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Verdaderamente libre (Gálatas) - Rafael Porter

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ESTUDIOS BÍBLICOS ELA: 
¡VERDADERAMENTE 
LIBRE! 
(GÁLATAS) 
A menos que se indique lo contrario, 
todas las citas bíblicas están tomadas 
de la Versión Reina Valera Revisión 1960 
Primera edición, 1992 
Cuarta impresión, 2005 
© 1992 por Ediciones las Américas, A.C. 
Todos los derechos reservados 
Prohibida la reproducción parcial o total 
EDICIONES LAS AMÉRICAS, A.C. 
Prol. Reforma 5514 
Col. La Libertad 
72130 Puebla, Pue., México 
Tels. 248-3923, 248-2323, Fax. 249-5984 
ela@edicioneslasamericas.com 
www.edicioneslasamericas.com 
ISBN 968-6529-08-X 
CONTENIDO 
1. Demasiado fácil 
Gálatas 1:1–5 
2. Otro Evangelio? 
Gálatas 1:6–24 
3. El Peligro de Predicar para Ganar Popularidad 
Gálatas 2 
4. Cómo Comenzó su vida Cristiana? 
Gálatas 3:1–5 
5. Bendición o Maldición? 
Gálatas 3:6–14 
6. La Ley de la Buena Fe 
Gálatas 3:15–18 
7. ¿Para qué Sirve la Ley? 
Gálatas 3:19–4:7 
8. Regreso Voluntario a la Esclavitud 
Gálatas 4:8–20 
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9. Hijo de Esclavitud 
Gálatas 4:21–31 
10. Amor vs. Legalismo 
Gálatas 5:1–15 
11. Una Guerra Continua 
Gálatas 5:16–26 
12. Sirviéndonos en Amor 
Gálatas 6:1–18 
VERDADERAMENTE 
LIBRE: 
Santificación por la fe en 
Cristo 
GALATAS 
DEFENSA DEL 
APOSTOLADO 
Y MENSAJE DE PABLO 
1–2 
DEFENSA DE LA 
DOCTRINA DE PABLO 3–
4 
DEFENSA DE LA 
PRACTICA DE PABLO 5–6 
Saludo 1:1–5 
Sorpresa por el cambio 
operado en los 
gálatas 1:6–9 
Fuente y confirmación de 
su mensaje 1:10–2:21 
Su contenido revelado por 
Cristo 1:10–12 
Su compromiso con el 
judaísmo 1:13–14 
Su conversión y 
preparación 1:15–17 
Su comunión con los 
santos 1:18–24 
Su confirmación por los 
apóstoles 2:1–10 
Su confrontación con 
Pedro 2:11–14 
Su conclusión acerca del 
problema 2:15–21 
Prueba de la recepción del 
Espíritu Santo 3:1–5 
Prueba de la bendición de 
Abraham 3:6–9 
Prueba de la 
redención 3:10–14 
Prueba de la promesa a 
Abraham 3:15–18 
Prueba del propósito de la 
ley 3:19–4:11 
Adición por causa del 
pecado 3:19–22 
Función del ayo 3:23–25 
Cumplimiento del 
propósito 3:26–29 
Trato de un menor de 
edad 4:1–5 
Libertad de la 
esclavitud 4:6–7 
Contradicción del deseo de 
volver a la esclavitud 4:8–
11 
Prueba de la recepción que 
le dieron al 
principio 4:12–20 
Prueba de la ilustración 
del Antiguo 
Testamento 4:21–31 
Contraste de los dos 
hijos 4:21–23 
Contraste de los dos 
pactos 4:24–27 
Conflicto entre los dos 
sistemas 5:1–6 
Resumen 5:1 
Enajenación por la ley 5:2–4 
Justificación por la fe 5:5–6 
Rechazo por los 
judaizantes 5:7–12 
Libertad sometida al 
amor 5:13–15 
Andar en el Espirítu 5:16–26 
Conflicto entre la carne y el 
espíritu 5:16–18 
Fruto de la carne 5:19–21 
Fruto del Espíritu 5:22–23 
Exhortación a vivir por el 
Espíritu 5:24–26 
Obligación de los unos por los 
otros 6:1–10 
Restauración del caído 6:1 
Ayuda para los necesitados 6:2 
Necesidad de 
autoexaminarse 6:3–5 
Apoyo para los maestros 6:6 
Segando una cosecha de 
valor 6:7–9 
Exhortación final a las buenas 
obras 6:10 
Interés personal en ellos 6:11–
18 
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Aplicación a los 
gálatas 4:28–31 
1 
¡Demasiado Fácil! 
Gálatas 1:1–5 
Todas las religiones del mundo estipulan que la persona que quiera satisfacer a Dios y 
obtener la vida eterna, debe hacer méritos propios para cumplir los requisitos divinos. Una 
salvación basada únicamente en la fe, sin otra condición,se considera “demasiado fácil”. 
Algunos dicen que “Dios no puede pasar por alto los años pasados en pecado y aceptar una 
decisión repentina de confiar en Cristo (algunas veces tomada a la hora de la muerte), como 
suficiente para tener la vida eterna”. 
Las religiones paganas primitivas exigían sacrificios u ofrendas para satisfacer a sus 
dioses y recibir sus bendiciones. Como consecuencia, la gente pasaba toda la vida 
esclavizada por el temor a morir (Hebreos 2:15), porque no sabían qué esperar de esos 
dioses que aunque no eran justos ni santos, controlaban el destino del mundo (Gálatas 4:7–
9). 
Algunos sistemas religiosos orientales son distintos a los de occidente. Postulan que 
todo el universo es un gran dios del que los humanos forman parte y con el cual deben 
identificarse para poder participar de su poder divino. Así que cada hombre debe 
relacionarse con la naturaleza que le rodea a fin de tener unidad con ese dios universal. Esa 
comunión la logra a través de la meditación y otras actividades. 
La iglesia tradicional (no evangélica) de occidente, y las sectas falsas derivadas de ella 
(en su mayoría ramificaciones de la fe judeocristiana), creen en algunos aspectos de la 
verdad acerca de Jesucristo. Sin embargo, apoyan el sistema basado en las buenas obras del 
individuo como condición para obtener la gloria. Aunque algunas reconocen la importancia 
de la muerte de Cristo, creen que tenemos que añadir algo a su sacrificio para obtener un 
grado suficientemente elevado de bondad como para merecer la vida eterna. La dificultad 
estriba en que no se sabe, sino hasta después de la muerte, si se ha alcanzado ese grado o 
no. 
Algunas veces se encuentra esta misma creencia en las iglesias evangélicas. ¿Cómo 
puede aceptar Dios una decisión intelectual, tomada algunas veces muy tarde en la vida, 
como requisito único para salvar a alguien que ha pasado parte de su existencia 
insultándolo y rebelándose contra él? ¡La salvación debe costar más que eso! ¿No es cierto? 
Con frecuencia se oye en nuestras iglesias que para ser salvos, o al menos para ser 
aceptados per Dios, debemos hacer ciertas cosas o dejar de hacer otras. 
También en los tiempos de Cristo y de Pablo era común esta idea entre la gente de 
Israel. El judaísmo incluía 613 mandamientos, entre los cuales había 248 exhortaciones 
positivas y 365 prohibiciones, una para cada día del año. Por eso cuando Cristo vino, la 
gente le preguntaba constantemente: “¿Qué debo hacer para obtener la vida eterna?” 
El Señor siempre contestó esa pregunta de una manera que nos parece demasiado 
difícil, porque él deseaba enseñarles que nunca podrían hacer suficientes méritos, y que 
cuando reconocieran su incapacidad de ganar la salvación por ellos mismos, la buscaran 
basados en la misericordia y gracia de Dios. Por ello, muchos se apartaron con tristeza, 
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porque queriendo establecer su propia justica, se daban cuenta de que jamás lo lograrían 
(Romanos 10:1–4). 
En el Sermón del Monte, Cristo les dijo que si su justicia no era mayor que la de los 
escribas y fariseos, no entrarían en el reino de los cielos (Mateo 5:20). A continuación les 
explicó las exigencias divinas si querían alcanzar la justificación por méritos propios 
(Mateo 5:21–48). 
Asimismo, en Lucas 10:25–37 y 18:18–27, Cristo afirmó que las normas antiguas del 
judaísmo no servirían para darles vida eterna porque nadie las podía cumplir totalmente. Lo 
que quería era que reconocieran su incapacidad de salvarse a sí mismos, y que confiaran en 
él. 
El mensaje del Nuevo Testamento indica que es necesario dar tres pasos para tener vida 
eterna. En primer lugar, reconocer la necesidad de la salvación. Debido a que somos 
pecadores rebeldes, estamos bajo la condenación de Dios y jamás podremos hacer 
suficientes buenas obras para salvarnos (Romanos 3:9–20). 
En segundo lugar, aceptar que Dios hizo la provisión para salvarnos: “Mas Dios 
muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por 
nosotros” (Romanos 5:8; Juan 3:16; 1 Pedro 3:18). El pagó el precio de nuestras culpas, las 
cuales nosotros debíamos haber liquidadopersonalmente. 
Finalmente, para recibir la vida eterna, tenemos que dejar de depender de nosotros 
mismos y confiar en Jesucristo (Hechos 16:30–31; Juan 3:16; 5:24; 1 Juan 5:11–13). ¿Ha 
dado usted estos tres pasos? Si no lo ha hecho, hágalo ahora mismo. 
Pablo pasó todo su ministerio luchando contra los conceptos legalistas de quienes 
querían ser hallados justos y ser aceptados por Dios por méritos propios. Entre ellos estaban 
los judaizantes, quienes se habían infiltrado en la iglesia de Jesucristo en todas partes, 
oponiéndose a la predicación del mensaje de salvación en Cristo. 
En realidad había tres clases de judaizantes que afectaban tanto a la iglesia primitiva 
como al ministerio de Pablo. La primera la formaban algunos discípulos de Jesucristo. Su 
doctrina se basaba en ver quiénes podían ser salvos. Pedro y otros apóstoles consideraban 
que la salvación era sólo para los judíos. Por eso, sólo predicaban el mensaje de las buenas 
nuevas a los de esa raza y evitaban en lo posible entrar en contacto con los gentiles 
paganos. Esto se remedió posteriormente, como lo relata Hechos capítulos 10 y 11, cuando 
aceptaron que el evangelio incluía a los gentiles también, y que éstos no tendrían que 
convertirse al judaísmo para ser aceptados por Dios, porque él no hace acepción de 
personas. 
Después de convenir en este principio, los apóstoles tuvieron que resolver un problema 
adicional, el de determinar cómo podrían ser salvos esos gentiles. Pablo y otros habían 
dicho que la salvación se obtenía sólo por medio de la fe, pero los judaizantes de la segunda 
clase, insistían en que se limitaba a quienes obedecieran la ley de Moisés. Este debate se 
resolvió en el Concilio de Jerusalén como lo relata Hechos 15. En él quedó claro que la 
salvación sólo es por fe e incluye a judíos y a gentiles. 
Se podría imaginar que esta decisión eliminaría el legalismo. Sin embargo, la naturaleza 
de una religión basada en las obras no muere fácilmente. Parece que siempre buscamos la 
manera de afirmar nuestra justicia personal frente a Dios. Por eso una tercera clase de 
judaizantes apareció, pero con una idea nueva. 
Aunque aceptaban que la salvación incluía a los gentiles y que la única condición para 
ser salvos era la fe, levantaron otra polémica: ¿Cómo podrían agradar a Dios? Contestaban 
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diciendo que para estar en comunión con Dios y agradarle en la vida diaria, debían vivir 
conforme a la ley mosaica. 
Esta cuestión siguió afectando a las iglesias durante todo el ministerio de Pablo y aún 
hoy se encuentra en muchas congregaciones evangélicas. Algunos cristianos dicen que 
tenemos que cumplir con ciertos requisitos para ser salvos y hacer determinadas cosas para 
llegar a ser cristianos “espirituales”, y tener verdadera comunión con Dios. 
Pablo responde a esta enseñanza con un mensaje donde proclama la libertad y afirma 
que ya no estamos bajo ley. Para agradar a Dios, podemos acercarnos a él por medio de la 
fe en Cristo y caminar con él cada día, andando en un estilo de vida basado en la misma fe, 
no en las obras de la ley (Colosenses 2:6–7). De principio a fin, nuestra relación con Dios 
se basa en la obra de Cristo consumada en la cruz. Este mensaje es el que caracteriza al 
ministerio de Pablo y a su epístola a los gálatas. 
EL AUTOR Y LA FECHA 
No hay ninguna duda en cuanto a que Pablo sea el autor de Gálatas. Las fuentes 
históricas más cercanas mencionan al apóstol repetidas veces como el escritor. Este 
testimonio incluye a personas tan diversas como Clemente de Roma, Policarpo, Marción, 
Ireneo, Clemente de Alejandría y Tertuliano. La evidencia interna también apoya este punto 
de vista, ya que el autor se identifica claramente. 
No obstante, la discusión más seria relacionada con esta misiva se refiere a la fecha. El 
debate gira alrededor del término “Galacia”. ¿Se refiere a la región geográfica que se 
encontraba al norte de Asia Menor y que el apóstol visitó en su segundo viaje misionero? 
O, ¿es la provincia política que se encuentra al sur, y que incluye las iglesias que visitó en 
su primer viaje juntamente con Bernabé? 
Quienes creen que “Galacia” se refiere a la región que se encuentra al sur, calculan la 
fecha del libro entre 48–49 d.C., antes del concilio de Jerusalén mencionado en Hechos 15. 
Se basan en que Pablo habría hecho referencia en esta carta a la decisión tomada en el 
concilio si éste se hubiera efectuado antes de escribir la epístola. 
Los que creen que se refiere a la región geográfica más reducida que se encuentra en el 
norte, identifican la fecha como posterior al concilio, en aproximadamente 55 d.C. Una de 
las razones principales que se presenta a favor de este punto de vista es la dificultad que 
hay en incluir catorce años entre el tiempo de la conversión de Pablo y su visita a esta 
región durante la época de escasez en el año 46 d.C. También se observa que existen 
similitudes con las cartas a los Romanos y a los Corintios, por lo que se supone una fecha 
cercana a ellas. 
Esta última fecha parece corresponder mejor a la cronología conocida de la vida de 
Pablo, mientras el punto de vista que apoya la primera parece relacionarse mejor con la 
descripción de los eventos históricos mencionados en Gálatas. Cabe mencionar que no hay 
nada en el punto de vista que apoya el que Galacia sea la región del sur que contradiga una 
fecha más tardía, con tal que la carta fuera escrita después del Concilio de Jerusalén y 
calcular su fecha en aproximadamente 55 d.C. 
LA SITUACION HISTORICA 
Después de fundar la iglesia en Galacia, Pablo siguió viajando. Como siempre, los 
judaizantes lo siguieron y empezaron a penetrar en las iglesias de la región. La controversia 
con ellos se debía a que insistían en que era necesario obedecer la ley mosaica. 
Este grupo de judaizantes habían dado un paso más en la antigua posición que 
guardaban los fariseos. Ya no argumentaban que la salvación era sólo para Israel ni que era 
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indispensable obedecer la ley y las tradiciones judías. Pedro había contestado la primera 
cuestión en Hechos 10–11. El Concilio de Jerusalén (Hechos 15) había resuelto la segunda. 
Estos que molestaban a Pablo esgrimían una nueva forma de legalismo. Su doctrina 
aceptaba la salvación por medio de la fe en Cristo, tanto de judíos como de gentiles. Sin 
embargo, habían añadido el concepto de que la santificación se obtenía por guardar la ley. 
Según ellos, para ser espiritual, el hijo de Dios tenía que vivir por la ley. 
¡PENSEMOS! 
¿Dónde y en qué forma encuentra usted remanentes de 
la perspectiva de los judaizantes u otros legalistas semejantes 
en la iglesia evangélica de la actualidad? 
PROPOSITO Y TEMA 
Pablo escribió Gálatas para negar el punto de vista de los judaizantes y demostrar que 
es imposible reconciliar las ideas de una salvación por fe con la santificación por ley. Los 
dos puntos de vista no pueden existir juntos porque son contradictorios. Nuestra relación 
con Dios no se basa en las obras de la ley ni para alcanzar la salvación ni la santificación. 
Nos acercamos con confianza a Dios porque Cristo hizo todo lo que se requería. 
LA SALVACION POR FE Y LA SANTIFICACION 
POR LEY NO PUEDEN EXISTIR JUNTAS. 
O TODO ES POR LA FE, O TODO ES POR LA LEY 
Los judaizantes se habían introducido en la iglesia con una doble intención. Primero, 
pensaban desacreditar a Pablo como apóstol (Gálatas 1–2). Segundo, querían predicar un 
“evangelio” falso (Gálatas 3–4). Pablo escribió esta misiva para resolver estas dos 
cuestiones y enseñarles un nuevo estilo de vida consecuente con la salvación por la fe. 
ORGANIZACION DEL LIBRO 
Gálatas se divide naturalmente en tres partes. En la primera, Pablo defiende su 
autoridad como apóstol y su mensaje (1:1–2:21). En segundo lugar, Pablo demuestra 
teológicamente por qué lasantificación por obras y la justificación por fe no pueden existir 
juntas (3:1–4:31). Finalmente, demuestra las implicaciones prácticas que tiene para sus 
vidas la santificación verdadera, la que proviene de la fe (5:1–6:18). 
DEFENSA DEL APOSTOL Y SU MENSAJE 1–2 
DOCTRINA DE LA SANTIFICACION POR FE 3–4 
IMPLICACIONES DE LA SANTIFICACION 5–6 
SU SALUDO 1:1–5 
Esta carta empieza con una apología del apostolado y mensaje de Pablo (1:1–2:21). La 
naturaleza polémica del libro se pone de manifiesto a partir del saludo. Cuando escribían 
una carta, los autores de ese tiempo incluían tres elementos en él: 1) nombre del autor, 2) 
quiénes eran los destinatarios, y 3) el saludo. Al analizar estos tres elementos en las 
epístolas del Nuevo Testamento, normalmente podemos encontrar algunas indicaciones del 
tema principal de la carta. 
En la que Pablo escribió a los gálatas, estos tres elementos se refieren al debate con los 
judaizantes. Las dos dudas que habían sembrado en los gálatas se contestan en forma breve 
desde el saludo. Al identificarse a sí mismo como autor, Pablo defiende su posición como 
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apóstol (1:1). La identificación de los destinatarios es rutinaria, aunque se puede observar 
que no incluye ninguna palabra adicional que los describa. Sólo indica que se dirige a las 
iglesias de Galacia. 
El saludo, que normalmente es breve, se amplía para hacer énfasis en la doctrina de la 
salvación por gracia (1:3–5). La muerte de Cristo resuelve el problema de nuestros pecados 
y nos libra. No es la ley la que nos da libertad o nos aparta del estilo de vida del mundo, 
sino la muerte del Señor. 
Pablo inicia esta epístola afirmando cuál es la fuente de su apostolado. Se coloca en el 
mismo nivel de aquéllos a quienes la iglesia reconoce como autoridades (1:1). Su 
apostolado no procedía de los hombres, sino de Dios. Sin embargo, no utiliza este 
argumento para aducir que era independiente de los hombres conforme al estilo de algunas 
personas hoy día, sino para afirmar que al igual que los demás apóstoles, él también había 
sido comisionado por Dios para servirle como tal. 
Los judaizantes decían que Pablo no llenaba los requisitos de apóstol y que no había 
sido comisionado por ellos, por lo que consideraban que su mensaje era inferior. Más 
adelante, vuelve a tratar el mismo tema (1:11–24), pero por el momento, quiere subrayar 
que al igual que los otros apóstoles, su comisión procedía del Señor Jesucristo. 
Su identificación como “apóstol” debe haber tenido un significado especial para los 
lectores que a nosotros se nos escapa, porque no vivimos en esa cultura y época. Se 
utilizaba comúnmente la palabra “ángel” para referirse a un mensajero enviado con 
noticias. En este caso, la autoridad del enviado residía en el mensaje en sí, porque contenía 
las palabras de quien tenía potestad. 
También un “apóstol” era literalmente un “enviado”. Sin embargo, al utilizar este 
nombre para describir a una persona enviada de parte de otra, se entendía que tenía toda la 
autoridad de quien la enviaba. Por eso, los doce fueron elegidos para convertirse de 
discípulos, o estudiantes de Cristo, a “apóstoles”, enviados en el nombre de Cristo y con 
sus mismas facultades (Mateo 10:1–5; Juan 13:16). Pablo declara que Jesucristo le había 
dado de su autoridad para representarlo, tal como lo había hecho con los demás discípulos, 
pero a fin de cuentas, esto significaba que Dios el Padre le había conferido su autoridad. 
Al analizar las implicaciones de esta afirmación, encontramos cuando menos tres. 
Primero, notamos que la autoridad del mensaje del evangelio que predicaba no procedía de 
la opinión humana. Dios había tomado la iniciativa, había diseñado el plan, y la autoridad 
procedía de él. No importa si estamos de acuerdo o no, o si nos parece justo o no. Dios ha 
hablado y a nosotros nos toca creer lo que nos ha revelado. 
Segundo, la fuente de autoridad de los siervos de Dios no es humana. No le servimos 
porque decidimos hacerlo. El es el Señor de la mies; él envía a los obreros (Mateo 9:38). 
Nunca debemos pensar en la autoridad que tenemos como si fuera propia o debido a algún 
mérito personal. Dios dispone y envía a quienes él considera conveniente. 
En tercer lugar, quienes aceptan la autoridad de Dios en su vida y se someten a ella, la 
reconocen como autoridad final. Al luchar contra Pablo, que había sido enviado por 
Jesucristo, estaban luchando contra el Señor mismo. 
¡PENSEMOS! 
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Considere la relación que existe entre esta enseñanza, y 
especialmente las tres implicaciones mencionadas, con 
nuestra vida. ¿Cómo se aplican al mensaje que predicamos? 
Los apóstoles que se identificaban con la autoridad 
divina habían sido numbrados por jesucristo mismo, en 
forma directa y visible, como fundamentos de la iglesia 
(Efesios 2:20). ¿Sigue el Señor nombrando apóstoles hoy? 
¿Cuáles principios acerca de la autoridad de los apóstoles 
siguen vigentes? ¿Cuál debe ser la actitud hacia los líderes 
que Dios ha establecido en su iglesia? ¿Hasta qué punto nos 
toca reconocer su autoridad? Compare 1 Pedro 5:1–5 y 
Hebreos 13:17. ¿Cómo debemos responder a la autoridad de 
los líderes? 
La segunda observación de gran importancia que se hace al estudiar esta salutación, es 
que al desear que los gálatas experimentaran la gracia y paz de Dios, Pablo presenta a 
Jesucristo como la única fuente de ellas (1:4). Cristo es quien nos libra. ¿Cómo lo hace? En 
base a un acto que ya fue consumado: cuando se dio a sí mismo por nuestros pecados, no 
debido a nuestras buenas obras o porque hubiéramos cumplido las exigencias de la ley. 
LA VIDA CRISTIANA ES LIBERTAD 
OBTENIDA POR LA MUERTE DE CRISTO 
PARA GLORIA DE DIOS 
El resultado de la obra de Cristo que Pablo menciona merece nuestra atención. Se 
refiere a una condición actual, la de librarnos de este siglo malo. La vida cristiana es una 
vida distinta a la de la gente que nos rodea. Dios nos ha librado de nuestro antiguo estilo de 
vida. Sin embargo, esto no se realiza por nuestros esfuerzos, ni por la obediencia a la ley. 
Las leyes mismas no nos capacitan para cumplirlas y no tenemos las fuerzas necesarias para 
lograrlo (Colosenses 2:23). Dios nos libró de esa forma de vida por medio de la muerte de 
Cristo. 
Tanto en días de Pablo como en la actualidad, es imposible hacer suficientes buenas 
obras como para alcanzar la gracia y la paz de Dios. Gozamos estos beneficios gracias a la 
muerte de nuestro Salvador. Confiamos en él para recibirlos y tenemos que seguir 
confiando en él para seguir gozando de ellos. La misma verdad se aplica de principio a fin: 
todo lo que tenemos, se debe a la fe en Cristo, no a las obras. Por eso, ¡sólo Dios merece, y 
recibe, toda la gloria para siempre! 
¡PENSEMOS! 
Al entender hasta dónde alcanza el resultado de la 
muerte de Cristo, tal como Pablo lo menciona en estos 
versículos, ¿en qué manera afectará nuestra vida? 
¿Cuáles son las implicaciones de este mensaje en 
relación con nuestra santificación? ¿Qué piensa la gente en 
su iglesia en cuanto a cómo vivir la vida cristiana? ¿Qué 
cambio exige esta enseñanza? 
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2 
¿Otro Evangelio 
Gálatas 1:6–24 
¿Qué pudo motivar a los gálatas a cambiar de doctrina de la noche a la mañana? Pablo 
no lo comprendía, aunque en realidad no debía haberse extrañado porque es una propensión 
natural del ser humano el creer que todo lo puede hacer por sí mismo. No nos gusta admitir 
nuestra incapacidad de vivir conforme a la voluntad de Dios. Por eso, siempre buscamos la 
manera de añadir algo a lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Pablo vuelve a indicar 
en esta carta que ese camino nos lleva a la frustración y fracaso. ¡No podemos agregar nada 
a la obra redentora que el Señorhizo on la cruz! 
SORPRESA DEL APOSTOL POR EL CAMBIO 1:6–9 
El escritor expresa extrañeza por lo fácilmente que los destinatarios se habían apartado 
del evangelio que les había enseñado y llama anatema a quienes trataban de cambiarlo. 
Aunque fueran creyentes que apoyaban al apóstol, cualquiera que intentara modificarlo, 
merecía ser condenado. Pablo consideraba la santificación como parte íntegra del mensaje 
del evangelio, por eso incluye en su censura a los que pervertían ese concepto en especial. 
El autor condenó a quienes enseñaban que los creyentes debían cumplir con la ley 
mosaica, porque era evidente que se habían alejado de Dios. El verbo que emplea se usa en 
griego para referirse a la deserción militar o a la revolución política. ¿De qué se habían 
alejado los gálatas? No de algún sistema doctrinal, ni de la iglesia, sino “…del que os 
llamó”. ¡Se habían apartado de Dios! 
Habían abandonado al Señor con el fin de seguir un evangelio diferente, de una clase 
distinta. De hecho, su doctrina no podía considerarse un “evangelio”, porque no daba 
“buenas nuevas”. Todas las religiones no cristianas del mundo, inclusive la de los 
judaizantes, se basan en que la gente debe comportarse de acuerdo a las leyes establecidas 
por Dios con el fin de satisfacer su justicia, si es que quieren lograr su salvación. El 
problema es que nadie puede alcanzar esa meta. Así que, las supuestas “buenas noticias” 
resultan ser malas noticias. 
Las “buenas nuevas” del evangelio consisten en que aunque nunca lleguemos a cumplir 
perfectamente con las normas de Dios, él nos ha perdonado y justificado a través de la 
persona de su Hijo Jesucristo, quien nunca cometió ningún pecado y murió por nosotros. Al 
confiar en él como nuestro Salvador personal, tenemos vida ahora y para siempre. 
Entonces, la salvación no depende de nuestra capacidad de agradar a Dios, sea pasada, 
presente o futura. Nunca se basa en nosotros, sino en la obra perfecta consumada por Cristo 
en la cruz. Somos perfectos porque estamos en Cristo (Colosenses 2:9–10). 
SI BASAMOS LA SALVACION EN NUESTRAS OBRAS, 
ANULAMOS LA OBRA DE CRISTO. 
SOLO PODEMOS ACERCARNOS A DIOS 
ACEPTANDO LO QUE SU HIJO HIZO EN LA CRUZ. 
Por eso, Pablo enfatiza que si tratamos de agradar a Dios por nuestras buenas obras, 
negamos el mensaje del evangelio. Los gálatas habían tergiversado la predicación de Pablo 
acerca de Cristo y estaban siguiendo otra doctrina, otro “evangelio,” cuyas noticias no eran 
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tan buenas. El apóstol señala que quienes.los habían engañado “querían pervertir” las 
enseñanzas acerca de Jesucristo. Observe que habían dado ese paso en forma intencional; 
no por equivocación sincera. Habían decidido pervertir deliberadamente el evangelio, 
agregando las buenas obras a la esencia pura de la gracia. 
Debido a esto, Pablo muestra poca paciencia para con los maestros falsos que se habían 
dedicado a perturbar a sus discípulos y les dirige una maldición llamándolos anatema. En el 
período clásico griego, esta palabra se refería a una ofrenda dada para expresar devoción a 
algún dios. En la Septuaginta (traducción del Antiguo Testamento al griego), se utilizó para 
describir algo dedicado a Dios y que posteriormente debía ser destruido, por lo que se 
prohibía utilizarlo. En el Nuevo Testamento sólo se usa aquí, donde se refiere a alguien que 
está bajo la maldición de Dios, y por lo tanto, destinado para destrucción. 
En general, Pablo dice que no importa la autoridad o puesto de quien predique el 
mensaje de añadir nuestras buenas obras a lo que Cristo hizo para satisfacer a Dios. 
Indefectiblemente, tales personas están bajo la maldición divina (1:8). A continuación, 
vuelve a repetir lo mismo en forma más específica, dirigiéndose a los judaizantes (1:9). 
¡PENSEMOS! 
¿Por qué nosotros no tenemos el mismo celo que el 
apóstol? ¿Por qué no compartimos su misma inquietud? Tal 
vez porque no estamos conscientes de esos problemas. 
¿Quiénes eran las personas que el escritor condena? 
Eran judíos que, al menos aparentemente, habían aceptado 
al Mesías. Se llamaban cristianos. Sufrían como los demás 
creyentes por identificarse con Cristo. Sin embargo, habían 
caído en error y pervertían el evangelio mezclando el 
concepto de que las obras son necesarias para agradar a 
Dios y permanecer en comunión con él. 
¿Apoya este pasaje el concepto aislacionista de algunas 
iglesias? ¿En qué circunstancias debemos reflejar la actitud 
de Pablo? ¿Cómo se puede poner en práctica? 
Antes de dejar este tema, debemos reconocer que algunos se oponen a esta 
interpretación basados en Filipenses 1, donde Pablo manifiesta regocijo por la predicación 
de algunos que se oponían a él. Tome nota de que Filipenses hace referencia a un ataque 
personal. Pablo se alegra de ello porque de todos modos se seguían predicando las buenas 
nuevas. No se trataba de un mensaje distinto. 
Pero en Gálatas 1, donde se trata de otra doctrina, Pablo no es nada amable. ¿Cuál era el 
mensaje que predicaban los judaizantes? Decían que para seguir siendo aceptables ante 
Dios era necesario hacer buenas obras. De igual modo, nosotros tenemos que evaluar con 
cuidado la senseñanzas de diferentes maestros. Cuando predican un “evangelio” que 
incluye la necesidad de satisfacer las demandas de Dios por medio de lo que nosotros 
hagamos, sigamos el ejemplo apostólico. 
SU LLAMAMIENTO Y MENSAJE ERAN DIVINOS 1:10–24 
Al siervo de Dios no le faltan opositores que le molestan continuamente. También 
Pablo los tuvo. Los judaizantes visitaban a las ovejas de las iglesias que él había fundado 
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vestidos como algunos misioneros de sectas modernas, con camisa blanca y pantalón 
oscuro. 
Trataban de añadir al evangelio ciertas condiciones. A veces lo hacían en relación con 
la doctrina de la salvación y a veces con las enseñanzas paulinas acerca de la santificación, 
pero siempre pretendían agregar cosas que el hombre tenía que hacer. 
Area de ataque Respuesta de Pablo 
Personal 
• Crítica contra Pablo 
• No era apóstol 
Doctrinal 
• Su mensaje era incompleto 
Práctica 
• Su estilo de vida era 
incorrecto 
Personal (Capítulos 1–2) 
• Defensa de su autoridad apostólica 
Polémica doctrinal 
(Capítulos 3–4) 
• Enseñanza de la justificación por fe 
Práctica (Capítulos 5–6) 
• La vida de fe y libertad 
Como muestra el cuadro anterior, los judaizantes atacaban a Pablo de muy distintas 
maneras, a las que el misionero respondía con diversos argumentos. Una de ellas era 
criticar su persona. Estaban conscientes de la naturaleza única del mensaje y posición de 
Pablo y no podían atacar el primero mientras se respetara la segunda. Para convencer a los 
demás, antes tenían que minar la confianza que tenían en el apóstol. Por eso, aludían al 
pasado de Pablo para desacreditarlo, despreciando su autoridad y llamamiento. El responde 
a este ataque con una defensa de sí mismo y de su mensaje (1:10–2:21). 
Pablo utiliza tres argumentos principales para responder a la crítica personal. En primer 
lugar, insiste en que su mensaje y llamamiento procedían de Dios, no de los hombres 
(1:10–24). En segundo, afirma que ambos habían sido confirmados por los líderes 
reconocidos de la iglesia (2:1–10). Finalmente, su autoridad había sido reconfirmada 
cuando corrigió a Pedro (2:11–21). 
El contenido de su mensaje le fue revelado por Cristo 1:10–12 
Al empezar a defender su llamamiento y ministerio, Pablo demuestra que su mensaje no 
era de origen humano, sino que le había sido revelado por Cristo mismo, no por los 
hombres (1:10–24). Su interés no era agradar a los hombres, sino a Dios (1:10). 
Si el apóstol hubiera tratado de agradar a los humanos, diría lo que les agrada oir, es 
decir, que es posible santificarse a sí mismo por medio del esfuerzo propio. Sin embargo, su 
predicación procedíade Dios, por lo que no exalta el esfuerzo humano (1:11–12). 
El mensaje que predicaba provenía en forma directa del Señor Jesucristo. Aunque 
estaba en contraposición con lo que él había creído durante toda su vida. 
EL MENSAJE DEL EVANGELIO 
NO ES PARA AGRADAR A LOS HOMBRES 
Su compromiso anterior con el judaísmo 1:13–14 
El celo que mostró cuando andaba en el judaísmo era evidencia de su sinceridad al 
buscar a Dios. Pablo aventajó a sus contemporáneos por causa del gran interés que tenía por 
aprender más de las cosas de Dios. Su mensaje evangélico contradecía todo lo que había 
creído antes. ¿Cómo explicar el cambio? Simplemente era el resultado de una intervención 
sobrenatural. 
Anteriormente, había dependido de la sabiduría humana, ahora ya no. Además, conocía 
la perfección las enseñanzas judías. Nadie podía acusarlo de no entenderlas, porque las 
conocía mejor que ellos; había sido más fanático que cualquiera. Las tradiciones le habían 
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enseñado que la santificación se logra mediante la ley. Fue Dios mismo quien le señaló el 
error de ese sistema. Ahora se dedicaba a la proclamación de las buenas nuevas: lo que 
nosotros no podemos hacer por nuestra cuenta, Cristo lo logró. Su transformación sólo se 
podía explicar como procedente de Dios. 
Su conversión y preparación 1:15–17 
Después de su conversión, Pablo fue instruido por Dios mismo, quien lo llevó a Arabia. 
Por eso, el apóstol afirmaba con toda seguridad que no había consultado con nadie para 
saber lo que debía predicar. Su doctrina no procedía de los hombres. La había obtenido 
independientemente, porque había sido revelada por Dios (vv. 15–16). 
Su comunión con los santos 1:18–24 
Aparentemente su mensaje fue confirmado tres años después cuando conoció a Pedro y 
Jacobo en Jerusalén (1:18–20). Pablo no subió a la ciudad para conocerlos o para consultar 
con ellos ni para estudiar su teología. Hubiera sido imposible que lo instruyeran en su 
programa de seminario en sólo quince días. Por eso, afirmaba que su mensaje no había sido 
enseñado por hombres; Dios era la fuente. 
Sin embargo, cuando el apóstol llegó a otras iglesias, le confirmaron que su mensaje era 
igual al que habían recibido con anterioridad. Aunque no lo conocían, sí habían escuchado 
el informe de que el famoso Saulo, quien había perseguido a los hermanos en la fe, ahora 
predicaba la misma doctrina que antes odiaba. Por eso, las iglesias daban gloria a Dios por 
lo que él había hecho en Pablo. Parece que nadie dudaba de que su fe era verdadera. La 
iglesias reconocieron la validez de su mensaje. 
¡PENSEMOS! 
A la luz del testimonio de Pablo, debemos aprender 
algunas lecciones para nuestro ministerio. ¿Cuáles 
principios encuentra usted en este pasaje? 
1) Nuestro deseo principal debe ser agradar a Dios; no a 
los hombres (v. 10). Muchos predican sólo lo que la gente 
quiere oir porque tienen miedo de ofender a los oyentes, 
pero debemos proclamar la verdad en amor, aun cuando 
duela. No debemos ser ofensivos, pero siempre predicar la 
verdad. Tal como Pablo, no debemos callar por miedo a la 
oposición cuando se trate de defender la verdad. 
2) Nuestro mensaje debe siempre ser la Palabra de Dios 
porque él no nos ha llamado para proclamar nuestra 
opinión, ni otra filosofía ni para predicar acerca de nuestro 
tema favorito. La pregunta clave es: “¿Qué dice Dios?” Si el 
mensaje es suyo, lo podemos predicar con confianza. 
3 
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El Peligro de Predicar para 
Ganar Popularidad 
Gálatas 2 
En las competencias atléticas siempre hay quienes quieren jugar para obtener la ovación 
del público. Su interés principal es llamar la atención sobre sí mismos. Les gusta escuchar 
su nombre, gritado con aprobación entusiasta por miles de aficionados. 
En la obra de Dios no faltan quienes tienen la misma actitud. Tal vez nunca alcancen la 
fama, pero buscarán la forma de lograr que las masas los aplaudan por su “gran ministerio” 
para el Señor. No cabe duda de que en alguna Ocasión todos hemos tenido que luchar con 
esta tentación, porque a todos nos gusta recibir la atención y aprobación de los demás. Sin 
embargo, en Gálatas 2, Pablo nos advierte del peligro de buscar el reconocimiento humano. 
Dios no nos ha llamado para exaltarnos a nosotros mismos, sino para glorificarle a él. Si 
nuestra meta es complacer a quienes nos rodean, siempre estaremos descontentos, porque 
nunca seremos tan bien aceptados como quisiéramos. Pero la mayor pena vendrá al final 
del camino, cuando nos demos cuenta de que tampoco hemos agradado al Señor por estar 
ocupados tratando de obtener el aprecio de la gente, en vez de hacer todo para la honra y 
gloria de él. 
En cierto sentido, hay algunos peligros de hacer esto en el servicio cristiano similares a 
los que se encuentran en el mundo deportivo: 
1. Como casi todos están ocupados buscando su propia popularidad, de todas maneras 
nadie se da cuenta de lo que hacemos. 
2. Al poner la mirada en los aplausos, no nos fijamos en el oponente, el enemigo 
verdadero que quiere eliminarnos y ganar la competencia. 
3. Al concentrarnos en conseguir nuestros fines, ignoramos al entrenador; el que quiere 
que vayamos mejorando, a quien le interesa el triunfo del equipo, y quien tiene derecho a 
participar de los resultados. 
4. Si sólo buscamos popularidad, descuidamos a nuestros compañeros de equipo con 
quienes debemos colaborar para obtener el triunfo. 
Además de los anteriores, Pablo señala en su epístola otros aspectos específicos de este 
problema que surgieron en las iglesias cuando los líderes empezaron a tratar de conseguir la 
aprobación de la gente. Al introducir la cuestión, el apóstol indica que aun él mismo había 
luchado con esa tentación. 
Los judaizantes lo atacaban de tal manera, que en ocasiones debe haberse cuestionado 
cómo iba a ser recibido por la gente de las iglesias. Constantemente tenía que revaluar la 
meta de su ministerio. Su interés era servir a Dios, glorificarle y agradarle, no recibir la 
aprobación de las masas. No le importaba si la gente reconocía el valor de su ministerio o 
no. 
NO SERVIMOS A DIOS 
PARA OBTENER LA APROBACION DE LA GENTE 
SINO PARA DARLE LA GLORIA A EL 
Ya estudiamos que los judaizantes eran especialistas en el ataque personal. Debido a 
que conocían el valor único del ministerio y mensaje de Pablo, no podían desacreditar su 
mensaje mientras todos siguieran respetándolo. Por eso, trataban de menoscabar su 
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autoridad y llamamiento. Pablo respondió a esto con una defensa de sí mismo y de su 
doctrina. En el primer capítulo Pablo mostró que ni su autoridad, ni su mensaje se basaban 
en la aprobación humana porque había sido llamado por Dios y sólo a él tendría que rendir 
cuentas. 
¡PENSEMOS! 
¿Se ha fijado que Satanás utiliza hoy la misma 
estrategia de los judaizantes? Mientras permanezcamos 
arraigados en la Palabra de Dios, el enemigo no puede 
hacernos gran daño. El ministerio no es nuestro y no 
depende de nosotros. Pertenece a Dios y sólo él merece 
recibir la honra y la gloria. 
Sin embargo, Satanás quiere desviar nuestra atención 
haciéndonos víctimas de ataques personales, procurando que 
pongamos la atención en nosotros mismos y en nuestras 
debilidades y faltas. ¿Se ha dado cuenta de que siempre 
parece haber suficiente fundamento para que nos ataque? 
¿Cuáles son algunas estrategias que utiliza para acusarnos 
frente a otras personas y aún ante nosotros mismos? Si el 
Engañador nos ataca, mas nosotros tenemos la seguridad de 
estar en el Amado, es decir, en Cristo, ¿qué nos puede 
hacer? “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Si 
El nos defiende, ¿quién nos condenará? (Romanos 8:31–39). 
La única oportunidad que nuestro enemigo tiene para vencernos es cuandoconfiamos 
en nuestros propios recursos. Pablo se defiende indicando que la fuente de su mensaje y de 
su llamamiento al ministerio es Dios mismo (1:10–24). El Señor lo había transformado 
totalmente, haciéndolo instrumento de valor para lograr sus propósitos eternos para con el 
pueblo de Dios. 
LOS APOSTOLES CONFIRMARON SU MINISTERIO 2:1–10 
No fue sino hasta 14 años después de su breve visita que Pablo regresó a Jerusalén. 
Durante todo ese período, nunca pasó suficiente tiempo en ningún lugar como para poder 
recibir la instrucción de los otros apóstoles. Sin embargo, cuando él regresó a la Ciudad 
Santa, su mensaje y sus prácticas recibieron el apoyo del concilio que se hallaba reunido en 
ella. Aún en esa ocasión, no le instruyeron más en cuanto a la fe. Reconocieron su 
apostolado y su ministerio a los gentiles y se identificaron con él en su trabajo (Hechos 
15:12–19, 25–26). 
Al hacer memoria en este capítulo de esa visita, Pablo recuerda a sus lectores que su 
predicación y llamamiento habían sido confirmados por los líderes reconocidos (2:1–10), 
quienes asimismo habían aceptado a Tito en su congregación sin obligarlo a seguir las 
ordenanzas de la ley (2:1–5). Pablo catalogó a sus detractores como espías que querían 
convertirlo en esclavo (2:4) y se negó a ceder frente a sus demandas legalistas (2:5), 
situación que fue aprobada por los apóstoles (Hechos 15:24–26). 
Además, los líderes de la iglesia de Jerusalén aceptaron el mensaje de Pablo (2:6–7; 
Hechos 15:7–11, 19) y su apostolado a los gentiles (2:8–10). Así que Pablo demuestra 
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claramente que él tiene derecho de hablar porque tanto su llamamiento como su mensaje 
provenían de Dios mismo y habían sido confirmados por los líderes de la iglesia. 
¡PENSEMOS! 
La discusión acerca de la validez del ministerio personal 
de Pablo nos enseña algunos principios importantes que se 
deben aplicar también a nuestro ministerio. ¿Cuáles observa 
usted en este pasaje? Nosotros encontramos los siguientes: 
1. Nuestro mensaje, si es de Dios, debe ser confirmado 
por quienes son reconocidos como varones de Dios (2:2). Tal 
vez no será apoyado por la mayoría de los predicadores o de 
los hermanos, pero tengamos cuidado si somos los únicos 
que enseñamos cierta verdad; el Espíritu Santo no revela sus 
enseñanzas de esa manera. Aun el apóstol Pablo presentó su 
mensaje ante los líderes para recibir su aprobación. Si otros 
varones de Dios no están de acuerdo, debemos escucharlos 
con cuidado, para “cerciorarnos de no correr en vano”. 
2. Nuestro compañerismo debe extenderse a otros que 
no son de “los nuestros” con tal de que enseñen la verdad 
(2:7–9). Pablo presenta la perspectiva correcta al rechazar el 
elitismo o aislamíento, e insiste en que la base del 
compañerismo tiene que ser la verdad. Ya vimos que el 
apóstol condenó a quienes dicen que la obra de Cristo debe 
ir acompañada de buenas obras llamándoles anatema (1:8–
9). 
SU CONFRONTACION CON PEDRO 2:11–14 
Después de demostrar que la iglesia había reconocido su apostolado, pasa a mencionar 
que su autoridad había quedado definitivamente establecida al corregir al apóstol Pedro y 
defender los principios de libertad cristiana. Al aceptar Simón Pedro la exhortación de 
Pablo, reconoció la igualdad de autoridad que Dios le había dado. 
“TUS HECHOS HABLAN TAN FUERTE 
QUE NO PUEDO OIR LO QUE DICES” 
¿Qué había hecho Pedro? Es obvio por lo que Pablo viene diciendo basado en el relato 
de Hechos 15, que en aquella ocasión Pedro había estado de acuerdo con la doctrina de 
Pablo. Seguía la misma teología, pero su conducta era incongruente con ella. 
Pedro conocía de primera mano la verdad doctrinal de que Dios no hace acepción de 
personas ni distinción entre judíos y gentiles. Por eso, después de que recibió la revelación 
divina sobre esa cuestión en Hechos 10, acostumbraba reunirse para comer con los gentiles 
frecuentemente. Según la ley judía, esa práctica estaba condenada y el que lo hacía se 
consideraba contaminado. No obstante, Dios le había indicado que esa ley ya no estaba 
vigente porque él mismo los había purificado en Cristo. 
A pesar de esta realidad, cuando llegaban algunos representantes de la iglesia de 
Jerusalén enviados por el apóstol Jacobo, Pedro actuaba en público como si todavía hiciera 
distinción entre ellos y procuraba alejarse de su compañía. 
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El apóstol temía que los judíos desaprobaran el que se mezclara con los gentiles y no lo 
aceptaran si lo veían con ellos. Según Pablo, lo que en realidad buscaba era contar con la 
aprobación de los hombres, en lugar de mantenerse firme en la verdad que Dios le había 
mostrado. 
Al actuar como lo hacía, Pedro mostraba a los gentiles que para él era importante que 
todos se hicieran judíos. Su actitud pregonaba que para ser un cristiano completo, con todos 
los derechos, era necesario convertirse al judaísmo. Así que, lo que en realidad hacía era 
presionarlos para que cumplieran con los ritos de la ley. 
Cuando Pablo vio su hipocresía, lo confrontó inmediatamente. Frente a todos los demás 
le preguntó: “Si tu, siendo judío, te comportas como gentil y no como judío, ¿cómo quieres 
obligar a los gentiles a vivir como judíos? Si sabes que ya no tienes que vivir conforme a la 
ley, ¿por qué quieres que ellos lo hagan?” 
Pedro reconoció su error. Su aplicación de la verdad del evangelio había sido 
inconsecuente porque con su actitud comunicaba que los gentiles debían hacerse judíos. 
¡PENSEMOS! 
¿En qué maneras se manifiesta una incongruencia 
semejante entre la doctrina que seguimos y nuestra 
conducta? ¿En qué situaciones presentamos las doctrinas de 
la salvación por la fe o la de nuestra libertad en Cristo, para 
contradecirlas con acciones basadas en reglas legalistas? 
¿Cómo debemos responder a esta contradicción? 
CONCLUSION DE PABLO ACERCA DEL PROBLEMA 2:15–
21 
Al terminar el relato de su encuentro con Pedro, el apóstol Pablo continúa su disertación 
con el argumento teológico que responde al legalismo judaizante, sin importar dónde se 
encuentre. No se limita únicamente a la discusión con Pedro, aunque seguramente se aplica 
a ese caso. 
En este resumen teológico Pablo establece dos principios fundamentales. Primero, la 
ley sólo sirve para condenar, porque es la fe la que justifica; aun a los judíos (2:15–18). 
Segundo, aunque parezca contradictorio, es la muerte la que da vida (2:19–21). Por medio 
de la muerte de Cristo, nosotros, los muertos espirituales, encontramos la vida verdadera. 
La ley sólo sirve para condenar 2:15–18 
Al hablar con Pedro y los demás judíos, Pablo afirmó que ellos habían nacido judíos, no 
“paganos pecadores”. Sin embargo, era evidente que nadie se justifica por las obras de la 
ley (2:15–16). No eran como “aquellos pecadores”. Aun así, ¡la ley no podía salvarlos! 
Los cristianos auténticos han sido declarados justos ante Dios por la fe en Jesucristo. La 
salvación es para quienes depositan su confianza en el Señor (2:16). Después, el apóstol nos 
lleva a la conclusión lógica: para ser justificados en Cristo, tenemos que dejar atrás la 
práctica de la ley. Puesto que todos somos hechos justos por la fe en nuestro Redentor y no 
por las obras de la ley, todos sin excepción, gentiles y judíos, somos “pecadores” y 
“transgresores”, porque no hay diferencia (Romanos 3:21–23). Todos estamos al mísmo 
nivel y no tenemos mérito alguno. Entonces, si la perspectiva judía del asunto fuera la 
correcta, Cristo vendría a ser “ministro de pecado”, porque en él todos somos hallados 
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pecadores, tal como los paganos que no tienen ley. Pablo dice que ¡esto es imposible! 
(2:17). 
El apóstol utiliza este argumento tan fuerte para demostrar la inaplicabilidad de la 
implicaciones lógicasde la doctrina judaizante, misma que había pasado por alto la 
naturaleza verdadera del problema. Si tuvieran que volver a aceptar la validez de la 
perspectiva judía, tendrían que llegar a la conclusión de que es imposible alcanzar la 
salvación por medio del cumplimiento de la ley. 
Mientras la ley sea la norma, es indudable que la vamos a desobedecer (2:18). En el 
momento en que decidimos volver a establecer el sistema legalista antiguo, nos 
encontramos frente al mismo problema: la ley sólo sirve para condenarnos. Siempre es 
igual. La ley demuestra que somos pecadores y nos condena por nuestras transgresiones. 
La muerte da vida 2:19–21 
Debido a la condenación que exige la ley, a través de ella es que nos damos cuenta de 
nuestro estado pecaminoso y de que estamos muertos en nuestros delitos y pecados, sin 
esperanza. No hay manera de salvarnos. Estamos muertos y somos incapaces de actuar 
correctamente. 
Sin embargo, aún estando muertos según la ley, podemos recibir la vida que Dios nos 
quiere dar. Al aceptar a Cristo, él nos libra de la ley. Hemos muerto a la ley y ahora 
vivimos por una norma distinta (2:19). 
Nuestro Salvador murió por causa de la ley. Puesto que ya estamos en él, hemos sido 
crucificados juntamente con él; estamos muertos a la ley y ésta no tiene autoridad porque 
no puede dirigirnos ni condenarnos, Ahora podemos vivir para Dios por medio de la fe. La 
diferencia estriba en que ya no somos nosotros los que vivimos, sino que es Cristo el que 
vive en nosotros (2:20). 
Hemos dejado de vivir nuestra propia vida, ahora la de Cristo se manifiesta a través de 
nosotros porque se basa en el principio de la fe. Hemos confiado en Cristo, el Hijo de Dios, 
quien nos amó y se dio a sí mismo por nosotros, así que en él tenemos una vida distinta, 
totalmente libre de la ley. 
Esta verdad lleva a Pablo a hacer una afirmación definitiva: “No permitiré que la gracia 
de Dios se desperdicie” (2:21). Si volvemos a tratar de cumplir con la ley, anulamos la 
gracia de Dios. Si fuera posible que una persona lograra ser justificada por medio de la ley, 
el Señor no habría tenido que morir. Eso significaría que podemos salvarnos por nuestro 
esfuerzo. 
Sabiendo que es imposible obtener la salvación por hacer buenas obras, lo único que 
una persona logra por medio de la ley es condenarse. Cristo murió por la gente que había 
sido condenada por el legalismo para hacer patente la gracia de Dios y hacer posible la 
salvación de la culpa del pecado. Si queremos volver a la ley, rechazamos la gracia y la 
muerte de Cristo viene a ser inútil. 
O TODO ES POR GRACIA 
O NADA ES DE GRACIA 
Cuando se añade el requisito de dar cumplimiento a la ley a fin de vivir la experiencia 
cristiana, el resultado es la condenación. La única manera de vivir ante Dios es morir a la 
ley. 
Pedro no había considerado las implicaciones lógicas de sus acciones. Sólo pensaba en 
evitar las críticas de los judíos. Al hacerlo, estaba ahondando las distinciones entre judíos y 
gentiles y aceptando seguir la ley como su norma de vida, sabiendo que sólo sirve para 
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condenar. Pero Cristo nos libró de la maldición de la ley. Si los judaizantes hubieran 
reconocido esta enseñanza, así como Pedro, y hubieran dejado de atacar a quienes 
predicaban la verdad, las controversias habrían terminado. 
Pablo reconocía la dificultad de que los judaizantes aceptaran su mensaje, pero su deseo 
primordial era convencer a los gálatas de la verdad. Su defensa personal concluye después 
de demostrar que la iglesia había reconocido su autoridad y procede a comprobar la premisa 
doctrinal de que la santificación por medio de la ley contradice el concepto de la 
justificación por la fe. 
¡PENSEMOS! 
El encuentro entre Pablo y Pedro ilustra tres peligros 
que debemos evitar: 
1. El peligro de transigir con ideas equivocadas y 
abandonar lo que sabemos es lo correcto debido a la presión 
de la gente que nos rodea (2:12). 
2. El peligro de caer en la hipocresía. Aunque Pedro y 
otros judíos conocían el camino correcto y predicaban que 
Dios había eliminado las distinciones, seguían otro código de 
conducta(2:13) con objeto de mantener buena apariencia 
ante los de la circuncisión. 
3. El peligro de dar mal ejemplo. Por no hacer lo 
correcto, Pedro dirigió a otros en su mismo camino. Aun 
Bernabé, líder destacado en el ministerio a los gentiles, se 
dejó llevar por Pedro y siguió su ejemplo (2:13a). 
Además de lo mencionado, la confrontación apostólica 
muestra dos obligaciones que son aplicables en la 
actualidad: 
1. Debemos vivir de manera consecuente con lo que 
creemos (2:14a). 
2. La verdad nos obliga a amonestar a quienes no viven 
conforme a ella (2:11, 14b). No debemos criticar a los 
hermanos, pero sí debemos corregirles. 
Conforme a estas dos listas, identifique algunas áreas 
específicas que su iglesia, o usted como individuo, deben 
modificar. ¿Qué pasos se deben dar para lograrlo? 
4 
¿Cómo Comenzó su Vida 
Cristiana? 
Gálatas 3:1–5 
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Una noche, al terminar de predicar un mensaje acerca de que no somos justificados por 
hacer buenas obras, una de las doctrinas claves de la fe cristiana, un líder de la iglesia se 
acercó para hablar conmigo diciendo: “Hermano, no debería predicar como lo hizo. Es 
demasiado peligroso. Los hermanos van a creer que pueden hacer lo que quieran”. 
Durante mis años de ministerio, siempre que he enseñado acerca de la salvación y 
santificación por medio de la fe solamente, sin necesidad de seguir ninguna ley, me han 
acusado de que es una doctrina peligrosa. Muchos consideran que si no se incluye en el 
evangelio una norma estricta de disciplina cristiana, la gente va a creer que puede hacer lo 
que le venga en gana. 
Es importante notar que después de los capítulos 3 y 4, donde aboga por la libertad, en 
los capítulos 5 y 6 Pablo sí habla de normas para la vida cristiana. Gálatas es “la carta de la 
libertad”, pero no está proclamando un mensaje de libertinaje. No obstante, si ponemos 
demasiado énfasis en la salvación y santificación por medio de la fe, corremos el riesgo de 
mostrar sólo un lado de la moneda a expensas del otro. 
Si no piensa estudiar todo el libro de Gálatas ahora, asegúrese de leer cuando menos las 
normas que debemos seguir para manifestar la vida de Cristo en nosotros (2:20) y que 
aparecen al final de la epístola. Sin embargo, estas reglas no deben aplicarse de tal manera 
que oscurezcan el significado del mensaje clave que Pablo viene proclamando: que no 
llegamos a ser aceptos delante de Dios por el número de leyes que cumplamos, ni antes ni 
después de ser salvos. La ley sólo sirve para condenar y nada más. 
¿Cuál es la condición para que un cristiano auténtico experimente la bendición del 
Señor en su vida? Las religiones del mundo presentan sus normas: “Haga tal o cual cosa y 
experimentará la bendición divina”. Ya dijimos que aun los evangélicos caemos en esta 
trampa a veces. Algunos grupos dicen que no juguemos futbol (a lo menos el domingo). 
Otros: “¡No bailen!” “¡No beban!” o reglas semejantes. Unos, siguiendo un énfasis más 
positivo, dicen: “¡Asistan a la iglesia!” “¡Lean su Biblia!” “¡Oren diariamente!” “¡Ofrenden 
sus diezmos!” Y se nos promete: “Si hacen estas cosas experimentarán la bendición de Dios 
en su vida.” 
Aunque todas estas normas tienen cierto valor para la vida del cristiano, y la mayoría 
reflejan conceptos bíblicos, no las cumplimos con el fin de conseguir suficientes méritos 
delante de Dios o para llegar a ser espirituales. Pablo, en los capítulos 3 y 4 de Gálatas, 
responde a este concepto erróneo, explicando la base teológica de cómo recibir la bendición 
del Señor. 
NO LLEGAMOS A SER ESPIRITUALES 
POR CUMPLIR LA LEY 
En pocas palabras, el apóstol explica que las bendiciones del Señor no dependende 
cumplir algún sistema de leyes, por muy bíblico que sea. Las recibimos gracias a lo que 
Cristo hizo; no por causa de nuestras obras. 
DEFENSA DE LA DOCTRINA DE PABLO 3:1–4:31 
La segunda división del libro presenta la disertación acerca de la bases teológicas de la 
justificación y santificación por fe (Gálatas 3–4). Pablo menciona las experiencias de los 
gálatas, juntamente con una verdad del Antiguo Testamento, como principios de su 
argumento. 
Primeramente se refiere a la experiencia de haber recibido el Espíritu Santo (3:1–5). 
¿Cómo lo habían recibido? El apóstol presupone que seguramente se dieron cuenta de que 
había sido por fe. La justificación no era la cuestión que se discutía aquí, pero forma parte 
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de la base para comprobar el punto doctrinal que el apóstol quería aclarar. Da por sentado 
que ellos habían sido justificados y recibido al Espíritu Santo con anterioridad. Habiendo 
empezado su vida cristiana por fe, ¿cómo esperaban crecer espiritualmente y ser 
perfeccionados por medio de las obras? 
PRUEBA DE LA RECEPCION DEL ESPIRITU SANTO 3:1–5 
En la introducción a su argumento teológico, Pablo les hace una pregunta: “¿Quién os 
fascinó para no obedecer a la verdad?” Se dirige a ellos llamándoles “necios” o 
“insensatos” porque ya debían de saber cómo evitar a los falsos maestros. Con su actitud no 
demostraban mucha comprensión de la fe cristiana. Tal vez se explicara si hubieran sido 
hechizados o porque alguien los hubiera encantado con magia para que se descarriaran tan 
fácilmente. La implicación clara es que él mensaje erróneo en que habían creído iba en 
contra de toda la revelación de la crucifixión de Cristo que habían recibido previamente. 
¿Cómo podía ser esto? Literalmente Pablo sugiere que tal vez les habían hecho mal de 
ojo. Habían empezado bien, ¿qué había pasado? ¿Cómo es que ahora estaban tan 
confundidos? ¡Debía ser obra de algún hechicero! De otra manera, era inexplicable la 
manera en que se habían apartado de la verdad. 
Al traer a la memoria su propia experiencia, les pregunta acerca de la forma en que 
habían recibido el Espíritu Santo (3:2–5). Pablo supone que la respuesta a su pregunta es 
evidente. Cuando recibieron el Espíritu Santo, algo notable había ocurrido. ¿Había sido por 
causa de la ley, o por la fe? 
Pablo les confirma que recibieron al Espíritu por la fe, no por la ley (3:2–3). Si así había 
sido, ¿cómo podrían andar por la ley? Si habían comenzado por el Espíritu, ¿cómo creían 
que podían andar en la vida cristiana confiando en la carne, es decir, en sus propios 
esfuerzos? ¿No veían que era una regresión al mismo problema de siempre? Desde el 
principio se ve que hay incongruencia entre los dos sistemas. 
HABIAN RECIBIDO EL ESPIRITU SANTO 
POR LA FE, ASI QUE DEBIAN 
ANDAR POR LA FE 
¡PENSEMOS! 
Muchas veces se escuchan diálogos entre hermanos en 
que se le pregunta a uno si ha recibido al Espíritu Santo. La 
discusión lleva a la conclusión de que esta es una experiencia 
posterior a la salvación y que es necesaria para alcanzar una 
mayor altura espiritual. Sin embargo, el argumento de Pablo 
en este pasaje indica que la obra de Dios en ellos comenzó 
con la recepción del Espíritu. Da a entender que ann los 
hermanos doctrinalmente confundídos lo habín 
recibido.¿Cuáles son las implicaciones lógicas en cuanto a la 
relación que existe entre recibir el Espíritu Santo y la 
madurez espiritual? 
Los cristianos de la iglesia de Galacia habían sufrido mucho por causa de su fe en 
Cristo. Sus aflicciones provenían mayormente de los judíos. ¿Sería posible que hubieran 
abandonado el evangelio y aceptado que sufrieron en vano (3:4)? 
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¿A qué conclusión lleva entonces esta experiencia del pasado? Todo lo que Dios ha 
hecho a su favor, ¿en base a qué lo hizo? ¿Debido a las obras de ley, o a la fe en Cristo 
(3:5)? Es claro que, tal como en el caso de Abraham en el pasado, es la fe en Dios la que 
cuenta para justicia, no las obras de la ley. Lo que Dios ha empezado, lo llevará a su 
culminación completa. Si lo empezó por fe, de la misma manera lo va a terminar. 
¡PENSEMOS! 
¿A qué conclusión nos lleva este pasaje? ¿Cuál es la 
relación entre la salvación y la vida cristiana? ¿Cómo 
empezó usted a andar en Cristo? Si empezó así, ¿cómo debe 
seguir ahora? Identifique tantas áreas de su vida como 
pueda donde se debe aplicar este principio. ¿Cómo se 
manifestará en su vida diaria? 
5 
¿Bendición o Maldición? 
Gálatas 3:6–14 
O todo o nada. No hay concesiones ni medias tintas. Mucha gente trata de vivir 
conforme a los Diez Mandamientos o cumpliendo la ley divina o el Sermón del Monte, 
porque piensan que pueden lograr que Dios les acepte. No se dan cuenta de que las normas 
de Dios son absolutas. 
Quien piensa vivir conforme a cualquier ley, está bajo la obligación de cumplirla en su 
totalidad. Al faltar en un solo punto, pasa de ser una persona obediente a transgresor. Este 
es el argumento que Pablo quiere dejar claro en el pensamiento de los legalistas religiosos. 
Es imposible cumplir cabalmente con todas las normas porque todos fallamos en algún 
punto. Al hacerlo, pasamos a pertenecer al sindicato de pecadores culpables. 
PRUEBA DE LA BENDICION DE ABRAHAM 3:6–9 
Pablo basa su premisa en el Antiguo Testamento. Los judaizantes afirmaban que esos 
libros sagrados apoyaban su punto de vista y ponían sus esperanzas en Abraham, 
llamándose “hijos de Abraham”. Pero el apóstol demuestra que el origen de su punto de 
vista procede de la misma fuente de autoridad que ellos decían aceptar. Les enseña que aun 
el patriarca fue justificado por la fe. Conforme a ese principio, les recuerda que el Señor 
había revelado que los gentiles serían bendecidos en Abraham por la misma fe, no por 
obediencia a la ley. 
¿Cómo recibió Abraham la bendición prometida? Pablo demuestra que fue declarado 
justo por causa de su fe (v. 6). A continuación explica la relación entre la fe de Abraham y 
la posición de ellos como gentiles (vv. 7–14). Los verdaderos hijos de Abraham son 
quienes se identifican con su fe (vv. 7–9). No todos los hijos físicos del patriarca son sus 
verdaderos hijos, sino los de la fe (v. 7). 
Este principio de herencia basada en la fe se extiende a los gentiles también. Aunque la 
gente los consideraba “paganos”, a ellos también se les ofreció la promesa de bendición a 
través de Abraham (v. 8) porque el pacto que Dios hizo con él incluía bendición para todas 
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las naciones. Por lo tanto, todos los que creen pueden recibirla, ya sean gentiles o judíos, 
porque la bendición de Dios se recibe por la fe, no por la ley (v. 9). 
Sin importar que fueran judíos o gentiles, aquellos que quisieran identificarse con 
Abraham, tenían que seguir su camino (v. 7). Parte de la lógica que respalda esta 
conclusión se encuentra en el sentido que los hebreos daban a la expresión “hijos de”, 
misma que se utilizaba para señalar la característica distintiva de alguna persona o grupo. 
Los “hijos de desobediencia” están caracterizados por la rebelión. Los “hijos de ira”, 
recibirán el enojo de Dios y serán juzgados por él. Así, los hijos de Abraham son quienes se 
parecen a su padre. 
Por lo tanto, los de la fe también son “hijos de Abraham”. Quienes no se parecen a él no 
pueden ser sus hijos, aunque puedan trazar su descendencia física hasta él. ¿Cuál es la 
característica distintiva que Pablo señala en cuanto a Abraham (v. 9)? Dice que los que 
creen, son sus hijos; quienes no creen, no lo son. 
QUIENES CONFIAN EN EL DIOS DE ABRAHAM 
SON SUS VERDADEROS HIJOS 
Y HEREDARAN LAS BENDICIONES PROMETIDAS 
¡PENSEMOS! 
Según las definiciones de Pablo, ¿quiénes son los “hijos 
de Abraham”? ¿A qué herencia les da derecho? ¿Quién 
recibe qué hoy? 
PRUEBADE LA REDENCION 3:10–14 
El escritor amplía su argumento para mostrar que la bendición no podría haber venido 
por medio de obedecer la ley porque ésta sólo produce maldición. Tanto la justificación 
como la bendición se reciben por fe. 
La ley sólo sirve para condenar 3:10 
La clave para comprender el legalismo y que muchos no habían entendido, es que los 
que dependen de la ley no pueden recibir la bendición de Dios, sino la maldición. Parte de 
esta confusión se deriva de que no hemos asimilado la gravedad que el pecado tiene desde 
la perspectiva de Dios. ¿Por qué? La clave se expresa en Deuteronomio 27:26, citado por 
Pablo aquí: “Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas…” 
Santiago 2:10 repite la misma idea, señalando que quien cumple todas, excepto un solo 
punto de las reglas, es tan culpable como aquel que ofende en todo. En Romanos 3 Pablo 
repite que “no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Así que, desde la 
perspectiva divina, no hay pecadores grandes o pequeños, sólo los hay condenados y 
justificados. 
SEGUN LA LEY, TODOS SOMOS 
MALDITOS PORQUE NO OBEDECEMOS 
TODO LO QUE ESTA ESCRITO 
EN LA LEY DE DIOS 
Por eso Cristo luchaba tanto con los fariseos, porque nunca entendieron la gravedad de 
su problema. Podían asegurar que no habían cometido adulterio, pero, ¿qué de sus malos 
deseos? La maldición de la ley se aplicaba a todos, por el simple hecho de que nadie podría 
cumplir con todas sus exigencias (3:10). 
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La fe da vida 3:11 
Se puede observar entonces, que la ley declara a todos condenados y malditos, porque 
nadie puede cumplir todo lo que ella exige. Además de ese aspecto negativo, la ley incluía 
una forma positiva, diciendo que nadie se puede justificar por ella, porque el justo por la fe 
vivirá (Habacuc 2:4). Así que, aun el Antiguo Testamento dice que el que es declarado 
justo, no es el que vive por la ley, sino el que vive por la fe. 
La ley y la fe se contradicen 3:12 
El principio fundamental de la fe contradice al que apoya a las obras. La fe no depende 
de las obras y la ley no se basa en la fe. La ley exige obediencia completa, nada más, pero 
nada menos tampoco. La fe no tiene nada que ver con las obras. 
Cristo tomó nuestra maldición sobre sí mismo 3:13–14 
Nosotros no podemos resolver el problema de la maldición. Sólo Cristo puede hacerlo, 
y ya lo hizo. La muerte de Cristo nos libró de la maldición de la ley. 
Al aceptar esa maldición, Cristo compró nuestra libertad, y quedamos fuera del alcance 
de la maldición de la ley (3:13). A través de nuestro Salvador, podemos recibir las 
bendiciones que Dios prometió a Abraham por causa de su fe (3:14). Una de ellas es la 
recepción del Espíritu Santo (Lucas 24:49; Hechos 1:4; 2:17–18, 33, 38; Joel 2:28). 
Nosotros recibimos esa divina persona al confiar en Cristo, tal como fue prometido (3:2, 
10). 
Los judaizantes decían que para recibir la bendición de Dios, tenían que convertirse en 
hijos de Abraham primero, pero Pablo dice que los que han confiado en Cristo ya poseen 
los privilegios de los herederos. La presencia del Espíritu Santo lo demuestra. 
Según Efesios 1:3, Dios “nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares 
celestiales en Cristo”. Por eso, no hay nada más que esperar. El Espíritu Santo en nuestra 
vida produce lo que Dios quiere para que gocemos de sus bendiciones. 
En este pasaje, Pablo ha presentado el argumento de que la bendición de Dios, que fue 
prometida a Abraham, sólo podría recibirse por medio de la fe. La ley es incapaz de 
proporcionarla porque sólo produce maldición. Cristo nos libró de la maldición de la ley y 
nos capacitó para recibir la bendición por la fe. La experiencia de los gálatas confirmaba 
esta verdad, porque habían recibido esta bendición en el momento en que fueron salvos por 
la fe. 
Regresar a la ley sólo sirve para recibir condenación. Así que, ¿por qué queremos 
regresar a ella? Mejor, gocemos la bendición que tenemos y no malgastemos tiempo y 
esfuerzo tratando de ganar puntos ante Dios para recibir sus promesas. Vivamos por el 
Espíritu, no por la carne. Vivamos por fe, no por ley. Alabémosle a él por todo lo que 
hemos recibido al confiar en Cristo. 
¡PENSEMOS! 
Empezando con 3:1 hasta 3:14, haga una lista de todas 
las cosas que hemos obtenido por medio de la fe en Cristo. 
¿Por qué resultará en frustración el intento de vivir 
conforme a la ley? Si todo esto es cierto, ¿qué diferencia 
debe haber en nosotros? ¿Cómo debemos vivir? 
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6 
La Ley de la Buena Fe 
Gálatas 3:15–18 
Durante mis años de ministerio en Guatemala, muchos familiares y amigos llegaban 
para visitarnos y conocer al país. Una de las atracciones más interesantes para los turistas 
era el mercado central. Como no estaban acostumbrados a regatear, tenían interés por tener 
la experiencia de comprar de esa manera. 
Antes de dejarlos ir, siempre los orientábamos en cuanto a “las leyes del mercado”. De 
otra manera, sería fácil que ofendieran y enojaran a la gente que trabajaba allí. Había dos 
leyes fundamentales que eran difíciles de entender para ellos. Primero, tenían que aprender 
que quien no quiere comprar, no debe regatear. Segundo, que si el vendedor llegaba a 
aceptar su oferta, no debían cambiarla, sino que se estaba obligado, a lo menos por cortesía, 
a comprar. Estas “leyes del mercado” nos muestran que hav ciertas normas que rigen en el 
ambiente humano y que aun el mundo espera que cumplamos. 
En una ocasión, una iglesia hizo un contrato de compraventa para conseguir una 
propiedad. Firmaron y pagaron el anticipo indicado. Meses después, decidieron que querían 
pedir una rebaja en el precio acordado. La gente involucrada respondió: “¿Cómo puede ser 
esto? Esto nunca sucede en los tratos de los incrédulos, mucho menos se puede permitir 
entre los del pueblo de Dios. El convenio se ha hecho y tiene que cumplirse como lo 
pactamos”. 
Después de haber demostrado que las bendiciones de Dios se reciben sólo por fe, en 
este pasaje de Gálatas 3:15–18 Pablo compara la promesa divina hecha con Abraham con 
los convenios humanos. En esta porción continúa su disertación acerca de los requisitos 
para recibir las bendiciones de 10 alto para contrarrestar la oposición que provenía de los 
judaizantes, quienes se consideraban “hijos de Abraham”. Pablo se dirige a ellos 
esgrimiendo la misma fuente de información que ellos tenían, la enseñanza que se 
encuentra en los libros de la ley del Antiguo Testamento. 
¿Qué enseña el mismo Antiguo Testamento en cuanto a la bendición prometida a 
Abraham? El apóstol compara el convenio concertado con el patriarca con otros pactos 
legales y presenta tres razones que demuestran que la bendición de Dios no depende del 
cumplimiento de la ley, y que el pacto original nunca fue abrogado por la ley. 
EL PACTO FUE RATIFICADO POR DIOS 3:15–16 
La primera razón que esgrime es que un pacto ya ratificado no puede ser anulado ni 
enmendado, ni se le pueden añadir condiciones. Esto es cierto aun en los acuerdos 
humanos. La promesa que Dios le dio a Abraham constituye un pacto ratificado por el 
Señor mismo. Si la honradez humana obliga a los contratantes a no cambiar su acuerdo, 
¿cuánto más se debe confiar en que Dios no cambiará? 
El convenio que Dios hizo con Abraham fue para él y su descendencia. Pablo aclara que 
el pasaje no se refiere a todos los descendientes de Abraham. El uso del nombre singular 
“simiente” se aplica para demostrar que el beneficio del pacto es para el verdadero 
descendiente de Abraham, Cristo, la simiente verdadera y para aquellos que están en él. 
UN PACTO YA RATIFICADO 
NO PUEDE SER ANULADO NI ENMENDADO 
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LA LEY FUE A AÑADIDA AL PACTO 3:17 
La segunda razón que Pablo menciona para demostrarque la bendición no viene por 
cumplir la ley, es que ésta llegó más tarde y no anula el pacto. A veces, al hacer un acuerdo, 
nos dan treinta días para pensarlo. Si no nos echamos para atrás durante esos días, se 
considera confirmado. 
Pablo quiere dejar bien establecido que los judaizantes estaban equivocados al decir que 
era necesario cumplir la ley para recibir las misericordias divinas en vez de vivir de acuerdo 
al pacto abrahámico ratificado por Dios y cumplido en Cristo. La ley había side el medio 
para dirigir al pueblo judío hasta la venida de Jesucristo y una vez venido Cristo, el 
creyente ya no está bajo la ley. 
¡PENSEMOS! 
Imagínese un convenio legal en que me comprometo a 
dar un terreno de cinco manzanas a su padre. Veinte años 
después, llego a usted, después de la muerte de él, y le digo: 
“Fijese que se me olvidó decirle que se lo doy, pero a cambio 
de $10,000”. 
¿Qué me diría? “Pues, hombre, ya es muy tarde para 
decirme esto”. Lo más probable es que me llevara al tribunal 
por intento de fraude. ¿Qué clase de persona haría tal cosa? 
¿Qué clase de Dios sería si actuara asi? 
Pablo insiste en que quien hizo el convenio no fue un hombre común, sino que Dios 
mismo hizo la promesa y no la había olvidado. El es justo, y no hay ningún engaño en él. 
Así que, nuestro Padre no cambiaría las condiciones del pacto original después de 400 años, 
porque el pacto había sido ratificado por él mismo. 
LA LEY VINO DESPUES Y NO PUEDE 
ANULAR EL PACTO 
LA ENMIENDA ES CONTRADICTORIA 3:18 
La tercera razón que el apóstol da para definir que no era necesario enmendar el pacto 
abrahámico viviendo conforme a la ley, es que la modificación a éste sugerida por los 
judaizantes es una contradicción a la promesa original. La ley y la promesa se contradicen. 
Si la bendición de Dios es por obras, o si es por ley, entonces ya no es un regalo de gracia 
(Romanos 4:4–5, 16). La herencia fue dada por gracia, como resultado de la promesa 
unilateral de parte de Dios. 
Consideremos una vez más la ilustración dada arriba respecto a mi regalo de cinco 
manzanas de tierra y que a los veinte años digo a los hijos que no fue un regalo, sino que 
me deben $10,000 porque me arrepentí de mi obsequio. Esto equivale a una contradicción 
de todo lo que había dicho. Esto no puede ser, especialmente cuando se trata de Dios que es 
quien hizo la promesa y la dio gratuitamente. 
Esta promesa estaba diseñada para los herederos de Abraham. ¿Quiénes son? Pablo 
indica que en realidad sólo existe un verdadero heredero, nuestro Señor Jesucristo. No 
obstante, todos los que están en él son coherederos juntamente con él. Tales personas 
recibimos la herencia por fe, no por obras ni leyes. 
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Así que, al estar en Cristo, la bendición de Dios está garantizada. No depende de las 
obras, sino de la promesa de Dios, dada a todos los que están en Cristo. Es el convenio más 
seguro del mundo porque está garantizado por Dios mismo. 
LA ENMIENDA SUGERIDA ES UNA 
CONTRADICCION DE LA PROMESA ORIGINAL 
En fin, la bendición que Dios prometió a Abraham no le llegó por medio de la ley sino 
por el pacto unilateral ratificado por el Señor. Aun en los tratos humanos, cuando se firma 
un contrato, nadie puede cambiar las condiciones posteriormente. Si este principio es cierto 
en el nivel humano, ¿cuánto más cierto será cuando Dios lo hace? 
Aunque pasen los años, el pacto no cambia. Un sistema de leyes, dado más de 
cuatrocientos años después no podría invalidar un pacto hecho y ratificado con 
anterioridad. Por eso, para que la enseñanza de los judaizantes se aceptara, la promesa 
anterior tendría que ser anulada, Si la herencia de la bendición se basara en el cumplimiento 
de la ley, entonces ya no estaría basada en la promesa de Dios como el pacto indica. 
DOS OPINIONES CONTRARIAS 
La lógica de los judaizantes: 
• La promesa de bendición fue dada a Abraham. 
• Se basa en el Antiguo Testamento. 
• El Antiguo Testameno enseña a obedecer la ley a fin de obtener la 
bendición. 
• Por eso, la bendición de Dios es condicional y es necesario obedecer 
la ley. 
La lógica de Pablo: 
• La promesa de bendición vino antes de la ley. 
• La ley fue dada 400 años después de la promesa y no puede 
modificarla. 
• No hay contradicción entre las dos. 
• La ley es buena, pero hay que entender su Propósito. 
¡PENSEMOS! 
Considere las implicaciones de este breve pasaje. Son de 
gran importancia para la vida de los hijos de Dios. ¿Cómo 
afectará su vida la comprensión de la verdad que Pablo 
señala? Haga una lista de las consecuencias prácticas que 
resulten. 
7 
¿Para Qué Sirve la Ley? 
Gálatas 3:19–4:7 
Vivimos en la época de las computadoras. Estas máquinas maravillosas se encuentran 
en todas partes. Hacen mucho más trabajo en menos tiempo. Pero en realidad, son 
artefactos bastante ignorantes porque no saben nada por sí mismos; aceptan todo lo que se 
le dice, porque no tienen capacidad de evaluarlo. Inclusive, se les puede enseñar la fórmula 
1 + 1 = 3 
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y no se dan cuenta de que es incorrecta. La graban en su memoria y es necesario que el 
operario la borre para corregir el error. Por eso hay un dicho entre quienes las utilizan que 
dice: Si se mete “basura” en su computadora, lo que obtendrá será basura. 
En este aspecto, la computadora es semejante a la mente humana. A mucha gente se le 
enseña alguna idea y, aunque no sea verdad, la cree hasta que se le borra con la verdad. 
El problema es que muchas veces es difícil quitarnos las ideas equivocadas que se nos 
han enseñado. En este estudio mi intención es eliminar ciertas ideas doctrinales 
equivocadas de la mente de muchos cristianos para reemplazarlas con la verdad. 
Hace años existió un predicador muy famoso que era conocido por el sobrenombre de 
“Juan 3:16” porque siempre predicaba en base a ese pasaje. Todo el tiempo se refería a esa 
porción bíblica. Un día alguien le preguntó: “¿Por qué siempre predicas basado en Juan 
3:16?” A lo que contestó: “Por que de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su 
Hijo unigénito…” 
He llegado a la conclusión de que me gustaría ser identificado con el mensaje de 
Gálatas 3:21–22. La comprensión de la verdad presentada en este pasaje es clave para 
contestar a las sectas falsas que han proliferado en la actualidad, así como sirvió para 
responder a los judaizantes del tiempo de Pablo. Hablando hace algunos años con otro 
profesor del Instituto Bíblico Guatemalteco acerca de la influencia de las sectas falsas entre 
los evangélicos auténticos, me comentaba que el problema básico es que muchos creyentes, 
aun pastores, no saben qué creen. Una de las áreas de mayor ignorancia es la doctrina que 
Pablo presenta en este pasaje. Así que, ¡borremos las ideas viejas grabadas en nuestra 
mente, para ver lo que Dios quiere enseñarnos! 
Pablo señala en Gálatas 3:19–22 que los judaizantes, así como los que pertenecen a 
cualquier otra secta, no entendían cuál había sido el propósito de la ley, por lo que el 
apóstol empieza haciendo una pregunta lógica: si la ley no fue dada hasta después de la 
promesa; si no puede enmendar la misma, y si la herencia no viene por ella, entonces, ¿para 
qué sirve? 
A continuación contesta esta cuestión dando la explicación: “La ley fue añadida (a la 
promesa) a causa de las transgresiones” (3:19a). Se pueden dar dos interpretaciones a esta 
respuesta, igualmente posibles y ciertas. Primero, podría indicar que la ley fue dada para 
enseñarles cómo actuar en medio del mundo pagano hasta que llegara la simiente de 
Abraham. Era una guía temporal, para que vivieran de manera digna del Dios en que habían 
creído La segunda interpretacíon possible de esta respuesta paulina es que la ley fue dada 
para revelar el pecado del hombre ya que frente a la norma divina, nadie puede considerarse 
justo.

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