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Borón_Argentina 2016

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1
Editorial: Los desafíos de la nueva etapa
Patricio Echegaray.........................................................
Argentina 2016: Claves de una derrota
Atilio A. Boron.............................................................
¿Qué tiene de nuevo la nueva derecha?
Marcelo F. Rodríguez...................................................
EL CONGRESO DE ORIENTE DE LA LIGA DE LOS PUEBLOS LIBRES DE 1815
Una interpretación histórica
Alejandro Bernasconi...................................................
Fueron las Tres A
Alexis Banylis.................................................................
Declaración del Partido Comunista a 40 años
del Golpe Cívico Militar.............................................
DOSSIER: Batalla de ideas, lucha de
clases y construcción de alternativa........
REVISTA COMUNISTA
DE ANÁLISIS, DEBATES
Y DOCUMENTOS
Director:
Patricio Echegaray
Secretario de redacción:
Marcelo F. Rodríguez
Colaboran
en este número:
Atilio Boron
Marcelo F. Rodríguez
Alejandro Bernasconi
Alexis Banylis
Diagramación:
Patricia Chapitel
La revista Cuadernos
Marxistas
es una publicación
de análisis, debates y
documentos de la editorial
Cuadernos Marxistas,
con domicilio en la
Av. Entre Ríos 1039
de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires,
República Argentina.
4304-0066/68
propaganda@pca.org.ar
sumario nº 10
MAYO DE 2016
ISSN 1853-368X
3
8
21
28
37
41
43
44Rafael Paz....................................................................
Gastón Varesi..............................................................
Raúl Serrano.............................................................. .
Alexia Massholder......................................................
Ana María Ramb........................................................
Ernesto Espeche........................................................
Atilio Boron................................................................
José Giavedoni............................................................
Hernán Randi.............................................................
Patricio Echegaray.....................................................
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3
por Patricio Echegaray*
* Secretario General del Partido Comunista de la Argentina y Director de Cuadernos Marxistas.
Después de 12 años de gobierno kirchnerista, dondelos sectores populares y las
capas medias lograron importan-
tes avances y mejoraron significati-
vamente su situación luego de la
crisis de 2001/2002, una opción de
derecha, que poco hizo para ocul-
tar su verdadera concepción políti-
ca y económica, logró por un aco-
tado margen ganar las elecciones
con una alianza entre Propuesta re-
publicana (PRO), Unión Cívica Ra-
dical (UCR) y Coalición Cívica (CC).
Por primera vez en cien años, la
derecha llega al gobierno sin recu-
rrir a un golpe de Estado sino que
lo logró por los mecanismos de la
democracia representativa burguesa.
No caben dudas de que siguie-
ron al pie de la letra y “exitosa-
mente” el consejo que en su mo-
mento dio Cristina Fernández de
Kirchner a las fuerzas opositoras,
formaron un partido político y ga-
naron las elecciones.
En sus primeros cien días de go-
bierno, quedó claro que tal como
se había alertado, se ha configura-
do un gobierno que lleva adelante
los planes que dicta la embajada de
los Estados Unidos para América
Latina, puesta al desnudo con la
visita de Obama.
El macrismo ha conformado un
gobierno con un fuerte protagonis-
mo de dueños y CEOs de distintas
empresas, con integrantes de ONGs
y Fundaciones al servicio de la em-
bajada: Susana Malcorra, IBM /
Telecom; Pablo Avelluto, Random
House Mondadori; Juan José Aran-
guren, Shell; Guillermo Dietrich,
Automotores Dietrich; Isela Cos-
tantini, General Motors; Rogelio
Frigerio, Fundación FEDERAR;
Germán Garavano, ONG Unidos
por la Justicia; Carolina Stanley,
Fundación Grupo Sophia; Sergio
Bergman, Fundación Argentina
Ciudadana; Francisco Cabrera,
Fundación Pensar; Luis Caputo,
Deutsche Bank.
La agricultura a cargo de Ricar-
do Buryaile de Confederaciones
Rurales Argentinas, núcleo duro de
la Mesa de enlace, y al frente del equi-
po económico Alfonso Prat Gay
proveniente de la Banca Morgan.
Un “equipo” a la medida de la
oligarquía y la burguesía transnacio-
nal que se completa con políticos
como Marcos Peña, Patricia Bullri-
ch, Jorge Triaca hijo, Esteban Bull-
rich, Jorge Lemus, Oscar Aguad y
Hernán Lombardi, entre otros.
Un verdadero gobierno de la cla-
se dominante que actúa de acuer-
do a su ADN liberal, que impuso
una fuerte devaluación, que quitó
las retenciones a la minería y los agro
negocios, impulsó un impuestazo
en los servicios, despide a miles de
trabajadores en la administración
pública alentando lo mismo en la
actividad privada, promulgó el Pro-
tocolo Antipiquetes, detiene ilegal-
mente a Milagro Sala y vuelve a las
relaciones carnales con los EEUU
en detrimento de la integración la-
tinoamericana. La visita de Barack
Obama a la Argentina y el acuerdo
con los Fondos Buitres no hacen
más que reafirmar este objetivo.
Ya en la campaña electoral decía-
mos que enfrentábamos, por cam-
bio o por herencia, una etapa de
retroceso en el proceso político vi-
vido, con sus más y sus menos, en
la última década.
Pero también fuimos muy claros
en que no nos daba lo mismo quien
ganara, que las bases y los intereses
EDITORIAL
Los desafíos de la nueva estapa
En sus primeros
cien días de gobierno,
quedó claro que tal como
se había alertado, se ha
configurado un
gobierno que lleva
adelante los planes que
dicta la embajada de los
Estados Unidos para
América Latina.
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que representaban los candidatos
no eran las mismas y que un triun-
fo del Frente para la Victoria, con
sus dificultades, nos daba una pers-
pectiva mejor para luchar por la
defensa de los logros y buscar avan-
zar en lo que faltaba. La posición
del Partido Comunista fue muy cla-
ra en este sentido y obramos en
consecuencia sin dejar de propo-
ner un análisis estructural de las di-
ficultades que enfrentábamos.
En ese sentido, son tres los pun-
tos en los que centramos nuestra
reflexión.
-El análisis sobre las dificultades
que la idea de un “capitalismo se-
rio” nos impuso, generando un ver-
dadero problema, que impidió avan-
zar en la profundidad de los cam-
bios necesarios que hubieran dificul-
tado la ofensiva de la derecha.
-La falencia en el debate sobre el
programa de contenido nacional,
popular, anti imperialista y la crea-
ción de la fuerza política para res-
paldarlo e impulsarlo, amplia en su
composición y profunda en su con-
tenido, que sirviera para defender
lo alcanzado e impulsar la profun-
dización y radicalización del pro-
ceso y marchara hacia la construc-
ción del Frente de liberación nacio-
nal y social.
-La subestimación de la derecha
y del armado de la misma que está
impulsando con carácter regional el
imperialismo norteamericano.
Entendemos que en estos tres
temas se centra buena parte de las
dificultades que enfrentamos.
La inviabilidad de una capitalis-
mo serio fue un tema que hemos
tratado recurrentemente en Cuader-
nos Marxistas y en diversos artículos
y documentos partidarios.
En ellos sostuvimos que, en tér-
minos generales nuestra política de
apoyo crítico al kirchnerismo fue
en gran medida correcta, eso lo
podemos ver en la política interna-
cional. No fue así en el marco in-
terno, donde prevaleció el enfoque
de un capitalismo serio.
No hay solución para el pueblo
dentro del capitalismo, más allá de
la adjetivación que se le quiera po-
ner. Sin políticas que avancen en un
horizonte poscapitalista, socialista,
no habrá solución para problemas
que, en el bicentenario de nuestra
independencia, y tras haber transi-
tado diversas fases dentro del sis-
tema capitalista, siguen siendo re-
currentes y demostrando que el ca-
pitalismo es el problema, no la so-
lución. Sabemos que esto no se re-
suelve con una vuelta de tuerca al
conservadorismo neoliberal, que es
lo que está llevando adelante Ma-
cri, con un plan que ya no se basa,
comoen la etapa menemista, en las
privatizaciones sino en bajar el “cos-
to argentino”, entiéndase baja de
salarios, redistribución de ingresos
de asalariados y capas medias hacia
los sectores concentrados. Este plan
exige un ejército de desocupados
como insumo principal para el ob-
jetivo mencionado de bajar el cos-
to laboral.
En lo que respecta a la construc-
ción de la fuerza necesaria, no nos
hacemos los distraídos. Desde la
izquierda y los sectores del campo
popular también somos parte de
este déficit en su construcción. Esto
tiene que ver con los problemas de
nuestro desarrollo político, con el
hegemonismo del pensamiento
progresista, de tercera vía, que se
manifiesta desde hace años en el
campo popular, pero como diji-
mos muchas veces, la mayor res-
ponsabilidad correspondía a la es-
tructura hegemónica de este espa-
cio, el kirchnerismo.
Esto quedó más que claro en las
pasadas elecciones, donde presa del
internismo del PJ y ante la ausencia
de una fuerza frentista, hubo sec-
tores que le sacaron el cuerpo a la
elección, confiados en que igual se
ganaba y, sobre todo, subestiman-
do irresponsablemente a la derecha,
lo que marca serios problemas en la
conducción política del espacio.
No se trata de quedarse en un
mero pase de facturas, pero sí de
hacer un análisis honesto de lo su-
cedido, lo que resulta fundamental
para intentar que estos errores no
se repitan.
Como era previsible, atravesamos
un terreno de fuerte disputa al inte-
rior del justicialismo que sufrió su
derrota más grande en democracia.
La inviabilidad
de un capitalismo serio
fue un tema que
hemos tratado
recurrentemente en
Cuadernos Marxistas
y diversos artículos
y documentos
partidarios.
No hay solución
para el pueblo
dentro del
capitalismo,
más allá de la
adjetivación
que se le
quiera poner.
5
El partido de Estado más impor-
tante de América Latina entra en un
proceso en que carece de suficien-
tes puntos de apoyo en el Estado,
ya que perdió el gobierno nacional
y los distritos más importantes, lo
que dificulta muchísimo el reorde-
namiento de la estructura del PJ y
potencia las contradicciones y con-
flictos al interior de esa fuerza.
También se habló y se habla mu-
cho de los planes de retorno de
Cristina Kirchner y sobre el rol que
jugará la Cámpora y el kirchneris-
mo en un sentido amplio en estas
circunstancias. Por ahora, sobre esta
organización granean las críticas en
relación a su papel en las eleccio-
nes, nos parece conveniente espe-
rar para analizar esta situación y no
resulta oportuno realizar pronósti-
cos en estos momentos, pero cual-
quier plan de retorno es complejo
y es sumamente apresurado espe-
cular sobre tan delicado tema.
 Sí queremos destacar, que es-
tamos trabajando para mantener
el vínculo y ver cómo se desarrolla
la situación.
Lo que si nos permitimos decir
es que el ordenador de todo esto
no es el grupo Clarín, esto lo reite-
ramos hace tiempo, el ordenador
es la Embajada norteamericana
que disciplina también al grupo
Clarín. Es muy probable que la
Embajada no permita que cuajen
las opiniones tremendistas de dis-
persión extrema del peronismo
que circulan, y que en todo caso se
proponga una rearticulación del
mismo en un espacio de centro-
derecha o derechacentro.
En realidad, las contradicciones de
sectores del PJ con el kirchnerismo
no se basaban en pretendidas con-
cepciones de izquierda socialista atri-
buidas gratuitamente por algunos al
kirchnerismo, sino en la búsqueda de
una hegemonía de centroizquierda
para el peronismo, lo que luego de
la derrota sufrida se vuelve cada vez
más dificultoso.
No cabe ninguna duda que en-
frentamos una derrota costosa, no
solo para nuestro país, sino para
todo el proceso latinoamericano.
El gobierno busca, como lo
demuestran sus primeras medidas,
bajar el costo argentino y entrar en
un nuevo espiral de endeudamiento
externo, allí radica el nudo gordiano
de su plan: como para el neolibera-
lismo de los 90 el objetivo central
fue la reforma estructural del Esta-
do a través de las privatizaciones.
El relato macrista, para justificar
la ofensiva que ha tomado, habla
de ñoquis, de corrupción y carga
todas las culpas sobre la “pesada
herencia” que habría recibido a la
vez que proclama la necesidad de
“volver al mundo”.
Con este telón de fondo discur-
sivo, impulsó la devaluación y los
masivos despidos que buscan ba-
jar rápidamente el costo laboral ar-
gentino en dólares, y logró acordar
con los Fondos Buitres con la ex-
pectativa de futuras llegadas de ca-
pitales, que vuelve a ser el discurso
dominante en un país donde las in-
versiones extranjeras han demostra-
do, en gran medida, ser realizadas
para generar las condiciones de una
enorme fuga de capitales hacia los
países donde residen las casas ma-
trices de los inversores. Nada ga-
rantiza, además, que pagando a los
buitres llegarán las inversiones.
La fragilidad de la Argentina fren-
te al tema de la deuda queda nue-
vamente demostrada como una
amenaza permanente para nuestra
economía y para la sociedad.
Estalló por el aire, de este modo,
la idea de que la deuda había deja-
do de ser una “pesada carga” para
el país, y vuelve a ocupar el centro de
las preocupaciones y debates de los
trabajadores y el pueblo argentino en
general, ante las consecuencias del
acuerdo que hipotecará el presente y
el futuro de los argentinos.
Vale recordar que el Comandan-
te Fidel Castro en 1985 había ma-
nifestado, sobre la deuda externa de
nuestros países, que era “inmoral
pagar una deuda con la que nada
tuvo que ver el pueblo, en la que el
pueblo no recibió ningún benefi-
cio, una deuda que se malgastó, se
despilfarró o se fugó”.
Ante la persistencia de futuros
endeudamientos con las consecuen-
cias previsibles según indica la ex-
periencia, es necesario reconside-
rar esos sabios consejos que indi-
caban que la deuda era impagable,
inmoral, ilegítima e injusta.
En nuestro país no se atendió el
camino de la investigación realiza-
da por Alejandro Olmos sobre la
legitimidad de la deuda, que hizo
posible el fallo del juez Ballesteros,
quien sostuvo que el endeudamien-
to se había realizado para solventar
negocios privados y que los bene-
ficiarios fueron algunos grupos eco-
nómicos ligados a los centros finan-
cieros internacionales, tales como
Macri, Fortabat, Bunge & Born,
Bridas, Bulgheroni, Pérez Com-
panc, Techint (Rocca), Soldati, Pes-
carmona, los que contrajeron la
deuda privada, que más tarde sería
estatizada con seguros de cambio.
Se impulsó de esta manera la ló-
gica del “desendeudamiento” pro-
mocionada en los últimos años, que
consistió, en realidad, en lograr qui-
tas importantes sobre los intereses
de la deuda y no sobre el capital, la
cancelación en efectivo de la deuda
con el FMI, el acuerdo con el “Club
de París”, la jurisdicción en cortes
de Estados Unidos y la sumisión a
sus leyes, que constituye un grave
traspié para la soberanía, y en defi-
nitiva, el pago de aproximadamente
190 mil millones de dólares (datos
de la Agencia CIFRA), haciendo
que Argentina sea prácticamente
exportadora de capitales.
La renegociación con los Fondos
Buitres y el sistema financiero in-
ternacional solo acarrean una nueva
espiral de endeudamiento que pone
en serio riesgo las reservas del país.
6
Ante este nuevo ciclo de endeu-
damiento, insistimos en que es ne-
cesario abrir el debate y retomar la
idea de suspender los pagos de la
deuda y realizar, aunque tardíamen-
te, una verdadera auditoría sobre
la legalidad y el origen de la misma,
sobre la negociación en curso y el
hecho de que las quitas actuales son
sobre los punitorios, esto es algo que
no debería ser descartado.
Esto tiene una importancia parti-
cular, ya que las mayores expectati-
vas del gobierno de Macri radican
en la llegada de capitales, pero la cri-
sis del capitalismo mundial y el flujo
de estos capitales condicionarán sus
políticas. Se debe practicar un escep-
ticismo saludable sobre las prome-
sas de inversiones dignas de las mil y
una noches con las que el gobierno
amenaza, ya que se basan en una
lectura precariade la situación in-
ternacional, dado que hay serios
estudios de personajes como Sti-
glitz o Soros que denuncian que las
mejoras relativas que efectivamen-
te ocurrieron en la economía nor-
teamericana no se han invertido en
su economía real y mucho menos
en la economía de los países en
desarrollo, sino en la estrella del ca-
pitalismo más actual, la especulación.
Como si esto fuera poco por es-
tos días la prensa mundial nos aler-
ta sobre un freno en la economía
norteamericana. Todo indica que
con un Banco Central que ofrece
38 por ciento de tasa de interés, las
inversiones que vengan tengan el ca-
rácter de capitales golondrinas y apun-
ten a especular, cosa que por otra
parte ya sucedió en otras etapas.
 Como venimos sosteniendo, de-
bemos analizar la etapa que comien-
za en clave regional. Es una etapa de
grandes desafíos en la que hay que
enfrentar políticas de ajuste y sacar
conclusiones respecto a cómo defen-
der el proceso latinoamericano.
Advertimos en su momento que
lo de Argentina venía en clave lati-
noamericana y vemos como la
ofensiva se está desarrollando ac-
tualmente en Brasil y en Venezuela
con particular saña.
No podemos cerrar los ojos
ante la realidad que enfrentamos y
debemos reconocer que el proce-
so latinoamericano iniciado con el
triunfo de Chávez en 1998 hoy se
encuentra a la defensiva y puede
ser revertido.
Para enfrentar esta situación, re-
sulta fundamental la articulación
entre los revolucionarios del conti-
nente, proponemos recuperar los
contenidos y el sentido de la Carta
de los Cinco y saludamos la inicia-
tiva lanzada durante el Seminario del
Partido del Trabajo en México, de
realizar un encuentro de Partidos
Comunistas a mitad de año en Perú.
Tenemos que tomar iniciativa para
favorecer este encuentro.
Estos desafíos son los que debe-
mos enfrentar como militantes re-
volucionarios, lo que exigirá un es-
fuerzo muy fuerte en relación a la
situación nacional, e interna del par-
tido, que pasa por la necesidad de
un Partido Comunista fuerte y or-
ganizado para encarar con una pers-
pectiva de éxito las tareas que son
impostergables.
Ante esto, nos corresponde for-
talecer la convicción de que en el
análisis de la crisis del capitalismo
actual, el marxismo es un aliado de
primer orden y debe serlo en la dis-
cusión sobre la necesidad de un
debate profundo y sin dogmatis-
mos sobre la construcción de la
sociedad post-capitalista.
La experiencia vivida a lo largo
del siglo XX no ha caído en saco
roto y nos ha reafirmado, por ejem-
plo, en que es un grave error dejar-
se seducir por la mágica idea del
derrumbe espontáneo del capitalis-
mo por acción de sus propias con-
tradicciones, lo cual no le quita peso
a la ponderación sobre el carácter
de la crisis que el mismo atraviesa
en estos momentos, una crisis de
nuevo tipo, como ya dijimos, y de
alcances civilizatorios.
Tomar con la debida seriedad el
tema del poder popular y la orga-
nización, nos pone frente a la nece-
sidad de generar crecientes espacios
de autonomía del pueblo respecto
al poder capitalista. Y al mismo
tiempo rompe con la idea reduc-
cionista del asalto al Estado de una
vez y para siempre, para producir
desde allí la transformación, reto-
mando las enseñanzas de Lenin en
su obra El estado y la revolución, don-
de planteaba que la toma del po-
der del Estado debe ser entendida
como un proceso de destrucción
del Estado burgués como tal. 
A lo largo del siglo XX se conci-
bió a la estatización como la prin-
cipal forma de socialización. Este
error, basado entendemos en des-
viaciones economicistas, establece la
tendencia objetiva de la necesidad de
un Estado cada vez más fuerte, lo
cual entra en contradicción con la
teoría marxista y leninista.
Esta visión exageradamente eco-
nomicista abrevaba, a nuestro en-
tender, en una suerte de “mito del
desarrollo” impulsado desde la so-
cialdemocracia, que tendía a com-
petir más que poner en cuestión la
tendencia al consumismo ilimitado
La renegociación con
los Fondos Buitres y el
sistema financiero
internacional solo
acarrearán una
nueva espiral de
endeudamiento
que pone en serio riesgo
las reservas del país.
7
impuesto por el capitalismo.
El enfoque de Poder Popular, que
considerado en términos gramscia-
nos, significa la ruptura con la hege-
monía político-cultural en la que se
asientan las verdaderas relaciones de
poder del Estado burgués y la cons-
trucción de una contra-hegemonía
popular, es lo que nos permite no
renunciar al salto revolucionario y al
tema del aparato estatal, pero nos
permite pensar en la deconstrucción
de este aparato sin que la misma sig-
nifique una pérdida de poder.
El poder popular no puede ser
tomado sin beneficio de inventario
puesto que existe la concepción de
paternalismo estatal y hegemonis-
mo político.
El enfoque de poder popular nos
permitirá, por ejemplo, construir
espacios crecientes de hegemonía
política, económica y cultural de los
trabajadores, pensar en nuevas for-
mas de propiedad social, que sean
de propiedad y/o gestión obrera y
pensar en modelos de gestión po-
pular de las empresas. Por eso te-
nemos que pasar de formas de po-
der que se sintetizan en desplazar a
la burguesía del aparato del Estado,
a un poder de carácter popular que
se construye antes, durante y después
de la toma y destrucción del poder
estatal burgués, para convertir al su-
jeto popular revolucionario en el ver-
dadero depositario del poder.
Es así que el socialismo del siglo
XXI debe ser entendido como un
fuerte llamado a la sublevación con-
tra la visión estatista no solo en el
tema del ejercicio del poder, sino
también en el tema de la propie-
dad, sin confundir propiedad so-
cial con propiedad estatal.
Como ya se señaló, insistimos en
un programa pos capitalista que se
enfoque en esas formas de propie-
dad, estatal pública, social (de pro-
ducción efectiva no basada en sub-
sidios) y privada.
El ejemplo de la revolución cu-
bana, lo realizado por la misma y
las transformaciones y correcciones
que enfrenta en el presente deben
ser tenidos muy en cuenta.
En este proceso de transición
hacia el comunismo que representa
la sociedad socialista, que avanza
hacia la premisa planteada por Marx
para el comunismo: «De cada cual,
según sus capacidades; a cada cual,
según sus necesidades!», se deberá
ir subordinando también la idea de
igualitarismo vigente en buena par-
te del socialismo del siglo XX.
 En este sentido el tema de una
verdadera igualdad de oportunida-
des debe ser asumido no solo por
vía de la justicia social en términos
económicos, sino sobre la base de
una amplia socialización de los pro-
cesos educativos y culturales, como
lo planteó Fidel Castro en su me-
morable discurso en nuestra Facul-
tad de Derecho en Buenos Aires.
Esto es clave ya que resulta im-
posible separar el concepto de so-
cialismo del de revolución. El ca-
pitalismo, por más herido que se
encuentre en su presente crisis, es la
cumbre que ha alcanzado una so-
ciedad basada en la explotación tan-
to económica como cultural y usa-
rá esta experiencia acumulada para
vender cara su derrota.
La nueva coyuntura abierta en el
país con el triunfo de la derecha
macrista debe ser entendida como
un momento de reformulación de
la política argentina. Se reformula
la derecha, se visibiliza la reformu-
lación del peronismo, y el interro-
gante y el desafío es si podrá refor-
mularse la izquierda para pesar en
el curso de los acontecimientos, si
podrá convertirse en fuerza anima-
dora de un proyecto pos capitalis-
ta, antimperialista o seguirá siendo
un factor que, aun reuniendo enor-
mes méritos de esfuerzo, sacrificio
e incluso martirio, es manejada por
las hegemonías burguesas de dis-
tinto carácter como un factor para
pintar un panorama de la política
burguesa que también “le da” un
lugar a la izquierda.
Creemos necesario y posible pro-
ducir estas transformaciones sobre
la base de un debate programáti-
co que someta a crítica la frustran-
te experiencia del “capitalismo se-
rio” durante su prolongado paso
por el gobierno. Un programa
nacionaly popular de contenido
pos capitalista, con la unidad de
distintas fuerzas de carácter libe-
rador nacional y la necesaria inte-
gración latinoamericana que tras-
cienda el tema económico social y
que acceda al nivel de una coordi-
nación e integración política, para
enfrentar a nivel regional al ene-
migo común que actúa con planes
precisos y el cual debe ser enfren-
tado en cada país y en la región con
un plan de las fuerzas populares.
La premisa
planteada por
Marx para el
comunismo de «de
cada cual, según sus
capacidades, a cada
cual, según sus
necesidades», se
deberá ir
subordinando
también la idea de
igualitarismo
vigente en buena
parte del socialismo
del siglo XX.
8
1 Politólogo. Director del Programa de Educación a Distancia del CCC (PLED).
Argentina 2016: Claves de una derrota
El poder de la crítica y la
crítica del poder
Lo que sigue es un intento de pro-
poner algunos elementos que arro-
jen algo de luz sobre las causas y
las consecuencias de la derrota del
kirchnerismo.
El paso del tiempo permite ver
con mayor claridad algunas cosas
que, en el momento, no siempre
pueden ser percibidas con nitidez.
Espero que estas líneas sean una
contribución a un debate impres-
cindible e impostergable, que to-
davía está a la búsqueda de un es-
pacio donde librarlo constructiva
y fructíferamente. Para ello se im-
pone analizar lo ocurrido, yendo
hasta la raíz de los problemas; lle-
gando hasta el hueso, como dice el
habla popular. No puede haber
contemplaciones ni eufemismos.
Pero la experiencia indica que el
poder erige numerosos obstáculos
a esta empresa. En el caso que nos
ocupa, las críticas intentadas en re-
lación a algunas de las políticas o
decisiones tomadas por el kirchne-
rismo cuando era gobierno trope-
zaban con la réplica de los allega-
dos a la Casa Rosada que decían
que sólo servían para «confundir»
o para «sembrar el desaliento y el
desánimo» entre la militancia. En
algunos casos, ciertos espíritus ex-
cesivamente enfervorizados desce-
rrajaban un disparo mortal: la críti-
ca «le hace el juego a la derecha».
Por consiguiente, aún cuando fue-
ran expresadas con la intención de
mejorar lo que debía mejorarse (y
no con el propósito de debilitar a
un gobierno que se lo apoyaba por
algunas cosas que estaba haciendo
bien) esas críticas, decíamos, esta-
ban condenadas al ostracismo. Sólo
sobrevivían en los pequeños círcu-
los de los amigos, que compartían
la preocupación de quien esto es-
cribe, pero no pasaban de allí. Con-
clusión: no llegaba a los oídos, o a
los ojos, de quien debía llegar y las
posibilidades de corregir un rumbo
equivocado se perdían para siempre.
La voz de orden era, pues, de acom-
pañar el proceso y abstenerse de
formular críticas o, en caso de ha-
cerlo, cuidar que la misma no tras-
cendiera más allá de un insignifi-
cante cenáculo de iniciados.
Si provocar el desánimo con la
crítica era un pecado imperdona-
ble no pareciera ser menos ahora
el «hacer leña del árbol caído», para
decirlo con un aforismo de viaja
data en nuestra lengua. Algunos fa-
náticos consideran una traición
cualquier pretensión de hacer un
balance -lo más realista y equili-
brado posible- de la larga década
kirchnerista una vez que, derrota-
da, Cristina Fernández de Kirchner
volvió al llano y, supuestamente, se
alista para su retorno. Es esto lo
por Atilio A. Boron1
9
que también se señala en una nota
de Mempo Giardinelli aparecida
en estos días en Página/12: «las au-
tocríticas son necesarias aunque a
algunos les moleste y otros cues-
tionen la oportunidad».2 Entre am-
bas consignas –«no desanimar» y «no
hacer leña del árbol caído»- naufraga
la posibilidad de aportar una re-
flexión crítica en torno a una expe-
riencia que, para bien o para mal,
marcó con rasgos indelebles a la
Argentina contemporánea. Razón
demás para examinar lo ocurrido
y, sobre todo, para comprender el
origen de una derrota gratuita, que
pudo ser evitada y que al no serlo
condenó a millones de argentinas y
argentinos a pasar, de nueva cuen-
ta, por los horrores del neolibera-
lismo duro y puro, cosa que ya es-
tamos viendo.
Un pensador revolucionario, an-
ticapitalista, comunista, está obliga-
do por una suerte de juramento
hipocrático a decir la verdad, a cual-
quier precio. La «crítica implacable
de todo lo existente» fue una de las
divisas teóricas y prácticas de Marx
y Engels. Y tras sus huellas, Anto-
nio Gramsci hizo suya la máxima
de Romain Rolland («la verdad es
siempre revolucionaria») y desde
sus años juveniles en L’Ordine Nuo-
vo la redefinió en un sentido colec-
tivo: «decir la verdad y llegar juntos
a la verdad», como acertadamente
lo recordara Francisco Fernández
Buey.3 Una crítica que es fundamen-
tal para examinar los errores y para,
aprendiendo de los mismos, ase-
gurarnos que no vuelvan a ser co-
metidos en el futuro. La historia si-
gue su curso y seguramente habrá
nuevas instancias en donde las cla-
ses populares se enfrenten a alter-
nativas similares a las que se vivie-
ron en los años del kirchnerismo.
Por eso es preciso el análisis y la
crítica, el diagnóstico certero y la
propuesta superadora. Una verdad
construida entre todos. De lo con-
trario, si persistiéramos en confor-
marnos con el relato oficial, las
explicaciones convencionales y las
ilusiones y fantasías con las cuales se
pavimentó el camino del fracaso es-
taríamos fatalmente condenados a
la eterna repetición de lo ya vivido.
Los hechos
Partamos del reconocimiento de
algunos hechos básicos. Primero
que nada, admitir que no ganó Cam-
biemos sino que perdió el Frente para
la Victoria. Ningún gobierno pero-
nista pierde una elección nacional,
y menos por poco más de dos
puntos porcentuales. Eso no exis-
te en el ADN del peronismo. Si
tal cosa ocurrió fue por una insa-
lubre mezcla de diagnósticos equi-
vocados, pasividad de la dirigen-
cia (que no militó la candidatura
de Scioli ni aseguró la presencia de
fiscales en las mesas electorales, in-
creíblemente ausentes en distritos
de nutrida votación peronista) y so-
berbia presidencial.
El resultado de esta nefasta com-
binación de factores fue la mayor
derrota jamás sufrida por el pero-
nismo a lo largo de toda su historia.
Siendo gobierno perdió la nación,
la provincia de Buenos Aires y no
pudo conquistar a la ciudad de Bue-
nos Aires. También perdió Mendo-
za y Jujuy, antes había perdido el
otro bastión histórico del peronis-
mo: la provincia de Santa Fe, y nun-
ca pudo hacer pie en Córdoba.
Algunos replicarían diciendo que
Ítalo Luder fue desairado en las
presidenciales de 1983, cuando a la
salida de la dictadura Raúl R. Al-
fonsín se alzó con la victoria. Pero
Luder no era gobierno; aspiraba a
serlo pero no estaba en la Casa
Rosada. No ganó, pero no perdió
nada porque nada había ganado. Lo
2 «Paisaje después de la batalla y la autocrítica que falta», en http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-288716-2015-12-21.html
Hasta donde yo sé es la primera exigencia frontal de una autocrítica publicada en un medio gráfico kirchnerista. No he visto ni escuchado
nada igual en la radio y la televisión. Comparto el 95 por ciento de lo que dice Giardinelli, excepto su sobrevaloración de los éxitos
económicos del kirchnerismo y mucho menos aquello de que «estos 12 años fueron una fiesta para vastos sectores populares.» Ojalá que
su ejemplo se multiplique.
3 Francisco Fernández Buey, «La política como ética de lo colectivo», en F. Álvarez Uría (Comp.) Neoliberalismo versus democracia
(Madrid: Las Ediciones de La Piqueta, 1988) pp. 26-40.
10
ocurrido con Cristina Fernández de
Kirchner, en cambio, no tiene pre-
cedentes en la historia del peronis-
mo. Este había sido desalojado del
poder por la vía del golpe militar
en dos oportunidades: 1955 y 1976.
El peronismo en su versión mene-
mista fue vapuleado en 1999 por
la Alianza, pero en esta participaba
otra versión del peronismo, el Fre-
paso. Y, además, si bien Eduardo
Duhalde se vio postergado por el
imperturbable Fernando de la Rúa,
el Partido Justicialista retuvo el bas-
tión histórico del peronismo: la cru-
cial provinciade Buenos Aires, im-
poniendo la candidatura de Carlos
Ruckauf. Ahora, en cambio, se per-
dió todo. Y tal como ocurriera en
1955 y 1976, las estructuras dirigen-
tes del peronismo -en este caso el
Frente para la Victoria, La Cám-
pora, Unidos y Organizados, el
Partido Justicialista y la CGT ofi-
cial- fueron fieles a la tradición y se
borraron antes de la partida decisi-
va. Una deplorable recurrencia his-
tórica que no debiera pasar des-
apercibida para quienes aspiran re-
construir un gran frente opositor
con esos mismos componentes.
Ante una catástrofe política de
estas proporciones, que siguiendo
una vieja práctica muchas figuras del
kirchnerismo han procurado mini-
mizar, se impone la necesidad de
aprender de la experiencia y de iden-
tificar las causas de lo ocurrido. No
se trata aquí de atribuir culpas, ca-
tegoría teológica ajena al materia-
lismo histórico, sino de ponderar y
asignar responsabilidades. Y en este
terreno la responsabilidad principal,
aunque no exclusiva, le cabe a la jefa
indiscutida del movimiento, algo
también señalado en la nota de
Giardinelli. Fue CFK quien armó
la fórmula presidencial, las listas de
legisladores nacionales y provincia-
les, designó a los candidatos a las
gobernaciones y las intendencias y
hasta la última semana de la cam-
paña estableció el tono de la mis-
ma. No estamos diciendo nada
nuevo sino simplemente reprodu-
ciendo lo que, en voz baja, mur-
muran kirchneristas «de paladar
negro», contrariados y disgustados
por la suicida arbitrariedad de su
jefa. La responsabilidad de Cristi-
na, por lo tanto es enorme, pero
no es exclusiva. No es mucho me-
nor la que recae sobre el «entorno»
presidencial: ministros, asesores,
hombres y mujeres de confianza
que incumplieron su obligación de
informarle con veracidad y adver-
tirle del curso autodestructivo de
algunas de sus decisiones. Su mi-
sión era señalarle que, por ese rum-
bo, el proyecto se encaminaba ha-
cia una derrota histórica. No quiero
ser injusto porque me consta que
hubo quienes, en ese entorno, trata-
ron de hacer llegar la voz de alar-
ma. Pero la arrolladora personali-
dad de Cristina y su sordera políti-
ca hicieron imposible la transmisión
de ese mensaje, y su círculo inme-
diato fracasó en evitar el desastre.
Puede llamar la atención la gravi-
tación que se le atribuye en este aná-
lisis al «estilo personal de gobernar»
de la ex presidenta. Apelo a esta
expresión forjada por un gran in-
telectual mexicano, Daniel Cosío
Villegas, quien la utilizara en su es-
tudio sobre el sexenio del presiden-
te Luis Echeverría Álvarez en Méxi-
co (1970-1976). En las páginas ini-
ciales nuestro autor dice algo que
se ajusta bastante bien a lo ocurri-
do en la Argentina durante el go-
bierno de CFK. Dice Cosío Ville-
gas que «puesto que el presidente
de México tiene un poder inmen-
so, es inevitable que lo ejerza per-
sonal y no institucionalmente, o sea
que resulta fatal que la persona del
presidente le dé a su gobierno un
sello peculiar, hasta inconfundible.
Es decir, que el temperamento, el
carácter, las simpatías y las diferen-
cias, la educación y la experiencia
personales influirán de un modo cla-
ro en toda su vida pública y, por lo
tanto, en sus actos de gobierno».4
Reemplácese México por Argenti-
na (con la salvedad hecha en la nota
al pie) y el diagnóstico conserva
toda su validez para describir la
gestión de CFK y su personalísimo
estilo de gobernar, con sus virtu-
des y sus defectos, sobre todo para
sortear las trampas de la coyuntu-
ra política. Estilo personalísimo
exaltado por sus seguidores como
4 El estilo personal de gobernar (México, Cuadernos de Joaquín Mortiz, 1974). Me limitaría a señalar que el poder de la presidencia en la
11
el corolario inexorable de su in-
discutible liderazgo del movimien-
to nacional justicialista y vilipendia-
do por sus críticos como un atro-
pello a los principios fundamenta-
les del orden republicano.5
Volveremos sobre este asunto
hacia el final de este ensayo. Lo cier-
to es que el resultado de esta de-
rrota fue la irrupción en las alturas
del estado argentino de una coali-
ción de derecha, Cambiemos, cuya
columna vertebral es el PRO, un
partido auspiciado por diversas
agencias federales del gobierno de
Estados Unidos –como la NED,
el Fondo Nacional para la Demo-
cracia; o la USAID, y otras por el
estilo- o por ONGs internaciona-
les que actúan eficaz -si bien indi-
rectamente- en la región a través
de la mediación de dos lenguara-
ces hispanoparlantes: José M. Az-
nar, desde España y Álvaro Uribe
en Colombia. Son ellos a quienes
el imperio les asignó la tarea de co-
ordinar y administrar financiera-
mente el proyecto de reinstalar a la
derecha en el poder en la región,
para lo cual promovieron la mo-
dernización de las arcaicas derechas
latinoamericanas, renovaron sus
vetustos cuadros y estilos comuni-
cacionales y desplegaron una feno-
menal campaña de articulación con-
tinental de medios de prensa que,
con tono invariablemente mono-
corde hostigan a los gobiernos de
izquierda o progresistas de la región
a la vez que ensalzan los grandes
logros democráticos y sociales de
México, Colombia, Perú o Chile.
En la pasada elección presidencial
los estrategas de Cambiemos se las in-
geniaron para aglutinar en torno a
su candidato a políticos y militan-
tes procedentes del peronismo y, en
gran medida, de la casi difunta
Unión Cívica Radical. Dado lo an-
terior Cambiemos será un hueso duro
de roer para los sectores populares
en la Argentina porque a diferencia
de sus predecesores cuenta con el
apoyo de una poderosa coalición
conformada por la clase dominante
local, la oligarquía mediática, «la
embajada» y el capital internacional.
No hay que equivocarse. Cambiemos
es mucho más que un conglome-
rado meramente local; es la expre-
sión nacional de la contraofensiva
del imperialismo; es su bien afilada
punta de lanza utilizada para cortar
de cuajo el eje Buenos Aires-Cara-
cas. A diferencia de lo que ocurría
en el pasado, en la actualidad Ar-
gentina se ha convertido en una pie-
za importante en el tablero geopo-
lítico del hemisferio cuyo control
Estados Unidos ansía recuperar lo
antes posible. Una Argentina que
asuma integralmente, como lo ha
hecho el nuevo presidente, la agen-
da de Estados Unidos para la re-
gión (agredir a Venezuela, cosa que
hizo en la reunión de presidentes
del Mercosur en Asunción; enfriar
las relaciones con Bolivia, Cuba y
Ecuador; tomar distancia de China
y Rusia; apoyar la fantasmagórica
Alianza del Pacífico y el Tratado
Trans Pacífico; «reformatear» en
clave ultraneoliberal al Mercosur;
sabotear a la UNASUR y a la CE-
LAC, etcétera) es una valiosa ayuda
en una coyuntura internacional tan
erizada de peligros como la actual.
No sólo para facilitar la erosión de
la Revolución Bolivariana en Vene-
zuela, como se comprobó en las
elecciones que tuvieron lugar en ese
país el pasado 6 de Diciembre, sino
también para aumentar la presión
destituyente sobre Dilma Rousse-
ff. El expresidente brasileño Fernan-
do H. Cardoso había anticipado, a
comienzos de Noviembre, que un
triunfo de Macri facilitaría el des-
plazamiento de Dilma.6 Y eso es lo
Argentina nunca fue tan inmenso como en México debido a que nuestro estado, por comparación al mexicano, es más débil. Ese
«emperador sexenal» del que hablaba el estudioso mexicano nunca existió con esa fuerza en la tradición presidencialista argentina.
5 No puedo dejar de anotar que muchos de los sedicentes cultores del republicanismo conservador (porque hay otro, popular y de raíz
maquiaveliana) han guardado un escandaloso silencio ante los atropellos a la división de poderes del gobierno de Mauricio Macri al
pretender designar dos ministros de la Corte Suprema sin la aprobación del Senado o hacer uso abusivo de los Decretos de Necesidad y
Urgencia. Como siempre, la derecha, aquí y en todo el mundo, tiene dos estándares éticos: uno para los amigos, otro para los enemigos.
¡Y después tiene la desfachatez de acusar a estos últimos de «fomentar la división de la familia argentina» o de abrir «lagrieta»!
6 Cf. «El resultado en los comicios argentinos me animó mucho», en La Nación, Domingo 1 de Noviembre 2015 http://
www.lanacion.com.ar/1841627-el-resultado-en-los-comicios-argentinos-me-animo-mucho.
12
que ha venido ocurriendo. Por eso
la Argentina ha adquirido ante los
ojos de Washington una importan-
cia que, me atrevería a decir, jamás
había tenido antes. Cierra el perver-
so triángulo, hasta ahora incomple-
to, con Aznar y Uribe; debilita a
Maduro y facilita la destitución de
Dilma y dispara en la línea de flo-
tación de la UNASUR y la CE-
LAC. Por eso los voceros del im-
perio, aquí y allá, han prometido una
ayuda financiera muy significativa
para «bancar» los primeros meses
del gobierno de Macri y colaborar
con él en su cruzada restauradora.
Y hasta ahora han cumplido y nada
hace suponer que Washington
abandonará esta postura en los
próximos años.7
Interpretaciones
La del kirchnerismo es la prime-
ra derrota de un gobierno progre-
sista o de centroizquierda en Lati-
noamérica desde el triunfo iniciáti-
co de Chávez en Diciembre 1998.
Hacía tiempo que muchos obser-
vadores venían pronosticando un
«fin de ciclo» progresista. ¿Será el
triunfo de Macri el punto de no
retorno de un proceso involutivo
regional, o se trata tan sólo de un
traspié, de un retroceso temporario?8
Difícil de prever, aunque dejo sen-
tada mi discrepancia con muchos
diagnósticos catastrofistas. Dejemos
por ahora esta discusión de lado
para adentrarnos en la explicación
de la derrota. En este terreno es ne-
cesario distinguir dos órdenes de
factores causales: algunos de carác-
ter económico, más mediatos y ge-
nerales, resultantes de ciertas decisio-
nes macroeconómicas tomadas por
el gobierno de CFK que debilitaron
su fortaleza electoral; y otros, mu-
cho más inmediatos y vinculados a
la campaña electoral.
a) Las causas mediatas
La tan mentada «profundización
del modelo» quedó a medio cami-
no. Más allá de la nebulosa que ro-
deaba esa consigna, y que la torna-
ba incomprensible para muchos, lo
cierto es que esa profundización,
seguramente por el costado de una
mayor redistribución de riqueza e
ingresos, control de los oligopolios,
reforma tributaria, estricta regula-
ción del comercio exterior y de los
flujos financieros, entre otras ma-
terias, no tuvo lugar. Esto no equi-
vale a desconocer los importantes
cambios que hubo en la sociedad y
la economía argentinas, muchos de
ellos importantes y positivos aun-
que otros no tanto. Desgraciada-
mente, las pesadas herencias del
neoliberalismo siguieron haciéndose
notar durante los años del kirchne-
rismo, en algunos casos de forma
un tanto atenuada. Pero lo que que-
dó en pie –la debilidad del estado
y su reducida capacidad para regu-
lar mercados y corporaciones, la
precarización laboral, la inequidad
tributaria, la extranjerización de la
economía, la vulnerabilidad exter-
na- es más que suficiente como
para descartar las fantasías alen-
tadas por algunos aplaudidores
oficiales y que aseguraban que paí-
ses como la Argentina o el Brasil
habían entrado en las serenas
aguas del «posneoliberalismo.»
Ojalá hubiera sido cierto, porque no
estaríamos como estamos en estos
dos países.
Pero no es la intención de estas
líneas analizar al modelo económi-
co del kirchnerismo. Sí quiero lla-
mar la atención sobre algunos com-
ponentes de su política económica
que impactaron negativamente so-
bre el electorado kirchnerista.
En primer lugar la inflación, que
devaluó la enorme inversión social
realizada por el gobierno y castigó
sobre todo a los sectores popula-
res, cosa archisabida en la experien-
cia argentina. Se demoró mucho
tiempo en iniciar un combate, que
recién lo lanza el ministro Axel Ki-
cilloff con el programa «Precios
Cuidados» y que obtuvo un éxito
7 Basta observar el comportamiento de los grandes capitalistas locales e internacionales cuando el gobierno de Macri decidió poner fin
al «cepo cambiario»: el dólar se cotizó el Martes 22 de Diciembre, cuatro días después de su liberación, a poco más de 13 pesos por dólar.
Si esto lo hubiera hecho CFK la ofensiva especulativa seguramente lo hubiera proyectado a los 20 pesos por dólar, o más.
8 Sobre este tema recomiendo la lectura de la magnífica compilación hecha por ALAI: http://www.alainet.org/es/revistas/510.
13
nada desdeñable. Se cayó en el cra-
so error de pensar que cualquier
política antiinflacionaria debería ine-
vitablemente ser de cuño neolibe-
ral. Y la inflación -encima de todo
pésimamente medida por el IN-
DEC y peor anunciada mes a mes
por el gobierno- carcomió sin pausa
los bolsillos populares y, peor aún,
la credibilidad de un gobierno que
propalaba cifras que no eran creí-
bles y que provocaban una mezcla
de sarcasmo y furia entre los más
pobres, los más afectados por el
continua alza de los precios. La apo-
teosis llegó pocos meses antes de
las elecciones cuando el Jefe de
Gabinete aseveró que los índices de
pobreza de la Argentina (5 %) eran
inferiores a los de Alemania, lo cual
acentuó aún más la bajísima credi-
bilidad que tenían las estadísticas
oficiales. Así, mientras el gobierno
alardeaba con índices anuales de
inflación en el orden del 10 % el
Ministerio de Trabajo homologa-
ba convenios colectivos, pactado
entre sindicatos y la patronal, con
aumentos salariales que oscilaban en
torno al 28 %, en un tácito recono-
cimiento de cuál era la realidad de
la inflación en la Argentina. Una
eficaz política antiinflacionaria, he-
terodoxa, hubiera evitado ese des-
gaste económico y político. Pero
para ello era preciso hincar el dien-
te sobre la concentración oligopó-
lica de los formadores de precios
de la economía argentina, algo que
el kirchnerismo no quiso, no pudo
o no supo hacer.
En segundo lugar, el empecina-
miento de la Casa Rosada en man-
tener ese absurdo impuesto deno-
minado «Ganancias» y que pagan los
trabajadores (un poco) mejor re-
munerados. Su sólo nombre, «Ga-
nancias», de por sí equivale a una
provocación porque se aplica a suel-
dos y salarios, no a la rentabilidad
de las empresas. Pese a los incesan-
tes y unánimes reclamos exigiendo
la derogación de tan impopular tri-
buto, que para colmo al no ajustar-
se el mínimo no imponible por la
inflación abarcaba a un número cada
vez mayor de contribuyentes cauti-
vos, este impuesto fue caprichosa-
mente sostenido por el gobierno.
Cifras oficiales confirman que en el
año 2014, pagaron este impuesto
poco más de un millón de asalaria-
dos, o el 11 % de los trabajadores
registrados («en blanco») que había
ese año en la Argentina. ¿Quiénes
fueron, más específicamente, los
afectados? Principalmente a los vo-
tantes del kirchnerismo, reclutados
entre las capas medias (profesiona-
les, maestros, empleados de comer-
cio, de la administración pública,
etcétera) y los niveles superiores de
la clase obrera, que veían injusta-
mente recortados sus ingresos
mientras que las grandes fortunas y
los grandes capitales encontraban
numerosos resquicios legales para
eludir el pago de impuestos. O,
como en el caso de los jueces y los
trabajadores empleados en el sector
judicial, que estaban exceptuados por
ley del pago de ese tributo. En suma:
inflación más ganancias fueron de-
cisivos a la hora de recortar la base
social del kirchnerismo y, tal vez en
mayor medida aún, en aplacar el en-
tusiasmo militante de años anterio-
res o desatar un sordo resentimien-
to que, poco después, se expresa-
ría en las urnas.
Tercero: el dólar. En efecto, la in-
troducción de las restricciones a la
compra de dólares golpeó fuerte-
mente a los sectores medios, ma-
yoritariamente volcados a favor de
CFK en las elecciones presidencia-
les del 2011. Con las limitaciones
establecidas por el gobierno en los
últimos cuatro años –en lo que la
prensa hegemónica no tardó en ca-
racterizar como el «cepo cambia-
rio»- aquellas capas y clases socia-
les intermedias se encontraron sin
capacidad de ahorrar en dólares,
en un país en donde la inflación
crónica no ofrece demasiados ins-
trumentos de ahorro fuera del dó-
lar y en donde automóviles, vivien-
das y la tierrase cotizan abiertamen-
te en dólares. Esto dificultó, a ve-
ces hasta impidió, que muchos vo-
tantes del kirchnerismo pudieran
acceder a las pequeñas cantidades
de dólares con las que procuraban
juntar el dinero para entrar en un
plan de pagos de un pequeño de-
partamento, para adquirir un auto-
móvil, para no mencionar sino ejem-
plos bien conocidos de estos pro-
blemas. El «cepo», en cambio, no
perjudicó en lo más mínimo a las
grandes fortunas o a las grandes
empresas, que siguieron adquirien-
do y fugando dólares sin dificulta-
des. Se calcula que en los últimos
diez años salieron del país 100.000
millones de dólares, y no precisa-
mente fugados por los pequeños
ahorristas. Esta absurda restricción,
cuyos efectos recesivos saltan a la
vista habida cuenta del elevado gra-
do de internacionalización de los
14
procesos productivos en la Argen-
tina, podría haberse evitado intro-
duciendo rigurosas regulaciones en
el comercio exterior. Téngase pre-
sente que este país exportó, unos
60.000 millones de dólares como
promedio anual entre el 2002 y el
2014, con picos en torno a los
80.000 millones, de modo que mal
se podría decir que «no había dó-
lares.» Los había, pero en manos
de un pequeño círculo de expor-
tadores, principalmente agrope-
cuarios y mineros. Regulaciones,
decíamos, tal como las que en los
años cuarenta introdujera Juan D.
Perón enfrentado a una situación
similar, claro que con las necesarias
actualizaciones exigidas por la nue-
va fase del desarrollo capitalista.
Pero no se hizo, de ahí la restricción
en el mercado cambiario y sus ne-
fastas consecuencias políticas.
b) Causas inmediatas: el inter-
minable catálogo de errores de
campaña
A los factores señalados más arri-
ba se sumaron una serie de graves
errores cometidos antes y durante
la campaña electoral del oficialismo.
Antes, en efecto, al haber com-
batido ferozmente a quien a la pos-
tre sería el único candidato viable,
posible, presentable que tenía el kir-
chnerismo. No era el preferido por
las bases kirchneristas, pero no ha-
bía otro. Me refiero, naturalmen-
te, a Daniel Scioli. No sólo Cris-
tina Fernández de Kirchner no
perdió ocasión de humillarlo y hos-
tigarlo durante ocho años, casi has-
ta las semanas finales de la campa-
ña cuando la suerte estaba echada,
sino que el entorno presidencial se
solazó en hacer lo propio, en una
especie de demencial competencia
para ver quien disparaba los dar-
dos más afilados y mortíferos con-
tra el único político que podía ha-
berles evitado la debacle. Pocas
veces se vio una demostración de
estupidez política tan grande como
la que los argentinos presenciamos
este año. Y el tema venía de antes,
porque a nadie se le escapa que la
prodigalidad con que CFK trans-
fería fondos a otras provincias –
sobre todo a Santa Cruz, de nula
gravitación electoral- no se repetía
en el crucial caso de la provincia de
Buenos Aires, histórico bastión del
peronismo que no debía rifarse en
una absurda pugna para evitar que
Scioli se presentase en la carrera por
la presidencia. La lógica, para lla-
marla de algún modo, parecía ser
la siguiente: si no hay otro candida-
to entonces que sea Scioli, pero si
es Scioli que llegue con lo justo, no
sea cosa que acumule demasiado
poder. Y si llega a la Casa Rosada -
¡en ningún caso con más del 54 %
de los votos que obtuvo CFK en
2011!-, y que quede claro que lle-
gó gracias a la presidenta. Pero el
asunto era mucho más complica-
do y desafiaba esas simplistas
elucubraciones. Ya en las legislati-
vas del 2009 Francisco de Nar-
váez había derrotado al FpV en la
provincia, ¡a una lista encabezada
nada menos que por Néstor Kir-
chner y Daniel Scioli! La formida-
ble elección de Cristina en el 2011
repotenció la soberbia oficial, y
muchos cayeron en la ilusión de
una provincia de Buenos Aires eter-
namente kirchnerista. La elección
parlamentaria del 2013 propinó un
golpe durísimo a esas ensoñacio-
nes: victoria de Sergio Massa con
44 % de los votos y derrumbe de
la estrategia oficial de alcanzar la
reforma constitucional que habili-
tara la «re-re» de CFK. La derrota
del 2015 en la provincia, por lo
tanto, no fue un rayo en un día
sereno. Estaba en el horizonte de
lo posible, pero la ceguera del
oficialismo no se percataba de
ello. Se veía venir, pero como dice
la sabiduría popular, «una cosa es
verla venir y otra mandarla a lla-
mar.» Bastaba para ello con algún
pequeño paso en falso. En lugar de
uno fueron varios, como veremos
a continuación.
Segundo. Los dioses parecían son-
reírle al kirchnerismo cuando Mar-
tín Lousteau irrumpió inesperada-
mente en la elección por la jefatura
de gobierno de la Ciudad de Bue-
nos Aires obligando al candidato
macrista, Horacio Rodríguez La-
rreta, que no pudo ganar en pri-
mera vuelta, a enfrentar un amena-
zante balotaje. En ese momento la
carrera presidencial de Macri pen-
día de un delgado hilo porque si
Lousteau, a la cabeza de un hetero-
géneo conglomerado de fuerzas,
lograba arrebatarle la CABA al
macrismo el futuro del jefe políti-
co del PRO entraría en un cono de
sombras del cual le sería extrema-
damente difícil salir para las presi-
denciales de octubre. Sin embargo,
en lugar de sumar fuerzas para lo-
grar la estratégica derrota del PRO
en la ciudad capital de la Argentina
la conducción del FpV se refugió
en un discurso fundamentalista y
15
bajo el argumento que uno y el
otro eran iguales, que Lousteau era
lo mismo que Rodríguez Larreta,
se abstuvieron de orientar a sus se-
guidores para que apoyaran a aquél
para, de ese modo, descargar un
golpe de nocaut al macrismo. Una
parte importante de la militancia y
seguidores del FpV hizo caso omiso
de la directiva de sus líderes y en-
tendió mejor que ellos como era la
jugada y que el voto táctico por
Lousteau era lo que correspondía
hacer. Una vez más la base superó
en inteligencia política a la conduc-
ción. Pero, desgraciadamente, la
vacilación de la Casa Rosada hizo
que este último esfuerzo no fuera
suficiente y el macrismo se impuso
por apenas un 3 % de los votos,
siendo derrotado en 9 de las 15
comunas en que se divide la ciu-
dad de Buenos Aires. Como es bien
sabido, hay notables paralelismos
entre la lucha militar y la lucha po-
lítica. Sun Tzu, el padre de la estra-
tegia militar desde el siglo V antes
de Cristo, recomienda, en su nota-
ble El Arte de la Guerra, que se «ata-
que al enemigo cuando no está pre-
parado, y aparezca allí donde no
es esperado. Para un estratega és-
tas son las claves de la victoria.» Los
mariscales del FpV parece que no
lo leyeron. Si lo hubieran leído y
aplicado las enseñanzas del gran ge-
neral chino a la coyuntura del balo-
taje porteño probablemente la situa-
ción de la Argentina, y de América
Latina, sería hoy bien diferente.
Tercero, luego de algunos titu-
beos se optó por completar la fór-
mula presidencial con la candida-
tura de Carlos Zannini como vice.
No fue Scioli quien eligió a su com-
pañero sino CFK quien, por su
cuenta o pésimamente asesorada,
impuso a su hombre de la más es-
tricta confianza con la misión de
asegurar que, en la ya descartada
exitosa sucesión presidencial, Scioli
no se desviaría del rumbo trazado
por la presidenta y sería, en efecto,
el candidato «del proyecto» y ma-
nejado a control remoto por ella.
No bastaba para asegurar la sumi-
sión de Scioli al liderazgo tras bam-
balinas de CFK la nutrida presen-
cia de diputados y senadores kir-
chneristas en el Congreso, o el ya
descontado control de la estratégi-
ca provincia de Buenos Aires. En
el enrarecido microclima de la Casa
Rosada prevalecía la obsesión por
garantizar la total obediencia del
seguro sucesor de Cristina impo-
niendo el nombre del vicepresiden-
te, ignorando, por lo visto, que este
cargo es poco menos que ornamen-
tal y de carácter eminentemente de-
corativo en regímenes presidencia-
listas como los de Latinoamérica.
Y esto no sólo en nuestros países:
¿quién se acuerda de los nombres
de los vicepresidentes recientes de
Estados Unidos? ¿Alguien podría
identificar a Joe Biden, actual vice
de Obama, en una fotografía? En
síntesis:un gesto absurdo y gratui-
to. Esta fórmula, «kirchnerista pura»
apaciguaba seguramente la ardien-
te incertidumbre del entorno, pero
tenía un fatal talón de Aquiles cuyo
ominoso desenlace se pondría en
evidencia en la primera vuelta de la
elección presidencial cuando obtu-
vo dos puntos menos que los ob-
tenidos en las PASO (elecciones
primarias, abiertas, simultáneas y
obligatorias). La esperanza de su-
perar el umbral del 40 % de los
votos y obtener más de 10 puntos
porcentuales de diferencia con
Macri probó ser una ingenua ilu-
sión -alimentada ¿inocentemente?
por los encuestólogos- y la razón
es clarísima: la fórmula carecía de
capacidad expansiva, no incorpo-
raba un solo votante más, no cap-
taba absolutamente ningún elector
independiente o indeciso, por más
que simpatizase en general con las
políticas del kirchnerismo o se sin-
tiera atraído por su solidaridad con
Chávez, Maduro, Evo, Correa o la
Revolución Cubana y, por lo tanto,
carecía de potencialidad de creci-
miento. Un error mayúsculo que
podría haber sido evitado si Scioli
elegía (él, no Cristina) un compa-
ñero de fórmula si no atractivo al
menos digerible para otros secto-
res que no fueran los «cristinistas».
Y había varios que podían haberlo
acompañado.
Cuarto error: la obcecación por
imponer como candidato a gober-
nador por la provincia de Buenos
Aires al por entonces Jefe de Ga-
binete de Ministros de CFK, Aní-
bal Fernández. Este era un hombre
que tenía el más elevado nivel de
rechazo en la provincia y su ladero
en la fórmula, Martín Sabatella, era
el segundo más rechazado. No in-
teresa, para los fines de este análi-
sis, discernir cuáles eran los funda-
mentos de estos rechazos, si obe-
decían a problemas reales o a una
pertinaz campaña mediática, que a
mi juicio fue determinante. Lo cier-
to es que esta surtió efecto, pero la
16
Casa Rosada no extrajo las correc-
tas consecuencias del caso. La fór-
mula Fernández-Sabatella también
irritó a muchos sectores del pero-
nismo bonaerense (que no ahorra-
ron municiones en el «fuego ami-
go» a la cual la sometieron). Por lo
tanto, rechazo a nivel de la opinión
pública y también en los cuadros
del PJ. Resultado: se socavó el apo-
yo a Scioli y dejó servido en ban-
deja para el macrismo el principal
distrito del país. Algunos informan-
tes muy calificados dicen sotto voce
que el Papa Francisco habría asegu-
rado un discreto apoyo al sciolismo
(cosa que lo hizo, elípticamente, al
declarar poco antes de la elección,
«Voten a conciencia, ya saben lo que
pienso») y sugerido la conveniencia
de que un hombre como Julián
Domínguez, muy allegado a la Igle-
sia y su obra pastoral en el conurba-
no bonaerense, fuese el candidato a
gobernador. Aparentemente la Casa
Rosada tenía otras prioridades y su
pedido fue desoído.
Quinto, el interminable internis-
mo al interior del kirchnerismo, o
como lo denominaran algunas de
sus víctimas, «el fuego amigo.» In-
numerables ejemplos demuestran
los alcances a que llegó ese proce-
so. Un día Scioli hace duros plan-
teos en relación al FMI, y al día si-
guiente el Ministro de Economía
Axel Kicillof aparece en una foto
de lo más amable con la Directora
Gerente del FMI, la Sra. Christine
Lagarde. Un grupo de La Cámpo-
ra instala una sombrilla en una es-
quina porteña y reparte volantes con
la lista de los candidatos a diputa-
dos por el FpV, sin incluir referen-
cia alguna a Scioli. En la esquina de
enfrente, la «ola naranja» del sciolis-
mo instala otra mesa y sombrilla y
volantea a favor de Scioli, ningu-
neando a los candidatos a diputa-
dos de la misma agrupación polí-
tica. O se hacen ¡dos actos de cie-
rre de campaña en el Luna Park:
uno para la lista de los diputados y
otro para Scioli! Difícil convencer
a la gente que vote a un espacio po-
lítico surcado por contradicciones
tan flagrantes.
Sexto y último (aunque se podría
seguir con muchos otros ejemplos
de este tipo): contrariamente a todo
lo que indican los estudios sobre el
tema, el kirchnerismo adoptó un
estilo de campaña negativa que,
desde la derrota de Pinochet en el
referendo de 1980, cayó comple-
tamente en desuso y no por razo-
nes éticas sino porque sencillamen-
te no funciona y termina convirtién-
dose en un boomerang. Pinochet
lanzó una campaña de ese tipo con-
tra los partidos herederos de la
Unidad Popular de Allende, y per-
dió categóricamente. A partir de ese
momento los estudios sobre las
campañas políticas coincidieron en
señalar los muy limitados alcances
y los peligros de una campaña
montada sobre la satanización del
adversario. De hecho, la imagen que
transmitió Scioli era la de un hom-
bre cuya única misión era demos-
trar lo malo que era Macri, lo per-
nicioso que sería su gobierno y su
inconmovible e incondicional de-
fensa de Cristina. Su campaña esta-
ba dirigida hacia atrás, a defender
la «década ganada» y no a propo-
ner cuáles serían los lineamientos
generales de su programa de go-
bierno. No había el menor atisbo
de que su comando de campaña
hubiese percibido que vastos sec-
tores de la sociedad querían un cam-
bio, cosa que los astutos planifica-
dores estratégicos de Cambiemos ad-
virtieron con mucha antelación. Es
cierto: había un absurdo que fo-
mentaba una actitud negligente en
relación a esta demanda de cam-
bio porque, cuando consultada, la
mayoría no sabía qué era lo que
quería cambiar y en qué dirección
impulsar el cambio. Pera esa de-
manda: oscura, visceral, mezcla de
aburrimiento y de hastío pero me-
diáticamente formateada estaba allí
y había que tener una respuesta. El
sciolismo no la tuvo. Sólo después
del debate con Macri, el domingo
15 de Noviembre y a una semana
del balotaje, Scioli empezó a asu-
mir esta necesidad de cambio y des-
marcarse de la tutela de Cristina.
Pero ya era demasiado tarde.
Dificultades del cálculo y la
previsión políticas
A todo lo anterior es preciso
agregar algunos otros factores que
coadyudaron para producir la de-
bacle del 22-N. El ya mencionado
abandono del que fue víctima Scio-
li por parte de las organizaciones del
kirchnerismo es uno de ellos. Otro,
sin duda, fue la caprichosa política
seguida en relación a la provincia de
Córdoba y que tuvo como efecto
la devastadora derrota de Scioli a
manos de su oponente, que en ese
distrito obtuvo la ventaja decisiva
17
para asegurar su victoria. Hay quie-
nes en el FpV sostienen que la pa-
sividad con que el oficialismo en-
frentó el desafío electoral obede-
cía al cálculo ya mencionado: ase-
gurar un triunfo de Scioli pero ajus-
tado, jamás superior al 54 % obte-
nido por CFK en el 2011. De no
ser posible la victoria del oficialis-
mo, un triunfo de Macri no sería
visto con demasiada preocupación
porque las bancadas del FpV en el
Congreso y la gravitación del go-
bierno de la provincia de Buenos
Aires serían suficientes para estable-
cer límites muy estrictos a lo que
pudiera hacer el candidato de Cam-
biemos si resultara vencedor de la
contienda. En los dos casos el su-
puesto era que ambos gobiernos
serían de corta duración y facilita-
rían el triunfal retorno de CFK a la
Casa Rosada, emulando una rota-
ción como la que había retornado
a Michelle Bachelet a La Moneda
luego del interludio de Sebastián
Piñera. Pero algunas mentes afie-
bradas iban más lejos y creían que
no sería necesario esperar cuatro
años ya que el deterioro tanto de
Scioli como de Macri se produci-
ría en dos años como máximo. Por
supuesto, dada la elevada volatili-
dad de la política argentina son muy
pocas las hipótesis que pueden ser
descartadas de antemano pero, has-
ta ahora, lo que ocurrió parecería
desbaratar sin clemencia estos pro-
nósticos y esto por dos razones:
uno, porque la lealtad de los miem-
bros del Congreso ha sido tradi-
cionalmente muy vulnerable a la
influencia de la Casa Rosada y los
gobernadores provinciales, siem-
pre necesitados del auxilio finan-
ciero que sólo aquella puede pres-
tar y que puede torcer las volunta-
des más firmes de diputados y se-
nadores. No es lo mismo jurar leal-
tad a Cristina cuando ella está en la
Casa Rosada y cuando está en El
Calafate.Y segundo porque, ade-
más, el refugio estratégico que
ofrecía la provincia de Buenos Ai-
res para capear el transitorio tem-
poral político en el plano nacional
quedó sepultado bajo el inespera-
do aluvión de votos que catapultó a
María Eugenia Vidal a la goberna-
ción bonaerense.
Dado este cúmulo de errores,
notable por su número y su cali-
dad, surge de inmediato la pregunta
acerca de cómo fue entonces posi-
ble que Scioli terminara el balotaje
con casi un 49 % de los votos. La
respuesta es la siguiente: ante el re-
sultado del debate que tuvo lugar
una semana antes de la segunda
vuelta, de donde emergió clara-
mente la inminencia de un posible
triunfo de Macri, se produjo un
verdadero «ataque de pánico» en el
difuso pero amplio espacio de la
progresía y sectores de la izquier-
da, hasta ese momento confiados
en la certeza del relato oficial que
anticipaba una fácil victoria del can-
didato kirchnerista, inclusive en la
primera vuelta. Tan convencidos
estaban de esto que algunos hasta
se podían dar el lujo de militar el
voto en blanco, una típica manio-
bra del «polizón» en teoría de los
juegos: dejarle al resto de la socie-
dad la penosa tarea de «votar des-
garrados» a Scioli, como lo señala-
ra con lucidez Horaco González,
mientras los votoblanquistas se iban
a dormir con su conciencia revolu-
cionaria en paz y los otros regresa-
ban maldiciendo haber tenido que
votar a un candidato que no que-
rían pero preferían a Macri. En la
noche del debate una centella reco-
rrió el campo de la progresía y la
izquierda, y la constatación de la ca-
tástrofe que se avecinaba provocó
la espontánea movilización de vas-
tos sectores de la sociedad civil que
ante la imperdonable deserción del
FpV, La Cámpora, UyO, el PJ y las
organizaciones sindicales encuadra-
das en el kirchnerismo salieron a la
calle imbuidos de un fervor mili-
tante como no se había visto desde
las grandes jornadas de finales del
2001 y comienzos del 2002. Cabe
decir que esa irrupción de las ma-
sas para revertir lo que aparecía
como una inminente debacle elec-
toral es una de las notas más pro-
misorias y esperanzadoras de cual-
quier pronóstico sobre el futuro de
la política argentina. Cosa que, por
otra parte, también se manifestó en
el acto de despedida a Cristina el 9
de Diciembre y las sucesivas auto-
convocatorias a protestar contra las
draconianas medidas de Macri en
los primeros meses de su gestión,
como por ejemplo la que tuvo lu-
gar en el Parque Centenario de Bue-
nos Aires para escuchar al ex mi-
nistro de Economía Alex Kicillof. Es
ese espacio de autoconvocados y
movilizados donde deberá trabajar la
izquierda para construir esa alternativa
que el kirchnerismo no supo ser.
Pese a los contornos pesimistas del
análisis anterior es preciso reafirmar,
una vez más, que la historia está
18
abierta y que su incesante dialéctica
puede desairar las previsiones me-
jor fundadas. Una cosa es el triun-
fo electoral de una coalición de
derechas y otras muy distintas es
que pueda llevar adelante su pro-
grama y realizar las transforma-
ciones que estaban inscritas en su
plataforma de gobierno. Por su-
puesto, esto tampoco puede ser
descifrado como una reedición de
la teoría de la irreversibilidad de
los procesos transformadores: la
triste experiencia del derrumbe de
la Unión Soviética y su posterior re-
gresión al capitalismo salvaje o la
violenta interrupción de las expe-
riencias progresistas o de izquierda
en Guatemala (1954), Brasil (1964)
o Chile (1973) son elocuentes mues-
tras de que los progresos políticos
que se experimentan en un momen-
to pueden ser revertidos en un pe-
ríodo posterior.
La autocrítica y la necesidad
de realizar un balance del
kirchnerismo
Antes de concluir es necesario
dejar en claro que las páginas pre-
cedentes no pretendieron ser un
balance de los doce años del kirch-
nerismo. Su objetivo ha sido más
modesto: tratar de entender por qué
se derrumbó una experiencia socio-
política y económica que podía ha-
ber continuado su curso y profun-
dizado las incipientes transforma-
ciones que habían tenido lugar en
ese período. Y, sobre todo, promo-
ver un debate hasta ahora inexis-
tente, o que se lleva a cabo silencio-
samente y en las sombras. Estas re-
flexiones finales pretenden acercar
algunas ideas para un esfuerzo de
síntesis y evaluación que necesaria-
mente deberá ser colectivo. Fue y
seguirá siendo motivo de intenso
debate las razones por las cuales
algunas fuerzas u organizaciones
progresistas y de izquierda, el Par-
tido Comunista entre ellas, apoya-
ron críticamente este proceso. El
kirchnerismo, fiel expresión del pe-
ronismo, jamás tuvo una propues-
ta anticapitalista. Es más, sobre
todo Cristina creía, y cree todavía,
en un «capitalismo racional» o «ca-
pitalismo serio.» La izquierda, para
ser tal, es necesariamente anticapi-
talista. Se opone a un sistema que
condena a gran parte de la huma-
nidad a vivir en la pobreza, la ab-
yección y las guerras. Y, además,
porque destruye como nunca antes
a la naturaleza. El kirchnerismo no
tenía la superación del capitalismo
en su agenda, ni siquiera remota-
mente. ¿Por qué brindarle entonces
un apoyo crítico? La respuesta no
parece difícil de entender, o no de-
biera serlo: Néstor Kirchner sinto-
nizó muy rápidamente, al inicio de
su gestión, con el nuevo clima polí-
tico regional inaugurado luego del
ascenso de Hugo Chávez Frías a la
presidencia de Venezuela en Enero
de 1999. Se alineó rápidamente con
el líder bolivariano y junto con Lula
entre los tres protagonizaron la his-
tórica derrota de Estados Unidos
en Mar del Plata. Por otra parte, en
el plano doméstico Kirchner avan-
zó en el juicio y castigo a los culpa-
bles de los crímenes de la dictadu-
ra y reformó con transparencia y
espíritu democrático una Corte Su-
prema profundamente desprestigia-
da durante el menemismo. Su indo-
cilidad ante el FMI también lo hizo
merecedor del apoyo de las fuerzas
de izquierda preocupadas por el
nefasto papel jugado por el impe-
rialismo en Nuestra América, algo
que no todas las que se llaman so-
cialistas o izquierdistas comprenden
a cabalidad. Uno de los grandes
enigmas de la política latinoameri-
cana es la sistemática ceguera de un
sector de la izquierda ante las multi-
facéticas políticas del imperialismo
en la región. Teniendo en cuenta las
duras realidades del tablero geopo-
lítico mundial, ¿en qué otro lugar
podía estar una fuerza de izquierda,
más allá de las contradicciones pro-
pias de todo movimiento nacional,
popular y democrático, sino en una
alianza táctica con el kirchnerismo?
¿Podía la izquierda alinearse contra
sus enemigos jurados, al lado la
Sociedad Rural, «la embajada», la
oligarquía mediática y sus aliados?
¿O estar con las fuerzas políticas que
le decían Sí al ALCA?
Es sabido que una experiencia de
matriz peronista inevitablemente
carece de la radicalidad que las con-
diciones actuales exigen. Pero en
la suma algebraica de puntos a fa-
vor y en contra había, y hay, un
ligero predominio de los prime-
ros. La continuación de la obra
iniciada por Néstor bajo la con-
ducción de CFK sirvió para pro-
fundizar en algunas cuestiones y
abrir exitosamente nuevos fren-
tes de batalla. La Asignación Uni-
versal por Hijo o la extraordina-
ria expansión de la cobertura del
19
régimen jubilatorio no son cues-
tiones menores, en línea con la es-
tatización de la seguridad social es-
tablecida por Kirchner. No se trata
aquí, repetimos, de enumerar logros
y fracasos, pero entre los primeros
no es un mérito menor de Cristina
haber tenido siempre la virtud de
«salir por izquierda» frente a cada
crisis. Por muchas razones, desde
su personalidad hasta la debilidad
de las fuerzas políticas que la apo-
yan, no pudo hacer lo mismo Di-
lma Rousseff en Brasil, cuya ten-
dencia ha sido invariablemente la
contraria: salir por derecha y ha-
cer concesiones a sus enemigos.
Apenas intentó, con la salida del
Ministro de Hacienda Joaquím
Levy, escoger otro camino. Pero
CFK nunca tuvo esas dudas. Mal
o bien, pero salía por izquierda: la
Ley de Medios es el ejemplomás
elocuente de ello.
Como decíamos más arriba, las
características personales de Cris-
tina jugaron un papel importantí-
simo. Dueña de una fuerte perso-
nalidad, casi siempre avasallante, lo
que fue un atributo positivo de su
liderazgo para enfrentar desafíos
prácticos durante su gestión resul-
tó ser altamente contraproducen-
te a la hora de conducir una estra-
tegia política que le permitiera ase-
gurar la victoria de su espacio po-
lítico. A diferencia de Néstor, un
carácter también altamente irasci-
ble pero que poco después de su
estallido de furia reiniciaba el diá-
logo con quien antes había sufri-
do su iracundia, CFK era absolu-
tamente inflexible e irreconciliable
con sus ocasionales adversarios y
enemigos, mucho de los cuales
habían sido sus antiguos aliados o
compañeros. Su carácter le prodi-
gó muchas rivalidades gratuitas
que le costaron muy caro. Néstor
también era un «peleonero», pero
era más bien un esgrimista dota-
do de una ductilidad política que
le permitía rápidamente recompo-
ner los puentes rotos por su furia.
Tocaba con su florete a sus adver-
sarios pero no los mataba. Cristi-
na, en cambio, es una gladiadora
que pelea a matar o morir, y no
había retorno después de cada
combate. Para colmo, si Néstor no
era generoso con sus aliados Cris-
tina lo era mucho menos. Su con-
cepción de las alianzas era una
transposición del verticalismo pe-
ronista, con un vértice sordo e
inapelable para encuadrar una coa-
lición en donde convivían peronis-
tas con no peronistas de distintos
colores políticos. Bajo estas pre-
misas era muy poco lo que se po-
día construir políticamente. Care-
ció de la flexibilidad necesaria para
conducir un espacio así de com-
plejo y su inteligencia se tradujo de-
masiado frecuentemente en actitu-
des soberbias que limitaron casi
por completo su capacidad para
escuchar y para dialogar, aún con
sus más estrechos colaboradores.
«No hubo diálogo con los dife-
rentes», dice con acierto Giardine-
lli en la nota mencionada más arri-
ba. Es cierto que no se hace la gran
política sin «garra», sin vísceras y
sin la fuerza de la que hizo gala
Cristina. Un político timorato no
llegará nunca demasiado lejos. Pero
la gran política que necesita un es-
tadista no se puede basar sólo en
aquellos atributos. Hace falta,
como lo recordaba Maquiavelo en
su imagen del centauro, la pasión
mezclada con la razón. O la astu-
cia del zorro, para seguir con imá-
genes tan caras a la teoría del flo-
rentino, con la fuerza del león.
Desgraciadamente CFK no logró
plasmar esa combinación, y su su-
perioridad en relación a la medio-
cridad de la clase política exacer-
bó un narcisismo que le impidió
escuchar a la sociedad o a sus alia-
dos, ni entender que ciertos ras-
gos de su estilo personal produ-
cían, también entre sus fieles, tan-
to rechazo como las adhesiones
que lograban sus políticas públi-
cas. Como decíamos más arriba,
una importante cuota de respon-
sabilidad en todo esto le cabe a
un entorno que lejos de estimular
una reflexión crítica sobre la reali-
dad de su gestión se limitó a
aplaudir y alabar, creyendo que de
ese modo colaboraban con ella.
Privada de ese sano ejercicio de la
crítica y la autocrítica no supo dar-
se cuenta del cambio cultural que
estaba madurando en la Argenti-
na, en donde aún quienes se bene-
ficiaban de la inversión social cada
día resentían con más fuerza del
clientelismo y la prepotencia de
punteros e intendentes. Ignoraba
también que en sus frecuentes men-
sajes televisivos abusaba de un tono
vehemente y confrontacional (y no
es que no tuviera buenas razones
para confrontar) que era absolu-
tamente «antitelegénico» y que pro-
ducía un efecto contrario que, en
algunos casos, llegó a producir
20
cansancio, fatiga o hartazgo inclu-
sive dentro de la legión de sus se-
guidores. Varios ejemplos ilustran
esto con elocuencia: un humilde lus-
trabotas del microcentro porteño,
un hombre entrado en años, veni-
do de una provincia pobre de la
Argentina le confiesa a uno de sus
habituales clientes que había vota-
do a Macri «porque estaba dema-
siado grandecito para soportar que
la presidenta me retara en la televi-
sión.» Otro: en una modesta pana-
dería del conurbano su dueña de-
bía apagar la televisión cada vez que
comenzaba una cadena nacional
porque su clientela ya no quería es-
cuchar a Cristina. Y la mayoría es-
taba formada por beneficiarios de
diversos programas sociales del go-
bierno. Dos pequeñas historias que
conducen a una conclusión provi-
soria: el boom del consumo que el
kirchnerismo alentó y cultivó como
política de estado no crea hegemo-
nía política, error en que cayeron
todos los gobiernos progresistas y
de izquierda en la región. Ni aquí,
ni en Venezuela, ni en Bolivia. En
ninguna parte. La hegemonía es re-
sultado de la educación política, de
la victoria en la batalla de ideas, de
la concientización al estilo de Pau-
lo Freire, y no del mayor acceso a
los bienes de consumo. Y, desgra-
ciadamente, en las experiencias
progresistas de la región la forma-
ción política de las masas fue sub-
estimada, cuando no abandonada.
Se confió en el mercado, en el ac-
ceso al mercado. Las consecuencias
están a la vista.
Mal se podrían subestimar los
logros de la gestión de CFK y, en
general, el de los doce años del kir-
chnerismo. Se puede discutir la idea
de la «década ganada» porque hubo
algunos pocos –ricos y poderosos-
que ganaron mucho más que los
demás, y otros que no ganaron
nada. Se debe también examinar el
tema de la corrupción, endémico
en la Argentina, vinculada principal-
mente (pero no sólo) a la obra pú-
blica. Se puede someter a crítica las
limitaciones ya señaladas del «mo-
delo». Pero dejó un país muy dis-
tinto al recibido que sería impro-
pio desconocer. Una pequeña anéc-
dota ilustra lo que venimos dicien-
do: estuve hace pocos meses en San
Salvador de Jujuy. Antes, caminar
por la plaza céntrica de esa ciudad
era hacerlo seguido por un nutri-
do grupo de niños descalzos pi-
diendo algunas monedas. En ese
momento, durante una semana, no
hubo ni uno solo que reeditara
aquella vieja y deprimente costum-
bre. Es que, a pesar de sus limita-
ciones, la política social del kirch-
nerismo –clientelística, tal vez dis-
pendiosa, seguramente ineficiente,
todas las críticas ya sabidas- surtió
un efecto positivo. Y este no es un
dato accesorio. Allí está la base del
«voto duro» cristinista, de ese 36
% que acompañó a Scioli en la pri-
mera vuelta. Pero allí también pa-
rece haber estado su límite. Con
eso sólo no se puede ganar una
elección presidencial.
Concluyo con la esperanza de que
las ideas aquí esbozadas sirvan para
propiciar un debate y para realizar
un balance crítico de los doce años
del kirchnerismo. Con la esperanza
también de que evitemos la tram-
pa facilista de quienes, so pretexto
de «no hacer leña del árbol caído»,
pretenden clausurar desde el vamos
un examen que es a la vez impres-
cindible e impostergable. Lo pri-
mero, para corregir los errores pro-
pios de toda experiencia práctica.
Quien hace yerra, y acierta a veces.
Desde la torre de marfil académi-
ca o desde las certezas del dogma
partidario no hay yerro posible; cla-
ro que la realidad así no se cambia,
y se traiciona un apotegma funda-
mental del marxismo: la teoría tie-
ne que servir para cambiar al mun-
do, no sólo para interpretarlo.
El aprendizaje político se logra
en la intelección colectiva, como lo
subrayaba Gramsci, de esa dialéc-
tica de ensayo y error. Imposterga-
ble, también, porque las tentativas
del macrismo de imponer el neoli-
beralismo en su versión más radi-
cal no podrán ser neutralizadas si
es que no se toma nota y se apren-
de de lo ocurrido en los años ante-
riores, con sus aciertos y errores.
Estoy convencido de que aquellos
son mayores que estos, pero todo
deberá ser sometido a examen.
El desafío es muy grande y lo
peor sería incurrir en la negación
de la realidad o la improvisación.
Y para ello será indispensable ejer-
cer una sana y profunda autocrí-
tica. De lo contrario estaremos
condenados a la eterna repetición
de los

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