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ÍNDICE Portada Dedicatoria AUNQUE QUEREMOS LO MISMO, NO SOMOS LOS MISMOS 1. SE BUSCA PRÍNCIPE AZUL QUE NO DESTIÑA Y PRINCESA DULCE QUE NO AMARGUE, POR FAVOR 2. QUIEN BIEN TE QUIERE... NO TE HARÁ LLORAR Si te hace sufrir, no te quiere con respeto Sufrir por la subjetividad del enamoramiento 3. LA SUERTE DE LA FEA, LA GUAPA LA DESEA El triunfo de la mujer normal por encima de la Barbie de discoteca Una ruptura sin responsables 4. MÁS VALE HOMBRE EN MANO QUE CIENTO VOLANDO... NO La educación recibida Modelos de conducta El concepto de posesión Pensar que la pareja debe estar siempre junta Baja autoestima e inseguridad 5. EL HOMBRE Y LA MUJER DESEADOS Padrazos y madrazas Seducción, sexo y romanticismo Entendimiento más que comunicación El humor, el mejor ingrediente Admirar a tu pareja 6. BASES PARA QUE SE ENTIENDAN FUTBOLISTAS Y PRINCESAS Si quieres una relación con compromiso, cuanto antes píes, mejor El reparto de las responsabilidades y el escabroso y poco romántico tema de don dinero La familia de cada uno, en sus respectivas casas Los amigos El fútbol y las compras Una mosca cojonera llamada ex Los celos te van a matar 7. DECÁLOGO PARA BUSCAR PAREJA Y NO MORIR EN EL INTENTO 8. DECÁLOGO PARA QUE DURE EL AMOR 9. DECÁLOGO PARA EL DESAMOR 10. EJERCICIOS DIVERTIDOS PARA RECUPERAR EL ROMANTICISMO Y LA PASIÓN AGRADECIMIENTOS Créditos Te damos las gracias por adquirir este EBOOK Visita Planetadelibros.com y descubre una nueva forma de disfrutar de la lectura ¡Regístrate y accede a contenidos exclusivos! Próximos lanzamientos Clubs de lectura con autores Concursos y promociones Áreas temáticas Presentaciones de libros Noticias destacadas Comparte tu opinión en la ficha del libro y en nuestras redes sociales: Explora Descubre Comparte http://goo.gl/1OP6I6 http://goo.gl/v0wG2A http://goo.gl/jOa9AD http://goo.gl/IoPlU0 http://goo.gl/s0nYNA http://goo.gl/HjpKFD http://goo.gl/FKoB61 http://goo.gl/2VT2zx Las cosas pasan por algo. A veces ese algo es difícil de entender cuando ocurre, pero según avanzas, te das cuenta de que todo cobra sentido. Ojalá te dure el amor toda la vida, pero si no fuera así, no te pares. A ti, amor. Me he sentido afortunada escribiendo el libro. Tengo un hombre maravilloso a mi lado. A mis amores pequeños, Pablo y Carmen, amores para toda la vida. Y ahora no somos tres, ahora somos seis con las niñas. A mis amigos del chat , sois la felicidad de muchos momentos del día. AUNQUE QUEREMOS LO MISMO, NO SOMOS LOS MISMOS La igualdad de derechos y oportunidades no significa que pensemos, sintamos y actuemos de la misma manera. Muchos científicos del campo de la psicología, neurología, psiquiatría, biología, genética y otras ciencias llevan años tratando de descubrir las diferencias de género; diferencias que permitan explicar el comportamiento de mujeres y hombres, y que nos ayude a entendernos mejor. El género jamás puede conducir a distinguirnos en responsabilidades, obligaciones, respeto, ni nada que se aleje de la igualdad. Pero sí es cierto que se ha demostrado que existen distinciones entre hombres y mujeres en cientos de investigaciones, desde cómo procesan la información hasta cómo se plantean las relaciones sexuales. Además de las diferencias biológicas, como la apariencia física, también existen desemejanzas en el modo de percibir la realidad. La idea no es en ningún caso establecer desigualdades que lleven a prejuicios que encasillen a hombres y mujeres y discrimen a ambos sexos. Ni las mujeres son unas histéricas ni los hombres son unos brutos. El propósito de este libro, basado en la investigación, revisión bibliográfica y experiencia con cientos de terapias de pareja, es dar un poco de luz a lo que, en general —y en general no sois todos—, hombres y mujeres necesitan de sus parejas para ser más felices y para entenderse mejor. A pesar de ser igual de inteligentes y tener las mismas capacidades, científicos como Louann Brizendine, han analizado a lo largo de estos años de interés sobre el tema, más de mil investigaciones en las que se exponía que a pesar de tener muchas similitudes, la evolución, la educación y las tareas a las que se había dedicado cada género, condicionaban el foco atencional y nuestra forma de comportarnos y sentir. La propia diferencia en la sensibilidad con la que hombres y mujeres se comportan, la capacidad para expresar sentimientos o detectar emociones en los demás, puede tener un origen en el cuidado y atención a los bebés. La mujer tiene más neuronas espejo que le permite ser más empática. La crianza de sus hijos ha implicado que esta tuviera que descifrar el significado de las expresiones faciales para entender qué les pasaba a sus recién nacidos. El hipocampo de las mujeres también es ligeramente mayor. En él quedan archivados todos los datos emocionales: pasiones, discusiones o agravios. A la mujer se le acusa de reprochar más y de no olvidar y sacar a la luz todo lo que le ha dolido. Sencillamente, tiene los datos grabados en el hipocampo mientras que el hombre los olvida. Las hormonas también juegan un papel importante. Mientras que ellos funcionan Las hormonas también juegan un papel importante. Mientras que ellos funcionan con su testosterona, que interviene de forma clara en la respuesta sexual, en el cuerpo de la mujer se genera progesterona, estrógenos, oxitocina, vasopresina, cortisol, etc. Los cambios hormonales influyen en el comportamiento, en el deseo, en los estados anímicos, incluso en la ingesta y el tipo de alimentos que les apetece comer. Las hormonas pueden participar en cómo muchas mujeres reaccionan en un determinado momento. Esta expresa a veces no entender sus cambios emocionales en los períodos como la menstruación o los días previos a la misma. Los estudios de Rogers en 2011 describen que las niñas desarrollan antes las áreas del cerebro que tienen que ver con el lenguaje, mientras que los niños desarrollan primero el área de las relaciones espaciales y la geometría. Y también afirmó que para las niñas es más sencillo hablar sobre sus emociones, dado que en su cerebro estas y el lenguaje se controlan en la misma área. Los cambios hormonales se manifiestan claramente en la edad de la adolescencia, en la que las mujeres se interesan por estar atractivas, cuidar sus melenas, y ellos multiplican sus niveles de testosterona y fantasean con todo lo que tiene que ver con el sexo. Biológicamente, es el momento en el que hombres y mujeres se preparan para tener hijos. Ellas quieren atraer y ellos están en celo. Los estudios de la Universidad de Wilkes de Jennifer Thomas también indican diferencias sobre la elección de relaciones más o menos románticas en la adolescencia. Estudios que confirman que ya a esta edad hay diferencias de género en cuanto al tipo de pareja que busca cada uno. Las chicas prefieren tener de pareja hombres más románticos, mientras que a los hombres este valor les influye menos. Nuestros cerebros funcionan de forma diferente. Según estudios científicos, las mujeres obtienen mejores resultados en las pruebas de atención, lenguaje, reconocimiento de caras y cognición. Mientras que a los hombres les va mejor en el procesamiento espacial, habilidades motoras y la velocidad sensoriomotora. Una reciente investigación sobre las diferencias en el comportamiento de los sexos de la Universidad de Pensilvania concluye que hombres y mujeres procesan la información de forma diferente: ellas tienen mayor conectividad entre los dos hemisferios cerebrales, mientras que los hombres tienen mayor conexión en el interior de cada hemisferio. De aquí que las mujeres puntúen mejor en el conocimiento social y memoria y los hombres tengan mejores capacidades motoras y espaciales. Esta reciente investigación publicada en la revista PNAS, y dirigida por Madura Ingalhalikar, nos acerca a la teoría y demuestra con más datos científicos, que hombres y mujeres somos diferentes. Ellos se orientan mejor y ellas tienen más memoria. Desde la clave de humor con la queme gusta escribir, entenderás por qué a los chicos no les gusta preguntar por la dirección a la que van cuando conducen y por qué las chicas siempre recuerdan todos los agravios, con pelos y señales. La biología nos favorece y nos limita. A través de pruebas como la resonancia y el PET, algunos científicos dejan ver las diferencias sexuales en la estructura neuronal, la funcionalidad, el metabolismo y la química del cerebro. Si a nivel cerebral nuestra manera de procesar la información es diferente, nuestros comportamientos, pensamientos y emociones también serán distintos. No solo el cerebro es responsable de muchas de las diferencias en ambos sexos, sino incluso las motivaciones. Las discusiones que surgen con motivo del reparto doméstico, también tienen su explicación. Los hombres están tardando más en adaptarse a los cambios que implican la incorporación de la mujer al mercado laboral. La motivación de ella por ganarse el puesto y sudar la camiseta ha sido mayor que la motivación de él por repartir lo que, ahora en casa, quedaba desatendido. La mujer, organizadora nata, ha seguido gestionando el trabajo de fuera y el trabajo de dentro. Muchas de nuestras abuelas dicen desde sus puntos de vista que eran más felices que nosotras, con tanta liberación y tanto querer ser como ellos porque no hemos parado de trabajar. Y es que todavía no ha llegado el momento en el que exista una equidad en el reparto. Pero seguro que llegará. Es innegable el esfuerzo que muchos hombres están poniendo por entender, colaborar, comprender y conseguir una relación más igualada. Somos diferentes hasta en las patologías psicológicas que padecemos. Las mujeres en edad reproductiva son más vulnerables a la hora de desarrollar trastornos de ansiedad. Estamos en un proceso de cambio. Muchos hombres dicen sentirse todavía desubicados, destronados de los papeles que habían protagonizado a lo largo de la historia. Han dejado de ser cazadores: muchos ya no tienen que traer alimento a la cueva, porque su mujer también lo trae, incluso a veces más peces y presas que él. El propio papel del cazador implica tener un foco atencional diferente, más estrecho, el foco atencional «en túnel». Su visión estaba preparada para buscar comida, animales y recolectar. No necesita una visión amplia como el de la mujer. Así se explica muchas veces —de forma graciosa— el que un hombre no sea capaz de encontrar lo que la mujer le pide cuando va al armario. Y llega ella, después de que este haya vociferado un «María, no lo veo» y lo encuentre a la primera. El rol de protector también va extinguiéndose. No se puede proteger a quien no desea ser protegida. La mujer entiende hoy la protección como una debilidad, quiere valerse por sí misma, quiere ser fuerte, tener autonomía y ser económicamente independiente. Tiene asociado que para tener valor como persona no le vale solo los roles de madre y esposa, sino que necesita desarrollarse de forma plena en el ámbito profesional. Todo esto deja al hombre fuera de lo que han sido durante miles de años, sus funciones más relevantes. Así que démosle un tiempo para que vaya cogiendo el ritmo. No es falta de interés, es falta de formación, educación e interiorizar otras funciones para las que nadie le había dicho que tenía prepararse. A pesar de nuestras diferencias —tengan el origen en la evolución, educación o en las propias necesidades de la naturaleza—, lo que sí está claro es que la capacidad de elegir que tienen las personas puede transformar nuestras discrepancias en oportunidades. Las parejas deben elegir la manera de convivir, comunicarse, repartir sus tareas, tener sexo y disfrutar del ocio. Siempre bajo el paraguas del respeto y la igualdad. Hombres y mujeres podemos disfrutar y ser felices juntos. Es una tarea para que la que nadie nos ha formado, más que el propio aprendizaje que nos da la vida y las experiencias propias y de otros. Busquemos puntos de convergencia en lugar de desunión, tratemos de entendernos en lugar de reprocharnos, de apoyar al otro en lugar de dejarlo en evidencia. Olvidar rencores, reproches y agravios para buscar besos, risas, complicidad y todo lo que nos une. 1 SE BUSCA PRÍNCIPE AZUL QUE NO DESTIÑA Y PRINCESA DULCE QUE NO AMARGUE, POR FAVOR La madre, con toda su dulzura, acostó a su hija. Eran las nueve y, como cada noche, le leyó su cuento. —Mamá, el de la princesa esa tan bella que se casa con el príncipe. Y la madre leyó con pausa y ternura ese cuento que acaba siempre con final feliz. La princesa, desvalida, dormida, repudiada, perdida, desterrada o en cualquiera de sus versiones, termina siendo rescatada por un hombre apuesto, elegante, fuerte, caballeroso, guapo, inteligente, educado, con una sonrisa que te descoloca, atlético y... príncipe. ¡Alma de Dios! Qué más se puede pedir si el cuento es perfecto y el príncipe, más. Se podría pedir que fuera verdad, pero solo es un cuento. Porque la vida cotidiana nos devuelve al mundo de los «príncipes azules desteñidos» y también al mundo de los grandes y maravillosos hombres, porque haberlos, haylos. Los que llevamos unas cuantas historias en lo alto y, además, participamos y somos también protagonistas de los relatos de cientos de pacientes, de sus terapias de pareja, de sus reconciliaciones y separaciones nos hemos encontrado con la realidad. Ni mejor ni peor, pero distinta. Muy distinta. La culpa de que los príncipes azules destiñan no es solo de ellos. Las mujeres también tienen gran parte de responsabilidad al igual que los hermanos Grimm y compañía porque escribieron historias en las que todo era idílico y relataron un panorama que no se da ni en las mejores familias reales. Pero si hay que buscar verdaderos responsables, esos no son otros que las expectativas que nos creamos. Crecemos y nos educamos con los cuentos y las películas con desenlace feliz. Nos gusta ver la comedia americana con final de lagrimón, en la que los dos protagonistas terminan juntos, sonríen y nos muestran esa complicidad con la que todos soñamos. Sí, la mujer es una soñadora, romántica, ilusa, incluso, inocentona. Le complace sentir amor y sentirse querida, pero al hombre también. A todos nos agradan las historias bonitas y las reconciliaciones, nos estremecemos con las parejas que se desean y muestran su pasión. Y nuestra sensibilidad se dispara cuando vemos esos besos largos, cálidos, y esas señoras rendidas en los brazos fuertes del hombre amado. Y es que el peso de la enseñanza no nos lo quita nadie. A las chicas las educaron leyéndoles por las noches narraciones de princesas y ellas se confiaron y creyeron que el cuento era así. El gran problema es que a los chicos, que son el 50 por 100 de la historia, a «los príncipes», no les contaron los mismos cuentos. No, les leyeron cómics de Spiderman, relatos de aventuras, de tiburones, de galaxias y de terror. ¿Qué niña no ha ido disfrazada de princesa a una fiesta? Alguna habrá que no, pero yo diría que la inmensa mayoría sí que se ha vestido así en alguna ocasión. Esa es la educación que tuvimos de pequeños. ¿Por qué no íbamos a creer en ello ahora? Es fácil pensar que existe un hombre al rescate de una mujer que la cuide, que la trate como a una reina, que le diga que es bellísima, que abra la puerta de la carroza y le ayude a bajar el peldaño para no tropezarse. Así es el hombre que muchas mujeres buscan, ese que llegue de forma sigilosa por detrás y le diga algo que le estremezca... Pero el problema se plantea cuando este príncipe no sabe cómo tiene que actuar. ¿Cómo va a saberlo, si ni su padre ni su madre le leyeron nunca el cuento? El «príncipe» que las mujeres esperan tiene su forma de acercarse, de interesarse por ellas, aunque en ocasiones no coincida con lo que estas desean o con las expectativas que se han creado sobre la situación porque, además, él las desconoce. No es que esté descolocado, qué va, sino que piensa y actúa de forma diferente. Pero esto no implica ser ni mejor ni peor, ni tiene nada que ver con la inteligencia ni con la vida profesionala la que las personas aspiramos, o la manera de resolver problemas; nada de eso. A pesar de saber que son cuentos seguimos queriendo tener historias así. ¿Por qué lo que nos hace sentir bien está relacionado con el romanticismo, con el amor, el deseo, con compartir proyectos de vida en pareja y con un largo etcétera? La respuesta es bien sencilla: porque la felicidad reside en el equilibrio y para la mayoría de las personas en su equilibrio personal está la vida en pareja, el sentirse querido y el repartir amor. Nos gusta estar enamorados y sufrimos terriblemente cuando perdemos o no tenemos al lado a la persona querida. El amor, los príncipes azules, añiles, turquesas o celestes y las princesas rosas o moradas nos hacen sentir vivos. Y por mucho que nos inculquen que es conveniente saber vivir solos, ser independientes, disfrutar de los amigos y de la familia, del deporte y de los hobbies, la mayoría de las veces somos más felices si, además, tenemos una pareja que nos acompañe. A muchas mujeres les gusta pensar y decir que los hombres de hoy se sienten descolocados. Es la mejor manera de proteger su autoestima y la forma de justificar por qué no se interesan por ellas como estas quisieran: «No lo hace porque está confundido; porque la mujer actual es todoterreno; porque es independiente económicamente; porque le gusta tener su espacio; porque disfruta con su sexo y los hombres no saben cómo actuar...». Pero lo cierto es que el hombre enamorado va a ir a por todas. Da igual que estés separada, que seas madre de tres hijos, viuda, despampanante, tímida, que estés en el paro o seas la directora general de una multinacional. La mayoría de las veces, si le atraes, si a tu príncipe le gustas, romperá las barreras de la lejanía, de la timidez, y hará lo que sea por conseguir tu teléfono o por coincidir en algún rincón. Y si no juega, te dará una de cal y otra de arena, y tú, deseosa de tener la respuesta que quieres, interpretarás todas las señales a tu favor, aunque sean confusas y a pesar de estar clarísimas. Deja de justificarlo ya —«No tiene tiempo», «Está desbordado», «Sus problemas no le dejan ver las cosas con claridad»...—. No es que esté confundido: es que no tiene interés. Y, por supuesto, deja de comprobar tu móvil pensando que no tiene cobertura, que se ha estropeado la conexión y todo eso que te inventas cuando no recibes su llamada o su mensaje. Sí es verdad que el hombre de hoy se encuentra con una mujer muy distinta a la que fue, hasta cierta edad, su modelo, que no es otra que su madre. Recibe conocimientos de muchas fuentes: su padre, sus amigos, las películas, los maestros..., y la información que obtiene es confusa. Unos le dicen que a las mujeres les gusta una cosa, otros le aseguran que es todo lo contrario, mientras que otros le avisan de que las mujeres son retorcidas, manipuladoras, difíciles, emocionalmente complejas, maduras, indecisas... Total, que al final, el pobre príncipe azul no sabe si adelante, atrás, derecha o izquierda. Pero tonto no es, y tarde o temprano llega esa mujer que le encandila y por la que pierde la noción del tiempo, olvida las ideas preconcebidas y despliega sus plumas de colores como un pavo real. Tanto las expectativas de ellas como las de ellos sobre la pareja, el sexo y el amor están manipuladas, viciadas, llenas de prejuicios y basadas en las experiencias de otros. Y para qué decir si el que aconseja ha vivido alguna historia de amor frustrada. Todos deseamos encontrar lo que la experiencia nos dice que existe. Ponemos el freno de mano y nos preparamos para el engaño, la falta de respeto y otras situaciones vividas anteriormente. Pero no es justo prejuzgar a quien llega a tu vida de forma limpia y a quien quiere una oportunidad. No deseas que lo hagan contigo, no quieres que te miren con lupa porque su anterior relación acabó mal. Tú no eres su ex ni quien se acerca a ti tiene nada que ver con tu expareja. Suelta los lazos que te atan al pasado y a los recuerdos, cierra carpetas y mira al frente, con pureza, para que puedas descubrir todo lo que el futuro te ofrece. Te propongo hacer el siguiente ejercicio: coge un papel y anota en él frases tan ridículas como: — «Todos los hombres son iguales». — «Todas las mujeres quieren cambiarnos». — «Jamás nos entenderemos». — «Si es que piensan con el pene». — «Solo les importa el dinero». — «Todos son infieles». Una vez que tengas escrita tu lista de estupideces que tanto te condiciona, rómpela en pedazos, arrúgala y tira un triple en la papelera más cercana. Ya que no puedes luchar contra las hormonas, esas que te llevan a juntarte con quien debes o con quien no..., por lo menos pon filtros que te ayuden a no caer en la trampa de la pasión. La pasión es genial, te da energía, te dan ganas de comerte el mundo, pero también te ciega e impide que descartes a la persona que no te conviene. ¿No te has fijado en que tu pareja nunca tiene ningún fallo cuando te acabas de enamorar? ¿Y que esto mismo se repite al principio con todas las relaciones que has tenido? ¿No te has percatado de que con el paso de los meses, o de los tres años a lo sumo, empiezan a aparecer defectillos o grandes defectos que antes no percibías? Claro, nos ha pasado a todos. Y no es que con el paso del tiempo aparezcan, sino que siempre estuvieron allí. Son tres los motivos principales por los que no te has dado cuenta de esas cosas que años después te podrán de los nervios: 1. Científicamente, tu cerebro se prepara para estar atento a todo lo que le atrae y le confirme que ese amor que has conocido es verdadero. Tu biología busca aparearse, tener hijos y seguir existiendo en el planeta, y a tu cerebro y a tus hormonas no les interesa advertir defectos que te hagan ver a tu amor de tal forma que no te apetezca tener relaciones sexuales. Al revés, buscas confirmar que es genial, que lo deseas, y las hormonas se disparan. 2. El segundo motivo es la falta de tiempo. Inviertes tanto en pensar de forma positiva de esa persona, de convertir cada rato en idílico, que no queda tiempo para descubrir los defectos. Toda la atención está puesta en lo que te apasiona. Todo tu cerebro se dirige a buscar sus labios, a escuchar sus comentarios graciosos y a planear un futuro juntos. 3. Tu pareja no es tonta... Tú le atraes, te desea, quiere estar a tu lado, quiere tener sexo contigo, y no hará nada que pueda desilusionarte. Está en pleno cortejo, despliega su colorido, es cuidadosa, cariñosa y no te quiere desenamorar. Pero esto es exactamente lo mismo que haces tú. ¿O es que no te has dado cuenta el tiempo que pasas arreglándote antes de salir de casa? ¿O es que no cuidas tu vestuario, te arreglas el pelo, muestras tus encantos y eres más tolerante? Todo esto lo haces porque quieres gustar. Sería genial poder ser un poco más objetivos en la elección de nuestras parejas, y que la biología no nos condicionara tanto. No ya para tener relaciones esporádicas, que este no es el sitio para juzgar ni decir lo que cada uno tiene que hacer con su vida personal y sexual. Pero sí habría que saber qué se quiere antes de comprometerse con una persona. Muchas mujeres y muchos hombres están perdidamente enamorados de personas tóxicas para ellos y, aun sabiéndolo, no son capaces de dejarlas atrás. En la consulta he oído infinidad de veces comentarios como: «Sé que no me conviene, ¿pero qué hago? Sé que me hace daño, sé que algún día lo dejaré, pero me cuesta la vida...». Son historias de muertes anunciadas, de relaciones a las que les queda un cuarto de hora o una eternidad, pero historias en las que tienen más protagonismo el dolor, la pelea y el sufrimiento que el disfrute y la felicidad. Por ello es fundamental saber elegir, tomar decisiones a tiempo que no hipotequen tu vida y saber decir no. Pero mucho mejor sería tener claro desde el inicio qué es lo que no quieres en tu vida y actuar y ser consecuente y coherente con tus criterios. Realiza ahora otro ejercicio —lo que en psicología se llama «una prueba de realidad»—. Piensa en alguna relaciónde pareja que hayas tenido y que no haya funcionado. Puede ser la última o una de hace años. Y ahora coge papel y lápiz y contesta a las siguientes preguntas: — ¿Qué te atrajo de él o de ella al principio? — ¿En qué momento se tuerce el idilio? — ¿Qué tenía al final de la relación que te hiciera tomar la decisión de que no era la — ¿Qué tenía al final de la relación que te hiciera tomar la decisión de que no era la persona adecuada para ti? — Al acabar el romance, ¿tenía más defectos que al principio? ¿Había más cosas que os separaban de las que os unían? Seguro que el balance está a favor de lo que desilusiona, de lo que no quieres en tu vida; seguro que hay más defectos que virtudes. La mayoría de las personas no rompen una relación si tienen en casa aquello que desean. Tener claro lo que quieres es facilitarte la toma de decisiones y el compromiso. Es saber qué quieres en tu vida y qué no. A pesar de todo el amor es caprichoso, pero si eres capaz de reeducarlo, aunque sea un poquito, mejor que mejor para tu futuro. Prueba a hacer una lista de lo que deseas de esa pareja con la quieres compartir un proyecto a largo plazo. No trates de buscar al príncipe ni a la princesa, sino al compañero, al amigo, a la persona que admires y te admire a ti, y con quien desees tener relaciones sexuales. Esa lista tiene que contener lo INNEGOCIABLE, de tal forma que si detectas una señal que contradiga lo que deseas, corre como alma que lleva el diablo antes de que caigas perdidamente en la marmita del amor. Un ejemplo de lista sería el siguiente: Que me trate con respeto. Que valore mi trabajo. Que quiera tener animales, porque a mí me encantan los perros. Que les gusten los niños y quiera tener hijos. (Si los dos podemos). Que no fume. Que le guste viajar y experimentar cosas nuevas. Me gusta la aventura. Que acepte a mis amigos y a mi familia. Mi familia es muy importante para mí. Que no le guste chulearse. ¡No los soporto! Que sea una pareja cariñosa. Que le guste compartir. Si esta es la persona que deseas, ¿por qué vas a renunciar a tus «imprescindibles»? Fuera está esperándote la pareja con la que quieres compartir y la que te va a querer como necesites. Renunciar a ella por miedo a la soledad y quedarte con una imitación no vale la pena. Además, esa «copia» con la que vas a terminar seguro que es la ideal para otra. ¡No te la quedes, que no es la tuya! CONSEJOS PARA QUE TU PRÍNCIPE AZUL O TU DULCE PRINCESA NO DESTIÑAN — Ten expectativas reales. Olvídate del amor como un concepto para toda la vida, y céntrate en disfrutar de tu amor ahora, en este momento. Si te dura toda la vida, genial, y si te dura tres meses, genial también. Y piensa que para que dure toda la vida, los dos tenéis que poner de vuestra parte. — No fantasees con los príncipes de cuentos. Todavía no he escuchado que ninguno haya salido de la historia; están todos atrapados en los libros. Fantasea con una pareja real y maravillosa, porque existen. — Valórate. No te quedes con esa maula. Si no es la tuya, déjala ir. Tú vales más que una relación sin futuro. Y piensa que mientras que estés ocupado con la persona equivocada, no tendrás tiempo ni lugar para que llegue a tu vida alguien más interesante. Quedarte con las rebajas solo es válido para la ropa, pero no para los amores. — No tengas miedo a estar solo. T ienes amigos, familia, compañeros de trabajo y todo tipo de ocio a tu alcance. Solo necesitas un poco más de tiempo para encontrar a la persona. Los príncipes azules no destiñen. Destiñe lo que esperamos de ellos o de quien lo esperamos. Si quieres poner un príncipe en tu vida, cómprate una taza de souvenir. Si quieres una pareja con la que compartir un proyecto, ten claro qué quieres y qué esperas de ella. Y no te conformes con la que no te quiere como tú necesitas. La persona perfecta no existe, tampoco tú lo eres. Pero de ti depende tener a tu lado a alguien que te dé armonía, paz y que te quiera de verdad. 2 QUIEN BIEN TE QUIERE... NO TE HARÁ LLORAR Con lo sabio que es el refranero español, y sin embargo, creo que a veces se equivoca con sus dichos. Fíjate, por ejemplo, en estos: «Los que se pelean, se desean», «Quien bien te quiere, te hará sufrir», «A la mujer, ni todo el amor, ni todo el dinero» o «En cada flor hay color, pero en cada amor hay dolor». En todos ellos se asocia el amor con el dolor y el sufrimiento. A «sufrir por amor» le hemos dado un sentido romántico, y ya forma parte de la experiencia de estar enamorado. ¿Quién no ha llorado por una ruptura? Casi todos. Si ya los cuentos infantiles hicieron daño en el ideal del amor, las películas no dejan a los enamorados en mejor situación. Seguro que te has fijado en la diferente forma que tienen de representar al hombre y a la mujer en los dolorosos momentos de una ruptura. Mientras que ella se encierra desconsolada en su habitación, como si el mundo se acabara a la par que su relación de pareja, él, en cambio, a pesar de que sufra igual que la mujer, lo presentan con más recursos: queda con sus amigos, se hincha de cervezas, juega a las cartas, mantiene conversaciones profundas con gente cercana, busca diversiones en el deporte, con su grupo de colegas... y tarda poco tiempo en recuperarse. Por lo general, el cine no le muestra hundido, pensando que la vida ya no tiene sentido y llorando sin parar. Cualquier hombre que vea estas películas obtiene diferentes expectativas ante la ruptura que la mujer. «Tranquilo, esta relación se ha roto, pero la vida sigue. Hay diversión, amigos, gente con la que desahogarte; haz deporte, habla, sal, ríe, bebe y en cuanto puedas, liga otra vez. Aquí no se acaba el mundo», parece que le están desvelando. La mujer también debe aprender a sacar esta lectura. A pesar de que el desamor es un momento desolador y muy triste, la vida nos ha enseñado que nadie muere por ello, salvo los casos salvajes de violencia de género o los casos en los que personas se suicidan. La vida ofrece la oportunidad de volver a apostar por el cariño, la comunicación, la convivencia, la ternura y todo lo que emociona de un nuevo proyecto. Solo hay que tener paciencia. Cuando estás perdidamente enamorado no te crees nada sobre otras oportunidades, otras personas maravillosas, porque en ese momento sientes tanta angustia, que el pensamiento se vuelve catastrófico y tiendes a no ver salida a tu desilusión. Y el mismo sufrimiento te enseña que es mejor estar solo que volver a pasar por una experiencia como la ruptura. El comentario más frecuente cuando se sufre por desamor es el de «¿Yo, con otro? Ni loca, vamos, es mejor estar sola», «Nunca más, solo rollitos para pasar el rato, y a las chicas, cuanto más lejos mejor». Menos mal que estas situaciones son pasajeras y en meses el dolorido amante se ha recompuesto, ha vuelto a salir y la vida le vuelve a poner alguien fascinante otra vez en su vida. Hay personas que gestionan bien las rupturas y estas son expertas en no caer en lo hondo del pozo. Pero ¿por qué hay gente que es capaz de trivializar o no ver una catástrofe en la situación y otros se hunden en lo más profundo de la tristeza? La respuesta es sencilla: por cómo la interpretan. El dolor de la ruptura es comprensible. El que no te quiere no puede mantener la relación contigo por evitar tu sufrimiento, sería denigrante. Lo que es inadmisible es que te hagan sufrir intencionadamente durante la relación o que tú vivas la pareja con sufrimiento. Las fuentes de dolor en una pareja se originan casi siempre en discusiones, reproches, peleas, ira, diferentes escalas de valores y de comprender el concepto pareja... que terminan por acabar con el amor. Nadie quiere vivir en un campo de batalla. Como psicóloga no puedo decidir por la pareja si tienen que romper o seguir intentando que funcione, pero sí te puedo asegurar que las relaciones son para disfrutarlas. En el momento en el que en tu balanza haya más dolor y malestar, cuando sepas que la persona con la que convives te resta más que te suma, tal vez sea el momento de reflexionary empezar a plantearte una vida sin ella. SI TE HACE SUFRIR, NO TE QUIERE CON RESPETO Una de las grandes fuentes de dolor está en la falta de respeto. La persona que te humilla, que te dice que las cosas no están bien hechas, que critica continuamente tu forma de vestir, de comportarte, de gestionar tu trabajo, a tus amigos o te hace cualquier otro reproche te está faltando el respeto. Si tienes la sensación de sentirte poca cosa, de que no vales nada, de que te estás marchitando y consumiendo a su lado, de que no valora lo que aportas a la relación... sal corriendo. Dudo mucho de que alguien que ha tomado la dinámica de tratarte con desprecio, pueda cambiar. Una persona que cruza los límites no tiene cabida en tu vida. Deja de justificarlo —«Tiene mucho trabajo», «Está en paro y se pone nervioso», «Yo le provoco...». Nada. Si no te respeta, se acabó la partida. Hay personas que no valoran lo que tienen, que les falta empatía y que saben que están haciendo daño, pero su falta de autocontrol, su déficit de inteligencia emocional y su falta de corazón y compasión les llevan a comportase así. A ti te tiene que dar igual el motivo por el que lo hace. Es indiferente que sea la educación que recibió en la infancia o el estrés del trabajo. El problema es que tenía muchas otras alternativas para reeducarse o para liberar el estrés y decidió ensañarse contigo. Si piensas que el día que esté mejor en su trabajo dejará de hacerlo, yo apuesto ahora a que no será así. ¿Por qué vas a seguir a su lado, por qué compartir la vida, ayudar y potenciar a este hombre o mujer que te anula? A ti no te quiere, o por lo menos lo hace de una forma muy disimulada. Puede ser que nunca cambie, que nunca se dé cuenta del daño que te está haciendo. No es el trabajo ni la ansiedad, no es su comportamiento, es su forma de ser. No esperes que las circunstancias cambien, tú eres quien tiene que tomar decisiones. Cuando mires atrás en tu vida, ¿qué quieres ver? ¿Una relación de pareja en la que en la balanza hubo más reproches que muestras de afecto, más desplantes que elogios, más miradas de desprecio que enamoradas? Tienes derecho a seguir con tu pareja, pero también lo tienes para buscar otra oportunidad y poder compartir tu vida con quien te quiera, valore y respete de verdad. Pregúntate si con los años su falta de consideración hacia ti ha ido a más o a menos, si disfrutas del tipo de amor que te gustaría tener, si sientes amor, respeto o admiración por la otra persona, si te tiene en cuenta y, por supuesto, si eres feliz en esa situación. Si tus respuestas son más noes que síes, no estaría mal darle una vueltecita y tomar decisiones. No tengas miedo a la soledad. Tienes personas que te quieren, amigos, familia y compañeros de trabajo. Es un buen momento para conocer gente nueva, para apuntarte a esas actividades que llevas tiempo retrasando porque nunca has encontrado el momento, para ponerte la ropa que tú decidas... Por supuesto, pasarás por un período de duelo, de recomponerte, de lloros y de alegrías, pero empezarás a apreciar tu tiempo y tu vida. Será el inicio para ser más feliz de lo que eres ahora. SUFRIR POR LA SUBJETIVIDAD DEL ENAMORAMIENTO Hay otras formas de sufrimiento en la relación en las que no siempre es necesario que te plantees una ruptura. Puede que tu pareja te haya fallado, te haya sido desleal, no te haya contado algo que creías importante, se le haya olvidado llamarte y te has preocupado durante horas... Valora primero si es habitual en su comportamiento y si suele proceder así en otras ocasiones. Puede que sí, pero también es posible que solo sea algo circunstancial. Cuando te unes en pareja, cuando decides compartir casa y formar un hogar, no solo convives con lo que te enamoró locamente al principio de la relación, sino que también lo haces con sus defectos. Estos se acentúan cuando pasas con ellos veinticuatro horas al día, todos los días del año, porque se vuelven visibles. Que llegara veinte minutos tarde cuando quedabais era motivo de malas caras, pero que ahora llegue tarde todos los días a casa se convierte en un conflicto continuo. La impuntualidad no es motivo suficiente para romper una relación, pero sí genera desavenencias y malos rollos. Provoca sufrimiento porque lo que tú deseas no coincide con lo que hace tu pareja. Y la impuntualidad es solo un ejemplo. Hay cientos de conductas, comentarios, valores, actividades que la otra parte no comparte contigo. Por supuesto es imposible coincidir en todo. La balanza tiene que estar inclinada hacia lo que aporta en lugar de lo que resta de la pareja. Y que lo que os distancia sea poco relevante en la escala de valores del otro. Aquello que os separa es difícil verlo al inicio de la relación. Se está tan enamorado que se potencia y se maximiza lo que se adora, lo que te ha atraído y obvias por completo o te niegas a ver lo que no te gusta. Todo se debe al foco atencional. No te interesa verlo porque te has enamorado. El amor, al inicio del idilio, es como un faro en plena noche. El farol alumbra, pero ilumina allí dónde tú diriges la luz. Buscas lo que une porque necesitas reafirmarte en que ese es tu amor. Pero, sin embargo, estás en la oscuridad, ya que solo estás enfocando aspectos concretos de su forma de ser, de su forma de vestir, de cómo se relaciona contigo... y estás obviando, voluntaria o involuntariamente, todo lo relacionado con los valores. Si no quieres sufrir, abre un poco los ojos al principio del enamoramiento y si de verdad eres consciente de que actúa o hace cosas que «no soportas» y que pondrías en una lista de «jamás saldría con un alguien que...», no sigas enredándote y enamorándote, porque luego te costará mucho salir de donde te has metido. Cuando verbalizas cosas como «sí, lo sé, no me conviene, me hace daño, sufro... Pero es que no puedo vivir sin estar a su lado», ya estás colado hasta los huesos. La fase de enamoramiento sirve para conocer a la persona, pero ya he dicho que es necesario que trates de abrir la mente a la objetividad, y no dejarte llevar por el impulso. Piensa en tu escala de valores, en cómo te educaron, en qué podrá ser negociable y que no, piensa si esto que ahora te molesta es algo con lo que puedes convivir todos los días. No se trata de ser frío en la relación, sino de prevenir una futura ruptura, en la parte que sí es predecible. Porque como dicen las abuelas, «los melones, hasta que nos los calas, no sabes si salen pepinos o dulces como la miel». Pues en las relaciones puede ocurrir lo mismo si decides no observar con detenimiento. Hasta que no os conocéis, acopláis, negociáis, transigís, aceptáis, no sabes si es la persona con la que puedes ser feliz o no. Así que trata de detectar tus «innegociables» antes de adquirir un compromiso mayor. Tus «innegociables» son aquellos aspectos de la personalidad, manías, detalles o ausencia de los mismos, hábitos, todo aquello con lo que no soportarías convivir. Haz una lista de lo que no soportas, de lo que no quieres en tu vida, para que, llegado el momento, se lo pongas fácil a la ceguera del amor. Mira este ejemplo: Que beba en exceso y trasnoche. A mí me gusta levantarme temprano los fines de semana. Que dé voces y hable alto. Que rechace mi forma de vestir. Que no haga deporte, porque a mí me gusta hacer senderismo los fines de semana y estar en contacto con la naturaleza. Que no desee tener hijos. Que cuando se enfade está tres días sin hablarme. Si detectas comportamientos o comentarios que se te atragantan, plantéate no comprometerte más. El primer paso sería aclarar lo que no te gusta, de forma asertiva, con educación, haciendo saber cómo te sientes cuando actúa así y preguntando si le sería complicado cambiar su actitud. Dale un tiempo, tal vez su motivación por ti le hace variar aspectos que antes de estar contigo no le eran relevantes, que hacía por costumbre, pero que no le supone mucho esfuerzo dejar de hacer. Es necesario que tú también modifiques, si te es posible, conductas que a la otra parte moleste. En casoque te diga que es imposible, que te suelte eso de «yo soy así» y «que esto En caso que te diga que es imposible, que te suelte eso de «yo soy así» y «que esto es lo que hay», toma decisiones. Las personas suelen cambiar cuando se sienten motivadas y cuando creen que es necesario. Y siempre bajo la premisa de que les aporte algo positivo. Hacerte feliz puede ser motivación suficiente, pero quizá no lo sea. No tengas miedo a expresarte. La gente cree que siendo sincera con sus sentimientos y con lo que esperan de la relación ahuyentarán a su amor. Si tiene que dejarte porque le has dicho, por ejemplo, que para ti es importante el compromiso y que en un futuro deseas tener hijos, tanta paz lleve como gloria deje. ¿Por qué quieres alargar algo que, ya desde el principio, no coincide con lo que tú deseas? Hay muchísimas personas que aspiran a tener un compromiso, formar una familia, pero tal vez no sea con quien tienes ahora a tu lado. No retengas ese tipo de información pensando que algún día cambiará, que igual más adelante, si te quiere más, accederá. Tampoco es cuestión de hablar en la primera cita de qué deseas a corto, medio y largo plazo, pero no te reserves ni te cohíbas pensando en que te dejará si sacas estos temas comprometidos. Si te deja, está claro que no era quien tú estabas buscando. Quien te quiera como tú deseas no necesitará largas conversaciones serias y profundas sobre vuestro futuro, porque también querrá cosas similares, y las querrá contigo. Hay muchas medias naranjas, kilos y kilos. Pero es posible que esta no sea la tuya. Imagina que la fase de enamoramiento funcionó genial, todo complicidad, os llevabais de maravilla, cero conflictos, decidisteis convivir de mutuo acuerdo, y de repente, compartiendo el mismo techo, empiezan los problemas. Que si no colaboras en casa, que si tú eres muy posesiva, que no me avisas cuando vas a llegar tarde, que si tú no me dejas mi espacio, que si no vemos a mi familia los domingos, que si tú, que si yo... Total, reproches. No dejes que estos problemas se enquisten. Crees que se dará cuenta de que su comportamiento te molesta, y mientras esperas el cambio, vas acumulando ira, acrecentando el malestar y dejas de mirar a tu amor, a esa persona por la que perdías la cabeza, con ojos enamorados. Ahora el faro lo estás dirigiendo, no a lo que suma, sino a lo que te separa. Llegó el momento de negociar. Si seguís haciéndoos daño, recreándoos en los reproches, en el «y tú más» o el famoso «anda que tú», terminaréis por separaros. No se trata de que os comparéis ni de competir en lo que falláis, sino de que negociéis para llevaros bien y disfrutar juntos. Antes de seguir leyendo, hazte estas preguntas: ¿Por qué decidí convivir con él o ella? ¿Qué me atrajo de él o ella? ¿Por qué le sigo amando? Quizá en este momento tienes un cielo nublado en tu pensamiento que te impide ver el sol, pero no olvides que todas las mañanas sale. Por fortuna no es necesario esperar a que se produzcan cambios climatológicos para disfrutar de un día brillante. Aparta durante un rato las nubes, lo que te distancia hoy, esas «puñeterías» dichosas que te llenan de ira y vuelve a dirigir al faro hacia lo que te enamoró. Este simple ejercicio hará que te sientas bien, que te recrees en lo que suma, que revivas su sonrisa, los momentos felices, la ternura, las noches de pasión, los detalles que tuvo contigo, esa carcajada y ese vinito que compartisteis mientras conversabais con complicidad. Todo eso sigue existiendo, pero ahora no le prestas atención. Pierdes la pasión porque te centras en lo que no interesa: «Se deja la tapa del váter levantada cuando lo utiliza», «Siempre tiene mala cara cuando llego a casa», «No recoge su ropa sucia», «No se arregla como antes», «Todo tiene que estar siempre ordenado», «No se lava los dientes tanto como al principio», «No manda mensajes subidos de tono»... Has decidido que no hacer la lista de la compra tiene mucha importancia y que no implicarse con los niños te desquicia. Y tienes razón, no en la dureza en la que lo sientes, sino en que esos detalles los tenéis que trabajar para ir a mejor. Pero no permitas que lo que resta te ciegue, te nuble y te impida seguir disfrutando de tu pareja. Ahora que has puesto por escrito y has revivido lo que te enamoró, vuelve a pensar en tu pareja pero con más objetividad. Piensa que aunque no colabore con los niños o con la casa como a ti te gustaría, o no te sonría como antes, es posible que siga siendo la persona que te da besos apasionados y te respeta como al principio. Busca el momento ideal para hablar; este, desde luego, no será justo después de llegar del trabajo, cuando estáis nerviosos, el día que discutís ni cuando los niños están delante. El momento ideal es aquel que reúne ciertos requisitos: — Que sea un emplazamiento tranquilo. No siempre la casa es lo más aconsejable. No asocies tu hogar a momentos en los que podéis tener desavenencias, sobre todo, si puedes escoger otro lugar. Tal vez un restaurante o una cafetería, o incluso el parque por donde soléis pasear. Busca un sitio que os controle, en el que no podáis levantar la voz, ni miraros con desprecio ni hacer gestos irascibles. — Que tengáis tiempo. No se puede hablar deprisa y corriendo, porque en el momento en el que empieces a decir lo que te gustaría que fuera diferente, la otra parte también tendrá que decir por qué lo hace y cómo se siente. — Que vuestro estado de ánimo no esté alterado. Si alguno de los dos está nervioso, intranquilo o enfadado no será el momento para hablar. Terminaréis diciendo las cosas de mala manera, gritando, acusando y haciendo reproches. Así no se puede cambiar nada, así solo vais a conseguir minar la autoestima del otro, hacer que se sienta pequeño, ridículo o poca cosa. — Que haya palabras de cariño. A pesar de que vayas a decirle algo que quieres cambiar, puedes empezar la frase con «Cariño, me gustaría...». Que te moleste algo no significa que tengas que decirlo con desprecio. Al revés, el hecho de hablar con dulzura, a modo «suavón», hará que la persona no se sienta atacada, te prestará más atención y no tendrá que ponerse a la defensiva. NO DIGAS...DI... No le digas: «Eres egoísta, no participas en nada, como sigamos así duramos un telediario. Estoy hasta las narices de cargarme con todo». Le puedes decir: «Cariño, me siento mal cuando me tengo que ocupar de la mayoría de las cosas de la casa. Me agobio porque no llego a todo. Me encantaría que participaras más, que me preguntaras en qué puedes colaborar si a t i no se te ocurre o que tuvieras la iniciativa de hacer cosas sin que yo esté detrás. Sería para mí un alivio, tendría más tiempo libre y podría descansar un poco más». — Que no haya ataques. No le digas «tú eres...». Di solo lo que te molesta, no lo que la persona es. Esto no es una acusación ni un juicio, es una conversación en la que deseas expresar tu incomodidad con algo que está pasando. — Que expreses cómo te sientes. Puede que tu pareja ni siquiera sea consciente de cómo te está afectando lo que ocurre y que desconozca que se está apoderando de ti la tristeza o la soledad. — Que le digas lo que esperas por su parte, no lo supongas. A pesar de que tú tienes muy claro lo que necesitas, puede que a la otra parte no le ocurra lo mismo. Pide por esa boca, no dejes el momento a la suposición, interpretación o deducción que tú supones de pura lógica. También puede ocurrir que la queja venga por su parte. Con el fin de unir más que desunir, trabaja la escucha activa. Hay que estar abierto a la respuesta del otro y a negociar. Cuando tu pareja te diga que algo de lo que haces o dices le hace sufrir, no saltes como si tuvieras un muelle en la lengua. Solo escucha y deja que se exprese. Presta atención, y si es posible, con curiosidad. Incluso puedes decir que no sabías que eso era tan importante e interesarte por si hay más cosas que le hagan sentir mal. Que te hagan una crítica no significa que te estén minusvalorando, sino solo que algo no encaja en la relación.Tampoco implica que tengas que hacer rectificaciones a lo que te dicen. Eres libre de tomar la decisión de seguir haciéndolo o introducir un cambio si crees que puede llevar razón. Para trabajar la escucha es importante que sigas unos pasos, que aunque parecen sencillos, muchas veces se olvidan: — Deja de mirar la tele, el móvil o el periódico mientras habláis. — Escucha con curiosidad, y no con la escopeta cargada. No estés pensando de qué te tienes que defender, sino en qué puedes mejorar vuestra relación. — Quítate de la cabeza el «esto lo hace o dice para fastidiarme» y piensa que de verdad le puede estar afectando algo. — No te adelantes ni termines la frase pensando que ya sabes lo que va a decir. Deja que se exprese. — Mantén el contacto visual. — Trata de sacar más información, pregunta, interésate... Pero además de escuchar tienes que negociar, repartir de forma que los dos hagáis lo que más os gusta y participéis menos en lo que no os atrae. Con aquello que decidáis, podéis escribir un contrato gracioso, con humor, que os comprometa y que colguéis en un lugar visible. NUESTRO CONTRATO DE «LINDA CONVIVENCIA» Yo, Germán, me comprometo, además de a besarte, quererte y ser muy tierno... — A tender la ropa de la lavadora y a recogerla... sin que me lo tengas que recordar. — A hacer la lista de la compra e ir al mercado... antes de que nos quedemos en la despensa en estado de posguerra. — A recoger la ropa sucia y llevarla al cesto... ¡que mira que la he entrenado para que camine sola, pero no lo he conseguido! Yo, Adela, me comprometo, a darte un superabrazo de amor cada mañana y gruñir menos... — A planchar. — A hacer la comida y la cena... porque me encanta cocinar. — A hacer la cama por la mañana... pero solo porque tengo más tiempo que tú. Este contrato no tiene fecha de caducidad. Acuérdate de reforzar mucho, con besos y agradecimientos —«Gracias, cielo»...— cuando se cumplan los puntos del contrato. Tendemos a repetir aquello por lo que se nos valora. Es agradable saber que, con lo que hacemos y decimos, agradamos al otro. Este contrato lo podéis ampliar y/o modificar cada vez que lo decidáis. Pero no pierdas nunca el sentido del humor y la ternura. Así será mucho más fácil estar abierto al cambio. 3 LA SUERTE DE LA FEA, LA GUAPA LA DESEA Imagina esta escena: estás tomando café con un grupo de amigos, chicos y chicas, relajados, riendo y pasándolo bien. En ese momento entran en el local tres mujeres guapas, atractivas, con buen tipo, riendo, divertidas y muy arregladas. Y vuestros amigos, parejas o compañeros se dan la vuelta para mirarlas, o hacen por mirarlas de reojo —todo depende del broncazo que les pueda caer si son descubiertos mirando a otras mujeres. La mayoría de las veces este comportamiento sentará mal a las mujeres del grupo y se harán comentarios tipo. «Todos los hombres sois iguales, veis dos tetas y un culo y perdéis la cabeza». Antaño, la mujer no miraba ni opinaba si entraba en el local un hombre atractivo, pero hoy en día sí lo hace. Y aun así, suelen ser más criticados los comentarios de hombres hacia mujeres que a la inversa. Parece que el haber llegado tarde al disfrute visual y haberse desinhibido comentándolo en público, da a la mujer más licencia. Esta interpreta que el hombre que verbaliza ese tipo de comentarios lleva una intención detrás —«Se quiere acostar con ella»—, pero además, esta intencionalidad se acompaña de otra equivocada conclusión: «Yo, que soy su mujer, no soy lo suficientemente despampanante ni atractiva para él; ella le gusta más que yo». Por tanto, la mujer, ante un comentario que para ellos es inofensivo, frívolo, gracioso y cómplice entre chicos, se convierte para ella en un paso al frente para serle infiel y un ataque a su autoestima. ¡Dios mío, qué complicado es todo! Los hombres tienen, entre ellos, un código; no hay más que verlos relacionarse en petit comité. Cuando están en grupo se potencian, muchas veces porque les hace gracia, o porque tienen en común las mismas bromas, o por sentirse aceptados entre ellos, o porque de verdad les atrae lo que miran o porque guardan ese adolescente dentro que siempre les aflora en las cenas y copitas. Pero que a un hombre se le vayan los ojos tras una mujer despampanante no significa que su esposa no le guste y que no la siga deseando, sino tan solo que «esa mujer le parece despampanante». Ya está, no hay más. Si quieres entender a los hombres, no interpretes su comportamiento. Se puede debatir sobre su falta de sensibilidad, pero luchar contra esto es como luchar contra natura. Los hombres se excitan con la vista y, por lo general, a todos —o a casi todos—, les atraen una serie de rasgos que están relacionados con la salud, la capacidad para procrear, para amamantar, etc.; pura biología. Tal vez podrían «cortarse» un poco y no expresarlo con las caras de deseo y de brutos que ponen cuando se reúnen más de tres, pero las mujeres tampoco deberían darle más valor del que tiene. Podría resultar divertido incluso entrar en su juego y apoyar, o no, según parezca el físico de la mujer. Aunque, pensándolo mejor, siempre habría algo que criticar. Sí, lo siento, muchas mujeres necesitan sentirse bien si ridiculizan, critican o menosprecian a otra. Así ellas cobran más valor. Es como una ecuación: si una mujer lo pierde, otra lo gana. No se han dado cuenta de que las dos pueden ser maravillosas, sin necesidad de infravalorar a ninguna. Volviendo al tema. A la mujer esas conductas le parecen groseras, fuera de lugar y, a veces, incluso, humillantes. Pero todos los atributos físicos que son atractivos de la mujer están directamente relacionados con la capacidad para ser madre y seguir evolucionando. Fíjate en la relación: — Pechos grandes, redondos y firmes. Indican capacidad para amamantar a sus futuros hijos. — Una cadera ancha y un buen trasero. Propio de una mujer fértil, con espacio para dar cabida al embarazo y parir al bebé. — Un pelo fuerte, largo y una piel suave y tersa. Signos de juventud. La mujer joven puede ser madre más veces que una mujer más madura. ¿De verdad que los hombres solo se dejan llevar por un físico espectacular? Una cosa es lo sexualmente atractivo a la vista y otra muy distinta que los hombres deseen ese tipo de mujer. Biológicamente, el macho sapiens selecciona a su hembra con la vista, igual que la hembra sapiens tiene muy potenciado el olfato para encontrar al macho genéticamente compatible con ella. Las mujeres nos equivocamos con lo que imaginamos que ellos desean de una mujer, y nos dedicamos a manipular nuestro físico como si fuera la única vía de atracción. Muchas mujeres que quieren ligar se visten con ropa ajustada, se dan brillo en los labios para que parezcan carnosos, se sueltan la melena, contonean la cadera y se suben y juntan el pecho de tal forma que aflore por el escote. La conclusión que sacan algunos hombres es la de que la chica en cuestión «quiere guerra». Sí, es un comentario machista, vulgar y hasta equivocado, pero es lo que muchos deducen. Lo que han conseguido arreglándose así es destacar sus rasgos sexualmente atractivos para el macho, esos que se relacionan con tener sexo... pero nada más. ¿Y a las mujeres qué les atrae? Porque no podemos negar la evidencia. Las mujeres no solo se alimentan en una relación de una conversación profunda, también van por la calle y se les van los ojos detrás de los hombres interesantes. Al igual que al hombre, el que un chico le parezca sexualmente apetecible, atractivo, guapo, espectacular, no quiere decir que quieran romper los valores y reglas que tienen en su relación de pareja por tener una aventura con él. Solo significa que es objeto de deseo, no que quiera tener sexo... ¡o igual sí! Porque ese es otro mito, el de que las mujeres solo desean hacer el amor de forma romántica, abrazadas al príncipe entre sábanas de raso y con la luz de las velas. A las mujeres también les parece atractivo el «aquí te pillo aquí te mato». Todo dependerá del momento, el contexto, la persona y otras muchasvariables. ¡Ya chico, sí, tienes razón...! Las variables tienes que adivinarlas y acertar el día en el que este tipo de relación sí apetece o no apetece. Observa ahora qué tipo de hombres son los que atraen a las mujeres: — Los hombres altos suelen ser más atractivos. Hace miles de años los hombres y — Los hombres altos suelen ser más atractivos. Hace miles de años los hombres y mujeres comían de lo que recolectaban. El hombre alto recolectaba tanto la fruta que caía al suelo como la que quedaba en los árboles, lugar al que el bajo no alcanzaba. Por eso un hombre alto ha sido símbolo de seguridad y protección. Y después de miles de años este rasgo sigue siendo atractivo. — Por la misma regla de tres, el hombre musculoso, atlético y fuerte es más atractivo. Su fortaleza le permitía defenderse mejor de las fieras, correr para estar a la altura de los animales a los que quería dar caza y que sirvieran de alimento, y proteger a la mujer y a sus pequeños de los peligros. Recuerda, tú estabas en la cueva cuidando de las crías. Pero si solamente atrajera lo físico a los chicos, ¿por qué hay tanta mujer guapa y con tipazo desgraciada en amores? EL TRIUNFO DE LA MUJER NORMAL POR ENCIMA DE LA BARBIE DE DISCOTECA El hombre quiere, lo mismo que la mujer, compartir su vida con alguien que le llene, que le haga sentirse orgulloso, quiere una mujer divertida, dulce, a la que le guste sus mismos hobbies, que sea ella misma y que le apetezca hacer el amor con él. La mujer normalita, menos agraciada en belleza, a esa que la naturaleza no la dotó de grandes pechos y cuerpazo de quitar el hipo ha hecho prevalecer su personalidad por encima de largas horas de quirófano, anestesias, dolores y demás. Ha preferido no tener grandes pechos porque en su escala de valores primaba encontrar a un hombre que la quisiera tal cual es, sencilla, natural, interesante y divertida. Sabe que no necesita aportar nada físico porque su seguridad está en el interior, en esos rasgos de la personalidad con los que ha conocido a su amor y que seguirá teniendo hasta que se haga mayor. No necesitará pasar por el taller de chapa y pintura de un gran cirujano plástico para que le vuelva a poner el humor en su sitio ni para que le estire su bondad y su dulzura. Cuando la mujer empieza una relación la pasión le vuelve loca. Hace el amor a todas horas y no se cansa, siempre está disponible y dispuesta, y casi siempre lo disfruta, y duerme y descansa menos porque tiene que compaginar amor y trabajo, y además está todo el día pensando en él. Pero pasados unos meses —y a Dios gracias, porque no habría cuerpo que soportase ese ritmo— las hormonas vuelven a su sitio y disminuye ese deseo que tenían los dos a todas horas. Este será el momento de saber si esa pareja es para ella o no. ¿Has sido tú misma durante la fase de cortejo y enamoramiento? La mujer que no tiene grandes pechos que exhibir no retiene a su pareja porque haga un conjuro, sino seguramente sigue junto a él porque se mostró tal cual era desde el inicio. No tenía el físico que le cortaba la respiración, pero sí una conversación divertida, compartió experiencias y vivencias, momentos de complicidad que ahora siguen experimentando juntos. Siendo tú misma no engañarás a nadie, ni siquiera a ti. Y este es el inicio ideal para Siendo tú misma no engañarás a nadie, ni siquiera a ti. Y este es el inicio ideal para reducir la posibilidad de equivocarte. Si quieres ser tú misma: — No trates de caerle bien haciendo comentarios que creas que quiere oír. Lo que tiene que atraerle es tu forma de ser, la manera que tienes de sonreír, de expresarte, de vestirte, lo que te gusta, cómo te relacionas con tu trabajo, tus miedos y debilidades. Tu forma de ser eres tú, no la de la vecina, ni la de la que sale en la serie de televisión, tú. No seas la persona que crees que él necesita, ni la que crees que espera tu suegra. — No finjas diciendo que te gusta algo si no es así. Si no te gusta el fútbol, dilo. Si no te gusta levantarte tarde, dilo. Hablar de lo que os gusta y de lo que no, forma parte del conocimiento mutuo. Si quieres tener una relación es importante conocer sus gustos, a qué dedica su tiempo libre, con quién se relaciona, sus hobbies. No ocurre nada malo porque algunas de sus preferencias no coincidan con las tuyas. Hay tiempo para todo, para hacer cosas juntos y para hacerlas por separado. — Cuando llevéis un tiempo viéndoos, cuando tengas la idea de que esto es algo más que un par de cafés y dos noches de amor, háblale de tu proyecto de vida, de lo que deseas como profesional, como mujer, si deseas ser madre, si te gusta compartir los fines de semana en familia. No tengas miedo a dar este paso. Muchas mujeres creen que todos los hombres tienen fobia a la palabra compromiso, como si el mundo estuviera lleno de Peter Panes. No es cierto. Lo que los hombres no quieren es tener un compromiso con la mujer equivocada. Pero si tú le interesas, le gustará saber qué deseas del futuro y compartirlo contigo. — Compórtate con naturalidad. No perder las formas, arreglarse y cuidarse forma parte de la etapa inicial y debería ser un eje transversal en la pareja, pero se puede hacer con naturalidad. Una mujer no se levanta maquillada, ni tiene que ir con taconazos al supermercado. No te va a dejar de querer si te ve con la cara lavada y si lo hace, ya está tardando en salir de tu vida. Es más, la mayoría de hombres prefieren una piel limpia, que una cara en la que se les quedan los dedos pegados de tanto maquillaje. La mejor manera de acertar es descubrirte tal y como eres. No tienes por qué mostrar defectos de ti que estén en proceso de cambio. Por ejemplo, si has decidido ser más positiva y ver la vida con optimismo, y este es un cambio que has elegido porque te va a beneficiar a ti, no le transmitas que eres pesimista, que siempre ves problemas y que te hundes en un vaso de agua. Si has decidido dar este giro en tu relación con tu entorno, traslada mejor tu nuevo propósito. No es cuestión de que te minusvalores o hables continuamente de lo que no funciona de ti. A todos nos gusta vendernos bien, que nos aprecien y sentirnos queridos, y más si este es el hombre al que amas. Pero no le digas que eres un tipo de mujer en concreto si solo lo haces por impresionar. Tarde o temprano, la cabra tira al monte, y entonces tendrás dos problemas que resolver: mostrar tu verdadera identidad y darle una explicación de por qué al principio no le dijiste la verdad. Es muy difícil y angustioso tener que disimular toda la vida. Ten algo claro, siendo tú misma, no engañarás a nadie, ni defraudarás. Puede que tu Ten algo claro, siendo tú misma, no engañarás a nadie, ni defraudarás. Puede que tu forma de ser no le guste o que la de él no te atraiga a ti. Cuanto antes os deis cuenta, mejor. Tú eres lo suficientemente valiosa como para esperar a la persona que va a quererte de verdad y a respetarte tal y como eres. Igual te estás preguntando que no sabes si eres lo suficientemente valiosa o que lo que eres no vale nada. ¿Problemas de autoestima, de definición? Todas las personas tenemos valor, un talento, una forma atractiva de ser, nuestro lado interesante. Puede incluso que no sepas dónde está el tuyo, que no hayas tenido la suerte de encontrarte con una pareja o alguien que te haya dicho lo estupenda que eres. O puede que sí, que tengas gente alrededor que esté «hartita» de decirte que eres linda, trabajadora, una buena mujer, atractiva y que no entienden por qué tienes tan mala suerte con los hombres. Las relaciones dependen de tantas variables para ser exitosas que nunca se sabe en qué momento o qué las puede hacer fallar. Lo que sí tienes que tener claro son las constantes, aquello de ti que te gustaría conservar, lo que te define como persona, con lo que te sientes a gusto y lo que quieres defender a capa y espada en una relación. Si eres hombre, también necesitas expresarte desde el inicio con toda la naturalidad. La personalidad que uno muestra puede ser distinta en función del grupo con el quete relacionas. Si estás con tus amigos, está claro que haréis comentarios que la mujer igual no entiende de la misma manera o no le ve la gracia que le veis vosotros. Ser tú mismo significa hablar de lo que te gusta, de lo que deseas y de tu proyecto igual que he aconsejado a la mujer: — ¿Te gusta el deporte, ver el fútbol, sientes los colores de tu equipo? Dilo. Te sorprendería saber cuántas mujeres futboleras existen en el mundo, más de lo que te imaginas. Y si tu chica no comparte tu afición, seguro que le gustará saber desde el principio cuánto tiempo le dedicas para que ella también pueda organizar ese tiempo con sus actividades. No tengas miedo, cuando una persona se enamora, ser sincero con el interés por los deportes no va a ser nunca un motivo de peso para no seguir contigo. — A muchas mujeres les gusta mostrarse libres, independientes, reafirmarse en su profesión y dar una imagen de autosuficiencia. Que por supuesto, lo son. Pero el hecho de verla tan echada para adelante no puede ser un freno si sientes la necesidad de hablar del futuro, del compromiso y de lo que te gustaría vivir con ella. No confundas compromiso y querer compartir la vida con «ataros». Si a ella le atraes, también querrá involucrarse contigo. Dile lo que deseas en pareja. Nadie necesita renunciar a nada. — No te disfraces de lo que no eres. Si no eres sensiblón, no digas que eres sensible; si no eres fuerte, no presumas de ser un macho. Desconoces cuál es el hombre ideal de la mujer a la que estás conociendo, así que deja que te descubra y no anticipes una imagen que no es la tuya y que puede perjudicarte en lugar de beneficiarte. — No renuncies a todo lo que habitualmente haces por estar ahora con ella: el partidito con los amigos, ir a esquiar, visitar a alguien de tu familia, lo que sea. Si cedes ahora porque estás enamorado, estarás sentando también una serie de precedentes que luego se pueden poner en tu contra. Escucharás comentarios como: «Cuando nos conocimos no ibas a jugar con tus amigos o no quedabas el sábado para ver el fútbol». Si deseas hacer ahora una excepción, avisa de que es una excepción. Si no, estarás confundiendo a la persona. — Sé sincero. Muchas mujeres están cansadas de palabrerías, de que las buenas maneras y las promesas solo sirvan para llevarlas a la cama. Si estás interesado solo en una relación sexual, dilo. Hay muchas mujeres que no esperan mucho más de una cita. Si estás interesado en ella para algo más que para compartir sexo, dilo. Ante todo, sé sincero. Si sale corriendo porque no quiere solo sexo y quiere una relación con un compromiso mayor, habrás perdido una noche de pasión, es cierto, pero habrás ganado mucha credibilidad y honestidad. — Proponte comportarte con la persona de la misma manera que dentro de un tiempo puedas hacer. Si ahora eres cortés por cortejar a la mujer, trata de serlo en un futuro. Si ahora eres atento y sensible, esfuérzate por seguir así según avance la relación. La mujer no puede enamorase del despliegue de plumas del pavo real, si luego las plumas decoloran. Todo lo que ahora hagas por conquistar, se convertirá en un reproche si en el futuro dejas de hacerlo. Ya, sí, cuando estamos enamorados todos nos esforzamos por complacer y parecer interesantes. Pero esto es justo lo que nos aleja cuando caes en la rutina, el dejar de ser la persona que una conoció. La manera más sencilla de descubrirte tal y como eres es quedar con tu grupo de amigos, estar en tu ambiente, que vea cómo te relacionas con los tuyos, de qué te ríes, de qué habláis, como os comportáis en tu grupo de gente. Enseguida te desinhibirás y serás tú mismo. Es importante conseguir gustarle en este entorno. UNA RUPTURA SIN RESPONSABLES Cada vez que se sufre una ruptura se siente como si todo se tambaleara. No se hace una valoración objetiva diciendo simplemente «me ha dejado de querer» o «es que teníamos pocas cosas en común». No, nos complicamos, nos autodestruimos y nos dedicamos a hurgar en la herida despreciando lo maravillosos que somos —«Es que no puedo ser tan buena, de puro buena soy tonta», «La próxima vez pienso ser más egoísta, esto me pasa porque lo doy todo y no recibo ni la mitad»...—. Con este tipo de valoraciones y conclusiones nos situamos como los derrotados y los culpables de que la relación fallara. No siempre que una relación se acaba es necesario buscar responsables. Solo hay una ruptura porque uno de los componentes de la pareja no es lo suficientemente feliz; pero eso no significa que haya que cambiar, porque puede que a la próxima persona que conozcamos le encante nuestra bondad, nuestra transparencia, y sea justo eso lo que le enamore. Si nos sentimos seguros y nos gustamos es preferible seguir comportándonos como hasta ahora. Si por el contrario ignoramos qué podemos ofrecer, lo primero es conocernos a nosotros mismos. No olvides que tu interior es fruto de tu educación, de tu genética, de los aprendizajes, de las personas con las que has convivido, de todo aquello que has ido interiorizando y de tu escala de valores. La mayoría de lo que tienes, si te gusta, te lo puedes quedar, pero si no, eres libre de aprender una nueva forma de pensar, de comportarte, de sentir... No te quedes con nada que te haga sentir inferior. El primer paso es definir cómo eres tú en pareja y luego decidir qué deseas seguir manteniendo y qué quieres cambiar. Fíjate en el siguiente ejercicio: EN PAREJA... LO MANTENGO, NO LO MANTENGO O QUÉ HAGO... Me gusta darme por completo. Me lo quedo. Me encanta poner un punto de humor en la relación. Me lo quedo. Me gusta poner un toque romántico a nuestras cenas. Me encanta, me lo quedo. En la cama tomo la iniciativa. Me lo quedo, pero, tengo que dejar que mi pareja tenga más iniciativa. Tengo la impresión de quea veces la puedo anular. Me gusta salirme con la mía y conseguir lo que quiero. Aquí tengo que dar un cambio. Estaré muy pendiente de este punto. Intransigente con los defectos de mi pareja. Lo tengo que cambiar, exijo mucho. Detallista. Me gusta escribir notas, comprar pequeños detalles que van a hacerle ilusión. Me lo quedo. Casi siempre me cuesta arrancar y prefiero no ser yo quien haga los planes. Me gusta... Lo siento, snif, pero me lo quedo. Los celos me traen por la calle de la amargura y lo paso tremendamente mal. Lo tengo que cambiar, sufro muchísimo. Me gusta seducir y gustar. Me lo quedo. Si no sabes qué tienes que ofrecer en pareja, piensa que lo que estiman tus amigos y tu familia es lo que también va a apreciar tu amor. ¿Qué aportas a la gente, qué te han dicho? Algo hay. Pero te animo, más que a buscar lo que las personas te valoran a que te conozcas, a que decidas qué rasgos son interesantes y cuáles no. Es preferible admitir cómo eres desde el inicio de la relación que convertirte más adelante en un fraude por haber fingido ser quien en realidad no eras. ¿A ti te gustaría enamorarte de alguien que al principio te dijera que le encanta viajar y ver otras culturas, y con el tiempo darte cuenta de que no le gusta nada más que ir al pueblo a visitar a la familia? Sería un chasco y un engaño. Es mejor saber de entrada a qué atenerte. Si cuentas con esta información desde el inicio puedes decidir si eres capaz de convivir con alguien que disfruta solo pasando el tiempo libre en su pueblo o si no. Con los valores, hábitos y gustos, cuantas menos sorpresas, mejor. Si tuvieras una varita mágica y fantasearas con una relación idílica, ¿cómo te gustaría que fuera, qué harías, dónde saldrías, de qué temas hablarías, cómo te gustaría hacer el amor? Escribe tu historia y lo que deseas, y guárdalo en tu cajón de recuerdos. Cuando Escribe tu historia y lo que deseas, y guárdalo en tu cajón de recuerdos. Cuando conozcas a alguien, saca este ejercicio. En cada cita puedes ir proponiendo lo que habías fantaseado, seguro que no está tan lejos de la realidad. ¿Cuánto tiempo llevas queriendo ser lo que eres en la actualidad, cuántos cambios has sufrido, cuántas veces te has sobrepuesto a los avatares ytropiezos de la vida? ¿Con cuántas historias sentimentales más necesitas tropezar para darte cuenta de que solo siendo uno mismo se es feliz? Los hombres no se casan con una Barbie, los hombres se casan con una mujer, con sus defectos y sus virtudes. Las mujeres no se casan solo con alguien que las proteja, se casan con un señor con el que compartir sus vidas. Ninguna persona es igual a otra, cada una tiene algo especial. Solo necesitas encontrar a la pareja que valore lo que tú tienes de especial. Con alguna seguro que encajas. Y para poder dar con ella, no tienes que ir obsesionado por la vida pensando que esta que está tomando café contigo puede ser tu último cartucho. Deja fluir el momento, no metas nada con calzador. Si no es esta persona, será otra, y llegará cuando tenga que llegar. Ni antes ni después. 4 MÁS VALE HOMBRE EN MANO QUE CIENTO VOLANDO...NO Existen muchas creencias en torno a la necesidad de compartir la vida en pareja, y no hay que olvidar que la vida en pareja no es una necesidad, sino una opción; sin embargo, ya desde pequeños, sobre todo a la mujer, se la educa para ser digna princesa. Asimismo hay que recordar que la educación no solo procede de los padres —que muchos de ellos han cambiado el chip y tratan de aleccionar a sus hijas para que jueguen al fútbol, sean autosuficientes en el futuro y puedan elegir profesión y estilo de vida independientemente de su género—, sino que esta también se mama en los libros, películas, familiares, compañeros, medios de comunicación e ideas arraigadas que cuestan muchísimo cambiar. No nos engañemos. De pequeñas, las niñas, siguen soñando con ser y disfrazarse de princesas. Y toda princesa tiene un príncipe de compañero. Un príncipe caballeroso, amable, que sonríe, y que, con su sola presencia, la convierte en una mujer enamorada, apasionada, feliz, casada y con un futuro de cuento. Tenemos la creencia de que sin pareja no somos nada, que necesitamos convivir y compartir la vida con alguien para ser felices. Y en el caso de la mujer, por ejemplo, debe hacerlo con un hombre que resuelva sus problemas, que la ayude a ser fuerte, que la proteja, que la comprenda y que cuide de ella. Sí, aprendimos a necesitar a los hombres. Y los hombres también a las mujeres. Y aquí aparece el primer problema: en el concepto. No es lo mismo necesitar que desear. El primer término implica dependencia y el segundo, no. La dependencia emocional condiciona tu vida. Es un conjunto de ideas que te hacen sentir que tú tienes valor porque otros te lo dan. Por ti mismo no eres feliz, sino que necesitas algo del exterior para sentirte completo, realizado. Precisas del beneplácito de los demás, la aprobación, su contacto físico, saber que eres importante en sus vidas para poder ser feliz. Y normalmente, la pérdida de la persona o cosa de la que tienes dependencia genera una reacción desadaptativa. No es un duelo normal, es exagerado, más largo, en el que te contemplas sin recursos y que te lleva a un estado emocional que te impide funcionar con normalidad en tu vida. Las personas dependientes no solo verbalizan ciertas frases —«Sin ti no sería nada, qué sería de mí si no te tuviera»— sino que se las creen, se atormentan con la posibilidad de no tener a su amor en algún momento de la vida, llegando a agobiar y presionar a la pareja para que nunca les deje. A veces, incluso reconocen no estar enamoradas. El problema de la pérdida está más asociado a la soledad que a la persona. Esta necesidad les lleva a meterse en un bucle negativo. Pierden mucho tiempo pensando en las consecuencias de perder a la pareja, fantasean con el tremendismo de verse sin ella. Imaginan un mundo en el que no serían capaces de sobrevivir, ni de encontrar a un nuevo amor ni de resolver sus vidas solas. Un mundo en el que pasarían la mayor parte del día llorando, suplicando que volviera y buscando todas las alternativas para recuperarlo, incluso utilizando el chantaje emocional, la pena y la compasión. Algunas personas llegan a tener tal dependencia que amenazan con matarse si no son correspondidos o, incluso, llegan al suicidio. ¿Quién es capaz de dejar a la pareja en estos casos, viendo que la vida de la otra persona puede estar en peligro por su decisión de querer romper el vínculo entre ellos? A pesar de padecer niveles de ansiedad muy altos y sentimientos de culpa, se suponen responsables de la causa del sufrimiento de su pareja y siguen conviviendo juntos por miedo a que cometa una locura, miedo al daño emocional que pueda traspasar a sus hijos o miedo a perder la relación con los niños. Estas reacciones de los dependientes emocionales son el colmo del egoísmo y la crueldad en la relación. Pero ¿cuáles son los motivos por los que las personas llegan a tener ese nivel de dependencia que les provoca un desorden emocional y una vida llena de ataduras? LA EDUCACIÓN RECIBIDA Hay padres que han educado a los hijos bajo el proteccionismo. Padres que no han inculcado el pensamiento crítico, la autonomía, que no han dejado que los hijos tomen decisiones, que se equivoquen y se responsabilicen de los errores. Muchos, con toda la buena intención, hasta les han aconsejado la carrera universitaria que debían estudiar para tener un futuro prometedor, el tipo de conocidos y amigos que les convenían para relacionarse y ser personas de bien, incluso el perfil de hombre y mujer con el que tenían que casarse para evitar fracasos matrimoniales. He oído a muchos padres y madres en la consulta, en los años que corren, verbalizar cosas como «Ese chico no tiene dónde caerse muerto, ni estudios, ni nada», «No me gusta su familia, lo he hablado con ella, no se da cuenta de lo importante que es tener una familia que respalde», «¿Dónde va con ese hombre con el que sale? Si no es capaz ni de terminar su carrera», «No me gusta nada esa niña», etc. Prejuicios y clichés que condicionan las relaciones personales y las decisiones que has tomado. Y esta clase de ideas preconcebidas no van relacionadas con la felicidad, con lo que uno necesita en la vida, sino que son el fruto de la educación y la experiencia de los padres. Es hora de cambiar el chip. Este tipo de enseñanza tiene sus ventajas y sus desventajas, y uno de los problemas que acarrea es la necesidad de que te sigan guiando, aconsejando y teniendo el apoyo de terceros y aprobación para tomar decisiones. Te toca hacerlo a ti, solo o sola. Los padres están llenos de buenas intenciones, pero en muchas ocasiones desean que vivas la vida que ellos no tuvieron oportunidad de tener. Otras veces tratan de evitarte emociones como el dolor o la frustración tomando decisiones y eligiendo por ti. Lo cierto es que sus elecciones son fruto de sus experiencias, sus valores, su vida, sus factores de la personalidad y de las circunstancias propias de su tiempo, pero igual no tienen nada que ver con cómo eres tú o cómo deseas ser. Necesitas pensar por ti mismo, equivocarte y aceptar esas emociones. Te ayudan a crecer, a valorar los momentos mejores, a ver las cosas desde otra perspectiva, en definitiva, a evolucionar como persona. No tengas miedo al error, forma parte de la vida. No necesitas a nadie que te dirija ni que elija por ti, no traslades este modelo de vida a tu pareja, porque dependerás de ella para ser feliz y tener autonomía. Tus padres, amigos o relaciones te pueden aconsejar y dar sus puntos de vista. Escúchalos, luego escúchate a ti y elige, pero elige tú, con todas las consecuencias. No te van a querer ni más ni menos porque te equivoques o escojas algo que no todos aplauden. La aprobación más importante es la tuya propia, la que a ti te hace feliz, esa de la que te vas a responsabilizar porque es fruto de tu elección. MODELOS DE CONDUCTA El modelo de pareja en la actualidad ha cambiado respecto a generaciones pasadas. Muchos de nuestros padres no se separaron, bien porque no tuvieron la opción, bien porque se quisieron toda la vida o bien por motivos religiosos, económicos o sociales; no lo sabemos. Las decisiones las toma cada uno y no
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