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SEGUNDA PAR TE EPOCA DE LA GRAN COLOMBIA (1821 a 1830) CAPITULO I CONSTITUCIÓN DE COLOMBIA La batalla de Carabobo, ganada por el Libertador el 24 de junio de 1821, aseguró el triunfo de la Independencia en Ve- nezuela, así como la de Boyacá 10 habia asegurado en la Nue- va Granada, y como, poco después (1822), las de Pichincha y Bomboná (o Cariaco) acarrearon la redención del Departamen- to de Quito o el Ecuador. Pudo ya funcionar con entera segu- ridad el Congreso Constituyente que se había reunido en la Villa del Rosario de Cúcuta, y su primer acto de trascendencia fue la expedición de una Ley fundamental, unánimemente aprobada por los cincuenta y ocho diputados que compusieron el Cuerpo soberano en su principio 1. Si la idea federalista había privado, tanto en Venezuela co- mo en la Nueva Granada, durante el primer lustro de la Re- volución, era de suponer, conforme a la lógica ordinaria de los ccontecimientos, que la misma idea persistiese arraigada en los ánimos, mayormente cuando, mediante la unión de las tres an- tiguas colonias, iba a triplicarse la extensión territorial de la república unida, y casi también la población. Pero una doloro- sisima experiencia había aleccionado a casi todos los hombres 1 No podía el Libertador-Presidente, por las atenciones de la guerra, ir a instalar el Congreso; faltó también, por necesaria ausencia, el Vicepre- sidente Zea, y Roscio, que en su lugar iba a concurrir, falleció en aquellas circunstancias. Acertó a llegar entonces a Venezuela, prófugo de los presi- dios españoles, el ilustre General Nariño, y Bolívar se apresuró a nombrarlo Vicepresidente. Así vino a tocar la gloria de instalar el Congreso Constitu- yente de Colombia, al insigne patriota que con incontables sufrimientos ha- bía expiado la propagación de los Derechos Jel Hombre y los grandes ser- vicios hechos a la Revolución. 146 DERECHOPÚBLICOINTERNO polí ticos de los tres países, haciéndoles comprender que, para triunfar definitivamente, para dar a la Nación toda la fuerza y respetabilidad necesarias, para inspirar confianza a las nacio- nes extranjeras, y para andar con paso firme, cuando había que reconstituír la sociedad sobre las muchas ruinas amontonadas por la guerra, era menester que se organizase la República con- forme a la sólida base de la unidad nacional. Para esto era for- zosa la centralización política, sin perjuicio de una prudente descentralización administrativa y un régimen municipal que paulatinamente se fueran ensanchando. Prevaleció, pues, el es- píritu unitario l. Así la Ley fundamental, después de un preámbulo justifi- cativo y que aludía a la ley de igual nombre dada por el Con- greso de Angostura, díjo lo siguiente: "En el nombre y bajo los auspicios del Sér Supremo. Hemos venido en decretar y decretamos la solemne ratificación de la Ley fundamental de la República de Colombia, de que va he- cha mención, en los términos siguientes: Art. 19 Los pueblos de la Nueva Granada y Venezuela que- dan reunidos en un solo Cuerpo de Nación, bajo el pacto ex- preso de que su gobierno será ahora y siempre popular, repre- sentativo. Art. 29 Esta Nueva Nación será conocida y denominada con el título de REPÚBLICADE COLOMBIA. Art. 39 La nación colombiana es para siempre e irrevoca- blemente libre e independiente de la Monarquía española, y de 1 El General Nariño, en su calidad de Vicepresidente, propuso un pro- yecto de Constitución que contenía el germen del régimen federal; pues si bien tendía a establecer la centralización, con Departamentos geográfica- mente demarcados, dejaba abierta la puerta a una reforma, posterior en diez años, que diese legislaturas a los departamentos y los convirtiese en Esta- dos, una vez que, aseguradas la independencia y la vida nacional, no fuese necesaria la unidad política absoluta. La idea de Nariño, aunque defendida con mucha habilidad por él mismo, fue desechada. ÉPOCADE LA GRAN COLOMBIA 147 cualquiera otra potencia o dominación extranjera. Tampoco es ni será nunca el patrimonio de ninguna familia ni persona. Art. 49 El Poder Supremo nacional estará siempre dividido para su ejercicio en legislativo, ejecutivo y judicial. Art, F El territorio de la REPÚBLICADE COLOMBIAserá el comprendido dentro de los límites de la antigua Capitanía General de Venezuela, y el Virreinato y Capitanía General del Nuevo Reino de Granada. Pero la asignación de sus términos precisos queda reservada para tiempo más oportuno. Art. 69 Para la más ventajosa administración de la Repú- blica, se dividirá su territorio en seis o más Departamentos, te- niendo cada uno su denominación particular, y una administra- ción subalterna dependiente del Gobierno nacional. Art. 79 El presente Congreso de Colombia formará la Cons- titución de la República conforme a las bases expresadas y a los principios liberales que ha consagrado la sabia práctica de otras naciones. Art. 89 Son reconocidas in solidscm como deuda nacional de Colombia las deudas que los dos pueblos han contraído se- paradamente, y quedan responsables a su satisfacción todos los bienes de la República. Art. 9Q El Congreso, de la manera que tenga por conve- niente, destinará a su pago los ramos más productivos de las rentas públicas; y creará también un fondo particular de amor- tización con qué redimir el principal o satisfacer los intereses luégo que se haya verificado su liquidación. Art. 10. En mejores circunstancias se levantará una nueva ciudad con el nombre del Libertador Bolívar, que será la ca- pital de la REPÚBLICADE COLOMBIA.Su plan y situación se- rán determinados por el Congreso, bajo el principio de pro- porcionarlas a las necesidades de su vasto territorio, y a h gran- deza a que este país está llamado por la Naturaleza, 148 DERECHOPÚBLICO INTERNO Art. 11. Mientras el Congreso no decrete las armas y el pabellón de Colombia, se continuará usando de las armas actua- les de Nueva Granada y pabellón de Venezuela. Art. 12. La ratificación del establecimiento de la REPÚBLICA DE COLOMBIAY la publicación de la Constitución, serán cele- brados en los pueblos y en los ejércitos con fiestas y regocijos públicos, verificándose en todas partes esta solemnidad el día en que se promulgue la Constitución. Art. 13. Habrá perpetuamente una fiesta nacional por tres días, en que se celebre el aniversario: 19 De la emancipación e independencia absoluta de los pue- blos de Colombia. 29 De su unión en una sola REPÚBLICAy establecimiento de la Constitución. 39 De los grandes triunfos e inmortales victorias con que se han conquistado y asegurado estos bienes. Art. 14. La fiesta nacional se celebrará todos los años en los días 25, 26 Y 27 de diciembre, consagrándose cada día al recuerdo especial de uno de los tres gloriosos motivos; y se pre- miarán en ella las virtudes, las luces y los servicios hechos a la patria. La presente Ley fundamental de la unión de los pueblos de Colombia será promulgada solemnemente en los pueblos y en los ejércitos, inscrita en los Registros públicos, y depositada en todos los archivos de los Cabildos y corporaciones, así eclesiás- ticas como seculares, a cuyo efecto se conmunicará al Supremo Poder Ejecutivo por medio de una Diputación. Fecha en el palacio del Congreso General de Colombia, en la Villa del Rosario de Cúcuta, a doce de julio del año del Se- ñor de mil ochocientos veintiuno, undécimo de la Indepen- dencia. El Presidente del Congreso, JosÉ IGNACIOMÁRQUEZ.-El Vicepresidente, Antonio M. Briceño.-Doctor Félix Restre- i.POCA DE LA GRAN COLOMBIA 149 po.-Jo.é Cornelio Valencia.-Fra1zmco de P. Orbegozo.-Lo- renzo Santander.-Andrés Rojas.-Gabriel Briceño.-José Pru- dencio Lanz.-Miguel de Tobar.-José A. Mendoza.-Sinforo- so Mutis.-Ildefonso Méndez.-Vicente A. Borrero.-Mariano Escobar.-Diego B. Urbaneja.-Francisco Conde.---CerbeleÓn Urbina.-José Ignacio Valbuena.-J. Francisco Pereira.-Mi- guel Domínguez.-Manuel Baños.-Manuel M. Quijano.---Ca- simiro Calvo.---Carlos Alvarez.-Juan B. Estévez.-Bernardi- no Tobar.-Luis Ignacio Mendoza.-José Manuel Restrepo.-Jo-sé Joaquín Borrero.-Vicente Azuero.-Domi1Jgo B. Briceño.- José Gabriel de Alcalá.-Francisco Gémez=s-Doctor Miguel Peña.-Fernando Peñalver.-José M. Hinestrosa.-Ramón Ig- nacio Méndez.-Joaquín Eernéndez de Soto.-Pedro F. Carva- jal.-Miguel Ibáñez.-Diego F. GÓmez.-José A. yánez.-Jo- sé A. Paredes.-Joaquín Plata.-Francisco José Otero.-Salva- dor Camacho.-Nicolás Ballén de Guzmán.-José Félix Blan- co.-Miguel de Zárraga.-Pedro Gual.-Alejandro Osorio.-Po- licarpo Uricoechea.-Manuel Benitez.-Juan Ronderos.-Pací- fico Jaime.-El Diputado Secretario, Miguel Santa María.-El Diputado Secretario, Francisco Soto. Es copia de la original. El Diputado Secretario, Miguel Santa María.-El Diputado Secretario, Francisco Soto. Palacio del Gobierno de Colombia en la Villa del Rosario de Cúcuta, a 18 de julio de 1821.-109• Cúmplase y publíquese como Ley fundamental del Estado en esta capital, comuníquese para el mismo efecto a los Vice- presidentes Departamentales. CASTILLO 150 DERECHO PÚBLICO INTERNO Por S. E. el Vicepresidente de la República, el Ministro del Interior, Diego B. Urba1leja Es copia.-Urba1leja. Palacio de Bogotá, agosto 6 de 1821.-119• Recibida por el correo ordinario del 4: imprímase y circú- lese para que se publique en los términos prevenidos, y archi- vese en todos los registros que la ley señala. SANTANDER Por S. E. el Vicepresidente del Departamento de Cundina- marca, Estanislao Vergara Sesenta y un diputados concurrieron a la obra de la Cons- titución dada en el Rosario de Cúcuta el 30 de agosto de 1821, y la firmaron como miembros del primer "Congreso general de Colombia" 1; y el "cúmplase, publíquese y circúlese" fue decretado por el Libertador, en el mismo lugar, el 6 de octubre, refrendando su decreto los Ministros Pedro Briceño Méndez, Pedro Gual y Diego Bautista Urbaneja 2. Gran número de hombres eminentes figuraron en aquel Congreso, todos unidos por el sentimiento patriótico, el amor a la independencia y las 1 De los 18 que firmaron la úy ¡",,¿amen tal, faltaban Baños y Pe- ñalver, pero habían ingresado el Ilmo. señor Obispo de Mérida, don José Antonio Borrero, don Bartolomé Osorio, don José Quintana Navarro y don Antonio José Caro. • El Congreso eligió, para la época transitoria constitucional, Presi- dente de la República al General Bolívar, y Vicepresidente al General San- tander. ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA In ideas republicanas, bien que, más o menos adictos unos al go- bierno militar, y otros al civil, y más o menos impacientes por establecer reformas políticas y sociales, no iban a tardar mu- cho en hallarse separados, en campos políticos distintos, éstos inspirados por el Libertador, y los otros principalmente. enca- bezados por el General Santander. De ciento noventa y un artículos, distribuidos en diez ti- tulos, y algunos de éstos en secciones, se compuso la célebre Constitución de Cúcuta; y son de notar en ella las siguientes circunstancias que la diferencian muy notablemente de todas las Constituciones que se habían dado las provincias durante la época revolucionaria: Desde luego, se ha desterrado del Código fundamental todo lenguaje ampuloso, toda cosa que parezca máxima de filantro- pía y moral, --en vez del conveniente carácter de disposición imperativa y precisa,- y toda aglomeración de teorías revolú- cionarias a estilo francés. En todo el contexto de la Constitu- ción el lenguaje es preciso y adecuado, y reina un espíritu prác- tico y de perfecta seriedad. En segundo lugar, la Constitución, como obra de legisla- ción fundamental, es más metódica. En vez de comenzar por una pomposa declaración de derechos del hombre en sociedad, como se había acostumbrado hasta 1815, empieza por el prin- cipio, y se desarrolla según las reglas hasta su fin. Su título. 1 trata de la Nación colombiana, que es el objetivo supremo, de- dicando la Sección l' a la Nación en general, y la 2' a los co- lombianos; el título 11 habla del territorio y del gobierno de la república; y así queda establecido en rasgos fundamentales lo que compone la Nación: la soberanía nacional, los ciudadanos. el territorio y el gobierno. Después siguen los. títulos relativos a las elecciones -fundamento del gobierno popular y represen- tativo,- a los tres Poderes públicos, a las garantías individua- les y libertades públicas, a la posesión de los empleados, y al régimen legal y constitucional que ha de implantarse. 152 DERECHOPÚBLICOINTERNO En tercer' lugar se nota que, si bien se comienza la obra con esta invocación: "EN EL NOMBREDE DIOS, AUTOR y LEGIS- LADORDEL UNIVERSO", no solamente no hay título alguno ni sección que expresamente se' ocupe de la Religión, sino que no bay en todo el texto ni un solo artículo que la nombre o de algún modo la consagre como un hecho nacional, o la garantice como un derecho individual. Unicamente en la Alocución que precede a la Constitución, dirigida por el Congreso general "a los habitantes de Colombia", se habla, y con encomio y vene- ración, de la Religión Católica, Apostólica, Romana, "que to- dos profesamos y nos gloriamos de profesar" (dice), añadien- do: "Ella ha sido la religión de nuestros padres, y es y será la religión del Estado: sus ministros son los únicos que están en libre ejercicio de sus funciones, y el Gobierno autoriza las con- tribuciones necesarias para el Culto Sagrado". Todo esto era muy hermoso y muy explícito; pero no era más que una ,alocución. Nada decía la Constitución, ni aun al detallar las atribuciones del Congreso y del Poder Ejecutivo; de suerte que todo lo que se hiciera en lo futuro, tocante a la Religión y la Iglesia, dependía exclusivamente de la voluntad de los legisladores, en cualquier sentido. Analicemos rápidamente las principales disposiciones de la Constitución (Código que, según afirmaciones históricas, no agradó mucho al Libertador ni a Santander), y se comprende- rá el espíritu que dominó a nuestros hombres políticos de 1821. En la sección l' del tí rulo 19, después de proclamarse la plena independencia nacional, dicen dos artículos: "29 La soberanía reside esencialmente en la Nación. Los Magistrados y Oficiales del Gobierno, investidos de cualquiera especie de autoridad. son sus agentes o comisarios, y responsa- bles a ella de su conducta pública. "3 Q Es un deber de la N aci6n proteger por leyes sabias y equitativas la libertad, la seguridad, la propiedad y la Igualdad de todos los colombianos". ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 153 En la sección 2' se definen, con método, precisión y acier- to, la calidad y los deberes de' colombiano; y en seguida, en el titulo 1I, lo que es el territorio de Colombia y la forma del go- bierno. Declarase que éste es popular, representativo, y se esta- tuye la división ,y demarcación de los Poderes públicos. Puesto que éstos' emanan del pueblo, directa o indirectamente, antes de tratar de cada Poder, se trata de las elecciones en el .rí- tulo IlI. Subsiste como elemento .represenrativo el sistema de elec- ción indirecta. Así, en asambleas primarias votan los vecinos que tienen la calidad de sufragan/es, en las parroquias, eligien- do electores de los Cantones, y después los electores, reunidos en la capital de su provincia, eligen los representantes y votan para elegir los senadores de los Departamentos y el Presidente y Vicepresidente de la República. En el mismo título, más re- glamentario de lo preciso, se determinan las cualidades reque- ridas para ser elector, y los motivos que ocasionan la pérdida o la suspensión de los derechos políticos o de elegir o ser ele- gido. Los Constituyentes no quisieron que las muchedumbres 'Votasen y estableciesen la soberanía del número; sino que, para ejercer la función del sufragio, así los sufragantes corno los electores diesen garantías de capacidad e independencia. El Congreso se dividía en dos Cámaras: una de senadores, elegidos por Departamentos (éstos se componían de provincias, las provincias de cantones, y éstos de parroquias) y otra de representantes, elegidos por las provincias, según su población. Las Cámaras debían reunirseen Congreso, de pleno derecho, el día 2 de enero. Correspondía al Congreso hacer el escrutinio de las elecciones de Presidente y Vicepresidente de la Repúbli- ca y senadores, y, caso de no haber elección de algunos 'de estos funcionarios, por falta de la mayoría, de votos necesaria, per- feccionarla conforme a ciertas reglas. Cada Departatnento de- bía elegir cuatro senadores, y cada provincia por lo menos un representante. 1S4 DERECHO PÚBLICO INTERNO Los senadores debían durar ocho años, y los representantes cuatro. Se requerían muy notables cualidades para poder ser elegido senador o representante. No podían serlo los más altos empleados de los ramos ejecutivo y judicial, ni los intendentes (jefes de los departamentos) gobernadores (jefes de las pro- vincias), y demás empleados a quienes lo prohibiese la ley. Los demás funcionarios podían serlo, pero cesando en el ejercicio de sus empleos mientras durasen las sesiones. Los miembros del Congreso gozaban de inmunidad, salvo los casos de traición y otros crímenes', y eran irresponsables por sus opiniones y votos. La Cámara de representantes tenía el derecho exclusivo de acusar ante el Senado al Presidente y al Vicepresidente de la República, y a los Ministros de la Alta Corte de Justicia, "en todos los casos de una conducta manifiestamente contraria al bien de la República y a los deberes de sus empleos, o de deli- tos graves contra el orden social". Nada se decía en particular respecto de los Ministros o Secretarios del Despacho; bien que de un modo general el artículo 90 autorizaba a la Cámara para acusar a todos los demás empleados públicos e inspeccionar su conducta. " En el título IV se determinaba con precisión y exactitud el procedimiento para la discusión y sanción de las leyes, y las atribuciones del Congreso. Las leyes podían tener origen en cualquiera de las dos Cámaras, sufriendo en cada una varios debates; pero sólo la de representantes tenía la iniciativa de los proyectos sobre contribuciones o impuestos. La sanción del Poder Ejecutivo era necesaria para que las leyes fuesen promulgadas y ejecutadas. En caso de objeciones, los proyectos quedaban archivados, si la insistencia de cada Cámara no era sostenida por los dos tercios de sus votos. Podían votarse leyes sin el requisito de todos los debates, cuando am- bas Cámaras, antes de discutirlas y aprobarlas, las declaraban urgentes. Expresamente se determinaba un número considera- ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA ISS ble de actos de las Cámaras (los que no eran propiamente le- yes), que no requerían la sanción del Ejecutivo. Todo lo que es inherente a la soberanía nacional de una re- pública de gobierno unitario, estaba comprendido, en materia de legislación, entre las facultades del Congreso; quedando al Poder Ejecutivo la ejecución de las leyes y la administración propiamente dicha, en su 'amplirud, y al Poder Judicial la apli- cación de las mismas leyes a los casos particulares y las con- troversias. Entre las veintiséis atribuciones precisas del Congreso, to- das necesarias en un país libre y de buen gobierno, llaman la atención las siguientes: "9' Decretar la creación o supresión de los empleos públi- cos, y señalarles sueldos, disminuirlos o aumentarlos"; "20' Conceder indultos generales cuando lo exija algún grave motivo de conveniencia pública"; "25' Conceder, durante la presente guerra de independen- cia, al Poder Ejecutivo aquellas facultades extraordinarias que se juzguen indispensables, en aquellos lugares que inmediata- mente están sirviendo de teatro a las operaciones militares, y en los recién libertados del enemigo; pero detallándolas en cuanto sea posible, y circunscribiendo el tiempo, que sólo será el muy necesario". Así, aun debiendo ejercer las funciones de Presidente de la República un hombre tan grande, ilustre y popular como el Libertador, la Constitución no permitía al Congreso conce- derle facultades extraordinarias, sino en un caso único, nece- sario, como el de la guerra de Independencia, y con muy pre- cisas y sabias restricciones; lo que prueba cuánto los Consti- tuyentes de 1821 consideraban peligrosas para la libertad y el buen gobierno las facultades extraordinarias del Poder Ejecu- tivo, que solamente podían emanar del Congreso. Por lo demás, para que el Congreso tuviese toda la autori- dad legislativa necesaria, la atribución 26' decía: 1S6 .Q~RECHO PÚBLICO INTERNO "Decretar todas las demás leyes y ordenanzas de cualquiera naturaleza que sean; y alterar, reformar o derogar las estable- cidas. El Poder Ejecutivo sólo podrá presentarle alguna mate- ria para que la tome en consideración, pero nunca bajo la fórmula' de ley". Si la primera parte de esta disposición centralizaba por com- pleto la autoridad legislativa, sin dejar amplitud alguna a las corporaciones municipales, la segunda contenía, en nuestro sen- tir, un grave error. Nadie mejor que los ministros o los con- sejeros de Estado pueden preparar buenos proyectos, dándoles la forma de leyes; y la experiencia de todos los países de go- bierno representativo patentiza que las leyes redactadas única- mente por los miembros de las Cámaras, son siempre defec- tuosas, cuando menos por imprevisión o deficiencia. Conforme a la Constitución que analizamos, el Presidente y el Vicepresidente de la República debían durar cuatro años, siendo reelegibles sólo una vez para el período siguiente, y de- biendo mediar dos años entre la elección del uno y el otro. Así, el primer Vicepresidente debía ser elegido solamente por dos años, A este Magistrado correspondía 1;1Presidencia del Con- sejo de Ministros, el cual debía ser consultado para determina- das providencias del Gobierno. El Presidente y el Vicepresiden- te debían ser responsables de sus actos más importantes y graves. Los ministros tomaban el nombre de Secretarios de Estado, )' debían ser sólo tres. Esta designación precisa de número era un error, que la experiencia hizo corregir. El artículo 13 8 es- tatuía lo siguiente, como garantía necesaria: "Cada Secretario es el órgano preciso e indispensable por donde el Poder Ejecutivo libra sus órdenes a las autoridades que le están subordinadas, Toda orden que no esté autorizada por el respectivo Secretario, no debe ser ejecutada por ningún Tribunal ni persona pública o privada". ÉPOCA DE LA GltAN COLOMBIA 157 El título VI establecía lo indispensable. respecto del Poder Judicial. Debía éste ser ejercido por una Alta Corte de Jus- ticia, compuesta de cinco magistrados, elegibles por un pro- cedimiento muy digno de atención. El Presidente de la Repú- blica proponía tres candidatos para cada plaza; la Cámara de representantes escogía dos de-la terna, 'y el Senado elegía uno de estos dos. También debía haber Cortes 'Superiores de dis- trito, y los demás Tribunales y Juzgados que estableciesen las leyes. Los magistrados de aquellas Cortes debían ser nombra- dos por el Poder Ejecutivo, de ternas propuestas por la Alta Corte de Justicia. Unos y otros magistrados debían durar "por el tiempo de su buena conducta", y necesitaban tener impor- tantes cualidades de idoneidad y respetabilidad. Una idea falsa se había deslizado en los primeros ensayos de nuestro Derecho constitucional, que tuvo cabida claramen- te en la Constitución de 1821, y era una reminiscencia .de las instituciones federalistas antes imitadas de. la Unión. americana. El artículo 121 .decia: "Con proPio acuerdo y consentimiento del Senado nombra (el Poder Ejecutivo) toda especie de Ministros y Agentes di- plomáticos, y los Oficiales militares desde Coronel inclusive arriba", .' Se comprende que la condición era justa respecto de l¿s grados militares, por ser. de duración perpetua, y no implicar destino administrativo, sino categoría o calidad militar. Pero por lo tocante a los Ministros y Agentes diplomáticos, la con- dición puesta privaba al Ejecutivo de su libertad natural en la dirección del servicio diplomático, y, por lo tanto, había de eximirle de gran parte de su responsabilidad. Más grave era todavía el error. en cuantoa los principales agentes administrativos, encargados del gobierno de los depar- tamentos y las provincias. El artículo 152 decía: 158 DERECHO PÚBLICO INTERNO "Los Intendentes serán nombrados por el Presidente de la República, conforme a lo que prescriben los artículos 121 y 122. Su duración será de tres años". y en seguida el artículo 153 disponía que los gobernadores de las provincias "duraran y fuesen nombrados en los mismos términos que los intendentes". pe suerte que el presidente no podía nombrar sus principales agentes administrativos, sino con previo acuerdo y consentimiento del Senado; prohibición ab- solutamente perniciosa e inadmisible en una república unitaria y de gobierno centralizado. Por lo demás, el territorio de la república debía ser dividi- do, "para su más fácil y cómoda administración", en seis o más departamentos; éstos, en provincias, y éstas en cantones y pa- rroquias; subsistiendo las Municipalidades. La Constitución no aseguraba con la precisión necesaria ninguna de las prerroga- tivas municipales. Aparte de los títulos IX y X, que trataban del juramento necesario para la posesión de los empleos públicos, y de la oh- servancia de las leyes antiguas e interpretación y reforma de la Constitución misma, uno de los títulos más importantes era el VIII, compuesto de las disposiciones generales. En él estaban determinadas .todas las libertades públicas y garantías indivi- duales, en lugar de los títulos que se habían usado hasta 1815 sobre derechos del hombre en sociedad y varias disposiciones relativas a la administración' de justicia. Es patente, según la redacción y fórmulas de 1821, que las ideas sobre Derecho público habían adquirido consistencia y aplomo, aquilatadas por la práctica y la reflexión; de tal suerte, que en vez de ser formuladas como teorías morales y filantrópicas, venían a ser disposiciones precisas, imperativas, realmente ejecutables y des- pojadas de toda la anterior fraseología revolucionaria. En la Constitución quedó consignado todo lo que la cien- cia del Derecho había adquirido en materia de garantías nece- sarias para la libertad y seguridad personales, para el domicilio ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 159 y la correspondencia, para la equidad en los procesos y las pe- nas, para la propiedad (libre de confiscación y con derecho a ser justamente indemnizada, en caso de expropiación por mo- tivo de utilidad pública), para la igualdad de los ciudadanos (sin privilegios ni distinciones y con prohibición de establecer títulos nobiliarios, mayorazgos .ni vinculaciones), para la li- bertad de la imprenta y del derecho de asociación y de peti- ción, para la formación republicana y democrática de la fuerza armada, para la soberanía popular ejercida por medio del su- fragio, para la responsabilidad de todos los funcionarios públi- cos, y, en fin, para mantener los vínculos de unión y de soli- daridad y recíproco respeto que debían existir entre los ciuda- danos y el gobierno de una sociedad civilizada, constituída por la justicia y para el bien. Tal fue, en lo sustancial, la obra de los Constituyentes de 1821, obra en que tomaron parte muchos de los más eminen- tes patriotas y pensadores de aquella gran Colombia que fue el sublime sueño y el orgullo del Libertador. Por lo tocante a principios generales sobre organización, división y modo de funcionar de los Poderes públicos, sobre condiciones funda- mentales de la Nación y de la ciudadanía, y sobre libertades públicas y garantías individuales necesarias, todo lo que podía ser justo y conveniente para fundar un Estado libre y de buen gobierno, estaba contenido en la prudente y sabia Constitución de 1821. Sus disposiciones, con dos o tres excepciones que he- mos calificado de erróneas, daban clara idea de los notabilísi- mos progresos que habían hecho las nociones de la ciencia constitucional en el espíritu de los colombianos, y del propó- sito de los Constituyentes de renunciar a las peligrosas utopías de la primera época revolucionaria, ora inspiradas por el fede- ralismo de los norte-americanos, ora por el jacobinismo francés. Pero la Constitución adolecía de un grave defecto que ha- hía de ser el germen disolvente: pecaba por exceso de centra- lización, como si con esto se hubiesen querido condenar y pros- 160 DERECHO PÚBLICO INTERNO: cribir los, anteriores excesos de un particularismo federalista que había sido funesto. La unidad politica de Colombia era una necesidad imperiosa: sin ella no era posible asegurar la in- dependencia propia y de los pueblos vecinos, ni refrenar las pretensiones más o menos desordenadas que manifestaba donde quiera el caudillaje militar, fruto .inevitable de la Revolución. Así, no obstante la inmensidad del territorio colombiano, li- mítrofe con .el Perú, el Brasil, las Guayanas de posesión euro- pea, el mar de las Antillas y la América Central, y no obstante el cúmulo de' dificultades que ofrecían la diversidad de pobla- ción y los antecedentes revolucionarios; era de toda necesidad la adopción de la unidad política, y al preferirla sobre la forma federativa, anduvieron acertados los Constituyentes; del propio modo que hicieron bien en proscribir la forma monárquica del gobierno y preferir la republicana. Pero no procedieron con igual acierto, por lo tocante a la centralización administrativa, que establecieron con exceso. Por una parte, era' imposible administrarlo todo a virtud de órde- nes o resoluciones que emanasen de la capital de la República (Bogotá) ,situada en el corazón de los Andes a ciento, dos- cientas, trescientas y más leguas de las extremidades, y aun de las capitales, de muchos departamentos, cuando faltaban vías y medios de pronta y fácil comunicación, y cuando había en- tre las poblaciones colombianas gran diversidad de intereses y de necesidades locales. Por otra, los pueblos habían adquirido ya, si' no los hábitos, por lo menos la aspiración y la ilusión del gobierno propio, mediante el régimen de Estados o Provin- cias confederadas y de constituciones orgánicas de una exis- tencia autonómica; régimen que, causando males y todo, había imperado de 1810 a 1815 ó 1816. Por último, era prudente contentar en cierta medida las aspiraciones y el amor propio de muchos caudillos importantes, ilustres tenientes del Liberta- dor, que, habituados durante la guerra de la independencia a ejercer en sus provincias una autoridad casi ilimitada y por lo ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 161 común arbitraria, no habían de hacer el sacrificio de la auto- nomía provincial de años anteriores, en obsequio de la grande unidad nacional, sin que se les permitiese a lo menos ejercer influencia en la dirección de los asuntos administrativos, en sus respectivos departamentos. Bien que. la persona del Libertador y la embriaguez de la gloria militar eran, con el interés de la defensa respecto de Es- paña, los más poderosos vínculos de unión para las diversas provincias que compusieron la primitiva República de Colom- bia, no es aventurado el pensar que ésta subiera podido subsis- tir, aun después del fallecimiento de Bolívar, si un régimen de amplia descentralización administrativa, combinado con el de la unidad y centralización política, hubiese .facilitado la conciliación de muy diversos y aun discordantes intereses pro- vinciales, que nunca pudieron avenirse bajo el imperio de la Constitución de 1821. CAPITULO 11 TENDENCIAS CONTRARIAS SOBRE REFORMA CONSTITUCIONAL La Constitución colombiana que hemos analizado en el ca- pítulo precedente, contenía en su título final estos dos ar- tículos: '!190. En cualquier tiempo en que las dos terceras partes de cada una de las Cámaras, juzguen conveniente la reforma de algunos artículos de esta Constitución, podrá el Congreso proponerla para que de nuevo se tome en consideración, cuan- do se haya renovado, por lo menos, la mitad de los miembros de las Cámaras que propusieron la reforma; y si entonces fuere también ratificada por los dos tercios de cada una, procedién- dose con las formalidades prescritas en la sección l' del títuloIV, será válida y hará parte de la Constitución; pero nunca podrán alterarse las bases contenidas en la sección l' del título I y en la 2' del título 11" 1. "191. Cuando ya libre toda o la mayor parte de aquel te- rritorio de la república, que hoy está bajo el poder español, pueda concurrir con sus representantes a perfeccionar el edi- ficio de su felicidad, y después que una práctica de diez o más años haya descubierto todos los inconveniente o ventajas de la presente Constitución, se convocará por el Congreso una Gran Convención de Colombia, autorizada para examinarla o refor- marla en su totalidad". La experiencia de todos los tiempos ha patentizado que las constituciones poli ticas no se sostienen con andaderas ni an- damios, ni con ningún género de precauciones artificiales que 1 Las secciones citadas se referían a la Nación colombiana y a la for- ma y condiciones del Gobierno de Colombia. ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 163 dificulten o imposibiliten su oportuna reforma, o con la fija- ción de plazos fatales para poderla realizar. Si en una Cons- titución hay gérmenes de discordia o graves defectos que per- judiquen al desarrollo de los pueblos o a la benéfica acción de su gobierno, vanas serán las prohibiciones. Más temprano o más tarde la necesidad se hace sentir, y la idea de la reforma se abre camino, aun atropellando toda consideración de lega- lidad; lo que siempre es deplorable, como precedente que debi- lita el necesario prestigio de toda Constitución. Esto aconteció precisamente con la primera de Colombia. Fue puesta en ejecución con los mejores auspicios, y general- mente bien recibida por los pueblosj pero en breve la fueron desprestigiando tres circunstancias de mucha gravedad, llegan- do el desprestigio a su más alto grado de 1827 a 1828. Fue la primera, y acaso la más grave de aquellas circunstancias, la ausencia casi constante del Libertador, separado del ejercicio del Poder Ejecutivo, por causa de las campañas que hubo de dirigir en el sur de la república y en el Perú, llegando hasta ejercer el Poder Supremo en esta última república y en la de Bolivia; con lo que, si por una parte faltó a la obra constitu- cional y gubernativa el prestigio que hubiera podido darle la acción directa del Libertador, por otra, durante su prolongada ausencia, sus adversarios o rivales adquirieron poderosa influen- cia en las tres grandes secciones que compusieron la nación ca- lombiana. La segunda circunstancia grave consistió en el exceso de centralización, que, privando a los departamentos y provincias de la necesaria libertad administrativa, fue haciendo nacer el descontento en las localidades y los más lejanos centros socia- les, hasta el punto de despertar las amortiguadas aspiraciones federalistas, principalmente en algunos departamentos deJa Nueva Granada y de Venezuela. Estas aspiraciones se traduje- ron en anhelos de reforma de la Constitución, que se pusieron de manifiesto en peticiones populares, por la prensa y en las 164 DERECHO PÓBLICO INTERNO Cámaras legislativas, y no poco las instigaron unos personajes tan importantes como Santander, Páez y Mariño . .Poi' último, aun en medio de las dificultades suscitadas por la práctica de la Constitución, y por la guerra que Colombia sosténia en algunas partes de su propio suelo y en el peruano, había ido produciéndose precoz división entre los colombianos, ya por antagonismo, real o ficticio; entre el elemento civil y el=militar, ya por rivalidades de caudillos levantados a grande altura por la Revolución; ora por el inevitable conflicto que donde quiera y en todo tiempo se produce entre las tendencias liberales y las conservadoras, ora, en fin, por diversas causas sociales, entre otras la educación violenta y desordenada que la guerra de independencia había dado, en mayor o menor grado, a los pueblos colombianos. Ello es que dos partidos adversarios se disputaban ya el predominio en 1826, el uno compuesto de entusiastas amigos y admiradores del Libertador, cuya sola ins- piración seguían, y el otro de anti-bolivianos más o menos os- tensíbles o declarados, que aspiraban a destruir, o por lo menos amenguar mucho, el prestigio del :Libertador: Bien que Bolívar estaba muy lejos de haber inspirado la Constitución de 1821, y que antes bien formuló sus ideas con- servadoras en la ingeniosa Constitución boliviana, recomendada por él para Colombia; es lo cierto que ya en 1827, el descré- dito de la expedida en Cúcuta había llegado a su colmo. Unos de sus adversarios la rechazaban en nombre de las ideas libera- les e invocando propósitos de federalismo; otros la considera- ban mala por sobrado liberal, y porque no revestía al Gobierno de la suma de autoridad necesaria para reprimir todo desorden; y aun había quienes, enamorados de la Constitución boliviana, querían una reforma substancial para hacerla adoptar en Co- lombia. Ello es que, obedeciendo al clamor general y prescin- diendo de las prohibiciones y formalidades contenidas en los artículos 190 y 191 que hemos transcrito, el Congreso de 1827, excitado en parte por el Libertador-Presidente, expidió una ley ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 165 convocatoria de una Convención Constituyente, que había de reunirse en la ciudad de Ocaña, el 2 de mano de 1828.· Muy poco menos de sesenta diputados de los departamentos se reunieron en Ocaña, en junta preparatoria, el 2 de marzo, y procedieron inmediatamente a ejecutar el trabajo de califica- ción de todos los miembros de la Convención; trabajo que duró más de un mes, no sin que, desde temprano, se manifestase en casi todos los ánimos una agitación vehemente, precursora de borrascas. El 9 de abril se declaró instalada la Convención, y desde luego sus actos más notables (calificaciones, elecciones de la comisión de la mesa y nombramiento de los doce diputa- dos que debían redactar el proyecto de Constitución), pusie- ron de manifiesto que el partido federalista contaba con gran mayoría, esto es, poco menos de los dos tercios de la totalidad de convencionales. Para que de esto no quedara duda, la Con- vención, antes de nombrar- los doce miembros de la comisión (que después fueron quince), declaró explícitamente, por una- nimidad de votos, necesaria la reforma total de la Constitución. Una vez presentado el proyecto, fue aprobado el 23 de mayo, por muy considerable mayoría, para que pasase a segundo de- bate. Si eminentes en gran número eran los hombres, de partidos opuestos, que concurrieron a la Convención, patente y ardoroso fue también el antagonismo en que se hallaron. Los bolivianos o conservadores querían rigorosa centralización, diminución de las libertades públicas y garantías individuales, ensanche de las facultades del Gobierno, y en suma, instituciones menosdemo- cráticas que las adoptadas en 1821. Los anti-bolivianos o libe- rales, por el contrario, pugnaban por obtener una reforma constitucional que diese los siguientes resultados: Aumento considerable del número de departamentos en que debiera dividirse la República 1, dando a cada uno de ellos una 1 Se quería que fueran veinte, en lugar de once. 166 DERECHO PlÍBLlCO INTERNO Legislatura, con extensas facultades municipales o casi com- pleta autonomía administrativa; sin llegar por eso a una fede- ración tan amplia como la establecida en la Unión americana; Extensión considerable del sufragio popular, y con ella, la elección, por el pueblo, de los magistrados y jueces de todo el orden judicial; Creación de un Consejo de Estado, elegido por el Congreso, para funcionar como necesario cooperador del Poder Ejecutivo y auxiliar del legislativo; y Mantenimiento, con alguna amplitud, de todas las liberta- des públicas y garantías individuales reconocidas por la Cons- titución de 1821. No puede negarse que, salvo lo contenido en el segundo punto, y lo que en la descentralización administrativa pudiese afectar a la unidad política nacional, eran generalmente razo- nables las reformas preconizadas por el partido liberal. Segura- mente convenía aumentar el número de los departamentos,re- ducido en 1828 a once (los tres en el Ecuador, tres más en Venezuela y los restantes en la Nueva Granada), a fin de ex- tender con mayor provecho los beneficios de la administración pública; y en tanto cuanto no se afectase a la unidad nacional, ni se dividiese el ejercicio de la soberanía, ni se permitiese di- versificar la legislación propiamente sustantiva y de organiza- ción de tribunales '1 procedimientos, ni se descentralizase la au- toridad política, ni la conservación del orden público, era no- toria la conveniencia de vivificar con un extenso poder muni- cipal la existencia de numerosísimos centros sociales de reco- nocida importancia. Pero los liberales iban mucho más lejos, y lo que en realidad querían era una federación disimulada, inevi- tablemente funesta. No menos patente era la conveniencia de crear un Consejo de Estado, entidad respetabilísima y fecunda, cuando goza de suficiente independencia y su personal es de gran valer, ya co- mo elemento de buen gobierno y administración legal y pru- ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA. 167 dente, ya como auxiliar de mucho precio para la acertada pre- paración de códigos y leyes y el buen ordenamiento de la le- gislación. No eran excesivas en manera alguna las libertades públicas y garantías individuales dispersas en todo el cuerpo de la Cons- titución de 1821. Ninguna de ellas carecía de justo fundamen- to, ni era innecesaria ni absoluta: todas tenían las convenien- tes limitaciones, según las leyes, 'y podían sen ensanchadas o no, a medida que lo aconsejasen o permitiesen la ilustración los progresos y el estado de tranquilidad de los pueblos. El man- tenimiento de aquellas garantías y libertades claramente defi- nidas, aun con algún ensanche, no solamente era necesario, sino que se fundaba en todos los antecedentes creados por la Revolución desde 181 O. El estado de ignorancia y abyección de las masas populares en 1828, no justificaba la pretensión de los liberales, de exten- der considerablemente lo que desde entonces se dio en llamar el derecho de sufragio. Nunca el sufragio ha tenido ni podido tener otra naturaleza verdadera que la de simple función pú- blica, esto es, de encargo dado por la N ación a aquellos de sus ciudadanos a quienes reputa capaces de ejercer con acierto la soberanía nacional, mediante una delegación de autoridad re- presentativa. Si no se trataba de reconocer un derecho inma- nente, una prerrogativa propia de la calidad de asociado, sino de atribuír a los asociados idóneos la ciudadanía política, y con ella la función del sufragio; claro es que la cuestión no era de principios constitutivos del Derecho. Era cuestión de estu- dio práctico del estado social y moral del pueblo colombiano; y en este terreno, la evidencia de los hechos patentizaba que no había llegado aún la oportunidad de ensanchar considerable- mente la base del sufragio. Por último, los liberales de 1828 incurrían en un graví- simo error, así como, a su vez, han incurrido los liberales de épocas posteriores: el de pretender que la elección de los ma- 168 DERECHO PÚBLICO INTERNO gistrados y jueces fuese popular, como si tan delicado asunto, que no es de confianza política, sino de alta administración y de severa crítica de aptitudes y cualidades, pudiera ser aban- donado a las luchas de los partidos, para que sus pasiones las decidiesen por medio del sufragio. Jamás pueblo alguno obten- drá. buena administración de justicia, si los encargados de ésta han de tener que cortejar la popularidad, estar expuestos al vaivén de la política y recibir inspiraciones de los partidos mi- litantes! Como quiera, el' hecho fue que la mayoría y la minoría de la Convención de Ocaña no se pudieron entender ni avenir, y que, después de agitarse los diputados en ardientes debates, el rompimiento fue inevitable y de las más funestas consecuen- cias. Veintiuno de los diputados que formaban la minoría, en- cabezados por el ilustre ciudadano y estadista don José María del Castillo y Rada, se separaron de la Convención (no sin haber hecho primero esfuerzos de conciliación que fueron in- fructuosos), se retiraron al pueblo de La Cruz, y allí suscri- bieron, el 12 de junio, una protesta o manifiesto, con la ex- posición de los motivos que los habían inducido a faltar por su parte a su deber, abandonando los puestos que sus comi- tentes les habían confiado. ¡Ejemplo funesto dado a la na- ción, que en épocas posteriores ha sido imitado con otras de- serciones de legisladores, tan impropias de almas verdadera- mente ~aroniles como depresivas de la soberanía nacional y del sufragio de los pueblos! Muy lejos estamos de querer inculpar solamente a los miem- bros de la minoria. En nuestro sentir, unos y otros diputados faltaron a su deber, porque ni los unos, en cierto sentido, ni sus contrarios, en otro, fueron fieles a la confianza que en ellos depositaron los pueblos. Indudablemente los liberales estaban en gran mayoría, lo que prueba, o que las ideas liberales priva- ban en la república, y sus defensores trabajaron con empeño en las elecciones; o que el Gobierno del Libertador no quiso !POCA DE LA GRAN COLOMBIA 169 influir en ellas y respetó la libertad de los electores hasta el punto de quedar en minoría en la Convención. Pero casi todas las peticiones que los pueblos dirigieron a la Convención, con- tenían dos votos evidentes: que se mantuviese un gobierno vi" goroso y central, y que el Libertador 10 contínuase ejerciendo, como la mejor garantía de orden, paz y prosperidad. La mayoría de la Convención desatendió estos votos de los pueblos: quiso establecer el régimen federal, aunque sin darle este nombre; quiso reducir a la impotencia al Gobierno ccn- tral, y disminuír muy notablemente las facultades del Poder Ejecutivo; y declaró al Libertador tal enemiga, tan marcada aversión, que no disimuló su propósito de alejarle del gobierno, cuando por segunda vez, contra su voluntad, había sido en- cargado, por elección popular, de la Presidencia de la Repú- blica. A todo esto se añade, que la mayoría se mostró violenta y apasionada en muchos de sus actos, denegándose a toda con- ciliación, y aun revolucionaria en el apoyo moral con que fa- voreció los actos de insubordinación del General José Padilla. Obró mal, más animada de ardientes pasiones personales que de patriotismo 1. Pero si la mayoría faltó, y mucho, a su deber, esto no autorizaba a la minoría para faltar al suyo, apelando al es- candaloso recurso de una deserción que, mutilando al Cuerpo constituyente y dejándolo sin el número necesario, creaba una situación violenta que no podía desenlazarse sino por vías de hecho, y establecía, para los futuros cuerpos representativos, un pernicioso precedente. La Convención no podía funcionar sin la presencia de los dos tercios de sus miembros calificados; así, al faltar los vein- tiún disidentes (que sumaban uno más de la tercera parte), la disolución fue inevitable. A su vez la gran mayoría for- 1 Muy impropia cosa fue que el General Santander, siendo Vicepresi- dente de la República, tomase empeño en hacerse elegir diputado a la Con- vención, y fuese a dirigir en ésta la ardiente política de la mayoría. 170 DERECHO PÚBLICO INTERNO muió, al disolverse, una protesta dirigida a la nacion; y es fama que antes de dispersarse los diputados, se concertó entre algunos o muchos de ellos el levantamiento político que, bajo diversas formas, se verificó en 1828 y 1829, en Bogotá y otros puntos de la república. Como quiera, la Constitución de 1821 quedaba moralmente condenada a descrédito y desuetud, una vez que el Congreso de 1827 y el gobierno del Libertador habían creído necesaria la Convención Constituyente, que ésta había declarado indis- pensable la reforma, y que ni bolivianos o conservadores ni anti-bolivianos o liberales consideraban sostenible la obra del Congreso de Cúcuta, por demasiado restrictiva o poco demo- crática, según los más, o por sobrado liberal y poco autoritaria, según los contrarios. Desprestigiada así la Constitución, que- daba sin fuerza ni autoridadla ley fundamental de Colombia; y perdida toda esperanza de avenimiento entre los partidos, era seguro que el país se hallaría en la dura alternativa de optar entre la guerra civil 1 la anarquía, o la dictadura del Libertador Presidente. La opción no se hizo esperar. Previa excitación del Consejo de Ministros, que gobernaba la república, por ausencia del Li- bertador Presidente, el General Herrán (a la sazón Intendente de Cundinamraca), tan luego como supo que la Convención se iba a disolver, convocó en Bogotá, el 13 de junio, una Junta compuesta de la Municipalidad, de empleados civiles y mili- tares y de muchos padres de familia, a la cual expuso, según su punto de vista, la situación peligrosa y anormal en que se hallaba la república. La Junta acordó, sin dificultad, confe- rir, por su parte, el poder supremo dictatorial al Libertador Presidente, e invitar a todos los pueblos de Colombia a que, por medio de actas semejantes, hiciesen otro tanto; y el acuer- do, comunicado al Consejo de Ministros, fue al punto apro- bado por éste. En breve se siguió en la gran mayoría de las poblaciones el ejemplo de Bogotá; y el Libertador creyó (sobre ÉPOCADE LA GRANCOLOMBIA 171 lo cual se ha hecho sentir el juicio contradictorio de la His- toria) que el patriotismo le obligaba a trocar su autoridad de Presidente constitucional por la de Supremo gobernante dic- tatorial, asumiendo la plenitud del poder, conforme a las pe- ticiones que de todas partes se le dirigían. No quiso Bolívar, sin embargo, ejercer una dictadura dis- crecional y de todo punto arbitraria; antes bien, prefirió so- meterse él mismo a la autoridad de algo que pareciese como una Constitución, siquiera en la forma, y que regularizase un tanto la falsa situación creada. De tal manera de pensar emanó el célebre Decreto Orgánico, dictado por el Libertador, en Bo- gotá, a 27 de agosto del propio año de 1828; Decreto que de- bemos analizar, siquiera brevemente, puesto que, durante cerca de dos años, rigió en Colombia como ley fundamental, en reemplazo del glorioso pero efímero Código que vulgarmente se llamó después Constitución de Cúcuta, cuando quedó rele- gado a la simple categoría de documento y monumento his- tórico. El "Decreto Orgánico del Gobierno de Colombia" tenía en su encabezamiento mismo el sello de la contradicción, una vez que su autor, que al expedirlo obraba como Legislador constituyente y a virtud de una autoridad dictatorial, se lla- maba "Libertador Presidente de la República de Colombia", manteniendo su título constitucional, que ya era insostenible. Así, reconociendo la realidad de las cosas (a vueltas de justi- ficar el acto con ocho considerandos, expositivos de los acon- tecimientos políticos de 1827 y 1828, relacionados eon la Cons- titución), y del estado peligroso en que se hallaba Colombia, Bolívar concluía su preámbulo con la siguiente fórmula: "Después de una detenida y madura deliberación, he re- suelto encargarme, como desde hoy me encargo, del Poder Su- premo de la República, que ejerceré con las denominaciones de Libertador Presidente, que me han dado las leyes y los su- fragios públicos; y expedir el siguiente DECRETOORGÁNICO". 172 DERECHO PÚBLICO INTERNO Autorizaron este decreto, compuesto solamente de veinti- séis artículos, cuatro hombres importantes, que a la sazón componian el Ministerio; a saber: don José Manuel Restrepo, Secretario de lo Interior, D. Estanislao Vergara, de Relacio- nes Exteriores, el General don Rafael Urdaneta, de Guerra, y don Nicolás M. Tanco, de Hacienda; quienes inmediatamente procedieron a ponerlo en ejecución, creyendo muy sincera- mente, lo mismo que el Libertador, que así salvaban a Co- lombia de la anarquía y de incalculables infortunios. El título 1; que trataba Del Poder Supremo, confería al Presidente o Jefe Supremo del Estado, a más de todas las atri- buciones propias del Poder Ejecutivo en un país de régimen constitucional, algunas otras que sólo podían pertenecer en parte al Poder Legislativo, tales como las siguientes: "3' Dirigir [as operaciones diplomáticas, declarar la guerra, celebrar tratados de paz y amistad, alianza y neutralidad, co- mercio y cualesquiera otros con los gobiernos extranjeros". (Todo esto de propia autoridad y sin limitación). 4' Nombrar para todos los empleos de la república, y re- mover o relevar a los empleados cuando lo estime conveniente" (por manera que aun los jueces y magistrados de los tribuna- les eran libremente amovibles). "5' Expedir los decretos y reglamentos necesarios, de cual- quiera naturaleza que sean, y alterar, reformar o derogar las leyes establecidas". "9' Aprobar o reformar las sentencias de los consejos de guerra y tribunales militares, en las causas criminales seguidas contra oficiales de los ejércitos y de la marina nacional". "11. Conceder amnistías o indultos generales o particulares, y disminuir las penas, cuando lo exijan graves motivos de con- veniencia pública, y oído siempre el Consejo de Estado". En el título 11 se determinaba que hubiese seis ministros secretarios de Estado, los cuales deberían componer un Con- sejo de Ministros, consultivo en ciertos casos. Estos ministros ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 173 debían ser responsables en todos los casos en que faltasen al exacto cumplimiento de sus deberes, en los cuales serían juz- gados conforme a un decreto especial que se daría sobre la materia. Era notable la disposición del artículo S9, restrictiva del poder dictatorial, que decía así: "Art. 59 Cada ministro es el jefe de su respectivo depar- tamento, y órgano preciso para comunicar las órdenes que emanen del Poder Supremo. Ninguna orden expedida por otro conducto, ni decreto alguno que no esté autorizado por el res- pectivo ministro, debe ser ejecutado por ningún funcionario, tribunal ni persona privada". Conforme al título III, debía crearse un Consejo de Es- tado, compuesto del Presidente del Consejo de Ministros, de los ministros secretarios de Estado, y al menos de un consejero por cada uno de los departamentos de la república. Al Con- sejo de Estado correspondía: preparar todos los decretos y re- glamentos que hubiese de expedir el Jefe del Estado; dar a éste su dictamen sobre los principales actos del Gobierno, y darle informes sobre las personas aptas para las prefecturas de los departamentos, las gobernaciones de las provincias, la ma- gistratura judicial, los arzobispados y obispados, y los jefes de las oficinas superiores de Hacienda. En el título IV, que trataba de la organización y admi- nistración del territorio de la república, se disponía simple- mente un cambio de nombres: los departamentos debían ser gobernados por prefectos (en lugar de los intendentes), y las intendencias pasaban a llamarse prefecturas; 10 que no valía la pena de una reforma. Por 10 demás, los departamentos con- tinuaban divididos en provincias. Tampoco se introducía modificación alguna substancial en la administración de justicia, salvo 10 tocante al nombramiento y amovilidad de los magistrados y jueces. 174 DERECHO PÚBLICO INTERNO El título más importante era el VI, de Disposiciones va- rias, en el cual se compendiaban las pocas libertades públicas y garantías civiles o individuales que se dejaban subsistentes. De un modo general se reconocía el principio de la igual- dad legal de los colombianos, y su admisibilidad al servicio de toJos los empleos civiles, eclesiásticos y militares, -lo que era pura teoría-; el de la libertad individual y la seguridad, con sujeción al arbitrio de las autoridades políticas y de la policía; el de la libertad de imprenta, sin previa censura y conforme a las restriccione legales; el de la propiedad, salvo el caso de expropiación legal, por causa de "necesidad mani- fiesta y urgente"; los de petición y de industria, con las li- mitaciones legales: y, en fin, la intransmisibilidad de la infa- mia proveniente de pena legal. Pero nada se decía sobre confiscación de bienes, sobre derecho de reunión y de asocia- ción, sobre responsabilidad de los funcionarios públicos,ni so- bre otras muchas garantías que, desde 1811, habían venido haciendo parte del Derecho público nacional. Con todo esto era incompatible la dictadura, así como lo era con la separa- ción de los poderes públicos, la votación parlamentaria de los presupuestos y de las rentas y contribuciones, y todo lo demás que es propio de los gobiernos populares y representativos. Para concluír este análisis, transcribiremos los dos últimos artículos del "Decreto orgánico". El 25 decía: "El Gobierno sostendrá y protegerá la Religión Católica, Apostólica, Romana, como la religión de los colombianos"; disposición muy justa y racional, que no llegaba hasta recono- cer religión del Estado, sino de los colombianos, y con la cual se llenaba un vacío muy notable de la Constitución de 1821. El articulo 26 estaba concebido así: "El presente decreto será promulgado y obedecido por to- dos como ley constitucional del Estado, hasta que, reunida la representación nacional, que se convocará para el 2 de enero de 1830, dé ésta la Constitución de la república". ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 171 Claro testimonio daba este artículo del propósito del Li- bertador, de no mantener indefinidamente su dictadura, sino antes bien resignar la autoridad suprema, diez y seis meses des- pués, en manos de una representación o Congreso nacional que diese a la república nueva Constitución y restableciese las for- mas y prácticas de un gobierno popular y verdaderamente republicano. Así las vicisitudes de la política y las opuestas exagera- ciones de los partidos, habían hecho retrogradar muy conside- rablemente el Derecho público en Colombia; a tal punto, que en mucha parte la República no subsistía sino de nombre. Sus libres instituciones quedaban profundamente alteradas, y al ré- gimen de la legalidad y de las garantías de gobierno limitado en su autoridad, y por lo mismo responsable, se sustituía el de la arbitrariedad dictatorial. ¡Cuán distante no se hallaba Colombia, a fines de 1828, de la legalidad establecida de 1811 a 1815, Y de la que se había reimplantado desde fines de 1821, hasta el promedio de 1828! La crisis no podía ser ni más agu- da ni más peligrosa, y el establecimiento de la dictadura iba a tener por corolario los más terribles y deplorables aconte- cimientos. CAPITULO III EL CONGRESO "ADMIRABLE" Y LA DISOLUCIÓN DE COLOMBIA ¿A qué hacer prolija reminiscencia de los acontecimientos políticos que probaron dolorosamente al pueblo colombiano y al Libertador mismo y su gobierno, ya por causas que pro- venían de la Revolución y toda la guerra de Independencia, así como de la mal combinada unificación de Colombia, ya por consecuencia inmediata del advenimiento de la dictadura? Lejos de detenernos en pormenores, sólo bastará a nuestro ob- jeto el mencionar los hechos culminantes que dieron por re- sultado la instalación del Congreso de 1830 Y la subsiguiente disolución de la Gran República, hija del heroico patriotismo y la grandeza de pensamientos de Bolívar. Apenas comenzaba a ponerse en ejecución el Decreto or- gánico de que hemos hablado, cuando súbitamente estallaba y fracasaba en Bogotá la terrible conspiración del 25 de sep- tiembre. Esta conspiración, tramada no solamente contra el Gobierno y el orden de cosas existente, sino también contra la persona y la vida del Libertador, dio por resultado un inútil y desastroso combate nocturno en las calles de Bogotá, y fue reprimida con vigor, mediante la fuerza militar, y castigada en seguida con la rigorosa ejecución de un número considera- ble de militares y ciudadanos comprometidos \ y el destierro de Santander y otros de sus amigos; de suerte que, en apa- riencia, la dictadura se afirmó, en vez de sufrir serio desca- labro. Pero en breve otros sucesos de mucha monta pusieron 1 En su totalidad catorce, fusilados en los d ias 30 de septiembre, y 2 Y 14 de octubre. ÉPOCA DE LA GllAN COLOMBIA 177 de manifiesto la gravedad de los elementos de disolución que había en Colombia. Los coroneles don José Hilario L6pez y don José María Obando encabezaron, a fines del propio año de 1828, un le- vantamiento considerable en las provincias de Popayán y Pasto, que no pudo ser reprimido por el Gobierno, sino mediante un convenio amigable que abri6 paso al Libertador para ir a di- rigir la guerra contra el Perú; guerra defensiva de parte de Colombia, y que terminó prontamente, debido a la actividad, el prestigio y la habilidad con que el ilustre Mariscal Sucre, que ejercía el mando militar en los departamentos del sur, re- chazó la injusta agresión y batió y deshizo en la batalla de Tarqui las fuerzas de Lamar y Gamarra. No acababa de re- chazarse la invasión del ejército peruano y de celebrarse la paz internacional, cuando el General José María Córdoba (poco antes uno de los más adictos partidarios de Bolívar) encabe- zaba un alzamiento en la Provincia de Antioquia, para su- cumbir en breve (asesinado cuando estaba herido y vencido), sin aquella gloria a que tenía tan altos títulos el heroico ven- cedor de Pichincha y Ayacucho. Entre tanto, se agitaban en Venezuela grandes fermentos de revolución separatista y anti- boliviana, a los cuales daba dirección el prestigio del General José Antonio Páez, y aquella agitación era seguramente la más amenazante para la integridad de Colombia. Si por todas partes habían ocurrido gravrsimos incidentes que afectaban a la alta política colombiana, ora proclamán- dose la dictadura del Libertador, ora perturbándose muy se- riamente el orden público, con amenaza para la estabilidad de la nación; ya verificándose levantamientos separatistas como los de Venezuela y del sur, ya frustrándose los esfuerzos pa- cíficos hechos para realizar en 1828 la reforma de la Consti- 178 DERECHO PÚBLICO INTERNO tucion; otros episodios de mucha gravedad habían complicado la situación constitucional de la república. Por una parte, desde años antes del advenimiento de la dictadura, tanto el Libertador Presidente como el General San- tander, Vicepresidente constitucional de Colombia, habían es- tado investidos, en varias ocasiones, de "facultades extraor- dinarias"; y aun cuando éstas tenían su fuente en la Consti- tución misma, hasta 1828, era evidente que el Gobierno no estaba constantemente sujeto a las condiciones normales del régimen constitucional. Por otra, casi todos los congresos reu- nidos hasta 1827 se habían instalado con notables demoras; lo que era un síntoma indicativo de dificultad en la práctica del gobierno representativo. Por otra, en fin, varios incidentes habían concurrido a patentizar que no era ya unánime la opi- nión de los colombianos en favor de la forma republicana. Desde diciembre de 1826, Páez (Jefe Superior de Venezue- la) había escrito al Libertador proponiéndole que procurase la adopción del régimen monárquico, asumiendo Bolívar mis- mo el carácter de monarca. Desde Lima contestó el Libertador, rechazando abiertamente aquella proposición; pero bien que persistía enérgicamente en sostener la forma republicana, su espíritu conservador (aun más que en 1817) le indujo a formular sus ideas en el proyecto de Constitución boliviana (mezcla vigorosa de conservatismo en las formas y precau- ciones, y liberalismo en los fines); proyecto que francamente recomendó también para el Perú y Colombia. Verdad es que el Libertador, tan luego como notó la repugnancia con que aquella sugestión era recibida en Colombia, se abstuvo por completo de seguirla patrocinando, y se mostró deferente a la opinión que predominase en los pueblos; pero siempre se puso de manifiesto la profunda división que reinaba en el país res- pecto de la forma y condiciones que debía tener el gobierno republicano. ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 179 De esta división, y de la incertidumbre que se percibía en los elementos de estabilidad de Colombia, surgió el plan oficial de monarquía puesto en acción en 1829; plan evidentemente erróneo, por impracticable en el país, pero seguramente con- cebido con las más honradas y patrióticas miras. Hallábase el Libertador en los. departamentosdel sur, con motivo de la reciente guerra con el Perú, y el Consejo de Mi- nistros residente en Bogotá, que ejercía el Poder Ejecutivo en muchos ramos, por delegación del Presidente, consideró que, para realizar los deseos de éste, de que se asegurase la estabi- lidad, mediante un sistema de protección europea, lo más prác- tico y decisivo era promover el establecimiento de la monar- quía constitucional. Dio pasos el Consejo en tal sentido, en- tendiéndose principalmente con los gabinetes de Londres y Pa- rís, y con sus representantes residentes en Bogotá; y cuando creía tener muy adelantada la empresa, tropezó con la inven- cible resistencia del Libertador mismo. Tal empresa, que de parte de Bolívar hubiera sido un cri- men de alta traición, puesto que él mismo era el primer can- didato previsto para monarca, era un gravísimo error de los ministros, pero estaba muy lejos de ser un delito. Ellos no se proponían im poner a Colombia la adopción del gobierno mo- nárquico, sino proponerla al futuro Congreso constituyente, para que fuese pacífica y legítimamente adoptada. Ni la repú- blica contiene en sí la libertad y la justicia, o la prosperidad de ningún pueblo; ni la monarquía constitucional, legítima- mente adoptada, podía ser de suyo una iniquidad, una trai- ción o el desencadenamiento de todos los males. Esto, en tesis general o abstracta. Como quiera, el Libertador rechazó la idea de monarquía desde Guayaquil, y en Popayán y en Bogotá, así como antes la había rechazado en Lima y en Valencia; y aunque solem- nemente declaró que sólo al Congreso soberano correspondía decidir sobre la suerte de Colombia, y que todos debían acatar 180 'DERECHO PÚBLICO INTERNO la decisión, no fue menos cierto que la república se agito pro- fundamente con aquellos incidentes, y que se puso de mani- fiesto que la opinión de los pueblos persistía resueltamente en el mantenimiento de las instituciones republicanas. En tales circunstancias cumplía el Libertador con su pro- mesa solemne de convocar la representación nacional, para que diese a la república nueva Constitución; y tal confianza tuvo en el buen éxito de una pacificación completa y recons- titución satisfactoria, que de 'antemano, al conocer el resultado de las elecciones, llamó "Admirable" al Congreso que debía reunirse el 2 de enero de 1830. Parecía que había de volver la calma a los espíritus, y que todo podría corregirse y recom- ponerse por medios regulares y pacíficos, máxime cuando el Libertador prometía resignar el mando, separarse de la direc- ción de la política y aun alejarse por largo tiempo de Colom- bia. Pero la Providencia ordenó las cosas de otra suerte, como vamos a verlo. La agitación venezolana había llegado a tales proporciones, que ya desde el 25 de noviembre de 1829 una Junta de ciuda- danos, convocada por el jefe de policía de Caracas, a instiga- ción de Páez, dirigida de Valencia, declaraba en aquella ca- pital, casi por unanimidad de votos, que deseaba la separación de Venezuela, respecto de Colombia, anhelosa por librarse de la autoridad de Bolívar. Es circunstancia digna de mención el hecho, muy significativo para los gobernantes y grandes cau- dillos de los pueblos, de haber sido Venezuela, patria del Li- bertador, la sección que se mostró más airada contra su in- mortal patricio y conductor, el día que llegó para éste la hora de la impopularidad y la desgracia, llevadas por la pasión y la ingratitud hasta los mayores ultrajes, la confiscación de bie- nes y una solemne, ignominiosa proscripción, decretadas en 1830 por el Congreso venezolano de Valencia ... Instalóse en Bogotá, el 20 de enero de aquel año, el Con- greso Constituyente, y se ocupó desde luego en preparar y ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 181 discutir el proyecto de nueva Constitución" para toda la re- pública, en tanto que en Venezuela se adelantaba la revolución separatista, y que algunos síntomas indicaban la proximidad de un movimiento análogo en los departamentos del Ecuador. Por su parte, el Libertador resignó el Poder Supremo y la Presi- dencia de la república, y tan discretamente procedió, que, reti- rado a una casa de campo en las afueras de la capital, aún pro- curó no ejercer influencia alguna en las deliberaciones del Congreso. Un hecho de suma gravedad ocurrió en aquel tiempo, que fue para lo futuro un precedente funesto, como que contri- buyó a corromper las costumbres políticas. Una vez aceptada la renuncia hecha, por el Libertador, quien declaró su irrevo- cable resolución de no volver a encargarse del Gobierno; en- cargado del Poder Ejecutivo el General don Domingo Caicedo, en su calidad de Vicepresidente interino de la república, y ex- pedida la nueva Constitución; llegó el caso de elegir el Con- greso, para el Gobierno constitucional, el Presidente y Vice- presidente de Colombia, y a ello procedió el 4 de mayo. Había en el Congreso mayoría, bien que de pocos votos, en favor de don Eusebio María Canabal, candidato del partido conser- vador o boliviano; pero el acto de la elección fue un verda- dero tumulto, un conflicto que puso de manifiesto la falta de libertad moral de los miembros del Congreso. Amotinóse en las barras una juventud turbulenta, guiada por jefes liberales, y tánto gritó y vociferó, y tan amenazante se mostró, que al cabo algunos diputados, dejándose amedrentar, modificaron sus votos; con lo que resultaron electos los candidatos del partido liberal; es a saber: Presidente, don Joaquín Mosquera, y Vice- presidente, el General Caicedo. No es de extrañar, considerando este mal ejemplo, que muchos años después, en diversas épocas (hasta en 1876, 1879 Y 1883) hayan ocurrido escenas de inau- dita violencia, de parte de las barras, de que han sido víctimas, 182 DERECHO PÚBLICO INTERNO con muchos miembros de las Cámaras, la dignidad del Cuerpo Legislativo y la integridad de las instituciones. De los cuarenta y ocho diputados que firmaron la Consti- tución (expedida el 29 de abril y sancionada el 5 de mayo). treinta y uno representaban a las provincias neo-granadinas. diez a las ecuatorianas, y solamente siete a las. venezolanas; de suerte que. en realidad, las últimas no estuvieron debidamente representadas. Esto se explica por la situación revolucionaria de Venezuela, y la resistencia que allí se mostraba a la idea de mantener la integridad de Colombia. La Constitución de 1830 contenía en todos sentidos. así en la forma como en la sustancia, un progreso muy conside- rable. De sus ciento sesenta y siete artículos, tres eran pura- mente transitorios, por manera que en sólo ciento sesenta y cuatro se contenía lo que antes, por exceso de reglamentación, solía formularse en dos o tres centenares de párrafos. El plan era más completo, al par que más metódico y sencillo, y la re- dacción. más clara y precisa; lo que no era de extrañar, ha- biendo concurrido a discutirla muchos ciudadanos eminentes. A nuestro juicio, la Constitución de 1830 es una de las me- jores que hayan sido expedidas para la república. Entre otras novedades, con relación a la de 1821, Y aun a las precedentes, la que expidió el Congreso "admirable'tccn- tenía un título especial sobre "Régimen interior de la repú- blica", que daba verdadera existencia al Poder municipal; otro (el XI) que trataba con precisión de "los derechos civiles y las garantías"; y en el título VIII, referente al Poder Ejecu- tivo, había dos secciones que creaban, por decirlo así, dos ins- tituciones antes desconocidas en la nomenclatura constitucio- nal; a saber: el Conseio de Estado y el Ministerio público 1. Por lo general, la estructura de la nueva Constitución era 1 Cuanto al Consejo de Estado, ya hemos visto que el Libertador lo inició, por medio de su Decreto orgánico. ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 183 idéntica a la que tuvo la de 1821; Y aun muchas de las dis- posiciones más importantes de aquélla estaban literalmente' co- piadas del Código de Cúcuta. Así, al analizarla brevemente, sólo marcaremos las disposiciones que contenían verdaderas in- novaciones o reformas substanciales. Eltítulo 11 llenaba el vacío notado antes, por lo tocante a la religión nacional, pues declaraba que la Religión Caté- lica, Apostólica, Romana, era la religión de la república. A más de esto, el artículo 79 decía de dicha religión: "Es un deber del Gobierno, en ejercicio del patronato de la Iglesia colombiana, protegerla y no tolerar el culto público de ninguna otra" 1. Por primera vez se asumía solemnemente en la Constitu- ción, el derecho de patronato, en la república, que los reyes de España habían ejercido en la Colonia, por concesión de la Santa Sede, mediante la protección acordada a la Iglesia; y en cuanto a los cultos disidentes, aun cuando el Constituyente parecía proscribirlos, implícitamente los reconocía, siempre que fuesen privados, una vez que la intolerancia constitucional sólo se refería al culto público. En el título III había una sección, nunca formulada antes, sobre los derechos politicos de los colombianos, que siempre habían sido confundidos con los "derechos del hombre en so- ciedad" o individuales. Se reconocían así derechos comunes para todos los colombianos, y además derechos de ciudadanía o políticos, esto es, de elegir y ser elegido, mediante la posesión, para los últimos, de cuatro cualidades; a saber: ser colombiano, ser casado o mayor de veintiún años, saber leer y escribir (cua- lidad exigible solamente desde el año de 1840), y tener una propiedad raíz del valor de trescientos pesos, o, en su defecto, una renta anual de ciento cincuenta, proveniente de alguna 1 También el Libertador había subsanado, en 1828, con respecto .a la. religión nacional, el defecto de la Constitución de 1821. 184 DERECHO PÚBLICO INTERNO industria o profesión, "sin sujeción a otro en calidad de sir- viente doméstico o jornalero". El título V, relativo a las elecciones, contenía las reglas estrictamente precisas, dejando su desarrollo a las leyes, y man- tenía el sistema de elección indirecta o de dos grados, por medio de asambleas parroquiales o de sufragan tes, y asambleas provinciales o de electores. Exigíase, para ser elector, a más de la vecindad en el respectivo cantón, y de ser sufragante parroquial no suspenso y tener cumplidos veinticinco años, 'poseer una propiedad raíz del valor de mil quinientos pesos, o, en su defecto, una renta anual de doscientos, proveniente de bienes raíces, o de trescientos, proveniente de profesión o in- dustria. Consignábase también el principio de la pérdida de la 'ciudadanía, en el caso de vender el propio sufragio, o de com- prar el de otro para sí o para un tercero. En la sección relativa a la formación de las leyes, se reco- nocía el derecho de iniciativa, tanto a los miembros de las Cámaras como al Poder Ejecutivo lo que era cuerdo y nece- sario; y se alargaba el término dentro del cual podía dicho Po- der objetar las leyes o sancionarlas, extendiéndolo hasta quin- Ce días. Se disponía que la elección de los senadores se hiciese por secciones, esto es, uno por cada provincia; se mantenía su du- ración por ocho años, pero debiéndose renovar a cada bienio, por cuartas partes, y se elevaba a cuarenta años la edad reque- rida para tal empleo, También debían ser elegidos por provincias los miembros de la Cámara de Representantes, pero en la proporción de uno por cada cuarenta mil almas de la población respectiva; de- bían tener la edad mínima de treinta años, y su duración ha- bía de ser de cuatro, renovándose por mitad cada bienio. Así, para ser Senador como para ser Representante, se exigían no- tables condiciones de domicilio o de nacimiento, y de propie- dad raíz o renta profesional o industrial. ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 181 Al Senado correspondía proponer ternas al Poder Ejecutivo para el nombramiento de los magistrados de la Alta Corte de Justicia, y de los arzobispos y obispos, y aprobar los de gene- rales del Ejército y Armada. Como innovaciones, en cuanto a las cámaras, citaremos dos. La de representantes tenía la facultad especial de "velar sobre todo lo relativo al crédito nacional, examinar en cada sesiól\ los libros y documentos de la comisión, y nombrar, conforme a la ley, los empleados principales de este estable- cimiento". Era prohibido que los senadores y representantes, "durante el ~ríodo de sus destinos", fuesen "nombrados para empleos del Po~r Ejecutivo, sino por ascenso de escala en su carrera". Sólo una innovación bien importante se hacía respecto del Presidente y del Vicepresidente de la República: su período de duración se elevaba a ocho años; debiendo ser elegido él se- gundo cuatro años después que el primero. Había un artículo (el 86) que enumeraba ocho actos prohibidos al Jefe del Po- der Ejecutivo, y eran los siguientes: "19 Mandar en persona las fuerzas de mar y tierra, sin expreso consentimiento del Congreso", en cuyo caso debía se- pararse del ejercicio del Poder Ejecutivo; "29 Privar de su libertad a ningún colombiano, m Impo- nerle pena alguna. Cuando el bien y seguridad públicos exi- giesen el arresto de alguno, podía decretarlo"; pero debía po- nerlo a disposición del juez competente, dentro de cuarenta y ocho horas: "3~ Detener el curso de los procedimientos judiciales, ni impedir que se sigan por los trámites establecidos por las leyes: "49 Impedir que se hagan las elecciones prevenidas por la Constitución, ni que los elegidos desempeñen sus encargos: "59 Disolver las Cámaras, ni suspender sus sesiones: "69 Salir del territorio de la república mientras ejerce el Poder Ejecutivo, y un año después; 186 DERECHO PÚBLICO INTERNO "79 Ejercer el Poder Ejecutivo cuando se ausente de la ca- pital a cualquiera otra parte de la república; "89 Dar en ningún caso a los fondos y rentas' destinados al Crédito público otra inversión que la prevenida por la ley". En cuanto a la responsabilidad del Jefe del POder Ejecu- tivo, la Constitución la limitaba a tres casos, definidos como delitos de alta traición; es a saber: 19, de entrar en conciertos contra la libertad e independencia de Colombia; 29 de cuales- quiera maquinaciones para destruír la Constitución de la re- pública o la forma de gobierno establecida por' ella; y 39 de no dar su sanción a ..las leyes o decretos aprobados por el Con- greso, cuando fuese 'obligatoria esta sanción. El Ministerio de Estado debía componerse de cuatro minis- tros secretarios, responsables en el ejercicio de sus funciones par los delitos de traición (casos 19 Y 29), soborno o concusión, infracción de la Constitución, inobservancia de la ley, abuso del poder contra la libertad, propiedad y seguridad del ciuda- dano, malversación de los fondos públicos, y todos los delitos y faltas graves que cometiesen en el ejercicio de sus funciones. No salvaba a los ministros de responsabilidad la orden verbal, ni escrita, del Jefe del Poder Ejecutivo. El Consejo de Estado que se establecía quedaba encargado de dar su dictamen sobre la sanción de las leyes y otros actos importantes que le consultase el Poder Ejecutivo, de preparar, discutir y formar los proyectos que el Gobierno hubiera de presentar al Congreso, y de informar y dictaminar respecto de varios nombramientos. Debía componerse de diez y ocho miembros, a saber: el Vicepresidente de la República, que lo presidiría, los cuatro ministros, el Procurador general de la N ación, y doce consejeros más, escogidos indistintamente de cualquiera clase de ciudadanos, nombrados por el Jefe del Po- der Ejecutivo. El título relativo a la Fuerza armada, contenía las dispo- siciones que eran de tabla; mantenía el fuero militar para los ÉPOCA DE LA GRAN COLOMBIA 187 miembros activos del Ejécito y Armada; eximía del tra- tamiento militar a los individuos de la Milicia nacional que no estuviesen en servicio activo; exigía que los oficiales del Ejército y Armada fuesen colombianos, y prohibía destituir- los de sus empleos, a menos que fuese por sentencia judicial competente. Una Alta Corte de Justicia, y las cortes de apelación de distritos, eran las principales entidades del Poder Judicial, con todas las garantías apetecibles. Entre éstas
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