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Victoria para la Guerra Espiritual- Tony Evans

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La	misión	de	Editorial	Portavoz	consiste	en	proporcionar	productos	de	calidad
—con	 integridad	 y	 excelencia—,	 desde	 una	 perspectiva	 bíblica	 y	 confiable,
que	animen	a	las	personas	a	conocer	y	servir	a	Jesucristo.
Título	del	original:	Victory	in	Spiritual	Warfare	©	2011	por	Tony	Evans	y
publicado	por	Harvest	House	Publishers,	Eugene,	Oregon	97402.	Traducido	con
permiso.
Edición	en	castellano:	Victoria	en	la	guerra	espiritual	©	2012	por	Editorial
Portavoz,	filial	de	Kregel	Publications,	Grand	Rapids,	Michigan	49501.	Todos
los	derechos	reservados.
Traducción:	Rosa	Pugliese
Ninguna	parte	de	esta	publicación	podrá	ser	reproducida,	almacenada	en	un
sistema	de	recuperación	de	datos,	o	transmitida	en	cualquier	forma	o	por
cualquier	medio,	sea	electrónico,	mecánico,	fotocopia,	grabación	o	cualquier
otro,	sin	el	permiso	escrito	previo	de	los	editores,	con	la	excepción	de	citas
breves	o	reseñas.
A	menos	que	se	indique	lo	contrario,	todas	las	citas	bíblicas	han	sido	tomadas	de
la	versión	Reina-Valera	©	1960	Sociedades	Bíblicas	en	América	Latina;	©
renovado	1988	Sociedades	Bíblicas	Unidas.	Utilizado	con	permiso.	Reina-Valera
1960™	es	una	marca	registrada	de	la	American	Bible	Society,	y	puede	ser	usada
solamente	bajo	licencia.
Las	cursivas	añadidas	en	los	versículos	bíblicos	son	énfasis	del	autor.
EDITORIAL	PORTAVOZ
P.O.	Box	2607
Grand	Rapids,	Michigan	49501	USA
Visítenos	en:	www.portavoz.com
ISBN	978-0-8254-1242-4	(rústica)
ISBN	978-0-8254-0354-5	(Kindle)
ISBN	978-0-8254-8509-1	(epub)
http://www.portavoz.com
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Impreso	en	los	Estados	Unidos	de	América
Printed	in	the	United	States	of	America
Dedicado	a	mi	nieto	mayor,	Kariss	(Bear),
a	quien	amo	profundamente.
RECONOCIMIENTOS
Quisiera	 agradecer	 a	 mis	 amigos	 de	 Harvest	 House	 Publishers:	 Bob
Hawkins	h.,	LaRae	Weikert	y	Nick	Harrison,	por	su	participación	en	esta
obra.	Que	este	libro	sea	el	comienzo	de	algo	mucho	más	grande	juntos.
CONTENIDO
Reconocimientos
Parte	1:	La	batalla
1.	La	naturaleza	de	la	batalla
2.	La	oposición	en	la	batalla
3.	La	estrategia	para	la	batalla
Parte	2:	La	armadura
4.	El	cinturón	de	la	verdad
5.	La	coraza	de	justicia
6.	El	calzado	de	la	paz
7.	El	escudo	de	la	fe
8.	El	casco	de	la	salvación
9.	La	espada	del	Espíritu
Parte	3:	La	victoria
10.	El	poder	de	la	oración
11.	La	suficiencia	de	Cristo
Parte	4:	La	victoria	sobre	las	fortalezas	espirituales
12.	Victoria	sobre	las	fortalezas	matrimoniales
13.	Victoria	sobre	las	fortalezas	de	sustancias	químicas
14.	Victoria	sobre	las	fortalezas	sexuales
15.	Victoria	sobre	las	fortalezas	de	juegos	de	azar
16.	Victoria	sobre	las	fortalezas	de	la	comida
17.	Victoria	sobre	las	fortalezas	emocionales
18.	Victoria	sobre	las	fortalezas	de	las	deudas
También	por	Tony	Evans
Parte	1
LA	BATALLA
1
LA	NATURALEZA	DE	LA	BATALLA
En	una	galería	de	arte	de	Europa,	cuelga	una	pintura	titulada	Jaque	mate.	A	un
lado	de	un	 tablero	de	ajedrez,	 está	 sentado	el	diablo,	que	 se	 ríe	a	carcajadas	y
tiene	la	mano	suspendida,	lista	para	hacer	su	próxima	jugada.	Del	otro	lado	del
tablero,	 está	 sentado	 un	 hombre	 joven	 que	 tiembla	 de	miedo.	 Tiene	 su	 frente
empapada	de	sudor	que	gotea	y	se	mezcla	con	una	lágrima	solitaria	que	corre	por
su	mejilla.	Obviamente,	el	juego	está	por	terminar,	y	al	parecer	el	ganador	ya	se
ha	decidido.
Un	 día,	 un	 campeón	 de	 ajedrez	 de	 un	 país	 lejano	 visitó	 la	 galería.
Naturalmente,	 la	 pintura	 atrajo	 su	 atención,	 y	 se	 quedó	 observándola	 un	 buen
rato.	De	hecho,	mientras	los	demás	continuaban	con	su	recorrido	por	la	galería,
el	 campeón	 de	 ajedrez	 seguía	 con	 la	mente	 fija	 en	 el	 juego,	 sobre	 todo	 en	 el
diablo,	 que	 esperaba	 sentado	 y	 ansioso	 su	 próximo	 turno,	 en	 el	 cual	 planeaba
robar	el	alma	de	ese	hombre.
Los	 minutos	 se	 convirtieron	 en	 horas,	 mientras	 el	 campeón	 de	 ajedrez
estudiaba	el	 tablero	desde	 todos	 los	ángulos	posibles.	El	 sudor	de	 la	 frente	del
hombre	 joven	 lo	 impulsaba	a	continuar.	Finalmente,	cuando	 la	galería	estaba	a
punto	 de	 cerrar,	 el	 campeón	 de	 ajedrez	 buscó	 al	 propietario	 y	 le	 preguntó:
“Señor,	¿por	casualidad	tiene	un	tablero	de	ajedrez	aquí?”.
Después	de	buscar	en	varias	de	las	oficinas,	encontró	un	tablero	y	se	lo	llevó
a	aquel	hombre.	El	campeón	de	ajedrez	colocó	el	tablero	en	la	base	de	la	pintura,
precisamente	 como	 estaba	 retratado.	Hizo	 una	 jugada	 y	 luego	 contrarrestó	 esa
jugada	de	la	única	manera	que	el	diablo	podía	evitar	que	se	le	hiciera	jaque	mate.
Luego	hizo	otra	jugada	y	la	contrarrestó	otra	vez,	sabiendo	que	el	diablo	también
tendría	que	defenderse	en	su	próxima	 jugada.	El	campeón	de	ajedrez	hizo	esto
varias	veces	más,	con	lo	cual	colocó	al	diablo	a	la	defensiva	cada	vez.	Al	final,
se	 escuchó	 un	 fuerte	 grito	 por	 toda	 la	 galería	 cuando	 el	 campeón	 de	 ajedrez
exclamó	aliviado:	“¡Lo	logré!	¡Lo	logré!	¡Lo	logré!”.
El	campeón	de	ajedrez	volvió	a	mirar	la	pintura,	bajó	su	voz	y	dijo:	“Joven,
tu	 enemigo	 calculó	 mal	 una	 jugada	 muy	 importante.	 La	 descubrí,	 y	 como
resultado,	no	tienes	que	perder.	¡Tú	ganas!”.
Este	campeón	de	ajedrez	había	descubierto	la	manera	en	que	no	solo	el	joven
escapara,	sino	que	le	hiciera	jaque	mate	al	mismo	diablo.
Amigo,	si	usted	ha	elegido	este	libro,	es	probable	que	pueda	haberse	sentido
como	 el	 hombre	 de	 la	 pintura.	 El	 temor	 o	 la	 ansiedad	 se	 han	 filtrado
sigilosamente	en	su	vida	al	imaginarse	al	diablo	preparado	para	hacer	la	jugada
final	 en	 su	 vida	 personal,	 matrimonio,	 hogar,	 salud,	 carrera,	 economía	 o	 en
cualquier	otro	ámbito.	La	sonrisa	segura	y	las	jugadas	rápidas	del	diablo	le	han
engañado	y	le	han	hecho	creer	que	él	es	el	jefe	y	el	que	toma	las	decisiones.	Él
ha	estado	jugando	con	sus	emociones	como	si	fuera	una	marioneta.
Pero	mientras	realizamos	juntos	este	estudio,	le	animo	a	secarse	el	sudor	de
su	 frente	 y	 las	 lágrimas	 de	 sus	 ojos.	 Usted	 puede	 lograrlo,	 porque	 hay	 un
Campeón	 que	 sabe	 cómo	 guiar	 cada	 una	 de	 sus	 jugadas.	 De	 hecho,	 este
Campeón	ya	ha	hecho	la	jugada	final	contra	el	diablo	y	ha	asegurado	la	victoria
de	usted	para	siempre.	Si	usted	juega	el	resto	del	partido	siguiendo	simplemente
sus	 instrucciones	 y	 bajo	 las	 reglas	 generales	 de	 la	 agenda	 del	 reino	 de	 Dios,
usted	estará	afirmando	su	victoria.	Se	lo	garantizo.
Lo	 grandioso	 es	 que	 usted	 no	 tiene	 que	 ganarse	 su	 victoria,	 ni	 siquiera
resolverla	por	su	cuenta.	Dios	ya	le	ha	dado	todo	lo	que	necesita	para	que	haga
su	próxima	 jugada	hacia	el	 triunfo.	Quiero	que	comprenda	este	principio	clave
desde	el	comienzo.	Usted	no	está	peleando	por	la	victoria,	sino	desde	la	victoria.
¡Esta	batalla	ya	ha	sido	ganada!
La	historia	de	la	batalla
Para	 entender	 la	 verdad	 que	 sustenta	 este	 principio,	 primero	 tiene	 que
comprender	la	historia	de	la	batalla.	Todo	comenzó	cuando	Dios	hizo	la	primera
jugada	al	crear	los	ángeles.	Lucifer,	el	ángel	ungido,	respondió	negativamente	a
esa	jugada	al	rebelarse	contra	Dios	y	llevarse	con	él	a	un	tercio	de	los	ángeles.
Dios	 contrarrestó	 esa	 jugada	 al	 crear	 al	 hombre,	 a	 su	 propia	 imagen,	 un	 poco
inferior	que	los	ángeles.	Satanás	se	rebeló	contra	esa	jugada	al	tentar	a	Adán	y	a
Eva	para	que	pecaran,	entregándole	así	el	control	de	la	tierra	a	él.
Luego,	 Dios	 contrarrestó	 la	 jugada	 de	 Satanás	 al	 ofrecer	 una	 cobertura
redentora	 para	 que	 Adán	 y	 Eva	 pudieran	 volver	 a	 tener	 comunión	 con	 Él.
Satanás	hizo	su	siguiente	jugada	al	tentar	a	Caín	para	que	matara	a	Abel	a	fin	de
cortar	el	linaje	santo.
Pero	Dios	respondió	a	 la	 jugada	de	Satanás	a	 través	del	nacimiento	de	Set,
para	 que	 los	 hombres	 pudieran	 invocar	 otra	 vez	 el	 nombre	 del	 Señor.	 Satanás
contrarrestó	esa	jugada	al	engañar	a	Nimrod	para	que	pensara	que	él	y	su	pueblo
podrían	construir	la	torre	de	Babel	y	llegar	hasta	tan	alto	como	los	cielos.
En	la	siguiente	jugada,	Dios	puso	sus	ojos	en	un	hombre	llamado	Abraham	y,
a	través	de	él,	llamó	a	una	nación	a	apartarse	y	ser	santa.	Sinembargo,	Satanás
contrarrestó	esa	jugada	al	tener	atrapada	a	esta	nación	en	Egipto	bajo	el	gobierno
de	 Faraón.	 Pero	 después	 Dios	 tomó	 a	Moisés	 en	Madián	 y	 lo	 colocó	 en	 una
posición	tal	que	dejó	fuera	de	combate	totalmente	a	Faraón.
A	 lo	 largo	 del	 resto	 del	 Antiguo	 Testamento,	 el	 juego	 siguió	 así:	 jugada,
contraataque,	 jugada,	 contraataque.	 Al	 final	 del	 Antiguo	 Testamento,	 hay	 un
período	de	cuatrocientos	años	donde	no	se	registran	 jugadas	de	ninguno	de	 los
participantes,	mientras	ambos	miran	el	tablero	en	silencio.
Pero	cuando	comienza	el	Nuevo	Testamento,	vemos	que	Dios	recurre	a	algo
especial—su	propio	hijo,	Jesucristo—y	lo	lleva	de	un	lugar	a	otro,	del	cielo	a	la
tierra.	 Satanás	 intenta	 contrarrestar	 la	 jugada	 de	 Dios	 y	 tienta	 a	 Jesús	 en	 el
desierto.	Jesús	triunfa	sobre	su	jugada	por	medio	de	la	Palabra	de	Dios.	Entonces
Satanás	 intenta	 lo	 que	 él	 piensa	 que	 sería	 su	 última	 jugada	 de	 jaque	 mate:
orquestar	la	crucifixión	de	Jesucristo.	Pero	subestimó	algo	muy	importante	al	no
darse	cuenta	de	que	 la	muerte	en	 la	cruz	no	era	una	 jugada	de	 jaque	mate.	En
realidad,	era	solo	un	plan	para	 la	 jugada	 final	de	Dios	en	 la	que	 le	haría	 jaque
mate	a	Satanás	y	resucitaría	a	Jesús	de	la	muerte.
El	logro	de	la	cruz,	a	través	de	la	resurrección	de	Cristo,	fue	la	jugada	final
de	Dios,	y	nos	brindó	a	cada	uno	de	nosotros	la	victoria	sobre	un	enemigo	que
quiere	 intimidarnos,	 engañarnos	y	destruirnos.	El	ganador	 final	de	este	partido
ya	se	ha	decidido.	La	victoria	ya	está	asegurada.	Mientras	usted	y	yo	estamos	en
la	tierra	y	seguimos	jugando,	necesitamos	vivir	en	vista	de	la	victoria	ya	ganada
en	esa	jugada	final:	 la	resurrección	de	Jesucristo.	Debido	a	esa	jugada	decisiva
de	 Dios,	 Satanás	 ya	 no	 tiene	 autoridad	 sobre	 usted	 para	 derrotarlo.	 Su	 único
medio	para	vencerlo	es	engañarlo:	hacerle	creer	que	el	ganador	de	la	batalla	aún
no	se	ha	definido.
Cómo	el	reino	espiritual	afecta	al	reino	físico
Si	bien	estoy	ilustrando	la	guerra	espiritual	con	un	simple	juego	de	ajedrez,
no	quiero	minimizar	la	gravedad	de	la	batalla	ni	el	enorme	dolor	y	el	número	de
víctimas	 que	 esta	 provoca.	 Es	 una	 batalla.	 Estamos	 en	 guerra.	 De	 hecho,	 la
guerra	que	 libramos	no	 es	 como	ninguna	otra	guerra	que	hayamos	 conocido	o
escuchado,	 ni	 siquiera	 concebido.	 Si	 le	 pidiera	 que	 pensara	 en	 la	 peor	 de	 las
guerras	de	la	historia	de	la	humanidad,	palidecería	en	comparación	con	la	batalla
espiritual	que	se	libra	a	nuestro	alrededor.
Esta	guerra	es	diferente	a	todas	las	demás	no	solo	por	su	magnitud	y	alcance,
sino	 también	 porque	 se	 pelea	 en	 un	 lugar	 que	 nunca	 hemos	 visto.	 La	 guerra
espiritual	 es	 el	 conflicto	 cósmico	 que	 se	 libra	 en	 el	 reino	 espiritual	 invisible,
pero	simultáneamente	se	manifiesta	en	el	reino	físico	visible.	Para	decirlo	de	otra
manera,	la	raíz	de	la	guerra	es	algo	que	usted	no	puede	ver,	pero	los	efectos	de	la
guerra	 se	ven	y	 se	 sienten	 rotundamente.	Esto	 se	debe	a	que	 todo	 lo	espiritual
influencia	o	causa	todo	lo	físico.
Detrás	 de	 toda	 adversidad,	 contratiempo,	 dolencia	 o	 problema	 físico	 que
enfrentamos,	 hay	 una	 raíz	 espiritual.	 A	 menos	 que	 primero	 identifiquemos	 y
tratemos	 con	 la	 raíz	 espiritual	 causante,	 nuestros	 intentos	 por	 resolver	 el
problema	físico	solo	producirán,	en	el	mejor	de	los	casos,	un	alivio	temporal.	En
otras	 palabras,	 todo	 lo	 que	 sus	 cinco	 sentidos	 experimentan	 físicamente	 es
generado,	primero,	por	algo	que	sus	cinco	sentidos	no	puede	detectar.
En	vista	de	esta	verdad,	usted	y	yo	necesitamos	emplear	un	sexto	sentido—el
sentido	espiritual—para	batallar	en	esta	guerra.	Debemos	emplear	aquello	que	va
más	 allá	 de	 lo	 físico	 y	 tratar	 con	 la	 raíz	 espiritual	 antes	 de	 modificar
verdaderamente	el	fruto	físico.	La	clave	para	experimentar	y	vivir	en	la	tierra	la
victoria	 que	 Dios	 ya	 nos	 ha	 garantizado	 en	 el	 cielo	 es	 aprender	 a	 batallar	 de
manera	deliberada	y	eficaz	en	el	reino	espiritual.
A	menudo	Satanás	trata	de	evitar	que	usted	tome	en	serio	el	reino	espiritual.
Si	él	puede	distraer	su	atención	del	reino	espiritual,	puede	mantenerlo	alejado	del
único	lugar	donde	se	encuentra	su	victoria.	Si	él	puede	distraerlo	con	personas	o
cosas	 que	 usted	 puede	 ver,	 gustar,	 tocar,	 escuchar	 u	 oler,	 puede	 impedir	 la
victoria	en	su	vida.
El	lugar	de	la	batalla
Como	esta	batalla	es	muy	importante,	y	su	botín	es	muy	costoso,	es	esencial
que	 comencemos	 desde	 el	 principio	 y	 pongamos	 un	 fundamento	 firme	 para
nuestra	estrategia.	Lo	primero	que	usted	necesita	saber	es	dónde	tiene	lugar	esta
batalla.	Pablo	nos	da	la	respuesta	en	el	capítulo	6	de	Efesios,	que	es	el	pasaje	que
usaremos	como	base	de	nuestro	estudio	a	lo	largo	de	este	libro.
Por	lo	demás,	hermanos	míos,	manténganse	firmes	en	el	Señor	y	en	el	poder
de	su	fuerza.	Revístanse	de	toda	la	armadura	de	Dios,	para	que	puedan	hacer
frente	a	las	asechanzas	del	diablo.	La	batalla	que	libramos	no	es	contra	gente
de	 carne	 y	 hueso,	 sino	 contra	 principados	 y	 potestades,	 contra	 los	 que
gobiernan	las	tinieblas	de	este	mundo,	¡contra	huestes	espirituales	de	maldad
en	las	regiones	celestes!	(Ef.	6:10-12,	RVC).
Pablo	nos	dice	que	nuestra	batalla	no	es	contra	enemigos	de	carne	y	hueso.
Nuestra	 batalla	 no	 es	 contra	 nuestros	 vecinos,	 nuestro	 cónyuge,	 nuestros
compañeros	de	trabajo	o	nuestros	hijos;	ni	siquiera	es	contra	las	predisposiciones
o	debilidades	de	nuestra	propia	carne.	Las	personas	son	simples	 intermediarios
de	 la	 batalla	 espiritual	 que	 tiene	 lugar	 en	 otro	 reino.	Nuestra	 batalla,	 según	 la
Palabra	de	Dios,	es	contra	principados,	potestades,	gobernadores	de	las	tinieblas
de	 este	mundo,	 contra	 huestes	 espirituales	 de	maldad	 en	 las	 regiones	 celestes.
Las	“regiones	celestes”	se	refieren	simplemente	al	reino	espiritual.
Aquí	hay	un	segundo	principio	que	quiero	que	usted	asimile:	Todo	lo	que	le
haya	 sucedido,	 le	 esté	 sucediendo	 o	 le	 suceda	 en	 su	 vida	 física,	 visible,	 está
enraizado	 en	 el	 reino	 espiritual,	 invisible.	 Si	 usted	 no	 sabe	 cómo	 actuar	 en	 el
reino	espiritual,	no	puede	esperar	una	victoria	real	en	el	reino	físico.
Esto	resalta	un	problema	que	a	menudo	encontramos.	Comúnmente,	tratamos
de	 resolver	 las	 cosas	 en	 el	 reino	 físico	 con	 métodos	 de	 este	 mundo,	 aunque
nuestros	problemas	no	se	originan	en	este	mundo.	Somos	como	un	policía	en	la
sala	de	su	casa	que	le	dispara	a	su	televisor	porque	ve	a	un	delincuente	que	saca
su	pistola	en	un	reality	show.	Si	 el	 policía	 le	dispara	 al	 televisor,	 simplemente
empeorarán	 las	 cosas.	 Podría	 sentirse	 bien	 por	 un	 momento	 por	 haber	 hecho
algo,	 pero	 al	 final,	 no	 habría	 resuelto	 nada.	 De	 hecho,	 las	 cosas	 solo	 habrían
empeorado.
Nuestras	batallas	se	originan	en	el	reino	espiritual—las	regiones	celestes—;
por	 lo	 tanto,	 la	 única	manera	 de	 pelearlas	 es	 con	 armas	 que	 funcionen	 en	 ese
reino.
Las	regiones	celestes
Pablo	usa	la	frase	“regiones	celestes”	o	“lugares	celestiales”	varias	veces	en
el	libro	de	Efesios,	lo	cual	nos	habla	tanto	del	alcance	como	de	los	residentes	de
ese	 lugar.	 Su	 primera	 referencia	 a	 este	 reino	 se	 encuentra	 en	 el	 capítulo	 1,
versículo	3:	“Bendito	sea	el	Dios	y	Padre	de	nuestro	Señor	Jesucristo,	que	nos
bendijo	con	toda	bendición	espiritual	en	los	lugares	celestiales	en	Cristo”.
Aprendemos	de	este	versículo	que	todo	lo	que	Dios	tenía	previsto	hacer	por
nosotros,	 ya	 lo	 ha	 hecho.	 Todas	 las	 bendiciones	 espirituales	 ya	 están	 en	 este
reino	que	no	vemos.	Toda	promesa	que	Dios	nos	haya	hecho	alguna	vez	y	piensa
cumplir	 en	nuestra	 vida,	 todo	don	que	 recibiremos	 algún	día	 y	 toda	 esperanza
que	 se	 cumplirá	 alguna	 vez	 ya	 ha	 sido	 depositada	 en	 nuestra	 cuenta	 del	 reino
espiritual.	 Dios	 “nos	 bendijo	 con	 toda	 bendición	 espiritual	 en	 los	 lugares
celestiales	en	Cristo”.	Las	bendiciones	y	victorias	de	usted	ya	se	encuentran	allí
con	su	nombreescrito	en	ellas,	a	la	espera	de	que	usted	las	tome,	las	use	y	ande
en	ellas.
Muchos	creyentes	viven	derrotados	simplemente	por	no	conocer	esta	verdad.
Sin	 embargo,	 Pablo	 explica	 en	 este	 pasaje	 que	 ya	 hemos	 sido	 bendecidos	 con
toda	bendición	espiritual	en	el	reino	espiritual.
En	la	guerra	espiritual,	Satanás	trata	de	engañarlo	y	hacerle	creer	que	Dios	le
está	ocultando	las	cosas	y	que	depende	de	usted	que	el	Señor	lo	bendiga	y	le	dé
la	victoria.	Satanás	quiere	que	usted	piense	que	si	ora	más,	da	más,	 sirve	más,
peca	menos,	 es	mejor	 persona	 o	 adora	más,	 tal	 vez	Dios	 le	 dé	más.	 Esto	 nos
desenfoca	de	Dios	y	de	lo	que	Él	ya	ha	hecho	en	el	reino	espiritual	y	nos	enfoca
en	nosotros	mismos	y	 en	 lo	que	debemos	hacer	 en	el	 reino	 físico.	Hacer	 estas
cosas	en	el	 reino	 físico	es	bueno	y	beneficioso	para	el	crecimiento	espiritual	y
para	cultivar	intimidad	con	Dios	y	con	nuestros	semejantes,	pero	estas	no	son	la
clave	para	acceder	a	lo	que	Dios	ya	ha	hecho	por	nosotros	en	el	reino	espiritual.
La	 manera	 de	 acceder	 al	 poder	 de	 sus	 bendiciones	 es	 a	 través	 de	 una
comprensión	e	 implementación	bíblica	de	 la	gracia	por	medio	de	 la	 fe.	Por	 su
gracia,	 Dios	 ha	 hecho	 completo	 a	 cada	 creyente	 en	 Jesucristo.	 Las	 “obras”
religiosas	 que	 hacemos	 en	 un	 esfuerzo	 por	 obtener	 algo	 de	Dios,	 en	 realidad,
anulan	la	gracia	(Gá.	5:1-4)	porque	la	gracia	y	las	obras	nunca	pueden	mezclarse
(Ro.	11:6).	La	gracia	es	el	punto	de	acceso	a	Dios.
Para	entrar	a	este	punto	de	acceso,	necesitamos	la	fe.	La	fe	es	actuar	como	si
Dios	 estuviera	 diciendo	 la	 verdad.	 Es	 actuar	 como	 si	 algo	 fuera	 verdad,	 aun
cuando	 no	 parezca	 ser	 verdad,	 a	 fin	 de	 que	 se	 demuestre	 que	 es	 verdad
simplemente	 porque	 Dios	 dijo	 que	 es	 verdad.	 La	 tarea	 de	 la	 fe	 es	 descubrir
cuáles	 son	 las	 bendiciones	 espirituales	 en	 los	 lugares	 celestiales,	 pedírselas	 a
Dios	y	 tomar	 las	 decisiones	de	 la	 vida	 en	vista	 de	 esta	 realidad.	Más	 adelante
hablaremos	con	mayor	detalle	sobre	la	gracia	y	la	fe.
Los	residentes
Hasta	aquí	hemos	visto	que	usted	no	está	peleando	por	la	victoria;	usted	está
peleando	desde	una	posición	de	victoria.	También	hemos	visto	que	todo	lo	que
ha	sucedido,	está	sucediendo	o	suceda	en	su	mundo	físico	está	enraizado	en	el
reino	espiritual.	Y	toda	bendición	espiritual	está	situada	en	este	reino	espiritual.
Pablo	 habla	 más	 acerca	 del	 reino	 espiritual	 cuando	 escribe:	 “Y	 cuál	 la
supereminente	grandeza	de	su	poder	para	con	nosotros	los	que	creemos,	según	la
operación	del	poder	de	 su	 fuerza,	 la	cual	operó	en	Cristo,	 resucitándole	de	 los
muertos	y	sentándole	a	su	diestra	en	los	lugares	celestiales”	(Ef.	1:19-20).
Pablo	 ya	 nos	 ha	 dicho	 que	 nuestras	 bendiciones	 esperan	 que	 nosotros
accedamos	a	ellas	en	los	lugares	celestiales	y	ahora	nos	dice	que	el	Responsable
de	 esto,	 Jesucristo,	 está	 sentado	 en	 estos	 mismos	 lugares	 celestiales.	 Eso
significa	 que	 si	 usted	 quiere	 llegar	 hasta	 el	 Responsable—Jesús—,	 tiene	 que
acercarse	 a	 Él	 hasta	 donde	 se	 encuentra:	 en	 el	 reino	 espiritual,	 los	 lugares
celestiales.	En	el	próximo	capítulo	de	Efesios,	Pablo	nos	da	más	detalles	de	esto.
Pero	Dios,	 cuya	misericordia	 es	 abundante,	 por	 el	 gran	 amor	 con	 que	 nos
amó,	 nos	 dio	 vida	 junto	 con	 Cristo,	 aun	 cuando	 estábamos	 muertos	 en
nuestros	pecados	(la	gracia	de	Dios	los	ha	salvado),	y	también	junto	con	él
nos	 resucitó,	 y	 asimismo	 nos	 sentó	 al	 lado	 de	Cristo	 Jesús	 en	 los	 lugares
celestiales	(Ef.	2:4-6,	RVC).
Hemos	 visto	 que	 nuestras	 bendiciones	 están	 situadas	 en	 los	 lugares
celestiales	 y	 que	 Jesucristo	 está	 sentado	 en	 los	 lugares	 celestiales.	 Ahora
sabemos	 que	 nosotros	 mismos	 estamos	 sentados	 con	 Cristo	 en	 esos	 mismos
lugares	 celestiales.	 En	 este	 preciso	 instante,	 usted	 y	 yo	 estamos	 sentados
espiritualmente	con	Cristo	en	el	reino	espiritual.
Esta	es	una	verdad	importante	para	recordar.	Si	usted	está	enfocado	solo	en
el	lugar	donde	en	este	momento	se	encuentra	sentado	físicamente,	no	está	viendo
su	posición	en	el	mismo	lugar	en	el	que	en	realidad	existen	las	soluciones	a	sus
problemas.	El	lugar	en	el	que	se	encuentra	físicamente	no	es	el	único	lugar	en	el
que	está	situado.	Usted	está	situado	por	igual	en	otro	reino.	Pablo	nos	dice	que
cuando	usted	llega	a	la	salvación	en	Cristo,	es	transportado	a	otro	reino.	Aunque
su	cuerpo	físico	está	aquí	en	la	tierra,	su	espíritu—la	parte	de	usted	que	ha	sido
diseñada	con	la	capacidad	de	controlar	su	cuerpo	físico—opera	en	otro	lugar.
Pablo	nos	habla	más	sobre	este	otro	lugar	en	el	siguiente	capítulo	de	Efesios.
A	mí,	que	soy	menos	que	el	más	pequeño	de	todos	los	santos,	me	fue	dada
esta	 gracia	 de	 anunciar	 entre	 los	 gentiles	 el	 evangelio	 de	 las	 inescrutables
riquezas	de	Cristo,	y	de	aclarar	a	todos	cuál	sea	la	dispensación	del	misterio
escondido	 desde	 los	 siglos	 en	 Dios,	 que	 creó	 todas	 las	 cosas;	 para	 que	 la
multiforme	 sabiduría	 de	 Dios	 sea	 ahora	 dada	 a	 conocer	 por	 medio	 de	 la
iglesia	a	los	principados	y	potestades	en	los	lugares	celestiales	(Ef.	3:8-10).
No	solo	sus	bendiciones	espirituales,	Jesucristo	y	usted	mismo	están	situados
en	 el	 reino	 espiritual	 en	 este	 momento,	 sino	 los	 ángeles	 (principados	 y
potestades)	 también	 están	 operando	 en	 el	 reino	 espiritual.	 ¿Por	 qué	 es	 tan
importante	 saber	 esto?	 Porque	 es	 mejor	 tener	 un	 ángel	 que	 batalle	 contra	 un
demonio,	 a	 que	 usted	 batalle	 contra	 un	 demonio	 en	 su	 propia	 carne.	 Si	 usted
enfrenta	un	problema	demoníaco,	necesita	una	solución	angélica.
La	Biblia	llama	a	Dios	“Jehová	de	los	ejércitos”.	Ese	nombre	se	refiere	a	su
cargo	militar	sobre	un	cuerpo	angelical	cuya	tarea	es	resistir	 todas	las	acciones
demoníacas	 que	 le	 atacan	 a	 usted.	 Puede	 que	 usted	 sea	 físicamente	 resistente,
puede	 que	 levante	 pesas	 y	 sea	 fuerte	 en	 su	 cuerpo,	 pero	 créame:	 no	 es
competencia	para	un	demonio.	Para	poder	apelar	a	 la	ayuda	angelical,	necesita
tener	 una	 mentalidad	 espiritual,	 porque	 los	 ángeles	 batallan	 en	 los	 lugares
celestiales.
Es	importante	saber,	con	respecto	a	los	ángeles,	que	a	todo	cristiano	se	le	ha
asignado	 al	 menos	 un	 ángel	 para	 operar	 a	 su	 favor	 en	 el	 reino	 espiritual.	 En
Hebreos	 1:14	 leemos:	 “¿No	 son	 todos	 espíritus	 ministradores,	 enviados	 para
servicio	a	favor	de	los	que	serán	herederos	de	la	salvación?”.	Usted	tiene	alguien
que	 conoce	 y	 entiende	 el	 reino	 espiritual	 mejor	 que	 usted,	 y	 cuyo	 trabajo	 es
funcionar	 en	 ese	 reino	 de	 una	 manera	 que	 lo	 beneficie.	 Esta	 es	 una	 verdad
poderosa.
Sin	 embargo,	 mientras	 todo	 cristiano	 tiene	 un	 ángel	 cuya	 tarea	 es	 prestar
servicio	 a	 su	 favor	 en	 los	 lugares	 celestiales,	 todo	 cristiano	 también	 tiene
oposición	 demoníaca	 cuya	 meta	 es	 hacer	 estragos	 en	 su	 vida.	 Vimos
anteriormente	 en	 Efesios	 6:12	 que	 las	 “huestes	 espirituales	 de	 maldad”
(demonios)	también	están	situadas	en	“los	lugares	celestiales”.
Por	eso,	Pablo	le	dice	a	la	iglesia	de	Éfeso	que	nuestras	bendiciones	están	en
los	lugares	celestiales,	Jesús	está	en	los	lugares	celestiales,	nosotros	estamos	en
los	 lugares	 celestiales,	 los	 ángeles	 están	 en	 los	 lugares	 celestiales	 y	 el	 reino
demoníaco	 está	 en	 los	 lugares	 celestiales.	 Con	 tantas	 cosas	 que	 hay	 en	 los
lugares	 celestiales,	 es	 absolutamente	 lógico	 que	 aprendamos	 y	 pongamos	 en
práctica	 todo	 en	 cuanto	 a	 cómo	 funcionar	 y	 operar	 eficazmente	 en	 los	 lugares
celestiales.	Después	de	todo,	estamos	en	una	guerra	donde	la	zona	cero	se	sitúa
en	los	lugares	celestiales.
El	 mundo	 físico	 manifiesta	 simplemente	 lo	 que	 ya	 está	 sucediendo	 en	 el
reino	espiritual.	Si	usted	no	es	consciente	de	la	realidad	del	reino	espiritual,	no
será	consciente	de	cómo	opera	ese	reino	y	no	estará	preparado	ni	capacitado	para
tener	victoria	en	su	vida	física.
Hace	 poco	 tuve	 la	 oportunidad	 dever	 la	 exitosa	 película	 El	 Origen,	 que
ilustra	una	verdad	 cinematográficamente	 similar.	En	 la	 película,	 los	personajes
principales	habían	descubierto	la	manera	de	entrar	en	otro	reino:	el	reino	de	los
sueños.	Los	sueños	parecían	ser	tan	vívidos	y	auténticos	como	el	mundo	real	en
el	que	estaban	durmiendo	en	ese	momento;	pero	el	 reino	de	 los	 sueños	no	era
real.
Dado	 que	 el	 sueño	 parecía	 ser	 real	 para	 todos	 sus	 cinco	 sentidos,	 cada
personaje	tenía	que	elegir	un	objeto	que	le	indicara	si	estaba	en	un	sueño	o	en	la
realidad.	 Sin	 ese	 objeto,	 la	 persona	 que	 estaba	 en	 el	 sueño	 podría	 comenzar	 a
creer	que	el	sueño	era	realidad	y	quedarse	allí	operando	bajo	la	ley	de	la	realidad
dentro	del	reino	de	un	sueño.
El	personaje	principal	eligió	una	peonza.	Si	su	peonza	giraba	sin	parar,	eso
significaba	 que	 estaba	 en	 un	 sueño.	 Saber	 que	 estaba	 en	 un	 sueño,	 entonces,
afectaba	 la	 manera	 en	 que	 funcionaba	 dentro	 del	 sueño.	 Básicamente,	 podía
correr	más	riesgos	y	vivir	de	manera	diferente	en	el	sueño,	porque	sabía	que	en
cualquier	momento,	podría	volver	a	despertar	a	la	realidad.
No	estoy	sugiriendo	que	el	mundo	físico	en	el	que	vivimos	sea	un	sueño	ni
que	 las	 realidades	 físicas	 no	 conlleven	 consecuencias	 tanto	 físicas	 como
espirituales.	Pero	quiero	que	nos	demos	cuenta	de	que	nuestra	realidad	principal
ocurre	 en	 los	 lugares	 celestiales:	 en	 el	 reino	 espiritual.	 Conversaciones,
decisiones,	batallas	y	cosas	semejantes	que	suceden	en	el	reino	espiritual	afectan
unilateralmente	 lo	que	pasa	en	nuestra	vida	física.	A	menos	que	reconozcamos
esta	verdad,	seguiremos	buscando	soluciones	físicas	para	resolver	los	problemas
espirituales	que	se	manifiestan	en	nuestra	vida	física.
Dichosamente,	 Dios	 nos	 ha	 dado	 un	 objeto	 para	 usar—una	 guía—que
debemos	mirar	para	que	nos	recuerde	nuestra	posición	espiritual,	y	ese	objeto	es
su	 Palabra.	 Cuando	 leemos	 la	 Palabra	 de	 Dios,	 recordamos	 que	 toda	 guerra
espiritual	así	como	nuestras	soluciones	para	esa	guerra	se	encuentran	en	el	reino
espiritual.	Este	mundo	no	es	nuestro	hogar.	Como	creyentes	somos	ciudadanos
de	un	reino	celestial	en	el	cual	también	estamos	sentados.
Las	 soluciones	 físicas	 no	 pueden	 resolver	 los	 problemas	 físicos	 que	 se
originan	en	el	reino	espiritual.	Por	lo	tanto,	en	vez	de	malgastar	nuestro	tiempo,
dinero,	esfuerzo,	fortaleza,	energía	mental,	conversaciones	y	cualquier	otra	cosa
que	 pensemos	 que	 puede	 ayudarnos	 a	 actuar	 mejor	 en	 el	 mundo	 físico,
deberíamos	 primero	 aprender	 y	 aplicar	 las	 prácticas	 y	 técnicas	 de	 la	 guerra
espiritual,	para	derrotar	a	nuestro	enemigo	y	acceder	a	nuestras	bendiciones	en	el
reino	espiritual.
El	reino	demoníaco	no	quiere	que	usted	sepa	esto.	El	reino	demoníaco	quiere
que	usted	siga	viviendo	y	batallando	en	el	mundo	de	sus	cincos	sentidos	y	trate
de	resolver	su	situación	con	las	armas	limitadas	asociadas	a	sus	cinco	sentidos.
De	ese	modo,	el	resultado	es	que	malgastamos	mucho	tiempo,	dinero	y	energía
en	tratar	de	destruir	el	fruto	malo,	y	no	nos	ocupamos	de	la	raíz	espiritual.	Pero
recuerde	este	principio:	Si	todo	lo	que	usted	ve	es	lo	que	ve,	nunca	verá	todo	lo
que	hay	que	ver.
Dado	 que	 el	 reino	 invisible	 afecta	 el	 reino	 visible,	 si	 usted	 quiere	 resolver
algo	en	el	reino	físico,	primero	debe	ocuparse	de	la	raíz	invisible	y	espiritual	que
lo	causa.	Cuando	no	nos	ocupamos	de	la	causa	espiritual,	invisible,	simplemente
no	podemos	experimentar	una	cura	física,	completamente	visible	y	duradera.
Estudie	las	jugadas	de	Satanás
Pablo	 nos	 dice	 que	 no	 luchamos	 contra	 enemigos	 de	 carne	 y	 hueso,	 sino
contra	 principados	 y	 potestades	 del	 reino	 espiritual.	 Estos	 principados	 y
potestades	 buscan	 robarle	 todo	 lo	 que	 Dios	 ha	 atesorado	 para	 usted	 en	 los
lugares	celestiales.	Pero	Pablo	nos	alienta	a	luchar	solo	de	un	modo:	estar	firmes
contra	las	asechanzas	y	estrategias	del	enemigo.
Una	manera	de	estar	firmes	es	saber	cuáles	son	esas	estrategias.	Los	seres	del
reino	demoníaco	no	quieren	que	usted	sepa	cuál	es	su	metodología.	No	quieren
que	 usted	 descubra	 su	 estrategia.	 Ellos	 quieren	 que	 usted	 los	 siga	 imaginando
con	cuernos	y	un	 tridente,	 y	vestidos	de	 color	 rojo.	Si	 usted	piensa	 eso	de	 los
seres	demoníacos,	no	los	toma	en	serio.	Y	tampoco	lucha	de	forma	eficaz.
Todos	 los	 que	 me	 conocen	 saben	 que	 me	 encanta	 el	 fútbol	 americano.
Cuando	era	joven,	jugaba	al	fútbol	todas	las	semanas.	Y	aunque	muy	pronto	una
lesión	en	la	pierna	me	impidió	seguir	practicando	este	deporte,	mi	pasión	nunca
ha	disminuido.
El	 fútbol	 es	 el	 deporte	 masculino	 por	 excelencia.	 Atletas	 bien	 preparados
luchan	 hasta	 el	 final	 con	 movimientos	 precisos	 y	 jugadas	 enérgicas,	 y	 llenan
cada	 segundo	 de	 los	 sesenta	 minutos	 con	 elevados	 niveles	 de	 testosterona,
similar	a	la	de	los	gladiadores	de	siglos	pasados.
Uno	de	los	puntos	destacables	de	mi	ministerio	ha	sido	prestar	servicio	en	los
frentes	 de	 estas	 batallas	 como	 capellán	 no	 solo	 en	 fútbol,	 sino	 también	 en
básquetbol.	He	sido	el	capellán	de	los	Mavericks	de	Dallas,	de	la	NBA,	por	más
de	treinta	años.	También	he	servido	como	capellán	de	los	Cowboys	de	Dallas,	de
la	NFL,	durante	el	apogeo	de	la	era	del	entrenador	Tom	Landry,	y	actualmente
doy	 clases	 de	 estudio	 bíblico	 para	 los	Cowboys	 de	Dallas,	 además	 de	 brindar
consejería	personal	para	cualquiera	de	los	jugadores	que	la	necesite.
El	 fútbol	 es	 un	 gran	 entrenador	 de	 la	 vida.	 Nos	 enseña	 el	 valor	 de	 la
autodisciplina,	 la	 determinación	 y	 el	 esfuerzo.	 También	 nos	 enseña	 no	 solo	 a
jugar	mejor	que	nuestros	adversarios,	sino	también	a	ser	más	astutos	que	ellos.
Antes	de	jugar	un	partido,	los	jugadores	repasan	cintas	de	juego.	Este	tipo	de
cintas	 incluye	videos	de	 los	partidos	 anteriores	del	 adversario.	El	 propósito	de
mirar	este	tipo	de	cintas	es	identificar	la	debilidad	del	contrincante.	Una	vez	que
se	identifican	estas	debilidades,	se	elabora	un	plan	para	aprovecharse	de	ellas.
Si	usted	es	jugador	de	fútbol,	es	bueno	que	vea	este	tipo	de	cintas	antes	de	un
partido,	 porque	 le	 da	 una	 ventaja	 que	 normalmente	 no	 tendría	 sobre	 su
adversario.	El	único	problema	es	que	él	también	tiene	una	cinta	de	los	partidos
de	usted	y	está	estudiando	la	manera	de	aprovecharse	de	sus	debilidades.
En	 la	guerra	espiritual,	nuestro	adversario,	 el	diablo—junto	a	 su	equipo	de
demonios—ha	estado	mirando	cintas	de	la	humanidad	durante	miles	de	años.	Es
un	 experto	 en	 aprovecharse	 de	 las	 debilidades	 de	 carácter,	 los	 traumas,	 las
divisiones	 raciales	 y	 de	 género,	 nuestra	 carne	 y	 sus	 deseos,	 y	 muchos	 otros
aspectos	 de	 nuestra	 naturaleza	 humana.	 Y	 el	 reino	 demoníaco	 ha	 estado
repasando	cintas	del	juego	de	usted	y	del	mío	desde	nuestra	concepción.
Satanás	y	sus	demonios	saben	qué	le	sucedió	en	su	infancia	que	confundió	su
manera	de	pensar,	 lesionó	su	autoestima	o	 le	produjo	patrones	de	pecados	que
ahora	parecen	ser	inquebrantables	en	su	vida.	Ellos	conocen	los	problemas	y	el
abuso	 (ya	 sea	 que	 usted	 sufriera	 o	 causara)	 que	 operan	 dentro	 de	 su	 mundo
físico.	 Saben	 qué	 le	 lleva	 a	 sentirse	 frustrado	 o	 agotado,	 lo	 cual	 les	 da	 la
oportunidad	de	 lanzarse	 sobre	usted.	Y	miran	 las	 cintas	de	 su	 juego	y	 recaban
conocimiento	con	un	solo	objetivo:	aprovecharse	de	 sus	debilidades	para	 tener
ventaja	sobre	usted	y	derrotarlo.
Esto	podría	parecer	poco	prometedor,	pero	la	buena	noticia	es	que	nosotros
también	tenemos	acceso	a	las	cintas	de	su	juego.	No	solo	eso,	sino	que	tenemos
un	 Entrenador	 que	 conoce	 las	 debilidades	 de	 nuestro	 adversario	 y	 que	 en	 su
Palabra	 nos	 dice	 cuáles	 son	 esas	 debilidades.	 Contamos	 con	 un	 resumen
detallado	de	la	película	de	su	juego:	la	Biblia.	En	ella	descubrimos	todo	lo	que
necesitamos	saber	a	fin	de	experimentar	la	victoria	en	esta	batalla	espiritual.
Cualquier	equipo	de	la	NFL	que	entra	en	un	campo	de	juego	los	domingossin	haber	 estudiado	primero	 a	 su	 adversario	 se	 expone	 a	 la	 derrota.	De	hecho,
cualquier	jugador	que	entra	a	un	partido	sin	prepararse	de	esta	manera	no	podrá
seguir	jugando	por	mucho	tiempo.
Lo	 mismo	 sucede	 con	 la	 vida	 cristiana.	 Dios	 nos	 ha	 dado	 todo	 lo	 que
necesitamos	 para	 derrotar	 a	 nuestro	 enemigo,	 pero	 depende	 de	 que	 nosotros
miremos	la	película	de	su	juego	y	juguemos	de	acuerdo	a	las	reglas	y	estrategias
de	Él.	Nuestro	enemigo	es	un	adversario	astuto,	y	a	menos	que	batallemos	contra
él	 apropiadamente,	 nos	 aventajará.	 Después	 de	 todo,	 él	 tiene	 la	 película	 de
nuestro	 juego.	 Él	 conoce	 qué	 botón	 exacto	 pulsar	 para	 que	 hagamos	 algo	 que
nunca	 hubiéramos	 pensado	 hacer,	 ya	 sea	 a	 través	 de	 nuestras	 emociones	 o
acciones.	Satanás	tiene	la	película	de	su	juego.	Es	hora	de	que	usted	estudie	la
película	del	juego	de	él.
Se	cuenta	la	historia	de	un	granjero	al	que	siempre	le	robaban	sus	melones.
Él	debía	hacer	algo	con	esos	ladrones	o	terminaría	por	perder	gran	cantidad	de
sus	ganancias.	Un	día	se	le	ocurrió	una	idea	brillante.	Decidió	colocar	un	letrero
en	su	granja	que	decía:	“Uno	de	estos	melones	es	venenoso”.
Al	 día	 siguiente,	 el	 granjero	 salió	 a	 ver	 sus	 melones	 y	 descubrió	 lo	 que
imaginaba:	no	habían	robado	ninguno.	Satisfecho	por	haber	sido	más	astuto	que
los	 ladrones,	 el	 granjero	 siguió	 el	 día	 feliz	 y	 contento.	 Sin	 embargo,	 al	 día
siguiente,	cuando	volvió	a	trabajar	al	campo,	vio	que	habían	tachado	la	palabra
“uno”	de	su	letrero.	Al	lado	habían	garabateado	la	palabra	“dos”.	El	letrero	ahora
decía:	 “Dos	 de	 estos	 melones	 son	 venenosos”.	 El	 granjero	 perdió	 toda	 su
cosecha	porque	no	sabía	cuál	era	el	otro	melón	venenoso.
Esa	historia	se	parece	mucho	a	nuestro	trato	con	el	diablo.	No	importa	qué	se
me	haya	ocurrido	a	mí,	Satanás	va	a	tratar	de	hacer	algo	peor.	No	importa	qué
propuestas	para	el	nuevo	año	o	plan	de	diez	pasos	positivos	usted	o	yo	hagamos,
Satanás	va	a	tratar	de	sacarnos	del	camino	cuando	apenas	estemos	por	el	primer
paso.	 La	 única	 manera	 de	 obtener	 la	 victoria,	 que	 ya	 ha	 sido	 asegurada	 para
nosotros	 en	 la	 guerra	 espiritual,	 es	 estudiar	 la	 película	 del	 juego	 de	 Satanás,
conocer	 sus	 estrategias	 y	 debilidades,	 y	 estar	 firmes	 en	 el	 poder	 de	 Dios,
conforme	a	las	jugadas	que	Él	establece	en	el	reino	de	los	cielos.
No	podemos	ser	más	astutos	o	más	 inteligentes	que	el	padre	de	mentiras	y
maestro	del	engaño.	Tratar	de	hacerlo	por	nuestra	cuenta	sería	una	necedad.	Si
de	 nosotros	 dependiera	 ganar	 este	 juego	 de	 ajedrez	 espiritual,	 estaríamos
sudando	y	 llorando	como	el	 joven	de	 la	pintura	que	mencioné	al	principio	del
capítulo.	De	hecho,	muchos	de	nosotros	asumimos	la	responsabilidad	de	batallar
esta	 guerra	 en	 nuestra	 propia	 fuerza	 y	 con	 nuestra	 propia	 sabiduría,	 por	 eso
sudamos	y	lloramos	más	de	lo	que	deberíamos.
Sin	 embargo,	 tenemos	 un	 Campeón	 que	 ya	 ha	 estudiado	 cada	 jugada	 del
tablero.	Él	sabe	lo	que	necesitamos	hacer	para	terminar	bien	este	partido.	Es	hora
de	poner	en	práctica	las	estrategias	de	Dios	para	la	victoria	en	la	guerra	espiritual
y	hacer	que	el	diablo	y	sus	demonios	sean	los	que	suden	y	lloren.
¿Qué	dice?	¿Está	listo	para	ver	algunas	cintas	de	juego?	Démosles	un	vistazo
y	avancemos	en	la	victoria.
2
LA	OPOSICIÓN	EN	LA	BATALLA
El	apóstol	Pablo	nos	muestra	un	video	del	juego	de	Satanás	cuando	escribe	en
un	 pasaje	 que	mencionamos	 en	 el	 capítulo	 1:	 “Por	 lo	 demás,	 hermanos	míos,
manténganse	firmes	en	el	Señor	y	en	el	poder	de	su	fuerza.	Revístanse	de	toda	la
armadura	de	Dios,	para	que	puedan	hacer	frente	a	las	asechanzas	del	diablo”	(Ef.
6:10-11,	 RVC).	 La	 palabra	 “asechanzas”	 significa	 simplemente	 “estrategias
engañosas”.	 La	 estrategia	 principal	 de	 Satanás,	 que	 lleva	 a	 cabo	 de	 varias
maneras,	es	engañar.	Él	es	un	mago	por	excelencia,	que	no	solo	se	vale	de	humo
y	espejos,	sino	también	de	prestidigitación.
De	hecho,	leemos	en	Génesis	capítulo	3	que	cuando	Adán	y	Eva	estaban	en
el	huerto,	Satanás	se	presentó	ante	ellos	en	forma	de	una	serpiente.	La	serpiente
era	el	más	engañoso	de	todos	los	animales	que	Dios	había	creado	(v.	1).
La	razón	por	la	que	Satanás	tomó	forma	de	una	serpiente	es	porque	él	y	sus
demonios	 operan	 mejor	 cuando	 hay	 una	 presencia	 física	 a	 través	 de	 la	 cual
actuar.	 Recuerde	 este	 principio:	 Dado	 que	 la	 guerra	 espiritual	 se	 libra	 en	 los
lugares	 celestiales,	 nuestro	 enemigo	 es	 muy	 hábil	 para	 buscar	 vehículos
disponibles	 en	 el	 reino	 físico	 mediante	 los	 cuales	 influenciar,	 manipular	 y
engañar.
Satanás	 puede	 presentarse	 delante	 de	 usted	 incluso	 de	 una	 manera
insospechable.	Pablo	nos	dice	en	2	Corintios	11:14:	“Y	no	es	maravilla,	porque
el	mismo	Satanás	se	disfraza	como	ángel	de	luz”.	Esto	agrega	otra	dimensión	a
los	problemas	que	enfrentamos	y	contra	los	que	batallamos	en	el	reino	espiritual,
porque	 no	 existen	 solo	 en	 el	 reino	 espiritual	 invisible;	 también	 existen	 en	 el
vehículo,	 a	 menudo	 impensado,	 que	 Satanás	 usa	 para	 presentarse	 delante	 de
usted	 en	 el	 reino	 físico,	 entre	 los	 que	 se	 incluyen	 usted	mismo:	 su	mente,	 su
voluntad,	sus	emociones	y	su	cuerpo.
La	agenda	de	Satanás
Así	 como	Dios	 tiene	 una	 agenda	 del	 reino	 que	 abarca	 su	 dominio	 integral
sobre	cada	ámbito	de	la	vida,	Satanás	también	tiene	una	agenda.*	Satanás	usa	el
engaño	a	fin	de	cumplir	con	su	agenda	de	poner	al	mundo	bajo	su	influencia	y
control.	 Además,	 intenta	 que	 los	 cristianos	 seamos	 ineficaces	 en	 las	 batallas
espirituales	 que	 se	 libran	 a	 nuestro	 alrededor,	 para	 mitigar	 la	 gloria	 que	 los
creyentes	 le	 dan	 a	 Dios.	 Satanás	 intenta	 cumplir	 su	 agenda	 y	 penetrar
intencionalmente	 en	 los	mismos	 cuatro	 reinos	 a	 través	 de	 los	 cuales	 el	 Señor
obra	para	manifestar	su	gloria:	el	individuo,	la	familia,	la	iglesia	y	la	sociedad.
El	individuo
Las	 Escrituras	 aclaran	 para	 quiénes	 son	 las	 asechanzas	 de	 Satanás.	 En	 1
Pedro	 5:8	 leemos:	 “¡Estén	 alerta!	 Cuídense	 de	 su	 gran	 enemigo,	 el	 diablo,
porque	anda	al	acecho	como	un	león	rugiente,	buscando	a	quién	devorar”	(NTV).
Para	decirlo	de	otra	manera:	Satanás	 le	está	persiguiendo.	No	importa	quién	es
usted,	 qué	 estatus	 tiene,	 cuánto	 gana,	 cuán	 exitoso	 es	 o	 si	 es	 famoso,	 Satanás
quiere	subyugarlo.	Lo	que	es	peor:	ha	tenido	mucho	éxito	en	sus	asechanzas	para
lograrlo.
De	hecho,	si	observamos	detenidamente	entre	los	círculos	cristianos	de	hoy,
encontraremos	muchos	hermanos	y	hermanas	que	son	prisioneros	de	guerra	en
campamentos	 dirigidos	 por	 demonios.	 Satanás	 los	 ha	 subyugado	 en	 ámbitos
como	las	drogas,	el	alcohol,	las	relaciones,	el	sexo,	la	amargura,	la	desesperanza,
el	desaliento,	la	baja	autoestima,	la	depresión,	la	arrogancia	y	la	codependencia.
Los	 psicólogos	 tienen	 nombres	 elegantes	 para	 todas	 estas	 cosas	 y	 otras,	 pero
básicamente	lo	que	Satanás	ha	hecho	es	transformar	un	hijo	del	Rey,	comprado
con	sangre	y	vencedor,	en	un	prisionero	de	guerra	cautivo	de	 inestabilidades	y
desequilibrios	mentales.	 Si	 Satanás	 puede	 inutilizar	 o	 destruir	 a	 un	 individuo,
estará	mucho	más	cerca	de	inutilizar	familias,	iglesias	y	sociedades.
La	familia
El	segundo	reino	que	Satanás	busca	penetrar	es	la	familia.	Vimos	esto	desde
el	principio	cuando	tentó	a	Eva,	y	luego	Eva	tentó	a	Adán,	y	de	ese	modo	puso	a
toda	la	familia	bajo	la	autoridad	del	infierno.	Además	lo	vimos	cuando	hombres
endemoniados	tuvieron	relaciones	con	mujeres	de	la	tierra	y	dieron	origen	a	una
generación	 de	 rebeldes	 (véase	 Gn.	 6).	 Satanás	 ha	 atacado	 en	 infinidad	 de
maneras	a	la	familia	en	la	Biblia	y	a	lo	largo	de	la	historia.
¿Por	qué	es	tan	importante	la	familia	para	Satanás?	Porque	en	Génesis	3:15
aprendemos	que	Dios	usará	la	semilla	de	la	humanidad	para	herir	a	Satanás	en	la
batalla.	La	batalla	espiritual	será	librada	por	la	descendencia.	Esta	es	una	de	las
razones	 por	 las	 que,	 en	 Génesis1:28,	 Dios	 les	 dijo	 a	 los	 cristianos:
“¡Reprodúzcanse,	multiplíquense,	y	llenen	la	tierra!	¡Domínenla!”	(RVC).
Satanás	quiere	destruirle	como	individuo,	pero	quiere	incluso	más	destruir	su
familia.	Si	él	puede	destruir	 su	 familia,	puede	hacer	más	daño	que	destruir	 tan
solo	 la	 presente	 generación.	 Al	 destruir	 su	 familia,	 aumenta	 el	 potencial	 de
destruir	 futuras	 generaciones.	 Si	 él	 puede	 alcanzar	 a	 sus	 hijos	 antes	 que	 usted
tenga	 la	 oportunidad	 de	 formarlos,	 influenciarlos,	 encaminarlos	 y	 guiarlos
correctamente,	 él	 no	 solo	 tendrá	 influencia	 sobre	 su	hogar,	 sino	 también	 sobre
los	 futuros	 hogares	 de	 sus	 hijos.	 Si	 ellos	 ceden	 a	 las	 fortalezas	 en	 sus	 vidas,
estarán	 menos	 preparados	 para	 criar	 a	 sus	 hijos	 y	 enseñarles	 a	 vivir	 en
obediencia	a	Cristo.	Si	 sus	hijos	no	pueden	criar	a	 sus	propios	hijos	 según	 los
principios	de	Dios,	entonces	esos	hijos	estarán	aun	menos	preparados	para	criar
bien	a	sus	hijos.	Y	el	ciclo	se	repetirá	durante	varias	generaciones.
La	 tragedia	de	hoy	día	es	que	muchos	cristianos	piensan	que	pelean	contra
seres	de	carne	y	hueso	en	sus	problemas	con	su	matrimonio	y	sus	hijos,	en	vez
de	 darse	 cuenta	 de	 que	 Satanás	 tiene	 una	 agenda	 para	 destruir	 su	 hogar.
Cualquiera	que	controle	la	familia,	controla	el	futuro.
La	iglesia
El	tercer	reino	que	Satanás	ataca	es	la	iglesia.	Él	lo	hace	al	manipular	y	sacar
provecho	de	las	debilidades	y	preferencias	de	la	personalidad	a	fin	de	promover
división,	 legalismo	 y	 otras	 cosas.	 Satanás	 quiere	 dividir	 la	 familia	 de	 Dios,
porque	 entiende	 algo	 que	 muchos	 cristianos	 no	 entienden:	 la	 obra	 y	 la
intervención	de	Dios	se	ven	grandemente	limitadas	en	un	contexto	de	desunión.
Debe	haber	armonía,	manifestada	a	través	de	una	genuina	y	auténtica	humildad	y
un	amor	bíblicamente	definido,	a	fin	de	ser	testigos	de	la	total	manifestación	de
la	presencia	y	el	poder	de	Dios.
Si	 Satanás	 puede	 dividir	 el	 cuerpo	 de	 Cristo	 entre	 clases,	 color	 de	 piel,
género	 y	 rasgos	 de	 personalidad,	 puede	 engañar	 a	 todas	 las	 iglesias	 para	 que
tomen	 decisiones	 gubernamentales	 y	 funcionales	 basadas	 en	 la	 parcialidad
personal	más	que	en	los	puntos	de	vista	de	Dios.
La	comunión	en	el	cuerpo	de	Cristo	está	basada	en	nuestra	lealtad	a	Cristo.
Él	es	nuestro	estandarte.	Puede	que	tengamos	diferentes	preferencias	de	música,
adoración	o	enseñanza,	o	puede	que	incluso	haya	diferentes	idiosincrasias	entre
varias	 ramas	 de	 la	 fe,	 pero	 nuestro	 factor	 unificador	 es	 Jesucristo:	 su	muerte,
sepultura	 y	 resurrección.	 Por	 eso	 Dios	 nos	 dice	 en	 Efesios	 4:3	 que	 debemos
“guardar	 la	 unidad”	 dentro	 del	 cuerpo	 de	 Cristo.	 Satanás	 busca	 dividirnos,
porque	al	hacerlo,	disminuye	nuestro	efecto	en	el	avance	del	reino	de	Dios.
La	sociedad
El	 cuarto	 reino	 que	 Satanás	 tiene	 en	 su	 punto	 de	mira	 es	 la	 sociedad.	 En
Daniel	capítulo	10,	vemos	que	Satanás	está	detrás	de	los	gobernantes	de	la	tierra.
Él	está	detrás	de	los	Hitler,	Mussolini,	Idi	Amin	y	un	sinfín	de	otros	gobernantes
que	 han	 causado	 estragos	 en	 personas	 inocentes	 a	 su	 alrededor.	 Satanás	 se
esfuerza	 a	menudo	 por	 provocarlos,	 concederles	 poderes	 y	 permitirles	 destruir
naciones	y	pueblos	enteros.
Cuando	 el	 pecado	 entró	 al	 mundo,	 corrompió	 no	 solo	 a	 individuos,	 sino
además	 a	 las	 instituciones	 humanas	 que	 constituyen	 las	 sociedades.	 Satanás
busca	capitalizar	esta	corrupción	hasta	el	grado	de	hacer	que	 las	 sociedades	se
conviertan	en	entidades	que	opriman	la	libertad	y	la	oportunidad	personal	en	vez
de	 servir	 como	 instrumentos,	 según	 el	 designio	 de	 Dios,	 para	 promover	 la
justicia	bíblica.	La	Biblia	aclara	que	Dios	ha	hecho	distintos	acuerdos,	o	pactos,
por	 los	 cuales	 trabaja.	 Él	 obra	 con	 los	 individuos,	 la	 familia,	 la	 iglesia	 y	 el
gobierno.	Todo	ha	sido	creado	por	Dios	y	ha	de	ser	influenciado	por	Dios.
Cuando	 usted	 sabe	 que	 la	 agenda	 de	 Satanás	 comprende	 subyugar
individuos,	familias,	iglesias	y	finalmente	la	sociedad	en	sentido	general,	puede
entender	la	naturaleza	compleja	de	la	batalla	espiritual	en	la	que	estamos.	Hasta
que	rastreemos	el	origen	del	estado	de	los	individuos,	la	familia,	 la	iglesia	y	la
sociedad	como	prisioneros	de	guerra,	Satanás	nos	tendrá	derrotados	en	el	cuerpo
de	Cristo,	porque	estamos	 luchando	contra	 seres	de	carne	y	hueso	y	no	contra
principados,	 potestades,	 gobernadores	 de	 las	 tinieblas	 de	 este	 siglo,	 huestes
espirituales	de	maldad	en	las	regiones	celestes.
La	estrategia	de	Satanás
Igual	que	un	excelente	 comandante	militar	o	 entrenador	deportivo,	Satanás
tiene	 una	 estrategia—un	 plan	 de	 juego—para	 cumplir	 con	 su	 agenda.	 Su
estrategia	 consta	 de	muchas	 partes,	 y	 antes	 de	 profundizar	 en	 lo	 que	 debemos
hacer	para	prepararnos	para	la	batalla,	quiero	que	veamos	el	método	estratégico
de	Satanás.
Una	 de	 las	 principales	 artimañas	 del	 diablo	 es	 impedirle	 ver	 la	 bondad	 de
Dios.	 Así	 como	 hizo	 con	 Eva	 en	 el	 huerto,	 Satanás	 intenta	 hacer	 que	 usted
cuestione	el	valor	de	todos	los	árboles	que	Dios	ha	provisto	y	que	se	enfoque	en
el	árbol	que	Él	le	dijo	que	evitara.	Satanás	quiere	que	usted	se	queje	de	lo	que	no
tiene	y	que	pierda	de	vista	aquello	que	Dios	le	ha	dado.	Sin	embargo,	Dios	nos
enseña	cómo	contrarrestar	esta	artimaña	en	Filipenses	4:6-8:
No	 se	 preocupen	 por	 nada.	 Que	 sus	 peticiones	 sean	 conocidas	 delante	 de
Dios	en	toda	oración	y	ruego,	con	acción	de	gracias.	Y	que	la	paz	de	Dios,
que	sobrepasa	todo	entendimiento,	guarde	sus	corazones	y	sus	pensamientos
en	 Cristo	 Jesús.	 Por	 lo	 demás,	 hermanos,	 piensen	 en	 todo	 lo	 que	 es
verdadero,	en	todo	lo	honesto,	en	todo	lo	justo,	en	todo	lo	puro,	en	todo	lo
amable,	en	todo	lo	que	es	digno	de	alabanza;	si	hay	en	ello	alguna	virtud,	si
hay	algo	que	admirar,	piensen	en	ello	(RVC).
Dios	 nos	 dice	 que	 comencemos	 por	 alabarlo	 y	 darle	 gracias	 por	 todas	 las
cosas	que	nos	ha	dado.	Él	quiere	que	comencemos	por	darle	gracias	por	todo	lo
que	 ha	 hecho	 y	 que	 pensemos	 en	 su	 bondad;	 no	 solo	 para	 con	 nuestra	 propia
vida,	sino	también	para	con	el	mundo	que	nos	rodea.
Satanás	 intenta	 hacer	 que	 dejemos	 de	 enfocarnos	 en	 la	 bondad	 de	 Dios,
porque	él	sabe	que	la	única	manera	de	derrotarnos	es	por	medio	del	engaño.	La
verdad	existe	dentro	de	la	bondad	de	Dios,	y	siempre	que	la	verdad	de	Dios	está
presente,	la	capacidad	de	Satanás	de	engañar	disminuye.
Tenga	 en	 cuenta	 al	 hacer	 frente	 a	 las	 artimañas	 de	 engaño	 de	 Satanás	 que
usted	no	puede	pelear	contra	él	solo,	con	sus	propios	métodos	o	incluso	con	sus
propios	pensamientos.	Es	 la	Palabra	de	Dios—su	verdad—la	que	 triunfa	 sobre
Satanás.	 No	 usted.	 Satanás	 tiene	 una	 superioridad	 constitucional	 sobre	 cada
hombre	 y	 cada	 mujer,	 porque	 es	 un	 ser	 espiritual.	 No	 está	 atado	 por	 las
limitaciones	 de	 un	 cuerpo	de	 carne	 y	 hueso.	 Por	 consiguiente,	 usted	 no	 puede
competir	con	él	al	nivel	de	su	engaño.	Él	es	un	experto	camaleón.
De	hecho,	Satanás	es	un	camaleón	tan	experto	que	raras	veces	lo	encontrará
pavoneándose	vestido	con	un	traje	rojo	y	un	 tridente.	Eso	es	demasiado	obvio.
Su	artimaña	es	engañarlo.	Él	no	quiere	que	usted	vea	cómo	es	en	verdad.	Él	no
está	 simplemente	 pasando	 el	 rato	 en	 la	 Primera	 Iglesia	 de	 Satanás.	 Él	 está
obsesionado	por	encontrar	la	manera	de	infiltrarse	en	la	Primera	Iglesia	Bautista,
la	Primera	Iglesia	Metodista	o	la	Primera	Iglesia	Bíblica	de	cualquier	ciudad.
No	hace	mucho,	me	 senté	después	de	un	día	 largo	para	 relajarme	 frente	al
televisor.	En	una	de	las	estaciones,	estaban	emitiendo	una	antigua	serie	popular
llamada	Rumbo	a	lo	desconocido.	Ya	había	visto	esta	serie	anteriormente,	pero
esta	vez	me	llamó	la	atención.	Pude	ver	una	clara	similitud	entre	lo	que	estaban
emitiendo	por	televisión	y	lo	que	Satanás	a	menudo	hace	en	nuestra	vida.
La	serie	cuenta	la	historia	de	una	nave	que	se	había	estrellado	enun	entorno
extraterrestre.	Uno	de	los	prisioneros	humanos	fue	tomado	cautivo	e	interrogado
brutalmente.	 Al	 ver	 que	 no	 daba	 ninguna	 información,	 los	 extraterrestres
intentaron	 otro	 método.	 Enviaron	 a	 una	 hermosa	 joven	 a	 la	 habitación	 de	 él
como	 prisionera	 también.	 A	medida	 que	 las	 semanas	 pasaban,	 los	 prisioneros
hablaban	y	se	contaban	secretos	uno	al	otro.
Después	de	un	tiempo,	a	la	mujer	comenzaron	a	salirle	escamas	cada	vez	que
la	 llevaban	 para	 interrogarla	 y	 la	 regresaban	 a	 la	 celda.	 El	 hombre	 estaba
preocupado	por	ella	y	 le	preguntó	qué	 le	hacían	cuando	se	 la	 llevaban.	Ella	 le
dijo	que	le	inyectaban	algo	que	la	estaba	convirtiendo	en	una	de	ellos.
Finalmente,	 ella	 se	 llenó	 completamente	 de	 escamas	 hasta	 parecerse	 a	 las
criaturas	extraterrestres	que	la	interrogaban	día	tras	día.	En	ese	momento,	fueron
a	 buscarla	 para	 llevársela	 para	 siempre.	 Pero	 ella	 ya	 había	 recopilado	 toda	 la
información	 que	 necesitaban	 extraer	 de	 aquel	 hombre.	 Cuando	 ella	 se	 estaba
yendo,	el	hombre	le	dijo:
—Has	cambiado	completamente.
Ella	se	detuvo,	se	giró	para	mirarlo	y	le	respondió:
—No,	he	vuelto	a	ser	la	que	era.	Siempre	fui	así.	Hicieron	que	me	pareciera	a
ti	 para	 sacarte	 información.	Ahora	 que	 la	 tengo,	 puedo	 volver	 a	 ser	 quien	 soy
realmente.
El	diablo	es	igual.	Él	se	acerca	a	nosotros	como	un	ángel	de	luz	de	maneras
que	raras	veces	reconocemos,	para	robarnos	lo	que	Dios	tiene	para	cada	uno	de
nosotros.	Sin	embargo,	una	vez	que	él	 logra	su	cometido,	nosotros	terminamos
por	verlo	como	realmente	es.
Las	cuatro	etapas	de	la	estrategia
El	deseo
La	estrategia	de	Satanás	para	la	guerra	espiritual	consta	de	cuatro	etapas.	La
primera	 etapa	 comienza	 con	 el	 deseo.	 Un	 término	 común	 que	 a	 menudo
asociamos	con	deseo	es	la	palabra	“pasión”.	La	pasión	no	necesariamente	es	una
palabra	 mala,	 ni	 es	 negativo	 tener	 deseos.	 El	 deseo	 legítimo	 nos	 motiva	 en
nuestra	 vida	 y	 nos	 brinda	 una	 vía	 por	medio	 de	 la	 cual	 obtener	 satisfacción	 y
deleite.	 Sin	 embargo,	 cuando	 el	 deseo	 o	 la	 pasión	 se	 manifiestan	 por	 medios
ilegítimos,	se	convierten	en	tentación,	la	cual	da	lugar	al	pecado
El	deseo	de	comida	es	bueno;	la	glotonería	es	un	pecado.	El	deseo	de	sexo	es
bueno;	la	inmoralidad	es	un	pecado.	El	deseo	de	dormir	es	bueno;	la	pereza	es	un
pecado.	El	punto	estratégico	inicial	de	Satanás	en	nuestra	vida	es	aprovecharse
de	un	deseo	legítimo	que	Dios	nos	ha	dado	y	corromperlo	en	algo	ilegítimo.	Él
sabe	 que	 el	 deseo	 no	 puede	 evitarse	 o	 ignorarse;	 Dios	 lo	 ha	 implantado	 en
nosotros.	Pero	Satanás	trata	de	distorsionar	ese	deseo	al	influenciar	la	manera	de
controlarlo	 y	 usarlo.	 Básicamente,	 él	 quiere	 que	 el	 deseo	 se	 adueñe	 de	 usted
antes	de	que	usted	se	adueñe	del	deseo.
El	engaño
La	segunda	etapa	en	la	estrategia	de	Satanás	es	el	uso	del	engaño.	Una	muy
buena	ilustración	de	esto	es	cómo	se	dispone	el	pescador	para	atrapar	un	pez.	Si
el	pescador	pusiera	solo	un	anzuelo	sin	carnada	en	el	agua,	tendría	que	esperar
mucho	tiempo	antes	que	algo	picara	su	anzuelo.	Es	más,	es	poco	probable	que	un
pez	muerda	el	anzuelo.	En	cambio,	lo	que	el	pescador	hace	es	poner	una	lombriz
en	 el	 anzuelo	 para	 engañar	 al	 pez	 y	 hacerle	 pensar	 que	 está	 por	 comer	 una
sabrosa	comida.
Del	mismo	modo,	 Satanás	 tampoco	 nos	 lanza	 un	 anzuelo	 sin	 carnada.	 No
hace	 propaganda	 en	 la	 taberna	 del	 vecindario	 diciendo:	 “Vengan	 aquí	 y
emborráchense,	vuélvanse	adictos	a	las	drogas	o	al	alcohol,	pierdan	a	su	familia,
conduzcan	a	sus	hijos	al	alcoholismo	y	echen	a	perder	su	futuro”.	Antes	bien,	lo
que	 Satanás	 hace	 podría	 decirse	 que	 es	 la	 técnica	 de	 “colocar	 un	 pie	 en	 la
puerta”.	 Esta	 era	 una	 técnica	 común	 para	 los	 vendedores	 ambulantes.	 Ellos
entendieron	 que	 si	 podían	 hacer	 que	 sus	 potenciales	 clientes	 les	 permitieran
poner	un	pie	en	la	puerta	y	hablar	de	algo	no	relacionado	con	la	venta,	era	muy
probable	que	también	hicieran	la	venta.	A	tal	efecto,	distraían	la	atención	de	sus
posibles	clientes	hacia	otra	cosa.
Del	 mismo	 modo,	 Satanás	 intenta	 que	 los	 creyentes	 le	 dejen	 entrar	 a	 sus
vidas	poco	a	poco.	Primero	es	un	pie	en	la	puerta;	tal	vez	sea	una	película	que	no
deberían	 haber	mirado,	 una	 conversación	 que	 no	 deberían	 haber	 tenido	 o	 una
relación	 que	 no	 deberían	 haberse	 replanteado.	 Al	 principio	 parece	 inofensivo.
Pero	a	medida	que	Satanás	se	va	infiltrando,	es	más	fácil	pasar	al	próximo	nivel
y	comprar	lo	que	él	vende.
Satanás	hace	esto	básicamente	al	sembrar	una	idea	ilegítima	o	pecaminosa	en
nuestra	mente,	como	hizo	con	David:	“Pero	Satanás	 se	 levantó	contra	 Israel,	 e
incitó	 a	 David	 a	 que	 hiciese	 censo	 de	 Israel”	 (1	 Cr.	 21:1).	 En	 ese	 momento,
David	pensaba	que	no	necesitaba	a	Dios	y	que	él	solo	podía	cuidar	de	su	ejército.
Como	 resultado,	 desobedeció	 las	 instrucciones	 de	 Dios,	 y	 70.000	 personas
perdieron	sus	vidas.	Todo	aquello	que	controle	nuestra	mente	controlará	nuestras
acciones.
La	desobediencia
La	 tercera	 etapa	 en	 la	 estrategia	 de	 Satanás	 es	 la	 desobediencia.	 El	 deseo
conduce	al	engaño,	el	cual	 luego	conduce	a	 la	desobediencia.	La	primera	parte
de	 Santiago	 1:15	 dice:	 “Luego,	 cuando	 el	 deseo	 ha	 concebido,	 engendra	 el
pecado”	 (NVI).	 El	 deseo	 no	 es	 pecado.	 El	 pecado	 es	 la	 aplicación	 y	 ubicación
ilegítima	del	deseo.	Por	ejemplo,	cuando	un	niño	toma	una	decisión,	a	menudo
está	basada	en	sus	sentimientos	y	deseos.	El	niño	tiene	ganas	de	jugar,	mirar	TV,
comer,	correr	o	algo	por	el	estilo.	El	niño	dice:	“Quiero	eso”	o	“No	quiero	eso”.
Si	no	tiene	control	sobre	el	deseo,	este	puede	terminar	por	dominar	las	acciones
del	niño	en	forma	de	desobediencia.	Sin	embargo,	cuando	el	niño	madura	y	llega
a	 ser	 adulto,	 el	 proceso	de	madurez	 lo	 lleva	 a	 comenzar	 a	 actuar	basado	en	 la
voluntad.	Puede	que	no	tenga	ganas	de	levantarse	e	ir	a	trabajar,	pero	dado	que
es	una	responsabilidad,	se	levanta	y	va	a	trabajar.
La	vida	cristiana	victoriosa	tiene	lugar	cuando	la	presencia	del	Espíritu	Santo
es	 libre	 para	 controlar—a	 través	 de	 nuestro	 espíritu—nuestros	 sentimientos,
emociones	 y	 deseos.	 No	 por	 ello	 tenemos	 que	 negar	 nuestros	 sentimientos.
Somos	 seres	 humanos,	 y	 las	 emociones	 son	 muy	 reales.	 Pero	 la	 forma	 de
expresarlas	 debe	 colocarse	 bajo	 el	 control	 del	 Espíritu,	 o	 podemos	 correr	 el
riesgo	 de	 dejar	 que	 Satanás	 use	 nuestras	 emociones	 inestables	 y	 nos	 empuje
directamente	a	pecar.
Filipenses	2:13	dice:	“Porque	Dios	es	el	que	produce	en	ustedes	lo	mismo	el
querer	 como	 el	 hacer,	 por	 su	 buena	 voluntad”	 (RVC).	 La	 victoria	 en	 la	 guerra
espiritual	 implica	 intimidad	 e	 identificación	 con	 Jesucristo,	 a	 tal	 grado	 que	 su
voluntad	 se	 revele	 como	 una	 fuerza	 dominante	 sobre	 nuestra	 propia	 voluntad.
Esa	 es	 la	 diferencia	 entre	 victoria	 y	 derrota.	 Solo	 cuando	 la	 voluntad	 de	Dios
dirige	nuestra	vida,	estamos	dotados	con	el	poder	para	hacer	lo	que	Él	quiere	que
hagamos.	Dios	promete	darnos	su	poder,	siempre	y	cuando	nuestra	voluntad	se
ponga	 en	 línea	 con	 la	 suya.	 Pero	 para	 esto	 es	 necesario	 tener	 fe	 en	Dios	 y	 su
Palabra.	Lo	opuesto	a	la	fe	no	es	la	duda.	Lo	opuesto	a	la	fe	es	la	desobediencia.
La	muerte
La	 intención	 de	 Satanás	 en	 la	 guerra	 espiritual	 es	 hacer	 que	 perdamos	 de
vista	 la	 bondad	 de	 Dios	 y	 así	 llevarnos	 por	 el	 camino	 de	 la	 destrucción.	 En
Santiago	1:15	aprendimos	que	el	deseo,	después	que	ha	concebido,	da	a	 luz	el
pecado.	La	segunda	parte	del	versículo	dice:	“y	el	pecado,	una	vez	que	ha	sido
consumado,	 da	 a	 luz	 la	 muerte”	 (NVI).	 El	 pecado	 produce	 muerte	 de	 varias
maneras,	 todas	 las	 cuales	 disminuyen	 nuestra	 capacidad	 de	 experimentar	 la
promesa	de	vida	abundante	de	Dios.	Esta	muerte	puede	aparecer	como	la	muerte
de	 un	 sueño,	 una	 relación,	 una	 carrera,	 una	 virtud	 o	 un	 sinnúmero	 de	 cosas.
Sobretodo,	 el	 pecado	 produce	 la	muerte	 de	 la	 plenitud	 de	 nuestro	 espíritu	 al
romperse	nuestra	comunión	con	Dios.
Cuando	 nuestra	 comunión	 con	Dios	 se	 quiebra,	 nos	 volvemos	 inoperantes
como	creyentes	diseñados	para	experimentar	a	Dios	y	glorificarlo	en	todo	lo	que
hacemos.	Como	vimos	anteriormente,	 la	meta	de	Satanás	es	hacer	que	 seamos
inoperantes.	Para	ello,	su	estrategia	es	tomar	un	deseo	legítimo	y	desviarlo	por	el
sendero	del	pecado.	Muchas	veces,	la	muerte	de	nuestras	relaciones,	esperanzas,
carreras,	 familias	 u	 otros	 ámbitos	 provocarán	 pensamientos	 depresivos	 y
desaliento.	 La	 depresión	 y	 el	 desaliento	 son	 objetivos	 de	 Satanás,	 porque	 él
quiere	que	nuestra	vida	esté	vacía	de	la	abundancia	que	Jesús	nos	ha	prometido.
Como	 resultado,	 a	menudo	cuestionamos	a	Dios	y	 sus	promesas.	No	 solo	eso,
sino	 que	 cuando	 nos	 sentimos	 infelices	 en	 la	 vida,	 muchas	 veces	 estamos
demasiado	abatidos	también	para	darle	la	gloria	a	Dios	y	hablarles	a	otros	de	Él.
De	 hecho,	 muchos	 incluso	 terminan	 por	 culpar	 a	 Dios	 por	 la	 infelicidad	 que
experimentan.
Con	el	tiempo,	Satanás	entrena	a	los	engañados	para	que	se	conviertan	ellos
mismos	 en	 engañadores	 (véase	 2	 Ti.	 3:13).	 Él	 transforma	 a	 las	 personas	 en
“evangelistas	 del	 engaño”,	 que	 con	 rapidez	 y	 eficacia	 propaguen	 sus	mentiras
entre	nosotros.
Dado	 que	 Satanás	 no	 tiene	 el	 poder	 de	 crear,	 tiene	 que	 maximizar	 el
potencial	 del	 engaño.	 Él	 ha	 transformado	 el	 engaño	 en	 una	 forma	 de	 arte.	De
hecho,	su	habilidad	para	engañar	a	la	humanidad	un	día	será	tan	poderosa,	que	el
anticristo	 se	 sentará	 en	 el	 templo	 como	 si	 fuera	 dios,	 y	 las	 personas	 creerán
verdaderamente	que	es	dios.
Rendirse	ante	el	infierno
La	 agenda	 de	Satanás	 y	 su	 estrategia	 son	muy	 amplias,	 pero	 hay	 algo	 que
usted	 y	 yo	 necesitamos	 saber	 de	 ambas:	 Ya	 han	 sido	 derrotadas.	 De	 hecho,
Satanás	 y	 sus	 subordinados	 ya	 han	 perdido	 su	 batalla.	 Cualquier	 avance	 que
hagan	en	su	vida	o	en	esta	tierra	es	porque	se	les	ha	dado	permiso	para	hacerlo.
El	único	poder	que	tienen	es	el	poder	que	se	les	concede.	Satanás	pudo	obtener
acceso	para	dominar	el	planeta	Tierra	solo	porque	Adán	y	Eva	le	dieron	permiso
para	hacerlo.	Básicamente,	los	demonios	necesitan	nuestro	permiso	para	desatar
el	infierno	sobre	nosotros.
Si	en	su	vida	se	ha	soltado	el	infierno,	es	porque	le	ha	dado	permiso.	Puede
que	le	haya	dicho	al	infierno—ya	sea	por	medio	del	pecado	o	las	circunstancias
—que	usted	estaba	dispuesto	a	rendirse.	Puede	que	le	haya	dicho	algo	parecido	a
lo	siguiente:
•	“Infierno,	está	bien,	domina	mi	mente.	Está	bien,	domina	mis	emociones.
Está	bien,	domina	mi	voluntad	o	mi	cuerpo”.
•	“Te	doy	permiso	para	decirme	que	en	realidad	no	soy	varón,	aunque	nací
varón”.
•	“Te	doy	permiso	para	decirme	que	en	realidad	no	soy	mujer,	aunque	nací
mujer”.
•	“Te	doy	permiso	para	decirme	que	quiero	drogas,	necesito	drogas	y	no
puedo	parar	de	consumir	drogas”.
•	“Te	doy	permiso	para	que	me	digas	que	necesito	alcohol,	no	puedo	vivir	sin
alcohol	y	no	puedo	dormir	sin	beber	alcohol”.
•	“Te	doy	permiso	para	que	me	digas	que	debería	despertarme	deprimido,
estar	deprimido	e	irme	a	dormir	deprimido”.
•	“Te	doy	permiso	para	que	me	digas	que	no	puedo	controlar	mi	enojo,	mis
gastos	o	mis	deseos;	que	nadie	me	ama	o	que	nunca	lograré	nada
importante	en	la	vida”.
La	 lista	 de	 cosas	 que	 permitimos	 que	 Satanás	 nos	 diga	 es	 interminable.
Desde	 luego,	 algunas	 pueden	 estar	 relacionadas	 con	 desórdenes	 químicos	 o
biológicos,	 pero	 mucho	 de	 lo	 que	 en	 la	 actualidad	 incluso	 llamamos
“enfermedades	 mentales”,	 en	 realidad	 la	 causan	 demonios	 que	 han	 estado
recibiendo	permiso	para	desestabilizar	a	alguien	mentalmente.
Después	de	más	de	treinta	y	cinco	años	de	trabajar	con	individuos	que	pasan
dificultades	 en	 sus	 vidas,	 como	 pastor	 y	 consejero,	 estoy	 convencido	 de	 que
mucho	de	lo	que	etiquetamos	o	tratamos	de	aliviar	con	drogas	es	simplemente	el
resultado	 de	 que	 Satanás	 se	 salió	 con	 la	 suya.	 No	 estoy	 diciendo	 que	 los
componentes	 físicos	 no	 sean	 reales,	 sino	 que	 a	 menudo	 son	 inducidos	 y
motivados	por	demonios	a	los	que	se	les	ha	permitido	moverse	libremente.
Satanás	 actúa	 por	 consentimiento	 y	 cooperación.	 Actúa	 mediante	 la	 sutil
transformación	 de	 puntos	 de	 vista,	 creencias	 y	 patrones	 de	 pensamientos	 del
individuo,	la	familia,	la	iglesia	o	la	sociedad	que	intenta	alcanzar.	Una	vez	que	se
aceptan	 esas	 artimañas,	 se	 le	 da	 mayor	 permiso	 de	 entrar.	 Así	 como	 las
cucarachas,	a	las	que	se	les	permite	estar	en	una	cocina	sucia,	los	demonios	que
han	hecho	campamento	son	difíciles	de	ahuyentar.
A	 menudo	 he	 escuchado	 decir	 que	 algunas	 personas	 son	 demasiado
conscientes	de	los	demonios.	Tal	vez	usted	sienta	que	es	así.	Tal	vez	este	sea	el
primer	 libro	 que	 esté	 leyendo	 sobre	 guerra	 espiritual,	 porque	 piensa	 que	 las
personas	a	veces	dan	demasiada	importancia	a	los	demonios	y	al	reino	espiritual.
Pero	eso	es	exactamente	lo	que	Satanás	quiere	que	usted	crea.	Mientras	él	pueda
hacer	 que	 usted	 se	 enfoque	 en	 las	 manifestaciones	 físicas	 y	 no	 en	 la	 raíz
espiritual,	 siempre	 estará	 peleando	 la	 batalla	 equivocada.	 Es	 difícil	 ganar	 una
guerra	cuando	usted	ni	siquiera	sabe	dónde	luchar.
El	principio	fundamental	para	una	vida	de	victoria	total	es	este:	No	luchamos
contra	seres	de	carne	y	hueso.	Mientras	pensemos	que	las	personas	son	nuestro
problema,	nos	centraremos	siempre	en	ellas,	sin	tratar	con	la	raíz	del	problema
en	su	totalidad.	Si	uno	de	nosotros	pensara	más	en	el	mundo	espiritual	y	menos
en	 las	 personas,	 más	 de	 nosotros	 mantendríamos	 la	 cordura.	 Pero	 cuando	 la
mente	 se	 divide—al	 pelear	 con	 esta	 persona,	 aquella	 dificultad	 o	 aquel	 otro
asunto—,	parece	perder	totalmente	la	razón.
Las	personas	son	reales.	Los	problemas	son	reales.	Los	problemas	de	salud
son	reales.	Las	dificultades	son	reales.	Los	conflictos	son	reales.	Las	fortalezas
son	reales.	Solo	que	no	son	la	raíz	del	problema.
La	misión	de	Satanás	y	sus	demonios	es	evitar	que	experimentemos	la	vida
abundante	que	Dios	tiene	reservada	para	nosotros,	y	para	ello	nos	distraen	para
que	no	nos	centremos	en	la	raíz.	Están	totalmente	dedicados	a	esto.	Y	nosotros
no	somos	la	primera	misión	que	les	han	asignado.	Ya	han	tenido	bastantes	años
para	estudiar,	practicar	y	perfeccionar	lo	que	hacen.
Pero	 Dios,	 que	 no	 está	 atado	 por	 el	 tiempo	 o	 el	 espacio,	 ya	 ha	 ganado	 esta
batalla.	 Conocer	 su	 estrategia	 es	 nuestra	 clave	 para	 vencer	 a	 Satanás	 y	 sus
demonios	y	vivir	una	vida	victoriosa.
*	 Véase	 mi	 libro	 La	 agenda	 del	 reino	 (Vida,	 2006)	 para	 una	 explicación
completa	de	este	tema.
3
LA	ESTRATEGIA	PARA	LA	BATALLA
Un	padre	y	 su	hijo	viajaban	en	un	carromato	por	 el	Lejano	Oeste	 cuando	 se
desató	 un	 incendio	 en	 la	 pradera.	 Trataron	 de	 adelantarse	 al	 fuego	 con	 su
carromato,	pero	rápidamente	se	dieron	cuenta	de	que	no	iba	a	resultar.	El	fuego
se	 estaba	 propagando	 demasiado	 rápido	 y,	 a	 menos	 que	 intentaran	 hacer	 otra
cosa,	les	alcanzaría	y	los	consumiría.
Para	confusión	del	hijo,	el	padre	dio	la	vuelta	con	el	caballo	y	el	carromato,	y
comenzó	a	dirigirles	directamente	hacia	el	fuego.	Al	llegar	a	un	lugar	que	ya	se
había	quemado,	le	gritó	a	su	hijo:	“Salta	y	quédate	aquí.	¡No	te	muevas!”.
Ambos	saltaron	del	carromato,	pero	el	niño	tuvo	miedo	al	ver	que	el	fuego
arrasador	 se	 movía	 hacia	 ellos.	 Él	 quería	 correr,	 pero	 su	 padre	 le	 tomó	 de	 la
mano	y	le	dijo:
—No	te	muevas,	hijo.	¡Mantente	firme!
—Pero	el	fuego	ya	casi	está	aquí—dijo	el	hijo	entre	sollozos	y	con	temblor
en	su	voz—.	¡No	entiendo!
—Este	 lugar	 ya	 se	 ha	 quemado—le	 respondió	 su	 padre—.	No	 queda	 nada
para	que	el	fuego	queme.	El	fuego	se	acercará,	pero	no	puede	volver	a	quemar	lo
que	una	vez	se	quemó.
El	 niño	 estaba	 seguro	 porque	 permanecía	 con	 su	 padre	 en	 un	 lugar	 que	 elfuego	no	podía	alcanzar.
Cuando	Satanás	pelea	contra	usted	en	la	guerra	espiritual,	quiere	que	se	aleje
del	terreno	que	ya	se	ha	quemado	en	el	reino	espiritual,	que	es	Jesucristo.	Jesús
ya	 fue	 crucificado,	 y	 su	 resurrección	 ya	 obtuvo	 la	 victoria.	 Satanás	 no	 puede
tocarle	cuando	usted	está	cerca	de	Cristo.	Si	usted	se	mantiene	firme	en	el	centro
del	 lugar	más	 seguro—la	 cruz,	 donde	 se	 obtuvo	 la	 victoria—,	 vencerá	 porque
Satanás	no	puede	llegar	hasta	allí.
Pero	esto	suscita	una	pregunta.	¿Cómo	permanecer	firmes?	Como	dijo	Pablo
en	Efesios	6:10,	hemos	de	mantenernos	firmes	“en	el	Señor,	y	en	el	poder	de	su
fuerza”.	Usted	se	mantiene	firme	al	hacer	uso	de	la	fuerza	de	Dios,	no	su	propia
determinación,	su	pensamiento	positivo	o	incluso	la	autodisciplina.	Aunque	estas
cosas	 son	 buenas,	 no	 son	 suficientemente	 buenas	 como	 para	 vencer	 a	 un
enemigo	 que	 batalla	 contra	 usted	 desde	 otro	 reino.	 En	 cambio,	 usted	 puede
mantenerse	firme	en	el	Señor	y	en	el	poder	de	su	fuerza.
Para	 saber	 cómo	 mantenerse	 firme	 en	 Jesucristo,	 necesitamos	 entender
algunas	 cosas	 sobre	 su	 poder	 y	 la	 autoridad	 para	 ejercer	 ese	 poder.	 Para	 que
podamos	experimentar	completamente	el	poder	de	Cristo,	necesitamos	ver	cómo
comenzó	todo.
Cuando	 Dios	 creó	 al	 hombre,	 tomó	 una	 decisión	 muy	 importante.	 Creó	 a
Adán	del	polvo	de	la	tierra	y	luego	dijo:	“Que	domine”	(Gn.	1:26,	RVC).	Al	dejar
que	 la	 humanidad	 dominase	 sobre	 la	 tierra,	Dios	 impuso	 voluntariamente	 una
limitación	a	su	propia	participación	en	 los	asuntos	humanos.	Estableció	 límites
precisos	 para	 responder,	 ya	 sea	 para	 bien	 o	 para	 mal,	 sobre	 la	 base	 de	 las
decisiones	de	los	hombres.
Por	lo	tanto,	le	correspondía	a	Adán	usar	la	capacidad	que	Dios	le	había	dado
para	cultivar	y	dominar	la	tierra.	Pero	para	hacer	eso,	Adán	tenía	que	resistir	los
ataques	de	una	serpiente	astuta	en	el	huerto.
El	problema	fue	que	Adán	no	resistió	el	ataque	engañoso	de	la	serpiente.	De
hecho,	 permitió	 que	 su	 fuerte	 presencia	 en	 el	 huerto	 lo	 dejara	 fuera.	 Como
resultado,	Adán	permitió	que	la	serpiente	dominara	en	su	lugar.	En	términos	de
fútbol	americano,	diríamos	que	Adán	perdió	la	pelota	en	la	zona	roja	del	diablo,
y	la	serpiente	la	recuperó.
¿Qué	causó	esa	jugada?	Eva	se	había	salido	de	la	cobertura	de	Adán,	y	Adán
se	había	salido	de	la	cobertura	de	Dios.	Esto	sacó	la	pelota,	llamada	“dominio”,
de	 las	manos	 de	 Adán	 y	 se	 la	 dio	 a	 Satanás.	 Y	 desde	 ese	momento,	 él	 tomó
posesión	del	huerto.
Fue	tan	catastrófica	 la	 jugada	de	Adán	que	Satanás	y	su	equipo	corrieron	a
gran	velocidad	por	todo	el	campo	de	juego	hasta	la	zona	roja	de	la	humanidad.
Ahora	ellos	tienen	la	pelota,	arbitran	el	juego	y	hacen	tiempo	hasta	que	termine.
Debido	 a	 la	mala	 jugada	de	Adán,	 desde	 entonces,	 sus	 descendientes—la	 raza
humana—han	estado	peleando.
Y	eso	es	 lo	que	hemos	estado	haciendo,	 incluso	hasta	este	día.	Lo	escucho
todo	el	tiempo.	Tal	vez	usted	también	lo	escuche.	Las	personas	hablan	de	tratar
de	detener	al	diablo.	Si	usted	está	intentando	detener	al	diablo,	obviamente	él	lo
está	persiguiendo.	Él	tiene	la	pelota,	es	el	que	decide,	el	que	dirige	todo,	el	que
lleva	 la	 voz	 cantante.	Y	 la	 razón	 por	 la	 que	 está	 tratando	 de	 detenerlo	 es	 que
usted	ahora	está	en	la	defensa.
Jesús	 reconoció	 este	 cambio	 de	 posición	 al	 referirse	 a	 Satanás	 tres	 veces
como	 el	 príncipe	 de	 este	 mundo	 (Jn.	 12:31;	 14:30;	 16:11).	 Debido	 a	 la	 mala
jugada	 de	Adán,	 el	 diablo	 es	 el	 que	 ahora	 arbitra	 el	 juego.	Desde	 luego,	 solo
puede	gobernar	este	mundo	dentro	de	los	límites	soberanos	que	Dios	establece,
el	 máximo	 Gobernador,	 pero	 aun	 así	 gobierna	 por	 medio	 del	 engaño,	 la
intimidación	y	una	miríada	de	modos	diferentes.
No	solo	eso,	sino	que	cuando	Satanás	asumió	el	dominio	de	este	mundo,	este
venía	acompañado	de	una	maldición.	Esta	maldición	afectó	la	carrera,	la	familia,
la	economía,	 los	hijos,	 la	 seguridad	e	 incluso	 la	vida	de	Adán.	Y	a	menos	que
usted	y	yo	entendamos	la	 teología	de	la	autoridad,	nunca	triunfaremos	sobre	 la
maldición	 que	 hemos	 recibido	 de	 mano	 de	 Adán	 y	 nunca	 seremos
completamente	victoriosos	en	la	guerra	espiritual.
La	mala	noticia	es	que	Satanás	sacó	ventaja	de	la	mala	jugada	de	Adán.	La
buena	 noticia	 es	 que	 usted	 puede	 volver	 a	 tener	 la	 pelota.	 Puede	 vivir	 en
esperanza	y	victoria	si	permanece	firme	en	el	poder	de	Cristo.	Puede	forzar	otra
mala	 jugada—esta	 vez,	 de	 Satanás—y	 así	 recuperar	 la	 autoridad	 que	 ya	 fue
obtenida	para	usted.
Si	ha	aceptado	a	Jesucristo	y	ha	recibido	el	perdón	de	sus	pecados	y	el	don
de	la	vida	eterna	que	Él	ofrece	libremente,	usted	ya	ha	forzado	esa	mala	jugada.
Ahora	todo	lo	que	tiene	que	hacer	es	tomar	la	pelota	y	correr	con	ella.	A	través
del	 sacrificio	 expiatorio	 de	 Cristo,	 usted	 ya	 se	 ha	 vuelto	 a	 posicionar	 para	 la
victoria	en	su	vida.	Recuerde,	usted	no	está	peleando	por	la	victoria;	sino	desde
la	victoria.	Veamos	cómo.
Dominio	y	autoridad
Cuando	Dios	 pronunció	 la	maldición	 a	 la	 serpiente	 por	 engañar	 a	Adán	 y
sacarlo	 de	 la	 cobertura	 designada	 para	 Él,	 la	 combinó	 con	 una	 profecía:	 “Y
pondré	enemistad	entre	ti	y	la	mujer,	y	entre	tu	simiente	y	la	simiente	suya;	ésta
te	herirá	en	la	cabeza,	y	tú	le	herirás	en	el	calcañar”	(Gn.	3:15).
En	 estas	 palabras,	 Dios	 dijo:	 “Adán,	 has	 cometido	 una	 mala	 jugada.	 Al
salirte	de	debajo	de	mi	cobertura,	le	has	entregado	el	dominio	de	tu	vida	y	de	la
vida	de	otros	 al	 diablo.	Adán,	 lo	has	 echado	 todo	 a	perder.	Pero	 tengo	buenas
nuevas	para	ti,	porque	una	mujer	va	a	tener	un	hijo.	Y	la	serpiente	herirá	a	ese
niño	 en	 el	 talón,	 pero	 ese	mismo	 niño—la	 simiente	 de	 la	mujer—aplastará	 la
cabeza	de	la	serpiente”.
Él	 aplastará	 la	 cabeza	 de	 la	 serpiente.	No	 lea	 esto	 demasiado	 rápido.	Dios
dijo	que	 la	simiente	de	 la	mujer	aplastará	 la	cabeza	de	 la	serpiente.	Permítame
ayudarle	a	entender	el	significado	de	esta	frase	añadiéndole	una	palabra.
La	simiente	de	 la	mujer	aplastará	 la	posición	 de	 cabeza	de	 la	 serpiente.	Es
decir,	su	dominio	y	autoridad.
Con	 la	 llegada	 de	 la	 simiente	 de	 la	 mujer—Jesucristo—,	 la	 posición	 de
cabeza	 (el	 dominio	 y	 la	 autoridad	 de	 Satanás)	 fue	 aplastada.	 Eliminada.
¡Destruida!	 El	 talón	 de	 la	 simiente	 fue	 herido	 en	 el	 proceso,	 junto	 a	 su
humanidad,	 en	 la	 cruz;	 pero	 cuando	 todo	 fue	 dicho	 y	 hecho,	 la	 posición	 de
cabeza	de	Satanás	fue	aplastada,	y	Jesucristo	canceló	el	dominio	autoritario	del
diablo.
Esta	 sola	 verdad	 es	 suficiente	 para	 que	 usted	 sepa	 que	 puede	 volver	 a	 la
posición	de	ataque	en	esta	vida.	En	la	cruz	y	mediante	la	resurrección,	Jesucristo
ya	aplastó	la	autoridad	de	Satanás.	Es	un	asunto	cerrado.	Ya	sonó	el	silbato.	El
juego	terminó.	La	pelota	vuelve	a	ser	de	usted.	De	hecho,	cuando	Jesús	habló	de
su	 futura	muerte	 en	 la	 cruz,	 declaró	 la	máxima	 destitución	 de	 la	 autoridad	 de
Satanás:	“Ahora	es	el	juicio	de	este	mundo;	ahora	el	príncipe	de	este	mundo	será
echado	fuera.	Y	yo,	si	fuere	levantado	de	la	tierra,	a	todos	atraeré	a	mí	mismo”
(Jn.	12:31-32).
Esto	tiene	tanta	importancia	que	quiero	explicarlo	de	otra	manera	solo	para
asegurarme	 de	 que	 se	 entienda.	Cuando	 usted	 viene	 a	 Jesucristo	 y	 acepta	 su
sacrificio	para	su	vida,	se	está	colocando	bajo	la	nueva	Cabeza	de	Estado.	La
cabeza	de	Estado	es	la	persona	que	tiene	la	autoridad	final	sobre	los	asuntos	de
una	 nación.	 En	 Estados	 Unidos,	 la	 cabeza	 de	 Estado	 es	 el	 Presidente.	 El
Presidente,	 en	 virtud	 de	 su	 oficio,	 tiene	 la	 última	 y	máxima	 palabra	 sobre	 los
asuntos	de	la	nación.	Es	lo	que	denominamos	“derecho	a	veto”.
Cuando	la	oposición	al	Presidente	promulga	una	ley	que	él	no	aprueba,	él	no
tiene	que	aceptarla.	Puede	desarmarla	con	su	derecho	a	veto.	Con	un	trazo	de	su
pluma,	 puede	 literalmente	 deshacer	 lo	 que	 al	 Congreso	 le	 llevó	 horas,	 días	 e
incluso	meses	promulgar.Jesucristo,	mediante	 el	poder	de	 la	 cruz	y	 la	 resurrección,	 tiene	el	máximo
derecho	a	veto	en	el	mundo.	Satanás	ya	no	tiene	la	autoridad	definitiva	sobre	su
vida.	Sin	duda,	puede	pasar	horas,	días,	meses,	años	e	incluso	décadas	tratando
de	persuadirlo	a	que	crea	sus	mentiras	y	presionarlo	para	que	sienta	que	él	tiene
la	 última	 palabra	 sobre	 su	 vida;	 pero	 una	 vez	 que	 usted	 se	 da	 cuenta	 de	 que
Jesucristo	 ya	 lo	 ha	 derrotado,	 es	 libre	 para	 vivir	 una	 vida	 de	 victoria.	 Satanás
recibió	un	duro	golpe	en	el	Calvario.	Perdió	la	pelota.	Él	lo	sabe.	Dios	también
lo	sabe.
Sin	embargo,	el	problema	viene	cuando	nosotros	desconocemos	esa	verdad	y
no	permanecemos	firmes	en	ella.	El	conocimiento—lo	que	usted	sabe	y	 lo	que
cree	sobre	un	asunto—es	vital.	Una	cosa	es	que	alguien	le	apunte	con	una	pistola
que	 tiene	balas.	Pero	otra	cosa	completamente	diferente	es	que	 le	apunten	con
una	pistola	que	está	vacía.	Ambas	personas	no	tienen	el	mismo	poder	sobre	su
vida.	Una	de	ellas	fue	desarmada.	Fue	despojada	de	su	capacidad	de	disparar.
El	 problema	 es	 que	 no	 siempre	 sabemos	 esto.	 No	 siempre	 tenemos	 el
conocimiento	adecuado	para	una	situación	como	esa.	Si	nos	apuntaran	con	una
pistola,	 no	 tendríamos	 manera	 de	 saber	 si	 está	 cargada.	 Para	 estar	 seguros,
probablemente	 hablaríamos,	 caminaríamos	 y	 actuaríamos	 como	 si	 la	 pistola
estuviera	cargada.
Pero	déjeme	preguntarle	algo:	¿Qué	haría	usted	si	alguien	 le	avisara	que	 la
pistola	no	está	cargada?	O	¿qué	 tal	si	usted	viera	que	 la	pistola	se	disparó	seis
veces,	y	en	cada	disparo	no	salió	nada?	¿Entonces	qué?	¿Seguiría	tomando	sus
decisiones	basado	en	esa	pistola?	Es	probable	que	no.	Y	yo	tampoco,	porque	esa
pistola	vacía	ya	no	 tiene	ninguna	autoridad.	No	 tenemos	necesidad	de	 temer	a
una	pistola	vacía.
Desde	luego,	el	diablo	no	quiere	que	sepamos	que	su	pistola	se	ha	vaciado	en
la	cruz	de	Jesucristo.	Por	eso	sigue	apuntándonos	con	ella	en	nuestra	cara	como
si	 estuviera	 cargada.	 Pero	 como	 no	 nos	 damos	 cuenta	 de	 que	 está	 vacía,
seguimos	doblegándonos	ante	su	presencia.	No	nos	damos	cuenta	de	que,	en	la
cruz,	Jesucristo	sacó	las	balas	de	la	pistola	de	Satanás.	No	nos	damos	cuenta	de
que	lo	único	que	el	diablo	puede	hacer	es	simular	que	su	pistola	sigue	cargada.
Si	usted	no	sabe	que	la	pistola	de	Satanás	no	está	cargada,	actuará	como	si
estuviera	derrotado,	porque	erróneamente	cree	que	él	tiene	poder	sobre	su	vida.
Y	es	así	como	vivimos	muchos	de	nosotros.	Nos	olvidamos	que,	en	la	cruz,
Jesucristo	desactivó,	desmanteló	y	desarmó	la	posición	de	cabeza	de	Satanás.
Satanás	perdió	su	autoridad.	O,	de	una	manera	más	personal,	Satanás	ya	no
tiene	autoridad	sobre	usted.
La	autoridad	frente	al	poder
“Oh,	 eso	 es	 interesante,	 Tony—dice	 usted—.	 Parece	 espiritual,	 etéreo	 e
incluso	bueno	en	teoría.	Pero	¿qué	me	dice	de	mí,	que	vivo	aquí	en	un	mundo
real	 con	 batallas	 reales,	 como	 guerras	 financieras,	 profesionales,	 familiares	 y
emocionales?	¿Qué	me	dice	de	esto?	No	veo	que	viva	en	victoria	en	mis	guerras.
Antes	 bien,	 mis	 enemigos	 salen	 victoriosos	 sobre	 mí.	 Usted	 me	 dice	 que
Jesucristo	es	la	cabeza.	Me	dice	que	Jesucristo	ahora	es	quien	arbitra	el	juego	y
que	yo	estoy	bajo	su	autoridad.	Pero	¿qué	pasa	entonces?	No	sucede	esto	en	mi
vida”.
Estas	son	buenas	preguntas	que	todos	enfrentamos.	Para	responderlas,	hemos
de	tener	en	cuenta	esta	verdad	fundamental:	Satanás	perdió	su	autoridad,	pero
no	 perdió	 su	 poder.	 Satanás	 sigue	 dominando	 nuestro	 mundo	 de	 muchas
maneras	 porque	 aún	 tiene	 poder.	 Él	 es	 tan	 poderoso	 ahora	 como	 lo	 ha	 sido
siempre.	Las	cosas	que	hace	son	reales,	dañinas	y	destructivas.	Él	es	y	siempre
será	un	mentiroso,	 ladrón	y	asesino	con	 intenciones	de	matar,	 robar	y	destruir.
Solo	 hace	 falta	 dar	 una	 mirada	 a	 nuestro	 planeta,	 nuestras	 comunidades	 y
nuestros	hogares,	o	incluso	a	nuestras	propias	almas,	para	ver	que	Satanás	sigue
operando	con	poder.
La	 verdad	 que	 necesitamos	 ver,	 y	 la	 verdad	 que	 nos	 hará	 libres,	 es	 que
Satanás	ya	no	tiene	autoridad.	Esta	es	la	clave.
Autoridad	es	el	derecho	a	usar	el	poder	que	usted	posee.
Para	que	Satanás	use	el	poder	que	 tiene	 sobre	 su	vida,	 ahora	debe	 impedir
que	 usted	 tenga	 autoridad,	 porque	 su	 poder	 solo	 es	 efectivo	 cuando	 él	 tiene
derecho	 a	 usarlo.	 Satanás	 no	 tiene	 autoridad	 para	 usar	 su	 poder	 cuando	 usted
vive	 bajo	 su	 legítima	 autoridad	 como	 cristiano.	 Por	 consiguiente,	 busca
engañarlo	 para	 sacarlo	 de	 debajo	 de	 la	 autoridad	 de	 Dios	 y	 dominar	 su	 vida,
porque	sabe	que	usted	está	seguro	bajo	la	cobertura	del	Señor.	Colosenses	1:13
nos	dice	que	Dios	“nos	ha	librado	de	la	potestad	de	las	tinieblas,	y	trasladado	al
reino	de	su	amado	Hijo”.	Dios	nos	 rescató	del	 reino	equivocado	y	nos	 trajo	al
reino	 correcto.	 Al	 rescatarnos,	 nos	 colocó	 bajo	 el	 dominio	 de	 un	 nuevo	 Rey.
Usted	estaba	bajo	el	dominio	de	Satanás	antes	de	conocer	a	Cristo,	pero	ahora	es
parte	de	un	nuevo	reino	del	cual	Cristo	es	el	Rey.	Satanás,	a	fin	de	dominar	su
vida,	debe	engañarlo	para	que	deje	el	reino	en	el	que	se	encuentra	y	vuelva	a	su
reino.
La	razón	por	la	que	no	experimentamos	más	victoria	en	la	guerra	espiritual
es	que	nos	han	hecho	creer	que	con	solo	asistir	a	la	iglesia	los	domingos	y	tener
más	información	sobre	el	verdadero	reino	es	suficiente.	O	tal	vez	pensemos	que
si	 además	 asistimos	 los	miércoles	 por	 la	 noche	 al	 estudio	bíblico	 es	 suficiente
para	afirmar	nuestra	lealtad	a	nuestro	Rey.	O	tal	vez	sumemos	algún	servicio	y
cánticos	de	alabanza,	y	pensamos	que	tenemos	todo	bajo	control.
Pero	 luego	 volvemos	 al	 trabajo	 el	 lunes	 o	 a	 nuestra	 rutina	 hogareña	 con
nuestro	cónyuge	o	nuestros	hijos	y	retomamos	nuestra	antigua	manera	de	pensar.
Entramos	 nuevamente	 al	 otro	 reino	 y	 operamos	 bajo	 su	 autoridad.	 Alineamos
nuestros	 pensamientos	 con	 la	 sabiduría	 que	 Satanás	 ha	 establecido	 en	 este
mundo.	Basamos	nuestras	decisiones	en	cómo	nos	sentimos	o	en	qué	nos	dicen
nuestros	 amigos,	 o	 incluso	 en	 qué	 nos	 dicen	 nuestros	 temores.	 Transferimos
nuevamente	nuestra	 lealtad	de	 la	 concluyente	y	definitiva	Palabra	de	Dios	por
medio	de	Jesucristo	a	las	artimañas	terrenales	de	Satanás.
Terminamos	sin	ser	victoriosos	en	la	guerra	espiritual,	porque	pasamos	de	un
lado	al	otro	todo	el	tiempo.	Vamos	a	la	iglesia	bajo	un	reino,	pero	operamos	en	el
trabajo	en	otro	reino.	Tenemos	nuestros	devocionales	en	un	reino,	pero	operamos
entre	nuestras	amistades	en	otro	 reino.	Seguimos	pasando	de	un	 reino	a	otro	y
nos	 preguntamos	 por	 qué	 no	 tenemos	 victoria.	 Nos	 preguntamos	 por	 qué	 no
podemos	levantar	cabeza.	Nos	preguntamos	por	qué	el	enemigo	sigue	arbitrando
el	 juego.	 Nos	 preguntamos	 por	 qué	 nuestras	 oraciones	 no	 tienen	 respuesta,
nuestras	batallas	 terminan	 en	derrota	y	no	 tenemos	poder	 sobre	nuestra	 propia
vida.	La	oposición	sigue	interceptando	la	pelota	y	llevándola	para	anotar.
Pero	 la	 respuesta	 es	 simple.	 El	 enemigo	 es	 victorioso	 en	 nuestras	 vidas
porque	le	estamos	cediendo	el	poder	a	él,	al	no	estar	firmes	en	nuestra	identidad
en	Jesucristo.	No	permanecemos	bajo	el	dominio	de	Cristo	ni	nos	mantenemos
firmes	en	la	unión	con	Él,	para	la	cual	fuimos	diseñados.
Nuestra	unión	con	Cristo
Nuestra	unión	con	Cristo	es	esencial	para	nuestra	victoria	sobre	el	dominio
de	Satanás	en	nuestra	vida.	El	libro	de	Colosenses	lo	explica	muy	bien:
Cuídense	de	que	nadie	los	engañe	mediante	filosofías	y	huecas	sutilezas,	que
siguen	tradiciones	humanas	y	principios	de	este	mundo,	pero	que	no	van	de
acuerdo	con	Cristo.	Porque	en	él	habita	corporalmente	toda	la	plenitud	de	la
Deidad,	y	en	él,	que	es	la	cabeza	de	toda	autoridad	y	poder,	ustedes	reciben
esa	plenitud.	En	él	ustedes	fueron	también	circuncidados.	Pero	no	me	refiero
a	 la	 circuncisión	 física,	 sino	 a	 la	 circuncisión	 que	 nos	 hace	 Cristo,	 y	 que
consiste	en	despojarnos	de	la	naturaleza	pecaminosa.	Cuando	ustedes	fueron
bautizados,

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