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RESEÑA BIBLIOGRÁFICA Carlos García Mora Para comenzar a "echar la aburridora", puede decirse que se trata de una obra brillante ... por su papel brilloso que tan- to dificulta su lectura, de gran tamaño, profusamente ilustrada, con lujosa en- cuadernación y agradable a la vista por sus espectaculares fotografías a color y sus nítidos dibujos. En ella se muestra la preciada concha como objeto bello, sobre todo. Esto la inscribe dentro del género de libros de arte para coleccio- nistas, sin textos de naturaleza antro po- lógica del todo como espera alguien inclinado al pensamiento además de la contemplación, pues las meras descrip- ciones arqueológicas contenidas care- cen por sí solas del poder de recreación y análisis histórico. Y es que el uso ge- neralizado y en todo tiempo de la con- cha como ornamento, en sí mismo le da al libro -casi sin poder evitarlo- el atractivo propio del coleccionismo y la historia del arte. A cambio, perdió la oportunidad de recoger por vez primera Primero los peros Conchas y caracoles •ese universo maravilloso ... Lourdes Suárez Diez Fotos: Martha Alicia Lápez Dla; y José Antonio González Serrano; dibujos: Rafael Márque; Calderón y Fernanda y Rodrigo Márque: Suárez; cuidado de la edición: Ludwig lven; presentación: Ángel l. Rodri- gue; Sáenz y Roberto García Moll, México, BANPA!S, 1991, 194 pp. ils. En 1964, al construirse la presa Adolfo López Mateos en El In- fiernillo, entre los estados de Guerrero y Michoacán, la arqueóloga autora de este libro participó en el resca- te de los restos materiales de pueblos mesoamericanos en el área que sería afectada por el embalse. A raíz de ello, le fue encomendado clasificar los abun- dantes objetos elaborados con conchas de moluscos y crustáceos ahí reunidos. Desde entonces, fué tal su gusto por ellos que elaboró un manual sobre las técnicas antiguas para producirlos, una tipología de los mismos y una obra general sobre las conchas de México. Además, ha enseñado a estudiantes de arqueología el conocimiento y clasifi- cación de estos objetos, razón por la cual fue apodada por sus alumnos Con- cha Suárez. Haciendo justicia a esta fama, ha preparado un libro de divulga- ción general para transmitir su visión arqueológica de las conchas usadas y trabajadas en la antigüedad. Ahora bien, como cosa sin pero no la hay en el mun- do entero, véase primero las tachas de esta publicación para luego reparar en el beneficio que reporta su lectura. PESCADORES COSTEROS (FOTOGRAFíA: LUDWIG IVEN, REPROD. EN SUÁREZ DIEZ 1991. PÁG. 36), 72-ea. cc_ .Ji i ii i iiii '" iii ¡ti; '" i ni' .~ RESEÑA BIBLIOGRÁFICA una visión global de los pueblos coste- ros en la antigüedad. Más adelante, po- drá matizarse esto, quede por ahora esta crítica en el ánimo del lector para poder ampliarla. El libro se presenta como una obra de difusión dirigida al gran público, pero como es de lujo y fue publicado por un banco para sus accionistas, vendido a un alto precio en las librerías donde lle- garon algunos ejemplares, su público lector resultó aún más restringido que si hubiera sido editado por una institución académica. Sirva de ejemplo para poner en duda la necesidad de sacar el trabajo antropológico fuera del ámbito acadé- mico, lo cual, a veces, ha consistido sim- plemente en introducirlo al mercado con fines comerciales. Pasando al contenido, una de las pri- meras impresiones es la insuficiente pre- sencia de los paisajes y, sobre todo, de los seres vivos con los cuales están aso- ciados los moluscos: plantas, animales y hombres. También hubiera sido inte- resante mostrar su asociación con otras civilizaciones, además de la mesoame- ricana. Un grave error, quizás uno de los más importantes, fue cometido al usar indiscriminadamente información de épocas, lugares y pueblos di ferentes para hacer una descripción plana, de corrido, a veces ahistórica, de la arqueología de la concha. Incluso, se da por hecho que las provincias malacológicas del pre- sente fueron las del año pasado. Eso permitió dar un panorama general del tema, pero éste resultó hechizo, pues no corresponde a una realidad, ni a un pue- blo, ni a una época, ni a una región determinadas, En vez de mapas con todo, hubiera sido mejor elaborar unos por épocas específicas con la distribución geográfica de los sitios de extracción de moluscos con conchas, otros con la de los talleres para manufacturar objetos de concha, etcétera. Además, la locali- zación geográfica hubiera sido más ade- cuada sobre un mapa de Norte y Centro- américa, en lugar de hacerla en uno del actual territorio mexicano, el cual -como tal- se conformó hasta el sig lo XIX. En efecto, fueron los propios pue- blos costaneros quienes en la antigüe- dad establecieron los territorios donde se movieron o asentaron; por tanto, se- PORTADA DEL LIBRO COMENTADO 73- e :;:¡u: ti! :: 11 III !u1111lit In!! ! !"'~i RESEÑA BIBLIOGRÁFICA ría mucho más cercano a la realidad his- tórica intentar reconstruir la geografía humana de esos pueblos, los cuales nada sabían de una nación que se establecería siglos más tarde. Pero si usar la geografía política ac- tual para determinar unidades espacia- les de estudios históricos es un error elemental, en cambio, la inferencia et- nográfica, esto es, la observación de sobrevivencias culturales para entender el pasado, es una herramienta probada muchas veces. Ya una alumna de la au- tora ha estudiado la manufactura de la concha en un pueblo de la actualidad especializado en ello, aprendiendo et- nografía y, sorprendentemente, también arqueología. Muy interesante sería en- contrar la presencia del antiguo uso del material de marras en el folclor y en la cultura de la concha actuales. Al menos, ayudaría añadir los nombres populares de cada especie de molusco y concha en diferentes regiones y lenguas. Conocer usos medicinales, como la popular ob- tención de una crema cicatrizante expri- miendo limón sobre concha nácar. Tam- bién mitos, cuentos y dichos de la literatura oral viva donde aparecen los moluscos o sus conchas. Por otra parte, la inferencia linguística proporciona pis- tas apreciables también. Entre otros aspectos, los mencionados pueden pro- porcionar un conocimiento antropoló- gico integral, además del meramente arqueológico. De paso, pudo evitarse el uso del término" comunidad primiti va", propio para designar a la sociedad primigenia, como sinónimo de pueblo de tecnología sencilla o "atrasada". Y del innecesario anglicismo "implemento" para sustituir las hermosas palabras: instrumento, he- rramienta y utensilio. La buena calidad y claridad de las reproducciones fotográficas del libro las convierte en fuente de información por sí mismas, más que en meras ornamen- taciones. Por ello, unos pies con des- cripciones más detalladas y analíticas le hubieran dado a cada ilustración mayor importancia. En efecto, las fotografías demuestran el interés de los antiguos objetos de concha como fuente para el conocimiento histórico; pero como toda fuente, es más valiosa para los estudio- sos si, v. gr., va acompañada de un des- ciframiento e interpretación de sus gra- bados y pinturas. Por cierto, para futuras indagaciones sería útil un capítulo dedi- cado a las representaciones de conchas. Detalles aparte, en esta reseña uno es el comentario más relevante. Para que las obras arqueológicas como ésta sean también y sobre todo, obras de historia y antropología, y por tanto, intelectual- mente estimulantes, pueden asimilar sus descri pciones tecnológicas y artísticas a un análisis integral. En este caso, del origen, evolución y caracterización del poblamiento, los pobladores y las socie- dades costeras. y luego los sin embargos ... Un lector interesado encontrará ense- ñanzas y motivos de reflexión en un libro de esta naturaleza. Por supuesto, una vez concluida la lectura, le quedará fuera de toda duda el intenso uso que los pueblos mesoamericanos dieron a las conchas de moluscos y crustáceos, en la elaboración de numerosos utensilios agrícolas, pesqueros, militares y orna- mentales; en edificios,morrales y toca- dos personales; en murales, grabados y códices; en ritos, mitos e iconografía, y hasta en la música, entre otros. Las descripciones arqueológicas de los objetos y su manufactura instruyen al lector, a pesar del pero inicial de esta reseña. Le permiten conocer la antigua tecnología de la percusión y desgaste de la concha. Y le demuestran la existencia en el pasado mesoamericano de talleres especializados, donde se desarrolló esa tecnología y de artesanos o artistas alta- mente calificados en ella. De paso, le llaman la atención sobre una materia prima diferente a la piedra y el barro, los dos materiales con cuyos estudios algunos arqueólogos ha cons- truido buena parte de sus reconstruccio- nes históricas. Le permiten así escapar de un monopolio. En efecto, le ayudan a concebir la tecnología de los pueblos antiguos incluyendo las diversas tecno- logías con otros materiales (como la concha) que fueron utilizados simultá- neamente. Así, logrará superar la ima- gen basada sobre todo en el conocimien- to de la tecnología Iítica, por ejemplo, con la cual se ha nombrado eras com- FOTOGRAFíA: LOGON. REPROD. EN SUÁREZ DIEZ. 1991. PÁG. 44 74- WIMI !#W-..::. a DiHit 'l. !UN-íiil di' Iqá¡¡ ___ o RESEÑA BIBLIOGRÁFICA VASIJA MAYA EN FORMA DE CARACOL DE]. CUAL SALE (¿NACE?) UN HOMBRE. CON~ERVADA EN EL MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGIA (FOTOGRAFIA: LOGON. REPROD. EN SUAREZ DIEZ 1991. PÁG. 135) pletas (como las llamadas arqueolítico y neolítico), como si la historia de las ban- das humanas de la antigüedad hubiera girado obsesivamente en tomo a las pie- dras. Otro cuento puede contarse con una visión más completa de los anti- guos conjuntos tecnológicos. Después de todo, los lejanos ancestros debieron ser bastante menos simples de lo imagi- nado. Pero igualmente importante es que el lector aprenda, mediante una lectura curiosa: a) la existencia de antiguos po- bladores costeros, especializados en la vida junto al mar (y quizás sobre el mar), en particular, y b) el arraigado entrela- zamiento del México antiguo con las costas y el mar, en general. Hoy en día, los concheros o arnonto- namientos de conchas de moluscos ma- rinos, dejados en las costas por recolec- tores que vivieron de productos del mar, señalan dónde se asentaban permanen- temente o por largas temporadas. Asi- mismo, es posible inferir que, además de pescar, algunos supieron bucear y hasta navegar en corto. Unos debieron ser pueblos mesoamericanos, pero si los hubo con otra filiación, cabe preguntar- se si -a lo largo de las costas america- nas- habría uno o varios corredores culturales con su propio desarrollo his- tórico, al margen de, o relacionados con, los grandes centros mesoamericanos del interior. La relación con esos centros fue in- tensa, dado el comercio de la concha como materia prima a gran distancia e, incluso, de las manufacturas de objetos de este material, para proveer a Teoti- huacan, Copán, Cacaxtla y Tenochti- tlan. Este comercio plantea dudas sobre si fue siempre un intercambio con tierra adentro o, en algunas épocas, una exac- ción de las cabeceras dominantes que sujetaron territorios costeros. Y cuando fue lo segundo, si los sujetaron coloni- zándolos con tierra adentreños o some- tiendo a los propios pobladores costa- neros. Como ciertas conchas coloradas fueron usadas como moneda, también puede pensarse si ello provocó una lu- cha por el control de su extracción, dis- tribución o almacenamiento. Son cues- tiones por dilucidar. La concha, además, sirve a los estu- diosos como indicador social. A veces, su presencia o ausencia indicó cierta ocupación, jerarquía, posición social (pues era incorporada al complicado ornamento de personajes importantes), y hasta una división regional del traba- jo. Aún más, la distribución geográfica de ciertos objetos de concha puede ayu- dar a reconstruir áreas culturales e, in- cluso, a localizar un cierto tipo de no- bleza o clase social. Al final de la lectura, a este reseñista le rondó la pregunta -entre otras- de hasta qué punto la fuerte relación del centro de México con las costas, palpa- ble hasta la fecha, tiene raíces mesoame- ricanas. Quizás la antigua existencia en éste de pueblos con culturas lacustres, como los de las cuencas de Pátzcuaro y México, por ejemplo, explican algo de esto, pero sólo en parte. Ese indudable y llamativo apego chilango de las actua- les castas populares por el mar, evidente en su aprecio por los mariscos o en los caracoles y ciertos objetos artesanales (como los característicos barcos de con- cha) que adornan televisores, trincha- dores o estantes de sus viviendas, ¿tiene acaso un significado histórico y cultural que nos había pasado desapercibido? 75- 111I' '1 ¡¡¡:!!! 111 IIfI!!I 1111 111. I~h
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