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1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ACATLÁN La Comunidad de los Géneros en el Sofista de Platón TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADO EN FILOSOFÍA PRESENTA MARÍA FERNANDA BECERRIL CHÁVEZ Asesor: Antonio Luis Marino López México D.F. marzo del 2014. UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 Operator: That´s how it is. I allowed you, for a moment, to see the bloom of the nasturtium with the eyes of a butterfly. I allowed you to look at a meadow with the eyes of a salamander. Then I gave you the eyes of various people, so that you could look with them at the same city. -I admit that I was too sure of myself. I admit that there is little similarity between what those streets meant to me and what they were for others walking the same sidewalks I did. If only I were convinced that that was all there was to it –a huge number of individual, uncoordinated perceptions and images. But I have been searching for one, humanly seen, common-to-us-all truth about things, and that´s why what you have shown me was such a trial and such a temptation. *** To believe you are magnificent. And gradually to discover that you are not magnificent. Enough labor for one human life. C.Milosz 3 INTRODUCCIÓN 1 Todo ser vivo se caracteriza por tener algo distintivo, algo que permite reconocerlo y diferenciarlo de todos los demás. El perro ladra, el ave vuela, el pez nada. El hombre, igualmente, tiene algo que lo distingue. Aunque podríamos, como de todo ser vivo, encontrar distintas cualidades y hacer una descripción detallada del hombre, existe algo que, a mi parecer, es su símbolo o huella más fiel; el habla (logos). Y de la mano del habla está el conocimiento. O, mejor dicho, el habla revela otra característica que es la de conocer. El logos y el conocimiento son los que nos distinguen como hombres. Conocemos. Y la evidencia más clara es que hablamos de ello. Estamos constantemente articulando, afirmando que conocemos tal o cual cosa; “yo soy un ser vivo”, “esto es un perro”, “aquello es un árbol”. Me atrevo a decir que nadie, y si lo hiciera no sé cómo lo sustentaría, sería capaz de negar que hablamos y conocemos. Y que, además, es esto – conocer- lo que nos permite movernos, más o menos, en el mundo. Sin embargo, ¿cómo es que conocemos? ¿Dónde conocemos o por qué lo hacemos? Éstas son sólo algunas preguntas que surgen al reflexionar acerca de aquellas actividades y que probablemente desde siempre han acompañando al hombre, aunque no por ello tales cuestiones han sido resueltas. El presente texto tiene como propósito, precisamente, explorar el problema del conocimiento tratado en el diálogo el Sofista de Platón1. Y me refiero a éste como problema porque es algo verdaderamente oscuro cómo ocurre tal fenómeno. Es el hecho de hablar, conocer y en realidad no saber cómo es que estas experiencias suceden, lo que ha motivado la presente investigación. Es de sospechar, y quien haya leído 1 Platón, El sofista, Editorial Gredos, Madrid 2008. 4 el diálogo o se haya preguntado algo similar podrá confirmarlo, que éste (el del conocimiento en su relación con el lenguaje) es un tema escabroso y nada sencillo. El que prometo explorar es un asunto para el que existen –como se verá- distintas propuestas, para el que, en realidad, no hay un consenso o comunidad total y que, por lo tanto, permanece siendo un grandísimo enigma. Por lo anterior, estando conciente de la dimensión del problema que he decidido estudiar y advirtiendo que no será aquí ni seré yo la que lo resuelva de una vez y por todas, exploraré algunas secciones del ya anunciado Sofista de Platón. Debo decir que he decidido tratarlo porque, en mi opinión, haciendo una cuidadosa lectura de esta obra, es posible no sólo comprender cuál es el problema del conocimiento y las dificultades que tienen las principales propuestas que, hasta nuestros días, pretenden resolverlo, sino que además es posible vislumbrar una nueva propuesta que atiende el problema y resuelve las dificultades anunciadas. Mi objetivo final, y principal, es hacer un análisis de esta “nueva propuesta” que, puede anticiparse, es la de la llamada “comunidad de los géneros”. Ahora bien, el diálogo del Sofista es, por decirlo de alguna manera, la continuación de una conversación abordada en el diálogo el Teetetes2 en donde están presentes Sócrates, Teodoro, un distinguido profesor, y Teetetes, su alumno más brillante. Todos éstos buscan responder la pregunta, inaugurada por Sócrates, sobre qué es el conocimiento. Pregunta que, puede sospecharse, es explorada mas no resuelta. El diálogo termina, entonces, con la promesa de retomar el problema al día siguiente. Así, en el diálogo del Sofista están presentes, nuevamente, Teodoro, Sócrates y Teetetes, pero, además, aparece un nuevo personaje; el Extranjero de Elea (cuyo nombre nunca es revelado). No obstante, contrario a 2 Platón, Teetetes, Ed. Gredos, Madrid 2008. 5 lo que podría esperarse, la conversación no comienza con la misma pregunta (sobre qué es el conocimiento), más bien, en un inicio se pretende responder quién es o cuál es el hacer del sofista, y qué lo distingue del filósofo y también del político. El Extranjero de Elea y Teetetes comienzan, entonces, con la “búsqueda” del sofista. Por ser un asunto muy complejo, se parte de un ejemplo o, mejor dicho, paradigma, con el fin de iluminar el método para encontrar al sofista. El paradigma es el del “pescador”; se busca encontrar en qué consiste la actividad de éste haciendo constantes divisiones y uniones, partiendo del término o idea de técnica (Platón, 2008, 221 C). A ésta la “parte” en dos ramas; productiva (que reúne y lleva algo del no-ser al ser) y adquisitiva (que consiste en la captura de algo con la acción o razonamiento), luego ubica al pescador en la adquisitiva y a su vez separa ésta en dos…Y así, procediendo de esta manera, dividiendo continuamente, se “encuentra” el hacer del pescador. Es el método de la diáiresis3. Método que se utiliza, luego, para hallar al sofista. Sin embargo, este método no resulta tan efectivo como con el pescador; se llega a seis definiciones distintas del sofista. Seis veces se “atrapa” al sofista, por lo que, a la vez, éste se “escapa” ya que, habiendo tantas y tan distintas definiciones, es imposible decidir quién es él. Finalmente, el Extranjero propone al sofista como aquél que debate y produce opiniones e imágenes. Y, junto a Teetetes, explora en qué consiste la producción de imágenes o la “técnica imitativa”. Ambos indagan en los tipos de imágenes que existen, así como qué tan reales, o verdaderas, son tales imágenes. Por lo que, inevitablemente, se topan con el problema acerca del Ser y del No-ser (Ibídem; 235 C). Y, así, llegan a la discusión de dos distintas tesis ontológicas –la “Gigantomaquia”- e indagan 3 Término griego que significa, entre otras cosas,dividir. 6 si y cómo pretenden éstas resolver el problema del conocimiento. Cosa que, después, abrirá camino a la anunciada nueva propuesta sobre la “comunidad”. En realidad, no es nada sencillo ver cuál puede ser la relación del hacer del sofista y del filósofo (y político), con la pregunta acerca del conocimiento, así como con las distintas propuestas ontológicas y, finalmente, con la llamada “comunidad de los géneros”. Y sin embargo, puede anticiparse o sospecharse tal relación por el solo hecho de pertenecer a un mismo diálogo. En mi opinión, las distintas definiciones del sofista, sin indagar mucho en ellas pues no es el objetivo principal de este texto, son las que dan luz acerca de aquélla relación. En estos intentos, se termina definiendo al sofista como un vendedor de conocimientos propios o ajenos, como un maestro en el arte de los discursos y el debate, como un falso maestro de jóvenes, y finalmente, la sexta definición, habla del sofista como aquél que refuta la “vana apariencia de sabiduría” (Ibídem; 231 B), es decir como aquél que descubre quien posee verdadero conocimiento. Todas estas definiciones al hablar de cosas como maestro, apariencia o sabiduría, tocan también, de una u otra manera, el problema del conocimiento. Resulta imperante, entonces, responder qué es el conocimiento en la búsqueda del sofista que, al parecer según las definiciones y también la opinión común, es más bien el que, en su hacer, se opone a aquél. “La búsqueda de sabiduría se vuelve la caza del proveedor de la ignorancia” (Brann, 1996; 1). Al terminar la búsqueda del sofista a través del método de la diáiresis, el Extranjero lo propone como aquél que debate, produce opiniones y da una determinada “apariencia” para convencer o persuadir(Platón, 2008; 233B). Así, se dirige la atención al ya anunciado problema de la imagen (Ibídem.; 234 A). El sofista puede dar determinadas “apariencias” porque es un productor de imágenes; hace, por decirlo de algún modo, “apariencias o 7 imitaciones habladas”. Existen, por un lado, productores de imágenes que no alteran el original, permitiendo más bien que el original se comprenda (eikon). Y por otro lado están los que sí alteran el original, alejándose de éste y, entonces también, engañando con esta imagen falsa (phantasma). Por lo tanto, en primer lugar, es necesario hacer la distinción entre la cosa que es (el original) y su imagen (que ya no es la cosa misma). En segundo lugar, la imagen puede hacer aparecer algo como lo que no es. Sin decir qué tipo de productor de imágenes es el sofista, pero dejándolos con la sospecha, el Extranjero evidencia, en primer lugar, la necesidad de comprender cómo es esta producción de imágenes para descubrir quién es el sofista. En segundo lugar, muestra la importancia del papel que juega la imagen en el conocimiento, y su relación con el ser (ousía). Nos deja ver que la imagen está innegablemente relacionada con la ousía (se tiene o se produce una imagen siempre de algo que es). Además de que la imagen, aunque es, no es en sí la cosa de la que es imagen. Y, finalmente, es posible producir imágenes haciendo aparecer las cosas como lo que no son. El sofista, a pesar de ser descrito como “productor de imágenes” –y muy probablemente de imágenes que alejan u ocultan más la cosa original-, niega que sea posible hacer imágenes (habladas) de lo que no es. No acepta, lo que podríamos de una vez llamar, algo como el No-Ser, y así, niega toda falsedad (Ibídem, 241 B), negándose a sí mismo como un productor de imágenes falsas. Es esto precisamente lo que el Extranjero intentará refutar. Es por esto -por el sofista, las imágenes, y especialmente por el No-Ser y la falsedad que niega aquél- que, junto a Teetetes, se da a la tarea de investigar el ser (o la ousía) y explorar las distintas propuestas ontológicas. Con lo anterior, me parece que la exposición de las tesis ontológicas (propuestas sobre la ousía) y la propuesta sobre la “comunidad de los géneros”, no resultan para nada ajenas al 8 problema inicial del diálogo. Es necesario investigar qué es eso de conocimiento para poder responder quién es el sofista. Es por esto que la presente investigación estará dedicada, únicamente, a la sección del diálogo que explora las distintas tesis ontológicas que pretenden responder qué es el conocimiento, la “Gigantomaquia”, así como la propuesta de la “comunidad de los géneros”. 2 Así pues, este texto estará dividido en tres partes en donde, primeramente, haré un análisis partiendo de la sección del diálogo en donde se hace la exposición de las tesis ontológicas o, de nuevo, “Gigantomaquía” (Ibídem, 246 A). Analizaré algunos argumentos que allí se ofrecen sobre las dos distintas propuestas, a saber, la de los “gigantes” y la de los “Amigos de las Formas”. Aquéllos defienden la materia y el movimiento, mientras que éstos hacen lo mismo pero con el reposo, el pensamiento y la unidad. Expondré con qué dificultades se topan cada una de estas tesis, por qué no resuelven el problema del conocimiento y son, por tanto, insostenibles. En la segunda sección, comenzaré ya a explorar la nueva propuesta. Aquí, me despegaré del diálogo para enfocarme en analizar dos términos que son esenciales para comprender esta propuesta, a saber, los términos de potencia (dynamis) y “comunidad” (koinonía) –términos que, se verá, se presentan ya desde la exposición de la “Gigantomaquía”. En esta segunda parte, haré, pues, un análisis de los anteriores términos para después volver al diálogo y explicar qué tipos de “comunidad” se propone que existen. Por último, ya en la tercera sección, desarrollaré cómo “actúa” la mencionada “comunidad de los géneros”, exponiendo cómo funcionan los géneros más grandes y abarcantes; los cinco géneros y el No-ser. Volveré, entonces, a concentrarme en dar seguimiento y hacer un análisis de los argumentos que se ofrecen en esta parte del diálogo (Ibídem; 254 C). 9 Busco, igualmente, explorar en qué consiste que estos seis sean Géneros, quiero decir, a dónde se apunta o cuál es el sentido del término. Hablaré no sólo de la comunidad, sino también de la necesidad de los géneros “Ser”, “Reposo y Movimiento”, de lo “Mismo y lo Otro” y, finalmente, del “No- Ser”. Con todo esto, no debe de perderse de vista que, mi propósito es analizar el problema del conocimiento planteado desde este único diálogo y, finalmente, mostrar cómo es que esta “comunidad de los géneros” resuelve, en mayor medida, el problema del conocimiento. 10 CAPÍTULO I “Gigantomaquia”. Exposición de dos propuestas que pretenden resolver el problema del conocimiento En el drama del Sofista, como he anticipado, se hacen muchos intentos de descubrir en qué consiste la actividad que éste (el sofista) realiza (Platón, 2008, 216A). Y es en miras de “atrapar” al sofista, que el Extranjero presenta las dos tesis que hablan sobre el conocimiento. En esta “búsqueda” (del sofista), se descubren hablando acerca del ser o ousía 4 . El Extranjero comienza a mostrarle a Teetetes no sólo la necesidad de hablar del ser, sino también la inminente dificultad. Digo necesidad porque, como se verá a continuación, al intentar resolver cómo es que conocemos, uno se descubre, inevitablemente, tocando el tema del ser. En otras palabras, el Extranjero, al hablar del ser, muestra que existe una relación estrecha e inmediata entre éste y el conocimiento. La pregunta acerca de cómo conocemos estará siempre guiada por la concepción que se tenga acerca del ser; cómo concibamos que las cosas son –esto es, al ser y su orden en general-, necesariamente afectará nuestra manera de concebir el conocimiento. Y esto, en realidad, no es algo tan difícil de sospechar si se toma en cuenta que se tiene un conocimiento siempre acerca del ser de algo, de cómo, para quéo por qué es aquello. Decimos que queremos conocer o que conocemos una cosa precisamente cuando queremos saber o cuando creemos comprender tal cosa, cuando sabemos para qué sirve, cuáles son los elementos que la conforman, etc. 4 Debe aclararse que el término de ousía no está completamente delineado o bien definido en el propio diálogo. No obstante, en su glosario, Eva Brann explica que “existen dos expresiones en el diálogo para “ser”: ousía y to on. En griego ordinario ousía significa propiedad o bienes raíces, tiene un sentido de riqueza, intensificación” - Plato, Sophist, The professor of Wisdom, Focus Philosophical Library, EUA 1996, p 90. 11 Lo anterior, me refiero a la relación entre el ser y el conocimiento, es posible verlo con mucha más claridad en el diálogo cuando el Extranjero habla de la “Batalla entre Dioses y Gigantes; existe entre los Dioses y Gigantes un combate, a causa de sus disputas mutuas sobre la ousía” (Ibídem, 216A). Habla de la llamada “Gigantomaquia”, en donde se presentan dos posturas que se disputan la naturaleza del ser (de nuevo, ousía) y se muestra, además, cómo las concepciones que se tienen de ésta, tienen como consecuencia dos posturas distintas y completamente opuestas acerca del conocimiento. Vale la pena analizar más detenidamente respectivas propuestas para comprender, así, también las propuestas respecto al conocimiento. Así que, siguiendo el orden del propio diálogo, comenzaré explorando la propuesta de los “gigantes”. 1.-Los “gigantes” “Unos arrastran todo desde el cielo y lo invisible hacia la tierra…Aferrándose a estas cosas, sostienen que sólo existe lo que ofrece resistencia y cierto contacto; definen como idénticos el ser y el cuerpo…” (Ibídem, 246B) Así comienza el Extranjero a describir esta propuesta; los “gigantes” son todos aquéllos que consideran que el ser (ousía) no es más que cuerpo. Para todos estos, no existe nada más que la materia. Todo absolutamente es material, explica el Extranjero. Además de sostener lo anterior, esta tesis propone que toda esta materia está en constante movimiento. Todo es, todos somos, partículas materiales chocando entre sí. La totalidad es resultado de este movimiento, choque o resistencia de la materia. Con lo poco dicho, no es difícil ver que para la propuesta de los “gigantes”, entonces, así como no existe nada inmaterial, tampoco puede existir algo como la unidad. Porque para 12 ser unidad, necesariamente, algo ha de permanecer. No hay unidad alguna ya que nada nunca permanece estático. Y ese algo que permanece, y que es de hecho lo que mantiene aquella unidad, sería lo único que nos permitiría reconocerla. Nada se queda igual, la materia –que lo es todo aquí- cada instante, al moverse, deja de ser la misma. Si todo completamente está en movimiento, no sólo hay movimiento o cambio, de un lugar a otro, sino que en todo momento hay un movimiento y, a cada instante, hay un cambio en cada una de esas partículas (siempre) inestables. Podría decirse que, bajo esta propuesta, al proponer que todo está en movimiento, el ser (la ousía) es una desordenada multiplicidad. No obstante, si se analiza atentamente, ni siquiera esto sería posible. Pues, para que exista y podamos reconocer la multiplicidad, necesariamente tiene que existir y debemos reconocer también su contrario, a la unidad. Reconozco y hablo, por dar un ejemplo, que hay una multiplicidad de hombres únicamente porque también soy capaz de reconocer, y saber qué es un solo hombre. Sin unidad no hay multiplicidad y sin multiplicidad no puede haber unidad. Hablo de la una (la multiplicidad en este caso), porque reconozco la otra (la unidad), y la diferencia que existe entre ambas. Nuevamente, la totalidad para los “gigantes”, es materia en movimiento, siempre en movimiento. Y nada más. Desde un inicio puede adelantarse que, además de lo anterior respecto a la unidad, aceptar esta propuesta, implica inevitablemente rechazar algo como el alma –a no ser que se le considerara como material, pero, al serlo, dejaría de ser alma convirtiéndose en mero cuerpo. Y, en realidad, no sólo se rechazaría al alma, sino que desde un inicio puede verse que esta propuesta está rechazando, y si no rechazando sí es posible anticipar que se topará con grandes dificultades al intentar explicar innumerables asuntos que están presentes y que, no obstante, no son completamente o para nada 13 materiales. Asuntos como la ética, en donde se habla de vicios y virtudes que, como tal, no existen. No al menos del mismo modo que un perro o una piedra; no tienen extensión, forma o color. Así, después de abrir el estudio de esta propuesta, el Extranjero la analizará desde distintos ángulos. Preguntará cómo explica un “gigante” al “ser viviente”, a la justicia, la “potencia”. Y, finalmente, cómo se concibe bajo esta tesis al conocimiento. 1. 1 El “ser viviente” “¿Qué diría un materialista al preguntarle si existe algo como un ser vivo mortal?” (Ibídem, 246E) Aunque muchísimo más compleja, la anterior es, la postura general de los “gigantes” que no me parece tan aventurado llamar también materialistas. Pero entonces, debe preguntarse, ¿esta postura logra dar razón o explicar el conocimiento? Y, antes de esta pregunta, ¿esta tesis verdaderamente describe al orden de todas las cosas, quiero decir, al ser en general? ¿Es esto y nada más lo que nos reporta nuestra experiencia cotidiana? Antes de atender aquella pregunta, me refiero a la de cómo explicar el conocimiento en términos de los “gigantes”, es necesario analizar ésta, acerca de si en verdad todas las cosas están y son puro cuerpo, movimiento y multiplicidad. Para comenzar con esto, creo que vale la pena recordar lo que, dentro del diálogo, el Extranjero pregunta desde un inicio. ¿Podría existir o dar razón de algo como un ser que muere, si todo es cuerpo? Un ser vivo, para estar vivo, debe moverse (cosa que muy bien va con su tesis). Pero si todo fuera sólo materia y cuerpo, en realidad no habría algo como un ser viviente. Todo sería algo así como las piedras o la tierra; que existen, sí, pero que no son seres vivos. No son seres que se mueven, que 14 cambian, que sienten, mucho menos son seres que piensan, hablan o conocen. Un ser vivo, indudablemente, se mueve. Y debe enfatizarse aquel reflexivo precisamente porque, a diferencia de las piedras o la tierra, no necesita de nadie que lo mueva. El desplazarse de un lugar a otro, crecer, nutrirse: todos estos son movimientos característicos de un ser vivo. Éste se mueve para mantenerse y tal movimiento está en sí mismo. Que se mueva revela que el ser vivo es mucho más que pura materia. Es sólo porque está vivo, porque se mueve y mantiene, que podemos hablar de un ser que muere. De nuevo, una piedra no puede nunca morir porque nunca estuvo viva. Damos cuenta de la muerte sólo gracias a que damos cuenta de que hay vida. Un ser vivo, un ser vivo animado mortal, no puede, por lo tanto, ser explicado a partir de esta tesis. Todo ser viviente y animado, además, muere. La muerte es algo que, aunque no creo que se atreva a negarla, un “gigante” no puede explicarla. Y digo esto porque únicamente aceptando que hay algo más que sólo cuerpo, puede explicarse que haya muerte. Si no hay algo más que lo material, no puede explicarse ésta (y, sin embargo, debe aceptarse porque a diario vemos que seres vivos, hombres, animales o plantas, mueren). No puede hablarse de muerte sin vida. Si no se puede dar razón de la vida, mucho menos puede explicarse algo como la muerte. No se puede hablar de muerte sin recurrir a algo más que el solo cuerpo, algo que haga que un cuerpo se “anime”. Algo, quizá, como el alma “¿No admiten que esto es un cuerpo animado?” (Ibídem, 246 E), dice inmediatamente el Extranjero, después de que Teetetes respondeque los “gigantes”, no pueden negar que existen seres vivos que mueren. Un “gigante”, al verse forzado a afirmar –como vuelve a responder Teetetes- que el cuerpo animado es, que se mueve y mantiene, afirma entonces también que el alma es. Sólo algo como el alma podría ser principio de aquel propio 15 movimiento que le permitiera mantenerse siendo. Sin embargo, a pesar de verse orillado a afirmar lo anterior, es claro que es un verdadero problema para un “gigante” poder concebir explicar a ésta, así como la anterior aseveración del “ser viviente mortal”. Podrá describir, pero no explicar cómo o por qué es que un ser nace, crece o se reproduce, porque hablar de materia pura, es hablar de algo inerte. Algo que, en realidad, por sí solo no puede moverse. Insistir que toda la materia ya de suyo está en movimiento es verdaderamente insuficiente pues no se explica quién, dónde o cómo se origina tal movimiento. Igualmente, surge la pregunta acerca de cómo es posible que tal ser (viviente) pueda mantenerse siendo lo que es, permanezca siendo ese ser y no otro. Y digo esto porque, concediendo que todo es materia en movimiento, si todo a cada instante se mueve, cambia y nada permanece; ¿cómo podría siquiera hablarse de un ser como tal? Sería imposible que existiera, pues esto implicaría necesariamente que algo de aquel ser ha permanecido a pesar del cambio y movimiento. Y lo anterior, contradiría la misma tesis que rechaza toda unidad y reposo. Un “gigante” pretende explicar, al parecer, lo vivo a partir de lo "no-vivo", cuando aquél es muchísimo más complejo. La propuesta de los “gigantes” no alcanza a explicar el orden bajo el cual se mueve la totalidad. El Extranjero evidencia cómo la propuesta de los “gigantes” se topa con problemas que, dentro de sus propios términos, no puede resolver. En realidad, es imposible negar el movimiento, la propia experiencia nos lo confirma; somos seres que nos movemos, estamos en un mundo que está constantemente cambiando. Pero también existe algo en nosotros y en el mundo que no podemos negar que permanece. Ese “algo” que permanece, es lo que nos permite llamarnos hombres, identificar al árbol como árbol o al perro como perro. Además, como se ha visto, esta propuesta ni siquiera 16 alcanza a explicar cómo se origina tal movimiento. No puede dar razón alguna de ningún ser viviente, y negar que existen seres vivientes sería una necedad si uno está consciente siquiera de uno mismo (quiero decir, de que es un ser viviente). O, ¿existe una forma de explicar la vida si todo es cuerpo y solamente cuerpo? ¿Se puede explicar la vida si se niega algo como el alma? Yo sigo insistiendo que la respuesta es no. Me atrevo a concluir que, si se es “gigante”, se niega –o al menos jamás logra explicarse- el hecho más innegable e inmediato que tenemos; la vida. 1.2 La justicia “¿No afirman también [los “gigantes”] que existen almas justas e injustas, sensatas e insensatas?” (Ibídem, 247A) Luego de preguntar sobre el ser vivo animado, el Extranjero encamina el diálogo hacia un tema igualmente oscuro y difícil. Se acerca al terreno ético, y habla sobre cosas como la justicia. Menciono esto no porque pretenda definir aquí a la justicia, injusticia, mucho menos para señalar quién es el hombre justo. Únicamente me parece importante subrayar (como, creo yo, el mismo Platón lo hace al incluir este tema en un diálogo que parece hablar sobre asuntos muy distintos) que problemas como éstos –la justicia, la injusticia, la prudencia, las virtudes o vicios humanos-, en realidad nunca pueden olvidarse o dejarse de lado completamente. Como hombres, “gigantes” o no, siempre estamos hablando de lo justo o lo injusto. Existe algo, una sospecha o sentimiento quizá, de desagrado, enojo o molestia, cuando, por ejemplo, sufrimos o presenciamos algún acto injusto. Nos desagrada sufrir injusticias, aún calificamos como buena a la justicia. Me refiero a que todos estos asuntos que tratan sobre la vida práctica del hombre (el actuar, la virtud o bondad 17 humanas), aunque oscurísimos, siempre están presentes. No pueden olvidarse o dejarse de lado porque la vida del hombre es práctica, se da con otros hombres y en sociedad. Es por eso que Teetetes se ve obligado a responder afirmativamente a la pregunta del Extranjero; aun los “gigantes” “sienten” (no con los cinco sentidos) y hablan de lo justo y lo injusto. “¿Y no es por la posesión y por la presencia de la justicia por lo que el alma llega a ser justa, y contraria –injusta-, por lo contrario (injusticia)?” (Ibídem, 247 A), pregunta luego el Extranjero. Aunque no es evidente que un “gigante” respondería que sí a esta pregunta (ni a todas las anteriores, pues es el joven Teetetes quien responde en su lugar), el argumento que sigue el Extranjero es que, al hablar de lo justo o injusto y afirmar que el alma justa lo es porque participa de la justicia, entonces, tienen que aceptar que lo que tiene el poder de hacerse presente o ausente (en este caso la justicia) innegablemente es algo. Por lo tanto, así como la justicia, la sensatez y todas las demás virtudes con sus contrarios son, también el alma en donde tales virtudes se hacen presentes, es. En otros términos, si se habla de lo justo y lo injusto, irremediablemente se tiene que hablar de la justicia, injusticia y, finalmente, del algo como el alma. Ahora bien, siguiendo la anterior línea de argumentación, una vez que se evidencia que los “gigantes” no pueden negar, aunque tampoco explicar, que existen virtudes como la justicia o algo como el alma, debe preguntarse qué piensan los “gigantes” de éstas. ¿Hablan de la justicia, virtudes y vicios, necesariamente del alma, como cosas materiales? “¿Dicen que todos éstos son o tienen cuerpo?” (Ibídem, 247 B) –pregunta nuevamente el Extranjero. Pregunta para la que los “gigantes”, al parecer, no pueden tener una firme respuesta. No se atreven a afirmar que el alma y virtudes como la justicia son cuerpo, pero tampoco que no lo son (Ibídem, 247 C). Los “gigantes” se hallan en un callejón sin salida porque, por un 18 lado, afirman que absolutamente todo es materia pero, por el otro, no pueden negar virtudes como la justicia (y, de nuevo, también al alma). Si afirmasen que el alma, por ejemplo, es cuerpo, tendrían que poder señalarla, tocarla, percibirla, describirla, como con todo lo que es corpóreo. Y, evidentemente, sería imposible. De igual manera con virtudes como la justicia que no es posible definir, señalar o describir clara y puntualmente. En suma, un “gigante” jamás podría dar razón de algo como lo justo o lo injusto. Pero, a la vez, no podría desprenderse, ignorar, o no sentir aquéllo que se siente cuando se sufre o presencia una injusticia. No podría no hablar ni podría no experimentar “cosas” como las virtudes o vicios. Cualquier hombre, “gigante” o no, puede y siente, por ejemplo, vergüenza, se enoja o se ríe. Quiero decir que, esta propuesta, al rechazar todo lo que no es cuerpo, se vuelca contra sí misma. Esta tesis no puede explicar ni al ser viviente ni otras cuestiones que también conforman al hombre, que están presentes en nuestra experiencia desde siempre y que sin duda alguna son muy distintas al cuerpo. Al rechazar todo lo que es diferente del cuerpo, el “gigante” cancela toda virtud y la posibilidad del mundo ético. Pero, si se acepta la virtud, el vicio y al alma, se acepta que hay algo diferente de lo material y, por lo tanto, se termina contrariando la tesis principal. Después de evidenciar que la propuesta de los “gigantes” no alcanza a explicar asuntos como la justicia o el alma y que, no obstante, tampoco pueden rechazarlos del todo porque son asuntos con los que día a día se enfrentan, el Extranjero muestra la necesidad de aceptar que tanto las cosas materiales existen, como también las que no son materiales (como la justicia,las virtudes o los vicios). Todos, aún el más “gigante” de todos los hombres, día a día se enfrenta y habla de asuntos que no son para nada materiales. Siente, como he dicho, que ha sufrido una injusticia, califica a un hombre de sensato o insensato, más aún, se ríe o 19 enoja por algo. Todo esto no es ni ocurre en un lugar material, la justicia, la risa o el alma no es algo que tenga textura o color definido, no es algo que se huela o perciba. Y, sin embargo, ahí están. Por ello, un “gigante” se ve forzado a aceptar lo que enuncia el Extranjero. Al parecer, hasta este punto, la tesis termina de ser refutada. Yo me atrevo a decir que, más que ser refutada por el Extranjero que es quien plantea todas las preguntas y evidencia los problemas de esta propuesta, es la propia experiencia la que lo hace. Aun sin poder definir a la justicia, o a las otras virtudes y vicios, aun sin poder comprender totalmente qué es el alma, curiosamente, es la experiencia misma la que se nos impone y nos obliga a aceptarlas5. 1.3 La potencia y la ousía “Volvamos entonces a interrogarlos, pues si quisieran admitir la existencia de algo incorpóreo, por pequeño que fuese, ello bastaría. Ellos deben decirnos qué es lo que tienen en común aquéllas cosas con lo que tiene cuerpo y que, al tomarlo en consideración, les permitía decir que tanto unas como otras, son” (Ibídem, 247 D) Ahora bien, aceptar que tanto lo material como lo no material es, sigue sin ser suficiente. Se vuelve al mismo problema acerca de la ousía o del ser. ¿Qué es lo que es la ousía o el ser si tanto lo material como lo inmaterial pertenecen a éste? Nuevamente; si lo corpóreo y lo no- corpóreo son, entonces –evidentemente- el ser u ousía no es sólo material. Entonces, de nuevo surge la pregunta sobre qué es el ser. El Extranjero se apresura a dar una respuesta que, aunque no desarrolla, permite comenzar a rastrear cuál será su propuesta final; “[…] existe realmente todo aquello que posee una cierta potencia, ya sea de actuar sobre 5 Sin duda alguna el problema ético al explorar la tesis de los “gigantes” es un tema vasto, verdaderamente difícil, aunque igualmente importante de explorar. No obstante, por el objetivo principal de este escrito, únicamente –como puede verse- hago alusión a éste. 20 cualquier cosa natural, ya sea de padecer […] Sostengo entonces esta fórmula para definir a las cosas que son: no son otra cosa que potencia” (Ibídem, 247 E). Aparentemente, el Extranjero propone que la ousía no sea ya sólo materia en movimiento, propone a la ousía como potencia. Qué quiera decir o implique esta propuesta acerca de la potencia, no es para nada claro. Si bien se establece que la potencia es algo que tiene que ver con la acción y pasión de algo, esto no da muchas luces. A pesar de que Teetetes inmediatamente después de esta aseveración, replica que los “gigantes” se ven forzados a aceptar lo que dice el Extranjero (y es además aplaudido por éste), hasta este punto del diálogo, no se indaga más en esto de la potencia, del actuar o del padecer y se pasa a investigar la propuesta de los “Amigos de las Formas”. Es evidente, no obstante, que el tema no está agotado y que para nada es claro a qué se apunte con esto. Inevitablemente surgen nuevas preguntas que habrá que intentar esclarecer; en primer lugar qué es la potencia, qué quiere decir con eso de “actuar sobre algo” o “padecer” algo. Preguntas que más adelante, se verá, abordaré en el siguiente capítulo. 1.4 El conocimiento Dicho lo anterior, haré una pausa en el seguimiento del diálogo para dar paso a la última pregunta que he prometido atender. Me refiero a aquélla sobre el conocimiento bajo la propuesta de los “gigantes”. ¿Cómo responde esta postura al problema del conocimiento? ¿Qué quiere decir “conocer” bajo la lente de un “gigante”? Esta postura, en donde no existe ni permanencia ni unidad ni nada que no sea material, me parece que el conocimiento consistiría únicamente en el “choque” o impacto de dos cuerpos en movimiento. En un instante, de “golpe” quizá, entre mis ojos y otro cuerpo. Lo que queda de aquel encuentro instantáneo entre dos cuerpos, podría considerarse como el conocimiento. Para los 21 “gigantes, el conocimiento sería tal vez como un sello de aquel otro objeto que se ha quedado impreso en nosotros. Es un sello, claro, únicamente de aquel instante. Porque si todo cambia, ese objeto con el que nuestros ojos se han impactado, habría ya cambiado. Y, analizando atentamente, si todo absolutamente cambia, no veo por qué nosotros, nuestros ojos, se salvarían del orden universal. Quiero decir que nuestros ojos también cambiarían, dejarían de ser y se volverían otra cosa totalmente distinta. Además, ¿dónde quedaría o se guardaría ese “sello” residuo y evidencia de aquel “choque”? Si no hay nada más que materia en movimiento, no encuentro cómo podría responderse esto. Si todo cambia, y nada es inmaterial, no habría algo como el alma o la mente ni la memoria o el recuerdo (de tal impacto o sello). Sería un conocimiento igual de instantáneo que todo. Conocimiento que, como todo aquí, sería también inestable. Conocimiento que se olvidaría y a cada momento dejaría de ser para volverse otro. Por todo lo anterior me parece que, la propuesta materialista, en realidad, acaba cancelando cualquier tipo de conocimiento. Ya que, al cancelar todo lo que no es material, así como cualquier tipo de reposo o unidad, imposibilita cualquier actividad parecida a la de conocer. Cancela al logos. Pues, ¿cómo se podría conocer si nada permanece? Creería, por ejemplo, que tal cosa es una mesa. Creería saber lo que es una mesa, conocerla. Mentaría el nombre de “mesa”. Sin embargo, si se es totalmente fiel a la tesis materialista, sería cosa imposible nombrar algo, pues casi al nombrarlo aquella cosa ya habría cambiado. En realidad, sería imposible alguna cosa parecida a nombrar pues no es otra cosa que fijar con las palabras. En otros términos, en primer lugar, al nombrarlo, ya estaría “fijando” algo, en un mundo y orden en el que nada nunca puede estar fijo. Y, en segundo, si todo en verdad cambiara a cada instante, sería imposible siquiera comprender, recordar y nombrar cualquier cosa, sea 22 una mesa, un árbol y hasta a nosotros mismos. Todo, valga la expresión, se resbalaría al ser inestable. Y el conocimiento también. Finalmente, si se rechaza todo lo que no es material, no puede aceptarse algo como el conocimiento pues –aunque aún me es imposible decir qué y cómo es- me parece que no es difícil notar que éste no es ningún objeto material, que se toque, prueba, huela o perciba a través de nuestros sentidos. En suma, la propuesta de los “gigantes” es la que defiende que todo es materia. Materia en movimiento y nada más. Rechaza siempre cualquier tipo de estabilidad, cualquier cosa que no sea cuerpo en infinito movimiento y, entonces, rechaza también cualquier tipo de unidad. A pesar de que es imposible negar que existe el cambio, la materia y el movimiento –ya que al voltear a mirar la propia experiencia se puede confirmar-, esta propuesta se topa con dificultades y lleva a contradicciones que parecen imposibles de superar. Aunque los “gigantes” explican y dan cabida al cambio y al movimiento, al rechazar cualquier tipo de estabilidad y cualquier cosa inmaterial, no pueden dar razón de ningún ser viviente, de la generación ni de la muerte. No pueden tampoco explicar asuntos del ámbito ético –aunque sigan viéndose inmersos siempre dentro de él. Y, por último, bajo esta postura en que no existe más que materia y movimiento, tampoco existe el conocimiento; terminan por cancelarlo. O, mejor dicho, no pueden nunca explicar, bien a bien, cuestiones como la vida, la muerte y asuntos de tipo ético, que la experiencia confirma que existen. Bajo estavisión, la experiencia del conocimiento no se aclara en lo absoluto, sino que, al contrario, al cancelarlo, se le cancela también como problema. Sin aceptar algo más que el cuerpo, algo como el alma, la propuesta de los “gigantes” se encierra a sí misma; se topa con problemas que no alcanza a resolver. En el diálogo, terminan por abandonar esta tesis precisamente al enunciar la imposibilidad que tiene de 23 explicar asuntos innegables como que somos seres vivientes, mortales, que nos topamos con justicias e injusticias, precisamente por la imposibilidad de aceptar o explicar algo como el alma o el pensamiento. Si se acepta que existe el conocimiento y si quiere resolverse cómo es que éste se da–o al menos iluminarse un poco más-, es necesaria una mirada diferente. Una propuesta completamente distinta a la anterior es la de los llamados “Dioses Olímpicos”, propuesta que, como lo he mencionado, en el diálogo se investiga inmediatamente después de que el Extranjero ha hablado de la potencia. Igual que con la de los “gigantes”, antes de analizar cómo es que los “Dioses” conciben el conocimiento, es necesario comprender cuál es, en general, su concepción respecto al ser (ousía). 2.-“Los Dioses o Amigos de las Formas” “Vayamos, entonces, a los otros, a los Amigos de las Formas…<< ¿Decís que el devenir [génesis] está separado de la esencia, no es así?>>” (Ibídem; 248 A) Pues bien, si el ser (la ousía), en la concepción de los “gigantes”, consistía en pura materia en movimiento, puede sospecharse que ésta tesis se opondrá totalmente a aquélla. Quiero decir que, si aquélla postura defiende que el ser es materia en movimiento, ésta, entonces, propone al ser como una unidad inmaterial siempre en reposo. Sin embargo, la cita anterior muestra que, a diferencia de la postura materialista que rechazaba todo lo que no fuera cuerpo en movimiento, la propuesta de los “Amigos de las Formas” más que rechazar absolutamente al cuerpo, su devenir o génesis y cambio6; lo separan del ser (ousía). “Y 6 El término génesis viene del verbo griego gignesthai, que quiere decir “devenir”, “llegar a ser” o “nacer”. También puede significar “suceder” o “surgir”. Este término sugiere no sólo el origen, sino también el acto y proceso de llegar a ser. Glosario en la traducción de Eva Brann, Et. Al.: Plato, Sophist, Op. Cit, p89. 24 declaran que con el cuerpo, a través de los sentidos, hacemos comunidad con el génesis (devenir), mientras que con el alma, a través de la razón, nos relacionamos con el genuino ser (ousía), que siempre permanece en su misma condición, mientras que el génesis (devenir) está en condiciones distintas en momentos distintos” (Ibídem, 248 A) –explica el Extranjero. En otras palabras, los “Amigos de las Formas”, separan por completo todo lo material, el cuerpo, movimiento y devenir (génesis) de lo inmaterial, del pensamiento, alma y el ser (ousía). Por un lado está el génesis o devenir, que implica indudablemente cambio y movimiento. Éste está presente en, y sólo en, todo lo material; en el cuerpo. Donde hay, además, un espacio y tiempo determinados y siempre determinando a los cuerpos y su movimiento. Y, por otro lado, está el ser o la ousía, en donde no existe ningún tipo de cambio o movimiento, no hay tampoco temporalidad. Se llega a ella (la ousía) sólo a través del pensamiento o razonamiento del alma –que esta propuesta evidentemente acepta y siempre como algo muy distinto a lo material. Puede concluirse que, si en la ousía no hay movimiento ni cuerpo ni cambio, ésta es entonces una unidad inmaterial, que está siempre en reposo, que nunca cambia y es siempre la misma. La ousía, pues, no tiene contacto ni relación alguna con lo material que, según los “Amigos de las Formas” siempre está deviniendo. Es necesario subrayar que esta propuesta, a diferencia de la anterior, sí habla de algo como alma y de una de sus “actividades” que es el razonar (a través de esta actividad, dicen los “Amigos de las Formas”, se llega a la ousía). Igualmente acepta, como he dicho, que hay cuerpo y movimiento, que existe algo como el cambio, sin embargo; rechaza que todo esto forme parte del ser (ousía). Y únicamente es en el ser (ousía) donde se halla la verdad, es, pues, lo que en realidad importa –cosa que debe tomarse en cuenta a la hora de indagar qué 25 concepción se tiene aquí del conocimiento. En otros términos, los “Amigos de las Formas”, a pesar de que no rechazan la existencia del cuerpo, el movimiento y devenir, sí los relegan. Quiero decir que no tienen la misma importancia que lo inmaterial, el alma y el pensamiento, porque no es a través de ellos que se llega a la verdad, no es a través de ellos que se comprende el ser (ousía). Pues allí, en todo aquello que es cuerpo y movimiento, no está el ser (ousía). Porque nada que sea material y/o esté en movimiento muestra a la ousía. Allí no se halla verdad alguna. Todo es pensamiento e ideas o “formas” que son resultado del mismo. Son “formas” pensadas e, igualmente, permanentes e inmóviles. No son visibles ni sensibles; no se perciben ni se comprenden a través del cuerpo. No son temporales ni mucho menos espaciales. Son siempre las mismas; nunca cambian de lugar ni de forma – porque carecen de estas dos cosas. 2.1 La potencia, el movimiento y la “comunidad” “<<Pero, ¿qué diremos que sostenéis vosotros que es esta comunidad?>> ¿No será una afección o una acción que deriva de cierta potencia originada a partir de un encuentro mutuo?” (Ibídem, 248 B) En seguida de lo anterior, el Extranjero cuestiona qué pueden estar sugiriendo los “Amigos de las Formas” con eso de “hacer comunidad…”, sea el cuerpo con el génesis, sea el alma con la ousía. Y es pertinente hacerlo porque, así como con la potencia, no es nada fácil comprender en qué consiste aquélla. Hacer comunidad –explica entonces el Extranjero- quiere decir ser afectado o ejercer una acción sobre algo. Implica, entonces, el actuar y padecer de dos cosas al “juntarse” la una con la otra (Ibídem, 248 B). Explicación que irremediablemente hace recordar lo que el mismo Extranjero había dicho acerca de la 26 potencia al finalizar el análisis de la tesis de los “gigantes”. Allí también había hablado de actuar sobre algo o ser afectado por una acción, y lo había hecho para afirmar precisamente que las cosas que son o actúan sobre algo o padecen algo que actúa sobre ellas, y esto – dijo- no es otra cosa que potencia. No es difícil sospechar, entonces, que el Extranjero parece anunciarnos que existe una relación entre la potencia y el “hacer comunidad”. Y digo que apenas puede sospecharse porque, en realidad, no profundiza en ninguno de estos dos términos –el de potencia y comunidad- ni en la relación que éstos puedan tener. Curiosamente, sin embargo, el hecho de que nos hable de potencia y comunidad relacionadas entre sí, puede comenzar a dar algunas luces en la comprensión de ambos. Aunque sigan siendo complicados y oscuros estos términos, hasta este punto, puede comenzar a descubrirse que, para “hacer comunidad”, es necesaria una determinada potencia que permita determinada acción o movimiento. Mientras uno actúa sobre otro, este otro sufre y recibe la acción. Hay acción e irremediablemente también hay pasión (pues, si se analiza con detenimiento, estos dos son pares que siempre van juntos; no puede haber pasión sin acción ni viceversa). Si se concede que existe tanto lo material como lo inmaterial (el cuerpo y el alma), que no están de ninguna forma vinculados y que, así como el cuerpo con el devenir o génesis, también el alma con la ousía hacen comunidad a través del razonamiento, por lo tanto, también ahí, en lo inmaterial (en el alma) debe existir acción y pasión. Ahí también ha de existir una determinada potencia. Aun cuando, como lo dice Teetetesen el diálogo, los “Amigos de las Formas” no concedan que existe acción y pasión en la ousía (Ibídem, 248 C) y entonces tampoco en el pensamiento. El Extranjero, ante esto, se empeña en mostrar que, si ya se habla de un tipo de comunidad –sea en el cuerpo o en el pensamiento- se habla 27 necesariamente de un movimiento. “Debemos decir que aún necesitamos comprender más claramente si ellos están de acuerdo en que el alma reconoce y que la ousía es reconocida” (Ibídem, 248 D). De no ser así, ¿cómo podría hacerse un tipo de comunidad entre dos cosas, cualesquiera que sean, si no existiera algún tipo de movimiento? En este caso, el alma ejerce una acción, la de pensar o razonar, sobre la ousía. Reconocer y ser reconocido es una acción y una pasión. Al pensar la ousía, se está actuando sobre ella, y ella –la ousía- padeciendo tal acción. Aunque, tal vez, también pensarlo al revés no esté tan equivocado; que el ser o la ousía ejerza una (llamémosla) fuerza –aunque no material- sobre el alma que nos obliga a pensarla. Quizá esto pueda verse con mayor claridad, volviendo a algún ejemplo. Yo veo, pienso y comprendo la mesa. Ejerzo, pues, cierta “fuerza” sobre ella. Pero, a la vez, la mesa ejerce cierta “fuerza” sobre mí que me provoca pensarla y querer comprenderla. Viéndolo de esta manera, no resulta tan atrevido decir que el alma sí actúa y se mueve, pues aquel “reconocer” a la ousía necesariamente es un movimiento, y no sólo es asunto del cuerpo y del devenir. Así, parece mostrarse que en ese “mundo de las ideas”, que los idealistas piensan conformado de unidades, las “formas” o ideas, siempre fijas y siempre las mismas, también existe movimiento. “La ousía que es conocida por el conocimiento, al ser conocida cambiará en virtud del padecer, cuando en realidad afirmamos que lo que está quieto permanece inalterable” (Ibídem, 248 E). Quiero decir que, en ese “mundo divino”, si se existe una “comunidad” entre el alma y la ousía, existe necesariamente un movimiento; alma y ousía también son movimiento. Dicho lo anterior, puede comenzar a verse que esta propuesta se topa con dificultades muy difíciles de superar. Ya que, de no aceptarse el movimiento en ese “mundo de las ideas”, entonces, se llega a una contradicción imposible de resolver porque se acepta, por una 28 parte, que hay comunidad –en donde, mínimamente, puede decirse que existe un tipo de movimiento, de acción y pasión- entre el pensamiento y la ousía. Pero, por otra parte, se ha negado desde un inicio la posibilidad de cualquier cambio o movimiento en el terreno “divino” del alma y de la ousía. Entonces, si se acepta que hay comunidad, se niega que exista puro reposo en el alma. Si se acepta que hay comunidad, se niega que aquellas “formas” sean atómicas y nunca tengan algún tipo de relación entre ellas o con otras cosas. Pero, si al contrario, se niega la comunidad, ¿cómo es que el alma se relacionaría con la ousía? Si no existiera tal comunidad, no sé cómo sería posible alcanzar a pensar o siquiera sospechar al ser (ousía). Quiero decir que, si no existe relación alguna con ese “mundo de las ideas”, sería imposible que existiera algo como el conocimiento pues nunca habría una manera de “acceder” a la verdad. 2.2 El movimiento y la vida, el alma y el pensamiento “¡Y qué, por Zeus!, ¿nos dejaremos convencer con tanta facilidad de que el cambio, la vida, el alma y el pensamiento no están realmente presentes en lo que es (ousía), y que esto no vive ni piensa, sino que, solemne y majestuoso, carente de intelecto, está quieto y estático?” (Ibídem; 249 A) Los “Amigos de las Formas”, como dije, separan el devenir y movimiento de la ousía. Y esto es lo que cuestiona vehementemente el Extranjero en el diálogo. Pues si, como se revisó en el anterior argumento (Ibídem; 248 B), el alma hace comunidad con la ousía, tiene que haber necesariamente un movimiento. Pero si se habla de un movimiento, según esta propuesta, ya no se habla de algo que forme parte de la ousía. Implicaría, entonces, descartar no sólo a los “seres vivientes” sino al mismo pensamiento por ser un movimiento. 29 Se estaría rechazando, además de todo lo que nos rodea, a nosotros mismos, pues somos “seres vivientes” y estamos constantemente pensando. De nuevo, al descalificar al movimiento como parte del ser, los “Amigos de las Formas” acaban también descalificando aquello por lo que más abogaban: al pensamiento y, por lo tanto, también al alma. Pensar es una actividad, al pensar un objeto, hay acción y pasión. Es imposible decir que hay alma y a la vez negarla como algo que se mueve, como algo vivo –el génesis (Ibídem 249 A). ¿Cómo podría ser esto posible? Más aún si se recuerda que, como se dijo al investigar la propuesta de los “gigantes”, sólo algo como el alma puede originar el movimiento en los seres. Es decir, que únicamente puede hablarse de “seres vivientes” gracias a algo como el alma, pues es ésta la que anima al cuerpo. Resulta muy problemático y hasta irracional como dice el Extranjero, decir que existe un alma viva, pero que no tiene movimiento o actividad alguna. Sería imposible dar cuenta de tal vida sin algún movimiento que nos permitiera identificarla. El movimiento, parece mostrarnos esta parte del diálogo, no puede descalificarse como parte del ser (ousía). Tanto en el pensamiento como en el cuerpo existe movimiento y no puede, entonces, descalificarse ni el movimiento ni el mundo material como parte del ser (ousía). Es evidente, ahora, que al igual que los “gigantes”, los “Amigos de las Formas”, se topan con problemas que –bajo los términos de la propia tesis- parecen no tener solución. Si se niega el movimiento, como se ha visto, se acaba negando no sólo a todo “ser viviente” como parte de la ousía, sino también al alma y pensamiento y la posibilidad de que podamos relacionarnos con la ousía. Se cancela, por lo tanto, toda posibilidad de acceder a la verdad y conocimiento (como se mostrará a continuación). Si no es movimiento ni 30 devenir ni alma ni pensamiento –porque como se vio aun allí hay movimiento-, ¿qué sería entonces la ousía? 2.3 El conocimiento “Les rogamos que nos informen con más claridad: si están de acuerdo en que el alma conoce y en que la esencia es conocida…<< ¿Decís que conocer y ser conocido son acciones, o afecciones, o ambas cosas a la vez?>>” (Ibídem, 248 D) Para concluir con el análisis de la propuesta de los “Amigos de las Formas”, me parece pertinente volver a esta parte del diálogo para aclarar más qué pasa con el conocimiento bajo esta postura. ¿Qué implica rechazar la potencia y el movimiento al intentar dar razón del conocimiento? Como ya lo apunté arriba, si se habla de una comunidad entre el pensamiento y la ousía gracias al razonamiento, necesariamente implica una acción, un movimiento por parte del alma que actúa sobre la ousía, al pensarla. Hay acción y pasión por parte de ambos. El Extranjero jala nuestra atención a algo que comúnmente es ignorado: pensar es una actividad, es movimiento. Y si hay acción, necesariamente también hay una pasión. Acción del pensamiento y pasión de aquello que es pensado. Pienso algo que me ha, de alguna manera, afectado y, por lo tanto, lo estoy padeciendo. Y, a la vez, al pensar ese algo, también éste está siendo afectado por mí. Aun si se considera que la ousía es puro pensamiento, cosas como el movimiento y potencia inevitablemente aparecen, cuestionando esta tesis. Ahora, no es tan difícil notar cuáles son las consecuencias de la tesis de los “Amigos de las Formas”. Como la de los “gigantes”, esta propuesta también está cancelando la posibilidad del conocimiento. Ya que, si toda la verdad se encuentra en el pensamiento, en esas 31 “formas” o ideas, pero no hay ningún tipo de movimiento, es imposible descubrir esas “formas”. Si no hay movimiento, en realidad no puede haberpensamiento; pensar es un movimiento, una actividad. Del mismo modo, si todo es pensamiento “inmóvil”, esta propuesta cancela el habla (logos). Si no totalmente, sí como una posibilidad de que a través de ella se descubra al ser o ousía, se llegue a la verdad (o, como dije, sea posible el conocimiento). Esta tesis sí habla de una comunidad entre cuerpo, movimiento y génesis, y otra entre alma, “formas” y ousía, respectivamente. El problema, como se muestra a lo largo del diálogo, radica en primer lugar en que, si no hay movimiento, es imposible todo tipo de comunidad. No habría comunidad entre el pensamiento y la ousía, por lo tanto, no habría conocimiento alguno. En segundo lugar, separa el génesis de la ousía y opuestos como cuerpo y alma, movimiento y reposo, cambio y permanencia, resultan irreconciliables. Pero ¿son verdaderamente irreconciliables? Es necesario volver a preguntar si estos llamados opuestos –génesis y pensamiento, movimiento y reposo- no tienen algo en común. Impera investigar la propuesta que el Extranjero parece anunciarnos como posible solución: la potencia y la comunidad. Quizá preguntando esto sea posible descubrir una vía que los pueda conciliar. Sólo haciendo un análisis profundo sobre el orden ontológico, será posible comenzar a resolver qué es el conocimiento. “Según parece, entonces, y sobre la base de esto, es necesario que el filósofo y quien valora estas cosas como las más valiosas, ya sea que afirme lo uno o la multiplicidad de las formas, no admita que el todo está en reposo y que no escuche en absoluto a quienes hacen cambiar a lo que es en todos los sentidos, sino que, como en la elección propia de los niños, dirán que el ser y el todo, simultáneamente, están en reposo y movimiento”(Ibídem; 249 D). Como lo apunta el Extranjero al finalizar la exposición de la 32 propuesta de los “Amigos de las Formas”, me parece que, así como con la propuesta de los “gigantes”, la propia experiencia se impone para negarla. Es igual de terrible negar lo inmaterial y la unidad como lo material y el devenir. En realidad resulta contradictorio y absurdo decir que alguien posee intelecto, pensamiento y alma, pero no vida. Si todo fuera completo reposo, nada nunca podría ser pensado y nadie nunca podría pensar nada. Es necesario aceptar que no puede concebirse algo como el ser viviente sin el alma, y también que no puede hablarse del alma pero no del ser viviente. Pensamiento y devenir, materia y alma, movimiento y reposo, unidad y multiplicidad: todos estos son. Y para poder comprender qué es la vida, un ser que nace y muere, y también el conocimiento, es imperante concebir y conciliar todos estos opuestos. *** Luego de analizar, aunque muy rápidamente, ambas tesis, es posible ver que, a pesar de intentar dar razón del ser y de intentar responder qué es el conocimiento, son insuficientes. Y son insuficientes porque son unilaterales. Por un lado, una acepta el cambio y el movimiento, pero rechaza todo lo inmaterial, el reposo y la unidad. Por otro lado, está la que no niega al movimiento y lo material, pero los considera como algo totalmente aparte del ser (ousía), del alma y pensamiento que están siempre en reposo. Al intentar resolver el problema del conocimiento, ambas propuestas se encuentran con paradojas insuperables; acaban por rechazar al habla y al conocimiento, o acaban contradiciendo sus tesis centrales (quiero decir que, o acaban aceptando que existe algo más que la materia, o acaban aceptando que el movimiento sí es parte de la ousía). Innegablemente, es necesario hacer una nueva búsqueda, es necesaria una nueva mirada, una nueva propuesta que intente romper con aquella unilateralidad. Y comenzar con las preguntas antes abiertas, acerca de 33 si génesis y ousía tienen algo en común o no, es, probablemente, lo que resulta más sensato. Y es el propio diálogo el que permite comenzar a responder estas preguntas. “Lo que tienen en común lo que tiene y no tiene cuerpo es que ambos son y que, en realidad, nadie [ni los “gigantes” ni los “Amigos de las Formas”] puede negarlos completamente” (Ibídem, 247D). Nadie puede negar que existe, que somos cuerpos en movimiento, que cambiamos y morimos, pero que también hay algo más. Que la propia vida, muerte y movimiento en general no pueden explicarse con la tesis de la pura materialidad. Ya han sido introducidos términos como el de génesis, acción y pasión; todos éstos permiten comenzar a comprender dos términos que resultarán claves para esta “nueva búsqueda”. Quiero decir que la exploración e incorporación de dos conceptos, aunque complejos, es esencial para comenzar a “conciliar” los opuestos hasta ahora incompatibles, y, eventualmente, para poder dar una respuesta al problema del conocimiento. Me refiero, en primer lugar, al término de dynamis o potencia que, a pesar de no haberse profundizado en él, ha estado presente en todo este problema. Desde que –en la exposición de la tesis materialista- el Extranjero habla del “ser viviente”, y de cómo no es posible explicarlo bajo esta concepción, hasta que –ya en la exposición de la propuesta idealista- hablé sobre el movimiento activo y pasivo que los “Amigos de las Formas” rechazan. En segundo lugar, el otro término que resultará igualmente importante es el de “comunidad” (o, en griego, koinonía), que ha sido acentuado especialmente en la exposición de la tesis idealista cuando ésta habla de la comunidad entre cuerpo y génesis y del alma con la ousía. 34 CAPÍTULO II Análisis de los términos dynamis y koinonía presentes en el logos El propósito de este apartado es examinar dos términos presentes en el diálogo que resultarán esenciales para alcanzar a comprender la anunciada nueva propuesta, distinta a las dos tesis ontológicas ya revisadas, que pretende resolver o por lo menos dar otra mirada al problema del conocimiento (más específicamente, en qué consiste o cómo es que este fenómeno sucede al igual que el del logos). Hablo de los ya anunciados potencia –o dynamis- y comunidad –o koinonía. Antes de volver al diálogo, en primer lugar, quisiera concentrarme en exponer qué significan, en general, ambos términos, para después explorarlos dentro del diálogo. Y, por último, analizar los tipos de “comunidad” que el Extranjero, ya dentro del diálogo, propone. 1.-Dynamis En general, el término dynamis suele traducirse como “potencia” o “poder”. Pero, además de esto, también quiere decir tener una capacidad o habilidad para hacer una determinada cosa. Es una propiedad o cualidad7. Ahora bien, para poder comprender y luego decir que se tiene tal o cual potencia, es necesario, evidentemente, notarla, “verla”. Sin embargo, en sí y como tal, la “potencia” no puede verse o percibirse a través de ninguno de los sentidos. No al menos hasta que se pueda distinguir el resultado de tal “potencia”; hasta que se vea a aquello que tiene tal “potencia”, actuando. Me refiero, pues, al “acto”. La semilla de una flor, por ejemplo, tiene la “potencia” de convertirse en una flor. No obstante, tal “potencia” 7Cfr.: http://perseus.mpiwgberlin.mpg.de/cgibin/resolveform?lookup=koinwni%2Fa&lang=greek http://perseus.mpiwgberlin.mpg.de/cgibin/resolveform?lookup=koinwni%2Fa&lang=greek 35 puede distinguirse únicamente cuando, después de un tiempo determinado, tal semilla ha crecido y se ha vuelto (mejor dicho, devenido en) una flor. Sólo cuando podemos notar el acto de tal potencia, es que podemos distinguir a la potencia como tal. Sin el acto no es posible comprenderse la potencia. Y, al revés, sin la potencia, no es posible que el acto sea. La flor pudo ser flor porque la semilla ya contenía esa determinada potencia. Tal potencia que contenía la semilla de ser flor, pudo descubrirse sólo cuando la semilla se desarrolló, creció ysurgió la flor. La potencia (que contiene la semilla) sólo se hace presente a través del acto (cuando la flor empieza a brotar). Cuando se comprenden verdaderamente, se comprende que ambas son un par que siempre permanece par. En otros términos, acto y potencia siempre, y sólo, se comprenden de la mano; es imposible hablar y comprender uno sin el otro. Ambos son. Además, vale la pena subrayar que, si se habla de un acto y entonces necesariamente también de una potencia, se habla de un movimiento. La potencia es potencia que se mostrará en, o se volverá, un movimiento determinado. Que exista un tipo de dynamis, implica que existe un tipo de movimiento o cambio. En el diálogo, como se vio en la parte de la “Gigantomaquia”, el Extranjero está constantemente haciendo alusión al término. Primeramente, en la exposición de los “gigantes”, cuando el Extranjero evidencia que éstos tienen múltiples problemas y contradicciones porque, entre otras cosas, no pueden explicar cómo es que hablan de lo justo, injusto, sensato o insensato (porque no aceptan que exista nada que no sea material y que además esté en movimiento). Cuando un alma es justa o injusta, es porque participa de la justicia y de la injusticia; éstas tienen el poder, la potencia (dynamis) de hacerse presentes, o no, en el alma humana (Ibídem, 247A). 36 Como se recordará, al mostrar que tanto lo material como lo inmaterial –la justicia, sensatez, injusticia, etc.- tienen en común que ambos son, añade que “lo que posee cualquier tipo de potencia –ya sea de hacer cualquier cosa, de cualquier naturaleza, diferente de sí o de ser afectado aun por la más minúscula cosa, aunque sea sólo una única vez- digo que todo esto está en su ser…Las cosas que son, se distinguen precisamente porque su ser no es otra cosa que potencia (dynamis)”(Ibídem, 247E) . Esta sentencia no sólo es la que acaba de refutar la tesis de los “gigantes”, sino que, además, permite tener una mejor comprensión de la dynamis y, en general, de las cosas que son (en otras palabras, que da luz acerca del llamado “orden ontológico”). En primer lugar, permite tener una comprensión más completa del término porque muestra que la dynamis apunta tanto a la ya mencionada capacidad que tiene determinada cosa de actuar sobre algo, como a la de padecer. Acción y pasión, así como potencia y acto, son y deben comprenderse siempre como un par inseparable. Para clarificar esto quizá valga la pena volver al ejemplo anteriormente explorado acerca de la mesa y el conocimiento de ésta. Así como la mesa ejerce cierta “fuerza” sobre nosotros, al llamar nuestra atención, también nosotros sobre ella al intentar comprenderla, al conocerla. En segundo lugar, puede dar luz acerca del ser de las cosas que son y de su “orden ontológico”, al precisar que la dynamis, que consiste en poder actuar pero también padecer determinadas cosas de determinada manera, es algo que las caracteriza. En otros términos, todo lo que es, tiene una dynamis determinada que lo identifica, sea una flor, un hombre o cualquier ser que, valga la expresión, “esté siendo” en el mundo. Todo ser tiene una dynamis que se muestra en su movimiento. Esto, me atrevo a decir, es algo que muy bien confirmarse en la experiencia cotidiana de cada uno pues estamos constantemente actuando 37 sobre y padeciendo múltiples cosas. Nacemos, crecemos, conocemos. Estamos siempre en movimiento, pero, a la vez, algo de (o en) nosotros permanece y nos permite distinguir que seguimos siendo los mismos. Si se quiere comprender o siquiera comenzar a comprender cómo es que las cosas son (su orden) para luego avanzar en la comprensión del conocimiento, es imperante aceptar y comprender –aunque sea mínimamente- que existe algo como la dynamis. Y esto, como bien es apuntado en el diálogo, es algo que no pueden aceptar, o explicar, ni los materialistas ni los idealistas. Aquéllos, los materialistas, si bien dan cabida al movimiento, niegan la dynamis porque todo absolutamente es movimiento. Si todo se mueve, nada permanece y todo está siempre cambiando, por lo tanto, no es posible que exista algo como la dynamis. Nada tiene la capacidad o potencia de nada porque todo siempre y a cada instante cambia completamente. O, si hubiera algo como la dynamis, sería imposible distinguirla no sólo por el constante cambio, sino también porque como todo absolutamente es material, aceptar algo como la dynamis sería contradecirse ya que, evidentemente, la dynamis se comprende a través del entendimiento, que no es material. La dynamis implica movimiento, pero también permanencia. La dynamis no es algo que tenga color, forma o un peso determinado; no es material. La dynamis no se percibe; se comprende. Por otro lado están los idealistas; ¿qué consecuencias tiene aceptar la dynamis desde los ojos de los “Amigos de las Formas”? Como ya se ha visto, éstos sostienen que la ousía está únicamente en lo que no es material, es decir, en el pensamiento. Y, además, sostienen que todo son “formas” (ideas o eide) unitarias, siempre en reposo que no tienen ninguna comunicación entre sí. Si todo son “formas” (eide), ¿cómo éstas participan de la dynamis? Con lo poco dicho acerca de la dynamis, no es difícil ver que, al rechazar que cualquier tipo 38 de movimiento forma parte de la ousía (o del ser), se está rechazando la dynamis. Aún rechazando todo lo material, es imposible explicar cualquier tipo de actividad del alma sin dar cabida a algún tipo movimiento. La dynamis implica necesariamente un movimiento, y al rechazar éste, se rechaza también aquélla. Ser incapaces de dar razón de la dynamis es, en mi opinión, el problema más grave de los idealistas y de su propuesta sobre el eidos. El no aceptar algo como la dynamis es lo que lleva a cancelar el conocimiento. Ya que, ¿cómo es que los eide, si son sólo pensados, se relacionan con la naturaleza? Al decir que los eide no padecen ni actúan ni se mueven, se cancela toda posibilidad de relacionarlos con las cosas. Sería imposible, por ejemplo, reconocer un árbol como árbol (identificarlo con el eidos de árbol); por eso es que –repito- esta tesis acaba por cancelar al conocimiento. Sin dynamis es imposible vincular el eidos con otros eidos, con imágenes o con las cosas en la naturaleza. Si se niega cualquier movimiento y, con esto la dynamis, se niega todo tipo de relación. Afirmar que el alma conoce –y los idealistas dicen que el alma, a través del razonamiento, lo hace-, es afirmar que existe un tipo de acción. Aun en lo pensado existe un tipo de movimiento. El pensar es un movimiento. Al negar la dynamis, se niega la inteligibilidad de todo ser animado o viviente y, en realidad, toda inteligibilidad si se comprende que ésta es una actividad, un movimiento. En suma, la dynamis es el poder o capacidad que tiene una cosa de actuar o padecer algo de determinada manera. Y que, no obstante, únicamente puede descubrirse a través del acto. Potencia y acto van, pues, siempre unidos. Si se comprende esto, es posible notar que la dynamis, al ser esta relación de acto-potencia, es, además, la que permite articular el presente, pasado y futuro. Ya que, en términos de pura materialidad o de pura idealidad, es 39 imposible explicar el cambio y la continuidad. Al hablar de dynamis, se habla de un orden. Un orden que está en las cosas que son y que, también, posibilita al conocimiento. Posibilita la relación de lo pensado, los eide con otros eide, y de éstos con la naturaleza. Ni los “gigantes” ni los “Amigos de las Formas” son capaces de articular lo pensado con lo material, el reposo con el movimiento, porque no conciben ni explican la dynamis. Al no hacerlo, no sólo van en contra de lo que la experiencia cotidiana reporta, sino también van en contra del propio conocimiento y logos. Y van en contra de la experiencia porque no es posible negar que haya cambio,que crecemos y nos movemos, pero también haya permanencia porque seguimos siendo los mismos. Igualmente, cancelan el logos porque hablar es un “tejido” o articulación, de una letra con otra, de nombres y verbos. Implica movimiento, pero también permanencia y un orden determinado. Aun sin tener bien claro qué es y cómo ocurre el fenómeno del conocimiento, es posible comenzar a comprender que la dynamis juega un papel importantísimo. Y que, por lo tanto, intentar comprenderla y aceptarla, es un gran paso que ofrece muchísimas luces acerca del “sustrato ontológico”, del orden del ser de las cosas, y también del conocimiento. 2.-Koinonía El término koinonía normalmente suele traducirse como “comunicación”. Pero, más que comunicación, significa comunión, asociación, sociedad o comunidad8. El que haya una comunidad, es el resultado de una actividad o movimiento que ocurre entre diversos elementos. Tal movimiento y comunidad, debe agregarse, ocurre sin que tales elementos 8 Cfr.: http://perseus.mpiwgberlin.mpg.de/cgibin/resolveform?lookup=koinwni%2Fa&lang=greek http://perseus.mpiwgberlin.mpg.de/cgibin/resolveform?lookup=koinwni%2Fa&lang=greek 40 dejen de ser lo que son. Quiero decir que hay un movimiento y una mezcla o comunidad entre distintos elementos, pero siguen conservando su ser aquéllos que la integran. Además, una vez que ha sido explorada la dynamis, no resulta tan aventurado decir que todo lo que puede hacer “comunidad”, es precisamente porque tiene la dynamis de la “comunidad”. Se tiene la dynamis del movimiento y de “asociarse” de determinada manera y con determinados elementos. En el diálogo, se hace alusión la koinonía cuando se exponen las distintas tesis respecto a la ousía. Más específicamente, al exponer la tesis idealista cuando el Extranjero explica que los “Amigos de las Formas” sostienen que existe un tipo de “comunidad” de génesis con el cuerpo y de las ideas (o eide) con el ser o ousía. No obstante, como ya ha sido estudiado, esta propuesta niega todo tipo de cambio o movimiento, negando así la dynamis. Por esto, acaba contradiciéndose a sí misma pues, para que exista cualquier tipo de comunidad, es necesario el movimiento. Y el movimiento es lo que se niega desde un inicio bajo esta postura. No puede existir ningún tipo de koinonía si no existe algún tipo de movimiento. Sin embargo, el rechazar la “comunidad” no es únicamente problema del los “Amigos de las Formas”. En realidad, las dos posturas anteriormente expuestas, acaban contradiciéndose y rechazando al conocimiento por no dar cabida a algo como la dynamis ni a la koinonía. Por esto no se resuelve el problema del conocimiento, por esto se llega a paradojas y problemas imposibles de resolver. Sin conciliar los opuestos, cuerpo y pensamiento, reposo y movimiento, no se avanza nada en el problema del conocimiento. Es necesaria, entonces, una nueva mirada y propuesta. Es necesario investigar la posibilidad de que esos, hasta ahora, irreconciliables opuestos, se vuelvan “conciliables”. Pues es innegable que existen ambos; que tanto el movimiento como el reposo son parte de 41 nuestra experiencia diaria, que nosotros estamos en constante cambio pero existe algo que permanece (porque seguimos siendo los mismos a pesar de los múltiples cambios). Es innegable que existe lo material (la naturaleza nos lo demuestra) pero también es innegable que existe algo que no es material (actividades como el pensar, razonar e imaginar nos lo pueden muy bien confirmar). Es esto último lo que puede servir como punto de partida para comenzar a dar solución al problema: aceptando que el pensamiento es el resultado de una actividad. Que las “formas” o eide tienen y son movimiento. Todo el diálogo explora, precisamente, la dynamis y la koinonía y, se va descubriendo que, las propone para resolver el problema del conocimiento. Propone a los eide de los que habla la tesis de los “Amigos de las Formas” pero no como unidades atómicas e inmóviles, sino como unidades con un movimiento e inestabilidad verdaderamente especial. El diálogo explora la posibilidad del “eidos dinámico”: la dynamis de la koinonía. Investiga la posibilidad de que los eide, que están y son en el pensamiento, tengan el poder o capacidad de hacer comunidad entre ellos y con la naturaleza. Indudablemente, como las anteriores propuestas, la de la “comunidad de los eide” parece contradictoria. Y en un nivel –el discursivo- lo es, ya que se propone que los eide, que son algo así como unidades de pensamiento, tengan un movimiento, pero que a la vez permanezcan siendo ellas. Es como decir que están y no están en movimiento. No obstante, a pesar de que suena imposible, existen algunos ejemplos (de koinonía) que pueden ayudar a comprender esta nueva propuesta. Uno de estos ejemplos lo ofrece el propio diálogo (que es tal vez el más cercano) y es, de nuevo, el discurso o habla (logos). Hablamos, vemos u oímos una palabra entera, no vamos captando letra por letra. Igualmente con una frase u oración: la vemos completa con un sentido determinado y no palabra por palabra. Quiero 42 decir que en el discurso, en una palabra u oración existe “comunidad”. Hay koinonía. Comprendemos a una palabra u oración completa y entera, aunque, a la vez, éstas están conformadas de letras o de distintas palabras que no dejan de ser y permanecen siendo lo que son (cuando se mienta la palabra “árbol”, se comprende la palabra y su sentido, se comprende como una unidad, aunque ninguna de sus letras cambien o dejen de ser; la letra “a” sigue siendo “a”, y así cada una de las palabras). Hacen “comunidad” lo pensado y el mundo real (al “sacar” ese pensamiento a través del discurso), letras con letras, palabras con palabras, eidos con otros eidos, nombres con verbos. Al decir, por ejemplo, “ese pájaro vive en el árbol”, hay una comunidad de letras, de palabras, de nombres, de eide (pájaro, árbol) con un verbo (que indica determinado movimiento). En el logos o habla se revela la koinonía. Es importante hacer un paréntesis para aclarar que el habla, aunque es un “tejido” o “comunidad”, no por ello es arbitrario. Se trata de una “comunidad” que tiene un orden determinado. Hay un “sustrato” u “orden ontológico” que permite, por ejemplo, aseverar distintos aspectos sobre una misma cosa (como decir que en aquel árbol vive un pájaro, pero que también es alto, verde o de gran follaje), o que permite nombrar de distintas formas una misma cosa. Me refiero a que no somos nosotros quienes decidimos que así suceda esta “comunidad” en el habla, sino que esta koinonía subyace al habla. Existe un orden que rige al lenguaje. Y es importante mencionarlo porque, así como en el diálogo el Extranjero lo muestra en la exposición de las tesis de los “gigantes” y de los “Amigos de las Formas”; la concepción ontológica determina inevitablemente la concepción que se tenga del conocimiento. En mi opinión, el diálogo muestra que el conocimiento no es una mera invención o construcción humana, sino que atiende a un orden mucho mayor. El 43 diálogo permite conjeturar que existe un orden del ser de las cosas mucho mayor y que, de nuevo, es este orden el que rige al conocimiento y al logos. Si no hubiese tal “comunidad” subyaciendo, el logos sería inútil porque intentaría articular y unir lo que –según- por principio es “inarticulable”. Es el hecho de que hablemos, de que articulemos, hagamos y veamos que existe cierta “comunidad” cuando lo hacemos, lo que abre la puerta y sirve como base para investigar esta nueva propuesta sobre la “comunidad de los eide”. Dynamis y koinonía son, por lo tanto, los puntos centrales de esta nueva propuesta. Esta “comunidad de los eide”, implica un movimiento, una cierta inestabilidad de “formas” o “ideas” del pensamiento (como la de árbol, pájaro
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