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Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones - Biblioteca del Congreso Nacional eMail: vsoto@bcn.cl, Anexo: 1877 El concepto de tolerancia Serie Informes Nº 16-21, 28-09-2021 Por Víctor Soto Resumen Este trabajo analiza el concepto de tolerancia. Para ello presenta su evolución desde sus orígenes en el siglo XVII hasta las últimas formulaciones actuales. Así, en primer lugar se presenta el concepto en su contexto histórico original, que puede reflejarse en las posiciones de John Locke y Voltaire (1). Luego, se analiza la formulación más acabada de este tema en el marco de una sociedad liberal, revisando lo indicado por John Stuart Mill, en el siglo XIX, y por John Rawls, en el siglo XX (2), donde se incluye también el debate originado por la famosa “paradoja de la tolerancia” de Karl Popper. A continuación, se revisan algunas críticas al concepto de tolerancia expresadas por autores como Herbert Marcuse y Robert Wolff (3). Finalmente, se presentan someramente cuatro nuevas formulaciones del concepto, alternativas o críticas respecto a la concepción liberal, elaboradas por Michael Sandel y Michael Walzer, desde la óptica comunitarista, y por Karl-Otto Apel y Adela Cortina desde la ética del discurso (4) mailto:vsoto@bcn.cl Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 2 TABLA DE CONTENIDOS Antecedentes .................................................................................................... 3 1. Origen del concepto de tolerancia: Locke y Voltaire ............................................ 3 2. Concepto liberal de tolerancia .......................................................................... 6 3. Críticas al concepto de tolerancia .................................................................. 11 4. Nuevas formulaciones del concepto de tolerancia en sociedades multiculturales ... 13 Conclusión ..................................................................................................... 17 Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 3 Antecedentes En los últimos años se han discutido diversos proyectos de ley para penalizar ciertas expresiones que podrían redundar en discriminación, violencia física contra terceros, u otras consecuencias problemáticas. Asimismo, en el marco de una sociedad altamente compleja y de carácter multicultural, suelen surgir dilemas relacionados con la admisibilidad de las prácticas de los diversos grupos que en ella coexisten. ¿Cuál es el rol que le corresponde al Estado en cada caso? ¿Qué significa vivir en un Estado tolerante respecto de las expresiones individuales y/o grupales? Para aproximarnos a este tema, es preciso que tengamos claridad sobre el concepto de tolerancia. Para ello, en primer lugar presentaremos el concepto en su contexto histórico original, que puede reflejarse en las posiciones de John Locke y Voltaire (1). Luego, se verá la formulación más acabada de este tema en el marco de una sociedad liberal, revisando lo indicado por John Stuart Mill, en el siglo XIX, y por John Rawls, en el siglo XX (2). Aquí se incluirá también el debate originado por la famosa “paradoja de la tolerancia” de Karl Popper. A continuación, veremos algunas críticas al concepto de tolerancia expresadas por autores como Herbert Marcuse y Robert Wolff (3). Finalmente, revisaremos someramente cuatro nuevas formulaciones del concepto, alternativas o críticas respecto a la concepción liberal, elaboradas por Michael Sandel y Michael Walzer, desde la óptica comunitarista, y por Karl-Otto Apel y Adela Cortina desde la ética del discurso (4). 1. Origen del concepto de tolerancia: Locke y Voltaire El origen de la idea de tolerancia se asocia a las guerras religiosas de los siglos XVI y XVII (en el marco de los procesos de Reforma Protestante y Contrarreforma Católica). En este contexto, se hizo imperioso buscar una fórmula que permitiera la convivencia pacífica entre los diversos credos que coexistían dentro de cada ordenamiento político. En otras palabras, la tolerancia habría surgido junto con la idea de libertad religiosa y puede considerarse como un antecedente de la libertad política1. Si bien encontramos precursores del concepto en Marsilio de Padua2, así como en Erasmo de Rotterdam, Tomás Moro, Michel de Montaigne o Baruch Spinoza3, fue John Locke quien lo desarrolló por primera vez dentro de una teoría coherente del sistema político. Locke comienza su famosa Carta sobre la tolerancia, publicada en 1685, argumentando desde una perspectiva moral y religiosa. Así, construye el concepto de tolerancia en torno a la idea de caridad cristiana. Sin embargo, la base de su argumentación es 1 ZANONE, Valerio. “Tolleranza”, en: BOBBIO, Norberto; MATTEUCCI, Nicola y PASQUIANO, Gianfranco (editores). Dizionario di politica, 2ª ed., UTET, Turín, 1983, p. 1190. 2 Ibid. 3 Sobre los dos primeros, véase: BELLO, Eduardo. “El concepto de tolerancia, de Tomás Moro a Voltaire”, Res publica, 2006. Sobre Montaigne, revísese su ensayo sobre los caníbales (libro I, capítulo XXX) que plantea una noción de relativismo cultural que era extraña para su tiempo (aunque tiene antecedentes en la cultura antigua, tal como se puede apreciar en Heródoto). Respecto de Spinoza véase el capítulo XX del Tractatus Theologico-Politicus. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 4 política y apunta a la delimitación entre el Estado y la Iglesia (o, mejor dicho, las iglesias). Así, mientras el gobierno civil “es una sociedad de hombres construida sólo para procurar, preservar y hacer progresar sus propios intereses civiles”, entre los que el autor cuenta “la vida, la libertad, la salud, la quietud del cuerpo y la posesión de cosas externas”4, una iglesia es “una sociedad voluntaria de hombres que se reúnen de mutuo acuerdo para rendir culto público a Dios en la forma que ellos juzguen que le es aceptable y eficiente para la salvación de sus almas”5. El filósofo plantea varias objeciones al involucramiento de los magistrados civiles en asuntos religiosos. En primer lugar, indica que nadie les ha entregado la función de cuidar las almas de sus gobernados. En segundo lugar, que el uso de la fuerza pública es inútil para imponer cuestiones de fe, por ser esta una creencia interior del ser humano. Así, la coacción nunca podrá generar una conversión auténtica y, por tanto, es inútil para la salvación de las almas6. De forma complementaria, excluye a los clérigos del uso de la fuerza. Para procurar el cumplimiento de sus fines civiles, los gobernantes disponen de las armas; en contraste, para el cumplimiento de sus fines religiosos las iglesias sólo disponen de la persuasión7. Como se puede apreciar, el argumento es circular y se deriva de la delimitación de las esferas de la religión y la política. Si bien predomina en este texto una noción negativa de la tolerancia, esto es, tolerar como un simple permitir, en el caso de los clérigos esta también se debía manifestar en deberes positivos, ya que -a juicio de Locke- ellos debían “exhortar a sus oyentes acerca de los deberes de la paz y benevolencia hacia todos los hombres, sean éstos heréticos u ortodoxos”8. El gobernante, en tanto, tenía un deber de abstención, ya que -bajo la visión de Locke- no tenía competencias para imponer legalmente el uso de ningún rito o ceremonia a iglesia alguna, ni tampoco de prohibir dichos ritos o ceremonias9. Frente a la objeción usual sobre el deber de tolerar la comisión de crímenesen virtud de la tolerancia hacia el ritual, la respuesta de Locke era absolutamente negativa, pero no porque ello desafiara las leyes de Dios, sino porque iba en contra de las leyes del Estado. Este punto es clave: “Lo que es legítimo para el Estado, no puede ser prohibido por el gobernante a la Iglesia. Aquello que permite el gobernante a cualquier de sus súbditos para su uso corriente, ¿por qué podría entonces serle negado a cualquier secta en sus ritos religiosos? (…) Pero aquellas cosas que son perjudiciales para toda la comunidad en su uso corriente, no deberían ser permitidas a las iglesias en sus ritos 4 LOCKE, John. “Carta sobre la tolerancia” en: Estudios Públicos, N° 28, 1987 5 Ibid., p. 8. 6 Ibid., pp. 7-8. 7 Ibid., p. 8. 8 Ibid., p. 15. 9 Ibid., pp. 23-24. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 5 sagrados. Sin embargo, el gobernante debe estar atento a no hacer mal uso de su autoridad y no llegar a oprimir a ninguna iglesia bajo el pretexto del bien público”10. La perspectiva de Locke no se restringe a la verdad religiosa, sino que se extiende al tema de la verdad en general (lo que, como veremos luego, será uno de los fundamentos de la postura de Mill): “no es materia de ley el proveer a la verdad de las opiniones, sino que a la salvaguardia de la comunidad o al bienestar de las personas”11. Tal como en el caso de la religión, la verdad no podía imponerse en el entendimiento individual mediante la fuerza12. Finalmente, el autor se refiere a los límites de la tolerancia. Así, señala que “ninguna opinión que sea contraria a la comunidad humana o a aquellas reglas morales que son necesarias para la preservación de la sociedad civil, debe ser tolerada por el gobernante”13, anticipando el juicio de Popper sobre el tema en su paradoja de la tolerancia. Curiosamente, en este punto deja fuera del espacio de la tolerancia a los católicos y a los ateos: a los primeros porque le juraban lealtad a un Estado extranjero y a los segundos porque no participaban de los juramentos del estado (juramentos basados en el credo religioso cristiano)14. En este sentido, podemos notar que, a pesar de referirse a muchos temas y contener una serie de argumentos que luego reaparecerán una y otra vez en el discurso liberal, el ámbito de la tolerancia en Locke es aún bastante acotado. Aunque menos argumentada políticamente, la visión de Voltaire en este punto es más profunda. Voltaire escribió su famoso Tratado sobre el tema casi un siglo después de la Carta de Locke, en 1763, cuando el fragor de las guerras religiosas ya se había disipado, pero continuaban las escaramuzas aisladas motivadas por la diferencia de credos. Así, su texto surgió como una protesta moral frente al caso de un ciudadano hugonote ejecutado sobre la base de un juicio espurio, instigado por la intolerancia religiosa. El trasfondo histórico es, pues, el siglo de las luces, la Ilustración, y la lucha de los intelectuales públicos para erradicar -mediante la razón- la ignorancia, el fanatismo y las luchas fratricidas derivadas de ello (aunque, como sabemos, la época revolucionaria demostró que la razón tampoco era ajena a la barbarie). Su argumento principal es la comparación histórica y cultural. La diversidad de culturas y credos es lo que fundamentaría la necesidad de la tolerancia, como única vía de convivencia pacífica entre las naciones y al interior de ellas: “[la] tolerancia nunca ha provocado ninguna guerra civil; la intolerancia ha cubierto la tierra de carnicería. ¡Júzguese ahora entre estas dos rivales, entre la madre que quiere que se 10 Ibid., p. 24. 11 Ibid., p. 28. 12 Ibid., p. 29. 13 Ibid., p. 32. 14 Ibid., p. 33. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 6 degüelle a su hijo y la madre que lo cede con tal de que viva!”15. Fiel a su estilo, el autor francés prefiere enfrentar la mentira y el error a través del absurdo que a través de la imposición16. Al igual que Mill, Voltaire tiene fe en que la verdad acaba por imponerse sin coacción. Desde una perspectiva ética, el autor basa la tolerancia en una idea simple: «No hagas lo que no querrías que te hiciesen». Bastaría ese sencillo edicto para desarticular cualquier supuesto “derecho a la intolerancia”, pues nadie podría decir legítimamente - sin caer en contradicción- a otra persona: «Cree lo que yo creo y no lo que tú puedes creer, o perecerás»17. En cuanto a los límites de la tolerancia, el autor también anticipa a Popper y su intolerancia a los intolerantes: “Verdad es que el gran emperador Yung-Cheng, el más sabio y magnánimo tal vez que haya tenido China, expulsó a los jesuitas; pero no porque fuese intolerante, sino al contrario, porque lo eran los jesuitas”18. Esta paradoja se reitera luego: “Para que un gobierno no tenga derecho a castigar los errores de los hombres es menester que esos errores no sean crímenes; y son crímenes únicamente cuando perturban a la sociedad: perturban a esa sociedad desde el momento en que inspiran el fanatismo; por tanto, es preciso que los hombres empiecen por no ser fanáticos para merecer la tolerancia”19. Sin embargo, como señalábamos más arriba, su rango de tolerancia es más amplio que el manifestado por Locke, ya que aboga por una tolerancia universal: “No se necesita un gran arte, ni una elocuencia muy rebuscada, para demostrar que los cristianos deben tolerarse los unos a los otros. Voy más lejos: os digo que hay que mirar a todos los hombres como hermanos nuestros. ¡Cómo! Mi hermano, ¿el turco? Mi hermano, ¿el chino? ¿El judío? ¿El siamés? Sí, desde luego; ¿no somos todos hijos del mismo padre, y criaturas del mismo Dios?”20. 2. Concepto liberal de tolerancia John Stuart Mill Con Locke ya es posible hacer una primera delimitación del concepto liberal de tolerancia. Pero es interesante considerar la visión de John Stuart Mill, plasmada en su 15 VOLTAIRE. Tratado sobre la tolerancia [Traducción de Marco Armiño], Editorial Planeta, Edición digital, 2013, pp. 47-48. 16 Ibid., p. 48. 17 Ibid., p. 50. O como profundiza en la misma página: “El derecho de la intolerancia es, por tanto, absurdo y bárbaro; es el derecho de los tigres, y es mucho más horrible, porque los tigres solo desgarran para comer, y nosotros nos hemos exterminado por unos párrafos”. 18 Ibid., p. 47. 19 Ibid., p. 74. 20 Ibid., p. 79. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 7 famoso ensayo Sobre la libertad. Aunque Mill no se refiere directamente a la tolerancia, sino a las libertades públicas, su visión profundiza el camino ya trazado por Locke. Mill afirmaba que es posible beneficiarse al recibir algunos discursos, incluso discursos incómodos. Para este autor existe una relación intrínseca entre la verdad y la libertad de expresión. ¿Cómo vamos a conocer la verdad si no nos exponemos a la crítica? ¿Cómo vamos a conocer toda la verdad si no nos exponemos al error? Esto significa que la verdad tiene como sustento la posibilidad de equivocarse. Aunque el 99% de la sociedad estimara que un discurso es erróneo, Mill indica que es del interés de todos que ese discurso pueda ser dicho para que la verdad total salga a la luz: “Si toda la humanidad, menos una persona, fuera de una misma opinión, y esta persona fuera de opinión contraria, la humanidad sería tan injusta impidiendo que hablase como ella misma lo sería si teniendo poder bastante impidiera que hablara la humanidad. Si fuera la opinión una posesión personal que sólo tuviera valor para su dueño; si el impedir su disfrute fuera simplemente un perjuicio particular, habríaalguna diferencia entre que el perjuicio infligiera a pocas o muchas personas. Pero la peculiaridad del mal que consiste en impedir la expresión de una opinión es que se comete un robo a la raza humana; a la posteridad tanto como a la generación actual; a aquellos que disienten de esta opinión, más todavía que a quienes participan en ella. Si la opinión es verdadera se les priva de la oportunidad de cambiar el error por la verdad; y si es errónea, pierden lo que es un beneficio no menos importante: la más clara percepción y la impresión más viva de la verdad, producida por su colisión con el error”21. En síntesis, Mill propone una noción pública de la verdad: la verdad es algo que está al servicio de todos. Pero ella puede estar oculta o silenciada: “una opinión, aunque reducida al silencio, puede ser verdadera. Negar esto es aceptar nuestra propia infalibilidad”22. La asunción de la propia falibilidad es, precisamente, aquello que nos obligaría a tolerar que se divulguen en el espacio público incluso aquellas doctrinas que consideramos profundamente erróneas o perniciosas. Por cierto, esto ha sido controvertido, incluso dentro del mismo discurso liberal: existirían, al parecer, buenas razones para excluir del ámbito protegido por la libertad de expresión a los discursos que inciten al odio o a la violencia en contra de particulares. Sin embargo, la perspectiva de Mill obliga a observar esta limitación con una perspectiva crítica. La paradoja de la tolerancia de Karl Popper El famoso concepto se expone en una nota al pie de página referida a diversas paradojas políticas, como la paradoja de la libertad (que la libertad absoluta lleva a la tiranía, porque implicaría la libertad para subyugar a los otros) y la paradoja de la democracia (que la mayoría del pueblo podría elegir ser gobernada por un tirano). A estas 21 MILL, John Stuart. Sobre la libertad, Madrid, Alianza editorial, 2013, p. 91. 22 Ibid., p. 144. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 8 paradojas, la nota añade la “menos conocida” paradoja de la tolerancia: “La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia”23. Popper asume aquí una posición que ya habíamos visto en Locke y en Voltaire. Mientras dichos autores buscaban conjurar el fanatismo religioso, el filósofo austríaco tiene por objeto conjurar el fanatismo político. Cabe señalar que el autor no pretende impedir cualquier expresión de concepciones filosóficas intolerantes. Pero considera que “debemos reclamar el derecho de prohibirlas, si es necesario por la fuerza”, cuando ellas “comiencen por acusar a todo razonamiento”, prohibiendo a sus adeptos “que presten oídos a los razonamientos racionales, acusándolos de engañosos y que les enseñen a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas”24. Con todo, este autor no delimita los casos y la forma de reprimir estas doctrinas intolerantes, sino que se contenta con “exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución, de la misma manera que en el caso de la incitación al homicidio, al secuestro o al tráfico de esclavos”25. Como veremos a continuación, esta falta de delimitación, constituirá un problema para la teoría liberal de la tolerancia. La concepción de justicia de John Rawls Rawls vuelve a las raíces del pensamiento lockeano. Así, argumenta en favor de un Estado completamente aconfesional. Esto aplicaría incluso contra el “Estado laico omnicompetente, ya que de los principios de la justicia se deriva que el gobierno no tiene ni el derecho ni el deber de hacer, en materia de moral y religión, lo que él o una mayoría (o quienquiera) desee hacer. Su deber se limita a garantizar las condiciones de la igualdad religiosa y moral”26. La teoría de Rawls defiende la libertad de conciencia y de expresión sobre la base de una concepción de la justicia -la defensa de la igual libertad de todos- pero no de una concepción particular del bien27. A juicio de Rawls, al Estado no le corresponde defender o declarar legítima una ideología concreta de la vida, del ser humano o de la sociedad, sino ejercer sencillamente como una especie de árbitro de las diferentes ideologías en pugna. En este marco, su propuesta respecto de los intolerantes parece diferir de la de Popper. Así, Rawls sostiene que se deben distinguir tres problemas a este respecto: 1) si una secta intolerante tiene derecho a quejarse en caso de que no sea tolerada; 2) en qué 23 POPPER, Karl. La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Barcelona, 2006, p. 585. 24 Ibid. 25 Ibid. 26 RAWLS, John. Teoría de la justicia, Fondo de cultura económica, México, 2006, p. 202. 27 Ibid., p. 204. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 9 condiciones las sectas tolerantes tienen el derecho a no tolerar a los intolerantes; y 3) en este último caso, con qué fin deberían ejercer su derecho a no tolerarlos28. La respuesta a la primera pregunta es negativa, pero eso no significa que las sectas tolerantes tengan un derecho a la intolerancia, como planteaba Popper. Para Rawls, estas sectas estarían autorizadas a actuar contra las sectas intolerantes sólo en el caso de que crean que dicha acción es “necesaria para su propia seguridad”, lo que estaría basado en el “derecho a la propia conservación”29. De no ser ese el caso, la secta tolerante no podría actuar para frenar a los intolerantes: “desde el momento en que existe una constitución justa, todos los ciudadanos tienen un deber natural de justicia de apoyarla. No se nos releva de este deber aun cuando otros estén dispuestos a actuar injustamente”30. Finalmente, sobre los fines del derecho a no tolerar, la respuesta de Rawls es que ello sólo tiene sentido con el objeto de salvaguardar una constitución justa. El fin no puede ser, por tanto, ampliar la libertad de los “tolerantes” o imponer su particular visión del mundo31. Volvemos, pues, a la idea matriz de Rawls: que el Estado debe abogar por la justicia y no puede favorecer una concepción determinada del bien. Excurso sobre la libertad de expresión32 El argumento de John Stuart Mill ha sido erróneamente confundido con la propuesta de una especie de “mercado de las ideas”. Aquí es necesario hacer una precisión, porque generalmente dicha analogía distorsiona la idea misma de tolerancia liberal. Como hemos visto, el fundamento de la tolerancia liberal es permitir la convivencia pacífica entre doctrinas antagónicas en el marco de un mismo ordenamiento político. La neutralidad del Estado se deriva de una necesidad práctica, pero en ningún caso supone una trivialización de la verdad. De hecho, como hemos visto en el caso de Mill, la verdad es un concepto clave. En realidad, la analogía mercantil no se deriva de Mill, sino que fue introducida por el juez Oliver Wendell Holmes en su famoso voto disidente en Abrams v. United States en 1919. Allí el juez Holmes argumentó: "Cuando los hombres se den cuenta de que el tiempo ha derribado muchas creencias enfrentadas, puede ser que lleguen a creer, aún más profundamente de lo que creen en los cimientos de su propia conducta, que el deseado bien supremo se alcanza mejor por medio del libre intercambio de ideas –que la mejor prueba de la verdad es la capacidad del pensamiento para ser aceptado en la competenciadel mercado, y que la verdad es la única base sobre la cual los deseos de los hombres pueden cumplirse de manera segura. Esta es de todas maneras la teoría de nuestra Constitución. Es un experimento, como la vida misma es un experimento (…). Mientras 28 Ibid., p. 206. 29 Ibid., p. 207. 30 Ibid., p. 208. 31 Ibid., p. 209. 32 Esta sección está adaptada de: SOTO, Víctor. “El derecho a la protesta”, Tesis para optar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, dirigida por Álvaro Tejos Canales, Universidad de Chile, Escuela de Derecho, Santiago, 2015 Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 10 dicho experimento sea parte de nuestro sistema, creo que deberíamos estar eternamente vigilantes contra los intentos por controlar la expresión de las opiniones que odiamos (...) a menos que ellas amenacen con interferir de manera tan inminente con los legítimos y apremiantes propósitos de la ley que un control inmediato sea necesario para salvar al país"33. La competencia mercantil entre diversas corrientes de ideas supone una idea de la verdad como maximización de las preferencias individuales. Es decir, una idea privada de la verdad, donde cada uno tiene “su” verdad individual. Sin embargo, como vimos, la noción de verdad de John Stuart Mill supone una comprensión pública de la verdad. De hecho, el mismo Mill descarta que la opinión sea una cuestión reducible a preferencias individuales: para él la opinión no es una “posesión personal”, por lo que silenciar una opinión supone no una afrenta a un individuo particular sino un “robo” a la humanidad34. Probablemente esta idea objetiva de la verdad ha sido oscurecida por el hecho de que Mill sostiene el principio de que quien censura una idea ajena está asumiendo su propia infalibilidad. Sin embargo, el mismo Mill aclara que la pretensión de infalibilidad no es “sentirse seguro de una doctrina” sino “el tratar de decidir para los demás una cuestión, sin que se les permita escuchar lo que se pueda decir en contra”35. Así, de acuerdo a la idea de la falibilidad humana lo único censurable es la imposición de una doctrina a los demás, no la pretensión de tener la razón. Se podría argumentar que, en contraste, la metáfora del mercado de las ideas privatiza la verdad, y considera –en definitiva- a la acción política “como negociación entre individuos cuyas funciones de preferencia permanecen fuera de lo político”36. Una lectura atenta de Mill nos permitiría notar una serie de analogías y modelos de la verdad que el autor utiliza para graficar sus puntos de vista. Así, se habla del foro público, de la comunidad científica, del tribunal de justicia. Nunca se habla del mercado de las ideas. En la única ocasión en que Mill se refiere al libre mercado es para descartar dicha analogía, argumentando que el comercio admite mucha más regulación que la libertad individual37. 3. Críticas al concepto de tolerancia La noción liberal de tolerancia ha sido criticada desde diversos flancos. Para algunos, ella es excesivamente limitada y/o promueve la indiferencia entre los diversos grupos que conforman la sociedad, fomentando la disgregación individualista. Para otros, ella es demasiado permisiva, porque admitiría en el espacio público la representación de 33 Abrams v. U. S, 250 U.S. 616 (1919). La traducción es propia. 34 MILL, John Stuart. Op. Cit., p. 91. 35 Ibíd., p. 50. 36 ATRIA, Fernando. “La verdad y lo político (I). La verdad y su dimensión constitutiva”, Persona y sociedad, Universidad Alberto Hurtado, Vol. 23, N° 1, 2009, p. 29. 37 MILL. John Stuart. Op. Cit., p. 211. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 11 ideas perniciosas para la supervivencia del propio Estado liberal-democrático. En esta breve sección, echaremos un vistazo a estas objeciones. La insuficiencia de la tolerancia en el marco de la sociedad pluralista Para Robert Wolff, la tolerancia es indisociable del pluralismo. Así, constituiría la “virtud de la moderna democracia pluralista que ha surgido en la Norteamérica contemporánea”38. A juicio de este autor, existe un contraste entre la teoría democrática tradicional, que supone una vinculación directa entre el ciudadano y el Estado, y la teoría democrática pluralista, teoría a su juicio descriptiva –y no prescriptiva, como la teoría tradicional liberal- originada a partir de la democracia industrial del siglo XIX en Estados Unidos39. Esta teoría se refiere a una democracia donde –producto de la industrialización- “la relación del individuo con el Estado estaba mediada por un sistema de asociaciones institucionales de «rango medio»”40. El autor tiene en mente aquí especialmente los sindicatos, pero también el asociacionismo, los partidos políticos, el carácter federal de la organización estatal y el multiculturalismo de la sociedad estadounidense41. Aunque el autor tiene una visión positiva de este modelo pluralista de tolerancia, plantea una serie de críticas a su evolución en Estados Unidos. La principal es que ella no permite abordar adecuadamente los problemas de carácter nacional (como la pobreza, el racismo, etc.): “[El pluralismo] Supera las crudas “limitaciones” del primer liberalismo individualista y deja lugar a las características comunitarias de la vida social, así como a la política de los grupos de interés que aparece como una versión amansada de la lucha de clases. (…) Pero (…) es fatalmente ciego para los males que afectan a todo el cuerpo político, y como teoría de la sociedad perturba la consideración precisamente de las revisiones sociales no comprometidas que pueden ser necesarias para remediar aquellos males”42. El tema no es -a su juicio- de falta de justicia distributiva, sino de falta de énfasis en el bien común: “Debemos desechar la imagen de la sociedad como un campo de batalla de grupos en competición y formular un ideal de sociedad más excelso que la simple aceptación de intereses opuestos y costumbres diversas. Es necesaria una nueva filosofía de la comunidad, más allá del pluralismo y más allá de la tolerancia” 43. 38 WOLFF, Robert. “Más allá de la tolerancia”, en: WOLFF, Robert; MOORE, Barrington; MARCUSE, Herbert. Crítica de la tolerancia pura, Nacional, Madrid, 1977, p. 12. 39 Ibid., pp. 13-14. 40 Ibid., p. 15. 41 Ibid., pp. 15-18. 42 Ibid., p. 50. 43 Ibid. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 12 La crítica de Marcuse a la tolerancia represiva Por otro lado, Herbert Marcuse invierte los términos: la tolerancia hoy serviría en general a la causa de la opresión; habría, pues, que empezar a tolerar las prácticas y discursos que hoy no se toleran (por subversivos) y dejar de tolerar las prácticas represivas de la autoridad. Para Marcuse, la tolerancia se entiende como un bien objetivo que requiere, para su realización, de la intolerancia hacia aquellas prácticas que impiden la conformación de una sociedad auténticamente libre: “La tolerancia es un fin en sí misma. La eliminación de la violencia y la reducción de la represión a la medida exigida por la protección del hombre y los animales frente a la crueldad y la agresión, son condiciones previas para la creación de la sociedad humana”44. Pero esto es así sólo “cuando [la tolerancia] es verdaderamente universal, practicada por los gobernantes como por los gobernados”45. En el fondo, para practicar la verdadera tolerancia habría que desmontar la sociedad represiva, pero eso implicaría ser intolerantes con el statu quo de dicha sociedad. En contraste, la tolerancia efectiva en las sociedadesliberales pareciera ser “un laissez faire a favor de las autoridades constituidas”46. Esto es lo que el autor define como tolerancia “pura” o “abstracta” “en cuanto se abstiene de mostrarse parcial, pero al actuar así de hecho protege a la ya establecida máquina de discriminación”47. Marcuse construye su argumento a partir de la concepción de libertad de Mill. Sin embargo, cambia los énfasis. Mientras Mill se enfocaba en las relaciones entre el individuo y la autoridad, para Marcuse lo central radica en “la posibilidad de crear la sociedad en la cual el individuo pueda ser realmente libre”48. Por otra parte, Marcuse se opone a la asunción básica de Mill de que las diferentes ideas, tanto dominantes como minoritarias, se ubican en una especie de plano de igualdad y que se pueden discutir libremente, sin intervenciones externas o manipulaciones. Al contrario, este autor sostiene que esas condiciones ideales no sólo no se dan, sino que son ahogadas por el sistema político actual49. Coincidiendo con Popper, Marcuse considera que “la sociedad no puede permitirse la no discriminación cuando están en juego la misma existencia pacífica, la libertad y la felicidad: aquí ciertas cosas no pueden decirse, ciertas ideas no pueden expresarse, ciertas orientaciones políticas no pueden sugerirse, cierta conducta no puede permitirse 44 MARCUSE, Herbert. “Tolerancia represiva”, en: WOLFF, Robert; MOORE, Barrington; MARCUSE, Herbert. Op. Cit., p. 77. 45 Ibid., p. 79. 46 Ibid., p. 78. 47 Ibid., p. 80. 48 Ibid., p. 81. 49 Ibid., pp. 86-88. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 13 sin hacer de la tolerancia un instrumento para el mantenimiento de la sumisión abyecta”50. Marcuse considera no sólo válido, sino necesario distinguir entre distintos tipos de opiniones e incluso entre distintos tipos de violencia (la violencia de los oprimidos versus la violencia de los opresores, por ejemplo). Ciertos movimientos, a su juicio, serían progresivos -para la idea de tolerancia como fin en sí misma a la que se refería antes- mientras que otros movimientos serían regresivos. Con todo, subsiste un problema, propio del cuestionamiento liberal: ¿quién se encuentra legitimado para hacer estas calificaciones? Marcuse saca una conclusión radical de Mill: cada ser humano racional y autónomo51. Sin embargo, es difícil ver cómo aplica esto para el sistema político ya que dicha idea no autoriza a los gobernantes a aplicar medidas represivas contra las prácticas intolerantes que debieran ser suprimidas –según Marcuse- del espacio público. En realidad, lo que el autor defiende en este ámbito pareciera ser más acotado: la existencia de “un «derecho natural» de resistencia para las minorías oprimidas y subyugadas a emplear medios extralegales si se ha probado que los legales resultan inadecuados”52. En síntesis, mientras Wolff considera que la tolerancia es insuficiente para lidiar con los problemas relacionados con el bien común en el marco de una sociedad pluralista como la estadounidense, Marcuse sostiene que, para la realización de la auténtica tolerancia, se requiere una política militante o de resistencia frente a los poderes establecidos y la supresión de los movimientos regresivos (aunque no explica cómo se podría llevar a cabo dicha política). 4. Nuevas formulaciones del concepto de tolerancia en sociedades multiculturales A pesar de los cuestionamientos planteados por autores como Wolff y Marcuse, en el contexto de Estados Unidos por lo menos se terminó imponiendo la visión liberal de la tolerancia en el sentido de Rawls. Frente a ello se han alzado en los últimos años las teorías comunitaristas. En términos generales, mientras el liberalismo plantea la centralidad de la libertad del individuo en el sistema político, el comunitarismo se centra en los derechos o prerrogativas de la comunidad. La tolerancia crítica de Michael Sandel En esta línea, Michael Sandel hace una crítica al liberalismo político de Rawls. Su cuestionamiento se refiere especialmente a la distinción entre justicia y bien -que 50 Ibid., p. 82. 51 Ibid., p. 96. 52 Ibid., p. 104. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 14 estaba en la base de su concepto de tolerancia- y a la idea de que la razón pública sólo puede hacerse cargo de la primera si es neutral frente a las diversas teorías del segundo. Sandel no cree en esta neutralidad. A partir de esta matriz de pensamiento, el autor distingue dos modelos de tolerancia. Por un lado, la tolerancia liberal, que sería una tolerancia “no crítica” (“consiste en permitir cualquier práctica sin tener en cuenta su valor moral”53). Por otro lado, la “tolerancia crítica”, cuyos componentes principales son: “1) que es posible (y, al parecer, deseable) una tolerancia basada en una argumentación moral en el «lenguaje del bien», ya que los ciudadanos sostienen efectivamente muchos juicios morales basados en sus doctrinas comprehensivas, religiosas o no religiosas; 2) como corolario del punto anterior, que la tolerancia requiere, por parte de los ciudadanos, el debate y la discusión crítica respecto a esas prácticas morales como muestra de su competencia moral, su capacidad deliberativa y su compromiso cívico; y 3) que con tal que las consideraciones prácticas sean bien sopesadas, es posible (y, al parecer, deseable) justificar en ciertas ocasiones la intolerancia”54. Esto implicaría la prohibición y penalización de determinadas prácticas55. El problema de esta postura, de acuerdo a Mauricio Correa, es que “siempre subsiste el peligro de que las lealtades colectivas más indolentes sean irrefutables, hasta el punto de convertirse en una auténtica caza de brujas”56. El enfoque grupal de Michael Walzer En segundo lugar, Michael Walzer critica el ideal de justicia de Rawls por constituir una visión abstracta e hipotética, que no consideraría “las peculiaridades de cada comunidad y las formas histórico-culturales específicas que adquieren aspiraciones humanas tan elevadas como la justicia, la igualdad o la tolerancia”57. Al igual que Wolff, Walzer establece la tolerancia a partir del hecho del pluralismo: “una de las razones de la tolerancia es lo que ella hace posible, o sea, la coexistencia pacífica de grupos humanos con diferentes historias, culturas e identidades”58. Es decir, la tolerancia es grupal más que individual. Mauricio Correa identifica esta tolerancia como “compleja” porque Walzer traza una evolución y una clasificación entre cinco posibles actitudes y cinco posibles regímenes de tolerancia. Incluso la tolerancia crítica de Sandel correspondería simplemente a un 53 Ibid., p. 34. 54 Ibid., p. 39. 55 Ibid., p. 40. 56 Ibid., p. 59. 57 Ibid., p. 68. 58 Ibid., pp. 70-71. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 15 tipo de Estado, pero podrían darse otros posibles arreglos institucionales, otros tipos de sociedades tolerantes. Respecto de las actitudes hacia la tolerancia, el autor traza un continuum de tolerancia que va desde la “aceptación resignada de la diferencia” hasta el “apoyo entusiasta de la diferencia”59. Ahora bien, respecto de los regímenes, Walzer identifica: 1) imperios multinacionales; 2) comunidad internacional; 3) confederaciones; 4) Estados nacionales; y 5) sociedades de inmigrantes60. Para Walzer el modelo más elevado es la sociedad de inmigrantes, con el cual caracteriza la situación de Estados Unidos61. Es decir, Walzer se basa en el modelo de la sociedad multicultural. La tolerancia en la práctica tiene dos aristas.Por un lado, yo puedo querer escapar de una “sociedad pequeña” que me aprisiona o ataca, en virtud del principio de tolerancia; por otro lado, la tolerancia se puede esgrimir para que se me reconozca mi pertenencia a una comunidad con una identidad fuerte. En otras palabras, habría una tensión entre lo individual y lo grupal. Sin embargo, para Walzer, las dos fuerzas de la tolerancia “se corrigen la una a la otra”62. El multiculturalismo puede actuar en ambas direcciones. ¿Cómo se logra esta corrección? Mediante una planificación adecuada, aunque el autor no la desarrolla. Lo que sí queda claro es que a Walzer le gusta navegar en esta tensión, en esa posición intermedia. Lo importante es la mantención del equilibrio: “Esto quiere decir que nunca podremos ser defensores coherentes del multiculturalismo o del individualismo; que nunca podremos ser sencillamente liberales o comunitaristas, ni modernos o postmodernos, sino unas veces de una manera y otras de otra, según lo requiera el equilibrio. Me parece que el mejor nombre para ese equilibrio es el de social- democracia, un credo político que defiende el sistema, apoya las formas necesarias de acción estatal y consigue de este modo mantener los modernos regímenes de tolerancia”63. La tolerancia afirmativa de Karl-Otto Apel En contraste con las teorías comunitaristas, Karl-Otto Apel erige su propio concepto de tolerancia a partir de la ética del discurso. Así, distingue una “tolerancia negativa”, que coincide con el modelo liberal clásico y “estaría basado en la indiferencia hacia las distintas formas particulares del ethos comunitario”, y una “tolerancia afirmativa”, modelo formulado por él mismo y que se basaría “en la apreciación de que las 59 Ibid., p. 75. 60 Ibid., p. 84-85 61 Ibid., pp. 101-102. 62 Ibid., p. 105. 63 Ibid., p. 109. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 16 tradiciones de valor profundas y diversas son fuentes que pueden enriquecer la cultura humana en general y el compromiso social de los individuos”64. De acuerdo con Correa, Apel construye una nueva postura que podría denominarse comunitarismo trascendental. ¿Cuál es la diferencia con el comunitarismo? Que “no se basa directamente en el ethos de las comunidades particulares o de las tradiciones de valores que conforman la llamada sociedad multicultural”. Al contrario, su modelo se basaría en el a priori de la “comunidad de comunicación”, propia de la ética del discurso65. Y es que, a su juicio, “todo ser dotado de competencia comunicativa está inserto al mismo tiempo en dos comunidades: una real, que sería la comunidad histórica de origen, contingente y en la que cada uno se socializa; y otra ideal, o mejor, trascendental, la cual se anticipa contrafácticamente en toda argumentación con sentido”66. Salvando los problemas enunciados por Rawls sobre la diferencia entre lo justo y lo bueno, Apel defiende la complementariedad entre ambos conceptos, entre lo justo para todos y lo bueno para cada uno según las diversas culturas particulares. Con todo, Apel considera que se le debe dar prioridad a las exigencias de lo justo frente a lo bueno67. La noción de respeto activo de Adela Cortina Correa critica la propuesta de Apel, ya que su tolerancia afirmativa pareciera confundir la tolerancia con otro concepto: el de respeto68. Frente a ello, otra filósofa defensora de la ética del discurso, Adela Cortina, ha interpretado este concepto precisamente como respeto activo. Con este concepto se cumplirían de mejor forma –según la autora- “las exigencias de una ética intercultural para afrontar los problemas de una sociedad multicultural” 69. A juicio de Cortina, “una ética intercultural no se contenta con asimilar las culturas relegadas a la dominante, ni siquiera con la mera coexistencia de las culturas, sino que fomenta cuatro tareas fundamentales, que serían las siguientes: 1. Permitir, en un mismo Estado, la adhesión a identidades culturales diversas. 2. Rechazar las discriminaciones por motivo de posición social, edad, sexo o raza, aunque sean defendidas por alguna cultura particular. 3. Practicar el respeto activo hacia la identidad elegida de las personas. 4. Comprender las otras culturas como elemento indispensable para comprender la propia”70. 64 Ibid., p. 122. 65 Ibid., p. 129. 66 Ibid. 67 Ibid., p. 138. 68 Ibid., pp. 147-148. 69 Ibid., p. 148. 70 CORTINA, Adela. Ciudadanos del mundo, citado en: CORREA CASANOVA, Mauricio. Op. Cit, pp. 150-151. Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 17 Conclusión Habiendo visto la evolución de los debates sobre el concepto de tolerancia, podemos sintetizar esto en algunas ideas: 1. La formulación original de la tolerancia se vincula con las disputas religiosas. Consiste básicamente en la propuesta de Locke de establecer una separación entre las iglesias y el Estado. Voltaire amplía esta mirada a la eliminación de todo fanatismo y a la tolerancia universal entre naciones. En ambos casos se plantea, de forma indirecta, la llamada paradoja de la tolerancia. 2. La visión liberal de la tolerancia -construida a partir de Locke- se perfecciona en el planteamiento de John Stuart Mill. En este autor la tolerancia es clave no para la convivencia entre los diversos credos, sino para el proceso de discusión pública. Así, la libertad de pensamiento y expresión estarían vinculadas con una noción pública de verdad. Esto implica que las opiniones no deberían ser reprimidas por cuanto ellas podrían contener la verdad. También podríamos calificar esta concepción como una concepción democrática de la tolerancia. 2.1. En contraste, Karl Popper vuelve sobre los modelos más antiguos, planteando la paradoja de la tolerancia: que, para salvaguardar la tolerancia, se debe ser intolerante con los intolerantes. 2.2. John Rawls –sin eliminarla del todo- acota los términos de esta paradoja, restringiéndola a la situación de lucha por la supervivencia. Al mismo tiempo, aboga por un Estado neutral en materias morales y religiosas. 3. Frente al concepto liberal, se han planteado diversas críticas. Para Robert Wolff, la tolerancia y el pluralismo van de la mano. Sin embargo, el avance de la sociedad pluralista requiere de un ethos que vaya más allá de la tolerancia y se preocupe por el bien común de todos (cuestión que no ocurriría en la moderna sociedad pluralista, marcada por la competencia entre grupos). Para Marcuse, en tanto, la tolerancia de las sociedades liberales termina siendo tolerancia hacia la represión. Aboga, en contraste, por la conformación de movimientos de resistencia. Su discurso, aunque manifieste una perspectiva radical, parece emparentado con la postura de Popper respecto a la intolerancia hacia los intolerantes. 4. Finalmente, revisamos cuatro posturas contemporáneas sobre el tema. Desde el punto de vista comunitarista, Sandel planteó la tolerancia crítica que, a diferencia del modelo rawlsiano, se basa en la posibilidad del Estado de optar por concepciones determinadas del bien y excluir otras. Por otro lado, Walzer propone una tolerancia compleja basada en la comprensión de los diversos grupos que componen la sociedad. Su objetivo es alcanzar el equilibrio social entre ellos. Su postura es optimista, ya que considera que el modelo social multicultural permite que se autocorrijan los problemas de tolerancia intergrupal e intragrupal. En tanto, desde la ética del discurso, Biblioteca del Congreso Nacional, Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones 18 Apel promueve una postura que va más allá de la tolerancia liberal y que denomina tolerancia afirmativa, consistenteen una aceptación de la diferencia más profunda que el mero tolerar. A juicio de Correa, y coincidiendo en esto con Adela Cortina, más que tolerancia, lo que promueve Apel sería el respeto activo. 5. En definitiva, la tolerancia atraviesa todo el espectro de las libertades públicas, desde la libertad religiosa a la libertad política, pasando -por cierto- por la libertad de expresión. Siendo un elemento central de dichas libertades, ha recibido diversos cuestionamientos y enfrentado diversas dificultades, asociadas a la evolución de las sociedades occidentales. En este sentido, parece compleja una superación inmediata de este concepto para adaptarlo a las condiciones de las actuales sociedades multiculturales. Sin embargo, la noción de respeto vista más arriba pareciera ir precisamente en dicha dirección.
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