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DDHH unidad 2

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UNIDAD 2
TRATAMIENTO DE LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCION.
Operatividad y programaticidad de los derechos.
En el derecho constitucional se han distinguido entre clausulas constitucionales operativas y clausulas constitucionales programáticas. 
Las cláusulas constitucionales son operativas cuando: pueden operar automática e inmediatamente, sin necesidad de instituciones o reglamentaciones que deba establecer el Congreso. Generalmente se las identifica con las normas que generan obligaciones de no hacer. Ej. derecho a huelga (art.14). 
Las normas programáticas son aquellas que necesariamente requieren de una norma para obtener la operatividad derivada. Se las identifica con normas que ordenan dar o hacer. Requieren de una reglamentación para su aplicación. Se señala a los derechos incluidos en el art. 14 bis (no en su totalidad) y 118 (juicio por jurados), como programáticos. 
En principio, las normas de CN y Tratados Internacionales que consagran derechos humanos son OPERATIVAS. Los derechos declarados en convenciones, pactos o tratados sobre d. humanos invisten directamente de titularidad a los habitantes del estado que se hace parte en el acuerdo, cuando las cláusulas que contienen aquellos derechos son operativas. Si son programáticas, hacen recaer en el estado la obligación de adoptar las medidas de derecho interno que permitan su funcionamiento.
Derechos implícitos y explícitos.
Derechos explícitos: son aquellos que están expresamente reconocidos y enumerados en el texto constitucional. (Ej.: art. 14, 14 bis, 17, 20 de la CN). 
Derechos implícitos: son los no enumerados o reconocidos expresamente. (Ej.: art. 33 de la CN). Ambos son reconocidos a todos los habitantes (y extranjeros), obligan como sujeto pasivo tanto al estado federal como a las provincias. 
Generación de derechos.
Derechos de primera generación: surgen en la segunda mitad del siglo XVIII. Correspondiente a los derechos civiles y políticos. Nacen con el advenimiento de la Revolución Americana y la Revolución Francesa, y el constitucionalismo clásico. 
Derechos de segunda generación: aparecen en la primera mitad del siglo XX. Corresponden a los derechos económicos, sociales y culturales. Surgen de movilizaciones, protestas y reclamos sociales.
Derechos de tercera generación: nacen en la segunda mitad del siglo XX, luego de la segunda guerra. Corresponden a los derechos de incidencia colectiva, donde sus titulares no son exclusivamente individuos, sino la sociedad en su totalidad. 
DERECHOS CIVILES Y POLÍTICOS (de primera generación): 
Nacen luego de la Revolución Americana, la Revolución Francesa y el Constitucionalismo Clásico (Constitución Norteamericana y Constitución de la República Francesa), en la segunda mitad del Siglo XVIII. Son caracterizados en general, como derechos operativos, es decir autoejecutables, ante los cuales la conducta Estatal debe ser abstencionista, es decir, no intervenir. Estos derechos tienen por objeto la libertad, seguridad, la dignidad, la integridad, entre otros, así como el derecho a participar en la vida política. Tales derechos expresan una dimensión más individualista, cuyo propósito es evitar que el Estado agreda ciertos atributos del ser humano, la actuación de sus órganos no puede traspasar los límites de estos derechos. Todo ciudadano debe disponer de medios judiciales sencillos y eficaces para protegerlos. Está a cargo del Estado prevenir razonablemente situaciones lesivas a los derechos humanos y en el supuesto de que estas se produzcan, procurarlo requerido para el restablecimiento del derecho. 
Estos derechos Civiles y Políticos a su vez pueden admitir subcategorías: 
Derechos Civiles:
 - Derechos Personalísimos: Derecho a la vida, a la intimidad, a la integridad física, a la libertad de conciencia y de religión, al nombre, etc. 
- Derechos Personales: Derecho a la información, a la asociación, derecho de petición, de locomoción, a la libre circulación.
- Derechos Patrimoniales: derecho de propiedad, derecho de ejercer toda industria licita. 
Derechos Políticos:
 - Derechos de las Personas: derecho al sufragio, a asociarse en un partido político, derecho a ser candidato. 
- Derechos de los Partidos Políticos: derecho de acceso a la información pública, derecho a divulgar sus ideas. 
DERECHOS ECONÓMICOS, SOCIALES Y CULTURALES (derechos de segunda generación): Nacen en la primera mitad del Siglo XX a partir de movimientos políticos y sociales. Surgen desde una perspectiva menos individualista, considerando al hombre en su vida familiar y social. La exigibilidad de los derechos económicos, sociales y culturales está condicionada a que existan recursos apropiados para su satisfacción, de modo que las obligaciones que asumen los estados son de comportamiento. Requieren para su realización una conducta activa, entendida como medidas concretas que faciliten el acceso a los mismos; para establecer que un gobierno violo estos derechos no basta con demostrar que no se han satisfecho, sino que el comportamiento del poder público para alcanzar ese fin no se adecuo a los estándares apropiados. Encontramos el derecho a la salud, a la educación, a trabajar y los derechos del trabajo, a una alimentación básica sana y equilibrada, a la seguridad social, a una vivienda digna, la cultura, la religión, etc.
DERECHOS COLECTIVOS (derechos de tercera generación): Aparecen en la segunda mitad del Siglo XX, luego de la Segunda Guerra. Incluye el derecho a un medio ambiente sano, derecho de los consumidores, a la paz, a la libre determinación de los pueblos. Estos derechos le pertenecen a toda la sociedad, son de titularidad colectiva. Para su efectiva realización se requiere una conducta de cooperación internacional entre Estados. La sujeción del poder público es mixta. Es decir, el Estado realizara obligaciones de comportamiento, al ordenar su acción para satisfacer estos derechos. Y también deberá realizar obligaciones de resultado.
PROGRESIVIDAD Y NO REGRESIVIDAD: 
Texto de Courtis y Abramovich
Estos son principios y pautas de interpretación de DDHH.
Principio de no regresividad: los Estados no deben adoptar medidas que limiten, restrinjan o eliminen los derechos vigentes o existentes. Los poderes políticos tienen prohibido elegir supuestos que importen un retroceso en el goce de los derechos, de lo contrario, esto sería inválido o inconstitucional. Procesalmente, corresponde al demandante demostrar el carácter regresivo de la norma, si es que el grado de protección ofrecido por la nueva norma conlleva un retroceso. Probado esto, la norma se presume inválida, y el Estado debe acreditar que, pese a ser regresiva, la norma es justificable para proteger otros derechos.
Principio De Progresividad: los estados Partes se compromete a adoptar medidas, hasta el máximo de los recursos que dispongan, para lograr progresivamente, por todos los medios apropiados, la plena efectividad de los derechos aquí reconocidos, en la medida de los recursos disponibles, por vía legislativa u otros medios apropiados.
LOS DDHH EN NUESTRO ACTUAL DERECHO CONSTITUCIONAL: 
En la constitución tenemos dos partes: la dogmática y la orgánica, ambas tienen una misma jerarquía. La dogmática define el fin, los objetivos, principios y valores de la constitución. La parte orgánica desarrolla las instituciones del Estado 
En la parte dogmática encontramos declaraciones, derechos y garantías. La Constitución original incorporo, en un principio, derechos políticos del hombre contra el estado; donde la obligación fundamental era la omisión del Estado para poder satisfacerlos. Luego, el constitucionalismo social, con la reforma de 1957, amplio el constitucionalismo clásico, agregando los derechos sociales, que se desglosan en económicos, sociales y culturales. Los derechos ya no van a quedar satisfechos solo con la abstención del sujeto pasivo, sino que deberá promover estos derechos. Y con la reforma de 1994 se incorporan derechos colectivos. 
La constitución se ha ampliado y enriquecido a través del artículo 75 inc. 22, que confierejerarquía constitucional a tratados de derechos humanos, y prevé para el futuro un procedimiento especial para que otros adquieran la misma jerarquía. Así, nuestro derecho constitucional acogió una doble fuente: interna y la internacional. 
El actual derecho internacional de los derechos humanos sintoniza muy bien con la constitución democrática. Los derechos contenidos en la constitución se deben interpretar conforme el derecho internacional de derechos humanos, para compatibilizar y coordinar. Los tratados internacionales son superiores a las leyes, y están en el mismo vértice que la constitución. 
Todos los derechos fundamentales del hombre deben considerarse incluidos en la constitución. Estos son derechos del hombre y pertenece a todos nacionales y extranjeros, ya que la constitución habla de habitantes.
Todas las normas constitucionales gozan del mismo rango y jerarquía.
Para nuestro derecho los titulares de los derechos son los habitantes, quienes integran la población. El Estado debe respetarlos, no violar, no impedir su goce ni ejercicio, no crear restricciones arbitrarias. 
Los derechos económicos, sociales y culturales como derechos exigibles: 
Texto Wlasic.
Uno de los puntos que fomentan la distinción entre derechos civiles y políticos respecto los económicos, sociales y culturales, radica en que los primeros generan, según los autores, exclusivamente obligaciones negativas o de abstención, mientras que los derechos económicos, sociales y culturales implicarían obligaciones positivas, que en la mayoría de los casos deberían solventarse de recursos públicos. De acuerdo con esta posición, las obligaciones negativas serian un no hacer por parte del Estado: no detener arbitrariamente a las personas, no aplicar penas sin juicio previo, etc. Por el contrario, los positivas se caracterizarían por obligar al Estado a brindar prestaciones: proveer servicios de salud, asegurar educación, etc. 
Wlasic, sin embargo, sostiene que estas distinciones están basadas en una visión “pacifica” del rol y funcionamiento del aparato estatal. Así, podemos sostener, por ej., que, en muchos derechos civiles y políticos como el debido proceso, el acceso a la justicia, el derecho a casarse, el derecho de elegir y ser elegido, suponen la creación de condiciones institucionales por parte del Estado (existencia y mantenimiento de tribunales, establecimiento de normas y registros para la decisión nupcial, convocatoria a elecciones, organización de un sistema de partidos políticos, etc.). En estos casos, la obligación del Estado está vinculada con la utilización de fondos, sino a establecer normas que concedan relevancia a una situación determinada, u organizar una estructura que se encargue de poner en práctica una actividad.
Aun aquellos derechos que parecen ajustarse más fácilmente a la caracterización de “obligación negativa”, aquellos que requieren una limitación en la actividad del Estado de no interferir la libertad de los particulares –por ejemplo, la prohibición de detención arbitraria, la prohibición del establecimiento de censura previa a la prensa, o la prohibición de violar la correspondencia–, conllevan una intensa actividad estatal destinada a que otros particulares no interfieran en esa libertad y a restablecer el perjuicio una vez producido, de modo tal que la contracara del ejercicio de estos derechos está dada por el cumplimiento de funciones de policía, seguridad, defensa y justicia por parte del Estado; reclamando así, obligaciones positivas, caracterizadas por la erogación de recursos, y no la mera abstención del Estado. En síntesis, la estructura de los derechos civiles y políticos es un complejo de obligaciones negativas y positivas de parte del Estado: obligación de abstenerse de actuar en ciertos ámbitos y de realizar funciones en otros. 
En suma, los derechos económicos, sociales y culturales también pueden ser caracterizados por obligaciones positivas y negativas por parte del Estado. Estas obligaciones positivas no siempre requieren de erogaciones económicas, ya que existen casos donde se exige una regulación del Estado que limite o restrinja las facultades de las personas privadas, o les imponga obligaciones de algún tipo, como los derechos laborales y sindicales, la defensa del consumidor o la protección del medio ambiente. Así, por ej. Establecer un salario mínimo, la obligatoriedad de los descansos, la jornada de trabajo limitada y de vacaciones pagas, la protección contra el despido arbitrario, etc. 
Algunos autores sostienen que habría diferentes tipos de obligaciones comunes por parte de los estados para garantizar los derechos: obligaciones de respetar, proteger, garantizar. Las obligaciones de respetar se definen por el deber del Estado de no obstaculizar o impedir el acceso o goce de los bienes que constituyen el objeto de derecho. Las obligaciones de proteger consisten en impedir que terceros obstaculicen o impidan el acceso a esos bienes. Las de garantizar suponen asegurar que el titular del derecho acceda al bien cuando no puede hacerlo por sí mismo. Estas obligaciones pueden ser tanto positivas como negativas, y encontrarse en los derechos civiles y políticos y los derechos económicos, sociales y culturales, lo que reforzaría su unidad. 
Si bien los principales derechos económicos, sociales y culturales han sido consagrados en diversas constituciones e instrumentos internacionales, el reconocimiento universal de los DESC como derechos plenos no se alcanzará hasta superar los obstáculos que impiden su adecuada justiciabilidad y exigibilidad, entendida como la posibilidad de reclamar ante un juez o tribunal de justicia el cumplimiento de estos
Aunque un Estado cumpla habitualmente con la satisfacción de determinadas necesidades o intereses tutelados por un derecho social, no se podría afirmar que los beneficiados por la conducta estatal gozan de ese derecho como derecho subjetivo, hasta tanto verificar se encuentra realmente en condiciones de demandar judicialmente la prestación del Estado ante un eventual incumplimiento. Así, lo que calificará a un derecho social como derecho pleno no es simplemente la conducta cumplida del Estado, sino la existencia de algún poder jurídico de actuar, de producir demanda o queja por parte del titular del derecho en caso de incumplimiento de la obligación. 
Existen varias razones que dificultan el desarrollo de la justiciabilidad de los derechos económicos, sociales y culturales. Una de ellas, por ejemplo, es la vaguedad de los textos normativos donde se formulan los derechos, otros señalan la falta de acciones o garantías procesales concretas destinadas a tutelar los DESC. En muchos casos las violaciones de derechos económicos, sociales y culturales provienen del incumplimiento de obligaciones negativas por parte del Estado. 
Una obligación negativa del Estado es no discriminar el ejercicio de los DESC. Cuando el Estado incumple esta obligación, se abre un enorme campo de justiciabilidad y exigibilidad. En algunos casos resultan perfectamente viables muchas de las acciones judiciales tradicionales, como acciones de inconstitucionalidad, nulidad de actos, acciones de amparo o reclamo de daños y perjuicios. 
La actividad del Estado violatoria de un derecho económico, social o cultural resulta cuestionable judicialmente y, verificada esta vulneración, el juez decidirá obligar al estado a respetar el derecho afectado. Es importante establecer mecanismos de comunicación, debate y diálogo donde se recuerde a los poderes públicos los compromisos asumidos, forzándolos a incorporar dentro de las prioridades de gobierno la toma de medidas para que cumplan sus obligaciones en materia de derechos económicos, sociales y culturales. Ahora bien, la falta de mecanismos o garantías judiciales adecuadas no es excusa para hacer justiciables estos derechos, sino que más bien exige imaginar instrumentos procesales aptos para llevar a cabo estos reclamos. No existe derecho económico, social o cultural que no presente al menos alguna característica que permitasu exigibilidad judicial en caso de violación.
LOS TRATADOS DE DDHH EN EL REGIMEN CONSTITUCIONAL ARGENTINO.
Jerarquía constitucional de los tratados.
En 1994 se llevó a cabo la última reforma de nuestra Constitución Nacional. La ley de Declaración de Necesidad de la Reforma aprobada por el Congreso Nacional, impuso la prohibición de modificar los primeros 35 artículos de la constitución vigente hasta entonces, a excepción de temas expresamente habilitados, que constituyen el capítulo de nuevos derechos y garantías. En la parte orgánica, se trabajó con especial cuidado su rediseño, y se incorporaron institutos fundamentales. La reforma marco un antes y un después. 
Luego de varios años de discusión en la doctrina, la reforma modifico el plexo normativo de nuestra constitución, otorgándole jerarquía constitucional a los tratados internacionales de derechos humanos incorporados en el art. 75 inc. 22, ubicándolos en el mismo nivel que la CN y consagrándolos con superioridad jerárquica respecto de las leyes.
Podemos apreciar, como en un primer periodo, anterior a la reforma, la CSJN hizo caso omiso a los instrumentos internacionales de Derechos Humanos, subordinando su vigencia a la existencia de una ley reglamentaria específica, como es el caso Sanchez Abelenda c/ Ediciones de La Urraca, donde rechazan un recurso de réplica por falta de reglamentación expresa en nuestro ordenamiento. 
Es en 1992, cuando con el caso Ekmekdjian c. Sofovich La Corte establece que las normas del derecho internacional son operativas, por lo que cuando se ratifica un tratado por el Estado argentino, este es aplicable en el derecho interno, aun cuando no exista una norma específica que lo reglamente. La Corte considera el art. 27 de la convención de Viena, que establece que ningún estado parte puede fundar el incumplimiento de un tratado en disposiciones de su derecho interno. Afirma que a partir de la entrada en vigencia de la Convención de Viena estos instrumentos tenían prevalencia sobre las leyes. Otorga prevalencia a los tratados internacionales sobre el ordenamiento interno.
Luego de que la reforma consagre la superioridad jerárquica de los tratados y hasta el 2005 la Corte aplica los tratados de derechos humanos con la misma jerarquía que la CN, no admite diferencias de jerarquía normativa dentro del bloque de constitucionalidad y considera que sus normas deben interpretarse armónicamente. Los fallos y opiniones de la Corte IDH deben ser tenidos en cuenta por los tribunales argentinos, son obligatorios, mientras que los informes de la CIDH sirven de guía, pero no son obligatorios. 
A partir del caso Simón para una parte de la doctrina la Corte hizo abuso de del D. Internacional de los Derechos Humanos con una visión errada e inconstitucional, ya que erróneamente aplico las reglas del derecho internacional público. 
Con el último fallo sobre Fontevecchia se inició una nueva etapa de la Corte. En síntesis, la posición mayoritaria desde la doctrina y la jurisprudencia es la integración armónica del derecho internacional constitucionalizado con la Constitución. Y la minoritaria es que en ciertos supuestos tal armonización podría ser violatoria de la Constitución Nacional. 
Examen del art. 75 inc. 22.
Artículo 75 inc. 22: “Aprobar o desechar tratados concluidos con las demás naciones y con las organizaciones internacionales y los concordatos con la Santa Sede. Los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes. La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; la Declaración Universal de Derechos Humanos; la Convención Americana sobre Derechos Humanos; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo Facultativo; la Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial; la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la Convención sobre los Derechos del Niño; en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías. Sólo podrán ser denunciados, en su caso, por el Poder Ejecutivo Nacional, previa aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara. Los demás tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados por el Congreso, requerirán del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara para gozar de la jerarquía constitucional.” 
El contenido del art. 75 inc. 22 puede desgranarse en tres partes: 
1) la primera, referida a la atribución del congreso nacional de aprobar o descartar tratados concluidos con las demás naciones y con las organizaciones internacionales y los concordatos con la Santa Sede. Y la estipulación de que tales tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes. Antes de la reforma, conforme a la doctrina y la jurisprudencia predominante, se interpretó el art. 31 en el sentido de dar igual jerarquía normativa a los tratados y a las leyes, siguiéndose la tradición dualista de que el orden jurídico internacional y el orden jurídico nacional, constituyen dos órdenes independientes de igual jerarquía. A partir del caso “Ekmekdjian c/ Sofovich”, la corte consagro la supremacía de los tratados sobre las leyes. Este criterio encuentra su fundamento en el art. 27 de la convención de Viena, que establece que ningún estado parte puede fundar el incumplimiento de un tratado en disposiciones de su derecho interno. 
2) La segunda parte del artículo está vinculado con la jerarquización constitucional de instrumentos internacionales sobre DDHH. Estos son obligatorios, tienen carácter coactivo, y prevén instancias de control internacional. Las declaraciones, en cambio, constituyen un compromiso ético de los estados miembros de la comunidad internacional, regional o universal, frente a tales derechos. El artículo 75 in. 22 establece una serie de instrumentos internacionales que enumera expresamente, y sostiene que, los mismos, en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan artículo alguno de la primera parte de la constitución y deben entenderse complementarios de derechos y garantías. Estos tratados junto a la constitución constituyen el bloque constitucional. En las condiciones de su vigencia: la doctrina considera que esta frase significa determinar en qué condiciones el tratado se encuentra en vigor para la Argentina, en qué forma ha sido aprobado o ratificado por esta, debiendo tenerse en cuenta, conjuntamente con el texto del tratado, las reservas, y aclaraciones formuladas al momento de su ratificación. 
3) Finalmente, la tercera parte del artículo hace referencia a los mecanismos de jerarquización constitucional futura de otros tratados de DH, como a su posible des jerarquización, a través de la aprobación legislativa. A tales fines se exigen el voto afirmativo de las dos terceras partes del total de los miembros de cada cámara. Asimismo, hay posiciones doctrinarias que han sostenido que, a pesar de no estar expresamente contemplado, si se produjera la modificación o reforma de un tratado ya jerarquizado, debería recurrirse a este mecanismo para volver a jerarquizarlo. 
¿Qué sucede cuando se modifica o se reforma un tratado de derechos humanos con jerarquía constitucional? La práctica internacional indica que tales modificaciones se producen a través de nuevos tratados denominados protocolos facultativos, y exige, en el caso de nuestro país, la previa aprobación del congreso nacional, la posterior ratificación del ejecutivo, conforme el mecanismo dispuesto por la CN, y finalmente podrá ser jerarquizado constitucionalmente, por una nueva ley. Es decir que, la aprobación de un protocolo de reformao ampliación del tratado original, no genera automáticamente obligación alguna al estado, hasta tanto no resuelva hacerse parte en él, según los recaudos constitucionales nacionales. Las reservas, si bien no pueden ser ampliadas con posterioridad a la ratificación, sí pueden ser retiradas en el futuro.
Creación de órganos supraestatales:
El art.75 inc. 24 establece que es una atribución del Congreso aprobar tratados de integración que deleguen competencia y jurisdicción a órganos supraestatales que respeten el orden democrático y los derechos humanos. Las normas dictadas en su consecuencia tienen jerarquía superior a las leyes. 
Ej. A la Corte Interamericana de DDHH. Este art habilita la incorporación y vigencia jerárquica de la Corte IDH, y consagra, además, la posibilidad de que el Estado Nacional delegue funciones jurisdiccionales en estos organismos. 
Repercusión en nuestro régimen jurídico interno. Omisión del estado de legislar internamente.
La CSJN en 1947, sostuvo mediante su jurisprudencia que “los tratados internacionales deben respetar las disposiciones de la CN, la cual tiene supremacía sobre todas las normas de derecho positivo”. En esta época la CN era totalmente superior a los Tratados internacionales, los cuales tenían igual jerarquía que las leyes. En 1963, la CSJN declara que “ningún art. de la CN atribuyen superioridad a los tratados con las potencias extranjeras respecto de las leyes dictadas por el Congreso de la Nación. Ambos –leyes y tratados- son igualmente calificados y no existe fundamento normativo de rango superior”.
En 1980 entró en vigencia en Argentina, la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, cuyo art. 27 dispone que: "Los Estados no podrán invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un tratado”. 
Todo cambió definitivamente en 1992, con el caso "Ekmekdjian c/ Sofovich". La CSJN establece que las normas del derecho internacional son operativas, por lo que cuando se ratifica un tratado por el Estado argentino, este es aplicable en el derecho interno, aun cuando no exista una norma específica que lo reglamente; el tratado es de operación automática y ya forma parte del orden estatal por lo que el Estado argentino se encuentra obligado. La Corte considera el art. 27 de la convención de Viena, que establece que ningún estado parte puede fundar el incumplimiento de un tratado en disposiciones de su derecho interno. Afirma que a partir de la entrada en vigencia de la Convención de Viena estos instrumentos tenían prevalencia sobre las leyes.
Integración de las normas de los tratados al derecho interno: 
Los tratados internacionales ingresan al D. Interno de un estado cuando este los ratifica o adhiere. A partir de la ratificación o la adhesión, el derecho interno recibe al derecho internacional.
La integración de normas internacionales al Estado argentino ha evolucionado de una posición dualista a un monismo con supremacía constitucional, según la letra actual de la CN argentina. Y, según los fallos de la CSJN, se adopta jurisprudencialmente un monismo con supremacía internacional absoluta (es decir sobre la CN argentina).
El dualismo en el Derecho argentino: Si bien no existió una norma expresa en la CN que estableciera el dualismo, la reiterada jurisprudencia de la CSJN consideró que para que un tratado tuviera vigencia debía ser incorporado al ordenamiento a través de una ley del Congreso u acto normativo del PEN. La teoría de la incorporación de un tratado, tenía además otro efecto: que esa norma se transformara en una norma interna.
La Corte Suprema, durante más de un siglo interpretó que existía una paridad de rango entre la ley nacional y un tratado incorporado, por lo que una ley posterior podría modificarlo o derogarlo. Lo cierto es que el tema no prestaría complicación si el tratado modificaba una ley anterior. Pero cuando una ley posterior derogara o modificara un tratado vigente, la cuestión se agrava enormemente.
Con esto se producía una situación dual donde el juez estatal siempre debía aplicar la ley nacional, aunque modificara o derogara un tratado previo. Se adoptó el principio del “lex posteriori derogat lege priori”, sin que tuviera relevancia, si en el orden internacional subsistía el tratado en su redacción original. En tal caso, surgía la responsabilidad del Estado por el incumplimiento de un tratado.
Una de las consecuencias de la posición dualista es la “duplicación” de normas. Por un lado, existe la norma internacional (tratado) respecto de la cual se le aplica el régimen internacional, y por otro la norma del derecho estatal.
El monismo en el derecho argentino
El monismo en el derecho argentino fue inicialmente introducido a partir de 1992 por la CSJN, luego de tantos años de la tradicional posición dualista y de equiparar los tratados internacionales a una ley de la nación, en la causa: Ekmekdjian, c/ Sofovich. La Corte establece que las normas del derecho internacional son operativas, por lo que cuando se ratifica un tratado por el Estado argentino, este es aplicable en el derecho interno, aun cuando no exista una norma específica que lo reglamente; el tratado ya forma parte del orden estatal por lo que el Estado argentino se encuentra obligado. La Corte considera el art. 27 de la convención de Viena, que establece que ningún estado parte puede fundar el incumplimiento de un tratado en disposiciones de su derecho interno. Afirma que a partir de la entrada en vigencia de la Convención de Viena estos instrumentos tenían prevalencia sobre las leyes.
Hoy día, el Tribunal aplica no solo los tratados ratificados por el Estado argentino, sino también el derecho consuetudinario internacional, estableciendo un grado de prelación de estos sobre las normas nacionales e incluso constitucionales, cuando se trata de derechos humanos.
La Corte considera que las cláusulas de los tratados internacionales modernos gozan de operatividad por ser, en su mayoría, claras y completas para su aplicación, sin necesidad de una implementación directa.
El primer efecto de un sistema monista, es considerar que la norma internacional integrara el orden jurídico interno desde el momento de su vigencia internacional.
Los precedentes de la CSJN provocaron en la reforma constitucional de 1994 que el Estado argentino adopte finalmente un sistema monista con un orden jerárquico determinado y en función a la categoría de los tratados de que se trate.
Para los tratados formales, la incorporación en el ordenamiento se da primeramente con la negociación, adopción del texto y la firma; que la realiza el PEN, por lo general, a través de su Cancillería. Luego, continúa con la aprobación o rechazo del texto del tratado por parte del Congreso, a través de una ley. La aprobación de un tratado no implica su incorporación al derecho argentino, sino una autorización para que el Ejecutivo continúe con el proceso de formación. Así, el proceso finalizara con la ratificación del tratado por parte del Ejecutivo.
Jurisprudencia reciente de la CSJN: 
En 1963, en el caso “Martin y Cía.” la CSJN declara que “ningún art. de la CN atribuyen superioridad a los tratados con las potencias extranjeras respecto de las leyes dictadas por el Congreso de la Nación. Ambos –leyes y tratados- son igualmente calificados y no existe fundamento normativo de rango superior”.
En el caso “Eusebio F s/ Sucesión”, en 1987,la Corte sostuvo que los derechos y libertades reconocidos en el Pacto San José de Costa Rica deben ser específicamente incorporados al Derecho interno de los Estados, a través de las disposiciones legislativas pertinentes. 
Luego, en el famoso caso “Sanchez Abelenda c/ Ediciones de La Urraca”la Corte rechaza el derecho de réplica al considerar que no era operativo y que debía sancionarse una ley expresa reglamentándolo. 
En 1992 se produce un gran cambio con el caso “Ekmekdjian c. Sofovich” cuando la Corte afirmar, primeramente, que a partir de la entrada en vigencia de la Convención de Viena los instrumentos internacionales tenían prevalenciasobre las leyes. Y establece que cuando el Estado argentino ratifica un tratado, este es aplicable en el derecho interno, aun cuando no exista una norma específica que lo reglamente.
En el fallo “Café La Virginia S.A c. Administración Nacional de Aduanas” de 1994, la Corte continua con el precedente del caso Ekmekdjian, pero aclara que los tratados no tienen jerarquía superior a la C.N.
EL CONTROL DE CONVENCIONALIDAD.
En la Corte Interamericana surgió el concepto “Control de Convencionalidad “para denominar a aquella herramienta que permite verificar que los Estados concretan la obligación de garantizar los derechos humanos establecidos en la Convención Americana de DDHH, en su ámbito interno, conforme a las normas y prácticas nacionales.
El control de convencionalidad aparece por primera vez en la jurisprudencia contenciosa de la Corte en el caso “Almonacid Arellano vs. Chile”, al considerar que los jueces y tribunales internos están sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces, también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque las disposiciones de la Convención no se vean mermadas por la aplicación de leyes contrarias. 
Así, el Poder Judicial debe ejercer una especie de control entre las normas jurídicas del derecho interno y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta tarea, debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, la cual es intérprete última de la Convención Americana. 
En el caso “Boyce y otros Vs Barbados”, la Corte IDH explica de manera concreta de qué forma debe ser implementado el control de convencionalidad en el ámbito interno. Expresa que los tribunales nacionales no deben limitarse solo a un examen de constitucionalidad de sus resoluciones, sino también de la convencionalidad. 
El art.27 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados (1969) establece que un Estado Parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación para el incumplimiento de un tratado. Por esta razón, el Estado tiene la responsabilidad de crear normas o tomar medidas que se ajusten al compromiso asumido y derogar aquellas incompatibles. 
Los Estados Parte están obligados a armonizar su ordenamiento jurídico interno con la normativa de protección de la Convención. Los tribunales nacionales, de oficio deben realizar tanto el control de convencionalidad (controlar actos del Estado con Tratados internacionales en los que sea parte) y de constitucionalidad (controlar la conformidad de actos del Estado con la CN). Mientras que la Comisión y la Corte Interamericana de DDHH sólo realizan control de convencionalidad en casos concretos, siendo que su fin es interpretar y aplicar los Tratados. Ejercen este control de la siguiente manera: La CIDH inspecciona a los estados miembros p/elaborar informes sobre la situación de los derechos humanos en los mismos y de tal forma presentarlos a la OEA (Organización de Estados Americanos); y actúan frente denuncias recibidas de personas y ONGs por violaciones a los derechos humanos de un estado miembro de la OEA. La Corte Interamericana de Derechos humanos lo hace a través de su función contenciosa o consultiva.
Evolución de la jurisprudencia de la CIDH: 
La Corte IDH ha ido precisando este concepto a través de su jurisprudencia, llegando así a un concepto complejo, que comprende las siguientes características: 
1. Consiste en verificar la compatibilidad de las normas y practicas internas con la CADH, la jurisprudencia de la Corte IDH y los demás tratados interamericanos donde el Estados sea parte: Cuando existe una sentencia internacional dictada con carácter de cosa juzgada respecto de un estado que ha sido parte en el caso, todos sus órganos, incluidos jueces y órganos vinculados a la administración de justicia, están sometidos al Tratado y sentencia de la Corte, lo cual obliga a velar para que los efectos no se vean mermados por la aplicación de normas contrarias a su fin, o por decisiones judiciales o administrativas que hagan el incumplimiento de la sentencia. Igualmente, cuando el Estado no ha sido parte en el proceso, solo por el hecho de integrar la Convención, todas sus autoridades, órganos e instancias democráticas están obligados por el tratado.
2. Es una obligación que corresponde a toda autoridad pública en el ámbito de sus competencias, y debe ser realizado de oficio: corresponde a los jueces y todos los órganos vinculados a la administración de justicia en todos sus niveles
3. Su ejecución puede implicar la supresión de normas contrarias a la CADH o bien su interpretación conforme a la CADH, dependiendo de las facultades de cada autoridad pública: no solo la supresión o expedición de normas en el derecho interno garantizan los derechos contenidos en la CADH. También se requiere el desarrollo de prácticas estatales. Esto en concordancia con el art.2 de la Convención. Es necesario que las interpretaciones judiciales y administrativas y las garantías judiciales se apliquen adecuándose a los principios establecidos en la jurisprudencia de la Corte IDH
4. La CADH no impone un determinado modelo de control de convencionalidad.
5. La responsabilidad estatal por el control solo puede ser exigida a nivel internacional después que el Estado haya tenido la oportunidad de declarar la violación y reparar el daño ocasionado por sus propios medios. El Estado es el principal garante de los Derechos Humanos de las personas, de modo que, si se produce un acto violatorio de dichos derechos, es el quien tiene el deber de resolver el asunto a nivel interno y reparar, antes de tener que responder ante instancias internacionales. Se ha generado así un control dinámico y complementario de las obligaciones de los Estados de respetar y garantizar los derechos humanos, entre las autoridades internas y las internacionales. Los estados son los primeros llamados a cumplir con la protección de los derechos humanos. 
JURISPRUDENCIA DE ALTOS TRIBUNALES DE LA REGION: 
Texto de Antoni: “Duelo de cortes”.
Tribunales de la más alta jerarquía de la región han referido y han aplicado el Control de Convencionalidad teniendo en cuenta interpretaciones efectuadas por la Corte IDH. La CSJN ha referido, en numerosas sentencias, que las decisiones de la Corte IDH resultan de cumplimiento obligatorio por parte del Estado Argentino, ha dicho que en principio debe subordinar el contenido de sus decisiones a las de dicho tribunal internacional. 
Sin embargo, esta posición se modifica en el caso “Ministerio”, también conocido como fallo “Fontevecchia”. Este caso surge de la solicitud de la Dirección de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que deje sin efecto una sentencia firme de la CSJN de 2001, como consecuencia del fallo de la Corte IDH dictado en el año 2011 en la causa “Fontevecchia c/ República Argentina”. La orden del tribunal Internacional recae sobre la decisión tomada por la CSJN, donde confirmó una indemnización por daños y perjuicios contra los periodistas Fontevecchia y D’Amico por violación a la vida privada del ex presidente Menem, a raíz de una publicación en la revista “Noticias” en la que se contaba acerca de un hijo no reconocido de este.
En 2017, la CSJN dictó el fallo “Ministerio”, donde desestima el pedido del Ministerio, y considera, primeramente, que las sentencias de la Corte son “obligatorias” y “vinculantes”, siempre y cuando sean dictadas dentro de sus potestades y funciones; aclara que dichos tribunales no constituyen una cuarta instancia, por lo que no cuentan con la facultad de “revocar” una sentencia anterior, lo que es jurídicamente improcedente. 
Los representantes de la víctima denunciaron el incumplimiento del Estado argentino, y la Corte IDH convocó a una audiencia. La Corte IDHemitió su sentencia en 2017, y consideró que el Estado no había cumplido con las medidas de reparación y ordenó cumplirlas, aclarando que el fallo de la Corte es definitivo e inapelable y produce los efectos de “cosa juzgada internacional”, de no cumplirse se incurre en ilícito internacional. “Dejar sin efecto” no es sinónimo de “revocar”, agregando que el estado podría adoptar otro tipo de acto jurídico, diferente a la revisión de la sentencia, para dar cumplimiento a la medida ordenada (ej. eliminar de páginas web el fallo). Finalmente, el Ejecutivo ordenó el pago en efectivo de la sentencia. En este pequeño resumen del caso, podemos ver un diálogo entre el máximo tribunal argentino y tribunales internacionales.

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