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La-migracion-arabe-y-el-otomanismo-en-Mexico-1874-1918

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
COLEGIO DE HISTORIA 
 
 
 
 
 
 
 
LA MIGRACIÓN ÁRABE Y EL OTOMANISMO EN MÉXICO 
(1874-1918) 
 
 
 
 
TESIS 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADO EN HISTORIA 
PRESENTA: 
 
JORGE ARMANDO ANDRADE GARCÍA 
 
 ASESOR: 
DR. HERNÁN G. H. TABOADA 
 
 
MÉXICO, D.F. 2014 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A Carol (†) y Arcana 
AGRADECIMIENTOS 
 
 
A mis padres, Jorge Andrade Hernández y Guadalupe García Ávila, por brindarme las 
herramientas necesarias para mi formación académica, pero sobre todo por su ejemplo, 
confianza y cariño. Y a mis hermanos, Jorge Andrade García y Lorena Guadalupe Andrade 
García, por sus consejos y apoyo. 
Extiendo mi gratitud al Doctor Hernán G. H. Taboada, quien mostró disposición para guiar 
este trabajo desde un inicio, aun cuando no era más que un cúmulo de ideas sumamente 
dispersas, por sus puntualizaciones, franqueza y orientación. A Yolotl de María Valadez 
Betancourt, por su constante interés, ayuda sincera y conocimiento compartido. Y a Anabel 
Maguey Neria y Jorge Alva Reyes, por su camaradería y asistencia. 
Finalmente, agradezco al Doctor Luis Abraham Barandica Martínez, al Licenciado Gustavo 
Barrera Gardida, a la Doctora Andrea Paula González Cornejo y a la Doctora Vera Valdés 
Lakowsky, académicos que leyeron este trabajo y cuyas críticas, comentarios y sugerencias 
contribuyeron a su mejoría. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
III 
 
ÍNDICE 
 
Mapa del Imperio Otomano .................................................................................................. IV 
Mapa de Siria otomana .......................................................................................................... V 
Introducción ............................................................................................................................ 1 
Capitulo I. El panorama de la migración ................................................................................ 7 
1.1 El sentido de la migración .......................................................................................... 7 
1.2 La inmigración en México ........................................................................................ 17 
Capitulo II. La identidad otomana ........................................................................................ 32 
2.1 El turco u otomano ................................................................................................... 32 
2.2 El otomanismo .......................................................................................................... 37 
2.3 Las actitudes otomanistas ......................................................................................... 40 
Capitulo III. Las identidades locales .................................................................................... 60 
3.1 Los referentes ........................................................................................................... 60 
3.2 La conciencia sirio-libanesa ..................................................................................... 67 
3.3 El maronita ............................................................................................................... 81 
Capitulo IV. El fin del otomanismo ..................................................................................... 89 
4.1 La llegada de la guerra.............................................................................................. 89 
4.2 El activismo .............................................................................................................. 95 
4.3 Hacia una nueva identidad ...................................................................................... 107 
Conclusiones ....................................................................................................................... 111 
Cronología .......................................................................................................................... 117 
Glosario .............................................................................................................................. 121 
Bibliografía ......................................................................................................................... 124 
 
 
 
 
 IV
 
 
Mapa 1. «El declive del Imperio Otomano, 1683-1923». Fuente: Stanford J. Shaw & Ezel Kural Shaw. History of the Ottoman Empire and Modern Turkey, vol. II. New York: 
Cambridge University Press, 2002, p. XXIV. 
V 
 
 
Mapa 2. «Siria Otomana en 1914». Fuente: Daniel Pipes. Greater Syria: the History of an Ambition. New York: Oxford 
University Press, 1990, p. 17. 
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1 
 
INTRODUCCIÓN 
 
La presencia árabe en México no es un tema desconocido aunque sí uno poco investigado, 
particularmente en su primera etapa que comprende desde la llegada aislada de los primeros 
inmigrantes en los años setenta del siglo XIX, hasta la conclusión de la Primera Guerra 
Mundial (1914-1918), cuando los territorios de los que provenían aún no conformaban 
estados nacionales sino que integraban provincias otomanas.1 Son dos los principales 
factores que han limitado seriamente su comprensión. 
 El primero es la falta de fuentes para su estudio. Las referencias a la población árabe 
en los registros, la documentación y la prensa nacionales de la época resultan esporádicas y 
poco elaboradas debido a que fue un grupo extranjero minoritario al lado de otros más 
numerosos venidos de Europa (alemanes, franceses, españoles o ingleses). Mientras que 
gran parte de los materiales producidos dentro su comunidad, de carácter colectivo o 
personal, como los panfletos, prensa, fotografías,cartas, pasaportes y demás 
documentación, siguen sin localizar o continúan bajo resguardo de sus descendientes, lo 
que los hace de difícil acceso.2 Esto ha propiciado amplias lagunas informativas, marcadas 
imprecisiones y una constante repetición de contenido, así como cierto desaliento y 
abandono de la búsqueda de materiales. 
 
1 La inmigración árabe al continente americano comenzó en la segunda mitad del siglo XIX y, básicamente, 
continúa hasta nuestros días. Para su estudio se le ha dividido en etapas que corresponden a los cambios 
políticos de corte mundial. La primera comienza con la llegada de los primeros inmigrantes (ésta varía según 
el país americano), y se extiende aproximadamente hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. La segunda 
inicia con el establecimiento del sistema de mandatos británico y francés en la región conocida como Medio 
Oriente y su división en estados nacionales, y llega hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, la 
tercera se inaugura con el fin del sistema de mandatos y la consiguiente independencia de los estados 
nacionales del Medio Oriente, extendiéndose hasta nuestros días. Pese a que el fenómeno migratorio sigue 
vigente, debe subrayarse que su punto más alto ocurrió entre las décadas finales del siglo XIX y la Segunda 
Guerra Mundial. A partir de entonces su número disminuyó ampliamente, manteniéndose muy por debajo del 
de las décadas que le precedieron. 
2 Ejemplo de ello es el Archivo Libanés, A. C., fundado en 2011 con el objetivo de integrar un fondo 
documental a partir de archivos privados y documentación familiar. Hasta la fecha ha logrado hacerse de 
buena cantidad de libros sobre la inmigración árabe a México y temas relacionados con la cultura árabe. 
Según su página electrónica (www.archivolibanes.org) también ha conseguido reunir numerosas cartas, 
documentos y fotografías de diversas familias que han decidido donarlas o prestarlas, e inclusive dice 
resguardar publicaciones periódicas que se remontan a 1905, aunque a decir verdad sólo hay prueba de que 
posee algunas elaboradas a partir de la década de los veinte. Desafortunadamente conseguir acceso a su 
inmueble resulta bastante complicado, mientras que su actitud respecto a consultar el repertorio de las 
primeras décadas del siglo XX que supuestamente resguarda sigue siendo reacia. 
2 
 
 El segundo es el enfoque con el que comúnmente se le ha estudiado y que hasta el 
momento no ha cambiado lo suficiente. Existe una propensión –en algunos casos 
predilección— por estudiar el fenómeno inmigratorio partiendo de identidades nacionales 
contemporáneas. En México comúnmente se habla de una inmigración compuesta 
mayoritariamente de libaneses, y en menor medida de sirios y palestinos. Sin embargo, 
durante el periodo en cuestión, tales conceptos aludían a un provincialismo dentro de las 
fronteras otomanas y no a una nacionalidad, como comúnmente ha dado a entender la 
historiografía, pues sus respectivos estados nacionales eran inexistentes por entonces. El 
proceso de vinculación con éstos comenzó durante la conflagración mundial, pero la 
asociación con territorios geopolíticamente definidos y su aprehensión por los habitantes de 
los mismos sólo ocurrió una vez concluida la Conferencia de Paz de París (1919-1920), 
cuando el sistema de mandatos francés y británico sobre antiguos territorios árabes del 
Imperio Otomano quedó formalmente establecido, dando origen en los años siguientes a los 
estados nacionales de la región conocida como Medio Oriente. 
 El presente trabajo parte precisamente de estas cuestiones. Se dedica 
exclusivamente a la primera etapa de la inmigración árabe a México. Su objetivo principal 
es analizar el vínculo que estos inmigrantes guardaban con el Imperio Otomano, aspecto 
que ha recibido mínima atención por la historiografía hasta nuestros días. Una serie de 
interrogantes son el eje sobre el que se sustenta esta investigación ¿Qué tan fuerte era este 
nexo? ¿Cómo y cuándo fue expresado? ¿Qué actitud colectiva asumieron los inmigrantes 
hacia al imperio? ¿Era ésta una postura política? De ser así ¿Era consensual o solamente 
emanaba de algunos individuos? Y sobre todo, ¿Hasta qué momento se mantuvo vigente 
dicho vínculo y qué factores determinaron su existencia? Para ofrecer una respuesta 
adecuada a cada una de estas preguntas, es menester no perder de vista la manera en que 
reaccionaron ante los cambios y adversidades que tuvo que afrontar el imperio hasta su 
colapso al concluir la Primera Guerra Mundial. 
 La identidad es otro aspecto fundamental en esta investigación. El hecho de 
contemplar un nexo con el imperio implica indagar sobre la manera más adecuada de 
definir al inmigrante y a su comunidad en términos acordes a la época, cuando el Imperio 
Otomano era el único referente de carácter político reconocido en el ámbito internacional 
con el que se relacionaba a estos inmigrantes. Pero también cuando el paradigma nacional y 
3 
 
el nacionalismo aún no ahondaban en las provincias árabes otomanas. Efectivamente, el 
gobierno trato de inculcar la noción de una patria otomana entre los diversos grupos que lo 
conformaban a partir del siglo XIX, pero el imperio continuó siendo un estado multiétnico 
y multiconfesional hasta 1918. Esta política otomanista, que además pretendía hacer del 
sultán y del estado otomano el centro exclusivo de lealtad mediante la creación de una 
identidad otomana uniforme que suprimiera las identidades de carácter local, nunca pudo 
consolidarse porque de manera paralela un proceso de identificación cultural, territorial e 
histórico, comenzó a desarrollarse entre la población árabe del imperio. La política 
otomanista, las misiones religiosas jesuitas y protestantes, el establecimiento de escuelas y 
universidades, el contacto comercial con Europa y el crecimiento de los medios de 
comunicación impresos en los territorios árabes a partir de la segunda mitad del siglo XIX, 
propiciaron un acercamiento material e intelectual con las potencias europeas (Francia, 
Gran Bretaña y Alemania) que permitió a las ideas políticas europeas de corte nacional 
penetrar dentro de las fronteras imperiales. 
Fue el contacto con estas ideas lo que hizo que la cultura, el territorio, la historia y 
la religión comenzaran a adquirir relevancia política entre los árabes, y se establecieran 
como precedentes de los futuros estados nacionales árabes de posguerra. Sin embargo, el 
carácter político que fueron adquiriendo no chocó de manera inmediata con el hecho de 
encontrarse inmersos dentro del Imperio Otomano. Es decir, la identificación con los 
elementos locales antes mencionados existía de manera paralela a la lealtad hacia el 
imperio. Esto sólo fue posible gracias al escaso desarrollo del nacionalismo y a la estructura 
multiétnica que el imperio mantuvo hasta la Primera Guerra Mundial. 
Es justamente este panorama el que hace necesario definir al inmigrante, tanto en su 
relación con el imperio como con sus contextos locales (territorio, cultura, historia, 
religión). Es en este sentido que el concepto de identidad cobra primacía dentro del 
presenta trabajo. Una identidad atraviesa un proceso constitutivo, su esencia no está dada 
sino que se va definiendo; es receptiva. Y surge cuando una comunidad comienza a 
seleccionar, vincularse y reconocerse de manera intersubjetiva con determinados elementos 
culturales, lingüísticos, étnicos, religiosos, sociales o políticos con los que ha mantenido 
contacto. De esta manera, la identidad no es más que la conciencia que una colectividad 
tiene de sí misma, la manera en que se autodefine y los rasgos, símbolos o elementos 
4 
 
mediante los cuales decide manifestarse en un determinado momento y lugar. Dependiendo 
de los cambios sociales, económicos o políticos a los que se vea expuesta, cada uno de 
estos principios cambiara o persistirá.A su vez, al hablar de identidad se alude a un centro de referencia común o referente 
superior (un estado, una religión, un territorio), el cual contiene otro tipo de referentes más 
específicos (un gobierno, una secta, un distrito) que dan origen a diversas identidades 
locales que no necesariamente son opuestas a aquel sino que se encuentras subordinadas. Y 
es la capacidad de esa identidad superior para proporcionar los elementos subjetivos que la 
asocien con estas identidades subordinadas lo que permitirá su convivencia armoniosa. 
 Es desde esta perspectiva que debe entenderse el concepto de identidad aplicado a la 
comunidad de inmigrantes árabes que se estableció en México. ¿Cuál era ese referente 
superior? ¿Qué referentes subordinados existían? ¿Existía alguna discordancia entre ellos? 
De ser así ¿En qué momento se hizo presente y qué factores intervinieron? Por otro lado 
¿Cómo se definieron estos inmigrantes a sí mismos, es decir, qué calificativo o calificativos 
emplearon dentro de la sociedad mexicana? ¿Qué tan viable resulta tratar de atribuirles una 
nacionalidad en una época en que dicho concepto estaba poco arraigado entre ellos? Y por 
último ¿Existían elementos de carácter local que pasarían a ser claves en los estados 
nacionales de posguerra? De ser así ¿Se evocaron buscando este fin, es decir, mediante él 
se deseaba una disociación del imperio y el resto de los referentes? Para dar respuesta a 
estas cuestiones identitarias es menester observar el comportamiento de los inmigrantes, 
estudiar sus expresiones, analizar sus manifestaciones políticas y culturales y advertir los 
momentos, circunstancias y ámbitos en que éstas se dieron. 
 Para abordar de la manera más adecuada el periodo en cuestión fue necesaria la 
búsqueda de materiales elaborados antes de 1918 –el paso del tiempo ha permitido que 
algunos se pongan a disposición del interesado. De esta manera pudo reunirse un modesto 
corpus, cuyo hallazgo, al tratarse de un tema como el de los árabes provenientes del 
Imperio Otomano, en un periodo de tiempo tan poco estudiado, como son los años 
anteriores al fin de la Primera Guerra Mundial, resulta bastante significativo y aporta 
nuevos elementos para su investigación. Está compuesto por algunas fotografías, materiales 
de archivo, fragmentos de documentos que estuvieron fuera de alcance pero que han sido 
reproducidos en otros estudios, dos breves escritos elaborados por miembros de la misma 
5 
 
comunidad y diversas referencias, noticias y artículos publicados en la prensa mexicana de 
la época (tan poco contemplada para el estudio de estos inmigrantes). 
 Estos representan el componente por excelencia de la investigación, pero también se 
tomaron algunos datos de otros estudios que se han ocupado el tema, así como de la revista 
Emir, órgano de la comunidad libanesa publicado entre 1937-1968, aunque siempre 
teniendo cuidado con el enfoque con que fueron presentados. Asimismo se prescindió casi 
por completo de los relatos orales. Estos se ha convertido en una alternativa frente a la falta 
de fuentes físicas y su valor como testimonios personales no puede negarse. Son una 
herramienta fundamental para analizar la construcción de narrativas comunitarias y su 
reelaboración del pasado. Sin embargo, cuando el objetivo es acercarse, apreciar y 
comprender la realidad de un periodo de tiempo que dista mucho de ser el mismo que el de 
los entrevistados, tales testimonios no son del todo convenientes, ya que únicamente 
reflejan lo que el entrevistado cree, piensa o considera que pensó, sintió o hizo la persona o 
comunidad a la que se refiere. Es por ello que se estimaron más veraces, útiles y fidedignas 
las fuentes físicas. 
 Es de esta manera y con estos materiales con los que se pretende reconstruir los 
primeros años de la inmigración árabe a México, y demostrar la existencia, importancia y 
alcance del vínculo que sus integrantes guardaban con el Imperio Otomano. Hay aspectos 
que ya fueron mencionados por la historiografía pero que presentan ciertas impresiones que 
son pertinentes corregir; puntos que se abordaron fugazmente y que es necesario matizar; y 
explicaciones e interpretaciones que se dejaron de lado y que son indispensables recuperar. 
 
6 
 
 
 
 
 
…era una pequeña colonia de árabes (no había diferencia alguna de 
libaneses, sirios, palestinos, etc.) con nacionalidad turca (u 
otomana) y que trabajaba honesta e incasablemente en un medio no 
hostil, pero sí, diferente, tanto en lengua, idiosincrasia y costumbres. 
al-Gurbal (núm. 26, abril de 1961, p. 15) 
 
 
 
Todos los cambios de conciencia profundos, por su naturaleza 
misma, traen consigo amnesias características. De tales olvidos 
brotan, en circunstancias históricas específicas, las narrativas. 
Habiendo experimentado los cambios fisiológicos y emocionales 
producidos por la pubertad, es imposible “recordar” la conciencia 
de la niñez. 
 
Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas (2007, p. 283) 
 
 
 
 
 
 
 
 
7 
 
 
CAPÍTULO I 
EL PANORAMA DE LA MIGRACIÓN 
 
Antes de abordar las actitudes políticas de los árabes dentro de la sociedad mexicana, que 
son propiamente el tema central de esta investigación, es necesario echar un vistazo al 
fenómeno migratorio, señalando las provincias otomanas de las cuales provenían y 
explicando las causas sociales, económicas y políticas que impulsaron la emigración. Así 
como los diversos motivos que los llevaron a establecerse en México, las vías por las que 
ingresaron, el número que de ellos se asentó y la manera en que se distribuyeron a lo largo 
de la república. Ahondando en estos aspectos se comprenderá mejor el sentido del 
desplazamiento y asentamiento de esta población en el país. 
 
1.1 EL SENTIDO DE LA MIGRACIÓN 
 
La presencia árabe otomana en México está ligada a un amplio movimiento migratorio 
rumbo al continente americano que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XIX en las 
tierras del Bilad ash-Sham3 o región de Siria del Imperio Otomano. En términos actuales 
comprendería la República de Líbano, República Árabe de Siria, el Reino de Jordania, el 
Estado de Palestina y el Estado de Israel. No obstante, estos nombres sólo sirven para 
ubicar más fácilmente el espacio geográfico que comprendía el Bilad ash-Sham en aquel 
entonces, ya que hasta el desenlace de la Primera Guerra Mundial, cuando el Imperio 
Otomano fue despojado de sus provincias árabes, se mantuvo integrada por diversas 
 
3 Etimológicamente Bilad ash-Sham significa «la región de la mano izquierda». En la antigua costumbre 
árabe se consideraba que los oradores del área central de Arabia se encontraban mirando al amanecer, por lo 
que tenían a su mano izquierda el Bilad ash-Sham (Siria) y a su derecha el Bilad al-Yeman (Yemen) «la 
región de la mano derecha». Véase «al-Sham» en C.E.Bosworth [et. al.] The Enciclopedia of Islam, v. 1. 
Leiden: E. J. Brill, 1993,p. 261-282. 
8 
 
unidades administrativas bajo jurisdicción otomana; tres vilayets:4 el de Alepo, Siria y 
Beirut; y dos entidades autónomas: la de Jerusalén y la mutasarrifiyya5 del Monte Líbano. 
De cada uno de estos distritos salieron individuos con destino a América. Sin 
embargo es importante hacer notar que el movimiento migratorio no fue de ninguna manera 
uniforme. Es decir, si bien cada uno de estos distritos sirios proporcionó contingentes, el 
número de individuos que partió de la mutasarrifiyya fue por mucho superior. Este aspecto 
es significativo pues, debido a que su población era exclusivamente maronita,6 la migración 
adquirió un carácter religioso predominantemente cristiano aunque no por ello dejaron de 
estar presentes miembros de otras comunidades religiosas existentes en el Bilad ash-Sham, 
como drusos, judíos, ortodoxos y muslimes. 
 Las razones detrás del inicio de este movimiento migratorio están directamenterelacionadas con diversas transformaciones sociales y económicas que comenzó a 
experimentar la provincia de Siria a mediados del siglo XIX. El efecto en cada uno de los 
distritos fue distinto pero tuvo mayor peso sobre los territorios próximos al Mediterráneo. 
Su cercanía con las costas les permitió disponer de tierra relativamente adecuadas en un 
momento en que la demanda de productos agrícolas en Europa se encontraba en aumento. 
Esto atrajo una pequeña revolución en la economía agrícola de la zona al estimular los 
cultivos comerciales, desplazar la agricultura de autoconsumo y vincular a granjas y 
haciendas al mercado europeo.7 
 De igual manera la industria de la seda, que había venido desarrollándose en la 
mutasarrifiyya desde un siglo antes, logró posicionarse como una actividad de primera 
índole a partir de 1850. Tres factores hicieron posible este posicionamiento: la muerte de 
miles de gusanos de seda en Francia, la consiguiente baja en la producción de seda y otros 
textiles en el mercado europeo, y la posterior pausa en la industria estadounidense del 
algodón causada por la guerra civil. Estas circunstancias atrajeron un alza en la demanda y 
un aumento en el precio de la seda que se mantuvo más o menos constante hasta 1880. 
 
4 Término turco que se refería a las divisiones administrativas de mayor extensión dentro del imperio. El 
vilayet , a su vez, estaba compuesto por diversos sancaks o distritos. 
5 Entidad autónoma regida por un mutasarrif o administrador establecida en el Monte Líbano en 1861. Véase 
el capítulo III, apartado 1 de este trabajo. 
6 Pueblo cristiano advocado a San Marón en comunión con la Iglesia de Roma. Véase el capítulo III, apartado 
3 de este trabajo. 
7 Kemal H. Karpat. «The Otomman Emigration to America, 1860-1914» en Studies on Ottoman Social and 
Political History. Boston: Brill, 2002, p. 93. 
9 
 
Durante estas tres décadas los beneficios se extendieron, en mayor o menor medida, a los 
terratenientes, comerciantes locales, empresarios extranjeros, trabajadores y campesinos 
que participaron dentro de la producción.8 
 Todo este auge comercial repercutió más ampliamente en los puertos sirios de 
Beirut, Izmir, Haifa y Trípoli. Su papel como puntos de intercambio atrajo rápidamente la 
prosperidad sobre sus ciudades y las convirtió en focos de atracción para trabajadores, 
campesinos o individuos cualquiera que desearan aprovechar las nuevas oportunidades de 
empleo y beneficiarse del progreso material. Pero sin duda alguna el puerto que 
experimentó mayor crecimiento fue Beirut, donde el interés francés por la industria de la 
seda y demás productos agrícolas hizo necesario el establecimiento de compañías; junta a 
ellas comenzaron a instalarse bancos y comercios; al mismo tiempo diversos países 
europeos optaron por abrir consulados; y en los años siguientes se establecieron rutas 
comerciales y turísticas con diversos puertos europeos en el mediterráneo. Esto también se 
vio reflejado en su población. De ser una villa con apenas 6,000-7,000 habitantes en 1800, 
Beirut pasó a convertirse en un centro comercial cosmopolita con una población por encima 
de los 100,000 habitantes en 1900. Tal fue su progreso que pronto se convirtió en el puerto 
comercial más importante en el Mediterráneo oriental. 9 
 Debido a que la mutasarrifiyya era una entidad autónoma dentro de la 
administración otomana, sus recursos disponibles y su relación comercial con los puertos se 
vieron algo limitadas. No obstante, su cercanía a la costa y a Beirut le permitió gozar de los 
beneficios atraídos por los cambios económicos de la zona. Así, por ejemplo, en vista del 
auge de la seda algunos campesinos decidieron especializarse en el cultivo de la morera, de 
cuyas hojas se alimentaba el gusano de seda; mientras que otros optaron por desplazarse 
fuera de sus villas dirigiéndose a las ciudades o puertos para emplearse en actividades 
comerciales. 
 Pero detrás de este ambiente comenzaron a gestarse otro tipo de circunstancias no 
tan favorables. Si bien la demanda europea de productos agrícolas aumentó el comercio, 
 
8 Una explicación más detallada sobre la industria de la seda y las trasformaciones económicas en la región se 
encuentra en Roberto Marín Guzmán. «Las causas de la emigración libanesa durante el siglo XIX y principios 
del XX. Un estudio de historia económica y social» en Estudios de Asia y África, vol. 31, núm.3 (101), sep.-
dic., 1996, p. 580-606. 
9 «Beirut» en Gábor Ágoston y Bruce Masters [edit.] Encyclopedia of the Ottoman Empire. USA: Facts on 
File, 2009, p. 86-88. 
10 
 
también consiguió desplazar a la población local. Por una parte, la necesidad de mano de 
obra atrajo a los campos de cultivo a campesinos de los distritos del interior, limitando la 
oferta de trabajo entre los campesinos locales; y por la otra, los métodos modernos 
(tractores) para trabajar la tierra, empleados por los inversionistas locales y extranjeros, 
redujeron la posibilidad de la población local dentro de este ámbito laboral. 
Al lado de esto, la rápida urbanización de los puertos y zonas aledañas marginó a un 
elevado número de individuos dedicados a las artesanías y demás oficios tradicionales, 
quienes de pronto vieron reducidas sus oportunidades de trabajo en un ambiente social 
donde sus habilidades se tornaban cada vez más obsoletas frente a los requerimientos de las 
nuevas industrias, comercios e instituciones.10 
 La región también experimentó cambios demográficos. De manera general Siria 
pasó de 1.5 millones de habitantes en 1840 a 2.5 millones en 1878, número que ascendió a 
4 millones hacia 1913. Por su parte la mutasarrifiyya poseía una población de 
aproximadamente 154,000 habitantes en 1840, la cual se incrementó a 210,000 en 1878 y a 
240,000 en 1895.11 Sumado a lo anterior, los enfrentamientos del Imperio Otomano en la 
zona de los Balcanes y en el Cáucaso hacia finales del siglo, se tradujeron en el 
desplazamiento de refugiados musulmanes hacia Siria, lo que, en combinación con el índice 
de la población local, redujo la oferta laboral. 
 Una de las repercusiones más amplias dentro de este proceso fue que al satisfacer la 
demanda agrícola y de la industria de la seda en el mercado europeo, la economía de la 
región se volcó hacia la especialización de cultivos y quedó ligada permanentemente a la 
demanda europea, insertándola en las fluctuaciones del sistema capitalista. Así, por 
ejemplo, la muerte de miles de gusanos de seda en los territorios sirios dedicados a esta 
actividad entre 1875-188512 y la caída en el preció mundial de la seda en 1880,13 se 
conjugaron para desestabilizar la economía de la mutasarrifiyya. Aun así, durante la 
primera década del siglo XX la exportación de capullos de gusanos de seda de Siria seguía 
siendo bastante alta; con una media de 5,337 toneladas esta cantidad triplicaba la 
 
10 Kemal H. Karpat. Op. Cit., p. 93-94. 
11 Las cifras son citadas por Charles Issawi «The Historical Background of Lebanese Emigration, 1800-1914» 
en Albert Hourani. The Lebanese in the World. A Century of Emigration. London: Centre for Lebanese 
studies, 1992, p. 22-23. 
12 Kemal Karpat. Op. Cit. 
13 Roberto Marín Guzmán. Op. Cit., p. 590. 
11 
 
correspondiente a la década de los setenta del siglo anterior, que había sido de 1,760 
toneladas; de ella, tres cuartas partes habían salido de la Mutasarrifiyya.14 Esto sugiere que 
el comercio de la seda en la región se mantuvo más o menos constante hasta el inicio de la 
Primera Guerra Mundial, beneficiando en mayor o menor medida, aunque no tanto como a 
las compañías europeas, a aquella población local que de alguna manera se encontraba 
relacionada con dicha actividad, como los campesinos que cultivaba morera o que criaba 
gusanos, o bien, los empleadosde las compañías o trabajadores de los puertos. 
 La transformación de la estructura socioeconómica tradicional de Siria, más 
específicamente de sus territorios cercanos al Mediterráneo, se debió a la relación 
comercial que se entabló con las empresas francesas, así como al crecimiento de población. 
Lo contrastante es que ambos aspectos estuvieron lejos de ser completamente benéficos 
para la población local. Es cierto, hubo quienes consiguieron sacar provecho del comercio, 
el desarrollo de la industria y el crecimiento urbano de los puertos. Pero también hubo otros 
que no consiguieron beneficiarse, ya fuese porque no contaban con las habilidades que 
exigían las nuevas actividades comerciales o porque, simplemente, optaron por mantenerse 
al margen de los cambios socioeconómicos, prefiriendo conservar su estilo de vida 
tradicional, lo que no quiere decir que no tuvieran los medios necesarios para subsistir. 
Más adecuado sería tomar en cuenta que el proceso de cambio llevó a los habitantes 
a buscar maneras de adaptarse, a contemplar nuevas posibilidades, o bien, a aprovechar lo 
que se ponía a su disposición. Sólo así puede entenderse el sentido de la migración. Es 
decir, no fue que el migrante decidiera alejarse de una situación precaria, aunque 
ciertamente debió haber casos, sino que fueron las nuevas condiciones (empleos, 
transportes, rutas comerciales) las que lo llevaron a emprender su viaje. En este sentido, 
mientras algunos decidieron continuar con su vida en las villas de la montaña, otros optaron 
por emplearse en fábricas y compañías o acudir a las ciudades en busca de oportunidades 
laborales, y otros más decidieron aprovechar la amplia movilidad física que el crecimiento 
comercial había traído, desplazándose primero a las ciudades porteñas y después 
embarcándose fuera de Siria. El aumento en el flujo migratorio a finales del siglo XIX tuvo 
que ver menos con crisis económicas que con el progreso que continuaba experimentando 
la región. 
 
14 Charles Issawi. Op. Cit., p. 25. 
12 
 
A lo anterior vinieron a sumarse otros dos factores determinantes. Por una parte, el 
interés francés y británico en la región no sólo trajo consigo compañías, bancos y 
consulados, sino también el establecimiento de instituciones educativas. Las misiones 
religiosas presentes desde las primeras décadas del siglo decidieron erigir colegios de 
educación superior en Beirut. En 1886 abrió sus puertas el Syrian Protestant College y en 
1870 lo hizo la Université Saint-Joseph de Beyrouth. De sus aulas salieron hombres, y en 
menor número mujeres, educados que buscaron dónde poner en práctica sus conocimientos 
y habilidades.15 Y por el otro, el crecimiento de Beirut y la marcada presencia europea en la 
región permitieron a estos estudiantes y a la demás población local cobrar conciencia del 
mundo exterior y lo que en él sucedía; asimismo el aumento de periódicos, revistas, noticias 
y rumores en el ambiente de las ciudades y puertos estimuló de sobremanera los deseos de 
viajar a un mundo relativamente nuevo con el que hasta entonces habían tenido poco 
contacto. 
Fue justamente así que la noticia de América encontró terreno. Para entonces 
Estados Unidos se encontraba experimentando un proceso de industrialización, y las 
empresas agrícolas de otros países como Brasil y Argentina en crecimiento; la oferta de 
trabajo aumentó y pronto se hizo necesaria mayor mano de obra. Este requerimiento 
impulsó a los primeros migrantes, y estos, una vez asentados en el continente, 
contribuyeron a propagar las noticias de oportunidades de trabajo en América, la cual, en 
conjunción con los factores antes citados, desbordó la migración al finalizar el siglo XIX. 
Naturalmente la mayoría de los inmigrantes poco sabían de la geografía americana. Los 
educados conocían la ubicación de algunos países pero la mayoría no sabía a ciencia cierta 
dónde estaba cada uno de ellos. Esto no fue impedimento. Los rumores sobre las 
oportunidades de trabajo en América, un lugar donde aparentemente cualquiera que lo 
deseara podía acceder a beneficios materiales y sociales, fueron más fuertes que su temor a 
embarcarse hacia un continente del que tenían modesto conocimiento. 
Alrededor de la década de los setenta del siglo XIX salieron los primeros migrantes. 
A partir de entonces su flujo no se detuvo. Para finales de esa década había su 
desplazamiento había comenzado a volverse notable y para los años ochenta su proporción 
 
15 Albert Hourani. The Lebanese in the World: A Century of Emigration. London: Centre for Lebanese 
studies, 1992, p. 4. 
13 
 
había comenzado a alarmar a las autoridades otomanas. Pronto comenzaron a tomarse 
medidas para reducir la salida de individuos. Las autoridades locales decidieron limitar la 
expedición de documentos, otorgando pasaportes y taskeresi (certificado de viaje que 
permitía a un individuo desplazarse fuera de su distrito pero dentro de los límites otomanos) 
únicamente a personas involucradas en actividades comerciales u hombres de negocios, es 
decir, a aquellos que no tuvieran necesidad de salir de las fronteras imperiales. No obstante, 
los ciudadanos que disponían de un taskeri empezaron a utilizarlo para llegar a otras 
ciudades otomanas donde la supervisión era más reducida, para luego adquirir un boleto y 
embarcarse fuera del imperio. De esta manera llegaron a diversos puertos mediterráneos 
(Marsella, Barcelona, Génova, Nápoles, entre otros) para de ahí embarcarse al continente 
americano. 
A su vez, aquellos que no disponían de pasaporte o taskeri, también tuvieron la 
oportunidad de burlar la supervisión. Desde el momento en que la migración cobró impulso 
comenzó a crearse una red de contrabando en las ciudades porteñas de Siria. Según 
informes de las autoridades su centro se localizaba en Trípoli, aunque también poseía 
asociados en la mutasarrifiyya y Beirut. Sus integrantes, civiles y autoridades, lucraban con 
aquellos que acudían deseando emigrar. Cobraban cuotas para dejarlos acceder a los barcos 
o les permitían trasladarse a otros puertos donde era más fácil embarcarse.16 Esta red no 
pasó desapercibida para las autoridades quienes intentaron en más de una ocasión 
desmantelarla. Sin embargo los beneficios que dejaba resultaban más atractivos que el 
respeto a las leyes. La corrupción entre las autoridades se convirtió en una herramienta para 
los individuos que deseaban emigrar, principalmente para aquellos que no contaban con 
ningún tipo de documentación. 
Los gobernadores de Beirut y la mutasarrifiyya buscaron por distintos medios frenar 
la emigración. Ante la ineficacia de las leyes se vieron en la necesidad de crear historias y 
esparcir rumores sobre las supuestas malas condiciones que se encontraban los migrantes 
en América. Sin embargo su efectividad fue casi nula frente a las noticias positivas que 
aparecían en la prensa y las experiencias narradas por los mismos viajeros a sus familiares a 
través de cartas que pronto se propagaban entre la población de las villas. Asimismo se 
 
16 Engin Deniz Akarli «Ottoman Attitudes Towards Lebanese Emigration, 1885-1910» en Albert Hourani. 
Op. Cit.,.p. 109-112. 
14 
 
solicitó a las autoridades europeas su colaboración para impedir que sus agencias de buques 
vendieran boletos a ciudadanos otomanos sin la documentación requerida y reportaran la 
presencia de pasajeros ilegales en sus barcos. Pese a ello, ninguna de estas medidas 
tomadas por las autoridades otomanas entre 1885-1895 cumplió su cometido.17 En parte por 
la falta de comunicación entre las autoridades de Beirut, la mutasarrifiyya y Estambul, pero 
también por el alto índice de corrupción presente en los puertos del Mediterráneo; de igual 
manera en los puertos europeos existían redes de contrabandoen constante comunicación 
con los puertos sirios. Además, todas estas medidas se enfocaron exclusivamente en frenar 
la migración sin poner atención en los factores que la impulsaban. Es decir, dejando de lado 
el atractivo de América, ninguna de ellas trató de mejorar la situación de las villas 
involucrándolas de manera más directa en el comercio de la región; aun así es poco 
probable que esto hubiera conseguido frenar significativamente la emigración. 
Para su fortuna, analizando la situación alrededor de 1896, el gobierno de Estambul 
se percató que las remesas enviadas a través de bancos desde el continente americano 
representaban una buena aportación a la economía de la región y a las finanzas del imperio. 
También notó que la mayoría de emigrantes iban con la intención de acumular fondos en un 
par de años para después retornar a sus hogares. El descubrimiento de estos aspectos 
positivos cambió la postura otomana respecto a la migración. A finales de 1898 se decidió 
suprimir aquellas medidas que se habían implementado con el fin de frenarla, y a partir de 
entonces sólo unos cuantos requisitos la limitaron.18 En adelante, casi cualquiera que lo 
deseara podía viajar más fácilmente de manera legal, y en dado caso que no cumpliera con 
los requisitos aún tenía la opción de la red ilegal localizada en los puertos, cuyas 
actividades se mantuvieron vigentes hasta el inicio de la guerra.19 
 
17 Ibid. 
18 Ibid., p. 123-124; Kemal H. Karpat. Op. Cit., p.11-113. 
19 La migración árabe es un claro ejemplo de «red migratoria», ya que en ella se aprecian ciertas 
características esenciales para su desarrollo. En primera instancia puede observarse un punto de origen 
común: la mutasarrifiyya del Monte Líbano en Siria, seguido de un desplazamiento en bloque 
multidireccional: los árabes se dirigieron a cada uno de los continentes, pero fue el americano el que llamó 
más su atención. Esto fue posible gracias a la creación de marcadas «redes sociales» que facilitaron la salida 
de las fronteras imperiales (red ilegal para quienes no poseían pasaporte), el asentamiento en determinados 
lugares de destino (puertos, capitales y ciudades fronterizas) y la dedicación a un ámbito laboral específico 
(en un inicio la venta ambulante y luego el comercio, principalmente el de textiles); naturalmente, con el paso 
del tiempo, su distribución geográfica y sus actividades comerciales se diversificaron de acuerdo a las 
necesidades individuales o a los intereses compartidos entre varios miembros de la comunidad. Pero esta 
cadena migratoria no hubiera podido sostenerse sin la existencia de un sistema de reciprocidad, tanto 
15 
 
El testimonio del Dr. Carslaw de la Misión Extranjera de la Iglesia de Escocia, 
quien visitó la mutasarrifiyya durante las últimas décadas del siglo, resulta bastante 
ilustrativo. En 1894, poco después de su regreso, escribió: 
 
En nuestro ascenso a la montaña, nos percatamos de una gran mejora en las villas por las 
que pasamos. Diversas construcciones se llevaron a cabo en muchas de ellas. Los viejos 
techos de arcilla de las casas estaban siendo removidos y nuevos techos de tejas de 
Marsella colocados en su lugar. También los postigos exteriores de las ventanas estaban 
siendo cubiertos con pintura verde; todo refleja comodidad y prosperidad. En Shweir 
mismo también encontramos cosas que están siendo cambiadas; nuevas casas están siendo 
construidas—aquellas que son terminadas son techadas con tejas. Hace dieciocho años no 
había un solo techos con tejas en todo el distrito, y Shweir en ese entonces tenía sólo dos 
casas que tenían ventanas de vidrio; ahora las ventanas de vidrio son comunes, siendo 
consideradas como una necesidad...20 
 
El relato continúa describiendo las mejoras en la villa. Resalta la pavimentación de 
las calles, la instalación de tuberías de hierro en las fuentes y la colocación de lámparas de 
queroseno para alumbrar la calle principal y, además, hace notar que los salarios de los 
obreros y jornaleros son más elevados. En pocas palabras, indica que a diferencia de hace 
algunos años todo parece ir en ascenso. Y examinando los cambios en esta y demás villas 
aledañas concluye lo siguiente: 
 
Esta apariencia de prosperidad parece ser causada por el regreso de un gran número de 
sirios quienes, hace unos años, emigraron a Brasil, los Estados Unidos, y Australia. 
 
desinteresado como equilibrado, que brindara apoyo, confianza y seguridad al viajero. Existió una marcada 
solidaridad hacia familiares, amigos o a todo recién llegado; pero también estuvo presente la ayuda 
condicionada o cobrada, donde el recién llegado debía remunerara los servicios o el capital prestado en un 
tiempo y forma determinada. 
20 Citado en Zeine N. Zeine. Arab-Turkish Relations and the Emergence of Arab Nationalism. Beirut: 
Khayat's, 1958, p. 41. El texto original es: On our way up the mountain, we noticed a great improvement in 
the villages we passed through. Building operations were going on in many of them. Houses were having the 
old clay roof taken off, and new roofs of Marseilles tiles put on. The outside shutters of windows, too, were 
getting a coat of green paint, and everything spoke of comfort and prosperity. In Shweir itself, too, we found 
things in the course of being changed; new houses are being built – those that are finished are roofed with 
tiles. Eighteen years ago there was not a tiled roof in the whole district, and Shweir at the time there were only 
two houses that had glass windows; now glass window are common, being looked upon as a necessity. 
16 
 
Habiendo obtenido de diversas maneras grandes sumas de dinero, han regresado con la 
intención de disfrutar de la vida tanto como el dinero les dure.21 
 
El testimonio del Dr. Carslaw confirma las consideraciones hechas por el gobierno 
otomano en cuanto a los beneficios de la migración. Pero también debe tomarse en cuenta 
que el progreso no pudo ser igual en todas las villa y debieron existir algunas donde éste no 
fuera tan marcado. Aun así el argumento del Dr. Carslaw, junto con el de las autoridades 
otomanas, sugiere que la mutasarrifiyya también se vio inmersa en los beneficios que 
experimentó la región, aunque posiblemente se hicieron realmente evidentes una vez 
activada la migración. Asimismo, esto contribuye a la afirmación hecha anteriormente: que 
el migrante no fue forzado a salir por crisis económicas sino que únicamente aprovechó los 
medios y recursos que se ponían a su disposición en un ambiente donde el estilo de vida 
tradicional estaba cambiando rápidamente; de no haber sido así habría que preguntarse por 
qué, como indican las fuentes, la intención de muchos era regresar después de algunos 
años. 
 La relativa liberación de la migración durante el cambio de siglo explica, en parte, 
por qué al iniciar el siglo XX la migración alcanzó uno de sus puntos más altos. Como era 
de esperar, este desborde alarmó nuevamente a las autoridades, ya que los campos de 
morera, árboles de olivo y gusanos de seda estaban siendo abandonados. No obstante, las 
autoridades nada pudieron hacer al respecto una vez más, sobre todo si se considera que los 
problemas políticos internos (la Revolución de los Jóvenes Turcos de 1908) y externos 
(guerra en la provincia Tripolitana contra Italia en 1911 y la crisis de los Balcanes en 1912 
y 1913) impidieron brindarle la atención necesaria. Esto permitió que siguiera su curso 
hasta 1914, cuando el inicio de la guerra la paralizó momentáneamente. 
 Es difícil saber a ciencia cierta la cantidad de individuos que emigró al continente 
americano hasta 1918. La falta de registros, la clandestinidad con que se embarcaron y la 
inconsistencia en las cifras disponibles impiden dar una cantidadcertera. Pese a estos 
inconvenientes, diversos estudios han tratado de dar un estimado basándose en los 
 
21 Ibid., p. 42. El texto original es: This appearance of prosperity seems to be caused by the return of a great 
number of Syrian who, a few years ago, emigrated to Brazil, the United States, and Australia. Having in 
various ways obtained large sums of money, they have returned with the intention of enjoy life so long as the 
money lasts. 
17 
 
materiales disponibles (archivos otomanos, censos de población americanos, reportes de 
consulados, archivos libaneses, etc.). 
Charles Issawi calcula que para 1914 el total de sirios otomanos en el continente 
americano ascendía a 330,000 de los cuales dos terceras partes residían en Estados Unidos 
y el resto se encontraba disperso en los países latinoamericanos.22 Por su parte, Sa‘id B. 
Himadeh estima que entre 1860-1914 salieron únicamente 120,000 habitantes de la Siria 
otomana. En cambio los cálculos de Ruppin sugieran que para 1912 su número en América 
era de 500,000 de los cuales la mitad procedía de la mutasarrifiyya. Finalmente, Kemal H. 
Karpat considera que para el periodo 1900-1914 cerca de medio millón de individuos había 
dejada la Siria otomana.23 
Como puede verse las cifras difieren significativamente unas de otras, y no es 
posible determinar con certeza la validez de cada una puesto que las fuentes en las que se 
basan se encuentran dispersas en diversos archivos alrededor del mundo. Pero para tener 
una idea de las proporciones que alcanzó la migración se cuenta con el estudio de Karpat, 
quien se dio a la tarea de cotejar las cifras anteriores con diversas fuentes, donde se 
incluyeron documentos de archivos consulares otomanos de Europa y América. Su 
conclusión es que aproximadamente entre 1860-1914 cerca de 1, 200,000 individuos 
procedentes de todo el Imperio Otomano se embarcaron rumbo al continente americano. De 
estos, alrededor de 600,000 eran originarios de Siria, principalmente de la mutasarrifiyya, y 
de los cuales una tercera parte, es decir, 200,000, regresó a su lugar de origen, lo que 
significa que alrededor de 400,000 permanecieron a lo largo del continente americano.24 
 
1.2 LA INMIGRACIÓN EN MÉXICO 
 
Tampoco es posible determinar con exactitud cuántos inmigrantes llegaron a México hasta 
1918. Los primeros viajeros comenzaron a llegar en la década de los setenta, aunque esto 
no quiere decir que su intención fuera permanecer en el país de por vida, a partir de 
 
22 Charles Issawi. Op.Cit., p. 30-31. 
23 Las cifras se encuentran en Kemal H. Karpat. Op. Cit., p. 104. Es uno de los pocos trabajos donde se hace 
un balance entre las cifras dadas por los diversos estudios que se ocupan del tema. 
24 Ibid. 
18 
 
entonces su llegada comenzó a evidenciarse paulatinamente. Las razones por las cuales se 
establecieron en el país son poco claras pero todo indica que fueron de orden circunstancial, 
y en ello tuvo mucho que ver la imagen general de América. 
 Las noticias de un continente que comenzaba a necesitar cada vez más mano de 
obra para satisfacer sus actividades comerciales no pasó desapercibida para quienes se 
encontraban inmersos en el ambiente comercial, urbano y cosmopolita de las ciudades y 
puertos mediterráneos. La historia del inmigrante José María Abad, originario de la 
mutasarrifiyya, sirve como modelo de este punto. Su relato menciona que antes de llegar al 
puerto de Veracruz en los primeros meses de 1882, había estado por algún tiempo en 
Marsella, desplazándose posteriormente a Barcelona. Según el relato, estando en esta 
última ciudad escuchó hablar de la «belleza de las tierras aztecas» y, atraído por los 
rumores, decidió invertir su capital en bisutería religiosa y embarcarse rumbo a México.25 
No obstante este relato parece ser cierto sólo en parte. Tomando en cuenta la fecha tan 
temprana en que se trasladó, es poco probable que México, en comparación con Estados 
Unidos, Brasil y Argentina, llamara mucho la atención de los migrantes. En cambio es más 
viable considerar que estando José María Abad en Barcelona escuchó hablar de las amplias 
posibilidades en América y optó por emprender el viaje sin un destino en particular o, muy 
posiblemente, con mira en Estados Unidos. Al parecer ese supuesto impacto de «la belleza 
de las tierras aztecas» es un elemento agregado posteriormente a su establecimiento en 
México. 
 Pero si su intención no era llegar a México ¿cómo fue que llegó al puerto de 
Veracruz? Posiblemente por cuestiones de azar. Al parecer durante los primero años el 
desconocimiento de la geografía americana hizo que algunos migrantes se embarcaran 
teniendo en la mira únicamente el continente sin tener del todo claro a dónde debían 
dirigirse. Lo que hizo que su decisión fuera tomada durante el trayecto con base en las 
sugerencias de otros pasajeros o en la información percibida; o bien, optando por 
 
25 Julian Nasr y Salim Abud. Directorio libanés: censo general de las colonias libanesa, palestina y siria 
residentes en la república mexicana. México: edición de los autores, 1948, p. 28. Este directorio fue el primer 
intento por localizar a todos los árabes residentes en la república mexicana. En él se incluye el lugar de 
residencia, teléfono, profesión, año de ingreso al país, número de hijos, estado civil, locales comerciales, etc. 
Desafortunadamente se ocupa únicamente de la población masculina mayor de edad, dejando fuera datos 
importantes respecto al ingreso de mujeres y niños antes de 1918. 
19 
 
movilizarse según escucharan noticias una vez alcanzados los puertos americanos. Este 
parece haber sido el caso de José María Abad. 
Conforme la migración comenzó a cobrar ímpetu los relatos de experiencia llegados 
del otro lado del Atlántico, narrados por quienes habían retornado y publicados en diversos 
medios impresos, proporcionaron las herramientas necesaria para que los siguientes 
migrantes planearan con un poco más de precisión su travesía. No obstante, ese carácter 
impreciso o ―aventurero‖ seguiría presente a lo largo de toda la etapa migratoria anterior a 
1918. 
Algunos decidieron embarcarse con mira en un país determinado pero por falta de 
recursos o intereses comerciales decidieron hacer escala en algún otro territorio antes de 
llegar a su destino. 
Hubo quienes por aventura o negocio decidieron desplazarse a otros países en los 
cuales terminaron residiendo. En 1882 Santiago Sauma se encontraba en Estados Unidos 
pero por razones desconocidas optó ese mismo año internarse a México a través de El Paso, 
Texas. Se dedicó a recorrer la república hasta llegar al estado de Yucatán, donde finalmente 
decidió establecerse. Una vez ahí emprendió diversos viajes a la mutasarrifiyya, 
posiblemente con la intención de visitar a sus familiares o adquirir algún tipo de mercancías 
que pudiera vender en México. Tiempo después sus hermanos lo seguirían a Yucatán; Juan 
Sauma arribó en 1887 y Pablo Sauma en 1891.26 El hecho de que un familiar estuviera 
establecido en el continente permitió a sus parientes o amigos ahorrarse la búsqueda de un 
lugar propicio para radicar. Este relato sugiere que algunos inmigrantes llegaron al país a 
través de su frontera norte desde los primeros años, lo que quiere decir que México fue en 
ocasiones una opción secundaría contemplada tiempo después de haber arribado al 
continente. 
De igual forma hubo algunos que terminaron desembarcando en el país por 
confusión o por alguna otra noticia. Abraham Milan Sheddid y Helú Elias Gabriel deseaban 
llegar a Brasil pero estando en Marsella se enteraron de que ahí se había desatado una 
epidemia de vómito y decidieron dirigirse a México, donde llegaron en 1906.27 
 
26 Ibid. 
27 Martha Díaz deKuri y Lourde Macluf. De Líbano a México: crónica de un pueblo emigrante. México: 
Gráfica, Creatividad y Diseño, 1997, p. 45. 
20 
 
Fueron estos pioneros de la migración, junto con las circunstancias antes citadas, 
que se mantendrían durante todo el proceso migratorio, los que abrieron el camino en 
México a la población proveniente de la Siria otomana. De esta forma, al iniciar el siglo 
XX, cuando la migración comenzaba a ser mucho más marcada, un número cada vez mayor 
zarpó teniendo en mente algún conocimiento de México aunque, en ocasiones, éste no fuera 
su destino definitivo. 
Como se mencionó, la contigüidad con Estados Unidos fue importante para que la 
población árabe decidiera ingresar al territorio mexicano, y de hecho un gran número 
utilizó al país como puente. A partir de 1891 las autoridades de migración estadounidenses 
expidieron leyes sanitarias con el fin de limitar el ingreso de inmigrantes «asiáticos», entre 
los cuales fueron incluidos los sirios otomanos, con base en supuestas enfermedades de las 
que eran portadores. 28 Se pidió a las compañías marítimas llevar a cabo una exhaustiva 
revisión de sus pasajeros antes de zarpar y otorgarles un certificado de salud que debían 
presentar al desembarcar en los puertos.29 En los años siguientes las medidas se reforzaron 
y se hizo mayor énfasis en que los pasajeros provenientes de «territorios asiáticos» 
mostraban síntomas de tracoma o herpes; temiendo se extendieran entre la población local, 
se efectuó un rígido control a su ingreso. Fue esta dificultad de acceso la que causó que 
muchos inmigrantes decidieran llegar a territorio mexicano con la intención de atravesarlo e 
ingresar a Estados Unidos a través de la frontera. 
Este método ofrecía ciertos beneficios. En el trayecto los migrantes podían ir 
negociando o haciendo escalas en diversos estados de la república para efectuar actividades 
 
28 En realidad esta actitud de limitar el ingreso de «asiáticos» tiene sus raíces en el racismo (económico y 
físico) hacia los trabajadores chinos (culíes) que comenzaron a ser traídos al continente americano a partir de 
la segunda década del siglo XIX. Países como Estados Unidos, Cuba y México, decidieron emplear mano de 
obra china ya que su costo era módico. Esta decisión fue más a regañadientes pues se tenía una imagen 
negativa del Imperio Chino como un lugar donde reinaba el vicio, la miseria, la corrupción y donde las 
condiciones de salubridad eran escasas; esto en contraste con la imagen que se tenía de la población europea 
(xenofilia): blancos de tez, con progreso moral, político y económico, mayoritariamente católicos; en fin, 
civilizados. A esta imagen negativa vino a sumarse el bienestar económico que algunos chinos comenzaron a 
experimentar en los países americanos donde establecieron locales comerciales y realizaron negocios una vez 
terminados sus contratos con las compañías, situación que desaprobada por la población local que los veía 
como una competencia, ladrones de trabajo y, en consecuencia, de dinero que les correspondía. Sobre el tema 
véase el conocido estudio de José Jorge Gómez Izquierdo. El movimiento antichino en México (1871-1934). 
México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1991. Fue la visión orientalista la que introdujo a los 
migrantes árabes dentro de ese costal de lo «asiático», donde se les atribuyó el mismo comportamiento, 
características y deficiencias a los individuos que no provinieran de los países industriales modelo: Francia, 
Inglaterra o Alemania. 
29 Alfaro-Velcamp, Theresa. So Far from Allah, So Close to Mexico: Middle Eastern immigrants in Modern 
Mexico. Austin: University Texas Press, 2007, p. 31. 
21 
 
comerciales, lo que les permitía acumular dinero u obtener los medios necesarios para 
continuar viajando hacia la frontera. La estancia también podía ser más prolongada. Una 
vez en México podían establecer tiendas comerciales o trabajar al lado de otros 
inmigrantes, permaneciendo un tiempo indefinido hasta tomar la decisión de continuar su 
camino hacia Estados Unidos, o bien, permanecer en el país de manera definitiva. No 
obstante muchos tenían familiares con los que deseaban reunirse y trataron de hacer la 
menor pausa posible. 
Sin embargo, esta travesía no garantizaba de ninguna manera el acceso al país del 
norte. El papel de México en la ruta de los inmigrantes pronto fue notado por las 
autoridades estadounidenses quienes solicitaron a sus homólogas mexicanas poner la 
debida atención y reforzar su vigilancia en la frontera. En 1906 el embajador 
estadounidense David E. Thompson envió unas cuantas misivas al Secretario de Relaciones 
Exteriores de México, Ignacio Mariscal, solicitándole controlara la entrada de sirios al 
puerto de Veracruz y tomar en cuenta las medidas sanitarias estipuladas en el Código 
Sanitario Mexicano. Una vez más se hacía énfasis en la presencia de tracoma en un amplio 
número de inmigrantes «asiáticos». Esto llevó a las autoridades a realizar un sondeo en el 
país. Los informes de Mariscal mencionan que para ese año cerca de 1,500 sirios radicaban 
en la capital mexicana, cuyo mayor número residía de manera ilegal.30 No obstante, estos 
reportes no mencionan nada sobre enfermedades ni si su intención era dirigirse a la 
frontera. Naturalmente las autoridades estadounidenses sabían que la mayoría deseaba 
ingresar a su país a través de El Paso o Ciudad Juárez. Tales suposiciones tenían 
fundamentos. Desde hacía un par de años se había reportado la presencia de una vasta 
cantidad de inmigrantes sirios que permanecían estacionados en las ciudades fronterizas 
esperando el momento preciso para burlar las supuestas medidas sanitarias y evitar la 
revisión de documentos. Al mismo tiempo, y al igual que en los puertos mediterráneos, se 
había descubierto a un grupo de inmigrantes sirios quienes, a cambio de cierta cantidad, 
ayudaban a sus coterráneos a cruzar la frontera, guiándoles a través del territorio, 
brindándoles techo y comida y señalándoles las rutas y momentos adecuados para ingresar 
a los Estados Unidos. Este grupo operaba en las ciudades fronterizas, como Ciudad Juárez, 
Matamoros, Nuevo Laredo, Torreón y El Paso; en los puertos mexicanos, principalmente 
 
30 Archivo Genaro Estrada, Secretaria de Relaciones Exteriores, Siglo XX, Expediente 14-28-79, 1906-1907. 
22 
 
Veracruz; y ciudades importantes, como el Distrito Federal.31 Más que un acto de total 
caridad esta actividad representaba una fuente de ingreso para sus operadores. 
En realidad la política estadounidense sirvió para limitar el acceso de inmigrantes 
no esperados. Rápidamente el tracoma quedó asociado exclusivamente a los inmigrantes de 
la categoría «asiáticos», cuya mayoría estaba integrada por sirios otomanos. Pese a esto, el 
inmigrante encontró diversas formas de enfrentar la situación; al zarpar o desembarcar 
existían doctores que por determinada cantidad expedían certificados de salud que podían 
ser de gran utilidad en su momento.32 
La dificultad de ingresar a Estados Unidos se hizo más grande una vez iniciado el 
movimiento revolucionario en México en 1910, al cual vino a sumarse el conflicto entre 
ambos países en 1914 y el inicio de la Primera Guerra Mundial. Aun así esta tendencia 
migratoria hacia el país del norte nunca se detuvo. Y ante el fracaso de cruzar la frontera 
algunos no tuvieron más opción que permanecer en territorio mexicano, residiendo en los 
estados del norte o desplazándose a otros. Ante este tipo de adversidades el contacto con 
otros inmigrantes establecidos en el país resultó provechoso. 
Como puede verse, los diversos caminos que pusieron en contacto al inmigrante con 
México pertenecieron al ámbito circunstancial, sobre todo en los primeros años de la 
migración; es decir, en ocasiones su establecimiento en el país no fue tan voluntario.Y 
aunque algunos entraron al país a través de la frontera norte, como Santiago Sauma, fueron 
en realidad los puertos de Progreso, Veracruz y Tampico, los lugares por donde la mayoría 
ingresó. 
 Lo que siguió fue una llamada en cadena a familiares, amigos y conocidos que iría 
reforzándose durante las primeras décadas del siglo XX. No obstante aquel carácter azaroso 
del comienzo nunca dejaría de estar presente. La paulatina concentración en determinados 
barrios colindantes con zonas comerciales, mercados o estaciones de ferrocarriles; el 
desarrollo del comercio informal en abonos, mediante el cual se vendían listones, hilos y 
bisutería en poblaciones alejadas donde las actividades comerciales y negocios establecidos 
eran escasos; la apertura de tiendas comerciales; y la creación de asociaciones sociales, 
 
31 Véase Alfaro Velcamp. Op. Cit., particularmente el capítulo II. Su investigación es una de las pocas que ha 
prestado atención a los inmigrantes radicados en ciudades al norte de México. Su texto es rico en información 
gracias a los documentos y reportes recabados por las autoridades fronterizas respecto al desplazamiento y 
detención de sirios. 
32 Ibid. 
23 
 
religiosas y políticas que los integrarían como grupo, permitieron el establecimiento de 
pequeñas comunidades árabes otomanas en cada estado de la república. Su presencia como 
grupo extranjero se haría cada vez más evidente dentro de la sociedad mexicana de 
principios de siglo pese a que nunca llegaría a igualar numéricamente a otros grupos de 
origen europeo. 
Si su ingreso a México fue relativamente sencillo (las medidas de salubridad nunca 
se tornaron estrictas ni la revisión de documentos) su estancia también lo sería. El gobierno 
de Porfirio Díaz buscó atraer la inversión foránea y alentar la inmigración con el objetivo 
de satisfacer la demanda de trabajadores en la construcción de ferrocarriles, las minas y las 
plantaciones agrícolas, poniendo mínimas restricciones al ingreso de extranjeros y 
emitiendo decretos que ofrecieran garantías y derechos para su establecimiento; ejemplo de 
ello fue la Ley de Extranjería y Naturalización de 1886. En efecto, cuando en los círculos 
intelectuales o las élites hablaban de fomentar la inmigración lo hacían pensando 
exclusivamente en los europeos, considerando que la llegada de otros grupos, como el de 
los árabes, era menos probable. Es cierto que en ese entonces existía un enfoque racial 
hacia la población que no proviniera de Europa, pero éste tuvo mayor repercusión sobre 
otras poblaciones cuyas diferencias físicas, morales y religiosas eran más acentuadas como 
en el caso de los chinos. Más que un grupo no deseado, el árabe fue un elemento no 
esperado que repentinamente se insertó en la sociedad mexicana. Y el no ser esperado no 
quiso decir que fuera rechazado.33 El hecho de que practicaran el cristianismo facilitó su 
integración en la sociedad mexicana, aunque no por ello queda descartada la posibilidad de 
que algunos hayan sido presa de algún tipo de racismo, principalmente el económico. 
La primera de Ley de Migración que entró en vigor a comienzo de 1909 muy 
posiblemente fue una respuesta a las solicitudes que las autoridades estadounidenses habían 
venido haciendo desde 1906 respecto a inmigrantes supuestamente infectados con tracoma. 
No obstante el contenido de dicha ley quedó circunscrito a cuestiones de salud física y 
mental y de ninguna manera estipuló preferencia alguna por el país de origen del 
inmigrante, 34 aunque tampoco suprimió el enfoque racial de las elites. 
 
33 Ignacio Klich y Jeffrey Lesser . ―Introducción ‗turco‘ Immigrants in Latin America‖ en The Americas, vol. 
53, núm. 1, julio, 1996. 
34 Compilación histórica de la legislación migratoria en México: 1821-2002. México: Instituto Nacional de 
Migración, 2002. 
24 
 
Esta situación fue lo que permitió que su número creciera paulatinamente, e hizo 
que desde un punto de vista legal su asentamiento tomara curso. Por su parte, la red de 
ferrocarriles construida durante el gobierno de Porfirio Díaz facilitó su movilidad y 
posibilitó su distribución a lo largo de la república desde principios de siglo. 
Determinar la cantidad precisa de inmigrantes que entraron a México desde finales 
del siglo XIX hasta 1918 es una tarea complicada, así como lo es tratar de calcular el 
número de ellos que permaneció en el país. La falta de registros sistemáticos, los datos 
aislados, las marcadas variaciones y la continua movilidad del inmigrante dificultan su 
precisión. No obstante, un repaso a los materiales cuantitativos existentes hasta el momento 
permite una aproximación. 
 Los censos de población proporcionan información valiosa. El primero se llevó a 
cabo en 1895. Para determinar el lugar de nacimiento del extranjero se tomaron como 
referencia los conceptos de «Arabia» y «Turquía-Egipto». Arabia parece aludir más a la 
región de Siria que a los actuales territorios de Arabia Saudita, y Turquía-Egipto al Imperio 
Otomano en general, aunque hay una ligera posibilidad que se refirieran a un territorio más 
específico. Sea como fuere ambas clasificaciones se enmarcaban dentro del imperio y la 
inclusión dentro de uno u otro grupo sólo pudo estar determinada por la declaración de los 
mismos inmigrantes al momento de ser censado. Esto mismo debe tomarse en cuenta en los 
censos siguientes. 
 El segundo se llevó a cabo sólo cinco años después, lo que puede indicar cierta 
impresión en el anterior ya que a partir de entonces se efectuarían con una diferencia de 
diez años. El tercero se implementó en 1910. La clasificación que se usó continuó siendo la 
misma en ambos censos: «Arabia» y «Turquía», con la ligera diferencia de que «Egipto» 
apareció de manera aislada. 
Finalmente, el último censo a considerar es el de 1921. Dados los cambios 
geopolíticos que experimentaron las provincias árabes al concluir Primera Guerra Mundial, 
sus criterios cambiaron notablemente. Si bien «Turquía» permaneció, «Arabia» fue 
suprimida. En cambio apareció como criterio «Asia» y, dentro de él, se incluyó el concepto 
de «Asia Menor» para indicar el ―país‖ de origen del inmigrante. Al mismo tiempo se 
elaboró otro cuadro señalando la «nacionalidad» del extranjero en el que apareció por 
primera vez la categoría de «sirio-libanés». Es importante hacer notar que las cifras del 
25 
 
cuadro correspondiente al ―país‖ de origen del inmigrante son muy similares, aunque no 
exactas, con el que se ocupa de la nacionalidad. Esto quiere decir que el concepto de «Asia 
Menor» se usó para indicar el ―país‖ de los «sirio-libaneses» en un momento en que los 
estados-nación en el Medio Oriente estaban en proceso de construcción. 
 El primer censo indica que para 1895 residían un total de 480 individuos 
provenientes del Imperio Otomanos a lo largo del país, 27 procedentes de Arabia y 453 de 
Turquía. Los estados con mayor índice fueron Yucatán con 256 inmigrantes, Campeche con 
36, Tabasco con 30 y el Distrito Federal con 22. La notable diferencia de Yucatán respecto 
al resto de las entidades se debe al papel de puerto Progreso como uno de los principales 
del país. A pesar de que el de Veracruz no lo era menos, el censo señala que únicamente 31 
inmigrantes radicaban ahí.35 Esto pudo deberse a que la inmigración aún era modesta, o 
quizá por la cercanía de Progreso con la isla de Cuba, donde diversos buques europeos 
hacían escala. 
Para 1900 el número aumentó considerablemente. Se contaron 679 árabes 
otomanos, 275 procedentes de Arabia y 404 de Turquía. Las entidades con mayor número 
fueron Campeche con 257 inmigrantes, Veracruz con 72, el Distrito Federal con 56 y 
Tabasco con 34. El registro de solamente 29 individuos en Yucatán se debió a un error de 
imprenta en la edición consultada ya que a lo largo del periodo quenos ocupa siempre se 
mantuvo entre los estados con mayor concentración de estos inmigrantes, como puede 
observarse en el censo siguiente.36 Es evidente la rápida importancia que comenzaba a 
cobrar el Distrito Federal y Veracruz como puerto de entrada. 
Al iniciar el nuevo siglo el levantamiento de las restricciones por parte de las 
autoridades otomanas, el endurecimiento de las medidas migratorias estadounidenses y la 
popularización de la migración se tradujeron en un enorme aumento en el flujo de 
inmigrantes. El tercer censo demuestra que en 1910 el número había aumentado a 4,453, 
1,546 procedentes de Arabia y 2,907 de Turquía. La diferencia es extraordinaria respecto a 
las décadas anteriores. Para entonces la capital mexicana ya era la entidad con mayor 
concentración al reunir 595 inmigrantes, seguido de Yucatán con 584, Veracruz con 552, 
 
35 Censo General de la República Mexicana. Verificado el 20 de octubre de 1895. México: Oficina 
Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1899. En este censo se preguntó por personas «de paso» y 
«ausentes» al momento de realizarse la encuesta; parámetros que serían suprimidos en los censos siguientes. 
36 Véase Censo General de la República Mexicana verificado el 28 de octubre de 1900. México: Oficina 
Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1901. 
26 
 
CUADRO 1. 
Población árabe otomana en México según censos de población. 
 1885 1900 1910 1921 
Entidad Arabia Turquía-
Egipto 
Arabia Turquía Arabia Turquía Asia 
Menor 
Turquía 
Aguascalientes - - - - 3 11 38 - 
Baja California - 9 1 - - - - - 
Campeche - 36 73 184 35 99 13 105 
Coahuila - 6 18 2 212 171 442 13 
Colima - - 2 - 5 8 2 - 
Chipas - 4 - - - 58 85 23 
Chihuahua - - 7 8 135 101 203 - 
Distrito 
Federal - 22 30 26 74 521 1,365 90 
Durango 13 4 11 3 99 26 41 4 
Guanajuato - - 5 5 16 58 76 - 
Guerrero - 1 1 4 26 70 59 8 
Hidalgo - 3 3 5 86 56 163 9 
Jalisco - - 2 12 40 11 34 11 
México - 6 5 - 73 57 99 8 
Michoacán 3 1 - 8 53 36 107 2 
Morelos - 5 - - 20 23 32 - 
Nayarit - - 10 2 33 5 39 1 
Nuevo León - 3 20 10 88 115 212 5 
Oaxaca - 11 3 12 52 87 156 21 
Puebla - 14 18 24 68 154 262 21 
Querétaro - 1 - - 6 29 24 1 
Quintana Roo - - - - - 52 1 24 
San Luis 
Potosí 11 3 1 2 43 22 65 11 
Sinaloa - 2 4 - 11 13 33 3 
Sonora - 3 - 1 - 90 46 6 
Tabasco - 30 8 26 36 59 68 50 
Tamaulipas - 2 5 8 64 26 283 21 
Tlaxcala - - - - 15 - 2 11 
Veracruz - 31 44 28 208 344 675 149 
Yucatán - 256 29 6 576 373 229 
Zacatecas - - 4 5 39 29 70 9 
Total parcial 27 453 275 404 1,546 2,907 5,068 835 
TOTAL 480 679 4,453 5,903 
Fuentes: Censo General de la República Mexicana. Verificado el 20 de octubre de 1895. México: Ministerio 
de Fomento, 1899; Censo General de la República Mexicana verificado el 28 de octubre del 1900. México: 
Secretaria de Fomento, Colonización e Industria, 1901; Tercer Censo de Población de los Estados Unidos 
Mexicanos 1910. México: Secretaria de Agricultura y Fomento, 1918; Censo General de Habitantes: 30 de 
noviembre de 1921. México: Talleres Gráficos de la Nación, 31 v., 1925-1928. 
 
 
27 
 
Coahuila con 383 y Chihuahua 236.37 La primacía que fue adquiriendo el Distrito Federal 
estuvo relacionada con su papel de centro político, económico y social del país, aspectos 
que llamaban la atención del inmigrante que deseaba crecer económica y socialmente. La 
consolidación de Veracruz como puerto de entrada al mismo nivel que Progreso también es 
evidente. Y el ascenso de los estados del norte tampoco puede ignorarse. Una explicación 
hay detrás de esto. Cada censo registró la cantidad de individuos en el momento de su 
realización, es decir, cuando se hizo la encuesta, lo que no indica si la intención del 
encuestado era permanecer en el país en definitiva; no debe olvidarse su constante 
movilidad. Sirva de ejemplo su concentración en la frontera con el objetivo de ingresar a 
Estados Unidos como sugieren las cifras del censo y las misivas enviadas por Thompson a 
Mariscal en 1906, así como los archivos de Cuba que indican la entrada de 638 árabes 
procedentes de México entre 1906-1913.38 
 Finalmente el censo de 1921 registró la presencia de 5,903 inmigrantes. Dentro de la 
categoría de Turquía se incluyeron 835 y dentro de la de Asia Menor 5,068. El Distrito 
Federal contaba con 1,355 inmigrantes, Veracruz con 824, Yucatán con 602, Coahuila con 
455 y Puebla con 283.39 La amplia diferencia de la capital con el resto de los estados 
certifica la existencia de una comunidad más estática, adaptada y en crecimiento. Mientras 
que Veracruz había conseguido convertirse en el puerto de entrada por excelencia 
desplazando a Progreso. El descenso en el flujo migratorio a lo largo de la década estuvo 
relacionado con el movimiento revolucionario en México que ahuyentó a los inmigrantes y 
propició su salida hacia otros países, no obstante su efecto no debe sobrestimarse. Mayor 
peso tuvo el comienzo de la Primera Guerra Mundial que paralizó el desplazamiento de la 
población hacia el continente. Esto quiere decir que buena parte debió ingresar entre 1910-
1914, o bien, en los tres años posteriores a la guerra, es decir, entre 1919-1921. Además, 
dado que la inmigración procedente de lo que sería la actual República de Turquía había 
sido casi nula, es muy probable que gran parte de los 833 individuos que dijeron ser de 
«Turquía» fuesen árabes que seguían identificándose con el imperio. 
 
37 Tercer Censo de Población de los Estados Unidos Mexicano verificado el 27 de octubre de 1910. México 
Secretaría de Hacienda/Secretaria de Agricultura y Fomento, 2 v., 1918. 
38 Rigoberto Menéndez Paredes. Los árabes en Cuba. La Habana: Ediciones Boloña de la Oficina del 
Historiador de la Ciudad, 2007, p. 46. 
39 Censo General de Habitantes: 30 de noviembre de 1921. México: Talleres Gráficos de la Nación, 31 v., 
1925-1928. 
28 
 
El estudio de Francisco D. Montejo Baqueiro es otro material que se ocupa de las 
cifras. La importancia de su texto radica en que sus datos los tomó de las listas de pasajeros 
que desembarcaron en Yucatán aparecidas en la prensa yucateca durante el periodo 1888-
1920.40 Desafortunadamente sólo fueron constantes hasta 1907 y en adelante se volvieron 
ocasionales. Debe aclararse que los registros pertenecen exclusivamente a ese estado por lo 
que no contemplan aquellos que hayan entrado a través de la frontera norte o por los 
puertos de Veracruz y Tampico. Y al igual que los censos, sólo indican el número de 
inmigrantes que ingresó vía Yucatán anualmente sin dar por sentado su establecimiento de 
por vida en dicho estado o en el país, por lo que, una vez más, no debe dejar de 
considerarse su movilidad. Asimismo es posible que no todos los inmigrantes se hayan 
registrado en las listas. 
 
CUADRO 2. 
Ingreso de árabes otomanos a México por el puerto de Yucatán, 1885-1920. 
Año Número de personas Año Número de personas 
1885-1887 10 1898 23 
1888 33 1899 16 
1889 38 1900 68 
1890 59 1901 52 
1891 38 1902 65 
1892 39 1903 38 
1893 59 1904 50 
1894 68 1905 61 
1895 37 1906 37 
1896 29 1907 19 
1897 7* 1908-1920 28 
 TOTAL 874 
 
Fuente: Francisco D. Montejo Baqueiro. «La colonia sirio-libanesa en Mérida» en Enciclopedia Yucatanense. 
México: Gobierno de Yucatán, 1981, v. XII.*Montejo aclara que este año las relaciones de pasajeros fueron 
escasas, por lo que sólo se registraron 7 individuos. 
 
Suponiendo que cada inmigrante haya permanecido en el país su número ascendería 
a 381 para 1895, cifra próxima a los 480 estipulados en el censo de ese año y cuya 
diferencia de 99 podría subsanarse contemplando las otras vías de entrada. Esta misma 
 
40 Francisco D. Montejo Baqueiro. «La colonia sirio-libanesa en Mérida» en Enciclopedia Yucatanense. 
México: Gobierno de Yucatán, 1981, v. XII, p. 463-516. 
29 
 
situación puede observarse para 1900.

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