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Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Iztacala “La mujer en el arte feminista a partir de la década de los ‘80” TESINA QUE PARA OBTENER EL TITULO DE LICENCIADA EN PSICOLOGIA PRESENTA Italibi Gutiérrez Félix Directora: Dra. Blanca Estela Zardel Jacobo Dictaminadores: Mtro. Abraham Pliego Aceves Dr. José Refugio Velasco García Los Reyes Iztacala, Edo. de México, Feb. 2014 “Por mi raza hablará el espíritu” UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 ÍNDICE INTRODUCCIÓN .............................................................................................................................. 3 ANTECEDENTES Y JUSTIFICACIÓN ..................................................................................... 5 OBJETIVOS DEL PROYECTO ................................................................................................ 11 METODOLOGÍA ......................................................................................................................... 12 I. LA MUJER DESDE EL PSICOANÁLISIS ............................................................ 13 I.I En un principio freud… .......................................................................................................... 20 II. LA DIFERENCIA DE LA MUJER DESDE LECTURAS LACANIANAS .......... 30 III. HISTORIA DEL ARTE FEMINISTA: LATINOAMÉRICA Y MÉXICO ................................ 40 III.I Prehistoria ............................................................................................................................. 41 III.II Historia ................................................................................................................................. 43 III.III México ................................................................................................................................. 46 III.IV Arte feminista mexicano ................................................................................................... 51 CONCLUSIONES ........................................................................................................................... 64 BIBLIOGRAFIA ............................................................................................................................... 72 3 INTRODUCCIÓN Analizar a la mujer y el movimiento feminista implica analizar la historia y los vaivenes de ésta. Actualmente vivimos en la era digital, de la telefonía móvil; presenciamos los tiempos de “todo al alcance de tus manos”; solo basta dar un click y nos encontramos en ‘contacto’ con el mundo. Recolectamos información de la misma forma que un afectado por el síndrome de Diógenes, acumulamos saberes, reproducimos discursos, vociferamos ideas; todo, sin desmenuzar el grado de complejidad que implican o representan. La historia de la humanidad, la escrita y transmitida por medio de la palabra, nos dibuja lo caricaturesco de nuestros mundos. La historia está teñida de diversos colores, violentos, pacíficos, creativos y creadores, las batallas del sujeto se gestan en contextos sociales. Los fantasmas se izan para demostrar su influencia, trascendencia y repercusiones. Herodoto decía “yo solo cuento lo que cuentan”, asimismo poco importa si lo escrito es verdadero o falso, al igual que en el análisis, lo reverberante es por qué se dice, por qué se habla de esa o tal forma. Las historias nos transportan en un carrusel de sucesos, hechos, movimientos y acciones que, en el inter pretenden mejorar ciertas condiciones de los que las ejercen. En estas historias los personajes cuentan con dos sexos, ni más, ni menos; hombres y mujeres participamos en nuestras peripecias y cotidianeidades, claro está, nos transformamos, vestimos y presentamos de diversas formas, discurriendo entre discursos masculinos y femeninos, partiendo de miradas femeninas y masculinas, sujetándonos a alguna y a ninguna. Hablamos desde una multi pluralidad de discursos que se vuelven cada vez más ambiguos e incomprensibles ya que hemos dejado de hablar el mismo idioma, ya que nos convertimos en repetidores de discursos en lugar de políglotas con capacidad de escucha. 4 Por ello la relevancia de hablar del ‘ser mujer’ a partir del movimiento feminista, un movimiento social que cavila en el sujeto atravesado por la femineidad, por un ser no definido ni definitivo. Procesando esta información, pausada y refinadamente, se logra un análisis crítico que conlleva a conclusiones argumentadas, a su vez, a proposiciones sobre las mismas, así no nos convertimos en meros ecos de discursos obsoletos, aunque provechosos en su tiempo, sino en creadores de nuestros propios sonidos. 5 ANTECEDENTES Y JUSTIFICACIÓN El feminismo es un movimiento social que se va consolidando como tal a finales del siglo XX, pero cuyos albores se encuentran en acontecimientos anteriores a nivel internacional. Con la revolución francesa, surge un escarceo ideológico que prepondera la justicia, la igualdad y los derechos humanos. La punible barbarie oligárquica sigilosamente se escamotea para dar paso a un tribunal de jueces facultados para dictar un fallo justo. Este oleaje, impactó aún después de la revolución industrial; con la centralización de la población en las ciudades, el desarrollo del capitalismo y el origen de los derechos de los trabajadores, las mujeres permanecen incorpóreas como personajes activos; situación, que si bien permanece recóndita en los lugares de la historia, no es inexistente. León (2006) ofrece un resumen de la historia del feminismo; en el siglo XX un grupo aguerrido de féminas en Estados Unidos conformaron el ‘sufragio femenino’, personajes con rostro y nombre, quedan registradas para la posteridad, la lucha de mujeres como Lucretia Mott y Elizabeth Cady tienen influjo en todo el devenir feminista. Durante la década de los 60’ y 70´ se consolida el movimiento feminista de igualdad, que pretende buscar los mismos derechos y libertades para hombres y mujeres, y el feminismo de la diferencia, cuya lucha por las libertades femeninas aún no termina en tanto vivimos en una sociedad patriarcal. Después de la década de los 80’, 90’ se complica homogeneizar el movimiento feminista ya que se diversifica exponencialmente. La conformación del movimiento feminista como tal en México, en algunos aspectos paralelo al movimiento hermano internacional, fue netamente político, la política del cuerpo, la demanda de visibilidad social y política, el voto, la visibilidad social de los ejercicios sexuales (aborto, parejas sexuales, anticonceptivos); aspectos que si bien eran practicados en la clandestinidad de los hogares reclamaban ser aceptados socialmente, salir de la esfera privada para convertirse 6 en temas públicos. De forma concomitante, se crearon grupos de artistas feministas que encontraron en y mediante el arte una forma de enunciar sus realidades. Estas protestas femeninas sobre lo femenino han sido poco analizadas, desde un marco que parta, de la figura de la mujer,desde el arte feminista, durante el desarrollo de este movimiento. Bartra et. al. (2002) plantean que en México durante la década de los 70’ se estableció el movimiento feminista; durante los 80’ existe un estancamiento de éste y durante los 90’ comienza una etapa de alianzas políticas en pos de la democratización. Sin embargo, antes de la consolidación de este movimiento, existen narrativas de mujeres cuya historia es ilegible porque la documentación es escasa. Nuestro país ha sorteado una serie de conquistas, independencias, revoluciones y constituciones que pretenden fungir de estatutos para conservar la coherencia y cohesión de sus habitantes, la historia de estos habitantes se ha escrito, borrado y transcrito, nuestra subjetividad se ve atravesada por estos dibujos y durante estos periodos de revueltas y acomodos sociales, la figura de la mujer está presente, las soldaderas, las coronelas, las monjas, y en la actualidad, las zapatistas, las activistas, las artistas, las políticas; ¿Qué hay de la historia poco escrita de estas mujeres? Este es el feminismo que nos impregna en la actualidad. No determinado, difuso en ocasiones y estereotipado en otras. La necesidad de ver lo ausente, retomar la historia y escribir y mostrar lo que no está escrito, pero está presente en la actualidad y resignificamos día con día (Zardel, 2010). Aún con toda la divergencia, en general se concibe que “el feminismo busca la justicia y la eliminación del sexismo en todas sus formas, sin embargo, en la actualidad no hay acuerdo acerca de qué es lo produce esta injusticia, ni en qué consiste el sexismo. No hay tampoco unanimidad acerca de lo que significa ser mujer o ser hombre o las implicaciones sociales y políticas de esta división de sexos, y mucho menos de la división por géneros” (León, óp cit.). Lo que alude a que se combate contra algo que no ha sido nombrado en lo real pero que no por ello deja de repercutir en nuestra sociedad y subjetividad. 7 Actualmente existe un tipo de feminismo denominado disidente, cuya propuesta radica en des-victimizar a la mujer y el resentimiento que generan las actuales políticas de género, más interesadas en mantener sus fuentes de recursos económicos que en proponer tesis aplicables a los vínculos femeninos y masculinos. Al parecer, el feminismo se ha convertido en un discurso muy rentable, el género vende y lo que se vende es género. Hoy en día podemos ver innumerables diplomados, especialidades, simposios, conferencias, campañas (académicas y políticas), circo, maroma y teatro que pregona un tipo específico de ‘relaciones de género’. Lo relevante, no es que se hable de las mujeres (cabe resaltar que se sustituye la palabra ‘mujer’ por la de ‘género’, para referirse a la mujer) sino aquello que se habla y el eco que produce en una sociedad como la nuestra. El feminismo que se propaga en algunas instituciones posee ciertos influjos que inclinan a la victimización de la mujer, nos monta en un pedestal de mártires que sufren violencia o discriminación por nuestra condición de mujer; este sufrir, nos invalida de las acciones que podríamos ejercer contra las ambigüedades del ser mujer y nos coloca en la identificación con esta imagen y alimenta una ideología revanchista y discriminatoria contra el sexo contrario, por representar el rostro del enemigo. Además, aquella anhelada presencia en la esfera pública “ha desembocado en un exceso de regulación de lo personal y de lo sexual, en el nombre de la defensa de la mujer” ya que, son estos parámetros los que nos definen, como mujer (León, óp cit.). La mujer sigue intentando adaptarse a un sistema predominante donde es alcanzada por su historia. Esto no quiere decir que todo el trabajo sobre ‘género’ sea banal sino que es vital qué, como movimiento, si bien no exista una unificación de hacia dónde vamos si esté claro desde donde partimos, los argumentos y sustentos que han hecho al feminismo y sus proyectos, sobre todo partiendo desde lo real que habitamos. Como generación actual, disfrutamos de los logros de feministas que 8 impulsaron la presencia política y los derechos en la sociedad; sin embargo no vislumbramos los alcances de este movimiento y en la actualidad los vínculos establecidos entre hombres y mujeres aún distan mucho de la utopía de armonía y paz que se pretende, se logre. En mi transcurrir académico, aprendí a estructurar proyectos de acuerdo a una receta; siguiendo una serie de pasos con determinada sintonía, siempre en el camino que se debe recorrer. Innumerables veces cuestioné el porqué hacer las cosas tal como se mandan, debido a que el argumento de mis ideas poco obedecen a un orden preestablecido. Con el tiempo di cuenta de la importancia, no sólo de tener ideas, sino de lograr que el lenguaje empleado sea traducible a la subjetividad de los demás. Así que, en este apartado en el que obligatoriamente he de plasmar el porqué de la investigación, expongo con brevedad, claridad y consistencia por qué hablar de la mujer, porque de alguna forma he de asentar que el revoloteo interno puede traducirse en palabras y no en palabrerío, que hablar de lo femenino no es un cliché sino una posibilidad de proponer, no de forma utópica, sino a través de pequeños enunciados que en algún momento se convertirán en discursos y así, consecuentemente podrán hablar por ellos mismos. Actualmente el hablar de la mujer, de sus pasados, de sus inquietudes, de sus miserias, de sus logros, de su diferencia, atrae la atención de diferentes medios que determinan la estructura social y los lenguajes de ésta. Sin embargo la diferencia no yace en el sujeto, sino en la significación que el Otro le otorga, entonces bien vale la pena preguntarse qué diferencias estamos significando respecto a la mujer. La mujer ha sido integrada a un sistema normalizado, se promueve inclusión cuando detrás hay una exclusión, es decir incluimos a los anormales en la norma partiendo de su anormalidad, de esta forma existe nula cabida para la alteridad que representa el sujeto en general (Zardel, óp cit.). Desde una postura se plantea que se escribe aquello que no puede enunciarse, de esta forma se 9 escapa un dejo de disidencia para plantear aquello que no he escuchado pero sí percibido (Montes de Oca, 2012). En añadidura, el arte es la manifestación creadora por supremacía. La posibilidad de representación y abstracción presentes en éste, abre grietas que dirigen a cuestionamientos y a realidades no presentes en lo real pero que cobran vida al plasmarse en la obra. Al respecto, Freud (2006) escribió “las satisfacciones sustitutivas, como las que ofrece el arte, son ilusiones de la realidad más no por ello menos efectivas psíquicamente”. Cuando Freud habla del arte y la fantasía emergente del mismo, realiza una analogía con el juego; en la fantasía se satisfacen los deseos que en lo real no se puede, el adulto cambia el juego por la fantasía, compensando psíquicamente lo austero de la realidad (Ricoeur, 1970). De acuerdo a Echeverría (2001) el arte y sus innumerables medios de expresión, nos permiten saborear de una realidad no presente, pero que mediante sus texturas, sus discursos y traducciones nos transportan a la plenitud de la experiencia. Aunque el arte puede ser visto como una traducción imaginaria de lo real, su materialización permite la transformación de los significantes que le otorgamos a lo real, el arte entonces puede ser entendido también como un estético agente de cambio. Ahora bien, la presencia de la mujer en el arte es una exposición con diferentes etiquetas, desde la musa hasta la artista que transgrede, pero ¿qué es este ser mujer que se construye a partir del arte, en especifico desde el feminista? ¿Desde qué lugar ubicarlo y qué trascendencia tiene? El arte de la mujer, ¿se valora a partir de lacondición de mujer o a partir de la creación misma? Al investigar sobre la presencia de la mujer en arte en México, es evidente un movimiento emergente en la década de los 70, cuando el post-boom de los movimientos sociales del ’68 encontró su mejor apogeo, la sociedad joven y vieja se complementaron en pos de una lucha civil aunque paulatinamente disminuyó debido a que la sociedad capitalista sació el antojo de algunos seres famélicos de reconocimiento y dispersó la colectividad entonces existente. Ahora bien, la figura 10 femenina y/o masculina no por ello mermó su construcción psíquica, la cual sempiterna y permanentemente muta. En el presente que vivimos vale la pena emprender cuestiones en torno a la feminidad post movimientos sociales, a la feminidad que actualmente habitamos y que oblitera otras formas de subjetividad. No se trata de mostrar seres embebidos por el sistema actual y con ataraxia ante las inquietudes o por el contrario, tan enojados que ni siquiera posean la capacidad de desviar la atención de su iracundia; se trata de plantear cuestiones que generen más que respuestas, alternativas. El ser mujer supera un movimiento, supera cualquier discurso, y no por el hecho de ser mujeres, sino porque constantemente nos convertimos mujeres conformes al goce y dejamos de lado los dichos de lo que podemos ser. Este proyecto surge de la necesidad pre-existente en la historia del ser humano, de construir arquetipos y andamiajes que ofrezcan estructura a lo etéreo del sujeto. Esta necesidad nos encamina a delimitar el terreno sobre el que deseamos cultivar ideas. Por ello, los objetivos de este proyecto se abordarán desde la aproximación psicoanalítica como herramienta conceptual de análisis. 11 OBJETIVOS DEL PROYECTO Los objetivos de la presente investigación fueron: recopilar, revisar y exponer las significaciones que se proponen actualmente de la mujer. Desde esta introducción sobre la mujer, exponer cómo el tratamiento de género conlleva estigmas que desdibujan las diferencias entre hombre y mujer, diferencias consideradas no a partir de la norma establecida sino desde nuestra subjetividad y significaciones. Se considera que el arte permite una escisión por donde se cuela la divergencia y funge como modo de expresión subversiva de los discursos hegemónicos de la mujer, para analizar este punto se recopiló brevemente qué historia se ha escrito sobre el arte feminista latinoamericano; además de presentar la historia del arte feminista en México e interrogar qué es la mujer desde este tipo de arte. 12 METODOLOGÍA El marco de la investigación fue cualitativo desde una aproximación psicoanalítica. A fin de lograr un análisis ceñido a los objetivos de la investigación, se buscó y recopiló bibliografía con planteamiento psicoanalítico que aborde a la mujer, los contextos y posturas en torno a ella; así como se detectó la bibliografía relacionada con el arte feminista y de manera particular, las referencias que dan cuenta del arte feminista latinoamericano y mexicano. Se revisó la bibliografía seleccionando aquella que permitió disertar sobre los objetivos propuestos. Se realizaron fichas de trabajo con el contenido más pertinente y se articularon los conceptos, ideas y propuestas conforme a las temáticas de la presente investigación. 13 I. LA MUJER DESDE EL PSICOANÁLISIS Sucede que si uno recorre las zonas arqueológicas de alguna civilización previa y detenidamente lee las cédulas y textos informativos sobre las formas de vida en aquella sociedad antigua, además de nutrirse de otros textos históricos sobre el tema; al finalizar el recorrido, aquel conglomerado de textos, si bien no distan de lo que observamos, posiblemente diferirán de las interpretaciones y significados que otorgamos a lo aprehendido ya que al salir del recinto nos acompaña una nube de pensamientos y sensaciones particular, manufacturada a partir de nosotros mismos aunque embebida por la formación previa. Haciendo un símil, iniciamos con la exposición breve del panorama internacional referente a lo qué se dice en algunos discursos sobre la mujer, desde qué lineamientos se escribe y circunscribe. A semejanza de la zona arqueológica, recorreremos los caminos trazados y a la vez recorridos por otros, observando ‘lo que hay’ para desmenuzarlo posteriormente. Comenzaremos sin ninguna razón particular más que la de exponer en un mismo cuadro las diferentes aproximaciones existentes a la vida de las mujeres, con el discurso de las Naciones Unidas sobre las situaciones de violencia contra la mujer. De acuerdo al informe del Secretario General de las Naciones Unidas en el “Estudio a fondo sobre todas las formas de violencia contra la mujer” del 2006: “La violencia contra las mujeres es un ejercicio de poder; consecuencia de la desigualdad de género que impera en las sociedades… [Como factores que predisponen la violencia se encuentran los] roles de género que abroquelan la dominación masculina y la subordinación femenina… [La violencia contra las mujeres es] producto 14 de la desigualdad de género y la condición inferior de las mujeres en comparación con los hombres en la sociedad” (Annan, 2006)1 Las Naciones Unidas también tejen discursos sobre la pobreza en la que viven algunas mujeres. En la nota informativa no. 1 de las conferencias “Igualdad entre los géneros, desarrollo y paz para el siglo XXI” del año 2000, se denomina al fenómeno en el que la brecha entre hombres y mujeres pobres se amplía cada vez más inclinando la balanza del lado de las mujeres, como feminización de la pobreza, situación qué desde 1995 ha suscitado la atención especial de las agendas políticas y académicas de los países con mayor índice de este fenómeno, como es el caso de México2. En la nota se indica que “la mayoría de los 1,500 millones de personas que viven con un dólar al día son mujeres”. Entre las acciones que se han establecido para lograr el objetivo de erradicar la feminización de la pobreza están: un salario igualitario para ambos géneros y proporcionar las mismas oportunidades laborales para hombres y mujeres entre otras (Lomelí, 2000). Por otra parte, antes de exponer qué se dice de la mujer en el movimiento feminista, es imperante recalcar que el movimiento feminista se ha diversificado enormemente desde sus inicios. Empero, debido a la limitación de nuestra investigación y a que el tema que ahora nos corresponde es de una revisión transversal de lo que se dice de la mujer y no a la indagación profunda del movimiento feminista como tal, sólo expondremos un discurso, que por sus características se vincula con el nominado feminismo institucional. El grupo de feministas Artemisa, el cual, según sus postulados, está en pro de los derechos y oportunidades para las mujeres, señala las siguientes viñetas al hablar del VIH/SIDA: 1 “Biológicamente, las mujeres son más vulnerables por ser las receptoras en la relación sexual. En el coito vaginal sin protección, el 1 Resaltado mío 2 De acuerdo a la investigación de Paulina Lomelí (2000) sobre la feminización de la pobreza en México. 15 riesgo de que la mujer quede infectada es cuatro veces superior al del hombre. 2 Socialmente, la expectativa siempre es que la mujer sea pasiva y sumisa durante las relaciones sexuales… 3 …Psicológicamente, es difícil para la mujer exigir fidelidad y negociar el uso del condón; además, no toma las decisiones sobre sí misma. 4 Y culturalmente, se relacionan con hombres de más edad, quienes han sido sexualmente activos por más tiempo y tiene mayor posibilidad de haber estado en contacto con el VIH.” (Waisblat, 2006)3 Ante las situacionesa las que se enfrenta la mujer, según lo citado arriba, se proponen medidas que en su intento de aplicabilidad, mermarán la incidencia de los anteriores factores: “… Contendrán las leyes vigentes para proteger a las mujeres y erradicar la violencia, los servicios de apoyo y datos estadísticos sobre la frecuencia y las mujeres víctimas de violencia. Programas de educación y divulgación que contribuyan a eliminar los prejuicios y prácticas corrientes que obstaculizan la plena aplicación del principio de igualdad social de las mujeres. Introducir disposiciones tendientes a promover de facto la igualdad entre hombres y mujeres… como la acción positiva, el trato preferencial o los sistemas de cuotas para que las mujeres se integren en la educación, la economía, la política y el empleo. …Supervisar la situación general de las mujeres y ayudar a formular nuevas políticas y aplicar eficazmente estrategias y medidas encaminadas a eliminar la discriminación. 3 Resaltado mío 16 Intensificar la información sobre el riesgo de infección del VIH/SIDA. Y que los programas… presten especial atención a los derechos y necesidades de las mujeres… y [a] su posición subordinada en algunas sociedades, lo que hace a éstas… vulnerables.” (Waisblat, óp cit.) Al leer detenidamente los párrafos anteriores es manifiesta la adscripción de la condición biológica, psicológica, cultural y social de la mujer a la predisposición de sumisión, pasividad e indecisión. Partiendo de estos datos se observa la descripción y dibujo de ‘la mujer’ desde una posición completamente subordinada. Continuando con el análisis de la lectura, en el informe de las Naciones Unidas sobre violencia (antes citado) se observan los hechos y actos violentos de las vivencias entretejidas entre hombres y mujeres, los cuales reflejan la crudeza de la realidad. Sin embargo, la forma de abordar los actos; sean de violencia, de contagio de VIH, o de pobreza; sea que provengan del marco jurídico, del feminista institucional o de la investigación académica; deriva forzosamente en interpretación, así que, leernos desde los pilares de: “desigualdad”, “subordinación”, “condición inferior” “en comparación de”, juega un papel fundamental al momento de delinear el contorno femenino. Las mujeres entonces son vistas como un grupo vulnerable y endeble que requiere protección, cuidado, supervisión, control y ser integrado en todos los niveles de la sociedad. Además las medidas jurídico-políticas propuestas para modificar la condición de ‘la mujer’ fijan como primacía la igualdad de ésta con respecto al hombre. En consecuencia, la sociedad aplica estrategias que coadyuvarán a la igualdad de ambos géneros. Los discursos institucionales atraviesan las viviendas subjetivas en un intento de regular la gárgola que al cobrar vida, se les escapa de las manos. En otras palabras, los países se ven presionados por instancias políticas y jurídicas para defender los derechos humanos y así, regular las situaciones que ponen en 17 peligro la existencia de sus comunidades. Es evidente que el tema del ser mujer entra en la discusión internacional pero en el fondo la condición de ésta sigue siendo la misma; los países asumen ciertos procesos para mostrar su compromiso con las demandas de las instituciones, ejemplo de ello, la implementación de la ley anunciada por el rey Abdullah que permitirá a las mujeres saudíes votar y ser candidatas a partir de las elecciones del 2015, paradójicamente al día de hoy no les es permitido manejar o someterse a una intervención quirúrgica sin autorización masculina (Fibla, 2011). En las antípodas, después del terremoto que sacudió Haití en el año 2010, de acuerdo al informe Replicas elaborado por Amnistía Internacional, Malya Villard-Apollo expone: “He presenciado actos de violencia contra mujeres y niñas, y también he sido testigo de la respuesta completamente inadecuada del gobierno. Desde el terremoto, [se] ha[n] registrado, al menos, 242 casos de violación. Sin embargo, aún no se ha celebrado ningún juicio […]”. Los ejemplos anteriores, exponen lo absurdo y contradictorio que representa la implementación de leyes contra lo real de la situación. Desde estas lecturas, se sabe qué pasa, qué se requiere y qué se hace, nos colocamos desde el lugar de lo conocido, explorado y determinado, aún cuando todo esto que nos aparece como certeza nos representa un enigma (Masotta, 2006). Estas aproximaciones o atisbos de la feminidad, representan una brecha abismal en la elaboración de los trazos que llamamos géneros. Es decir, estos discursos hablan desde unos postulados y sobre estos plantean estrategias que eventualmente se ejecutan, limitando cabalmente los horizontes al no ser cuestionados, ya que se coloca una red de contención ante la vulnerabilidad que representa la mujer. Si los discursos que circunscriben a la mujer no son cuestionados, entonces determinan lo que ha de ser una mujer pero cuando ésta no halla cabida en esos discursos, entonces hay déficits, se carece de ser mujer. Así, vemos la enmarcación de una feminidad vista desde la miseria en la que habita, es como señalarla y decir: “miren qué dicen de ella”, cuando la miseria tal vez sea hallada en la teorización misma de la feminidad. 18 Todo lo anterior, nos lleva a pensar desde qué lugar estamos hablando y qué plataformas estamos ocupando para hacer escuchar nuestras demandas aún si determináramos cuáles son estas. Hasta aquí hemos hablado brevemente desde discursos: jurídico, político, académico y feminista institucional; los galardonados expositores del Saber pero entre los discursos sobre la mujer también se cuelan otros lineamientos. Dentro de la divergencia, característica particular del feminismo, existen grupos que se vuelcan contra los postulados que sirven como emblema de las feministas consolidadas desde las instituciones. Por ejemplo, el grupo de feministas nombradas “Autónomas” postulan férreamente su visión ante la melaza que ha envuelto a los discursos de género actuales. En síntesis dicen: ‘Ustedes, feministas con máscara, pretenden servirse del discurso feminista para vendernos estrategias recicladas y retrógradas que funcionan como reproductoras del sistema más que como cuestionadores críticos del mismo’. Mencionan que el supuesto género, término vulgarizado desde su punto de vista, ha permutado en la “inclusión en el sistema capitalista de las mujeres, universalizadas, uniformadas… como si no existiéramos con diferencias étnicas, de clase, culturales, territoriales”. El término género entonces se ha convertido en “una categoría relacional que debería ser crítica, pero que ha mutado acrítica en el campo pragmático” (Aldunate, 2009). Este feminismo, que encaja en el tipo subversivo o disidente4, retoma a la mujer desde la subjetividad e incluso se remite a ciertos postulados psicoanalíticos (no quiere decir que se base cabalmente en ellos); todo lo contrario al movimiento institucional aguerrido que incluso repudia esta teoría por considerarla rígida y dogmática. Todas las anteriores conceptualizaciones; el de la ONU, el de las feministas institucionales, el de las académicas, e incluso el de las feministas disidentes; 4 Para una breve aproximación al feminismo disidente se puede consultar: http://lasdisidentes.com/2012/06/28/feminismo-disidente-por-ana-leon-mejia http://lasdisidentes.com/2012/06/28/feminismo-disidente-por-ana-leon-mejia 19 esculpen los significados que atañen a la mujer, pretenden dar cuenta de aquello que se deduce, sucede entre hombre y mujeres. Así, el lenguaje incide con su delicado borde en los trazos de la definición, con la sutileza con la que la gubia labra sobre la superficie,las palabras sirven de bastón para aprehender la realidad que nos corresponde. Empero, ¿de qué realidad se trata? ¿Qué hay con lo que ya hay? Todo, lo que la ley y el marco institucional dicen, da pauta para ser analizado desde el campo de la subjetividad. Por ello, en esta investigación partiremos desde el campo de la subjetividad, recusando la condición biológica o social como causas y soluciones únicas para los vínculos entre sexos. Antes de comenzar a explayar las ideas centrales de este apartado, hemos de remarcar que este trabajo no pretende dar cuenta, a modo de definición o esquema, del ser mujer o del sujeto en general. Este trabajo, coloca fundamentos desde una aproximación psicoanalítica, terreno recorrido y marcado por diversas interpretaciones, por lo qué, como se ha indicado anteriormente, es sólo un acercamiento a la teoría y un apuntalamiento en la dirección investigativa que ha de trabajarse diligentemente y por consecuencia no puede abarcarse ipso facto. Cabe preguntarse entonces ¿por qué aproximarnos a la figura de la mujer desde un campo psicoanalítico? Tubert enuncia que el psicoanálisis “resulta imprescindible en un punto crucial: el debate sobre la subjetividad y la sexualidad… [Además] permite cuestionar profundamente las nociones tradicionales acerca de qué es una mujer y qué es un hombre, posibilitando de este modo que los argumentos feministas superen el mero cuestionamiento de los papeles sociales” (Lamas, et. al. 1991). El psicoanálisis “no aporta un saber más a los ya existentes; cuestiona más bien la función del saber supuesto al señalar la inexistencia de una racionalidad en el lugar de la causa” (Gerber, 2007), tópico que los discursos de ‘género’ actuales dejan de lado. La introducción del Saber psicoanalítico y la forma en que se constituye la sexualidad marcó un hito entre los demás discursos científicos cuyas bases 20 emergen desde el raciocinio y la certeza de lo que se cree saber. Freud introdujo la sexualidad, un tema tan evitado y presente a la vez en la sociedad victoriana de su época ya que como diría Maeterlinck “lo que no se dice, se comprende igualmente”; y en la actualidad las cuestiones que abrió en aquel tiempo aún continúan latentes en tanto los discursos instituidos no alcanzan a la realidad que habitamos. No se trata de reproducir un Saber más, crítica que se efectúa al considerar el psicoanálisis como un discurso arcaico y con escasa aplicación actual, se trata de entretejer ideas desde fundamentos sólidos. Debido a las delimitaciones que se han establecido para acotar el tema y que es un análisis introductorio desde una aproximación psicoanalítica, sólo seguiremos la elaboración teórica de Freud, retomando también otros autores que, aunque tengan una orientación interpretativa específica, previamente hayan efectuado un análisis del tema que nos concierne. I.I En un principio freud… Freud desarrolla toda una conceptualización teórica fundamentada desde los hallazgos en el trabajo clínico. Durante su trayectoria, formula y reformula los postulados colegidos. Empleando un tropo retórico, podemos decir que cómo buen arqueólogo poseía los elementos de un hallazgo antiquísimo, los cuales concatenó una y otra vez, de tal forma que todos encajaran aceptablemente y así, brindaran una formación factible. Por ende, leerlo conlleva entender los diferentes momentos, los tiempos, su subjetividad, el contexto que lo circundaba, en suma, todo aquello que permeó su teoría. Al hablar de la feminidad, Freud emprende un proceso de metamorfosis teórica ya que los elementos que le brindaba su trabajo analítico no le eran totalmente asequibles al entendimiento o eran tan dispersos que se volvían inaprehensibles. Como indica Strachey en su nota introductoria al trabajo ‘Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos’, Freud se lamentaba de lo poco que podía decir sobre la constitución psíquica de la mujer. Aún con las limitaciones que le impuso su trabajo, Freud lanzó atisbos fundamentales sobre la feminidad. Ahora bien, podemos descartar 21 aquellas formulaciones teóricas que condensó, o bien, podemos servirnos de ellas como pilares para la intelección del sujeto nombrado mujer. Como preludio al tema de masculinidad y feminidad, hemos de considerar (además de otros escritos) el texto fundamental y pilar sobre la teoría que Freud desarrolla sobre la conformación psíquica del sujeto a partir de las vivencias de la infancia. En 1905 cuando escribe “Tres ensayos de teoría sexual” (2006) al hablar de la constitución de la sexualidad, partió de diversos postulados, éstos, a pesar de ser independientes se conjugan entre sí. Primera acotación, existe una energía de tipo sexual, que busca constantemente su satisfacción, tal como el hambre que mueve al cuerpo a buscar el alimento. Esta es la pulsión sexual, se le otorga el nombre de libido. Segunda, reconoce la presencia de tendencias sexuales en la infancia, y lo que sea que suceda en esa etapa tendrá repercusiones en la vida anímica del adulto, en otras palabras “el hombre padecería de un infantilismo de su sexualidad” (Millot, 1979). Tercera, estas tendencias sexuales no son sólo de carácter genital, es verdad que corresponde a una manifestación más de éstas pero, va más allá, no se concreta sólo a eso. La pulsión sexual, según la define Freud, es activa o masculina ya que él define lo activo como masculino5. Esta energía impulsa a la sexualidad, la cual está regida por el principio de placer. En sentido bruto, no posee diques y es irrestricta, ésta es congénita, cómo una fuente que brota y busca satisfacerse, es 5 En 1915, nuestro autor agrega una nota en el apartado de ‘Diferenciación entre el hombre y la mujer’ de Tres ensayos de teoría sexual, en la que menciona que en psicoanálisis los términos masculino y femenino también pueden designarse como actividad y pasividad. Posteriormente en 1923, en el texto ‘La organización genital infantil’, describe aún más esta acotación sobre actividad y pasividad, cuando escribe sobre las diferentes mudanzas que experimenta la polaridad siempre presente en el sujeto (masculino- femenino/actividad-pasividad). Explica que es en la última fase del desarrollo sexual en donde “Lo masculino reúne el sujeto, la actividad y la posesión del pene; lo femenino, el objeto y la pasividad. La vagina es apreciada ahora como albergue del pene, recibe la herencia del vientre materno”. Así podemos inferir que Freud entendía lo activo como masculino en el sentido que introduce (pene) y la pasividad como lo femenino en el sentido que recibe (vagina). La pulsión será activa en el sentido que tiene la capacidad de poner en marcha. Sobre las mudanzas y el sentido más lato de masculinidad y feminidad en este texto se tratará más adelante. 22 decir busca una meta,6 además sufre evoluciones diversas que conllevarán que en etapas posteriores elija un objeto. La pulsión sexual pese a que busca el principio de placer, socialmente se le impondrá diques a su realización; con tal de preservar la vida, ha de ser inhibida o desviada a otras metas desligadas de lo sexual, esta delimitación conformará al sujeto, se le restringirá por lo cultural y en conjunto con las fantasías originarias, edificará la estructura psíquica del sujeto7. Hasta aquí la pulsión libidinal nos aparece como algo subyacente e incluso orgánico. Sin embargo, en 1931 cuando publica su escrito ‘Sobre la sexualidad femenina’ plantea que aunque la pulsión es principalmente activa, masculina, surge como respuesta de las impresiones pasivas recibidas primeramente. Lo anterior ocurre debido a qué “en todos los ámbitos del vivenciar anímico […] una impresión recibida pasivamente provoca en el niño la tendencia a una reacción activa [porque, complementarála] vivencia pasiva mediante una acción y [pretenderá] cancelarla de ese modo, por así decir” (Freud, 2006). Posiblemente la pulsión también es introducida como un cuerpo extraño, no es sólo de carácter orgánico, sino que es insertada desde afuera y el infante la vive pasivamente. Ante la pasividad, sucede la rebelión, la actividad, como respuesta. Siguiendo a Freud, podemos comprender las diferentes fases que la pulsión libidinal atravesará para servir a la razón biológica de su existencia, la reproducción. Con la finalidad de ejemplificar este proceso y a la vez de desgranarlo, imaginemos a un bebé, aún no le coloquemos sexo, sólo posee rostro, es un bebé de pecho que acaba de nacer envuelto en una manta. En un principio la madre (o quien sea que esté a cargo de él) lo alimenta, coloca la 6 Sobre los tipos de metas, retomando ‘Tres ensayos de teoría sexual’, desde el análisis que hace sobre las perversiones, en específico del sadismo y masoquismo, Freud (2006) encuentra una polaridad convergente, aquel que es sádico también es masoquista. Este hallazgo le permitió colegir que “la meta sexual se presenta en doble configuración, en forma activa y pasiva” se goza pegando a la vez que siendo pegado; ambas metas derivan de un componente activo, la libido, vista como una pulsión masculina en su totalidad, por su capacidad de poner en marcha (como se recalcó en la nota anterior), empujar hacia la movilidad, “aún en los casos en que se ha puesto una meta pasiva”. Así que cuando se habla de pulsiones pasivas en realidad se habla de pulsiones con un fin pasivo (Laplanche, 2004). 7 Masotta (óp cit.) indica sobre la fantasía: “término que designa eso que no había existido en lo real sino en el discurso del paciente, pero que por ello mismo conserva su capacidad de causa, su poder patógeno.” Las tres fantasías originarias son: escena originaria, castración y seducción. 23 mama en su boca para que el pequeño y endeble cuerpo reciba el primer alimento. Coloquialmente se le conoce como abrir el pezón, así, las compuertas del pecho materno se abren para dar paso al cálido líquido que saciará la desconocida pero presente, necesidad de la criatura. En este acontecimiento la pulsión, que indica Freud, existente en el organismo se satisface con el apoyo externo, pero pronto se moverá a buscar saciedad por sí mismo, de tal modo que el bebé ya no será alimentado sino que se alimentará de la madre. En la primera etapa de la infancia, la primera manifestación de la pulsión sexual será autoerótica; no hay diferencia entre masculino y femenino ya que la pulsión, es masculina o activa, (aunque incitada inicialmente desde la pasividad). Las condiciones son iguales para niño y niña ya que en esta etapa la meta sexual está encaminada a satisfacer mediante una estimulación apropiada las zonas erógenas, no hay distinción entre sujetos-objetos más que la satisfacción que el infante encuentra en sí mismo. No quiere decir que actividad y pasividad no coexistan, sino que aún no se han erigido en términos antagonistas. Más tarde esto cambiará ya que se escindirán ambos caminos y se constituirán como opuestos. Opuestos, que acompañaran eternamente la vida psíquica de cualquier sujeto (Laplanche, óp cit.). Es que este vástago transitará por múltiples metamorfosis, dolorosas, confusas y relevantes, en la evolución de la pulsión sexual. Además de lo anteriormente expuesto, el padre del psicoanálisis postula que existe de origen una bisexualidad polimorfa a la que todo sujeto está predispuesto ya que nadie nace con una sexualidad determinada, sino que adviene, se constituye y erige; aquí no se debe confundir órgano (genital) con constitución psíquica, recordemos que el bebé del ejemplo aún sigue envuelto en una manta, aún no hay diferencia alguna en su sexo. Este proceso de advenimiento, es de principal interés para los lineamientos de esta investigación; además de saber cómo adviene, se pretende desglosar qué consecuencias tiene la predilección de determinada sexualidad, ya que en el cómo, también viaja el qué. 24 Detengámonos primeramente en el cómo; ¿en qué momento hay esta bifurcación de lo masculino y femenino? ¿Cómo es este proceso de elección? Si en un principio eran indistintos y aún cuando posteriormente hay una predilección por alguno, permanente existen manifestaciones de ambos8. Inicialmente este bebé yace indiferenciado del otro, como expone nuestro autor en “El malestar en la cultura”, no es sino después de ciertas incidencias que realiza que hay otro. Antes, el mundo exterior le parece como un todo, una extensión de sí mismo. Este cuerpo, que solo quiere gozar y exige que las sensaciones displacenteras cesen en cuanto aparecen, registra qué para que esto suceda, la fuente es externa y ajena a él, viene de otro; se genera la primera representación de objeto. Es decir, llora y aparece el pecho, pero en cierto momento el bebé llora y, no está, el pecho no aparece; así, da cuenta que el pecho no es de él, es de otro. Estos sucesos se tornan relevantes para que se instaure el principio de realidad, la diferenciación entre el yo -interno- y el mundo exterior –externo-. Un punto de suma importancia ya que como se expone en líneas interpretativas de Freud, lo relacional requiere de lo constituyente. Regresemos a la imagen del lactante, de inicio, como ya lo mencionamos, el bebé no distingue entre él y el otro pero después podríamos decir, que abre los ojos y ve. Ese cuerpo que le provee el alimento, quien le cuida, arropa y mima es de su posesión, existe un primer objeto de amor y de odio. Todas las pulsiones libidinales se depositan en esa persona. Pero que tragedia acompaña el tener que compartir, porque ese ser no es una extensión de su cuerpo sino uno ajeno al suyo. Ella no es de su posesión. Hay otro cualquiera que requiere también de su atención, de sus mimos y de su cariño. 8 Cuando en 1905, Freud habla sobre la predisposición de una bisexualidad en el sujeto dice “en el caso de los seres humanos no hallamos una virilidad o una feminidad puras en sentido psicológico ni en sentido biológico […] todo individuo exhibe una mezcla de su carácter sexual biológico con rasgos […] del otro sexo así como una unión de actividad y pasividad, tanto en la medida que estos rasgos de carácter psíquico dependen de los biológicos, cuanto en la medida en que son independientes de ellos” Sin tomar en cuenta esta polaridad como factor decisivo en la diferencia entre hombre y mujer, plantea, difícilmente se llegará a comprender las manifestaciones sexuales de ambos. 25 Entonces hay un contrario, existe un ente en el que depositar toda la hostilidad y otro diferente en el que depositar todo la libido, emerge el conflicto Edípico. Más o menos así, nuestro autor desarrolla tal complejo. En ambos casos, sean hombres o mujeres, el primer objeto del amor será la madre. “Es que las condiciones primordiales de la elección de objeto son idénticas para todos los niños” (Freud, óp cit.). Este ligazón que se genera entre el niño(a)-madre resultará en el complejo de Edipo. Pero, como todo suceso histórico va precedido de lo prehistórico, en primera instancia se transitará por la prehistoria del complejo. Las consecuencias serán divergentes en ambos casos, mientras en el niño se habla de una homosexualidad estructurante, en la niña habilitará el tránsito del objeto madre al objeto padre. En el caso del niño, esta prehistoria del Edipo, se reflejará en que él también querrá sustituir a su “madre cómo objeto de amor del padre… y habrá una identificación de naturaleza tierna con el padre, de la que todavía está ausente el sentido de la rivalidad hacia la madre” 9(Freud, óp cit.). Posteriormente, el niño retendrá el mismo objeto,la madre, y desarrollará rivalidad con el progenitor del sexo contrario; vemos presente el Complejo de Edipo. Llega el momento de amar por completo a la madre y odiar al padre ya que por ahora, el pequeño bebé alguna vez envuelto en una manta, se nos identifica como varón ¿Por qué empezar con el niño con pene y no con la niña con vagina? La razón es que Freud vislumbró mucho más de la vida psíquica del varón que la de las mujeres, por diversos motivos; subjetivos y de alcance teórico, sin embargo, terminará planteando el enigma de la mujer. Ahora bien, intercalemos imágenes, cambiémosle, ya no es varón es niña. Bien, lo que sucede en el caso de la niña es muy diferente. En el periodo pre- edípico, la primera ligazón, en extremo enérgica con la madre, no puede perdurar ya que ha de transmutar en la elección de objeto-madre a objeto-padre, para 9 En “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” 1925. 26 devenir en “la forma femenina del complejo de Edipo ¿Cómo surge esta permuta? Es simple y no; todo se remite al falo. Analicemos por qué. El fundador del psicoanálisis, expone que en el transcurso de la infancia, para ser más precisos teóricamente, en la fase fálica, los niños y niñas se descubren diferentes. En esta fase los genitales masculinos tienen un papel rector. El infante hombre es empujado a admitir la falsedad de la creencia de que todos poseen genital masculino y la niña a reconocer su falta. Ante esto surge el complejo de castración. Ojo, aquí no se hace referencia a que uno tiene algo (pene) y la otra tiene otra cosa (vagina) ¡NO! Aquí el niño tiene pene y la niña simplemente carece de él, ambos están remitidos a una misma referencia, el falo. Reacciones surgen en ambos lados, mismas originadas por lo biológico, porque aquí sí hay sombras de lo orgánico en la constitución psíquica, pero solo un dejo, ya que los caminos elaborados distan mucho de tener una etiología biológica. Distingamos la relevancia, Freud escarba, indaga, coloca los elementos y fórmula deducciones, concatenaciones. De inicio puede ser entendido muy biológicamente; sin embargo plasma la relevancia de que se inaugure la diferencia. Porque ese sujeto de alguna u otra forma tendrá que posicionarse ante el enigma de la sexualidad desde el tener o no tener, hay una falta o puede haber. Regresemos primeramente a la imagen de nuestro niño varón, posteriormente hablaremos de la imagen niña. Él debe reconocer que lo dado, el miembro, no es genérico de todos, ya que la “mujer tuvo originariamente un pene que perdió por castración”10. Sucede qué cuando descubre esta diferencia, el niño se angustia, porque entonces significa que también él puede perderlo. Aquí presenciamos un suceso importantísimo; definitorio según lo analizado hasta este momento. En el complejo de Edipo, Freud nos explica que hay dos posibilidades de satisfacción, activa y pasiva, según la disposición bisexual de todo sujeto, ya sea que se busque el amor de la madre y el padre sea colocado como rival o bien, que se busque el amor del padre y la madre quede obsoleta. Sin embargo, la amenaza de ser castrado y saber a la mujer castrada pone fin a ambas 10 En “Tres ensayos de teoría sexual” (1905). 27 posibilidades, ha llegado el momento de sepultar al complejo de Edipo. Él percibe: “Si consumar (de la forma que sea, no se sabe exactamente cómo sería esta satisfacción) el amor con mi madre, terminará en castración pues renuncio a mi objeto de amor, porque la preservación del yo prevalece al amor que pueda depositar en ese objeto”. Así, el superyó se instaura y regula al yo, prohíbe el incesto y asegura su no retorno hacia la madre. En este caso, la amenaza de castración pone fin al complejo de Edipo, de cierta forma este sepultamiento conllevará a la represión. Entonces, la represión es vista como constituyente; el sepultamiento requiere de la represión.11. Ahora situemos nuestra mirada en la imagen niña, “ella reconoce el hecho de su castración y, así, la superioridad del varón y su propia inferioridad”12 (Freud, óp cit.). Ella ve al otro con esa porción campaneante de la cual ella carece, no lo ve en su cuerpo, por supuesto que lo quiere ¿por qué él habría de tener algo que ella no? Y más cuando el resto de su cuerpo es idéntico. Freud enuncia esto como envidia del pene. Siguiéndolo, podemos decir que la niña se formula: “Me hallo castrada, mi madre no me proporcionó un genital masculino; ella me seduce, me restringe y después me traiciona…” y así, el amor, que en su comienzo fue extremadamente intenso y que requería exclusividad, desencadena en desengaño y hostilidad. Esta serie de fuertes desengaños, rupturas y escisiones la llevarán a extrañarse de su primer objeto, la madre. Debido a la ambivalencia existente en el vínculo con la madre, la niña se extraña de ésta y en adición con los otros factores mencionados, procede al cambio de vía de objeto (madre->padre) en condiciones ensombrecidas por el rencor que produce tal agresión. Se vislumbra el complejo de Edipo femenino, mismo que puede no ser superado del todo. En este tránsito, las aspiraciones sexuales activas descienden mientras las pasivas incrementan. Dicho cambio será soportado por las aspiraciones pasivas siempre y cuando hayan logrado escapar de su tendencia activa, recordemos que la naturaleza 11 En “El sepultamiento del complejo de Edipo” (1924) Pp. 184. 12 De acuerdo a “Tres ensayos de teoría sexual” (1905). 28 libidinosa es activa. Si todo marcha en esta modalidad se habrá labrado el “camino hacia el desarrollo de la feminidad” (Freud, óp cit.). Entonces, “el complejo de Edipo es en la mujer el resultado final de un desarrollo más prolongado; no es destruido por el influjo de la castración [como en el varón], sino creado por él”. Todo este florecimiento y traslado de ligazones afectivos de objeto-madre a objeto-padre “constituye […] el contenido principal del desarrollo que lleva hasta la feminidad” (Freud, óp cit.). Al igual que en el varón este sería el resultado ideal propiciado por la castración; sin embargo los efectos del complejo de castración en la mujer se ramifican de formas diversas y no han sido comprendidas en su totalidad. Pero Freud en su escrito “Sobre la sexualidad femenina” en 1931 enuncia dos más, aparte de la forma femenina del complejo de Edipo: El universal extrañamiento respecto de la sexualidad es decir, renuncia al quehacer fálico y segundo, porfiar la masculinidad amenazada, que deriva en complejo de masculinidad. De cualquier forma, es alrededor de la premisa universal infantil de que todos tienen pene, que se desarrolla posteriormente la masculinidad o feminidad, de acuerdo al fundador de la teoría, esto ocurre en la última fase del desarrollo pulsional, la genital, las imágenes -la del bebé envuelto en la manta, la niña, el niño- que nos sirvieron de bastón para aproximarnos a la teoría freudiana se divisan lejanas; ese bebé ya no lo es y su conformación –masculina o femenina- nos resulta ignota. Coincidimos con Masotta (óp cit.) quien sostiene que en la teoría freudiana esta falta, el falo, estructura la sexualidad. Es decir, ambos, hombres y mujeres nos encontramos remitidos a la referencia fálica. Hasta aquí hemos analizado como Freud postula los elementos rectores que determinan la feminidad y masculinidad en el sujeto. El complejo de Edipo, la referencia fálica y el complejo de castración, establecerán a modo de andamiaje, la estructura psíquica del sujeto y determinarán como éste se inscribe en su entorno. No significa que estos postulados sean independientes unos de otros ya que lejos de constituir una composición rígiday sólida de una sola pieza, todas las premisas anteriores se entretejen y forman una especie de telar psíquico 29 compuesto de diversos y delgados filamentos que se soportan unos entre otros. Es importante no dejarse llevar por un determinismo causal, en el proceso de desarrollo pulsional no podemos decir que A+B será igual a C; más bien lanzan un atisbo de lo que se juega en todo ese proceso. Entonces, hablar de masculino y femenino deja de aludir a simples imágenes genitales (lo evidente), sino deriva en la manera en la que el sujeto se posiciona ante las figuras del falo, la castración y el complejo de Edipo; grosso modo, como se posiciona ante el enigma de la sexualidad. Si bien se puede leer a Freud en distintos tiempos, de diversas formas y con innumerables interpretaciones, algo podemos expresar, él nunca determinó qué era la feminidad; porque aunque supo que ‘eso’ (masculinidad-actividad) no es tampoco supo qué realmente es. Cuando leemos que las permutas biológicas y psíquicas por las que trasciende la mujer conllevan a la feminidad, nunca se nos esclarece qué es ésta, ni cómo definirla. En este texto tampoco pretendemos descubrir el hilo negro de la feminidad, más bien optaremos por circundarla, encontrar los caminos, recorrerlos y deducir a partir de éstos. Por tanto, nos aproximaremos a partir del entendimiento de las formulaciones Lacanianas que derivan del pensamiento freudiano, como otra forma de entender el proceso de subjetivación, a partir de la diferencia. 30 Para que definirme como hombre si puedo ser infinita como mujer. II. LA DIFERENCIA DE LA MUJER DESDE LECTURAS LACANIANAS Es curioso como la abundancia de información genera en el lector/consumidor de ideas, la pretensión de sapiencia sobre diversos temas. Sin embargo, poquísimas veces, es evidente un trabajo de reflexión que desgaje, si aquello que pensamos, decimos, reflejamos y transmitimos es producto de un naciente criterio o de un discurso pre-elaborado. Es que ahora, contamos con tal diversificación de fuentes de información que nos encontramos inundados de razonamientos, tantos, que si no contamos con un remo y dirección corremos el riesgo de naufragar en el sentido crítico. Rodeados de universos masticados y digeridos; hallamos insipientes formas escupidas por aquellos que dictan lo que debe ser. En estas circunstancias, ¿aún podemos elaborar conceptualizaciones sólidas, consistentes y bien pensadas? Previo a adentrarnos al mar de información sobre el género femenino, hemos de contar con un remo, una brújula y un navío en condiciones óptimas para embatir cualquier eventualidad teórica. En otras palabras, contar con el sustento teórico suficiente para fundar una conceptualización sobre el ser mujer, no asegurará que el resultado sea acertado pero si servirá de soporte para hilar conclusiones más coherentes. En el apartado anterior, concluimos que lo evidente (órgano) no es lo que define feminidad o masculinidad, sino la posición del sujeto ante diferentes construcciones psíquicas es la que ejerce el trazo que delimita los contornos del llamado género. Freud, como hemos revisado previamente, habló del tránsito en el que el sujeto tiene que renunciar a su primer objeto de amor, reprimir el deseo y a su vez, instaurar el principio de realidad a fin de poder vivir en sociedad; finalmente, desligó la idea de una feminidad o masculinidad natural. Entonces, nos encontramos con un sujeto escindido “con deseos y procesos inconscientes” 31 (Lamas en Arango et. al., 1995), mismos que son del orden simbólico, entendiendo éste como “el sistema de representaciones basado en los signos y las significaciones que determinan al sujeto sin que él lo sepa” (Roudinesco, 1997). Hallamos que es el orden simbólico, mismo que Lacan desarrolla con mayor profundidad, el que marca la diferencia entre sexos. Partiendo de la teoría freudiana, Lacan “sustituye la tríada Padre, Madre y Criatura del drama edípico freudiano, criticada como una referencia culturalmente específica, o sea, como un fenómeno particular de la cultura burguesa europea, y propone la tríada lacaniana de Ley, Objeto y Sujeto, que es totalmente universal. Lacan plantea el drama edípico como el contexto esencial de entrada a lo simbólico. La manera en que cada sujeto resuelve subjetivamente su Edipo posicionará su deseo; y dicha resolución estructurará psíquicamente al sujeto.” (Lamas en Arango, et. al., óp cit.) Analicemos con mayor detenimiento, Freud expone que “la vida sexual de la mujer se descompone por regla general en dos fases, de las cuales la primera tiene carácter masculino [y] sólo la segunda es específicamente femenina” (Freud, óp cit.). Debido a que la sexualidad, según postula nuestro autor, en la niña es de índole masculina ésta se verá impelida a procesos para que se convierta en mujer. Uno de ellos implica que permute la zona erógena rectora, el clítoris, por la vagina, para ello ha de reprimir la virilidad de su infancia y desmentir su sexualidad, él deduce que “estas condiciones se entraman […] de la manera más íntima, con la naturaleza de la feminidad” (Freud, óp cit.). Por otra parte, sucede que aunque la libido puede poseer metas activas y pasivas, la existencia de estas últimas entran en oposición con su naturaleza primigenia (activa) y si ante una vivencia pasiva surge en oposición la actividad, podemos deducir el atropellado recorrido que ha de ejercer la feminidad para conformarse, siguiendo a Freud en el rubro de que la feminidad es pasiva. Considerando estas características sobre la libido y la anterior planteada sobre la permuta de la zona erógena [clítoris (masculino)- vagina (femenina)] 32 encontramos a un sujeto embestido en su quehacer sexual, además impresionado por una fase pre-edípica dificultosamente superada y cuyo influjo perdurará consecuentemente. Así es como Freud vislumbra la feminidad, desde un sesgo de fisiología e inconsciente. Por otra parte, el pensamiento lacaniano considera al inconsciente como “efecto de la introducción de la sexualidad en el orden simbólico” (Santos en Arango, et. al., óp cit.). Debido al extenso material de consulta que debe analizarse antes de juzgar entendimiento sobre el ingenio lacaniano, retomamos autores que lo han analizado previamente para mayor soporte13. Verbigracia, Lamas en Arango et. al. (óp cit.) retoma la teoría lacaniana y señala que la senda que el sujeto recorre para introducir este orden simbólico inicia cuando el pequeño desea y concibe indistintamente el mundo que le rodea, será mediante el lenguaje que se establecerá un puente que separe estos dos conceptos y así surja el sujeto. Santos en Arango et. al. (óp cit.) en el mismo 13 Antes de avanzar en este tema, es menester recordar el vínculo que Lacan establece entre inconsciente y lenguaje. Lamas en Arango et. al. (óp cit.) retoma de Lacan la siguiente frase célebre, "el inconsciente está estructurado como un lenguaje". De la que Santos en Arango et. al. (óp cit.) puntualiza: “1. Para Lacan, a diferencia de Saussure, el significante ya no es sólo la huella psíquica de la palabra en su materialidad sonora o visual, sino cualquier traza material percibida por el sujeto y que deja una huella significativa en él. 2. En el significante, y por medio de él, algo que es de otro orden (algo ausente) queda inscrito. El significante aparece en sustitución de una ausencia, produciendo la ilusión de que nada falta y de que el significado es evidente. 3. La ilusión de transparencia en la relación significante (palabra) / significado (concepto) se desvanece para el psicoanálisis al comprobar que, detrás de las palabras y de los símbolos que utiliza una persona, existen significados ocultos (inconscientes) que no figuran en ningún diccionarioy que son exclusivos de quien los produce. 4. En la clínica psicoanalítica no se puede afirmar, entonces, que un significante remite a un significado. Por efecto de la represión, el significado de su lapsus, su sueño o su síntoma sólo le pertenece al sujeto, pero tampoco él lo conoce. De esta manera Lacan llega a postular que un significante remite siempre a otro significante y que es a partir de las relaciones entre esos significantes como se puede llegar a establecer, en algún momento y siempre en forma retroactiva, la significación.” Por ello, Roudinesco (óp cit.) expone que “el inconsciente freudiano es entonces repensado como el lugar de una mediación comparable a la del significante en el registro de la lengua”. “Así como el significante no remite a un significado, el deseo no remite a un objeto sino a otro deseo. El sujeto no se relaciona con un objeto, sino con un deseo que lo constituye, antes que cualquier otra cosa, como objeto para ese otro deseo” así como en el lenguaje las figuras de metáfora y metonimia remiten a significantes que no implican necesariamente el significado literal (Santos en Arango et. al., óp cit.). Ahondar en este tema, requiere mayor análisis pero es necesario exponer un atisbo a fin de proseguir con la estructura de este trabajo. 33 escrito, plantea los dos tiempos de Edipo y la posición del padre en la conformación del sujeto, de acuerdo a Lacan. Durante el primer tiempo del Edipo el pequeño tiene una imagen narcisista de sí mismo, “en la que se representa como […] aquello que completa a la madre, aquello que forma una unidad totalizante con ella”. Por otro lado, también aparece en este primer tiempo, la figura de la madre fálica, la cual expone que “si el recién nacido sobrevive es gracias a que llega a ocupar el lugar privilegiado de objeto de deseo para alguien” por lo general, en el de la madre. En el segundo tiempo del Edipo, se concibe que “la madre no es completa, a ella algo le falta y ese algo es el objeto de su deseo. La incompletud de la madre no se debe a que a ella le falte algo. Desde el punto de vista anatómico a la madre no le falta nada, pero desde el punto de vista de su ser deseante sí”. La falta en la madre, arrojará al pequeño a una cadena de significaciones de la falta interminable, que lo determinarán como sujeto deseante. El padre, figura fundamental en este postulado, establece la ley, prohíbe el incesto y separa a la madre del niño; éste destaca “como instancia separadora y normativa”, en otras palabras, ejecuta la castración simbólica. Hagamos un corte, la teoría freudiana coloca pilares y Lacan edifica sobre éstos, los castillos necesarios para que al alzar la mirada sea observada una construcción de andamiaje denso y firme aunque inacabado; ¿cómo no habría de serlo un tema como el género?; ya no es sólo una aproximación ahora hemos saltado la barda y a pesar del terreno fangoso nos encontramos íntimamente ligados al cuestionamiento de la conformación del sujeto. Cada vez más nos encontramos con un pensamiento feminista ligado al psicoanálisis y que resarce el viejo recelo interpuesto entre éstos. De Beauvoir (2012), caracterizada por una pluma exquisitamente precisa, comentaba burlescamente que Freud “se [vio] obligado a inventar extrañas novelas” a fin de sustentar su teoría, un trabajo que según ella sólo encuentra su verdad en un contexto histórico específico. Innumerables críticas han desfilado por parte del pensamiento feminista contra la teoría psicoanalítica y con cierta razón, quién no sentiría indignación al leer que la anatomía es el destino. Sentencia seca, tosca y fronteriza. Pero, bosquejando la atmósfera de la sociedad victoriana en la que vivió Freud, dónde los problemas de 34 sanidad por el hedor a consecuencia de agua contaminada eran resueltos con aromatizante en las cortinas de las propiedades, en lugar de implementar acciones de limpieza e higiene14, dibuja fácilmente cómo debieron pensar otras situaciones que requieren mayor complejidad de pensamiento. Entonces, Freud revoluciona en una sociedad ciega ante lo evidente y pone en tela de juicio el ser mujer u hombre, lamentablemente sin poder librarse totalmente de las ataduras de su presente. De Beauvoir lo percibe y juzga duramente, aunque en algo –y mucho más- tuvo razón, “el simbolismo no cae del cielo ni surge de las profundidades subterráneas, ha sido elaborado, como el lenguaje”, quién sabe tal vez ella tampoco salió bien librada de las cadenas que imponía su presente y que no le permitieron ver en el pensamiento psicoanalítico algo más que un dogma de duras aristas y determinista. Por otra parte, el pensamiento lacaniano estira los vértices del fundamento freudiano y halla a un sujeto deseante y atravesado por los significantes que le resultan inaprehensibles. Prosiguiendo en la línea de pensamiento antes analizada, Masotta (óp cit.) enhebra que castración y amenaza de castración: “no son sino términos que nombran el caso de la mujer y el del varón en el interior de esta estructura que Freud llamó complejo de castración. El complejo de castración es entonces “envidia del pene” en la mujer pero no significa darle privilegio alguno al varón. Tener un pene no asegura nada.” Como bien continua explicando el autor, si se parte de la condición biológica a la mujer no le falta nada, por tanto la castración sólo puede ser entendida si partimos del plano simbólico. Prosigue, “la noción […] de complejo de Castración sirve para dejar percibir la función de la falta en la constitución sexual del sujeto humano. Pero si se parte de [lo real], no hay falta. Para que algo falte es necesario partir de conjeturas, de cosas no cumplidas” de deseos, añadiría. Desde Lacan, no sólo hablamos del órgano, sino del significante donde, perder la posición fálica en el hombre representa dejar de serlo o ser relacionado 14 Referencia citada desde el programa de televisión de la BBC “Historias horribles” (2013). 35 con características anti-masculinas. En el caso de la mujer, se genera la incógnita del ser mujer, de su feminidad; “ya no afirmamos que la mujer está condenada por la anatomía a envidiar eternamente al hombre por la posesión del órgano, sino que remitimos la significación del falo a la carencia fundadora de la subjetividad que marca por igual, aunque con expresiones diferentes, a hombres y mujeres” (Arango, et. al., óp cit.). Por ello coincidimos con Masotta (óp cit.) cuando menciona: “La teoría freudiana lejos de ser antifeminista ofrece un punto de partida adecuado para plantear al feminismo como necesidad y cómo cuestión” porque si bien el feminismo nace como un movimiento político, su planteamiento abarca y discurre en cada hebra del ser mujer ¿Qué es una mujer? ¿Cómo debe comportarse? ¿Qué lugar tiene? Recapitulando, la criatura inicialmente indisoluble del objeto de su deseo y separado de él posteriormente a causa de la instancia reguladora de la ley, se ve inmerso en la sucesión infinita de la falta. “El objeto del deseo, por consiguiente, no existe como tal. Lo que ha quedado es un lugar vacío en la estructura del sujeto, que da lugar a la palabra. Pero la palabra, el significante en sí mismo, no remite a ningún significado estable o permanente” en otras palabras, da lugar al sujeto inconsciente (Santos en Arango, et. al., óp cit.). Aunado a lo anterior, la diferencia física repercutirá en la estructura y posicionamiento psíquico del sujeto; por tanto, en el transcurso de esta lectura entendemos que “es el orden simbólico el que establece la diferencia de los sexos para el ser parlante, pero esa diferencia simbólica produce, al ser asumida por el sujeto, efectos imaginarios que se traducen en las “definiciones” y “concepciones” de la mujer y de la feminidad” (Lamas, et. al., óp cit.). Cae el telóny aquello que consumimos como definición de, feminidad-equivalente a mujer, es vigorosamente cuestionado. Hemos puntualizado anteriormente que no se pretende definir qué es ser mujer, lo que abordaremos aquí son sólo postulados que en este momento sirven de bastón para un terreno en el que vamos a tientas. Ahora bien, sigamos prestando oído a lo que ha germinado de las lecturas lacanianas. Montes de Oca (2012) al retomar la exposición de los cuatro cuadrantes de Lacan, en especifico 36 cuando habla sobre la mujer, postula que no existe ser alguno (mujer) que no esté castrado, sin embargo cómo se posiciona ante el falo (la falta) resulta un enigma ya que hay diversos modos de abordarlo. Desde este autor, la mujer se considera parte de una clase y no como un conjunto, pero recordemos que en una clase los miembros poseen una característica en común donde ésta, define a la clase más no al sujeto. Por tanto, la mujer sería indefinible en el aspecto en que no puede aprehenderse en su totalidad. Entonces, al hablar de la mujer, no hay universales es, “en principio indefinible”, un enigma. Es una “existencia sin esencia” orientada a lo diverso y a lo abierto. Pero como mencionara Masotta (óp cit.) un enigma es una cuestión que demanda respuesta, entonces ¿qué decir de la feminidad? Montes de Oca (óp cit.) aborda la feminidad, desde un lugar sigiloso, persuasivo, respetuoso aunque no solemne. No la deifica, más bien la bordea y considera que la feminidad “tiene que ver con aquello que no se deja aprehender desde el lugar del conocimiento, pero que no obstante se despliega”, la feminidad no puede ser abordada desde el lugar del saber, dice siguiendo a diversas autoras. Desde aquí, el desenlace del ser castrado no concluye sino concatena sucesos difíciles de seguir ya que existe un goce fálico sin embargo no sólo se queda ahí, hay un plus del goce, hay Otro goce. Existe algo más allá, pero si la mujer es indefinible, si no podemos acercarnos a ésta desde el Saber, si hay un goce más allá del que no podemos decir nada ni saber nada, entonces parece que se nos arroja a un abismo interminable y caótico. Aunque no es así, parafraseando al mismo autor, la mujer no es definida desde ahí sino es a través de esa fractura que se rasga el negro telar de la incertidumbre y nos asimos para “crear las realidades que le hacen falta a la vida” o al menos esa sería una posibilidad. No caemos a la deriva en el arcano indescifrable sino a través de las grietas anclamos cimientos para diferentes escenarios. Ese Otro goce, al que se refiere Montes de Oca (óp cit.), el de la mujer, está oculto, no aparece visible, pero puede ser articulado como una metáfora y es que lo femenino es en exceso simbólico. Lo anterior, lo deduce porque “las categorías 37 de mujer y feminidad están mediatizadas por el fantasma15 del sujeto cognoscente, sea hombre o mujer”, por eso es inaprehensible, porque está implicado en el plano simbólico. Ahora bien si está oculto y si consideramos que vivimos en una sociedad falocéntrica, entendiendo aquí falocentrismo como la imposición de lo visible, la feminidad se ve obligada a hacerse ‘algo visible’, refugiándose tras las máscaras de lo femenino (Godínez, 2012). Cuando hablamos de lo visible, hacemos referencia a los constructos deterministas que por constituirse a modo de circuitos cerrados resultan incuestionables, la lógica está dada y punto. Entonces, la mujer ha de buscarse en los guiones escritos para ella, ejecutando el papel y siguiendo las líneas del libreto. Así se priva la posibilidad de crear nuevas realidades, más adelante retomaremos el texto de Montes de Oca al respecto y cómo lo vincula con el arte como posibilidad creadora. Por otra parte, al leer a Dolto (2000) podemos acercarnos también a una mirada psicoanalítica de lo femenino. Esta autora, lee la libido de Freud, como deseo psíquico, diferenciándola de la sexualidad. La libido nos constituye como sujetos deseantes y no surgidos de una necesidad. La libido es desde esta autora “una energía interiorizada, atractiva en lo femenino, exteriorizada y emisiva en lo masculino, en mutua complementariedad”. Concibe ambos géneros como terrenos creadores -aunque desde diferente lugar-, que han de ser complementarios para dar paso a un ejercicio menos contrariado del género con el que nacen. Desde Dolto (óp cit.) leemos a la mujer como origen, creadora de ‘vida’, maternal, con la necesidad de engendrar hijos; no sólo de carne y hueso sino hijos simbólicos, en el arte, en la cultura, fecundidad también de ‘encuentros emocionales’. Inclina la apuesta a que la mujer, como madre, ha de ser quien desligue al sujeto de sí misma para que pueda andar por su cuenta. 15 Montes de Oca (óp cit.) entiende al fantasma psicoanalítico como el discurso elaborado de la escena que representa al deseo inconsciente y que por lo mismo es inaccesible al sujeto cognoscente. Asimismo, retoma la explicación de Lacan de que la función del fantasma, además de velar la castración, constituye “los modos permanentes en cómo el sujeto constituye sus objetos… [Lo] representa por el sujeto barrado, esto es como dividido por el inconsciente, en una particular relación con el objeto.” 38 Desliga la idea de que lo femenino posee cuerpo de mujer y lo masculino de hombre, en ambos cuerpos físicos hay oscilaciones de manifestaciones pasivas y activas aunque sí signadas por el compuesto físico. Explica de la evolución del ser mujer: “Las relaciones de una niña con los seres humanos están marcadas siempre por la intuición de su sexo, no en calidad de sexo orgánico, sino como estilo del deseo, por la mirada del otro sobre ella, en relación con su deseo de ella.” Difiere del hombre, pero ¿cómo nace este sujeto del deseo llamado mujer? Al hablar de castración en la mujer y del complejo edípico, asegura que ella es el origen porque “no ha arriesgado absolutamente nada o ha arriesgado mucho menos que el varón. Nacida de una mujer, se ha separado de una semejante, no está bajo la presión de una tensión sexual que le haría desear a esta misma mujer… El deseo no le llama hacia su madre sino le ayuda a alejarse de ella para ir hacia el tercer término de la trinidad creadora, es decir el padre”. Dolto (óp cit.) habla de la diferencia de sexos que han de reconocer hombres y mujeres para poder proceder a la fecundidad. Explica, que el bebé nace de un deseo trinitario, donde el falo se ubica de diferente forma dependiendo desde el lugar que uno habite. Es decir, el hombre que desea a la mujer, en este caso la mujer es el falo, pero para la mujer él no lo es “sino la mediación para tenerlo” porque el falo para ésta es el hijo; a su vez, el deseo del niño de nacer debe estar presente. Pero si recordamos lo que sucede es que el hijo no puede ser quien complete a la madre y aunque en un inicio se consideraba a sí mismo origen del deseo, halla que ni es quien completa a la madre, ni la madre lo completa. Entonces perseguirá infinitamente a ese objeto perdido, se ve inmerso en la cadena del deseo. Por supuesto que lo que abordamos es una partícula del universo que comprende este tema, esta autora realizó una indagación lata al respecto y la calzada muestra diversas opciones de conocimiento para asir. Lo que resaltamos hasta aquí, es que como sujetos deseantes y velados del objeto de nuestro deseo, 39 saltamos entre uno y otro objeto esperando que nos sacie. Además estamos implicados por nuestro momento histórico y el que vino antes que nosotros. Esto es lo que nuestros alcances de entendimiento nos permiten escribir al presente. Existe la frase de cada quien comprende de un tema lo que es propio de su capacidad en el momento. Capacidad que debe entenderse como deseo de mayor búsqueda y deducción, capacidad
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