el diagnóstico de la enfermedad mental, teniendo en cuenta el curso de la vida. Según Jaspers (1913: 830), las patografías son: "Las biografías que persiguen el objetivo de exponer a los psicopatólogos aspectos interesantes de la vida psíquica y de aclarar la significación de estas manifestaciones y procesos para la génesis de las creaciones de tales individuos". De esta manera, surge la tradición psicopatológica de realizar una investigación entre la creación artística y la vida psíquica, teniendo su máximo desarrollo en el análisis de los casos clínicos de personajes famosos. Casos paradigmáticos han sido el caso clínico de Strindberg para la fenomenología y el caso clínico de Schreber para el psicoanálisis. Una vez ubicada a la persona en su psicobiografía, la psicopatografía es el medio que utiliza el clínico para conocer las crisis del trastorno de esa persona dentro de su curso vital, señalando los síntomas y signos de patología. Se trata de poder analizar estructuralmente su experiencia psicopatológica y, para entenderla, se necesita de un sistema en el que estén representadas en la conciencia determinadas funciones psíquicas (atención, percepción, pensamiento, etc.). En resumen, el psicopatograma viene a traducirse como un perfil de las distintas funciones psíquicas alteradas que intenta ser sistemático (Polaino, 1991). Por otra parte, desde el contexto psiquiátrico anglosajón (menos influido por la fenomenología), no aparecen los términos de psicopatograma o psicopatografía, sino el de examen del estado mental, utilizado como el análogo del examen del estado físico, que realizan en sus quehaceres los colegas médicos no psiquiatras. En su origen es mucho más operativo, puesto que de lo que se trata es de conseguir una instantánea que el clínico toma del paciente en un momento en concreto sobre su estatus mental. Es más, autores como Trzepacz y Baker (1993) afirman que el examen del estado mental es un componente objetivo de la evaluación del paciente, puesto que se basa en las observaciones que el clínico realiza en una situación de entrevista; mientras que la parte subjetiva sería la propia historia clínica (anamnesis), ya que se basa en las experiencias del paciente, su relato y su memoria. Desde ambas tradiciones, bien se llame psicopatograma, bien examen del estado mental, esta exploración es una parte esencial de la valoración clínica. Para poder utilizar esta herramienta, el clínico requiere de conocimientos, de habilidades de exploración y de un vocabulario. Por tanto, el evaluador ha de saber hacer surgir, detectar, integrar y organizar todos los datos clínicamente significativos. Su metodología se basa en el registro de los hallazgos actuales y no debe estar contaminada con los datos de la historia del epígrafe anteriormente comentado. De hecho, mientras que los datos de la historia clínica permanecen estables, el estado mental del paciente, dependiendo de la psicopatología, puede cambiar de hora a hora. De este modo, esta exploración es muy útil para clarificar la fiabilidad de muchos 25 de los datos recogidos en la historia y es absolutamente imprescindible para realizar el diagnóstico y el diagnóstico diferencial. Los cambios en el estatus mental del paciente reflejarán el cambio en su situación y, por tanto, en la evolución de su diagnóstico o tratamiento. Existen diversos protocolos tipificados de examen del estado mental, y su uso es bastante común, especialmente en los ámbitos psi quiátricos, hasta el punto de que han aparecido incluso versiones más reducidas que facilitan su aplicación y minimizan el tiempo invertido. Así, el mini-examen del estado mental es uno de los instrumentos más ampliamente utilizados para rastrear deterioros cognitivos en pacientes psiquiátricos, especialmente en la evaluación de demencias. Este instrumento fue elaborado por Folstein, Folstein y McHugh en 1975, con el objetivo de contar con una evaluación breve y objetiva del funcionamiento cognitivo y de sus cambios. Se puede administrar en 510 minutos y se emplea tanto en contextos clínicos, como en encuestas comunitarias y estudios epidemiológicos, pero donde más se ha aplicado y estudiado es, sin duda, en pacientes aquejados de demencias, limitándose a explorar su funcionamiento cognitivo. Aunque, como se acaba de comentar, existen diversos formatos de psicopatograma y de examen del estado mental, la mayoría de ellos suelen incluir los siguientes apartados: •Apariencia, comportamiento durante la entrevista y conciencia de enfermedad. •Conciencia, alerta, orientación, atención. •Memoria.•Percepción e imágenes mentales. •Forma del pensamiento, el lenguaje y el habla. •Contenido del pensamiento: creencias anómalas. •Conciencia de sí mismo. •Afectos y emociones. •Actividad motora y conducta intencional. •Funciones fisiológicas. •Inteligencia. •Área social y relaciones interpersonales. •Reacción del examinador. 26 Como el objetivo central de este libro es, precisamente, la exposición de su metodología, el desarrollo concreto del protocolo de aplicación del psicopatograma se expone en el capítulo 2. 1.3. La presentación y formulación clínica del caso Una vez que el clínico ha recogido la información pertinente, es necesario que resuma clínicamente sus hallazgos. Es el momen to de realizar la formulación del caso. Pero, para formular un caso, primero hay que presentarlo; es decir, recopilar y presentar la información específica y relevante a otros colegas en las sesiones clínicas. Es importante que en el momento de la presentación no se haga ningún tipo de inferencia o explicación, sino que se ha de proporcionar una descripción lo más precisa y objetiva posible. El propósito es que cualquier colega pueda tener la información precisa para conocer al paciente y su problemática, aunque nunca haya tenido contacto con él. Se incluye información resumida sobre el motivo de referencia, la queja o motivo de consulta, el comportamiento durante la entrevista, la descripción del problema actual, su curso y evolución, otros problemas mentales previos, la historia médica y personal, los resultados del examen del estado mental o psicopatograma, del examen físico y de cualquier otra prueba adicional que se haya realizado. Una vez presentado el caso, se procede a su formulación, en la que el clínico pasa de la mera descripción a la interpretación, planteando inferencias y formulando sus hipótesis. El objetivo de la formulación del caso es el de intentar comprender a la persona y sus problemas. Se trata de hacer una conceptualización clara de qué es lo que le ocurre al individuo, en la que el clínico ha de intentar relacionar todos los datos de que dispone, procurando explicar por qué se han desarrollado las dificultades o problemas que presenta el paciente, y proporcionando predicciones basadas en esa información. Hay que tener en cuenta que la formulación, no sólo se ocupa del trastorno, sino también de comprender cómo las experiencias a lo largo de la vida de la persona han influido en su personalidad y en sus modos de reaccionar a la adversidad (Gelder, Gath y Mayou, 1991). Para ello, es necesario evaluar y valorar las áreas problemáticas clave, junto con aquellos factores del desarrollo que sean relevantes, y las circunstancias sociales de la persona. Se ha de incluir los factores relevantes predisponentes, precipitantes y perpetuantes del trastorno, así como sus manifestaciones cognitivas, somáticas y conductuales. El propósito de la formulación es, por tanto, clarificar la presentación del caso y dirigir el tratamiento a aquellas áreas que son clínicamente relevantes, ya que la planificación terapéutica y el éxito de las estrategias de intervención que se realicen dependen, en gran medida, de la capacidad de hacer una buena formulación del problema. En la situación clínica ideal, cada intervención debe ría hacerse con la formulación en mente. Las ventajas de hacer una formulación de caso son muchas, ya que ayuda al clínico a clarificar sus ideas con respecto al paciente, forzándole a identificar sólo la información que es de importancia para el tratamiento. Además, como se ha de ir revisando y actualizándose con la información adicional 27 que va surgiendo en las sesiones de tratamiento, le ayuda también a recordar la información y valorar el progreso, especialmente cuando los casos son largos. Es importante incidir que no es algo que sólo se escribe una vez en la evaluación inicial. La formulación ha de ser concisa, pero ha de trascender al resumen, ya que se deben discutir ideas alternativas sobre el diagnóstico, la etiología, el tratamiento y el pronóstico, y los argumentos a favor y en contra de cada alternativa (Gelder et al., 1991). Aunque una buena formulación se basa en hechos y no en especulaciones, sin embargo debe contener hipótesis verificables sobre aquellos aspectos de los que no hay certeza en el momento de su elaboración. Hay muchos modos de hacer formulaciones, y la que aquí se expone sigue las directrices de Gelder et al. (1991). Se empieza con una afirmación concisa de las características esenciales del caso (dos o tres frases); después se considera el diagnóstico diferencial, listando las posibilidades razonables en orden de probabilidad, y evitando listar todos los diagnósticos concebibles que no sean próximos al caso. Se ha de indicar cuál es la evidencia a favor y en contra de cada diagnóstico, con una evaluación del resultado e indicando las conclusiones del diagnóstico más probable. Después se abordan los aspectos de la etiología, identificando los factores predisponentes, precipitantes y mantenedores. Los predisponentes se consideran en orden cronológico, mostrando cómo cada factor puede añadir algo a los anteriores. Las conclusiones sobre el diagnóstico y la etiología se resumen con un listado de los problemas y de cualquier otra exploración que se necesite. Finalmente, se realiza el diagnóstico utilizando los criterios de un manual diagnóstico de carácter oficial (CIE o DSM). Luego, se perfila el plan de tratamiento de un modo conciso. Por último, se hacen afirmaciones sobre el pronóstico, realizando predicciones sobre cuál es el curso más probable en función del tratamiento, y cuáles los factores que pueden entorpecerlo. Como puede verse, la formulación del caso es mucho más que la afirmación de un diagnóstico. El objetivo es crear un modelo de comportamiento individual del paciente, y poder así perfilar un tratamiento también individualizado, por lo que debe proporcionar la estructura dentro de la cual se pueda aplicar un tratamiento y se pueda predecir un pronóstico. La formulación debe estar anclada temporalmente, incluyendo notas de progreso y cambios. En los ámbitos hospitalarios, suelen redactarse en dos ocasiones: una semana después del ingreso, tras haber abierto (o reabierto) la historia y realizado el examen del estado mental, objeto de la primera sesión clínica y, en segundo lugar, cuando el paciente va a ser dado de alta, incluyendo el juicio clínico del profesional responsable, otros puntos de vista y la respuesta del paciente al tratamiento. 1.4. El informe psicológico Una vez se ha completado el proceso de evaluación, se ha de organizar y escribir el informe psicológico correspondiente. Aunque se trata de un paso más del proceso evaluador, 28 en la práctica cotidiana se suele realizar cuando es solicitado, bien por la persona que ha sido evaluada, bien por otro profesional o institución. En él deben aparecer los datos de filiación del profesional que lo realiza, así como el nombre de la persona evaluada y el de quién lo solicita. En caso de que el proceso de evaluación hubiese sido requerido con un fin concreto, también deben especificarse los objetivos propuestos. Se han de mencionar los instrumentos y técnicas utilizados, y si se han empleado instrumentos estandarizados de evaluación, se tiene que indicar el tipo de material usado para las puntuaciones normalizadas. El contenido del informe debe expresarse en términos que puedan ser contrastados, y atendiendo a criterios de neutralidad y objetividad. Las conclusiones que se señalen deben estar justificadas y relacionadas con los objetivos propuestos. Aunque el lenguaje utilizado ha de ser preciso, no se ha de olvidar que también debe ser comprensible para la persona a la que va dirigido. Es necesario resaltar que, como todo documento del proceso de evaluación, el informe es un documento confidencial, del que no se puede disponer sin permiso del evaluado y que éste tiene derecho a conocer su contenido. Existen muchos modelos de informe, pero en todos ellos se suelenincluir los siguientes puntos: datos de identificación, motivo de referencia y planteamiento de los objetivos, observaciones generales (datos biográficos relevantes, información de trasfondo, etc.), procedimientos de evaluación, conductas y observación de examen, resultados e integración, recomendaciones y resumen. Cuadro resumen El objetivo de la evaluación, dentro del ámbito de la Psicología Clínica y la Psiquiatría, es tanto el de determinar el estado psicológico actual de la persona (con fines diagnósticos, clasificatorios y de pronóstico), como el de obtener información sobre las variaciones que se producen a lo largo del tiempo, para poder conocer las relaciones existentes entre el problema de la persona y determinadas condiciones, situaciones, tratamientos, etc. En el proceso de evaluación se debe recoger información que permita el conocimiento preciso de la persona y de sus problemas, en su presente, pero desde su historia y su contexto. La exploración psicopatológica es una parte del proceso de evaluación en el marco de la Psicología Clínica y de la Psiquiatría. Se trata de una exploración "transversal", en la que el interés recae en la evaluación de la pre sencia de signos y síntomas, y la posición de cada síntoma en relación con toda la información disponible. Existen diversos protocolos para recoger toda esta información, y que constituye la"historia clínica" de la persona, pero en todos ellos se suele incluir la siguiente información. La que a continuación se presenta está basada, con modificaciones, en Kaplan y Sadock (1997). 29 1. Historia 1.Datos de identificación del paciente 2.Datos del referente y motivo de referencia 3.Queja (motivo de consulta) 4.Descripción del problema actual 5.Consecuencias del problema actual 6.Historia y evolución del problema actual 7.Problemas mentales anteriores 8.Historial médico 9.Historia personal (anamnesis) 10.Antecedentes familiares 11.Personalidad II. Examen del estado mental o psicopatograma (exploración psicopatológica) U.Otros estudios adicionales, pruebas psicológicas y médicas IV. Otros documentos: A.Presentación y formulación del caso 1.Datos de identificación e información del referente 2.Conducta durante la entrevista 3.Descripción de los problemas. Curso y evolución 4.Historia personal (datos relevantes) 5.Resultados del examen del estado mental (hallazgos sobresalientes por normalidad o anormalidad) 6.Resultados de otras exploraciones adicionales: médicas, psicológicas, etc. 30 7.Diagnóstico y diagnóstico diferencial 8.Formulación del caso: hipótesis etiológicas 9.Estrategias terapéuticas propuestas 10.Pronóstico B.Informes: en cualquier momento del proceso C.Resumen y recomendaciones 1.Motivo de referencia 2.Queja o motivo de consulta y descripción del problema actual 3.Otros problemas mentales previos 4.Historia personal 5.Resultados del examen del estado mental 6.Resultado de otras pruebas adicionales 7.Diagnóstico según un sistema de clasificación DSM-IV (ejes) o CIE-10 (incluyendo diagnóstico diferencial) 8.Pronóstico V.Tratamiento VI. Notas de progreso (han de estar firmadas y fechadas) 31 32 Datos de identificación de la persona, datos del referente y motivo de referencia. F.T. es una mujer de 23 años, soltera, con estudios primarios, cuya ocupación es ayudar en las tareas del hogar y que vive con su padre y dos hermanos de 18 y 16 años. F.T. fue traída a Urgencias por su padre, quien se encontraba asustado por su estado de agitación y la conducta extraña que presentaba. Quejo (motivo de consulta); descripción del problema actual. Durante la entrevista de admisión F.T. se mostraba inquieta (gesticulando, moviendo sin cesar las piernas, etc.), negando que tuviera un problema mental, salvo que estaba muy preocupada y asustada por lo que le estaba ocurriendo. Según ella, el problema era que la estaban "incordiando desde los infiernos y tengo miedo de que los demonios me castiguen". Decía que no sabía por qué la acosaban, porque ella nunca había hecho nada malo, al menos no para que la martirizaran así. En entrevistas posteriores, F.T. indicó que uno de los "martirios" a los que se veía sometida era que le ,,aplicaban corrientes eléctricas" en los genitales, "para hacerme daño", aunque posteriormente también comentaba que era para "tentarme". Otra forma de castigarla era llamarla "sucia perra". Eran voces susurrantes pero nítidas y claras, como las que cualquier persona puede oír.A veces, se hacían pasar por su madre o por la misma Virgen, pero ella sabía que la estaban engañando y que eran unos impostores. Otras veces, las voces le hacían decir en voz alta "¡Cambio y corto!" una y otra vez. En ocasiones las voces hacían un comentario sarcástico de lo que ella estaba haciendo. La paciente relataba que no deseaba morir y que nunca había contemplado la posibilidad de acabar con su vida, pero que temía que los artífices de las voces pudieran dañarla o incluso matarla. En un momento de la entrevista, se negó a continuar el relato y evidenció parte de su irascibilidad, puesto que el clínico, al igual que el resto del personal, "sabían perfectamente qué es lo que estaba pasando por su cabeza, porque todos tenían conocimiento de sus más íntimos pensamientos". Cuando se le animó a seguir, comentó que algunos de esos pensamientos de hecho no eran suyos, sino que "me los ponen ahí los demonios". Cuando se le preguntó sobre por qué sólo quiere alimentarse de huevos batidos (información que había proporcionado su padre), refirió que no se fía de lo que pongan de comer en casa por si sus familiares han hecho algún pacto con los demonios. Los huevos "como son los'gérminidos' de la vida" están a salvo. Consecuencias del problema actual. Desde el inicio de este episodio, F.T. empezó a desatender las tareas domésticas y dejó de participar de la vida familiar. Hay que tener en cuenta que el nivel de funcionamiento social de F.T. era ya deficitario antes de este episodio. Historia y evolución del problema actual. Su padre refirió que desde poco antes de estas Navidades (hacía 2 semanas) la paciente comenzó a hablar sola, a ratos se quedaba absorta, inmóvil, como si estuviera hablando con ella misma. Además, su conducta comenzó a ser extraña para la familia, ya que salía o entraba de casa sin decir nada y la mayor parte del tiempo prefería quedarse en cama. Hace cuatro días empezó a alarmar a los familiares pues se puso a gritar fuera de sí: "¡Cambio y corto!, ¡soy la madre de Dios!, ¡llamadme sor F.!, ¿por qué me he 33 condenado?". Dejó de comer y sólo consentía tomar huevos batidos. Su padre también refería que hablaba con su madre (que había fallecido varios años antes) y con la Virgen. Problemas mentales anteriores. Hace tres años (cuando tenía 20) tuvo un episodio por el que estuvo a punto de ingresar. En aquel momento también manifestaba una conducta extraña: no quería comer y hablaba sola. Continuamente manifestaba que sentía unas cadenas alrededor de ella que querían matarla. En aquel momento fue diagnosticada de "Esquizofrenia Paranoide" y tratada mediante fármacos antipsicóticos, siendo buena la respuesta al tratamiento. Desde entonces, F.T. no había tenido ningún episodio más, aunque su comportamiento, según indica su familia, nunca había sido "como el de una chica normal", ya que apenas salía, era muy retraída y sólo se dedicaba a ayudar en las tareas de casa. Historial médico. No hay ninguna enfermedad que merezca una especial consideración. No se encontró evidencia en las exploraciones físicas ni de condición médica general ni de uso de sustancias. Historia personal (anamnesis). El nacimiento y la infancia fueron normales, no mostrando retraso en su desarrollo. Su familia la consideraba como una persona sociable, aunque dominante y últimamente irascible. Entre los 13 y 14 años de edad empezaron a notar que "no estaba bien", que no se mostraba al igual que sus compañeras. Tenía un carácter nervioso y, si se le contrariaba, se enfadaba mucho. Cuando acabó sus estudios primarios,sus padres decidieron que se quedara en casa con la familia y que ayudara a su madre a las tareas del hogar. Desde que su madre falleció, hacía dos años, era ella quien se ocupaba de las comidas, limpieza, etc. Antecedentes familiares. No constan. 34 35 Para realizar una adecuada exploración psicopatológica es necesario que el clínico posea habilidades para la entrevista, así como que esté familiarizado con algunas técnicas e instrumentos. Sin embargo, es importante remarcar que, además de las estrategias concretas, es totalmente ineludible el conocimiento amplio en psicopatología. Como señala Jaspers: "Se puede preguntar bien sólo cuando en lo general se tiene un rico saber" (1913: 993). 2.1. Objetivos El objetivo de la exploración psicopatológica es realizar un análisis del estado mental actual de la persona. Para ello, el clínico ha de rastrear todos los procesos psicológicos y actividades mentales e identificar el déficit o la alteración que se presenta en cada área evaluada, pero sin perder de vista la articulación global de la psicopatología del paciente. En este sentido, Trzepacz y Baker (1993) llegan a manifestar que el examen del estado mental es similar a la habilidad que tiene el experto en música para poder reconocer y analizar el sonido de cada instrumento particular en una sinfonía, sin perder de vista a la orquesta en general. El análisis ha de basarse en las respuestas que da el paciente en la exploración y en las observaciones que realiza el examinador durante la entrevista (o, en su caso, durante el ingreso). El resul tado final será, por tanto, la descripción del conjunto de todas esas observaciones sin que estén contaminadas con los datos históricos. 2.2. Evaluación La evaluación es el proceso de recogida de información sobre la que se fundamentan las decisiones del evaluador o de las personas a quienes se comunican los resultados. El clínico ha de recoger la información que sea apropiada, puesto que se van a tener que emitir juicios razonados a partir de lo que se ha evaluado y se van a tomar decisiones importantes en función de esos resultados. En la exploración psicopatológica se pueden utilizar diferentes herramientas de evaluación, pero no cabe duda de que la entrevista es la más utilizada. Independientemente de que se obtenga información con otras técnicas, nada puede reemplazar la versatilidad de la entrevista. Escapa al propósito de este libro explicar las técnicas de entrevista; sólo incidir en que es un instrumento insustituible para recoger información, en la que el entrevistador estructura el examen, escucha atentamente a lo que se dice y a lo que no se dice, anota las 36 reacciones del paciente, así como las reacciones que el paciente despierta en él. Es la oportunidad que tiene el clínico, no sólo de recabar información, sino también de observar a la persona en una interacción social y dar apoyo. La duración de las entrevistas suele oscilar entre 45 y 60 minutos, pudiendo recogerse la mayor parte de la información en dos sesiones, al margen de las pruebas adicionales que se soliciten, aunque esto no es válido para el caso de pacientes que acuden a urgencias o van a ser ingresados. 2.3. Aplicación: procedimiento básico y variaciones A la hora de organizar la exploración psicopatológica, no existe un protocolo estándar, aunque en todos los casos se incluye una información similar. La organización que aquí se expone pretende rastrear los diversos procesos psicológicos y actividades mentales que pueden estar alterados en un individuo. Esta organización no es la única ni la mejor, pero es la que se recoge en la mayoría de los textos psicopatológicos actuales. Hay que tener en cuenta que hacer una clasificación psicopatológica no es fácil y ello, al menos, por dos motivos. En primer lugar, algunas alteraciones concretas se han clasificado históricamente en diferentes procesos o funciones. Por ejemplo, en clasificaciones psiquiátricas de corte tradicional, la agnosia se ha llegado a entender como un trastorno perceptivo; sin embargo, según los acercamientos más actuales de la Psicología cognitiva, la agnosia se explica mejor como una anomalía en los procesos de reconocimiento y, por tanto, dentro de la psicopatología de la memoria. En segundo lugar, y más importante, el fragmentar y manejar los procesos como si fueran categorías con límites precisos es totalmente artificial. De hecho, en una misma alteración pueden estar implicados varios procesos, y ello será más probable en tanto en cuanto el proceso implicado sea de rango superior. Por ejemplo, el delirio de transformación puede estar en el apartado de alteraciones del pensamiento en cuanto a su contenido (juicios y creencias), pero también puede formar parte de las alteraciones en la identidad, ya que también implica una alteración de la individualidad de la persona. Es esto mismo lo que expresa Kurt Schneider en su obra Psicopatología Clínica en el año 1946: Es cierto que hemos fraccionado en cierta medida la unidad psíquica de las funciones, pero lo hemos hecho únicamente porque, si uno quiere en general tener experiencia de algo, ha de ir mirando de una función a otra... Tampoco el botánico que va describiendo la forma, el color, la hechura superficial, etc. de una hoja, piensa que ésta se componga de la suma de estos elementos. Pero si quiere dar una descripción tendrá también que realizar un análisis, pues no le es posible decir todo de una sola vez. Exactamente así, y sólo así, entendemos nosotros nuestro análisis. De ello resulta que a veces se difuminarán y entrecruzarán necesariamente los límites de las diversas secciones [...1. Es decir, es posible considerar aisladamente una única manifestación, incluso será menester hacerlo, pero ella misma no es algo aislada. Finalmente hay que insistir en que, el examen del estado mental no sólo es una manera de 37 explorar, sino que también es una manera de describir y transmitir información para el conocimiento del caso. Por tanto, en cuanto a su exposición, se recomienda una organización sistemática en torno a algún principio rector, con el fin de facilitar tanto su comprensión al lector, como la rápida localización de la información que se requiera. La manera de ordenarla que aquí se expone es una propuesta basada en el rastreo de los diversos procesos psicológicos (antes funciones psíquicas) y actividades mentales. Además, dado que el psicopatograma o el examen del estado mental pueden llegar a ser, en aquellas situaciones que lo requieran, un documento legal del estatus mental de una persona, su redacción tiene que ser cuidadosa. Ha de escribirse de una manera profesional, objetiva y con una terminología psicopatológica precisa y bien definida; por el contrario, se evitará cualquier descripción o sentencia que implique juicios de valor en un sentido moral. 2.3. 1. Exploración de la apariencia, el comportamiento durante la evaluación y la conciencia de enfermedad Este apartado se suele resumir como "Aspecto y Conducta" (en la bibliografía anglosajona se resume como A + B: Appearance and Behavior). Este punto requiere del clínico un especial cuidado con los adjetivos que utiliza por lo que respecta a juicios de valor. La apariencia o el aspecto se refiere a las características físicas del paciente, incluyendo rasgos morfológicos distintivos, estilo de vestir y arreglarse y modo de presentarse ante los demás. El aspecto puede ser una primera hipótesis en relación con el estado de ánimo del paciente, su estado cognitivo y su estado físico general. Se trata, en definitiva, de la primera impresión del clínico. En este punto se suele incluir información acerca de: edad (la real y la que aparenta); vestimenta (apropiada, inapropiada, limpia, sucia, etc.); aseo (olor corporal, higiene, maquillaje, corte de pelo, etc.); características y marcas físicas (defectos, tatuajes, etc.); postura (en cama, de pie, al borde de la silla, retraído, etc.), contacto ocular (mirada huidiza, mirar hacia abajo, mirar atentamente a un objeto inexistente, etc.)y una descripción general de su nivel de conciencia (alerta, distraído, etc.). La actitud hace referencia a la disposición que tiene el paciente hacia la entrevista y al evaluador. Dependiendo de la actitud (que puede ir variando), se podrá confiar o poner en tela de juicio los datos que el paciente vaya relatando durante la exploración. La actitud del paciente se va entretejiendo con la información pro veniente del contacto ocular, la postura, el tono de voz, la manera de responder, etc. La falta de cooperación puede revelar trastornos de personalidad, del estado de ánimo, psicosis, o problemas de atención y conciencia, entre otros. Los adjetivos que se suelen emplear en este punto suelen ser: cooperador, hostil, suspicaz, negativo, resistente, dependiente, etc. Conciencia de enfermedad es el grado de apercibimiento que la persona tiene de su problema y de su gravedad. Dependerá, en gran medida, de si los síntomas son egodistónicos o egosintónicos y del grado de contacto o ruptura que el paciente tenga con la realidad. Es interesante anotar cómo la persona describe su problema de manera espontánea, cómo lo 38 califica y si sus actitudes son realistas o no. En algunos protocolos de exploración se incluye en este apartado la actividad, describiendo aquí los movimientos del paciente. Si bien se pueden señalar algunos movimientos que sean de especial relevancia a juicio del clínico, la descripción psicopatológica de la actividad tiene, en este libro, su propio apartado en los trastornos motores que se describen a continuación. 2.3.2. Exploración de la actividad motora y de la conducta intencional Los movimientos de la persona pueden dar información acerca de su estado de ánimo, nivel de conciencia, nivel de energía, actitud, y también de problemas orgánicos, además de ser una manifestación de los efectos secundarios de la medicación antipsicótica. Por otra parte, la manera de actuar del individuo expresa sus pensamientos y sentimientos en determinadas situaciones, es decir, su experiencia inmediata. En el sistema motor participan el sistema de vías piramidales (movimientos voluntarios), el sistema extrapiramidal (movimientos involuntarios), las vías nerviosas aferentes y eferentes y el aparato locomotor, compuesto por huesos, músculos, articulaciones y tendones. Hay muchas maneras de clasificar este apartado. Aquí se seguirán, fundamentalmente, las directrices de Gradillas (1998) y Trzepacz y Baker (1993), organizando la información en tres grandes bloques, atendiendo a los aspectos cuantitativos, cualitativos y a la mímica. A) Aspectos cuantitativos -Con respecto al rango de actividad, ésta puede oscilar desde la inmovilidad total a la hiperactividad. La ausencia o reducción del movimiento en alguna parte del cuerpo se denomina acinesia (p. ej., ausencia del movimiento rítmico del brazo al caminar, consecuencia de los efectos extrapiramidales de los neurolépticos). La acinesia suele acompañarse también de una disminución de la expresión facial. Puede ser un efecto secundario de la medicación antipsicótica, pero también puede manifestarse en la esquizofrenia, en la depresión o en los cuadros orgánicos. Se aplica el término parálisis o paresis para indicar ausencia de movimiento localizado en una zona concreta del cuerpo debido a daño cerebral. Entre las características asociadas a la parálisis se encuentran las siguientes: los músculos afectados se encuentran atróficos y flácidos; se pierde el tono muscular del miembro afectado en respuesta a movimientos pasivos (atonía o hipotonía); y los reflejos osteotendinosos están ausentes o muy disminuidos. El término pseudoparálisis se reserva para las parálisis en el trastorno de conversión. Por último, la cataplejía indica la pérdida momentánea e involuntaria del tono muscular (en un estado de conciencia lúcida), lo cual produce bien la caída de los objetos que en ese momento sostenga el paciente, bien su propio derrumbamiento. Suele estar asociado con emociones intensas, como miedo, cólera o 39 risa. Puede darse en tumores cerebrales, encefalitis, traumatismos y enfermedades cardiovasculares. En algunos manuales se incluye en este apartado el estupor, dado que implica una inmovilidad total o el mantenimiento de posturas estereotipadas, sin reacción a los estímulos exteriores, razón por la que aquí se tratará más extensamente en las alteraciones de conciencia. El tono muscular en el estupor puede variar desde la flacidez hasta una marcada tensión, lo que hace que el paciente tenga un aspecto como de madera. A veces contrasta su cara inexpresiva con la viveza de sus ojos, sobre todo en el estupor catatónico, mientras que en el estupor depresivo predomina una expresión de abatimiento con un tono muscular normal. Puede estar presente la incontinen ciaurinaria y fecal, siendo más habitual en el estupor catatónico. -Enlentecimiento de la actividad motora. En el caso de que la actividad motora esté enlentecida tanto en su velocidad como en el inicio del movimiento, se aplica el término hipocinesia o bradicinesia (por ejemplo, en el síndrome de Parkinson). A diferencia de la parálisis, en este caso no existe debilidad muscular. Algunos autores reservan el término retraso (o retardo) psicomotor sólo para cuando el enlentecimiento motor no se deba a causas físicas (p. ej., en la depresión o en la esquizofrenia catatónica). El retraso psicomotor puede tener su máxima expresión en la obstrucción, una especie de obstáculo en medio del flujo de la actividad psíquica y motora. Mientras que el enlentecimiento se puede comparar a una desaceleración, la obstrucción sería como poner de repente un palo entre los radios de una rueda. El paciente que experimenta obstrucción se detiene en la mitad de su actividad. Tras una pausa continúa con lo que estaba haciendo. A veces se encuentra asociada "la reacción del último momento", en la que el examinador pide que el paciente haga determinada actividad varias veces sin obtener respuesta y, justo cuando lo va a dejar, el paciente lo hace. Estos fenómenos, en sus formas más extremas, pueden acabar en estupor y son frecuentes en la catatonia. Actividadmotora excesiva e inapropiada. En este caso se aplican los términos hipercinesia o agitación, y en sus formas menores, también se denomina inquietud. La manifestación de esta hiperactividad varía en función del cuadro: en los trastornos de ansiedad, la persona se retuerce las manos y se muestra muy inquieto en la silla; en la depresión agitada, el movimiento suele ir acompañado de quejas y lamentaciones; en la manía, el paciente se mueve constantemente, incapaz de permanecer sentado; en la esquizofrenia de tipo catatónico, el paciente puede salir bruscamente de su estupor y mostrar su agitación huyendo, gritando, golpeándose o atacando (raptus). También puede presentarse en síndromes de intoxicación y abstinencia y en el delirium o la demencia. El término "hiperactividad" se refiere más apropiadamente a una descrip ción objetiva del comportamiento, mientras que el de "agitación" implica la connotación subjetiva del estado psíquico del paciente que se demuestra en su expresión física. El potencial agresivo que en muchas ocasiones conlleva la agitación, la convierte en una de las causas más frecuentes de ingreso y hay que explorar la 40 posibilidad de cuadros orgánicos. Por último, la acatisia, en sentido estricto, es la experiencia subjetiva del paciente de su inquietud motora, concretamente de las piernas (como efecto colateral de los neurolépticos) y, por tanto, se basa en sus quejas, aunque también es posible observar su postura temblorosa y nerviosa. En general, el término se refiere al síntoma extrapiramidal consecuencia de los antipsicóticos. Cuando hay movimientos repetitivos, es más probable que sean manifestación de la acatisia que de la agitación. B) Aspectos cualitativos Alteracionesen los movimientos inducidos. Son anomalías que se manifiestan al inducir al paciente a realizar alguna acción o movimiento. El negativismo es la resistencia del pacientea realizar lo que se le pide (pasivo), pudiendo incluso hacer una acción totalmente contraria a lo demandado (activo), como por ejemplo, apretar la boca cuando se le pide que la abra. También se manifiesta en el mutismo. El estado emocional en el que se encuentra el paciente negativista puede ir desde la irritación hasta el afecto aplanado. Se tiene la impresión de que son reacciones en cierto modo reflejas, involuntarias y sin motivación aparente, lo cual lo diferenciaría de la hostilidad (deseo intencional de no colaborar). Por el contrario, en la obediencia automática, el paciente realiza cualquier orden del examinador sin ninguna resistencia, sea lo que fuere. Kraepelin demostraba este fenómeno pidiéndole al paciente que sacara la lengua; una vez que lo hacía, se la pinchaba con un alfiler. Cuando hay obediencia automática, cada vez que el examinador pide a la persona que saque la lengua, ésta lo hace aunque cada vez reciba un pinchazo. Ambos fenómenos (negativismo y obediencia) se pueden presentar en la esquizofrenia catatónica y en cuadros demenciales. La ambitendencia o ambivalencia motora consiste en realizar un movimiento y casi simultáneamente el contrario, por ejemplo, acercarse y alejar la cuchara de la boca para comer. Algunos autores consideran que es un paso previo al negativismo y que un manejo inadecuado favorece la transformación del mismo. La perseveración es una incapacidad de cambiar de una tarea a otra, de tal modo que se produce una repetición de una acción que ya no tiene objeto, aunque la tuvo con anterioridad (también la hay verbal), que se comentará en la exploración de la forma del pensamiento, el lenguaje y el habla). La perseveración motora se clasifica en: simple, cuando el paciente no para de realizar un movimiento que se le ha pedido (dibujar una cruz); iterativa, cuando repite varias veces los mismos movimientos solicitados (después de terminar una cruz, dibuja otras más); sustitutiva, cuando después de haber dibujado la cruz que se le había pedido, se le 41 indica que dibuje un círculo y sigue dibujando cruces. Además de en la esquizofrenia catatónica, también puede estar presente en alteraciones que impliquen una disfunción del córtex prefrontal. Modos de perseveración se observan en el "reflejo de asir" (el paciente agarrará cualquier objeto que se ponga en su mano), en el "asimiento forzado" (el examinador extiende la mano al paciente para que se la estreche, pero se le indica que la próxima vez que le extienda la mano no debe estrecharla; tras unos minutos de conversación, la persona que presenta esta alteración, al darle la mano, la volverá a estrechar tantas veces como la tenga delante), y en el "signo del imán" (el examinador toca rápidamente con su dedo la palma de la mano del paciente y, al retirarlo, la mano del paciente seguirá el dedo del examinador, como un trozo de hierro a un imán). Por lo que respecta a las posturas, cabe mencionar la perseveración de la postura, en la que la persona mantiene una determinada postura (espontánea o inducida por el examinador) durante un período de tiempo, pese a que se le ha dado la instrucción de que se resistiera al movimiento. La persona debe ser previamente advertida de que no tiene que dejar su cuerpo en la posición en la que lo deja el examinador. Bleuler exploraba esta alteración tomando el pulso del paciente con su brazo extendido. Una vez tomado el pulso y abandonado el brazo, el fenómeno se manifiesta porque la persona, en vez de bajar el brazo, lo sigue manteniendo en alto. Cuando el examinador encuentra cierta resistencia plástica, como si estuviera moldeando un trozo de arcilla, se trata del fenómeno de la flexibilidad cérea descrita por Wernicke, conservando las posturas en las que el examinador deja al paciente, aunque sean incómodas. Algo similar sucede en la almohada psicológica, postura en la que la cabeza queda suspendida a unos centímetros de la cama como si tuviera una almohada y pudiendo quedar en esa postura durante horas. A veces, esta inducción a la adopción de posturas puede realizarse incluso hasta con la más leve presión del dedo. Todos estos fenómenos suelen ser típicos de la esquizofrenia catatónica. El término catalepsia suele incluir los fenómenos de obediencia y flexibilidad. Completando este cuadro también se encuentran los denominados ecosíntomas. En la ecopraxia (o ecocinesis), el paciente imita automáticamente los movimientos que hace en ese momento otra persona, y en la ecomimia, el paciente imita la mímica de su interlocutor. Son típicos de la esquizofrenia catatónica y de las demencias. -Alteraciones de los movimientos involuntarios. Dentro del apartado de los movimientos que no están bajo el control voluntario del individuo, se encuentran las alteraciones que siguen a continuación. Se denomina temblor a los movimientos oscilatorios, relativamente rítmicos, que suelen ser más evidentes en las zonas distales del cuerpo. Se amplifican bajo condiciones de estrés y desaparecen durante el sueño. Requieren una ulterior exploración neurológica y es preciso registrar su velocidad, frecuencia, amplitud, ubicación y las condiciones que lo aumentan o disminuyen. Se habla de 42 temblor en reposo o estático cuando aparece en zonas corporales en reposo, y desaparece durante el movimiento de dichas zonas; suele estar presente en el Parkinson, efectos secundarios de los neurolépticos e intoxica ciones.El temblor postural ocurre cuando se inicia y mantiene activamente alguna postura (p. ej., extender los brazos). Suele estar presente en síndromes de intoxicación y abstinencia, y en trastornos de ansiedad. El temblor intencional surge sólo cuando la persona inicia una acción, interfiriendo con los movimientos más precisos (p. ej., comer o tocarse la punta de la nariz con el dedo). Suele asociarse a trastornos mentales orgánicos, destacando el temblor alcohólico debido a la abstinencia. El temblor también puede estar presente en otros cuadros, como los de ansiedad, en los que el temblor suele ser rápido, intensificándose en la conducta intencional. Los movimientos atetoides y coreiformes tienen un origen neurológico. La atetosis se refleja en movimientos lentos, repetitivos, continuos, arrítmicos y serpenteantes que recuerdan el desplazamiento de un reptil. Se producen en la lengua, la cara o las extremidades. En la corea se dan movimientos más rápidos y bruscos que en la atetosis, aunque menos exagerados, y son movimientos más variables que los tics, los cuales no cambian. El balismo es un movimiento violento de una extremidad, normalmente sólo de un lado del cuerpo (hemibalismo). Las sincinesias son contracciones musculares involuntarias que acompañan a los movimientos voluntarios (p. ej., mover la comisura de los labios cuando se le pide que cierre los ojos). La discinesia tardía suele implicar a los músculos de la boca, lengua (chupeteo), dedos, manos y hombros. Suelen ser consecuencia a largo plazo de los neurolépticos. Aunque pueden aparecer en los movimientos espontáneos, se hacen más evidentes cuando se le pide al paciente que haga alguna acción. Se exacerban con la ansiedad y desaparecen durante el sueño. En el caso de la distonía aguda, los espasmos que se producen suelen ser de mayor duración que los movimientos anteriores. Son prototípicos los giros de cuello, el arqueo de la espalda o los movimientos rotatorios de los ojos. También se deben a los fármacos antipsicóticos. No hay que confundir estos trastornos del sistema extrapiramidal con las estereotipias que se comentan más adelante. Las convulsiones son contracciones bruscas y violentas de la musculatura voluntaria asociadas a los movimientos espasmódicos que se dan en los cuadros epilépticos. Tienen un patrón bastante similar (inicio apnéico, fase convulsiva, fase de recuperación). Según Bulbena (en Vallejo, 1994), las convulsiones psicógenas no epilépticas (convulsiones "charcotianas") son en la actualidad bastante infrecuentes y se diferencian de las verdaderas convulsiones en varios aspectos: no siguen el patrónde las tres fases, rara vez presentan mordeduras en la lengua e incontinencia urinaria, y no suele haber lesiones por caída, al margen de las diferencias en el registro EEG en el que en las pseudoconvulsiones es normal. 43 Se denominan tics a los movimientos (y vocalizaciones) más o menos breves que el individuo realiza de manera involuntaria, repetida, arrítmica y espasmódica. No están dirigidos a ninguna meta, como suelen ser el carraspeo, el parpadeo, el fruncimiento de frente o nariz, etc. Suelen implicar pocos grupos musculares (sobre todo los superiores a los hombros), de movimientos reminiscentes de expresión o de reflejos defensivos. Aunque la persona no los puede detener, los puede suprimir temporalmente con mucho esfuerzo y malestar hasta que el tic vuelve a reproducirse. Su frecuencia aumenta cuando se les presta atención consciente, disminuye cuando se distrae, y desaparecen durante el sueño. Lo egodistónico del tic y el menor número de músculos involucrados suele diferenciarlos de la estereotipia. El ejemplo prototípico de la presencia de tics es el síndrome de Guilles de la Tourette, en el que también se describen "tics vocales": palilalia, ecolalia y coprolalia. El término estereotipia, aunque a veces se hace sinónimo de tic, automatismo y manerismo por lo repetitivo de sus movimientos, se suele reservar para aquellos movimientos que no están bajo el control voluntario de la persona. Son repetitivos, persistentes, aparentemente sin finalidad y realizados de una manera uniforme, es decir, estereotipada (p. ej., el balanceo del niño autista, o la postura de la almohada psicológica cuando ésta no es inducida). Son más complejos que los tics; se presentan sin alteración de conciencia (a diferencia de lo que sucede en los automatismos), y son movimientos espontáneos y no inducidos (a diferencia de lo que sucede en la perseveración). La conducta automática o automatismos son movimientos involuntarios realizados sin control consciente. La conciencia suele estar alterada (la persona no responde al ambiente o está confusa). Los hay de los más simples (lamer, masticar) hasta los más complejos (los que se producen en las crisis epilépticas, el sonambulismo, bruxismo - rechinar de dientes-, mioclonus nocturno - sacudidas de las extremidades inferiores durante el sueño-, jactatio capitis - balanceo de la cabeza durante el sueño-, o la fuga disociativa). Alteracionesde los movimientos voluntarios y conducta intencional. Por lo que respecta a los movimientos que están bajo control voluntario del individuo, se encuentra el término manerismo, que alude a una conducta intencional, dirigida a una meta y sin alteración de conciencia, que denota movimientos expresivos; en definitiva se trata de determinados modos de hacer las cosas a los que les falta naturalidad y suenan forzados, afectados o rebuscados (p. ej., dar un giro antes de sentarse). Por ello, según Gradillas (1998), sería mejor en nuestro idioma el término de "amaneramiento". Un ejemplo sería la sonrisa insípida en la esquizofrenia o la teatralidad de gestos de las personalidades histriónicas. Se considera que es más volitivo e intencional que el tic. A veces puede ser muy complicado poder diferenciar técnicamente un manerismo de una estereotipia, sobre todo en lo que se refiere a las posturas corporales, si bien las 44 posturas maneristas no perseveran y las posturas estereotipadas se mantienen rígidamente. El resto de las alteraciones de este apartado son difíciles de ubicar en cualquier clasificación. Algunas podrían figurar como correlato comportamental de las creencias que las sustentan, o de las emociones que intentan aliviar. También podrían haberse clasificado conjuntamente como alteraciones que tienen que ver con la identidad, dado que la compulsión, el impulso, la evitación, la comprobación y las conductas de seguridad tienen que ver con la conducta intencional y la voluntad del individuo. En todas estas alteraciones, aunque el individuo es consciente de que él es el dueño de sus actos, sin embargo en cierto sentido, los realiza en contra de su voluntad, no pudiendo resistirse a hacer o no hacer algo, o no pudiéndolo evitar. De una manera u otra, en las alteraciones que se van a comentar a continuación, el individuo ve mermada su capacidad de decisión, su libertad a poder, o a no poder, hacer cosas. Sin embargo, dada la tradición de clasificar bajo el rótulo motor casi toda conducta o comportamiento, se ha optado por incluir este apartado dentro de esta clasificación. Es importante explorar en todas ellas su frecuencia, el tiempo que ocupan al individuo y el deterioro en su funcionamiento. Trzepacz y Baker (1993) consideran a las compulsiones como un conjunto de manerismos especiales. Se tratan de rituales (muchas veces motores; pero no necesariamente), de carácter repetitivo (cada vez que hay que neutralizar la obsesión) y estereotipado (se hacen siempre siguiendo idéntica secuencia y forma), que el paciente se siente obligado a realizar aunque, a veces, no haya una relación evidente entre el ritual compulsivo y el objetivo que persigue. Al igual que las obsesiones que tratan de neutralizar, son egodistónicas y consideradas por el propio individuo como bastante irracionales y excesivas, aunque se vea incapaz de detenerlas. Como su nombre indica, la compulsión no puede ser reprimida voluntariamente, es algo que el individuo se siente obligado a hacer. Aunque sabedora de la autoría de sus actos (es decir, sabe que sus actos son suyos y que ella los inicia), la persona los experimenta como realizados contra su voluntad, puesto que no se puede resistir. Se experimentan subjetivamente como inevitables y, a veces, se pueden llegar a vivenciar con verdadera repulsión. Tienen un carácter mágico y defensivo de lo que intentan prevenir. Por eso, el ritual ha de llevarse a cabo en una forma exactamente predeterminada, con cierta frecuencia y repetición (p. ej., doblar las esquinas de las servilletas tres veces de manera alterna y en orden, empezando por la parte superior izquierda). No es infrecuente, por tanto, que tras realizar el ritual, al paciente le surjan dudas de si lo ha realizado como debería haberse hecho o se ha alterado la rutina, lo cual conduce a la repetición y verificación. Por último, cabe señalar que aunque muchas veces se utiliza el adjetivo "compulsivo" para aquellos comportamientos que el individuo realiza frecuentemente y en exceso (beber compulsivo, comer compulsivo, sexo 45 compulsivo), no son comportamientos compulsivos en sentido estricto, puesto que no hay en ellos ni la rigidez de la secuencia, ni sobre todo, la obligatoriedad de realizarlos para combatir la obsesión, sino que nacen de la necesidad de realizar el acto en sí mismo. Su objetivo es aliviar la tensión interior y, por tanto, responden mejor a la definición del impulso, en el que el individuo queda igualmente atrapado, como se verá a continuación. Los impulsos, como las compulsiones, son igualmente difíciles de clasificar. Como indica Gastó (en Vallejo, 1994), así como la compulsión es la base conativa de la obsesión, en el impulso, la conducta es involuntaria, sin base ideatoria. Se trata de la tendencia irresistible a realizar alguna actividad. Es tal su fuerza, que el individuo se siente como arrastrado a realizarla dada su tensión o activación interior. Al contrario que la compulsión, en el impulso no hay finalidad, a no ser la de realizar el propio impulso. Son actos que se realizan sin deliberar, ni reflexionar en las consecuencias que puedan tener. El individuo no puede encontrar una explicación racional a estos actos; sólo que se ve invadido por un imperativo arrollador que acaba minando su voluntad y libertad (Scharfetter, 1979). No es extraño que, a veces, esta imposibilidad de controlar los actos impulsivos lleve al individuo a experiencias de pasividad, es decir, como si se sintiera ajeno a unos actos que no puede controlar. Además de constituir el síntoma fundamental de los trastornos de control de los impulsos (ludopatía,cleptomanía, etc.), también forman parte de otros cuadros como el trastorno obsesivo-compulsivo (de hecho, la obsesión puede ser un impulso), la esquizofrenia, especialmente la catatónica, en la que puede implicar agresividad, y en cuadros orgánicos en los que se puede dar la poriomanía o dromomanía, es decir las fugas, el vagar sin meta de un lado a otro sin rumbo fijo que se producen de un modo impulsivo e imperioso. Por lo que se refiere a la evitación, se trata de la reacción comportamental (aunque también la hay cognitiva) que el individuo presenta ante un estímulo o situación que le produce miedo o angustia. Forma parte de las consideraciones diagnósticas de las fobias, aunque también se pue de presentar en otros cuadros que no son en sentido estricto fobias. Ejemplos de conductas de evitación serían: no querer frecuentar lugares masificados, no estar en lugares cerrados, no querer pesarse, no mirarse al espejo, o estar en la situación que se teme aunque mentalmente se está en otro lugar. A veces, el paciente puede (porque no tiene otra opción) hacer estar actividades, pero las realiza con una intensa ansiedad o malestar. Como en los casos anteriores, la persona no puede remediar su evitación, es decir, no puede elegir no evitar determinadas situaciones o actividades, hasta tal punto que esta imposibilidad puede afectar gravemente su funcionamiento cotidiano. El término de conductas de seguridad se está popularizando en la bibliografía especializada en los trastornos de ansiedad. Se refiere a aquellos comportamientos 46 que el paciente realiza para reducir los riesgos de que se produzca lo que teme (serían ejemplos de conductas de seguridad en el pánico el llevar un móvil, sentarse cerca de la salida o llevar un bastón; mientras que asir con fuerza los papeles, hablar muy deprisa o llevar ropa que impida que se note el sudor, lo serían en la fobia social). Desde el ámbito de las alteraciones de la imagen corporal, se utilizan los términos de conductas contraproducentes, o de acicalamiento para referirse a la misma idea, como por ejemplo cuando las personas con calvicie se dejan crecer el pelo en una zona y tapan la calva con el cabello sobrante, o el caso de mantener posturas forzadas como esconder continuamente la tripa, o llevar ropa ancha. Todas estas maniobras ofrecen un alivio emocional temporal, haciendo que la persona se sienta "segura" al creer que impedirán su catástrofe particular (no poder pedir ayuda, desmayarse, ser evaluado negativamente). Paradójicamente, todos estos rituales lo que hacen es incrementar el síntoma que se trata de impedir (p. ej., al llevar más ropa se suda más) e impedir la disconfirmación de sus creencias irracionales. Por último en este contexto, habría que hablar de las conductas de comprobación en un sentido algo distinto a la comprobación que se da en las compulsiones. Como se ha comentado, la comprobación en el contexto de las compulsiones se refiere a la inseguridad que tiene el paciente de haber llevado a cabo su ritual tal y como había de realizarse, o si lo hizo hoy o ayer. Se trata de volver a realizar el ritual para prevenir que su obsesión se produzca, porque no confía en su memoria. Sin embargo, por conductas de comprobación aquí se hace referencia a la necesidad que tiene la persona de estar comprobando continuamente aquello que es el centro de sus preocupaciones, puesto que de un momento a otro la situación puede haber cambiado para peor. Piénsese, por ejemplo, en las conductas de comprobación que se dan en el contexto de los trastornos alimentarios, en los que puede haber rituales de pesarse continuamente; o las conductas de comprobación en el contexto de la hipocondría, que les lleva a autoexplorarse continuamente, o preguntar de manera reiterada a alguien de su confianza si los encuentran bien. C) Alteraciones de los movimientos expresivos o de la mímica Por último, en este apartado se expondrá la relación que tiene el sistema motor y la psicopatología en cuanto a expresividad. De hecho, los movimientos, posturas y gestos configuran el lenguaje no verbal de la comunicación (los movimientos oculares y la dirección de la mirada, la expresión facial, los gestos, las posturas, el uso del espacio social, amén de todas las variables paralingüísticas). Blanco y Borda (en Belloch, Sandín y Ramos, 1995) incluyen en este apartado las alteraciones de la expresión facial diferenciando entre hipermimias, hipomimias y dismimias. Las hipomimias (por defecto) y las hipermimias (por exceso) indican alteraciones cuantitativas de la expresión. Las llamadas "caras de máscara" 47 reflejan bradicinesia de los músculos de la expresión facial, resultando en una disminución de su expresión y de aquí una expresión casi fija, como la de una máscara. Cuando hay retraso psicomotor o bradicinesia hay falta de expresión (entrecejo arrugado, ojos hacia abajo y mirada perdida). Por el contrario, la hipercinesia puede ir asociada a gestos exagerados y muy comunicativos, como en la manía. Las muecas y las contorsiones faciales pueden ocurrir en la catatonia, aunque a veces se interpretan también como estereotipias, como por ejemplo, poner los labios como el hocico de un animal (espasmo de hocico). Las dismimias o pararnirnias indican una discordancia entre el afecto del paciente y su expresión facial. También se consideran dismimias las sonrisas insípidas o no motivadas y la imitación de la expresión facial de otra personas (ecomimia). Finalmente, cabe mencionar en las alteraciones de la actividad, lo que algunos autores han denominado conducta extravagante, es decir presentar un comportamiento no adecuado a la situación bien por el contexto, bien por su significado social o cultural. Sharfetter (1979) también incluye en esta denominación el comportamiento grosero (escupir, eructar, ventosear, hablar soez, etc.) o tomarse excesivas confianzas. 2.3.3. Exploración de la conciencia, alerta, atención y orientación Desde las visiones psiquiátricas más clásicas, atención y conciencia no suelen diferenciarse claramente, ya que se asume que la claridad de la conciencia es un prerrequisito necesario para que la atención funcione correctamente. Sin embargo, y a pesar de que la exploración de la atención requiere la ocurrencia de alguna forma de consciencia, éstos no son procesos idénticos ni subsumibles sino, en todo caso, concurrentes (como sucede, además, con casi todos los procesos de conocimiento). La atención es una función diferente de la conciencia, pero dependiente de ella y, así, son posibles grados variables de atención con total conciencia, pero la concentración y la atención completa no son posibles con una conciencia disminuida. Teniendo en cuenta estas precisiones, en este apartado se expondrán por separado las alteraciones de la conciencia y de la atención, incluyendo entre ambas un apartado sobre las alteraciones de la orientación. A) Alteraciones de la conciencia Cuando la conciencia está alterada se produce una desorganización general de las funciones cognitivas, alterándose la atención, la percepción, la memoria, el pensamiento, el área motora, el área afectiva, etc. De esto se desprende que cuando la conciencia se altera es difícil que la persona pueda describir su estado, ya que se necesita de un nivel determinado de conciencia para poder expresar lo que pasa en ella. Cuando se está explorando a una persona de la que se sospecha que puede sufrir una alteración de la conciencia, se deben valorar los siguientes aspectos (Gastó, en Vallejo, 1994): la capacidad atencional (para fijar y mantener la atención), la conducta motora (si existe 48 agitación, enlentecimiento, oposición, cooperación, etc.), el humor y la reactividad afectiva, si ha habido un cambio en los hábitos personales y la presencia o ausencia de ideas delirantes y alucinaciones. Además, hay que enfatizar, al menos, los siguientes aspectos de la historia clínica (Gastó, en Vallejo, 1994): si existen enfermedades médicas que pueden estar potencialmente asociadas a anomalías de la
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