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ANATOMÍA Las estructuras anatómicas que pertenecen al campo de la cirugía genitourinaria incluyen riñones, glándulas suprarrenales, uréteres, vejiga, próstata, vesículas seminales, uretra, conducto deferente y testículos. Algunas de estas estructuras están situadas fuera del peritoneo, pero la cirugía urológica a menudo implica acceso intraperitoneal a los riñones, vejiga y ganglios linfáticos retrope- ritoneales. Además, los urólogos deben estar familiarizados con las técnicas de cirugía intestinal para los fines de una derivación urinaria y el aumento vesical. Riñones y glándulas suprarrenales Los riñones son órganos retroperitoneales pares cubiertos por una capa fibroadiposa: la fascia de Zuckerkandl en la parte posterior y la fascia de Gerota por la anterior. En dirección posteroexterna están rodeados por el músculo cuadrado lumbar y en dirección posterointerna por el músculo psoas. En dirección anterior están limitados por la capa posterior del peritoneo. En el lado izquierdo el bazo se encuentra en dirección superoexterna, separado de los riñones y de la fascia de Gerota por el peritoneo. En el lado dere- cho, el hígado se ubica en dirección superior y anterior y también está separado de dichas estructuras por el peritoneo. La segunda porción del duodeno se encuentra en estrecha proximidad con los vasos renales derechos y durante la cirugía renal esta porción del intestino debe movilizarse en dirección anterointerna (maniobra de Kocher) para lograr el control vascular. Las arterias renales, en la configuración típica, son vasos únicos que se extienden de la aorta y que se ramifican en varias arterias segmentarias antes de entrar al seno renal. La arteria renal derecha pasa por detrás de la vena cava y es significativamente más larga que la arteria renal izquierda. En ocasiones, el riñón está irrigado por una segunda arteria renal, una arteria renal accesoria, por lo general hacia el Anatomía 1651 Riñones y glándulas suprarrenales / 1651 Uréter / 1652 Vejiga y próstata / 1652 Pene / 1652 Escroto y testículos / 1653 Tumores urológicos malignos 1653 Cáncer vesical / 1653 Cáncer testicular / 1654 Cáncer renal / 1655 Cáncer prostático / 1657 Traumatismos 1658 Riñón / 1658 Uréter / 1659 Vejiga / 1660 Uretra / 1660 Testículos / 1660 Pene / 1661 Urgencias 1661 Retención aguda de orina / 1661 Torsión testicular / 1662 Gangrena de Fournier / 1663 Priapismo / 1663 Parafimosis / 1664 Pielonefritis enfisematosa / 1664 Infecciones 1664 Cistitis / 1664 Pielonefritis / 1664 Prostatitis / 1664 Orquiepididimitis / 1665 Obstrucción de la porción distal de las vías urinarias 1665 Hiperplasia prostática benigna / 1665 Estenosis de uretra / 1665 Obstrucción de la porción proximal de las vías urinarias 1665 Litiasis urinaria / 1666 Fibrosis retroperitoneal / 1666 Urología pediátrica 1667 Obstrucción de la unión ureteropélvica / 1667 Reflujo vesicoureteral / 1667 Ureterocele / 1667 Válvulas uretrales posteriores / 1667 polo inferior. Dentro del riñón no existe flujo arterial anastomó- tico, por lo que estos órganos son proclives al infarto cuando se interrumpen las ramas arteriales. Las venas renales, con trayecto anterior a las arterias renales, drenan en la vena cava de manera directa. La vena renal izquierda pasa por delante de la aorta y es mucho más larga que su contraparte derecha. Esto explica por qué la mayoría de los cirujanos prefiere obtener el riñón izquierdo para el trasplante con donador vivo. La vena renal tiene continuidad con la vena gonadal izquierda, vena suprarrenal inferior izquierda y vena lumbar. Dichas venas proporcionan un drenaje adecuado para el riñón izquierdo en aquellos casos en que se interrumpe el dre- naje a la vena cava. La vena renal derecha no tiene drenaje venoso colateral. El sistema colector de los riñones está compuesto por varios cálices mayores y menores que se fusionan en la pelvis renal, la cual puede encontrarse en posición intrarrenal o extrarrenal. La pel- vis renal disminuye su calibre hasta la unión ureteropélvica (UPJ, ureteropelvic junction) donde se une con el uréter. Las glándulas suprarrenales se encuentran en dirección supe- rointerna con respecto a los riñones y están contenidas en la fascia de Gerota. Existe una fascia de Gerota entre el riñón y la glán- dula suprarrenal. Sin embargo, en presencia de tumor o proceso inflamatorio la glándula suprarrenal puede adherirse al riñón y la separación podría ser difícil. La irrigación arterial de las glándu- las suprarrenales proviene de las arterias frénica inferior, aorta y pequeñas ramas de las arterias renales. El drenaje venoso de la glándula izquierda se lleva a cabo principalmente a través tanto de la vena frénica inferior como de la vena renal izquierda por medio de la vena suprarrenal inferior. En el lado derecho, la glándula suprarrenal vierte su contenido en una vena muy corta (< 1 cm) a la vena cava. Puede producirse su avulsión con la tracción mode- rada y ser el origen de una hemorragia difícil de controlar Urología Karim Chamie, Jeffrey La Rochelle, Brian Shuch y Arie S. Belldegrun40capítulo http://booksmedicos.org Uréter Los uréteres son estructuras musculares que siguen un trayecto ante- rior al músculo psoas desde la pelvis renal a la vejiga. La irrigación de la porción proximal del uréter proviene de la aorta y la arteria renal y se origina principalmente del borde interno. Sin embargo, una vez que cruza los vasos iliacos al nivel del borde pélvico, cerca del sitio donde se bifurcan estos vasos, su irrigación proviene de ramas externas de las arterias iliacas. La irrigación tiene implica- ciones en el tratamiento de las lesiones de uréter. Para movilizar la parte distal del uréter para su anastomosis es necesario liberarlo de sus adhesiones laterales, lo cual causa isquemia, por lo que las lesiones ureterales distales casi siempre se corrigen mediante la anastomosis de la parte proximal del uréter con la vejiga. Los uréteres trascurren a lo largo de la pared lateral de la pelvis y pasan bajo las arterias uterinas en las mujeres, lo que los hace vulnerables a la lesión durante la histerectomía, sobre todo en el contexto de una hemorragia pélvica. Penetran en la vejiga en la cara externa de su base. Atraviesan la musculatura vesical en ángulo oblicuo y drenan en la vejiga al nivel de los orificios ureterales que se encuentran relativamente cercanos a la uretra. Vejiga y próstata La vejiga se ubica en el espacio retropúbico en posición extrape- ritoneal. Una parte de la porción superior de la vejiga se encuen- tra adyacente al peritoneo, de forma que las perforaciones en este sitio pueden ocasionar fuga intraperitoneal de orina. Las relacio- nes anatómicas de la vejiga dependen del grado de llenado. Una vejiga muy distendida puede proyectarse por arriba de la cicatriz umbilical. Con volúmenes fisiológicos (200 a 400 ml) es poca la proporción en la cual la vejiga se ubica en el abdomen. El colon sigmoides se ubica en dirección superoexterna y puede adherirse o formar una fístula con la vejiga como consecuencia de una diver- ticulitis. El recto se ubica en sentido posterior con respecto a la vejiga en varones, en tanto que la vagina y el útero se encuentran en dirección posterior en mujeres. En varones la próstata tiene continuidad con el cuello vesi- cal y la uretra la atraviesa. La próstata tiene un componente muy significativo de músculo liso y puede proporcionar continencia uri- naria aun en ausencia de un esfínter externo de músculo estriado. Puntos clave 1 En el tratamiento quirúrgico del cáncer vesical invasor es esen- cial la disección amplia de los ganglios linfáticos. 2 Los pacientes con cáncer testicular sin evidencia radiográfica de metástasis a menudo tienen depósitos microscópicos de la enfermedad y requieren tratamiento adyuvante o vigilancia muy estrecha. 3 La nefrectomía parcial es la base del tratamiento para los tumores renales pequeños, mientras que la nefrectomía radicalpropor- ciona un beneficio en la supervivencia en caso de enfermedad metastásica. 4 Casi todos los traumatismos renales pueden tratarse de manera conservadora, la intervención renal temprana se reserva para casos con hemorragia persistente o con lesiones vasculares o ureterales. 5 Las lesiones ureterales distales sólo deben tratarse con uretero- neocistostomía (reimplantación vesical) por la elevada tasa de fracaso de las uretero-ureterostomías distales. 6 Las perforaciones vesicales extraperitoneales pueden tratarse en forma conservadora, pero la perforación intraperitoneal por lo común requiere reparación quirúrgica. 7 Casi todos los episodios de retención aguda de orina pueden tratarse en forma conservadora con medidas tales como dismi- nución en el uso de narcóticos e incremento de la ambulación. 8 La torsión testicular es una urgencia donde el éxito en el salvamento testicular tiene relación inversa con el retraso en la reparación, de forma que los casos con alto grado de sospecha clínica no deben esperar por el diagnóstico radiológico. 9 La gangrena de Fournier es un trastorno potencialmente letal que requiere desbridamiento intensivo y vigilancia estrecha por la frecuente necesidad de desbridamiento repetido. 10 La mayor parte de los cálculos ureterales pequeños se expulsan de manera espontánea o con el tratamiento médico, pero en caso de cálculos más grandes (> 6 mm) es mejor recurrir a la colocación de endoprótesis ureteral o litotripsia. Los ligamentos puboprostáticos unen la próstata con la sínfisis del pubis; en las fracturas pélvicas a menudo aparecen lesiones proxi- males en la uretra por la tracción ocasionada por estos ligamentos. Entre la próstata y el recto se encuentra la fascia de Denonvilliers, la cual es la principal barrera anatómica que evita que el cáncer prostático penetre en forma regular hacia el recto. Justo distal al vértice de la próstata se encuentra el esfínter externo (voluntario) que es parte del diafragma genitourinario. Pene El pene está compuesto de tres cuerpos principales, junto con fas- cias, estructuras neurovasculares y piel. Los cuerpos cavernosos son estructuras pares, cilíndricas y son los principales cuerpos eréctiles del pene. En dirección proximal yacen sobre el borde interno de la rama inferior del pubis en el perineo. En dirección distal se unen sobre sus bordes internos y forman la porción pén- dula del pene. Los cuerpos cavernosos consisten en una capa externa resistente denominada túnica albugínea y en un tejido sinusoidal esponjoso, que al llenarse de sangre da origen a la erec- ción. Los dos cuerpos cavernosos tienen numerosas interconexio- nes vasculares, de forma que funcionan como un compartimiento. Las arterias carvernosas son ramas de la arteria peniana y siguen su trayecto en el centro del tejido sinusoidal de los cuerpos caver- nosos. El tejido sinusoidal está inervado por los nervios caverno- sos, nervios autonómicos que se originan en el plexo hipogástrico y desempeñan una función decisiva en la erección. Antes de entrar al pene los nervios cavernosos transcurren inmediatamente adya- centes a la próstata, lo que explica que a menudo sufran daño durante la prostatectomía radical. La lesión o la tracción excesiva de estos nervios pueden causar disfunción eréctil. En la cara infe- rior del pene se encuentra el cuerpo esponjoso, que rodea la uretra. El cuerpo esponjoso no tiene las mismas capas que los cuerpos cavernosos, por lo que no alcanza la misma firmeza durante la erección. La punta del pene, llamada glande, se continúa con el cuerpo esponjoso. Esto resalta el hecho de que cuando un individuo desarrolla priapismo, la erección persiste por más de cuatro horas no relacionada con estimulación sexual, los dos cuerpos caverno- sos permanecen rígidos, mientras el glande (derivado del cuerpo esponjoso) puede encontrarse blando.1652 http://booksmedicos.org 1653 U ROLOGÍA CAPÍTU LO 40 Alrededor de los tres cuerpos del pene están la fascia dartos externa y la fascia de Buck interna. Los nervios dorsales del pene, que proporcionan la sensibilidad a la piel peniana, provienen de los nervios pudendos y junto con las arterias dorsales del pene, trans- curren por el dorso del pene dentro de la fascia de Buck. El paquete neurovascular del pene debe evitarse durante la exploración quirúr- gica para reparar lesiones o realizar una reconstrucción, ya que su lesión puede causar disfunción eréctil y eyaculatoria permanente. Escroto y testículos El escroto es una estructura muy amplia que contiene los testículos y los epidídimos. Debido a su posición colgante, puede acumular edema considerable cuando se sobrecarga de líquido al paciente. Además, como tiene gran capacidad, cualquier hemorragia signi- ficativa produce la acumulación de grandes hematomas, incluso del tamaño de una pelota de baloncesto. Por debajo de la piel, de superficial a profunda se encuentran el dartos, la fascia esper- mática externa, fascia cremastérica y fascia espermática interna. Estas capas no siempre pueden diferenciarse. Por debajo de la fas- cia interna se encuentran las capas parietal y visceral de la túnica vaginal, entre las cuales se forman los hidroceles; la capa visceral se encuentra adherida a los testículos. La túnica albugínea es la capa externa del testículo y no tiene capacidad de distensión. En el interior de la túnica se encuentran los túbulos seminíferos. El tes- tículo recibe su irrigación desde el polo superior a través del cordón espermático. Además del conducto deferente, el cordón contiene tres fuentes separadas de flujo sanguíneo arterial: la arteria testicu- lar, que es rama de la aorta por debajo de la arteria renal, la arteria cremastérica y la arteria del conducto deferente. La interrupción del flujo de una de estas arterias durante la vasectomía o cirugía inguinal no ocasiona isquemia testicular. Algunos niños nacen con un testículo abdominal no descendido. A menudo es difícil obtener la longitud suficiente para colocar los testículos en el escroto. En estos casos, la arteria testicular se liga en una operación de primera etapa y luego se traslada al escroto en un segundo procedimiento (orquidopexia de Fowler-Stephens). La mayor parte de estos tes- tículos conservan la viabilidad gracias a los vasos colaterales. Sin embargo, si un paciente se sometió antes a un procedimiento de Fowler-Stephens, cualquier manipulación de la vasculatura colate- ral durante la cirugía inguinal puede comprometer el testículo. El drenaje venoso es paralelo a la irrigación arterial, salvo que la vena gonadal izquierda drena en la vena renal en lugar de la vena cava. La dilatación de las venas espermáticas se llama varicocele y puede ser palpable cuando el paciente está de pie o con la maniobra de Valsalva. No requiere tratamiento, a menos que cause molestia, se descubra en un estudio de infertilidad o se encuentre en niños. TUMORES UROLÓGICOS MALIGNOS Cáncer vesical La forma más frecuente de cáncer vesical en Estados Unidos es el carcinoma urotelial. El consumo de tabaco es el factor de riesgo más frecuente, seguido por la exposición laboral a varios mate- riales carcinógenos, como el material del escape de automóviles o solventes industriales. Sin embargo, muchos pacientes desarro- llan cáncer vesical sin tener riesgos identificables.1 Otras formas de cáncer vesical, como el adenocarcinoma y el carcinoma epi- dermoide, ocurren en poblaciones de pacientes distintivas. Los pacientes con irritación crónica por catéteres, cálculos vesicales o esquistosomosis tienen riesgo de la variante epidermoide, mientras que aquéllos con remanentes del uraco o extrofia vesical tienen mayor riesgo de adenocarcinoma. Sin embargo, la variante histo- lógica mencionada no debe confundirse con el carcinoma urotelial con una transformación variante. El cáncer vesical puede clasificarse en invasivo y no inva- sivo. El tratamiento del carcinoma urotelial varía mucho, según elgrado de invasión. El primer paso es la resección transuretral completa del tumor vesical, que permite la estadificación del mismo. Si es posible, el tumor debe extirparse por completo, además de obtener una muestra de la pared muscular de la vejiga subyacente a la neo- plasia. Se practica un examen bajo anestesia a todos los pacientes con tumores vesicales recién diagnosticados. Este examen ayuda a determinar el estadio clínico y si la vejiga está fijada a estructu- ras adyacentes. Las imágenes radiográficas de la mayor parte de los tumores vesicales aportan poco para establecer la presencia, grado o tamaño/etapa del tumor. Sin embargo, en presencia de un tumor vesical conocido, la hidronefrosis unilateral o bilateral es un signo ominoso de enfermedad local avanzada (al menos cán- cer vesical con invasión muscular).2 Las imágenes por tomografía computarizada (CT, computed tomography) proporcionan infor- mación valiosa sobre el compromiso metastásico de los ganglios linfáticos pélvicos, hígado o pulmones. Según los datos históricos, en 25% de los pacientes con CT preoperatoria sin evidencia de diseminación linfática se encuentra compromiso de los ganglios linfáticos durante la cistectomía radical y la linfadenectomía pél- vica. La combinación de la tomografía por emisión de positrones (PET, positron emission tomography)-CT surgió como una moda- lidad imagenológica útil para reducir al mínimo esta tasa a 5% o 10%. Para los pacientes con invasión del músculo vesical (T2), la cistectomía inmediata (en los 3 meses siguientes al diagnóstico) con disección ampliada de ganglios linfáticos ofrece la mejor oportunidad de supervivencia. Además, los cirujanos deben enviar especímenes de ganglios linfáticos en paquetes separados y no en bloque como un esfuerzo para aumentar el rendimiento ganglionar. La curación de largo plazo obtenida hoy en día entre los pacientes con enfermedad localizada, desde el punto de vista clínico, no ha cambiado en los últimos 20 años.3 La adición de quimioterapia neoadyuvante o adyuvante en los sujetos sin dise- minación metastásica discernible tiene cada vez más aceptación y no proporciona un beneficio para la supervivencia.4 Los pacientes con compromiso ganglionar limitado pueden curarse con la cirugía sola, pero aquellos con compromiso extenso de ganglios linfáticos tienen un mal pronóstico. Los pacientes tienen múltiples opciones para reconstrucción, incluyen derivaciones urinarias continentes y no continentes. La neovejiga ortotópica surgió como una técnica favorecida para deri- vación urinaria en pacientes sin compromiso uretral. Este tipo de derivación implica la destubularización de un segmento de intestino, casi siempre del íleon distal, que luego se transforma en un saco que se anastomosa con la parte proximal de la uretra (neovejiga) o con la piel (derivación cutánea continente). La destubularización reduce la presión de llenado dentro del saco, lo que mejora la capacidad de almacenamiento urinario. En el caso de una neovejiga, el esfínter externo permanece intacto y la micción se logra mediante la relaja- ción del esfínter y la maniobra de Valsalva. En caso de una deriva- ción urinaria continente, los pacientes obtienen continencia al usar un segmento de intestino (apéndice o intestino delgado con reduc- ción de calibre) que tenga una proporción grande entre la longitud y la luz. La derivación más frecuente es el conducto ileal, no conti- nente, en la que un segmento del íleon distal se aísla y un extremo se exterioriza a través de la pared abdominal como una urostomía. Los conductos ileales son preferibles para la insuficiencia renal porque la orina no se “almacena” y por lo tanto, tiene menor tiempo de con- tacto con la superficie absorbente del segmento ileal. Los conductos también se usan cuando no es posible extirpar la vejiga, pero la deri- vación urinaria es necesaria a causa de hemorragia intratable, dolor intenso durante la micción e hidronefrosis. Todos los segmentos de intestino usados tienen ventajas y complicaciones inherentes. Los pacientes con cáncer vesical sin invasión muscular (limi- tado a la mucosa o submucosa vesical) pueden tratarse con resec- ción transuretral sola y quimioterapia/inmunoterapia intravesical adyuvante (instilada en la vejiga). El uso de fármacos intravesica- 1 http://booksmedicos.org 1654 CON SIDERACION ES ESPECÍFICAS PARTE II les es crucial, ya que los pacientes con cáncer vesical sin invasión muscular tienen riesgo de recurrencia y progresión tumorales. El grado de malignidad tumoral es de extrema importancia al valorar el riesgo de progresión de la enfermedad. Aquellos pacientes con enfermedad de alta malignidad o tumores recurrentes pueden reci- bir tratamiento con fármacos intravesicales como bacilo de Calme- tte-Guérin o mitomicina C. Tales fármacos disminuyen el riesgo de progresión y recurrencia al inducir una respuesta inmunitaria antitumoral eficaz en el caso del bacilo de Calmette-Guérin y a través de citotoxicidad directa en el caso de la mitomicina C. Aque- llos pacientes con alto riesgo de progresión en los cuales fracasó el tratamiento conservador deben ser sometidos a cistectomía. La recurrencia es bastante común en la porción proximal de las vías urinarias y por lo tanto debe llevarse a cabo vigilancia con pielo- grafía retrógrada o urografía por CT. Tratamiento quirúrgico y complicaciones. El acceso quirúr- gico típico para la cistectomía es una incisión infraumbilical en la línea media, que inicie justo por arriba de la cicatriz umbilical hasta la sínfisis del pubis. Esto permite la exposición adecuada del contenido pélvico, los vasos iliacos y la porción inferior de la cavi- dad abdominal. El peritoneo entre el ligamento umbilical medio (residuo del uraco) también se incluye en la pieza quirúrgica. En varones la próstata se extirpa junto con la vejiga. En mujeres se extirpan el útero, ovarios (en posmenopáusicas) y la pared anterior de la vagina junto con la vejiga. Puede conservarse la vagina, lo que depende de la ubicación y extensión del tumor, pero se acom- paña de mayor hemorragia transoperatoria. Las técnicas robóticas para cistectomía se usan cada vez más, pero la derivación urinaria todavía se practica mediante técnica abierta. Los beneficios de la porción robótica del procedimiento son reducción de la hemorra- gia durante la disección pélvica (por el neumoperitoneo) y acor- tamiento del periodo con el abdomen abierto. Sin embargo, la evidencia reciente (estudios con asignación al azar y grupo testigo de cistectomía radical abierta en comparación con la asistida por robot) no muestra diferencia alguna en la eficacia oncológica ni en las tasas de complicaciones. Las complicaciones de la cirugía para cáncer vesical incluyen perforación vesical durante la resección transuretral del tumor vesi- cal, lo que requiere drenaje por catéter por varios días, si es pequeña (frecuente) o reparación abierta si la perforación es grande e intrape- ritoneal (poco común). La cistectomía y la derivación urinaria pueden causar íleo prolongado, obstrucción intestinal, fuga en la anastomosis intestinal, fuga de orina o lesión rectal. Una fuga urinaria en las anas- tomosis ureteroileales es causa frecuente de íleo, urinoma intraabdo- minal, formación de absceso y dehiscencia de herida. La trombosis venosa profunda es frecuente después de la cistectomía5 debido a la edad avanzada de la mayoría de los pacientes; la proximidad de las venas iliacas al sitio de resección y disección de ganglios linfáticos; y presencia de malignidad. La embolia pulmonar es una de las princi- pales causas de muerte en el periodo posoperatorio de la cistectomía radical. La utilidad de la heparina subcutánea en el periodo periope- ratorio reduce el riesgo de tromboembolia venosa. Cáncer testicular El cáncer testicular es el tumor sólido más común en varones entre 15 y 35 años de edad.6 La mayor parte de los varones se diagnos- tica con una tumoración asintomáticaque aumenta de tamaño en forma progresiva (fig. 40-1). Un factor de riesgo importante para el desarrollo de cáncer testicular es la criptorquidia. Persiste el debate con respecto a si la intervención quirúrgica temprana para llevar los testículos a las bolsas escrotales altera el riesgo a futuro de cáncer; se acepta que el tratamiento quirúrgico facilita la vigilancia en caso de desarrollo de una tumoración testicular. La mayor parte de las neoplasias se originan de las células germinativas, aunque los tumores de células no germinativas se originan de las células de Leydig o de Sertoli. Los tumores de célu- las no germinativas son poco comunes y por lo general siguen una Figura 40-1. Cáncer testicular. Los pacientes a menudo se presentan con enfermedad avanzada a pesar del crecimiento escrotal por varios meses. evolución más benigna. Los cánceres de células germinativas se clasifican en formas seminomatosa y no seminomatosa, las cuales tienen diferentes algoritmos terapéuticos. Como casi todas las masas sólidas testiculares son cancerosas, cualquier masa observada en la exploración física o documentada en la ecografía es maligna hasta que se demuestre lo contrario. Los estudios iniciales deben incluir marcadores tumorales, que inclu- yen fetoproteína α, gonadotropina coriónica humana β y deshidro- genasa láctica. Las cifras elevadas de marcadores tumorales son casi exclusivas de los tumores de células germinales no semino- matosos, aunque hasta 10% de los pacientes con seminomas loca- lizados y 25% de aquellos con seminomas metastásicos tienen un aumento leve de la gonadotropina coriónica humana β. Es preciso obtener imágenes torácicas y abdominales para buscar evidencia de metástasis. El sitio de diseminación más frecuente son los gan- glios linfáticos retroperitoneales que se extienden desde los vasos iliacos primitivos hasta los vasos renales y deben obtenerse imá- genes abdominales en todos los pacientes. La biopsia percutánea de masas testiculares no se realiza por a) el riesgo de siembra en la pared escrotal; b) cambio del drenaje linfático retroperitoneal natu- ral del testículo (porque los testículos tienen un patrón de drenaje linfático muy predecible), y c) la propensión de la masa testicular a ser cancerosa. En casos con sospecha de metástasis al testículo, se recomienda una biopsia testicular mediante la exposición del testículo a través del conducto inguinal. El linfoma (sobre todo en los ancianos) puede afectar uno o ambos testículos. A menudo hay evidencia de linfoma en otras partes del cuerpo, aunque puede haber recaídas aisladas en los testículos. Incluso en ausencia de ganglios linfáticos crecidos en la CT (etapa I), a menudo existen micrometástasis ocultas (30% de los casos), por lo que se ofrecen cirugía, radiación o quimioterapia adyuvantes. Sin embargo, los protocolos de vigilancia activa se usan cada vez más para seminomas y tumores no semino- matosos. La disección de los ganglios linfáticos retroperitoneales (RPLND, retroperitoneal lymph node disection) puede ser curativa si el compromiso ganglionar es limitado y se prefiere en lugar del 2 http://booksmedicos.org 1655 U ROLOGÍA CAPÍTU LO 40 tratamiento adyuvante en pacientes con tumores no seminomatosos en etapa I. Otra opción para los pacientes con tumores no seminoma- tosos en etapa I es recibir dos ciclos de quimioterapia. El se minoma puro tiene una sensibilidad extrema a la radiación y la enfermedad en etapas I, IIa y IIb puede tratarse con radiación de haz externo dirigida a los ganglios retroperitoneales. Sin embargo, se observó que en el seminoma en etapa I, una dosis única de carboplatino es tan eficaz como la radioterapia. En caso de enfermedad diseminada o ganglios linfáticos voluminosos, el mejor tratamiento para ambas formas de tumores de células germinales es con cuatro ciclos de quimioterapia. Sin embargo, el teratoma con frecuencia es un com- ponente de las metástasis a ganglios linfáticos retroperitoneales y no responde a la quimioterapia o radioterapia y puede mostrar dege- neración maligna agresiva. La RPLND después de quimioterapia para tumores residuales puede ser difícil. Las metástasis grandes y voluminosas pueden rodear los grandes vasos y en ocasiones es necesaria la colocación de injertos vasculares para la resección. Tratamiento quirúrgico y complicaciones. Para la orquidec- tomía se realiza una incisión inguinal sobre el anillo externo y se prolonga en sentido lateral sobre el anillo interno. Es importante no perforar la piel escrotal durante la orquidectomía, por temor (casi del todo teórico) de alterar el drenaje linfático del testículo. Para la RPLND, por lo general se realiza una incisión medial desde la apófisis xifoides hasta la cicatriz umbilical en la mayoría de los pacientes con enfermedad en etapa I. Si esto se practica por la pre- sencia de un tumor residual después de la quimioterapia, la incisión se prolonga hasta la sínfisis del pubis. El uso de RPLND con asis- tencia robótica rara vez se usa para las neoplasias no seminoma- tosas en etapa I, aunque con la demanda creciente de la cirugía de mínima invasión, se esperaría que la aceptaran con gusto quienes desean evitar una incisión grande, pero no están interesados en la vigilancia activa ni en la quimioterapia sistémica. Las complicaciones de la cirugía para cáncer testicular inclu- yen el desarrollo de un hematoma escrotal, que puede prevenirse con la hemostasia meticulosa. Las complicaciones después de la RPLND incluyen obstrucción intestinal; hemorragia excesiva, sobre todo de las venas lumbares retrocavales; y ascitis quilosa. Los pacientes que se someten a RPLND bilateral completa a menudo sufren disfunción eyaculatoria por la interrupción de las fibras ner- viosas simpáticas posganglionares descendentes que participan en la emisión del semen. Por esta razón, se desarrollaron plantillas dere- cha e izquierda que limitan la disección bilateral (sobre todo debajo de la arteria mesentérica inferior) y conservan algunos de estos ner- vios, con riesgo bajo de dejar residuos cancerosos microscópicos.7 Figura 40-2. Quiste renal complejo. Riñón derecho con un quiste renal tipo 3 de Bosniak. Obsérvese el reforzamiento de los tabiques (flecha). Este quiste se extirpó y el estudio histopatológico reportó ade- nocarcinoma renal papilar de alta malignidad. Cáncer renal El adenocarcinoma renal (RCC, renal cell carcinoma) es un tumor maligno del epitelio renal que puede originarse en cualquier compo- nente de la nefrona (fig. 40-2). En 2012 hubo más de 64 000 casos nuevos en Estados Unidos, con más de 13 000 muertes.8 Con el uso difundido de los estudios de imagen para muchos síntomas, el cambio de etapa ha aumentado la incidencia de tumoraciones renales peque- ñas.9 Algo sorprendente es que esto no ha disminuido las tasas de mortalidad. Varios subtipos histológicos incluyen formas de células claras, papilares (tipos I y II), cromófoba, de túbulo colector y no clasificado. Las formas de túbulo colector y la no clasificada tienen mal pronóstico y no suelen responder al tratamiento sistémico. Las lesiones benignas, frecuentes en presencia de una tumoración renal pequeña, incluyen los oncocitomas y angiomiolipomas. Los tumores renales suelen ser sólidos, pero también pueden ser quísticos. Los quistes simples son muy comunes y no son malignos, pero los quistes complejos pueden ser malignos. La clasificación de Bosniak se basa en el grado de tabicación, calcificación y reforzamiento y se utiliza para valorar la probabilidad de cáncer (cuadro 40-1).10 La mayor parte de los casos de adenocarcinoma renal son esporádicos, pero se han descrito varias formas hereditarias. Estos Cuadro 40-1 Clasificación de Bosniak de los quistes renales por tomografía computarizada CaTEGORía DEsCRiPCión RiEsGO DE maLiGniDaD/TRaTamiEnTO I Quiste de pared delgada con densidad similar a la del agua sin tabicaciones o calcificaciones 0%/no quirúrgico II Quistesde pared delgada con pocos tabiques delgados que pueden contener calcificaciones finas o de espesor muy limitado. También incluye quistes homogéneos hiperdensos de menos de 3 cm 0%/no quirúrgico II F Múltiples tabiques delgados o ligeramente engrosados sin reforzamiento mensurable. Pueden contener calcificaciones nodulares. También incluye los quistes hiperdensos de más de 3 cm Cercano a 5%/deben vigilarse en busca de progresión III Paredes irregulares o engrosamiento uniforme o tabiques con reforzamiento mensurable Cercano a 50%/quirúrgico IV Igual que III, pero con reforzamiento de los componentes sólidos Casi 100%/quirúrgico Adaptado con autorización de Israel GM, Bosniak MA: An update of the Bosniak renal cyst classification system. Urology. 2005;66:484. Copyright Elsevier. http://booksmedicos.org 1656 CON SIDERACION ES ESPECÍFICAS PARTE II síndromes con frecuencia incluyen mutaciones germinativas en un gen supresor de tumor. La enfermedad de von Hippel-Lindau se asocia con múltiples tumores, lo que incluye adenocarcinoma renal de células claras (fig. 40-3). El gen participante, vhl, con frecuencia también sufre mutación o hipermetilación en el adenocarcinoma renal esporádico.11 Otras formas poco comunes incluyen el sín- drome de Birt-Hogg-Dubé en donde los pacientes tienen oncoci- tomas o tumores cromófobos. Los pacientes con adenocarcinoma renal papilar hereditario y leiomiomatosis hereditaria desarrollan adenocarcinoma renal papilar. Los sitios más comunes de metástasis son los ganglios lin- fáticos retroperitoneales y pulmones, pero sitios de diseminación comunes incluyen hígado, hueso y cerebro. Hasta 20 a 30% de los pacientes pueden presentar enfermedad metastásica, en cuyo caso la cirugía de citorreducción puede mejorar la supervivencia, como se ha demostrado en estudios clínicos con asignación al azar y grupo testigo.12,13 Los pacientes con cualquier tumoración renal, excepto las pequeñas, deben ser sometidos a estudios en busca de enfermedad metastásica, lo que incluye CT de tórax, gammagrafía ósea y pruebas de función hepática. Los pacientes con enfermedad localizada pueden curarse con nefrectomía parcial o radical (fig. 40-4). La eficacia oncológica de la nefrectomía parcial (con conservación de nefronas) parece Figura 40-4. Nefrectomía parcial. Riñón después de la resección par- cial de una tumoración renal pequeña. Obsérvese el sistema colector visible en la base del defecto (flecha). Figura 40-3. Enfermedad de von Hippel-Lindau. La CT de un paciente con enfermedad de von Hippel-Lindau y tumores renales bila- terales que muestra un predominio intrarrenal. Obsérvense los numerosos quistes en la cabeza del páncreas (flecha). ser similar a la de la nefrectomía radical. Sin embargo, aquellos pacientes con tumores grandes o de ubicación más central pueden encontrarse en mayor riesgo de complicaciones quirúrgicas. La cirugía con conservación de nefronas debe considerarse en todo paciente, si es factible, porque aquellos individuos sometidos a nefrectomía radical se encuentran en riesgo de nefropatía crónica a futuro.14 La falta de daño por nefrectomía por cáncer se ha extra- polado al hecho de que los donadores de riñón no desarrollan de manera sistemática insuficiencia renal. Sin embargo, un donador de riñón pertenece a un selecto grupo y los pacientes con tumores renales por lo común son de edad avanzada y tienen enfermedades asociadas. Además, el riesgo de adenocarcinoma renal contralateral es de 2 a 3% en la mayor parte de las series15 y una nefrectomía parcial puede evitar la necesidad a futuro de diálisis en caso de tumor en el riñón contralateral. Aunque siempre se debe pugnar por conservar la mayor cantidad de nefronas posible, no hay evidencia de nivel I que apoye el uso de la nefrectomía parcial sobre la radical para pacientes con tumoraciones renales pequeñas. Las técnicas de mínima invasión para cirugía renal han cam- biado mucho el campo del cáncer renal. La cirugía renal lapa- roscópica y laparoscópica con asistencia robótica permite una convalecencia más corta y reduce los requerimientos de narcóticos. Aunque la nefrectomía parcial laparoscópica es difícil y sólo la realizan cirujanos expertos por su elevada tasa de complicaciones, el advenimiento de la cirugía con asistencia robótica ha cam- biado el panorama. Ahora, los cirujanos son capaces de realizar suturas intracorpóreas con mucha mayor facilidad. Las técnicas de ablación, como la crioablación y ablación por radiofrecuencia también son alternativas populares, sobre todo para pacientes que no son elegibles para cirugía. Sin embargo, todavía se desconocen los resultados de largo plazo con estas técnicas, por su desarro- llo reciente. La vigilancia activa es otra alternativa viable para los tumores renales pequeños, sobre todo en pacientes con morbilidad múltiple o edad avanzada. La mayor parte de los tumores renales pequeños son de baja malignidad, con tasa de crecimiento lento y la evolución a la enfermedad metastásica es muy rara después del seguimiento limitado por dos a tres años.16 Hasta 10% de adenocarcinomas renales invaden la luz de la vena renal o cava. El grado de extensión venosa afecta directa- mente el acceso quirúrgico. Los pacientes con trombos debajo del nivel del hígado pueden tratarse con pinzamiento transversal por arriba y por abajo del trombo y extracción del mismo a través de una incisión en la vena cava en el punto de inserción de la vena renal (fig. 40-5A). Por lo común el trombo no se adhiere a la pared del vaso. Sin embargo, el pinzamiento transversal de la vena cava por arriba de las venas hepáticas puede reducir notablemente la precarga cardiaca y por lo tanto a menudo es necesario llevar a cabo técnicas de derivación. Para trombos por arriba de la vena hepática suele ser necesario un tratamiento multidisciplinario con derivación cardiopulmonar o derivación venovenosa. En casos de invasión de la pared de la vena cava o de la aurícula, con el fin de obtener un campo quirúrgico exangüe, puede utilizarse el paro circulatorio profundo con hipotermia. La embolización por trombos de tumor hacia la arteria pulmonar es una complicación poco común pero conocida durante estos casos y se asocia con altas tasas de morta- lidad (fig. 40-5B). Para casos con trombos tumorales extensos, la ecocardiografía transesofágica transoperatoria debe considerarse para vigilancia y valoración de posibles trombos tumorales. Si ocu- rre embolización, una esternotomía con derivación cardiopulmonar y extracción del trombo puede salvar la vida del paciente. Los pacientes sometidos a resección de una tumoración renal localizada se encuentran en riesgo sustancial de recurrencias a futuro. Se han identificado muchas características que son de importancia pronóstica, pero las más aceptadas incluyen la etapa, grado y tamaño del tumor, de las cuales cada una ejerce un efecto independiente sobre la recurrencia. Las recurrencias solitarias ais- 3 http://booksmedicos.org 1657 U ROLOGÍA CAPÍTU LO 40 ladas, ya sean locales o a distancia, pueden ser extirpadas con tasas de supervivencia a largo plazo sin enfermedad cercanas a 50%.17 Tratamiento quirúrgico y complicaciones. La nefrectomía, ya sea parcial o radical, puede realizarse a través de varios accesos quirúrgicos. Las incisiones en el flanco, a nivel de la undécima o duodécima costilla desde la línea axilar anterior hasta el borde externo del músculo recto del abdomen proporcionan acceso a los riñones sin penetrar a la cavidad peritoneal. Sin embargo, con frecuen- cia se penetra la cavidad pleural. Si la pleurotomía es pequeña, por lo común se cierra sin la necesidad de sonda de toracostomía. El acceso subcostal anterior también se utiliza en casos de nefrec- tomía. No existe el riesgo de perforación pleural, pero esta inci- sión es transperitoneal, de forma que es probable el íleo. Ahora es frecuente la nefrectomía laparoscópica y la nefrectomíaparcial laparoscópica con asistencia robótica tiene un sitio cada vez mayor en el tratamiento de los tumores renales pequeños. Para tumores grandes, en particular del lado derecho, donde el hígado dificulta la exposición del tumor, los accesos toracoabdominales pueden ser de gran utilidad. En tales casos se realiza una incisión en el flanco al nivel de la décima costilla y se continúa en dirección anterior y posterior más allá de la incisión típica en el flanco. Se penetran de manera intencionada las cavidades torácica y abdominal para lle- var al máximo la exposición y se divide parcialmente el diafragma en forma circunferencial, lo que permite la separación del hígado en dirección cefálica. En el posoperatorio se coloca una sonda de tora- costomía. La glándula suprarrenal no se extirpa de manera sistemá- tica a menos que el tumor muestre adherencia a la misma. Se carece de información con respecto a los beneficios de la disección de ganglios linfáticos cuando éstos son macroscópicamente normales. Las complicaciones de la nefrectomía radical incluyen hemo- rragia, neumotórax, lesión esplénica, lesión hepática y lesión de la cola del páncreas. La nefrectomía parcial ha incrementado el riesgo Figura 40-5. Trombo en la vena cava inferior. A. La imagen por CT con múltiples detectores muestra un trombo tumoral que se extiende por arriba del diafragma (flecha) que se origina de una tumoración en el riñón derecho. B. Extirpación en bloque de una tumoración renal derecha diferente con un trombo tumoral que se extendió a la arteria pulmonar. El paciente sigue vivo seis años después de la operación. A B de hemorragia tardía y fístula urinaria. El íleo no es común cuando no se penetra a la cavidad peritoneal. Cáncer prostático El cáncer de próstata es el cáncer no cutáneo más común en los varo- nes, con una incidencia en Estados Unidos de aproximadamente 200 000 casos por año. La detección anual, consistente en tacto rectal y antígeno prostático específico (PSA, prostate-specific anti- gen) en suero ha sido tema de debate intenso. La U.S. Preventive Services Task Force desaconseja el uso habitual de la detección de cáncer prostático. La American Urological Association recomienda la detección en los varones de 55 a 69 años de edad. Los pacientes de ascendencia afroamericana y aquellos con antecedente fami- liar de cáncer prostático deben considerarse para la detección a una edad más temprana (desde los 40 años). Los varones con resultado anormal en el tacto rectal o con elevación en las concentraciones de PSA tienen indicación para biopsia prostática a fin de establecer si existe la enfermedad. Con el advenimiento de la detección con PSA, el cáncer prostático ha experimentado una migración en las etapas, pues hoy en día la mayor parte de los casos se descubren en forma de enfermedad local confinada a la próstata. La mayoría de los pacientes con cáncer prostático no fallecen por la enfermedad en los siguientes 10 a 15 años, ya sea que reciban o no tratamiento al momento del diagnóstico. Sin embargo, aquellos sometidos a tra- tamiento inicial tienen mejor supervivencia específica por cáncer.18 El cáncer prostático se clasifica con base en el sistema de Gleason.19 Se asignan calificaciones primaria y secundaria con base en los patrones histológicos más comunes y el segundo más común. Los grados van de 1 para el tumor bien diferenciado a 5 para los tumores menos diferenciados. Se añaden grados a la calificación de Gleason. En la práctica actual, casi nunca se asignan calificaciones por debajo de 6. Para valorar la probabilidad de que el cáncer sea http://booksmedicos.org 1658 CON SIDERACION ES ESPECÍFICAS PARTE II localizado, localmente avanzado o metastásico se toman en consi- deración la calificación de Gleason, la concentración preoperatoria de PSA y el tacto rectal. El cáncer prostático con calificaciones altas (8 a 10) o concentraciones elevadas de PSA (> 20) tienen una probabilidad mucho mayor de diseminación, a menudo en forma de micrometástasis. Después del tratamiento definitivo, el incremento en las concentraciones de PSA indican cáncer recurrente. El sitio más común de diseminación de cáncer prostático son los ganglios linfáticos pélvicos y hueso. Para pacientes con enfer- medad de alto riesgo según la etapa clínica, grado de malignidad observado en la biopsia y concentración de PSA, la estadificación incluye gammagrama óseo y CT para buscar metástasis óseas o linfadenopatía pélvica. Existen muchas opciones terapéuticas para varones con enfermedad localizada, como la prostatectomía radical (técnicas retropúbica, perineal o laparoscópica con asistencia robó- tica), braquiterapia y radioterapia con haz externo. Para la enfer- medad de bajo riesgo, la eficacia de cada modalidad terapéutica parece ser similar. Para la enfermedad de bajo riesgo puede llevarse a cabo la prostatectomía radical con conservación unilateral o bila- teral de los nervios cavernosos para limitar la disfunción eréctil posoperatoria. Para la enfermedad de alto riesgo, puede llevarse a cabo la cirugía sin conservación de los nervios o la radioterapia de haz externo con la adición de tratamiento de privación de andró- genos. La morbilidad asociada con cada opción terapéutica difiere y es importante analizar los efectos secundarios con los pacientes. Después de la radioterapia son comunes los síntomas de irritación miccional y durante la defecación; la disfunción eréctil es un efecto secundario tardío. La prostatectomía radical se asocia con inconti- nencia temprana y disfunción eréctil (dependiendo de la conserva- ción de nervios). La incontinencia mejora de manera significativa con el paso del tiempo; menos de 1% de los varones operados por cirujanos expertos sufren problemas graves a largo plazo con el control urinario. De la misma forma, la disfunción eréctil mejora con el paso del tiempo. La mayor parte de varones menores de 55 años de edad recupera la función eréctil, a menudo con el auxilio de fármacos orales, si se conservaron ambos nervios cavernosos.20 Los varones de edad avanzada o aquellos con conservación de un nervio o ninguno tienen tasas bajas de función eréctil. La vigilancia activa surgió como una opción segura y viable para los varones en los que se anticipa una supervivencia < 10 años, que tienen calificación de Gleason baja (6), con enfermedad en etapa temprana (cT1c) y con enfermedad de bajo volumen, según la biop- sia. Los pacientes deben vigilarse de cerca con tacto rectal, análisis de PSA y biopsia repetida después de uno o dos años para valorar la posible progresión de la enfermedad. Una vez que el cáncer de próstata se disemina, ya no es curable. Existen fármacos que reducen la concentración sérica de testosterona o antagonizan el receptor de andrógenos y pueden controlar la enfermedad, a menudo por años, pero el cáncer siempre se vuelve resistente a este tratamiento. No obstante, los pacientes con cáncer prostático incurable pueden vivir muchos años y una gran cantidad muere por causas distintas al cáncer. Técnica quirúrgica y complicaciones. La técnica para la prosta- tectomía retropúbica radical abierta emplea una incisión en la línea media, desde la sínfisis del pubis hasta unos 5 cm por debajo de la cicatriz umbilical. No se penetra al peritoneo. Se extirpan los gan- glios linfáticos entre la vena iliaca externa y los vasos obturadores a ambos lados, aunque esto puede omitirse en casos con muy baja probabilidad de compromiso. Algunos realizan de manera regular una disección más amplia que mejora la estadificación, aunque no es seguro que se obtenga algún beneficio terapéutico. Los nervios cavernosos están en posición posterolateral inmediata a la cápsula prostática. Pueden respetarse si no es probable que el cáncer penetre la cápsula de ese lado, lo que depende de parámetros preoperatorios como los resultados de la biopsia, PSA y hallazgos en la explora- ción física. La prostatectomía radical laparoscópicacon asistencia robótica ya sustituyó a la prostatectomía laparoscópica a causa de Cuadro 40-2 Escala de lesión renal de la American Association for the Surgery of Trauma GRaDO TiPO DE LEsión DEsCRiPCión 1 Contusión Hematuria macroscópica o microscópica con estudio de imagen normal Hematoma Subcapsular, no expansivo, sin lesión del parénquima 2 Hematoma Hematoma perirrenal no expansivo confinado al retroperitoneo renal Profundidad < 1 cm sin extravasación de orina 3 Laceración Profundidad > 1 cm sin lesión del sistema colector o extravasación de orina 4 Laceración Laceración del parénquima en la corteza, médula y sistema colector 4 Vascular Lesión de la arteria o vena renal principal con hemorragia contenida 5 Laceración Destrucción completa del riñón 5 Laceración Avulsión del hilio renal con desvascularización renal Adaptado con autorización de Moore EE, Cogbill TH, Malangoni MA, et al.: Organ injury scaling. Surg Clin North Am. 75:293, 1995. Copyright Elsevier. la curva de aprendizaje y la mayor facilidad a causa de la sutura intracorpórea. Los beneficios sobre la prostatectomía retropúbica abierta incluyen menor hemorragia transoperatoria y convalecen- cia más corta. Algunos indican que se recupera la continencia en menos tiempo y las tasas de ED son más bajas, pero estos resulta- dos todavía no tienen una demostración amplia. Las complicaciones de la prostatectomía dependen del acceso. El acceso retropúbico puede ocasionar fístulas urinarias, linfocele y en muy raras ocasiones, lesión rectal o de uréter. La prostatectomía robótica utiliza un acceso transperitoneal que en ocasiones produce íleo, en particular en casos de fístula urinaria a través de la anastomo- sis vesicouretral. Todos los accesos conllevan un riesgo pequeño de incontinencia urinaria y un riesgo más sustancial de disfunción eréctil. TRAUMATISMOS Riñón Las lesiones renales son más comunes durante las contusiones abdominales y explican casi 90% de las lesiones al riñón. Todo paciente con lesiones graves por desaceleración, estado de choque o hematuria macroscópica deben ser sometidos a estudios de ima- gen radiográfica de los riñones. Asimismo, se somete a estudios de imagen a los pacientes con lesiones penetrantes al flanco o al abdomen, a menos que se encuentren inestables o que esté indicada la exploración quirúrgica inmediata. Las lesiones renales se clasifican con base en la extensión del daño (cuadro 40-2). Las contusiones abdominales por lo común se tratan en forma conservadora, en tanto que las lesiones renales penetrantes a menudo requieren exploración. La simple extravasa- ción urinaria no es indicación para exploración, pero está indicado repetir los estudios de imagen si se presenta una fístula persistente o si está indicada la colocación de una sonda de nefrostomía o endoprótesis. Todas las lesiones vasculares grado V deben explo- http://booksmedicos.org 1659 U ROLOGÍA CAPÍTU LO 40 rarse por medios quirúrgicos de inmediato, porque un retraso de varias horas disminuye en gran medida la posibilidad de salvar el riñón. Las lesiones renales graves se asocian con hemorragia significativa, pero los pacientes que se encuentran estables o sin hematoma pulsátil o en expansión pueden tratarse sólo con observación. Incluso en manos expertas, existe un riesgo signifi- cativo de pérdida renal durante la intervención quirúrgica y debe considerarse esta posibilidad antes de abrir el retroperitoneo; la mayor parte de las lesiones grado IV puede tratarse sin intervención quirúrgica (fig. 40-6).21 Los pacientes por lo común permanecen sin actividad hasta que cede la hematuria. En el cuadro 40-3 se enu- meran las indicaciones para la intervención quirúrgica en pacientes con traumatismo renal. Si es necesaria la exploración quirúrgica inmediata por otras lesiones, la estadificación de la lesión renal puede llevarse a cabo en la sala de operaciones. Si existe preocupación con respecto a la lesión renal o la presencia de un hematoma retroperitoneal es de utilidad una urografía intravenosa con una sola radiografía, 10 min después de la administración del medio de contraste (2 ml/kg de medio de contraste) para valorar la presencia de dos riñones funcionales y la gravedad de la lesión. Si la urografía excretora es anormal o el hema- toma es pulsátil, debe llevarse a cabo la exploración renal. Cuadro 40-3 Indicaciones para intervención quirúrgica por traumatismo renal Indicaciones absolutas 1. Hemorragia persistente, que pone en riesgo la vida por probable lesión renal 2. Avulsión del pedículo renal (lesión grado V) 3. Hematoma retroperitoneal en expansión, pulsátil o no contenido Indicaciones relativas 1. Laceraciones grandes de la pelvis renal o avulsión de la unión ureteropélvica 2. Lesiones pancreáticas o intestinales coexistentes 3. Fuga urinaria persistente, urinoma después de la lesión o absceso perirrenal con tratamiento percutáneo o endoscópico fallido 4. Urografía intravenosa anormal con una sola dosis de medio de contraste, realizada en el transoperatorio 5. Segmento de parénquima renal desvitalizado con fuga asociada de orina 6. Trombosis completa de la arteria renal de ambos riñones o de riñón único cuando parece conservada la perfusión renal 7. Lesión vascular renal después de tratamiento angiográfico fallido 8. Hipertensión renovascular Reproducido con autorización de Wiley-Blackwell. De Santucci RA, Wessells H, Bartsch G, et al: Evaluation and management of renal injuries: Consensus statement of the renal trauma subcommittee. BJU Int. 2004:93:937. A B Figura 40-6. Traumatismo renal cerrado después de un accidente en bicicleta. A. CT del riñón izquierdo con varias laceraciones profundas en el sistema colector y un hematoma perirrenal grande. Las imágenes tardías muestran extravasación de orina. El paciente se trató en forma conservadora, sin tratamiento quirúrgico. B. La CT 45 días después muestra mejoría significativa en el aspecto del riñón. La exploración renal se inicia al controlarse el hilio renal. Aun- que rara vez es necesario, el control transitorio del hilio renal puede disminuir la necesidad de nefrectomía cuando se encuentra una lesión grave en la exploración quirúrgica. Es necesaria la exposición completa para valorar el grado de lesión. Se realiza desbridamiento de todo el tejido no viable y se ligan las arterias segmentarias e interlobulares con catgut crómico o polidioxanona de calibre 4-0. Si hay lesión del sistema colector, se repara en este momento. Se valora la colocación de una endoprótesis y un dren percutáneo para prevenir la formación de urinoma. Una lesión vascular parcial a la arteria o vena renal puede repararse con polipropileno de 5-0 o 6-0. La lesión completa puede necesitar desbridamiento y si no se realiza anastomosis terminoterminal puede ser necesario el injerto vascular. Uréter La ubicación retroperitoneal del uréter lo protege de traumatis- mos externos; es poco común la lesión por contusión pero puede ocurrir con lesiones por desaceleración rápida. Puede haber lesión por traumatismos penetrantes, pero se necesitan altos índices de sospecha para hacer el diagnóstico apropiado. Todo traumatismo penetrante que afecta el retroperitoneo debe ser valorado en la inspección transoperatoria, con urografía excretora o CT. La pie- lografía ascendente es la prueba más sensible para lesión ureteral; si se observa sección parcial puede colocarse una endoprótesis. Con frecuencia también se lesiona el uréter en el transoperatorio, más a menudo en procedimientos quirúrgicos abiertos o laparos- cópicos incluyendo histerectomía, resección colónica anterior baja o cirugía aórtica. Los procedimientos endoscópicos como la ure- teroscopia pueden ocasionar lesión de uréter como perforación y avulsión. 4 http://booksmedicos.org 1660 CON SIDERACION ES ESPECÍFICAS PARTE II La reparación quirúrgica depende de la ubicación y extensiónde la lesión. Por lo general, una sutura mal colocada puede reti- rarse sin consecuencias después de un periodo corto. Las lesiones parciales pueden tratarse con reparación primaria, aunque debe desbridarse todo el tejido desvitalizado para evitar pérdida hís- tica y formación de urinoma. En tales situaciones deben colocarse endoprótesis ureterales para facilitar la cicatrización sin estenosis. Las lesiones ureterales bajas (por debajo de los vasos iliacos) se tratan mejor con reimplante ureteral, porque la irrigación puede ser escasa y las estenosis son más comunes con ureteroureterostomía distal. Las lesiones de la porción media del uréter pueden tratarse con ureteroureterostomía si es posible lograr una reparación sin tensión y en bisel. Para defectos más largos, la vejiga puede movilizarse y fijarse al músculo psoas. Si se requiere longitud adicional, puede crearse un colgajo tubular de vejiga (colgajo de Boari) con anastomosis al uréter residual. La movilización renal con nefropexia, mediante la fijación al músculo psoas puede proporcio- nar longitud adicional. En situaciones agudas rara vez son necesa- rios los autotrasplantes, transureteroureterostomía y el uréter ileal. Vejiga Las lesiones vesicales pueden ocurrir por traumatismos cerrados y penetrantes. Debe sospecharse el diagnóstico en cualquier trauma- tismo pélvico o en la porción baja del abdomen. Las perforaciones intraperitoneales son menos comunes que las retroperitoneales, pero pueden observarse en casos de lesiones con vejiga llena. Las lesiones vesicales a menudo se asocian con fracturas pélvicas y con frecuencia ocurren en combinación con lesiones de uretra. Casi todos los pacientes manifiestan hematuria macroscópica, aunque en ocasiones se observa hematuria microscópica. La presentación tardía puede asociarse con intoxicación, pero también ocurre como consecuencia de lesiones yatrógenas. Estos pacientes a menudo tie- nen anomalías electrolíticas y trastornos metabólicos como azo- emia y leucocitosis por la absorción de orina. Desde el punto de vista clínico, los pacientes presentan fiebre o íleo prolongado. La valoración radiográfica inicia con cistografía por CT o por fluoroscopia. Es vital evitar el llenado insuficiente, porque puede dar origen a un estudio falso negativo. Debe administrarse una cantidad preestablecida con base en la edad, que por lo común es de 300 a 400 ml en adultos. La vejiga puede llenarse por medio de gravedad, al elevar el catéter de Foley 15 cm por arriba de las ramas del pubis. Debe administrarse material de contraste para ocupar la capacidad natural de la vejiga. Es importante contar con una radiografía posmiccional para valorar la persistencia de medio de contraste, lo que sugiere perforación. Las lesiones vesicales extraperitoneales por lo común se tratan con drenaje con catéter por siete a 10 días. Si la explora- ción transoperatoria se lleva a cabo por otras lesiones, puede realizarse la reparación en ese momento. Para pacientes con lesiones pélvicas que requieren instalación de material metálico, la reparación de la rotura vesical debe hacerse al mismo tiempo. Las lesiones vesicales intraperitoneales deben explorarse y repararse de inmediato. Sin embargo, para casos de lesiones intraperitoneales pasadas por alto, los pacientes a menudo evolucionan bien con el simple drenaje con catéter. Para perforaciones grandes, después de la reparación se recomienda la colocación de una sonda supra- púbica, pero el catéter uretral grande es suficiente para lesiones pequeñas. Todas las lesiones, en especial aquellas tratadas por medios no quirúrgicos, deben vigilarse con cistografía para docu- mentar la cicatrización antes del retiro del catéter. Uretra Las lesiones de la uretra pueden dividirse con base en su ubicación en anteriores (uretra peniana y vulvar) y posteriores (membranosa y prostática). En todo paciente con traumatismo pélvico cerrado, sangre en el meato de la uretra, hematuria, incapacidad para orinar o hematoma perineal debe sospecharse lesión uretral hasta demos- trar lo contrario. Las lesiones de la uretra se sospechan en casos de fractura de la rama del pubis y ocurren en 10% de las lesiones unilaterales y 20% de las bilaterales.22 La estadificación se lleva a cabo por una uretrografía retró- grada. Este estudio puede realizarse con facilidad en la sala de urgencias con el paciente en posición oblicua y un catéter calibre 12 F colocado en el meato de la uretra. Aplicando tracción al pene, se introducen 30 ml de material de contraste mientras se obtiene una radiografía durante la administración del medio de contraste. La adición de fluoroscopia es de gran utilidad para el procedi- miento, pero puede omitirse si no se encuentra disponible. Puede diagnosticarse rotura parcial o completa con base en la extrava- sación o llenado de la uretra proximal. En pacientes con lesiones uretrales parciales puede intentarse la colocación de catéter. Aque- llos con rotura completa deben tratarse con colocación de sonda suprapúbica. Las lesiones de la uretra anterior a menudo se relacionan con lesiones por traumatismos a horcajadas y traumatismos penetran- tes. Las lesiones de uretra anterior por traumatismos cerrados pue- den tratarse en múltiples formas y en las publicaciones médicas se cuenta con series pequeñas que comparan los métodos. No se recomienda la reparación quirúrgica inmediata en situaciones agu- das, con excepción de lesiones penetrantes de baja velocidad. Si el paciente se encuentra estable, con formación de mínimo hematoma, debe considerarse la reparación. En casos de defectos de 1 a 2 cm puede llevarse a cabo el desbridamiento de la uretra, creación de un bisel y anastomosis terminoterminal con cierre hermético. Las lesiones grandes deben tratarse en forma diferida, porque podría ser necesario colocar injertos o colgajos para la reparación y el éxito puede disminuir con las infecciones. Para la mayor parte de los casos se recomienda el drenaje con catéter. Muchos recomiendan evitar la colocación de un catéter de uretra porque un desgarro par- cial puede convertirse a una disección completa. Sin embargo, el cateterismo suave realizado por un urólogo suele ser seguro. Para las roturas completas, se recomienda la colocación de una sonda suprapúbica; sin embargo, se desarrolla estenosis en el sitio de la lesión. Las lesiones uretrales posteriores por lo común son conse- cuencia de lesiones pélvicas por aplastamiento y fuerzas de ciza- llamiento que causan rotura de la unión prostatomembranosa. Otras lesiones del paciente dictan el tratamiento urológico. Debe evitarse la exploración quirúrgica abierta de la uretra por la alteración de la anatomía, el riesgo de hemorragia y la alta probabilidad de incon- tinencia y disfunción eréctil por lesión de los nervios adyacentes. Puede iniciarse el tratamiento con sonda suprapúbica y reparación tardía o con realineación primaria tardía. La alineación endoscó- pica primaria, cuando es posible, disminuye las tasas de estenosis sin incrementar los resultados adversos.23,24 Las estenosis de uretra pueden ser causadas por traumatismos o trastornos inflamatorios. Se clasifican con uretrograma retrógrado o cistouretrograma miccional (VCUG, voiding cystourethrogram). Los pacientes con defectos cortos pueden tratarse con dilatación o uretrotomía cistoscópica. Dependiendo de su ubicación, longitud y gravedad, pueden ser necesarias las reparaciones abiertas. Es posi- ble que se necesite un injerto en los defectos grandes para evitar el acortamiento peniano significativo. En pacientes jóvenes debe considerarse el tratamiento quirúrgico abierto para la reparación definitiva de la estenosis, por la tendencia de las estenosis a recurrir cuando se tratan sólo con dilatación. Testículos Las lesiones testiculares ocurren más a menudo con traumatismos cerrados, cuando el testículo se comprime contra el muslo o hueso del pubis con fuerza suficiente para romper la túnicaalbugínea. Para individuos con traumatismo escrotal, la modalidad preferida para estadificar la lesión es la ecografía, que permite valorar el flujo sanguíneo testicular, presencia de contusiones testiculares, hema- 5 6 http://booksmedicos.org 1661 U ROLOGÍA CAPÍTU LO 40 tomas intratesticulares, hematoceles o rotura de la túnica albugí- nea. La presencia de hematoceles debe incrementar la sospecha de rotura testicular porque la ecografía podría no detectar defectos en la túnica albugínea en tales situaciones.25 El objetivo de la intervención quirúrgica es salvar tanto parénquima como sea posible y evitar las complicaciones tardías como atrofia isquémica o formación de absceso. Si no se evacua un hematocele grande, puede ocasionar atrofia isquémica y en tales casos debe valorarse el drenaje. La rotura de la túnica albugínea puede repararse en forma primaria y tal vez sea necesario desbridar el parénquima no viable. Para traumatismos penetrantes se reco- mienda la exploración inmediata para la estadificación y reparación precisas. Con frecuencia estas lesiones ocasionan desvasculariza- ción grave y aparición de tejido no viable (en especial en heridas por proyectil de arma de fuego). Aunque podría ser posible el sal- vamento, por lo común es necesaria la orquiectomía. Pene Las fracturas del pene son lesiones que implican la rotura traumá- tica de la túnica albugínea, casi siempre ocurrida durante el coito, por lo general con la pareja femenina en la parte superior. Los cuerpos del pene ingurgitados pueden romperse si se genera una fuerza suficiente contra la sínfisis del pubis o perineo de la pareja (fig. 40-7). Es probable que los varones noten un chasquido audible inmediato y experimentan detumescencia peniana rápida. La infla- mación se desarrolla de inmediato. Si la fascia de Buck se rompe, la inflamación y hematoma llegan al perineo (”signo de mariposa”). A la llegada a menudo se observa la típica apariencia del pene en “berenjena”, aunque no siempre es así. La exploración a través de una incisión tipo circuncisión con reparación del defecto ofrece la mejor oportunidad de evitar la disfunción eréctil permanente y una deformidad peniana, al tiempo que también reduce el riesgo de infección.26 Debe realizarse un uretrograma retrógrado para descar- tar lesión uretral al momento de la operación. Otro método consiste en oclusión manual de la uretra en el transoperatorio al nivel de la unión penoescrotal con inyección de azul de metileno diluido bajo presión en el meato uretral con una jeringa unida a un catéter. En casos de rotura uretral puede observarse salida del colorante. Si se encuentra la lesión debe repararse la uretra teniendo cuidado de no estrechar de manera significativa la luz uretral. Se coloca un caté- ter de Foley por varios días después de la operación. Toda lesión penetrante al pene debe ser sometida a exploración para reparar cualquier lesión a los cuerpos penianos o a la uretra. Figura 40-7. Fractura peniana. A. Paciente con fractura peniana que se sospechó con base en la anamnesis y exploración física. Obsérvese la ausencia de cambios de coloración, que a menudo está presente. B. Aspecto transoperatorio de la rotura bilateral de los cuerpos cavernosos (flechas) sobre la superficie ventral del pene. La uretra, que se encuentra entre los dedos del cirujano, no sufrió lesión. A B URGENCIAS Retención aguda de orina La retención aguda de orina (AUR, acute urinary retention) puede ocurrir en varones o mujeres y tener varias causas, aunque más a menudo ocurre en varones con hiperplasia prostática benigna (BPH, benign prostatic hyperplasia). Otras causas crónicas de un mal vaciamiento vesical como neuropatía diabética, estenosis de uretra, esclerosis múltiple o enfermedad de Parkinson pueden oca- sionar episodios de retención urinaria completa, a menudo cuando ocurre distensión vesical excesiva. Esto ocurre con frecuencia en entornos hospitalarios cuando el paciente tiene movilidad limitada y recibe medicamentos que disminuyen la contractilidad vesical, como opioides o anticolinérgicos. El estreñimiento, un efecto secundario común de estos medicamentos puede empeorar la retención urinaria. La hematuria significativa puede dar origen a formación de coágulos sanguíneos, los cuales bloquean la uretra y causan retención. Aunque algunos pacientes que reciben dosis elevadas de nar- cóticos o aquellos con descompensación vesical crónica pueden no experimentar molestias, la mayor parte de los sujetos con AUR experimentan dolor significativo. Si la retención urinaria ha durado varios días (a menudo acompañada de incontinencia por rebosa- miento), los pacientes pueden desarrollar insuficiencia renal aguda. El tratamiento consiste en la colocación de un catéter uretral tan pronto como sea posible. Sin embargo, la BPH o estenosis de ure- tra a menudo hace difícil la colocación de un catéter. Para varones con BPH, un catéter curvado es útil para hacer avanzar la porción angulada del mismo en la uretra prostática (fig. 40-8A). La parte curvada (cuya posición angulada está alineada con el acceso para inflar el globo) se mantiene a la posición de las 12 según las mane- cillas del reloj conforme pasa a través de la uretra (fig. 40-8B). Un error común es utilizar catéteres más pequeños para superar la obstrucción por una próstata aumentada de tamaño. Sin embargo, los catéteres de mayor calibre (18 a 20F) son menos flexibles y tienen mayor probabilidad de alcanzar la vejiga en lugar de cur- varse en la uretra prostática. Los catéteres más pequeños son útiles para atravesar la estenosis uretral. Debe sospecharse estenosis de uretra cuando el catéter encuentra resistencia más cerca del meato, porque muchas estenosis ocurren en la porción distal de la uretra, la cual es más estrecha que la porción proximal. Con el empleo de un catéter 12 o 14F a menudo puede hacerse avanzar el catéter hacia la vejiga. Si la colocación de un catéter no tiene éxito, debe 7 http://booksmedicos.org 1662 CON SIDERACION ES ESPECÍFICAS PARTE II solicitarse una consulta urológica. El urólogo puede optar por a) usar un cistoscopio, alambre guía y dilatadores uretrales para dilatar la estructura y colocar una catéter con punta Counsel mediante la téc- nica de Seldinger, o b) colocar una sonda suprapúbica a unos dos traveses de dedo sobre la sínfisis del pubis. Respecto a la sonda suprapúbica, primero debe realizarse una aspiración con una aguja exploradora para localizar la vejiga y evitar el contenido abdomi- nal, aunque es improbable la lesión intestinal con la vejiga disten- dida que llena la pelvis. Si la causa de la retención es hematuria, a menudo es necesario realizar irrigación continua de la vejiga para evitar la formación de coágulos. Esto se lleva a cabo a través de un catéter de tres vías que tiene una vía de acceso adicional para la administración del líquido. El líquido se aplica por gravedad, porque el uso de presiones elevadas puede ocasionar perforación vesical si se ocluye el sitio de salida de la orina. Deben realizarse análisis de orina porque el vaciamiento vesical inadecuado favorece la infección. También debe valorarse la función renal para los individuos con retención aguda de orina al verificar las concentraciones de creatinina, cuyo incremento sugiere que la AUR ha ocasionado disfunción renal y estos pacien- tes se encuentran en riesgo de diuresis posobstructiva. Se vigila a dichos sujetos en busca de diuresis excesiva, a menudo ocasionada por diuresis osmótica por retención de desechos nitrogenados o Vejiga Uretra Porción posterior de la próstata Porción anterior de la próstata A B Figura 40-8. Catéter curvado. A. Esquema del aspecto lateral de la uretra prostática que muestra angulación cefálica al nivel del cuello vesical, en el cual el catéter curvado es útil para atravesar la zona de estenosis. B. Punta de un catéter curvado. Obsérvese la punta, la cual siempre se dirige a las 12 segúnlas manecillas del reloj durante la introducción. por un defecto transitorio en la capacidad de concentración renal. Deben reponerse los líquidos y electrólitos si el gasto urinario excede 200 ml/h, en especial si se observa inestabilidad hemodi- námica o desequilibrio electrolítico. La reposición de líquidos por lo común se lleva a cabo con 0.5 ml de solución salina al medio normal por cada mililitro de orina por arriba de 200 ml/h, aunque la complementación con sodio y potasio depende del estado elec- trolítico del paciente. Una vez que se ha vaciado la vejiga en forma adecuada, debe atenderse la causa de la retención de orina. Para varones con pro- bable BPH debe iniciarse un antagonista α como tamsulosina. Aun- que la finasterida y la dutasterida (inhibidores de la reductasa 5α) reducen en 50% la incidencia de retención urinaria, requieren unos cuantos meses para tener efecto y por lo tanto, no aportan un beneficio significativo en el corto plazo. Los narcóticos deben reducirse a tolerancia y es preciso tratar el estreñimiento. La compresión aguda de la médula espinal, que se acompaña de parestesias con distribu- ción en silla de montar, es una urgencia neurológica que amerita consulta neuroquirúrgica u ortopédica. En la mayor parte de los casos, excepto en las lesiones neurológicas graves, los pacientes pueden reanudar la micción y el catéter se retira después de uno o dos días. Se revisan el volumen residual posterior a la micción con un dispositivo portátil de ecografía (explorador vesical) o con cateterismo “directo” para medir la cantidad de orina residual des- pués que el paciente ha intentado vaciar la vejiga. En pacientes con disfunción hepática grave, el explorador vesical puede malin- terpretar el líquido de ascitis como orina. La capacidad de orinar en presencia de un volumen residual posterior a la micción mayor de 200 ml preocupa por el posible desarrollo de otro episodio de AUR. Se puede dar la opción a los pacientes de un catéter perma- nente por unos días más con una prueba de micción subsiguiente, o de aprender a realizar cateterismo intermitente con técnica lim- pia (CIC, clean intermittent catheterization), en la que el paciente introduce un catéter en la vejiga y la vacía después de intervalos predeterminados (4 a 6 h) o después de los intentos de micción. Este es el método preferido, ya que reduce la probabilidad de infeccio- nes por un catéter permanente y puede mejorar la función vesical. Sin embargo, la mayoría de los pacientes se resisten a esta técnica. Torsión testicular El diagnóstico diferencial de dolor escrotal agudo incluye la torsión testicular, que suele ocurrir en recién nacidos o adolescentes, pero también se observa en otros grupos de edad. La irrigación al testículo se compromete por la torsión del cordón espermático en la túnica vaginal, lo que da origen a isquemia de epidídimo y testículo. En el recién nacido puede ocurrir torsión extravaginal con torsión simul- tánea de la túnica vaginal y del cordón espermático. Los factores de riesgo para torsión testicular incluyen testículos no descendidos, tumores testiculares y la deformidad “en badajo de campana”, con fijación del gubernáculo del testículo a la pared escrotal. La anamnesis es fundamental para el diagnóstico. El paciente describe dolor de inicio súbito en el momento bien definido, con hinchazón subsiguiente. La exploración física también revela hin- chazón, asimetría escrotal dolorosa con testículo en posición alta. Los niños por lo común tienen un reflejo cremastérico rápido que suele perderse en casos de torsión. El diagnóstico se establece con anamnesis y exploración física, pero puede confirmarse con eco- grafía Doppler que por lo común muestra disminución del flujo sanguíneo intratesticular en comparación con el testículo sano. Si no se dispone con rapidez de ecografía, está indicada la exploración quirúrgica oportuna si existe duda razonable de posible torsión. Sin embargo, además de descartar otras enfermedades, la ecografía puede descartar neoplasia testicular asociada, que sería indicación para medición de marcadores tumorales séricos y de una incisión in- guinal, más que escrotal. Es posible salvar un testículo con la exploración quirúrgica in- mediata. Más del 80% de los testículos puede salvarse si la cirugía http://booksmedicos.org 1663 U ROLOGÍA CAPÍTU LO 40 se realiza en menos de 6 h; esta tasa disminuye a < 20% conforme el tiempo aumenta a más de 12 h.27 Al momento de la operación, se examina el testículo contralateral y se fija a la fascia dar- tos para contrarrestar la posibilidad de que exista el mismo defecto anatómico que permitió la torsión en el otro testículo. Se hacen incisiones medial (sobre el rafe medio) o transversales bila- terales en el escroto. Una vez que se reduce la torsión del testículo, debe valorarse su viabilidad después de dar tiempo para que se rea- nude el flujo sanguíneo normal. Puede valorarse el flujo sanguíneo mediante Doppler transoperatorio o con una incisión en la túnica vaginal para examinar si sangra. Los testículos se fijan a la fascia dartos con material de sutura no absorbible delgado en su cara medial, lateral e inferior; antes de hacerlo se confirma con cuidado que el cordón espermático no está torcido. Sólo si el testículo se encuentra claramente necrótico debe realizarse una orquiectomía para evitar la formación tardía de absceso, porque la función general del testículo puede mejorar con conservación testicular en casos de presentación moderadamente tardía (15 h).28 Gangrena de Fournier La gangrena de Fournier es una fascitis necrosante de los genitales y perineo del varón que puede progresar con rapidez y es letal si no se trata en forma oportuna (fig. 40-9A). Se han reportado tasas de mortalidad de 30 a 40%.29 Los factores de riesgo incluyen estenosis de uretra, abscesos perirrectales, mala higiene perineal, diabetes, cáncer, VIH y otros estados de inmunodepresión.30 La infección se disemina sobre las fascias del dartos, Scarpa y Colles. Los sig- nos clínicos incluyen fiebre, dolor escrotal y perineal e induración de los tejidos asociados. En ocasiones las únicas manifestaciones podrían ser celulitis, formación de escaras, áreas de necrosis, des- camación de la piel y crepitación. El diagnóstico se establece en gran medida con bases clínicas y con menos frecuencia por estu- dios de laboratorio o radiográficos. El paciente por lo común des- cribe dolor desproporcionado con los datos de la exploración física. El desbridamiento rápido del tejido no viable y la adminis- tración de antibióticos de amplio espectro evitan la diseminación adicional (fig. 40-9B). Si existe daño al esfínter externo, los pacien- tes pueden necesitar colostomía.30 Los testículos tienen irrigación separada y por lo común no se encuentran en riesgo y no es necesaria su extirpación. Pueden sepultarse en el tejido subcutáneo del muslo para facilitar el tratamiento posoperatorio. Los pacientes con frecuencia requieren desbridamiento frecuente en quirófano. Es necesario el control estricto de la glucemia y una nutrición adecuada para facilitar la cicatrización de la herida. Los defectos hísticos grandes deben tratarse al inicio con cambios fre- cuentes de apósitos. Las estrategias de reconstrucción incluyen colocación de injertos cutáneos según sea necesario cuando hay grandes defectos hísticos por el daño extenso a los tejidos. Priapismo El priapismo es la erección persistente por más de 4 h, no relacio- nada con estimulación sexual. El priapismo se divide en dos tipos, con base en la fisiopatología subyacente. El tipo más común, el priapismo isquémico o por bajo flujo, es una urgencia médica. En la exploración el pene es muy doloroso a la palpación y ambos cuerpos cavernosos se encuentran rígidos mientras que el glande se encuentra fláccido. La disminución del flujo venoso con persistencia del flujo arterial ocasiona incremento de la presión en el interior de los cuerpos
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