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Los grupos étnicos y sus fronteras La organización social de las diferencias culturales

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Los grupos étnicos y sus fronteras – La organización social de las diferencias culturales (Introducción)
(Fredrik Barth, 1969 [1976])
Fredrik Barth (22 de diciembre de 1928 – 24 de enero de 2016) fue un antropólogo social noruego cuya producción académica consistió en numerosos textos etnográficos, resaltando especialmente su contribución en materia de etnicidad. Realizó trabajos de campo en Noruega, Pakistán, Bali, Irak, Bután y Papua Nueva Guinea, en adición a haber ocupado plazas docentes en universidades de Noruega y de Estados Unidos. 
Sus investigaciones etnográficas mostraban a menudo un notorio cariz formalista, llegando algunas incluso a ser reconocidas como clásicos de la antropología económica.
Barth se formó en universidades de Chicago y Londres, trabajando bajo la guía del estructuralista Edmund Leach durante sus estudios doctorales en la Universidad de Cambridge.
Resumen
En el año – 1969 – en que se publicó este texto, la idea predominante entre los antropólogos era la de que la etnicidad era cultura, y la cultura era compartida como base identitaria del grupo étnico.
Barth (remitiéndose a Narroll [1964]) señala cuatro aspectos iniciales respecto al método de identificación de un grupo étnico – al menos en un amplio margen de la literatura antropológica –: Autoperpetuación biológica, valores culturales claves compartidos, comunicación e interacción entre los miembros del grupo, y la autoidentificación así como el reconocimiento como parte del grupo por parte de otros. 
Barth objeta que, mientras que tales planteamientos de hecho resultas útiles en el contexto de los objetivos propios de ciertos antropólogos, a su vez estos limitan una comprensión más precisa del “fenómeno” de los grupos étnicos – al reducirse la cantidad de elementos considerados al intentar explicar la diversidad cultural, resulta sencillo concluir que cada grupo desarrolló su cultura de manera aislada, respondiendo a su entorno específico como factor determinante –.
El autor estableció que los grupos étnicos pueden – desde el ángulo socialmente efectivo – considerarse una forma de organización social de facto: Acorde con el aspecto de la identificación, los “actores” emplean identidades étnicas a manera de clasificación, con miras a establecer las interacciones entre miembros del grupo y otros fuera de este. Algunos de los rasgos distintivos más sencillos de identificar vendrían a ser los ropajes y el lenguaje, en adición a otros menos obvios relacionados a los valores básico que moldean el estilo de vida comunitario.
Mientras que en el contexto de la redacción de este texto muchos antropólogos típicamente contextualizaban las culturas y su componente étnico como entidades limitadas más bien primordiales, Barth buscó dispersar ese pensamiento a través del planteamiento de la interconexión de las culturas étnicas.
Barth señaló auténticos límites sociales presentes en los grupos étnicos, pero, en lugar de propagar la idea de una “isla” cultural, estos se amoldaban a escenarios más realistas: Por ejemplo, integrantes del grupo conservaban su identidad como tales independientemente de las interacciones que entablasen con otros que no perteneciesen a este. 
Por otro lado, Barth se alejó de la tendencia a aferrarse al entorno en que se desenvolvía el grupo étnico como un factor imperante en su desarrollo social, expresando que, si bien la ocupación de un territorio mantiene relevancia, no es el único factor crucial.
La interdependencia entre grupos étnicos vendría a ser otro aspecto significativo en la interacción/interconexión que nunca terminó de ajustarse realmente a la descripción “aislada”: Sin una auténtica complementariedad entre los valores culturales de ambos grupos, no sería posible establecer una interacción positiva. 
Barth se remite a la perspectiva ecológica para analizar los sectores en los que comunidades diferentes con culturas distintas se amoldan en una suerte de nicho: Puede darse el caso de ocupar nichos distintos en un mismo medio natural, lo que conllevaría a un comercio menor sin mayores conflictos. En otros casos, puede darse una competencia abierta por recursos, provocando roces y altercados a lo largo de sus fronteras. También puede ocurrir que intercambien bienes y servicios que ameriten el firme establecimiento de una interdependencia entre ambos grupos, incluso llegando a competir de manera que se establezca inicialmente una articulación económico-política, la cual podría eventualmente ampliar su alcance hacia otros sectores.
El autor precisa que la identidad no es inmutable, y lo hace remitiéndose a dos casos en específico: El primero es el de los Yao de China, cuya organización en familias extensas/clanes ve el ingreso de nuevos miembros foráneos al grupo a través de la adopción – o compra de niños – y el matrimonio. Este grupo establece una completa asimilación ritual basada en el beneficio que pueda reportar la adición de un nuevo miembro de la familia. El segundo caso es el de los Fur de Sudán, cuya tradicional actividad principal es la agricultura, la cual se vieron obligados a abandonar dadas las circunstancias apremiantes que rodeaban su entorno, por lo que comenzaron a emular las practicas ganaderas de sus vecinos.
Barth establece que tanto el actuar de los otros durante las interacciones así como las alternativas disponibles a cada sujeto representan los componentes de la preservación de la identidad étnica – esto sin hacer hincapié en el factor ecológico, dado que su relevancia fáctica se adhiere al margen de la supervivencia física –. 
Otro punto importante es el del problema de la variación, el cual gira alrededor de la ambigüedad generada como consecuencia de los cambios de identidad de los individuos, dado que la afiliación étnica consiste tanto en orígenes como en la nueva adscripción. Esto eventualmente conlleva a la aplicación de una dicotomía (ideal/real) en la interpretación de las nuevas afiliaciones.
Barth señala a los “agentes del cambio” – las nuevas elites en ese caso – como el mejor indicador de las ventajas y desventajas de las elecciones relativas a las modificaciones culturales que trae consigo la interconexión entre grupos étnicos. La conservación de las fronteras étnicas está atada al ámbito social del grupo, y a las variaciones que sufra este.
Conclusiones 
Podría decirse que, para Barth, el límite que define al grupo étnico es precisamente lo que conduciría a los antropólogos a comprender mejor la etnicidad, en lugar de dedicarle un desmedido énfasis a los rasgos culturales encerrados al interior de este. 
Si bien la etnicidad está atada al concepto de cultura, estos no son iguales ni representan lo mismo – la etnicidad es el aspecto fundamental de la organización social –.
Tanto la adscripción como la autoidentificación vienen a ser los pilares de la identificación étnica, pero esta permanece como situacional y puede modificarse a través del tiempo – como ocurrió en los ejemplos de los Yao y los Fur –. 
La “frontera étnica” consiste en una “frontera social” generada a raíz de interacciones con otros, y es precisamente la frontera social la que establece la base de la organización social.
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