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15 Robertazzi Representaciones e Imaginario Social

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MATERIA: PSICOLOGÍA SOCIAL II 
PROFESORA ADJUNTA REGULAR A CARGO: MARGARITA ROBERTAZZI 
FECHA: 1º CUATRIMESTRE DE 2007 
 
REPRESENTACIONES SOCIALES E IMAGINARIO SOCIAL1 
AUTORA: MARGARITA ROBERTAZZI 
 
Introducción 
 
La Psicología Social ha ido desplegándose en el tiempo describiendo un 
movimiento oscilante entre un polo psicológico y otro sociológico, acentuando 
en mayor o menor medida alguno de ellos, lo que llevado a calificarla como 
Psicología Social Psicológica o Psicología Social Sociológica. Habría 
coincidencias, por ejemplo, en señalar a Floyd Allport -por sus estudios sobre 
las actitudes- como un representante de una orientación más psicológica, dado 
que tomaba al individuo como unidad de análisis y dejaba de lado la 
perspectiva sociológica. Conceptualizaciones más actuales, como la teoría de las 
representaciones sociales, por su interés justamente en enfocar los orígenes 
sociales del conocimiento, ponen en cambio de relieve la necesidad de ocuparse 
de ambos polos, a los que consideran abordajes complementarios. 
Luego de la antigua y estéril polémica instalada hacia fines del siglo XIX entre 
posiciones como las de Tarde y Durkheim, podría afirmarse hoy que ambas 
disciplinas, a lo largo de su desarrollo, han tenido que incluir -más o menos 
explícitamente- el otro polo. La Sociología se encontró con que debía incluir la 
perspectiva de las personas, la particularidad, como un modo de optimizar sus 
análisis más totalizadores y la Psicología tuvo que ir incorporando, en sus 
estudios acerca del individuo, la influencia de las experiencias sociales y de los 
factores ambientales. Es indudable el valor que cada disciplina tiene en sí 
misma, pero también lo es el hecho de que cada perspectiva se beneficia y se 
potencia con la otra. La perspectiva subjetiva favorece el entendimiento de los 
 
1 Este trabajo reproduce los contenidos sobre los que versó la clase de oposición para obtener el cargo de 
Profesora Adjunta Regular en el Área de Psicología Social Comunitaria en el año 2005, en la Facultad de 
Psicología, UBA. Más específicamente el tema de oposición fue “Comparar los conceptos de 
representaciones sociales e imaginario social”. 
procesos mentales de los seres sociales individuales y la perspectiva sociológica 
posibilita analizar a los procesos mentales como productos culturales e 
históricos. 
En el marco de la Psicología Social actual se utilizan distintos conceptos con la 
finalidad de ilustrar esas intersecciones o articulaciones, algunos de ellos se 
aplican como si fueran intercambiables, pero no se trata justamente de 
sinónimos, por lo que se requiere de mayor sistematización y análisis para 
advertir sus diferencias y evitar la confusión. 
Se pueden mencionar distintas expresiones con las que se intentó dar cuenta 
del modo en que los aspectos individuales y colectivos se van intrincando, es 
decir del modo en que se articulan dialécticamente la interioridad y la 
exterioridad: actitudes colectivas, representaciones sociales, imaginario social, 
ideología, habitus2, mentalidades. 
En este trabajo se intentará discriminar y sistematizar los conceptos de 
representaciones sociales e imaginario social, tal vez dos de los más utilizados 
en nuestro país y en la actualidad por quienes se dedican al estudio de 
fenómenos colectivos en psicología. 
 
El estudio de las representaciones sociales 
La teoría de las representaciones sociales fue formulada por Serge Moscovici3, 
quien inauguró un campo de investigación teórico y empírico sumamente 
fructífero para la Psicología Social hace ya cuarenta años. 
En 1961 abordó en su tesis doctoral la elaboración de la representación social 
del psicoanálisis basándose en el concepto de representaciones colectivas de 
 
2 El concepto de habitus se ha desarrollado en el material de cátedra titulado: “Elementos de Sociología 
de la ciencia. Contribuciones a la Psicología Social. Controversias”. 
3 Serge Moscovici nació en 1928 en Rumania. Pudo dejar su país, donde padeció el antisemitismo, y 
establecerse en Francia a partir de 1948, donde estudió Psicología en la Sorbona y donde desarrolló su 
carrera académica y profesional. Hoy es uno de los más destacados representantes de la psicología social 
europea actual. En el marco del paradigma de la interacción social, Moscovici redireccionó los estudios 
sobre influencia social, abordando no sólo los problemas de la reproducción y la estabilidad sino 
atendiendo al papel de las minorías para explicar el cambio social, postuló el modelo psicogenético 
opuesto al modelo funcionalista y se interesó por la relevancia social de los estudios de psicología social. 
Es además un activo participante del movimiento ecologista. 
 
Emile Durkheim. Se trataba de una investigación en la que, mediante la 
encuesta y el análisis de contenido de artículos de prensa, intentaba conocer 
cómo la sociedad francesa había incorporado conceptos provenientes de la 
teoría psicoanalítica y los había transformado en un tipo de conocimiento del 
sentido común que resultaba útil para manejarse en la vida cotidiana. 
Este investigador afirmó que la evolución de la Psicología Social podía pensarse 
en tres grandes etapas, y que cada una de ellas se caracterizaba por poseer un 
concepto muy bien definido: las actitudes sociales, las cogniciones sociales y, 
finalmente, las representaciones sociales (Moscovici, 1985). 
Entendía que la psicología social: “(...) se ha ocupado y sigue haciéndolo de un 
solo y único problema: ¿por qué se produce el conflicto entre individuo y 
sociedad? (...) Ninguna otra ciencia aborda este problema de forma tan directa, 
ninguna siente una atracción tan profunda por ese conflicto” (Moscovici, op.cit., 
p. 18). En su perspectiva la disciplina es la ciencia de los fenómenos de la 
ideología (cogniciones y representaciones sociales) y de los fenómenos de la 
comunicación, incluyendo entonces diversos niveles de las relaciones humanas: 
relaciones entre individuos, entre individuos y grupos y entre grupos. 
Para el citado autor, a diferencia del anterior concepto durkheimniano de 
representaciones colectivas, las representaciones sociales serían algo propio de 
nuestra época, caracterizadas tanto por su función simbólica como por su papel 
en la construcción de la realidad. Las representaciones sociales son sistemas de 
valores, ideas y prácticas con una función doble; primero, la de establecer un 
orden que les permita a los individuos orientarse en su mundo social material y 
dominarlo, y segundo, la de facilitar la comunicación entre los miembros de la 
comunidad, proporcionándoles un código para nombrar y clasificar los diversos 
aspectos de su mundo y su historia individual y grupal. 
Moscovici (1979) las define como constructos cognitivos compartidos en la 
interacción social cotidiana que proporcionan a los sujetos un entendimiento del 
sentido común de sus experiencias en el mundo. Este conjunto de conceptos, 
afirmaciones y explicaciones se originan en la vida diaria, en el transcurso de 
las comunicaciones entre los individuos y cumplen una función similar a la que 
cumplían los mitos y las creencias en las sociedades tradicionales, serían la 
versión contemporánea del sentido común. 
Existen otros conceptos afines con los que, sin embargo, sostiene sus 
diferencias, por ejemplo, opinión, actitud, imagen, todos ellos pueden ser 
pensados como respuestas a un estímulo externo y son preparaciones para la 
acción, mientras que la representación social incluye tanto al estímulo como a 
la respuesta que provoca. Es bastante más que una guía para la conducta 
puesto que remodela y reconstituye elementos del ambiente donde el 
comportamiento tiene que desplegarse, de este modo le da sentido a la 
conducta mientras la integra en un sistema relacional amplio.Al respecto decía 
Moscovici (1979, p. 27): 
Las representaciones sociales son entidades casi tangibles. 
Circulan, se cruzan y se cristalizan sin cesar en nuestro universo 
cotidiano a través de una palabra, un gesto, un encuentro. La 
mayor parte de las relaciones sociales estrechas, de los objetos 
producidos o consumidos, de las comunicaciones 
intercambiadas están impregnadas de ellas. Sabemos que 
corresponden, por una parte, a la sustancia simbólica que entra 
en su elaboración y, por otra, a la práctica que produce dicha 
sustancia, así como la ciencia o los mitos corresponden a una 
práctica científica y mítica. 
Son conjuntos dinámicos cuya característica es la producción de 
comportamientos y de relaciones con el medio, es una acción que los modifica 
a ambos y no una mera reproducción de esos comportamientos o relaciones, ni 
tampoco una reacción a un estímulo exterior dado. Agrega el autor citado: “(...) 
no las consideramos ‘opiniones sobre’ o ‘imágenes de’, sino ‘teorías’ de las 
‘ciencias colectivas’ sui generis, destinadas a interpretar y construir lo real... es 
un conocimiento que la mayoría de nosotros emplea en su vida cotidiana” 
(Moscovici, 1979, p. 33). En esta misma perspectiva, Basabe, Páez y cols. 
(1992) las denominan prototeorías del sentido común. 
 
 
 
Distintas definiciones sobre representaciones sociales 
Desde la ya clásica definición proporcionada por el creador del concepto, “(…) 
la elaboración de un objeto social por una comunidad” (Moscovici, 1961/79), 
muchos otras definiciones han sido propuestas, las que acentúan distintos 
aspectos: 
 
Las representaciones sociales tienen una doble función: hacer que lo 
extraño resulte familiar y lo invisible perceptible (Farr, 1985). 
 
(…) principios organizadores de las posiciones adoptadas en las relaciones 
simbólicas entre actores sociales, posiciones que van ligadas a las 
inserciones específicas de estos actores en un conjunto definido de 
relaciones sociales (Doise, 1991). 
 
El estudio de las representaciones sociales permite rastrear una 
prototeoría que posibilita encontrar una narrativa justificatoria pública, una 
teoría explicativa perteneciente al sentido común (Basabe, Páez y cols., 
1992). 
 
Proceso y producto de una actividad mental que elabora un grupo sobre 
aquello que puede llevar a cabo y que también define objetivos y 
procedimientos para sus miembros (...) conocimiento socialmente 
elaborado y compartido, conocimiento práctico que circula en diferentes 
comunidades (Jodelet, 2003). 
 
Características de las representaciones sociales 
En el seminario de posgrado sobre “Representaciones sociales y memoria 
colectiva” que impartió Jodelet en la Facultad de Psicología de la UBA en 2003 
presentó las siguientes características sobre el concepto de representaciones 
sociales: 
1. Se refiere siempre a alguna cosa, el objeto de la representación, y es de 
alguien, es decir el sujeto de la misma. Involucra a sujeto y objeto, las 
características de uno y otro generarán efectos sobre la representación de que 
se trate. 
2. Ocupa el lugar del objeto, tiene con él una relación de simbolización y 
también de interpretación, pues le otorga significado. Será resultado de una 
actividad que la convierten en una construcción y una expresión del sujeto. De 
ahí que tal actividad permita estudiar al sujeto desde un punto de vista 
psicológico, considerando sus procesos cognitivos u otros mecanismos 
intrapsíquicos, como motivación, pulsión, entre otros. Sin embargo, lo más 
característico de las representaciones sociales es que integra a este tipo de 
estudios la participación social y cultural de los individuos y el concepto se 
aplica así a la actividad mental de un grupo o colectividad. 
3. Es una forma de conocimiento, se presenta como una modelización del 
objeto. 
4. Es eficaz socialmente pues se trata de un saber práctico, para actuar sobre el 
mundo y los otros. Esta función de adaptación práctica puede ser designada 
como compromiso psicosocial. 
 
Determinantes para la producción y el funcionamiento de las 
representaciones sociales 
Los procesos de anclaje y objetivación son los determinantes de la producción y 
el funcionamiento de las representaciones sociales. Pueden definirse del 
siguiente modo: 
La objetivación es el proceso por el cual se le otorga realidad material a una 
entidad abstracta, por lo tanto implica acentuar el aspecto icónico, equiparando 
el concepto a la imagen para lo cual selecciona algunos aspectos de toda la 
masa de información circulante respecto del objeto de la representación. Este 
modelo figurativo, conocido como vaciado icónico, reproduce lo abstracto de 
modo casi visual y constituye la parte central de la representación. Asimismo 
este proceso naturaliza el concepto abstracto reificando el modelo figurativo y 
llevando la imagen a una elaboración social de la realidad. 
El anclaje es el proceso que permite clasificar al objeto de la representación 
dentro de las categorías de la sociedad. Se lo transforma en un objeto útil al 
insertarlo en una jerarquía ya existente de normas, valores y producciones 
sociales. Por lo tanto una representación social es un modo de conocimiento 
propio de una sociedad particular y su función es convertir lo extraño en 
familiar. Este proceso se caracteriza por una forma de razonamiento en la que 
la conclusión controla las premisas. Esta modalidad, propia del pensamiento 
social, es opuesta al modo de razonamiento del científico. Sin embargo no 
podría pensarse que la oposición es una única relación posible entre ambas 
formas de pensamiento, hay también complementación, se nutren 
recíprocamente, lo que se hace evidente en la orientación del progreso 
científico y en la difusión de la ciencia en la sociedad. 
 
Otros aportes a las teorías de las representaciones sociales 
Según teorizaciones de Abric (1985) puede concebirse a la representación social 
como una estructura socio–cognitiva regulada por un doble sistema, que consta 
de dos entidades distintas y, a la vez, complementarias: el sistema central y 
el sistema periférico. El sistema central tiene dos funciones esenciales, una 
función organizadora, porque dicho sistema determina la naturaleza de las 
relaciones entre los distintos elementos de la representación, sería el elemento 
unificador y estabilizador y una función generadora, ya que determina el 
significado de cada uno de los elementos del campo representacional. 
El sistema periférico está formado por un conjunto de elementos que permiten 
la fijación de la representación en la realidad del momento. Se trataría de 
esquemas condicionales, porque los elementos periféricos poseerían una 
flexibilidad mayor que los elementos centrales. De este modo, autorizan las 
modulaciones individuales de la representación e intervienen en los procesos de 
defensa y transformación de las representaciones. 
Muchas investigaciones se han dedicado al estudio del sistema periférico y han 
aclarado muchos de sus procesos. Sin embargo, la naturaleza y el 
funcionamiento del sistema central no se perciben con tanta claridad. 
Las representaciones sociales son vehiculizadas por el lenguaje y de esta 
manera se produce y reproduce lo social. Se refieren tanto a un proceso como 
a un contenido y este último puede analizarse en diferentes dimensiones: la 
actitud, la información y el campo de la representación referido a un objeto 
social determinado. 
Para Basabe, Páez y cols. (1992) las representaciones sociales serían 
analizables en tres dimensiones: 
Información: suma de conocimientos sobre un objeto social 
Núcleo: alrededor del cual se organiza el contenido de las representaciones 
sociales 
Actitud: dimensión evaluativa -positiva o negativa- hacia un objeto de 
representación 
Distintos psicólogos sociales hoy plantean la imposibilidad de la comunicación 
social sin la existencia de representacionessociales compartidas que les 
proporcionen a los grupos significados comunes, dado que además permiten 
demarcar la posición del propio grupo, diferenciándose así de los otros grupos. 
Basabe, Páez y cols. (op. cit., p. 82) acentúan más este aspecto al señalar que 
no cualquier estereotipo o conjunto de creencias ideológicas constituyen una 
representación social. “Sólo lo son aquellas que emergen y se orientan a 
justificar, explicar y dar cuenta de un conflicto intergrupal o de una realidad 
psicosocial conflictiva”. 
En la investigación realizada por estos investigadores sobre consumo de alcohol 
en los jóvenes puede observarse cómo el estudio de las representaciones 
sociales permite rastrear una prototeoría que posibilita encontrar una narrativa 
justificatoria pública, una teoría explicativa del sentido común. Estos aspectos 
lógico-discursivos pueden ser reconstruidos a posteriori -merced a un trabajo 
de investigación- y su esclarecimiento es lo que permite operar para generar 
algún cambio en las representaciones sociales (ya sea preparar un proyecto 
preventivo u otro tipo de intervención en la comunidad). 
Muy sintéticamente, y a modo de ejemplo, la prototeoría reconstruida por esos 
investigadores puede plantearse del siguiente modo: “consumir alcohol es 
bueno, produce efectos mayormente positivos. Si uno se puede mantener en el 
punto justo, y la persona no se pasa, se evitan los efectos negativos, dando así 
muestras de autocontrol”. 
En ese modo de argumentar acerca del alcohol puede reconocerse una teoría 
del sentido común sobre el aprendizaje y una concepción de sujeto con la 
posibilidad del autodominio del consumo, es decir que se estaría ya insinuando 
la posibilidad de apertura a una dimensión imaginaria no sólo argumentativa 
sino también argumental. 
La modelización presentada por estos investigadores es de mucho interés en la 
medida en que parecen estar advirtiendo que no sería suficiente con apelar a 
ideas o a la mera información para hacer una propuesta de 
prevención/intervención, sino que habría que poder construir nuevos guiones y 
escenarios, es decir otras representaciones sociales que permitan reemplazar a 
las ya existentes. 
A pesar de la gran difusión que ha tenido el estudio de las representaciones 
sociales, especialmente en Europa y Latinoamérica, también ha provocado 
controversias y críticas. Harré y Lamb (1992) plantean que tales críticas 
obedecieron a la influencia prevaleciente de dos corrientes científicas 
principales: el conductismo en psicología y la tradición positivista de la filosofía 
de la ciencia, las que también demoraron el desarrollo de este tipo de 
investigaciones. 
Los últimos estudios se refieren a este objeto de estudio como un fenómeno 
rico y complejo, que requiere gran variedad de métodos, estrategias y tácticas 
para la obtención de los datos y los modos de análisis. En suma, postulan 
procedimientos eclécticos que posibiliten acceder a los procesos cognitivos y 
emocionales buscados. 
Toda la bibliografía consultada avala el análisis multivariado –interjuego de 
muchas variables en un sistema razonablemente complejo– pluridimensional, y 
plantea que, a veces, los estudios longitudinales resultan más reveladores que 
las ventajas del más controlado y riguroso estudio experimental. 
Si bien Moscovici anticipó la importancia de la conversación para el estudio del 
pensamiento social, no especificó qué formas de la conversación privilegiar y es 
entonces el punto en que la retórica ha realizado su aporte, poniendo el acento 
en los aspectos argumentativos de la conversación (Billig, 1993). El discurso 
amable no es productivo para conocer el pensamiento público porque allí se 
ensaya lo que ya es conocido, las frases hechas; en el discurso argumentativo 
hay siempre un elemento impredecible, porque buscando persuadir se está 
argumentando por un punto de vista y contrarrestando los puntos de vista de 
los oponentes. Es decir que el pensar se hace audible en la conversación, pero 
no en cualquier forma de conversación. 
Las opiniones del sentido común se encuentran opuestas entre ellas mismas y 
esto proporciona un modelo para la deliberación interna individual. Por tal 
motivo hay que prestar especial atención a los aspectos argumentativos de la 
conversación. 
 
Una recapitulación 
La denominación representación más la calificación de social parece estar 
uniendo conceptos pertenecientes a dos perspectivas y tradiciones diferentes. 
Se ha mencionado ya el posicionamiento de la teoría de las representaciones 
sociales en la intersección entre lo psicológico y lo social y, entre otros autores, 
es Doise (1991) quien más acentúa las superposiciones y los entrecruzamientos 
entre la psicología y la sociología, puesto que los límites no están demasiado 
claros. La teoría de las representaciones sociales intenta dar cuenta de una 
realidad cuya complejidad no puede ser explicada si se opta por posiciones 
dilemáticas. Parece necesario no caer en reduccionismos, ni de uno ni de otro 
polo, pues se estaría eliminando, de ese modo, la función articuladora de 
distintos sistemas explicativos que poseen las representaciones sociales. 
La concepción del citado investigador sobre la teoría de las representaciones 
sociales como teoría general o gran teoría se opone activamente a las críticas 
de ambigüedad o vaguedad que se hacen de la misma. Se trata de una teoría 
general acerca de un metasistema de regulaciones sociales que interviene en el 
sistema del funcionamiento cognitivo. 
 Esta posición es cercana a la que Jodelet sostiene cuando utiliza el concepto de 
transversalidad para calificar este objeto de estudio. No puede dejar de 
señalarse la innovación que el concepto aportó a la Psicología, la Sociología y 
las Ciencias Humanas en general. La autora citada se refiere también a la 
vitalidad del concepto, el que ha sido sumamente fecundo pues ha promovido 
un uso generalizado en ciencias humanas respaldado por un gran número de 
publicaciones en distintos países, en diferentes campos de aplicación y con 
aproximaciones teóricas y metodológicas también diversas. Dicha vitalidad 
también estaría en relación con las distintas interpretaciones y discusiones 
generadas, lo que también ha sido productivo para el avance de la teoría. 
Según el propio creador del concepto y del campo de estudio, el reciclaje del 
concepto durkhemniano fue una reacción al estancamiento en el campo de la 
Psicología Social, limitada en cuanto a sus objetos de estudio y a sus 
paradigmas. Ese reciclaje permitió una innovación en la disciplina, a la vez que 
resultó reunificador para las Ciencias Sociales: los desarrollos de historiadores 
como Duby y Chartier, antropólogos como Héritier, sociólogos y cientistas 
políticos como Bourdieu y Berger y Luckman permiten advertir la gran dinámica 
que el concepto produjo. 
 
El imaginario social 
 
Imaginario es un término derivado del latin, imago, que se emplea como 
sustantivo en filosofía y psicología para designar lo que se relaciona con la 
imaginación, es decir, la facultad de representarse cosas en el pensamiento y 
con independencia de la realidad. A partir de 1936, Lacan comenzó a utilizarlo 
correlativamente a la expresión estadio del espejo, designando una relación 
dual con el semejante. Asociado a lo simbólico y lo real, en el marco de una 
tópica a partir de 1953, se define como el lugar del yo por excelencia, con sus 
fenómenos de ilusión, captación y señuelo (Roudinesco y Plon, 1998). 
Según Ferrater Mora (1999), la imaginación es la facultad mental que se 
diferencia de la representación y la memoria, pero que está ligada a las dos. La 
imaginación combina elementos que fueron antes representaciones sensibles. 
Sin la memoria nada podría ser imaginado. 
El concepto de fantasía, realidad psíquica para Freud, proviene del griego y 
tiene su equivalente en imaginatio o imaginación,versión latina del término, 
tradicionalmente usado en la psicología filosófica, ha denotado y connotado 
demasiadas cosas a lo largo de los siglos, tanto en el lenguaje vulgar como en 
el técnico (Malfé, 1994). 
 
 
Relaciones entre el concepto de ideología y el de imaginario 
Es frecuente asociar ideología y marxismo, no obstante ese concepto no se 
limita al marxismo ni se origina a partir de esa teoría. Puede hablarse de 
ideología en muchos sentidos, inicialmente el término fue acuñado a fines del 
siglo XVIII por el filósofo francés Destutt de Tracy para referirse a la ciencia de 
las ideas. Por entonces la ideología era una ciencia natural, parte de la zoología 
y dependía de la experiencia del hombre con el mundo. En esa primera 
concepción de la ideología el rechazo a la metafísica ocupaba un lugar central, 
como era propio del pensamiento de la época. A la vez era una 
conceptualización en la que toda dimensión social quedaba excluida. 
Según Williams (1980) es posible considerar tres versiones habituales del 
concepto ideología: 
1. sistema de creencias propias de un grupo o clase social 
2. sistema de creencias ilusorias (falsa conciencia) 
3. proceso general y universal de producción de sentidos o ideas 
 
En función de esas diferentes versiones, según el autor citado, el concepto de 
ideología podía convertirse en un “apodo polémico” para los pensamientos que 
negaban o ignoraban el proceso social material del que formaba parte la 
conciencia, a la vez que podía producir una cuña de tipo idealista entre ideas y 
realidad material. Es así que, si se sostiene la versión de que ideología y ciencia 
deben diferenciarse, existiría una ciencia positiva, por lo tanto verdadera, y la 
ideología quedaría del lado de lo considerado ficticio. 
Para Williams (1980) se trataría de poner el acento en la significación como 
proceso social fundamental, dado que habría vínculos prácticos entre ideas, 
teorías y la producción de la vida real, dentro de un complejo proceso de 
significación social y material. 
 
Los imaginarios sociales 
En las últimas décadas, los conceptos de imago, imaginación, imaginario van 
desplazándose desde la periferia al centro del discurso de las ciencias sociales. 
Se puede definir el imaginario social de un modo muy básico, aunque muy 
contundente, como un descentramiento del pensamiento moderno que elimina 
la dicotomía entre imaginario y real (Colombo, 1989). 
Castoriadis (1983) lo distingue de la mera dimensión especular, pues lo 
conceptualiza como una creación incesante e indeterminada, social, histórica y 
psíquica de figuras, formas e imágenes que inclusive producen lo que se 
denomina realidad y racionalidad. El imaginario social es una dimensión 
esencial de toda sociedad política, que constituye y renueva lo que la 
comunidad denomina su identidad, sus aspiraciones y las líneas generales de su 
organización. 
Como conjunto de evidencias implícitas, de normas y valores asegura la 
reconducción de las relaciones sociales. Estos sistemas de representaciones 
permiten autodesignarse y fijan simbólicamente normas y valores. A la vez la 
ideología legitima, racionaliza y produce consecuencias simbólicas y prácticas 
(Ansart, 1989). 
Indudablemente, como dice Baczko (1991), es una de las fuerzas reguladoras 
de la vida cotidiana, una pieza efectiva y eficaz del dispositivo de control de la 
vida colectiva y en especial del ejercicio del poder. En el centro del imaginario 
social se encuentra el problema del poder legítimo y de las representaciones 
fundadoras de su legitimidad, dado que todo poder debe necesariamente 
enfrentar su despotismo y controlarlo reclamando una legitimidad. Las 
relaciones de sentido se agregan a las relaciones de fuerza y poderío y regulan 
el siempre problemático tema de la legitimidad del poder. 
Toda sociedad organizada posee una representación de sí misma y toda acción 
social, ya sea cooperativa o conflictiva, se desenvuelve dentro de una 
estructura de sentido, en un intercambio de significaciones que hacen posible la 
acción conjunta o la rivalidad. 
De modo similar, Marí (1993) conceptualiza el dispositivo del poder en su doble 
vertiente: el discurso del orden ligado a la racionalidad que naturaliza las 
relaciones de fuerza, según el formato que adquieren en las distintas épocas, 
aunque las presente siempre como un orden necesario; y el imaginario social 
compuesto por prácticas extra discursivas, ceremonias, himnos, mitos y 
distintos montajes de ficción. Estas instancias distintas -aunque 
complementarias- convergen hacia el mismo fin: sostener el dispositivo del 
poder, pero es en la dimensión imaginaria del poder donde “(...) se hacen 
materialmente posibles las condiciones de reproducción del discurso del orden” 
(Marí, op. cit, p. 220). 
Los autores que se citan, al utilizar el concepto, subrayan la valoración de la 
actividad imaginativa en las representaciones del orden social y de la acción 
política. Desde esa posición se oponen a una tradición cientificista y realista que 
pretende separar lo real de lo ilusorio y cuestionan el concepto de ideología en 
su acepción más clásica, como sistema de creencias engañoso (Williams, 1980), 
o bien entienden la ideología política como una de las modalidades que adopta 
el imaginario social. 
El concepto de imaginario social en su vertiente productiva e inventiva, de 
acuerdo con los autores que se comentan, sin homologarlo con un mero reflejo 
o una reproducción de una realidad que estaría en otro lugar, coincide con 
perspectivas como las de Ibáñez (1992) y Gergen (1992, 1996) que sostienen 
que la realidad es siempre sensible a las producciones simbólicas, 
especialmente a las representaciones que de ella nos formamos y, por lo tanto, 
cualquier diferencia acerca del modo de ver la realidad social es susceptible a 
su vez de modificarla. 
Estas concepciones no-representacionistas acerca de la realidad social y del 
conocimiento científico muestran una gran afinidad con los autores que 
entienden el imaginario social como un proceso inacabado, socialmente 
compartido, que varía en las distintas sociedades, y también en cada una de 
ellas, según la mentalidad de los diferentes sectores, sus culturas y según las 
épocas. 
Girardet (1999), historiador que trabaja en el campo de la Historia de las Ideas 
Políticas, considera esta dimensión imaginaria como un agente movilizador de 
los miedos y de las esperanzas colectivas, a la vez que da cuenta de ciertas 
configuraciones míticas prototípicas que pueden encontrarse en las distintas 
sociedades: la época de oro, el salvador, la conspiración, entre otras. 
 
 
Lineamientos comparativos 
 
Una primera comparación se establece al conocer la tradición de la que 
provienen cada uno de estos conceptos. Así como el concepto de 
representaciones sociales se origina en el núcleo mismo de la Psicología Social, 
más específicamente en el paradigma de la cognición social4, el concepto de 
imaginario social proviene del campo de la historia de las ideas, de las 
mentalidades y de los movimientos sociales. 
Al tener como marco de referencia a la psicología cognitiva, quienes investigan 
en el campo de las representaciones sociales abordan los procesos de 
objetivación y anclaje tendiendo a analizar más elementalmente 
representaciones aisladas. 
Esta tradición es tal vez la que explique las razones por las que abundan las 
investigaciones sobre representaciones sociales entre los y las psicólogas 
sociales de nuestro medio, entre muchas otras: la representación de la deuda 
pública en estudiantes, representaciones y prácticas de salud en adolescentes, 
representaciones de estudiantes y graduados sobre la carrera y la profesión del 
psicólogo, representaciones sociales sobre la crisis social, sobre el cuerpo, sobre 
el HIV y su prevención, entre muchasotras que se encuentran actualmente en 
ejecución. 
En cambio, la perspectiva de quienes consideran el concepto de imaginario 
social parece estar más influenciado por la tradición psicoanalítica, a la vez que 
parecen estar más referidos a otras ciencias sociales y no solamente a la 
psicología. Cuando se incluye la vertiente imaginaria en el estudio de los 
procesos psicosociales, se intenta reconstruir la cadena o cadenas 
argumentativas así como el hilo argumental en el que se sostienen5. 
 
4 Véase para mayor información el Estudio Preliminar de Galtieri (1992) indicado como bibliografía 
obligatoria en el programa de la materia. 
5 Véase Malfé (1994), texto obligatorio en el programa de la materia. 
En cada período histórico se encuentran los productores de ideología y puede 
considerarse que hay actos que son característicos de una determinada 
mentalidad; pues para que haya representación algo debe estar presentado por 
el sistema socio cultural e ideológico. 
Junto con el discurso razonable o logos –discurso del orden, según Marí (1991)- 
coexisten aspectos imaginarios o fantasmáticos, una gran cantidad de ficciones 
que transmiten ideología. Sólo a modo de ejemplo puede citarse el estudio que 
realiza Martín-Baró (1987) sobre el síndrome fatalista latinoamericano. La 
perspectiva del “latino indolente” puede carecer de racionalidad para el 
europeo, pero es indudable que el autor está describiendo un tipo de 
subjetividad producido por la dependencia, que proporciona respuestas 
razonables a determinadas condiciones de vida como las que existen en 
Latinoamérica. Si bien puede analizarse representaciones sociales aisladas, 
también es posible rastrear un relato argumental de esas representaciones, lo 
que termina conformando una especie de novela o narrativa. 
Junto con el nivel argumentativo, habrá otro de tipo argumental, especie de 
fábula o mito que organiza el conjunto de representaciones. 
Ocuparse de la génesis y de los efectos que tienen las determinaciones 
estructurales-históricas para producir determinada subjetividad en determinado 
momento histórico puede considerarse una de las principales tareas de la 
psicología social. 
La vida cotidiana transcurre en un contexto ideológico que nos impregna y que 
no se percibe con facilidad. Es fundamental el análisis de esa dimensión 
imaginaria en la constitución de las formas históricas de subjetividad, dado que 
si bien lo imaginario aparece como lo más vago e indefinido, es lo que más 
contundentemente nos determina, ya sea a actuar como a esperar 
determinadas conductas de los demás. Es lo que damos por supuesto en la 
representación del mundo en cada momento; las maneras de sentir, actuar y 
pensar que son características de determinada época histórica. 
Las sociedades producen, “inventan” sus propias representaciones o sus ideas-
imágenes, “(…) a través de las cuales se dan una identidad, perciben sus 
divisiones, legitiman su poder o elaboran modelos formadores para sus 
ciudadanos tales como el ‘valiente guerrero’, el ‘buen ciudadano’, el ‘militante 
comprometido’, etc.” (Baczko6, 1991, p. 8). Este autor utiliza el concepto de 
imaginario social para justamente referirse a ese conjunto de ideas-imágenes 
de la sociedad global que legitiman, engrandecen y protegen todo lo referido al 
poder. 
Esas maneras de sentir, pensar, actuar –subjetividades- características de las 
distintas épocas históricas permiten abordar lo que podría denominarse 
identidades colectivas o socioculturales. 
Ciertos aspectos de los dispositivos del imaginario social (mitos, rituales, 
objetos emblemáticos, etc.) tienen vigencia en espacios institucionales de 
distinta amplitud y que pueden encontrarse en todo tipo de contextos: 
educativos, productivos, asistenciales, deportivos o de otra índole. 
 
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6 Una de las preocupaciones centrales en los estudios de Bronislaw Baczko es la de atender al modo en 
que los regímenes totalitarios fabrican y manipulan los imaginarios sociales, dado que un aspecto central 
del concepto está en dar sentido, es decir legitimar el poder, lo que potencia con creces el monopolio de la 
fuerza y el poderío. 
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