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Segundo Parcial- administrativo

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Derecho Administrativo		Resumen – Segundo Parcial				Besomi, Fiamengo	
Derecho Administrativo
Índice
Contratos administrativos	3
Situaciones jurídicas subjetivas	7
Poder de policía	9
Servicio público	11
El procedimiento administrativo	13
El proceso contencioso administrativo	19
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Contratos administrativos
A la hora de definir el contrato administrativo, lo primero que hay que hacer es dilucidar la existencia de dichos contratos. El Código Civil define al contrato diciendo que hay contrato cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre una declaración de voluntad común destinada a reglar sus derechos. Sin embargo, resulta difícil enmarcar los contratos celebrados por el Estado en el marco legal del Código Civil, ya que estos contratos no siguen varios presupuestos que los demás contratos sí. En cuanto a los sujetos, el contrato, si bien se celebra entre dos partes, afecta a un tercero, el usuario, quien se obliga de forma legítima por un contrato que nunca celebró. Por otra parte, en cuanto al objeto, puede darse un contrato en bienes que están fuera del comercio y que en el derecho privado serían ilícitos. 
Tampoco existe igualdad entre las partes, y ello se materializa en las cláusulas exorbitantes del derecho privado, es decir, cláusulas contractuales que en el derecho privado serían ilícitas, pero que están permitidas en los contratos administrativos. Estas cláusulas son:
1. La interpretación unilateral del contrato por parte del Estado, 
2. La modificación unilateral del mismo (ius variandi), 
3. La dirección del contrato por el Estado en el trámite de ejecución del acuerdo,
4. La aplicación de sanciones por el Estado sobre el contratista por sus incumplimientos.
5. La revocación unilateral por razones de interés público. 
Se debate si las cláusulas exorbitantes son implícitas o deben ser expresas. Balbín sostiene que es posible inferir potestades en términos implícitos desde el campo de las potestades expresas.
Surgen entonces varias teorías para definir el contrato administrativo, algunas haciendo hincapié en la parte subjetiva, otras en la objetiva y otras en el marco legal o cláusulas exorbitantes. La Corte pone fin a esta disyuntiva sosteniendo que si bien se trata de un contrato (y en principio se le aplican analógicamente las normas de derecho privado), el contrato administrativo es aquel celebrado por el Estado, en ejercicio de funciones públicas, con la finalidad de satisfacer necesidades públicas y contiene implícita o explícitamente cláusulas exorbitantes. Es decir, define el sujeto, objeto, fin y marco legal. Balbín sigue la teoría subjetiva sosteniendo que el Estado siempre ejerce funciones estatales y siempre persigue fines públicos, mientras que el régimen jurídico es el consecuente y no antecedente, por lo que descarta como elementos decisivos el objeto, fin y marco legal.
Otra cuestión que llama a debate es la existencia o no de contratos privados del Estado. Para Balbín, todos los convenios celebrados por el Ejecutivo son contratos administrativos, regulados por el derecho público y en algunos casos, con matices del derecho privado. 
Actualmente, la norma que regula los contratos administrativos es el decreto delegado 1023/01, que culmina polémicas extendidas por años, con su decreto reglamentario 436/00. Se aplican de forma subsidiaria a las normas particulares.
En este decreto se establecen de forma general una serie de normas. En primer lugar, toda contratación de la Administración se presume administrativa. Además, en el art. 2 se sostiene que se aplicará obligatoriamente a los procedimientos en los que sean parte la administración central y los organismos descentralizados, excluyéndose a las empresas y sociedades del Estado. El art. 4 enumera contratos específicos a los cuales se les aplica el decreto, mientras que el art. 5 enumera exclusiones, como el empleo público. Por el art. 12 se reconocen las potestades exorbitantes del Estado y se las regula, aplicándose los principios de legitimidad y ejecutoriedad. Como contraposición de estas potestades, en el art. 13 se reconocen ciertas garantías que posee el particular. Por ejemplo, se reconoce la teoría de la ecuación económica financiera o teoría de la imprevisión, pero sólo cuando la excesiva onerosidad exista por origen natural. Sin embargo, en el contrato de obra pública esta garantía se extiende a las causas humanas, pudiéndose aplicar también el derecho privado. Otro artículo importante es el art. 36. Mediante el mismo se modifica lo sostenido por el art. 7 de la LPA, que sostenía que se aplicaba de forma analógica los preceptos del Título III esa ley en los contratos administrativos. Con el decreto, la aplicación pasa a ser directa. Es decir, el Título III de la LPA debe aplicarse directamente, y el resto de los títulos de forma supletoria.
Los elementos del contrato son, por el art. 11 del decreto, los mismos que para los actos administrativos:
En cuanto a la competencia, el contrato administrativo exige dos elementos concurrentes: la competenciadel órgano y la capacidad de los particulares contratantes.
La capacidad se rige por los principios del Código Civil, pero el decreto agrega además que no pueden contratar con el Estado: personas suspendidas o inhabilitadas, condenados por delitos dolosos, entre otras.
El objeto que debe perseguir el contrato es obtener bienes, servicios y obras en el mercado con el menor costo y la mayor calidad posible. Debe ser cierto y física y jurídicamente posible.
El procedimiento en el marco contractual es el conjunto de actos que constituyen el trámite de conformación y perfeccionamiento del contrato. El proceso comienza con el acto de previsión presupuestaria y concluye con el acto de adjudicación del contrato. Los principios propios del elemento procedimiento son la publicidad, la libre concurrencia, la igualdad, la transparencia, la adjudicación a la oferta más conveniente, el control y la responsabilidad de los agentes. Los pasos a seguir son:
1. Previsión presupuestaria.
2. Redacción de los pliegos y elección del modo de selección del contratante: los pliegos son los documentos que contienen las bases y condiciones del contrato y el tipo de selección del contratista. El procedimiento de selección debe hacerse por regla general mediante licitación pública o concurso público, y excepcionalmente, por subasta pública, licitación privada o contratación directa. teniendo en cuenta el cumplimiento de los objetivos de eficacia económica y las características particulares. 
3. Llamado: debe realizarse mediante el dictado de un acto administrativo y cumplir con el régimen de difusión y publicidad. 
4. Presentación de las ofertas: luego del llamado, comienza a correr el plazo para que los interesados presenten ofertas en sobres cerrados. Deben contener un precio unitario y cierto, y presupone la aceptación de las reglas de contratación. Las ofertas deben mantenerse por el plazo que determine el pliego de bases. No puede modificar la oferta.
5. Apertura de los sobres: es el acto público en el lugar, día y hora determinado. Se elabora un cuadro comparativo con las ofertas.
6. Preadjudicación: una vez que el órgano competente elabora el cuadro y lo eleva a la Comisión de Evaluación, la misma emite una preadjudicación no vinculante, que puede ser impugnada por los oferentes.
7. Adjudicación: el órgano competente resuelve las impugnaciones y adjudica el contrato de modo fundado y definitivo. Esta adjudicación también puede ser impugnada. La adjudicación deberá realizarse a favor de la oferta más conveniente para el organismo contratante. 
8. Perfeccionamiento del contrato: dentro del plazo de mantenimiento de la oferta, el órgano debe dictar la orden de compra y notificar al adjudicatario. Esta notificación implica el perfeccionamiento del contrato.
La causa son los antecedentes de hecho y derecho del contrato. 
Las contrataciones deben estar motivadas, indicando las razones que inducen a emitir el contrato.
La finalidad que persigue el estado es alcanzar los resultados requeridos por la sociedad. Además, sigue otros fines instrumentales, como el de obtener el mejor producto o servicio con el menor costo posible.
En cuanto a las formas de los contratos, en el ámbito del derecho público los aspectos formales y de procedimiento de los contratos son presupuestos de su validez, no así con los contratos de derecho privado que se celebran bajo la libertad de formas. En caso de incumplimiento de la forma establecida por la ley en particular, el contrato es nulo.
Es en la ejecución de los contratos donde surgen con más fuerza las llamadas cláusulas exorbitantes respecto del derecho privado. El Estado, sin perjuicio de las otras facultades, ejerce especialmente las siguientes potestades:
1. Interpretar el contrato y resolver las dudas que ofrezca su cumplimiento.
2. Dirigir, controlar e inspeccionar la ejecución del contrato.
3. Calificar las situaciones de incumplimiento e imponer las penalidades y sanciones. 
4. Modificar el contrato por razones de interés público. Aumentar o disminuir el monto total del contrato hasta en un 20%. Debe ser una modificación necesaria, que no modifique la sustancia y que no afecte la oportunidad. También puede prorrogar los contratos de suministro y prestación de servicios por única vez y por un plazo menor al del contrato inicial. Si opta por una, no puede ir por la otra. 
5. Exigir el cumplimiento del contrato, salvo caso fortuito, fuerza mayor y actos o incumplimiento de las autoridades públicas nacionales que tornen imposible la ejecución. El Estado puede dejar de cumplir por razones de interés público, pero el contratista sólo puede dejar de cumplir por fuerza mayor, caso fortuito, hecho del príncipe o incumplimiento de las obligaciones del Estado. Por el fallo Cinplast, la excepción de incumplimiento se interpreta de manera restrictiva.
En lo que hace a la extinción del contrato, el Estado puede:
1. Revocar el contrato por sí y ante sí por razones de oportunidad, mérito o conveniencia. En estos casos, el contratista tiene derecho a la indemnización, pero no puede reclamar el lucro cesante. Sin embargo, la Corte ha hecho lugar a este tipo de reclamos, siendo uno de los casos más recientes “IMSA”.
2. Revocar por sí y ante sí el contrato por razones de ilegitimidad.
3. Rescindir el contrato por incumplimiento de las obligaciones.
Situaciones jurídicas subjetivas
A la hora de determinar quién posee la aptitud para ser parte de un proceso, la doctrina y jurisprudencia crearon diferentes términos: derecho subjetivo, interés legítimo e interés simple. 
El derecho subjetivo se define como el interés de un sujeto sobre un objeto determinado con carácter exclusivo y excluyente, es decir, el interés individual y exclusivo del titular sobre el objeto. El interés legítimo es el interés o preferencia de corte personal y directo de un sujeto sobre un objeto determinado, pero con carácter concurrente respecto de otros sujetos. Su exigibilidad es concurrente e inseparable del resto de los titulares. Por último, el interés simple es el interés común de todos los habitantes, el mero respeto por el principio de legalidad.
Las únicas personas que pueden acceder y ser parte en el proceso contencioso administrativo son los titulares de derechos subjetivos. Para que haya legitimación activa, se requiere que haya un caso (no se debaten cuestiones abstractas). 
En el caso Halabi, la CSJN modificó el criterio clásico y distinguió las categorías de la siguiente manera: 
1. El derecho subjetivo, como el interés del titular sobre bienes jurídicos individuales (pudiendo tratarse de obligaciones individuales con pluralidad de sujetos). 
2. Los derechos de incidencia colectiva que tienen por objeto bienes colectivos: el objeto es indivisible, pertenece a todos y no admite exclusiones. Existe pluralidad de sujetos y bienes colectivos (ambiente), pero una unidad de causa. La tutela sobre estos derechos recae sobre el Defensor del Pueblo, las asociaciones y los afectados.
3. Los derechos de incidencia colectiva referentes a los intereses individuales homogéneos: no hay un bien colectivo, ya que se afectan derechos individuales divisibles. Sin embargo, hay un hecho único que provoca la lesión de todos ellos. Debe existir un hecho único que provoque una lesión a pluralidad de sujetos; la pretensión debe basarse en los efectos comunes; el interés individual no logra justificar en el caso y por si sólo el inicio de acciones.
A partir de este fallo entonces podemos decir que el cuadro de legitimación queda comprendido por el derecho subjetivo, el interés legítimo, el derecho de incidencia colectiva y el interés simple. Actualmente lo que existe entonces un interés jurídicamente tutelado, aceptándose que el particular plantee un pleito judicial en términos de derechos colectivos.
Poder de policía
El poder de policía es la potestad de ordenación y regulación estatal, es decir, el poder estatal de limitar los derechos, sin interferir en el espacio autónomo y respetando los derechos fundamentales. Junto al servicio público yel fomento forman los 3 institutos que el Estado utiliza para intervenir en la sociedad.
Si bien el poder de policía no se encuentra consagrado de forma expresa, se puede deducir de la construcción normativa de la CN. En particular, las normas esenciales para ello son el art. 14, 16, 19 y 28.
Según el art. 14, todos los habitantes de la Nación gozan de derechos de acuerdo a las leyes que reglamenten su ejercicio. Es decir, el legislador por medio de las leyes puede restringir legítimamente los derechos, pero sólo puede hacerlo cuando persigue el interés público, es decir, para garantizar el goce de los derechos. El Estado, para asegurar el cumplimiento de un derecho, debe limitarlo para evitar abusos. De esta manera, la Corte viene diciendo que los derechos no son absolutos, sino relativos. Esta relatividad la encontramos en el art. 28, que establece que las leyes que reglamenten el ejercicio de los derechos no podrán alterarlos en su núcleo. Establece un estándar de razonabilidad y proporcionalidad. También existe otra limitación al poder de policía, además de la no alterabilidad, y es el principio de libertad consagrado por el art. 19, por el cual el Estado no puede regular las acciones privadas que no ofendan al orden y a la moral pública. El art. 16 consagra por un lado la igualdad de las leyes para todos sus habitantes, convirtiéndose en otro límite al poder de policía, y al mismo tiempo reconoce que el Estado está facultado para imponer cargas públicas. 
La base normativa siempre se mantuvo igual, pero el cuándo, para qué y cómo se habilita el poder de policía ha sido objeto de política de Estado. Históricamente, se establecen diferentes períodos en cuanto al alcance del poder de policía y los diferentes ejercicios del mismo. Una primera etapa anterior a 1920, el poder de policía se encontraba restringido, limitado únicamente a intervenir en cuestiones de seguridad, moralidad o salubridad. Tal corriente puede observarse en el fallo “Plaza de Toros”, donde la Corte hace alusión al poder de policía sólo para esas materias. Este criterio cambia a partir del año 1920, siendo el fallo “Ercolano” el hito que marca el nuevo paradigma. La Corte acepta el concepto amplio de poder de policía que incluye la policía de la emergencia, debiendo existir una situación de emergencia, la protección de intereses generales, y que las medidas que toma el Estado sean de carácter razonable y limitadas en el tiempo. En el mismo sentido se expresó en otros fallos, como “Avico c/ De la Pesa”. A partir de 1960 se confirma esta acepción de poder de policía, pero ya de manera definitiva y contundente, con el fallo “Cine Callao”, donde una situación de emergencia y crisis hace que el Estado se encuentre habilitado para intervenir de una forma más activa. Otro de los fallos que marcan esta tendencia es “Peralta”, donde los jueces sostienen que la emergencia no crea potestades ajenas al a Constitución, sino que permite un mayor vigor en las mismas.
Un último artículo que adquiere vital importancia es el art. 75, inc. 18. Este artículo se conoce como la cláusula del progreso, y si bien marca el rol del Estado en el alcance del ejercicio del poder de policía, también consagra la existencia de la obligación del Estado de brindar servicios públicos. La interpretación de este artículo es el que define la mayor o menor intervención estatal en los dos institutos. Este artículo puede ser dividido en 3 partes, siendo que en la primera se reconoce al Congreso la obligación de promover el progreso, en la segunda se enumeran actividades indispensables para el mismo, ya sean actividades privadas o públicas, y finalmente en la tercera se establecen las técnicas para ello, por ejemplo, dictando leyes (poder de policía) o realizando concesiones temporales de privilegios con respeto a las demás personas (servicio público).
Servicio público
El Estado, así como limita derechos, también debe garantizarlos y para ello es necesario que preste servicios materiales o garantice su prestación por otros. Sin embargo, no todo servicio público es servicio estatal. Los servicios públicos son aquellos que el Estado debe garantizar pero pueden abstenerse de prestar. Poseen un contenido económico, ya que requiere que los usuarios paguen por el servicio una tarifa en virtud de la cantidad utilizada. Los servicios públicos tienen un carácter subsidiario, es decir, el Estado interviene en el ámbito de prestación de los servicios cuando el particular no lo hace. No sólo es público por estar a cargo del Estado, sino también porque está destinado al público.
Uno de los posibles fundamentos del servicio público es la publicatio, es decir, la titularidad del servicio por el Estado y por tanto, la responsabilidad de éste por la prestación del servicio. Es el Estado quien decide qué actividad es servicio público y cuál no. Los servicios públicos son los que el legislador declaró tales por ser esenciales para la comunidad. 
El régimen jurídico está compuesto por el marco constitucional, el modelo legislativo y el poder estatal de ordenación y regulación en términos de reconocimiento de derechos a usuarios. Estos derechos son el acceso en condiciones razonables y de igualdad, el derecho de proteger sus intereses económicos y el derecho de elegir libremente el servicio. El poder de regulación del Estado comprende el poder de fijar las reglas sobre esos derechos, y el modo y precio del servicio. Finalmente, el marco constitucional se encuentra dado principalmente por el art. 75, inc. 18 (artículo desarrollado en Poder de Policía), y por el art. 42, con la facultad del Congreso de dictar los marcos regulatorios y crear entes de control.
El servicio público presenta una serie de caracteres:
1. Obligatoriedad: el servicio público es obligatorio, ya sea para el Estado como para el prestador. También es obligatorio para los usuarios en determinados casos, como lo referente a sanidad o cloacas, por cuestiones de salubridad. El resto de los servicios públicos son facultativos para el usuario.
2. Regularidad: el servicio debe prestarse según las normas vigentes. Es decir, existe un mínimo de calidad y cantidad que el Estado debe proveer. Estos mínimos varían de un servicio a otro. Cuando el servicio público lo realiza un prestador, el Estado puede exigirle al mismo el cumplimiento de estos mínimos.
3. Continuidad: se extiende del concepto de regularidad, y hace referencia a la permanencia del servicio y sólo interrupción en casos debidamente justificados. 
4. Universalidad: tiene un carácter general, ya que se exige que todos tengan acceso al servicio, y al mismo tiempo, un carácter igualitario, ya que todos deben acceder en condiciones similares, sin discriminación. Sin perjuicio de ello, se admite la división por categorías de los usuarios, ya que los mismos tienen necesidades diferentes.
Históricamente, encontramos 3 períodos diferentes en lo que respecta a servicio público. La primera se da con la Constitución de 1853, donde el servicio público se encuentra presente de manera indirecta, ya que aun no se encontraba desarrollado teóricamente, aunque si se daba en la práctica (por ejemplo, con los ferrocarriles), y se reconocía por la cláusula de prosperidad. Se presume la titularidad del servicio público por parte del Estado, por lo que no había derecho de prestarlo. Sin embargo, si se admitían las concesiones como privilegio temporal.
La segunda etapa se da con la Constitución de 1954. Cambia totalmente el esquema, ya que ingresa de manera formal a la Constitución, y ya no sólo es una potestad estatal (según el art. 40 de dicha CN), sino que además se prohíben las concesiones, nacionalizando el servicio público. Históricamente, expira el modelo del ’53 por terminación de contratos, y los concesionarios ya no invertían en el servicio público. Políticamente, surge el Estado nacionalista interventor pleno, consagrándose los derechos de segunda generación. Para asegurar dichos derechos, el Estado tomó a su cargo completamente el servicio público. De esta etapa, lo único quepersistió fue el art. 14 bis sobre el derecho de los trabajadores. 
Finalmente, la tercera etapa se da con la reforma de 1994 y la reforma del Estado. Se buscó desmonopolizar y privatizar parte del servicio público nacionalizado durante el período anterior. De esta forma, se vuelve a las habilitaciones para concesionar de la CN del ’53. Se deja de lado el Estado de Bienestar y se paso a un neoliberalismo. Esta idea comienza en Inglaterra y Estados Unidos, donde se da un proceso de desregulación (regular para la competencia), liberalización de mercado (se permite la mayor entrada de actores posibles) y finalmente la privatización, donde el Estado ya no interviene, y si lo hace, lo hace en base a las reglas privadas. La privatización tiene dos acepciones, una absoluta y una relativa. La primera hace referencia a una actividad pública que pasa a ser privada, mientras que para la segunda, la prestación se transfiere pero la titularidad no. En el caso de nuestro país, el proceso arrancó por la privatización, donde el Poder Ejecutivo elegía la modalidad. La desregulación implicó no regular para la competencia sino derogar todas las normas especiales mediante un DNU, salvo a aquellas referidas al servicio público, por lo que tiene una consecuencia completamente inversa que en los otros países. Respecto a la liberalización, se desmonopolizan la telefonía y el correo, otorgándose licencias. De esta manera, la reforma del ’94, lejos de liberar al Estado de los servicios públicos, los incluye en la parte dogmática, implicando los derechos de tercera generación, y se adhiere además a Tratados internacionales concernientes a la misma materia. 
El procedimiento administrativo
El procedimiento administrativo puede ser definido como el modo de elaboración de las decisiones estatales y que a su vez, constituye un límite al ejercicio del poder estatal. 
El procedimiento nace como sucedáneo del proceso judicial en el ámbito del Poder Ejecutivo. Por ello, poseen similitudes en los principios, reglas y estructuras. Pero a su vez, existen diferencias profundas entre ambos. En el procedimiento administrativo el órgano que resuelve el conflicto es el propio ejecutivo. En cambio, en el proceso judicial el conflicto es resuelto por un tercero imparcial e independiente, el juez. Además la decisión judicial tiene fuerza de verdad legal, reviste carácter definitivo; mientras que la decisión tomada en el ámbito administrativo no es definitiva en el sentido de que puede ser revisada posteriormente por el juez.
Los aspectos del procedimiento hacen referencia a los principios generales del procedimiento administrativo. Estos principios son:
1. La impulsión e instrucción de oficio: El poder ejecutivo debe instar el trámite por sí mismo, impulsarlo, darle curso y avanzar hasta su resolución, aun cuando la parte interesada no haga nada al respecto. Sin embargo, el Estado no debe impulsar el trámite cuando medien básicamente intereses privados, salvo que la resolución a dictarse afecte o pueda afectar de modo directo el interés público.
2. La celeridad, economía, sencillez y eficacia: Celeridad supone rapidez e inmediatez en el desarrollo y resolución de las actuaciones. Plazos breves. El principio de economía significa lograr los objetivos con el menor costo posible. Sencillez supone que el procedimiento debe tener tales caracteres que cualquier sujeto pueda seguir y comprender los pasos del procedimiento y las decisiones estatales. Por su parte, el postulado de eficacia consiste en el logro de los objetivos propuestos.
3. Informalismo a favor del particular: Según este postulado, el particular está excusado de observar las exigencias formales no esenciales siempre que puedan ser cumplidas posteriormente.
4. El debido proceso adjetivo: Garantiza el derecho de defensa de las personas. Se compone por: 
a. El derecho a ser oído: el titular de un derecho o interés debe exponer sus pretensiones y explicar sus razones. El derecho a ser oído sólo puede ejercerse plenamente si es completado con el derecho instrumental de conocer las actuaciones y las resoluciones que puedan afectar los derechos de las personas.
b. El derecho a ofrecer y producir prueba y controlar la prueba producida por el Estado: el particular puede ofrecer todos aquellos medios probatorios de que intente valerse y el Estado, en su condición de instructor del procedimiento, debe resolver sobre la procedencia o no de tales medios. En caso de rechazo de las pruebas, el particular sólo puede recurrir esa resolución junto con el acto definitivo ante el órgano jerárquico superior. 
c. El derecho a una decisión fundada: una decisión fundada exige que el Estado resuelva los principales planteos del interesado, previo análisis de sus argumentos. El Estado debe decidir y explicar cuáles son las razones de sus decisiones.
5. Legalidad, pro acción, publicidad y gratuidad: Son otros principios que subyacen a los anteriormente mencionados.
El expediente administrativo es el soporte material del procedimiento administrativo que puede iniciarse de oficio o por pedido de parte. Las partes que intervienen en el procedimiento son el Estado, que es el instructor del trámite y quien lo dirige, y los particulares, personas físicas o jurídicas que interactúan con el Estado. A su vez, estas personas deben poseer capacidad y legitimación. 
El principio general es que los trámites deben realizarse y los actos dictarse en días y horarios hábiles administrativos. A su vez, los plazos se cuentan en esos mismos días y horas, salvo disposición legal que habilite días y horas inhábiles. El plazo para la realización de trámites es de 10 días, salvo cuando se haya establecido un plazo especial. La LPA reconoce el poder de la Administración de prorrogar los plazos antes de su vencimiento, de oficio o por pedido de parte. Cualquier actuación ante el órgano competente suspende los plazos, en el caso de interposición de los recursos es claro que el plazo debe interrumpirse y luego volver a contarse desde el inicio. El pedido de vista con el fin de articular recursos administrativos o interponer acciones judiciales, suspende el plazo para recurrir en sede administrativa y judicial.
En lo relacionado a las pruebas, éstas pueden ser ofrecidas por las partes u ordenadas directamente de oficio. En principio, es el particular quien debe probar los fundamentos facticos de sus pretensiones.
La parte interesada, su representante y su letrado, pueden tomar vista de las actuaciones, esto es, el acceso y conocimiento del expediente y sus anexos. Suspende los plazos. La notificación es el conocimiento de determinadas piezas o actuaciones de modo cierto y fehaciente en el marco del procedimiento.
El procedimiento puede concluir de un modo normal, mediante el dictado de resolución expresa que le pone fin o mediante la resolución tácita que es el caso del silencio en los términos del art. 10 de LPA, o bien, de modo anormal, por desistimiento, renuncia o caducidad (60 días más 30).
El principio general es el agotamiento de las vías administrativas por medio del reclamo administrativo previo (art. 30 LPA). Podemos encontrar dos opciones: un reclamo por hechos u omisiones del Estado (vía reclamatoria), o un recurso por un acto del Estado (vía recursiva). 
En la vía reclamatoria se deberá reclamar hechos u omisiones del Estado. En el reclamo administrativo previo no existe el plazo de interposición. El Estado tendrá que resolver la impugnación dentro del plazo de 90 días hábiles administrativos desde el planteo. Tras su vencimiento, el particular puede requerir pronto despacho. Si transcurren otros 45 días desde el pedido de pronto despacho y el Ejecutivo no responde, el particular puede impugnar en sede judicial. Si el ejecutivo rechaza, se debe presentar en sede judicial dentro de los 90 días luego de rechazo expreso. En caso de silencio no cuenta tal plazo, tras el fallo Biosystems de la CSJN. En caso de que el Estado resolviera rechazar el reclamo mediante dictamen expreso, no hace falta agotar la vía por medio de recursos.En otros casos, como los actos administrativos, se necesita agotar la vía por medio de la vía recursiva, es decir, a través de recursos administrativos (art. 23 y 24). Para los actos administrativos de alcance particular, se requerirá interponer el recurso jerárquico, sin detrimento de otros recursos que también se pueden interponer.
El recurso de reconsideración es el recurso básico para impugnar actos de alcance particular. Se interpone dentro del plazo 10 días hábiles, ante el mismo órgano que dictó el acto, que a su vez, es quien debe resolverlo. El órgano competente tiene un plazo de 30 días hábiles para responder el recurso. Vencido este plazo, no es necesario que el particular presente pedido de pronto despacho, sino que el vencimiento de aquél sin resolución del órgano debe interpretarse como rechazo del recurso. En caso de rechazo, se debe interpretar por mandato legal que, el particular interpuso el recurso jerárquico de modo subsidiario. 
En el recurso jerárquico, el órgano competente debe elevarlo al superior jerárquico en el término de 15 días, con el objeto de que aquel tramite el recurso jerárquico. El recurso jerárquico es el recurso que agotará la vía administrativa y consecuentemente habilitará el camino judicial. En caso de que el órgano no eleve las actuaciones a su superior jerárquico, el particular puede plantear la queja correspondiente para su posterior elevamiento. El superior jerárquico tendrá 30 días para resolver el recurso, vencido el plazo no es necesario interponer pronto despacho, habilitándose la vía judicial. Si la Administración no se expresa sobre el recurso, no correrá el plazo del art. 45 de 90 días para presentarse en sede judicial.
El recurso de alzada es producto del nexo de control entre los órganos centrales y los entes descentralizados. Por lo que éste recurso procede contra los actos dictados por los órganos superiores de los entes descentralizados autárquicos. Se interpone ante el órgano superior del ente descentralizado autárquico, quien lo eleva al órgano competente de la administración centralizada para su resolución. El recurso de alzada es optativo y no obligatorio para agotar la vía administrativa. También tenemos otros recursos como el de queja y el de revisión.
Según Balbín, el agotamiento de las vías administrativas, constituye una restricción en el acceso a la justicia que debe ser tachado por inconstitucional. Para que se produzca la habilitación de instancia se requiere cumplir con el principio de congruencia, es decir, que lo que se pide en sede administrativa sea luego la misma pretensión que se reclamará en sede judicial.
Para los casos que lo que se desee impugnar es un acto de alcance general (reglamento), es necesario acudir al llamado reclamo impropio. Éste no procede contra los actos de alcance particular que resulten ser aplicación de actos de alcance general, sino sólo contra estos últimos. No se prevén plazos de impugnación para este caso. Se debe ser titular de un interés legítimo o de un derecho subjetivo, y debe interponerse ante el órgano que dictó el reglamento, agotando así la vía administrativa.
El proceso contencioso administrativo
El proceso contencioso administrativo es el trámite judicial que tiene por objeto impugnar las conductas estatales (acciones u omisiones) ante el juez, con el propósito de que revise su legitimidad, y en su caso declare su invalidez o le obligue al Estado a reparar los daños causados.
En el plano federal no existe un Código Contencioso Administrativo, mientras que en las provincias sí existen. Este vacío debe ser suplido por la LPA, que si bien es una ley que regula el procedimiento y no el proceso, introduce ciertos principios básicos, como por ejemplo las condiciones de acceso a las vías judiciales. Además, se aplica de forma análoga lo estipulado en el CPCCN, adaptándolo siempre al orden jurídico propio y específico del Derecho Procesal Administrativo. En tema de plazos de caducidad y ejecución de sentencia, el legislador los regló de forma independiente. Por lo tanto, no ha de aplicarse lo dispuesto por el CPCC.
Las cuestiones propias del proceso contencioso administrativo son:
Legitimación: (Situación jurídica subjetiva)
Competencia contenciosa administrativa: La competencia puede ser fijada en razón del objeto (criterio material) o del sujeto (criterio orgánico). De acuerdo al primero de ellos, la competencia es delimitada por la aplicación de las normas de derecho público (Derecho Administrativo). Si el criterio es orgánico, el alcance de la competencia del juez contencioso es el ámbito de actuación del sujeto. En síntesis, el criterio debe definirse así: El juez contencioso administrativo federal entiende en todos los casos regidos por el derecho Administrativo Federal, salvo ciertas excepciones que son excluidas de su conocimiento y llevadas ante otros jueces aun cuando el caso judicial esté regulado por esta rama.
Habilitación de instancia: Los particulares que inicien un proceso judicial contra el Estado deben cumplir con ciertas condiciones de admisibilidad y el juez debe verificar si esto se cumplió o no. Estos requisitos son: 
1. El agotamiento de las vías administrativas 
2. La interposición de la acción judicial dentro de un plazo perentorio (90 días). Hay excepciones (Biosystems). La interposición de recursos administrativos interrumpirá los plazos. La vista suspende el plazo para recurrir.
3. La relación de exclusividad con la administración (legitimación).
Medidas cautelares: Antiguamente, para las medidas cautelares se aplicaba análogamente el CPCCN. Sin embargo, hoy en día existe una ley de medidas cautelares que pone fin a la polémica sobre la normativa aplicable. Según esta nueva ley, como los recursos no suspenden en principio los actos por su carácter de legitimidad y ejecutoriedad, la única manera de conseguir tal efecto es mediante una medida cautelar. Puede ser autónoma, ya que a pesar de que no se agotó la vía administrativa, sea el juez el que la dicte. Si se pide durante éste período, y luego se avanza a sede judicial, la cautelar tendrá vigencia por 10 días posteriores al agotamiento de la vía administrativa, teniendo que volver a pedir la cautelar. Se debe acreditar la necesidad de dicha cautelar, y si se concede, se da por 6 meses, renovables por otros 6. Si el Estado apela la cautelar, suspende sus efectos.
Hace algunos años, el alcance del reclamo se encontraba únicamente en la legalidad del acto administrativo. No se discutían cuestiones de oportunidad, mérito ni conveniencia. La ley disponía que los fallos judiciales condenatorios contra el Estado tuvieran carácter declarativo y no ejecutivo, de modo que el Estado podía o no cumplir las sentencias. Posteriormente la CSJN fue fijando un criterio distinto en varios de sus precedentes, es decir, el carácter ejecutivo de las sentencias. El fallo fundamental que causo el cambio de paradigma fue “Pietranera” (1996). El acreedor, una vez vencido el periodo de sesiones ordinarias del Congreso, puede entonces ejecutar judicialmente su crédito. 
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