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Unidad 3 A, B Y C - PIA

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POLÍTICA INTERNACIONAL ARGENTINA
UNIDAD III
Argentina en el sistema político y económico internacionales
PARTE A: La agenda bilateral de Argentina con EEUU: coincidencias, crisis y vinculación de cuestiones. El distanciamiento. La mirada norteamericana. Balance y perspectivas. 
RUSSELL, R. – “Argentina y EEUU: una relación distante” (2010)
Introducción
Las relaciones argentino-estadounidenses experimentaron cambios significativos a partir del segundo semestre de 2001. La crisis política y financiera iniciada en diciembre de 2001 puso fin a un esquema de vinculación general con EEUU, diseñado y puesto en práctica durante los años de la presidencia de Carlos Menem (1989-1999), que promovía un fuerte plegamiento a Washington. El 11/9 contribuyó al desplazamiento de la Argentina a un lugar aún menor en la desde entonces disminuida agenda latinoamericana de la administración Bush. 
Por su parte, los Kirchner interpretaron que podían prescindir en gran parte de un vínculo con una Administración por la que sentían poca afinidad personal e ideológica. Así, se estableció un patrón de "vinculación pragmática" con escaso y luego nulo diálogo presidencial, suficiente distancia, pocas expectativas mutuas, divergencias manifiestas y cooperación en temas de interés común. Sin confrontar, los Kirchner criticaron el unilateralismo de EEUU y su falta de interés por América Latina.
El gobierno de transición de Eduardo Duhalde
Los atentados terroristas del 11/9 en EEUU coincidieron con las atribulaciones finales del gobierno de Fernando de la Rúa. Su inmediata reacción se ajustó a los lineamientos trazados durante los años de Menem, aunque sin la misma convicción. La Argentina estaba dispuesta a cooperar con todos los medios a su alcance, pero la extensión de este compromiso nunca pudo probarse porque el gobierno vivía su fase agónica. El Secretario del Tesoro de EEUU, Paul O'Neill reconoció ante la Comisión de Asuntos Bancarios del Senado que "Una semana atrás, la Argentina estaba al tope de nuestra lista de trabajo; ahora ya no está más en ese lugar, no de la misma manera que antes. La suerte de la Argentina quedó sellada: su caída sería inevitable.
El gobierno de Bush hizo del país un caso testigo de su política anunciada para las naciones emergentes en crisis financiera: EEUU no prestaría el dinero de sus contribuyentes a países cuya estructura de deuda no fuera sustentable, ni saldría al rescate de quienes habían realizado malas inversiones en economías de alto riesgo en busca de mayor rentabilidad. 
Solo a fines de 2002, el gobierno de Bush flexibilizó su posición inicial e hizo claros esfuerzos para que Argentina y el FMI acercasen sus posiciones y alcanzaran un acuerdo temporario. Además, el acuerdo fue visto como un requisito de la estabilidad macroeconómica durante la transición a un nuevo gobierno. En este contexto, el gobierno de Duhalde hizo todo lo posible para no contradecir a Washington: mantuvo el voto de condena a Cuba en materia de derechos humanos en la Sesión Anual de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas que tiene lugar en Ginebra; respaldó enfáticamente la estrategia de lucha contra el terrorismo del nuevo presidente de Colombia, Álvaro Uribe y, ante la creciente ofensiva de Washington contra el régimen presidido por Saddam Hussein, procuró encontrar una fórmula de equilibrio que satisficiera a la opinión pública interna, fuertemente opuesta a una intervención militar en Irak, y, al mismo tiempo, no desairara las expectativas y requerimientos del gobierno de Bush. Desde una postura inicial en la que incluso se especuló con la posibilidad de participar con tropas de paz tanto en Afganistán como en lrak luego de concluido el conflicto bélico en este último país, se pasó gradualmente a la posición de no participar en la guerra de ninguna manera, independientemente de que ella se iniciara por una decisión unilateral de EEUU o con la aprobación del Consejo de Seguridad. En este camino, el gobierno argentino tuvo varias idas y venidas, aunque siempre mantuvo una ostensible voluntad de tomar distancia de actitudes que pudiesen ser leídas en la Casa Blanca como de neutralidad. Así, siempre puso más énfasis en sus críticas al régimen de Bagdad y en las amenazas del terrorismo a la seguridad internacional que en la necesidad de que la guerra fuese el resultado de una decisión aprobada por el Consejo de Seguridad. En el balance, Washington consideró la posición de Argentina como positiva por su tácito reconocimiento a que el conflicto bélico era inexorable y por su bajo nivel de críticas a lo que la mayoría del mundo entendía como una violación flagrante de la Carta de Naciones Unidas? En el último tramo de su gestión, y más aliviado por los primeros signos de recuperación de la economía argentina, el gobierno de Duhalde fue elevando su nivel de oposición a la intervención militar estadounidense en lrak pensando más en las elecciones generales de abril de 2003 que en las relaciones con EEUU. La misma lógica explica el cambio de voto -de la condena a la abstención- por la cuestión de los derechos humanos en Cuba en ese mismo año. La oposición a ciertas políticas de EEUU le servía a dos de sus principales fines políticos inmediatos: sumar votos para su entonces delfín, Néstor Kirchner, con argumentos que encontraban fuerte eco en Argentina luego de la crisis y establecer claras diferencias con Carlos Menem, quien procuraba alcanzar nuevamente la presidencia del país y era partidario de volver al voto de condena a Cuba y de acompañar a EEUU en Irak.
El gobierno de Bush prefirió mantener un bajo perfil ante las opiniones y medidas finales de Duhalde y quedó a la espera del resultado de la primera vuelta de las elecciones en Argentina, en las que Carlos Menem y Néstor Kirchner obtuvieron el 24,36% y el 22% de los votos, respectivamente. A pesar de su triunfo, el ex presidente decidió no presentarse a la segunda vuelta. Néstor Kichner alcanzó la presidencia y Bush mandó a la ceremonia de torna de mando de Néstor Kichner una delegación de segunda línea presidida por el Secretario de Vivienda y Desarrollo, Mel Martínez para mostrar sus distancias con el gobierno saliente.
El gobierno de Kirchner: construcción y concentración de poder
Néstor Kirchner asumió la presidencia y habló en su discurso inaugural de un nuevo comienzo y de una nueva forma de vinculación con el mundo. El blanco de sus ataques fueron las políticas del menemismo. Para Néstor Kirchner el "neoliberalismo" de los noventa eran la causa principal del último de los fracasos de Argentina. En su reemplazo defendió una nueva forma de relación entre Estado y mercado, más equilibrada y con énfasis en la cuestión social, en un momento en el que los niveles de pobreza y marginalidad alcanzaban cifras desconocidas en la historia argentina. En lugar del "alineamiento automático", propuso una relación con Esta dos Unidos de "cooperación sin cohabitación", según la fórmula elegida por su primer canciller, Rafael Bielsa, para marcar una clara distancia con las "relaciones carnales" de Menem. Como este último, las turbulencias del país le permitieron acceder al gobierno con poderes especiales conferidos por el Congreso y, en consecuencia, dispuso de grandes márgenes de discrecionalidad en el ejercicio de sus funciones. Construyó hábilmente una nueva estructura partidaria en nombre de la "transversalidad", a la que aupó a la mayoría del peronismo a sectores Importantes de otras fuerzas políticas, en especial de la Alianza para una República de Iguales (ARI), el radicalismo, el partido socialista y diversas fuerzas de izquierda. Los peronistas, hasta entonces en su mayoría duhaldistas y antes menemistas no tuvieron ningún empacho a pasarse casi todos al renovado peronismo en su versión kichnerista de centro-izquierda. Los principales efectos políticos de este proceso fueron la progresiva concentración del poder en manos del presidente, la formación de un Congreso adepto y el debilitamiento de la oposición, que perdió toda condición de alternativa degobierno. Por otra parte, modificó la Corte Suprema de Justicia nombrando a juristas destacados en lucrar de los desprestigiados jueces menemistas. Esta decisión no convirtió al Poder Judicial en un órgano totalmente independiente del cada vez más poderoso Ejecutivo. Como Menem en los noventa, Kirchner cayó en este arraigado vicio de la política argentina. 
Además de sus indudables dotes políticas, dos factores le ayudaron a concentrar tanto poder en tan poco tiempo. Primero, la demanda de gobierno de la sociedad argentina luego del breve y titubeante período de Fernando De la Rúa. Segundo, la reactivación económica que ya despuntaba al final del mandato de Duhalde. En 2001 y 2002 la economía argentina tuvo un crecimiento negativo de 4.4 y IO, 9, respectivamente. A partir de 2003 las cifras se revirtieron de una manera extraordinaria y permitieron a Néstor Kirchner aglutinar fuerzas, disciplinar al peronismo y cooptar adversarios. Al igual que durante el primer mandato de Menem los éxitos económicos Y la sensación social de que se estaba dejando atrás una situación crítica llevaron al grueso de la población argentina a preferir la gobernabilidad y la eficacia antes que la calidad y el respeto a las instituciones de la democracia. El presidente no solo acumuló poder; también lo concentró de una manera desconocida en los años de la restauración del régimen democrático.
En el campo de la política exterior, por ejemplo, participó párrafo por párrafo y con inusual dureza en la redacción de las condiciones específicas de los acuerdos alcanzados con el Fondo Monetario Internacional durante 2003 y 2004.'3 Además, y para no dejar dudas, señaló de entrada que las relaciones con Brasil y EEUU quedarían en sus manos. Para no perderles pisada, los vínculos con Venezuela y Bolivia los dejaría en las de uno de sus más antiguos y fieles seguidores, Julio De Vido, Ministro de Planificación Federal. El presidente no definió una _ estrategia clara de política exterior, más allá de vagas alusiones al establecimiento de relaciones "serias, maduras y racionales" con el mundo, a la relevancia de América Latina y a la integración regional con el acento en el Mercosur. Néstor Kirchner nunca fue partidario de grandes diseños o planes de gobierno, algo que le posibilitó girar varias veces sin inmutarse a derecha o izquierda en la más pura tradición peronista.
De mayo de 2003 a noviembre de 2005: pragmatismo en ambas capitales
Un Kirchner todavía débil y abocado a la construcción de su proyecto de poder personal se cuidó de no criticar al gobierno de Bush, cuyo papel era considerado clave en el tema entonces central de las relaciones exteriores del país: la renegociación de la deuda con los organismos multilaterales de crédito y los acreedores privados. Así, el gobierno argentino esquivó todo cuestionamiento público y en alta voz a la intervención de EEUU en Irak. Los dardos del gobierno argentino se lanzaron una y otra vez contra el FMI al que se hizo en gran parte responsable de conducir el país a la crisis.
Militantes de derechos humanos Y un Congreso en el que encontró fuertes resistencias hasta de su propio partido, hicieron que el presidente modificara tres veces su posición sobre la realización de un ejercicio militar conjunto de los países del Mercosur y de Bolivia, Chile, EEUU y Perú en la provincia de Mendoza, que debía tener lugar a fines de octubre de 2003. El nudo de la discusión era la exigencia de EEUU de inmunidad total para sus efectivos durante la permanencia en territorio argentino. Néstor Kirchner estuvo en un primer momento a favor de conceder esa inmunidad a las tropas. La reacción negativa del Congreso a este pedido lo llevó a proponer una fórmula de compromiso que diera solo inmunidad "funcional" a las tropas en el desempeño de sus funciones específicas. La respuesta que recibió de los líderes del peronismo en ambas cámaras del Legislativo fue que no apoyarían este pedido sin una solicitud explícita y pública del Ejecutivo. No dispuesto a pagar este costo político ni a soportar una desgastante negociación en el Congreso, aun dentro de sus propias filas, Néstor Kirchner decidió suspender el operativo, pese a las promesas realizadas por el canciller argentino al Secretario de Estado, Colin Powell, de que el ejercicio no se cancelaría.
El gobierno argentino mantuvo en abril de 2004 su voto de abstención para no censurar a Cuba en materia de derechos humanos en el seno de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, ignorando los pedidos y luego las críticas del entonces Subsecretario de Asuntos Hemisféricos, Roger Noriega. Intereses económicos y el rechazo a la apertura económica en clave de los noventa, delinearon la posición oficial frente al ALCA. Siempre sostuvo que la integración hemisférica carece de futuro si se desconocen las asimetrías en las negociaciones y no se comprometen recursos para reducir la brecha entre EEUU y América Latina.
Del mismo modo, las heterodoxias y el sesgo neo-desarrollista del propio Kirchner y el conservadurismo acerado de la Administración Bush no podían más que llevar a lecturas muy diferentes del así llamado "giro a la izquierda" en América Latina. Kirchner nunca percibió a Evo Morales o a Hugo Chávez como amenazas a la democracia o a la seguridad regional. Antes bien, los consideró emergentes naturales de sociedades más democráticas con reclamos postergados de inclusión política y social.
Estas diferencias tangibles no alteraron los ejes que entonces estructuraban la relación bilateral: la necesidad de Argentina de contar con el apoyo de EEUU en el G7 y los organismos multilaterales de crédito y los deseos de Washington de preservar la estabilidad del Cono Sur y de que Argentina volviera al Circuito financiero internacional respetando sus reglas de juego.
Con estos objetivos en mente, el gobierno de Bush adoptó desde un principio una posición amistosa y franca hacia la Argentina de Kirchner. Dos semanas después de la asunción del nuevo gobierno, Colín Powell pasó unas pocas horas en Buenos Aires con el objeto de transmitir el apoyo de EEUU a las nuevas autoridades argentinas y, en especial, de manifestar la disposición de Washington a seguir colaborando para facilitar las negociaciones de Argentina con el FMI.
Este mismo tono cordial y distendido encontró Néstor Kirchner en su primera visita oficial a Washington en julio de 2003, a la que fue invitado por George W. Bush. Ambos tuvieron una "buena química" y dijeron encontrar en común su condición de políticos testarudos y periféricos al establishment de poder, por provenir uno de Texas y el otro de la Patagonia. A partir de ese momento, EEUU dio un apoyo decisivo en las arduas e incesantes negociaciones de la Argentina con el FMI y otros organismos multilaterales de crédito a lo largo de 2003 y 2004.
EL triunfo de Bush en 2004 fue recibido en Buenos Aires con una mezcla de alivio y cautela, dado que se estimó que la Argentina podría seguir contando con su apoyo ante el FMI y con su no interferencia en las complejas negociaciones con los acreedores privados que estaban por definirse. 
En efecto, el canje de la deuda en default con estos acreedores se acordó a principios de marzo de 2005 con una adhesión del 76% de los bonistas. Kirchner sintió que plantarse con dureza ante los poderosos del mundo rinde sus frutos. También supo que esta operación exitosa le sumaría votos en las elecciones legislativas de octubre, tan esperadas por el para revalidar en origen, la legitimidad de ejercicio que ya había logrado en sus dos primeros años de gobierno.
EEUU se mostró dispuesto a renovar su apoyo a Argentina, ahora en las negociaciones propias de su agenda pos-default. Por su parte, el gobierno argentino obtuvo un fuerte reconocimiento de Washington por su papel en la estabilización de América del Sur y su participación en la Operación de Mantenimiento de la Paz de Naciones Unidas en Haití. La participación argentina en Haití en esta oportunidad mostró fuertes diferencias con la de los años noventa. Luego del golpe deestado del 30 de septiembre de 1991 contra el presidente Jean Bertrand Aristide, la Argentina fue el único país latinoamericano que participó en el embargo y bloqueo naval dispuesto por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a la isla. Más importante aún, fue el único país de la región que integró la fuerza multinacional que ese Consejo había autorizado a intervenir en Haití para restaurar al gobierno depuesto. Con ello, Menem procuraba fortalecer la integración de los militares argentinos al sistema democrático y su compromiso con los mecanismos de seguridad colectiva de Naciones Unidas.
La crisis de 2003 en Haití encontró a la Argentina en una posición diferente. La participación requerida por Naciones Unidas se topó con un amplio debate interno que produjo dudas en el gobierno sobre el curso a seguir. Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay ya habían enviado tropas a Haití y el primer país lograba el mando militar de la misión. Por otra parte, EEUU y Francia -dos países que apoyaban a la Argentina en el G7- esperaban que el país integrara el operativo. El presidente se inclinó a favor de la participación para no perder espacios de influencia en América Latina y no desairar a Francia Y EEUU. El 8 de mayo de 2004 anunció esta decisión y presionó al Congreso para que autorizara el envío de tropas argentinas a la isla del Caribe.
El Canciller Rafael Bielsa expresó: "Logramos establecer con EEUU una relación donde, por un lado, nos hacemos cargo de la relativa indiferencia que le suscitamos y, por otro, se logró convivir con respeto las diferencias que son insalvables, con una maximización de las cosas en las que estamos de acuerdo.'' Lo dicho encierra las tres principales premisas que guiaron la política exterior hacia EEUU durante esta etapa: el reconocimiento de que la Argentina tenía poca significación para Washington, que el n/9 había acrecentado su irrelevancia relativa y que ese lugar, de irrelevancia en la asimetría, no debía implicar una resignación a los objetivos o intereses estadounidenses, cuando ellos no se comparten o no coinciden con los propios. Tampoco cuando ellos pueden jugar en contra de los intereses y objetivos del gobierno en cuestiones de política interna. Estas mismas premisas también orientarían la política exterior hacia EEUU durante los dos años siguientes, pero en un marco en el que la necesidad percibida del otro fue mucho menor para el gobierno argentino. Llegaba la hora se soltar algunas amarras.
De la IV Cumbre de las Américas hasta el fin del gobierno de Néstor Kirchner: entre la irrelevancia y el desinterés
Las elecciones legislativas de octubre posibilitaron a Néstor Kirchner controlar con legisladores propios y aliados las dos cámaras del Congreso, y así centralizar aún más el proceso de toma de decisiones y gobernar con gran discrecionalidad, repartiendo premios y castigos. Tomó dos determinaciones de fuerte impacto en las relaciones con EEUU: poner freno a la voluntad del gobierno de Bush de relanzar el ALCA y cancelar toda la deuda de la Argentina con el Fondo Monetario Internacional.
La primera batalla la dio en ocasión de la IV Cumbre de las Américas que tuvo lugar en la 1ciudad de Mar del Plata los días 4 y 5 de noviembre de 2005. Juntó fuerzas con Brasil y Venezuela para marcar una posición de la que no se movería ni un milímetro: la Argentina sostendría que no están dadas las condiciones para negociar el ALCA mientras no se reconozcan las asimetrías entre los países y no se eliminen los subsidios agrícolas Y las barreras arancelarias que aplican las naciones desarrolladas. En su discurso inaugural de la Cumbre volvió a lanzarse contra el FMI y también la emprendió contra EEUU. Lo acusó de tener una "visión arcaica" de los problemas de las naciones en desarrollo y lo convocó a ejercer un liderazgo responsable en América Latina. Además, dio luz verde para que Hugo Chávez organizara una reunión paralela (denominada III Cumbre de los Pueblos), que recogió casi tanta tinta en los medios como la propia Cumbre. Allí, el verboso presidente de Venezuela decretó la muerte del ALCA. 
Por cierto, el gobierno de Kirchner no estaba dispuesto a llegar tan lejos. Sus críticas apuntaban a proteger el modelo neo-desarrollista que promovía sobre la base de heterodoxias inconcebibles en Washington y que veía amenazado por quienes defendían el avance del libre comercio "desde una sola vía", tal como lo expuso en la Cumbre. La mayor parte del mundo juzgó a la Cumbre como un fracaso. Para Kirchner, sin embargo, fue una clara victoria; pudo defender su posición empleando el estilo frontal que más le gusta y logró un alto respaldo político en el plano doméstico. Poco pareció importarle que Mar del Plata pusiera punto final a su diálogo con Bush y que luego el Departamento de Estado bajara la calificación de la relación bilateral de "excelente" a "positiva".
Sin duda, Mar del Plata fue un punto de inflexión negativo en la relación bilateral. Dejó en Washington una impronta amarga que acompañaría a Néstor Kirchner hasta el fin de su mandato. En adelante, el presidente argentino sería visto como un político imprevisible y no confiable. La Cumbre tampoco ayudó a robustecer los vínculos entre los países que habían unido fuerzas para oponerse al "relanzamiento" del ALCA ni para dar oxígeno al debilitado Merco Sur. Argentina no fue capaz de capitalizar en sus relaciones con Brasil el papel funcional que jugó en Mar del Plata en defensa de los intereses de su principal socio en América Latina. 
Al término de la Cumbre, el presidente Bush viajó a Brasilia donde fue recibido en un clima distendido Y cordial. Lula elogió el diálogo mutuo "sin sobresaltos ni confrontación". Bush, por su parte, reconoció el papel de liderazgo internacional de Brasil y la fortaleza del vínculo entre los dos países. De este modo, Brasil construía, sin ocultar sus diferencias, una agenda propia con Washington al tiempo que la Argentina acentuaba su distanciamiento. 
Así, el libre comercio desapareció de la agenda comercial de la Argentina y EEUU. El histórico desbalance comercial entre ambos países llevó al gobierno de Kirchner a poner el acento en dos temas principales que han dominado la agenda comercial de la Argentina con EEUU: las barreras sanitarias que afectan productos tradicionales de exportación argentina, tales como la carne, los lácteos y los cítricos; y la utilización de frecuentes medidas de defensa comercial (por ejemplo, derechos compensatorios y medidas antidumping sobre el acero y la miel). A partir del ascenso al gobierno de Néstor Kirchner, el énfasis de puso en ciertas heterodoxias de su política económica (en especial, las retenciones a las exportaciones, el control de precios, las tarifas de servicios públicos y cambio de las -reglas de juego). No obstante ello, la reactivación de la economía argentina posibilitó a EEUU recuperar su lugar de principal inversor en el país, desplazando a España, que fue la estrella de los noventa.
Ahora el Fondo
Tras la IV Cumbre de las Américas, Kirchner se alistó para llevar a cabo una idea que acariciaba al menos desde mediados de 2004: sacarse de encima al FMI. La reactivación económica Y el alto precio de los commodities daban aire a sus deseos.
En la nueva etapa anunciada por Kirchner tras su triunfo electoral, Lavagna carecía de lugar. Tenía con el presidente diferencias sobre el manejo de la inflación, la política de precios, la gestión de las obras públicas y el modo de relacionarse con el FMI. Sin Lavagna Y con un gabinete más gris y absolutamente sumiso, el 15 de diciembre de 2005 anunció, en un clima de algarabía en la Casa Rosada, que la Argentina cancelaría en un solo pago su deuda de U$S g.8ro millones con el Fondo Monetario Internacional haciendo uso de las reservas del Banco Central que rondaban entonces en los U$S 27.000 millones. Argentina seguía los pasos de Brasil que había anunciado dos días antes el pago anticipado de su deuda con el FMI también con reservas monetarias, por una suma de U$S 15-500 millones.
La mayor parte del pueblo argentinovolvió a acompañarlo con el sentimiento de que se había dado un nuevo paso de reafirmación colectiva y de recuperación de la dignidad nacional. Néstor Kirchner así lo presentó en público, pero se ocupó muy bien de explicar que el pago anticipado al FMI no debía leerse como un acto de rebeldía ni como una acción nacionalista orientada a sacar el país del sistema financiero internacional. La medida -dijo más de una vez- era una necesidad práctica para tener autonomía en el manejo de la poi ítica económica frente a recomendaciones que sólo tendrían consecuencias negativas sobre la marcha pujante de la economía argentina. También se la consideró imprescindible para terminar con la acción de lobby del FMI a favor de grupos nacionales y extranjeros que se oponían a determinadas acciones de gobierno (por ejemplo, la negativa a reabrir las negociaciones con los bonistas que no habían entrado en el canje 0 las exigencias para que se aumentaran las tarifas públicas). la Argentina seguiría actuando en todos los foros y espacios internacionales para que el organismo volviese a los objetivos que dieron lugar a su fundación, esto es, evitar crisis y propender al desarrollo. De este modo, las cuestiones financieras pasaron a tener un lugar reducido y poco altisonante en la agenda bilateral. Corrieron la misma suerte que los temas comerciales.
Los deseos iniciales de EEUU de que Néstor Kirchner contuviera a Hugo Chávez cayeron pronto en saco roto; el presidente argentino nunca hubiera estado a gusto en un papel que lo superaba y consideraba inútil. Los lazos de Argentina con Venezuela se organizaron en torno a dos temas que brindaban poco espacio a la ideología: los negocios y las finanzas. Fuera de esto, el discurso antiimperialista de Chávez tuvo escaso eco en Buenos Aires al igual que la Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA), la iniciativa de integración regional impulsada desde Caracas. 
La mano abierta del gobierno de Kirchner para que Venezuela ingresara como miembro pleno del Mercosur fue considerada como indispensable para la integración productiva, energética y social del bloque regional y para dotarlo de mayor autonomía externa.
Por su parte, el gobierno argentino tampoco se ocupó demasiado de EEUU, salvo de manera esporádica para recriminado por alguna de sus políticas (por ejemplo, su desatención a los problemas latinoamericanos o la construcción del muro perimetral en parte de la frontera con México, al que calificó de "indigno") o para mostrar su disgusto por la ignorancia o el desinterés con que Washington le devolvía aumentadas estas mismas monedas.
En definitiva, estos años de Bush y Kirchner no harían más que repetir el patrón histórico de relaciones Argentina-EEUU que las habría caracterizado durante el siglo XX y que fue temporalmente interrumpido durante los noventa. Es indudable que las relaciones argentino-estadounidenses a partir de Mar del Plata fueron malas en la cúpula. El diálogo se rompió y el desinterés mutuo fortaleció las diferencias personales e ideológicas, sobre todo del lado argentino.
Mirando para adelante
El primer año de gobierno de Cristina Fernández de Kirchner coincidió con el último de Bush Y estuvo signado por el escándalo denominado "valijagate" y por la crisis financiera en EEUU. El "valijagate" fue considerado por la presidenta como una "operación basura" de los servicios de inteligencia de EE.UU. y, con ello, cerró a pocos días de asumir las puertas al diálogo con Washington en un momento en el que el Departamento de Estado se acercaba al país con el objeto de darle un nuevo rumbo a la relación bilateral.
Al igual que en los años de Néstor Kirchner la política doméstica concentró la mayor parte de la atención y de los esfuerzos del nuevo ' gobierno que adoptó la forma de un "doble cuerpo" encarnado en el matrimonio presidencial. Lo que sucedía o hacía EEUU tuvo poco espacio en la Casa Rosada, que solo puso los ojos en Washington cuando se anunció la reactivación de la IV Flota del Comando Sur y, por cierto, cuando se desató la crisis financiera en EEUU. En setiembre de 2008, la presidenta argentina calificó a esta crisis en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas como "efecto jazz", por tratarse de un efecto que desde el centro de la economía del mundo se expandía hacia el resto de los países. Los Kirchner percibieron que la crisis en EEUU no hacía más que reforzar sus propias convicciones y políticas: el centro parecía ahora dispuesto a cambiar o al menos a escuchar voces alternativas. Un país humilde de la periferia se revelaba a la vanguardia de la forma en que se debe conducir y regular al capitalismo. Esto fue una comunicación con aire de revancha a los países centrales y también a quienes en Argentina cuestionaban de manera creciente el modo de entender Y manejar la economía por parte de los Kirchner.
El mensaje, sin embargo, tuvo menos adeptos que en los años de bonanza económica. Antes de la crisis financiera en EEUU, la economía argentina ya había comenzado a trastabillar. Presionado por urgencias fiscales crecientes, el gobierno se embarcó en un desgastante conflicto con el "campo" que concluyó en su primera gran derrota política y cambió el humor de una sociedad propensa a ser volátil. Como en los años finales de Menen, el fin de la prosperidad económica renovó la ya apuntada contraposición secular de legitimidades en la Argentina, ahora a favor de la calidad institucional de la democracia. 
Esta Argentina distinta fue la que recibió el impacto de la crisis en EEUU y la que tuvo que comenzar a urdir otra forma de relación con Washington. La toma de mando de Barack Obama fue considerada por el gobierno argentino como la condición de posibilidad para abrir un nuevo diálogo. La "nueva era del capitalismo" brindó un escenario propicio para que la Argentina expusiera esta posición en la reunión del G 20 en Londres (abril de 2009) y en la V Cumbre de las Américas de Trinidad Y Tobago (mayo de 2009). Absolutamente en sintonía con el tenor de esta última reunión, la presidenta de la Argentina adoptó una postura moderada y de conciliación, aunque no se privó de cuestionar políticas pasadas de EEUU hacia la región y de definir a la IV Cumbre de Mar del Plata como símbolo del nacimiento de una nueva relación más equilibrada en las Américas. Remató su discurso considerando que la crisis desatada en EEUU tenía que tomarse corno el punto de partida de un nuevo orden regional basado en la "colaboración y cooperación y no en la subordinación".
En los primeros cien días su mandato, Obama dejó bien en claro que la Argentina no estaba entre sus prioridades en América Latina y que su socio privilegiado en América del Sur sería Brasil, tanto por su poder relativo como por el vínculo estratégico gestado durante los años de Bush y Lula. En abril de 2009, el secretario del Tesoro señaló que "La respuesta oficial del Gobierno a la crisis -se refiere al conflicto con el campo- ha contribuido a la incertidumbre política, exacerbando la preexistente vulnerabilidad económica e incitando a la fuga de capitales." Hasta fines de 2009 las relaciones mantuvieron su bajo perfil y solo se tensaron cuando el flamante subsecretario adjunto para las Américas, Arturo Valenzuela, declaró en el mes de diciembre en Buenos Aires, al término de una visita no oficial, que al empresariado de su país le preocupaba el clima de "inseguridad jurídica" en la Argentina para el desarrollo de negocios y la proyección de inversiones. 
En sus años de apogeo, Néstor y Cristina Kirchner establecieron con EEUU una relación que tuvo un defecto fundamental: la ventilación en público de las diferencias, un estilo que ha dejado su marca negativa en Washington. Exactamente lo opuesto a lo hecho por países como Brasil, Chile o México. De este modo, la relación careció de un marco general que la encuadrara para plantear disensos, evitar malentendidos y hacer más sencilla la cooperación que también la caracteriza. Corno lo ha mostrado la presidencia de Obama hasta aquí -y comocabía esperar-su atención en el campo internacional está fuera de América Latina, una situación que no va a modificarse. En Buenos Aires, habrá un gobierno más débil hasta el fin de su mandato en diciembre de 20II, una circunstancia inédita para los Kirchner que seguramente los llevará a ahondar su forma conocida de entender y conducir la acción política.
MIRANDA, R. – “Vinculación de cuestiones. La relación de Argentina con EEUU durante su des-endeudamiento” (2014)
El objetivo de este trabajo es analizar la relación de Argentina con EEUU sobre la base de la cuestión del default que afectó al país latinoamericano, a fin de determinar su nivel de autonomía en esa relación, y si tal nivel fue efectivo. Al respecto entendemos que la citada autonomía enhebrada durante el des-endeudamiento fue aparente, pues el gobierno estadounidense reforzó la situación de dependencia de Argentina a través de su interposición para que éste país no accediera a la inversión y financiamiento transnacionales.
Introducción
La resolución del default implicó una nueva etapa en la relación entre ambos países, y Argentina asumió el des-endeudamiento como una posibilidad cierta para moderar su situación de dependencia con EEUU. La expectativa giró en torno a la creencia de que la cancelación de los pasivos equivalía a alcanzar metas autonomistas. Entre tales metas estaba la de poder moverse libremente con el propósito de encontrar el financiamiento más adecuado para un potencial aparato productivo basado en el desarrollo industrial. Esta intención debió coexistir con la realidad de que Argentina, a pesar de la post Guerra Fría, globalización y regionalización sudamericana, seguía formando parte de la esfera de influencia de EEUU. 
Algunos estudios e investigaciones sobre la política de des-endeudamiento argentino, han destacado que gracias a esta política el país logró mayor autonomía en el plano internacional. Se subrayó que el des-endeudamiento fue positivo, porque redujo la “exposición de la economía a los vaivenes de los mercados internacionales de capital”, permitiendo -de esta manera- “la obtención de mayores márgenes de autonomía” para “consolidar un proceso de desarrollo nacional”. Estos puntos de vista consideraron a la política de des-endeudamiento como una palanca a través de la cual Argentina obtuvo autonomía frente a los medios multilaterales de crédito, pero muy primordialmente ante EEUU.
Sin embargo otros enfoques afirmaron “que desde la renegociación de la deuda, Argentina no ha usado su gestión externa en forma exitosa para adoptar soluciones a sus necesidades internas” y, por otra parte, que el país perdió importancia a nivel regional lo cual implicó “menor relevancia ante Washington” (Busso, 2009:50). Este fue uno de los motivos por los cuales la relación bilateral de Argentina con el gobierno norteamericano -según la citada estudiosa tuvo “un carácter neutro” cuando a pesar de todo lo ocurrido en los noventa y la crisis de 2001, EEUU aún seguía siendo prioridad en la política exterior del país latinoamericano. En otras palabras, la salida de Argentina de la mayor parte de su default no modificó la tradición espasmódica que regía su relación bilateral con el hegemón.
Los altibajos en la relación bilateral con EEUU fueron una de las trabas al acceso argentino al crédito internacional. Este bilateralismo, además de tener “carácter neutro”, según otro punto de vista se definió como una “relación distante” que terminó siendo más perjudicial para Argentina que -obviamente- para la gran potencia (Russell, 2010). El intercambio comercial entre ambos países también reflejó los altibajos de la relación bilateral. Sin embargo es importante señalar que este intercambio se inclinó a favor de la potencia hegemónica.
La teoría nos dice que la vocación autonomista puede estar presente en la concepción ideológica de una política exterior, como así también en las decisiones que sobre ésta política adopta un gobierno. Sin embargo esto no es suficiente. Lo significativo es si el efecto que provoca la política exterior representa autonomía. Es decir si la autonomía es proporcional a la eliminación o disminución de una situación de dependencia. Nuestro supuesto es que la política autonomista que ensayó Argentina fue aparente, porque el poder que intentó impulsar para despejar el camino hacia el crédito transnacional no surtió el efecto esperado. Argentina no logró acceder al financiamiento, y en esta tentativa la dependencia con EEUU en todo momento estuvo más que latente. Más aún, tal dependencia se reforzó porque el gobierno estadounidense le hizo sentir a Argentina que todavía formaba parte de su esfera de influencia. Para este desarrollo consideramos tres ejes que explican la condición argentina, uno es el gobierno estadounidense, otro es la mesa tripartita de la negociación, y por último la cuestión política de la inversión extranjera directa.
El quiebre
Contrariamente a lo que suele sostenerse, no fueron las desprolijidades financieras las que quebraron la alianza de poder con EEUU. Fue EEUU quien rompió esa alianza a través de la indiferencia política que avivó frente al desmoronamiento argentino. Por supuesto que no fue casual. A mediados de 2000 la economía norteamericana comenzó una etapa recesiva después del esplendor alcanzado durante los noventa. En 2001 su economía sacudió al país al registrar tres trimestres consecutivos de tasas negativas. Para el gobierno estadounidense, Argentina ya no tenía el valor político que supuestamente le había asignado en los noventa, y por lo tanto la alianza de poder perdía vigencia. 
Para abandonar esa indiferencia le impuso a Argentina como condicionamiento que reprogramara su deuda externa a través de un acuerdo con el FMI. Una actitud muy distinta a la que tuvo con Brasil, porque para éste país no dudó en presionar sobre el organismo financiero multilateral a fin de que le otorgara un préstamo por 30.000 millones de dólares, en setiembre de 2002. Las exigencias del FMI destinadas a negociar un acuerdo eran exigencias propias de la burocracia de la institución internacional, que una vez más ratificaba sus políticas de ajuste para superar una situación crítica. 
El pedido de Remes Lenicov de 25.000 millones de dólares para saldar la deuda fue rechazado sin atenuantes por O’Neill, cuya opinión era decisiva en la administración de George W. Bush al ser, en ese momento, el funcionario de mayor peso. La indiferencia de O’Neill se basó en el desinterés por la suerte de Argentina.
La segunda decisión
La posición común que tenían EEUU y el FMI con respecto a Argentina se desactivó una vez que el gobierno estadounidense tomó conciencia de la envergadura de la crisis, preocupado por la escalada regional que podía adquirir tal crisis, principalmente a partir de junio de 2002 cuando cayeron las bolsas de Chile y México. Este registro disparó el objetivo norteamericano de que no sólo debía evitarse el efecto contagio, también debía morigerarse el nivel de afectación que la crisis argentina podía causarle a países con finanzas supuestamente prolijas. De manera que este cambio de actitud norteamericana significó una segunda decisión de Washington sobre el caso argentino.
Por otra parte el gobierno estadounidense decidió abandonar la regla de que cada cuestión debía ser resuelta según su propia lógica, separadamente del juego político, lo cual significaba que el endeudamiento argentino tenía que ser solucionado a través de métodos financieros. Por encima de las razones económico-financieras y diplomáticas, EEUU consideró el default argentino como un problema de estabilidad al interior de su esfera de influencia geopolítica. De manera que el tema de la cesación de pagos iba a ser tratado bajo el fundamento de la mencionada dependencia de Argentina con EEUU. EEUU eligió participar activamente en la resolución del default de Argentina, empujando un asunto bilateral entre este país y el FMI a una mesa tripartita en la que el gobierno norteamericano iba a tener la conducción de esa resolución.
Unade las razones que diferenciaron a EEUU del FMI fue el interés burocrático que este organismo puso por encima del propósito real de solución de la situación argentina. El objetivo de los cuadros técnicos de la estructura multilateral, era el de ocultar las responsabilidades que había tenido el FMI en el endeudamiento de Argentina al que en su momento acompañaron con un discurso elogioso por el desempeño económico que aparentemente tenía el país. La intención era básicamente simbólica, pues se trataba de transformar al FMI en una entidad imparcial desligada de las políticas que a los gobiernos les había exigido desarrollar y que luego estos estaban impedidos de sostener. La idea de los técnicos del FMI era recuperar prestigio internacional y, al mismo tiempo, minimizar los cuestionamientos que se le hacían al organismo, para lo cual sancionaban mediáticamente a los países miembros que estaban en crisis, como era el caso de Argentina. Bush depositó en el subsecretario para Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro, John Taylor, el control de la participación estadounidense en la mesa tripartita.
Las respuestas recíprocas
Una vez que EEUU asumió la conducción de la mesa tripartita, planteó dos cuestiones políticas ante la debilidad del gobierno de Duhalde. Por un lado el cambio de ministro de Economía que implicó la llegada de Roberto Lavagna, el cual contaba con el apoyo de una amplia franja de políticos y legisladores nacionales, como así también de sectores del empresariado. Por otro lado el compromiso de Duhalde de llamar a elecciones para que no prosperara su proyecto de continuidad gubernamental, apropiándose de la posibilidad de un éxito en la salida del default.
Además de las cuestiones políticas, EEUU puso tres condiciones que consideraba fundamentales para iniciar la negociación sobre la reprogramación de la deuda. Todas estas condiciones habían sido propuestas por el FMI. Una era la derogación de la Ley de Subversión Económica reclamada por los banqueros, los cuales suponían que la misma afectaba la compatibilidad del sistema financiero nacional con las reglas de juego internacionales. Así la banca coincidía con los técnicos del FMI, los cuales criticaban la citada ley porque sostenían que generaba inseguridad jurídica a la inversión. Otra condición era la firma de un acuerdo fiscal del gobierno nacional con las principales provincias. Por último la tercera de las condiciones que impulsaba Taylor, era la reforma de la Ley de Quiebras a través de la cual el gobierno argentino había intentado reacomodar la deuda del sector privado en emergencia productiva y crediticia, lo cual el organismo multilateral evaluaba como desproporcionada. 
Argentina aceptó esas condiciones, y EEUU naturalmente respaldó esa decisión con el propósito de sostener la negociación sobre la que estaba interesado en iniciar para frenar una eventual profundización de la crisis. EEUU anunció que era posible la firma de un acuerdo provisorio con el fin de distender la relación entre Argentina y el FMI.
Sólo la negociación
Vale preguntarse por qué Argentina había aceptado de EEUU condiciones similares a las que en su momento el FMI le había sugerido a Remes Lenicov, el cual las rechazó abiertamente. Diferente al organismo multilateral, EEUU presentó una perspectiva política para afrontar la citada negociación. Fue así porque el hegemón tuvo en cuenta aspectos importantes que de manera directa o indirecta incidían en su política internacional, como la cuestión de la estabilidad hemisférica, o bien la tenaz resistencia que ofrecían los países desarrollados agrupados en el G-7 a suavizar las exigencias sobre Argentina; y también tuvo en cuenta aspectos que repercutían en su política doméstica, como la presión de los llamados “fondos buitre” que merodeaban el Congreso norteamericano mediante algunos lobbies.
Taylor logró que Horst Köhler, director gerente del FMI, realizara un informe favorable sobre la situación económica argentina, el cual fue fundamental para la firma del acuerdo provisorio. El afianzamiento de EEUU en la conducción de la mesa tripartita, entre otras cosas, porque Argentina iba respondiendo a lo establecido en el acuerdo provisorio y consolidando su economía, al tiempo que había realizado elecciones prolijas de las cuales derivó el traspaso de gobierno de Duhalde a Kirchner, en mayo de 2003.
La premisa de base que Argentina no estuvo dispuesta a abandonar, era que su propuesta de reestructuración de los vencimientos de deuda fuera claramente sustentable, y sin aplicar medidas de ajuste en detrimento del desarrollo de la economía nacional y la integración social. De esta forma Lavagna dejó sentada su gran diferencia con el FMI que Taylor consintió. Vio con muy buenos ojos la actitud de Argentina de darle una respuesta seria y convincente a los acreedores privados de bonos en default. El manejo de Lavagna de esta respuesta encendió diferencias con Kirchner a propósito de las concesiones que el ministro de Economía realizaba para que los bonistas aceptaran la propuesta argentina.
El acuerdo definitivo de tres años pactado en Dubái durante la asamblea anual del FMI y el Banco Mundial, se consideró un éxito en términos económicos. La refinanciación de la deuda argentina con organismos internacionales por más de 20.000 millones de dólares, la quita del 75% del valor nominal sobre la deuda de capital en default a los acreedores privados que sumaban casi 100.000 millones de dólares y el pasaje del superávit fiscal primario del 2.5% al 3% del PBI en lugar de pasar del 3.5% en 2004 al 5% en 2006 como pretendía el FMI, fueron algunos de los resultados más trascendentes que obtuvo Argentina en la negociación tripartita. Argentina a cambio de estos resultados, además de cumplir con las condiciones preliminares a la negociación, se comprometió -entre otras cuestiones- a modificar el régimen impositivo, la ley de coparticipación federal y el sistema bancario. En los detalles de estas cuestiones EEUU prácticamente no participó y los dejó librados al entendimiento entre Argentina y el FMI. Es decir, dio por terminada la triangulación.
En el caso de Argentina, el acuerdo de septiembre de 2003 significó para EEUU evitar que prosperara una fuente de conflicto perturbadora de la política regional. El respaldo norteamericano representó el abandono de la indiferencia política que O’Neill había liderado hacia Argentina, pero no implicó una tentativa de vuelta a la alianza de poder configurada en los noventa entre ambos países. Los cambios en el contexto internacional y sobre todo en el regional, como la orientación política impulsada por Kirchner para su gobierno, no eran congruentes con aquel fin. Fueron las respuestas económicas que Buenos Aires le brindó a Washington para reducir el default, y que la Casa Blanca aceptó. Hubo un mejoramiento transitorio del bilateralismo. Fue pasajero porque a todas luces a ambos actores, por distintas razones, sólo les interesó que la negociación tuviera un final feliz.
El contrapunto
La relación de Argentina con el FMI no volvió a recomponerse a pesar de los acuerdos de 2003. El presidente tomó el control de la economía y persistió en su retórica de cuestionamiento al medio multilateral, sobre todo después de haber cancelado la deuda con el FMI de casi 10.000 millones de dólares, en diciembre de 2005. Rusia, Indonesia y Filipinas lo habían llevado a cabo y, principalmente, días antes de ese acto lo había efectivizado Brasil. Kirchner insistió en que tal hecho era un hito porque Argentina se liberaba e independizaba del organismo internacional.
El subsecretario de Finanzas del Departamento del Tesoro, Randal Quarles, le planteó la inquietud del FMI a Lavagna desde el Congreso norteamericano donde se condensaban las presiones de los holdouts. Además de esta cuestión, el FMI le formuló otro requerimiento a Argentina como era la concreción de las reformas estructurales pendientes. También puso el énfasis en la actualización de las tarifas de los servicios públicos, principalmente de losque brindaban las empresas privatizadas. Sin embargo por encima de todas las cuestiones enumeradas existió una, el cumplimiento del artículo IV del Convenio Constitutivo del FMI concerniente a la supervisión de las políticas económicas, más específicamente de los tipos de cambio. En julio de 2006 el FMI realizó la última revisión de la economía argentina, y a partir de esa fecha la relación entre ambos actores prácticamente fue nula. Argentina se encontró en dificultades para “comenzar a construir su independencia” del FMI que creyó posible con el desendeudamiento.
Política y finanzas
Así como Argentina le dio respuestas económicas al gobierno norteamericano a través de los acuerdos de 2003, también le dio respuestas políticas. En marzo de 2005 el Congreso argentino ratificó dos instrumentos internacionales vitales para la lucha contra el terrorismo como eran la Convención Internacional para la Represión de la Financiación del Terrorismo votada en 1999 en la AG de la ONU y la Convención Interamericana contra el Terrorismo dispuesta en 2001 en la Asamblea Plenaria de la Organización de Estados Americanos. Un año después, en línea con el combate contra el narcotráfico, el Legislativo argentino accedió a modificar la ley contra lavado de dinero, conocida como Ley Carrió. El secretario Adjunto de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental de EEUU, afirmó que Argentina contribuía a la estabilidad política en Sudamérica, y habló de un bilateralismo de “relación excelente”.
Sin embargo, esto no fue suficiente para el gobierno norteamericano. Entre sus expectativas hubo una que por la importancia asignada desde la Casa Blanca fue creciendo rápidamente en la agenda bilateral. Se trataba de que Kirchner colaborara en el aislamiento regional e internacional del presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Entre los aspectos distintivos de la mencionada densidad se destacaba el intercambio comercial con saldo muy superavitario para Argentina, la provisión venezolana de fuel oil y la adquisición del gobierno bolivariano de títulos públicos argentinos no negociables en el mercado mundial por más de 5.000 millones de dólares. Firmaron 52 tratados bilaterales a través de los cuales procuraron promocionar distintas áreas temáticas. El vínculo también fue intenso en términos políticos por las relaciones interpersonales entre Chávez y Kirchner, que luego se hizo extensivo entre el líder venezolano y la presidenta Cristina Fernández. Kirchner apoyó sistemáticamente la incorporación de Venezuela al Mercosur. 
La negativa de Kirchner de aislar a Chávez explicitada a Burns cuando éste visitó Buenos Aires en febrero de 2007, significó que EEUU volviera a involucrarse en la cuestión financiera de Argentina. Tanto la administración Bush como la oposición demócrata, comenzaran a identificar a Kirchner a través del molde del caudillismo. La exclusión de este país de la gira de Bush por América Latina, en marzo de 2007. El demócrata Obama le dio continuidad a esa actitud y lo demostró en la III Cumbre del G-20 realizada en Pittsburg, en setiembre de 2009.
El veto
E l tema de las inversiones productivas en el país fue una preocupación cada vez mayor en el gobierno. Argentina no logró revertir la situación pues del cuarto lugar que ocupaba como receptor de IED en América Latina pasó al sexto con un poco más de 6.000 millones de dólares. 
Kirchner pretendió seducir a los inversores transnacionales. En setiembre de 2006 los reunió tanto en el Consejo de las Américas, como en la Bolsa de Valores de Nueva York, bajo la consigna de que invirtiendo en Argentina podían ganar “mucho dinero”. Al año siguiente Cristina, como candidata presidencial, intentó algo similar cuando en el Consejo de las Américas convocó a economistas e inversores de Wall Street, y puso el énfasis en que la rentabilidad no era un pecado. Luego como presidenta, en setiembre de 2009 volvió a encontrarse con directivos de compañías norteamericanas y multinacionales. El gobierno argentino, en todos los casos, exhibió al des-endeudamiento del país como su mejor carta de presentación.
Sin embargo ese esfuerzo pareció ser insuficiente para atraer inversiones a territorio argentino. En gran medida el poder político norteamericano fue responsable de que esto no ocurriera.
El inversor tuvo en cuenta los informes y recomendaciones realizadas por esas estructuras en torno a la situación política y económica de Argentina. En este sentido el gobierno estadounidense reflotó el concepto de inseguridad jurídica como una de las principales referencias sobre la realidad argentina, concepto que había surgido con fuerza después de la tirantez entre Kirchner y Bush en la IV Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata, en noviembre de 2005. Tampoco fue casual el mensaje norteamericano a los inversores de que Argentina ya no estaba entre sus prioridades hemisféricas. El argumento del Departamento de Estado fue el estrecho lazo entre Argentina y Venezuela puesto de manifiesto a través del conflicto que se había generado en torno al caso de la “valija” de Guido Antonini Wilson. Washington había dejado de tener en cuenta a Argentina como potencia regional secundaria, y en su lugar decidió ubicar a Colombia mediante un evidente apoyo militar y económico a este país.
Hubo decisiones significativas que el poder político norteamericano no quiso tener en cuenta. Una fue que Argentina no denunció ninguno de los 59 tratados bilaterales de inversión firmados en el marco del alineamiento político con Washington, entre 1990 y 200020. Otra decisión fue el lanzamiento de la segunda operación de canje de bonos en default, en 2010. Sin embargo los “fondos buitres”, que no ingresaron a ninguna de las dos operaciones de canje, incrementaron sus acciones políticas y judiciales respaldadas desde el sistema financiero internacional y los tribunales norteamericanos.
También merece citarse la promesa del gobierno argentino del pago de la deuda al Club de Paris, la cual oscilaba en 9.000 millones de dólares con intereses vencidos. El anuncio lo hizo Cristina a fines de 2008, afirmando que para ello iba a utilizar reservas del Banco Central. Por distintos motivos, entre los cuales estuvo la polémica a nivel doméstico, esta iniciativa no prosperó. Pero la razón más importante por la cual hubo demoras y frenos en la negociación respondió al rol que pretendía desempeñar el FMI en esta negociación, rol desestimado por Argentina que al mismo tiempo esperó estar acompañada por EEUU, lo cual no sucedió. Así quedaba demostrado que el FMI seguía siendo el eje de la tensión entre Argentina y EEUU.
El poder político norteamericano no quiso ver el bilateralismo entre Argentina y Venezuela como una relación económicamente densa, basada en los vínculos interpersonales de los presidentes, más allá de situaciones controversiales y desprolijidades diplomáticas. Prefirió investir a Argentina de chavismo para hacer más fácil su penalización sobre el país castigándolo por su oposición al FMI y al sistema financiero internacional. Washington entendió que Argentina retaba al régimen capitalista al no acoplarse a sus reglas.
El gobierno estadounidense le planteó al argentino cuatro temas sobre los que tenía que responder positivamente si pretendía el desembarco de inversiones: a) regularizar su vínculo institucional con el FMI a través de la aplicación del artículo IV de revisión de la economía; b) solucionar la deuda con los bonistas que no habían aceptado el canje de 2005 y de 2010; c) resolver el default con el Club de París a través de la participación del FMI; y d) reconocer los dictámenes del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones del Banco Mundial (CIADI), surgidos de la multiplicación de demandas contra el país, principalmente por solicitudes de reajuste tarifario de servicios públicos.
Conclusión
El gobierno argentino a través de su política exterior pretendió promover una concepción autonomista, la cual puso de manifiesto mediante el discurso de esta política. Si bien fue una condición necesariapara impulsar metas autonomistas, estuvo lejos de ser suficiente. La meta de acceder al crédito transnacional separadamente de la intermediación estadounidense y de organismos financieros internacionales no fue cumplida. La creencia de que la cancelación de deuda significaba alcanzar un objetivo autonomista, se desmoronó cuando Argentina constató que EEUU era un obstáculo para alcanzar la inversión extranjera.
La intercesión norteamericana empujó al sistema financiero internacional a quitarle espacio a Argentina, en consecuencia EEUU reprodujo la situación de dependencia que el gobierno de nuestro país había querido reducir. Las discrepancias entre Argentina y EEUU en torno a la realidad hemisférica tallaron para que el mencionado des-endeudamiento no se convirtiera en un arma política. A la negativa de Argentina de aislar internacionalmente a Chávez, por citar un caso, el gobierno estadounidense le respondió impugnándola para maniobrar en el ámbito financiero, demostrándole a nuestro país que todavía formaba parte de su esfera de influencia a pesar de los cambios en los contextos regional y mundial.
TORRES, M. – “Argentina y su inserción internacional en un período de recuperación. Los principales cursos de acción política exterior del gobierno de Kirchner” (2013)
Primeras consideraciones
El objetivo de este trabajo consiste en caracterizar la inserción externa de Argentina durante la presidencia de Néstor Kirchner. Por lo tanto se plantea el siguiente interrogante ¿Qué cursos de acción contribuyeron a definir la política exterior de la presidencia Kirchner? Para responder al problema introducido y sin desconocer la importancia de otros tópicos, se examinan, por su relevancia en este periodo, las relaciones del país con EEUU y con los actores regionales, la política desplegada en el campo de los derechos humanos y el tema de la deuda externa. 
A modo de hipótesis se argumenta en este aporte que la inserción internacional del gobierno de Kirchner se definió principalmente por: 
· una posición moderada en la relación con EEUU; 
· una perspectiva política del entorno regional que complementó la tradicional visión “comercialista” de años anteriores; 
· la promoción internacional de los avances domésticos en derechos humanos; 
· por la adopción de una postura frente al problema del endeudamiento externo que albergó por igual la crítica a los organismos multilaterales de crédito y sus programas económicos, como el cumplimiento efectivo de algunos compromisos financieros relevantes.
El escenario interno. Condicionamientos, consolidación política y construcción de poder
La dirigencia kirchnerista pretendió imprimirle a su gestión un corte progresista. En efecto, en su orientación política puede apreciarse la impronta de la vertiente de centro izquierda del peronismo de los años setenta. El Partido Peronista se aproximó, al decir de Portantiero, a una “formación de centroizquierda o izquierda moderada”. Así, el proyecto kirchnerista, asentado en la reactivación industrial, es definido por Simonoff (2008, 13) como “un modelo de industrialización, con fuerte tradición en el peronismo y también en el desarrollismo frondizista”.
La frágil legitimidad con la cual había arribado a la presidencia, determinada por el escaso porcentaje de votos obtenidos en las elecciones, lo condujo al despliegue de una práctica de generación de consenso en la sociedad argentina y de consolidación y acrecentamiento de su poder político. Justamente esta debilidad de origen y la aspiración de apartarse del abrigo del duhaldismo, que había respaldado su postulación al erigirlo como candidato oficialista, impulsaron al kirchnerismo al desenvolvimiento de un proceso de construcción de poder político. Esta compleja tarea debió ejercitarse en “el contexto de un sistema partidario en crisis, instituciones frágiles e inéditos niveles de fragmentación y protesta social” (De Riz, 2008:12). Para ello, la dirigencia gobernante apeló, entre otras estrategias y recursos, al despliegue de una iniciativa transversal, consistente en la incorporación a las filas del kirchnerismo de figuras políticas no enroladas en el oficialismo.
En consecuencia obligó a una renovación de la clase dirigente, además que generó, en ciertos supuestos, la reestructuración de líneas partidarias ya existentes y, en otros, la aparición de nuevas formaciones o alianzas. Debió dar continuidad a la necesaria tarea de contención que había desarrollado la gestión Duhalde a través de la activación de programas sociales y también se buscó su reinserción social y laboral a través del otorgamiento de subsidios que impulsaban la auto-organización productiva y comercial de los pobres.
Miranda señala que “el gobierno de Kirchner arrancó con mensajes y gestos que buscaron sepultar el pasado argentino y mostrar que la nueva administración iba a estar desvinculada de este pasado” (2004a, 2). Esta postura de ruptura con el pasado reciente fue calificada por Corigliano (2007, 5) como la “demonización” del “modelo” heredado de Carlos Menem y Fernando de la Rúa. Además agrega que “esta ‘demonización’ permitió el incremento del margen de maniobra interno del gobierno, revirtiendo el problema de legitimidad de origen de Kirchner”.
La búsqueda de la moderación en la relación con EEUU
Esta etapa ofreció una imagen ambigua en la cual convergieron la escasa importancia que el país presentaba en la agenda estadounidense y el empeño kirchnerista por obtener algún tipo de apoyo de Washington en las negociaciones enmarcadas en el endeudamiento externo. Desde el discurso oficial se resaltó la intención de desarrollar el vínculo bilateral a partir de una posición equilibrada que no oscilara entre posturas aislacionistas o de confrontación, y opciones de alineamiento. Por entonces, los intereses del Departamento de Estado en la subregión transcurrían por el mantenimiento de la estabilidad democrática, el combate al narcotráfico, los tópicos de seguridad y la lucha contra el terrorismo.
En el enfoque de la relación puede advertirse el predominio de un criterio pragmático. La presidencia Kirchner calificó su estrategia de vinculación con la superpotencia como una “relación madura”, en donde la expresión “cooperación sin cohabitación” sirvió para trazar diferencias con los criterios desplegados por administraciones precedentes. Se descartaron así los gestos y posturas inscriptas en aquella adhesión irrestricta de los años anteriores, pero tampoco se efectuaron mayores cuestionamientos a los objetivos centrales de la política internacional de los EEUU.
Desde una interpretación coherente, que reflejaba una elevada cuota de sentido común, se reconoció el carácter asimétrico que presentaba la bilateralidad, que partía de la consideración del predominio estadounidense en el sistema internacional y de la apreciación de la reducida relevancia de Argentina en el orden mundial.
Uno de los aspectos más significativos del vínculo bilateral lo configuró el respaldo que EEUU confirió a Argentina en las negociaciones de la deuda externa. Las fricciones más “sensibles” acaecidas en la etapa se originaron en torno a las siguientes cuestiones: 
1. El rechazo a la inmunidad plena que EEUU gestionaban para sus tropas, lo cual condujo a que se descartara la ejecución de los ejercicios militares Águila III.
2. La relación bilateral con Cuba. En particular, el desagrado de Washington se asentó en la cercanía entre las dos administraciones latinoamericanas, evidenciada, entre otros acontecimientos, en la visita del líder cubano a la asunción presidencial de Kirchner y en la gira del canciller Bielsa a la isla.
3. Una serie de declaraciones críticas de algunos funcionarios estadounidenses. Entre otras, pueden mencionarse los comentarios de Roger Noriega, en 2004, referentes a los conflictos sociales en Argentina y al modo en que el kirchnerismo afrontaba el problema de la delincuencia y los reclamos piqueteros.
4. El respaldo a la candidatura presidencial del líder cocalero Evo Morales.
5. La preocupación de Washington y el intercambiode opiniones entre funcionarios de los dos Estados con motivo del descubrimiento, en septiembre de 2004, en el aeropuerto de Barajas (Madrid), de cuatro valijas con aproximadamente 60 kg clorhidrato de cocaína, procedentes de Argentina en un vuelo de Southern Winds. Las valijas, estaban identificadas con el membrete “Embajada Argentina en España”.
6. La estrecha relación desarrollada en el período con el gobierno venezolano de Hugo Chávez y, dentro de este rumbo, la afinidad con algunas visiones del mandatario venezolano inscriptas en el proyecto del socialismo del siglo XXI.
7. La perspectiva argentina en la conformación del Alca y la actitud del ejecutivo argentino en la IV Cumbre de Mar del Plata.
8. La polémica desatada con motivo de la venta de la empresa Transener. En aquella oportunidad, la gestión Kirchner consideró como una intromisión en los asuntos internos la pretensión de algunos sectores del gobierno estadounidense de que se favoreciera al grupo inversor Eton Park.
Una lectura política del entorno regional
El entorno latinoamericano y, principalmente, el sudamericano fueron asimilados como un espacio funcional al proyecto político del kirchnerismo. En definitiva, un ámbito que podía suministrar tanto recursos financieros para la concreción de algunas metas u objetivos a través de determinados vínculos, como así también afinidades ideológicas o posiciones semejantes frente a cuestiones regionales o globales.
A partir de esta visión política se trató de concebir al Mercosur con un sentido amplio, que no se redujera a una ponderación económica y comercial. En virtud de ello puede afirmarse que la posición kirchnerista hacia la región, en especial hacia Sudamérica y Brasil, se aproximaron a la visión y al espíritu con los cuales el gobierno de Alfonsín había proyectado, en el regreso a la democracia, una eventual integración. Esta tendencia a la cual conectó la política regional del kirchnerismo, en cierta medida, ya podía atisbarse desde el período de Duhalde.
la administración duhaldista inyectó un nuevo ritmo a Mercosur y al lazo con Brasil. Esta tarea de restauración de los vínculos regionales fue continuada por la presidencia de Kirchner. Se acentuó el significado que se pretendía asignar a Mercosur. En este sentido, el excanciller Bielsa afirmó “No es sólo un bloque comercial lo que buscamos; aspiramos a conformar un espacio económico, político y cultural unificado que –al generar un renovado sentido de pertenencia– nos permita crecer como sociedades integradas y modernas.”
De manera similar a lo acontecido durante el período de Duhalde, la relación bilateral con Brasil fue definida como “estratégica”. La concurrencia de puntos comunes en las agendas externas de los dos Estados sugería la posibilidad de aunar posiciones y diseñar estrategias comunes. La consolidación del proceso de integración Mercosur, las gestiones para la celebración de un acuerdo entre este último bloque y la Unión Europea, las negociaciones para la conformación del Alca, los temas de seguridad en la triple frontera que involucraban también a Paraguay, el problema del endeudamiento externo y las relaciones con el FMI constituían algunos de los tópicos externos que asomaban, por igual, en el horizonte de ambas dirigencias. Sin embargo, no se establecieron mayores estrategias frente a contingencias comunes.
La relación con Cuba representó para la gestión de Kirchner un reservorio ideológico, que trazó un puente con las convicciones políticas de aquellos funcionarios kirchneristas formados en el “setentismo justicialista” y que contribuyó a la construcción del perfil progresista del kirchnerismo. Esta postura respecto al gobierno de Castro implicó un cambio en el patrón que guió la vinculación con la “isla” a partir de la presidencia menemista. Esta modificación de rumbo ya registraba un primer antecedente en la posición observada en materia de derechos humanos en Cuba, por la gestión Duhalde en su segundo año.
Pero las relaciones con los actores regionales en este periodo también registraron episodios de fricciones y desavenencias: 
1. La denominada “crisis del gas” constituyó un tema que se introdujo en el vínculo bilateral con Chile9. El episodio se originó con motivo de la decisión del gobierno argentino de suspender, a fines de marzo de 2004, las exportaciones de gas a Chile. Los sectores dirigentes chilenos interpretaron la “racionalización” dispuesta por el Estado argentino como una violación del “tratado gasífero” que regulaba lo atinente al suministro de gas de Argentina a Chile. La administración Kirchner rechazó los argumentos de violación del citado tratado e invocó, en justificación de la medida, la situación de crisis que atravesaba el sector energético nacional. La situación se resolvió con la decisión del Estado argentino de dejar sin efecto los recortes del suministro de gas a Chile.
2. La relación con Cuba experimentó un desacuerdo con motivo de la prohibición que el gobierno de Fidel Castro impuso a la médica cubana Hilda Molina Morejón para viajar a Argentina para visitar a su hijo y a sus nietos.
3. En la dinámica del intercambio comercial bilateral con Brasil se generaron ciertas diferencias. Las controversias se originaron en la composición de la balanza comercial entre ambos países. El nivel de las importaciones de productos industrializados procedentes de Brasil impulsó la decisión del oficialismo argentino de aplicar medidas para proteger la industria nacional e instar negociaciones para resolver las discrepancias al respecto. 
4. El acercamiento a Venezuela también presentó acontecimientos que despertaron polémica. En este sentido pueden mencionarse los cuestionamientos de la administración Kirchner al accionar del embajador venezolano en Argentina, Roger Capella. En particular, su supuesto apoyo a sectores de izquierda opositores al oficialismo y las también supuestas incitaciones a funcionarios argentinos para que apoyaran al gobierno iraní. Del mismo modo, los hechos implicados en el llamado “affaire de la valija”.
5. El suceso de mayor tensión y complejidad registrado lo constituyó el conflicto con Uruguay por la instalación de fábricas de planta de celulosa con capitales europeos (Botnia-Ence) sobre la margen oriental río Uruguay, en la localidad de Fray Bentos. Ante la falta de solución por vía diplomática, el Estado argentino sometió la cuestión a conocimiento de la Corte Internacional de Justicia de la Haya.
Promoción internacional de la política de derechos humanos
Además de la promoción global de la defensa de los derechos humanos, que integra los principios clásicos de la política exterior argentina, el kirchnerismo decidió afrontar la reparación de lesiones sensibles para el núcleo social argentino. Así, se procesó y condenó a los exrepresores de la dictadura impuesta por el golpe de Estado de 1976. Para ello, el ejecutivo nacional derogó el decreto 1581/2001 dictado por Fernando de la Rúa, que prohibía la extradición de los exrepresores militares, e impulsó la anulación por el Congreso Nacional de las leyes de Punto final (Ley 23.492 del año 1986) y Obediencia Debida (Ley 23.521 del año 1987).
La política de derechos humanos se inscribió en el perfil progresista que la conducción de Kirchner pretendió imprimirle a su gestión y se conectó, a su vez, con sus convicciones político-ideológicas. Esta política comprendió la presencia internacional y también un nivel de acción hacia el interior del Estado. Mediante la actuación en los dos ámbitos se buscó generar efectos favorables sobre la imagen externa del país. Kirchner sostuvo “El respeto y la defensa de los derechos humanos en nuestro país también guían nuestras acciones en el ámbito internacional. Nuestra bandera está muy alta en los foros internacionales donde se trata el tema tan caro para nuestra historia y para la historia de la humanidad”. La posición que el oficialismo fijó en esta materia también incluyó una interpretación crítica sobre la efectividad de las instancias multilaterales específicas en aquellos años desangrientas violaciones a los derechos humanos en el país.
La política desplegada frente al endeudamiento externo
La situación de default (cesación de pagos) con los acreedores privados tenedores de títulos (bonos) de deuda pública argentina y la condición de crítico endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI) condicionaron, en buena medida, el diseño de la agenda externa. El gobierno afrontó el endeudamiento externo ejercitando una especie de “diplomacia económica” que ya reconocía precedentes en las relaciones exteriores argentinas.
El gobierno argentino presentó a la masa de acreedores dos alternativas de “canje”: 
1. Mediante la primera de ellas, conocida como Oferta de Dubai y anunciada unos cuantos días después de suscribirse el acuerdo con el FMI, el Estado argentino pretendió concretar una propuesta de quita de deuda soberana sumamente ambiciosa. La oferta implicaba una quita del 75% del valor nominal de la deuda de capital en cesación de pagos y la emisión de tres nuevos bonos de libre elección: Par, Cuasi Par y Discount. Esta opción fue rechazada por la mayoría de los acreedores, quienes entendían que el país se encontraba en condiciones de efectuar un ofrecimiento mejor. 
2. A través de la segunda oferta, denominada Propuesta de Buenos Aires (2005), que contempló una quita promedio del 60% y por lo tanto una mejora respecto a la oferta de Dubái, el Estado argentino concretó la reestructuración de la deuda. La propuesta con un volumen de aceptación del 76,07%, superó el nivel requerido por el FMI.
La posición observada por la administración Kirchner frente al FMI despertó el debate en los sectores políticos opositores al oficialismo. Desde estas posiciones se consideraba que el gobierno apelaba a las fricciones sólo en lo discursivo, sin trazar mayores distancias con el Fondo en el plano de las decisiones.
Comentarios finales
Un escenario interno, caracterizado por un elevado desempleo y una preocupante exclusión social, indicaba el ocaso del modelo neoliberal que se había implementado desde la gestión menemista y que había observado continuidad, en sus aspectos sustanciales, durante el gobierno de De la Rúa. Frente a la posibilidad de cambio y reformulación que la crisis había proporcionado, las líneas de acción exterior del kirchnerismo terminaron por instaurar un patrón de vinculación externa que presentó algunas discontinuidades con la presidencia Menem y De la Rúa.
Estas definiciones de la dimensión externa del modelo kirchnerista respondieron, en algunos casos, al conjunto de creencias de la dirigencia oficialista, como sucedió con la política en materia de derechos humanos, mientras que, en otros supuestos, resultaron impuestas por las propias circunstancias de aquel momento, como ocurrió con el problema del endeudamiento externo. 
Retomando el interrogante inicial que guía metodológicamente este trabajo, se advierte que la inserción internacional de la presidencia Kirchner se caracterizó por: 
1. Redefinir la posición del país en su vinculación con EEUU a partir de un criterio más mesurado.
2. Interpretar al espacio regional también con un sentido político, complementario de su utilidad comercial. Esa funcionalidad estuvo orientada a la necesidad de consolidar su proyecto político y asegurar la concreción de determinadas medidas frente a las difíciles contingencias que caracterizaban su agenda exterior.
3. Describir frente al problema del endeudamiento externo un criterio que combinó una reformulación de la posición del Estado argentino en su relación con el FMI con una política de cancelación selectiva de compromisos financieros internacionales.
4. Difundir internacionalmente la política interna de derechos humanos, la cual comprendió medidas y decisiones, institucional y socialmente, significativas.
Pero a su vez, la política exterior del período también reflejó algunos aspectos que contribuyeron a la generación de un rasgo impredecible en la imagen externa del país: 
1. La ausencia de una concordancia adecuada entre el tono y el sentido del discurso oficial con lo realizado efectivamente en los hechos. 
2. La asunción como objetivos esenciales de algunos tópicos que en un principio configuraron condicionamientos iniciales de esta etapa, lo cual genera incertidumbre a la hora de definir la posición originaria del gobierno en estas cuestiones. 
3. La politización interna de algunas metas alcanzadas en cuestiones externas apremiantes de ese momento, lo cual también abre interrogantes sobre las orientaciones y los motivos que, en definitiva, impulsaron los pasos en determinados asuntos.
SULLIVAN, M. y NELSON, R. – “Argentina: backround and US Relations” (2015)
Situación económica y política
En el período 2001-2002, el sistema político democrático argentino sufrió un considerable estrés en medio de una grave crisis económica y un malestar social relacionado. A finales de 2001, a medida que el sistema bancario vacilaba y la confianza en el gobierno del presidente de la Rúa se evaporaba, manifestaciones generalizadas se volvieron violentas y el presidente renunció. El subsiguiente gobierno interino defaulteó luego en casi 100.000 millones de dólares en deuda pública, el mayor default soberano de la historia en ese momento. En última instancia, el sistema político sobrevivió a la crisis. El presidente Eduardo Duhalde implementó políticas que estabilizaron la economía; luego, el presidente de izquierda Néstor Kirchner (mayo de 2003 a diciembre de 2007), mejoró aún más la estabilidad política y económica interna.
A pesar de algunas dificultades, Kirchner tomó medidas políticas populares en las áreas de derechos humanos y política económica que ayudaron a restaurar la fe de los argentinos en la democracia. En junio de 2005, el fracaso del gobierno de pagar sus deudas a los acreedores oficiales del Club de París o de llegar a un acuerdo con los acreedores privados restantes en deuda de bonos incumplidos que no aceptaron la oferta gubernamental, continuó impidiendo que Argentina tuviera pleno acceso a los mercados internacionales de capitales.
Cristina Fernández está ahora en su segundo mandato y en sus últimos meses como presidente. La popularidad de Fernández, sin embargo, cayó considerablemente después de su reelección en medio de protestas públicas a gran escala contra la corrupción, el aumento de la delincuencia, las políticas económicas del gobierno y los esfuerzos del gobierno para ejercer influencia sobre los medios de comunicación y el poder judicial. Fernández igualmente logró la aprobación del Congreso para iniciativas para regular el sector petrolero, reformar las telecomunicaciones y revisar los códigos civiles y penales. Sin embargo, el estancamiento del gobierno de Fernández con los acreedores privados que no participaron en las reestructuraciones de deuda del gobierno en 2005 y 2010 -los llamados "holdouts" -intencionados en 2014 debido a las sentencias de los tribunales estadounidenses que hacían difícil a la Argentina realizar pagos en su deuda reestructurada, a menos que también le pagara a los holdouts. En la primera mitad de 2015, el gobierno de Fernández se enfrentaba a las consecuencias de la muerte de Alberto Nisman. Mientras la investigación sobre la muerte de Nisman continúa, muchos observadores se muestran escépticos de que la verdad será descubierta. Después de las acusaciones de Nisman, la popularidad de la presidente Fernández cayó a menos del 30%, pero en los últimos meses ha comenzado a aumentar y se aproximó al 50% a finales de julio de 2015.
Elecciones presidenciales de 2015
Las encuestas habían predicho por mucho tiempo a los tres primeros ganadores de las PASO: Scioli, Macri y Massa. Scioli no estaba cerca de Fernández, pero en última instancia recibió su respaldo y se benefició del creciente apoyo público del presidente. Macri es el líder del partido de centro-derecha Propuesta Republicana (PRO), y una de sus dificultades radica en estar concentrado en Buenos Aires. Massa es un ex miembro del gabinete de Fernández y le había ido bien en las

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