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1 Editorial: Los desafíos de la nueva etapa Patricio Echegaray......................................................... Argentina 2016: Claves de una derrota Atilio A. Boron............................................................. ¿Qué tiene de nuevo la nueva derecha? Marcelo F. Rodríguez................................................... EL CONGRESO DE ORIENTE DE LA LIGA DE LOS PUEBLOS LIBRES DE 1815 Una interpretación histórica Alejandro Bernasconi................................................... Fueron las Tres A Alexis Banylis................................................................. Declaración del Partido Comunista a 40 años del Golpe Cívico Militar............................................. DOSSIER: Batalla de ideas, lucha de clases y construcción de alternativa........ REVISTA COMUNISTA DE ANÁLISIS, DEBATES Y DOCUMENTOS Director: Patricio Echegaray Secretario de redacción: Marcelo F. Rodríguez Colaboran en este número: Atilio Boron Marcelo F. Rodríguez Alejandro Bernasconi Alexis Banylis Diagramación: Patricia Chapitel La revista Cuadernos Marxistas es una publicación de análisis, debates y documentos de la editorial Cuadernos Marxistas, con domicilio en la Av. Entre Ríos 1039 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. 4304-0066/68 propaganda@pca.org.ar sumario nº 10 MAYO DE 2016 ISSN 1853-368X 3 8 21 28 37 41 43 44Rafael Paz.................................................................... Gastón Varesi.............................................................. Raúl Serrano.............................................................. . Alexia Massholder...................................................... Ana María Ramb........................................................ Ernesto Espeche........................................................ Atilio Boron................................................................ José Giavedoni............................................................ Hernán Randi............................................................. Patricio Echegaray..................................................... 49 54 62 67 73 76 81 88 91 2 3 por Patricio Echegaray* * Secretario General del Partido Comunista de la Argentina y Director de Cuadernos Marxistas. Después de 12 años de gobierno kirchnerista, dondelos sectores populares y las capas medias lograron importan- tes avances y mejoraron significati- vamente su situación luego de la crisis de 2001/2002, una opción de derecha, que poco hizo para ocul- tar su verdadera concepción políti- ca y económica, logró por un aco- tado margen ganar las elecciones con una alianza entre Propuesta re- publicana (PRO), Unión Cívica Ra- dical (UCR) y Coalición Cívica (CC). Por primera vez en cien años, la derecha llega al gobierno sin recu- rrir a un golpe de Estado sino que lo logró por los mecanismos de la democracia representativa burguesa. No caben dudas de que siguie- ron al pie de la letra y “exitosa- mente” el consejo que en su mo- mento dio Cristina Fernández de Kirchner a las fuerzas opositoras, formaron un partido político y ga- naron las elecciones. En sus primeros cien días de go- bierno, quedó claro que tal como se había alertado, se ha configura- do un gobierno que lleva adelante los planes que dicta la embajada de los Estados Unidos para América Latina, puesta al desnudo con la visita de Obama. El macrismo ha conformado un gobierno con un fuerte protagonis- mo de dueños y CEOs de distintas empresas, con integrantes de ONGs y Fundaciones al servicio de la em- bajada: Susana Malcorra, IBM / Telecom; Pablo Avelluto, Random House Mondadori; Juan José Aran- guren, Shell; Guillermo Dietrich, Automotores Dietrich; Isela Cos- tantini, General Motors; Rogelio Frigerio, Fundación FEDERAR; Germán Garavano, ONG Unidos por la Justicia; Carolina Stanley, Fundación Grupo Sophia; Sergio Bergman, Fundación Argentina Ciudadana; Francisco Cabrera, Fundación Pensar; Luis Caputo, Deutsche Bank. La agricultura a cargo de Ricar- do Buryaile de Confederaciones Rurales Argentinas, núcleo duro de la Mesa de enlace, y al frente del equi- po económico Alfonso Prat Gay proveniente de la Banca Morgan. Un “equipo” a la medida de la oligarquía y la burguesía transnacio- nal que se completa con políticos como Marcos Peña, Patricia Bullri- ch, Jorge Triaca hijo, Esteban Bull- rich, Jorge Lemus, Oscar Aguad y Hernán Lombardi, entre otros. Un verdadero gobierno de la cla- se dominante que actúa de acuer- do a su ADN liberal, que impuso una fuerte devaluación, que quitó las retenciones a la minería y los agro negocios, impulsó un impuestazo en los servicios, despide a miles de trabajadores en la administración pública alentando lo mismo en la actividad privada, promulgó el Pro- tocolo Antipiquetes, detiene ilegal- mente a Milagro Sala y vuelve a las relaciones carnales con los EEUU en detrimento de la integración la- tinoamericana. La visita de Barack Obama a la Argentina y el acuerdo con los Fondos Buitres no hacen más que reafirmar este objetivo. Ya en la campaña electoral decía- mos que enfrentábamos, por cam- bio o por herencia, una etapa de retroceso en el proceso político vi- vido, con sus más y sus menos, en la última década. Pero también fuimos muy claros en que no nos daba lo mismo quien ganara, que las bases y los intereses EDITORIAL Los desafíos de la nueva estapa En sus primeros cien días de gobierno, quedó claro que tal como se había alertado, se ha configurado un gobierno que lleva adelante los planes que dicta la embajada de los Estados Unidos para América Latina. 4 que representaban los candidatos no eran las mismas y que un triun- fo del Frente para la Victoria, con sus dificultades, nos daba una pers- pectiva mejor para luchar por la defensa de los logros y buscar avan- zar en lo que faltaba. La posición del Partido Comunista fue muy cla- ra en este sentido y obramos en consecuencia sin dejar de propo- ner un análisis estructural de las di- ficultades que enfrentábamos. En ese sentido, son tres los pun- tos en los que centramos nuestra reflexión. -El análisis sobre las dificultades que la idea de un “capitalismo se- rio” nos impuso, generando un ver- dadero problema, que impidió avan- zar en la profundidad de los cam- bios necesarios que hubieran dificul- tado la ofensiva de la derecha. -La falencia en el debate sobre el programa de contenido nacional, popular, anti imperialista y la crea- ción de la fuerza política para res- paldarlo e impulsarlo, amplia en su composición y profunda en su con- tenido, que sirviera para defender lo alcanzado e impulsar la profun- dización y radicalización del pro- ceso y marchara hacia la construc- ción del Frente de liberación nacio- nal y social. -La subestimación de la derecha y del armado de la misma que está impulsando con carácter regional el imperialismo norteamericano. Entendemos que en estos tres temas se centra buena parte de las dificultades que enfrentamos. La inviabilidad de una capitalis- mo serio fue un tema que hemos tratado recurrentemente en Cuader- nos Marxistas y en diversos artículos y documentos partidarios. En ellos sostuvimos que, en tér- minos generales nuestra política de apoyo crítico al kirchnerismo fue en gran medida correcta, eso lo podemos ver en la política interna- cional. No fue así en el marco in- terno, donde prevaleció el enfoque de un capitalismo serio. No hay solución para el pueblo dentro del capitalismo, más allá de la adjetivación que se le quiera po- ner. Sin políticas que avancen en un horizonte poscapitalista, socialista, no habrá solución para problemas que, en el bicentenario de nuestra independencia, y tras haber transi- tado diversas fases dentro del sis- tema capitalista, siguen siendo re- currentes y demostrando que el ca- pitalismo es el problema, no la so- lución. Sabemos que esto no se re- suelve con una vuelta de tuerca al conservadorismo neoliberal, que es lo que está llevando adelante Ma- cri, con un plan que ya no se basa, comoen la etapa menemista, en las privatizaciones sino en bajar el “cos- to argentino”, entiéndase baja de salarios, redistribución de ingresos de asalariados y capas medias hacia los sectores concentrados. Este plan exige un ejército de desocupados como insumo principal para el ob- jetivo mencionado de bajar el cos- to laboral. En lo que respecta a la construc- ción de la fuerza necesaria, no nos hacemos los distraídos. Desde la izquierda y los sectores del campo popular también somos parte de este déficit en su construcción. Esto tiene que ver con los problemas de nuestro desarrollo político, con el hegemonismo del pensamiento progresista, de tercera vía, que se manifiesta desde hace años en el campo popular, pero como diji- mos muchas veces, la mayor res- ponsabilidad correspondía a la es- tructura hegemónica de este espa- cio, el kirchnerismo. Esto quedó más que claro en las pasadas elecciones, donde presa del internismo del PJ y ante la ausencia de una fuerza frentista, hubo sec- tores que le sacaron el cuerpo a la elección, confiados en que igual se ganaba y, sobre todo, subestiman- do irresponsablemente a la derecha, lo que marca serios problemas en la conducción política del espacio. No se trata de quedarse en un mero pase de facturas, pero sí de hacer un análisis honesto de lo su- cedido, lo que resulta fundamental para intentar que estos errores no se repitan. Como era previsible, atravesamos un terreno de fuerte disputa al inte- rior del justicialismo que sufrió su derrota más grande en democracia. La inviabilidad de un capitalismo serio fue un tema que hemos tratado recurrentemente en Cuadernos Marxistas y diversos artículos y documentos partidarios. No hay solución para el pueblo dentro del capitalismo, más allá de la adjetivación que se le quiera poner. 5 El partido de Estado más impor- tante de América Latina entra en un proceso en que carece de suficien- tes puntos de apoyo en el Estado, ya que perdió el gobierno nacional y los distritos más importantes, lo que dificulta muchísimo el reorde- namiento de la estructura del PJ y potencia las contradicciones y con- flictos al interior de esa fuerza. También se habló y se habla mu- cho de los planes de retorno de Cristina Kirchner y sobre el rol que jugará la Cámpora y el kirchneris- mo en un sentido amplio en estas circunstancias. Por ahora, sobre esta organización granean las críticas en relación a su papel en las eleccio- nes, nos parece conveniente espe- rar para analizar esta situación y no resulta oportuno realizar pronósti- cos en estos momentos, pero cual- quier plan de retorno es complejo y es sumamente apresurado espe- cular sobre tan delicado tema. Sí queremos destacar, que es- tamos trabajando para mantener el vínculo y ver cómo se desarrolla la situación. Lo que si nos permitimos decir es que el ordenador de todo esto no es el grupo Clarín, esto lo reite- ramos hace tiempo, el ordenador es la Embajada norteamericana que disciplina también al grupo Clarín. Es muy probable que la Embajada no permita que cuajen las opiniones tremendistas de dis- persión extrema del peronismo que circulan, y que en todo caso se proponga una rearticulación del mismo en un espacio de centro- derecha o derechacentro. En realidad, las contradicciones de sectores del PJ con el kirchnerismo no se basaban en pretendidas con- cepciones de izquierda socialista atri- buidas gratuitamente por algunos al kirchnerismo, sino en la búsqueda de una hegemonía de centroizquierda para el peronismo, lo que luego de la derrota sufrida se vuelve cada vez más dificultoso. No cabe ninguna duda que en- frentamos una derrota costosa, no solo para nuestro país, sino para todo el proceso latinoamericano. El gobierno busca, como lo demuestran sus primeras medidas, bajar el costo argentino y entrar en un nuevo espiral de endeudamiento externo, allí radica el nudo gordiano de su plan: como para el neolibera- lismo de los 90 el objetivo central fue la reforma estructural del Esta- do a través de las privatizaciones. El relato macrista, para justificar la ofensiva que ha tomado, habla de ñoquis, de corrupción y carga todas las culpas sobre la “pesada herencia” que habría recibido a la vez que proclama la necesidad de “volver al mundo”. Con este telón de fondo discur- sivo, impulsó la devaluación y los masivos despidos que buscan ba- jar rápidamente el costo laboral ar- gentino en dólares, y logró acordar con los Fondos Buitres con la ex- pectativa de futuras llegadas de ca- pitales, que vuelve a ser el discurso dominante en un país donde las in- versiones extranjeras han demostra- do, en gran medida, ser realizadas para generar las condiciones de una enorme fuga de capitales hacia los países donde residen las casas ma- trices de los inversores. Nada ga- rantiza, además, que pagando a los buitres llegarán las inversiones. La fragilidad de la Argentina fren- te al tema de la deuda queda nue- vamente demostrada como una amenaza permanente para nuestra economía y para la sociedad. Estalló por el aire, de este modo, la idea de que la deuda había deja- do de ser una “pesada carga” para el país, y vuelve a ocupar el centro de las preocupaciones y debates de los trabajadores y el pueblo argentino en general, ante las consecuencias del acuerdo que hipotecará el presente y el futuro de los argentinos. Vale recordar que el Comandan- te Fidel Castro en 1985 había ma- nifestado, sobre la deuda externa de nuestros países, que era “inmoral pagar una deuda con la que nada tuvo que ver el pueblo, en la que el pueblo no recibió ningún benefi- cio, una deuda que se malgastó, se despilfarró o se fugó”. Ante la persistencia de futuros endeudamientos con las consecuen- cias previsibles según indica la ex- periencia, es necesario reconside- rar esos sabios consejos que indi- caban que la deuda era impagable, inmoral, ilegítima e injusta. En nuestro país no se atendió el camino de la investigación realiza- da por Alejandro Olmos sobre la legitimidad de la deuda, que hizo posible el fallo del juez Ballesteros, quien sostuvo que el endeudamien- to se había realizado para solventar negocios privados y que los bene- ficiarios fueron algunos grupos eco- nómicos ligados a los centros finan- cieros internacionales, tales como Macri, Fortabat, Bunge & Born, Bridas, Bulgheroni, Pérez Com- panc, Techint (Rocca), Soldati, Pes- carmona, los que contrajeron la deuda privada, que más tarde sería estatizada con seguros de cambio. Se impulsó de esta manera la ló- gica del “desendeudamiento” pro- mocionada en los últimos años, que consistió, en realidad, en lograr qui- tas importantes sobre los intereses de la deuda y no sobre el capital, la cancelación en efectivo de la deuda con el FMI, el acuerdo con el “Club de París”, la jurisdicción en cortes de Estados Unidos y la sumisión a sus leyes, que constituye un grave traspié para la soberanía, y en defi- nitiva, el pago de aproximadamente 190 mil millones de dólares (datos de la Agencia CIFRA), haciendo que Argentina sea prácticamente exportadora de capitales. La renegociación con los Fondos Buitres y el sistema financiero in- ternacional solo acarrean una nueva espiral de endeudamiento que pone en serio riesgo las reservas del país. 6 Ante este nuevo ciclo de endeu- damiento, insistimos en que es ne- cesario abrir el debate y retomar la idea de suspender los pagos de la deuda y realizar, aunque tardíamen- te, una verdadera auditoría sobre la legalidad y el origen de la misma, sobre la negociación en curso y el hecho de que las quitas actuales son sobre los punitorios, esto es algo que no debería ser descartado. Esto tiene una importancia parti- cular, ya que las mayores expectati- vas del gobierno de Macri radican en la llegada de capitales, pero la cri- sis del capitalismo mundial y el flujo de estos capitales condicionarán sus políticas. Se debe practicar un escep- ticismo saludable sobre las prome- sas de inversiones dignas de las mil y una noches con las que el gobierno amenaza, ya que se basan en una lectura precariade la situación in- ternacional, dado que hay serios estudios de personajes como Sti- glitz o Soros que denuncian que las mejoras relativas que efectivamen- te ocurrieron en la economía nor- teamericana no se han invertido en su economía real y mucho menos en la economía de los países en desarrollo, sino en la estrella del ca- pitalismo más actual, la especulación. Como si esto fuera poco por es- tos días la prensa mundial nos aler- ta sobre un freno en la economía norteamericana. Todo indica que con un Banco Central que ofrece 38 por ciento de tasa de interés, las inversiones que vengan tengan el ca- rácter de capitales golondrinas y apun- ten a especular, cosa que por otra parte ya sucedió en otras etapas. Como venimos sosteniendo, de- bemos analizar la etapa que comien- za en clave regional. Es una etapa de grandes desafíos en la que hay que enfrentar políticas de ajuste y sacar conclusiones respecto a cómo defen- der el proceso latinoamericano. Advertimos en su momento que lo de Argentina venía en clave lati- noamericana y vemos como la ofensiva se está desarrollando ac- tualmente en Brasil y en Venezuela con particular saña. No podemos cerrar los ojos ante la realidad que enfrentamos y debemos reconocer que el proce- so latinoamericano iniciado con el triunfo de Chávez en 1998 hoy se encuentra a la defensiva y puede ser revertido. Para enfrentar esta situación, re- sulta fundamental la articulación entre los revolucionarios del conti- nente, proponemos recuperar los contenidos y el sentido de la Carta de los Cinco y saludamos la inicia- tiva lanzada durante el Seminario del Partido del Trabajo en México, de realizar un encuentro de Partidos Comunistas a mitad de año en Perú. Tenemos que tomar iniciativa para favorecer este encuentro. Estos desafíos son los que debe- mos enfrentar como militantes re- volucionarios, lo que exigirá un es- fuerzo muy fuerte en relación a la situación nacional, e interna del par- tido, que pasa por la necesidad de un Partido Comunista fuerte y or- ganizado para encarar con una pers- pectiva de éxito las tareas que son impostergables. Ante esto, nos corresponde for- talecer la convicción de que en el análisis de la crisis del capitalismo actual, el marxismo es un aliado de primer orden y debe serlo en la dis- cusión sobre la necesidad de un debate profundo y sin dogmatis- mos sobre la construcción de la sociedad post-capitalista. La experiencia vivida a lo largo del siglo XX no ha caído en saco roto y nos ha reafirmado, por ejem- plo, en que es un grave error dejar- se seducir por la mágica idea del derrumbe espontáneo del capitalis- mo por acción de sus propias con- tradicciones, lo cual no le quita peso a la ponderación sobre el carácter de la crisis que el mismo atraviesa en estos momentos, una crisis de nuevo tipo, como ya dijimos, y de alcances civilizatorios. Tomar con la debida seriedad el tema del poder popular y la orga- nización, nos pone frente a la nece- sidad de generar crecientes espacios de autonomía del pueblo respecto al poder capitalista. Y al mismo tiempo rompe con la idea reduc- cionista del asalto al Estado de una vez y para siempre, para producir desde allí la transformación, reto- mando las enseñanzas de Lenin en su obra El estado y la revolución, don- de planteaba que la toma del po- der del Estado debe ser entendida como un proceso de destrucción del Estado burgués como tal. A lo largo del siglo XX se conci- bió a la estatización como la prin- cipal forma de socialización. Este error, basado entendemos en des- viaciones economicistas, establece la tendencia objetiva de la necesidad de un Estado cada vez más fuerte, lo cual entra en contradicción con la teoría marxista y leninista. Esta visión exageradamente eco- nomicista abrevaba, a nuestro en- tender, en una suerte de “mito del desarrollo” impulsado desde la so- cialdemocracia, que tendía a com- petir más que poner en cuestión la tendencia al consumismo ilimitado La renegociación con los Fondos Buitres y el sistema financiero internacional solo acarrearán una nueva espiral de endeudamiento que pone en serio riesgo las reservas del país. 7 impuesto por el capitalismo. El enfoque de Poder Popular, que considerado en términos gramscia- nos, significa la ruptura con la hege- monía político-cultural en la que se asientan las verdaderas relaciones de poder del Estado burgués y la cons- trucción de una contra-hegemonía popular, es lo que nos permite no renunciar al salto revolucionario y al tema del aparato estatal, pero nos permite pensar en la deconstrucción de este aparato sin que la misma sig- nifique una pérdida de poder. El poder popular no puede ser tomado sin beneficio de inventario puesto que existe la concepción de paternalismo estatal y hegemonis- mo político. El enfoque de poder popular nos permitirá, por ejemplo, construir espacios crecientes de hegemonía política, económica y cultural de los trabajadores, pensar en nuevas for- mas de propiedad social, que sean de propiedad y/o gestión obrera y pensar en modelos de gestión po- pular de las empresas. Por eso te- nemos que pasar de formas de po- der que se sintetizan en desplazar a la burguesía del aparato del Estado, a un poder de carácter popular que se construye antes, durante y después de la toma y destrucción del poder estatal burgués, para convertir al su- jeto popular revolucionario en el ver- dadero depositario del poder. Es así que el socialismo del siglo XXI debe ser entendido como un fuerte llamado a la sublevación con- tra la visión estatista no solo en el tema del ejercicio del poder, sino también en el tema de la propie- dad, sin confundir propiedad so- cial con propiedad estatal. Como ya se señaló, insistimos en un programa pos capitalista que se enfoque en esas formas de propie- dad, estatal pública, social (de pro- ducción efectiva no basada en sub- sidios) y privada. El ejemplo de la revolución cu- bana, lo realizado por la misma y las transformaciones y correcciones que enfrenta en el presente deben ser tenidos muy en cuenta. En este proceso de transición hacia el comunismo que representa la sociedad socialista, que avanza hacia la premisa planteada por Marx para el comunismo: «De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!», se deberá ir subordinando también la idea de igualitarismo vigente en buena par- te del socialismo del siglo XX. En este sentido el tema de una verdadera igualdad de oportunida- des debe ser asumido no solo por vía de la justicia social en términos económicos, sino sobre la base de una amplia socialización de los pro- cesos educativos y culturales, como lo planteó Fidel Castro en su me- morable discurso en nuestra Facul- tad de Derecho en Buenos Aires. Esto es clave ya que resulta im- posible separar el concepto de so- cialismo del de revolución. El ca- pitalismo, por más herido que se encuentre en su presente crisis, es la cumbre que ha alcanzado una so- ciedad basada en la explotación tan- to económica como cultural y usa- rá esta experiencia acumulada para vender cara su derrota. La nueva coyuntura abierta en el país con el triunfo de la derecha macrista debe ser entendida como un momento de reformulación de la política argentina. Se reformula la derecha, se visibiliza la reformu- lación del peronismo, y el interro- gante y el desafío es si podrá refor- mularse la izquierda para pesar en el curso de los acontecimientos, si podrá convertirse en fuerza anima- dora de un proyecto pos capitalis- ta, antimperialista o seguirá siendo un factor que, aun reuniendo enor- mes méritos de esfuerzo, sacrificio e incluso martirio, es manejada por las hegemonías burguesas de dis- tinto carácter como un factor para pintar un panorama de la política burguesa que también “le da” un lugar a la izquierda. Creemos necesario y posible pro- ducir estas transformaciones sobre la base de un debate programáti- co que someta a crítica la frustran- te experiencia del “capitalismo se- rio” durante su prolongado paso por el gobierno. Un programa nacionaly popular de contenido pos capitalista, con la unidad de distintas fuerzas de carácter libe- rador nacional y la necesaria inte- gración latinoamericana que tras- cienda el tema económico social y que acceda al nivel de una coordi- nación e integración política, para enfrentar a nivel regional al ene- migo común que actúa con planes precisos y el cual debe ser enfren- tado en cada país y en la región con un plan de las fuerzas populares. La premisa planteada por Marx para el comunismo de «de cada cual, según sus capacidades, a cada cual, según sus necesidades», se deberá ir subordinando también la idea de igualitarismo vigente en buena parte del socialismo del siglo XX. 8 1 Politólogo. Director del Programa de Educación a Distancia del CCC (PLED). Argentina 2016: Claves de una derrota El poder de la crítica y la crítica del poder Lo que sigue es un intento de pro- poner algunos elementos que arro- jen algo de luz sobre las causas y las consecuencias de la derrota del kirchnerismo. El paso del tiempo permite ver con mayor claridad algunas cosas que, en el momento, no siempre pueden ser percibidas con nitidez. Espero que estas líneas sean una contribución a un debate impres- cindible e impostergable, que to- davía está a la búsqueda de un es- pacio donde librarlo constructiva y fructíferamente. Para ello se im- pone analizar lo ocurrido, yendo hasta la raíz de los problemas; lle- gando hasta el hueso, como dice el habla popular. No puede haber contemplaciones ni eufemismos. Pero la experiencia indica que el poder erige numerosos obstáculos a esta empresa. En el caso que nos ocupa, las críticas intentadas en re- lación a algunas de las políticas o decisiones tomadas por el kirchne- rismo cuando era gobierno trope- zaban con la réplica de los allega- dos a la Casa Rosada que decían que sólo servían para «confundir» o para «sembrar el desaliento y el desánimo» entre la militancia. En algunos casos, ciertos espíritus ex- cesivamente enfervorizados desce- rrajaban un disparo mortal: la críti- ca «le hace el juego a la derecha». Por consiguiente, aún cuando fue- ran expresadas con la intención de mejorar lo que debía mejorarse (y no con el propósito de debilitar a un gobierno que se lo apoyaba por algunas cosas que estaba haciendo bien) esas críticas, decíamos, esta- ban condenadas al ostracismo. Sólo sobrevivían en los pequeños círcu- los de los amigos, que compartían la preocupación de quien esto es- cribe, pero no pasaban de allí. Con- clusión: no llegaba a los oídos, o a los ojos, de quien debía llegar y las posibilidades de corregir un rumbo equivocado se perdían para siempre. La voz de orden era, pues, de acom- pañar el proceso y abstenerse de formular críticas o, en caso de ha- cerlo, cuidar que la misma no tras- cendiera más allá de un insignifi- cante cenáculo de iniciados. Si provocar el desánimo con la crítica era un pecado imperdona- ble no pareciera ser menos ahora el «hacer leña del árbol caído», para decirlo con un aforismo de viaja data en nuestra lengua. Algunos fa- náticos consideran una traición cualquier pretensión de hacer un balance -lo más realista y equili- brado posible- de la larga década kirchnerista una vez que, derrota- da, Cristina Fernández de Kirchner volvió al llano y, supuestamente, se alista para su retorno. Es esto lo por Atilio A. Boron1 9 que también se señala en una nota de Mempo Giardinelli aparecida en estos días en Página/12: «las au- tocríticas son necesarias aunque a algunos les moleste y otros cues- tionen la oportunidad».2 Entre am- bas consignas –«no desanimar» y «no hacer leña del árbol caído»- naufraga la posibilidad de aportar una re- flexión crítica en torno a una expe- riencia que, para bien o para mal, marcó con rasgos indelebles a la Argentina contemporánea. Razón demás para examinar lo ocurrido y, sobre todo, para comprender el origen de una derrota gratuita, que pudo ser evitada y que al no serlo condenó a millones de argentinas y argentinos a pasar, de nueva cuen- ta, por los horrores del neolibera- lismo duro y puro, cosa que ya es- tamos viendo. Un pensador revolucionario, an- ticapitalista, comunista, está obliga- do por una suerte de juramento hipocrático a decir la verdad, a cual- quier precio. La «crítica implacable de todo lo existente» fue una de las divisas teóricas y prácticas de Marx y Engels. Y tras sus huellas, Anto- nio Gramsci hizo suya la máxima de Romain Rolland («la verdad es siempre revolucionaria») y desde sus años juveniles en L’Ordine Nuo- vo la redefinió en un sentido colec- tivo: «decir la verdad y llegar juntos a la verdad», como acertadamente lo recordara Francisco Fernández Buey.3 Una crítica que es fundamen- tal para examinar los errores y para, aprendiendo de los mismos, ase- gurarnos que no vuelvan a ser co- metidos en el futuro. La historia si- gue su curso y seguramente habrá nuevas instancias en donde las cla- ses populares se enfrenten a alter- nativas similares a las que se vivie- ron en los años del kirchnerismo. Por eso es preciso el análisis y la crítica, el diagnóstico certero y la propuesta superadora. Una verdad construida entre todos. De lo con- trario, si persistiéramos en confor- marnos con el relato oficial, las explicaciones convencionales y las ilusiones y fantasías con las cuales se pavimentó el camino del fracaso es- taríamos fatalmente condenados a la eterna repetición de lo ya vivido. Los hechos Partamos del reconocimiento de algunos hechos básicos. Primero que nada, admitir que no ganó Cam- biemos sino que perdió el Frente para la Victoria. Ningún gobierno pero- nista pierde una elección nacional, y menos por poco más de dos puntos porcentuales. Eso no exis- te en el ADN del peronismo. Si tal cosa ocurrió fue por una insa- lubre mezcla de diagnósticos equi- vocados, pasividad de la dirigen- cia (que no militó la candidatura de Scioli ni aseguró la presencia de fiscales en las mesas electorales, in- creíblemente ausentes en distritos de nutrida votación peronista) y so- berbia presidencial. El resultado de esta nefasta com- binación de factores fue la mayor derrota jamás sufrida por el pero- nismo a lo largo de toda su historia. Siendo gobierno perdió la nación, la provincia de Buenos Aires y no pudo conquistar a la ciudad de Bue- nos Aires. También perdió Mendo- za y Jujuy, antes había perdido el otro bastión histórico del peronis- mo: la provincia de Santa Fe, y nun- ca pudo hacer pie en Córdoba. Algunos replicarían diciendo que Ítalo Luder fue desairado en las presidenciales de 1983, cuando a la salida de la dictadura Raúl R. Al- fonsín se alzó con la victoria. Pero Luder no era gobierno; aspiraba a serlo pero no estaba en la Casa Rosada. No ganó, pero no perdió nada porque nada había ganado. Lo 2 «Paisaje después de la batalla y la autocrítica que falta», en http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-288716-2015-12-21.html Hasta donde yo sé es la primera exigencia frontal de una autocrítica publicada en un medio gráfico kirchnerista. No he visto ni escuchado nada igual en la radio y la televisión. Comparto el 95 por ciento de lo que dice Giardinelli, excepto su sobrevaloración de los éxitos económicos del kirchnerismo y mucho menos aquello de que «estos 12 años fueron una fiesta para vastos sectores populares.» Ojalá que su ejemplo se multiplique. 3 Francisco Fernández Buey, «La política como ética de lo colectivo», en F. Álvarez Uría (Comp.) Neoliberalismo versus democracia (Madrid: Las Ediciones de La Piqueta, 1988) pp. 26-40. 10 ocurrido con Cristina Fernández de Kirchner, en cambio, no tiene pre- cedentes en la historia del peronis- mo. Este había sido desalojado del poder por la vía del golpe militar en dos oportunidades: 1955 y 1976. El peronismo en su versión mene- mista fue vapuleado en 1999 por la Alianza, pero en esta participaba otra versión del peronismo, el Fre- paso. Y, además, si bien Eduardo Duhalde se vio postergado por el imperturbable Fernando de la Rúa, el Partido Justicialista retuvo el bas- tión histórico del peronismo: la cru- cial provinciade Buenos Aires, im- poniendo la candidatura de Carlos Ruckauf. Ahora, en cambio, se per- dió todo. Y tal como ocurriera en 1955 y 1976, las estructuras dirigen- tes del peronismo -en este caso el Frente para la Victoria, La Cám- pora, Unidos y Organizados, el Partido Justicialista y la CGT ofi- cial- fueron fieles a la tradición y se borraron antes de la partida decisi- va. Una deplorable recurrencia his- tórica que no debiera pasar des- apercibida para quienes aspiran re- construir un gran frente opositor con esos mismos componentes. Ante una catástrofe política de estas proporciones, que siguiendo una vieja práctica muchas figuras del kirchnerismo han procurado mini- mizar, se impone la necesidad de aprender de la experiencia y de iden- tificar las causas de lo ocurrido. No se trata aquí de atribuir culpas, ca- tegoría teológica ajena al materia- lismo histórico, sino de ponderar y asignar responsabilidades. Y en este terreno la responsabilidad principal, aunque no exclusiva, le cabe a la jefa indiscutida del movimiento, algo también señalado en la nota de Giardinelli. Fue CFK quien armó la fórmula presidencial, las listas de legisladores nacionales y provincia- les, designó a los candidatos a las gobernaciones y las intendencias y hasta la última semana de la cam- paña estableció el tono de la mis- ma. No estamos diciendo nada nuevo sino simplemente reprodu- ciendo lo que, en voz baja, mur- muran kirchneristas «de paladar negro», contrariados y disgustados por la suicida arbitrariedad de su jefa. La responsabilidad de Cristi- na, por lo tanto es enorme, pero no es exclusiva. No es mucho me- nor la que recae sobre el «entorno» presidencial: ministros, asesores, hombres y mujeres de confianza que incumplieron su obligación de informarle con veracidad y adver- tirle del curso autodestructivo de algunas de sus decisiones. Su mi- sión era señalarle que, por ese rum- bo, el proyecto se encaminaba ha- cia una derrota histórica. No quiero ser injusto porque me consta que hubo quienes, en ese entorno, trata- ron de hacer llegar la voz de alar- ma. Pero la arrolladora personali- dad de Cristina y su sordera políti- ca hicieron imposible la transmisión de ese mensaje, y su círculo inme- diato fracasó en evitar el desastre. Puede llamar la atención la gravi- tación que se le atribuye en este aná- lisis al «estilo personal de gobernar» de la ex presidenta. Apelo a esta expresión forjada por un gran in- telectual mexicano, Daniel Cosío Villegas, quien la utilizara en su es- tudio sobre el sexenio del presiden- te Luis Echeverría Álvarez en Méxi- co (1970-1976). En las páginas ini- ciales nuestro autor dice algo que se ajusta bastante bien a lo ocurri- do en la Argentina durante el go- bierno de CFK. Dice Cosío Ville- gas que «puesto que el presidente de México tiene un poder inmen- so, es inevitable que lo ejerza per- sonal y no institucionalmente, o sea que resulta fatal que la persona del presidente le dé a su gobierno un sello peculiar, hasta inconfundible. Es decir, que el temperamento, el carácter, las simpatías y las diferen- cias, la educación y la experiencia personales influirán de un modo cla- ro en toda su vida pública y, por lo tanto, en sus actos de gobierno».4 Reemplácese México por Argenti- na (con la salvedad hecha en la nota al pie) y el diagnóstico conserva toda su validez para describir la gestión de CFK y su personalísimo estilo de gobernar, con sus virtu- des y sus defectos, sobre todo para sortear las trampas de la coyuntu- ra política. Estilo personalísimo exaltado por sus seguidores como 4 El estilo personal de gobernar (México, Cuadernos de Joaquín Mortiz, 1974). Me limitaría a señalar que el poder de la presidencia en la 11 el corolario inexorable de su in- discutible liderazgo del movimien- to nacional justicialista y vilipendia- do por sus críticos como un atro- pello a los principios fundamenta- les del orden republicano.5 Volveremos sobre este asunto hacia el final de este ensayo. Lo cier- to es que el resultado de esta de- rrota fue la irrupción en las alturas del estado argentino de una coali- ción de derecha, Cambiemos, cuya columna vertebral es el PRO, un partido auspiciado por diversas agencias federales del gobierno de Estados Unidos –como la NED, el Fondo Nacional para la Demo- cracia; o la USAID, y otras por el estilo- o por ONGs internaciona- les que actúan eficaz -si bien indi- rectamente- en la región a través de la mediación de dos lenguara- ces hispanoparlantes: José M. Az- nar, desde España y Álvaro Uribe en Colombia. Son ellos a quienes el imperio les asignó la tarea de co- ordinar y administrar financiera- mente el proyecto de reinstalar a la derecha en el poder en la región, para lo cual promovieron la mo- dernización de las arcaicas derechas latinoamericanas, renovaron sus vetustos cuadros y estilos comuni- cacionales y desplegaron una feno- menal campaña de articulación con- tinental de medios de prensa que, con tono invariablemente mono- corde hostigan a los gobiernos de izquierda o progresistas de la región a la vez que ensalzan los grandes logros democráticos y sociales de México, Colombia, Perú o Chile. En la pasada elección presidencial los estrategas de Cambiemos se las in- geniaron para aglutinar en torno a su candidato a políticos y militan- tes procedentes del peronismo y, en gran medida, de la casi difunta Unión Cívica Radical. Dado lo an- terior Cambiemos será un hueso duro de roer para los sectores populares en la Argentina porque a diferencia de sus predecesores cuenta con el apoyo de una poderosa coalición conformada por la clase dominante local, la oligarquía mediática, «la embajada» y el capital internacional. No hay que equivocarse. Cambiemos es mucho más que un conglome- rado meramente local; es la expre- sión nacional de la contraofensiva del imperialismo; es su bien afilada punta de lanza utilizada para cortar de cuajo el eje Buenos Aires-Cara- cas. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, en la actualidad Ar- gentina se ha convertido en una pie- za importante en el tablero geopo- lítico del hemisferio cuyo control Estados Unidos ansía recuperar lo antes posible. Una Argentina que asuma integralmente, como lo ha hecho el nuevo presidente, la agen- da de Estados Unidos para la re- gión (agredir a Venezuela, cosa que hizo en la reunión de presidentes del Mercosur en Asunción; enfriar las relaciones con Bolivia, Cuba y Ecuador; tomar distancia de China y Rusia; apoyar la fantasmagórica Alianza del Pacífico y el Tratado Trans Pacífico; «reformatear» en clave ultraneoliberal al Mercosur; sabotear a la UNASUR y a la CE- LAC, etcétera) es una valiosa ayuda en una coyuntura internacional tan erizada de peligros como la actual. No sólo para facilitar la erosión de la Revolución Bolivariana en Vene- zuela, como se comprobó en las elecciones que tuvieron lugar en ese país el pasado 6 de Diciembre, sino también para aumentar la presión destituyente sobre Dilma Rousse- ff. El expresidente brasileño Fernan- do H. Cardoso había anticipado, a comienzos de Noviembre, que un triunfo de Macri facilitaría el des- plazamiento de Dilma.6 Y eso es lo Argentina nunca fue tan inmenso como en México debido a que nuestro estado, por comparación al mexicano, es más débil. Ese «emperador sexenal» del que hablaba el estudioso mexicano nunca existió con esa fuerza en la tradición presidencialista argentina. 5 No puedo dejar de anotar que muchos de los sedicentes cultores del republicanismo conservador (porque hay otro, popular y de raíz maquiaveliana) han guardado un escandaloso silencio ante los atropellos a la división de poderes del gobierno de Mauricio Macri al pretender designar dos ministros de la Corte Suprema sin la aprobación del Senado o hacer uso abusivo de los Decretos de Necesidad y Urgencia. Como siempre, la derecha, aquí y en todo el mundo, tiene dos estándares éticos: uno para los amigos, otro para los enemigos. ¡Y después tiene la desfachatez de acusar a estos últimos de «fomentar la división de la familia argentina» o de abrir «lagrieta»! 6 Cf. «El resultado en los comicios argentinos me animó mucho», en La Nación, Domingo 1 de Noviembre 2015 http:// www.lanacion.com.ar/1841627-el-resultado-en-los-comicios-argentinos-me-animo-mucho. 12 que ha venido ocurriendo. Por eso la Argentina ha adquirido ante los ojos de Washington una importan- cia que, me atrevería a decir, jamás había tenido antes. Cierra el perver- so triángulo, hasta ahora incomple- to, con Aznar y Uribe; debilita a Maduro y facilita la destitución de Dilma y dispara en la línea de flo- tación de la UNASUR y la CE- LAC. Por eso los voceros del im- perio, aquí y allá, han prometido una ayuda financiera muy significativa para «bancar» los primeros meses del gobierno de Macri y colaborar con él en su cruzada restauradora. Y hasta ahora han cumplido y nada hace suponer que Washington abandonará esta postura en los próximos años.7 Interpretaciones La del kirchnerismo es la prime- ra derrota de un gobierno progre- sista o de centroizquierda en Lati- noamérica desde el triunfo iniciáti- co de Chávez en Diciembre 1998. Hacía tiempo que muchos obser- vadores venían pronosticando un «fin de ciclo» progresista. ¿Será el triunfo de Macri el punto de no retorno de un proceso involutivo regional, o se trata tan sólo de un traspié, de un retroceso temporario?8 Difícil de prever, aunque dejo sen- tada mi discrepancia con muchos diagnósticos catastrofistas. Dejemos por ahora esta discusión de lado para adentrarnos en la explicación de la derrota. En este terreno es ne- cesario distinguir dos órdenes de factores causales: algunos de carác- ter económico, más mediatos y ge- nerales, resultantes de ciertas decisio- nes macroeconómicas tomadas por el gobierno de CFK que debilitaron su fortaleza electoral; y otros, mu- cho más inmediatos y vinculados a la campaña electoral. a) Las causas mediatas La tan mentada «profundización del modelo» quedó a medio cami- no. Más allá de la nebulosa que ro- deaba esa consigna, y que la torna- ba incomprensible para muchos, lo cierto es que esa profundización, seguramente por el costado de una mayor redistribución de riqueza e ingresos, control de los oligopolios, reforma tributaria, estricta regula- ción del comercio exterior y de los flujos financieros, entre otras ma- terias, no tuvo lugar. Esto no equi- vale a desconocer los importantes cambios que hubo en la sociedad y la economía argentinas, muchos de ellos importantes y positivos aun- que otros no tanto. Desgraciada- mente, las pesadas herencias del neoliberalismo siguieron haciéndose notar durante los años del kirchne- rismo, en algunos casos de forma un tanto atenuada. Pero lo que que- dó en pie –la debilidad del estado y su reducida capacidad para regu- lar mercados y corporaciones, la precarización laboral, la inequidad tributaria, la extranjerización de la economía, la vulnerabilidad exter- na- es más que suficiente como para descartar las fantasías alen- tadas por algunos aplaudidores oficiales y que aseguraban que paí- ses como la Argentina o el Brasil habían entrado en las serenas aguas del «posneoliberalismo.» Ojalá hubiera sido cierto, porque no estaríamos como estamos en estos dos países. Pero no es la intención de estas líneas analizar al modelo económi- co del kirchnerismo. Sí quiero lla- mar la atención sobre algunos com- ponentes de su política económica que impactaron negativamente so- bre el electorado kirchnerista. En primer lugar la inflación, que devaluó la enorme inversión social realizada por el gobierno y castigó sobre todo a los sectores popula- res, cosa archisabida en la experien- cia argentina. Se demoró mucho tiempo en iniciar un combate, que recién lo lanza el ministro Axel Ki- cilloff con el programa «Precios Cuidados» y que obtuvo un éxito 7 Basta observar el comportamiento de los grandes capitalistas locales e internacionales cuando el gobierno de Macri decidió poner fin al «cepo cambiario»: el dólar se cotizó el Martes 22 de Diciembre, cuatro días después de su liberación, a poco más de 13 pesos por dólar. Si esto lo hubiera hecho CFK la ofensiva especulativa seguramente lo hubiera proyectado a los 20 pesos por dólar, o más. 8 Sobre este tema recomiendo la lectura de la magnífica compilación hecha por ALAI: http://www.alainet.org/es/revistas/510. 13 nada desdeñable. Se cayó en el cra- so error de pensar que cualquier política antiinflacionaria debería ine- vitablemente ser de cuño neolibe- ral. Y la inflación -encima de todo pésimamente medida por el IN- DEC y peor anunciada mes a mes por el gobierno- carcomió sin pausa los bolsillos populares y, peor aún, la credibilidad de un gobierno que propalaba cifras que no eran creí- bles y que provocaban una mezcla de sarcasmo y furia entre los más pobres, los más afectados por el continua alza de los precios. La apo- teosis llegó pocos meses antes de las elecciones cuando el Jefe de Gabinete aseveró que los índices de pobreza de la Argentina (5 %) eran inferiores a los de Alemania, lo cual acentuó aún más la bajísima credi- bilidad que tenían las estadísticas oficiales. Así, mientras el gobierno alardeaba con índices anuales de inflación en el orden del 10 % el Ministerio de Trabajo homologa- ba convenios colectivos, pactado entre sindicatos y la patronal, con aumentos salariales que oscilaban en torno al 28 %, en un tácito recono- cimiento de cuál era la realidad de la inflación en la Argentina. Una eficaz política antiinflacionaria, he- terodoxa, hubiera evitado ese des- gaste económico y político. Pero para ello era preciso hincar el dien- te sobre la concentración oligopó- lica de los formadores de precios de la economía argentina, algo que el kirchnerismo no quiso, no pudo o no supo hacer. En segundo lugar, el empecina- miento de la Casa Rosada en man- tener ese absurdo impuesto deno- minado «Ganancias» y que pagan los trabajadores (un poco) mejor re- munerados. Su sólo nombre, «Ga- nancias», de por sí equivale a una provocación porque se aplica a suel- dos y salarios, no a la rentabilidad de las empresas. Pese a los incesan- tes y unánimes reclamos exigiendo la derogación de tan impopular tri- buto, que para colmo al no ajustar- se el mínimo no imponible por la inflación abarcaba a un número cada vez mayor de contribuyentes cauti- vos, este impuesto fue caprichosa- mente sostenido por el gobierno. Cifras oficiales confirman que en el año 2014, pagaron este impuesto poco más de un millón de asalaria- dos, o el 11 % de los trabajadores registrados («en blanco») que había ese año en la Argentina. ¿Quiénes fueron, más específicamente, los afectados? Principalmente a los vo- tantes del kirchnerismo, reclutados entre las capas medias (profesiona- les, maestros, empleados de comer- cio, de la administración pública, etcétera) y los niveles superiores de la clase obrera, que veían injusta- mente recortados sus ingresos mientras que las grandes fortunas y los grandes capitales encontraban numerosos resquicios legales para eludir el pago de impuestos. O, como en el caso de los jueces y los trabajadores empleados en el sector judicial, que estaban exceptuados por ley del pago de ese tributo. En suma: inflación más ganancias fueron de- cisivos a la hora de recortar la base social del kirchnerismo y, tal vez en mayor medida aún, en aplacar el en- tusiasmo militante de años anterio- res o desatar un sordo resentimien- to que, poco después, se expresa- ría en las urnas. Tercero: el dólar. En efecto, la in- troducción de las restricciones a la compra de dólares golpeó fuerte- mente a los sectores medios, ma- yoritariamente volcados a favor de CFK en las elecciones presidencia- les del 2011. Con las limitaciones establecidas por el gobierno en los últimos cuatro años –en lo que la prensa hegemónica no tardó en ca- racterizar como el «cepo cambia- rio»- aquellas capas y clases socia- les intermedias se encontraron sin capacidad de ahorrar en dólares, en un país en donde la inflación crónica no ofrece demasiados ins- trumentos de ahorro fuera del dó- lar y en donde automóviles, vivien- das y la tierrase cotizan abiertamen- te en dólares. Esto dificultó, a ve- ces hasta impidió, que muchos vo- tantes del kirchnerismo pudieran acceder a las pequeñas cantidades de dólares con las que procuraban juntar el dinero para entrar en un plan de pagos de un pequeño de- partamento, para adquirir un auto- móvil, para no mencionar sino ejem- plos bien conocidos de estos pro- blemas. El «cepo», en cambio, no perjudicó en lo más mínimo a las grandes fortunas o a las grandes empresas, que siguieron adquirien- do y fugando dólares sin dificulta- des. Se calcula que en los últimos diez años salieron del país 100.000 millones de dólares, y no precisa- mente fugados por los pequeños ahorristas. Esta absurda restricción, cuyos efectos recesivos saltan a la vista habida cuenta del elevado gra- do de internacionalización de los 14 procesos productivos en la Argen- tina, podría haberse evitado intro- duciendo rigurosas regulaciones en el comercio exterior. Téngase pre- sente que este país exportó, unos 60.000 millones de dólares como promedio anual entre el 2002 y el 2014, con picos en torno a los 80.000 millones, de modo que mal se podría decir que «no había dó- lares.» Los había, pero en manos de un pequeño círculo de expor- tadores, principalmente agrope- cuarios y mineros. Regulaciones, decíamos, tal como las que en los años cuarenta introdujera Juan D. Perón enfrentado a una situación similar, claro que con las necesarias actualizaciones exigidas por la nue- va fase del desarrollo capitalista. Pero no se hizo, de ahí la restricción en el mercado cambiario y sus ne- fastas consecuencias políticas. b) Causas inmediatas: el inter- minable catálogo de errores de campaña A los factores señalados más arri- ba se sumaron una serie de graves errores cometidos antes y durante la campaña electoral del oficialismo. Antes, en efecto, al haber com- batido ferozmente a quien a la pos- tre sería el único candidato viable, posible, presentable que tenía el kir- chnerismo. No era el preferido por las bases kirchneristas, pero no ha- bía otro. Me refiero, naturalmen- te, a Daniel Scioli. No sólo Cris- tina Fernández de Kirchner no perdió ocasión de humillarlo y hos- tigarlo durante ocho años, casi has- ta las semanas finales de la campa- ña cuando la suerte estaba echada, sino que el entorno presidencial se solazó en hacer lo propio, en una especie de demencial competencia para ver quien disparaba los dar- dos más afilados y mortíferos con- tra el único político que podía ha- berles evitado la debacle. Pocas veces se vio una demostración de estupidez política tan grande como la que los argentinos presenciamos este año. Y el tema venía de antes, porque a nadie se le escapa que la prodigalidad con que CFK trans- fería fondos a otras provincias – sobre todo a Santa Cruz, de nula gravitación electoral- no se repetía en el crucial caso de la provincia de Buenos Aires, histórico bastión del peronismo que no debía rifarse en una absurda pugna para evitar que Scioli se presentase en la carrera por la presidencia. La lógica, para lla- marla de algún modo, parecía ser la siguiente: si no hay otro candida- to entonces que sea Scioli, pero si es Scioli que llegue con lo justo, no sea cosa que acumule demasiado poder. Y si llega a la Casa Rosada - ¡en ningún caso con más del 54 % de los votos que obtuvo CFK en 2011!-, y que quede claro que lle- gó gracias a la presidenta. Pero el asunto era mucho más complica- do y desafiaba esas simplistas elucubraciones. Ya en las legislati- vas del 2009 Francisco de Nar- váez había derrotado al FpV en la provincia, ¡a una lista encabezada nada menos que por Néstor Kir- chner y Daniel Scioli! La formida- ble elección de Cristina en el 2011 repotenció la soberbia oficial, y muchos cayeron en la ilusión de una provincia de Buenos Aires eter- namente kirchnerista. La elección parlamentaria del 2013 propinó un golpe durísimo a esas ensoñacio- nes: victoria de Sergio Massa con 44 % de los votos y derrumbe de la estrategia oficial de alcanzar la reforma constitucional que habili- tara la «re-re» de CFK. La derrota del 2015 en la provincia, por lo tanto, no fue un rayo en un día sereno. Estaba en el horizonte de lo posible, pero la ceguera del oficialismo no se percataba de ello. Se veía venir, pero como dice la sabiduría popular, «una cosa es verla venir y otra mandarla a lla- mar.» Bastaba para ello con algún pequeño paso en falso. En lugar de uno fueron varios, como veremos a continuación. Segundo. Los dioses parecían son- reírle al kirchnerismo cuando Mar- tín Lousteau irrumpió inesperada- mente en la elección por la jefatura de gobierno de la Ciudad de Bue- nos Aires obligando al candidato macrista, Horacio Rodríguez La- rreta, que no pudo ganar en pri- mera vuelta, a enfrentar un amena- zante balotaje. En ese momento la carrera presidencial de Macri pen- día de un delgado hilo porque si Lousteau, a la cabeza de un hetero- géneo conglomerado de fuerzas, lograba arrebatarle la CABA al macrismo el futuro del jefe políti- co del PRO entraría en un cono de sombras del cual le sería extrema- damente difícil salir para las presi- denciales de octubre. Sin embargo, en lugar de sumar fuerzas para lo- grar la estratégica derrota del PRO en la ciudad capital de la Argentina la conducción del FpV se refugió en un discurso fundamentalista y 15 bajo el argumento que uno y el otro eran iguales, que Lousteau era lo mismo que Rodríguez Larreta, se abstuvieron de orientar a sus se- guidores para que apoyaran a aquél para, de ese modo, descargar un golpe de nocaut al macrismo. Una parte importante de la militancia y seguidores del FpV hizo caso omiso de la directiva de sus líderes y en- tendió mejor que ellos como era la jugada y que el voto táctico por Lousteau era lo que correspondía hacer. Una vez más la base superó en inteligencia política a la conduc- ción. Pero, desgraciadamente, la vacilación de la Casa Rosada hizo que este último esfuerzo no fuera suficiente y el macrismo se impuso por apenas un 3 % de los votos, siendo derrotado en 9 de las 15 comunas en que se divide la ciu- dad de Buenos Aires. Como es bien sabido, hay notables paralelismos entre la lucha militar y la lucha po- lítica. Sun Tzu, el padre de la estra- tegia militar desde el siglo V antes de Cristo, recomienda, en su nota- ble El Arte de la Guerra, que se «ata- que al enemigo cuando no está pre- parado, y aparezca allí donde no es esperado. Para un estratega és- tas son las claves de la victoria.» Los mariscales del FpV parece que no lo leyeron. Si lo hubieran leído y aplicado las enseñanzas del gran ge- neral chino a la coyuntura del balo- taje porteño probablemente la situa- ción de la Argentina, y de América Latina, sería hoy bien diferente. Tercero, luego de algunos titu- beos se optó por completar la fór- mula presidencial con la candida- tura de Carlos Zannini como vice. No fue Scioli quien eligió a su com- pañero sino CFK quien, por su cuenta o pésimamente asesorada, impuso a su hombre de la más es- tricta confianza con la misión de asegurar que, en la ya descartada exitosa sucesión presidencial, Scioli no se desviaría del rumbo trazado por la presidenta y sería, en efecto, el candidato «del proyecto» y ma- nejado a control remoto por ella. No bastaba para asegurar la sumi- sión de Scioli al liderazgo tras bam- balinas de CFK la nutrida presen- cia de diputados y senadores kir- chneristas en el Congreso, o el ya descontado control de la estratégi- ca provincia de Buenos Aires. En el enrarecido microclima de la Casa Rosada prevalecía la obsesión por garantizar la total obediencia del seguro sucesor de Cristina impo- niendo el nombre del vicepresiden- te, ignorando, por lo visto, que este cargo es poco menos que ornamen- tal y de carácter eminentemente de- corativo en regímenes presidencia- listas como los de Latinoamérica. Y esto no sólo en nuestros países: ¿quién se acuerda de los nombres de los vicepresidentes recientes de Estados Unidos? ¿Alguien podría identificar a Joe Biden, actual vice de Obama, en una fotografía? En síntesis:un gesto absurdo y gratui- to. Esta fórmula, «kirchnerista pura» apaciguaba seguramente la ardien- te incertidumbre del entorno, pero tenía un fatal talón de Aquiles cuyo ominoso desenlace se pondría en evidencia en la primera vuelta de la elección presidencial cuando obtu- vo dos puntos menos que los ob- tenidos en las PASO (elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias). La esperanza de su- perar el umbral del 40 % de los votos y obtener más de 10 puntos porcentuales de diferencia con Macri probó ser una ingenua ilu- sión -alimentada ¿inocentemente? por los encuestólogos- y la razón es clarísima: la fórmula carecía de capacidad expansiva, no incorpo- raba un solo votante más, no cap- taba absolutamente ningún elector independiente o indeciso, por más que simpatizase en general con las políticas del kirchnerismo o se sin- tiera atraído por su solidaridad con Chávez, Maduro, Evo, Correa o la Revolución Cubana y, por lo tanto, carecía de potencialidad de creci- miento. Un error mayúsculo que podría haber sido evitado si Scioli elegía (él, no Cristina) un compa- ñero de fórmula si no atractivo al menos digerible para otros secto- res que no fueran los «cristinistas». Y había varios que podían haberlo acompañado. Cuarto error: la obcecación por imponer como candidato a gober- nador por la provincia de Buenos Aires al por entonces Jefe de Ga- binete de Ministros de CFK, Aní- bal Fernández. Este era un hombre que tenía el más elevado nivel de rechazo en la provincia y su ladero en la fórmula, Martín Sabatella, era el segundo más rechazado. No in- teresa, para los fines de este análi- sis, discernir cuáles eran los funda- mentos de estos rechazos, si obe- decían a problemas reales o a una pertinaz campaña mediática, que a mi juicio fue determinante. Lo cier- to es que esta surtió efecto, pero la 16 Casa Rosada no extrajo las correc- tas consecuencias del caso. La fór- mula Fernández-Sabatella también irritó a muchos sectores del pero- nismo bonaerense (que no ahorra- ron municiones en el «fuego ami- go» a la cual la sometieron). Por lo tanto, rechazo a nivel de la opinión pública y también en los cuadros del PJ. Resultado: se socavó el apo- yo a Scioli y dejó servido en ban- deja para el macrismo el principal distrito del país. Algunos informan- tes muy calificados dicen sotto voce que el Papa Francisco habría asegu- rado un discreto apoyo al sciolismo (cosa que lo hizo, elípticamente, al declarar poco antes de la elección, «Voten a conciencia, ya saben lo que pienso») y sugerido la conveniencia de que un hombre como Julián Domínguez, muy allegado a la Igle- sia y su obra pastoral en el conurba- no bonaerense, fuese el candidato a gobernador. Aparentemente la Casa Rosada tenía otras prioridades y su pedido fue desoído. Quinto, el interminable internis- mo al interior del kirchnerismo, o como lo denominaran algunas de sus víctimas, «el fuego amigo.» In- numerables ejemplos demuestran los alcances a que llegó ese proce- so. Un día Scioli hace duros plan- teos en relación al FMI, y al día si- guiente el Ministro de Economía Axel Kicillof aparece en una foto de lo más amable con la Directora Gerente del FMI, la Sra. Christine Lagarde. Un grupo de La Cámpo- ra instala una sombrilla en una es- quina porteña y reparte volantes con la lista de los candidatos a diputa- dos por el FpV, sin incluir referen- cia alguna a Scioli. En la esquina de enfrente, la «ola naranja» del sciolis- mo instala otra mesa y sombrilla y volantea a favor de Scioli, ningu- neando a los candidatos a diputa- dos de la misma agrupación polí- tica. O se hacen ¡dos actos de cie- rre de campaña en el Luna Park: uno para la lista de los diputados y otro para Scioli! Difícil convencer a la gente que vote a un espacio po- lítico surcado por contradicciones tan flagrantes. Sexto y último (aunque se podría seguir con muchos otros ejemplos de este tipo): contrariamente a todo lo que indican los estudios sobre el tema, el kirchnerismo adoptó un estilo de campaña negativa que, desde la derrota de Pinochet en el referendo de 1980, cayó comple- tamente en desuso y no por razo- nes éticas sino porque sencillamen- te no funciona y termina convirtién- dose en un boomerang. Pinochet lanzó una campaña de ese tipo con- tra los partidos herederos de la Unidad Popular de Allende, y per- dió categóricamente. A partir de ese momento los estudios sobre las campañas políticas coincidieron en señalar los muy limitados alcances y los peligros de una campaña montada sobre la satanización del adversario. De hecho, la imagen que transmitió Scioli era la de un hom- bre cuya única misión era demos- trar lo malo que era Macri, lo per- nicioso que sería su gobierno y su inconmovible e incondicional de- fensa de Cristina. Su campaña esta- ba dirigida hacia atrás, a defender la «década ganada» y no a propo- ner cuáles serían los lineamientos generales de su programa de go- bierno. No había el menor atisbo de que su comando de campaña hubiese percibido que vastos sec- tores de la sociedad querían un cam- bio, cosa que los astutos planifica- dores estratégicos de Cambiemos ad- virtieron con mucha antelación. Es cierto: había un absurdo que fo- mentaba una actitud negligente en relación a esta demanda de cam- bio porque, cuando consultada, la mayoría no sabía qué era lo que quería cambiar y en qué dirección impulsar el cambio. Pera esa de- manda: oscura, visceral, mezcla de aburrimiento y de hastío pero me- diáticamente formateada estaba allí y había que tener una respuesta. El sciolismo no la tuvo. Sólo después del debate con Macri, el domingo 15 de Noviembre y a una semana del balotaje, Scioli empezó a asu- mir esta necesidad de cambio y des- marcarse de la tutela de Cristina. Pero ya era demasiado tarde. Dificultades del cálculo y la previsión políticas A todo lo anterior es preciso agregar algunos otros factores que coadyudaron para producir la de- bacle del 22-N. El ya mencionado abandono del que fue víctima Scio- li por parte de las organizaciones del kirchnerismo es uno de ellos. Otro, sin duda, fue la caprichosa política seguida en relación a la provincia de Córdoba y que tuvo como efecto la devastadora derrota de Scioli a manos de su oponente, que en ese distrito obtuvo la ventaja decisiva 17 para asegurar su victoria. Hay quie- nes en el FpV sostienen que la pa- sividad con que el oficialismo en- frentó el desafío electoral obede- cía al cálculo ya mencionado: ase- gurar un triunfo de Scioli pero ajus- tado, jamás superior al 54 % obte- nido por CFK en el 2011. De no ser posible la victoria del oficialis- mo, un triunfo de Macri no sería visto con demasiada preocupación porque las bancadas del FpV en el Congreso y la gravitación del go- bierno de la provincia de Buenos Aires serían suficientes para estable- cer límites muy estrictos a lo que pudiera hacer el candidato de Cam- biemos si resultara vencedor de la contienda. En los dos casos el su- puesto era que ambos gobiernos serían de corta duración y facilita- rían el triunfal retorno de CFK a la Casa Rosada, emulando una rota- ción como la que había retornado a Michelle Bachelet a La Moneda luego del interludio de Sebastián Piñera. Pero algunas mentes afie- bradas iban más lejos y creían que no sería necesario esperar cuatro años ya que el deterioro tanto de Scioli como de Macri se produci- ría en dos años como máximo. Por supuesto, dada la elevada volatili- dad de la política argentina son muy pocas las hipótesis que pueden ser descartadas de antemano pero, has- ta ahora, lo que ocurrió parecería desbaratar sin clemencia estos pro- nósticos y esto por dos razones: uno, porque la lealtad de los miem- bros del Congreso ha sido tradi- cionalmente muy vulnerable a la influencia de la Casa Rosada y los gobernadores provinciales, siem- pre necesitados del auxilio finan- ciero que sólo aquella puede pres- tar y que puede torcer las volunta- des más firmes de diputados y se- nadores. No es lo mismo jurar leal- tad a Cristina cuando ella está en la Casa Rosada y cuando está en El Calafate.Y segundo porque, ade- más, el refugio estratégico que ofrecía la provincia de Buenos Ai- res para capear el transitorio tem- poral político en el plano nacional quedó sepultado bajo el inespera- do aluvión de votos que catapultó a María Eugenia Vidal a la goberna- ción bonaerense. Dado este cúmulo de errores, notable por su número y su cali- dad, surge de inmediato la pregunta acerca de cómo fue entonces posi- ble que Scioli terminara el balotaje con casi un 49 % de los votos. La respuesta es la siguiente: ante el re- sultado del debate que tuvo lugar una semana antes de la segunda vuelta, de donde emergió clara- mente la inminencia de un posible triunfo de Macri, se produjo un verdadero «ataque de pánico» en el difuso pero amplio espacio de la progresía y sectores de la izquier- da, hasta ese momento confiados en la certeza del relato oficial que anticipaba una fácil victoria del can- didato kirchnerista, inclusive en la primera vuelta. Tan convencidos estaban de esto que algunos hasta se podían dar el lujo de militar el voto en blanco, una típica manio- bra del «polizón» en teoría de los juegos: dejarle al resto de la socie- dad la penosa tarea de «votar des- garrados» a Scioli, como lo señala- ra con lucidez Horaco González, mientras los votoblanquistas se iban a dormir con su conciencia revolu- cionaria en paz y los otros regresa- ban maldiciendo haber tenido que votar a un candidato que no que- rían pero preferían a Macri. En la noche del debate una centella reco- rrió el campo de la progresía y la izquierda, y la constatación de la ca- tástrofe que se avecinaba provocó la espontánea movilización de vas- tos sectores de la sociedad civil que ante la imperdonable deserción del FpV, La Cámpora, UyO, el PJ y las organizaciones sindicales encuadra- das en el kirchnerismo salieron a la calle imbuidos de un fervor mili- tante como no se había visto desde las grandes jornadas de finales del 2001 y comienzos del 2002. Cabe decir que esa irrupción de las ma- sas para revertir lo que aparecía como una inminente debacle elec- toral es una de las notas más pro- misorias y esperanzadoras de cual- quier pronóstico sobre el futuro de la política argentina. Cosa que, por otra parte, también se manifestó en el acto de despedida a Cristina el 9 de Diciembre y las sucesivas auto- convocatorias a protestar contra las draconianas medidas de Macri en los primeros meses de su gestión, como por ejemplo la que tuvo lu- gar en el Parque Centenario de Bue- nos Aires para escuchar al ex mi- nistro de Economía Alex Kicillof. Es ese espacio de autoconvocados y movilizados donde deberá trabajar la izquierda para construir esa alternativa que el kirchnerismo no supo ser. Pese a los contornos pesimistas del análisis anterior es preciso reafirmar, una vez más, que la historia está 18 abierta y que su incesante dialéctica puede desairar las previsiones me- jor fundadas. Una cosa es el triun- fo electoral de una coalición de derechas y otras muy distintas es que pueda llevar adelante su pro- grama y realizar las transforma- ciones que estaban inscritas en su plataforma de gobierno. Por su- puesto, esto tampoco puede ser descifrado como una reedición de la teoría de la irreversibilidad de los procesos transformadores: la triste experiencia del derrumbe de la Unión Soviética y su posterior re- gresión al capitalismo salvaje o la violenta interrupción de las expe- riencias progresistas o de izquierda en Guatemala (1954), Brasil (1964) o Chile (1973) son elocuentes mues- tras de que los progresos políticos que se experimentan en un momen- to pueden ser revertidos en un pe- ríodo posterior. La autocrítica y la necesidad de realizar un balance del kirchnerismo Antes de concluir es necesario dejar en claro que las páginas pre- cedentes no pretendieron ser un balance de los doce años del kirch- nerismo. Su objetivo ha sido más modesto: tratar de entender por qué se derrumbó una experiencia socio- política y económica que podía ha- ber continuado su curso y profun- dizado las incipientes transforma- ciones que habían tenido lugar en ese período. Y, sobre todo, promo- ver un debate hasta ahora inexis- tente, o que se lleva a cabo silencio- samente y en las sombras. Estas re- flexiones finales pretenden acercar algunas ideas para un esfuerzo de síntesis y evaluación que necesaria- mente deberá ser colectivo. Fue y seguirá siendo motivo de intenso debate las razones por las cuales algunas fuerzas u organizaciones progresistas y de izquierda, el Par- tido Comunista entre ellas, apoya- ron críticamente este proceso. El kirchnerismo, fiel expresión del pe- ronismo, jamás tuvo una propues- ta anticapitalista. Es más, sobre todo Cristina creía, y cree todavía, en un «capitalismo racional» o «ca- pitalismo serio.» La izquierda, para ser tal, es necesariamente anticapi- talista. Se opone a un sistema que condena a gran parte de la huma- nidad a vivir en la pobreza, la ab- yección y las guerras. Y, además, porque destruye como nunca antes a la naturaleza. El kirchnerismo no tenía la superación del capitalismo en su agenda, ni siquiera remota- mente. ¿Por qué brindarle entonces un apoyo crítico? La respuesta no parece difícil de entender, o no de- biera serlo: Néstor Kirchner sinto- nizó muy rápidamente, al inicio de su gestión, con el nuevo clima polí- tico regional inaugurado luego del ascenso de Hugo Chávez Frías a la presidencia de Venezuela en Enero de 1999. Se alineó rápidamente con el líder bolivariano y junto con Lula entre los tres protagonizaron la his- tórica derrota de Estados Unidos en Mar del Plata. Por otra parte, en el plano doméstico Kirchner avan- zó en el juicio y castigo a los culpa- bles de los crímenes de la dictadu- ra y reformó con transparencia y espíritu democrático una Corte Su- prema profundamente desprestigia- da durante el menemismo. Su indo- cilidad ante el FMI también lo hizo merecedor del apoyo de las fuerzas de izquierda preocupadas por el nefasto papel jugado por el impe- rialismo en Nuestra América, algo que no todas las que se llaman so- cialistas o izquierdistas comprenden a cabalidad. Uno de los grandes enigmas de la política latinoameri- cana es la sistemática ceguera de un sector de la izquierda ante las multi- facéticas políticas del imperialismo en la región. Teniendo en cuenta las duras realidades del tablero geopo- lítico mundial, ¿en qué otro lugar podía estar una fuerza de izquierda, más allá de las contradicciones pro- pias de todo movimiento nacional, popular y democrático, sino en una alianza táctica con el kirchnerismo? ¿Podía la izquierda alinearse contra sus enemigos jurados, al lado la Sociedad Rural, «la embajada», la oligarquía mediática y sus aliados? ¿O estar con las fuerzas políticas que le decían Sí al ALCA? Es sabido que una experiencia de matriz peronista inevitablemente carece de la radicalidad que las con- diciones actuales exigen. Pero en la suma algebraica de puntos a fa- vor y en contra había, y hay, un ligero predominio de los prime- ros. La continuación de la obra iniciada por Néstor bajo la con- ducción de CFK sirvió para pro- fundizar en algunas cuestiones y abrir exitosamente nuevos fren- tes de batalla. La Asignación Uni- versal por Hijo o la extraordina- ria expansión de la cobertura del 19 régimen jubilatorio no son cues- tiones menores, en línea con la es- tatización de la seguridad social es- tablecida por Kirchner. No se trata aquí, repetimos, de enumerar logros y fracasos, pero entre los primeros no es un mérito menor de Cristina haber tenido siempre la virtud de «salir por izquierda» frente a cada crisis. Por muchas razones, desde su personalidad hasta la debilidad de las fuerzas políticas que la apo- yan, no pudo hacer lo mismo Di- lma Rousseff en Brasil, cuya ten- dencia ha sido invariablemente la contraria: salir por derecha y ha- cer concesiones a sus enemigos. Apenas intentó, con la salida del Ministro de Hacienda Joaquím Levy, escoger otro camino. Pero CFK nunca tuvo esas dudas. Mal o bien, pero salía por izquierda: la Ley de Medios es el ejemplomás elocuente de ello. Como decíamos más arriba, las características personales de Cris- tina jugaron un papel importantí- simo. Dueña de una fuerte perso- nalidad, casi siempre avasallante, lo que fue un atributo positivo de su liderazgo para enfrentar desafíos prácticos durante su gestión resul- tó ser altamente contraproducen- te a la hora de conducir una estra- tegia política que le permitiera ase- gurar la victoria de su espacio po- lítico. A diferencia de Néstor, un carácter también altamente irasci- ble pero que poco después de su estallido de furia reiniciaba el diá- logo con quien antes había sufri- do su iracundia, CFK era absolu- tamente inflexible e irreconciliable con sus ocasionales adversarios y enemigos, mucho de los cuales habían sido sus antiguos aliados o compañeros. Su carácter le prodi- gó muchas rivalidades gratuitas que le costaron muy caro. Néstor también era un «peleonero», pero era más bien un esgrimista dota- do de una ductilidad política que le permitía rápidamente recompo- ner los puentes rotos por su furia. Tocaba con su florete a sus adver- sarios pero no los mataba. Cristi- na, en cambio, es una gladiadora que pelea a matar o morir, y no había retorno después de cada combate. Para colmo, si Néstor no era generoso con sus aliados Cris- tina lo era mucho menos. Su con- cepción de las alianzas era una transposición del verticalismo pe- ronista, con un vértice sordo e inapelable para encuadrar una coa- lición en donde convivían peronis- tas con no peronistas de distintos colores políticos. Bajo estas pre- misas era muy poco lo que se po- día construir políticamente. Care- ció de la flexibilidad necesaria para conducir un espacio así de com- plejo y su inteligencia se tradujo de- masiado frecuentemente en actitu- des soberbias que limitaron casi por completo su capacidad para escuchar y para dialogar, aún con sus más estrechos colaboradores. «No hubo diálogo con los dife- rentes», dice con acierto Giardine- lli en la nota mencionada más arri- ba. Es cierto que no se hace la gran política sin «garra», sin vísceras y sin la fuerza de la que hizo gala Cristina. Un político timorato no llegará nunca demasiado lejos. Pero la gran política que necesita un es- tadista no se puede basar sólo en aquellos atributos. Hace falta, como lo recordaba Maquiavelo en su imagen del centauro, la pasión mezclada con la razón. O la astu- cia del zorro, para seguir con imá- genes tan caras a la teoría del flo- rentino, con la fuerza del león. Desgraciadamente CFK no logró plasmar esa combinación, y su su- perioridad en relación a la medio- cridad de la clase política exacer- bó un narcisismo que le impidió escuchar a la sociedad o a sus alia- dos, ni entender que ciertos ras- gos de su estilo personal produ- cían, también entre sus fieles, tan- to rechazo como las adhesiones que lograban sus políticas públi- cas. Como decíamos más arriba, una importante cuota de respon- sabilidad en todo esto le cabe a un entorno que lejos de estimular una reflexión crítica sobre la reali- dad de su gestión se limitó a aplaudir y alabar, creyendo que de ese modo colaboraban con ella. Privada de ese sano ejercicio de la crítica y la autocrítica no supo dar- se cuenta del cambio cultural que estaba madurando en la Argenti- na, en donde aún quienes se bene- ficiaban de la inversión social cada día resentían con más fuerza del clientelismo y la prepotencia de punteros e intendentes. Ignoraba también que en sus frecuentes men- sajes televisivos abusaba de un tono vehemente y confrontacional (y no es que no tuviera buenas razones para confrontar) que era absolu- tamente «antitelegénico» y que pro- ducía un efecto contrario que, en algunos casos, llegó a producir 20 cansancio, fatiga o hartazgo inclu- sive dentro de la legión de sus se- guidores. Varios ejemplos ilustran esto con elocuencia: un humilde lus- trabotas del microcentro porteño, un hombre entrado en años, veni- do de una provincia pobre de la Argentina le confiesa a uno de sus habituales clientes que había vota- do a Macri «porque estaba dema- siado grandecito para soportar que la presidenta me retara en la televi- sión.» Otro: en una modesta pana- dería del conurbano su dueña de- bía apagar la televisión cada vez que comenzaba una cadena nacional porque su clientela ya no quería es- cuchar a Cristina. Y la mayoría es- taba formada por beneficiarios de diversos programas sociales del go- bierno. Dos pequeñas historias que conducen a una conclusión provi- soria: el boom del consumo que el kirchnerismo alentó y cultivó como política de estado no crea hegemo- nía política, error en que cayeron todos los gobiernos progresistas y de izquierda en la región. Ni aquí, ni en Venezuela, ni en Bolivia. En ninguna parte. La hegemonía es re- sultado de la educación política, de la victoria en la batalla de ideas, de la concientización al estilo de Pau- lo Freire, y no del mayor acceso a los bienes de consumo. Y, desgra- ciadamente, en las experiencias progresistas de la región la forma- ción política de las masas fue sub- estimada, cuando no abandonada. Se confió en el mercado, en el ac- ceso al mercado. Las consecuencias están a la vista. Mal se podrían subestimar los logros de la gestión de CFK y, en general, el de los doce años del kir- chnerismo. Se puede discutir la idea de la «década ganada» porque hubo algunos pocos –ricos y poderosos- que ganaron mucho más que los demás, y otros que no ganaron nada. Se debe también examinar el tema de la corrupción, endémico en la Argentina, vinculada principal- mente (pero no sólo) a la obra pú- blica. Se puede someter a crítica las limitaciones ya señaladas del «mo- delo». Pero dejó un país muy dis- tinto al recibido que sería impro- pio desconocer. Una pequeña anéc- dota ilustra lo que venimos dicien- do: estuve hace pocos meses en San Salvador de Jujuy. Antes, caminar por la plaza céntrica de esa ciudad era hacerlo seguido por un nutri- do grupo de niños descalzos pi- diendo algunas monedas. En ese momento, durante una semana, no hubo ni uno solo que reeditara aquella vieja y deprimente costum- bre. Es que, a pesar de sus limita- ciones, la política social del kirch- nerismo –clientelística, tal vez dis- pendiosa, seguramente ineficiente, todas las críticas ya sabidas- surtió un efecto positivo. Y este no es un dato accesorio. Allí está la base del «voto duro» cristinista, de ese 36 % que acompañó a Scioli en la pri- mera vuelta. Pero allí también pa- rece haber estado su límite. Con eso sólo no se puede ganar una elección presidencial. Concluyo con la esperanza de que las ideas aquí esbozadas sirvan para propiciar un debate y para realizar un balance crítico de los doce años del kirchnerismo. Con la esperanza también de que evitemos la tram- pa facilista de quienes, so pretexto de «no hacer leña del árbol caído», pretenden clausurar desde el vamos un examen que es a la vez impres- cindible e impostergable. Lo pri- mero, para corregir los errores pro- pios de toda experiencia práctica. Quien hace yerra, y acierta a veces. Desde la torre de marfil académi- ca o desde las certezas del dogma partidario no hay yerro posible; cla- ro que la realidad así no se cambia, y se traiciona un apotegma funda- mental del marxismo: la teoría tie- ne que servir para cambiar al mun- do, no sólo para interpretarlo. El aprendizaje político se logra en la intelección colectiva, como lo subrayaba Gramsci, de esa dialéc- tica de ensayo y error. Imposterga- ble, también, porque las tentativas del macrismo de imponer el neoli- beralismo en su versión más radi- cal no podrán ser neutralizadas si es que no se toma nota y se apren- de de lo ocurrido en los años ante- riores, con sus aciertos y errores. Estoy convencido de que aquellos son mayores que estos, pero todo deberá ser sometido a examen. El desafío es muy grande y lo peor sería incurrir en la negación de la realidad o la improvisación. Y para ello será indispensable ejer- cer una sana y profunda autocrí- tica. De lo contrario estaremos condenados a la eterna repetición de los
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