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Morales Jose Ignacio - Derecho Romano - M E S

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Derecho Romano
José Ignacio Morales
EDITORIAL
TRILLAS
México. Argantina. España. 
Colombia. Puerto Rico. Van*
0
Catalogación en la fuente
Morales, José Ignacio
Derecho romano. - 5a ed. - México : Trillas,
1989 (reimp. 1995).
551 p. ; 25 cm.
Bibliografía: p. 551 
I5BH 968-24-5255-2
1. Derecho romano. I. t.
LC-H455'M6.5 D -540.54'M449d 1576
Derechos reservados 
© 1987, Editorial Trillas, 5. A. de C. V.,
Av. Río Churubusco 585, Col. Pedro María Anaya,
C. P. 05540, México, D. F.
División Comercial, Cate, de la Wiga 1152, C. P. 09459 
México, D. F. Tel. 6550995, FAX 6550870
Miembro de la Cámara Nacional de la 
Industria Editorial. Reg. núm. 158
Primera edición, 1972
5egunda edición, 1987 (l5Bh 968-24-2162-4) 
(Primera publicada por Editorial Trillas, 5. A. de C. V.) 
Tercera edición, 1989 (758/1 968-24-5255-2) 
Reimpresión, 1992
Segunda reimpresión, marzo 1995
Impreso en México 
Printed in México
Lex debet esse justa, honesta, posibilis, secundum naturam. 
Patriae consuetudinem, loco temporique conveniens, utilis, 
manifiesta, nullo privato commodo, sed pro communi civium 
utilitate conscripta. (La ley debe ser justa, honesta, posible, 
no contraria a la naturaleza, conforme a las costumbres, 
conveniente al lugar y tiempo, útil, clara y dirigida no al 
bien privado, sino a la utilidad común de los ciudadanos.)
Prólogo
Lo que me impulsó a escribir esta obra fue la certidumbre de que 
era indispensable que existiera un estudio sintetizado, una sinopsis com­
pleta del derecho romano, en el cual el método pedagógico coadyuvara 
a conocer mejor la legislación romana, su evolución y el orden cronoló­
gico en que fueron apareciendo las leyes y se constituyeron en la base 
de los derechos organizados en casi la totalidad del mundo, así como el 
propósito de que les sea útil a los estudiantes.
Un libro de esta naturaleza es particularmente necesario para los 
que se inician en el estudio o en la práctica del derecho. El material que 
lo integra se presenta de manera sencilla y abarca los elementos básicos 
del derecho romano, los cuales se describen con explicaciones claras y 
precisas que facilitan el conocimiento de algunas instituciones jurídicas 
con las que aquéllos frecuentemente habrán de encontrarse.
Porque cuando se quiere penetrar en la ciencia jurídica sin ninguna 
preparación acerca de los fundamentos del derecho romano, es muy di­
fícil entenderla: sin las nociones, conceptos y fundamentos que aquél 
provee es imposible lograr la comprensión del universo jurídico. Es co­
mún que se reciba, como instrucción relativa al derecho que nos ocupa, 
un cúmulo de conocimientos inconexos, los cuales muchas veces son 
memorizados y que, por ello, de ninguna manera ayudan a comprender 
el derecho como ciencia.
De ahí que el propósito de esta recopilación sea la de llevar en for­
ma sencilla, comprensible y fácil, a los jóvenes que comienzan la carrera 
de derecho, el conocimiento de las instituciones romanas, con la fina­
lidad de que comprendan su lenguaje jurídico, el origen de las materias 
de que se trata y las relaciones existentes entre ellas.
El estudio histórico de cualquier legislación permite apreciar objeti­
vamente los esfuerzos que llevaron a su formación, así como revivir las
7
8 PRÓLOGO
instituciones y valorar las costumbres. Y como, por otra parte, conside­
ramos indispensable recurrir a las fuentes romanas para obtener de ellas 
— sobre todo por lo que se refiere al derecho civil— los antecedentes de 
la legislación actual, es que hemos procurado reunir y sistematizar en 
este trabajo lo más importante de cada uno de los renglones menciona­
dos, a efectos de que todo aquel que se dedique al estudio de tan impor­
tante rama tenga las armas, las máximas, las prescripciones, las raíces, el 
magnífico pensamiento de los jurisconsultos romanos, cuyo conocimien­
to y manejo son imprescindibles en el hacer cotidiano del abogado, par­
ticularmente, como se dijo, del civilista.
Indice de contenido
Prólogo 
Cap. 1.
Cap. 2. 
Cap. 3.
Cap. 4. 
Cap. 5.
Cap. 6.
Cap. 7.
Cap. 8.
Generalidades históricas 13
Leyenda sobre la fundación de Roma, 14.
Primeros órganos de gobierno en tiempo de la Monarquía: las tri­
bus, las curias por comicios, las gens, el rey y el senado
Rómulo, primer rey de Roma, 15.
15
Los sucesores de Rómulo 18
Numa Pompilio, 18. Tulio Hostilio, 22. Anco Marcio, 24. Tar- 
quino Prisco, 24. Servio Tulio, 24. Tarquino el Soberbio, 27. Los 
comicios centuriados y los comicios por tribus, 27.
La República 29
La Dictadura 33
Tribunos de la plebe, 33. Asimilación patricioplebeya, 34.
Ley de las XII tablas 36
Contenido de las XII tablas, 36.
Continúa la lucha entre patricios y plebeyos. La Ley Canuleya 46
Los ediles curules, los pretores, los censores y los cuestores, 46. La
Ley Licinia, 47. La plebe alcanza algunos logros, 47.
Roma continúa su expansión 49
Los triunviros, 52. Los procónsules, los comicios y los demago­
gos, 52. Lex provinciae, 53. La lucha por la tierra, 54. Mario y
10 ÍNDICE DE CONTENIDO
Cap. 9. 
Cap. 10.
Cap. 11. 
Cap. 12.
Cap. 13. 
Cap. 14. 
Cap. 15. 
Cap. 16.
Cap. 17.
Cap. 18. 
Cap. 19.
Sila. Las leyes Cornelias, 55. Julio César, 58. Primer triunvirato, 
59. Leyes julias, 60. Segundo triunvirato, 63.
Nace el Imperio
Augusto, 64. Los Césares posteriores a Augusto, 66.
Breve panorama de la literatura, el arte, las ciencias y la filosofía 
durante el Imperio romano
El siglo de Augusto, 71. El periodo comprendido entre la muerte 
de Augusto y la de Marco Aurelio, 72. Otros hombres de ciencia, 
escritores, historiadores y poetas de la época, 73. Nueva etapa, 76.
Comienza la anarquía militar
Constantinopla, 83.
La codificación de Justiniano
Instituía, 93. Decisiones de la ley, 94. Código revisado o repetitae 
praelectionis, 94. El cuerpo del derecho civil y algunas leyes dic­
tadas por los jurisconsultos, 95.
Gobernantes romanos de Rómulo a Justiniano
Algunas reglas del derecho romano
Locuciones latinas de uso frecuente
Algunos principios del derecho romano
Fuentes del derecho, 132. La ley, 133. El plebiscito, 133. El se- 
nadoconsulto, 133. Las constituciones imperiales, 133. Los edic­
tos de los magistrados, 134. Las respuestas de los prudentes, 135. 
Los jurisconsultos, 136. Escuela de sabinianos y proculeyanos, 
137.
El pueblo romano y sus leyes
Formación de la ley, 139. Importancia del senado, 141. Los edic­
tos, 141. Constituciones imperiales, 142. Respuesta de los pru­
dentes, 142. Decisiones de los pretores fundadas en la equidad, 
142.
Instituciones del derecho romano
Personas, cosas y acciones, 144. De los derechos, 144. Actos ju ­
rídicos, 146.
Interpretación de la ley
71
80
92
103
107
125
130
139
144
151
64
Cap. 20. De las personas 153
ÍNDICL DI-CONTENIDO 11
Cap. 21. 
Cap. 22.
Cap. 23.
Cap. 24.
Cap. 25. 
Cap. 26.
Cap. 27. 
Cap. 28.
Cap. 29.
La esclavitud
Fuentes jurídicas de la esclavitud, 156. La guerra, 157. Causas 
civiles de esclavitud, 159. Forma de salir de la esclavitud, 162. 
Medios para otorgar la libertad, 163. Condiciones del liberto, 166.
Status civitatis
Patria potestad, 170. Fuentes de la patria potestad, 170. Justas 
nupcias, 171. Parentesco, 176. Legitimación, 179. Adopción, 
180. Formas de disolver la patria potestad, 182. Tutela, 184. Cú­
ratela, 188. Capitis deminutio (disminución de cabeza), 191.
Las cosas
Terminología, 193. Definición de cosa en el derecho, 194. Pri­
mera clasificación de las cosas, 195. Cómo se dividían las cosas 
patrimoniales, 199. Segunda clasificación, 200. Tercera clasifica­
ción, 202. Cuarta clasificación, 203. Quinta clasificación, 203. 
Sexta clasificación, 204. Séptima clasificación, 206.
El poder jurídico de las personas (físicas o morales) sobre las cosas
Derechos que las personas (físicas o morales) pueden ejercer sobre 
las cosas, 208. Derechos reales, 208. Del dominium, 210. Carac­
terísticas del derecho de dominio, 212. Historia del derecho de 
dominio en Roma, 213. La propiedad quiritaria frente a la propie­dad bonitaria, 213. De la posesión, 215.
Modos de adquirir el dominio según el derecho natural
Ocupación, 220. La accesión, 220. Tradición, 222.
Modos de adquirir la propiedad según el derecho civil romano
Mancipación, 223. Cesión en juicio (in jure cessio), 224. Tradi­
ción, 224. Usucapión, 224. Adjudicación, 227. Ley, 227.
Servidumbres
Servidumbres reales, 228. Servidumbres personales, 229.
Derechos reales pretorianos
Jus in agro vectigali. 231. k'nfiteusis, 231. Superficie, 231. Hi­
poteca, 232.
Las obligaciones
Clasificación de las obligaciones, 233. Efectos de las obligaciones, 
234. Modalidades de las obligaciones, 234. Obligaciones sancio­
nadas y no sancionadas, 235.
156
167
193
208
220
223
228
231
233
12 ÍNDICE DE CONTENIDO
Cap. 30. Los contratos 236
Contratos consensúales, 239.
Cap. 31. Obligaciones que nacen como de un contrato (cuasicontrato) 243
Cap. 32. Obligaciones que nacen de un delito 245
Cap. 33. Obligaciones que nacen como de un delito (cuasidelito) 248
Cap. 34. Garantías reales y personales 249
Garantías reales, 249. Garantías personales, 251.
Cap. 35. Extinción de las obligaciones 253
Cap. 36. Sucesiones 256
Sucesión, 256. Herencia, 256. Testamento, 256.
Cap. 37. Donaciones 268
La dote, 269.
Cap. 38. Procedimiento judicial romano 270
Imperium (imperio), 270. Actio (acción), 270. Los sistemas pro­
cesales, 271. Proceso, 272. Semejanza entre los procesos, 273. El 
magistrado, 273. El pretor, 273. El juez, 274. Jueces pedáneos,
274. El árbitro, 275. Jurados, 275. Organización del régimen ju ­
dicial romano durante las acciones de la ley y el sistema formula­
rio, 276. Sistema de las acciones de la ley, 279. Legis actionis,
281. Procedimiento formulario, 284. Sentencia, 288. Procedi­
miento extraordinario (extraordinaria cognitio), 289.
Apéndice. Cuadros sinópticos de derecho romano 296
Historia (2 partes), 296. Historia externa, 297.
Bibliografía 351
Generalidades históricas
1
Enclavada en la península itálica, Roma constituyó para los pueblos 
antiguos el centro del mundo. Algunos autores dividen dicha península 
en tres regiones: la continental o septentrional (Etruria, Lacio, Um­
bría, Sabinia, Samnia y pueblos propios); la meridional (Campania, 
Apulia, Calabria, Laconia y Bruttibun), y las islas de Sicilia, Cerdeña 
y Córcega, que están geográficamente próximas a la península, razón 
por la cual su historia está ligada a la territorial.
El norte de la península estaba habitado, entre otros, por los vénetos 
y los ligures, pueblos cuyo origen no podría precisarse aunque se sabe 
que vivían en los litorales de los golfos de Venecia y de Génova.
Los griegos colonizaron el sur de la península, que comprende las 
comarcas de Campania, Calabria y la isla de Sicilia. Estas regiones fue­
ron tan importantes que en conjunto recibieron el nombre de Magna 
Grecia.
En la región central o propia se asentaban varias comunidades, den­
tro de las cuales destacó el pueblo etrusco, integrado por una raza carac­
terizada por su talento artístico y cuyo origen aún no ha sido determi­
nado con certeza, aunque su aparición se sitúa entre los siglos ix y vm 
antes de J. C.
En esa misma región se hallaban los italiotas, que se componían de 
dos grupos; el primero lo constituían los venebrios, los volscos y los 
samnitas; el segundo lo formaban los latinos, que integraban a los ecuos, 
los rútulos y los oscos.
En la región del centro se fundaron, en el valle del Lacio, dos impor­
tantes ciudades: Alba Longa y Roma a orillas del río Tíber.
Lo que de su nacimiento se conoce está lleno de incertidumbre, de 
elementos legendarios y de la imprecisión de las tradiciones.
Se dice que Alba Longa fue fundada por el héroe Eneas, sobrevi­
viente de la Guerra de Troya, y Roma por Rómulo, a quien se le supone
13
14 CAP. 1. GENERALIDADES HISTÓRICAS
príncipe procedente de aquélla y, lógicamente, descendiente de Eneas.
Ambos orígenes míticos satisfacían las aspiraciones romanas de te­
ner una génesis heroica y una ascendencia divina, con lo cual emulaban 
al modelo griego, pueblo al que los romanos siempre admiraron cultu­
ralmente.
Roma, pues, tuvo también su origen legendario, digno de su poderío 
y grandeza y acorde con la vanidad, la ambición y el ideal de un pueblo 
eminentemente conquistador. Se fija como año de su fundación —yes el 
comúnmente aceptado— el 753 antes de J. C. y se tiene por cierto que 
Rómulo, su fundador, fue quien instauró el primer régimen político 
establecido en ella.
LEYENDA SOBRE LA FUNDACIÓN DE ROMA
Numitor, rey de Alba Longa, fue depuesto por su hermano Amulio. 
Este, para garantizarse que la descendencia de Numitor no le perturba­
ra el disfrute del trono usurpado, consagró a la hija única de aquél, de 
nombre Rhea Silvia, como sacerdotisa del culto de Venus,* la cual no 
obstante el voto de castidad que le imponía su sacerdocio, fue poseída 
por el dios Marte y dio a luz un par de gemelos a quienes se llamó Rómu­
lo y Remo
Amulio ordenó que se asesinara a los dos infantes, pero para salvar­
los de una muerte segura, Rhea Silvia los colocó en una cesta que de­
positó sobre la corriente del río Tíber, para que ésta los alejara del 
inminente peligro que corrían.
La cesta se detuvo en un remanso y una loba que oyó el llanto, res­
cató y protegió a los niños e, incluso, según la leyenda, los amamantó. 
Después, un pastor los encontró y terminó de criarlos.
Cuando ya adolescentes conocieron su origen real, los gemelos regre­
saron a Alba Longa y recuperaron, para su abuelo Numitor, el trono.
La leyenda, como la historia, coinciden en atribuir a Rómulo la fun­
dación de Roma en el año 753 antes de J. C. y señalan como asiento 
inicial de ésta el Monte Palatino.
Luego, por una disputa, Rómulo mató a su hermano Remo. Rómu­
lo fue el primer rey de Roma.
* Las sacerdotisas del culto de Venus recibían el nombre de Vestales
Primeros órganos de gobierno 
en tiempo de la Monarquía: 
las tribus, las curias por comicios, 
las gens, el rey y el senado
2
RÓMULO, PRIMER REY DE ROMA
Aun cuando hemos afirmado que los conocimientos obtenidos has­
ta hoy relativos al origen y la fundación de Roma pertenecen más a la 
leyenda que a la historia, se acepta que la base étnica de la Urbs fue 
aportada por tres pueblos: los ramneses, los titienses y los luceres. Los 
primeros eran de raza latina y estaban bajo el mando de Rómulo; los se­
gundos, de raza sabina, eran subordinados de Tatio y los terceros, de 
raza etrusca, tenían por jefe a Lucumio. Los vocablos mencionados 
reconocen también el significado de “ leñadores” , “nobles” e “ilustres” , 
respectivamente.
Dichos pueblos se agrupaban en tres diferentes tribus, cada una de 
las cuales se dividía en diez curias, subdivididas a su vez en diez gens. 
La gens se constituía por el parentesco y agrupaba familias que proce­
dían de un tronco común. La jefatura de la gens residía en el paterfami- 
lias (el señor, el más viejo), cuya autoridad patriarcal estaba impregnada 
de un carácter tanto judicial como religioso.
Sus hijos se denominaban patricii y estaban supeditados, dentro de 
la gens, alpaterfamilias, pero fuera de ella gozaban de todos los derechos 
particulares. La gens se complementaba con los protegidos del paterfa- 
milias, denominados clientes. Cada gens se identificaba por un elemen­
to común a sus componentes: el nombre (nomen gentititium).
Las tres tribus se hallaban bajo la autoridad de un rey, que no go­
bernaba de manera absoluta sino mediante el auxilio de un cuerpo 
colegiado: el senado.
Debemos insistir en que la primitiva Monarquía romana no era una 
monarquía absoluta. El rey ejercía una autoridad que le era delegada 
por los patricios, porque la “soberanía” , el poder, residía en ellos.
15
Los patricios ejercían ese poder en unas asambleas llamadas comi­
cios por curia. Estos comicios eran los que elegían al rey y lo investían 
de autoridad; también promulgaban las leyes: leges curiatae. El voto se 
emitía por curia. Dentro de la respectiva curia, se votaba por cabezapara determinar el sentido en que ésta votaría en los comicios.
El rey subsumía tres grandes funciones: jefe del ejército, magistra­
do judicial y sumo sacerdote. Para tomar decisiones, el rey consultaba 
con el senado, cuerpo integrado por los paires, personas mayores y con 
mucha experiencia, algunos de los cuales eran, incluso, magistrados.
El senado era, pues, un órgano permanente de gobierno, al cual el 
rey estaba obligado a consultar todas las decisiones relativas a los nego­
cios públicos. Este órgano nace en tiempos de Rómulo y prolonga su 
existencia hasta el Bajo Imperio.
Durante algunas etapas de la historia del pueblo romano el papel del 
senado fue en ocasiones brillante; en otras fue oscuro, debido a su acti­
tud de sumisión incondicional a la voluntad del rey o del emperador. El 
senado desempeñó sus funciones sin estar provisto de facultades ejecuti­
vas tan amplias como las de los magistrados o legislativas, como las de 
los comicios, o judiciales o religiosas. Sin embargo, aparece en toda la 
historia romana desempeñando un papel destacado en la actividad gu­
bernativa.
Dentro de las facultades del senado destaca la del ejercicio de la auc- 
toritas patrum ; es decir, la ratificación de las leyes y elecciones. Tam­
bién emitía resoluciones de carácter legislativo que recibían el nombre 
de senatus consultus, las cuales eran obligatorias en el derecho público, 
pero no tenían fuerza de ley en el derecho privado.
En lo que concierne a la religión, el senado ordenaba las ceremonias, 
los sacrificios y las oraciones públicas, e intervenía en la prohibición o 
en la admisión de los cultos extranjeros.
En la función electoral podía habilitar la edad de los emancipados 
para que satisficieran el requisito exigido por la ley.
En lo tocante a la guerra o la paz, el senado realizaba actividades 
previas a su declaración o a su concertación, respectivamente y, ade­
más, podía celebrar tratados por cuenta propia y sin ninguna otra inter­
vención.
En caso de fallecimiento del rey, el senado tenía la potestad de nom­
brar un inter-rex, mientras se elegía al sucesor definitivo.
Es sabido que el senado influía ante los cónsules para la designación 
de los dictadores y otorgaba a éstos sus facultades. Intervenía también 
en la demarcación de las provincias, en la determinación de la autoridad 
que debía ser establecida en ellas y en el nombramiento de sus magis­
trados.
Como se advierte, estas funciones eran, más o menos, de reducida 
importancia. ¿En dónde radica, pues, la particular relevancia que el se-
16 CAP. 2. PRIMEROS ÓRGANOS DE GOBIERNO
RÓMULO, PRIMER REY DE ROMA 17
nado tuvo en la vida de Roma? La razón descansa en el hecho de que la 
economía romana quedó en sus manos y las finanzas siempre fueron di­
rigidas por él. Era el senado el que determinaba la derrama de los gastos 
públicos, vigilaba las inversiones, fijaba los tributos a que Roma tenía 
derecho y señalaba las contribuciones para la guerra. Y aunque muchas 
autoridades en la materia opinan que estas facultades correspondieron a 
los comicios curiados, del estudio de la evolución de Roma se despren­
de que era el senado quien las ejercía.
El primer senador que figuraba en el Album Senatorium recibía el 
nombre de princeps senatus y era considerado el jefe y representante 
del senado. Sin embargo, no presidía las sesiones o asambleas, sino que 
lo hacía el magistrado que las convocaba; es decir, que las asambleas se 
celebraban por iniciativa de un magistrado con facultades para convo­
car, el cual podía ser un cónsul o un pretor. Los tribunos de la plebe, 
en un principio, no entraban a ocupar las curules, sino que escuchaban 
desde la puerta los debates senatoriales . Posteriormente fueron autori­
zados para convocar y presidir.
Las sesiones o asambleas senatoriales se iniciaban después de haber 
invocado los auspicios divinos, como era costumbre. El presidente del 
senado rendía un informe acerca de los motivos de la convocatoria, se 
discutían las rogationes propuestas y a continuación votaban los sena­
dores en el orden en que aparecían en el Album Senatorium .
En el periodo republicano, los cónsules, a cuyo cuidado estaba el 
mandato, formularon el Album Senatorium.
El Album Senatorium se integraba siguiendo la jerarquía de los car­
gos que hubieren desempeñado los magistrados como censores, cónsules, 
pretores, ediles curules, ediles de la plebe, tribunos, cuestores; luego, se 
colocaba a todas aquellas personas que no habían sido magistrados.
Posteriormente, dicha formulación quedó a cargo, cuidado y res­
ponsabilidad del plebiscitum ovinium , el cual era dirigido por los censo­
res y, por lo tanto, su elaboración se hizo quinquenal.
Esta composición social y estas formas d e gobierno fueron las que 
existieron durante el reinado de Rómulo, que fue, como se ha dicho, el 
primer monarca romano.
A su muerte, en el ejercicio de una de sus mencionadas facultades, 
el senado nombró un inter-rex, que gobernó hasta que se eligió a un 
sucesor. Rómulo fue elevado a la categoría de dios y adorado con el 
nombre de Quirinus.
Los sucesores de Rómulo
3
NUMA POMPILIO
Numa introdujo en Roma la afición por las letras, consagró la propie­
dad y la puso bajo la protección del dios Término. La justicia se fundó 
en los dioses y el hogar se colocó bajo el amparo de los dioses lares; los 
sepulcros gozaban del cuidado de los dioses manes. Por su parte, los cri­
minales eran encomendados a una divinidad vengadora; incluso las gue­
rras tuvieron su culto sagrado.
En la esfera político-social, Numa distribuyó al pueblo en gremios 
de oficios por medio de los Collegias, los cuales eran corporaciones de 
artesanos pertenecientes a la plebe, creados con el propósito de fortale­
cer el poder del monarca sobre los paterfamilias.
Además, Numa estableció la Lex regia de imperio, que con el nom­
bre de imperium confería autoridad a los magistrados para ejecutar las 
resoluciones, y de potestas a la autoridad administrativa. Numa le restó 
facultades al senado, las que absorbió como monarca. Asumió la res­
ponsabilidad y el mando de las fuerzas armadas, la administración del 
tesoro y el manejo de las relaciones con los pueblos vecinos. Las curias 
y el senado sólo se reunían si él las convocaba.
Si por causa de guerra, invasión o negociaciones Numa abandonaba 
Roma, investía como su depositario, en calidad de rey, a uno de sus pre­
dilectos a quien llamaba praefectus-urbi, el cual reunía en su persona el 
poder del Estado y la autoridad municipal.
El absolutismo, lo aparatoso de su administración y el fanatismo rei­
nante en el pueblo, elevaban al rey a un rango divino y, como tal, era 
considerado propietario absoluto de los intereses de la ciudad.
Lo esplendoroso de la majestad real llevó a Numa a recorrer las ca­
lles en un carro provisto de una silla llamada curul. Se cubría con una
18
NUMA POMPILIO 19
toga de color púrpura y adornaba su cabeza una corona hecha de hojas 
de roble. A su cortejo precedía siempre un grupo de lictores o portado­
res de un haz de varas y un hacha, conjunto este que se conocía con el 
nombre de fasces y que simbolizaba la autoridad y el poder sobre la vida.
Numa Pompilio fue el primero que implantó el año de 12 meses regi­
do por el ciclo lunar, ciclo que, como se sabe, se cumple en 30 días, por 
lo que mandó agregar ciertos meses —que se llamaron intercalares— de 
modo tal que cada 24 años los días se regularizaran y el periodo concor­
dara con el del ciclo solar.
Se atribuye también a Numa Pompilio la creación de los feriales, 
personajes a quienes se reconocía un carácter sagrado y que en nombre 
del pueblo iban a intimar la paz a los pueblos vecinos, ya que estaban 
autorizados para establecer alianzas o romperlas.
Los feciales y las guerras justas
El ferial, investido de una especial y privilegiada representación, se 
trasladaba a los límites del pueblo con el cual Roma tenía reclamacio­
nes que alegar, e invocando a los dioses por testigos de la justicia de su 
causa,pedía satisfacción. Hacía la reclamación en público, luego entra­
ba en territorio del pueblo vecino, repetía en todas partes el reclamo en 
nombre de Roma y señalaba un plazo de 33 días para satisfacerla y aten­
derla buenamente. Para este caso no existía distinción entre días hábi­
les o inhábiles, fastos o nefastos: todos eran hábiles hasta completar el 
plazo señalado.
No deja de sorprender que ya en aquella época, cuando aún no se 
había ganado el respeto que llegaría a tener, con el correr del tiempo, 
el derecho de gentes, pudiese un ferial recorrer el territorio del que ha­
bía de ser su enemigo y éste le tuviese la consideración y le guardase la 
deferencia que en la actualidad, y con base en los altos principios de de­
recho internacional, se concede a los parlamentarios.
Vencido al fin el plazo señalado y no obtenida la reparación solicita­
da, el rey daba cuenta al senado romano y al pueblo y si por mayoría de 
votos se acordaba la guerra, iba entonces otra vez el ferial a los límites 
de la tierra enemiga y declaraba en nombre del senado y del pueblo ro­
mano, en testimonio de lo cual arrojaba en tierra enemiga una saeta 
cuya punta estaba mojada de sangre. La guerra así declarada se conside­
raba justa.
La religión en Roma
Numa Pompilio creó el cargo de los flámines, que eran dial, marcial 
y quirinal, a los que se encomendó el culto a Júpiter, Marte y Rómulo;
20 CAP. 3. LOS SUCESORES DE RÓMULO
estos funcionarios debían ser elegidos entre los patriarcas. Instituyó los 
sacerdocios de los Salios y de las Vestales y se cree que también el de 
los Arvales.
Los Salios eran sacerdotes destinados al culto de Marte y cuidaban 
la guarda del broquel o escudo del dios, escudo que se tenía por sím­
bolo de la grandeza de Roma. Lo guardaban con tanto celo que cons­
truyeron otros once iguales para que el original no fuera conocido. El 
nombre de Salios lo recibieron por los saltos que daban cuando, en 
el mes de marzo, llevaban los broqueles en procesión por las calles de 
Roma. Estos sacerdotes vestían túnica de púrpura y portaban tahalíes 
de cobre y casco; durante la procesión golpeaban los escudos con unas 
espadas cortas.
Las Vestales constituyen una institución que Numa Pompilio tomó 
de los etruscos. En principio fueron dos y posteriormente su número se 
fijó en seis; las Vestales eran electas por el pontífice máximo entre niñas 
cuyas edades fluctuaban de los 6 a 10 años, cuya obligación principal 
era conservar la virginidad por espacio de 30 años. Los 10 primeros de­
bían dedicarlos a la iniciación de los misterios y sacrificios de la diosa 
Vesta; los 10 siguientes se destinaban solamente a cuidar de los sacrifi­
cios y los últimos 10 años eran dedicados a la enseñanza. Pasados esos 
30 años, las Vestales podían casarse.
Estas sacerdotisas cuidaban permanentemente el fuego sagrado en 
el área de la diosa Vesta, porque se creía que si se apagaba, sobreven­
dría una calamidad pública. De ahí que el descuido de las Vestales era 
penado severamente. Además de la conservación de este fuego, cuida­
ban de los objetos misteriosos, de los cuales suponían los romanos que 
dependía la salvación de la urbe. Tales objetos eran el escudo de Marte, 
el paladión, el cetro de Príamo, el carro de Júpiter, las cenizas de Ores- 
tes, la piedra cónica, el velo de Helena o de Ilione.
Las Vestales vivían en el templo de Vesta y económicamente eran 
sostenidas por el Estado. Aquella que dejaba apagar el fuego sagrado 
era condenada a muerte por azotes; la que faltaba al deber de conser­
var la virginidad era condenada a ser enterrada viva y sus cómplices, 
a muerte.
En la jerarquía sacerdotal de los romanos se encuentran otras va­
riantes que no fueron conocidas con precisión como, por ejemplo, la 
clase integrada por los adivinos y los arúspices.
Entre los romanos, la religión y el derecho estuvieron íntimamente 
relacionados, de ahí que nos veamos precisados a referirnos a otras creen­
cias que fueron de particular importancia en la época antigua y que 
incluso todavía perviven en algunos adagios, que revelan resabios supers­
ticiosos cuyo origen no es otro que el pagano. Por ejemplo, los romanos 
habían dedicado el día martes al dios Marte, que era la deidad de la gue­
rra, y el viernes a la diosa Venus, que lo era del amor; y como las guerras
NUMA POMPILIO 21
y el amor producen calamidades para los pueblos y para los hombres, 
consideraron de mal agüero todo aquello que comenzara bajo la influen­
cia de ambos dioses. De allí surgió el conocido adagio: “el viernes y el 
martes no te cases ni te embarques” .
Festividades religiosas romanas
Entre las fiestas se distinguen las agonales, en honor del dios Jano, 
que fue honrado con la construcción de un templo en el valle ubicado 
entre los montes Palatino y Quirinal. Jano estaba representado con dos 
caras: una que miraba hacia Roma y otra dirigida a Quiris, una ciudad 
de los sabinos. Si reinaba la paz, las puertas del templo permanecían 
cerradas para evitar comunicaciones indiscretas; en caso de guerra, las 
puertas se abrían para que romanos y sabinos se socorrieran mutua­
mente.
Como las fiestas de Jano se celebraban en enero, del nombre de esta 
deidad surgió la palabra Januarius, que en latín designa a ese mes. En 
las fiestas agonales se ofrecía un carnero a Jano, como sacrificio.
La diosa Luperca personificaba a la loba (lupa) con cuya leche, se­
gún la leyenda, se mantuvieron Rómulo y Remo cuando fueron arroja­
dos al Tíber.
Las fiestas dedicadas al dios Pan se celebraban en febrero y en ellas 
se daban por terminadas las diferencias entre parientes y amigos; se sa­
crificaba una cabra en honor de la deidad y el pueblo abría paso para 
que los sacerdotes oficiantes, llamados lupercos, recorrieran desnudos 
de medio cuerpo hacia arriba, las calles en todas direcciones, golpeando 
con una correa a los concurrentes, especialmente a las mujeres. Estas 
no se resistían; por el contrario, les presentaban las palmas de las manos 
para recibir los golpes, pues existía la creencia de que mediante este ri­
tual dejaban de ser estériles.
Existían también fiestas matronales, en recuerdo de la paz celebrada 
entre romanos y sabinos; las saturnales en honor de Saturno y las fiestas 
florales para invocar la bendición del cielo sobre los frutos de la tierra.
Los romanos adoraron a un sinnúmero de dioses, propios y extra­
ños, los cuales representaban los vicios y las virtudes; personificaban a 
la juventud, a la fecundidad, las tempestades, el miedo, la gloria, etc. 
En muchos casos, bajo distinta advocación se adoraba a un mismo dios.
Los dioses romanos
Las clasificaciones de los dioses son múltiples. Una de ellas los dis­
tingue en dioses conocidos —aquellos cuya naturaleza y funciones eran
22 CAP. 3. LOS SUCESORES DE ROMULO
notorias— y dioses desconocidos que, aun pudiendo existir, eran igno­
rados por los hombres. Los conocidos se subdividían en mayores y 
menores.
Los dioses mayores, dii mayorum gentium, eran los que formaban el 
Consejo de Júpiter y los había de dos clases: consentes y olímpicos y 
no consentes o auxiliares.
Los consentes —llamados así por tener asiento en el Consejo— eran 
doce, seis masculinos y seis femeninos, a saber: Júpiter-Zeus, Neptuno- 
Poseidón, Marte-Ares, Apolo-Helios, Mercurio-Hermes, Vulcano-He- 
festos, Juno-Hera, Minerva-Atenea, Venus-Afrodita, Ceres-Deméter, 
Diana-Artemisa, Vesta-Hestia.
Los no consentes, auxiliares populares y selecti o patricios, eran 
consejeros de los olímpicos y de igual naturaleza que ellos, pero infe­
riores en poder y sin asiento en el Gran Consejo. Sus nombres eran: 
Plutón-Hades, Baco-Dionisio, Jano-Fanes, Saturno-Cronos, Cibeles- 
Rhea-Ops, Otelus-Ge, Platona-Selene-Feba, Cupido y Genio.
Seguían en categoría los dioses menores, dii minores gentium, y 
eran numerosos; se dividían en indigentes —que eran los dioses locales — 
y en semones, que cuidaban de la persona.
Los dioses eran también divididos en celestes, infernales e implaca­
bles. Los romanos llamabandioses naturales a los objetos de la natu­
raleza divinizados por la mitología y alegóricos a los que personificaban 
virtudes, vicios, pasiones, grandezas y miserias.
En Roma se adoraba al genio público, divinidad protectora del Im­
perio.
De Daimón o Genio proceden otros muchos, entre ellos los penates, 
númenes tutelares de los reinos, las provincias, las ciudades y hasta de 
pequeñas familias y los lares, que protegían los hogares.
TULIO HOSTILIO
Historia del combate entre Horacios y Curiados
A Numa Pompilio lo sucedió un ciudadano romano de nombre Tu-
lio Hostilio (673-641 antes de J. C.), quien atacó y destruyó los peque­
ños poblados circunvecinos, con lo que amplió la ciudad por medio de 
la conquista.
La época de Tulio Hostilio abre un nuevo periodo bélico entre las 
ciudades de Roma y Alba, las que, para evitar grandes derramamientos 
de sangre, convinieron en encomendar a tres hombres de cada pueblo 
la decisión de la victoria. Es así como surge en la leyenda el combate 
entre los Horacios y los Curiados. La tradición cuenta que en cada ejér­
cito se encontraban tres hermanos iguales en edad y fortaleza: los del
TULIO HOSTILIO 23
ejército de Alba eran los Curiacios y los del de Roma, los Horacios. Se 
dispuso un campo de batalla que tuvo como espectadores a ambos ejérci­
tos. En el primer encuentro, los Horacios llevaron la peor parte, ya que 
murieron dos de ellos y, aunque los tres Curiacios estaban heridos, todo 
parecía indicar que la batalla se decidiría a favor de Alba. Pero el Hora­
cio superviviente discurrió que si los tres Curiacios estaban heridos, no 
podrían alcanzarle si él corría por el campo de batalla. Entonces fingió 
huir y fue seguido por los tres Curiacios, quienes debido a sus heridas 
cayeron agotados durante la persecución. El Horacio aprovechó la si­
tuación y cuando advirtió que los Curiacio'S se encontraban muy sepa­
rados entre sí, regresó y les dio muerte a los tres.
Al retornar a Roma, el ejército llevaba los despojos de los tres Cu­
riacios. Entre quienes salieron a las puertas de la ciudad a recibir al ejér­
cito vencedor había una doncella, hermana del Horacio, la cual era 
prometida de uno de los tres Curiacios. Esta, al ver los despojos que su 
hermano llevaba, soltó su cabellera en señal de luto y se echó a llorar y 
a clamar a gritos el nombre de su amado. El Horacio no justificó la ac­
titud de la hermana y, ciego de ira por el menosprecio que ésta hacía de 
su patriotismo, le dio muerte.
Este crimen no agradó a la población ni a los padres de la patria y 
pudo más el amor a la justicia, por lo que se sometió al conocimiento 
del pueblo esa causa grave. Puesto que el rey se negó a conocer de ello, 
se nombraron dos ciudadanos para juzgar el hecho y se indicó que si el 
Horacio fuera condenado a muerte y apelase y el pueblo confirmara la 
sentencia, sufriría la pena de azotes y después se le cortaría la cabeza, 
que sería colocada en un palo a la vista de todos.
Los dos ciudadanos nombrados no se atrevieron a salvar al Horacio 
por temor al pueblo y así fue condenado a muerte. Apeló al rey y éste 
consultó a la población; entonces intervino el padre del reo, quien ex­
presó que había perdido una hija y otros dos hijos habían perecido en el 
campo de batalla, en defensa de la patria. Pedía así, que no le fuese 
quitado el único hijo que le quedaba. El pueblo se condolió y absolvió 
al Horacio.
Desde la época de Tulio Hostilio, la caballería fue considerada como 
una fuerza puramente militar; no representaba categoría alguna social ni 
tampoco tenía influencia política. Estaba integrada por patricios y ple­
beyos. Pero los caballeros, que más tarde desempeñaron un importante 
papel en los destinos de Roma, se denominaron quirites.
El uso de dicha palabra comienza después de la transacción o conve­
nio celebrado entre romanos y sabinos que los llevó a reconocerse con 
el nombre común de Populus Romanus Quiritium.
El nombre de quirites, que los sabinos se dieron, seguramente pro­
cedía de quiris, nombre de su ciudad construida en el monte Quirinal. 
Esta palabra, quiris, en romano significaba lanza, por lo que quirites
vino a expresar una clase social y también el nombre de una sección 
del ejército que utilizaba lanza. Con el tiempo prevaleció la primera de­
nominación y la de quirites o caballeros romanos quedó reservada a 
quienes se honraban con ser descendientes de los romanos y de los sa­
binos, que a la postre se unieron definitivamente en un solo pueblo.
24 CAP. 3. LOS SUCESORES DE ROMULO
ANCO MARCIO
Anco Marcio, latino, llega al trono a la muerte de Tulio Hostilio, 
funda el pueblo de Hostia y construye el primer puente para comunicar­
se con el dominio etrusco, 641-616 antes de J. C.
TARQUINO PRISCO
Cuando muere Anco Marcio, el etrusco Tarquino Prisco sube al tro­
no y ejercita una acción sumamente progresista en lo que se refiere a 
la cultura y al urbanismo. Convierte la planicie en el lugar de reunión 
política de la ciudad y le llama Forum, espacio muy parecido al que 
en Grecia llamaban Agora. Edifica un templo en el monte Capitolino, 
dedicado a Júpiter y construye también un canal subterráneo que aún 
existe, llamado Cloaca Máxima, que permite la salida de las aguas del 
Forum, las cuales hasta la construcción de dicho drenaje formaban ex­
tensos pantanos.
En lo que se refiere a la organización política romana, Tarquino con­
servó las tribus, pero introdujo en ellas un número de gens de calidad 
plebeya, a las que dio el nombre de minores gens.
SERVIO TULIO
A la muerte de Tarquino, su yerno Hastarno es proclamado rey y 
cambia su nombre por el de Servio Tulio. (578-534 antes de J. C.)
Al tratar de controlar al pueblo en su totalidad, Servio Tulio hizo 
ingresar a la plebe a la vida política. Para conseguirlo, divide el territo­
rio de Roma en cuatro regiones y, atendiendo al domicilio, los colocó 
en clases según la fortuna de cada uno, cuyo monto debían declarar 
bajo juramento. Formó ciento noventa y tres centurias en atención a 
las obligaciones militares.
Las cuatro tribus organizadas recibieron el nombre de urbanas y 
fueron la del Palatino, la de Sumaga, la del Esquilmo y la del Quirinal. 
También organizó tribus rústicas, que en un principio fueron diecisiete 
y aumentaron después hasta llegar a treinta y una.
SERVIO TULIO 25
Se dice que este rey organizó las clases sociales, que comprendían 
en primer lugar a los caballeros o equites, a quienes repartió en diecio­
cho centurias y cuyo capital o fortuna debía ascender a cien mil ases.
Monedas romanas
El as es una moneda de cobre en cuya composición se incluyen 70 a 
91% de cobre y 6 a 30% de estaño; algunas veces también contenía zinc.
Los romanos fabricaban lingotes de cobre, cuyo peso no era tan 
regular como el de los legítimos. Estos pesaban 2 libras y 2 onzas, mien­
tras que los de bronce pesaban 9 1/2 a 2 1/2 libras (la libra romana pe­
saba 325.45 gramos y se dividía en 12 onzas).
El primer aes signatun consistía en lingotes de bronce de forma cua- 
drangular de 5 libras de peso; para pesos menores era cortado en varias 
partes para utilizarlo como moneda fraccionaria.
Al principio, los aes signatun llevaban en cada cara la figura de un 
toro, un carnero o un cerdo, que recordaba las primeras transacciones 
en las que el valor se refería a una cabeza de ganado.tomada como uni­
dad (pecos) de donde toma su nombre el dinero (pecunia).
Las Leyes Alternia Tarpeia en el año 454 antes de J. C., y las Leyes 
Julia, Papiria y Menella Cestia en el año 430 antes de J. C., fueron nece­
sarias para dotar a Roma de una moneda lenticular de bronce, fundida 
con la efigie de Jano en el anverso y con la proa de un buque en el re­
verso. Fue a esta moneda a la que se le dio el nombre de as, que tenía 
un peso de 12 onzas.
En el año 269 antes de J. C., por la Ley Pabia-Ogulnia apareció la 
moneda de plata; luego, ya con Julio César, surge la moneda de oro.
Organización social romana en 
tiempos de Servio Tulio
A efectos de las clases, el resto dela población fue dividida de acuer­
do con su patrimonio. Si éste llegaba a la suma de 80 000, se pertene­
cía a la segunda clase; 75 000 eran suficientes para la tercera; 50 000 
para la cuarta; 25 000 para la quinta; 11 000 para la sexta, y a la última 
clase, es decir, a la séptima, que sólo tenía hijos que dar al Estado, se 
la eximió de impuestos y de formar parte de las legiones, denominán­
dola proletarii.
A la segunda clase correspondieron ochenta centurias, a la tercera 
veintidós, a la cuarta veinte, a la quinta veintidós y a la sexta treinta. 
Los proletarii formaban sólo una centuria y dentro de cada una de las 
clases existía además un número igual de centurias de los llamados jú ­
niores y seniores, integradas por los ciudadanos de diecisiete a cuarenta
26 CAP. 3. LOS SUCESORES DE RÓMULO
y seis años de edad y de cuarenta y siete a sesenta, respectivamente.
Toda la población estaba representada por centurias en los comicios 
que se celebraban en el Campo de Marte y cuya función exclusiva era la 
deliberación acerca de los asuntos bélicos. La decisión de los comicios 
por centurias requería forzosamente de la sanción senatorial para su va­
lidez. Las resoluciones de los comicios se denominaban Lex Centuriata 
y las de los comicios por curias, Lex Curiata.
La reforma establecida por Servio Tulio, cuyo origen fue eminente­
mente militar, hizo nacer a la vida los censos, los cuales se realizaban 
cada cinco años. A la vez que cerciorarse de las fortunas privadas, te­
nían la pretensión de organizar debidamente todos los aspectos de la 
vida social con base en la economía. A partir de entonces, todos los ha­
bitantes de Roma estuvieron sujetos a las cargas públicas. El traslado o 
trasmisión de la propiedad surgió a la vida política como base del im­
puesto.
Como recuerdo de la obra imperecedera de Servio Tulio se conservó 
una muralla de quince metros de altura, que fue construida para la de­
fensa de la ciudad; además, permaneció la unidad, lograda para el domi­
nio de las siete colonias de Roma y la urbanización considerable que 
llevó a cabo en su beneficio.
Servio Tulio llegó a rey sin ser previamente elegido. Desde niño fue 
educado en palacio, ya fuese hijo de una señora de alta clase, que en 
una de tantas guerras quedó viuda y cautiva, y fuera tomada a su ser­
vicio por la reina Tanaquil, ya fuese fruto de amores de Tarquino con 
una esclava. Cuando Servio Tulio llegó a la mocedad, Tarquino lo casó 
con su hija y siguió teniéndole en palacio. La tradición indica que, con­
jurados los hijos de Anco Marcio contra Tarquino, buscaron y compra­
ron a dos hombres para que lo asesinaran. En tan crítico momento, se 
dice que Tanaquil mandó cerrar las puertas de palacio para que no fuera 
sabida la verdad y llamó a Servio Tulio, a quien le encargó que con el 
atuendo del monarca administrase justicia y simulara hacerlo por dele­
gación del propio Tarquino.
Tanaquil anunció al pueblo que Tarquino estaba herido y que se 
restablecía; mientras tanto había encargado a su yerno, Servio Tulio, 
que lo representara.
Cuando el pueblo se hubo habituado a ver en Servio Tulio personi­
ficado al rey, se anunció que Tarquino había muerto y así, según la tra­
dición, la reina Tanaquil vio coronado su deseo de conservar el trono en 
su familia.
Servio Tulio consultó al pueblo si éste lo quería por rey, por temor 
a las consecuencias provocadas por los rumores esparcidos en su contra: 
él sabía que estaba en posesión del trono sin el consentimiento popular.
Otro aspecto de la tradición señala que Servio Tulio representa la 
invasión y dominación etrusca de Roma; se afirma que Selio Vivenna
LOS COMICIOS CENTURIADOS Y POR TRIBUS 27
salió de Etruria con mucha gente para atacar Roma; que muerto éste le 
sucedió Masterna, hijo de una esclava, quien llegó a vencer y a dominar 
a Roma bajo el nombre de Servio Tulio.
TARQUINO EL SOBERBIO
Tarquino asesinó a su yerno Servio Tulio, asumió el poder y se hizo 
llamar “el Soberbio” , con vanagloria de su origen etrusco. Tarquino hu­
milló a los romanos e hirió la dignidad popular. Se enriqueció exorbi­
tantemente y sin ningún recato llevó al caos y al desquiciamiento a 
Roma. Por un acto delictuoso que se atribuye a su hijo, abandonó el 
trono ante la presión popular que dirigió Collatino, con lo que surge a la 
vida el nuevo régimen.
El nombre de Tarquinius usado por los escritores latinos no tiene 
otra traducción que la de Tarquinio; además, muchos autores suprimen 
la “i” y proponen utilizar Tarquino, aunque el verdadero nombre sea 
Tarquinio.
Tarquino el Soberbio (534-510 antes de J. C.) inició su mandato 
con la violación de las leyes fundamentales del pueblo. Removió la con­
juración, hizo cargos a Servio Tulio, se burló con menosprecio del pue­
blo. Sin embargo, en todo y para todo invocó el respeto a la ley. Una 
vez conseguido su objetivo de asumir el trono, fue el primero en piso­
tear la ley debido a su ambición desenfrenada.
Con la actitud de Tarquino, Roma escarmentó y los pueblos de la 
tierra, desde entonces, comparan la actitud de muchos mandatarios que 
en la historia dejan huellas semejantes, con la del monarca romano.
La tiranía de Tarquino desconoció todo límite; no sólo el pueblo, 
sino también los nobles y el senado constituían un estorbo; las prerro­
gativas de los primeros no se atendieron y el segundo dejó de conocer 
las leyes y de intervenir en las declaraciones de guerra y de paz: todo 
quedó a cargo del dictador. Su arrogancia, lo arbitrario de su actitud y 
la férrea sujeción a su capricho transformaron a la monarquía en una 
forma de gobierno insostenible.
LOS COMICIOS CENTURIADOS
Y LOS COMICIOS POR TRIBUS
Durante un largo periodo, Roma ejerció el poder de forma directa, 
mediante los comicios populares. Las reuniones del pueblo se llamaban 
comicios (comitia) y en virtud de realizarse por curias, se denomina­
ban comicios curiados (<comitia curiata).
La reforma de Servio Tulio originó los comicios centuriados, que
28 CAP. 3. LOS SUCESORES DE RÓMULO
constituyeron al ejército. Por esta razón, las asambleas se celebraban en 
el Campo de Marte.
A él también se debe la organización de los comicios por tribus (con- 
cilium plebis), presididos por un magistrado patricio o un tribuno.
Los comicios centuriados tenían como atribución designar a los ma­
gistrados mayores (curules, pretores, censores y los tributa), a los magis­
trados inferiores y a los miembros de los colegios sacerdotales, en tanto 
que los concilia plebis designaban a los tribunos y a los ediles de la plebe.
El comicio era reunido a solicitud del magistrado y las iniciativas 
o proyectos de ley (rogatio) debían darse a conocer públicamente y 
con una anticipación de 17 días como mínimo. Con frecuencia, pre­
viamente al comicio se celebraban reuniones o asambleas para discutir el 
proyecto. Allí, era casi seguro que los auspicios que tanto influían en 
Roma se presentaran como favorables, a efectos de que posteriormente 
se llevara a cabo la celebración del comicio.
En principio, el sufragio se realizaba de forma oral ante el presiden­
te; con posterioridad fueron utilizadas tablas con inscripciones: las le­
tras “VR” que significaban (Uti Rogas) “como pides” , eran indicadoras 
del voto favorable, en tanto que una simple letra “A” (Antiguo), signifi­
caba voto negativo.
A medida que aumentaba la población de Roma y la de sus domi­
nios, se hizo necesario incrementar el número de curias, que llegaron a 
ser treinta y cinco. Sus nombres fueron:
1. Anienses. 13. Lemonia. 25. Sabatina.
2. Arniensis. 14. Mecia. 26. Scapcia.
3. Claudia. 15. Menenia. 27. Sergia.
4. Collina. 16. Oufentina. 28. Stellatina.
5. Cornelia. 17. Palatina. 29. Suburbana.
6. Crustumina. 18. Papiria. 30. Terentina.
7. Emilia. 19. Pollia. 31. Tromentina.
8. Esquilma. 20. Pomptina. 32. Veintina.
9. Fabia. 21. Publilia. 33. Velina.
10. Falerina. 22. Pupinia. 34. Vetaría.
11. Galería. 23. Quirina. 35. Voltinia.
12. Horatia. 24. Romilia.
4
La República
El suicidio de Lucrecia,motivado por el ultraje que le causó el hijo 
de Tarquino el Soberbio, provocó una sublevación popular, bajo el man­
do de Lucio Junio, apodado “Bruto” , auxiliado por Collatino, que hizo 
posible expulsar a Tarquino el Soberbio de Roma (509 antes de J. C.). 
Con la caída del último rey, en apoyo de la asamblea popular, el senado 
romano resolvió que dos cónsules reemplázaran al gobierno monárquico 
y que ejercieran el cargo por el término de un año.
Aparecen así elegidos para regir a Roma en el nuevo gobierno, Lu­
cio Tarquino Collatino y Lucio Junio.
Los dos cónsules, magistrados que ejercitaban la función civil roma­
na con el nombre de Judex Praetor, se reservaron el imperium. Cónsul 
significaba consulere (deliberar). Ambos se repartían alternativamente 
las funciones civil y militar, a la vez que uno reprimía la actitud del 
otro, al hacer que las resoluciones se dictaran de manera conjunta.
Los nombres de los cónsules eran insaculados de una lista de patri­
cios confeccionada por los senadores; en su persona resumían todas las 
potestades que en la monarquía habían asumido los reyes, menos una: 
la religiosa.
Por lo tanto, a ellos estaba encomendado presidir el senado y los 
comicios, convocar a estos últimos a efecto de formular ante ellos las 
“rogaciones” o proyectos de ley.
Todos los casos judiciales eran fallados en última instancia por los 
cónsules; al término de su función —es decir, al año— si no eran reele­
gidos, tenían derecho a ingresar en el senado.
Sus familiares formaban una clase llamada optimates, palabra que 
significa “los mejores” , que todos los patricios reconocían.
El lo . de enero de cada año eran investidos con el poder ya citado 
por la ley denominada Lex Curiata de Imperium, consistente en recibir
29
30 CAP. 4. LA REPÚBLICA
de las curias todo el poder que se les otorgaba y que les permitía actuar 
sin sujeciones.
El conjunto de atribuciones que poseían los hacían gozar del privi­
legio llamado “curul” , cuyo origen se remonta a la monarquía y que 
consistía en el derecho de ocupar una silla especial que recibía el nom­
bre de “curul” . La silla curul es una silla de marfil en donde ellos se 
sentaban. En sentido figurado, se trata de la silla que ocupa la persona 
que ejerce una elevada magistratura o dignidad.
Un cónsul desempeñaba el cargo de judex, por lo que recibía tam­
bién el nombre de togatus o dom i. Iba precedido siempre en sus funcio­
nes por 12 lictores que portaban una varilla cuyas fasces no llevaban 
hachas —símbolo de la autoridad sobre la vida— ya que dentro de los 
límites que circunscribían a la ciudad nunca podría darse muerte a un 
ciudadano sin que antes éste pudiera recurrir en apelación ante la Asam­
blea Popular, conocida esta acción como Provocado ad Populum. Cabe 
aclarar que el lictor, entre los romanos, era un ministro de justicia, que 
precedía con las fasces a los cónsules y a otros magistrados.
Como insignia llevaba, además, un- cordón llamado licium o limus y 
entraba a una corporación repartida en decurias. La costumbre de hacer­
se preceder por lictores se tomó de la Etruria y su nombre provino de la 
costumbre de atar las manos y los pies a los reos {ligare) antes de azotar­
los o golpearlos con las varas. Los reyes, cónsules, dictadores, decenvi- 
ros, pretores y otras personas de autoridad, iban precedidos por varios 
lictores que debían caminar en hilera, uno detrás de otro. Las Vestales 
y los Flámines tenían derecho de ir acompañados por uno. Cada curia 
tenía su lictor y los comicios acabaron por ser representados por 30 
lictores. El oficio de éstos consistía en abrir el camino al magistrado
o funcionario a quien precedían, con la frase Cedite Quirites Cónsul 
Velpreator Venit (ceded el paso, quirites, al cónsul, al pretor que viene).
Los lictores también cuidaban de que se le rindiesen al magistrado 
los honores propios de su rango y de llamar con la vara que portaba a 
la puerta de la casa a que el magistrado se dirigía. Se colocaban tam­
bién delante o enfrente del tribunal. Montaban guardia en la puerta de 
las casas de los magistrados y ejecutaban sus mandatos.
En cambio, el cónsul a cuyo cargo se encontraban las funciones mi­
litares, también llamado preator o armatur iba revestido del paluda- 
m entum (manto púrpura bordado con oro, que usaban en campaña los 
emperadores y caudillos romanos). Y los lictores que lo precedían agre­
gaban a las fasces el hacha, símbolo de la autoridad militar.
Ambos cónsules, cuyas magistraturas representaban dos aspectos, 
hacían que su jurisdicción recibiera el nombre de provincias, cuya signi­
ficación se refiere a la división administrativa.
Al tratar de impedir que los cónsules absorbieran el poder político 
—ya que en ocasiones eran reelegidos— el senado limitó sus atribuciones
LA REPÚBLICA 31
y se reservó el derecho de examinar las rogationes; es decir, las iniciati­
vas que los cónsules podían presentar ante los comicios, para fiscalizar 
de esta forma la iniciativa consular.
Poco tiempo después, el senado creó una magistratura llamada cuaes- 
tor, encargada de estudiar y aprobar en su caso todo lo relacionado con 
el aerarium, tesoro público cuya administración correspondía a los cón­
sules.
Asimismo, con el objeto de controlar - o mejor dicho de supeditar 
a los cónsules a la autoridad senatorial— el senado absorbió la facultad 
de otorgar títulos y honores a los cónsules cuando dirigían las campañas 
militares, mediante la organización de una ceremonia pública de carác­
ter militar que denominaron triumphom. Para congratularse con ellos, el 
senado dispuso que sólo los patricios podrían aspirar al consulado, para
lo que declaró fuera de la ley a cualquier plebeyo que aspirara al cargo 
al presentar su candidatura y, a la vez, supeditar al capricho senatorial la 
autoridad de los cónsules. De esta manera, el senado dictó una disposi­
ción consistente en aplicar la pena de muerte a todo aquel ciudadano 
que los suplantare.
Con este movimiento político, la autoridad de los patricii regresó al 
grupo aristocrático amenazado por la intervención de la plebe. De esta 
manera la autoridad retorna al senado. Los comicios se convocan ahora 
por curias y no por centurias.
El estado de agitación política y la constante expansión romana 
hizo ver al senado que cuando el peligro amenazara se haría necesaria 
una magistratura que pudiera dirigir las actividades todas. Así se creó la 
dictadura, institución que luego veremos más detalladamente.
Por otra parte, los comitia curiata se establecen decretando la sepa­
ración del poder religioso (sacerdotium) y del poder civil (imperium), 
con el objeto de evitar que todos los oponentes políticos dieran al acto 
aspecto de sacrilegio o, de otra manera, para asegurar que los nuevos 
magistrados actuaran sin escrúpulos de esa naturaleza.
Las funciones de sumo pontífice que desempeñaba el rey se con­
firieron a un sacerdote que designaron sus compañeros del Colegio Re­
ligioso. En lo político, este pontífice máximo —que era el jefe de la 
religión— en ciertos y determinados asuntos del orden civil sólo podía 
emitir su opinión y presidir las asambleas por curias, sin tener derecho 
a votar.
Para la inspección de los cultos privados de cada gens se designaba 
un sacerdote (rey sacrorum) de menor jerarquía a la del sumo pontífice.
Para la declaración de guerra y la firma de las alianzas entre los pue­
blos, se estableció un cuerpo religioso compuesto de veinte miembros, 
llamado Colegio de los Feciales, que tenía derecho de asistir a las reu­
niones del senado, pero sin poder votar.
Además del Colegio de los Feciales, hubo otro denominado Sacri-
32 CAP. 4. LA REPUBLICA
faciendis, el cual tenía como atribuciones la de estudiar los cultos de 
los extranjeros antes de permitirles su estancia en la ciudad e interpre­
tar los libros civiles. Los miembros de estos cuerpos, con excepción de 
las Vestales y de los augures, desempeñaban cargos públicos, pero eran 
escogidos de entre los patricios.
5
La DictaduraEsta institución (458 antes de J. C.) hizo desaparecer todos los po­
deres, en tanto un dictador asume el poder por espacio de 6 meses, tiem­
po considerado entonces por el Estado romano como suficiente para 
terminar cualquier campaña militar, dirigir la guerra, aplacar una revuel­
ta, extinguir una conspiración o consolidar la fuerza del Estado. El 
establecimiento de la dictadura constituía una suspensión de atribucio­
nes: todos los poderes y las funciones de los magistrados cesaban, no 
tenían validez los derechos privados; todo quedaba suspendido mientras 
la emergencia prevaleciera.
Durante su gestión, el dictador era el único que tenía derecho a con­
vocar las asambleas y nombrar jefe que representara su autoridad en caso 
de abandonar la ciudad. Este recibía el nombre dq Magister Equitum y 
también tenía derecho de ir precedido por lictores, en número de 24.
Al término de su cargo, el dictador no incurría en responsabilidad 
alguna - a diferencia de los cónsules— y ninguna acción podía seguirse 
en su contra. Sólo el manejo del tesoro público escapaba a su poder, ya 
que estaba reservado al senado.
TRIBUNOS DE LA PLEBE
La situación de los plebeyos fue em peorando; por una parte, son ex­
cluidos de las magistraturas; por la otra, agobiados por las constantes 
guerras, se ven obligados a pedir dinero prestado a los patricios y a los 
plebeyos ricos.
Los intereses usurarios aumentaban sus deudas de forma desmedida 
y, ante la imposibilidad de pagar, sufrieron los rigores del derecho pri­
mitivo, que autorizaba la prisión del deudor en casa del acreedor, donde 
era tratado como esclavo.
33
34 CAP. 5. LA DICTADURA
Ante esta situación, según algunos historiadores, la plebe se retira al 
Monte Aventino. Preocupado por la retirada de los plebeyos, el senado 
envía al senador Menenio Agripa, a efecto de convencer a los rebeldes a 
que depongan su actitud.
Lo cierto es que la plebe consigue la creación de una magistratura: 
tribuni plebis, mediante la cual podía vetar las decisiones del senado y 
aun las de los mismos cónsules.
En el aspecto criminal, haciendo uso de las facultades que le habían 
sido otorgadas, el tribuno de la plebe las esgrimía llamándolas apellatio, 
muy semejante a la provocado, que el particular lograba llevar para que 
fuera fallado ante un tribunal nombrado por el pueblo.
Cuando la plebe comprobó que los comicios centuriados no otorga­
ban ninguna garantía, a partir de la división hecha por Servio Tulio, im­
puso la costumbre de llevar a cabo reuniones por cada una de las tribus, 
a las que dieron el nombre de concilia plebis, con el objeto de conocer 
todos aquellos casos en apelación presentados ante los tribunales.
Más tarde, los concilia plebis tuvieron como facultades la elección 
de los tribunos y la de dictar la Ley Valeria Horatia (año 449 antes de 
J. C.) Dicha Ley daba pleno efecto a un compromiso entre patricios y 
plebeyos, por el cual los acuerdos de las comitia tributa obligaban a 
todo el pueblo. Sus resoluciones, que tuvieron fuerza legislativa y valor 
legal, fueron llamadas plebiscitos y estuvieron sometidas a la autoridad 
del senado. Tiempo después, sólo se exigía que antes de adoptarlas se 
comunicara al senado, pero la Lex Hortensia (286 antes de J. C.), dio 
efecto y validez a los plebiscitos, sin el concurso del senado. Además, 
reconoció los concilios por tribus de la plebe y suprimió la formalidad.
ASIMILACIÓN PATRICIO-PLEBEYA
El aumento de los pobladores plebeyos los fortaleció y, por lo tanto, 
la preponderancia que llegaron a tener fue real; el voto en esta clase de 
comicios expresaba la unidad de la tribu y se manifestaba en primer lugar.
No existía ya diferencia alguna entre los miembros del senado, a no 
ser las facultades o atribuciones que, en relación con la religión, conser­
varon los patricios. El encargado de presidir las deliberaciones en el se­
nado — que tenía la prerrogativa de opinar antes que nadie en é l— debía 
ser elegido solamente entre los paterfamilias, patricios de origen, y esto 
en atención a que los ritos religiosos no encontraban compatibilidad 
con la calidad de los plebeyos.
La plebe pugnaba por la igualdad religiosa y civil; su aspiración la 
llevaba a la adquisición del poder público mediante el hecho de escalar 
magistraturas. Debido a la fuerza de los plebeyos, los patricios perdían 
cada vez más el poder que detentaban desde la fundación de Roma. Sus
ASIMILACIÓN PATRICIO-PLEBEYA 35
comicios curiados y centuriados sólo quedaban como recuerdo; ahora 
estaban representados únicamente por treinta lictores.
La plebe, constantemente agitada, se encontraba en un estado de in­
quietud provocado por los nuevos ricos de su clase. Por convicción o 
por demagogia, los tribunos facilitaban la adquisición de prerrogativas a 
su favor, en contra de los patricios, que oponían sistemática resistencia.
Ley de las XII tablas
6
Uno de los mayores éxitos de la plebe fue lograr la creación de las 
XII tablas.
Cuenta la leyenda que el tribuno Terentilio Arsa pide en 462 antes 
de J. C. la redacción de una ley que rigiera igualmente para patricios y 
plebeyos.
Ocho años después, en 454, son enviados tres patricios (una comi­
sión) a las ciudades griegas de Italia meridional, donde las leyes de So­
lón y Licurgo estaban aún en vigor.
fAl regreso de esta legación —que se dice llega hasta Atenas— se sus­
penden las magistraturas y todos los poderes son confiados a diez patri­
cios, los decenviri, elegidos en los comicios por centurias, que son los 
encargados de elaborar la ley.
Al cabo de un año, estos decenviri publican sus trabajos escritos so­
bre diez tablas (de bronce o de madera) y reciben el voto aprobatorio 
de los comicios por centurias. Posteriormente y por haber parecido in­
suficiente, se eligen otros decenviros, esta vez cinco patricios y cinco 
plebeyos, que presentan dos tablas adicionales, que fueron aprobadas.
CONTENIDO DE LAS XH TABLAS
Según los fragmentos que quedan de los comentarios de Gayo, éste 
es el orden generalmente adoptado:
I De la citación ajuicio.
II De los juicios.
III De los créditos.
IV De la potestad paterna.
36
CONTENIDO DE LAS XII TABLAS 37
V De las herencias y tutelas.
VI Del dominio y la posesión.
VII De los derechos sobre edificios y heredades. 
VIII De los delitos.
IX Del derecho público.
X Del derecho sagrado.
XI y XII Complementar a las diez primeras.
Las XII tablas según fragmentos de Gayo
Conocemos el contenido de las XII tablas a través de fragmentos y 
comentarios, entre ellos los de Gayo, que legó a la posteridad estudios 
de los que se desprende que la primera y segunda tablas contenían todo 
lo relacionado con “ la organización judicial y el procedimiento indispen­
sable” . La tercera contenía “ lo relativo al procedimiento de ejecución 
contra los deudores insolventes” , mientras la cuarta regulaba la institu­
ción “de la patria potestad” . La quinta tabla se refiere al tema “de las 
sucesiones” ; la sexta trata “de la propiedad” ; la séptima, “de las servi­
dumbres” ; la octava tabla con lo “de los delitos” ; la novena trata “del 
derecho público” , en tanto la décima se refiere al tema “del derecho 
sagrado”.
Las dos últimas tablas contenían disposiciones complementarias de 
las 10 anteriores.
Los fragmentos de dichas leyes que han llegado hasta nosotros son 
los siguientes:
Fragmentos de las leyes de las XII tablas 
Tabla I
El que sea llamado a juicio, vaya al instante.
Si no quiere ir, tome testigos y preséntelo.
Si con astucia trata de escaparse, puede sujetarle.
Si no pudiese ir por enfermedad o por anciano, súbale en un borrico; y aunque se 
resistiese, no le dé mejor carruaje.
Si alguno saliese fiador por él, suéltesele.
Rico ha de ser el fiador de un rico; de un pobre, cualquiera.
Si por el camino se aviniesen, sea esto válido.
No aviniéndose, se presentarán en el comicio o en el foro, y antes de medio día, 
perorando ambos, comenzarán el pleito.
Y se acabará al ponerse el sol.
38
Tabla II
Se les cita para cierto día,y si por enfermedad, voto, ausencia por causa de la repú­
blica, o por obsequiar a un huésped, tanto del juez árbitro como del reo, no 
pudiese éste asistir, se difiere el juicio.
El que quisiere denunciar a un testigo, ha de presentarse tres veces en el decurso de 
veintisiete días en su casa.
Si alguno matare al que roba de noche, sea bien muerto.
Si se cometiese el hurto de día y se le aprehendiese en el mismo acto, azótesele y re­
dúzcase a esclavitud de aquel a quien robó.
Si fuere esclavo, sea azotado y despeñado.
Si impúber, azótesele a arbitrio del pretor, y satisfaga el daño causado.
Si el ladrón se defendiese con armas, puede ser muerto, gritando antes, para que 
vengan testigos.
El hurto encontrado per lancem etlicium sea castigado lo mismo que el manifiesto.
El no manifiesto castigúese con el doble.
El que cortare sin derecho alguno los árboles ajenos, pague la multa de veinticinco 
ases por cada uno.
No se persiga al ladrón, cuando se haya convenido con el robado.
Las cosas furtivas no se prescriben nunca.
Tabla III
El depositario que dolosamente malversare el depósito, pague el daño doblado.
El que exigiere más usura que la onza mensual por cada cien ases, satisfaga el cuá- 
druplo.
Los extranjeros no pueden adquirir por usucapión.
Al que confesare la deuda o fuere condenado por sentencia judicial, se le dan treinta 
días de término para pagar.
Transcurridos, se le podrá prender y llevarle ajuicio.
Si no pagare lo juzgado ni lo hiciera otro por él, tiene derecho el acreedor de ponerle 
preso en su casa y cargarle de cadenas y grillos, con tal que no excedan del peso 
de quince libras; mas el poder aligerarle queda a su arbitrio.
El deudor así preso, viva de lo suyo, si puede; si no, el acreedor que lo tiene en pri­
sión le dará una libra de pan por cada día: si quiere le dará más.
Si no convinieran en otra cosa, tiene el acreedor derecho de retenerle preso hasta se­
senta días, durante los cuales, por espacio de veintisiete seguidos (o por tres 
ferias), será llevado al pretor en los comicios y allí se pregonará la cantidad en 
que ha sido condenado.
Siendo muchos los acreedores hagan a los veintisiete días su cuerpo a pedazos. Si 
éstos fueren más o menos, háganlo sin fraude; y si quieren, vayan a venderle le­
jos, a la otra parte del Tíber.
Tabla IV
Mate el padre al momento al hijo que le naciere monstruoso.
Sobre los hijos legítimos tenga el derecho de vida y muerte y la facultad de venderles.
CONTENIDO DE LAS XII TABLAS 39
Si el padre vendiese tres veces al hijo, quede éste libre respecto de aquél.
Es legítimo el postumo nacido a los diez meses de muerto el padre.
Tabla V
La disposición del padre de familia sobre su patrimonio y la tutela de sus hijos sea 
tenida como ley.
Si muere intestado quien no tiene herederos suyos, herédele el agnado más próxi­
mo, y si agnados no tuviese tampoco, sucédanle los gentiles.
Si el liberto muriese intestado y sin herederos suyos" y le sobreviviese el patrón o los 
hijos de éste, los bienes de la familia del liberto pasen a la del patrón.
Las obligaciones y créditos de la herencia se entienden divididos ipso jure entre los 
herederos por partes hereditarias.
Los demás bienes no se entiendan así: si place a los herederos podrán dividirse, 
nombrando el pretor tres jueces árbitros para verificar las divisiones.
Si el padre de familia muere intestado y deja por heredero a un hijo impúber, pase 
su tutela al agnado más próximo.
Póngase a cargo de los agnados y gentiles la persona y bienes del furioso o pródigo 
que no tengan guardador.
Tabla V I
El propietario que obliga sus cosas o las vende, debe estar tenido a cuanto expresare.
Caso de engañar, condénesele con el doble.
El esclavo que por testamento adquiere la libertad, habiendo dado por ella alguna 
cosa, si fuese vendido luego, sea libre de darlo al comprador.
La cosa vendida y entregada no puede adquirirla el que compró hasta que quede sa­
tisfecho el vendedor.
El término de la usucapión de un fundo es el de dos años. Uno sólo es suficiente 
para las demás cosas.
La mujer que viviese con su marido por espacio de un año, sin separarse de su lado 
por tres meses, caerá en su dominio por la usucapión. Si dos litigasen, decidirá 
interinamente el pretor según quien posea.
Mas cuando se trate sobre una causa de libertad, lo hará siempre a favor de ésta.
Cualquiera materia unida a los edificios o a las viñas, ni se reivindique, ni se separe.
Pero al que la unió, condénesele con el doble.
Mientras se encuentre separada, será lícito vindicarla.
Si trata el marido de repudiar a su mujer, tiene que probar una de las siguientes causas. 
Tabla V II
Si el cuadrúpedo causa daño, ofrezca su dueño la estimación, si no quiere hacerlo, 
entregue al cuadrúpedo a quien sufrió el detrimento.
Quien perjudicare sin derecho o por casualidad, esté tenido al resarcimiento del 
daño.
40 CAP. 6. LEY DE LAS XII TABLAS
El que trasladase o arrancase la mies ajena por encantamiento, está también obligado.
El que ocultamente y de noche segase o cortase las mieses cultivadas, será colgado y 
muerto en honor de Ceres.
Si el agresor es impúber, azotado a arbitrio del pretor, pagando doblado el daño que 
causó.
Quien introdujese su ganado a apacentar en mies ajena...
Quien incendiase dolosamente y a sabiendas el edificio o el acervo de trigo colocado 
junto al edificio, será azotado, muerto y quemado.
Pero si lo hiciere por negligencia, resarza únicamente el daño.
Siendo pobre, impóngasele un castigo más ligero.
Si alguno injuriase a otro, veinticinco ases formen la pena establecida contra él.
Si le difamase públicamente, si le asestara un libelo injurioso o infamatorio, sea 
apaleado.
La fractura de un miembro, a no medir convenio, castigúese con el talión.
El que arrancase un diente o muela a un hombre libre, pagará en pena trescientos 
ases; el que a un esclavo, pagará ciento cincuenta.
El que, rogado para ser testigo o para tener la balanza, faltase a la verdad, queda in­
fame e imposibilitado para lo sucesivo, tanto en dar como en pedir testimonio.
Sea despeñado quien levantare falso testimonio.
Quien dolosamente diere muerte a un hombre libre.
Quien le encantase o le matase con veneno, sea castigado con pena capital.
El matador de uno de sus padres, el parricida, sea echado al río, cubierta la cabeza y 
cosido dentro de un pellejo.
Al tutor que proceda con dolo malo, cualquiera puede acusarle como sospechoso: 
concluida la tutela, pague doblado cuanto tratare de hurtar.
El patrono que engañase a su cliente, sea execrable.
Tabla VIII
Entre edificio y edificio se ha de dejar la distancia de dos pies y medio.
Se permite pactar entre sí a voluntad los árbitros colegas, siempre que no sea en 
contra de las leyes.
Acerca de los linderos, es incierta la ley, a ejemplo de la ática de Solón.
El espacio de cinco pies que media entre los campos no puede usucapirse.
Si litigan vecinos sobre división de términos, señalará el pretor tres jueces árbitros 
que diriman la controversia.
................hortus.....................
..............heredium.....................
.............. tugurium...........
Si el árbol cayese sobre el campo vecino, córtesele sus ramas hasta los quince pies de 
altura.
Si produjera frutos de cualquier género, podrá cogerlos el dueño de éste.
Si perjudicare el agua de la lluvia en virtud de alguna maniobra, nombrará el pretor 
tres árbitros para remover este obstáculo y hará pagar al dueño los daños que se 
hubieren ocasionado.
CONTENIDO DE LAS XII TABLAS 41
El camino, siendo recto, tendrá ocho pies; si es tortuoso, dieciséis.
Si los dueños de los campos porque pasa el camino le tuvieron sin limpiar o embara­
zado, se guiarán las caballerías por donde acomode.
Tabla IX
No se concedan privilegios.
Una vez disuelto el lazo, sean iguales el que guardó constantemente fidelidad y el 
agradecido.
Del juez o del árbitro judicial que reciben dinero por la sentencia, sea la pena de 
muerte la condena.
No se imponga al ciudadano la pena capital, sinoúnicamente en los comicios mayo­
res o centuriados.
Son de nombramiento del pueblo los cuestores parricidios que entienden en las cau­
sas capitales.
El que en la ciudad promoviese reuniones nocturnas, pague con la vida.
Sufra igual pena quien promoviese sediciones o entregase los ciudadanos a los fac­
ciosos.
Tabla X
.......... del juram ento...............
No se entierren ni quemen los difuntos en la ciudad.
Se prohíben los funerales y lutos suntuosos.
Esto se permite y nada más.
Las maderas de la hoguera en que se quema el cadáver no sean lisas ni pulidas.
Con tres lazos de púrpura, diez trompetas se permite sacar al difunto.
Las mujeres no se arañen o despedacen, ni den tampoco gemidos en los funerales.
Al difunto no se le corte ningún miembro con el objeto de reiterar los funerales: sólo 
es permitido cuando hubiese muerto lejos o en la guerra.
No sean ungidos los cadáveres de los esclavos, ni se haga convite alguno en las exe­
quias.
Con los difuntos no se empleen dispendiosos rocíos.
Ni haya muchas coronas, ni en las aras se quemen muchos inciensos ni perfumes.
Al que hubiese ganado alguna corona en los juegos públicos, puede servirle de ala­
banza por su medio, por el de sus esclavos, o el de sus caballeros: y de esta 
manera la podrán llevar él y sus parientes, tanto en los nueve días en que el ca­
dáver permanezca en la casa, como cuando sea trasladado fuera.
A uno mismo no se le pueden hacer muchos funerales, ni muchos lechos.
No intervenga el oro; mas en cuanto sirva para sostener alguno los dientes, lícita­
mente podrá ser enterrado o quemado con esta parte.
Contra la voluntad del dueño, no se ponga la hoguera o el túmulo más inmediato al 
edificio ajeno que a sesenta pies.
Ni el sepulcro, ni su vestíbulo pueden usucapirse.
42
Tabla XI
Sea válido lo que mande el pueblo posteriormente.
Los patricios no pueden casarse con los plebeyos.
Tabla XII
. . . . acerca de la prenda..........
Si dedicase alguno a los dioses la cosa sobre que se está litigando, pague con el doblo. 
Si hubiera conseguido uno la posesión con mala fe, nombrará el pretor tres jueces 
árbitros para el pleito y éstos le condenarán al valor doblado de los frutos.
Si el esclavo a ciencia y conocimiento del dueño cometiese un hurto, o causase un 
daño, sea entregado en noxa al perjudicado.
Otra versión de las XII tablas
Primera tabla
De la citación a juicio
1. Si alguno llama a otro ante el magistrado, y éste se resiste a ir, busque el deman­
dante testigos y deténgalo.
2. Si el llamado procura demorar la presentación o escapar apodérese de su persona.
3. Si alguna enfermedad o los muchos años sirven de impedimento al llamado, su­
minístrele el que le llama un medio de transporte, no estando obligado a darle 
un carro cubierto.
4. Por un rico, sólo otro rico puede ser fiador o responsable; por un proletario pue­
de serlo cualquiera.
5. Si se avienen, termínese la contienda.
6. Si no se avienen, conozca el magistrado de la causa antes del mediodía, en el co­
mido o en el foro, estando presentes los dos litigantes.
7. Después del mediodía adjudique el magistrado a la parte presente la cosa o el de­
recho objeto del pleito (o tal vez déle la acción y abra la instancia ante un juez, 
si ha de lugar a ello).
8. Al ponerse el sol terminen los procedimientos.
Segunda tabla 
De los juicios
Una enfermedad grave, el haber fijado día con un extranjero, si alguno de estos mo­
tivos asistiere al juez, al árbitro o una de las partes, difiérase el día.
El que reclame el testimonio de otra, preséntese delante de su casa a llamarlo en alta 
voz para el tercer día de mercado (es decir, con veintisiete días de plazo, pues 
el mercado se celebra cada nueve).
43
Tercera tabla 
De los créditos
1. Para el pago de una deuda confesada o de una condenación jurídica, dense al 
deudor treinta días de plazo.
2. Pasado el cual, puede darse contra él la acción de ley para la ejecución forzosa y 
llévesele ante el magistrado.
3. Entonces, a no ser que pague o que alguno se presente como fiador o responsa­
ble, llévelo el acreedor a su casa y póngale cadenas o correas o hierros en los pies, 
que no pesen más de quince libras, pero si menos, a su arbitrio. (El texto hace 
dudar si es un máximum o un mínimum el que se fija.)
4. Viva a su costa, si él quiere; si no, déle el acreedor que lo tiene encadenado una 
libra de harina cada día, o más si quisiere.
5. Pasada la tercera novena, divídanlo en pedazos; si cortan porciones más o menos 
grandes, no haya en eso un fraude.
6. Contra el extranjero haya autoridad perpetua. (Es decir, que nunca puede ad­
quirir por prescripción una cosa que pertenece a un ciudadano romano.)
Cuarta tabla
De la patria potestad
Si el padre vendiere tres veces al hijo, quede éste libre del poder paterno.
Quinta tabla
De las herencias y tutelas
Lo que se disponga en testamento sobre los bienes o tutela de los suyos, llévese a 
efecto.
Si muere intestado, sin herederos suyos, tome la herencia al agnado más próximo. 
Si no hubiese varones, sea heredero el gentil.
El cuidado de la persona y bienes del loco que no tuviese curador, toca a sus parien­
tes varones, y en su efecto a los gentiles.
De esta familia... a aquella familia. (Disposición que confiere al patrono la heren­
cia del liberto que fallece sin heredero suyo o forzoso.)
Sexta tabla
Del dominio y de la posesión
Cuando alguno cumpliere la solemnidad del nexum y del mancipium, sean ley las 
palabras que pronuncie.
Si hay combate judicial ficticio entre dos personas ante el magistrado, dé el magistra­
do la posesión provisional al que se encuentre de hecho en posesión de la cosa. 
El madero empleado en un edificio o unido a la vid, no se arrancará (y por tanto el 
dueño no puede reivindicarlos).
44 CAP. 6. LEY DE LAS XII TABLAS
Mas si los materiales llegan a separarse, y mientras lo estuvieren... (podrá el dueño 
reivindicarlos).
Séptima tabla
Derechos sobre edificios y heredades
Huerto... heredad... casa de campo. Si hay desacuerdo entre ellos... (Acaso dis­
ponía que si se disputa sobre límites, el magistrado debe dar a las partes tres 
árbitros para que decidan.)
Preserven la vía; y si no estuviese señalado, guíese el carro por donde se quiera.
Si el agua pluvial ocasiona daño... (El propietario cuya finca se veía amenazada de 
recibir daño de las aguas pluviales a consecuencia de algún trabajo artificial o 
de algún acueducto, tenía derecho a pedir que se le garantizase contra ese per­
juicio.)
Octava tabla 
De los delitos
El que rompe a otro un miembro y no se aviene con él, sufrirá la pena del talión.
Si con la mano o con un palo le rompiese algún hueso, siendo a hombre libre pagará 
300 ases, 50 siendo a esclavo.
La injuria se castiga con la pena de 25 ases.
Por el daño causado injustamente... (como no sea por accidente fortuito), condéne­
se a la reparación.
El que con encantamiento desmejore las cosechas, o las traslade de un campo a o tro ...
Si robando alguno de noche fuere muerto, lo será conforme a derecho. (El robo 
lance licioque conceptum era el descubierto por medio de un hombre que en­
traba desnudo en el sitio donde se suponía estaba la cosa hurtada, con sólo una 
faja por respeto a la decencia, y llevando en la mano un plato, cuyo verdadero 
objeto no se conoce. El robo conceptum era el delito de aquel en cuyo poder 
se había hallado la cosa hurtada; y el robo oblatum el del que llevaba a otra 
casa la cosa robada, para que se encontrase en ella y no en la suya.)
Si se entabla acción por hurto no manifiesto (la pena del ladrón será el duplo).
El patrono que defraudó a su cliente, sea sacrificado a los dioses.
El que ha sido testigo en un acto, o sostenido en él la balanza, si se niega a testificar 
acerca de él, sea declarado infame, incapaz de dar testimonio, e indigno de que 
se dé por él.
El que haya ligado a alguno con palabras de encantamiento, o dádole veneno (sufra 
la pena capital).
Novena tabla
No se traduce nada de esta tabla, por no haber en ella texto latino.
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Otros materiales