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BIBLIOTECA DIGITAL TEXTOS SOBRE SOCIOLOGÍA Y TRABAJO SOCIAL SOCIOLOGÍA POR CONTINENTES Y PAÍSES SOCIOLOGÍA POR ORGANIZACIONES Y CONTINENTES FICHA DEL TEXTO Número de identificación del texto en clasificación sociología: 3233 Número del texto en clasificación por autores: 43823 Título del libro: Balance actual de la sociología I Autor: UNESCO Editor: Konrad-Adenauer-Stiftung Registro de Propiedad: Dominio público Año: 1994 Ciudad y país: Buenos Aires - Argentina Número total de páginas: 173 Fuente: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000096687_spa Temática: Organizaciones \ Revista i n t e r n a c i o n u 9 de ciencias sociales Marzo 1994 139 Balance actual de la sociología I N e i l J. Smelser K a r l M. van M e t e r Ma t te i Dogan Saskia Sassen Michael Schudson T.K. Oommen Valentine M. Moghadam D o n Edgar y Helen Glezer Edi tor ia l Resúmenes Teorías sociológicas Metodología sociológica Disgregación de las ciencias sociales y recomposición de las especialidades El complejo urbano en una economía mund ia l L a cultura y l a integración de las sociedades nacionales Raza, etnicidad y clase: análisis de las interrelaciones L a mujer e n l a sociedad L a fami l ia y l a int imidad. Las «carreras» familiares y l a reconstrucción de l a v ida privada Servicios profesionales y documentales Calendario de reuniones internacionales Libros recibidos Publicaciones de l a UNESCO Números aparecidos 3 5 9 25 37 5 5 79 101 115 139 163 167 169 173 El presente número de RICS, y también e l que l e seguirá (Núm. 140, junio 1994), se hallan consagrados a hacer balance de la sociología hoy. Los artículos de estos dos números han sido inicialmente redactados en ocasión de la preparación del primer volumen de una serie, que será publicada por UNESCO en 1994, en colaboración con Blackwell Publishers, bajo e l título genérico de «Ciencias sociales contem- poráneas». Estas obras que aparecerán al rit- mo de un volumen por año desde una perspec- tiva internacional, darán cuenta del estado de la investigación y de las principales tendencias y estudios e n las distintas disciplinas de las ciencias sociales. El método que hemos adoptado para la elaboración de estos volúmenes consiste e n escoger como autor a un investigador de re- nombre y rodearlo de un equipo internacional de especialistas de alto nivel, trabajando en los diferentes dominios de la disciplina. Estos es- pecialistas envían sus textos al autor, que es libre de retomarlos e n parte, o de utilizarlos como fuentes informativas a partir de la re- dacción del volumen y que están, por otra parte, publicados in extenso y firmados por é l en la RICS. Hemos escogido iniciar esta serie con la sociología. Los volúmenes que l e seguirán, preparados siguiendo e l mismo método, trata- rán de la ciencia política, de las ciencias eco- nómicas, la antropología, la psicología, la geo- grafía, la demografía, la historia, las relaciones internacionales, la lingüística, la estadística y las ciencias empresariales. El autor de l presen- te volumen sobre sociología es N e i l J. Smelser, de la Universidad de California en Berkeley. Es uno de los más prestigiosos nombres de la sociología contemporánea, Vicepresidente de la Asociación Internacional de Sociología y responsable de los programas del XIII Congre- so Mundial de Sociología (Bielefeld, ju l io de 1994). También nos ha parecido particular- mente bien situado para redactar esta obra. Los colaboradores que l e rodean, y cuyos ar- tículos aparecen en la Revista, son igualmente renombrados sociólogos. Sus excelentes con- tribuciones han ayudado a N e i l J. Smelser a hacer un balance realmente internacional y nosotros celebramos la aparición de sus textos en la Revista. También hemos incluido en este número un artículo de Mattei Dogan, fuera del proyecto en que fueron concebidas las otras contribuciones, dado su gran interés y comple- mentariedad con los otros textos. L a decisión de empezar la serie “Ciencias sociales contem- poráneas” por la disciplina de la sociología no es, por supuesto, e l reflejo de un cierto “socio- logismo”, de inspiración comtiana, es decir, de la idea que la sociología se encuentra situada e n la cima de una jerarquía de disciplinas (como se sabe, Auguste Comte, seguido por Emile Durkheim, veía en la sociología, a la cual é l había dado nombre, la coronación de l sistema de las ciencias e n s u conjunto). Sólo cabe decir que, s i n compartir e n absoluto “el imperialismo” que Auguste Comte ambiciona- ba para esta disciplina, pensamos, según la opinión de Anthony Giddens, uno de los prin- cipales teóricos de la sociología contemporá- nea, que “la sociología juega un papel clave e n la cultura intelectual moderna y ocupa un lu- gar central entre las ciencias sociales”‘. Por esta razón, nos ha parecido apropiado inaugu- rar la nueva serie de la UNESCO con esta dis- ciplina. A.K. RICS 139/Marzo 1994 Editorial 4 1. Anthony Giddens. Sociologv. Cambridge. U.K., Polity Press. 1984. P. 1 Resúmenes Teorías sociológicas N e i l J. Smelser Esta reseña de la teoría sociológica contempo- ránea empieza con un análisis del peso de la teoría en la materia. Se examina sobre todo las relaciones entre la historia de la teoría y los sistemas teóricos, los planos de formalización de la teoría, los usos y uti l idad de la teoría sociológica y la cuestión de la acumulación científica de la teoría, trazándose luego un mapa general de las teorías sociológicas. L a división principal corresponde a las teorías macrosociológicas y microsociológicas y, den- tro de cada una de ellas, se indican los princi- pales subtipos y s u interrelación. A l mismo tiempo, e l trazado de l mapa indica algunos de los principales debates en la teoría contempo- ránea, por ejemplo, integración y conflicto, positivismo y fenomenología y macro y micro- sociología. A l final del capítulo aparecen algu- nas preguntas críticas que hay que hacer para poder comprender y criticar adecuadamente una teoría. Metodología sociológica Kar l M. van Meter La sociología evoluciona por e l avance conjun- to tanto de la teoría como de la metodología. L a diversidad de sus métodos teóricos encuen- tra eco e n la diversidad de sus metodologías. L a distinción. entre metodologías ttcuantitati- vas» y metodologías «cualitativas» ha perdido pertinencia o ha desaparecido por completo. Tal vez sea más constructivo distinguir entre metodología «ascendente» y «descendente», s i n perder de vista e n todo caso que ambas son complementarias y pueden ser combinadas en un proyecto de investigación. Todas las meto- dologías t ienen un carácter «no universal)), por más que cada una de ellas tenga su ámbito especial de competencia y pertinencia. E l aná- l i s i s multimétodo es útil para obtener resulta- dos estables y abrir cauces de comunicación entre subdisciplinas. Se presenta un procedi- miento general de investigación sociológica e n cuatro elementos «clásicos», a los cuales se añaden dos pasos fundamentales que a menu- do quedan implícitos, la transformación ini- cial y la transformación final de la informa- ción durante e l procedicimiento de investiga- ción. - Disgregación de las ciencias sociales y recomposición de las especialidades Mattei Dogan El proceso de las ciencias sociales da lugar a una especialización creciente, que conlleva una fragmentación de las disciplinas formales. Las especialidades se recombinan creando nuevos sectores híbridos. Como no se trata de disciplinas completas que se entrecruzan, la noción de interdisciplinariedad resulta enga- ñosa. Las innovaciones científicas se producen con mayor frecuencia e n las intersecciones en- tre las especialidades y, por consiguiente,la noción de paradigma, válida para las ciencias naturales, no parece adecuada para las cien- cias sociales. En e l presente trabajo se describe este proceso para cinco disciplinas clásicas: la historia, la geografía, la ciencia política, la so- RICS 139/Marzo 1994 Resúmenes 6 ciología y la ciencia económica. Las ciencias sociales t ienen una progenie mestiza. Se esta- blece así una red variada y compleja de nuevos sectores mixtos, que desfiguran por completo e l viejo mapamundi de las ciencias formales. El complejo urbano en una economía mundial Saskia Sassen El presente artículo se ref iere fundamental- mente a las grandes y nuevas tendencias que existen e n la actualidad, especialmente e n las consecuencias urbanas de la mundialización de la economía. En la primera sección se exa- minan las nuevas desigualdades interurbanas, particularmente la cuestión de la primacía y los efectos de las nuevas y grandes tendencias económicas en los llamados sistemas urbanos equilibrados. En la segunda sección se exami- nan con mayor detalle las desigualdades que aparecen ante e l sistema urbano que está sur- giendo en e l mundo. Se está desarrollando con rapidez una corriente de investigación según la cual nos hallamos ante los elementos de una jerarquía mundial entre ciudades que funcio- nan como lugares de producción y mercados para e l capital mundial. L a tercera parte se centra e n las nuevas formas urbanas y alinea- ciones sociales correspondientes. Se plantean los interrogantes de s i estamos e n presencia de patrones e n los que e l concepto de «ciudad», utilizado e n e l sentido convencional, no es adecuado para e l estudio de lo que está ocu- rriendo en las grandes y nuevas regiones urba- nas, desde las nuevas ciudades del tercer mun- do hasta l a nueva red regional de nódulos internacionalizados que constituyen la base es- pacial de muchas ciudades planetarias. y de s i las nuevas alineaciones sociales dentro de las ciudades constituyen una transformación me- ramente cuantitativa o también cualitativa. La cultura y la integración de las sociedades nacionales Michael Schudson En la nación Estado, e l hecho de compartir un idioma, unos símbolos, unos ritos y una histo- r ia no es condición suficiente para la integra- ción social; incluso con todo ello, los l ímites o la identidad de una sociedad nacional apenas pueden distinguirse de sus características cul- turales. L a nación Estado es una “comunidad imaginada” debido en parte a que las elites nacionalizadoras y los gobiernos nacionales han empleado conscientemente la política lin- güística, la educación formal, los ritos colecti- vos y los medios de comunicación de masas para asegurarse la lealtad de los ciudadanos. Pero la cultura puede ser subintegradora, vin- culando a la población a una subcomunidad cuyas lealtades quizás sean incompatibles con las del Estado, o sobreintegradora, uniendo a poblaciones de Estados distintos. Además, los mismos mecanismos culturales que uti l iza e l Estado para reclamar la adhesión de los ciuda- danos pueden ser objeto de resistencia o de subversión: la cultura puede provocar tanto conflictos como consensos. Raza, etnicidad y clase: análisis de las interrelaciones T.K. Oommen L a raza es una categoría biológica, mientras que e l racismo es una forma de opresión basa- da e n la creencia de que algunas razas son inferiores a otras. L a etnicidad se considera cada vez más como un concepto positivo, si- nónimo de identidad cultural y es vista con buenos ojos; s i n embargo, la discriminación basada en diferencias culturales persiste. Para corregir este desequilibrio conceptual, cabe usar pares de términos (racismo/raza y etnicis- mo/etnia) para referirse a las dimensiones ne- gativa y positiva, respectivamente, de los dos fenómenos. Hay que ins is t i r en la distinción entre raza y etnicidad, así como entre etnici- dad y nacionalidad. L a nacionalidad surge cuando se funden territorio y cultura; la etnici- dad es producto de la disociación entre ellos. L a raza y los grupos étnicos son orgánicos mientras que las clases son colectividades compuestas por reagrupación de los indivi- duos. En teoría, cada clase podría tener repre- sentantes en número proporcional a su impor- tancia e n el seno de las distintas razas y grupos étnicos, pero, e n realidad, la distribución de las clases varía drásticamente en razón de una Resúinenes 1 combinación de factores que es preciso inves- tigar y explicar. La mujer en la sociedad Valentine M. Moghadam En e l presente artículo, que pretende ser un marco comparativo del cambio en la posición social de la mujer en diversas sociedades, se examinan algunas de las cuestiones teóricas que se plantean entre las feministas del campo de las ciencias sociales y los sociólogos del sexo, tales como e l diálogo entre la teoría so- ciológica y la teoría feminista: e l debate sobre el empleo de la mujer; el poder político y e l sistema patriarcal; e l sexo y s u interacción con la clase, e l Estado, la acción colectiva y el sistema mundial; la relación entre macro y microvínculos y los factores que mejor expli- can los cambios e n la posición social de la mujer e n todo el mundo. Este artículo también presenta datos empíricos sobre las tendencias de esta evolución. L a autora expone que la urbanización, la industrialización y la proleta- rización, así como e l desarrollo de los movi- mientos de mujeres, las reformas legales y la educación, han afectado de forma considera- ble la posición social de la mujer. L a mujer a su vez, ya sea mediante movimientos organi- zados o mediante s u presencia cada vez mayor en l a vida pública, ha contribuido a la intro- ducción de cambios e n instituciones funda- mentales de la sociedad, especialmente e n e l mercado de trabajo, la estructura político- jurídica y la familia. Estos cambios generan a veces una reacción (como l a de los movimien- tos «fundamentalistas» o contra e l aborto) y, como resultado, los problemas del sexo y la mujer ocupan un lugar central e n muchas co- r r ientes y teorías contemporáneas. S i bien la sociología t iene una actitud relativamente más receptiva que la de las demás ciencias sociales, e l diálogo entre feministas y sociólogos debe proseguir. La familia y la intimidad Las ((carreras)) familiares y la reconstrucción de la vida privada D o n Edgar y H e l e Glezer El presente artículo trata de la transformación de la int imidad en las sociedades modernas. Analiza los cambios estructurales e ideológicos e n l a noción de sexo, trabajo y «carreras» fa- miliares para explicar la nueva prioridad dada al autodescubrimiento mutuo y a la «relación pura» como base de las relaciones personales íntimas. Los fenómenos del abandono del ho- gar, las relaciones sexuales antes del matrimo- nio, la mayor igualdad en e l seno de la pareja, los efectos del divorcio, la búsqueda de nuevas parejas y e l envejecimiento de la población son otros tantos factores que t ienen conse- cuencias para la naturaleza de la int imidad entre los adultos, y entre éstos y los niños. Las estructuras del trabajo y la diferenciación en- t re los sexos son elementos centrales en esta transformación del ((trabajo de l amor». Teorías sociológicas N e i l J. Smelser Normalmente nos referimos a la teoría socio- lógica como una unidad y a la teorización sociológica como una actividad específica. Los sociólogos escribimos artículos y libros e im- partimos cursos sobre las materias y algunos decimos que nos especializamos en la teoría. Todo ello induce a error e n un cierto sentido. Cada objeto de investigación empírica en nuestra disciplina (por más que esté definido y uno de estos objetivos requiere más espacio del que aquí dispongo y tal vezsea imprudente tratar de abarcar tanto. A l mismo tiempo, no es posible apreciar la teoría contemporánea s i n tener en cuenta estos dos objetivos. La naturaleza y la diversidad de la teorización sociológica circunscrito e n términos estrictos) tiene sus raíces en proposiciones ge- nerales sobre e l ser huma- no y la sociedad, y contiene las simientes de l razona- miento abstracto y la eva- luación normativa. Estos elementos suelen permane- cer ocultos o tácitos, pero jamás se hallan ausentes. Por ello, la teoría debe ser considerada un aspecto in- tegral de la indagación so- ciológica y no una entidad separada de ella. S in em- bargo, en otro sentido la teoría es individualizable. N e i l J. Smelser es Profesor de Sociolo- gía en la Universidad de California, Berkeley, California, 94720, Estados Unidos de América, donde enseña des- de 1958. Es autor de numerosas obras en las disciplinas sobre la teoría socio- lógica, e l cambio social, la sociología económica, los movimientos sociales y la sociología de la educación. Su obra más reciente es Social Paralysis and Social Change: British Working-Class Education in the Nineteenth Century. Es miembro de la National Academy o f Sciences (Estados Unidos de Améri- ca) y la American Academy o f Arts and Sciences. También es Vicepresidente de la Asociación Sociológica Internacional. Es posible y legítimo considerar las relaciones entre los elementos generales en cuanto a tales y, al hacerlo, entramos e n e l ámbito de la teoría sociológica y l a teorización propiamente dicha. Con este artículo me propongo dos objeti- vos; en primer lugar, hacer algunas observa- ciones generales acerca de la teoría sociológica (al principio y al final) y, en segundo lugar, trazar un mapa general pero completo de las variedades del pensamiento teórico e n la so- ciología contemporánea (en e l medio). Cada Historia y teoría Frecuentemente distingui- mos tambiéti entre la his- toria de la teoría (o histo- r ia del pensamiento) y la teoría sistemática. L a pri- mera describe e l pensa- miento consciente sobre la sociedad a partir de una persona (Hobbes, Comte), de una escuela o doctrina (el utilitarismo) o un perío- do (por ejemplo la Grecia clásica). L a segunda se re- f iere a una reflexión más contemporánea acerca de la sociedad, estructurada mediante la utiliza- ción de primeras hipótesis expresas, la deriva- ción formal hipótesis específicas susceptibles de ser invalidadas por datos empíricos. En este caso, la distinción entre ambas es más una cuestión de matices que de la existencia de una clara línea divisoria. Muchos pensadores, a menudo considerados «históricos» en s u im- portancia (Adam Smith, Jeremy Bentham, Kar l Marx, por ejemplo), eran muy sistemáti- cos y científicos tanto e n sus aspiraciones como e n su forma de pensar. Por lo demás, RICS 139lMarzo 1994 10 Neil J. Snielser gran parte del pensamiento contemporáneo que llamamos teoría no es particularmente sis- temático como ciencia social; a menudo entra- ña la defensa de perspectivas generales, plan- teamientos y preferencias ideológicas, así como el desarrollo de exposiciones teóricas formales y de proposiciones empíricas. Por último, muchas perspectivas de la historia del pensamiento (como la clásica teoría evolutiva) siguen sobreviviendo como elementos de las teorías contemporáneas. Por esas razones, en sociología la «historia» y la «teoría» son pues indisociables. Grado de formalización variable L a teoría sociológica se caracteriza por una formalización mayor o menor según su grado de conformidad a las reglas científicas de la elaboración teórica. Ciertos tipos de discurso que llamamos teoría no son más que perspecti- vas generales acerca del ser humano y la socie- dad apoyadas en conceptos un tanto impreci- sos, una estructura lógica poco rigurosa y, de haberlas, escasas proposiciones empíricas identificables, que uno no intenta corroborar o descartar. A veces, estas perspectivas s i r ven de fundamento o se integran a modelos más o menos formales, pero a menudo gran parte del discurso teórico entraña una argumentación de la importancia analítica o normativa de la propia perspectiva. Otras aproximaciones son por e l contrario construcciones verbales más o menos formales de supuestos y postulados generales, hipótesis, variables (o causas) independientes, variables (o efectos o resultados) dependientes y la cita de datos relativos a l a verificación empírica. Por ejemplo, a pesar de que Robert Michels (1959 [ 191 5]), al propiciar su principio inexo- rable de la oligarquía, negó que estuviese creando un «sistema nuevo» (pág. VIII), s u obra, puede ser calificada de razonamiento sistemático organizado con arreglo a las leyes del proceso científico (Smelser y Warner, 1976, págs 237 a 476). Igualmente, e n la clási- ca obra de Durkheim titulada Suicide (1 95 1 [ 1897]), se encuentran todos los ingredientes de una explicación teórica formalmente cons- truida (Merton, 1968~; Smelser y Warner, 1976, págs. 161 a 172). Parsons, hace medio siglo, formuló una definición de este t ipo de la teoría, que sigue siendo satisfactoria e n mu- chos aspectos y según la cual la teoría es “un conjunto de conceptos generalizados de refe- rencia empírica que lógicamente dependen en- t re sí» (1 954 [ 19451, pág. 21 2). Concebida así, la teoría contiene una serie de hipótesis o de postulados interdependientes que se acercan a la conclusión lógica, derivada de proposicio- nes generales que se pueden presentar como hipótesis empíricas y que, en principio, son verificables. Como hemos indicado, no todo l o que calificamos de teoría contiene todos estos elementos, por l o que la definición debe ser considerada un desideratum más que una des- cripción. L a expresión más formal de la teoría es la exposición de relaciones, derivaciones e hipó- tesis en lenguaje mantenido. Este genero de teorías se encuentra más comúnmente e n eco- nomía pero han sido empleadas e n sociología para generar explicaciones y predicciones rela- cionadas con los procesos demográficos, la movil idad social, la difusión de invenciones y técnicas y e l comportamiento de las organiza- ciones. Otra constante se ref iere al grado del ámbi- to teórico o de generalización. Un modelo se ref iere por regla general a un conjunto formal- mente expuesto de hipótesis respecto a los re- sultados empíricos (así, e l modelo es un tipo de teoría) pero l imitado a una variedad estre- chamente individualizable de situaciones. L a teoría del mediano alcance (Merton, 1968a) es más amplia y trata de incluir los principios explicativos en un ámbito mayor al tiempo, en todo caso, de seguir refiriéndose a ((aspectos delimitados de los fenómenos sociales)) (págs. 39 y 40). L a teoría general, como denota s u nombre, intenta desarrollar los principios más abstractos para explicar una amplia gama de elementos regulares en e l comportamiento co- lectivo, las instituciones y e l cambio social. .La teorización sociológica pasa lista a estos tres aspectos. Usos y utilidad de la teoría sociológica Si bien la teoría es generalmente aceptada como ingrediente legítimo en la sociología, las razones de esta aceptación no siempre resultan claras. Sería útil, pues, recordar cuáles son los usos y la uti l idad de la teoría para la propia sociología y para las sociedades e n que t iene lugar. Teorías sociológicas 1 1 Guardería infantil y CuriOSOS, París 1979. Rapho - L a teoría es e l mecanismo mediante e l cual se codifican e interrelacionan dentro de un marco único los resultados de las diversas actividades de investigación empírica, a me- nudo concebidos e n forma independiente uno del otro y consignados e n distintos con- textos conceptuales. - L a codificación implica la generalización.L a teoría permite pasar a un grado de abstrac- ción superior, aplicando las conclusiones y los resultados de la investigación sociológica a un campo más vasto que aquel donde fue- ron formuladas. - Las formulaciones teóricas también t ienen una función de toma de conciencia, que consiste en advertir a quienes investigan o comentan fenómenos sociales de la exis- tencia de problemas y cuestiones concretas que tal vez no sean fácilmente visibles s i los fenómenos se examinan superficial- mente, pero que pueden constituir la base de su explicación e interpretación (Blumer, 1954). - L a teoría ofrece posibilidades de aplicación, de hacerse útil en e l diseño y la reforma de la política, las organizaciones y las institucio- nes, incluso en una transformación revolu- cionaria. Esto no significa que esa aplicación constituya una implantación l iteral y com- pleta de los sistemas teóricos sobre la reali- dad social. Más bien se trata de ofrecer da- tos, perspectivas y formas de examinar los fenómenos sociales que pueden dar un ca- rácter más pert inente y efectivo a las activi- dades prácticas. - L a teoría sociológica es ú t i l e n l a medida en que entra en e l discurso piíblico general clari- ficándolo y estimulándolo. En este sentido, la teoría sociológica tiene un claro aspecto ideológico. Los críticos de la sociología sue- l e n enfocarla con un criterio negativo (di- ciendo que afianza e l status quo o l o socava), pero la afirmación general que quiero hacer es que la teorización sociológica nunca t iene carácter neutral e n sus contextos sociocultu- rales más amplios. 12 Neil J. Smelser La cuestión de la acumulación L a sociología, incluidos sus aspectos teóricos, es normalmente considerada como ciencia SO- cial. Históricamente las ciencias sociales se desarrollaron en un intento de adaptar los mo- delos y métodos de las ciencias naturales al estudio de las relaciones sociales y de la socie- dad. Quienes las practican no tienen proble- mas para definirse como científicos sociales. En este contexto, se suele preguntar s i e l cono- cimiento científico social aumenta e n forma acumulativa. El modelo científico de acumulación, que generalmente se utiliza a efectos comparati- vos, consiste en que e l conocimiento científi- co, incluida la teoría, sólo t iene validez en un sentido temporal, siendo continuamente ab- sorbido, desplazado o reemplazado por la acu- mulación sistemática y agregada de nuevos descubrimientos empíricos y sus interpretacio- nes teóricas. En consecuencia, la historia de las ciencias reviste interés básicamente como una cuestión de curiosidad, no de validez. por- que la ciencia se va invalidando continuamen- te en razón de s u propio progreso. Se ha aducido (Khun, 1962) que este mo- delo idealizado no se aplica siquiera ni a las ciencias naturales y, ciertamente, tampoco se aplica al desarrollo del conocimieno teórico e n la sociología. L a dinámica de la teoría socioló- gica, por contraste, se asemeja a l o siguiente: de cuando e n cuando, los académicos formu- lan una exposición oportuna, original o creati- vamente sintética acerca de las relaciones so- ciales o la sociedad que responde a las preocu- paciones del momento o que se presenta como una síntesis particularmente innovadora (por ejemplo, la idea de la evolución lineal o pro- gresiva). Ello suscita un interés inmediato s i ha sido formulado en e l contexto intelectual o social adecuado o puede quedar en suspenso durante un tiempo para ser activado en su momento. En todo caso, e l interés suscitado invariablemente incluye impugnaciones teóri- cas y empíricas, así como la afirmación y rea- firmación de interpretaciones alternativas. Es- tas críticas, a su vez, dan lugar a declaraciones de defensa y a la adaptación y desarrollo de la exposición original por parte de sus defenso- res. Como resultado de este proceso, una pers- pectiva, un método o una «escuela» ocupa un lugar en la historia de la teorización. Con e l transcurso del tiempo, esa escuela puede sub- sistir, ser desacreditada, reactivada o transfor- mada a medida que se combina y recombina selectivamente con otras ideas. L a historia de la teoría sociológica (así como su situación actual) es e l resultado no de decenas, sino de cientos, de este t ipo de episo- dios. Es una historia de invención, elabora- ción, combinación y recombinación, activa- ción, reactivación y muerte ocasional de pers- pectivas teóricas. Así pues, no se trata de un proceso acumulativo en e l cual e l saber progre- saría gracias al reemplazamiento de lo viejo por lo nuevo a la luz de un conocimiento más adecuado o válido sino más bien una historia de incremento del número, la complejidad y e l contenido de concepciones, marcos y teorías sobre la sociedad humana expresados de for- ma más o menos sistemática y que gravan progresivamente en complejidad y profundi- dad. Se trata también de una historia de conti- nuo cambio a medida que e l conocimiento teórico se desplaza internamente a través de la invención, la controversia, la nueva investiga- ción empírica y e l debate e n la materia reac- cionando ante los cambios en las condiciones y e n las sociedades e n que es generado. Por último, e n cualquier momento de la historia, e l mapa de la teoría sociológica constituye un mosaico complicado, un producto agregado de ese cambio y no una acumulación racional. L a poca coherencia que t iene dimana básicamen- te de la interpretación de los académicos que, posteriormente, advierten patrones lógicos en su desarrollo. Un mapa contemporáneo de las teorías sociológicas L a sociología, disciplina de enorme alcance, se puede dividir de diversas maneras; e n primer lugar, en submaterias clasificadas por e l conte- nido, estratificación social, sociología de la fa- milia, sociología de la pobreza, sociología del medio ambiente, etc.; en segundo lugar, según e l método empleado, matemático, estadístico, comparado, experimental, etnográfico y, en tercer lugar, por las perspectivas teóricas o los paradigmas (a veces antagónicos). Es este últ i- mo aspecto l o que concentrará mi atención en e l presente artículo. Hay que hacer tres salvedades al principio: Teorías sociológicas 13 - El mapa que voy a trazar es e n cierto modo ahistórico; constituye una sección transver- sal sincrónica y hay pocas referencias a los orígenes y desarrollo de las distintas partes del conjunto. - Mi análisis, como cualquier otro, entraña un cierto grado de arbitrariedad porque hay muchas formas legítimas de dividir la teoría. L a obra de M a x Weber, por ejemplo, puede legítimamente ser calificada de teoría ttfeno- menológica)), «estructural», «de mediano al- cance» y «de conflicto»; por l o tanto Weber puede quedar situado e n una o muchas par- tes del mapa teórico segiin la importancia que se atribuya a cada una de estas facetas de su obra. - L a división e n territorios distintos no debe dar la idea de que hay múltiples batallones de académicos, cada uno de los cuales está movilizado en torno a una perspectiva teóri- ca. Algunos académicos se definen de esa forma pero, e n la práctica, la mayoría tiende a ser un tanto ecléctica e n sus opciones teóri- cas, destacando, tal vez, una perspectiva res- pecto de otra pero utilizando y combinando planteamientos cuando el problema intelec- tual que les ocupa parece hacerlo necesario. Pasemos ahora al mapa propiamente di- cho. L a división fundamental se encuentra en- t re las perspectivas macroscópicas, que se cen- tran inicialmente en las organizaciones, las instituciones, las sociedades y las culturas, y las perspectivas microscópicas, que se centran e n la psicología social de los individuos y los procesos de interacción entre ellos. En la prác- tica, los niveles de análisis se superponen: to- daslas teorías macroscópicas comprenden como mínimo hipótesis psicológicas tácitas y todas las teorías microscópicas parten del su- puesto de parámetros sociales más amplios e n los cuales t ienen lugar los microprocesos. Teorías macrosociológicas El contraste más frecuente suele encontrarse entre las teorías que en principio ins i s ten e n la integración social y las que l o hacen en e l conflicto social. Teorías de la integración Principalmente se encuentra comprendida en este epígrafe la teoría estructural-funcional, que pasa por las obras de Herbert Spencer (1 897). Emile Durkheim (1 947 [ 19 13]), Bro- nislaw Malinowski (1 955) y Radcliffe-Brown ( 1 952) y culmina con las obras de Talcott Par- sons (1 95 1) y Robert Merton ( 1 968b). Todos ellos concebían la sociedad como una estructu- ra de partes relacionadas entre sí que se sostie- nen, e n diverso grado, por mecanismos de equilibrio. L a perspectiva estructural-funcio- nal guarda también relación con la consolida- ción de la teoría de la modernización, elabora- da en los decenios siguientes a la Segunda Guerra Mundial, en la cual se considera que e l desarrollo de la sociedad va superando obs- táculos basados e n la tradición (correspon- dientes básicamente a la religión, la tribu y la casta, la comunidad y e l parentesco) y los reemplaza por las instituciones diferenciadas, más «modernas» (incluidos los gobiernos de- mocráticos), que se encuentran en los países desarrollados. Otra formulación teórica, «el fin de l a ideología» (Bell, 1960), queda tam- bién comprendida en general en e l epígrafe de l análisis funcional. Los partidarios de esta te- sis, formulada también e n los decenios que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, adu- cían que las sociedades occidentales habían llegado a un nuevo consenso, los trabajadores habían alcanzado la ciudadanía política, la burguesía había aceptado e l Estado providen- cia. y ambos habían aceptado e l proceso de- mocrático. Los problemas ideológicos que di- vidían a la derecha y la izquierda habían quedado reducidos a diferencias marginales e n cuanto a la importancia que había que atribuir a la propiedad pública y a la planificación de la economía. L a perspectiva estructurofuncional fue ob- jeto de críticas en los turbulentos años sesenta y sigue siéndolo aún, e n especial, aunque no exclusivamente, por parte de sociólogos radi- cales y críticas y por muchos sociólogos de países en vías de desarrollo. El aparato con- ceptual del análisis estructurofuncional (in- cluida la clasificación sistemática de los «im- perativos funcionales», la idea de la supervi- vencia de l a sociedad y e l equilibrio estable) no sobrevive indemne de estos ataques, pero e n buena parte la investigación sigue recu- rriendo a varias ideas básicas relacionadas con esa doctrina. a saber: - Corresponde a las instituciones un papel po- sitivo e n e l actual empeño de la sociedad por 14 Neil J. Srnelser asegurarse de que sus objetivos principales sean atendidos. - Las instituciones avanzan hacia una mayor coherencia; por ejemplo, íos parámetros de la educación superior se ven configurados por las necesidades funcionales de una eco- nomía de servicios altamente tecnológica. -Las presiones y contradicciones en la vida institucional establecen procesos de equil i - br io que modifican a dichas instituciones con e l fin de adaptarlas; por ejemplo, cuando gran número de los progenitores en las fami- lias trabajan como asalariados, suelen mate- rializarse sistemas alternativos de socializa- ción (familia ampliada, guarderías infanti- les). - L a diferenciación estructural, e l desarrollo de estructuras sociales más complejas y espe- cializadas (Alexander y Colomy, 1990), constituye una forma fundamental de cam- b io en las sociedades e n desarrollo. El aspecto más débil del análisis estructu- rofuncional en e l pensamiento contemporáneo consiste en la idea de que la integración se alcanza mediante e l consenso sobre valores comunes, posición que sostienen fundamental- mente Parsons. Tambien se encuentran elementos del aná- l i s i s estructurofuncional en algunas perspecti- vas teóricas recientes. Una es la ((ecología de la población)), que hace valer principios danvi- nianos clásicos. Se aplica fundamentalmente e n e l ámbito de las organizaciones formales, e n las cuales e l nacimiento, e l crecimiento, la transformación y la desaparición de organiza- ciones económicas y de otra índole son consi- derados resultado de una interacción entre las estrategias de adaptación de dichas organiza- ciones y las limitaciones (básicamente atadas a las posibilidades de recursos) que impone e l entorno (Hannan y Freeman, 1977). En segun- do lugar se encuentra la «teoría de los siste- mas)), desde hace tiempo relacionada con la idea de que todas las variedades de sistemas naturales, humanos y sociales manifiestan principios análogos de funcionamiento. Su ex- presión contemporánea más importante se en- cuentra en la obra de Niklas Luhmann (1 982) que ha llevado más allá algunos aspectos de la teoría del sistema de Parsons y ha creado teo- rías relativas a la diferenciación estructural y a la autoproducción de sistemas (autopoesis), así como a s u evolución. Una tercera perspectiva es e l meofuncio- nalismo)), asociado con Jeffrey Alexander (1985) y otros. Esta teoría destaca como prin- cipio central del cambio social la interrelación de las actividades de la sociedad, e l análisis en e l nivel socioestructural (macrosociológico), los mecanismos de desviación y control social y la diferenciación estructural como forma esencial de cambio. E l elemento nuevo está constituido por e l reconocimiento de que e l consenso cultural no es e l motor más impor- tante de integración e n la sociedad sino que en las dimensión social tienen un papel funda- mental las coaliciones, los grupos de intereses y otros intermediarios del conflicto, cabe pues tener en cuenta la interacción personal como base de los procesos socioestructurales y la necesidad de que la sociología no se ocupa exclusivamente de los «sistemas» sino tam- bién de la «acción». En suma, e l neofunciona- lismo constituye una especie de puente con las teorías que atribuyen una función más central al conflicto, a las que pasaré a refer i rme a con- tinuación. Teorías del conflicto Procede comenzar con otra exposición teórica que sirva de puente entre las teorías de la interacción y e l conflicto. Se trata de la teoría inspirada por la obra de Georg Simmel y con- solidada por Lewis Coser (1 956). El punto de partida de la teoría de Coser es una crítica del argumento funcional (básicamente de Par- sons) según la cual e l conflicto desestabiliza e l orden social. Coser sostiene que e l conflicto suele serv i r de base para la comunidad y la unidad entre los combatientes y que e l conflic- to con un grupo exterior (como en una guerra entre países o una lucha civil) es una fuerza que reúne. En, cierto sentido, se trata de una extensión del propio planteamiento funcional, pues sigue centrado e n la noción de integra- ción. En todo caso, la teoría de Coser incorpo- ra diversos tipos de conflicto en la perspectiva funcionalista. L a mayor parte de las teorías de l conflicto en la sociología contemporánea dimanan de las tesis de Kar l Marx, a saber, la historia nos enseña que todas las sociedades (y especial- mente e l capitalismo burgués) se basan en una forma económica de producción que produce un sistema bipolar de clases sociales, una que Teorías sociológicas 15 Un lag: idecoración, protesta o autoafirmación? Didier MailladRapho. explota y otra que es explotada. En virtud de esa relación, las clases se encuentran e n una relación de conflicto irrevocable entre sí. Este conflicto es además e l motor del cambio histó- rico en la teoría de Marx, ya que la victoria definitiva de la clase explotada trae consigo un nuevo tipo de sociedad y una nueva fase de evolución histórica (Marx, 19 1 3 [ 18591: Marx y Engels, 1954 [ 18481). Es evidente que la perspectiva marxista constituye una enorme fuerza intelectual y po- lítica y ha dado origen a una vasta gama de teorías a f ines del siglo XIX y en e l siglo xx, convirt ihdose en la inspiración ideológica de los partidos comunistas y socialistas y otros partidos de izquierda, en su mayoría de los Estados avanzados y en vías de desarrollo: constituyó la ideología de legitimación para la Un ión Soviética, la República Popular China y Europa Oriental y la sigue siendo en países tales como la República Popular China, Cuba y Corea del Norte. En los decenios recientes, la influencia del marxismo ha perdido su antiguo prestigio tan- to entre los académicos de Europa occidental como (en menor medida) entre los de América del Norte, desapareciendo prácticamente e n los países de Europa oriental y e n la ex Un ión Soviética, donde los regímenes socialistas y comunistas construidos sobre la base de l mar- xismo-leninismo han experimentado un dra- mático derrumbe. En todo caso, la perspectiva materialista de las clases sigue encontrando expresión en obras teóricas y posturas polít i- cas de académicos del tercer mundo y algunos académicos occidentales. Entre estos últimss, s i n embargo, s u vitalidad no se entiende como una teoría total de la sociedad (con excepción de la teoría de l capitalismo monopolista) sino más bien en sus aplicaciones a ámbitos más concretos. Cabe mencionar las obras de Eric Olin Wright (1985) relativas a l a continua y determinante influencia de las clases económi- cas, los análisis de Harry Braverman (1 974) y Michael Burawoy (1974) sobre cambio y do- minio en el lugar de trabajo y ciertas interpre- taciones de las relaciones raciales contemporá- neas e n los Estados Unidos como, por ejem- 16 Neil J. Smelser plo, e l modelo de colonialismo interno de Ro- bert Blauner (1 972), basado en gran medida en la teoría neomamista de l colonialismo, la in- terpretación de la dominación de la mujer por e l hombre como manifestación especial del dominio capitalista de la mano de obra (Hart- mann, 1976) y la mueva criminología» (Tay- lor, Walton y Young, 1973), basada en la pre- misa de que la definición y la sanción del delito redundan básicamente en interés de la subsistencia del dominio capitalista sobre las clases oprimidas. En su mayoría, las demás teorías contem- poráneas de l conflicto mantienen uno o más elementos del marxismo, como la idea de cla- ses opresoras y clases oprimidas, o la idea del conflicto de grupo. S in embargo, estas teorías abandonan tantos otros elementos del marxis- mo o los combinan con tantos conceptos no marxistas que mal cabe decir que son ((marxis- tas» a menos que se estire mucho e l término. Constituye un ejemplo de este t ipo de formu- lación teórica la de Ralf Dahrendorf (1 959), que rechaza la proposición fundamental de Marx de que las relaciones económicas consti- tuyen la base de la desigualdad en la sociedad moderna, y critica la teoría marxista de las clases que dimanan de esa proposición. Al mismo tiempo, Dahrendorf conserva la idea del dominio como principio de organización, s i bien la imputa a una situación de diferencia e n una relación de autoridad (con lo que da a su obra un t inte weberiano). En todo caso, Dahrendorf sí conserva la idea, similar a la de Marx, de que los grupos de clases basados en relaciones de autoridad se convierten gradual- mente de grupos de intereses latentes en gru- pos de acción a medida que sus intereses se ponen de manifiesto a través de la ideología, la conciencia, e l liderazgo y la organización y que esos grupos son los principales vectores del conflicto y e l cambio. Otra gran teoría del conflicto que dimana e n parte de la tradición marxista es la «escuela crítica» de la sociología. Esencialmente alema- na en su origen, esta escuela, llamada también «Escuela de Frankfurt» surgió e n e l período de entreguerras como confluencia de diversas perspectivas marxistas, psicoanalíticas y cultu- rales. S u expresión más reciente se halla en las obras de Herbert Marcuse y Jurgen Habermas. Marcuse (1 964) mantiene e l concepto marxis- ta de que las sociedades contemporáneas de Europa y América del Norte están divididas e n dos grandes clases, opresores y oprimidos, y que la opresión guarda relación con la organi- zación capitalista de la economía. S i n embar- go, a causa de la mayor abundancia como consecuencia del avance tecnológico, la distri- bución de la riqueza por conducto del Estado- providencia y la continua transferencia de ri- quezas del tercer mundo a los países adelanta- dos, e l proletariado se ha hecho pasivo y ha dejado de ser una fuerza revolucionaria. El dominio opera a través de la manipulación tecnológica que ejerce e l aparato gubernamen- tal y se sostiene mediante los medios de comu- nicación, que perpetúan una falsa conciencia de bienester material en la población. Como resultado, las masas están apaciguadas y los conflictos son escasos (salvo en casos ocasio- nales de desafío y violencia producidos por minorías raciales marginadas y e n situación de desempleo). El aparente consenso que existe es, en todo caso, una cubierta superficial de la dominación y e l conflicto reprimido. En una teoría conexa, Habermas (1975) considera que e l principal agente de dominio en la sociedad capitalista postindustrial no son las clases en e l sentido marxista, sino más bien e l aparato técnico-administrativo del Estado, que se basa e n la racionalidad instrumental. Este aparato se inmiscuye en la vida de grupos e individuos y desvirtúa su mundo haciéndole cobrar un sentido excesivamente racional. E l Estado participa en la organización y manipu- lación de la economía mediante la función directa y, además, entra directamente en la actividad económica, financiando la educa- ción y formación, supervisando y mantenien- do la infraestructura de transporte y vivienda y manteniendo grandes fuerzas militares. E l Estado se asegura de la lealtad (muchas veces pasiva) de las masas mediante e l acceso de éstas a los bienes de consumo, la distribución de ayudas sociales y e l control de los medios informativos. A l mismo tiempo, Habermas considera que e l Estado tecnocrático hace frente constantemente a crisis tales como la inflación, inestabilidad financiera, errores de planificación, parálisis administrativa, incum- plimiento de sus promesas y erosión de valo- res culturales tales como la ética del trabajo. Hay otras dos orientaciones teóricas com- patibles con la renovada importancia que se atribuye al Estado. L a primera es la obra de Teorías sociológicas 17 Theda Skocpol (1 979) y de otros pensadores que han reafirmado que e l Estado cobra vitali- dad y autonomía por sí mismo (lo que no está reconocido en la teoría marxista) y se corivier- te e n un motor primordial e n los procesos de crecimiento burocrático, dominación social y desarrollo de revoluciones. L a segunda co- r r ien te se expresa e n la literatura europea acer- ca de los nuevos movimientos sociales (Eyer- man. 1992). Sus partidarios, observando que los «nuevos» movimientos -feministas, ecolo- gistas, antinucleares, antibélicos, contracultu- rales y étnicos-raciales no t ienen un funda- mento de clase e n e l sentido marxista, atribu- yen su auge básicamente a la intervención del Estado burocrático en la trama de la sociedad y al dominio cultural ejercido por la industria del conocimiento y los medios de comunica- ción. Otra característica de la clásica visión mar- xista del mundo es que la cultura (filosofía, religión, ideología) derivade la subestructura económica de la sociedad y funciona primor- dialmente e n interés de las clases económicas dominantes. Varios movimientos teóricos re- cientes han atribuido mayor independencia a la cultura. Una teoría se ref iere al análisis de los códigos culturales propiamente dichos, partiendo de l a obra seminal de Levi-Strauss (1963) y de otros, que están presentes en la sociología cultural tanto de los Estados Unidos como de Europa. Otra destaca la fusión de la cultura con e l poder y e l dominio. Gran parte del impulso cobrado por esta últ ima orientación teórica es atribuible a An- tonio Gramsci (1 97 1). Gramsci. que era mar- xista, daba en todo caso un sentido indepen- diente al concepto de ((hegemonía cultural)), un proceso por e l cual las clases dominantes en l a sociedad lograban serlo convenciendo a las clases subordinadas de que sus opiniones cul- turales. morales y políticas eran las correctas, para l o cual recurrían a procedimientos tales como e l sistema educativo y a los medios de información. Dos teóricos franceses, Michale Foucault y Pierre Bourdieu, han desarrollado e n distintos sentidos el vínculo entre poder y cultura. A Foucault (1 979) le interesa especial- mente la importancia del conocimiento como forma de dominio existente e n todas las rela- ciones estructurales de l a sociedad. Sus análi- s is enfocan e l ejercicio del conocimiento/ poder en marcos médicos, psiquiátricos y correccionales. L a teoría macrosociológica de Pierre Bourdieu (1 984) destaca también la lu- cha de clases en la sociedad. Esta lucha entra- ña un elemento económico pero Bordieu atri- buye una mayor importancia a la dimensión cultural o simbólica. Las diferentes clases po- seen cada una distintos niveles y tipos de ttca- pita1 cultural», que es e l producto de l a sociali- zación, la educación académica y de las posi- bilidades de cultivarse, lo que les sirve de importante recurso para hacer valer y defen- der s u posición como clases. Por Último, hay otras teorías basadas e n el conflicto que han surgido como críticas de las teorías de la modernización y que t ienen ade- más un cariz internacinal. L a primera es la teoría de la dependencia, asociada al nombre de Fernando Cardoso y otros autores latino- americanos (Cardoso y Faletto, 1969). Estos autores sostienen que el desarrollo no está de- terminado primordialmente por factores inter- nos de la sociedad tales como e l espíritu em- presarial y e l peso de la tradición. Estos teóricos subrayan que e l capital internacional, las empresas multinacionales y el peso de la deuda orientan e l curso de l a evolución econó- mica y configuran pautas de dominio y con- flicto entre clases e n los países e n vías de desarrollo. Las primeras formulaciones recal- caban que e l capital internacional impedía o desvirtuaba e l desarrollo, pero e n variantes más recientes se han analizado casos (Corea del Sur y Taiwán, por ejemplo) e n que ha habido un desarrollo económico fuerte y posi- t ivo en un contexto de dependencia. L a segun- da teoría es la llamada de los sistemas mundia- les, asociada con Fernand Braudel (1979) e Immanuel Wallerstein ( 1 974). Esta teoría par- te del postulado según el cual, históricamente, e l modo de organización social no se halla determinado por condiciones endógenas sino que refleja los cambios en el sistema de rela- ciones económicas entre sociedades. En parti- cular, todo período histórico se caracteriza por la presencia de un centro (Gran Bretaña e n el siglo XIX, los Estados Unidos en los decenios siguientes a la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo), una periferia (países coloniales, paí- ses del tercer mundo) y una semiperiferia de países más débiles pero con cierta presencia e n e l plano mundial (en l a actualidad, México y Argentina, por ejemplo). L a teoría de los siste- mas mundiales, e n su aplicación más extrema, 18 Neil J. Sinelser calificaría la historia interna de las sociedades de ramificaciones de las fuerzas económicas internacionales que se ejercen sobre ellas. Teorías microsociológicas Mientras que la psicología social y la interac- ción social han formado parte de la sociología desde hace mucho tiempo, en los años setenta se registró una ((revolución microscópica)) en que se reactivaron o inventaron teorías basa- das e n la intervención personal e n oposición a la teoría macrosociológica que, según se adu- cía, objetivqba la vida social reduciéndola a abstracciones, organizaciones, estructuras o culturas. El intercambio y la opción racional Como indica s u nombre, las teorías de esta índole toman elementos de las disciplinas de la economía y l a psicología. El conductismo social de George Homans (1 974), por ejemplo, incorpora los principios económicos de la ma- ximización del rendimiento, e l rendimiento marginal decreciente y e l principio de la psico- logía de que las regularidades se basan e n co- nexiones establecidas entre influencias del me- dio externo (estímulos) y actos de conducta individual (respuestas). Homans aduce en par- ticular que cuanto mayor recompensa vea una persona e n la realización de un determinado acto, con mayor solidez quedará fijado ese acto en sus patrones de conducta. El compo- nente de ((intercambio)) de la teoría de Ho- mans dimana de la afirmación de que dos o más personas se comportarán entre sí de con- formidad con los principios de la recompensa como forma de refuerzo y que todos los tipos de relación interactiva (la cooperación y l a autoridad, por ejemplo) pueden ser compren- didos y explicados como manifestaciones de ese intercambio. Otra variación de la teoría del intercambio, la de Peter Blau (1 964). recu- r r e también a las ideas económicas del inter- cambio pero su versión es más de índole «SO- cioestructurab) porque prevé e l intercambio entre personas que ocupan puestos en las es- tructuras organizativas e incluye un análisis expreso del desarrollo de las diferencias socia- les, las estructuras de poder y los valores colec- tivos. L a teoría de la opción racional dimana también de la aplicación de modelos psicológi- cos y de mercado -tomados de la economía- a tipos de comportamiento y a instituciones que no se consideran primordialmente económi- cas. El economista Gary Becker aduce (1 976) que e l principio de l cálculo racional está omni- presente e n la vida del hombre, aplicándolo a temas tan diversos como la discriminación ra- cial, e l matrimonio, la delincuencia y la droga- dicción. El postulado sociológico más ambi- cioso de la teoría de la acción racional es e l de James Coleman (1 990), quien, partiendo del punto de vista uti l i tario del actor que maximi- za, calcula racionalmente y no se siente l imita- do por las normas, pasa a marcos más amplios y genera análisis derivativos acerca de las rela- ciones interpersonales, los sistemas de autori- dad y mercado, la conducta colectiva, los mo- vimientos sociales, y las estructuras institucio- nales y las empresariales más amplias. Las teorías del microconflicto El primer ejemplo de este planteamieno se encuentra en la obra de Randa11 Collins (1975), que habla de dos o más sujetos que ante una situación de escasez tienden no a la relación con otros sujetos sino a su dominio. Sin embargo, ve la interacción como algo más que una simple lucha por e l poder, porque reconocen y desarrolla posibilidades de nego- ciación y contemporización. L a actual distri- bución del poder en la sociedad, en general, es un tipo de resultado agregado a miles de situa- ciones de microconflicto resueltas. El segundo ejemplo corresponde a un ámbito secundario de la sociología (comportamiento desviado y control social) y es conocido generalmente con los títulos de teoría de la etiqueta (Becker. 1963) o teoría del estigma(Goffman. 1963). Según la teoría funcional, e l comportamiento desviado t iene s u origen e n la motivación indi- vidual y constituye una violación de una nor- ma de la sociedad; para la teoría de la rotula- ción, en cambio, e l comportamiento desviado es producido por e l ejercicio de poder de suje- tos que t ienen puestos de control social (médi- cos, jueces, policías) y que reprimen e l com- portamiento desviado según su propia defini- ción. Así, e l problema del comportamiento desviado surge como una forma de conflicto en torno al significado (en realidad un conflic- to de poder), e n e l cual los más poderosos Teorías socioloxicas 19 generalmente pueden imponer s u definición s i bien aquellos cuyo comportamiento es califi- cado de desviado crean estrategias para desvir- tuar o manipular esos significados. Se crean nuevas estructuras sociales a medida que las autoridades asignan a aquellos cuyo comporta- miento califican de desviado a una especie de clase inferior en situación desventajosa. Teorías fenomenológicas Varias teorías microscópicas se basan e n la premisa de que e l estudio de la realidad social debe tener como fundamento los sistemas de significación de cada uno de los sujetos. Cons- tituye un ejemplo e l concepto de interacción simbólica, basado en la filosofía pragmática de John Dewey, Charles Cooley y George Herbert Mead y que ha encontrado expresión más re- cientemente en la obra de Herbert Blumer (1 969). En un cierto sentido, e l punto de parti- da de Blumer entraña una polémica negativa: e l comportamiento humano no puede ser ca- racterizado como e l producto de fuerzas inter- nas o externas, y se trata de instintos, impul- sos, roles sociales, estructuras sociales o cultu- ra. En cambio corresponde un lugar central a los conceptos de significado subjetivo y sujeto. Además, se encuentra significado (como indi- ca e l nombre de la teoría) en e l proceso de interacción. Los sujetos se comunican entre sí, crean y derivan significados y actúan como creen procedente. Además, e l sujeto sostiene una comunicación significativa consigo mis- mo, dándose los mismos tipos de indicación que se encuentran e n la interacción interperso- nal. Se trata de procesos complicados que en- trañan comprender l o que quieren decir los otros, revisar un significado sobre la base de esa comprensión, adivinar la interpretación que hacen los demás y modificar las prediccio- nes y la conducta de uno mismo con arreglo a esos procesos. Las relaciones sociales estables se interpretan e n gran medida como activida- des conjuntas y de ensamblaje de actividades significativas en formas más o menos persis- tentes. L a etnometodología constituye una teoría conexa, asociada básicamente con Harold Garfinkel (1 967). Sus partidarios rechazan también la teoría socioestructural porque con- lleva objetivaciones sociológicas y pierde de vista las realidades de la interacción estrecha. L a teoría etnometodológica habla de un sujeto libre, práctico, que improvisa y negocia y e l cual, e n sus relaciones, t iene a s u disposición diversos planes de acción y «racionalidades». L a tarea del partidario de la etnometodología consiste e n investigar e l curso de acción que se ha seguido, los fundamentos por los cuales se ha hecho y las formas en que la acción es orientada mediante supuestos que se dan por descontados. L a estructura de la realidad so- cial no viene dada sino que está continuamen- te constituida, reconstituida, reproducida y fundamentada e n la interacción. Un ámbito de investigación de los partidarios de la etno- metodología ha consistido en descubrir o crear situaciones en que la interacción se rompa al desestimar o transgredir sus supuestos, y bus- car la forma en que e l sentido existente se restablezca o se negocie de nuevo. Por esta razón, los partidarios de la etnometodología han sido calificados de «microfuncionalistas» que estudian los procesos de equilibrio de la interacción social, tal como los macrofuncio- nalistas estudian e l proceso de equilibrio de la sociedad e n general. Jurgen Habermas (1 984) ha creado la lla- mada teoría de la acción comunicativa, que se basa en parte en fuentes fenomenológicas. Se trata de una teoría de la comunicación vincu- lada con un mundo e n que se mueven indiv i - duos y grupos, que es un plano de organiza- ción distanciado del mundo de la racionalidad o de la instrumentalidad cognoscitiva que está incorporada e n las organizaciones estructura- das, especialmente e n e l aparato estatal de la sociedad postindustrial. Para Habermas, la ac- ción comunicativa es una «situación de dis- curso ideal» e n que individuos libres (sin res- tricciones) se dedican al discurso argumentati- vo y de esa manera crean definiciones objeti- vas y construcciones intersubjetivas. Los crite- rios para la validez de la acción comunicativa no son racionales en e l sentido científico' ins- trumental sino que se encuentran más bien e n las verdades que surgen de las dimensiones moral, estética, terapéutica y expresiva de la interacción. Además, según Habermas, e l dis- curso comunicativo libera al individuo de las distorsiones de un mundo excesivamente ra- cionalizado y ofrece posibilidades de proceder a una crítica fundamental y a la reconstruc- ción de ese mundo. Mencionaré por úl t imo una teoría de Peter 20 Neil J. Smelser Berger y Thomas Luckmann (1 967), de origen a la vez fenomenológico y microsociológico, pero que apunta también a desplazarse al nivel macropsicológico para volver luego al micro- sociológico. Según esta teoría, e n e l proceso de interacción e l individuo estabiliza l o que es intrínsecamente un mundo complejo e inesta- ble (e incluso caótico) mediante un proceso de tipificación y exteriorización de situaciones sociales. El idioma es un instrumento para este proceso. Mediante otro proceso, estas exterio- rizaciones son objetivadas y legitimadas a l convertirse en expectativas institucionales y culturales. Surgen también especialistas en e l mantenimiento de esta «realidad social)) y e l círculo se completa cuando esta realidad cons- truida de la sociedad se convierte en la base para la socialización y el control social de ge- neraciones futuras, procesos que se llevan a cabo m o m o si» la realidad social construida fuese objetiva y real. Algunas salvedades acerca del mapa Al terminar este recorrido de teorías y para- digmas. que podría haber sido más amplio y profundo s i e l espacio l o hubiese permitido, es probable que e l lector experimente una cierta sensación de cansancio y frustración. El alcan- ce de la teoría sociológica es inmenso; la diver- sidad de formulaciones teóricas es tal que uno busca en vano la unidad y la mayor parte de las posiciones teóricas enunciadas incluyen un elemento de crítica respecto de muchas de las demás. En muchos aspectos esas ideas se justi- fican; la teoría sociológica es dispersa, frag- mentaria y se halla dividida por la polémica. Para contrarrestar en cierto grado esta visión negativa, me propongo introducir un cierto matiz de continuidad haciendo algunas obser- vaciones acerca del estado de la «teoría e n la práctica)), esto es, cómo enfocan los sociólogos la teoría en su investigación empírica. L a mayoría de los sociólogos dirían que, en principio, pref ieren una o más de las perspec- tivas teóricas que hemos mencionado y no otras. Esta predilección tiende a destacar las diferencias entre ellos. Sin embargo, es eviden- t e también que cuando los investigadores con una formación teórica se dedican al análisis de problemas intelectuales concretos arraigados e n la realidad social, casi inevitablemente se ven obligados a «comprometer» la pureza de sus primeros principios y a incorporar otros. Por ejemplo, los estudios empíricos de Durk-heim sobre e l suicidio (1 95 1 [ 18971) y los estu- dios empíricos de Weber sobre los efectos de la religión e n la actividad económica (1904- 1905) tienen mucho más en común que sus manifiestos metodológicos (Durkheim, 1958 [ 18951; Weber, 1949 [ 1904]), que están diame- tralmente opuestos en casi todos los aspectos teóricos y metodológicos. L a misma observa- ción procede respecto de la mayor parte de la investigación empírica. A pesar de la existen- cia de diferencias metateóricas y substantivas e n los puntos de partida, la complejidad de la realidad social y las limitaciones metodológi- cas de la investigación empírica invariable- mente hacen que el investigador rompa con la rigidez de las primeras formulaciones. En una palabra, la investigación empírica hace necesa- r io inclinarse hacia e l eclecticismo y la síntesis teórica parcial. Además, l a mayor parte de las perspectivas teóricas que se han reseñado no existen e n forma alguna e n estado puro. sino que se adap- tan continuamente segiin las circunstancias del caso. Por ejemplo, las perspectivas teóri- cas, que han tenido origen en su mayor parte en Europa occidental y América de l Norte, se modifican a medida que pasan a países y re- giones del mundo distintos de l de su origen. Se combinan y recombinan entre s í y se adaptan para hacerse aplicables a perspectivas, situa- ciones y condiciones propias de esos países y regiones. Cabe prever también que, a medida que estos países desarrollan una infraestructu- ra adecuada (universidades, academias y otras instituciones que facilitan los estudios socia- les), habrá una actividad de teorización más independiente. En la actualidad, es objeto de debate e l grado de unificación de la sociología y hasta qué punto existen sociologías naciona- les y regionales distintas; evidentemente la po- sición correcta e n ese debate consiste en que la sociología teórica contemporánea constituye un complicado mosaico que incorpora fuerzas sociales e intelectuales tanto universales como particulares. Cabe también reconocer que existen diver- sas actividades y posturas que contrarrestan la tendencia hacia l a oposición polémica irres- tricta entre posiciones teóricas. En primer lu- Teorías sociológicas 21 gar, e n la medida en que la investigación so- ciológica cobra carácter cada vez más interdis- ciplinario (y hay muchas señales que apuntan en ese sentido) tienden a combinarse teorías interpretativas que, e n abstracto, podrían con- siderarse opuestas. En segundo lugar, se ad- vierten en la actualidad diversos intentos de síntesis teórica, entre los que cabe mencionar los siguientes: - e l intento de generar vínculos analíticos y empíricos entre los pianos microsociológico y macrosociológico (por ejemplo, Alexander y otros, 1987); - e l intento de establecer un vínculo teórico entre la actividad de individuos y grupos (agentes) y e l contexto socioestructural en que residen (Gidens, 1984); - e l intento de crear teorías limitadas que, e n todo caso, dimanan de una variedad de pun- tos de vista teóricos; la teoría feminista, por ejemplo, s i bien está formulada en gran parte en términos de conflicto y dominación, tam- bién incorpora otros puntos de vista, inclui- dos e l psicoanalítico y e l fenomenológico (Lengermann y Niebrugge-Brantley, 1922). En tercer lugar, e n los dos Últimos decenios ha decrecido la guerra polémica que caracteri- zaba a la sociología y a muchas de las otras ciencias sociales en los años sesenta y setenta. El ambiente más característico de los años noventa parece acercarse al «pluralismo pací- fico», un reconocimiento de que la indagación sociológica da legítima cabida a diversas pers- pectivas y métodos, por evidente que sea la existencia de preferencias claras entre grupos individualizados de teóricos e investigadores empíricos. La lectura de las teorías sociológicas Mi carrera académica como sociólogo comen- zó con un curso de teoría sistemática que di en la Universidad de California (Berkeley) en otoño de 1958. En los siguientes decenios y hasta hoy en día he seguido impartiendo cur- sos de esa índole. Durante este período de estudio y enseñanza he formulado una serie de interrogantes que, a mi juicio, son esenciales para comprender las teorías sociológicas y compararlas entre sí. Querría concluir este ar- tículo presentando esos interrogantes a los lec- tores para su reflexión: -¿Qué modelo o imagen de l conocimiento científico informa u orienta la labor de un teórico o de una tradición teórica? Esta pre- gunta obedece a dos razones. En primer lu- gar, las ciencias sociales se desarrollaron his- tóricamente a la sombra intelectual de las ciencias naturales y, en muchos casos, las han tomado como modelo. En segundo lu- gar, la sociología y las demás ciencias socia- les siguen justificando su legitimidad e n círculos académicos y universidades adu- ciendo que son ciencias sociales. Por lo tan- to, resulta difíci l para una teoría no tener en cuenta las reglas y los métodos de las cien- cias. Con ello no quiero decir que todas las teorías ut i l icen un modelo positivista de la ciencia. Algunas lo hacen evidentemente (la teoría de la opción racional es un ejemplo), pero especialmente e n este momento las hi- pótesis básicas de muchas teorías sociales constituyen críticas explícitas de la ciencia positiva. En todo caso, algún modelo de ciencia sigue siendo un punto de referencia por más que la actitud hacia ella sea negati- va. - ¿Qué elementos formales, sustantivos y espe- cíficos del lenguaje científico se incorporan y cuáles son rechazados? Esta pregunta es una especificación de la primera. - ¿Qué concepto t iene e l investigador teórico de los individuos y de los grupos que consti- tuyen los sujetos de teorización? ¿Son agen- tes activos, neutrales o pasivos del cambio y la historia? ¿Tiene importancia s u punto de vista en la formulación de l conocimiento científico? (los conductistas dicen que no, los fenomenólogos dicen que sí). En suma, ¿qué imagen de la naturaleza humana tiene e l teórico? - ¿En qué forma concibe e l teórico su propio papel en la génesis del conocimiento científ i - co? ¿Activo o pasivo? ¿Conservador, neutral o crítico? Esta pregunta surge porque los profesionales de las ciencias sociales son ine- ludiblemente intelectuales que se mueven e n la sociedad, e invariablemente reflexionan sobre las consecuencias de ese hecho. - ¿Cuál es e l grado de compromiso del teórico respecto del nivel primario del análisis (cul- Neil J. Smelser 22 tural, sistema social, socioestructural, grupo o individuo) que constituye e l objeto pri- mordial de la sociología? Otra pregunta es- trechamente relacionada con la anterior, ¿cuál es e l elemento más sobresaliente res- pecto de ese nivel (integración, conflicto, li- bertad, opresión)? - ¿Está bien formulada la teoría respecto a las reglas de la lógica: claridad (o ambigüedad), coherencia interna, conclusión lógica, cone- xión entre los postulados y las proposiciones derivadas? ¿Está bien formulada desde e l punto de vista de los principios empíricos a efectos de reunir datos, cercionarse de que sean fidedignos y demostrar la validez de lo que se afirma e n cada proposición? Incluso los teóricos que niegan que e l discurso lógico y empírico sea pert inente o por lo menos que sea posible, se encuentran invariablemente procediendo a él, y su labor puede ser eva- luada según los principios aplicables. S i e l estudioso de la teoría se hace estas preguntas e n forma minuciosa, profunda y de- sapasionada, habrá avanzado mucho en la ta- rea de trazar su propio mapa de la teoría so- ciológica y de enunciar, en forma razonada, su propia preferencia teórica. Traducido del inglés Referencias ALEXANDER, J. (ed.). 1985. Neojitnctionalism. Beverly H i l l s. Sage Publications. ALEXANDER, J. y COLOMY, P. 1990. Differentiation Theory and Social Change: Comparative and Historical Perspectives. Nueva York: Columbia University Press. ALEXANDER, J., GIESEN, B., MUNCH, R. y SMELSER, N.J. (eds.). 1987. The Micro-Macro Link. Berkeley: University o f California Press. BECKER, G. 1976. The Economic Approach to Human Behaviour. Chicago: University o f Chicago Press. BECKER, H. 1963. Oictsiders. Nueva York: The Free Press. BELL, D. 1960. The End of Ideology. Nueva York: The Free Press. BERGER, P. y LUCKMANN, T. 1961. The Social Constncction of Rea1it.v. Garden City, Nueva York. Doubleday. BLAU. P. 1964. 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Los avances en sociología, pero también sobre ciencias temáticas. En 1983 fundó el Bulletin de desarrollo de la otra y de Mklhodologie Sociologjgile que sigue toda la disciplina. dirigiendo. Es miembro del Comité L~ diversidad de plan- Ejecutivo de la Asociación Sociológica Internacional y Vicepresidente del Ins- teamientos teóricos e n so- tituto Internacional de Sociología. ciología encuentra eco en una contribuyen, pues, al Politias, antropología, psicología Y ma- la diversidad de sus meto- dologías. D e hecho, dos es- ¿Teoría o método? de reconocer la pertinencia de un idioma, e incluso s u belleza, y tratar luego de traducirlo a otro idioma sin desmedro de los valo- res Culturales de la COmU- nidad receptora. Este obje- ble es e l que tratamos de alcanzar en e l presente ar- tículo. t ivo prácticamente imposi- Metodología y definiciones ción de comunidades idiomáticas e n las cuales la metodología es e l idioma que se habla. Esta RICS 139/Marzo 1994 26 Karl M. van Meter gar, la distinción entre metodologías (cuanti- tativas)) y «cualitativas» había perdido perti- nencia o desaparecido por completo; e n segun- do lugar, todas las metodologías tienen un carácter «no universal)) y cada una tiene
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