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ESTATUTO BIOLÓGICO ¿Cuáles son los datos de la ciencia biológica que permiten a la reflexión racional reconocer una presencia personal en el embrión humano, desde el momento de la concepción? Los conocimientos científicos sobre el neo-concebido en su primerísima fase de existencia unicelular (el zigoto) nos permiten tener la certeza de que se trata de un nuevo ser humano, diverso y distinto de sus padres: nos encontramos ante un cuerpo de un ser humano, desde el momento que su genoma es humano, como es humano el diseño-proyecto en él inscrito. El neo-concebido es un sujeto irrepetible de la especie humana, caracterizado por una específica individualidad, que, conservando siempre su identidad, prosigue su propio ciclo vital (supuestas todas las condiciones necesarias y suficientes) bajo el control autónomo del sujeto mismo, que se autoconstruye en un proceso altamente coordinado, dictándose a sí mismo las direcciones de crecimiento según el programa de ejecución inscrito en su propio genoma. El neo-concebido humano mantiene en cada fase evolutiva la unidad ontológica con la fase precedente, sin solución de continuidad, sin saltos de cualidad y de naturaleza. Su desarrollo manifiesta, desde su inicio, el finalismo intrínseco de la naturaleza humana: la gradualidad del proceso biológico está orientada teleológicamente, según una finalidad ya presente en el zigoto. No se da un estadio de su desarrollo cualitativamente diverso o separado del proceso global iniciado en el momento de la concepción. Por ello, desde este momento nos encontramos siempre ante el mismísimo ser humano. Encontramos la confirmación de todas estas afirmaciones en la misma fecundación in vitro y en la observación del desarrollo embrionario en sus primeras fases. Escribía el prof. Jérôme Lejeune: «En la fecundación, los 23 cromosomas provenientes del padre se unirán a los 23 cromosomas de la madre. En ese momento se constituye toda la información genética necesaria y suficiente para expresar todas las características futuras del nuevo individuo». El embrión puede ser definido entonces como un «jovencísimo ser humano». La especie humana es la única que tiene 46 cromosomas y cualquier científico que examine ese embrión podrá decir científicamente que es -sin lugar a duda- de la especie humana. Si la vida humana es un proceso, el principio de la vida será el inicio del proceso. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. Éste es ordenado, en los primeros días, con una maravillosa logística, el embrión forma las estructuras que le permitirán subsistir porque le admite adherirse a la madre y nutrirse -masa celular externa que da origen a la placenta- y luego la masa celular interna con sus estructuras corporales que se van desarrollando de manera lenta y progresiva y siempre ordenada. El crecimiento continuo, ordenado y autónomo de los diferentes órganos es propio de los seres individuales, no de una masa de tejido, ni de un cultivo de células. Estatuto Ontológico Algunos le dan al embrión una entidad o reconocimiento moral progresivo fundamentalmente por su incapacidad de subsistir solo, de requerir de la madre, y porque no tiene las funciones de un adulto como es poder pensar y razonar, para estas personas el embrión está en potencia de ser un ser individual. Hay que decir que el óvulo y el espermatozoide están en potencia de ser un zigoto, un embrión, pero cuando el óvulo es fecundado tenemos un nuevo ser en acto, ya es un nuevo ser con posibilidades enormes, ya es. Tiene la posibilidad de ser un feto, un bebé, un niño, un joven, un adulto. Un bebé no tiene las capacidades de raciocinio de un adulto -pero si la posibilidad de adquirirlas- y por esto no le negamos su condición de humano, es uno con potencia de llegar a ser un adulto, pero continúa siéndolo, y un adulto mayor con demencia senil es uno que perdió la potencialidad de razonar, pero sigue siendo humano. El acto nos dice lo que somos, en este caso seres de la especie humana y la potencia nos dice lo que tenemos, diferentes facultades que pueden estar o no estar, que pueden crecer o disminuir. Existe una creencia que afirma que no se es persona por no poseer inteligencia; sabemos que las personas en estado de coma o que están dormidas no dejan de ser personas por este hecho. En la Instrucción Donum vitae (1987) surgen preguntas del tipo: "¿Cómo no van a ser humanas las células que dan origen a un ser humano?" "¿Cómo un individuo humano podría no ser persona humana?" (12-13). Podría añadir ¿Cómo no van a ser humanos los embriones de los que se obtienen células que se usan para curar seres humanos? A su vez la instrucción Dignitas personae (2008) afirma que: "A cada ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, se le debe reconocer la dignidad de persona" Por esta razón la carga de la prueba recae sobre quien pretende sustraer a un ser de nuestra especie de la condición de persona. Si alguien dudara de la naturaleza del embrión, habría que darle al embrión el beneficio de la duda, es decir, está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de la obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión humano. El portador de anomalías congénitas no pierde por esta razón las prerrogativas propias de un ser humano, al cual debe ser tributado el respeto al que tiene derecho todo ser humano. Un ser humano grande o pequeño, sano o enfermo, nunca puede ser lesionado ni usado como cosa aunque sea en beneficio de otro. Cuando vemos en los demás personas iguales a mí, nace el primer principio de la ética: no hagas a los demás lo que no quieres que hagan contigo. Si estamos autorizados hoy para usar a alguien como medio, mañana alguien podrá hacer lo mismo con nosotros. ESTATUTO JURÍDICO El principio ético-jurídico fundamental y sus implicaciones normativas El principio ético fundamental que afecta al embrión humano y podemos hacerlo con las palabras de la Encíclica Evangelium vitae: «al fruto de la generación humana, desde el primer momento de su existencia, se ha de garantizar el respeto incondicional que moralmente se le debe al ser humano en su plena totalidad y unidad corporal y espiritual. El ser humano debe ser respetado y tratado como una persona desde su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, entre los cuales, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida» (EV, n. 60) En el principio ético-jurídico según la cual el «embrión humano debe ser respetado como una persona», están implícitas las consecuencias normativas de carácter universal, válidas indiferentemente para todo ser humano independientemente de su situación, y también las aplicaciones particulares relativas a la condición específica en que se encuentra el embrión mismo. En primer lugar, la indisponibilidad del embrión humano. La dimensión biológica de la vida embrionaria no puede ser tratada como una cosa de la que se puede disponer, esto es, como si se tratase de simple «material biológico» para la investigación científica o para operaciones terapéuticas a favor de otros sujetos humanos. Por el contrario, es esta dimensión corporal de una persona la que debe ser respetada, ya que la persona existe en una totalidad unificada de alma y cuerpo, totalidad gracias a la cual el cuerpo participa de la dignidad personal del sujeto. Toda intervención sobre el cuerpo es una intervención sobre un sujeto y debe ser realizada en función del bien de este mismo sujeto o, al menos, sin perjuicio de sus derechos fundamentales. La vida biológica del embrión humano no puede, por ello, ser considerada como un instrumento para usar con fines ulteriores, aun cuando estos fines puedan ser nobles y válidos. Con ello se recuerda aquí la máxima kantiana: «actúa de tal manera que consideres la persona del otro como un fin y nunca sólo como un medio» Además, el valor intrínseco de lavida humana desde su inicio implica su propia inviolabilidad. El respeto debido a la persona exige la prohibición de toda intervención que suprima la vida o hiera su integridad física o psíquica. No es lícito intervenir obstaculizando, disminuyendo o alterando la identidad, el equilibrio y el desarrollo del embrión. Toda intervención sobre la vida embrionaria debe desarrollarse por el interés del mismo ser humano incipiente, proporcionando los riesgos a las perspectivas de beneficio para el mismo embrión. Las leyes que autorizan y favorecen la destrucción de vidas humanas se oponen radicalmente no sólo al bien del individuo, sino también al bien común y, por consiguiente, están privadas totalmente de auténtica validez jurídica. En ningún ámbito de la vida la ley civil puede sustituir a la conciencia, ni dictar normas que excedan la propia competencia. El Estatuto Jurídico indica que las leyes deben ser conformes a lo que señalan el Estatuto Biológico y el Moral; no se puede dejar guiar por intereses económicos o cientificistas.
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