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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE HISTORIA VICENTE FERRER Y EL CISMA DE OCCIDENTE: UN ANÁLISIS DE LA PREDICACIÓN EN CASTILLA TESIS QUE PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIADO EN HISTORIA PRESENTA: FERNANDO LÓPEZ SOLÍS ASESOR: DR. MARTÍN RÍOS SALOMA CIUDAD UNIVERSITARIA, CD. MX. SEPTIEMBRE, 2016 INDICE Introducción……………………………….………………………...………...1 Capítulo I. Vicente Ferrer: tratadista y predicador itinerante en tiempos de crisis……………........................................................................................8 I.1 Europa Occidental entorno al siglo XV: transformaciones sociales y económicas en la Baja Edad Media………………………………...………..10 I.2 El Cisma de Occidente: crisis y fractura de la Iglesia ……………………………………..………….…………………………..…14 I.3 La Península Ibérica y el problema converso en los albores del siglo XV ……………………………………………………..…………………………21 I.3.1 La Corona de Aragón, siglos XIV y XV.…………...….…….................21 I.3.2 La Corona de Castilla, siglos XIV y XV...…….……………………….24 I.4 Vicente Ferrer y la Orden de los Predicadores.………………..…………26 Capítulo 2. La base doctrinal del pensamiento de Vicente Ferrer…………………….………………...……………………………......32 II.1 El Tratado del Cisma Moderno…………..……...……….....…………...33 II.2 El Tratado de la vida espiritual………………………..…...…...……….40 Capítulo 3. La práctica de la predicación vicentina: el ejemplo de la campaña castellana.………………………………………………………...46 III.1 El itinerario apostólico de Vicente Ferrer……………………………....46 III.2 La predicación de Vicente Ferrer: la eficacia de la palabra………………………………………………………………………..54 III.3 El registro de la predicación: las reportationes de la campaña castellana……………….…...…………………………………………......…62 Capítulo 4. La Predicación Castellana de Vicente Ferrer: análisis de las reportationes……………………………………...…………………..……...67 Conclusiones………………………………………………...…………….....97 Fuentes y bibliografía……………………………………………………….106 E agora yo soy el enbiado espeçialment por este caso, para vos denunçiar e publicar la venida del Antichristo e la fin del mundo e para vos apreçibir dello. (Vicente Ferrer, Sermón predicado en Salamanca) 1 Introducción Vicente Ferrer (1350-1418) fue un predicador y teólogo nacido en Valencia. Se formó dentro de la Orden de Predicadores, es recordado por haber sido colaborador en las Cortes de Castilla, Aragón y del papado en Aviñón, también por los viajes que realizó en gran parte de Europa occidental, por su pensamiento apocalíptico, los sermones y el proselitismo que realizó para la conversión de los judíos en la península Ibérica y su participación en el Compromiso de Caspe, donde se eligió a Fernando de Antequera para ocupar el vacante trono de Aragón. Mucho se ha escrito sobre la predicación del santo valenciano, por lo que es conveniente que se ofrezcan algunos antecedentes con respecto a los estudios que se han hecho sobre el mencionado personaje. La primera biografía que se conoce fue la que elaboró el siciliano fray Pedro Ranzano, después obispo de Lucera, en 1456. Posteriormente Juan Antonio Flaminio, en 1529 añade, a sus Vitae Patrum inclyti Ordinis Praedicatorum1 una breve semblanza de nuestro santo. En Valencia, la primera biografía de san Vicente Ferrer fue la del padre Vicente Justiniano Antist,2 elaborada a principios del siglo XVI. A partir de entonces se multiplicaron los trabajos en torno a San Vicente Ferrer, sobre todo en Valencia.3 Respecto al ámbito de la biografía del santo tenemos las aportaciones de Andrés Ferrer de Valdecebro,4 H. D. Fages,5 José Sanchís y Sivera,6 entre otros. Existe también una 1 Impresa originalmente en Bolonia. Biografía y escritos de San Vicente Ferrer, dir. e intro. de José M. de Garganta y Vicente Forcada, Madrid, La editorial católica, 1956, p. 89. 2V. Justiniano Antist, La vida e historia del apostólico predicador Sant Vicente Ferrer, valenciano, de la Orden de Santo Domingo, Valencia, Pedro Huete, 1575, 477 p. 3 Ver bibliografía de José M. de Garganta y Vicente Forcada, óp. cit. 4 Andrés Ferrer de Valdelabro, Historia del segundo Pablo, apóstol de Valencia, San Vicente Ferrer, Madrid, Manuel de Sancha Martín, 1781, 254 p. 5 H. Fages, Historie de Sant Vincent Ferrier, Apóstre de l’Europe, Valencia, ed. A. García, 1903-1905, 462 p. 2 amplia tradición hagiográfica y de devoción popular; para la compilación y crítica de lo anterior contamos con las contribuciones de J. Ernesto Martínez Ferrando,7 Francisco Martínez Martínez,8 y otros. Para finalizar, hay que resaltar los trabajos en la edición de los sermones, opúsculos y tratados del santo aquí citado a cargo de José M. Coll,9 Vicente Forcada10 y, por supuesto, el estudio a cargo de José M. de Garganta.11 Algunos ejemplos relevantes sobre investigaciones especializadas en la actividad política en las cortes de Aragón y Aviñón de Vicente Ferrer son, entre otros, trabajos como el de M. Ballesteros,12 que nos presenta una visión general sobre el contexto del dominico; Manuel Dualde Serrano,13 en su obra monumental, nos muestra la participación del santo aquí citado en el compromiso de Caspe. Un escrito especializado en la labor apostólica del santo es el de Manuel Dualde.14 Sobre el estilo y la temática de la predicación vicentina ha escrito Roque Chabás15 y de 6 José Sanchis y Sivera José, Historia de San Vicente Ferrer, Valencia, Librería de los sucesores de Badal, 1896, 4 v. 7 Francisco Martínez Ferrando, El nostre Sant Vicent Ferrer, Valencia, Editorial Torre-Meliana, 1952, 57 p. 8 Francisco Martínez y Martínez, Algo de biografía valenciano-vicentista, Valencia, Hijos de F. Vives Mora, 1919, 132p. 9 José M. Coll, San Vicente Ferrer, visto por un coetáneo y condiscípulo (fray Pedro de Aryens), Barcelona, Biblioteca Central, 1955, 24 p. 10 Vicente Forcada, “principios mariológicos de San Vicente Ferrer” en La Ciencia Tomista, LXXXIII, 1956, p. 29-63. 11 Garganta y Forcada, Madrid, op. cit. 12 M. Ballesteros Gaibrois,“El mundo en los tiempos de San Vicente Ferrer” en Cristiandad, n. 97, Barcelona, 1948, 152 p. 13 Manuel Dualde Serrano, El compromiso de Caspe. Continuidad y legitimidad en la crisis de una monarquía, Madrid, Arbor, 1948, 5 v. 14 Dualde Serrano, “La misión pacificadora de san Vicente Ferrer” en Cristiandad, Barcelona, año V, n. 97, 1 Abril 1948, p. 147-149. 15 Roque Chabás Lloréns, “Estudio sobre los sermones valencianos de San Vicente Ferrer” en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, vol. VI (1902-1903) pp. 1 y 155, VII, p. 131 y 419, VIII, pp. 38 y 291, IX, pp. 85. Valencia. 3 vital importancia son las obras de Matthieu Maxime Groce16 y José Taixidor,17 que se han convertido en verdaderos clásicos para el estudio del santo valenciano. Entre las obras más actuales, elaboradas entre las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI, contamos con la de Carmel Ferragud y Ricardo M. Olmos de León,18 o la de Alberto Ferreiro,19 quienes hacen estudios específicos sobre algunos aspectos de la predicación del santo. Por su parte, Pedro M. Cátedra20 ofrece nuevas perspectivas con sus aportes en la edición de materiales inéditos. Dentro de nuestro país sólo se ha hecho un estudio relativo a Vicente Ferrer: una tesis de licenciatura por Alicia Nava Mauricio.21 En dicho trabajo se abordan los tratados del valenciano para rescatar las enseñanzas morales en ellos. Las investigaciones que hemos citado hasta ahora de alguna maneramencionan la relación de la predicación del valenciano y el Cisma de Occidente. Sin embargo, creemos que es conveniente realizar una revisión enfocada a dicha correlación pues con ella se podría tener una visión más amplia de la labor de Ferrer. 16 Matthieu-Maxime Groce, Saint Vicent Ferrier (1350-1419), París, Libraire Plon, Plon-Nourrit et Cie, 1924, 304 p. 17 José Taixidor y Trilles, San Vicente Ferrer promotor y causa del antiguo estudio general de Valencia, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Medievales, Sección Valencia, 1945, 67 p. 18 Carmel Ferragud y Ricardo M. Olmos de León, “La cetrería en los ejemplos, símiles y metáforas de San Vicente Ferrer” en Anuario de Estudios Medievales, http://estudiosmedievales.revistas.csic.es/index.php/estudiosmedievales/article/download/395/402, Enero- junio 2012, n. 42 (1), p. 273-300. 19 Alberto, Ferreiro, “El sermón catalán de San Vicente Ferrer sobre Santa María Magdalena” en Anuario de Estudios Medievales, http://estudiosmedievales.revistas.csic.es/index.php/estudiosmedievales/article/viewArticle/309, 2010, n. 40 (1), p. 415-433. 20 Pedro M. Cátedra, Sermón, sociedad y literatura en la Edad Media: San Vicente Ferrer en Castilla (1411- 1412) estudio bibliográfico, literario y edición de los textos inéditos, Salamanca, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, 1994, 713 p. 21 Alicia Nava Mauricio, La humildad como fuente de las virtudes según San Vicente Ferrer, México D.F., 2008, 103p. Presentada en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad Pontificia de México para la obtención del grado de Licenciado en Ciencias Religiosas. http://estudiosmedievales.revistas.csic.es/index.php/estudiosmedievales/article/download/395/402 http://estudiosmedievales.revistas.csic.es/index.php/estudiosmedievales/article/viewArticle/309 4 En la presente tesis se abordarán temas como su actividad política; su participación en el Cisma de Occidente; su pensamiento teológico; y sobre todo, su predicación. Se buscó responder a las siguientes preguntas: ¿Cómo se desarrolló la predicación de Vicente Ferrer? ¿Cuáles fueron los mecanismos a través de los cuales Vicente Ferrer logró la eficacia de la predicación? Finalmente, ¿cuáles fueron las propuestas del santo valenciano para la unión de la cristiandad? Nuestra hipótesis consiste en señalar que Vicente Ferrer, al ver los pocos avances que hubo en la solución del Cisma, abandonó la corte de Aviñón para iniciar su viaje de predicación que se enfocó en el bajo clero y los seglares. Los temas tratados por el valenciano en sus sermones estaban relacionados con los problemas de cada sitio que visitaba, pero tenían como fin último la unión de la cristiandad. Además, el dominico usó en su predicación una serie de elementos para conformar un acto performativo con el que pretendió comunicar su mensaje de una manera eficaz y que el auditorio lo recordara. Partimos de la premisa de que la predicación fue un momento excepcional en el cual el sermón fungía como elemento principal, y para contribuir a que este último diese los resultados deseados se acompañaba de una serie de mecanismos tanto internos al discurso como externos al mismo. Sobre las propuestas para lograr la unidad de la cristiandad, podemos afirmar, a modo de hipótesis, que éstas consistían, fundamentalmente en tres líneas de acción: la reforma de costumbres de los cristianos, la conversión de las minorías étnico-religiosas y el desarrollo del discurso apocalíptico. 5 Los objetivos de la presente investigación fueron los siguientes: Revisar los datos biográficos para determinar la relación de Vicente Ferrer con el papado de Aviñón y las coronas de Castilla y Aragón Analizar el pensamiento de Vicente Ferrer a partir de sus tratados Estudiar las reportationes de los sermones predicados en Castilla durante la predicación que el valenciano realizó durante 1411-1412, en relación con el contexto histórico. Para poder alcanzar los objetivos citados se usaron diversas herramientas teóricas. En primer lugar, para definir la predicación como un acto performativo, nos apoyamos en el concepto de performance que se ofrece en Performing Medieval Narrative.22 También usamos los aportes de Emanuelle Danblon,23 quien explica que la eficacia del sermón dependía de dos factores: legitimidad y carisma. Respecto a la generación del ambiente tomamos en cuenta las explicaciones de Antonio Claret García en su texto La escritura transformada: oralidad y cultura escrita en la predicación de los siglos XV-XVII24 y también tuvimos en cuenta a Rosa Vidal con su “Predicación y persuasión. Vicente Ferrer en Castilla 1411-1412”25 respecto a la misma temática. En lo referente al discurso, es decir los sermones en sí mismos, se utilizarán las nociones de Manuel Ambrosio Sánchez Sánchez “Todo vale para construir un sermón: 22 Performing medieval narrative, edit. Evelyn Birge Vitz, Nancy Freeman Regalado y Marilyn Lawrance, Cambridge, Rochester, NY, D.S. Brewer, 2005, 261 p., il. 23 Emmanuelle Danblon, “La construction de l’autorité en rhétorique” en Semen, 21, 2006, publicado en 28 de abril 2007: consultado 22 de diciembre 2015. URL: http://semen.revues.org/1983. 24 Antonio Claret García Martínez, La escritura transformada: oralidad y cultura escrita en la predicación de los siglos XV-XVII, Huelva: Universidad de Huelva, Servicio de Publicaciones, 2006, 475 p., Il. 25 Rosa Vidal Noval, “Predicación y persuasión. Vicente Ferrer en Castilla 1411-1412” en Revista poética medieval, Universidad de Alcalá de Henares, n.24, 2010, p. 225-243. 6 microtextos en la predicación castellana medieval”.26 Para el análisis de la forma de los sermones. Con respecto al contenido de las predicaciones, se usarán las nociones del miedo de Jean Delumeau desarrollados en El miedo en occidente.27 Durante la búsqueda de las fuentes se hallaron dos colecciones: la recopilación de los padres Garganta y Forcada,28 y la realizada por Pedro Cátedra,29 ambas citadas anteriormente. Empero, se optó por analizar en esta investigación las segundas, pues en ellas existen datos aproximados del lugar y la fecha de las predicaciones; caso contrario con las primeras, por ello estas últimas se mantuvieron sólo como referencia. Esta investigación está organizada en cuatro capítulos, partiendo de lo general a lo particular. En ese sentido, en el capítulo primero se analiza la situación de la Iglesia, se hará énfasis en el Cisma de Occidente, después abordamos a las Coronas de Aragón y Castilla. Se finaliza con algunos elementos biográficos de nuestro protagonista, Vicente Ferrer que enfatiza su relación con la Orden de los Predicadores. Todo lo anterior con el propósito de definir el contexto en el que el dominico se formó y en el que posteriormente predicó. En el segundo capítulo se analiza el pensamiento de Vicente Ferrer en su etapa como tratadista, lo anterior a partir de un par de sus obras escritas: el Tratado del cisma moderno y el Tratado de la vida espiritual30 incluidas en la obra ya citada de José Garganta. El objetivo de este apartado es mostrar la opinión del dominico respecto a la situación de la cristiandad en el marco de la crisis que atravesó la Iglesia en ese momento. 26 Manuel Ambrosio Sanchez Sánchez, Todo vale para construir un sermón: Microtextos en la predicación castellana medieval", en Revista de poética medieval, 23 (2009), p. 247-266. 27 Jean Delumeau, El miedo en Occidente. Siglos XIV-XVIII Una ciudad sitiada, trd. Francisco Gutiérrez, España, Madrid, Taurus, 2012, 591 p. 28Biografía y escritos de San Vicente Ferrer, op. cit. 29 Pedro Cátedra, op. cit. 30 Biografíay escritos de San Vicente Ferrer, op. cit. 7 En el capítulo tercero se menciona brevemente el itinerario de los viajes pastorales del valenciano, haciendo hincapié en las campañas que realizó en la península Ibérica, de tal manera que se muestre cómo llevó a la práctica las propuestas mencionadas en el capítulo precedente. Posteriormente se mencionan los elementos que conformaban el acto performativo de la predicación vicentina, es decir, los mecanismos que el dominico usó para generar un ambiente de la predicación y se define la fuente principal de este trabajo: la reportatio. En el cuarto capítulo se analizan las reportationes de la predicación que realizó Ferrer en Castilla durante 1411. Para lograr lo anterior se proponen tres ejes temáticos en los sermones: la reforma general de la cristiandad, que incluía tanto a religiosos como seglares, la conversión de las minorías étnico-religiosas; y el discurso apocalíptico y cómo el valenciano usó al mismo para llevar a cabo sus fines. Una vez mencionados todos los pormenores, es momento de entrar en la tesis. 8 CAPITULO I. VICENTE FERRER: TRATADISTA Y PREDICADOR ITINERANTE EN TIEMPOS DE CRISIS I.1 Europa Occidental en la Baja Edad Media: transformaciones económicas y sociales Para comenzar ofrecemos en esta primer parte una visión grosso modo de dicha temporalidad. Comenzaremos por los aspectos generales de la Europa del 1400, posteriormente nos acercaremos a la situación de la Iglesia, luego abordaremos el contexto político de los reinos de Aragón y Castilla, además de la Orden de los Predicadores, en los que se desenvolvió Vicente Ferrer en sus primeros años de vida pública. En el siglo XIV hubo una escasez alimentaria, también cambios climáticos que trajeron consigo inviernos más largos y veranos muy cálidos. El trigo se volvió insuficiente a grados catastróficos. En los dos siglos consecuentes, como si de los cuatro jinetes mencionados en el Libro de las Revelaciones se tratase, el hambre se reunió con otras tres calamidades: enfermedades, guerra y por ende una mortandad elevada.1 Un brote de peste bubónica manifestado desde 1347 arrasó con una considerable parte de la población occidental. Posteriormente, entre 1361 y 1362 hubo otra oleada2 y hacia 1400 una más. Estas epidemias causaron gran mortandad a mediano plazo. En lo que respecta al origen del mencionado mal, Robert Gottfried nos señala que las hipótesis de los contemporáneos iban desde “conjuraciones astrales al veneno arrojado por los judíos a los pozos o, más sencillamente, a la furia divina.”3 1 Emilio Mitre Fernández, Historia de la Edad Media: Occidente, Madrid, Alhambra, 1983, 493p. 2 Robert S. Gottfried, La muerte negra: desastres naturales y humanos en la Europa medieval, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, p. 258-259. 3 Ibidem, p. 38. 9 Uno de los grandes cambios que se observaron al final de la Edad Media, desde el punto de vista socio-económico, fue la crisis del sistema señorial. Dicha crisis tuvo como consecuencia un cambio de mentalidad dentro de la fuerza de trabajo. En respuesta a las presiones de aquellos a quienes servían, los campesinos transformaron el sentimiento paternalista en frustración y enojo. La mayoría de estos accesos de furor no tuvieron mayor alcance que el inmediato y, aunque fueron apaciguados de manera contundente, los remanentes sociales se hicieron presentes en forma de migración hacia el ambiente urbano. Pero ¿cómo es que se gestaron estás ideas contra los grandes señores? Michael Mullet en su Cultura popular en la Baja Edad Media señala que las reacciones campesinas tuvieron como origen, aparte del impulso de la mala situación económica, una idea de justicia basada en siglos de sermones inspirados en los principios del Nuevo Testamento. Esta moral se concentraba en “la enseñanza de Jesús y su desconfianza hacia los ricos y la riqueza y la exaltación de los pobres.”4 Todo lo anterior provocó que la armonía social en el campo diera un vuelco. A pesar de las agitaciones, los habitantes del campo encarnaban una imagen simplista ante los contemporáneos. En comparación con los habitantes de la ciudad, el campesinado llegó a representar “la modestia, la frugalidad, la estabilidad, la fidelidad, la satisfacción, el candor, la piedad y la castidad.”5 La devoción religiosa contribuyó a esta imagen; sin embargo, muchas veces ésta se aunaba con el ritualismo pagano y la ignorancia de la fe oficial. En consecuencia las herejías y otros problemas de ortodoxia fueron frecuentes en toda la cristiandad. 4 Michael Mullet, La cultura popular en la baja Edad Media, Barcelona, Crítica, 1990, p. 23. 5 Ibidem, p. 46. 10 Ante toda la información que se ha mencionado en este apartado, podemos afirmar que a principio del siglo XV surgieron cambios considerables en el ambiente que afectaron al modo de vida de la población en general. La mortandad, la situación de la tierra y las constantes migraciones transformaron el panorama del Occidente medieval en lo económico y en lo social. Ahora, centremos nuestra atención en la situación de la Iglesia. I.2 El Cisma de Occidente: crisis y fractura de la Iglesia El comienzo del siglo XIV también fue el principio de una nueva etapa de la Iglesia. En 1303 murió el papa Bonifacio VIII, quien tuvo un gran conflicto con Felipe IV de Francia, causado por que éste último pretendió cobrar tributo a los clérigos de su territorio, lo anterior marcado en una política que pretendía limitar la injerencia del papado en la administración del reino. Dicha pugna dio como resultado el conocido atentado de Anagni en el que fuerzas francesas se apoderaron del palacio de dicha ciudad con intención de apresar al pontífice sin éxito. Sin embargo, dicho ataque mermó la salud del papa y murió poco después.6 Su sucesor fue Benedicto XI. El nuevo pontífice, cuyo reinado fue de sólo de un año, destacó por retirar la excomunión al rey francés impuesta por su predecesor. A la muerte Benedicto XI en 1309 le sustituyó Clemente V, quien decidió ya no regresar a Roma y residir permanentemente en la ciudad de Aviñón. 7 Clemente V estaba completamente sometido ante el poderío francés. Ejemplo de ello fue la destrucción de la orden de los templarios; de tal suerte que la monarquía francesa se consideraba “el brazo secular del pontificado”. Se nombraron cardenales que eran fieles al rey francés, confirmando la superioridad del mismo. Durante la estancia en Aviñón, la 6 José Orlandis, El pontificado romano en la historia, Madrid, Palabra, 2003, p. 145-150. 7 José Orlandis, Historia de la Iglesia, Madrid, Palabra, 1998-200 , 3 vol. p. 384. 11 relación entre la Iglesia y el reino francés resultó confusa para los externos. Las demás naciones concebían al pontificado como una institución dentro de la monarquía francesa.8 En este contexto, los religiosos se vieron desarmados ante los ataques y abusos de los seglares ya que el arma más eficaz –la excomunión- no resultó efectiva contra sus agresores. Peor fue la situación de los eclesiásticos cuando Carlos VI decidió imponer a la Iglesia diezmos y pagos de impuestos. Se desató un conflicto que terminó con los sacerdotes aceptando pagar sólo ayudas indirectas, demostrando que la resistencia que opusiesen apenas y resultaría eficaz.9 En las últimas décadas del siglo XIV y comienzos del XV surgieron nuevas ideas que marcaron tendencia de pensamiento en Francia. Con fuerte influencia de las teorías conciliaristas, se forjó una nueva concepción de la Iglesia francesa en la que la institución debía ser gobernada como una especie de república en quelos obispos y los concilios provinciales tuvieron el protagonismo. El Papa se consideró despojado de su autoridad ya que su función era ser el vicario de Cristo, pero ello no implicaba una soberanía sobre la cristiandad a decir de los teólogos conciliaristas y en 1390 se le negó al pontífice la potestas ligandi atque solvendi.10 8 Orlandis, José, Historia de la Iglesia, Madrid, Palabra, 1998-2000, 3 vol. [Colección Pelícano] p. 384. 9 Ibídem, p. 89. 10 Ibidem. p. 74. Potestas kigandi et solvendise refiere a la facultad de “Atar y desatar” que los pontífices heredaron de san Pedro. Se puede interpretar de dos modos: “prohibir y permitir, lo que posibilita establecer reglas, esto es, ejercitar la autoridad magisterial y legislativa. Segundo, condenar y absolver, que significa ejercitar la autoridad disciplinaria y judicial”. Más información en Luis Rojas Donat, “Potestas ligandi et solvendi: Notas histórico-jurídicas en torno a los orígenes de la primacía del Obispo de Roma” en Revista de estudios histórico-jurídicos, p. 339-351. Recuperado en 01 de junio de 2016, de http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-54552005000100016&lng=es&tlng=es. 10.4067/S0716-54552005000100016. 12 Reforzando la anteriormente descrita visión de la Iglesia francesa se encontraba el papel del rey. El representante del poder temporal tuvo “pleno poder sobre el cuerpo” por lo cual podía intervenir en materia de disciplina “abrogar las malas costumbres, reprimir los abusos, castigar a los herejes, velar por el patrimonio eclesiástico, “defender y proteger” la Iglesia, reprimir las flaquezas y los desórdenes, tanto de clérigos como de laicos, y vigilar la vida cultural y a la jerarquía misma.”11 De esta manera las funciones del Papa fueron reducidas al mínimo. La estancia del pontificado en Aviñón se caracterizó por una excelente burocracia eficiente con la que recaudaban suficientes recursos para la manutención de la Curia. El eficiente sistema fiscal aviñonés fue obra del papa Juan XXII (1316-34) Entre los ingresos figuraron la recolecta de las annatas que se recogían a principios del año, así como la venta de las expectativas que consistían en pagar por adelantado por una prebenda que no estaba vacante para que, cuando ya lo estuviera, tener el primer puesto como candidato a ella.12 José Orlándis en su Historia de la Iglesia: de los orígenes a nuestros días indica, que durante la estancia en Aviñón “la Iglesia es rica, pero con una riqueza en haciendas: posee bienes y feudos cuyo número y valor han cesado de aumentar.” El buen funcionamiento de la máquina administrativa del sumo pontífice también trajo consecuencias negativas: la presión que el papado ejercía en los sacerdotes se reflejó también entre los fieles, de tal manera que se hizo famosa la voracidad de la elite eclesiástica. 11 Étienne Delaruelle, E.-R. Labande y Paul Ourliac, Historia de la Iglesia: de los orígenes a nuestros días. dirigida por Agustin Fliche y Victor Martin, dir. José María Javierre. Valencia, Editorial EDICEF, 1974-1996, p. 75. 12 Ludwing Hertling, Historia de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder, 1989, 463 p. [Biblioteca Herder, 41] p. 259. 13 Lo anterior desató conflictos con teóricos antipapales como Guillermo Ockam o Marsilio de Padua que se refugiaron en la protección del emperador Luis de Baviera, acérrimo enemigo del pontificado. Ockam sostenía que al papado no le correspondía ejercer el poder temporal, del cual se había apropiado siglos atrás. Dicha potestad, seguía el autor, era de la asamblea o concilio, por lo que el papa y la jerarquía eclesiástica sólo debían ocuparse de administrar sacramentos y dirigir el culto.13 Marsilio de Padua fue más radical, pues postulaba que la Iglesia no tenía origen divino, negaba que el papa tuviera algún poder mayor al de cualquier obispo, y aseguraba que los cargos eclesiásticos debían ser asignados por el Estado.14 Lo anterior puso en duda la autoridad papal. Otro aspecto a destacar fue la falta de preparación y estudio de los eclesiásticos, lo que se traducía en una pésima, si no es que nula, compresión de la Escritura y dogma cristiano. Lo anterior abrió camino al incremento en las herejías y ritos paganos por parte del pueblo llano, al cual no se instruía adecuadamente en la doctrina cristiana. En palabras de Delaruelle: “En los campos, es una plebe de clérigos bastante miserable e ignorante la que asegura el servicio al culto. Vive la vida de sus feligreses, frecuenta las tabernas y juega a los dados.”15 Podemos concluir que la permanencia en Aviñón y la influencia de la corona francesa fueron golpes terribles para la reputación de la Iglesia. Pero el panorama fue más desalentador posteriormente con el surgimiento del conflicto conocido como el Cisma de Occidente. 13 Orlandis, El pontificado romano en la historia, p. 155. 14 Ibidem. 15 Ibidem, p. 55. 14 En palabras de Emilio Mitre, el Cisma fue “una peste que se había extendido a lo largo de más de veinte años.”16 Esta separación de la Iglesia no fue novedad; desde el surgimiento de la Iglesia hubo abundantes precedentes de antipapas fácilmente identificables como tales. La gravedad de este caso radicó en las serias dudas sobre la legitimidad de los dos aspirantes pues tanto laicos como eclesiásticos albergaban incertidumbre. El principio de la controversia fue el retorno a la Ciudad Eterna. El Papa aún era el obispo de Roma y la ciudad de Aviñón nunca fue pensada como su residencia perpetua. Una vez que la pacificación de los Estados Pontificios, gracias a la labor del cardenal Gil de Albornoz, avanzó lo suficiente, en 1367 el papa Urbano V hizo el viaje a Italia. Tres años después, intimidado por las dificultades que aún había en Roma, el pontífice regresó a Francia donde murió. Su sucesor, Gregorio XI se dirigió a Roma en enero de 1377, pues los territorios de la Iglesia fueron amenazados por los florentinos. Decidió trasladar la sede papal a Roma para mantener la paz en los dominios eclesiásticos. Pero el pueblo romano se reveló ante una acción represiva del cardenal Roberto de Ginebra y en consecuencia el pontífice tuvo que refugiarse en el palacio de Anagni. Su deceso ocurrió en marzo del mismo año.17 La muerte de Gregorio XI y la elección de su sucesor fueron los detonantes del Cisma de Occidente. El colegio cardenalicio, que en su mayoría estaba compuesto por franceses, se enfrentó al pueblo de Roma que demandaba un papa romano o por lo menos italiano. Ante el peligro de amotinamiento y la amenaza contra sus vidas, el cónclave se 16 Emilio Mitre Fernández, Iglesia, herejía y vida política en la Europa medieval, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2007, p. 130. 17 José Orlandis, Historia de la Iglesia., p. 394-395. 15 inclinó el 8 de abril de 1378 por Bartolomé Prignano, obispo de Bari, que tomó el nombre de Urbano VI. El nuevo pontífice era bastante problemático: muy pronto hizo enemistad con Juana I, reina de Nápoles,18 y también perdió el apoyo de los que le habían elegido. Los cardenales buscaron retractarse de su decisión. En consecuencia, para no poner en riesgo sus vidas dentro de Roma, los cardenales salieron de ahí furtivamente para reunirse en Anagni. En dicha ciudad publicaron, el 9 de agosto de 1378, un manifiesto en el que declararon que la elección que cinco meses antes se había anunciado fue arrancada por medios violentos, por lo tanto carecía de validez. Con el apoyo del rey de Francia y la reina de Nápoles, se trasladaron a Fondi y ahí eligieron a Roberto de Ginebra, quien tomó el nombre de Clemente VII.19 Así fue que la Iglesia tuvo dos cabezas yun enorme problema más por solucionar. El Occidente quedó dividido en dos obediencias: se afiliaron al bando romano toda Italia excepto Nápoles, también Inglaterra, Hungría, Escandinavia y Portugal. Aviñón contó con el apoyo de Saboya, Escocia, los reinos de Aragón, Castilla, Navarra, y parte del territorio Alemán.20 Empero, la aceptación de un papa siempre pudo cambiarse. Ejemplo de ello fue la actitud de Flandes; el condado tuvo simpatía con Aviñón y cambió su lealtad como consecuencia de sus conflictos con Francia en 1380.21 18 Ibidem, p. 396. 19 Hertlin, op. cit., p. 266-267. 20 Ibidem, p. 267. 21 George Andrew Holmes, Jerarquía y revuelta 1320-1450, México, Siglo XXI, 1978, p. 47. 16 En las tierras hispanas la postura ante el Cisma fue diferente en cada reino. Castilla fue fiel al papa francés, pero con ciertas reservas; Navarra se había mantenido “indiferente” hasta 1378, cuando abrazó la misma causa que los castellanos y los franceses; Portugal, por su parte, siguió el ejemplo de Inglaterra y se anexó al bando romano; en lo que respecta a Aragón, Pedro IV mantuvo una estricta neutralidad al grado de prohibir a Pedro de Luna y Agapito Colonna usar en su territorio su condición de legado de los papas aviñonés y romano, respectivamente.22 El siguiente monarca aragonés, Martín el Humano, intentó primero extirpar el Cisma; pero cuando se eligió a Benedicto XIII, pariente de su esposa, como pontífice aviñonés tomó partido por él.23 Hubo diferencias de opinión sobre quién era el verdadero pontífice entre los sacerdotes, en las órdenes mendicantes y monasterios, de tal manera que hubo partidarios de ambos bandos en un mismo monasterio. Los dos papas con los que inició la controversia, Clemente VII y Urbano VI, poco hicieron para soluciona el Cisma, pues ambos estuvieron seguros de la validéz de su cargo. Al poco querido pontífice romano le sucedió Bonifacio IX (1389-1404) quien logró restablecer relaciones con el soberano de Nápoles. Posteriormente fue elegido Inocencio VII (1404-1406) y el último papa del bando romano que vivió en esta división fue Gregorio XII (1406-1415). En el lado aviñonés sólo hubo una sucesión: Clemente VII fue relevado por el Aragonés Pedro de Luna, el tristemente célebre Benedicto XIII (1394-1423).24 22 Pedro IV prohibió el proselitismo a favor de cualquiera de los dos papas dentro del territorio aragonés. Las acciones de Ferrer en favor del bando aviñonés provocaron problemas entre el mencionado monarca y su hijo y heredero Juan, pues este último era defensor del dominico. Más información en Historia de España, dir. José María Jove Zamora: (intro. Por Ramón Menéndez Pidal) 8ª ed. Madrid: Espasa Calpe, 1998, Vol. 14 p. 225. 23 E. Delaruelle, op. cit., p. 210. 24 Hertlin, op. cit., p. 258. 17 Ante la grave situación de la bicefalia eclesiástica, la Universidad de París propuso varias soluciones.25 La primera fue la llamada Via Facti, una forma bastante sencilla de arreglar las cosas: los pontífices debían entrar en pugna abierta y el vencedor sería proclamado legítimo. Esta alternativa se desechó de inmediato. Una segunda propuesta fue la Via Cessionis en la cual se “abogaba por la retirada de los dos pontífices aunque para ello los príncipes tuvieran que recurrir a arriesgadas presiones como la negativa de obediencia”26 esta idea se abandonó hacia 1403 a causa de la negativa de los aspirantes al trono de san Pedro a claudicar puesto que contaban con apoyo de ciertos monarcas. Ante el fracaso de los dos primeros métodos se recurrió a la Via Conventionis. En ésta se pretendió que ambos papas se sometieran a un arbitraje que decidiera quién debía de ser el sucesor de San Pedro. Los resultados fueron poco alentadores, pues tanto Benedicto XIII como Inocencio VI y sucesor Gregorio XII sostuvieron sin vacilación su derecho al trono de Roma. Una última vía de escape al embrollo surgió posteriormente: el concilio. Esta alternativa buscaba de cierta manera regresar a los orígenes: se invocó la superioridad de la asamblea sobre el papa. En palabras de Mitre “la Universitas tenía más poder que su Rector.”27 En fin, la situación en este punto era tan crítica que tanto partidarios del pontificado romano como del aviñonés se mostraban de acuerdo con esta solución. Después de grandes negociaciones entre los cardenales de ambos bandos y la colaboración de los monarcas occidentales se logró reunir el concilio en Pisa en 1409. En tales circunstancias tanto Benedicto XIII como Gregorio XII fueron declarados “cismáticos notorios y autores de división” y fueron depuestos. Como resultado de la asamblea, se 25 Para mayor información ver Mitre, Iglesia, herejía y vida, op. cit. 26 Ibidem, p. 128. 27Ibidem, p. 129. 18 eligió a Alejandro V quien vivió poco tiempo y fue sucedido por Juan XXIII. Empero, los otros dos papas se negaron a abdicar pues aún contaban con seguidores en ese momento: con Benedicto XIII estaban las monarquías ibéricas y Escocia; mientras que del lado de Gregorio XII se hallaban el rey alemán Roberto del Palatinado, Ladislao de Nápoles y algunos otros señores de Italia.28 La bicefalia se convirtió en tricefalia. El panorama no pudo ser peor para la jerarquía eclesiástica. El concilio no obtuvo el resultado esperado. El definitivo esfuerzo para eliminar el cisma comenzó con la promulgación del decreto Haec Sancta (6 de abril de 1415) en el cual “al recibir de Cristo su autoridad, el concilio se colocaba por encima del Papa […] al proclamar esa superioridad del concilio en materia de fe, los cardenales se declaraban aptos para relevar de sus funciones a un papa herético, cismático o escandaloso.”29 Con lo anterior, el conciliarismo obtuvo una victoria contundente. Con la organización del emperador Segismundo y del papa Juan XXIII, quien pensó tomar ventaja de la situación, comenzó así el Concilio de Constanza (1413) donde se depuso a los tres pontífices antes elegidos. Se dieron cita los religiosos de los tres bandos y también seculares que representaban a las “naciones” del Occidente.30 Otra novedad fue la implementación del voto por cabezas, al estilo de las universidades. Esta medida fue 28 Hertlin, op. cit., p. 269. 29Mitre, Iglesia, herejía y vida política en la Europa medieval, p. 131. 30 El término “Nación” no corresponde al sentido actual de la palabra. Dicho nombre se dio a las monarquías y/o territorios que participaron en el Concilio de Constanza como laicos. Esto responde, en el presente trabajo, a la necesidad de reunir en un solo apartado a Estados que coinciden geográficamente, a pesar de que no se desenvolvieron de igual manera. Son cinco y se conforman así: nación alemana: el Imperio y otros países del centro y norte de Europa; nación italiana: la mayor parte de la Península Itálica y varias islas mediterráneas; nación francesa: coincidía prácticamente con la Francia actual; nación inglesa: Inglaterra, Escocia, Irlanda y Gales; nación española: los reinos hispánicos. Esta información procede de Orlandis, Historia de la Iglesia, p. 402. 19 exigida por todos los asistentes no italianos, de tal manera que la mayoría numérica no fuese factor de decisión.31 La medida que se acaba de mencionar afectó gravemente los planes de Juan XXIII por lo que decidió huir, pero fue apresado antes de salir de la ciudad y depuesto. Poco después, el papa romano Gregorio XII, decidió claudicar y pasó a ser, hasta su muerte, obispo de Oporto. Solo quedó Benedicto XIII por rendirse. Para convencerle se llegó a una negociación en Perpiñán, de la cual se hicieron cargo el propio emperador Segismundo y Fernando de Antequera, monarca deAragón, además de Vicente Ferrer, quien por mucho tiempo fue leal compañero y amigo de Pedro de Luna, acompañándolo en su travesía por la Península Ibérica como legado del papado aviñonés. Benedicto XIII estaba totalmente convencido de su legitimidad y se opuso a dejar el cargo. De tal manera que las naciones ibéricas le retiraron su apoyo y terminó solo, con un puñado de seguidores, aislado en una fortaleza en la Peñíscola. Benedicto XIII fue juzgado, condenado y depuesto en julio de 1417. Y el Cisma vería su fin después de largas disertaciones con la elección, el 11 de noviembre de 1417, del cardenal Otón de Colonna quien tomó el nombre de Martín V.32 A pesar de que la imagen de la Iglesia desde comienzos del siglo XIV era francamente mala, el sentimiento religioso de los fieles de la época no había menguado. Más aun, creció. Esto se destacó en las demostraciones de piedad popular que surgieron durante el ocaso medieval. En numerosas ocasiones, las ideas del pueblo llano resultaron 31 Ibidem. 32 Ibidem, p. 404. 20 alarmantes ante los ojos ortodoxos y, por ende, fueron clasificados de heréticas. Algunos ejemplos de ellos fueron el ya mencionado Guillermo de Ockam y los flagelantes.33 Después de este panorama general de la Iglesia, continuemos con el desarrollo de la misma dentro de los territorios ibéricos, donde se desenvolvió Vicente Ferrer. El clero hispano no era la excepción a sus similares de otras latitudes de Europa con respecto de la vida piadosa. Muchos obispos vivieron prácticamente como señores laicos mientras otros, raros casos más bien, dieron ciertas demostraciones de interés por las actividades eclesiásticas propiamente dichas como reunir sínodos o construir iglesias. Los mendicantes, como en los otros lugares de Europa, no carecieron de entusiasmo pero si de conocimientos. La ignorancia era tal que los sínodos tuvieron que prohibir el acceso a la carrera eclesiástica a “todo candidato que sea incapaz de leer latín.”34 En la Península Ibérica, las manifestaciones de religiosidad popular fueron abundantes: veneración de reliquias, gran inclinación por el modelo de vida monástico y gusto por la predicación y las peregrinaciones. También se volvieron moneda corriente las leyendas piadosas y las supersticiones, elementos que nos indica falta de conocimiento y difusión del dogma cristiano. De las filas de dominicos y franciscanos, principalmente, surgieron predicadores populares, como Vicente Ferrer, que buscaron erradicar los mencionados problemas. 33 Definición Según el Diccionario enciclopédico de la fe católica, Editado por Donald Attwater, trd. por Pedro Zuloaga y Carlos Palomar, México, Editorial Jus, 1953, 619p. “Flagelantes: (lat. Flagellum, un látigo) grupo de fanáticos que se aplicaban y administraban a otros exagerada penitencia física en público. Aparecieron en varias épocas y lugares durante la Edad Media. p. 195. 34 Delaruelle, op. cit., p. 212. 21 Teniendo en cuenta este contexto, abordaremos el marco geográfico en el que se desenvolvió Vicente Ferrer durante la campaña que se analizará en este estudio: los reinos de Castilla y Aragón. I.3 La Península Ibérica hacia el siglo XV Los reinos de la Península Ibérica se vieron envueltos en constantes disputas; tanto entre ellos, como en su interior. La nobleza en términos generales tuvo bastante poder; y las ocasiones en que los monarcas vieron su autoridad en verdadero peligro fueron bastante comunes. Es importante destacar que la coexistencia ya antigua de tres culturas se tornó desfavorable para los judíos y los musulmanes. Para los fines prácticos de esta investigación nos centraremos en dos entidades de esta región de Europa: Aragón y Castilla. I.3.1 La Corona de Aragón, siglos XIV y XV La entidad política que conocemos como Corona de Aragón estaba configurada por tres reinos: Aragón, Valencia y Mallorca, además del principado de Cataluña. Destacó Barcelona por su actividad comercial, de hecho compitió con las grandes metrópolis italianas, sobre todo en el terreno textil y bancario. En lo que respecta a la expansión del territorio, el plan aragonés consistió en una ampliación tanto de sus posesiones en la Península Ibérica como en el Mediterráneo. Dicha aspiración fue iniciada por Jaime II (1267-1327), de tal manera que se hizo con el dominio de Sicilia, Córcega, Cerdeña, 22 Nápoles, Mallorca, Atenas y Neopatria. Para finales del siglo XIV el reino de Aragón era una talasocracia.35 Cada uno de los reinos dentro del territorio de la Corona aragonesa tenía sus propias cortes; esto pone en manifiesto la escasa unión que existió. La nobleza tenía gran poder y libertades, un ejemplo de ello es el episodio de crisis interna suscitado en 1346: el rey Pedro IV decidió dejar la Corona en manos de su hija Constanza, amén de la falta de un descendiente varón, saltando por completo a su hermano Jaime, conde de Urgel. La revuelta del insatisfecho conde atrajo a los nobles de Aragón y, sobre todo, los de Valencia. Poco tiempo después, Jaime murió y la rebelión en Valencia que llegó incluso a mantener prisionero al rey, quién fue liberado gracias a un cambio de facciones.36 El reinado de Pedro IV (1336-1387) vio el apogeo de la confederación catalano- aragonesa y se le atribuye la reintegración de Mallorca a la Corona; sin embargo, como lo indica Emilio Mitre, también conoció los síntomas de la crisis económica y social al paso de los últimos años al frente del Estado. Sus sucesores, Juan I y Martín V “el Humano”, no pudieron hacer mucho ante dicha situación y con el deceso sin heredero de este último se extinguió la dinastía.37 La muerte de Martín V dejó un vacío de poder y ello dio pauta a una serie de disturbios correspondientes a la ausencia de una autoridad central. Rápidamente acudieron diversos aspirantes a ejercer sus derechos a la corona. Reclamaban el derecho a gobernar Jaime de Urgel; Fadrique de Luna; Luis de Anjou; Alfonso de Aragón y Foix, quien murió 35 Holmes, op. cit., p. 70-71. 36 Ibidem, p. 73. 37 Emilio Mitre Fernández, Cristianos, musulmanes y hebreos: La difícil convivencia de la España medieval, México, D.F. Rei, 1990, p. 84-86. 23 poco antes de la resolución y fue sustituido por su hermano Juan de Prades; y finalmente Fernando de Antequera, regente del joven Enrique III de Castilla. A fin de resolver la controversia, se recurrió al dictamen de árbitros elegidos cuidadosamente según su sabiduría y buena fama, entre ellos Vicente Ferrer. El resultado de dicha reunión se conoció como el Compromiso de Caspe y se dio a conocer el 28 de junio de 1412, en él se reconocía a Fernando de Antequera como sucesor al trono de Aragón. Fernando de Antequera fue un monarca dadivoso, en palabras de Fernando García de Cortázar “al grado de desvirtuar el poder del monarca.”38 El mismo autor nos indica que el acceso de la casa Trastámara al trono aragonés también benefició el desarrollo económico de dicho reino. Hacia el siglo XV, Valencia se volvió la nueva meca del comercio en Aragón, ocupando el lugar de la decaída Barcelona, ya que controlaba la salida de la lana hacia los territorios italianos. También el comercio se vio beneficiado por la supresión de aduanas que había con Castilla.39 En lo que respecta al problema judío, en el territorio aragonés se suscitaron fuertes ataques hacia la mencionada minoría como consecuencia de la creencia muy difundida entre la mayoría de cristianos de que el pueblo hebreo era el artífice de la Peste Negra.40 Sin duda, el devenir de la corona de Argón durante el siglo XIV y principios del XV estuvo marcado por crisis políticas y sociales importantes. Abordemos ahora el territorio de Castilla, dondese desarrolló la predicación de Vicente Ferrer que analizaremos más adelante. 38 José Ángel García de Cortázar, La época medieval. Madrid, Alianza, 1988, p. 210. 39 Ibidem. 40 Julio Valdeon Baruque, Los judíos de Castilla y la revolución Trastámara, Valladolid, 1968, p. 24. 24 I.3.2 La corona de Castilla, siglos XIV y XV En el territorio castellano, la nobleza contó con territorios extensos, los cuales le aseguraron gran influencia tanto en la economía como en la política. Por su parte, los eclesiásticos aumentaron sus dominios considerablemente, sobre todo en Toledo.41 La explotación de la lana fue el eje central en el desarrollo económico de dicha corona. Otro aspecto de relevancia fue la expansión marítima, sobre todo para la expansión comercial. Teniendo salidas al mar, tanto en el norte como en el sur, se realizaban intercambios frecuentes con Flandes, el norte de África y Génova.42 En lo político tomaremos como punto de partida el reinado de Pedro I, llamado “el Cruel”, quien ostentó el poder de 1350 a 1366. El carácter belicoso y la ambición del monarca fue demostrado en diversas ocasiones: al repudiar a su esposa, Blanca de Borbón, provocando el malestar de los franceses, cuando hizo que el papa Inocencio VI lo excomulgara, y también con el conflicto con la corona de Aragón, la llamada Guerra de los Dos Pedros, en que se enfrentó a su homónimo de Aragón.43 Las medidas de control exageradas le generaron el desagrado de gran parte de su pueblo. Pedro “el Cruel” vio su reinado en peligro a causa de la revuelta de su hermanastro Enrique, conde de Trastámara. En la lucha por el trono castellano se perfilaron alianzas que incluyeron este conflicto en el marco de la guerra de los Cien Años. Francia dio su apoyo al Trastámara, quién también contaba con el monarca de Aragón Pedro IV. Por su parte, el rey castellano buscó apoyo del Príncipe Negro inglés en condición de cederle el territorio de Vizcaya. 41 José Ángel García de Cortázar, La época medieval, Madrid, Alianza, 1988, p. 379. 42 Holmes, op. cit., p. 63-65. 43 Julio Valdeón Baruque, Los Trastámaras: el triunfo de una dinastía bastarda, Madrid, Temas de Hoy, 2001, p. 22. 25 El enfrentamiento comenzó a favor del monarca castellano, quien en 1367 se anotó una victoria relevante en Nájera.44 Parecía inminente la victoria para Pedro I, pues dominó las batallas en contra de Pedro IV, provocando la huida del Trastámara a Francia. Una coalición de fuerzas aragonesas y francesas, que también engrosaron mercenarios, dio un vuelco de ciento ochenta grados a la guerra, de tal manera que el conflicto se resolvió con el fratricidio. Muerto Pedro I en el episodio de Montiel se coronó el vencedor con el nombre de Enrique II en 1367. Al morir Enrique II le sucedió Juan I, quien gobernó de 1379 a 1390. El nuevo monarca castellano era piadoso y se ocupó de enderezar las malas costumbres de los clérigos dentro de su jurisdicción.45 A la muerte de éste ascendió al trono Enrique III quien rigió el territorio castellano de 1390 a 1406. Este monarca fue de constitución débil y enfermiza y tuvo de regente en su niñez a Fernando de Antequera, quien introdujo la dinastía a Aragón. La posición de los Trastámara, a pesar de algunas dificultades, como dinastía reinante no estuvo en verdadero peligro. Según la información presentada, las coronas de Aragón y de Castilla tuvieron un desarrollo cercano, pero no parecido. La dinastía Trastámara, personificada por Fernando de Antequera, se encargó de unir el destino de las dos entidades políticas mencionadas y Vicente Ferrer, con su participación en el Compromiso de Caspe, estuvo ligado a este proceso. Ahora abordemos la situación de los judíos en Castilla. El antisemitismo se agudizó durante el siglo XIV por diversos factores: el principal era que algunas familias judías tenían buena posición económica y la protección real, tanto de Pedro I como de los Trastámara. Además, la aversión hacia el pueblo hebreo se reflejó en el terreno legislativo; 44 Mitre, Historia de la Edad Media, p. 447-448. 45 Valdeón, op. cit., p. 51. 26 ejemplo de ello fueron las disposiciones que se tomaron en contra de los judíos en las Cortes de Toro hacia 1369.46 Otro factor que contribuyó al desarrollo del antisemitismo fue la predicación de las órdenes mendicantes. Los sermones de los frailes intensificaron el odio hacia las minorías étnico-religiosas, en algunos casos incluso se incitó a la población a la violencia. Ejemplo de lo anterior fue Ferrán Martínez, un predicador netamente incendiario que fue censurado por sus superiores y por el mismo rey Juan I. Martínez organizó bandas de “matadores de judíos” que obligaban a los hebreos a elegir entre la conversión y la muerte.47 Hay que destacar que no todos los eclesiásticos que hablaron en contra del judaísmo sugerían la conversión forzada. Ejemplo de ello fue Vicente Ferrer, pues sus sermones fueron duros contra las minorías étnico-religiosas, pero hasta ahora no se tiene evidencia de que impulsara la agresión física contra los mencionados grupos. I.4 Vicente Ferrer y la Orden de Predicadores Comencemos con la biografía de nuestro personaje, Vicente Ferrer nació en Valencia en 1350,48 su padre, Guillermo Ferrer, era notario. Es de destacar que la familia Ferrer perteneció a los llamados cristianos viejos, es decir, sin signo de origen judío. Dicha familia provenía de Cataluña y se instaló en Valencia, después de que dicha ciudad fue arrebatada del control musulmán. 46 Julio Valdeón, Los judíos de Castilla y la revolución trastámara, Valladolid, Estudios y documentos, 1968, p. 16-18. 47 Julio Valdeón, Cristianos, judíos y musulmanes, Barcelona, Crítica, 2007, p. 108-110. 48 Garganta y Forcada, op. cit., p. 13. 27 Según los biógrafos del predicador valenciano, éste vistió el hábito de los dominicos el 5 de febrero de 1367 en el convento de predicadores de Valencia. El 6 de febrero del año siguiente pronunció sus votos “en manos del prior del convento Mateo de Benencasa”49 y dio así inicio a su vida en pro de la religión cristiana. Se sabe que entre 1368 y 1376 estudió y fue lector de lógica, filosofía y teología en Barcelona, Lérida, Valencia, Zaragoza, e incluso Toulouse. Vicente Ferrer fue promovido por el papa Clemente VII a Maestro de Teología, algunas hipótesis sostienen que esto sucedió por petición del cardenal Pedro de Luna.50 Antes de continuar, es conveniente recordar los fundamentos de la Orden de Predicadores. La mencionada organización surgió a principios del siglo XIII por iniciativa de santo Domingo de Guzmán en el marco de la guerra contra la herejía de los Cataros en el sur de Francia. Los dominicos se caracterizaron, como el propio nombre de la Orden lo dice, por dedicarse a la predicación, lo anterior con el objetivo de hacer frente a las disidencias religiosas y, posteriormente, a la conversión de quienes no profesaban el cristianismo. Margarita Cantera indica que otras características de la Orden de Predicadores eran: “observancia regular monástica, vida apostólica, vida de sacerdotes en comunidad y fusionarlos en perfecto equilibrio para responder a las necesidades de la Iglesia del momento y del porvenir.”51 49 Ibidem, p. 14. 50 Ibidem, p. 22-23. 51Margarita Cantera Montenegro, Las órdenes religiosas en la Iglesia medieval, Siglos XIII-XV, Madrid: Arco/Libros, 1998, p. 28-29. 28 Hacia mediados del siglo XIV y principios del XV, la Orden de Predicadores estaba en crisis pues eran frecuentes las indisciplinas, además, se relajaron las costumbres delestudio, la predicación y la pobreza.52 Lo anterior no fue exclusivo de los dominicos, más bien era la situación general de toda la cristiandad. En consecuencia, hubo un gran interés por reformar las costumbres de los religiosos a partir de una nueva forma de espiritualidad llamada devotio moderna, la cual consistía en “una profunda devoción hacia Jesucristo, especialmente en la pasión […] una religiosidad individualista, de vida interior que se apoya en el silencio y la soledad, el apartamiento del mundo.”53 La mencionada espiritualidad inspiró a varios personajes surgidos de las filas de los dominicos, como Catalina de Siena o el mismo Vicente Ferrer. Teniendo en cuenta lo anterior, regresemos a la formación de nuestro protagonista. Vicente Ferrer fue a Barcelona, después de concluir sus estudios de Teología, en esa ciudad inició los estudios de las lenguas y textos orientales, esto con el fin de preparar a los predicadores para entrar en controversias con los judíos y musulmanes. Lo anterior fue de suma utilidad en la vida apostólica de Ferrer.54 En Barcelona comenzó su vida eclesiástica como profesor; sin embargo, fue en Valencia donde se consolidó como tal y fue más allá de las aulas para comenzar a predicar. En su ciudad natal tuvo una vida muy activa como profesor, predicador, consejero, y a veces como albacea o árbitro en disputas de la nobleza.55 Estas funciones públicas le dieron cierto prestigio al dominico, pero no mayor al de otros eclesiásticos. 52 Ibidem, p. 62. 53 Ibidem, p. 64-65. 54 Garganta y Forcada, op. cit., p. 23-24. 55 Ibidem, p. 24-25. 29 En esta fase de su vida comenzó su labor de escritor, sus textos estaban orientados a la discusión de algunas de las cuestiones relevantes para la Iglesia, como los postulados de Guillermo de Ockam o el Cisma de Occidente. Algunas de las obras de Ferrer son De suppositionibus terminorum y De unitate universalis.56 Poco a poco, la vida pública de Vicente Ferrer se desarrolló en un rango geográfico mayor. Pronto se involucró en el devenir político de Aragón que se encontraba sumido en un conflicto: las terceras nupcias del monarca, Pedro el Ceremonioso, causaron diferencias entre el rey y sus hijos, Vicente Ferrer era consejero del príncipe Juan y confesor de su esposa Violante de Bar. El Cisma de Occidente surgió mientras Vicente Ferrer se desarrolló como profesor. El dominico tomó partido por el bando aviñonés, liderado por Clemente VII, en el que también se enmarcó un viejo conocido de Ferrer: Pedro de Luna, quien fue legado del papado para convencer a los monarcas de la Península Ibérica de otorgarle la obediencia a Clemente. Esta misión encomendada a Pedro de Luna el 18 de diciembre de 1378, y expresada por la Bula institucional De summis caelorum,57 fue fundamental en la vida de Vicente Ferrer, ya que el cardenal llevó al dominico entre su sequito. Esta travesía significó la primera intervención de Ferrer en los asuntos relacionados al Cisma. 56 Ibidem, p. 26. 57 Ibidem, p. 28. 30 La función de Ferrer en dichos viajes no era de diplomático, más bien como teólogo, predicador y, si acaso, canonista. Durante esta etapa de su vida, Vicente Ferrer obtuvo un incremento en su influencia política, ello se materializó en sus labores como confesor de doña María de Luna, esposa del infante don Martín, además de tener una excelente relación con Violante de Bar, convertida en reina a la muerte de Pedro el Ceremonioso en 1387.58 En la Biografía y escritos de San Vicente Ferrer se reconocen dos hechos que muestran cómo se honraba al valenciano: la promoción temprana al magisterio de Teología en Valencia, donde el cardenal Luna intervino; y su posterior promoción a la sede episcopal de Huesca, esta vez apoyada por el infante aragonés Juan y su esposa Violante de Bar.59 Así, mientras Pedro de Luna regresaba triunfante a Aviñón, con la adhesión de los reinos ibéricos al bando aviñonés, Vicente Ferrer trabajó en la corte de Barcelona con el rey Juan, poco antes coronado. El 28 de septiembre de 1394 el cardenal Luna fue elegido para ocupar el trono de Aviñón con el nombre de Benedicto XIII. Mientras tanto, murió trágicamente don Juan, rey de Aragón, dejando libre a Vicente Ferrer de sus obligaciones en la corte. El recién elegido pontífice convocó al dominico para ser parte de sus consejeros en Aviñón. Ferrer permaneció en la corte papal hasta 1398, cuando la situación del cisma era ya sumamente compleja, pues Aviñón estaba sitiado y, contra la voluntad del dominico, Benedicto XIII resolvió defenderse con las armas. El valenciano buscó refugio en un convento dominico; mientras residía ahí enfermó de gravedad. En su convalecencia, y exactamente el día 3 de octubre de 1398, según Garganta y Forcada, tuvo una visión en donde se le presentó 58 Ibidem, p. 36. 59 Idem. 31 “Nuestro Señor Jesucristo con Santo Domingo y San Francisco, recibió el encargo de evangelizar el mundo y se levantó completamente sano […] Los efectos fueron tales que San Vicente cambió totalmente el rumbo de su vida, dentro de la más absoluta fidelidad a su vocación dominicana.”60 Este suceso marcó el comienzo de la misión apostólica de Vicente Ferrer. Dejó definitivamente su cargo en Aviñón el 22 de noviembre de 1399 e inició su andar por el mundo como legado latere Christi.61 Se especula que se dotó a Ferrer con “facultades universales de predicación, sin las restricciones de la bula Saper cathedram; amplias facultades en el foro interno para absolver, dispensar, conmutar, etc. Facultades muy amplias para asociar a su empresa a clérigos regulares y seculares, con poderes apostólicos para suplir la jurisdicción ordinaria de prelados diocesanos y de los superiores regulares sobre estos clérigos de su compañía.”62 Tomando en cuenta lo anterior, se puede decir que Vicente Ferrer fue un hombre cuya labor como teólogo siempre estuvo cercana al poder, tanto el temporal como el espiritual. Posteriormente, tuvo la opción de andar por el mundo y predicar, llevó sus enseñanzas por los territorios que eran fieles a Benedicto XIII. En el próximo capítulo nos centraremos en su etapa como teólogo y tratadista. 60 Ibidem, p. 36-37. 61 Idem. 62 Ibídem, p. 38. 32 Capítulo II. La base doctrinal del pensamiento de Vicente Ferrer En el capítulo anterior se ha dado a conocer el contexto general en el que Vicente Ferrer nació y se formó: un momento histórico ciertamente tumultuoso, tanto para su tierra natal como para la institución a la que sirvió. Si dividimos la vida del santo valenciano en tres partes: los años de juventud; los del teólogo; y los del predicador ambulante, podremos notar que la primer parte está menos plagada de sucesos de relevancia en comparación de la segunda; mientras que la tercer sería mayor que las dos anteriores, pues es la más conocida, la más estudiada y la que será retomada en el siguiente capítulo. En este momento nos centraremos en sus textos. La mayor parte de la obra escrita que se conoce de Vicente Ferrer fue creada durante su estancia en la corte de Aviñón, como consejero del papa Clemente VI. Este capítulo estará consagrado al trabajo intelectual del dominico, el cual se desarrolló antes que su labor apostólica; por ello, se observarán en esta investigación algunas obras escritas, para hallar las continuidades de los textos del valenciano en sus predicaciones posteriores. Se escogieron dos de sus textos: el Tratado del Cisma moderno y el Tratado de la vida espiritual, dicha selección responde a que consideramos que ambos muestran lo que el dominico pensaba respecto a la división de la Iglesia en elterreno político en el primer escrito, y en lo espiritual en el segundo, además muestran qué proponía para solucionar dicho conflicto. En ese sentido, el propósito de las siguientes líneas es analizar las ideas de un Ferrer joven y entusiasta, quien apenas entraba en contacto con la política eclesiástica y que 33 en este contexto tuvo la oportunidad de conocer de cerca a varios de los implicados en el enmarañado asunto del Cisma. Lo anterior en el apartado del Tratado del Cisma moderno. Veremos también el trabajo del dominico respecto de las deficiencias de los religiosos. En dicho texto, Ferrer mencionó cómo los frailes mendicantes debían servir a Dios y a la sociedad, dichas ideas están vertidas en el Tratado de la vida espiritual. II.1 El Tratado del Cisma Moderno Comencemos pues analizando este tratado que, como ya se ha mencionado, fue el primer escrito de carácter teológico del que se tienen noticias en la producción de Vicente Ferrer. Fue redactado en 1380 y dedicado al rey Pedro de Aragón, este tratado fue creado en el marco de la intervención que hizo el dominico a lado de Pedro de Luna, este último como cardenal legado del papado aviñonés, cuyo objetivo era atraer la fidelidad de las monarquías peninsulares. Luna encargó al valenciano que predicara en su tierra natal en favor del bando aviñonés; ello estaba en contra de la política de neutralidad del rey aragonés, por lo que Ferrer fue denunciado y en consecuencia perdió el cargo de prior del convento de los predicadores que apenas ostentó unos meses. En consecuencia, nuestro protagonista redactó el tratado ya citado. El objetivo de esta obra era, según los padres Garganta y Forcada “convencer al rey de sus errores acerca del pontificado.”1 Sin embargo, el regente de Aragón perpetuó su posición neutral con respecto del Cisma hasta su muerte. Vayamos ahora directamente al texto. El tratado está constituido por cuatro partes: En la primera, a manera de introducción, Vicente Ferrer explicó, según sus conocimientos, 1 “Tratado del Cisma moderno” en Garganta y Forcada, op. cit., p. 404. 34 el estado de la cuestión. Comenzó con la elección de Bartolomé de Bari como cabeza de la Iglesia, las circunstancias en las que se optó por esta opción y de cómo y por qué los cardenales realizaron una nueva votación dando pie a la separación. Para el joven Vicente Ferrer, la división de la Iglesia era un anatema y debía ser erradicado con presteza pues, al estar el universo dirigido por un solo Dios, de igual manera la institución debía ser dirigida solo por una cabeza. En palabras del predicador: La Iglesia militante deriva y es semejanza de la triunfante. Dice san Juan en el Apocalipsis que vio la nueva Jerusalén –la Iglesia militante que descendía del cielo, es decir, la Iglesia triunfante. Y en la Iglesia triunfante preside uno solo, que es el que rige también el universo: Dios. Luego en la Iglesia militante uno solo debe presidir y gobernar a todos. Por eso dice Jesús: habrá un rebaño y un pastor.2 En la segunda parte abordó la cuestión del cómo y por qué se debía tomar una postura con respecto al Cisma, y del gran error que se cometía al mantenerse en indecisión o pronunciarse en favor de uno u otro disputante según las conveniencias políticas del momento.”3 A su vez, advirtió que la ignorancia no justificaba la falta de acción para allanar la separación; de esta manera hizo alusión a la política neutral del monarca al que se dirigía. El dominico expresó que no sólo se debía mantener una postura ante uno de los dos candidatos, sino que era fundamental afiliarse al verdadero, el aviñonés, por el cual Ferrer demostró su simpatía. Nuestro autor es categórico al desaprobar al partido opositor: “Se dice generalmente, y con acierto, que en la actualidad, por causa de la doble elección de papa, hay un cisma en la Iglesia, mejor, hay separación cismática de la Iglesia. Si existe el 2 Ibidem, p. 414. 3 Ibidem, p. 415. 35 cisma, es necesario que haya cismáticos, que no son precisamente los que obedecen al papa verdadero, sino los que obedecen al falso cual si fuera legítimo.”4 En la tercera parte, Ferrer buscó demostrar su tesis sobre la legitimidad de Clemente VI. El dominico afirmó la superioridad del papa de Aviñón argumentando la invalidez de la elección hecha en Roma, esto porque “fue hecha por temor y miedo capaz de influir en un varón fuerte, y sin este miedo nunca se hubiera hecho”.5 Este miedo era consecuencia del furor del pueblo romano. La gente de dicha ciudad, según el valenciano, acosó a los cardenales, exigiendo un papa italiano, de preferencia romano. El tumulto, siguiendo el relato del predicador, obligó al colegio cardenalicio a refugiarse y tomar una decisión so pena de acabar linchados. Ferrer dramatizó la situación desesperada al relatar cómo las autoridades de la ciudad se negaron a tomar acciones para garantizar su seguridad, de tal manera que “sin miedo a la excomunión, entraron temeraria y tumultuosamente en el conclave, infundiendo un miedo terrible a los cardenales, diciendo “Mirad, ya no podemos frenar el ímpetu y furor de este pueblo; si no elegís inmediatamente un papa romano o italiano, sereís todos despedazados.”6 Hay que puntualizar que Vicente Ferrer presentó la versión de los hechos que obtuvo de cardenales presentes en la elección del papa romano, pero que eran adeptos al bando aviñonés. Como pudo notarse en el pasaje anteriormente citado, el dominico hizo responsables de la ruptura de la institución eclesiástica al pueblo romano, no solo a los 4 Ibidem, p. 418. 5 Ibidem, p. 424. 6 Ibidem, p. 425. 36 adeptos al papa asentado en esa ciudad. El predicador mencionó a los romanos como pueblo terriblemente malvado, bárbaro y dispuesto a la sedición.7 Ferrer tomó como autoridad a san Bernardo, quien se expresó de manera similar sobre el mencionado pueblo. El valenciano sostuvo que los romanos eran especialmente hostiles contra los eclesiásticos, especialmente los franceses.8 Lo anterior, prosigue el dominico, fue tomado en cuenta por los miembros del conclave que “eligieron papa a Bartolomé, italiano, arzobispo de Bari, el cual era algo conocido en la curia. Todo ello con protestas y contradicciones de muchos cardenales.”9 Con estas palabras, el predicador pretendía dejar claro que la elección del papa romano fue realizada en medio de controversia. Mencionó el dominico que la curia apeló a la ciencia y buena voluntad del recién electo para que éste rehusara tomar el poder o que sólo fingiera asumir el cargo para salir del atolladero; sin embargo “olvidándose de su salvación, arrojada lejos de toda su ciencia, poseído repentinamente del ardor de la ambición, aceptó temerariamente la elección nula que se le brindó, y en ella se aferra obstinadamente hasta hoy.”10 Son muchas líneas las que ocupó el santo valenciano en excusar al colegio cardenalicio de la elección fallida del pontífice. El miedo a la muerte fue factor según Ferrer, además sugirió que la debilidad humana que los eclesiásticos habían manifestado fue compensada en la elección del papa aviñonés y que “todos los cristianos hemos de 7 Idem. 8 Ibidem, p. 426. 9 Ibidem, p. 427. 10 Ibidem, p. 431. 37 admitir la corrección y enmienda de la misma hecha por los cardenales.”11 Esta confianza mencionada por el predicador estaba fundamentada, además de la falta de amenaza por parte del populacho, se había elegido “debida y canónicamente” a Clemente VI. Así pues, Clemente VI era el pontífice verdadero y la autoridad de los cardenales no debía ponerse en duda. Pero el cisma seguía ahí, ¿cómo solucionarlo? Para Ferrer,la única vía para remediar la separación era aceptar la supremacía del papa aviñonés. Lo anterior porque, como ya se ha abundado antes, la elección del dirigente del bando romano no había sido canónica, por lo que no debía ser considerado. El predicador valenciano no estuvo de acuerdo con la vía del concilio, lo justifica de la siguiente manera: Digo que no se puede convocarse este concilio universal, porque parecería que nuestro señor Clemente, sumo pontífice, y los cardenales pondrían en duda una verdad notoria para la Iglesia. Lo cual no conviene, por las muchas cosas graves y adversas que podrían derivarse contra la Iglesia con la convocación de este concilio; y también, porque a causa de las guerras existentes entre los príncipes cristianos, así como los ánimos encontrados y las opiniones sobre el papado que actualmente, por el espíritu de desobediencia, tienen lugar en el mundo, tal vez no pudiera convocarse en un lugar seguro. Y también, porque se teme, con razón, que los italianos los cuales tienen más prelados que el resto del mundo, consiguieran por número algo en contra de la verdad para la Iglesia. Por eso algunos italianos, confiando en el número, piden con audacia un concilio general.12 Vicente Ferrer, además de no tener en consideración la solución por medio del concilio, invitó a impulsar la causa aviñonesa con las armas: “hemos de defender y ayudar al Sumo Pontífice y a la Iglesia romana corporalmente, es decir, con armas materiales, luchando y peleando contra los cismáticos y rebeldes, sobre todo cuando lo pide la necesidad y lo manda la Iglesia”.13 11 Ibidem, p. 435. 12 Ibidem, p. 442. 13 Ibidem, p. 445. 38 Tomando en cuenta lo anterior, podemos constatar que Ferrer defendió al papado aviñonés como legítimo14 basado en la excepción del protocolo que se había suscitado en la reunión del colegio cardenalicio en Roma. Destacable es que el dominico usó los vacíos legales y las circunstancias como argumentos, con los que pretendió atraer el bando del rey de Aragón, a la vez que insiste en la poca responsabilidad que se le debía achacar a los cardenales. En la última parte del tratado, Ferrer dio por hecho que Clemente era el verdadero pontífice, por lo que todos los representantes del poder temporal le debían obediencia. Posteriormente, el dominico argumentó que el Cisma fue vaticinado por las Sagradas Escrituras.15 Vicente Ferrer no escatimó en referencias a la naturaleza escatológica de los acontecimientos del mundo. Los Escritos de san Pablo, el Libro de Daniel y el Apocalipsis de san Juan fueron citados en repetidas ocasiones. Sin embargo, el predicador dedicó la última parte para prevenir contra las ideas disidentes de manera tajante: “afirmo que de ningún modo hay que juzgar del papado según los profetas modernos, ni tampoco según los milagros aparentes, ni por visiones.”16 Las precauciones mencionadas por el valenciano fueron originadas por la posibilidad de la aparición de herejías, como las originadas por Juan Hus u Guillermo Ockam. El dominico habló, concretamente, en contra de las profecías e ideas novedosas, pues ellas habían sido impulsadas por la separación de la Iglesia. El predicador arremetió contra los místicos que juzgaban los preceptos de la Iglesia con base en apariciones divinas: 14 Para la tradición eclesiástica considera Clemente VII y a su sucesor, Benedicto XIII, antipapas. 15 Ibidem, p. 446. 16 Ibidem, p. 447. 39 “si el mismo Cristo se apareciera a alguien diciéndole que creyera u obrara contra los estatutos generales de la Iglesia romana que han de ser indefectiblemente observados, según la Providencia, habría que creer con seguridad que el aparecido no era Cristo.”17 Fundamentó el predicador su posición ante los profetas populares citando las Sagradas Escrituras, Jeremías y Mateo sobre todo. Vicente Ferrer mencionó que aquellos que predicasen en contra de los preceptos de la Iglesia eran agentes del Anticristo que buscaban confundir a los buenos cristianos.”18 A pesar del recelo demostrado respecto de las tendencias apocalípticas de sus contemporáneos, Vicente Ferrer manifestó las propias, basadas en las Escrituras. Para el dominico, el cisma estaba anunciado en el Libro de Daniel, pues el profeta relata una visión que tuvo de cuatro bestias: Las cuatro bestias son, según nuestro propósito, los cuatro cismas crueles que, de distinta manera, se han consumado en la Iglesia católica. La primera bestia significa el cisma de los judíos, bajo la regencia de Juan […] la segunda bestia significa el cisma de los sarracenos, guiados por Mahoma […] la tercer bestia significa el cisma de los griegos, acaudillados por el emperador de Constantinopla […] la cuarta bestia representa el cisma actual de los romanos, bajo el poder del intruso Bartolomé. Los mostraron gran terribilidad en la coacción que hicieron para que se eligiera un romano o italiano. Por eso su cisma se llama terrible. Se dice también que causa admiración, por que admira a Dios haya permitido prevalezca tanto mal en su Iglesia. Dicese también que es muy fuerte, porque se han sumado a él muchos y grandes varones. Tiene grandes dientes hierro, que significan las rabiosas detracciones y temerarias usurpaciones con que intenta aniquilar los actos y autoridad de nuestro señor Clemente, sumo pontífice, y de los cardenales.19 En conclusión, El Tratado del cisma moderno reflejó a un Vicente Ferrer convencido de la autoridad del papa Clemente VI. Tan seguro estuvo de su posición que se valió de argumentos circunstanciales para convencer y atraer al bando aviñonés al rey de 17 Idem. 18 Ibidem, p. 448. 19 Ibidem, p. 461. 40 Aragón. Además, este escrito nos muestra que desde joven, el dominico tuvo una visión escatológica de los acontecimientos de su realidad. II.2 El Tratado de la vida espiritual José Garganta y José Forcada mencionan en su introducción al Tratado de la vida espiritual que Vicente Ferrer tuvo influencias e incluso trasladó párrafos completos de las obras de Venturino de Bérgamo y de Ludolfo el Cartujano.20 El tratado fue dedicado a un dominico quien pidió al predicador le aconsejara sobre cómo debía llevar una vida espiritual y cómo podía ayudar a las almas de los fieles, según la visión de la Orden de Predicadores. No se tienen datos sobre la fecha de composición de este tratado; se sospecha que fue escrito hacia 1394.21 Son citados los grandes nombres de la Iglesia como san Bernardo, santo Tomás o san Buenaventura y otros más cercanos a la época de Vicente Ferrer como los ya mencionados Ludolfo el Cartujano y Venturiano de Bérgamo.22 La doctrina contenida en esta obra no presenta nada novedoso: indicó Ferrer que si desea ser útil para las almas de los prójimos se debe predicar con el ejemplo, pues de manera contraria sus palabras carecerían de autoridad. Vayamos al texto. Ya con cierta experiencia a propósito de las costumbres y faltas de los religiosos, el dominico exhortó al lector a abrazar dicho compromiso y despreciar todo lo mundano. La invitación a la disciplina surgió por la tendencia a llevar una vida ostentosa y cercana al siglo por parte de los mendicantes: “Píntense los semejantes por muy amigos de la pobreza; empero sonle compañeros solo de nombre. Porque cuanto pueden 20 “Tratado de la vida espiritual” en Garganta y Forcada, op. cit. p. 465-466. 21 Garganta y Forcada exponen ampliamente esta cuestión en Biografía y escritos de San Vicente Ferrer, p. 465-476. 22 Ibidem, p. 466. 41 huyen de los que verdaderamente padecen necesidad y que son pobres a las veras. Gustan de serlo, pero no de padecer sed, hambre, menosprecio y abatimiento, fieles compañeros
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