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Mozobancyk, Schelica Determinantes sociales y desarrollo humano integral

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PERSPECTIVAS EN SALUD PUBLICA Y SALUD MENTAL
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CAPITULO 2
DETERMINANTES SOCIALES Y DESARROLLO 
HUMANO INTEGRAL
Schelica Mozobancyk
INTRODUCCIÓN1
De acuerdo al propósito del presente capítulo -a saber, el de ser empleado 
como material de consulta-, no se espera que el lector identifique pormeno-
rizadamente, interprete, memorice o asimile cada uno de los -muchos- con-
ceptos, procesos, autores o corrientes teóricas que se mencionan en la presente 
exposición. La finalidad del capítulo, por el contrario, es que -a propósito del 
medio ambiente y el desarrollo humano- el lector pueda adquirir una visión 
general, global, de lo que entendemos por “complejidad”. Y, a la vez, pueda 
captar cómo apreciar el mundo desde esta perspectiva tiene fuertes implican-
cias para el quehacer profesional del psicólogo de perfil social.
Si el lector puede quedarse con esta “guestalt”, con esta impronta, respecto 
a la visión compleja de la “realidad”, y puede dejarse asombrar, confundir, 
inquietar, interrogar por algunas de las relaciones que aquí se presentan, el 
propósito estará cumplido. 
Lo que desarrollaremos a continuación es una perspectiva de cómo los 
Determinantes Sociales pueden incidir sobre el desarrollo humano y sobre la 
salud.
Aspiramos aquí a generar una mirada integradora tanto acerca del medio 
ambiente, como del desarrollo humano y de las múltiples y significativas re-
1 Este capítulo es una adaptación de la propuesta destinada a ser utilizada como material de 
estudio de la Cátedra I de Salud Pública y Mental, Prof. titular Martín de Lellis, con base en 
una ponencia presentada en las “Jornadas Internacionales de Neurociencias, Medio Ambien-
te y Salud Comunitaria”, realizadas en el año 2012 en la Universidad Nacional de Avellaneda 
(UNDAV).
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PERSPECTIVAS EN SALUD PUBLICA Y SALUD MENTAL
laciones de interdependencia que existen entre ambos términos. El propósito 
es complementar las miradas parcializadas que existen muchas veces respecto 
al ambiente y al desarrollo humano que, si bien aportan siempre elementos 
de análisis imprescindibles, tienen la desventaja de que los mismos no son 
reunidos nuevamente en síntesis integrativas que permitan una lectura más 
compleja, de mayor poder explicativo.
La tesis que guía esta exposición es la siguiente: los logros de un desarro-
llo humano integral y de un ambiente integral de alta calidad son interde-
pendientes y además, la calidad ambiental y el grado de desarrollo humano 
son, ambos, resultado de un mismo proceso histórico, construido a través del 
tiempo.
Nos apoyaremos en el marco epistemológico y conceptual de “sistemas 
complejos” en la formulación del físico y epistemólogo argentino Rolando 
García (2006)2.
1. LA COMPLEJIDAD DEL DESARROLLO HUMANO
El Desarrollo Humano a Nivel Macrosocial
Nuestro actual modelo de desarrollo entiende el mismo como sinónimo 
de crecimiento económico. Se producen bienes y servicios económicamen-
te rentables destinados a los segmentos de población que tiene capacidad de 
pago. La mayoría de estos bienes y servicios son suntuarios; paralelamente, 
gran parte de la población (que no tiene capacidad de pago) no tiene acceso a 
bienes y servicios básicos como alimentación, vivienda, saneamiento ambien-
tal, salud o educación.
El principal indicador de desarrollo utilizado por los economistas orto-
doxos es el PBI, que mide exclusivamente un aspecto económico del mismo. 
Pero, tal como lo ha sostenido el economista y filósofo hindú Amartya Sen en 
numerosos trabajos, los mercados, el comercio y el crecimiento económico 
deben ser diseñados explícitamente para promover el bienestar humano: el 
crecimiento económico es un medio, el bienestar humano es el fin.
Desde una perspectiva de desarrollo humano se plantea la preocupación 
por encontrar indicadores que expresen la calidad de vida de la población, 
cosa que el PBI de ningún modo puede reflejar.
2 Las características de los sistemas complejos y su utilización para la comprensión de los 
fenómenos del campo de la Salud Pública pueden ser consultados extensamente en: de 
Lellis & Mozobancyk, 2013.
Entendemos por Desarrollo Humano a “aquel que sitúa a las personas en 
el centro del desarrollo”, permitiendo la expansión de las capacidades de las 
personas de modo de ampliar sus opciones y oportunidades en la vida, con 
la posibilidad de que todos los individuos sean sujetos y beneficiarios del de-
sarrollo, gozando de la libertad de vivir plenamente de acuerdo a sus valores. 
Es el proceso por el que una sociedad mejora las condiciones de vida de sus 
ciudadanos a través de un incremento de los bienes con los que puede cubrir 
sus necesidades básicas y complementarias y de la creación de un entorno en el 
que se respeten los derechos humanos de todos ellos (PNUD, 2011a).
Una noción central para el estudio del desarrollo humano es la de valores 
que son “guías de acción” que orientan la escala de prioridades de las personas 
(y sociedades) y por tanto influyen en las decisiones de desarrollo que toman. 
A nivel social los valores orientan el rumbo del desarrollo, al definir “lo que 
es bueno o deseable para una sociedad” (PNUD, 2010). A nivel personal o 
interpersonal, esta dimensión, tan relevante en el curso de la vida humana, ha 
sido ampliamente estudiada desde la psicología, especialmente por la psico-
logía social.
La economía de mercado capitalista es indisociable de una sociedad “con-
sumista”, en la cual vivimos, que intenta satisfacer a través del consumo ne-
cesidades humanas profundas. Los tempranos procesos de socialización que 
incorporan a los niños a la sociedad de consumo desde un rol de consumi-
dores, contribuyen a reproducir acríticamente, de un modo naturalizado, el 
actual sistema consumista, que tiene impactos desastrosos sobre el ambiente, 
la salud individual y el bienestar social, en tanto que el consumismo siempre 
es asimétrico e inequitativo.
La definición de los valores que orientan la construcciónde los procesos de 
desarrollo necesita realizarse sobre una ancha base de convocatoria y partici-
pación popular que permitan la sustentabilidad de los mismos, tal como lo ha 
realizado Brasil de un modo inédito, recientemente (PNUD, 2010).
A partir de la discusión -teórica, metodológica y popular- respecto a cuáles 
deberían ser las dimensiones que orienten el desarrollo humano, se han ido 
proponiendo distintos indicadores a lo largo del tiempo, que permiten captu-
rar y monitorear si se está avanzando en el sentido propuesto. Está claro que 
los indicadores a utilizar deben referirse a la calidad de vida de la población y 
no a la producción masiva y al consumo irracional.
Así, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) propuesto por el PNUD en 
1990 considera, además del PBI per cápita, un indicador de salud (la esperan-
za de vida al nacer) e indicadores de educación (tasas de alfabetización). No 
obstante, entendiendo que estos indicadores son demasiado estrechos como 
CAPÍTULO II - Mozobancyk, Schelica
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PERSPECTIVAS EN SALUD PUBLICA Y SALUD MENTAL
para capturar el enorme y complejo abanico de dimensiones que abarca la 
noción de desarrollo humano, se han ido agregando, a lo largo del tiempo, 
otros nuevos. Algunos de los considerados han sido, por ejemplo: situación de 
pobreza, cobertura de agua potable y saneamiento, estado nutricional, salud 
maternoinfantil, acceso a los servicios de salud, desigualdad de ingresos, si-
tuación ambiental, igualdad de oportunidades para la mujer (PNUD, 2005). 
Particularmente importantes son los indicadores que miden no ya la riqueza 
de una sociedad sino cuán equitativamente está distribuida.
Actualmente, los indicadores han alcanzado una gran variedad que da 
cuenta de una multiplicidad de dimensiones: empleo (con énfasis en su cali-
dad), seguridad física, empoderamiento, libertad política, relaciones sociales 
y comunitarias, ocio, llegando a incluir algunos otrora insospechados como 
bienestar subjetivo y psicológico, y aún la felicidad (PNUD, 2011b).
En una reunión de abril de 2012, frente al apoyo de 68 países miem-
bros de la ONU, Bután sorprendió al mundo declarando que no apuntaba al 
crecimiento del PBI sino a las ganancias en la Felicidad Interna Bruta. Este 
nuevo indicador que guía las aspiraciones de este país y que ha sido propuesto 
como instrumento internacional toma en cuenta factores materiales, sociales, 
espirituales y medioambientales. Aspira a constituirse en una herramienta que 
permita diseñar políticas que maximicen el bienestar humano, abordando dis-
tintas dimensiones determinantes del mismo (Alkire, 2012).
Pero frente a esta aspiración esperanzadora presentada por muchos países 
del mundo, y en medio de la complejidad de variables que condicionan el 
desarrollo humano, ha aparecido una amenaza inquietante que, tal como la 
crónica de un desastre anunciado, vino a empañar las expectativas. En efecto, 
en el informe de Desarrollo Humano de 2011 nos encontramos con una frase 
demoledora: “El ambiente está poniendo un límite real al desarrollo humano. 
Es la limitante más fuerte. Se espera que el IDH baje y no suba para 2050” 
(PNUD, 2011a).
La contundencia de esta afirmación y la amenaza que profetiza vuelve a 
poner en relación al ambiente y al desarrollo humano como dos caras indiso-
ciables de una misma moneda.
El Desarrollo Sustentable
El Desarrollo Sustentable se propone como un estilo de desarrollo que 
pueda compatibilizar los aspectos ecológicos, económicos y sociales del desa-
rrollo. Ello implica atender, simultáneamente, a un desarrollo ecológico que 
permita preservar la sustentabilidad de los ecosistemas naturales, a un desa-
rrollo económico que permita producir los bienes necesarios para satisfacer las 
necesidades humanas y a un desarrollo social que permita generar bienestar 
para las sociedades.
El concepto fue definido en 1987 por la Comisión Mundial de Medio Am-
biente y Desarrollo (CMMAD) de las Naciones Unidas diciendo que: “Está 
en manos de la humanidad hacer que el desarrollo sea sostenible, es decir, ase-
gurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad 
de las futuras generaciones para satisfacer las propias” (Organización de las 
Naciones Unidas, [ONU] CMMAD, 1987: 29).
A fin de evaluar el desarrollo sustentable, se ha propuesto un pool de in-
dicadores ambientales (o, mejor dicho, que reflejan nuestra relación socie-
dad-naturaleza) que, combinados con los indicadores de desarrollo humano 
antes expuestos dan cuenta del mismo. Algunos de ellos son: superficie preser-
vada de bosques nativos, porcentaje de tierra degradada por erosión, emisiones 
de CO2 (gases de efecto invernadero), producción de residuos sólidos urbanos, 
porción de áreas terrestres protegidas, eficiencia energética, participación de 
las energías renovables en la oferta energética (Secretaría de Ambiente, 2005).
También para el desarrollo sustentable se han formulado indicadores in-
sospechados en otros tiempos. Así, por ejemplo, el Índice del Planeta Feliz es 
un indicador propuesto por NEF (New Economics Foundation) que com-
bina una medida de salud (la expectativa de vida), la percepción subjetiva de 
felicidad y una medida salud del ambiente (la huella ecológica).
El Índice de Bienestar Económico Sostenible (IBES) se ha propuesto como 
un indicador de desarrollo alternativo al PBI que incluye dimensiones inno-
vadoras, como la porción de utilidad aportada a la economía por el trabajo 
doméstico, además de contabilizar como medida negativa (descuenta) el costo 
de las externalidades asociadas a la polución y al consumo de recursos. 
Luego de este recorrido queda en evidencia que los indicadores de desarro-
llo humano se han visto en la necesidad de complementarse con indicadores 
ambientales y, recíprocamente, los indicadores ambientales han tenido que 
incorporar indicadores de desarrollo humano.
No hay posibilidad de desarrollo humano si no se preserva el medio am-
biente que sustenta la vida en la Tierra y que permite las actividades económi-
cas destinadas a satisfacer las necesidades humanas. Recíprocamente, no es po-
sible pensar en una sustentabilidad ambiental sin (re)considerar el desarrollo 
humano, particularmente la equidad en el acceso a los recursos ambientales, 
porque la sustentabilidad ambiental no es una cuestión de orden “ecológico”, 
sino un problema social, político y económico.
El Informe sobre Desarrollo Humano advierte que:
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PERSPECTIVAS EN SALUD PUBLICA Y SALUD MENTAL
“No es posible continuar con los notables avances en materia de de-
sarrollo humano conseguidos en las últimas décadas -debidamente 
documentados en los Informes sobre Desarrollo Humano mundia-
les- sin que se tomen medidas audaces para reducir tanto los riesgos 
ambientales como la desigualdad” (PNUD, 2011a).
2. EL AMBIENTE Y EL DESARROLLO HUMANO A NIVEL PERSONAL
Del mismo modo que la interdependencia entre ambiente y desarrollo hu-
mano puede estudiarse a nivel de países (o regiones), tal relación puede verifi-
carse y analizarse, también, a nivel personal.
Así como a nivel social consideramos el desarrollo como un proceso a 
través del cual los países y comunidades expanden sus potencialidades para 
alcanzar un mayor bienestar y calidad de vida, a nivel personal el sujeto hu-
mano también recorre un proceso de desarrollo que le permite incrementar su 
autonomía, su capacidad de elección y expresar plenamente sus capacidades 
en pro de sus objetivos vitales.
El estado actual del conocimiento científico revela, sin lugar a dudas, que 
el período crítico del desarrollo humano es la primera infancia y, particular-
mente, los dos primeros años de vida, puesto que si en este período no se 
cumplen ciertos procesos fundamentales del desarrollo, los mismos no podrán 
tener lugar en etapas posteriores de la vida.
Durante los estadios tempranos del desarrollo se produce la organización 
neuronal del cerebro, sustrato biológico de todos los aspectosdel desarrollo: 
cognitivo, emocional y comportamental. La organización cerebral no es un 
proceso autónomo sino que se da sobre la base de la experiencia del bebé con 
el ambiente (personas significativas que lo cuidan y median el mundo físico y 
social para él). La experiencia, entonces, tiene un valor clave porque a través 
de la misma se produce el moldeado “cultural” o “social” del cerebro que posi-
bilita la actividad mental. Colombo (2007) habla de “daño social del cerebro” 
para referirse a la falta de estímulos sociales apropiados (aislamiento, carencias 
de estímulos físicos y afectivos) que conducen a que el cerebro no pueda com-
pletar adecuadamente sus etapas iniciales de desarrollo, generando así déficits 
permanentes para el desarrollo posterior de la persona.
Lo anterior significa que las condiciones de vida afectan directamente la 
organización cerebral y es en este sentido que podemos afirmar que el cerebro 
es un “órgano social”:
(…) se ha confirmado que las condiciones físicas y sociales del me-
dio ambiente durante el período de crianza afectan el desarrollo 
cerebral -a nivel microestructural y neuroquímico- y estos efectos 
tendrán consecuencias en el desarrollo de las habilidades cognitivas 
y el comportamiento emocional no sólo en la infancia, sino durante 
la vida adulta (Colombo, op cit.: 104-105).
¿Cuáles son, entonces, las condiciones de vida adecuadas para el desarrollo 
integral (cerebral, cognitivo, afectivo y social) del bebé y el infante? Básica-
mente, las condiciones mínimas para el buen desarrollo involucran un am-
biente físico seguro y libre de contaminantes, una figura de apego que brinde 
cuidado, afecto y estímulos y una alimentación adecuada. Este conjunto de 
condiciones básicas se ve seriamente limitado en contextos de pobreza, sien-
do todavía la pobreza, en nuestro ámbito -y pese a los avances significativos 
logrados por la puesta en marcha de políticas públicas socialmente inclusivas 
en la última década- la mayor amenaza que enfrentan los niños pequeños para 
su desarrollo.
Un bajo nivel educativo de los padres puede afectar negativamente sus 
habilidades de crianza y su capacidad de brindar los estímulos (sensoriales, lú-
dicos, cognitivos, interaccionales) adecuados a los niños. La pobreza estimular 
del ambiente (escasez o inexistencia de elementos para jugar, por ejemplo) ha 
mostrado reiteradamente, por su parte, correlación con déficits del desarro-
llo infantil. No nos estamos refiriendo aquí a la carencia de juguetes caros o 
comprados en las jugueterías; nos referimos a carencias tan básicas como la 
inexistencia de un lápiz en el hogar, una hoja de papel o un libro -uno solo, 
no importa el tema que el mismo trate-. Estos elementos, centrales en nuestra 
cultura, están ausentes, no obstante, en muchos hogares argentinos.
Pero, como agudamente señala Clinton estas relaciones padre-niño no se 
dan en un vacío de contexto, sino que:
(…) es útil reconocer que las características positivas de las relacio-
nes entre el cuidador y el niño dependen, de manera decisiva, de las 
circunstancias ambientales que condicionan el tiempo, el espacio y 
los recursos necesarios para que dichas relaciones se desarrollen y 
perduren. Una vivienda adecuada, la disponibilidad de alimentos, el 
nivel de ingresos y la ayuda social son factores que, conjuntamente, 
conforman el contexto dentro del cual se pueden construir relacio-
nes de apego seguras: para criar un niño hace falta una comunidad 
(Clinton, citado por Oates, 2007: 22).
Es decir que, si los padres no disponen de una vivienda segura, ingresos 
suficientes o acceso a servicios de salud y educación de calidad para los niños, 
CAPÍTULO II - Mozobancyk, Schelica
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PERSPECTIVAS EN SALUD PUBLICA Y SALUD MENTAL
es muy difícil que logren las condiciones psicoemocionales necesarias para 
cumplir las funciones parentales adecuadamente. Entonces, las familias pobres 
que están en desventaja para brindar estas condiciones de vida adecuada a 
sus niños necesitarán de un plus de servicios y apoyos comunitarios (sociales, 
educativos, sanitarios) que los ayuden a poder cumplimentar exitosamente 
esta tarea.
El psicólogo ruso-estadounidense Urie Bronfenbrenner elaboró la “teoría 
bioecológica del desarrollo humano” (Bronfenbrenner, 1987; Bronfenbrenner 
& Ceci, 1994) que es una de las de mayor utilidad para analizar y comprender 
estas complejas tramas de factores que afectan el desarrollo infantil. Dicha 
teoría se adscribe al paradigma ecológico en ciencias sociales.
Tal paradigma hunde sus raíces en la ecología, ciencia que se preocupa por 
las interrelaciones totales entre los organismos y sus ambientes. Desde allí, 
dicho paradigma ha impregnado distintas disciplinas (sociología, psicología, 
economía, salud pública) aportando un marco general para comprender la 
naturaleza de las interacciones de las personas con su ambiente físico y su 
entorno sociocultural.
Bronfenbrenner fue un pionero en el estudio del desarrollo humano desde 
una perspectiva contextual-sistémica, al afirmar que el grado de desarrollo 
que puede alcanzar un niño está condicionado por las características de los 
ecosistemas humanos en que evoluciona. Estos ecosistemas tienen una estruc-
turación jerárquica que va desde lo más inmediato (lo más micro) a lo más 
global (lo macro) y que el autor metaforizaba como un set de muñecas rusas 
que encajan unas dentro de otras.
Bronfenbrenner definió cuatro niveles de sistemas: a) microsistema: inclu-
ye al niño mismo, con sus características personales de carga genética, edad, 
género y el entorno social inmediato en el que participa, donde mantiene rela-
ciones próximas, cara a cara (familia, escuela, club, etcétera); b) mesosistema: 
el sistema formado por las interacciones de los microsistemas, de los distintos 
contextos en que el niño participa (por ejemplo, relaciones comunitarias); c) 
exosistema: el medio social externo al niño, en el que no participa en forma 
directa pero que afecta los entorno en que él participa (por ejemplo, el entor-
no laboral de sus padres, los servicios locales de salud); d) macrosistema: los 
sistemas institucionales, sociales y culturales o sub-culturales que enmarcan 
los otros sistemas en que el niño participa (ideologías, valores, prácticas, leyes, 
políticas públicas, medios de comunicación, sociedad global, etcétera).
Como un sistema transversal a los anteriores encontramos el “cronosiste-
ma”, que se refiere al transcurrir temporal en los cuatro sistemas descriptos y 
donde se incluyen, por lo tanto, desde los períodos evolutivos del individuo, 
hasta las condiciones sociohistóricas que modifican cada uno de los entornos 
en donde el sujeto se desenvuelve. Destaquemos, entonces, que el autor otor-
gó especial importancia a las interacciones que se dan entre sistemas, dado 
que cada uno de los sistemas que definió ejerce influencia tanto dentro de su 
propio nivel como en interacción con los demás sistemas.
El aporte que hace el modelo de Bronfenbrenner es que nos permite ob-
tener una visión amplia y contextualizada de los fenómenos vinculados al de-
sarrollo infantil que, a menudo, son simplificados en extremo y reducidos a 
meros procesos individuales.
3. EL DESARROLLO HUMANO DESDE LA SALUD AMBIENTAL Y 
DESDE LA PSICOLOGÍA AMBIENTAL
Nos referiremos aquí a otras dos corrientes de aportes que brindan elemen-
tos relevantes para comprender la salud y el desarrollo infantil. Se trata de los 
aportes de la Salud Ambiental y de la Psicología Ambiental que pueden ser 
integrados a las teorías ecológicas del desarrollo humano antes presentadas. 
Estos aportes adquieren relevancia en tanto brindan constructos y herramien-
tas que permiten investigar y comprender el enorme poder determinante que 
sobre la salud y el desarrollo infantil tienen los ambientes en que los niños 
desarrollan su vida cotidiana (la vivienda, el barrio, la escuela, la ciudad).
Los ambientes de la vida cotidiana son de gran importancia por la cantidad 
de tiempoque los niños pasan en ellos. A nivel psicológico están dotados de 
significados y afectos y es en estos marcos que los niños entablan casi todas 
sus relaciones significativas. De ello se desprende la capacidad que tienen estos 
ambientes tanto de promover como de inhibir el desarrollo infantil.
La Salud Ambiental es la rama de la salud pública que estudia los aspectos 
de la salud humana que están determinados por factores físicos, químicos, 
biológicos, sociales y psicológicos en el ambiente. Si bien, en la práctica, su 
accionar es mucho más restrictivo, enfocándose casi exclusivamente en los 
riesgos de origen ambiental para enfermedades prioritariamente físicas, aun 
así sus aportes son de enorme importancia para el desarrollo infantil y no 
siempre son lo suficientemente valorados por parte de los administradores en 
salud pública.3
3 Un desarrollo respecto a las diferencias de enfoque entre la Salud Ambiental y los Am-
bientes Saludables, así como de los aportes de la Psicología Ambiental al desarrollo de los 
mismos puede consultarse en (Mozobancyk, 2013).
CAPÍTULO II - Mozobancyk, Schelica
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PERSPECTIVAS EN SALUD PUBLICA Y SALUD MENTAL
El 33 % de las enfermedades de los niños menores de cinco años se debe a 
la exposición a riesgos ambientales evitables, los que amenazan principalmen-
te a las poblaciones más pobres. Los ejemplos más destacados son las enferme-
dades diarreicas, las infecciones respiratorias, las enfermedades transmitidas 
por vectores, las enfermedades respiratorias crónicas, entre otras enfermedades 
frecuentes de la infancia (OPS, 2000).
Es conocida la influencia de la calidad de la vivienda en la salud física de 
los niños, de la que da cuenta gran cantidad de estudios. Las viviendas de 
baja calidad, donde se ven obligadas a vivir habitualmente las familias pobres, 
se caracterizan por distintos problemas estructurales y de saneamiento que 
aumentan severamente los riesgos de enfermar del niño. Las enfermedades 
respiratorias, gastrointestinales y parasitarias son algunas de las que se han 
estudiado con mayor frecuencia (OPS, 2000; Frumkin, 2010).
Menos conocida es la influencia de la vivienda sobre la salud psicológica de 
los niños aun cuando distintos estudios científicos dan cuenta de este vínculo. 
La disciplina que estudia tal tipo de interacciones es la Psicología Ambiental.
La Psicología Ambiental se ocupa de estudiar la dimensión psicológica del 
ambiente. Günter, Pinheiro y Souza Lobo la caracterizan diciendo que estudia 
a individuos y comunidades en estrechas relaciones con el contexto físico y 
social:
Busca sus inter-relaciones con el ambiente, atribuyendo importan-
cia a las percepciones, actitudes, evaluaciones o representaciones 
ambientales, al mismo tiempo considerando los comportamientos 
asociados a ellas (…), se interesa por los efectos de las condiciones 
del ambiente sobre los comportamientos individuales en tanto y en 
cuanto el individuo percibe y actúa en su entorno (Günter, Pinheiro 
& Souza Lobo, 2004: 8).
Las relaciones entre la vivienda, el barrio y la ciudad y el desarrollo infantil 
han sido desarrolladas con amplitud por otros autores (Mozobancyk, 2013); 
aquí sólo haremos unas breves referencias. Consideraremos como tres niveles 
de análisis jerárquicamente inclusivos, dentro de sistemas de mayor compleji-
dad. El primer nivel está representado por la vivienda, el segundo por el barrio 
y el tercero por la ciudad.
En cuanto al primer nivel, distintos estudios han mostrado el efecto ne-
gativo que tienen el hacinamiento y el ruido en la vivienda sobre la salud 
psicológica de los niños, así también como sobre aspectos motivacionales. La 
calidad de la vivienda, por su parte, ha sido correlacionada positivamente con 
la salud emocional de los niños, así como con la desesperanza aprendida, as-
pecto que se vincula con la motivación. A estos factores debemos añadir, por 
supuesto, la influencia de la vivienda sobre la calidad de vida general y el 
bienestar de los niños.
Chawla (2012) señala que es importante considerar el modo en que los 
desarrollos urbanos afectan la vida de los niños, especialmente de los niños 
pequeños, quienes debido a su dependencia de los adultos y a su limitada 
movilidad no tienen la oportunidad de reorganizar sus entornos cotidianos. 
La Fundación Bernard van Leer, institución con sede en Holanda dedicada a 
la investigación y promoción del desarrollo infantil, otorga tanta importancia 
al hábitat de los niños que está promoviendo el concepto de “declaración de 
impacto infantil”. Estas declaraciones son estudios similares a una evaluación 
de impacto ambiental, pero de tipo rápido, que tienen la función de ayudar 
-o más bien anticipar- a los urbanistas, arquitectos y empresas constructoras a 
tomar conciencia del impacto que tendrán sus intervenciones urbanas sobre 
la vida de los niños.
En cuanto al barrio, que representa nuestro segundo sistema, también 
puede influir fuertemente en el desarrollo infantil. Si es un espacio de bue-
na calidad, puede ofrecer al niño un ámbito donde satisfacer sus necesidades 
de desarrollo integral: brindar estimulación sensorial, oportunidades de ex-
ploración, juego, aventura, encuentro social y de establecimiento de vínculos 
afectivos. Las plazas y los parques son lugares privilegiados en este sentido. El 
espacio barrial puede ser un ámbito que propicie el desarrollo infantil o, inver-
samente, puede ser un espacio peligroso, sucio, anónimo, ajeno, desprovisto 
de atractivo y capacidad de estimulación, que no ofrezca oportunidades para 
el desarrollo del niño.
La ciudad es el tercer nivel del sistema jerárquico que implica un entorno 
de importancia para el desarrollo infantil. La calle, otrora espacio privilegiado 
de socialización para los niños, hoy en día, al calor de un progresivo movi-
miento histórico de privatización del espacio público, dejó de ser un lugar de 
encuentro para tornarse un lugar de pasaje, anónimo y peligroso, que expulsó 
a los niños de este ámbito. El lugar de encuentro fue transferido hacia lugares 
protegidos -y en general privados- como shoppings, clubes y escuelas que, 
claro, no son frecuentados por los niños de bajos recursos. Así, los niños han 
ido perdiendo progresivamente autonomía para circular por la ciudad (difícil-
mente encontrará un niño hoy un espacio adecuado para andar en bicicleta o 
jugar a la pelota) en pro del beneficio del uso del espacio urbano por el tránsito 
vehicular.
Digamos, por último, que hay todo un grupo de estudios provenientes de 
la psicología ambiental que revelan la importancia del contacto con la natu-
CAPÍTULO II - Mozobancyk, Schelica
54 55
PERSPECTIVAS EN SALUD PUBLICA Y SALUD MENTAL
raleza para un desarrollo infantil más saludable. Una serie de investigaciones 
señala que dicho contacto mejora las capacidades perceptuales, de concen-
tración, expresivas, imaginativas y de vinculación interpersonal de los niños. 
Según Chawla, también los ayuda a soportar factores estresantes e, incluso, 
podría ser un factor protector contra problemas psicológicos más serios en los 
niños, como los trastornos de ansiedad y la depresión (Chawla, op cit.).
Asimismo, la autora refiere que las observaciones etnográficas del juego 
de los niños indican que cuando éste tiene lugar en entornos naturales es más 
imaginativo y creativo que cuando se da en entornos construidos. El juego en 
la naturaleza también favorece la agilidad física y promueve un sentido pro-
fundo de conexión con el mundo de los otros seres vivos.
Lamentablemente, no todos los niños tienen acceso a tal fuente de dis-
frute. No obstante, los estudios de psicología ambiental han encontrado que, 
incluso los espacios naturales muy pequeños, enclavados en ámbitos urbanos, 
con existencia de algunos árboles y otros elementos naturales, pueden tener un 
impacto importante en el juego y desarrollo de los niños. Estos datos deberían 
ser tenidos muy en cuenta en una serie de ámbitos, que van, por ejemplo, des-
de los programasde salud pública hasta la planificación urbanística, pasando 
por el diseño arquitectónico de escuelas, patios de recreo y espacios públicos 
recreativos (plazoletas, plazas, parques). Digamos, de paso, que el espacio es-
colar es otro ambiente de enorme importancia para el desarrollo infantil que 
no abordaremos aquí.
4. A MODO DE INTEGRACIÓN Y CIERRE
A lo largo de esta ficha hemos presentado una mirada integradora respecto 
al ambiente y al desarrollo humano con el propósito de superar modelos ex-
cesivamente restrictivos que conllevan una pérdida de capacidad explicativa y, 
por ende, de capacidad de intervención.
Este propósito es especialmente significativo y valioso en la etapa de for-
mación universitaria en la cual, los futuros profesionales, deberían ser nutridos 
con la enorme diversidad de marcos teóricos útiles para forjar modelos men-
tales capaces de analizar con rigor e inteligencia, pero también con sensibili-
dad, flexibilidad y creatividad el complejo mundo que nos rodea y en el que 
deberán desarrollar sus prácticas profesionales. Son pocas las disciplinas que 
cuentan con la riqueza de marcos teóricos -rigurosamente construidos- con 
que cuenta la psicología. Conocer la mayor parte posible de estos marcos ex-
pande infinitamente nuestra visión de la “realidad” y potencia enormemente 
nuestras capacidades de intervención.
Ha quedado de manifiesto cómo la construcción de un desarrollo humano 
integral y de un ambiente integral de alta calidad (sustentable) son diferentes 
caras de una misma moneda y emergentes de un mismo proceso histórico, 
vinculado a un determinado modelo de desarrollo.
El actual modelo de crecimiento económico de mercado neoliberal está en 
crisis, lo que se refleja en el colapso ambiental global al que nos enfrentamos 
hoy día y en las enormes asimetrías existentes en desarrollo humano, que han 
excluido a una porción importante de la humanidad de sus beneficios.
Las relaciones dinámicas entre sustentabilidad ambiental y desarrollo hu-
mano que se dan a nivel macro, tienen expresión y efectos a nivel de países, 
comunidades, familias y personas: los niños de los países pobres (países que no 
gozan del acceso a una porción equitativa de la riqueza mundial) afrontarán 
condiciones de vida seriamente desaventajadas que atentarán contra su desa-
rrollo neurocognitivo y social.
Enunciado en términos del modelo de Bronfenbrenner, lo que ocurre en el 
macrosistema, (globalización del mercado neoliberal, exacerbación del consu-
mismo con sus correlatos ambientales y sociales, incremento de la concentra-
ción de la riqueza y de la exclusión social) afecta lo que ocurre en el mesosiste-
ma (vida comunitaria) y en el microsistema (ámbitos donde el niño participa 
en relaciones interpersonales habituales).
Tales condiciones de vida se pueden expresar en diversos aspectos como: 
viviendas deficitarias e inseguras, entornos barriales carentes de saneamiento 
básico, contaminados y peligrosos, déficits alimentarios, carencia de vínculos 
tempranos continentes que brinden afecto, cuidado y estímulos apropiados 
para el desarrollo. A nivel comunitario, dichas condiciones pueden tomar la 
forma de ruptura de lazos sociales, anomia, desesperanza, violencia interper-
sonal, ausencia o escasez de servicios educativos, culturales y de salud y mala 
calidad de los mismos, entre otras.
Estas condiciones de vida tan negativas suelen presentarse en conjunto y 
ello no es una mera coincidencia, sino que, justamente, refleja el carácter sis-
témico complejo -causalidad circular compleja- por el cual las distintas varia-
bles se van retroalimentando y generando lo que conocemos como el círculo 
vicioso de la pobreza.
Entonces ¿qué pasa con el niño que debe crecer en semejantes condicio-
nes? Como muy claramente lo describe el sanitarista estadounidense Daniel 
Stokols:
(…) desde el punto de vista psicológico, y también desde el punto 
CAPÍTULO II - Mozobancyk, Schelica
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PERSPECTIVAS EN SALUD PUBLICA Y SALUD MENTAL
de vista de los efectos que ejercen sobre las personas, estos ambientes 
no se presentan como un cúmulo caótico de estímulos inconexos, 
sino que constituyen unidades holísticas que, además, son dotadas 
de significado en cuanto totalidad, por las personas que con y en 
ellos interactúan (Stokols, 1992:124).
En un trabajo más reciente el autor añade que “los diversos ambientes en 
los cuales un individuo participa ejercen un efecto acumulativo, sinérgico en 
su salud” (Stokols & Clitheroe, 2010: 111). Es decir que el niño que debe de-
sarrollarse en estas condiciones de pobreza, se ve afectado, sinérgicamente, de 
modo negativo, por todos los ambientes -físicos y sociales- en que transcurre 
su vida cotidiana.
Podemos pensar, entonces, la relación entre un “ambiente total” que puede 
analizarse, de acuerdo al paradigma de la complejidad, tanto a nivel macro 
(global, nacional) como meso (comunidad) o micro (hogar, escuela, club), 
constituyendo éstos ensambles de sistemas y subsistemas y un “desarrollo hu-
mano integral” que puede pensarse, también, a nivel global, regional, nacio-
nal, comunitario o personal. Está claro que el nivel de desarrollo nacional 
alcanzado por un país afectará el desarrollo posible de los niños a nivel indivi-
dual (por la vía de afectar los sistemas intermedios en los cuales vive inmerso). 
Esto incluye, también, su neurodesarrollo que, como se expuso, es una resul-
tante de la plasticidad neuronal del niño en interjuego con la exposición a las 
experiencias que le provee su ambiente.
A su vez, los procesos históricos (globales, regionales, nacionales, comuni-
tarios, institucionales, grupales, familiares y personales) son sistemas sincróni-
cos interconectados a distintas escalas temporales.
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