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2 Índice Intenciones 1. Emociones y sentimientos 1.1. ¿A qué debemos nuestro interés por las emociones y los sentimientos? 1.2. Pero ¿qué son las emociones y cómo diferenciarlas de los sentimientos o del humor? 1.3. La sincronización de componentes de la emoción, sistemas organísmicos y sus funciones 1.4. El sentido pragmático de la regulación de emociones 2. La rueda de emociones de Ginebra 3.0 3. Entender las emociones y los sentimientos 3.1. Emociones básicas 3.1.1. El miedo 3.1.2. El asco 3.1.3. La ira 3.1.4. La tristeza 3.1.5. La sorpresa 3.1.6. La alegría 3.2. Emociones secundarias o sociales 3.2.1. Las existenciales: ansiedad-miedo, vergüenza y culpa 3.2.2. Las emociones desagradables: ira, celos y envidia 3.2.3. Cuando la vida nos es desfavorable: de la tristeza y la depresión al alivio y la esperanza 3.2.4. Cuando la vida es favorable: las emociones positivas 4. Estrategias de regulación emocional 4.1. La selección de la situación 4.2. La modificación de la situación 4.3. Despliegue atencional 4.4. Cambio cognitivo 4.5. Modulación de la respuesta 5. El papel de la gestión de emociones en nuestros objetivos, en las tomas de decisiones y en la vida diaria 5.1. Los objetivos de la gestión de emociones y sentimientos 5.2. El papel de la regulación de emociones en la toma de decisiones y viceversa: 3 hacia el desarrollo de la fortaleza mental 6. El uso terapéutico de la gestión de emociones y sentimientos 6.1. Algunos modelos relevantes para incluir la regulación o gestión de emociones y sentimientos en los procesos terapéuticos 6.1.1. La terapia de regulación emocional de Mennin y Fresco 6.1.2. Protocolo unificado para el tratamiento transdiagnóstico de los desórdenes emocionales 6.2. Un modelo pragmático para comprender cómo se gestionan las emociones y sentimientos. El modelo de Mestre y Guil (2012) 6.3. ¿Podemos usar la rueda de Ginebra como un modelo pragmático de la gestión de las emociones? Apéndice I. Nuestra experiencia con la GES: un estudio de casos A.1. ¿Puede aplicarse la gestión de las emociones desde una perspectiva transdiagnóstica? A.2. La muestra de pacientes y su diagnóstico A.3. La inclusión de la GES en el proceso terapéutico A.3.1. Implementación del tratamiento: comprender qué pasa con los sentimientos negativos ayuda a creer en el desarrollo de nuestras competencias A.3.2. Cómo usar los modelos circumplejos del afecto (MCA) pragmáticamente para la gestión de emociones: el caso de la rueda de Ginebra 3.0 A.4. Resultados del estudio Apéndice II. La base teórica del modelo cognitivo-conductual Bibliografía Créditos 4 INTENCIONES Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros. GROUCHO MARX Les prometemos empezar este nuevo libro siendo honestos. ¿Está usted buscando una forma de superar sus problemas emocionales?; bien, ¿y quién no? La única fórmula «mágica» conocida que realmente funciona es el esfuerzo. Algunas de las personas que suelen leer libros de autoayuda ya han ido a terapeutas o a psiquiatras, o bien aún siguen inmersas en un desajuste emocional porque por sí mismas no se han «sentido» capaces de resolver sus propios problemas. La gran mayoría han sufrido y sufren aún un determinado número de problemas o síndromes como la depresión, el estrés o la ansiedad, es decir, trastornos mentales (digamos aquellos que tienen orígenes psicológicos) o enfermedades mentales (cuyos orígenes vamos a calificarlos de biológicos). Estas personas buscan la forma de resolver sus problemas o de acudir al profesional con la expectativa de reducir los síntomas y aprender a lidiar con sus respectivas problemáticas. La INTENCIÓN de este libro es ayudar a estas personas, que sufren, a lidiar y gestionar mejor sus emociones y sentimientos, independientemente de su patología mental. No les proponemos la panacea de su curación, porque entonces les estaríamos engañando, sino hacerles comprender que con esfuerzo pueden cambiar el signo negativo de su percepción emocional (o valencia) por uno positivo. Y que dependiendo de su objetivo se requerirá otro tipo de acciones para estimular su sistema nervioso simpático (SNS) o reducir su influencia con la participación del parasimpático (SNP). Las matemáticas de la regulación emocional pasan por la resultante de cuatro vectores que empujan a lo largo de un continuo de dos dimensiones: [Valoración positiva ~ Valoración negativa] + [Activo/Despierto ~ Pasivo/Calmado] + [Elevada energía/Alto control ~ Baja energía/bajo control] + [Propicio ~ Obstructivo]. En la figura 1, aunque sea solo de forma intuitiva, empezará a entender cómo las emociones se distribuyen a lo largo de la denominada «rueda de emociones de Ginebra» en función de las cuatro dimensiones ya señaladas. 5 Figura 1. Estructuras alternativas dimensionales del espacio semántico de las emociones. Basado en Scherer (2005). (Descargar o imprimir) Buena parte de cualquier proceso terapéutico empieza por comprender, que es el primer paso de nuestro crecimiento personal. Pero si bien comprender es necesario, no será suficiente, nos hará falta creer (algo parecido a la autoeficacia emocional de la que hablaremos más adelante). Este sanagustiniano1 pensamiento encierra la clave de este libro, y esperamos ayudar a encontrar mejores balances en la vida de aquellos que sienten que sufren debido a su ineficacia para gestionar las emociones y sentimientos. La diferencia que el lector va a encontrar entre este libro y los denominados «de autoayuda» es que nuestra aproximación es mucho más realista y está testada experimentalmente. No está basado en la experiencia clínica o profesional de una persona, sino que transmitimos y presentamos la de muchos investigadores y profesionales que de forma experimental han podido constatar que hay motivos para tener esperanza. Es, por tanto, una invitación a la esperanza, pero que debe acompañarse del compromiso de su esfuerzo. No estamos condenados a sufrir; si creemos que tenemos las simientes de una capacidad para superar las contingencias que la vida nos depara, entonces podremos entender qué debemos hacer para cambiar las cosas. Empezaremos explicándoles qué papel tienen las emociones en nuestra vida. Independientemente del «extremo» interés por todo lo emocional hoy en día, también les explicaremos qué son las estrategias de regulación emocional y por qué es necesario 6 http://www.edistribucion.es/piramide/262973/fig_01_01.pdf entender la importancia de la gestión de las emociones. Para ello no van a encontrar un libro muy académico (aunque es inevitable desviarse, porque se necesita comprender que nos basamos en evidencias y no en propuestas) sino un libro dinámico y dirigido a un público general más allá del profesional y estrictamente científico. Expondremos casos y argumentaremos nuestra posición de la manera tan amena como nuestra competencia nos permita ejercer. Dichos casos están basados en experiencias reales, de las que los nombres serán obviados, y les mostraremos resultados de nuestras experiencias en el uso de un modelo de regulación de emociones2 que hemos sometido y corroborado científicamente con resultados esperanzadores, no porque lo digamos nosotros sino porque los usuarios o pacientes así lo han manifestado. Esta obra no es una demostración de la eficacia de una determinada psicoterapia. No debe confundirse terapia con gestión de emociones y sentimientos. Este libro es más bien una ilustración de que existe cierta emergencia en incorporar la terapia de gestión o regulación de las emociones dentro de los procesos terapéuticos. Ayudando a comprender a los pacientes o clientes cómo gestionar sus emociones, se mejoran sus expectativas (esto es, autoeficacia emocional) sobre su capacidad de cambiar el signo de estas, de una valencia negativa a otra más positiva. Es un proceso retroalimentado que los terapeutas realizan, que se llama «fase de psicoeducación» y con el que tratan de que sus clientes comprendan el porqué de sus situaciones para que, a su vez, empiecen a creer en elproceso de mejora, terapia o coaching. Hay un dato que nos ha llamado la atención de nuestras experiencias clínicas: la diferencia entre los que «vienen» y los que dicen «me han traído» a terapia. Hay quien llega a terapia con una «sobrecreencia» o «excesiva fe» en los profesionales, muy propenso a creer pero poco dado a tratar de comprender. Y, por otro lado, hay quienes vienen pensando que los terapeutas son meros charlatanes: son aquellos que suelen decir «me han traído» y que se muestran poco propensos a creer en la competencia de los profesionales de la salud, la mental incluida. La vida es mucho más que tres simples verbos (nacer, desarrollar y morir). Uno de los verbos que mejor definen la vida es «sufrir». Sufrir es parte del aprendizaje que nos lleva a evitar esas situaciones displacenteras. Es parte de un importante proceso que implica vivir con uno mismo y con los demás, y en ese proceso la vida nos depara situaciones que implican distrés, tristeza o dolor. Hay personas que se ven incapaces de cambiar, que se consideran fracasos de sí mismas, que se sienten incapaces de comenzar sus vidas y que se aferran a la idea irracional de que están fallando cuando en realidad su sufrimiento es el catalizador de una sabiduría emocional, en muchos casos infrautilizada por nosotros los «profesionales». La vida es sufrimiento, es dura y, más veces de las que deseamos, una putada. Y si bien la búsqueda de la felicidad es una tendencia necesaria y positiva, a veces la vida nos depara golpes cuando aparentemente todo iba bien. La querofobia3 es el temor a la 7 felicidad, basada en creencias irracionales. Aunque irracional, hay un cierto principio de verdad basado en las experiencias previas de un sujeto. F. acudió a consulta para ser orientado por un persistente sentimiento de miedo a los momentos felices. F. pasó por un par de situaciones dolorosas justo en el momento en que más feliz se sentía. Desarrolló la creencia de que el «destino» le deparaba «palos» justo cuando más le sonreía la vida. Aprobó unas duras oposiciones y, sin embargo, el día que iba a tomar posesión de su cargo su pareja, con la que iba a contraer matrimonio, murió en un accidente. Poco después los médicos le informaron de que estaba embarazada. A partir de estos dos hechos generó la idea de que él no estaba destinado a ser feliz, que no se lo merecía, y pasó buena parte de su funcionariado con constantes síntomas de tristeza y depresión. ¿Qué puede decir un profesional ante una situación así?, ¿qué se le puede pedir que comprenda? Al menos una cosa clara: aceptar la situación y, a partir de ahí, cambiarla. F. mejoró cuando entendió una simple cuestión: que la vida es dura y que sus frustrados esfuerzos por cambiar la situación constituyen una ayuda valiosa para que comprendamos que hay cosas que no podemos cambiar, especialmente la muerte de seres queridos, las ilusiones truncadas y las oportunidades perdidas que puede que no vuelvan a presentarse. A partir de ese momento aceptó4 su situación y decidió empezar a ver el lado positivo de la traumática experiencia ayudando a los demás. Actualmente pertenece a un grupo voluntario hospitalario que «acompaña y compadece»5 a personas que han perdido inesperadamente a un ser querido. Es esta acción, «darse a los demás», la que le está proporcionando «pequeñas dosis de satisfacción personal», si bien aún no se atreve a llamar a eso felicidad. Dos hechos motivaron este cambio: a) modificó su estrategia cognitiva (aceptando el hecho traumático) y b) su activación del SNS (sistema nervioso simpático) como el lema que se autoimpuso: «movimiento es vida»6. Lo primero que haremos es esforzarnos por comprender, antes que creer, qué son las emociones, de qué nos informan y cuál es su utilidad terapéutica. Saber qué valoración está detrás de una emoción o sentimiento facilita el conocimiento emocional y la comprensión de cómo se producen las transiciones de una emoción a otra. Entender hasta qué punto somos capaces de controlar las situaciones que nos afectan. Ser conscientes de que activar o desactivar nuestro sistema nervioso nos ayuda a cambiar inercias negativas por otras más positivas. Comprender qué emociones y sentimientos nos acercan o nos alejan de la meta regulatoria de las emociones, es decir, qué objeto emocional buscamos. Los cuatro factores (valorar, controlar, comprender y activar) reflejados en la figura 1 nos ayudarán a mejorar nuestra competencia para gestionar las emociones y sentimientos. Nos ayudarán a hacer aflorar las positivas y a controlar las negativas. 8 NOTAS 1 San Agustín, o Agustín de Hipona, pasó del rechazo de la fe y el abrazo de la razón al entendimiento de que es necesario un equilibrio entre ambas. La ausencia de razón nos vuelve fanáticos, especialmente fanáticos religiosos, pero la ausencia de fe nos priva de la «maravillosa» existencialidad humana, de un propósito para la vida. No hay oposición, sino complementariedad de ambas, en palabras de Agustín de Hipona. Crede ut intelligas (cree para comprender), respondía a los racionalistas, e Intellige ut credas (comprende para creer) fue su respuesta a los fideístas. En el caso de las competencias emocionales, no basta con comprenderlas o haberlas desarrollado con cierto éxito, es necesario creer en ellas para que las matemáticas emocionales empiecen a funcionar. 2 En esta misma editorial. Mestre, J. M. y Guil, R. (2012). La Regulación de las Emociones: Una vía para la Adaptación. Madrid: Pirámide. Está basado en el modelo circumplejo del afecto de Russell (1980) y sus posteriores actualizaciones. Sin embargo, en el actual les vamos a ofrecer uno algo más completo. 3 Miedo injustificado, irracional y persistente a la alegría o a la felicidad. 4 Esta experiencia es un claro ejemplo de la conocida terapia de aceptación y compromiso (véase Wilson y Luciano, 2007, de la editorial Pirámide). 5 Literalmente, «padecer con»... 6 Sacada del protagonista de su película favorita, World Z War. Guerra mundial Z es una película estadounidense dirigida por Marc Foster y protagonizada por Brad Pitt. Está basada en la novela homónima de Max Brooks. 9 1. EMOCIONES Y SENTIMIENTOS Mal obedecen los labios cuando murmura el corazón. VOLTAIRE 1.1. ¿A QUÉ DEBEMOS NUESTRO INTERÉS POR LAS EMOCIONES Y LOS SENTIMIENTOS? Dos respuestas son claras y de ambas puede que usted no fuese consciente del todo: 1) llevan con nosotros desde el principio, incluso antes de que como humanos supiésemos pensar analíticamente, y 2) por su función adaptativa, dado que son claves para nuestro bienestar y nuestro funcionamiento social. Efectivamente, nacemos con una dotación genética que nos permite dar señales de lo que nos resulta grato e ingrato. Y la razón por la que traemos desde la cuna las emociones es porque son fundamentales para nuestra adaptación personal y, por supuesto, también social. Es muy probable que lo que nos hizo más inteligentes no fueran nuestras manos, sino el hecho de tener que interaccionar con miembros de nuestra propia especie7. Como teóricos e investigadores, queremos compartir con el lector lo que parece una obviedad a simple vista. Cuando uno analiza las teorías sobre inteligencia, como la de Cattell-Horn-Carroll8, o sobre emociones o motivaciones, como la de Ross Buck9, puede observar detenidamente que todas ellas representan tres estratos porque tres son los niveles estructurales del cerebro. Es decir, sobre una estructura cerebral primigenia, que suele denominarse «reptiliana» (sí, de reptil), aparecen las estructuras más implicadas en las emociones, como la amígdala, o en la memoria, como el hipocampo. Por encima de ella, otra estructura cerebral fue desarrollándose paulatinamente como un sistema de relación entre lo cognitivo y lo emocional (entre otras cosas), la estructura de circuitos subcorticales, como el sistema límbico —conocido también por su implicación en los procesos emocionales—. Finalmente, la más moderna estructura, evolutivamente hablando, es la neocorteza, que nos permite desempeñarfunciones ejecutivas superiores como la atención (corteza prefrontal, entre otras) o la regulación cognitiva de las emociones (con un papel destacado de la región orbitofrontal). Para cada una de las estructuras cerebrales se generan funciones cognitivas y emocionales, desde las más simples (casi automáticas) hasta las más complejas. Como un profesor de biología diría: estructura y función. Del conocimiento de la estructura del 10 cerebro podríamos deducir qué funciones cumple (aunque queda mucho camino para conocerlo en profundidad). Pero como un neuropsicólogo le diría ahora: también puedes cambiar la estructura desde la función (como a los neuropsicolingüistas les gustaría señalar). Conclusión: podemos cambiar nuestras tendencias estructurales si cambiamos su forma y su funcionalidad. Es decir, nuestra posible incapacidad para gestionar nuestras emociones y sentimientos no es una condena por una posible deficiencia estructural de nuestro cerebro; más bien esta deficiencia pudo haber sido producto de una mala funcionalidad aprendida a través de una empobrecida interacción emocional con la familia y/o con los miembros de su sociedad más próxima (trabajo, escuela, amigos). Así que lo que se «aprendió» puede «desaprenderse» y, con cierto grado de esfuerzo, aprender cosas nuevas. Como vimos al comienzo del apartado, nuestro interés por las emociones y los sentimientos estriba en la estrecha vinculación entre ellas y los procesos de adaptación personal y social. Ahora, gracias a la investigación, sabemos que están en la base de nuestro bienestar y que desempeñan un papel importante en las principales decisiones de nuestra vida. Por ejemplo, ¿acaso fue una decisión puramente lógica y racional elegir con quién decidimos convivir?, ¿cómo afrontamos una experiencia agradable o desagradable? Probablemente, no. No podremos saber, a ciencia cierta, qué peso tuvieron las emociones en esas decisiones, pero sí sabemos que influyeron en ellas. Tampoco las emociones son patrimonio exclusivo de la especie humana. Sin embargo, hay un aspecto diferencial que puede ser especialmente relevante: la especial conexión existente entre las emociones y las ideas complejas, los valores, los juicios, etc., que, al menos en principio, parece que solo poseemos los humanos. 1.2. PERO ¿QUÉ SON LAS EMOCIONES Y CÓMO DIFERENCIARLAS DE LOS SENTIMIENTOS O DEL HUMOR? Honestamente, ningún experto en emociones podría responderle claramente qué es una emoción sin que su respuesta sea universalmente consensuada. Sin embargo, debería saber decirle, al menos, qué diferencias hay entre emociones, sentimiento y humor. Si se analiza la mayoría de las definiciones, parece que una emoción es una respuesta «provocada» por un estímulo o una situación temporalmente próxima y conocida. Puede tener connotaciones (o valencias) positivas o negativas10, pero siempre se encuentra vinculada a la adaptación ante situaciones que suponen cierto nivel de amenaza para el equilibrio del organismo (psicológico o físico). Dicha respuesta emocional tiene características explosivas, de alta intensidad y de muy breve duración. Además, esa respuesta se manifiesta interna y/o externamente, hecho que denota la necesidad de ajustar el organismo a las exigencias del estímulo o situación que provocó la emoción — 11 mecanismos fisiológicos autonómicos y corticales de preparación— y la conveniencia de transmitir información al exterior acerca de la situación en la que se encuentra el organismo11 —mecanismos expresivos y motores de comunicación. Seguramente necesite leer dos o tres veces más el párrafo anterior para entenderlo. Y la responsabilidad es nuestra, porque como científicos y académicos a veces no sabemos transmitir las cosas de forma más clara; pero en el caso de las emociones, el problema viene de muy lejos12. De todas las definiciones que podríamos comentar, usaremos la de un admirado maestro, Klaus Scherer13, que, amparado en una teoría que hoy es muy actual (teoría de la valoración y de los componentes de las emociones), ha definido las emociones como: un episodio de cambios interrelacionados y sincronizados en los estados de todos o casi todos los cinco subsistemas organísmicos en respuesta a la evaluación de un evento estimular externo o interno tan relevante para los problemas a los que se enfrenta el organismo (véase Scherer, 2001). Ahora expliquémoslo para que tengamos claro qué es una emoción: ante un estímulo interno (por ejemplo, «hoy no seré capaz de hacer nada bien») o externo («¿qué acabo de ver en las noticias?»), nuestro cuerpo prepara una respuesta sincronizada14 de todos los sistemas nerviosos implicados en cada uno de los componentes que aparecen en dicha respuesta emocional (el mental o cognitivo, los corporales o neurofisiológicos, el motivacional, el expresivo o motórico y la experiencia emocional o sentimientos). Conforme avanza el tiempo desde la presentación del estímulo, nuestro organismo «coordina» dichos cambios, y es entonces cuando se inicia la regulación de la respuesta emocional. Como psicólogos, y para el caso que nos ocupa en este libro, son sin duda los componentes cognitivos y la experiencia emocional, o sentimiento, los que más nos interesará analizar. Porque al modificar el componente más persistente (sobre todo, los sentimientos) pero también más «reeducable», más fácil se nos hace la tarea de mejorar el estado afectivo de las personas a través de la gestión de las emociones y los sentimientos. Así, podríamos decir que las emociones son cortas (en el tiempo), de poca carga cognitiva y de intensidad relativamente elevada. Sin embargo, los sentimientos tienen mayor durabilidad, mayor carga cognitiva (mucho más elaborada) y su expresión suele ser de baja a moderada, si bien en algunos trastornos suele ser muy elevada (por ejemplo, los trastornos límite de personalidad). Finalmente, en el humor la duración es más larga, pero la intensidad experimentada y la implicación del sistema cognitivo son menores (de ahí que haya personas a las que les cuesta entender los motivos de su mal humor). 1.3. LA SINCRONIZACIÓN DE COMPONENTES DE LA EMOCIÓN, 12 SISTEMAS ORGANÍSMICOS Y SUS FUNCIONES Como vimos, durante el proceso emocional se sincronizan hasta cinco subsistemas organísmicos, cada uno con una función específica por cada uno de los componentes de las emociones. En la tabla 1.1 se muestra la relación entre los componentes y los subsistemas, así como sus supuestos sustratos y funciones. Tres de los componentes tienen un estatus de larga duración como modalidades de las emociones: la expresión (indicadores corporales de las emociones), la activación/arousal (relacionada con la respuesta fisiológica del cuerpo durante los episodios emocionales) y la experiencia subjetiva. La elicitación de las tendencias de acción y la preparación de la acción también están asociadas implícitamente con la activación emocional, pero son más cortas en su duración (por ejemplo, el reforzamiento negativo emocional)15. La valoración, esencialmente, es la que guía a los sistemas cognitivos y emocionales de forma coordinada, que no independiente16. TABLA 1.1 Relaciones entre subsistemas organísmicos y funciones y componentes de las emociones COMPONENTE SUBSISTEMA ORGANÍSMICO (SISTEMAS NERVIOSOS IMPLICADOS) FUNCIONES Componente cognitivo. Procesamiento de la información (SNC). Evaluación de objetos y estímulos. Componente neurofisiológico (indicadores corporales). Apoyo (SNC, SNE, SNA). Sistema de regulación. Componente motivacional (tendencias de acción). Ejecutivo (SNC). Preparación y dirección de la acción. Componente motor de la expresión (expresión facial y vocal). Acción (SNS). Comunicación de la reacción e intención del comportamiento. Componente de los sentimientos subjetivos (experiencia emocional). Vigilante (SNC). Monitorización del estado interno y de la interacción organismo- ambiente. La segunda columna sería lo que dijimos de la estructura, y la tercera, las funciones que desempeñan para cada componente.Nota: SNC = sistema nervioso central; SNE = sistema neuroendocrino; SNA = sistema nervioso autónomo; SNS = sistema nervioso somático. 13 Mientras que la emoción es breve e intensa, y está asociada temporalmente a un determinado estímulo (externo o interno), el sentimiento supone la toma de conciencia respecto a la ocurrencia de una emoción. Cuando la emoción es considerada un proceso, el sentimiento es una fase o etapa de dicho proceso y es imprescindible para que un individuo «sepa» que está experimentando una emoción. Hablar de sentimiento implica la referencia obligada a la consciencia. En cuanto a la duración, entendido como percepción súbita de una emoción, el sentimiento emocional es muy breve, pero puede hacerse sostenido y duradero por la asunción de la/s experiencia/s vivida/s. 1.4. EL SENTIDO PRAGMÁTICO DE LA REGULACIÓN DE EMOCIONES El campo de estudio de la regulación de emociones se ha desarrollado mucho en la última década, pero sobre todo se está asentando una visión pragmática de la misma. Recogemos, brevemente, cuáles están siendo las implicaciones más importantes sobre la regulación de las emociones: Su vinculación con la salud mental y física. La regulación instrumental de la emoción, que nosotros preferimos denominar gestión de las emociones y sentimientos (GES, a partir de ahora). Supone que es importante entender las emociones, los sentimientos y sus implicaciones con otros procesos y cómo pueden ser «gestionados» para mejorar nuestra toma de decisiones o nuestro propio comportamiento. A través de la GES podemos alcanzar metas (o sea, influir en nuestros procesos motivacionales); incluso la GES puede ser en sí misma una meta. De hecho, este es el propósito del libro presente. Para estudiar un caso determinado, primero hay que identificar las emociones que es probable que sean más adaptables a la situación dada. Por ejemplo, ante la victoria de su equipo favorito varias emociones van apareciendo: la alegría, el júbilo y, probablemente, el orgullo17. En este tipo de situaciones, lo que deseamos expresar es gratitud. Cuando se expresa gratitud, también se establecen vínculos sociales (importantes para sentirnos felices). Cuando la gratitud se expresa, mejoran nuestras relaciones con las personas más próximas y cercanas. Sin embargo, en el duelo sentimos tristeza por la pérdida de alguien (es lo que la cultura nos enseña), si bien los procesos de duelo más mentalmente saludables son aquellos en cuya cultura se anima a expresar «gratitud» por la vida compartida con la persona perdida. La GES depende mucho del grado de adaptabilidad que tenga cada persona. Depende de su historia, su contexto cultural y sus valores o ideas (los prejuicios, irracionalidades o estereotipos también forman parte de las ideas). 14 A continuación simplificaremos la figura 1 con la última versión de la rueda de emociones de Ginebra. Más pragmática y con algunas cuestiones relacionadas con la gestión de dichos estados afectivos. NOTAS 7 Esta idea se basa en la interesante, porque se distancia de la idea darwinista de evolución continua, teoría de la inteligencia social de Robin Dunbar. Según este primatólogo, la evolución dio un salto para diferenciarnos de los animales debido a la necesidad de adaptarse a los grupos sociales de cierta complejidad. Este salto trajo consigo el lenguaje verbal, además del no verbal, y el desarrollo del denominado «cerebro social». A mayor complejidad en el número de personas de un entorno, mayor inteligencia se requeriría, por lo que para los homínidos el lenguaje les hacía ahorrar tiempo en una interacción cada vez más compleja. Parece que la neocorteza se desarrolló hace unos 250.000 años, y Dunbar observó que a menor desarrollo de la especie, menor era el proceso afectivo básico (por ejemplo, evitar a los depredadores y conseguir la reproducción). Sin embargo, en estructuras cerebrales filogenéticamente más complejas como las de los homínidos las funciones son más complejas. De ahí concluyó el conocido número de Dunbar: 150. Por encima de ese número se hace muy difícil la cohesión del grupo; por eso las unidades militares, como una compañía, rondan ese número. Aunque aún se desconoce qué efecto tendrían las redes sociales en dicho número. 8 Denominada también «CHC teoría de capacidades cognitivas», tras más de un siglo de investigación estamos ante un modelo muy consensuado que subsume, de forma amplia, la teoría de Cattell y Horn sobre inteligencia fluida (digamos que es como el Pentium mental de tu cerebro/ordenador que nos ayuda a aprender con más rapidez y que decrece con la edad) y la inteligencia cristalizada (que digamos es el disco duro de tu cerebro/ordenador que aumenta con la edad, pues básicamente es el conocimiento que acumulas a lo largo de tu vida) con la teoría de los TRES estratos de Carroll (otra vez el 3, como si de cada una de las tres estructuras cerebrales se derivase una capacidad cognitiva). Estos estratos aparecen de forma jerárquica: cuanto más moderno es el estrato, filogenéticamente hablando, mayor será el número de capacidades a desarrollar. Así que en el estrato tres se representa el conocido factor g (un factor relacionado con todas nuestras capacidades, incluida la gestión cognitiva de las emociones). 9 «La motivación y la emoción son dos caras de una misma moneda» (Ross Buck). Al igual que otras muchas, Buck presenta también una visión de los procesos emocionales y motivacionales en tres estratos jerárquicos. En el nivel más básico estarían las funciones homeostáticas (las que buscan el equilibrio) adaptativas de las emociones y motivaciones. En el nivel intermedio estarían las acciones y expresiones, y en el más elevado, con la ayuda de la cognición, aparecen conductas más complejas, como la regulación de las emociones o la autodeterminación. 10 Entre las emociones negativas, hay que señalar la ira, la tristeza, el asco y el miedo. Entre las emociones positivas, la alegría y la esperanza. 11 Independientemente de las diferentes influencias sociales y culturales que ejercen sus efectos sobre el desencadenamiento y la expresión, las emociones son procesos biológicamente determinados, dependiendo de la activación de estructuras neurales específicas que se distribuyen desde zonas subcorticales, concretamente desde el troncoencéfalo hasta la corteza cerebral, pasando por las importantes estructuras del diencéfalo y el sistema límbico. 12 «El concepto de “emoción” presenta un problema especialmente complejo. Aunque el término se usa con mucha frecuencia, hasta el punto de ser extremadamente común en la actualidad, la pregunta “¿qué es una emoción?” raramente genera la misma respuesta en diferentes individuos y/o científicos. William James probó a dar una respuesta definitiva en 1884, pero solo empezó un debate continuo que está entrando de nuevo en vigor. El número de definiciones científicas propuestas ha crecido hasta el punto de que contarlas todas resulta bastante complicado (Kleinginna y Kleinginna ya revisaron más de cien en 1981). Frustrados, los científicos han intentado recurrir al análisis del uso diario de los conceptos populares: “las emociones son lo que la gente dice que son” (traducción literal de Scherer, 2005, p. 696). 13 Klaus Scherer es uno de los precursores de las teorías appraisal (valoración) de las emociones; obtuvo el doctorado en 1970 en Harvard. Actualmente dirige el centro suizo, en Ginebra, de Ciencias Afectivas. Su interés 15 se ha centrado en conocer la naturaleza y función de las emociones, en particular, en el estudio de la valoración cognitiva de los estímulos elicitantes de la emoción y en la expresión vocal y facial de las emociones. 14 Es decir, todos los componentes actúan simultáneamente (más o menos). 15 El reforzamiento negativo es todo proceso de aprendizaje en el que el comportamiento (generalmente, evitación o escape) «resta» del ambiente el estímulo que provoca una valoración desagradable. Si hay una respuesta asociada a una emoción negativa, entonces se evitan dichas situaciones.Es lo que llamamos fobias. Si sentimos miedo a los espacios cerrados, tendemos a evitarlos para así no sentir miedo. Lo que evitamos en sí mismo es la presencia del miedo. No tememos a los aviones, lo que realmente tememos es que, a varios kilómetros de altitud, no tenemos posibilidad de escapar de dicho avión si las cosas se «ponen muy feas». 16 Muchos teóricos todavía prefieren considerar las emociones y la cognición dos sistemas independientes pero que interactúan entre sí. Esto es, no obstante, discutible, ya que los subsistemas subyacentes a los componentes de las emociones funcionan independientemente la mayoría del tiempo y la naturaleza de las emociones como un constructo hipotético consiste en la coordinación y sincronización de todos estos sistemas durante un episodio emocional, guiada por la valoración (Scherer, 2004). 17 Interesante distinción que tenemos en español entre «ser» y «estar» orgulloso, que difícilmente se entendería en inglés con el to be. No es lo mismo «ser orgulloso», que tiene connotaciones sociales negativas, que «estar orgulloso», que las tiene claramente positivas. 16 2. LA RUEDA DE EMOCIONES DE GINEBRA 3.0 Es importante que antes de seguir, usted decida qué tipo de emoción siente que domina ahora mismo su vida. La rueda de emociones es fruto del trabajo de años del Grupo de Ginebra, un equipo de investigadores liderados por Klaus Scherer. A continuación encontrará una forma circular con 20 emociones diferentes. Una emoción puede representar una gama, o familia, de emociones similares. Por ejemplo, la familia de la IRA representaría a emociones como la ira misma, pero también a emociones como la irritación, estar molesto, el enojo, la furia, la exasperación o el enfado. La familia del MIEDO podría incluir emociones similares como la ansiedad, la preocupación, la aprehensión, el terror, el pánico o el estar asustado. Otras expresiones como amor, odio o culpa pueden ser señaladas para hacer referencia a estados afectivos a largo plazo. Pero en este caso debería comprobarse que estas etiquetas emocionales responden al hecho de haber experimentado durante algún tiempo un sentimiento que podría pertenecer seguramente a alguna de estas tres familias de emociones: amor, odio o culpa. Piense ahora en cómo le ha ido últimamente, su percepción general. Después indagaremos sobre algunos de los aspectos de su evaluación general. En la rueda debe señalar al menos una emoción, aunque puede señalar hasta tres (señale 1.ª, 2.ª y 3.ª) y después indicar el nivel de intensidad desde 1, «algo», hasta 5, «muy intenso», siendo 3 el nivel medio (se marcaría en el círculo entre el 1, el más pequeño, y el 5, el más grande). Deberá marcar entre 1 y 5 dependiendo de la intensidad de la emoción o, también, de la emoción percibida dentro de una misma familia. Por ejemplo, dentro de la familia de la IRA, estar irritado tiene menos intensidad que estar enojado. O dentro de la familia de MIEDO, estar ansioso es menos intenso que estar angustiado. Si no identifica alguna de las emociones que siente, entonces no señale ninguna, escriba cuál es la que considera que está experimentando y, debajo, la intensidad de 1 a 5 con que la experimenta. Por ejemplo, puede estar sorprendido y entonces escriba en otro lugar «sorprendido» y después marque entre 1 y 5. Finalmente, conteste entre 1 y 7 cómo sintió cada uno de los aspectos importantes con cada emoción, agradabilidad, afrontamiento, arousal e impacto personal. 17 Figura 2.1. Rueda de emociones de Ginebra. Basada en Scherer (2005). (Descargar o imprimir) 18 http://www.edistribucion.es/piramide/262973/fig_02_01.pdf Figura 2.2. Cuestiones vectoriales sobre los afectos. (Descargar o imprimir) 19 http://www.edistribucion.es/piramide/262973/fig_02_02.pdf 3. ENTENDER LAS EMOCIONES Y LOS SENTIMIENTOS Cuando llegues al final de lo que debes saber, estarás al principio de lo que debes sentir. KHALIL GIBRAN Lo primero que necesitamos entender es que las emociones llevan implícita una información. Lo correcto sería decir que las emociones y los sentimientos tienen vinculada una valoración de referencia. Y aunque los académicos nos perdamos en los miles de matices y discusiones teóricas sobre ellas, lo que a la gente lega le interesa es saber qué hay detrás de cada emoción; la razón de que nos sintamos así es que, sincronizadamente, estamos valorando la situación de una determinada manera. Explicaremos después qué es esta sincronización. Hay dos tipos de emociones que podemos experimentar y que denominaremos primarias y secundarias o sociales. Al igual que hay colores primarios (azul, rojo y amarillo) que no son la combinación de ningún otro (como el verde, azul + amarillo), las emociones primarias cumplen esta propiedad. No son combinaciones de ninguna otra, aparecen desde la primera infancia y son las primeras en ser reconocidas y comprendidas. Las emociones secundarias, sin embargo, son aprendidas en un determinado contexto social e implican una mezcla con otras emociones o procesos psicológicos (por ejemplo, la ansiedad18). La consideración de emoción básica ha sido abordada desde múltiples argumentos: algunos proponen criterios basados en la expresión19, aunque dichos criterios son cada vez más controvertidos; otros, en la respuesta fisiológica20, y aun otros, o en la valoración21. Aun así, hay un denominador común a todas estas formulaciones que tiene que ver con la existencia de una asociación específica, concreta y diferencial entre un patrón expresivo y una emoción, entre un perfil de respuesta fisiológica y una emoción y entre una valoración relacionada con una meta y una emoción. 3.1. EMOCIONES BÁSICAS 3.1.1. El miedo Dejamos de temer aquello que se ha aprendido a entender. MARIE CURIE 20 El importante valor adaptativo del miedo no debe confundirse con los estados disfuncionales que pueden generar las fobias. De hecho, entre todas las emociones básicas, es probablemente una de las más estudiadas durante años, principalmente por su importante valor adaptativo y su relación con psicopatologías como los trastornos de ansiedad. Figura 3.1. Expresión facial de miedo. The Averaged Karolinska Directed Emotional Faces (Lundqvist et al., 1998). El miedo es una respuesta física y psicológica ante la amenaza de un posible daño. Esta emoción tiene la capacidad de optimizar en milésimas de segundo el rendimiento de nuestro organismo para luchar o huir de un peligro inmediato. En la respuesta de miedo interviene tanto el sistema nervioso central (SNC) como el sistema nervioso autónomo (SNA), provocando importantes cambios en el funcionamiento general del organismo. En relación con el SNA, han sido descritas dos vías fundamentales de activación desde el momento en que es detectado el estímulo amenazante: una vía principal, que parte desde el tálamo hacia el córtex para llegar a la amígdala, bien directamente, bien a través del hipocampo, y una vía secundaria que va directamente desde el tálamo hasta la amígdala. Con relación al SNA, es activado desde el sistema central a través de las glándulas suprarrenales, provocando un aumento de la frecuencia cardiaca, de la fuerza de contracción del corazón, de la vasoconstricción periférica y de la conductancia de la piel, de la tensión muscular y también de la frecuencia respiratoria. Esta respuesta puede ser entendida como una acción defensiva (cuya respuesta tiende a ser la huida, la 21 evitación o el enfrentamiento) o puede degenerar en inmovilidad defensiva22, en cuyo caso la frecuencia cardiaca puede disminuir buscando una reacción de paralización para evitar la situación amenazante. Estos cambios están dirigidos a movilizar una gran cantidad de energía que permita al organismo producir respuestas mucho más intensas y efectivas de las que sería capaz de producir en condiciones normales. De hecho, cuando el cerebro anticipa la posibilidad de que pueda sobrevenir cualquier evento peligroso, el organismo reacciona orientándose a la respuesta de miedo. En la siguiente tabla señalaremosla valoración cognitiva, la expresión del miedo (para que sepamos así identificarlo) y la reacción fisiológica del cuerpo. Este tipo de tabla se utilizará para cada una de las emociones básicas. El miedo trae consigo algunas consecuencias que afectan a nuestra manera de ver las cosas. La primera de ellas es la confianza. El incremento del miedo reduce la confianza en los demás. Y viceversa: cuando más confiemos en los demás, menos miedo experimentamos. Las personas que experimentan miedo se niegan a sí mismas la oportunidad de ser ayudadas porque desconfían de que otras personas puedan hacerlo. Este fue el caso de R., una mujer de mediana edad que evitaba a toda costa denunciar a su pareja que le amenazaba con «matarla». El caso de R. seguía este patrón sobre la confianza en diversas formas. R. se separó de su violento marido y consiguió una orden judicial de alejamiento, pero aun así desarrolló un pánico extremo a que cumpliese con las amenazas de matarla en cuanto saliera del centro penitenciario. Cuestión que ocurrió a los dos años al serle otorgado el tercer grado. Desde que R. fue consciente de este hecho, vivía con un miedo extremo. El miedo activa nuestro sistema nervioso simpático (SNS), nos mantiene en tensión o en alerta, y R. sentía que no podía controlar la situación porque el estímulo que le generaba el miedo (en este caso su exmarido) no dependía de ella. VALORACIÓN COGNITIVA EXPRESIÓN RESPUESTA CORPORAL Las palabras clave son pérdida y futuro inmediato. Las connotaciones son que algo «valioso» para nosotros fue perdido, lo que lleva a las personas a activarse para evitar o reducir la probabilidad de esa pérdida. Además, la situación desencadenante del miedo se valora como muy desagradable, pues el individuo cree que le afecta de manera muy importante a su bienestar físico dado que conoce ya las consecuencias negativas del estímulo en Con respecto a la expresión del miedo, primero se puede producir un estremecimiento y una paralización, que suelen dar paso posteriormente a un comportamiento de agitación y excitación con la finalidad de evitar rápidamente el peligro. Por otro lado, la expresión facial del miedo se caracteriza por una elevación de la parte inferior de las cejas y la contracción de las mismas y un desplazamiento de la comisura de la boca hacia atrás y hacia arriba con separación de los — Activación en el cerebro de: amígdala, hipotálamo y SNS. — Aumento frecuencia cardiaca. — Aumento conductividad de la piel. — Aumento tensión muscular. — Aceleración de la respiración. — Aumento sudoración. — Dilatación pupilar. — Incremento secreción de catecolaminas (epinefrina). — Aumento sequedad en la boca. — Trastornos gástricos, la digestión se ralentiza. 22 cuestión. Consecuencias — Fobias. — Pérdida de control e inseguridad. — Connotaciones de futuro y de presente (inmediatez). labios y alargamiento de su comisura (Ekman y Cordaro, 2011). — Vasoconstricción periférica, sobre todo en las extremidades (se experimenta frialdad corporal). Así que tenemos su valoración de «riesgo para su vida», una elevada activación, una emoción que le aleja (obstruye) de sus metas personales (el miedo suele generar cierta incapacidad); pero sobre todo R. sentía que no tenía el control de la situación. En muchas fobias es relativamente sencillo incrementar la energía y la sensación de control porque la presentación del estímulo depende más del individuo que del ambiente. Pero en casos como el de R., el estímulo se presenta por sí mismo, y ella solo puede evitar, huir o escapar —verbos relacionados con el reforzamiento negativo, es decir, que restan el estímulo aversivo (el miedo) del ambiente—. Por ejemplo, no tememos a volar en avión, lo que realmente tememos es no poder escapar o evitar una situación en la que durante el vuelo aparezcan señales de peligro y riesgo. En el caso de R., ella no terminaba de confiar en la orden de alejamiento porque veía y oía noticias de mujeres asesinadas a manos de sus parejas incluso con orden de alejamiento. A veces la psicología no es capaz de influir en el modo en que el periodismo informa de una noticia. Para R. eran noticias y estímulos que le generaban miedo. «Si le pasa a ella, también puede pasarme a mí», era el pensamiento que generaba el pánico de R. Puede que sea más inteligente informar más y mejor de las repercusiones negativas que estas acciones conllevan para los maltratadores que sobre las maltratadas. Porque las maltratadas observarían que sus «estimuladores del miedo» reciben consecuencias negativas, y esa observación generaría mejores expectativas de confianza en las autoridades y más «temor» en los maltratadores. Lo que sí podemos comprobar es que el esfuerzo de gobernantes y agentes sociales por reducir el número de muertes23 en mujeres maltratadas no es suficiente para que el hecho sea algo meramente testimonial. Cuando R. volvió a encontrarse con su marido en un juicio, su ataque de pánico obligó a las autoridades a llamar a una ambulancia. Sin embargo, durante su internamiento, su expareja recibió una acertada reeducación y sensibilización sobre las graves secuelas psicológicas del maltrato y gracias a esta intervención por parte de los educadores del centro penitenciario R. empezó a gestionar mejor su miedo. Al percibir estos cambios, ha aumentado su confianza y su sensación de control. El pánico desapareció, el temor no. Esta situación debe hacernos tomar conciencia de lo importante que es que confiemos en nuestros poderes legislativos, judiciales y ejecutivos. Pero, además, para seguir reduciendo el número de víctimas, la sociedad necesita estudiar cómo incrementar la confianza de los maltratados en las leyes y agentes de protección y seguridad, y, a su 23 vez, quizá también debe incrementar el temor en los maltratadores porque verían que el sistema es implacable y eficaz contra este tipo de delitos cuando han sido fehacientemente probados. Otra forma de afrontar nuestros miedos es poniendo en perspectiva las situaciones. Una manera de enfrentarse a los temores, sobre todo aquellos cuya ocurrencia del estímulo podemos controlar evitándolos o afrontándolos, es relativizando la situación que nos hace experimentar el miedo. Y para ello debemos tomar decisiones basadas en el razonamiento deductivo y probabilístico, más que en el inductivo, que nos lleve a errores de apreciación o de sobreestimación sobre una situación o hecho. Por ejemplo, tememos más a los tiburones que a los mosquitos tigre. Después del propio ser humano, el mosquito tigre ocupa el segundo puesto en el ranking de muertes en humanos; sin embargo, el tiburón es el vigésimo (por detrás de otros poco sospechosos como los perros, los caballos o los ciervos). No obstante, aun sabiendo estos datos, tememos más los ataques de un tiburón que a los mosquitos que transmiten la malaria. ¿Por qué? Pues porque lo que realmente nos asusta es cómo podríamos morir. Evoca más miedo una situación de riesgo (como bañarse en zonas de tiburones) por la expectativa de morir de forma terrible que aquellas situaciones cuya muerte nos resulta menos traumática. Por ejemplo, en el caso de R., ella también temía por la forma violenta con la que le trataba su expareja. Esta expectativa, basada en su experiencia, era más poderosa que la confianza en la justicia. Realmente, R. mejoró solo cuando, pasado un prolongado tiempo, comprobó que su exmarido, reeducado en el centro penitenciario, ya no era una amenaza real para ella. Sigue temiéndole, pero ya no la incapacita como antes. Otra cuestión importante es la percepción de control. Si usted siente que tiene algún control sobre el proceso que determina el riesgo al que se enfrentará, el riesgo probablemente no parecerá tan amenazante como si fuera determinado por un proceso sobre el cual usted sintió que no tenía control. M., una mujer de mediana edad, con agorafobia, no tenía miedo realmente a los espacios abiertos, sino a no poder controlar la respuesta de huida o escape cuando la situación percibida por ella era de riesgo.Aprendió a disfrutar del cine, los restaurantes o las ferias del sur de España siempre y cuando tuviera controlada la puerta de salida y estuviese relativamente cerca de ella. Es decir, percibía que podía «huir» del espacio si lo deseaba y eso le ayudó a controlar sus miedos, que no a hacerlos desaparecer. Controlar los miedos es una meta terapéutica más realista que hacerlos desaparecer. Como consecuencia de la percepción de control, aparece la concienciación de que hay opciones. Es el regalo natural de nuestra existencia, que al menos siempre tendremos dos opciones para elegir: sí o no. No es lo mismo asumir que tenemos la libertad de elegir que la libertad de la voluntad (destino) o del libre albedrío. No podemos elegir las contingencias de la vida, pero somos responsables de las elecciones que hacemos y de las que decidimos no hacer. El denominado principio de precaución es el miedo controlado ante una situación novedosa que la persona elige no explorar. Existe una 24 percepción de peligro o miedo a lo desconocido y existe también el deseo de explorar. Un universo de matices se asoma en esta dimensión entre evitar y arriesgarse. El miedo (si bien es poco intenso en estas situaciones) influye en la opción de nuestra respuesta. Las personas con el rasgo de personalidad de mayor apertura a la experiencia tienden al riesgo y, como consecuencia, también muestran un mayor interés por los deportes de riesgo (puenting, surfing de olas maverick o conducir deprisa). Los precavidos viven más tiempo, y los arriesgados, más deprisa. Otro elemento que influye en nuestros miedos y demonios internos es la incertidumbre. A mayor percepción de incertidumbre, más probabilidad habrá de que nos manejemos con precaución y miedo. En un puesto de trabajo cuya estabilidad depende de la incertidumbre, estamos más expuestos a la preocupación. La preocupación es el germen donde primero el miedo y después la ansiedad se desarrollan. La situación de incertidumbre laboral nos lleva a ser precavidos y miedosos sobre decisiones que tendrán mucho peso en nuestro futuro, por ejemplo, hipotecarnos con una vivienda o no. Además, estamos expuestos a actitudes maquiavélicas de los jefes/as, que pueden jugar con nuestra ansiedad. Y no solo la incertidumbre nos preocupa, también el hecho de ser conscientes. Cuanto más conscientes de un riesgo somos, más probable es que nos preocupemos por ello. Por ejemplo, el hecho de que seamos conscientes, por las noticias, de que hay niños desaparecidos hace incrementar nuestro miedo a perder a nuestros hijos. De nuevo las noticias nos afectan porque los seguimientos de estas desapariciones nos inquietan más. Sin embargo, la probabilidad de que eso ocurra es relativamente baja e independiente de que se dé o no información acerca de ello. De nuevo nos enfrentamos a la dualidad de actuar sin miedo o actuar con excesivo miedo. En un extremo parecemos irresponsables e inconscientes de los riesgos que pueden correr nuestros hijos; en el otro, «asfixiamos» las oportunidades y experiencias que nuestros hijos deben vivir. Como ven, el miedo tiene una clara función adaptativa que nos lleva a proteger lo que valoramos. Y si no gestionamos bien dicha emoción, andaremos siempre escapando y evitando las oportunidades y puertas que el destino depara, o asumiremos más riesgos de los que nos corresponden. ¿Puede sucederme a mí?, ¿cuál es la probabilidad de que un hecho no deseado pueda sucederme a mí? Cualquier riesgo parece más grande si piensa que usted o alguien de su interés podría ser una de las víctimas. Esto ayuda a explicar por qué la probabilidad estadística es a menudo una forma ineficaz de comunicación de riesgos. Un riesgo de 1 entre 1.000.000 todavía puede parecer amenazante si usted piensa que podría ser el uno. A menudo el único nivel aceptable de riesgo para muchas personas es cero. ¿Cómo gestionarlo? En el equilibrio riesgo-beneficio. Si percibimos los beneficios derivados de una conducta o elección, el riesgo asociado a ella parece menor. Si no hay beneficio percibido, el riesgo parece mayor. ¿Cuáles eran los beneficios de que nuestra agorafóbica saliera con su familia y cuáles eran los riesgos de que realmente le pasase 25 algo fuera de su hogar? Ella simplemente no veía los beneficios, solo los riesgos. Cuando empezó a gestionar su miedo partiendo de esta premisa de beneficios-riesgos, dejó de mirar solo el lado negativo de las cosas y empezó a ver también su lado positivo. Cambió su valoración, se activó y empezó a sentir que podía controlar su miedo. Muchos deportistas rehusaron viajar a los JJ.OO. de Río de Janeiro por el miedo a ser contagiados por el virus zika. Aquéllos que más se centraron en los beneficios decidieron vivir su experiencia olímpica. Por cierto, según la OMS (Organización Mundial de la Salud), no hubo ni un solo caso reportado del virus zika entre los deportistas. Hay algunas estrategias de regulación emocional que nos atrapan bajo el yugo de un excesivo miedo. Por ejemplo, el catastrofismo. Si nos enteramos de un desastre en el que varias personas mueren, los catastrofistas sienten más temor independientemente de que haya riesgos de muerte mucho mayores por otras causas. Por ejemplo, Francia experimentó, a pesar de la Eurocopa de fútbol de 2016, una disminución de su turismo exterior debido a los incidentes terroristas que sufrió en Normandía, Niza o París. Sin embargo, la probabilidad de morir por ataques terroristas es ostensiblemente menor que la de morir por un ataque al corazón. Tanto en espacio como en tiempo, los problemas cardiovasculares matan a muchas más personas que el terrorismo; sin embargo, la percepción de muchas muertes en el mismo lugar y tiempo pueden llevarnos al catastrofismo. 3.1.2. El asco A veces, la indiferencia y la frialdad hacen más daño que la aversión declarada. J. K. ROWLING Rozin24, uno de los autores que más ha estudiado esta emoción, suele definirla como la revulsión que se produce en el organismo frente a la posibilidad de ingerir una sustancia dañina o que tiene propiedades contaminantes. El asco, como las demás emociones primarias, cumple una importante función de protección del organismo, evitando que entremos en contacto con todo aquello que puede ser peligroso para la supervivencia (insectos peligrosos, comida putrefacta o materiales infectados). 26 Figura 3.2. Expresión de asco. The Averaged Karolinska Directed Emotional Faces (Lundqvist et al., 1998). La emoción de asco, como las demás, tiene una expresión facial característica y provoca a nivel subjetivo, principalmente, sensación de fatiga, náuseas, aversión y rechazo del objeto que la provoca. Parece que es una zona específica del cerebro llamada ínsula la que controla esta reacción. De hecho, personas con esta zona dañada se ven incapaces de experimentar dicha emoción. Solemos sentir asco (a algo o alguien) ante eventos con elevada carga de novedad, con baja agradabilidad, que predisponen al rechazo o evitación de la situación potencialmente dañina. En los últimos tiempos esta emoción está generando un mayor volumen de estudios y empieza a relacionarse con ciertos tipos de fobias que, contrariamente a lo que ha venido afirmándose durante años, podrían estar más fundamentadas en la emoción de asco que en la emoción de miedo25. En algunos estudios se ha observado que las personas más sensibles al asco también eran más tendentes al neuroticismo y a la obsesión, si bien no es un resultado muy concluyente. Sin embargo, es interesante observar cómo el asco forma parte de ciertas actitudes negativas hacia determinadas orientaciones sexuales y/o ideologías políticas. VALORACIÓN COGNITIVA EXPRESIÓN RESPUESTACORPORAL Las palabras clave son reprobación y desarrollo de actitudes sociales. Respecto a la expresión facial del asco o desagrado, es característica la posición específica que adoptan la boca y la — Las sensaciones fisiológicas son muy patentes, 27 El proceso de valoración de la emoción de asco se encuentra relacionado con el alejamiento o evitaciónde un objeto, idea o persona que son repulsivos para quien realiza la valoración. Consecuencias — Fobias. — Adaptación social. — Flexibilidad/inflexibilidad moral. nariz, que se elevan y se fruncen, denotando rechazo. La principal respuesta motora es de evitación, revulsión o alejamiento ante la situación o estímulo que produce la emoción de asco. experiencia de náusea. — Predominio actividad del parasimpático, posibles respuestas parasimpáticas. — Enlentecimiento en la pauta automática de respiración. — Enlentecimiento en el funcionamiento general del sistema gastrointestinal. — Variaciones, disminución del volumen sanguíneo. — Elevación moderada de frecuencia cardiaca. — Elevación moderada de la conductividad de la piel. — Elevación de tensión muscular general. — Incremento actividad cerebral de hemisferio derecho. El asco está en ocasiones implicado como agente causal en estas actitudes negativas. El rechazo a un determinado partido político o a una orientación sexual puede estar promovido por esta emoción. Ver escenas públicas de afecto entre dos personas del mismo sexo produce en algunas personas cierta aversión debido al asco. Decir que tal persona de tal partido nos da asco es un ejemplo evidente de que ciertas fobias han sido desarrolladas por la intervención de la emoción de asco. No es tanto un problema de moralidad o de «ser un troglodita» como de «qué se nos ha enseñado». Debido a nuestra cultura, generación o experiencias propias, desarrollamos cierta sensibilización por algo que nos produjo (o indujeron) asco. Si crecemos en un ambiente de «inflexibilidad al cambio» de las reglas establecidas (sean políticas, religiosas o de normas de convivencia social), por considerar que su modificación pudiera conllevar la expansión, y/o contagio de 28 comportamientos que entienden enfermizos, de forma quizá no consciente, se está induciendo a las personas a experimentar la emoción de asco hacia los que desarrollen ese comportamiento o lo apoyen. Por ejemplo, según el Newsweek26, Nigeria es el país más homofóbico del mundo, seguido de algunos países de religión musulmana, aunque también de tradición cristiana, como Honduras. En Nigeria el 97 % de sus ciudadanos piensan que la sociedad no debería aceptar la homosexualidad. Las leyes nigerianas reflejan que las parejas del mismo sexo corren el riesgo de pasar 14 años en prisión. Esto da una idea de la variabilidad cultural y geográfica hacia el mismo objeto. ¿Cómo cambiar dichas actitudes generadas por asco? Pues con el desarrollo de la flexibilidad y la apertura mental. La adaptación social es un proceso que requiere cumplir y ajustarse a ciertas normas sociales que son cambiadas en función del espíritu de los tiempos que corren. La inflexibilidad atemporal a estos cambios puede generar fobias. Respecto a la apertura mental (estar abiertos a nuevos aprendizajes y experiencias), se ha comprobado que las personas que más viajan tienen menos sentimientos nacionalistas (independientemente de sean localistas o no) y las que más leen son las que más flexiblemente se adaptan a los cambios generacionales. Hemos visto a los médicos fumar delante de los pacientes y hoy nos parecería algo reprobable. Hemos considerado intolerables y patológicas (hasta hace relativamente poco tiempo la propia psicología las consideraba una patología) diversas formas de orientación sexual que hoy en día están normalizadas para la mayor parte de nuestra sociedad. El problema es la resistencia al cambio de la norma social, que suele ser un síntoma de inflexibilidad y de inmadurez social. Luego la utilidad psicológica de sentir asco es aportar a quien lo experimenta la energía suficiente para mantenerse firme ante la modificación de las normas sociales dominantes en una determinada cultura o la aceptación de normas nuevas. Pero ¿por qué sentimos rechazo los unos por los otros? El asco por la comida putrefacta es una reacción primitiva que nos salva la vida; sin embargo, sentir rechazo por el vecino es algo aprendido, o, mejor dicho, algo que «nos enseñan». Sentir asco, rechazo o repugnancia a los demás dificulta la buena convivencia. Lo ilustraremos con una interesante historia. En una ocasión tuve la fortuna de coincidir en una tertulia radiofónica con un gastroenterólogo. El título de ese programa era «Las tripas nos hablan». El especialista aseguraba que hoy en día existen pruebas de que el estómago tiene memoria porque posee neuronas primitivas (casi tantas como el cerebro de un gato). Dada la relación entre el estómago y la regulación de emociones, fue uno de nosotros como invitado al programa. Nuestro especialista empezó por detallar el caso de una de sus pacientes para testificar que muchos de los problemas estomacales tenían más que ver con cuestiones psicológicas que con problemas de origen microbiano. El caso detallado le había llevado a interesarse por el papel de la psicogénesis en algunos de los problemas del estómago. La paciente en cuestión no presentaba razones biológicas 29 o físicas que sustentaran sus problemas gástricos. Así que el médico hizo algo muy inteligente: se decidió a indagar hablando con ella sobre cuáles eran aquellas situaciones en las que notaba que el dolor era más agudo y persistente. La paciente le comentó que los domingos por la tarde, cuando se dedicaba a planificar la jornada laboral de la semana. En principio, ¿qué relación tiene la planificación semanal con el dolor de estómago? El médico presumía que ella debía de tener problemas con alguien de su trabajo. Tras confesarle la paciente que no soportaba a su jefe, que solo tenerle cerca le provocaba náuseas, nuestro médico hizo las matemáticas correctas: la aversión a su jefe era la responsable de los problemas gastrointestinales de su paciente. Así que diseñó, con mucho sentido común a nuestro juicio, una forma de ayudarla. Le prescribió que durante un mes sonriera a su jefe, aunque no tuviese motivos para ello. Simplemente sonreírle. Al mes la mujer volvió a consulta y le comentó que sus problemas habían mejorado, que empezaba a sentirse más feliz en su puesto de trabajo y notaba un ambiente laboral más relajado. Para nosotros lo interesante de la historia fue el proceso de «desensibilización sistemática»27 a través de la «inhibición recíproca» de la emoción de asco con la de «alegría» (sonreír). No se puede estar alegre y asqueado a la vez, como no se puede estar ansioso y sereno. No ocupan el mismo espacio en nuestra rueda de emociones. ¿No está pasando lo mismo con otras cuestiones como la religión, la política, la ciencia o la educación? Simplemente creemos en lo que nos enseñan sin tratar de comprender qué es lo que nos enseñan. Nuestro mayor valor como humanos es poseer un pensamiento crítico que nos permita entender el porqué de las cosas más allá de seguir o no las directrices de una determinada generación o cultura. En el caso de la mujer con «desprecio» por su jefe, una vez más la GES funcionó al cambiar de valoración y controlar su proceso y su activación «forzosa» sonriendo a su jefe. Otro aspecto interesante es examinar la relación del asco con la moral, uno los procesos psicológicos evolutivamente más avanzados, dada su posible repercusión en los problemas de adaptación o ajuste social. ¿Qué debemos comprender para que las personas dejen de sentir asco por algo o alguien? Hay una gran diversidad de objetos, acciones y prácticas repugnantes y, sin embargo, a menudo no podemos explicar por qué. Las tripas se nos revuelven, como hemos visto, y entonces concluimos que aquello que nos suscitó dichas reacciones es moralmente objetable. Los filósofos se han cuestionado qué relación existe, si es que existe, entre la respuesta emocional de la repugnancia y el estatus moral de aquello que la suscitó. Algunos sostienen que la respuesta emocional de repugnancia es importante en el desarrollo de lo moral en una persona. De sus opiniones se deduce que sentir repugnancia por algo o alguien implica que esa acción, objeto o persona es moralmente incorrecta,pero el problema es determinar hasta qué punto estamos seguros. Otros 30 consideran que la respuesta de asco nos ofrece la dirección moral donde la razón falla. O sea, a falta de evidencias «para comprender», nos ceñimos a «creer» en lo que sentimos. Así que si lo que observamos nos suscita asco, es porque sentimos que no es correcto. Otros investigadores son escépticos sobre el papel que el asco desempeña en la moralidad humana. Los datos experimentales de Haidt28 (psicólogo) ofrecen un lugar interesante para considerar esta diatriba. Haidt presentó a los sujetos una serie de escenarios con la clara intención de que les provocasen «reacciones estomacales» similares a cuando sentimos asco por algún estímulo. Haidt diseñó cuidadosamente unas escenas que los sujetos debían ver y que no implicasen ningún daño moral implícito o explícito. Veámoslos. Un escenario representaba un caso en el que alguien tiene un perro que muere de forma natural y esa persona posteriormente lo cocina y se lo come. Dicha escena provocó en la mayoría de los sujetos reacciones intestinales de asco, porque «sentían» que aquello no estaba bien. Una segunda escena que los sujetos veían era sobre dos hermanos (varón y mujer que, obviamente, eran dos actores) que, en una sola ocasión, tienen relaciones sexuales seguras, que no sufren repercusiones psicológicas, e incluso informan de que su relación es más fuerte que antes. Nuevamente, la mayoría de los sujetos aseguraron tener una reacción intestinal y sentir que la acción era moralmente reprobable. No obstante, a pesar de sentir dichas reacciones estomacales de asco, a los sujetos les resultaba difícil ofrecer motivos para los juicios emitidos. La razón de dicha dificultad para expresar el porqué de sus reacciones, según Haidt, radicaba en que los escenarios fueron experimentalmente manipulados para que los protagonistas no resultaran dañados por las acciones. Así, los sujetos no podían apelar al daño causado al perro porque murió de forma natural, y los hermanos no tuvieron repercusiones psicológicas negativas que justificasen juicios morales acerca de que estas acciones eran incorrectas. Los filósofos piensan que el asco puede ser una facultad especial que ofrece una guía de las verdades morales que, al menos en algunos casos, la razón no puede alcanzar. Sin embargo, los trabajos de Haidt aclaran una cosa, y es que el asco puede ser inducido de forma ambiental e intencional, y no solo de forma natural a través de «pensamientos morales». No nos produce rechazo moral «matar una asquerosa cucaracha». Es decir, las sociedades a lo largo de su cultura e historia condicionan la reacción de asco a ciertas normas morales y sociales para producir en los sujetos cierta aversión a algo que evite en ellos cierta conducta o comportamiento (una vez más un patrón de reforzamiento negativo). Por ejemplo, en el caso del perro comido por su dueño, no induciría dichas reacciones intestinales de asco en países como Corea del Sur o China, donde dichos animales son, si bien no tan habitualmente, parte de su menú. Por consiguiente, no es una reacción natural sino inducida. Otro ejemplo: hoy en día elegir la opción sexual que se desee no es un problema psicológico, porque no es una variable que influya decisivamente en el funcionamiento psicológico e incluso social de una persona. Pero un homofóbico puede tener una 31 historia personal detrás, aprendida, que le sensibilizó contra los homosexuales. Pero lo que fue aprendido puede desaprenderse. Dicho aprendizaje fue consecuencia de su historia personal, de su tiempo y de su cultura. Ya vimos lo importante que es ser flexible en función de los cambios en las normas de convivencia social. Dicha flexibilidad nos permite movernos dentro de los diferentes valores intergeneracionales. La crítica a este subconjunto de filósofos se centra en su razonamiento, pues han argumentado que si tenemos una fuerte reacción emocional negativa a ciertas acciones, pero no podemos esgrimir ninguna razón para el juicio moral asociado, es porque probablemente no existen tales razones, y si no hay tales razones, entonces los juicios morales son falsos. Los trabajos de Haidt demuestran que no hay una razón genética que explique sentir asco ante determinadas situaciones vinculadas a decisiones morales, sino aprendida. Ya nos mostró Shakespeare con Romeo y Julieta adónde llevan el odio y el desprecio irracional. La conclusión correcta sobre diatribas morales no la tenemos, pero sí estamos seguros de que es incorrecto dejarnos llevar por el asco (solo creemos) sin entender y comprender qué lo desencadena. Como en cualquier otra emoción, lo que necesitamos, para poder gestionar mejor la respuesta del asco, es tratar de averiguar cuándo nuestras reacciones de asco son propensas a desviarnos de una norma social establecida y cuándo se puede confiar en ellas. Daniel Kelly, un filósofo de la Universidad de Purdue (EE.UU.), sugiere que el asco es el resultado de un proceso evolutivo y que no siempre es guía de las verdades morales. Kelly argumenta que la respuesta de asco inicialmente evolucionó para mantenernos saludables al prevenirnos de comer alimentos tóxicos, o entrar en contacto con enfermedades. Sin embargo, el uso «intencionado» de la emoción de asco puede ser un elemento de manipulación para generar actitudes partidistas al asociar dicha emoción con creencias de toda índole. Kelly29 señala que la segunda función que aparece en el asco es mostrar rechazo a los miembros que no seguían una determinada «plástica», maleable, norma social. Por lo que ayuda a los miembros de un grupo a ajustarse a unas normas más o menos evidentes, reforzando las relaciones y ayudando, a su vez, a definir y aclarar las fronteras entre grupos. 3.1.3. La ira Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo. ARISTÓTELES Han sido muchas las definiciones que se han propuesto sobre la ira, pero parece que 32 la mayoría de los autores han coincidido en que la estructura afectiva de esta emoción se caracteriza principalmente por el displacer generado en la persona que la experimenta, además de una elevada activación fisiológica que marca una importante tendencia a la acción. Figura 3.3. Ira. The Averaged Karolinska Directed Emotional Faces (Lundqvist et al., 1998). Izard (1991) ya definía la ira como una emoción primaria que se presenta cuando un organismo es bloqueado en la consecución de una meta o en la obtención o consecución de una necesidad. Por tanto, se trata fundamentalmente de una reacción de enfado o cólera producida por alguna circunstancia que ha vulnerado los derechos básicos, la autoestima o la dignidad de quien la padece. Algunas de las situaciones que pueden provocar ira son: ser maltratados, ser abandonados, ser traicionados o ser criticados. Esta emoción tiene una función también de supervivencia al ser una reacción que nos facilita la defensa contra posibles agresiones e, incluso, evolutivamente hablando, contra posibles depredadores. La ira, en palabras de Richard Davidson, no es una emoción negativa, porque no nos empuja a realizar conductas de escape o evitación, sino de aproximación. Y es así como debemos empezar a comprenderla para poder regularla. La tríada hostilidad, ira y agresión (síndrome AHI, en español; AHA en inglés) está muy estudiada y se conoce bastante bien su relación con las enfermedades cardiovasculares. La ira y la agresión son socialmente poco deseables porque son más visibles. La 33 hostilidad, sin embargo, puede mostrarse oculta y afecta más a nuestro equilibrio psicológico. Según datos de la Escuela de Medicina de Harvard, el 8 % de los adolescentes muestran episodios intermitentes de ira que afectan a su calidad de vida. Obviamente, no solo es un problema de la adolescencia. Pero es necesario entender los desórdenes relacionados con la ira. Las personasque tienen problemas para controlar su ira o que la despliegan de forma incontrolable tienen el riesgo de presentar diferentes trastornos relacionados con tal emoción. Si bien los expertos en diagnóstico no están de acuerdo en cómo discriminar unos de otros, sí que parece haber algunos que están ampliamente aceptados. El enfado crónico o ira crónica (fíjese en si tiene una arruga vertical en su frente que separa sus dos cejas porque puede ser un candidato). El enfado continuado afecta, cansa más bien, al sistema inmunológico y está en la base de otros trastornos mentales. El enojo autoinfligido: probablemente por sentirnos culpables, nos enfadamos con nosotros mismos como un medio de expiar cualquier acción que rompió una norma o moral internalizada. El resentimiento hacia los demás surge cuando, a nuestro juicio, consideramos que otra persona hizo algo que nos resulta reprobable (una mezcla de asco e ira). La cólera abrumada aparece cuando las demandas de la vida sobrepasan nuestra capacidad para hacerles frente. En realidad, la cólera nos da energía. Sin embargo, cuando percibimos que las exigencias externas son excesivas, podemos sentirnos abrumados. La ira pasiva es difícil de ver, pero revienta nuestras «mangueras». Recordemos el símil usado por Mestre y Guil (2012), para quienes la regulación de la ira se asemeja a usar una manguera donde el agua sale con mucha presión. Si la manguera queda libre, entonces esta se mueve de un lado a otro salpicando a los demás. Es como le ocurre a la gente que no controla su ira, que se desahoga pero no deja indiferentes a aquellos a quienes «moja». Son socialmente evitables por los demás porque son considerados aversivos. Sin embargo, los que suprimen su ira, los pasivos (correspondería con obturar la salida del agua de la manguera), pueden verse en peligro de sufrir serias alteraciones físicas. Así que al igual que regulamos la salida del agua, se necesita regular la salida de la ira. Porque la ira se regula expresando los motivos de su aparición. Cuando las personas experimentan la ira pasiva, puede que no sean conscientes de su enfado. Pero puede observarse en ellas el uso del sarcasmo, o una actitud apática, o cierta maldad. Suelen, además, mostrarse a la defensiva, evitar obligaciones escolares o laborales o apartarse de la familia o de los amigos. Parece que se «sabotean» a sí mismos y que no son muy capaces de explicar por qué lo hacen. VALORACIÓN COGNITIVA RESPUESTA CONDUCTUAL Y EXPRESIÓN RESPUESTA CORPORAL 34 Evaluación y valoración asociadas a la intención de mantener un objetivo que se está perdiendo o de recuperar algo que se acaba de perder. El proceso de valoración está relacionado con el bloqueo de una meta en vías de consecución y con la frustración derivada de la imposibilidad de conseguirla, debido a la acción de algún elemento percibido por la persona que realiza tal valoración. La emoción de ira también se desencadena cuando el proceso de valoración se encuentra asociado al dolor y a la intensidad estimular. De entre los distintos aspectos y factores relacionados con el desencadenamiento de la emoción de ira, posiblemente el que tiene que ver con la frustración que produce la interrupción de la conducta dirigida hacia una meta sea uno de los que más ha sido investigado, así como el relacionado con el control físico o psicológico. También surge cuando creemos o consideramos que hemos sido traicionados o engañados. Consecuencias — Puede desencadenar conductas violentas y/o de agresión. — Conflictos interpersonales. — Connotaciones presentes y pasadas inmediatas. — Gran tensión muscular especialmente en el rostro. — Tendencia a apretar y mostrar los dientes. — Ojos ampliamente abiertos o entrecerrados. — Mirada fija, centrada en el ambiente que causa la ira. — Cejas juntas y hacia abajo, por la parte central o nasal. — Su propósito emocional es el de destruir las posibles barreras del ambiente y también energetiza los intentos de recuperar el control perdido sobre el ambiente. En cuanto a las manifestaciones conductuales asociadas a la emoción de ira, suele producirse una preparación para la acción, junto con una serie de tendencias de acción con connotaciones motoras, orientadas «contra alguien», o, como explícitamente señala Izard (1991), «... un impulso para golpear, para atacar a la fuente de la ira» (Izard, 1991, p. 241). Está relacionada con la autoprotección, la regulación interna y la comunicación social. — Aumento actividad del simpático. — Aumento frecuencia cardiaca (pero menos que en el miedo). — Aumento presión sanguínea. — Aumento tensión muscular (pero menos que en el miedo). — Aumento conductancia de la piel (pero con muchas fluctuaciones espontáneas). — Calor en el rostro. — Temperatura periférica alta. — Aumento hormonal. — Incremento secreción de catecolaminas (fundamentalmente norepinefrina). Por el contrario, aquellos que experimentan la agresividad o ira agresiva son conscientes de su iracunda emoción, aunque no siempre llegan a comprender las razones verdaderas. Y es por aquí, una vez más, por donde el proceso regulatorio necesita ser empezado. Cambiar las valoraciones, conscientes o no, que les llevan a la ira requiere entender qué hay detrás de ella. 35 En algunos casos los arrebatos violentos se redirigen buscando chivos expiatorios, porque es demasiado difícil lidiar con los problemas reales. O, lo que es lo mismo, la estrategia para regular su emoción es culpar a otros. Obviamente, la más preocupante por su radicalidad es la ira agresiva, pues a menudo se manifiesta como represalia y puede resultar en daños físicos a la propiedad o a personas (a veces impulsados por el odio y la envidia). Aprender a reconocer los desencadenantes y controlar los síntomas de la ira es esencial para lidiar positivamente con esta manifestación de ira. La historia nos ha enseñado que la ira puede ser usada políticamente. Para no perturbar con recientes historias como las últimas elecciones americanas de 2016 o las españolas, usemos una más lejana, peor y de mayores traumáticas consecuencias para el mundo entero. Tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Alemania firmó, hasta cierto punto, el «humillante» Tratado de Versalles (1919), cuatro años después el mundo occidental sufrió la crisis de la hiperinflación y seis después la crisis del 29. A pesar de que Hitler y sus seguidores no lograron la mayoría, consiguieron que el electo presidente Hindenburg disolviera las cortes y de nuevo convocara elecciones. Tampoco obtuvo la mayoría necesaria y se encontró con la feroz resistencia de los comunistas alemanes, a quienes los nazis hicieron responsables del incendio del Reichstag, motivo por el que Hitler decretó el estado de emergencia y el recorte inmediato de los derechos y garantías constitucionales. Aun así, el parlamento alemán trató de evitar que Hitler siguiese acumulando poder, pero con los comunistas arrestados, Hitler pudo finalmente alcanzarlo. Esta forma de proceder es un claro caso de agresividad instrumental en pos de sus fines megalómanos, favorecida, sin duda, por las circunstancias macroeconómicas de la época, la rabia interior de los alemanes y el deseo de recuperar la influencia y grandeza de épocas mejores. Con los ingredientes culturales, históricos y filosóficos que son utilizados de forma política para justificar conductas claramente agresivas como medio para conseguir poder y gloria; por ejemplo, el nazismo se nutría de la cultura militarista prusiana (Prusia, en su época más influyente, incluía el norte de Alemania, buena parte de Polonia, la República Checa y Lituania), la cultura romántica alemana (poca amiga de la democracia y el liberalismo), el racismo, por la creencia de la superioridad de la raza aria, proveniente de los pueblos nórdicos (arios puros), a niveles tanto físico como cultural y moral, así como de la idea nietzschenieana sobre el Estado y la superioridad (y ya tenemos el hubris30 creado). En el Tratado de Versalles, se consideraba
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