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MATERIA: PSICOLOGÍA SOCIAL II PROFESORA ADJUNTA REGULAR A CARGO: MARGARITA ROBERTAZZI FECHA: 1º CUATRIMESTRE DE 2007 REPRESENTACIONES SOCIALES E IMAGINARIO SOCIAL1 AUTORA: MARGARITA ROBERTAZZI Introducción La Psicología Social ha ido desplegándose en el tiempo describiendo un movimiento oscilante entre un polo psicológico y otro sociológico, acentuando en mayor o menor medida alguno de ellos, lo que llevado a calificarla como Psicología Social Psicológica o Psicología Social Sociológica. Habría coincidencias, por ejemplo, en señalar a Floyd Allport -por sus estudios sobre las actitudes- como un representante de una orientación más psicológica, dado que tomaba al individuo como unidad de análisis y dejaba de lado la perspectiva sociológica. Conceptualizaciones más actuales, como la teoría de las representaciones sociales, por su interés justamente en enfocar los orígenes sociales del conocimiento, ponen en cambio de relieve la necesidad de ocuparse de ambos polos, a los que consideran abordajes complementarios. Luego de la antigua y estéril polémica instalada hacia fines del siglo XIX entre posiciones como las de Tarde y Durkheim, podría afirmarse hoy que ambas disciplinas, a lo largo de su desarrollo, han tenido que incluir -más o menos explícitamente- el otro polo. La Sociología se encontró con que debía incluir la perspectiva de las personas, la particularidad, como un modo de optimizar sus análisis más totalizadores y la Psicología tuvo que ir incorporando, en sus estudios acerca del individuo, la influencia de las experiencias sociales y de los factores ambientales. Es indudable el valor que cada disciplina tiene en sí misma, pero también lo es el hecho de que cada perspectiva se beneficia y se potencia con la otra. La perspectiva subjetiva favorece el entendimiento de los 1 Este trabajo reproduce los contenidos sobre los que versó la clase de oposición para obtener el cargo de Profesora Adjunta Regular en el Área de Psicología Social Comunitaria en el año 2005, en la Facultad de Psicología, UBA. Más específicamente el tema de oposición fue “Comparar los conceptos de representaciones sociales e imaginario social”. procesos mentales de los seres sociales individuales y la perspectiva sociológica posibilita analizar a los procesos mentales como productos culturales e históricos. En el marco de la Psicología Social actual se utilizan distintos conceptos con la finalidad de ilustrar esas intersecciones o articulaciones, algunos de ellos se aplican como si fueran intercambiables, pero no se trata justamente de sinónimos, por lo que se requiere de mayor sistematización y análisis para advertir sus diferencias y evitar la confusión. Se pueden mencionar distintas expresiones con las que se intentó dar cuenta del modo en que los aspectos individuales y colectivos se van intrincando, es decir del modo en que se articulan dialécticamente la interioridad y la exterioridad: actitudes colectivas, representaciones sociales, imaginario social, ideología, habitus2, mentalidades. En este trabajo se intentará discriminar y sistematizar los conceptos de representaciones sociales e imaginario social, tal vez dos de los más utilizados en nuestro país y en la actualidad por quienes se dedican al estudio de fenómenos colectivos en psicología. El estudio de las representaciones sociales La teoría de las representaciones sociales fue formulada por Serge Moscovici3, quien inauguró un campo de investigación teórico y empírico sumamente fructífero para la Psicología Social hace ya cuarenta años. En 1961 abordó en su tesis doctoral la elaboración de la representación social del psicoanálisis basándose en el concepto de representaciones colectivas de 2 El concepto de habitus se ha desarrollado en el material de cátedra titulado: “Elementos de Sociología de la ciencia. Contribuciones a la Psicología Social. Controversias”. 3 Serge Moscovici nació en 1928 en Rumania. Pudo dejar su país, donde padeció el antisemitismo, y establecerse en Francia a partir de 1948, donde estudió Psicología en la Sorbona y donde desarrolló su carrera académica y profesional. Hoy es uno de los más destacados representantes de la psicología social europea actual. En el marco del paradigma de la interacción social, Moscovici redireccionó los estudios sobre influencia social, abordando no sólo los problemas de la reproducción y la estabilidad sino atendiendo al papel de las minorías para explicar el cambio social, postuló el modelo psicogenético opuesto al modelo funcionalista y se interesó por la relevancia social de los estudios de psicología social. Es además un activo participante del movimiento ecologista. Emile Durkheim. Se trataba de una investigación en la que, mediante la encuesta y el análisis de contenido de artículos de prensa, intentaba conocer cómo la sociedad francesa había incorporado conceptos provenientes de la teoría psicoanalítica y los había transformado en un tipo de conocimiento del sentido común que resultaba útil para manejarse en la vida cotidiana. Este investigador afirmó que la evolución de la Psicología Social podía pensarse en tres grandes etapas, y que cada una de ellas se caracterizaba por poseer un concepto muy bien definido: las actitudes sociales, las cogniciones sociales y, finalmente, las representaciones sociales (Moscovici, 1985). Entendía que la psicología social: “(...) se ha ocupado y sigue haciéndolo de un solo y único problema: ¿por qué se produce el conflicto entre individuo y sociedad? (...) Ninguna otra ciencia aborda este problema de forma tan directa, ninguna siente una atracción tan profunda por ese conflicto” (Moscovici, op.cit., p. 18). En su perspectiva la disciplina es la ciencia de los fenómenos de la ideología (cogniciones y representaciones sociales) y de los fenómenos de la comunicación, incluyendo entonces diversos niveles de las relaciones humanas: relaciones entre individuos, entre individuos y grupos y entre grupos. Para el citado autor, a diferencia del anterior concepto durkheimniano de representaciones colectivas, las representaciones sociales serían algo propio de nuestra época, caracterizadas tanto por su función simbólica como por su papel en la construcción de la realidad. Las representaciones sociales son sistemas de valores, ideas y prácticas con una función doble; primero, la de establecer un orden que les permita a los individuos orientarse en su mundo social material y dominarlo, y segundo, la de facilitar la comunicación entre los miembros de la comunidad, proporcionándoles un código para nombrar y clasificar los diversos aspectos de su mundo y su historia individual y grupal. Moscovici (1979) las define como constructos cognitivos compartidos en la interacción social cotidiana que proporcionan a los sujetos un entendimiento del sentido común de sus experiencias en el mundo. Este conjunto de conceptos, afirmaciones y explicaciones se originan en la vida diaria, en el transcurso de las comunicaciones entre los individuos y cumplen una función similar a la que cumplían los mitos y las creencias en las sociedades tradicionales, serían la versión contemporánea del sentido común. Existen otros conceptos afines con los que, sin embargo, sostiene sus diferencias, por ejemplo, opinión, actitud, imagen, todos ellos pueden ser pensados como respuestas a un estímulo externo y son preparaciones para la acción, mientras que la representación social incluye tanto al estímulo como a la respuesta que provoca. Es bastante más que una guía para la conducta puesto que remodela y reconstituye elementos del ambiente donde el comportamiento tiene que desplegarse, de este modo le da sentido a la conducta mientras la integra en un sistema relacional amplio.Al respecto decía Moscovici (1979, p. 27): Las representaciones sociales son entidades casi tangibles. Circulan, se cruzan y se cristalizan sin cesar en nuestro universo cotidiano a través de una palabra, un gesto, un encuentro. La mayor parte de las relaciones sociales estrechas, de los objetos producidos o consumidos, de las comunicaciones intercambiadas están impregnadas de ellas. Sabemos que corresponden, por una parte, a la sustancia simbólica que entra en su elaboración y, por otra, a la práctica que produce dicha sustancia, así como la ciencia o los mitos corresponden a una práctica científica y mítica. Son conjuntos dinámicos cuya característica es la producción de comportamientos y de relaciones con el medio, es una acción que los modifica a ambos y no una mera reproducción de esos comportamientos o relaciones, ni tampoco una reacción a un estímulo exterior dado. Agrega el autor citado: “(...) no las consideramos ‘opiniones sobre’ o ‘imágenes de’, sino ‘teorías’ de las ‘ciencias colectivas’ sui generis, destinadas a interpretar y construir lo real... es un conocimiento que la mayoría de nosotros emplea en su vida cotidiana” (Moscovici, 1979, p. 33). En esta misma perspectiva, Basabe, Páez y cols. (1992) las denominan prototeorías del sentido común. Distintas definiciones sobre representaciones sociales Desde la ya clásica definición proporcionada por el creador del concepto, “(…) la elaboración de un objeto social por una comunidad” (Moscovici, 1961/79), muchos otras definiciones han sido propuestas, las que acentúan distintos aspectos: Las representaciones sociales tienen una doble función: hacer que lo extraño resulte familiar y lo invisible perceptible (Farr, 1985). (…) principios organizadores de las posiciones adoptadas en las relaciones simbólicas entre actores sociales, posiciones que van ligadas a las inserciones específicas de estos actores en un conjunto definido de relaciones sociales (Doise, 1991). El estudio de las representaciones sociales permite rastrear una prototeoría que posibilita encontrar una narrativa justificatoria pública, una teoría explicativa perteneciente al sentido común (Basabe, Páez y cols., 1992). Proceso y producto de una actividad mental que elabora un grupo sobre aquello que puede llevar a cabo y que también define objetivos y procedimientos para sus miembros (...) conocimiento socialmente elaborado y compartido, conocimiento práctico que circula en diferentes comunidades (Jodelet, 2003). Características de las representaciones sociales En el seminario de posgrado sobre “Representaciones sociales y memoria colectiva” que impartió Jodelet en la Facultad de Psicología de la UBA en 2003 presentó las siguientes características sobre el concepto de representaciones sociales: 1. Se refiere siempre a alguna cosa, el objeto de la representación, y es de alguien, es decir el sujeto de la misma. Involucra a sujeto y objeto, las características de uno y otro generarán efectos sobre la representación de que se trate. 2. Ocupa el lugar del objeto, tiene con él una relación de simbolización y también de interpretación, pues le otorga significado. Será resultado de una actividad que la convierten en una construcción y una expresión del sujeto. De ahí que tal actividad permita estudiar al sujeto desde un punto de vista psicológico, considerando sus procesos cognitivos u otros mecanismos intrapsíquicos, como motivación, pulsión, entre otros. Sin embargo, lo más característico de las representaciones sociales es que integra a este tipo de estudios la participación social y cultural de los individuos y el concepto se aplica así a la actividad mental de un grupo o colectividad. 3. Es una forma de conocimiento, se presenta como una modelización del objeto. 4. Es eficaz socialmente pues se trata de un saber práctico, para actuar sobre el mundo y los otros. Esta función de adaptación práctica puede ser designada como compromiso psicosocial. Determinantes para la producción y el funcionamiento de las representaciones sociales Los procesos de anclaje y objetivación son los determinantes de la producción y el funcionamiento de las representaciones sociales. Pueden definirse del siguiente modo: La objetivación es el proceso por el cual se le otorga realidad material a una entidad abstracta, por lo tanto implica acentuar el aspecto icónico, equiparando el concepto a la imagen para lo cual selecciona algunos aspectos de toda la masa de información circulante respecto del objeto de la representación. Este modelo figurativo, conocido como vaciado icónico, reproduce lo abstracto de modo casi visual y constituye la parte central de la representación. Asimismo este proceso naturaliza el concepto abstracto reificando el modelo figurativo y llevando la imagen a una elaboración social de la realidad. El anclaje es el proceso que permite clasificar al objeto de la representación dentro de las categorías de la sociedad. Se lo transforma en un objeto útil al insertarlo en una jerarquía ya existente de normas, valores y producciones sociales. Por lo tanto una representación social es un modo de conocimiento propio de una sociedad particular y su función es convertir lo extraño en familiar. Este proceso se caracteriza por una forma de razonamiento en la que la conclusión controla las premisas. Esta modalidad, propia del pensamiento social, es opuesta al modo de razonamiento del científico. Sin embargo no podría pensarse que la oposición es una única relación posible entre ambas formas de pensamiento, hay también complementación, se nutren recíprocamente, lo que se hace evidente en la orientación del progreso científico y en la difusión de la ciencia en la sociedad. Otros aportes a las teorías de las representaciones sociales Según teorizaciones de Abric (1985) puede concebirse a la representación social como una estructura socio–cognitiva regulada por un doble sistema, que consta de dos entidades distintas y, a la vez, complementarias: el sistema central y el sistema periférico. El sistema central tiene dos funciones esenciales, una función organizadora, porque dicho sistema determina la naturaleza de las relaciones entre los distintos elementos de la representación, sería el elemento unificador y estabilizador y una función generadora, ya que determina el significado de cada uno de los elementos del campo representacional. El sistema periférico está formado por un conjunto de elementos que permiten la fijación de la representación en la realidad del momento. Se trataría de esquemas condicionales, porque los elementos periféricos poseerían una flexibilidad mayor que los elementos centrales. De este modo, autorizan las modulaciones individuales de la representación e intervienen en los procesos de defensa y transformación de las representaciones. Muchas investigaciones se han dedicado al estudio del sistema periférico y han aclarado muchos de sus procesos. Sin embargo, la naturaleza y el funcionamiento del sistema central no se perciben con tanta claridad. Las representaciones sociales son vehiculizadas por el lenguaje y de esta manera se produce y reproduce lo social. Se refieren tanto a un proceso como a un contenido y este último puede analizarse en diferentes dimensiones: la actitud, la información y el campo de la representación referido a un objeto social determinado. Para Basabe, Páez y cols. (1992) las representaciones sociales serían analizables en tres dimensiones: Información: suma de conocimientos sobre un objeto social Núcleo: alrededor del cual se organiza el contenido de las representaciones sociales Actitud: dimensión evaluativa -positiva o negativa- hacia un objeto de representación Distintos psicólogos sociales hoy plantean la imposibilidad de la comunicación social sin la existencia de representacionessociales compartidas que les proporcionen a los grupos significados comunes, dado que además permiten demarcar la posición del propio grupo, diferenciándose así de los otros grupos. Basabe, Páez y cols. (op. cit., p. 82) acentúan más este aspecto al señalar que no cualquier estereotipo o conjunto de creencias ideológicas constituyen una representación social. “Sólo lo son aquellas que emergen y se orientan a justificar, explicar y dar cuenta de un conflicto intergrupal o de una realidad psicosocial conflictiva”. En la investigación realizada por estos investigadores sobre consumo de alcohol en los jóvenes puede observarse cómo el estudio de las representaciones sociales permite rastrear una prototeoría que posibilita encontrar una narrativa justificatoria pública, una teoría explicativa del sentido común. Estos aspectos lógico-discursivos pueden ser reconstruidos a posteriori -merced a un trabajo de investigación- y su esclarecimiento es lo que permite operar para generar algún cambio en las representaciones sociales (ya sea preparar un proyecto preventivo u otro tipo de intervención en la comunidad). Muy sintéticamente, y a modo de ejemplo, la prototeoría reconstruida por esos investigadores puede plantearse del siguiente modo: “consumir alcohol es bueno, produce efectos mayormente positivos. Si uno se puede mantener en el punto justo, y la persona no se pasa, se evitan los efectos negativos, dando así muestras de autocontrol”. En ese modo de argumentar acerca del alcohol puede reconocerse una teoría del sentido común sobre el aprendizaje y una concepción de sujeto con la posibilidad del autodominio del consumo, es decir que se estaría ya insinuando la posibilidad de apertura a una dimensión imaginaria no sólo argumentativa sino también argumental. La modelización presentada por estos investigadores es de mucho interés en la medida en que parecen estar advirtiendo que no sería suficiente con apelar a ideas o a la mera información para hacer una propuesta de prevención/intervención, sino que habría que poder construir nuevos guiones y escenarios, es decir otras representaciones sociales que permitan reemplazar a las ya existentes. A pesar de la gran difusión que ha tenido el estudio de las representaciones sociales, especialmente en Europa y Latinoamérica, también ha provocado controversias y críticas. Harré y Lamb (1992) plantean que tales críticas obedecieron a la influencia prevaleciente de dos corrientes científicas principales: el conductismo en psicología y la tradición positivista de la filosofía de la ciencia, las que también demoraron el desarrollo de este tipo de investigaciones. Los últimos estudios se refieren a este objeto de estudio como un fenómeno rico y complejo, que requiere gran variedad de métodos, estrategias y tácticas para la obtención de los datos y los modos de análisis. En suma, postulan procedimientos eclécticos que posibiliten acceder a los procesos cognitivos y emocionales buscados. Toda la bibliografía consultada avala el análisis multivariado –interjuego de muchas variables en un sistema razonablemente complejo– pluridimensional, y plantea que, a veces, los estudios longitudinales resultan más reveladores que las ventajas del más controlado y riguroso estudio experimental. Si bien Moscovici anticipó la importancia de la conversación para el estudio del pensamiento social, no especificó qué formas de la conversación privilegiar y es entonces el punto en que la retórica ha realizado su aporte, poniendo el acento en los aspectos argumentativos de la conversación (Billig, 1993). El discurso amable no es productivo para conocer el pensamiento público porque allí se ensaya lo que ya es conocido, las frases hechas; en el discurso argumentativo hay siempre un elemento impredecible, porque buscando persuadir se está argumentando por un punto de vista y contrarrestando los puntos de vista de los oponentes. Es decir que el pensar se hace audible en la conversación, pero no en cualquier forma de conversación. Las opiniones del sentido común se encuentran opuestas entre ellas mismas y esto proporciona un modelo para la deliberación interna individual. Por tal motivo hay que prestar especial atención a los aspectos argumentativos de la conversación. Una recapitulación La denominación representación más la calificación de social parece estar uniendo conceptos pertenecientes a dos perspectivas y tradiciones diferentes. Se ha mencionado ya el posicionamiento de la teoría de las representaciones sociales en la intersección entre lo psicológico y lo social y, entre otros autores, es Doise (1991) quien más acentúa las superposiciones y los entrecruzamientos entre la psicología y la sociología, puesto que los límites no están demasiado claros. La teoría de las representaciones sociales intenta dar cuenta de una realidad cuya complejidad no puede ser explicada si se opta por posiciones dilemáticas. Parece necesario no caer en reduccionismos, ni de uno ni de otro polo, pues se estaría eliminando, de ese modo, la función articuladora de distintos sistemas explicativos que poseen las representaciones sociales. La concepción del citado investigador sobre la teoría de las representaciones sociales como teoría general o gran teoría se opone activamente a las críticas de ambigüedad o vaguedad que se hacen de la misma. Se trata de una teoría general acerca de un metasistema de regulaciones sociales que interviene en el sistema del funcionamiento cognitivo. Esta posición es cercana a la que Jodelet sostiene cuando utiliza el concepto de transversalidad para calificar este objeto de estudio. No puede dejar de señalarse la innovación que el concepto aportó a la Psicología, la Sociología y las Ciencias Humanas en general. La autora citada se refiere también a la vitalidad del concepto, el que ha sido sumamente fecundo pues ha promovido un uso generalizado en ciencias humanas respaldado por un gran número de publicaciones en distintos países, en diferentes campos de aplicación y con aproximaciones teóricas y metodológicas también diversas. Dicha vitalidad también estaría en relación con las distintas interpretaciones y discusiones generadas, lo que también ha sido productivo para el avance de la teoría. Según el propio creador del concepto y del campo de estudio, el reciclaje del concepto durkhemniano fue una reacción al estancamiento en el campo de la Psicología Social, limitada en cuanto a sus objetos de estudio y a sus paradigmas. Ese reciclaje permitió una innovación en la disciplina, a la vez que resultó reunificador para las Ciencias Sociales: los desarrollos de historiadores como Duby y Chartier, antropólogos como Héritier, sociólogos y cientistas políticos como Bourdieu y Berger y Luckman permiten advertir la gran dinámica que el concepto produjo. El imaginario social Imaginario es un término derivado del latin, imago, que se emplea como sustantivo en filosofía y psicología para designar lo que se relaciona con la imaginación, es decir, la facultad de representarse cosas en el pensamiento y con independencia de la realidad. A partir de 1936, Lacan comenzó a utilizarlo correlativamente a la expresión estadio del espejo, designando una relación dual con el semejante. Asociado a lo simbólico y lo real, en el marco de una tópica a partir de 1953, se define como el lugar del yo por excelencia, con sus fenómenos de ilusión, captación y señuelo (Roudinesco y Plon, 1998). Según Ferrater Mora (1999), la imaginación es la facultad mental que se diferencia de la representación y la memoria, pero que está ligada a las dos. La imaginación combina elementos que fueron antes representaciones sensibles. Sin la memoria nada podría ser imaginado. El concepto de fantasía, realidad psíquica para Freud, proviene del griego y tiene su equivalente en imaginatio o imaginación,versión latina del término, tradicionalmente usado en la psicología filosófica, ha denotado y connotado demasiadas cosas a lo largo de los siglos, tanto en el lenguaje vulgar como en el técnico (Malfé, 1994). Relaciones entre el concepto de ideología y el de imaginario Es frecuente asociar ideología y marxismo, no obstante ese concepto no se limita al marxismo ni se origina a partir de esa teoría. Puede hablarse de ideología en muchos sentidos, inicialmente el término fue acuñado a fines del siglo XVIII por el filósofo francés Destutt de Tracy para referirse a la ciencia de las ideas. Por entonces la ideología era una ciencia natural, parte de la zoología y dependía de la experiencia del hombre con el mundo. En esa primera concepción de la ideología el rechazo a la metafísica ocupaba un lugar central, como era propio del pensamiento de la época. A la vez era una conceptualización en la que toda dimensión social quedaba excluida. Según Williams (1980) es posible considerar tres versiones habituales del concepto ideología: 1. sistema de creencias propias de un grupo o clase social 2. sistema de creencias ilusorias (falsa conciencia) 3. proceso general y universal de producción de sentidos o ideas En función de esas diferentes versiones, según el autor citado, el concepto de ideología podía convertirse en un “apodo polémico” para los pensamientos que negaban o ignoraban el proceso social material del que formaba parte la conciencia, a la vez que podía producir una cuña de tipo idealista entre ideas y realidad material. Es así que, si se sostiene la versión de que ideología y ciencia deben diferenciarse, existiría una ciencia positiva, por lo tanto verdadera, y la ideología quedaría del lado de lo considerado ficticio. Para Williams (1980) se trataría de poner el acento en la significación como proceso social fundamental, dado que habría vínculos prácticos entre ideas, teorías y la producción de la vida real, dentro de un complejo proceso de significación social y material. Los imaginarios sociales En las últimas décadas, los conceptos de imago, imaginación, imaginario van desplazándose desde la periferia al centro del discurso de las ciencias sociales. Se puede definir el imaginario social de un modo muy básico, aunque muy contundente, como un descentramiento del pensamiento moderno que elimina la dicotomía entre imaginario y real (Colombo, 1989). Castoriadis (1983) lo distingue de la mera dimensión especular, pues lo conceptualiza como una creación incesante e indeterminada, social, histórica y psíquica de figuras, formas e imágenes que inclusive producen lo que se denomina realidad y racionalidad. El imaginario social es una dimensión esencial de toda sociedad política, que constituye y renueva lo que la comunidad denomina su identidad, sus aspiraciones y las líneas generales de su organización. Como conjunto de evidencias implícitas, de normas y valores asegura la reconducción de las relaciones sociales. Estos sistemas de representaciones permiten autodesignarse y fijan simbólicamente normas y valores. A la vez la ideología legitima, racionaliza y produce consecuencias simbólicas y prácticas (Ansart, 1989). Indudablemente, como dice Baczko (1991), es una de las fuerzas reguladoras de la vida cotidiana, una pieza efectiva y eficaz del dispositivo de control de la vida colectiva y en especial del ejercicio del poder. En el centro del imaginario social se encuentra el problema del poder legítimo y de las representaciones fundadoras de su legitimidad, dado que todo poder debe necesariamente enfrentar su despotismo y controlarlo reclamando una legitimidad. Las relaciones de sentido se agregan a las relaciones de fuerza y poderío y regulan el siempre problemático tema de la legitimidad del poder. Toda sociedad organizada posee una representación de sí misma y toda acción social, ya sea cooperativa o conflictiva, se desenvuelve dentro de una estructura de sentido, en un intercambio de significaciones que hacen posible la acción conjunta o la rivalidad. De modo similar, Marí (1993) conceptualiza el dispositivo del poder en su doble vertiente: el discurso del orden ligado a la racionalidad que naturaliza las relaciones de fuerza, según el formato que adquieren en las distintas épocas, aunque las presente siempre como un orden necesario; y el imaginario social compuesto por prácticas extra discursivas, ceremonias, himnos, mitos y distintos montajes de ficción. Estas instancias distintas -aunque complementarias- convergen hacia el mismo fin: sostener el dispositivo del poder, pero es en la dimensión imaginaria del poder donde “(...) se hacen materialmente posibles las condiciones de reproducción del discurso del orden” (Marí, op. cit, p. 220). Los autores que se citan, al utilizar el concepto, subrayan la valoración de la actividad imaginativa en las representaciones del orden social y de la acción política. Desde esa posición se oponen a una tradición cientificista y realista que pretende separar lo real de lo ilusorio y cuestionan el concepto de ideología en su acepción más clásica, como sistema de creencias engañoso (Williams, 1980), o bien entienden la ideología política como una de las modalidades que adopta el imaginario social. El concepto de imaginario social en su vertiente productiva e inventiva, de acuerdo con los autores que se comentan, sin homologarlo con un mero reflejo o una reproducción de una realidad que estaría en otro lugar, coincide con perspectivas como las de Ibáñez (1992) y Gergen (1992, 1996) que sostienen que la realidad es siempre sensible a las producciones simbólicas, especialmente a las representaciones que de ella nos formamos y, por lo tanto, cualquier diferencia acerca del modo de ver la realidad social es susceptible a su vez de modificarla. Estas concepciones no-representacionistas acerca de la realidad social y del conocimiento científico muestran una gran afinidad con los autores que entienden el imaginario social como un proceso inacabado, socialmente compartido, que varía en las distintas sociedades, y también en cada una de ellas, según la mentalidad de los diferentes sectores, sus culturas y según las épocas. Girardet (1999), historiador que trabaja en el campo de la Historia de las Ideas Políticas, considera esta dimensión imaginaria como un agente movilizador de los miedos y de las esperanzas colectivas, a la vez que da cuenta de ciertas configuraciones míticas prototípicas que pueden encontrarse en las distintas sociedades: la época de oro, el salvador, la conspiración, entre otras. Lineamientos comparativos Una primera comparación se establece al conocer la tradición de la que provienen cada uno de estos conceptos. Así como el concepto de representaciones sociales se origina en el núcleo mismo de la Psicología Social, más específicamente en el paradigma de la cognición social4, el concepto de imaginario social proviene del campo de la historia de las ideas, de las mentalidades y de los movimientos sociales. Al tener como marco de referencia a la psicología cognitiva, quienes investigan en el campo de las representaciones sociales abordan los procesos de objetivación y anclaje tendiendo a analizar más elementalmente representaciones aisladas. Esta tradición es tal vez la que explique las razones por las que abundan las investigaciones sobre representaciones sociales entre los y las psicólogas sociales de nuestro medio, entre muchas otras: la representación de la deuda pública en estudiantes, representaciones y prácticas de salud en adolescentes, representaciones de estudiantes y graduados sobre la carrera y la profesión del psicólogo, representaciones sociales sobre la crisis social, sobre el cuerpo, sobre el HIV y su prevención, entre muchasotras que se encuentran actualmente en ejecución. En cambio, la perspectiva de quienes consideran el concepto de imaginario social parece estar más influenciado por la tradición psicoanalítica, a la vez que parecen estar más referidos a otras ciencias sociales y no solamente a la psicología. Cuando se incluye la vertiente imaginaria en el estudio de los procesos psicosociales, se intenta reconstruir la cadena o cadenas argumentativas así como el hilo argumental en el que se sostienen5. 4 Véase para mayor información el Estudio Preliminar de Galtieri (1992) indicado como bibliografía obligatoria en el programa de la materia. 5 Véase Malfé (1994), texto obligatorio en el programa de la materia. En cada período histórico se encuentran los productores de ideología y puede considerarse que hay actos que son característicos de una determinada mentalidad; pues para que haya representación algo debe estar presentado por el sistema socio cultural e ideológico. Junto con el discurso razonable o logos –discurso del orden, según Marí (1991)- coexisten aspectos imaginarios o fantasmáticos, una gran cantidad de ficciones que transmiten ideología. Sólo a modo de ejemplo puede citarse el estudio que realiza Martín-Baró (1987) sobre el síndrome fatalista latinoamericano. La perspectiva del “latino indolente” puede carecer de racionalidad para el europeo, pero es indudable que el autor está describiendo un tipo de subjetividad producido por la dependencia, que proporciona respuestas razonables a determinadas condiciones de vida como las que existen en Latinoamérica. Si bien puede analizarse representaciones sociales aisladas, también es posible rastrear un relato argumental de esas representaciones, lo que termina conformando una especie de novela o narrativa. Junto con el nivel argumentativo, habrá otro de tipo argumental, especie de fábula o mito que organiza el conjunto de representaciones. Ocuparse de la génesis y de los efectos que tienen las determinaciones estructurales-históricas para producir determinada subjetividad en determinado momento histórico puede considerarse una de las principales tareas de la psicología social. La vida cotidiana transcurre en un contexto ideológico que nos impregna y que no se percibe con facilidad. Es fundamental el análisis de esa dimensión imaginaria en la constitución de las formas históricas de subjetividad, dado que si bien lo imaginario aparece como lo más vago e indefinido, es lo que más contundentemente nos determina, ya sea a actuar como a esperar determinadas conductas de los demás. Es lo que damos por supuesto en la representación del mundo en cada momento; las maneras de sentir, actuar y pensar que son características de determinada época histórica. Las sociedades producen, “inventan” sus propias representaciones o sus ideas- imágenes, “(…) a través de las cuales se dan una identidad, perciben sus divisiones, legitiman su poder o elaboran modelos formadores para sus ciudadanos tales como el ‘valiente guerrero’, el ‘buen ciudadano’, el ‘militante comprometido’, etc.” (Baczko6, 1991, p. 8). Este autor utiliza el concepto de imaginario social para justamente referirse a ese conjunto de ideas-imágenes de la sociedad global que legitiman, engrandecen y protegen todo lo referido al poder. Esas maneras de sentir, pensar, actuar –subjetividades- características de las distintas épocas históricas permiten abordar lo que podría denominarse identidades colectivas o socioculturales. Ciertos aspectos de los dispositivos del imaginario social (mitos, rituales, objetos emblemáticos, etc.) tienen vigencia en espacios institucionales de distinta amplitud y que pueden encontrarse en todo tipo de contextos: educativos, productivos, asistenciales, deportivos o de otra índole. Bibliografía Abric, J. (1985). La creatividad en los grupos. En S. Moscovici (ed.). Psicología Social I. Barcelona: Paidós. Ansart, P. (1989). Ideologías, conflicto y poder. En E. Colombo (ed.), El imaginario Social (pp.87-103). Montevideo: Nordan/Altamira Baczko, B. (1991). Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas colectivas. Buenos Aires: Nueva Visión. Basabe, N, Páez, D. y cols. (1992). Los jóvenes y el consumo de alcohol. (Representaciones sociales). Madrid: Fundamentos. Billig, M. (1993). Studying the thinking society. Social representations, rhetoric, and attitudes. In G. Breakwell and D. Cater (Eds.). Empirical Approaches to Social Representations (pp. 39-62). Oxford: Clarendon Press. Castoriadis, C. (1983). La institución imaginaria de la sociedad 1. Marxismo y teoría revolucionaria. Barcelona: Tusquets. Colombo, E. (ed.). (1989). El imaginario social. Montevideo: Nordan/Altamira. 6 Una de las preocupaciones centrales en los estudios de Bronislaw Baczko es la de atender al modo en que los regímenes totalitarios fabrican y manipulan los imaginarios sociales, dado que un aspecto central del concepto está en dar sentido, es decir legitimar el poder, lo que potencia con creces el monopolio de la fuerza y el poderío. Ferrater Mora, J. (1999). Diccionario de Filosofía. Barcelona: Ariel. Gergen, K. (1992). El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo. Barcelona: Paidós. - (1996). Realidades y relaciones. Buenos Aires: Paidós. Harré, R. y Lamb, R. (1992). Diccionario de psicología social y de la personalidad. Barcelona: Paidós. Doise, W. (1991). Las representaciones sociales: presentación de un campo de investigación. El conflicto estructurante. Veinte años de Psicología experimental de la Escuela de Ginebra (1970–1990). Suplementos Anthropos, Nº 27. Barcelona: Anthropos. Girardet, R. (1999). Mitos y mitologías políticas. Buenos Aires: Nueva Visión. Ibáñez, T. (1992). La “tensión esencial” de la Psicología Social. En D. Páez y otros (eds.), Teoría y métodos en Psicología Social (pp. 13-29). Barcelona: Anthropos. Malfé, R. (1994). Fantásmata. El vector imaginario de procesos e instituciones sociales. Buenos Aires: Amorrortu. Marí, E. (1993). Racionalidad e imaginario social en el discurso del orden. Papeles de Filosofía (pp. 219-247). Buenos Aires: Biblos. Martín-Baró, I. (1987). El latino indolente. Carácter ideológico del fatalismo latinoamericano. En M. Montero (coord.), Psicología Política Latinoamericana (pp. 135-161). Caracas: Panapo. Moscovici, S. (1979). El psicoanálisis, su imagen y su público. Buenos Aires: Huemul. - (1985). Psicología Social, I. Barcelona: Paidós. Roudinesco, E. y Plon, M. (1998). 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