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Mitos Y Leyendas De Los Aztecas Incas Mayas Y Muiscas Pdf

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MITOS Y 
LEYENDAS 
DE LOS AZTECAS, 
INCAS, MAYAS 
Y MUISCAS
W a l t e r K r ic k e b e r g
(Polonia, 1885-Alemania, 1962) Fue un conocido etnólogo 
y americanista alemán. Se interesó principalmente en 
la cultura y la religión de las civil izaciones de Mesoamérica. 
Fue director del Museo de Etnología de Berlín.
El fce también ha publicado sus libros Etnología de América (1946) 
y Las antiguas culturas de América (1961).
MITOS Y LEYENDAS DE LOS AZTECAS, 
INCAS, MAYAS Y MUISCAS
WALTER KR1CKEBERG
MITOS Y LEYENDAS DE LOS 
AZTECAS, INCAS, MAYAS 
Y MUISCAS
l-ONIX) DI-: CULTURA ECONÓMICA
Primera edición en alemán, 1928
Primera edición en español, 197 I
Decimotercera reimpresión. 2012
Krickeberg. Waller
Milos y leyendas de los a/tccas. incas, mayas y muiseas / Waller Krickeberg ; trac!, de 
Johanna Fauihaber. Briggittc von Meni/. — México ; ic i:, 197 !
267 p. : ilus. . 23 x 17 cm — (Colee. Antropología)
Título original Márchen der A/lcken und Inkaperuaner. Maya und Muisca 
ISBN 978-968-16-058 1 -0 (Empastado)
ISBN 978-607-16-0938-0 (Rústico)
I. Incas — religión y mitología 2. Mayas — religión y mitología 3. Aztecas 
mitología I. lámlhaber. Johanna, ir. 11. Menlz. Briggille von. Ir. Jl). Ser. IV. t.
- re lig ión y
LC 1219 Dewey 972.01 K92m
Distribución mundial
O 1968. Eugen Dieclerichs Verlag, Düscldorf 
Título original:
Marchen der Azteken und Inkapematter, Maya und Muisca
D. R, © 1971, Fondo de Cultura Económica 
Carretera Picacho-Ajusco 227. 14738, México, D. F. 
www.(0ndodeculiuracconomica.com 
Empresa certificada iso 9001:2008
Diseño de portada: Laura Esponda
Comentarios: cditoriuK^fondodeculuiraeconoinica.com 
Tel.: (33)8227-4672. Fax: (35)8227-4640
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual lucre 
el medio, sin la anuencia por escrito de! titular de Jos derechos.
ISBN 978-968-16-0581-0 (Empastado)
ISBN 978-607-16-0938-0 (Rústico)
Impreso en México * Printed in Mexico
PREFACIO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL
En la editorial alemana de Eugen Diederichs existe la colección Oic Min­
chen der Weltliteratur, “Mitos y leyendas de los pueblos”. Por encargo de esta 
casa, el conocido americanista Waltcr Krickeberg inició en los años veinte el 
estudio de las leyendas de los más importantes pueblos y tribus de la Amé­
rica Latina. En 1928 apareció la primera edición de dicho trabajo, que fue 
publicado en la ciudad de Düsseldorf, por lo que este tesoro se dio a conocer 
cn Europa antes que en la misma América.
La edición alemana sirvió al Fondo de Cultura Económica como modelo. 
Y es un trabajo que podrá continuarse en lo futuro con investigaciones se­
mejantes.
En la elaboración de esta edición en español de la obra Marchen der Azíe- 
ken und Inkaperuancr, Maya und Mnisca, se observó el siguiente método: 
Los textos que en 1927 Krickeberg tradujo al alemán, se buscaron en las 
fuentes castellanas originales, con base en la bibliografía señalada por el pro­
pio recopilador, y se reproducen ahora siguiendo exactamente el plan y las 
aclaraciones de Krickeberg.
Además de los textos que hubo que transcribir, se tradujeron las notas acla­
ratorias de Krickeberg en donde se comentan y explican ampliamente muchos 
personajes, nombres y conceptos y se establecen interesantes y no menos no­
tables paralelismos con otras leyendas.
Esta obra es una recopilación, lo más fiel posible, de las fuentes originales 
arriba aludidas de mitos y leyendas de algunos de los principales pueblos in­
dígenas americanos; y por ello el libro puede considerarse como una síntesis 
ideal para todo lector, tanto para el profano como para el estudioso de la 
historia de las culturas autóctonas de esta parte del mundo.
En ocasiones, no fue posible localizar las ediciones de las fuentes que el 
recopilador menciona, por lo que se recurrió a ediciones más recientes de las 
mismas. En los casos en que las fuentes están en idiomas extranjeros, se tra­
dujo directamente el texto alemán de Krickeberg, lo que se indica con una 
nota al pie de página. Aquellas fuentes que no se consultaron directamente 
se señalan con un asterisco en la bibliografía.
En la traducción o revisión, se hicieron únicamente los cambios ortográficos 
necesarios y obvios para el lector moderno; mas se conservó con fidelidad la 
sintaxis. La diversidad en la ortografía de palabras originales, nombres de 
deidades, personajes y lugares, revela simplemente que los especialistas no 
lian llegado todavía a un acuerdo.
Es nuestro deber agradecer la colaboración de Ja señora lohanna Faulhaber 
v de la señorita Brigitte von Mentz en la elaboración y arreglo de esta obra.
E i E d it o r .
Kl material de este volumen fue 
recopilado y adaptado como sigue:
Johanna Faulhaber:
Leyendas: 1 a, b, c; 2 a, b; 3; 4 a, b, c, d; 5 a, b, c: 6 a, b;
7; 8 a, b, c; 9; 10 a, b, c; 11 a, b, c; 12 a, b, c, d; 13 a, b, c;
14; 15; 16 a, b, c, d, e, f; 17; 18 a, b; 19 a, b; 20 a, b, c, d, e, 
f, g, h, i, k; 21; 22; 23; 24 b; 25 a, b, c; 26 a, b; 27 a, b, c, d, 
e, f, g, h; 28; 29; 30; 39; 40 a; 41; 43 b, c; 44; 46 b; 47 a, b, c; 
48 a, c; 49.
Notas 1 a, b, c; 2 a, b; 3; 4 a, b, c, d; 10 a, b, c.
Brigitle Von Mentz:
Leyendas: 24 a; 31; 32 a, b; 33 a, b, c; 34; 35; 36; 37; 38; 40 b; 
42 a, b, c; 43 a, d; 45; 46 a; 48 b, d; 50.
Notas: 5 a, b, c; 6 a, b; 7; 8 a, b, c; 9; 11 a, b, c; 12 a, b, c, d;
13 a, b, c; 14; 15; 16 a, b, c, d, c, f; 17; 18 a, b; 19 a, b; 20 a, 
b, c, d, e, f, g, h, i, k; 21; 22; 23; 24 a, b; 25 a, b, c; 26 a, b;
27 a, b, c, d, e, f, g, h; 28; 29; 30; 31; 32 a, b; 33 a, b, c; 34; 
35; 36; 37; 38; 39; 40 a, b; 41; 42 a, b, c; 43 a, b, c, d; 44; 45; 
46 a, b; 47 a, b, c; 48 a, b, c, d; 49; 50.
INTRODUCCIÓN
Los m i t o s y las leyendas de los antiguos pueblos de alta cultura en América 
están contenidos, sobre todo, en las numerosas crónicas y relaciones del tiem­
po de la Conquista y de la Colonia. Si se toma en cuenta cuán poco fue el ma­
terial de esta índole que los griegos y romanos coleccionaron entre los pueblos 
con los cuales se pusieron en contacto, no se les puede negar a los cronistas 
españoles el reconocimiento de sus méritos, sobre todo si se considera que 
ellos, en su mayoría, no provenían de la casta de eruditos, sino que eran mon­
jes, soldados o empleados administrativos, entre los cuales, debido a sus mis­
mas ocupaciones, no se debe presuponer un especial interés en este tipo de 
relatos. Sin embargo, gracias a su diligencia de coleccionistas poseemos hoy 
en día un cuadro general del mundo mítico de los antiguos pueblos de Amé­
rica y a ello debemos que se hayan salvado por lo menos grandes fragmentos 
de las leyendas acerca de sus dioses y de sus héroes. El interés hispánico en 
las antiguas tradiciones se explica, en parte por lo menos, debido a la prefe­
rencia que existía en los siglos xvi y xvn por las narraciones fantásticas y de 
aventuras. A esto se puede agregar la necesidad práctica de la Iglesia, de dis­
poner de ciertas bases para poder realizar efectivamente el trabajo de con­
versión por parte de los misioneros. Para ello eran necesarios ciertos conoci­
mientos acerca de los dioses y del mundo mítico paganos. Estas leyendas a 
veces también han sido relatadas por razones políticas, sobre todo cuando po­
dían servir para demostrar una supuesta injusticia por parte de las dinastías 
indígenas a base de su propia tradición histórica. Sin embargo, es mucho más 
que esto; así, una verdadera mentalidad de hombre de ciencia, fue lo que 
capacitó al padre franciscano Fray Bernardino de Sahagún para escribir su gi­
gantesca obra Historia general de las cosas de Nueva España. En ella, de acuer­
do con los principios de la etnología moderna, no es el autor quien relata, 
sino el informante indígena el que nos habla ampliamente y en su propio 
idioma, acerca de los diversos aspectos de la cultura azteca, de los cuales casi 
ninguno se ha dejado fuera. Puesto que los hombres que Sahagún reunió en 
torno suyo en Tepepulco y Tlatelolco, cerca del foco central de la cultura 
azteca, eranen su mayoría antiguos sacerdotes y sabios de esa cultura, es de­
cir, miembros del antiguo estrato intelectual superior del pueblo, y tomando 
en cuenta que estos relatos comienzan ya pocos años después de la conquista 
de México, poseemos en los escritos de Sahagún una fuente de información 
que es difícil poder imaginar más pura y rica.
Infortunadamente, el método de trabajo de Sahagún no encontró ningún se­
guidor entre los cronistas españoles. En cierto sentido se le puede equiparar 
el historiador peruano Pedro Sarmiento de Gamboa, cuya obra no contiene, 
sin embargo, el relato directo de los indígenas, pero cuyo manuscrito fue so­
metido a una reunión de conocedores e instruidos, provenientes de las fami­
lias nobles indígenas. Ellos lo revisaron capítulo por capítulo, de modo que 
aquí también parece estar asegurado un alto grado de veracidad y datos au­
ténticos en el material narrado. Durante el primer siglo después de la con­
quista de México y del Perú y al lado de los españoles, una serie de indígenas 
y mestizos, por lo general descendientes de las antiguas familias reinantes, de
la nobleza y del sacerdocio, anotaron las tradiciones de sus antepasados por 
medio de la escritura aprendida de los hispanos, inicialmente en su propio 
idioma. Poseemos varios de estos textos —generalmente de contenido mítico— 
en lengua azteca, así como diversas colecciones, de considerable extensión, de 
leyendas en el idioma de los mayas de Guatemala y de Yucatán. Dentro de 
este conjunto de fuentes, se pueden mencionar los Anales de Cuauhlitlan (más 
correctamente llamada Historia de los reynos de Colhuacan y de México) y 
el Popol Vuh, ambas anónimas, y poseedoras para nosotros del más alto valor, 
ya que, al igual que la obra de Sahagún, nos proporcionan una visión del mun­
do conceptual de los antiguos pueblos de alta cultura. De las regiones de Co­
lombia y del Perú, infortunadamente no se cuenta, hasta ahora, con nada que 
pudiera compararse a estas fuentes. La relación de Santacruz Pachacuti ya no 
fue escrita en lengua indígena, sino en español. También en México y en la 
América Central tenemos una serie de historiadores que escribieron en len­
gua española. Entre ellos están los mestizos Durán y Camargo, cuyas obras 
son importantes porque ellos coleccionaron, independientemente de las fuen­
tes españolas, el material indígena que luego elaboraron con cuidado y de 
modo relativamente objetivo. En lo que se refiere a la fidelidad, los demás 
autores no sobresalen en relación a la generalidad de los cronistas españoles, 
a pesar del hecho de que disponían de materiales más amplios y mejores que 
éstos. El afán de presentar a sus antepasados bajo una luz de lo más favora­
ble posible (de acuerdo con las normas españolas), frecuentemente les guió 
la pluma y hasta los indujo a tergiversar los hechos y a interpretar las cos­
tumbres paganas en sentido cristiano. De hecho, en muchas cosas ya se en­
contraban demasiado alejados de las tradiciones originales de su pueblo, para 
poder comprenderlas completamente. El historiador peruano Garcilaso de la 
Vega es uno de los mejores ejemplos de este tipo de historiógrafos, si no el 
mejor. Debido a tal hecho, he desistido de incluir su versión de los mitos en 
la presente obra.
Por lo general, se cuenta también al historiador mexicano Fernando de Alva 
Ixllilxóchitl entre los autores más fidedignos. Sin embargo, de sus escritos az­
tecas sólo poseemos las traducciones, posiblemente defectuosas; hecho éste que 
nos impide formarnos una opinión justa. De todos modos, él dispuso, durante 
la redacción de su obra histórica de una serie de valiosos códices, que, sin 
embargo, muchas veces ya no comprendió correctamente, por lo que les dio 
una interpretación equivocada. Los códices mexicanos tienen, en realidad, más 
o menos el aspecto de libros pictóricos, y su “escritura” lo es sólo en el sen­
tido en que los nombres de personas o de lugares se representan por glifos, 
es decir, de un modo incompleto; los numerales, fechas y ciertos conceptos 
abstractos aparecen en forma de símbolos. Para la reproducción de los soni­
dos de un texto, por lo tanto, esta escritura pictográfica es totalmente insufi­
ciente. Los acontecimientos se ilustran por medio de figuras recargadas de 
símbolos que necesitan de una explicación oral para ser comprendidas. Tales 
explicaciones se han conservado en los comentarios del inicio del tiempo de 
los españoles sólo en pocos códices de origen azteca (por ejemplo, en el 
Codex Vaticanas 3738). Además, poseemos en la Historia de los Mexicanos
por sus pinturas no un códice (el cual en este caso está perdido), sino un 
extenso comentario a uno de ellos, de contenido casi exclusivamente mítico. 
Fue redactado por órdenes del primer obispo de México, Juan de Zumárraga, 
un hombre que, al quemar numerosos códices aztecas, infirió una perdida irre­
parable a la supervivencia de las fuentes antiguas de México. Posiblemente 
la Historia de los reynos de Colhuacan y de México representa también uno 
de esos comentarios.
El lugar de procedencia de un grupo grande de códices se encuentra fuera 
de la región azteca propiamente dicha. Su representante principal lo halla­
mos en el Códice de Viena. Su contenido lo constituyen aparentemente mitos 
acerca de los dioses y leyendas épicas. También al famoso Códice Borgia de 
la Biblioteca del Vaticano, en Roma, se ha incorporado un relato mítico (no 
conocido de las demás fuentes), que trata de lo que le aconteció al dios de la 
estrella matutina, Quetzalcóatl, en su doble viaje al inframundo. La interpre­
tación del último códice nombrado, por parte de Eduard Seler y la realizada 
por J. Coopcr Clark en cuanto a la suerte del dios “Ocho Venado’’, descrita 
en los diversos códices del grupo de Viena nos han enseñado los tesoros mí­
ticos que aún faltan por descubrir. Sin embargo, la interpretación del conte­
nido tropieza aquí con mayores dificultades que en los códices aztecas, no 
sólo porque carecen de todo comentario en español, sino también debido a 
que son muy escasos los informes españoles acerca de las creencias religiosas 
de las regiones que pueden ser consideradas como las de su origen. Las con­
diciones son algo mejores entre los mayas, debido a que tanto las representa­
ciones en los códices, como en los relieves y frescos, frecuentemente se hallan 
acompañadas de jeroglíficos, los cuales, aunque descifrados hasta ahora sólo 
en una pequeña parte, permiten reconocer que explican, en forma escrita, los 
acontecimientos representados. Al ser descifrados, se podrá esperar en el fu­
turo, un enriquecimiento considerable de lo que se sabe acerca del mundo 
mítico de los mayas. Los informes escritos por españoles e indígenas sólo se 
refieren, infortunadamente, a los mitos y leyendas de los tiempos postreros 
del reino de los mayas, de duración mayor que un milenio. Provienen, además, 
casi exclusivamente del sur, de las tribus de la región alta de Guatemala (qui­
chés y cakchiqueles); estas tribus no se encontraban en el mismo nivel cul­
tural que sus parientes lingüísticos más septentrionales, los cuales estuvieron 
expuestos a influencias extrañas (mexicanas) más recientes. Hacía tiempo que 
el “Viejo Imperio” de los mayas —con sus palacios, templos y su arte muy 
desarrollado— había sido devorado por la selva tropical del norte de Guate­
mala, cuando los españoles penetraron en estas regiones. Por otra parte, las 
largas y sangrientas guerras, así como el fervor fanático de los frailes, causa­
ron en Yucatán más estragos en el tesoro de los códices y tradiciones, que 
en la altiplanicie de México.
Del Perú no han sido conservadas ningunas de estas representaciones picto­
gráficas propiamente dichas. Sin embargo, durante el tiempo de los incas de­
ben haber existido pinturas que servían para la ilustración de leyendas y tra­
diciones. Molina y Sarmiento nos hablan de tablas que llevaban representacio­
nes piclográl ¡cas y que se encontraban en el templo del Sol de Cuzco, y to-davia en el íiño 1572 Francisco de Toledo, Virrey del Perú, mandó a Felipe II 
de Fspaña junto con las obras de Sarmiento cuatro resúmenes pictóricos, de 
la prehistoria y de la historia del Perú, dibujados sobre tela por artistas indi- 
penas. De hecho se han descrito tejidos del tiempo pre-incaieo, en los cuales 
se reproducen por medio de dibujos tejidos escenas míticas. Pero aún mayor 
es el material pictórico en cerámica, que ha enriquecido el conocimiento de 
la mitología peruana, sobre todo en vasijas procedentes de los sitios de la 
cultura Chimú (en la costa septentrional del Perú), cuya decoración pintada 
o plástica consiste frecuentemente en figuras y escenas míticas. Sólo raras ve­
ces se ha logrado hacer hablar a estos testigos mudos de ese rico y antiguo 
tesoro de creencias. Se ha podido dar una interpretación a este material, en 
aquellos casos en los que las representaciones han podido ser explicadas por 
medio de los escasos restos de mitos y leyendas de los pueblos costeños del 
Perú, conservados en las crónicas españolas.
Una revisión de nuestras fuentes muestra que las diferentes regiones de los 
antiguos pueblos americanos de alta cultura han sido tratados de modo muy 
desigual. Mientras que se han conservado muchos mitos y leyendas de los az­
tecas. de los mayas de Guatemala, de los muiscas y de algunas tribus del Perú, 
faltan representantes de otros grandes pueblos si no del todo, casi por com­
pleto. Como ejemplos solamente nombro a los totonacas, zapotecas, chorote- 
gas. y los pueblos del Cauca de Colombia. Nuestras fuentes son, sin embargo, 
más abundantes, por ejemplo, en el tiempo de Alejandro de Humboldt. En la 
segunda mitad del siglo xix se dio a conocer mucho material nuevo, hasta en­
tonces desconocido, que se encontraba inédito en archivos y bibliotecas. El 
mérito de haber encontrado estos tesoros y de haberlos puesto al alcance de 
los investigadores por medio de buenas ediciones, pertenece en primer lugar 
a Icazbalceta, Brasseur de Bourbourg, Marcos Jiménez de la Espada y Cle­
ments R. Markham. Todavía en tiempos recientes se han agregado documen­
tos de importancia. La traducción del cosmógrafo francés Thévet, de una obra 
del misionero mexicano Andrés de Olmos Hisíoyre du Mechique, que se encuen­
tra perdida, y la segunda parte de los Anales de Cuauhtitlan, Historia de los 
reynos de Colhuacan y de México fueron descubiertos por E. de Jonghe y W. 
I.ehmann en la rica colección de códices de la biblioteca nacional de París. 
También a ella pertenece la Historia lolleco-chichimeca, un relato en parte 
mítico y en parte histórico de suma importancia, del cual hasta ahora no se 
conocen más que fragmentos. En el año de 1912 Martínez Hernández publicó 
el mito que se refiere al fin del mundo que se encuentra en la colección de 
crónicas yucatecas llamada Chilam Balam, cuya edición completa (después 
de la fragmentaria de Brinton) es una de las necesidades inminentes del fu­
turo, puesto que no solamente contiene mitos, sino también importantes in­
formaciones históricas. Finalmente se ha realizado en este año la edición de 
importantes párrafos del texto de Sahagún escrito en idioma azteca, que han 
sido copiados por Eduard Seler en Elorencia y Madrid y más tarde traducidos 
por el mismo. Por medio de esta obra se han dado a conocer por primera vez 
importantes mitos y tradiciones de los aztecas, en su forma original. Del terri­
torio peruano se debe mencionar sobre lodo el feliz descubrimiento de la obra
histórica de Sarmiento por Pietschmann, el cual nos ha proporcionado ma­
teriales de suma importancia. Debemos esperar informaciones sumamente im­
portantes a base de la crónica aún inédita del historiador indígena Guarnan 
Poma de Ayala, descubierta también por Pietschmann, la cual está ilustrada 
con representaciones pictóricas, que faltan completamente en todas las demás 
obras peruanas.
He intentado, naturalmente, presentar en esta selección solamente las ver­
siones más antiguas y completas de las diferentes tradiciones y leyendas (como 
excepción véanse las anotaciones de 16 e) , eliminando, hasta donde fue po­
sible, relatos de segunda mano. Algunas fuentes de importancia (Ávila, Bal­
boa, Oliva) desgraciadamente no han sido dadas a conocer hasta ahora en 
su forma original, o sea la española, sino solamente en traducciones francesas 
o inglesas. Cuando hemos podido disponer tanto de una versión indígena como 
de una española, he dado preferencia a la primera, como por ejemplo en la 
mayor parte de los fragmentos tomados de la obra de Sahagún. Lo reducido 
del volumen me obligó a ciertas limitaciones. A esto se debe que se tomaran 
en cuenta principalmente sólo aquellas tradiciones y leyendas que se refieren 
a tiempos míticos hasta la época en la cual tuvo lugar la inmigración de las 
tribus históricas hacia las regiones que habitaron más tarde. Esto naturalmen­
te no quiere decir, que en las tradiciones históricas de México y del Perú no 
se encuentren elementos míticos. Los antiguos soberanos son, por el contrario, 
casi siempre figuras míticas, y hasta qué punto la leyenda mixtifica personajes, 
sin duda históricos, nos lo muestran las tradiciones 17 y 49, que he escogido 
como ejemplos representativos de los mitos históricos. En Colombia la neblina 
mítica cubre aún los acontecimientos y figuras del tiempo de la conquista 
española. De los mitos de la creación del mundo y de las tradiciones que se 
refieren a dioses y héroes no parece faltar nada de gran importancia. En al­
gunos casos hasta fue posible incluir diferentes versiones de una misma le­
yenda (que en no pocos casos reflejan los conceptos de diferentes escuelas 
sacerdotales), para hacer resaltar más claramente el carácter multicolor y a 
veces no claramente delineado de algunos dioses y personajes míticos. Aun­
que se nota ya en la mitología antigua de América y sobre todo en la del 
México prehispánico, la mano de un sacerdocio influyente, que escogía, trans­
formaba y equilibraba los componentes de diversos orígenes, creando así un 
ciclo de mitos y tradiciones, no se ha logrado, sin embargo, la síntesis com­
pleta de todos estos componentes en una gran epopeya mítica, cuyo encadena­
miento sea completo. A ella se acercan bastante algunas grandes leyendas 
ininterrumpidas, como el mito referente a Quetzalcóatl y los toltecas (10-12), 
el Hunahpú e Ixbalanqué (20), el de Guallallo y Pariacaca (40), igual que 
las diferentes tradiciones mexicanas referentes a la creación (1-6), que segu­
ramente tienen orígenes diferentes, permiten reconocer una íntima relación y 
una estructura significativa. Puesto que en el momento de la conquista himnos 
y dramas eran formas conocidas del arte tanto en México como en el Perú, 
parece haberse impedido el desarrollo hacia la poesía épica, primeramente 
religiosa, sólo por la rápida decadencia de la cultura antigua. Algunas histo­
rias contienen partes, que ya muestran aparentemente una forma unitaria, en­
contrándose por otra parte entre los himnos traducidos por Seler, varios que 
incluyen fragmentos de mitos desgraciadamente perdidos.
Las diferencias en el estilo de las tradiciones no nos deben extrañar dada 
la gran diversidad del origen, posición social y educación del narrador. El es­
tilo indígena, con su tendencia a la repetición, al modo simbólico de expre­
sión, y al discurso solemne y conciso se explica por el hecho de que lo rela­
tado era considerado todavía como parte de una ceremonia religiosa. Por su­
puesto es completamente diverso del de los españoles. De éstos, estaban algu­
nos tan influidos por la cultura de su tiempo que escribían en forma afectada, 
mientras que otros,como Martín de Morúa, e Ixtlixóchitl, que se encontraban 
completamente bajo la influencia española, hacían de los mitos y tradiciones 
novelas sentimentales (véase 13 c, 50). Esto naturalmente afectó con mucha 
frecuencia el carácter original de lo narrado. Más serio es, sin embargo, el 
cambio sufrido por el contenido. Es frecuente que el fervor religiosoo la mala 
interpretación haya querido encontrar en la antigua historia indígena rastros 
de la creencia cristiana, y que la adornara, agregándole arbitrariamente dife­
rentes ideas cristianas. Hay cuentos y leyendas, que no son más que una parte 
del catecismo romano que llevan intercalados los nombres de los dioses pa­
ganos, como Seler lo ha expresado alguna vez. Se ha desistido naturalmente 
de la reproducción de las leyendas así enmendadas, que encontramos por ejem­
plo en los relatos del P. Francisco Hernández (en Las Casas), que se refiere 
a la Santísima Trinidad y que habla de la madre de Dios entre los mayas de 
Yucatán. Pero no hay que desechar leyendas completas suponiéndolas inven­
tos españoles, porque contengan algunas ideas cristianas, como es el caso de 
caracterizar, a héroes culturales como Quetzalcóatl, Bochica, o Viracocha 
con la apariencia de un apóstol o cuando se adornan las leyendas del dilu­
vio con detalles del génesis (véase sobre todo 43 a y d) . Sin duda, el cro­
nista parte aquí de una tradición que existía originalmente y de caracteres 
derivados de la base natural del mito (barbas de los héroes culturales, pre­
sagio de un regreso futuro, etc.) y los adorna con algunos inventos suyos. 
Los demás paralelismos existentes entre las tradiciones americanas y las del 
viejo mundo, pertenecen al gran número de concordancias entre los pueblos 
de alta cultura del viejo y del nuevo mundo, que se encuentran también en 
otros aspectos, y cuya explicación se debe dejar a futuras investigaciones.
Ehrenreich que se ha ocupado de algunas de las más notorias concordan­
cias de esta índole, nos ha dado también una caracterización acertada de la 
mitología de las altas culturas de América y ha hecho resaltar las diferencias 
entre ésta y la mitología de los pueblos primitivos de América. El adelanto 
más importante de aquélla consiste en haber desarrollado un mundo rico en 
personajes divinos, que aparece sólo entre las tribus indígenas de Norte y Sud 
América que sufrieron una mayor influencia de los pueblos de alta cultura. 
Mientras que entre los pueblos primitivos, la persona principal de las leyen­
das es el héroe cultural, desarrollado a partir del ancestro tribal, con frecuen­
cia en forma de animal y provisto con rasgos solares o lunares, vemos que 
entre los pueblos de alta cultura se han separado del gran número de los es­
píritus de la naturaleza, concebidos originalmente en forma poco determina-
da, seres divinos que actúan individualmente, ya no representando las cosas 
o fenómenos de la naturaleza, sino dominándolos y moviéndolos desde fuera. 
Siempre son de forma humana, pero tienen nombres, atavíos y atributos que 
recuerdan a los animales. A éstos se les dio sólo el papel de ayudantes de los 
dioses. Los espíritus de la naturaleza no son siempre el principio de estos se­
res divinos. La mayoría de los dioses del Perú y de Colombia se desenvolvie­
ron a partir de héroes culturales, y su relación con los ancestros tribales ya 
no se puede reconocer con claridad, mientras que los rasgos solares y lunares 
del héroe cultural resaltan aún más. El mayor desarrollo de la mitología de 
las altas culturas se expresa también en el hecho de que fenómenos meteoro­
lógicos como el trueno, el rayo, el viento y el arco iris, cuyo poder de originar 
mitos es bastante débil entre los pueblos primitivos de América, se transfor­
maron en campos de actuación de determinadas deidades. La leyenda heroica 
ha tomado en la región de los Andes y en México un carácter más o menos 
histórico, puesto que los señores por lo general derivan su linaje en línea di­
recta a partir del héroe mítico, que se relaciona con hechos históricos y se 
coloca en un esquema cronológico, que no siempre se basa en hechos, sino 
más bien en especulaciones numéricas.
A pesar de la aparente homogeneidad en la mitología de las altas culturas 
de Centro y Sud América que es reforzada aún más por una clara difusión de 
ideas desde México hasta el Perú (véase la anotación en 40), existen también 
diferencias básicas. A los dioses peruanos falta aún mucho del carácter per­
sonal de los de México, por lo que el arte del Perú no ha creado ningún tipo 
individual y unívoco de dioses, y no conocemos ninguna representación que 
se pudiera relacionar seguramente con el dios del sol, Viracocha o Pachaca- 
mac, a pesar de que ya existen comienzos de una representación plástica de 
los dioses (véase 49). El místico paralelismo entre la tierra y el cielo, es de­
cir, el concepto de que cada hecho y cada suceso terrestre se repite en los 
fenómenos y acontecimientos del cielo, ha influido mucho más intensamen­
te el concepto mexicano del mundo que el de los pueblos andinos, entre 
los cuales la falta o la menor importancia de las representaciones pictográ­
ficas puso límites más estrechos a la especulación de los sacerdotes. Leyendas 
de la creación propiamente dichas, faltan por completo en Colombia y el Perú. 
Como en el caso de todos los redentores la actividad de los dioses se ocupa 
más de la perfección que de la creación de lo existente (véase 37, 39). El 
hecho de que los hombres y héroes culturales hayan nacido de huevos (38, 
40, 41), es una idea que se encuentra en las leyendas peruanas, desconocida 
en la mitología de México y Centro América. También el papel representado 
por los lagos en las tradiciones de la creación, conocidas de los países andi­
nos, pertenece a los rasgos específicamente sudamericanos en la mitología de 
los pueblos de alta cultura del Nuevo Mundo. De estos lagos emergen a ve­
ces los ancestros del género humano, y otras el sol y la luna. Para la mitolo­
gía de los Andes es característica la falta casi completa de simbolismos que 
afectan tanto a números como a colores, de gran importancia en el norte, y 
el débil desarrollo de las leyendas de migraciones. Las tribus de Colombia 
y del Perú creen que nacieron en la región donde habitaban, y se habla entre
las tribus de la costa del Ecuador y del Perú del desembarco de pueblos que 
vinieron a través del mar en embarcaciones (véase 48 a-c) , pero se debe 
interpretar como algo enteramente distinto a lo encontrado en las leyendas 
de México y de Centro América (13 a, 15, 16 a, 18 b ) . Aquí se explica por 
concepto mítico del mundo, pero en Ecuador y el Perú hechos históricos 
parecen haber encontrado su expresión en estas leyendas.
Debido a la profunda influencia que los pueblos de alta cultura ejercieron 
sobre algunos pueblos primitivos de Norte y Sud América, no es de extrañar, 
que éstos muestren frecuentes vestigios de esta influencia en sus mitos y le­
yendas. En mi selección de los cuentos de los indios de Norte América he se­
ñalado este hecho repetidas veces. En América del Sur no sólo los pueblos 
primitivos vecinos del este de Bolivia, sino también los tupí del este de Brasil 
han sido inspirados por la mitología de los pueblos antiguos. Si se toma en 
cuenta esta íntima relación, y si se considera el hecho de que también las al­
tas culturas de Centro y Sud América se originaron sobre la base común de 
las culturas americanas, sorprende cuán poco se ha conservado de las leyen­
das típicas de Norte y Sud América, en las regiones de alta cultura. Así falta 
“la visita al cielo” (o al inframundo) con las pruebas a las cuales se tiene 
que sujetar el héroe, y la “huida mágica” con los obstáculos, con que el es­
píritu maligno le cubre el camino al perseguirlo. Sólo existen dos excepcio­
nes: una es el mito quiché de Hunahpú e Ixbalanqué, en el cual se narra dos 
veces una visita típica al inframundo (20 a, h-k) , la otra la leyenda Hua- 
rochiri de Coniraya que tiene dos versiones del tema de la huida, aunque in­
completas y mal interpretadas (39). Pero el hecho de que se encuentren en 
lugares aislados es muy significativo. Nos demuestran, lo que Ehrenreich ya 
ha hecho resaltar, que sin duda existía en la región de los pueblos de alta cul­
tura, una literatura de leyendas tradicionales de la cual nos han sido conser­
vados algunosfragmentos por coincidencia,1 mientras que todo lo demás per­
dió su original importancia a causa de los mitos divinos que predominaban. 
Por la forma en que se han conservado son frecuentemente el resultado de 
la interpretación y especulación de los sacerdotes. Si los españoles se hubie­
ran interesado también por las tradiciones populares, el que las leyendas arau­
canas y las del noroeste de Norte América muestren una analogía tan sor­
prendente, no nos daría tantos dolores de cabeza, puesto que seguramente se 
hubieran encontrado eslabones que ligarían a los dos extremos y que harían 
patente la distribución de ciertas leyendas a lo largo de la costa del Pacífico. 
La existencia de la serpiente de dos cabezas, una figura mítica de gran impor 
tancia, ha sido demostrada en el noroeste de América, Centro América y el 
Perú por Fritz Roeck, siendo su forma en todos estos lugares muy semejante.
Hubiera sido lógico llenar las lagunas existentes con leyendas modernas de 
México y Centro América, Colombia y el Perú, pero el espacio limitado de que 
disponía me obligó a renunciar a su reproducción. Puesto que los mitos re
1 El mito de los quichés contiene también algunas ideas más antiguas, como por ejcni 
pío la “curación engañosa” (20 d ) , mientras que Coniraya se parece completamente ni 
tipo “trickster” de los héroes culturales del noroeste de Norte América. La leyenda di 
Coniraya contiene la “elección del padre” también conocida en el noroeste de. Amérii ■>
unidos por K. Th. Preuss entre los coras modernos de México complementan 
y explican frecuentemente los de los aztecas —dada la íntima relación que 
existe entre ellos, siendo los primeros muchas veces de forma más antigua— 
he creído de utilidad referirme frecuentemente a los primeros en las notas.
Tuve que limitar las anotaciones a la explicación de los textos, y sólo en 
algunos casos incluí indicaciones comparativas sobre las leyendas conocidas 
de otros círculos culturales, ya fueran de los pueblos primitivos de Norte o 
de Sud América. La extensión relativamente grande de las explicaciones de la 
primera parte (aztecas), se justifica por el carácter mismo de los mitos y tra­
diciones aztecas. Estos solamente pueden ser comprendidos por un profano 
si éste intenta descubrir la relación mística, el extraño simbolismo, y el sen­
tido secreto que la ciencia sacerdotal de México dio a los más sencillos suce­
sos, y cuando se trata de explicarlos por medio de paralelismos. La compren­
sión de las tradiciones y mitos de los pueblos andinos es, por otra parte, más 
sencilla.
En cuanto a las ilustraciones quisiera hacer notar que no se trata de un 
simple adorno del libro. Ellas deben explicar el texto y, lo que es aún más 
importante, complementarlo, puesto que numerosas representaciones de seres, 
conceptos y hechos míticos, se mencionan en las fuentes.
En fin, es para mí un agradable deber expresar aquí mi agradecimiento a 
los profesores Dr. K. Th. Preuss y Dr. W. Lehmann que me han ayudado a lle­
var a cabo este trabajo, poniendo a mi disposición material impreso y ori­
gina], que de otra forma no hubiera estado a mi alcance.
Walter Kuickeberc.
lierlín — Wilmersdorj, noviembre de 1927.
A.KTEG¿ 5
LA CREACIÓN DEL MUNDO
1. E l t i e m p o m á s a n t i g u o
u* Nuestros padres y abuelos nos dicen que él nos creó y formó, él cuyas cria­
turas somos: nuestro príncipe Quetzalcóatl. También creó el cielo, el sol y la 
deidad de la tierra.
I’ Por los caracteres y escrituras y por relaciones de los viejos y de los que 
en tiempo de su infidelidad eran sacerdotes y papas, y por lo dicho por los se­
ñores y principales a quien se enseñaba la ley y criaban en los templos para 
que la desprendiesen, juntados ante mí y traídos sus libros y figuras que se­
gún lo que demostraban eran antiguas, y muchas de ellas teñidas, la mayor 
parte untada con sangre humana parece que tenían a quien decían Tonaca- 
lecuhtli, el cual tuvo por mujer a Tonacacíhuatl o por otro nombre Xochi- 
quetzal —señor y señora de nuestra carne— los cuales se criaron y estuvieron 
siempre en el decimotercer cielo, de cuyo principio no se supo jamás.. .
Este dios y diosa engendraron cuatro hijos: al mayor llamaron Tezcatlipoca 
rojo y los de Uexotzinco y Tlaxcala, los cuales tenían a éste por su dios prin­
cipal, le llamaban Camaxtli, éste nació todo colorado. Tuvieron el segundo 
lujo, al cual dijeron Tezcatlipoca negro, el cual fue el mayor y peor, y el que 
más mandó y pudo que los otros tres, porque nació en medio de todos [los 
seres y cosas]**: éste nació negro. Al tercero llamaron Quetzalcóatl, y por 
otro nombre “Noche y Viento”. Al cuarto y más pequeño llamaban “Señor 
del Hueso”, y por otro nombre “La Culebra con dos Cabezas”, y los mexica­
nos le decían: Huitzilopochtli, al cual tuvieron los de México por dios prin­
c ipal... De estos cuatro hijos de Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl, el Tezca- 
llipoca negro era el que sabía todos los pensamientos y estaba en todo lugar 
y conocía los corazones, y por esto le llamaban Moyocoya, que quiere decir 
que es todopoderoso o que hace todas las cosas sin que nadie le vaya a la 
mano. . . Huitzilopochtli, hermano menor y dios de los de México, nació sin 
carne, sino con los huesos, y de esta manera estuvo seiscientos años, en los 
cuales no hicieron cosa alguna los dioses. . .
Traducido directamente de Krickeberg.
' Entre [ I se incluyen a lo largo del texto palabras o frases explicativas.
Pasados seiscientos años del nacimiento de los cuatro dioses hermanos, los 
hijos de Tonacatecuhtli, se juntaron todos cuatro y dijeron que era bien que 
ordenasen lo que habían de hacer, y la ley que habían de tener, y convinieron 
en nombrar a Quetzalcóatl y Huitzilopochtli para que ellos dos ordenasen, y 
estos dos, por comisión y parecer de los otros dos, hicieron luego el fuego, 
y hecho, hicieron medio sol, el cual por no ser entero no relumbraba mucho 
sino poco. Luego hicieron a un hombre y a una mujer: al hombre llamaron 
Oxomoco y la mujer Cipactónal, y mandáronles que labrasen la tierra y que 
ella hilase y tejiese, y que de ellos nacerían los macehuales, y que no holgasen 
sino que siempre trabajasen, y a ella le dieron los dioses ciertos granos de 
maíz para que con ellos ella curase y usase en adivinanzas y hechicerías y así 
lo acostumbran hacer hoy día las mujeres Luego hicieron los días, y los par­
tieron en meses, dando a cada mes veinte días, y así tenían dieciocho meses, 
y trescientos sesenta días en el año, como se dirá adelante. Hicieron luego al 
“Señor del Inframundo” y a la “Señora del Inframundo”, marido y mujer, y 
éstos eran dioses del infierno, y los pusieron en él; y luego crearon los cielos, 
comenzando del trece para abajo, e hicieron el agua y en ella criaron un pez 
grande que llamaron Cipactli, que es como caimán, y de este pez hicieron la 
tierra, como se dirá; y para crear al dios y diosa del agua juntaron los cua­
tro dioses a Tláloc y a su mujer Chalchiutlicue, a los cuales tuvieron por dio­
ses del agua, y a éstos se pedía cuando tenían de ella necesidad. Después es­
tando todos cuatro dioses juntos hicieron del pez Cipactli la tierra, a la cual 
llamaron Tlaltecuhtli, pintándola como deidad tendida sobre un pescado por 
haberse hecho de él.
c Algunos otros dijeron que la tierra fue creada de esta manera: dos dioses, 
Quetzalcóatl y Tczcatlipoca, bajaron la diosa de la tierra del cielo. Ella tenía 
las articulaciones completamente llenas de ojos y bocas, con las cuales ella 
mordía como una bestia salvaje. Antes de que la bajaran ya había agua, de la 
cual nadie sabe quién la creó, sobre la cual esta diosa caminaba. Viendo esto 
los dioses dijeron el uno al otro: “Es necesario hacer la tierra”, y diciendo 
esto se convirtieron ambos dos en grandes serpientes las cuales agarraron a la 
diosa la una en la mano derecha y en el pie izquierdo, la otra en la mano iz­
quierda y el pie derecho, y la jalaron tanto que la hicieron romperse por la 
mitad. De la mitad detrás de los hombroshicieron la tierra, y la otra mitad 
la llevaron al cielo. Por eso se enojaron mucho los otros dioses. Para recom­
pensar a la dicha diosa de la tierra por el daño que los dos dioses le habían 
hecho, todos los dioses descendieron del cielo para consolarla y ordenaron que 
de ella salieran todos los frutos necesarios para la vida de los hombres. Por 
eso hicieron de sus cabellos árboles, flores, y hierbas, de su piel las hierbas 
muy pequeñas y las pequeñas flores, de los ojos pozos, fuentes y pequeñas ca­
vernas, de la boca ríos y grandes cavernas de los agujeros de la nariz valles de 
montañas, y de los hombros montañas. Y esta diosa lloraba algunas veces du­
rante la noche queriendo comer corazones de hombres y no se quería callar 
hasta que se los daban, no queriendo llevar fruta si no estaba rociada con san­
gre humana.
2. Los D IF E R E N T E S SOLES
o Según sabían los viejos, la tierra y el cielo se estancaron en el año “ 1 tochtli” 
(uno-conejo). También sabían que cuando esto sucedió habían vivido cuatro 
clases de gentes, es decir, que habían sido cuatro las vidas. Así sabían tam­
bién que cada una fue un sol. Decían que su dios los hizo y los crió de ceniza, 
y atribuían a Quetzalcóatl, signo “2 ehécatl” (siete-viento), el haberlos he­
cho y criado.
El primer sol que hubo al principio, bajo el signo de “4 atl” (cuatro-agua), 
se llama Atonatiuh (sol del agua). En éste sucedió que todo se lo llevó el agua; 
todo desapareció; y las gentes se volvieron peces.
El segundo sol que hubo, estaba bajo el signo de “4 ocelotl” (cuatro-tigre) 
y se llama Ocelotonatiuh (sol del tigre). En él sucedió que se hundió el cielo; 
entonces el sol no caminaba de donde es medio día y luego se oscurecía; y 
cuando se oscureció, las gentes eran comidas. En este sol vivían gigantes: de­
jaron dicho los viajeros que su saludo era “no caiga usted’’, porque el que se 
caía, se caía para siempre.
El tercer sol que hubo, bajo el signo de “4 quiauhuitl” (cuatro-lluvia) se 
dice Quiauhtonatiuh (sol de lluvia). En él sucedió que llovió fuego sobre 
los moradores, que por eso ardieron. Y dicen que en él llovieron piedrezuelas 
y que entonces se esparcieron las piedras que vemos; que hirvió el tezontle 
(piedra liviana llena de agujeros); y que entonces se enroscaron los peñascos 
que están enrojecidos.
El cuarto sol, bajo el signo de “4 ehécatl” (cuatro-viento) es Ehecatonatiuh 
(sol del viento). En éste todo se lo llevó el viento. Todos los hombres se vol­
vieron monos y fueron esparcidos por los bosques.
El quinto sol, bajo el signo de “4 ollin” (cuatro-movimiento), se dice Olin- 
tonatiuh (sol del movimiento), porque se movió, caminando. Según dejaron 
dicho los viejos, en éste habrá terremotos y hambre general, con que hemos 
de perecer.
I> Cuando los cuatro dioses vieron cómo el medio sol, que habían creado; 
alumbraba poco, dijeron, que se hiciese otro medio sol, para que pudiese 
alumbrar bien toda la tierra. Y viendo esto Tezcatlipoca, se hizo sol para alum­
brar. . . debido a su divinidad, y todos los dioses criaron entonces gigantes, 
que eran hombres muy grandes y con tantas fuerzas que arrancaban los árbo­
les con las manos. No comían mas que bellotas de encina y vivieron mientras 
duró este sol, que fueron trece veces cincuenta y dos años, que son seiscientos 
setenta y seis años. . . Perecieron cuando Tezcatlipoca dejó de ser sol y los 
tigres acabaron con ellos y los comieron. Estos tigres se hicieron de la siguien­
te manera: pasados las trece veces cincuenta y dos años, Quetzalcóatl fue sol 
y dejó de serlo Tezcatlipoca, porque aquél le dio con un gran bastón y lo de­
rribó en el agua. Allí Tezcatlipoca se hizo tigre y salió a matar a los gigan­
tes. Esto se ve todavía en el cielo, porque dicen, que la Osa Mayor baja al 
agua porque es Tezcatlipoca y que ella está allá en memoria de él.
En el tiempo de Quetzalcóatl los hombres solamente comían piñones. Quet-
zalcóatl duró siendo sol otras trece veces cincuenta y dos, que son, seiscientos 
y setenta y seis años. Acabados éstos, Tezcatlipoca, por ser dios, se transformó 
como los otros hermanos suyos podían hacerlo, y hecho tigre dio una coz a 
Quetzalcóall; lo derribó y lo quitó de ser sol. Entonces se levantó tan gran aire 
que arrastró a Quetzalcóall y con él a todos los hombres [que vivían entonces], 
dejando solamente algunos cuantos que se quedaron en los aires. Éstos se vol­
vieron monos.
Ahora quedó por sol Tláloc, el dios del paraíso terrestre, el cual duró hecho 
sol siete veces cincuenta y dos, que son trescientos sesenta y cuatro años. En 
el sol de Tláloc todos los hombres no comían sino acecentli, que es una si­
miente como el trigo, que nace en el agua. Pasados estos años, Quetzalcóatl 
dejó llover fuego del cielo, quitó a Tláloc como sol y puso por sol a la mujer 
de Tláloc, Chalchiutlicue.
Ésta fue sol seis veces cincuenta y dos años, que son trescientos y doce años. 
Los hombres comían este tiempo de una simiente como maíz que se dice cen- 
cocopi. Desde el nacimiento de los dioses hasta el cumplimiento de este sol 
hubo según su cuenta dos mil y seiscientos y veinte y ocho años. En el año 
postrero que fue sol Chalchiutlicue, llovió tanta agua y en tanta abundancia, 
que se cayeron los cielos, y las aguas llevaron todos los hombres que había, 
de ellos se hicieron todos los géneros de pescados que hay. Así cesaron de 
haber hombres y el cielo cesó porque cayó sobre la tierra.
3 . E l l e v a n t a m i e n t o d e l c íe l o
Cuando los cuatro dioses vieron que el cielo se había caído sobre la tierra, lo 
cual sucedió en el primero de los cuatro años que hubo después que cesó el 
sol y llovió mucho, el cual se llamaba “ 1 tochtli” (uno-conejo), ordenaron 
los cuatro que se hicieran por el centro de la tierra cuatro caminos, para en­
trar por ellos y alzar el cielo. Y para que los ayudasen en el levantamiento del 
cielo criaron cuatro hombres: uno llamado Tzontémoc, otro Itzcóatl, otro Itz- 
malín y otro Tenexxóchitl. Criados estos cuatro hombres, los dioses Tezcatli­
poca y Quetzalcóatl se hicieron árboles grandes: Tezcatlipoca se transformó 
en un árbol que llaman “árbol de espejo” y Quetzalcóatl en un árbol que lla­
man “gran flor de quetzal”. Con la ayuda de los hombres y los árboles y los 
demás dioses alzaron el cielo con las estrellas, como ahora está. Por haberlo 
alzado así el “señor de nuestra carne” hizo a Tezcatlipoca y Quetzalcóatl se­
ñores del cielo y de las estrellas; y porque levantado el cielo, iban por él, hi­
cieron el camino que aparece en el cielo, en cual se encontraron, y donde 
están desde entonces y donde tienen su asiento.
Después de que el cielo fue levantado, los dioses dieron vida a la tierra, 
porque murió cuando cayó el cielo sobre ella. En el segundo año después del 
diluvio que era “[2] ácatl” (dos-caña), Tezcatlipoca cambió su nombre y se 
transformó en Mixcóatl, que quiere decir “serpiente de nubes” . En este año 
quiso hacer una fiesta en honor de los dioses, y para eso sacó lumbre de los 
palos, como lo acostumbran hacer. Ésa fue la primera vez que se sacó fuego
por medio de un instrumento, que consta de unos palos que tienen corazón. 
Sacado el fuego, la fiesta consistió en hacer muchos y grandes fuegos.
4 . E l o r ig e n d e l o s h o m b r e s y d e l a s p l a n t a s a l i m e n t i c i a s
a* Después de haber levantado el cielo, se consultaron los dioses y dijeron: “¿El 
ciclo ha sido construido, pero quiénes, oh dioses, habitarán la tierra?”. Se ocu­
paron en el negocio; luego fue Quetzalcóatl al inframundo; llegó al señor y a 
la señora del reino de los muertos y dijo: “He venido por los huesos precio­
sos que tú guardas”. Aquel contestó: “¿Qué harás tú con ellos, Quetzalcóatl?” 
Qtra vez dijo éste: “Los dioses tratan de hacer con ellos quien habite sobre 
la tierra”. De nuevo dijo el dios de los muertos: “Sea en buena hora. Toca 
mi caracol y lleva [el hueso] cuatro veces alrededor de mi asiento de piedras 
preciosas” . Pero él no usó el caracol del diosde la muerte: Quetzalcóatl lla­
mó a Jos gusanos, que le hicieron agujeros [en el hueso], e inmediatamente 
entraron allí las abejas grandes y las montesas, que lo tocaron, y lo oyó el 
dios de los muertos. Otra vez éste dijo: “Está bien, tómalos”. Después el dios 
de los muertos [se arrepintió] y dijo a sus mensajeros, los moradores del in- 
Iramundo: “ Id a decirle, dioses, que ha de venir a dejarlos”. Pero Quetzal- 
eóatl respondió: “No, me los llevo para siempre” . Y dijo a su nagual: “Anda 
a decirles que vendré a dejarlos”, y Quetzalcóatl vino a decir a gritos: “Ven­
dré a dejarlos”.
* En algunas partes se utilizó la versión de Krickeberg.
Pronto subió Quetzalcóatl a la tierra. Luego que cogió los huesos preciosos, 
estaban juntos en un lado los huesos de varón, y también juntos, de otro lado, 
los huesos de mujer. Tan pronto como los tomó, Quetzalcóatl hizo de ellos 
un lío, que se trajo. Otra vez les dijo el dios de los muertos a sus mensajeros: 
“ ¡Dioses! Deveras se llevó Quetzalcóatl los huesos preciosos. ¡Dioses! Id a 
hacer un hoyo en su camino”. Ellos fueron a hacerlo, y por caerse en el hoyo, 
se golpeó y le espantaron las codornices; cayó desmayado y esparció por el 
suelo los huesos preciosos, que luego mordieron y royeron las codornices. A 
poco y volvió en sí Quetzalcóatl, y lloró y dijo a su nagual: “¿Cómo será esto, 
nagual mío?” El cual dijo: “ ¡Cómo ha de ser! Que se echó a perder el nego­
cio” . Luego los recogió, los juntó e hizo un lío, que inmediatamente llevó a 
Tamoanchan. Después que los hizo llegar, los molió la diosa Cihuacóatl-Qui- 
laztli, que a continuación los echó a una vasija preciosa. Sobre él se sangró 
Quetzalcóatl su miembro; y en seguida hicieron penitencia todos los dioses. Se 
dice, que después nacieron los hombres, puesto que los dioses habían hecho 
el sacrificio de su sangre sobre ellos.
Otra vez dijeron los dioses: “¿Qué comerán los hombres, oh dioses? Ya 
todos buscan el alimento”. Luego fue la hormiga roja a coger el maíz desgra­
nado que se encontraba dentro del cerro de la subsistencia. Quetzalcóatl en­
contró a la hormiga y le dijo: “Dime a donde fuiste a cogerlo”. Muchas veces 
se lo preguntó, pero ella no quiso contestarle. Luego le dijo que allá (seña­
lando el lugar). Entonces Quetzalcóatl se volvió hormiga negra y, acompañado 
por la otra, entraron y lo acarrearon entre ambos, esto es, Quetzalcóatl acom­
pañó a la hormiga colorada hasta el lugar donde estaba guardado el maíz, ésta 
colocaba los granos en la orilla del cerro y en seguida Quetzalcóatl los llevó 
a Tamoanchan. Allá lo mascaron los dioses y lo pusieron en la boca de los 
hombres para robustecerlos. Después dijeron: “¿Qué haremos con el cerro de 
las subsistencias?”. Quetzalcóatl se fue solo al lugar donde estaba, lo ató con 
cordeles y lo quiso llevar a cuestas pero no lo pudo levantar. A continuación, 
Oxomoco echó la suerte con maíz; también auguró Cipactónatl, la mujer de Oxo- 
moco. Luego dijeron ambos que solamente Nanáhuatl “el buboso” puede 
despedazar el cerro de las subsistencias con el rayo, puesto que así lo habían 
adivinado. Mientras tanto llegaron los dioses de la lluvia, los azules, blancos, 
amarillos y rojos. Entonces Nanáhuatl despedazó el cerro de las subsistencias 
con el rayo, e inmediatamente los dioses de la lluvia arrebataron el alimento: 
el maíz blanco, el negro, el amarillo, el frijol, los bledos, la chía, huautli, todo el 
alimento fue arrebatado.
b [Un mito referente a la creación procedente de Texcoco]: Un día, muy de 
mañana, el dios del sol tiró una flecha del cielo, la cual cayó en un lugar lla­
mado Tezcalco, donde actualmente está una ciudad. Del agujero de aquella 
flecha salieron un hombre y una mujer; el nombre del hombre era “cabeza, o 
gavilán”, el nombre de la mujer era “cabello de hierba”. Del dicho hombre 
no había más cuerpo que las axilas para arriba, ni tampoco de la mujer, y 
para engendrar él metía su lengua en la boca de la mujer. Ellos no caminaban 
más que a saltos como urraca o gorrión. El hombre entonces hizo un arco y 
una flecha con los cuales tiraba a los pájaros que volaban, y si de ventura
no mataba al pájaro al cual tiraba, la flecha caía en cualquier conejo u otra 
caza, la cual ellos comían cruda, pues no había aún el uso del fuego, y se ves­
tían con la piel. La pareja tuvo seis niños y una niña, los cuales se fueron 
al lugar donde actualmente está Texcoco, pero que entonces no era más que 
un espeso monte, lleno de toda clase de bestias, con cuyas pieles ellos se 
vestían.
e [En la provincia de Chalco se cuenta lo siguiente referente a la creación 
del maíz]: Todos los dioses descendieron del cielo a una cueva, donde un dios, 
llamado Piltzintecutli se acostó con una diosa llamada Xochiquétzal. De ella 
nació Tzentéotl, el dios del maíz, el cual se metió debajo de la tierra, y de 
sus cabellos salió el algodón, de un ojo una muy buena semilla, del otro ojo 
otra, de la nariz otra semilla, llamada chían, de los dedos salió una fruta lla­
mada camote, de las uñas otra clase de maíz grande, y del resto del cuerpo 
salieron muchas otras frutas las cuales los hombres recogen y siembran. Por 
esto dicho dios fue más querido que los otros dioses y le llamaban “señor 
amado”.
d Los dioses dijeron entre sí: “Los hombres siempre serán tristes, si no ha­
cemos alguna cosa para alegrarlos y para que ellos tengan placer de vivir en 
la tierra y para que nos alaben, canten y bailen”. Esto fue oído por el dios 
del viento (= Quetzalcóatl), y pensaba en su corazón dónde podría encontrar 
alguna bebida para alegrar a los hombres y hacerles un regalo. Pensándolo, 
le vino a la mente una diosa virgen, llamada Mayahuel a la cual guardaba una 
diosa, su abuela, llamada Tzitzímitl. Inmediatamente se fue hacia ellas, las 
cuales se encontraban dormidas y despertó a la virgen y le dijo: “Vengo a 
traerte para llevarte al mundo”. Ella estuvo inmediatamente de acuerdo y así 
descendieron ambos dos [del cielo], llevándola él en sus hombros. Luego que 
ellos llegaron a la tierra los dos se cambiaron en un árbol el cual tenía dos 
ramas de las cuales una se llamaba “sauce de quetzal”, que era la del dios 
del viento y la otra “árbol de flores” que era la de la virgen. Cuando la abue­
la que dormía se despertó y no encontró a su nieta llamó luego a las otras 
diosas llamadas también Tzitzímitl y todas descendieron a la tierra buscando 
al dios del viento. En este momento las dos ramas del árbol se rompieron, y 
la de la virgen fue reconocida luego por la diosa vieja la cual la tomó y la
rompió dando a cada una de las otras diosas un pedazo, que ellas comieron. 
Pero la rama del dios del viento no la rompieron sino la dejaron allá; tan 
pronto como las diosas habían subido al cielo, se tornó a su primera forma 
de dios del viento, el cual recogió los huesos de la virgen que las diosas ha­
bían comido, y los enterró. De ellos salió una planta que llaman metí [agave], 
de la cual los indios hacen el vino que beben y con el cual se emborrachan.
5. Dos DIOSES SE C O N V IE R T EN EN EL SOL Y LA LU N A
u Decían que antes que hubiese día en el mundo se juntaron los dioses en aquel 
lugar que se llama Teotihuacan. Dijeron los unos a los otros dioses: “¿Quién 
tendrá cargo de alumbrar al mundo?”. Luego a estas palabras respondió el 
dios que se llamaba Tecuciztécatl (el de la tierra de la concha marina), y
dijo: “Yo tomo cargo de alumbrar al mundo”. 
Luego otra vez hablaron los dioses, y dijeron: 
“¿Quién será otro?”. Luego se miraron los unos 
a los otros, y conferían quién sería el otro, y nin­
guno de ellos osaba ofrecerse a aquel oficio; to­
dos temían y se excusaban. Uno de los dioses de 
que no se hacía cuenta y era buboso, no hablaba 
sino oía lo que los otros dioses decían, y los otros 
le hablaron y le dijeron: “Sé tú el que alumbres, 
bubosito”. Y él de buena voluntad obedeció a 
lo que le mandaron y respondió: “En merced re­
cibo lo que me habéis mandado, sea así”.
Luego los dos comenzaron a hacer penitencia durante cuatrodías. Después 
encendieron fuego en el hogar, el cual era hecho en una peña, que ahora lla­
man Teotexcalli. Todo lo que ofrecía el dios Tecuciztécatl era precioso. En 
lugar de ramos ofrecía plumas ricas de quetzal, y en lugar de pelota de heno 
ofrecía pelotas de oro, en lugar de espinas de maguey ofrecía espinas hechas 
de piedras preciosas, en lugar de espinas ensangrentadas ofrecía espinas he­
chas de coral colorado; y el copal que ofrecía era muy bueno. El buboso, que 
se llamaba Nanahuatzin, en lugar de ramos ofrecía cañas verdes atadas de 
tres en tres todas ellas llegaban a nueve; ofrecía bolas de heno y espinas de ma­
guey, y las ensangrentaba con su misma sangre; y en lugar de copal ofrecía 
las postillas de las bubas. A cada uno de éstos se les edificó una pirámide, 
como monte; en Jos mismos montes hicieron penitencia durante cuatro noches. 
Estas pirámides todavía están cabe el pueblo de San Juan Teotihuacan.
Después que acabaron las cuatro noches de su penitencia, echaron por allí 
los ramos y todo lo demás con que hicieron penitencia. Esto se hizo al fin, o 
al remate de su penitencia, cuando la noche siguiente a la media noche habían 
de comenzar a hacer sus oficios; un poco antes de la media noche le dieron 
sus aderezos al que se llamaba Tecuciztécatl, le dieron un plumaje llamado 
Aztacómitl, y una chaqueta de lienzo; y al buboso que se llamaba Nanahuat­
zin le tocaron la cabeza con papel, que se llama amatzontli, y le pusieron im:i
estola de papel y un maxtli (taparrabo) de papel. Llegada la media noche, 
todos los dioses se pusieron en rededor del hogar que se llama teotexcalli: 
En este lugar el fuego ya ardía cuatro días. Ordenándose los dichos dioses en 
dos filas, unos de una parte del fuego y otros de la otra; y luego los dos sobre­
dichos se pusieron delante del fuego, las caras hacia el fuego, en medio de las 
dos rengleras de los dioses. Todos éstos estaban levantados, y luego hablaron 
y dijeron a Tecuciztécatl: “ ¡Ea pues, Tecuciztécatl entra tú en el fuego!” Él 
luego acometió para echarse en el fuego; y como el fuego era grande y estaba 
muy encendido, cuando sintió el gran calor del fuego tuvo miedo, y no osó 
echarse en el fuego y se volvió atrás. Otra vez tornó para echarse en el fuego 
haciéndose fuerza, y llegando se detuvo, no osando echarse en el fuego. Cua­
tro veces probó, pero nunca se osó echar. Estaba puesto mandamiento que 
no probase más de cuatro veces. Después de haber probado cuatro veces los 
dioses hablaron a Nanahuatzin y le dijeron: “ ¡Ea pues, Nanahuatzin, prueba 
tú!” Y como le hubieran hablado los dioses, se esforzó y cerrando los ojos 
arremetió y se hecho en el fuego. Luego comenzó a rechinar y rependar en el 
fuego, como quien se asa. Como vio Tecuciztécatl que se había echado en 
el fuego y ardía, arremetió y se echó en el fuego, y dizque luego una águila 
entró en el fuego y también se quemó, y por eso tiene las plumas hoscas y 
ncgruscas; a la postre entró un tigre, y no se quemó, sino se chamuscó y por 
eso quedó manchado de negro y blanco. De este lugar se tomó la costumbre 
de llamar a los hombres diestros en la guerra “águila-tigre”, y dicen primero 
águila, porque ésta entró primero en el fuego, y se dice a la postre tigre, por­
que éste entró en el fuego después del águila. . .
Después que ambos dioses se hubieron quemado, los otros se sentaron a 
esperar de qué parte vendría a salir Nanahuatzin. Después que estuvieron gran 
rato esperando, se comenzó a poner colorado el cielo y en todas partes apare­
ció la luz del alba. Dicen que después de esto los dioses se hincaron de rodi­
llas para esperar adonde saldría Nanahuatzin hecho sol. Miraron a todas par­
les volviéndose en rededor, mas nunca acertaron a pensar, ni decir a qué parte 
saldría; en ninguna cosa se determinaron. Algunos pensaron que saldría en 
la parte del norte y se pararon a mirar hacia él; otros hacia el medio día —a 
todas partes sospecharon que había de salir, porque en todas partes había res­
plandor del alba. Otros se pusieron a mirar hacia el oriente y dijeron: “Aquí, 
de esta parte, ha de salir el sol” . El dicho de éstos fue verdadero. Dicen que 
los que miraron hacia el oriente fueron Quetzalcóatl, que también se llama 
“dios del viento”; y otro que se llama [Xipe] Totee, y por otro nombre “Se­
ñor de la tierra costera” o “Tezcatlipoca rojo”; y otros que se llaman “Ser­
pientes de nubes”, que son innumerables; y cuatro mujeres, de las cuales una 
se llamaba la hermana mayor, otra la que le sigue en edad, otra la de en me­
dio y otra la menor [de Tlazoltéotl].
Cuando vino a salir el sol, pareció muy colorado y como si se contoneara 
de una parte a otra; nadie lo podía mirar, porque quitaba la vista de los ojos, 
ya (.pie resplandecía mucho y echaba rayos muy fuertes, que se derramaban 
por (odas partes. Después salió la luna en la misma parte del oriente, a la 
par del sol —primero salió el sol y tras él la luna; por el mismo orden que
entraron salieron hechos sol y luna. Y dicen los que cuentan fábula o hablillas, 
que tenían igual luz con que alumbraban. Cuando vieron los dioses que res­
plandecían igualmente, se hablaron otra vez y dijeron: “ ¡Oh dioses! ¿Cómo 
será esto? ¿será bien que vayan ambos a la par? ¿será bien que igualmente 
alumbren?”. Entonces los dioses dieron sentencia, y dijeron: “Sea de esta 
manera, hágase de esta manera”. Y luego uno de ellos fue corriendo y dio 
con un conejo en la cara de Tecuciztécatl, y le oscureció la cara y le ofuscó el 
resplandor, y su cara quedó como está ahora.
Después que hubieron salido ambos sobre 
la tierra estuvieron quedos, sin moverse de 
un lugar el sol y la luna. Los dioses otra vez 
se hablaron, y dijeron: “¿Cómo podemos vi­
vir? no se mueve el sol. ¿Hemos de vivir en­
tre los villanos? Muramos todos y hagamos 
que resucite el sol por nuestra muerte”. 
Luego el [dios del] aire se encargó de matar 
a todos los dioses. Mientras los mató, uno 
llamado Xólotl (gemelo) rehusaba la muerte, 
y dijo a los dioses: “ ¡Oh dioses! ¡dejadme con vida!” y lloraba en gran ma­
nera, de suerte que se le hincharon los ojos de llorar; y cuando llegó a él el 
que mataba, echó a huir y se escondió entre los maizales, convirtiéndose en 
una planta de maíz con dos cañas, que los labradores llaman xólotl; pero fue 
visto y hallado entre las plantas de maíz. Otra vez se echó a huir, y se escon­
dió entre los magueyes, convirtiéndose en maguey que tiene dos cuerpos que 
se llama mexólotl. Otra vez fue visto, y echó a huir metiéndose en el agua y 
haciéndose pez que por ello llaman axólotl. Por fin allí lo tomaron y lo ma­
taron.
Dicen que aunque fueron muertos los dioses, no por eso se movió el sol. 
Luego el viento comenzó a soplar y ventear reciamente, y él le hizo moverse 
para que anduviese su camino. Después que el sol comenzó a caminar la luna 
se estuvo queda en el lugar donde estaba. Solamente después del sol comenzó 
la luna a andar. De esta manera se desviaron el uno del otro y así salen en 
diversos tiempos: el sol está durante el día, y la luna actúa en la noche, o 
alumbra en la noche.
b Tan pronto como Nanáhuatl llegó al cielo [después de su autocremación] 
el señor y la señora de nuestra carne le hicieron inmediatamente mercedes: le 
sentaron en un trono de plumas rojas de quechol y le liaron la cabeza con un 
lienzo con una banda roja. Luego se detuvo cuatro días en el cielo: ocupó 
su lugar en el signo Nahui Ollin (= dios del sol). Durante cuatro días no se 
movió y se estuvo quieto. Entonces dijeron los dioses: “¿Por qué no se mue­
ve?” Enviaron luego al “gavilán de obsidiana”, que fue a hablar y preguntar 
al sol. Le dijo: “Me mandan los dioses a preguntarte por qué no te mueves’ 
Respondió el sol: “Porque pido su sangre y su reino”.
Entonces se consultaron los dioses y se enojó el “dios de la estrella matuti­
na” y dijo“ ¿Por qué no me permiten flecharlo? Ojalá no se detuviera”. Le 
disparó y no le acertó. Ahora el sol dispara sus flechas que llevan plumas ro-
jas de arára sobre el “diosde la estrella matutina”, y lo tiró de cabeza en los 
nueve ríos. Por eso el “dios de la estrella matutina” es el dios del frío.
Después se hizo una junta por los dioses Tezcatlipoca y Huitzilopochtli y 
las diosas Xochiquétzal, “Falda verde” y “Falda roja” e inmediatamente su­
cedió que sacrificaron a los dioses en Teotihuacan. Después de que el sol se 
puso en movimiento en el cielo, debido a los sacrificios, comenzó también la 
luna su recorrido. Tan pronto como ella llegó a la orilla del cielo, vino Pa- 
paztac a quebrantarle la cara con una taza en figura de conejo. Luego vinieron
a encontrarla en la encrucijada de los caminos los duendes y ciertos demonios, 
que le dijeron: “Sé bienvenida por ahí. En tanto que ahí la detuvieron, le ajus­
taron al cuerpo puros andrajos; mientras que el sol estaba en el cielo detu­
vieron a la luna, y solamente la dejaron en libertad después de que aquél se 
había puesto.
[Cuando los dioses se sacrificaron], dejaron cada uno de ellos la ropa que 
traía a los devotos que tenía, en memoria de su devoción y amistad. Y estos 
devotos o servidores de los dichos dioses muertos envolvían estas mantas en 
ciertos palos, y haciendo una muesca o agujero en el palo, le ponían por co­
razón unas pedrezuelas verdes y cuero de culebra y tigre. A este envoltorio 
decían Tlaquimilolli, y cada uno le ponía el nombre de aquel demonio que le 
había dado la manta. Éste era el principal ídolo que tenían en mucha re­
verencia. . .
Los hombres devotos de estos dioses muertos a quien por memoria habían 
dejado sus mantas, dizque andaban tristes y pensativos cada uno con su man­
ta a cuestas, buscando y mirando si podrían ver a sus dioses o si se les apare­
cían. Dicen que el devoto de Tezcatlipoca perseverando en ésta su devoción, 
llegó a la costa del mar donde se le apareció el dios en tres maneras o figuras, 
y le llamó y dijo: “Ven acá, fulano, pues eres tan gran amigo, quiero que vayas 
a la casa del sol y traigas de allá cantores e instrumentos para que me hagas 
licsla. Para esto llamarás a la ballena, a la sirena, y a la tortuga, que se hagan 
puente por donde pises”. Hecho el dicho puente, y dándole un cantar que fuese
diciendo, entendiéndole el sol, avisó a su gente y criados que no le respondie­
sen al canto, porque a los que le respondiesen los había de llevar consigo. Y 
así aconteció que algunos de ellos, pareciéndoles melifluo el canto, le respon­
dieron, a los cuales trajo con el atabal que llaman huéhuetl y con el teponaztli. 
De aquí dicen que comenzaron a hacer fiestas y bailes a sus dioses.
a Para que el sol alumbrase era necesario que comiese corazones y bebiese san­
gre, y para ello hicieron la guerra para que pudiesen obtener corazones y san­
gre. Y porque todos los dioses lo quisieron así, hicieron la guerra. 
b En el año “ 1 técpatl” (uno-pedernal) nacieron las “serpientes de las nu­
bes”. Sucedió de la siguiente manera: la “Blanca diosa del agua” engendró 
primero a las cuatrocientas “serpientes de las nubes”. Luego entraron a la 
cueva, y cuando habían entrado parió otra vez la madre de ellas. Esta vez 
nacieron cinco, siendo también “serpientes de las nubes”: el primero llamado 
“cónyuge del águila” ; el segundo, llamado “serpiente de las nubes” ; el ter­
cero, mujer, llamado Cuitlachcíhuatl (martucha); el cuarto, llamado “cerro de 
gavilanes”; y el quinto llamado “señor en el agua”. Cuando nacieron, se me­
tieron en el agua cuatro días; luego salieron y les dio a mamar Mecitli, deidad 
de la tierra. . .
[Cuando habían crecido] llamó el sol a las cuatrocientas “serpientes de las 
nubes”, les entregó flechas y les dijo: “ He aquí con que me serviréis de comer 
y me daréis de beber”. También les entregó rodelas. Las flechas eran precio­
sas, con plumas de quetzal, de garza, de trupial, de quechol rojas y rosadas, 
y de cotinga. . . Pero aquéllos no hicieron su deber; y porque sólo flecharon 
aves y se divertían, llamándose después a aquel lugar “flecha de aves”. A 
veces cogían un tigre y lo ofrendaban al sol. Tan pronto como cogieron al 
tigre, se cubrieron el cuerpo con plumas por medio de pegamentos [lo cual 
estaba reservado para los prisioneros adornados para el sacrificio], se acos­
taron emplumados y durmieron con sus mujeres y bebieron vino de tzihuactli 
(planta espinosa) y anduvieron enteramente beodos.
Entonces el sol llamó también a los cinco que nacieron a la postre; les dio 
flechas de tzihuactli (de espinas), les dio escudos fuertes y les dijo: “Mirad, 
hijos míos, que ahora habéis de destruir a las cuatrocientas ‘serpientes de las 
nubes’, que no dedican nada a nuestra madre y a nuestro padre”.
6 . Los DIOSES ESTELARES Y EL ORIG EN DE LA GUERRA
En seguida se reunieron los cinco sobre un mezquite, de donde los vieron 
y dijeron: “¿Quiénes son éstos que son tales como nosotros?’’. Ésta fue la 
oportunidad de que se hicieran guerra. Pero “cónyuge del águila” se metió 
dentro del árbol; “serpiente de nubes” se metió debajo de la tierra; ''cerro de 
gavilán” se metió dentro de un cerro; en el agua se paró el “'señor en el agua”; 
y su hermana mayor, Cuitlachcíhuarl (martucha), se quedó en el juego de 
pelota. Cuando las cuatrocientas “serpientes de las nubes” los cercaron, ya 
ninguno estaba en la red de huacales en que se habían juntado encima d e l 
mezquite. Crujió el árbol, se desgajó sobre aquéllos y salió “cónyuge de águi­
la”, de adentro del árbol. Tembló la tierra y salió “serpiente de nubes” , que 
se había metido debajo de la tierra; se reventó y derrumbó el cerro y salió 
“cerro de gavilán”; hirvió el agua y salió el “señor en el agua” . Luego ven­
cieron a los cuatrocientos y los destruyeron, y entonces sirvieron de comer y 
de beber al sol. Otros, que quedaron, vinieron para aplacarlos, suplicando y 
diciendo: “Nosotros os hemos afligido. Id a Chicomóztoc que ya es vuestra 
cueva, y entrad, que ya es vuestra casa” . . .
Luego bajaron [del cielo] dos venados, cada uno de dos cabezas. Entonces 
había dos “serpientes de nubes”; la primera llamada Xiuhnel y el segundo 
Mimicli, que cazaban dentro del valle. Ellos persiguieron a les venados, que­
riendo flecharlos. Una noche los persiguieron lo mismo que un día, y ya a la 
puesta del sol los cansaron. Luego los venados consultaron entre sí: “ ¡Oye! 
hazte allá una choza; aquí hago la mía; ya se acercan los bellacos”. [Y cuan­
do habían construido las chozas] salieron los que antes eran venados, ya con­
vertidos en mujeres. Van dando voces y diciendo: “Xiuhnel. Mimich, ¿dónde 
estáis? Venid a comer y a beber” . Cuando aquellos oyeron eso, se consultaron 
entre sí: “ ¡Oye! ¡No les hables!”. Luego solamente les habló Xiuhnel y les 
diio: “ ¡Ven acá, hermana mía!” Y ella dijo: “Xiuhnel, bebe”. Entonces Xiuhnel 
bebió la sangre [que ella le ofreció], y al punto se acostó junto a ella. Des­
pués de que se echó con ella,* le comió el corazón de su cuerpo. Luego dijo 
Mimich: “Ay, ya fue comido mi hermano”. La otra mujer aún está en pie, lla­
mándole y le dice: “Niño mío, come”. Pero Mimich no le habla. Luego hizo 
fuego por medio de los palos y tan pronto que ardía entró en él corriendo. La 
mujer le persiguió, entró en el fuego, tres noches, y hasta mediodía [del cuarto 
día]. Y a la mitad de ese día vino Mimich [del cielo] y cayó en medio de un 
espino grande sobre el cual la mujer cayó también y cuando él vio, que era 
un tzitzímitl que se había caído, le disparó varias flechas y solamente enton­
ces ella tomó su forma habitual.
Mimich caminaba ataviado con la peluca de papel, el cabello atado en lo 
alto a manera de los guerreros, con la cara pintada y llorando, porque su her­
mano había sido comido. Esto oyeron los dioses del fuego. Entonces se fue­
ron, guiados por Mimich, para atrapar a la “mariposa de obsidiana”, es decir, 
a aquella mujer. Y cuando la habían apresado la quemaron.
* De aquí en adelante se ha seguido la versión dada por Krickeberg, que difiere de 
la traducción de la “Leyenda de los Soles”, 1945.
EL CIELO Y EL REINO DE LOS MUERTOS
7. LOS NUEVE CIELOSLos indios de México creían que en el primer cielo estaba una estrella “fal­
dellín de estrellas’’ que es hembra, y otra llamada “sol de estrella” que es 
macho. Éstas las hizo el “señor de nuestra carne” guardianes del cielo. . .
En el segundo dicen que hay unas mujeres que no tienen carne sino hueso, 
las cuales se llaman “mujeres de mal agüero”, y por otro nombre Tzitzímitl. 
Éstas estaban allí para cuando el mundo se acabase, cuando habían de comer 
a todos los hombres. Preguntados los viejos cuándo llegaría el fin, dijeron que 
solamente sabían que llegaría cuando los dioses se acabasen, y cuando Tezca- 
tlipoca se robase al sol.
En el tercero estaban los cuatrocientos hombres que hizo Tezcatlipoca. És­
tos eran de cinco colores, amarillos, negros, blancos, azules y colorados y guar­
daban el cielo.
En el cuarto estaban todos los géneros de aves, y de allí venían a la tierra.
En el quinto había culebras de fuego que hizo el dios del fuego, y de ellas 
salen los cometas y señales del cielo.
En el sexto estaban todos los aires.
En el séptimo estaba todo lleno de polvo y de allí bajaba a la tierra.
En el octavo se juntaron todos los dioses.
De allí hacia arriba no subía ninguno hasta donde estaba el “señor de nues­
tra carne” y su mujer; y no saben lo que estaba en los cielos que quedan.
Preguntados dónde estaba el sol, dicen que en el arie [es decir, en el sexto 
cielo], y que de día andaba y no de noche, porque llegando el medio día vol 
vía al oriente, y que su resplandor era el que iba al poniente. La luna anda 
tras el sol y nunca lo alcanza.
8. Los TRES R E IN O S DE LOS M U E R T O S
a Lo que dijeron y supieron los naturales antiguos y señores de esta tierra, de 
los difuntos que se morían, es que las ánimas de los difuntos iban a una 
de tres partes. La una es Mictlan, el infierno, donde estaba y vivía un diablo
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que se decía el “señor del inframundo” [Tzontémoc], y una diosa “señora 
del inframundo” y esposa de aquél. Las ánimas de los difuntos que iban al 
infierno, son los que morían de enfermedad, ahora fuesen señores o princi­
pales, o gente baja. El día que alguno se moría, varón o mujer o muchacho, 
decían al difunto echado en la cama, antes que lo enterrasen: “ ¡Oh hijo! ya 
habéis pasado y padecido los trabajos de esta vida; ya ha sido servido nuestro 
señor de llevaros, porque no tenemos vida permanente en este mundo y breve­
mente, como quien se calienta al sol, es nuestra vida. Hízonos merced nuestro 
señor que nos conociésemos y conversásemos los unos a 
los otros en esta vida y ahora, al presente ya os llevó el 
dice 'señora del inframundo’, ya os puso por su asiento, 
dios que se llama ‘señor del inframundo’ y la diosa que se 
porque todos nosotros iremos allá, y aquel lugar es para 
todos y es muy ancho, y no habrá más memoria de vos.
Ya os fuisteis al lugar oscurísimo que no tiene luz, ni ven­
tana, ni habéis más de volver ni salir de allí, ni tampo­
co más habéis de tener cuidado y solicitud de vuestra vuel­
ta. Después de haberos ausentado para siempre jamás, 
habéis ya dejado a vuestros hijos, pobres y huérfanos y 
nietos, ni sabéis como han de acabar, ni pasar los traba­
jos de esta vida presente. Nosotros allá iremos a donde 
vos estaréis antes de mucho tiempo. . . ”
Y luego los viejos ancianos y oficiales de tajar papeles 
cortaban y aderezaban y ataban los papeles de su oficio, 
para el difunto y después de haber hecho y aparejado los 
papeles tomaban al difunto y encogíanle las piernas y ves­
tíanle con los papeles y lo ataban. Después tomaban un 
poco de agua y derramábanla sobre su cabeza diciendo al 
difunto: “ésta es la de que gozasteis viviendo en el mun­
do”; y tomaban un jarrillo lleno de agua, y débanselo di­
ciendo: “Veis aquí con qué habéis de caminar”; y ponían- 
selo entre las mortajas y así amortajaban el difunto con 
sus mantas y papeles, y atábanle reciamente. Además daban al difunto todos 
los papeles que estaban aparejados, poniéndolos ordenadamente ante él, di­
ciendo: “Veis aquí con qué habéis de pasar en medio de dos sierras que están 
encontrándose una con otra”. Además le daban al difunto otros papeles di- 
ciéndole: “Veis aquí con qué habéis de pasar el camino donde está una cule­
bra guardando el camino”. Le daban otros papeles diciendo: “Veis aquí con 
qué habéis de pasar a donde está la lagartija verde”. Además decían al di­
funto: “Veis aquí con que habéis de pasar ocho páramos”; y más daban otros 
papeles diciendo: “Veis aquí con qué habéis de pasar ocho collados”. Además 
decían al difunto: “Veis aquí con qué habéis de pasar el viento de navajas”, 
porque el viento era tan recio que llevaba las piedras y pedazos de navajas. 
Por razón de estos vientos y frialdad quemaban todas las petacas y armas y 
todos los despojos de los cautivos, que habían tomado en la guerra, y todos 
los vestidos que usaban. Decían que estas cosas iban con aquel difunto y en
aquel paso le abrigaban para que no recibiese gran pena. Lo mismo hacían 
con las mujeres que morían, puesto que quemaban las alhajas con que tejían 
e hilaban, y toda la ropa que usaban para que en aquel paso las abrigasen 
del frío y viento grande que allí había, y el que ningún ato tenía, sentía gran 
trabajo con el viento de este paso. Además hacían al difunto llevar consigo 
un perrito de pelo bermejo, y al pescuezo le ponían hilo flojo de algodón. 
Decían que los difuntos nadaban encima del perrillo cuando pasaban un río 
del infierno que se nombra Chiconahuapan (nueve veces río) . . .
Solamente después de pasados cuatro años el difunto se va a los nueve in­
fiernos, donde está y pasa un río muy ancho y allí viven y andan perros en 
la ribera del río por donde pasan los difuntos nadando, encima de los perritos. 
Dicen que el difunto que llega a la ribera del río arriba dicho, luego mira el 
perro y si conoce a su amo luego se echa nadando al río, hacia la otra parte 
donde está su amo, y le pasa a cuestas. Por esta causa los naturales solían tener 
y criar los perritos. Mas decían, que los perros de pelo blanco y negro no po­
dían nadar y pasar el río, porque dizque decía el perro de pelo blanco: “yo 
me lavé”; y el perro de pelo negro decía: “yo me he manchado de color prie­
to, y por eso no puedo pasaros”. Solamente el perro de pelo bermejo, podía 
bien pasar a cuestas a los difuntos, y así en este lugar de los nueve infiernos, 
se acababan y fenecían los difuntos. . .
[En otra parte Sahagún nos informa lo siguiente acerca del reino de ios 
muertos].*
El dios y la diosa del más profundo inframundo, devoraban manos y pies: 
su condimento es el escarabajo rojo, su sopa el pus; beben de una calavera. 
Aquel que cuando vivía comía muchos tamales los come en el inframundo 
llenos de agujeros. El escarabajo rojo los agujeró. Quien comía en vida ayo- 
comolli, come en el inframundo corazones. Todas las plantas venenosas son 
comidas en el inframundo y todos los que van allá comen bledos. En fin, todo 
lo que no se come en vida, se come en el inframundo, y dicen que nada más 
se come allí.
En el inframundo hay gran pobreza y miseria. Allí se agitan los cuchillos 
de obsidiana, arena, árboles, plantas espinosas, astillas de pedernal, magueyes 
salvajes, nopales y cactos, y hace muchísimo frío. Fatigas pesan sobre los muer­
tos. Si alguno crio un perro en vida, le previene antes de morir con estas 
palabras: “Mira bien desde la orilla de los nueve ríos por mí”. Pues se dice 
que el perro traslada a su dueño a través de la corriente del inframundo; 
después se llama “perro de las nueve [veces corriente] ”. Allá a donde tienen 
que llegar todos los hombres, está el lugar donde se unen los cerros. Y aquél 
sobre el que chocan los cerros, perece y no se le vuelve a ver en el infra­
mundo.
El que moría siendo un niño pequeño en la cuna, no iba a Mictlan, sino 
a Xochitlapan (“ tierra de jardines”). Allí debe estar el árbol de los lactantes 
del cual se crían los niños pequeños, que yacen abajo y abren y cierran la 
boca, y en la boca les cae lo que beben.
* Traducido directamente

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