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El síndrome de Asperger Evaluación y tratamiento 2 Consulte nuestra página web: www.sintesis.com En ella encontrará el catálogo completo y comentado 3 http://www.sintesis.com 4 El síndrome de Asperger Evaluación y tratamiento Juan Martos, Raquel Ayuda, Ana González, Sandra Freire y María Llorente (Equipo Deletrea) 5 Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previstos en las leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, íntegra o parcialmente, por cualquier sistema de recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o por cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de Editorial Síntesis, S. A. © Juan Martos, Raquel Ayuda, Ana González, Sandra Freire y María Llorente © EDITORIAL SÍNTESIS, S. A. Vallehermoso, 34. 28015 Madrid Teléfono 91 593 20 98 http://www.sintesis.com ISBN: 978-84-995867-3-1 6 http://www.sintesis.com Un maestro afecta a la eternidad; nunca se sabe dónde termina su influencia Henry Adams Dedicado a Ángel Rivière 7 Índice Introducción PARTE I FUNDAMENTOS TEÓRICOS: DEFINICIÓN, EVALUACIÓN Y DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL 1. El síndrome de Asperger: Sentido y controversia 1.1. Introducción 1.2. El síndrome de Asperger: Una definición amplia y heterogénea 1.3. El síndrome de Asperger y el Autismo: ¿dos etiquetas diferentes para un mismo trastorno? 1.3.1. El autismo y el síndrome de Asperger: ¿Diferencias cualitativas o cuantitativas?, 1.3.2. Debate y crítica en torno a la investigación 1.4. ¿Dónde están las mujeres con síndrome de Asperger? 1.5. ¿Debe ser el síndrome de Asperger visto necesariamente como una discapacidad? 1.6. El futuro de la etiqueta de síndrome de Asperger 1.6.1. Orden bajo el caos: el concepto de espectro autista, 1.6.2. El DSMV: Consideraciones previas, 1.6.3. La propuesta del DSM-V para el trastorno del espectro autista (borrador, 2011), 1.6.4. La respuesta social al borrador del DSM-V para los trastornos del espectro autista 1.7. ¿Perjudicará la desaparición de la etiqueta de síndrome de Asperger a las personas con AAF? 2. Psicología del síndrome de Asperger 2.1. Introducción 2.2. De la teoría de la mente a la teoría de la empatía-sistematización 2.2.1. Teoría de la empatía-sistematización, 2.2.2. Estudio de casos 2.3. Coherencia central débil y estilo cognitivo 2.3.1. Críticas a la teoría y enfoque actual, 2.3.2. Estudio de caso 2.4. Disfunción ejecutiva 2.5. La concepción de un déficit múltiple 2.6. Talento y procesamiento sensorial y perceptivo 8 https://booksmedicos.org 2.7. Procesamiento sensoriomotor en el síndrome de Asperger 2.8. Inteligencia y pensamiento en autismo y síndrome de Asperger 2.9. Lenguaje y síndrome de Asperger 2.10. Emoción y síndrome de Asperger 2.11. Algunos mitos acerca del síndrome de Asperger 3. Evaluación y diagnóstico 3.1. Introducción 3.2. Instrumentos para la detección 3.3. Dificultades relacionadas con el diagnóstico 3.4. El proceso de evaluación y diagnóstico 3.4.1. Entrevista clínica, 3.4.2. Valoración de las competencias actuales del sujeto, 3.4.3. Elaboración y entrega del informe 3.5. El diagnóstico en la etapa adulta 3.5.1. Algunas consideraciones generales sobre el diagnóstico en la edad adulta, 3.5.2. El proceso de diagnóstico y las pruebas de evaluación 3.6. La comunicación del diagnóstico 3.6.1. ¿Es necesario comunicar el diagnóstico? ¿Qué ventajas tiene?, 3.6.2. ¿A qué edad se debe comunicar el diagnóstico?, 3.6.3. ¿Cómo se debe comunicar el diagnóstico?, 3.6.4. ¿Cómo suelen reaccionar las personas al conocer su diagnóstico?, 3.6.5. ¿A quién más se debe informar? 4. Comorbilidad y diagnóstico diferencial en el síndrome de Asperger 4.1. Introducción 4.2. Trastornos del estado de ánimo y de la ansiedad 4.2.1. Depresión y ansiedad, 4.2.2. Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) 4.3. Otros trastornos de inicio en la infancia 4.3.1. Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), 4.3.2. Trastorno del desarrollo de la coordinación (TDC), 4.3.3. Trastorno del aprendizaje no verbal, 4.3.4. Trastorno semántico- pragmático, 4.3.5. Trastorno de la conducta oposicionista-desafiante, 4.3.6. Síndrome de Gilles de la Tourette 4.4. Trastorno de la personalidad esquizoide 4.5. Esquizofrenia 4.6. Otros trastornos comórbidos 4.7. Comorbilidad e implicaciones en la práctica clínica PARTE II 9 https://booksmedicos.org IMPLICACIONES PRÁCTICAS. TRATAMIENTO EN LA INFANCIA Y EN LA EDAD ADULTA 5. Contexto educativo y tratamiento 5.1. Introducción 5.2. Adoptando un enfoque metodológico global basado en la ética 5.2.1. Buenas prácticas y actividad profesional, 5.2.2. Buenas prácticas y familia 5.3. Estrategias generales de educación y tratamiento 5.4. Desarrollo socioemocional y tratamiento 5.4.1. Desarrollo de relaciones de amistad y desarrollo del juego, 5.4.2. El desarrollo de la comprensión y expresión emocional, 5.4.3. El desarrollo de las habilidades mentalistas 5.5. El tratamiento de la comunicación y el lenguaje 5.5.1. Abordaje de las habilidades conversacionales, 5.5.2. Lenguaje pedante, 5.5.3. Comprensión literal, 5.5.4. Prosodia y fluidez en el habla 5.6. Tratamiento de la flexibilidad de acción y pensamiento 5.6.1. Tratamiento del estrés, 5.6.2. Inflexibilidad mental y comportamental 5.7. El abordaje de los problemas sensoriales 5.7.1. Sensibilidad auditiva, 5.7.2. Sensibilidad táctil, 5.7.3. Sensibilidad visual, 5.7.4. Sensibilidad olfativa y gustativa, 5.7.5. Resistencia al dolor y a la temperatura 5.8. Educación inclusiva 5.8.1. Fomentando habilidades de autonomía en la escuela, 5.8.2. Abordando las dificultades de aprendizaje, 5.8.3. Promoviendo los puntos fuertes en el aprendizaje, 5.8.4. Abordando las conductas inadecuadas en el entorno escolar, 5.8.5. La orientación escolar y la continuación formativa después de la ESO 5.9. Tratamiento de las situaciones de acoso 6. Intervención en la edad adulta 6.1. Introducción 6.2. Características de las personas con síndrome de Asperger en la edad adulta 6.3. Razones por las que las personas buscan servicios de apoyo en la etapa adulta 6.4. Tipos de intervención y programas de apoyo 6.4.1. Servicio de apoyo y asesoramiento posterior al diagnóstico, 6.4.2. Programas clínicos de intervención individual, 6.4.3. Grupos o talleres de habilidades sociales, 6.4.4. Programas de enseñanza de 10 https://booksmedicos.org habilidades para la vida independiente, 6.4.5. Intervención en servicios de psiquiatría 6.5. Cursando estudios superiores. El síndrome de Asperger y la universidad. 6.6. Los adultos con síndrome de Asperger y el empleo 6.6.1. Posibles factores explicativos para justificar el desempleo de las personas con SA, 6.6.2. El entorno laboral, 6.6.3. El preparador laboral 7. Sexualidad y relaciones de pareja 7.1. Introducción 7.2. Desarrollo sexual en las personas con síndrome de Asperger 7.2.1. ¿Qué sabemos de la sexualidad en las personas con síndrome de Asperger?, 7.2.2. Relaciones de pareja y matrimonio 7.3. Programas de educación sexual para las personas con síndrome de Asperger 8. Relatos desde dentro 8.1. Introducción 8.2. La visión introspectiva y autobiográfica de las personas con síndrome de Asperger 8.3. Relatos personales 8.3.1. El Alien (B., 23 años), 8.3.2. Así soy yo (A. 14 años), 8.3.3. Mi experiencia como Asperger (Bufi, 22 años), 8.3.4. El síndrome de Asperger por alguien que lo tiene (M, 29 años), 8.3.5. El cerebro “Asperger” (D, 14 años), 8.3.6. Mis memorias (A, 13 años), 8.3.7. Mi experiencia como chica Aspie (Elinha, 16 años), 8.3.8. Mis intereses (D, 30 años) 9. Materiales disponibles sobre el síndrome de Asperger comentados 9.1. Introducción 9.2. Materiales y textos prácticos 9.2.1. Materiales dirigidos a estimular la comprensión socio-emocional y la comunicación, 9.2.2. Materiales dirigidos a favorecer el autocontrol, la autoestima 9.3. Webgrafía 9.3.1. Webs de recopilación de información y actualización científica, 9.3.2. Webs de asociaciones de familiaresy amigos del síndrome de Asperger, 9.3.3. Webs de recursos 9.4. Novelas autobiográficas y novela de ficción sobre el síndrome de Asperger 9.5. El síndrome de Asperger en el cine y la televisión Nota bibliográfica 11 https://booksmedicos.org 12 https://booksmedicos.org Introducción “Extraterrestre, friki, robot, loco, rayado, doctor Spock, pato … son tantos los nombres que he tenido que escuchar en el colegio y en el instituto cuando mis compañeros se referían a mí que casi podría crear una nueva versión de la onomástica tradicional”. Aunque el síndrome de Asperger se diagnostica cada vez con más frecuencia en nuestro país y cada vez se conocen mejor sus necesidades de apoyo en las diferentes etapas del ciclo vital, todavía son muchos los niños y adolescentes con dicho diagnóstico que viven experiencias de exclusión, falta de comprensión y rechazo en diferentes contextos sociales. En los últimos años el término síndrome de Asperger se ha ido haciendo un hueco en distintos ámbitos de nuestra sociedad. La peculiaridad del trastorno, en el que aparecen competencias adecuadas junto a otros déficits específicos y un perfil de habilidades muy desigual, ha captado la atención de muchos profesionales, que se han sentido atraídos por esa extraña mezcla de destrezas y déficits. En el ámbito médico, educativo y terapéutico cada vez son más las personas que han escuchado ese término, que han leído algo sobre ese colectivo o que han visto alguna película en la que se retrataba a un personaje con dicho trastorno. Actualmente hacer alusión al “Asperger” en una conversación con médicos, psicólogos, pedagogos o profesores no suele generar el desconcierto que provocaba hace unos años. A pesar de ello, conocer el trastorno y comprender el trastorno son dos cosas bien distintas. Efectivamente se conoce más, pero todavía sigue siendo necesario, especialmente en algunos ámbitos, alcanzar una mejor comprensión de las características del síndrome. Comprender es lo más difícil pero, una vez que se comprende, resulta mucho más sencillo entender y utilizar las medidas y estrategias psicopedagógicas que han demostrado ser más eficaces para garantizar el bienestar y desarrollo de estas personas. En este sentido, comprenderlo se convierte en el punto de partida que permite alcanzar un mejor dominio de los principios de buena práctica para la atención de este colectivo y precisamente ese objetivo, ayudar a mejorar la comprensión del trastorno, es el que ha impulsado la elaboración de este manual. El síndrome de Asperger es un trastorno del neurodesarrollo (aunque todavía se desconocen los mecanismos etiológicos responsables), que se engloba dentro de una categoría nosológica más amplia: los trastornos del espectro autista (TEA). Aunque, como se describe en la primera parte del libro, en estos momentos se está llevando a cabo un cambio en la conceptualización de los TEA, hoy por hoy el síndrome de Asperger sigue considerándose como una anomalía vinculada al autismo pero con algunas características que permiten la diferenciación entre un trastorno y otro. Tal diferenciación 13 https://booksmedicos.org ha suscitado mucho debate y polémica entre la comunidad científica y, con la próxima revisión del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) se pretende terminar con esa polémica elaborando una definición de los TEA basada en un enfoque dimensional. La primera parte de este libro está dedicada a explicar las características del trastorno, haciendo un recorrido por su historia y analizando ese cambio conceptual reciente (capítulo 1). En ese primer bloque inicial también se abordan las teorías que tratan de explicar el perfil de funcionamiento psicológico y cognitivo de las personas con síndrome de Asperger y se hace una revisión de los estudios de investigación recientes que permiten comprender ese perfil tan característico (capítulo 2). Los modelos explicativos vigentes tratan de analizar, cada uno desde un enfoque diferente, los déficits sociales que presentan estas personas, su tendencia a procesar e interpretar la información fraccionada prestando atención a los detalles, sus dificultades para planificar, organizar y secuenciar metas y objetivos personales, sus talentos especiales o sus peculiaridades en el procesamiento de la información sensorial. El capítulo 3 está dedicado íntegramente al proceso de diagnóstico, que requiere una formación especializada y un conocimiento profundo de las características que definen al trastorno. Se describen los distintos pasos que componen el proceso de valoración y se tratan de aclarar algunas dudas acerca de la comunicación del diagnóstico tanto al propio afectado como a las personas de su entorno. El síndrome de Asperger, como se irá descubriendo a medida que se vaya leyendo la información y las reflexiones recogidas en este libro, es un trastorno muy heterogéneo en el que la intensidad de la sintomatología varía de un individuo a otro. Además es frecuente que, a partir de la adolescencia, se puedan solapar otros trastornos asociados como la depresión, la ansiedad o el trastorno obsesivo compulsivo. En el capítulo 4 se presenta una descripción de la sintomatología específica que permite, por una parte, realizar un diagnóstico diferencial con otros trastornos que comparten algunas características similares y, por otra, conocer los trastornos comórbidos más habituales. La segunda parte del libro tiene un carácter más práctico y está centrada de manera especial en la metodología y estrategias psicoeducativas que se deben emplear para favorecer el aprendizaje y desarrollo de las personas con síndrome de Asperger. En el capítulo 5 se describen las medidas y adaptaciones que se deben emplear durante toda la etapa escolar. Partiendo de un análisis de las principales dificultades que suelen mostrar los alumnos con síndrome de Asperger, se describen los principios de intervención y las estrategias específicas que les ayudarán a mejorar sus dificultades de relación social, su comunicación, su aprendizaje en áreas curriculares específicas y su autocontrol. Por último se ha querido dedicar parte del presente manual a abordar aspectos relacionados con la vida adulta de estas personas. Si bien es cierto que cada vez contamos con más bibliografía centrada en la infancia y los primeros años de adolescencia de las personas con síndrome de Asperger, sus dificultades, características y necesidades durante la edad adulta son mucho menos abordadas en los manuales y guías disponibles en la actualidad. El síndrome de Asperger es un trastorno del desarrollo que 14 https://booksmedicos.org afecta a todo el ciclo vital y durante la edad adulta estas personas siguen presentando necesidades de apoyo específicas que es importante conocer y abordar. Por ello, en el capítulo 6, además de describir las necesidades características que muestran pasada la adolescencia, se presentan y analizan tanto sus necesidades de apoyo como los diferentes programas de intervención que existen en la actualidad. Otro tema poco analizado en la bibliografía especializada y al que se ha decidido dedicarle un capítulo (capítulo 7) es el de la sexualidad y las relaciones de pareja. Las personas con síndrome de Asperger tienen las mismas necesidades, inquietudes e interés hacia la sexualidad que el resto de la población y, a pesar de ello, este tema apenas se aborda en la bibliografía especializada publicada en nuestro país. El manual finaliza con dos capítulos que tienen un enfoque y un “tono” diferente. En el capítulo 8 son las propias personas con síndrome de Asperger las que toman la palabra. Ocho adultos y jóvenes con síndrome de Asperger han querido compartir con el lector sus reflexiones acerca del trastorno y sus experiencias personales en diferentes momentos de su vida. Este capítulo tiene un valor especial (para los autores, el valor no sólo es a nivel profesional sino también personal), ya que permite comprender desde dentro lo que implica ser una persona con síndrome de Asperger. Porotra parte, en el capítulo 9 se recogen y comentan los materiales de trabajo disponibles en la actualidad. Este último capítulo pretende servir de apoyo y guía a todas aquellas personas que quieran profundizar más, tanto a nivel teórico como práctico, en la fascinante forma de pensar y percibir el mundo que tienen las personas con síndrome de Asperger. En conjunto, el libro está compuesto por un bloque más teórico y otro con un contenido más práctico, ambos tratando de abarcar todo el ciclo vital de las personas con síndrome de Asperger. Está escrito en un lenguaje sencillo con la intención de que su lectura resulte fácil y accesible para todo el público interesado en esta materia (clínicos, profesores, médicos, familiares, estudiantes, etc.). Finalmente queremos aprovechar estas últimas líneas para expresar nuestro agradecimiento a todas aquellas personas con síndrome de Asperger, y a sus familias, que han querido compartir con nosotros sus experiencias y vivencias no sólo en forma de pequeños relatos en este manual sino en el día a día haciéndonos participes de sus logros, progresos, alegrías y, algunas veces, sus frustraciones. De ellos hemos aprendido, y seguimos aprendiendo, muchas cosas que nos ayudan a mejorar nuestra labor como profesionales y muchas otras que nos hacen mejorar como seres humanos. A todos ellos (a los que han escrito y a los que nos dejan acompañarles en su camino) les dedicamos este libro. Equipo Deletrea 15 https://booksmedicos.org PARTE I Fundamentos teóricos: definición, evaluación y diagnóstico diferencial 16 https://booksmedicos.org 1 El síndrome de Asperger: sentido y controversia 1.1. Introducción A pesar de lo reciente que es la nomenclatura del síndrome de Asperger (fue originalmente descrita por Hans Asperger en 1944 y no formó parte de las clasificaciones internacionales, como diagnóstico, hasta el año 1992, con la publicación de la CIE-10), ya ha sido, en su corta historia, una etiqueta controvertida e interesante, objeto de numerosos estudios y debates. En este capítulo se abordarán las características y particularidades de las personas con síndrome de Asperger, se revisará su validez e independencia como etiqueta nosológica, se describirán algunos trabajos de investigación en los que se han encontrado coincidencias y divergencias con otros trastornos del espectro autista y se indagará sobre aquellos aspectos que siguen siendo objeto de duda y controversia. La brecha, por tanto, para la reflexión está abierta y el lector interesado podrá encontrar en estas líneas directrices esenciales sobre las que empezar a pensar, criticar, indagar e investigar. El tema es, por tanto, de sumo interés, y el hecho de que el síndrome de Asperger siga generando tantas palabras, debates, investigaciones y movilizaciones sociales nos hace ser conscientes de su vigencia y actualidad. El síndrome de Asperger todavía no ha terminado de escribir su historia y en estos días, a nivel internacional, se siguen redactando nuevos capítulos que cuestionan y revisan su identidad; estamos, por tanto, siendo copartícipes de su historia, viviéndola, como suele decirse, “en tiempo real”. Necesariamente, este capítulo tiene un marcado carácter teórico. En él se hará una reconstrucción histórica en la que se revisarán los artículos originales de los autores clásicos; estos artículos son los pilares sobre los que se sustenta todo lo demás y requieren una lectura lenta y atenta. Para ello, se empezará con las definiciones originales de Hans Asperger y Leo Kanner, se revisarán las comparaciones que sobre el autismo y el síndrome de Asperger hizo Lorna Wing, se cuestionará la independencia de las dos etiquetas clínicas, se plantearán las líneas de pensamiento innovador que han abierto autores como Baron-Cohen o Tony Attwood, se revisarán los estudios epidemiológicos y, finalmente, se describirá el camino hacia el que el DSM-V parece dirigirse. Cada uno de 17 https://booksmedicos.org esos apartados ofrece y aporta sugerentes frentes para el debate y por ello, respondiendo al título de este capítulo, podrían englobarse bajo el epígrafe común de “sentido y controversia”. 1.2. El síndrome de Asperger: una definición amplia y heterogénea En el año 1944, Hans Asperger (1906-1980), un médico austriaco especializado en pediatría y psiquiatría, comenzaba su ya clásico artículo (“Autistic Psychopathy in Childhood”) con estas palabras: “Describiré un tipo de niños particularmente interesante y altamente reconocible”. Así empezaba la historia de esta etiqueta clínica que en muy poco tiempo ha sido el motor e impulso de muchos trabajos bibliográficos y de investigación de los que este libro es sólo un pequeño ejemplo. Hans Asperger trabajaba en una clínica pediátrica y psiquiátrica a la que eran derivadas centenares de familias, generalmente porque sus hijos presentaban problemas de conducta. En esa clínica existía una gran preocupación tanto por el diagnóstico clínico como por la posterior intervención educativa. De este modo, uno de los objetivos prioritarios de sus valoraciones consistía en buscar y describir estrategias para llevar a cabo una educación compensatoria que pudiera solventar esas dificultades comportamentales a partir de estrategias psicoeducativas eficaces. Como puede leerse en sus textos, Hans Asperger estaba profundamente preocupado por la forma en que debían vincularse e interrelacionarse la psiquiatría y la educación y el modo en que debían darse respuestas educativas individualizadas a necesidades individuales: “Los seres humanos excepcionales deben recibir tratamientos excepcionales, tratamientos que tengan en cuenta sus dificultades especiales”. Esta faceta, la de la atención y el cuidado hacia la diversidad y la adaptación de estrategias para la educación que él definió, es la que menos ha trascendido. El segundo plano que ha ocupado en la línea de pensamiento y acción del médico austriaco ha sido provocado por la mayor importancia y repercusión de la etiqueta diagnóstica que él describió: la “psicopatía autista” (posteriormente llamada síndrome de Asperger). Sin embargo, entre sus escritos se pueden leer orientaciones pedagógicas llenas de profesionalidad y cercanía, que vuelven a mostrar la notoria lucidez del médico vienés. Por hacer honor a ellas, y puesto que muchas siguen siendo los cimientos sobre los que se ha construido la intervención psicopedagógica actual, citaremos algunos párrafos con recomendaciones para favorecer el aprendizaje de las personas con síndrome de Asperger: El manejo y la guía de estos chicos requiere un conocimiento apropiado de sus peculiaridades así como un talento genuino para la pedagogía y experiencia (…) Adaptamos la forma de pasar los test a la personalidad de cada niño, tratamos de crear un buen clima (…) También tratamos de descubrir qué intereses particulares tiene cada niño. (…) Con estos niños, existe el peligro de quedar envuelto en interminables argumentaciones para convencerlos de que están equivocados. Esto ocurre especialmente con los padres, que se quedan atrapados en 18 https://booksmedicos.org interminables discusiones.(…) Habitualmente funciona simplemente cortar los comentarios negativistas. (…) Otra estrategia pedagógica es anunciar los objetivos no como una petición personal sino como una ley impersonal. (…) Era posible favorecer la integración estableciendo un horario exacto en el que cada pequeña actividad estuviera descrita en detalle. (…) Ellos sentían que estaban firmemente atados a esa ley objetiva. (…) Las dificultades que muestran estos chicos con las adaptaciones intuitivas son, por tanto, susceptibles de una compensación parcial a través de una aproximación intelectual. Estos ejemplos dejan entrever hasta qué punto el talento de Hans Asperger fue más allá de la mera definición de un conjunto de síntomas y características y la forma en que ahondó en un conocimiento mucho más profundo de los chicos a los que recibió en su clínica. Como podrá verse en el capítulo 5 de este libro, algunas estrategiasde intervención actuales no son sino una prolongación de estas orientaciones iniciales. Por ello, releer el artículo original de este autor permite siempre descubrir nuevos aspectos sobre los que empezar a pensar, tanto en relación al diagnóstico y la investigación como en relación a la intervención educativa. Volviendo a la definición de la etiqueta clínica: Hans Asperger trabajaba en su clínica evaluando a chicos que presentaban trastornos de diversa naturaleza. Después de un tiempo, observó que algunos de aquellos chicos presentaban un patrón comportamental muy similar y peculiar, que todavía no había sido identificado como una etiqueta diagnóstica por otros autores. Tras haber encontrado en más de doscientos chicos estas características idiosincráticas, escribió su artículo, seleccionando para ello a cuatro de estos muchachos. Estos cuatro casos clínicos le servirían para dar cuenta de las notables particularidades que se observaban en el desarrollo de estos niños que tenían una personalidad “altamente reconocible”, a pesar de la gran variedad de diferencias individuales. Ellos representarían las características de un trastorno en el que, de manera paradójica, se observaban buenas competencias cognitivas y de lenguaje junto con una marcada discapacidad social. Para definir ese nuevo trastorno, el médico austriaco eligió la etiqueta de “autismo”. Este término se utilizaba a finales de la II Guerra Mundial para describir los síntomas de algunas patologías que llevaban asociadas alteraciones del contacto y dificultades para interactuar con el mundo circundante. Para Hans Asperger, el “autismo” (anteriormente asociado a síntomas y no a una etiqueta diagnóstica) englobaba la esencia de las dificultades permanentes de aquellos chicos en los que las alteraciones sociales eran tan “profundas que eclipsaban todo lo demás (…): el afecto, el intelecto y la acción”. Estas dificultades sociales, que constituían la raíz del diagnóstico, iban asociadas a otras características y síntomas conductuales. Hans Asperger mencionó los siguientes: • Prevalencia superior en hombres que en mujeres. • El trastorno podría heredarse, genética y verticalmente, a través de la línea paterna, dado que se observan características de personalidad similares en algunos padres. 19 https://booksmedicos.org • Los intereses de las personas con autismo son con frecuencia variados y originales. • La personalidad autista persiste en el tiempo (…) a pesar de que en el curso del desarrollo algunas características se enfatizan y otras disminuyen. No obstante, aunque los problemas que presentan pueden cambiar considerablemente, la esencia de las dificultades sociales permanece inalterable. • Peculiar contacto ocular. Esta alteración es particularmente clara cuando están conversando con otros. • Sus movimientos corporales son extraños e inadecuados, con poca conciencia del propio cuerpo. • Sus gestos carecen de valor expresivo. • Su lenguaje no parece natural. Ellos escogen palabras inusuales, fuera de la esfera de un niño. • Los asuntos que preocupan e interesan a estos niños están muy alejados de los intereses de los niños de su misma edad. Algunos de estos intereses no tienen un uso práctico. • El autismo ocurre en diferentes niveles de habilidad. • Algunos de estos niños pueden aprender a leer particularmente rápido. • Existe una tendencia en ellos a intelectualizar los afectos y a mostrar una notable falta de empatía y ausencia de la comprensión intuitiva de los otros. • La mayoría de los chicos presentan problemas de conducta (agresividad y negativismo). • Este trastorno no podía ser reconocido antes del tercer año de vida. Como puede verse, Hans Asperger prestó tanta atención a las fortalezas como a las debilidades de los pacientes a los que describió (todos ellos niños verbales y, en muchos casos, brillantes). Y en sus descripciones se detuvo a mencionar con admiración muchas de sus habilidades sobresalientes; por citar algunos ejemplos: Fritz V.: “Aprendió a hablar realmente pronto y dijo sus primeras palabras a los diez meses (…) Aprendió a expresarse como un adulto (…) Desde muy pequeño había mostrado un gran interés por los números y el cálculo”. Harro: “Tenía una madurez inusual y maneras de adulto a la hora de expresarse. (…) Era como si escogiera la palabra más exacta para cada momento (…) Su comprensión lectora era excelente”. Este hecho, como se verá más adelante, tuvo gran importancia, dado que posiblemente fue lo que provocó que su etiqueta quedara asimilada a los chicos de mejor nivel intelectual. Y así ha permanecido hasta nuestros días. Gracias a Lorna Wing, el trabajo de Hans Asperger se introdujo en Estados Unidos (treinta y siete años después de su publicación en alemán). En 1991, Wing no sólo tradujo al inglés el artículo de Asperger (Frith, 1991) sino que, además, realizó un trabajo exhaustivo, aportando una nueva muestra de treinta y cuatro casos en los que ella había observado idénticas características. A los rasgos clínicos descritos por Asperger, Wing añadió nuevas observaciones (Belinchón, Hernández y Sotillo, 2008): 20 https://booksmedicos.org – Algunas anomalías conductuales comienzan a manifestarse en el primer año de vida. – El juego del niño puede alcanzar el estadio simbólico, pero repetitivo y poco social. – No muestran signos de creatividad y sí un razonamiento muy literal. – Comprensión pobre. – Intereses especiales como matemáticas y ciencias. – Ansiedad, depresión e intentos de suicidio. – Se puede dar también en niñas. – Se puede dar en personas con retraso en el desarrollo del lenguaje. No obstante, al igual que le había pasado a Hans Asperger, ella tampoco definió cuáles eran los criterios esenciales para el diagnóstico del síndrome de Asperger. Por este motivo, desde aquel momento, y en ausencia de una definición unánime y “oficial”, distintos autores trataron de dar operatividad a los síntomas más frecuentemente observados. Para ello se crearon listas de síntomas en las que se inventariaban las características que parecían esenciales o fundamentales (sin ofrecer, no obstante, una jerarquía). Algunas de las listas de síntomas que más se han difundido han sido las de Gillberg y Gillberg (1989) (cuadro 1.1) y Szatmari (1989) (cuadro 1.2), presentadas a continuación: Cuadro 1.1 Algunos de los rasgos establecidos como criterios para el diagnóstico del SA por Gillberg y Gillberg (1989) 1. Alteración social: – Pobre comunicación no verbal – Escasa empatía – Dificultad para establecer relaciones de amistad 2. Intereses restringidos y absorbentes 3. Alteraciones en la comunicación: – Dificultades con la prosodia y la pragmática 4. Torpeza motora Cuadro 1.2. Características del síndrome de Asperger (Szatmari, P.; Bremner, R.; Nagy, J., 1989) 1. Aislamiento social (dos de los siguientes): 21 https://booksmedicos.org – Ausencia de relaciones de amistad – Evita activamente el contacto social con otros – Ausencia de interés en formar relaciones de amistad – Tendencia hacia un estilo de vida solitario 2. Trastorno en la interacción social (uno de los siguientes): – Iniciación de la interacción social para satisfacer sus necesidades personales – Iniciación torpe y poco efectiva de la interacción social – Interacciones sociales unilaterales dentro de su grupo de referencia – Dificultad para percibir y comprender los sentimientos expresados por otros – Indiferencia hacia los sentimientos de los demás 3. Trastornos de la comunicación no-verbal (uno de los siguientes): – Expresiones faciales de afecto limitadas – Los cuidadores o los padres tienen dificultades para inferir los estados emocionales del niño debido al aplanamiento de sus expresiones emocionales – Contacto ocular limitado – El contacto ocular no se utiliza como regulador de la comunicación – No utiliza las manos para expresarse – Sus gestos suelen ser torpes y exagerados – No mantiene la distancia apropiada con otros – Puede acercarse demasiado a la gente 4. Lenguaje idiosincrásico y excéntrico (dos delos siguientes): – Anomalía en la inflexión de la voz – Habla demasiado – Habla muy poco – Falta de cohesión en la conversación – Uso idiosincrásico de palabras – Patrones repetitivos del habla 5. Exclusión de los criterios de diagnóstico según el DSM-III para autismo infantil Sin embargo, como puede observarse en las dos listas, existe poca definición en los criterios, que finalmente resultan poco operativos. Esta dificultad para definir criterios diagnósticos inequívocos y operativos es debida a que el SA no tiene síntomas clínicos patognomónicos, es decir, exclusivos. Esto provoca una gran ambigüedad dado que se produce un solapamiento entre la sintomatología de este diagnóstico y la sintomatología de otros trastornos clínicos en las que también se dan dificultades sociales y comunicativas (Wing, 1981). La incorporación del síndrome de Asperger en los manuales de clasificación internacionales no logró solventar del todo esta dificultad. La CIE- 10 (Clasificación 22 https://booksmedicos.org Internacional de los Trastornos de la Organización Mundial de la Salud, décima edición) incorporó el síndrome de Asperger en el año 1992. En esa edición de la CIE-10, el trastorno quedó categorizado como un subgrupo dentro de los trastornos generalizados del desarrollo, con los criterios que se muestran a continuación: Cuadro 1.3. Síndrome de Asperger, según la CIE- 10 (Clasificación Internacional de los Trastornos de la Organización Mundial de la Salud, décima edición, 1992) A. No existe retraso global del lenguaje hablado o receptivo o del desarrollo cognitivo clínicamente significativo. El diagnóstico requiere que a la edad de dos años, o antes, se haya desarrollado la habilidad de decir palabras aisladas y a los tres años o antes la de emplear frases con intención comunicativa. Las habilidades de autocuidado, el comportamiento adaptativo y la curiosidad por el entorno durante los tres primeros años debe situarse a un nivel consistente con un desarrollo intelectual normal. Sin embargo, los logros motores pueden sufrir algún retraso y es frecuente la torpeza motora (aunque no es una característica necesaria para el diagnóstico). Son frecuentes las habilidades especiales aisladas, a menudo en relación a preocupaciones anormales, aunque no se precisan para establecer el diagnóstico. B. Existen anomalías cualitativas en la interacción social. C. El individuo exhibe interés circunscrito e inusualmente intenso, o muestra patrones restringidos, repetitivos y estereotipados de conductas, intereses y actividades (criterios análogos al autismo; sin embargo, es menos frecuente incluir aquí tanto los manierismos motores como las preocupaciones por partes de objetos o elementos no funcionales de los materiales de juego). D. El trastorno no es atribuible a otras variedades de trastorno generalizado del desarrollo: esquizofrenia simple, trastorno esquizotípico, trastorno obsesivo- compulsivo; trastorno de la personalidad o trastornos reactivos y de apego desinhibido de la infancia. Posteriormente, y nombrado como “síndrome de Asperger”, fue incluido en el DSM-IV (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, cuarta edición, 1994), ubicado igualmente dentro de los trastornos generalizados del desarrollo. De esta forma el síndrome de Asperger fue reconocido como un trastorno cualitativamente diferente del autismo. A pesar de que Hans Asperger no extrajo una lista de criterios diagnósticos esenciales, las características descritas en su artículo original poseen una incuestionable lucidez y valor descriptivo. Por este motivo, influyeron notablemente en la definición que el DSM- IV hizo del trastorno, quedando recogidas en el Manual diagnóstico y 23 https://booksmedicos.org estadístico de los trastornos mentales de la siguiente manera: Cuadro 1.4. Síndrome de Asperger, DSM-IV-TR (Texto revisado en el año 2002) A. Alteración cualitativa de la interacción social, manifestada por al menos dos de las siguientes características: 1. Alteraciones importantes en múltiples comportamientos no verbales, como contacto visual, la expresión facial, la postura corporal y los gestos que regulan la interacción social. 2. Incapacidad para desarrollar relaciones con los iguales, apropiadas a su nivel de desarrollo. 3. Ausencia de la tendencia espontánea para compartir placeres, intereses o logros con otras personas. 4. Ausencia de reciprocidad social o emocional. B. Patrones restringidos, repetitivos y estereotipados de conductas, intereses y actividades, manifestados por al menos una de las siguientes características: 1. Preocupación absorbente por uno o más patrones estereotipados y restringidos de interés que son anormales por su intensidad o su contenido. 2. Adhesión aparentemente inflexible a rutinas o rituales específicos no funcionales. 3. Estereotipias motoras repetitivas 4. Preocupación persistente por partes de objetos. C. El trastorno causa un deterioro clínicamente significativo del área social, laboral y de otras importantes áreas de funcionamiento. D. No hay retraso general del lenguaje clínicamente significativo (a la edad de dos años ya se emplean palabras y a la edad de tres años ya se emplean frases con intención comunicativa). E. No hay retraso clínicamente significativo en el desarrollo cognoscitivo ni en el desarrollo de habilidades de autoayuda propias de la edad, o de la conducta adaptativa (distinta de la interacción social) o de la curiosidad acerca del ambiente durante la infancia. F. No se cumplen los criterios específicos de otros trastornos generalizados del desarrollo o de la esquizofrenia. Como puede observarse, el DSM-IV: a) No recogió entre sus criterios las características que hacían referencia al lenguaje 24 https://booksmedicos.org pedante, el retraso y la descoordinación motora que Hans Asperger había descrito en sus pacientes. b) Impuso como criterios de demarcación entre la etiqueta de autismo y la de SA las siguientes características: • La alteración en la comunicación y la imaginación (presentes como criterios diferenciales para el diagnóstico de autismo) no estaban entre los criterios para el diagnóstico de SA. • Los sujetos con SA no debían presentar un retraso en la adquisición del lenguaje. • Los sujetos con SA no debían presentar un retraso en el desarrollo cognitivo o en el desarrollo de las habilidades adaptativas. Como se muestra en el siguiente cuadro de síntesis, los criterios para el diagnóstico del síndrome de Asperger han ido cambiando con el transcurso del tiempo y en función de los autores. Aunque todos ellos coincidían en una alteración en tres áreas esenciales (social, comunicación e intereses restringidos u absorbentes), había divergencia en la necesidad de otros criterios como los que se muestran a continuación: Cuadro 1.5: Comparación entre los criterios diagnósticos de diversos autores (Klin y Volkmar, 1997) 25 https://booksmedicos.org Esta dificultad para consensuar criterios estándares, operativos y unánimemente aceptados por los distintos clínicos e investigadores de lo que se considera síndrome de Asperger ha tenido consecuencias muy negativas e importantes: a) Por un lado, muchas veces ha provocado la falta de acuerdo entre los distintos profesionales clínicos, lo que ha originado que una misma persona pueda recibir un diagnóstico de síndrome de Asperger o no recibirlo en función de la definición a la que se acoja el evaluador. Esta impresión subjetiva del “ojo clínico” ha originado, en numerosas ocasiones, confusión en las familias, que no saben a qué diagnóstico acogerse, lo que no hace sino sumar aún más desconcierto a su situación. b) Por otro lado, con relación a la incidencia y los estudios epidemiológicos, la falta de consenso ha originado datos dispares en los trabajos de prevalencia sobre los trastornos del espectro autista (TEA). Las definiciones más estrictas y exigentes y las más amplias y menos restrictivas han dado lugar a resultados ampliamente diferenciados que van desde los 3,6/1.000 niños deEhlers y Gillberg (1993) a los entre 20-50/1.000 niños obtenidos en el trabajo de Ozonoff y cols. (2002). A estos datos se les suma el hecho de que la gran divulgación que se ha hecho de los trastornos del espectro autista haya posibilitado que cada vez se conozcan más y, en consecuencia, se diagnostiquen antes y mejor. Este aumento de los casos diagnosticados ha despertado la voz de alarma (por el considerable número de afectados), lo que en ocasiones ha recibido el nombre de “epidemia”. c) Y ya por último, esta indefinición de claras fronteras entre el autismo y el SA provocó que ambos diagnósticos se dieran de manera inconsistente y la falta de uniformidad acabó provocando que clínicos e investigadores se refirieran a uno y otro trastorno de manera poco consensuada y discriminadora. Esto ha tenido una clara repercusión en los estudios de validación del síndrome de Asperger y en los trabajos de investigación, dado que los distintos investigadores se han ido ajustando a lo largo del tiempo a los criterios que han considerado más oportunos. Este punto se desarrollará con más amplitud en el siguiente apartado. 1.3. El síndrome de Asperger y el autismo: ¿Dos etiquetas diferentes para 26 https://booksmedicos.org un mismo trastorno? Poco antes del trabajo de Hans Asperger, y casi en paralelo, Leo Kanner escribía “Autistic Disturbances of Affective Contact” (1943), un artículo en el que describía a once niños que presentaban un trastorno que era bastante similar a la esquizofrenia pero que sin embargo difería de ella porque no se observaba una regresión en el desarrollo cognitivo y social. Desde 1938, nos ha llamado la atención un número de niños cuya condición difiere marcada y únicamente de cualquier caso descrito antes. Así que cada caso merece –y yo espero que eventualmente reciba– una consideración detalla de sus fascinantes peculiaridades (Kanner, 1943). A este nuevo trastorno Leo Kanner lo denominó “Autismo Infantil Temprano”. La descripción del nuevo trastorno por parte del psiquiatra americano estuvo llena desde el principio de singulares coincidencias con el trabajo de Hans Asperger: por un lado, la gran similitud que existía entre ambos trastornos; por otro lado, la coincidencia temporal en la que se redactaron ambos trabajos (apenas hubo un año de diferencia entre uno y otro), y por último, casual y sorprendentemente, ambos autores eligieron para describir sus trastornos el término de “autismo”. Estas casualidades se dieron a pesar de que se piensa que, al menos inicialmente, los dos clínicos no tenían noticias el uno del otro (Hans Asperger se refirió a Kanner en el año 79) (Wing, 1991). Además, añadida a la lejanía física que les separaba (uno vivía en Austria y el otro en América) se sumaba la todavía mayor distancia que en aquellos años imponía la II Guerra Mundial. En 1956, Kanner y Eisenberg (Wing, 1991) seleccionaron cinco criterios esenciales para el diagnóstico del “autismo infantil temprano”: • Extrema soledad y profunda falta de contacto afectivo con otras personas. • Deseo obsesivo por la invarianza. • Fascinación por los objetos que son manejados con finos movimientos motores. • Mutismo o un tipo de lenguaje que no parece servir para la comunicación interpersonal. • Fisonomía inteligente y buen potencial cognitivo. De estos cinco criterios extrajeron dos, por ser necesarios y en sí mismos suficientes, para su diagnóstico: la extrema soledad autista y el deseo obsesivo por la invarianza. La definición de “autismo infantil” fue oficialmente incorporada al manual de la Organización Mundial de la Salud en el año 1978. Cuadro 1.6. Esquema de los criterios de la CIE-10 para el autismo infantil (1992) 27 https://booksmedicos.org Se requiere que al menos en una de las siguientes áreas haya habido retraso o un patrón anormal de funcionamiento con anterioridad a los tres años: – En el lenguaje receptivo o expresivo tal y como se utiliza para la comunicación social. – En el desarrollo de vínculos sociales o en la interacción social recíproca. – En el juego funcional o simbólico. – Alteración cualitativa en la interacción social recíproca. – Alteraciones cualitativas de la comunicación. – Patrones restringidos, repetitivos y estereotipados de conducta, intereses y actividades. – El cuadro clínico no es atribuible a otras variedades de trastornos profundos del desarrollo (síndrome de Asperger, síndrome de Rett, trastorno desintegrativo infantil) o a trastornos específicos del desarrollo del lenguaje receptivo con problemas socioemocionales secundarios, trastorno reactivo de la vinculación, trastorno desinhibitorio de la vinculación, retraso mental con trastorno emocional/conductual asociado o a esquizofrenia de inicio infrecuente precoz. Dos años después, también se incluyó en el DSM- III (Manual estadístico de los trastornos mentales, tercera edición, 1980), como un subtipo dentro de los trastornos generalizados del desarrollo. La explicación para adoptar esta decisión en detrimento de otras (por ejemplo, la decisión de no considerar el autismo como una psicosis) fue explicada con las siguientes palabras: Puesto que estos trastornos no parecen tener mucha relación con los trastornos psicóticos de la vida adulta, no se ha empleado el término "psicosis" para denominarlos. Se ha preferido la expresión “trastornos generalizados del desarrollo” porque permite una descripción más precisa del núcleo de la alteración clínica: muchas de las áreas básicas del desarrollo psicológico están simultáneamente afectadas de manera grave. En la versión revisada, DSM-III-R, del año 1987, el “autismo infantil precoz” pasó a denominarse “autismo”. Como posteriormente pasaría con Hans Asperger, la descripción original de Kanner también tuvo una notable influencia en los criterios que utilizó el DSM-III para definir el trastorno (véase cuadro 1.7). Cuadro 1.7. Esquema de los criterios del DSM III- R para el diagnóstico de autismo DSM-III-R: Incluye al menos dos elementos del punto A, uno del punto B, y un elemento de C: 28 https://booksmedicos.org A. Deterioro cualitativo de la interacción social recíproca que se manifiesta por el texto siguiente: (1) Marcada falta de conciencia de los sentimientos de los demás. (2) No busca el consuelo en momentos de angustia. (3) Ausencia de (o escasa) imitación (4) Ausencia de juego social, prefiere las actividades solitarias. (5) Deterioro grave en la capacidad de hacer amistades con iguales. B. Alteración cualitativa en la comunicación verbal y no verbal y en la actividad imaginativa que se manifiesta por lo siguiente: (1) Ausencia de comunicación (parloteo, expresión facial, gestos, mímica o lenguaje hablado) (2) Comunicación no verbal marcadamente alterada (uso de la mirada a los ojos, expresión facial, postura corporal o los gestos para iniciar o modular la interacción social). (3) Ausencia de actividad imaginativa. (4) Anormalidades marcadas en la producción del habla, incluyendo el volumen, tono, tensión, velocidad y ritmo. (5) Alteraciones marcadas en la forma o el contenido del discurso, incluyendo el uso estereotipado y repetitivo de la palabra. (6) Importante alteración en la capacidad de iniciar o mantener una conversación con otras personas, a pesar de un habla adecuada (por ejemplo, caer en largos monólogos). C. Repertorio restringido de actividades e intereses, tal como se manifiesta por el texto siguiente: (1) Movimientos estereotipados del cuerpo. (2) Preocupación persistente por partes de objetos. (3) Significativo malestar clínico ante cambios insignificantes del entorno. (4) Insistencia irracional en seguir estrictamente las rutinas. (5) Restringido repertorio de intereses. D. Inicio en la infancia temprana E. Otros síntomas que pueden ocurrir con el síndrome: (1) Alteraciones sensoriales, como lo demuestran las respuestas atípicas a los estímulos. (2) Adquisición irregular de habilidades, y dificultad en la integración y la 29 https://booksmedicos.org generalización de las habilidades adquiridas. F. Lasnecesidades de apoyo y servicios deben estar documentadas por al menos una observación sistemática en la rutina diaria. (…) Otra documentación debe incluir informes de los padres, las evaluaciones de las habilidades funcionales, las escalas de conducta adaptativa, las pruebas de inteligencia, criterio de referencia los instrumentos, el lenguaje, listas de control de desarrollo, o una lista de autismo. 1.3.1. El autismo y el síndrome de Asperger: ¿Diferencias cualitativas o cuantitativas? Las semejanzas y puntos de coincidencia entre el autismo, descrito por Leo Kanner, y la psicopatía autista, descrita por Hans Asperger, fueron tantas que abrieron un intenso debate que ha perdurado hasta la actualidad. Ya desde el principio, las similitudes que mostraban estos dos cuadros clínicos resultaban sorprendentes y hacían cuestionarse si cada una de ellas podía ser considerada como una etiqueta independiente y diferenciada o si, por el contrario, la psicopatía autista era un subtipo de autismo de buen nivel de funcionamiento intelectual. Como señalara Lorna Wing (1991), Hans Asperger y Leo Kanner describieron cuadros clínicos en los que se observaban notables solapamientos; en concreto, los dos autores: • Enfatizaron la mayor prevalencia en hombres. • Describieron el aislamiento social, el egocentrismo y la falta de interés por los sentimientos e ideas de otros. • Describieron problemas con el uso del lenguaje (falta de lenguaje para interactuar con otros, inversión pronominal, lenguaje pedante, palabras idiosincrásicas y preguntas repetitivas). • Describieron dificultades con los aspectos no verbales de la comunicación (pobre contacto ocular, escasos gestos expresivos y movimientos y peculiar entonación vocal). • Describieron la falta de un juego imaginativo flexible. Por estas razones, la validez de la etiqueta del síndrome de Asperger como distintiva e independiente de otros trastornos clínicos, en particular del autismo, ha generado siempre mucha controversia. Estas superposiciones adquieren su mayor complejidad cuando se compara el SA con el trastorno autista sin retraso mental o con un CI igual o superior a 70 (autismo de alto funcionamiento, AAF). Cuando se contrastan estos dos trastornos clínicos (es decir, a personas con síndrome de Asperger con personas con un cuadro de autismo de buen nivel de funcionamiento intelectual) se ve que aquellas diferencias que existían entre ambos trastornos (que no eran consecuencia de la discapacidad intelectual) se diluyen hasta casi desaparecer. Por este motivo, la búsqueda de esas diferencias, digamos, primigenias u originales que permitieran diferenciar ambos 30 https://booksmedicos.org trastornos ha sido el objeto de decenas de investigaciones en las últimas dos décadas. Como señala Rutter, para que ambos trastornos pudieran ser considerados como independientes debería haber entre ambos diferencias significativas o fundamentales. Estas diferencias o marcadores serían los que permitirían validar las dos etiquetas nosológicas (Rutter, 1978a). Todo esto nos remite a un concepto de máxima importancia cuando se confrontan etiquetas clínicas: el de la validez. Para que un trastorno adquiera reconocimiento e independencia (y, consecuentemente, para que pueda diferenciarse claramente de otros trastornos) es preciso que pueda demostrar su validez. Esto es, cada trastorno necesita que haya diferencias claras y objetivables en relación a su presentación, su etiología, su tratamiento o su pronóstico, entre otras. Y la ausencia de patrones claramente diferenciados y diferenciables en al menos uno de estos indicadores permite dudar y cuestionar que pueda tratarse de una etiqueta diferente a las otras que ya han sido clasificadas. Esto es lo que ha ocurrido entre el autismo de buen nivel de funcionamiento intelectual y el síndrome de Asperger. Para que el síndrome de Asperger tuviera validez tendrían que implicar a variables externas tales como la etiología, los mecanismos cerebrales, las funciones neuropsicológicas y el tratamiento. Macintosh y Dissanayake (2004) insisten en esta idea al decir que entre el SA y el autismo debería haber diferencias en la “ etiología, lo que debería impactar en su identificación temprana, así como marcadores biológicos (…). Además, el pronóstico y la intervención serían diferentes entre ambos si fueran cualitativamente diferentes”. ¿Existen, por tanto, diferencias esenciales entre ambos trastornos que puedan dar una validez y un sentido a la existencia de las dos etiquetas como diagnósticos diferenciales? ¿Es el síndrome de Asperger un subtipo de autismo de buen nivel de funcionamiento cognitivo? ¿Hay entre ambos trastornos diferencias cualitativas o sólo cuantitativas? La respuesta a todas estas preguntas es difícil. Algunos autores se cuestionaron si no sería que Kanner había descrito a niños más afectados y Asperger, por su parte, había descrito a niños verbales con más capacidad cognitiva y comunicativa. De hecho, a pesar de que en su artículo de 1944 Asperger resaltó que la psicopatía autista se daba en niños con diferentes niveles de capacidad cognitiva, posteriormente, en 1979, modificó este punto, destacando en sus pacientes algunas habilidades sobresalientes en las que destacaban. Esta indiferenciación fue también destacada por otros autores, como Lorna Wing (1991), que en este mismo sentido señaló que algunos niños presentaban particularidades de “las dos listas”, mostrando cuadros mixtos en los que se daban características de ambos trastornos. Además, según había observado, en algunos casos se daba una transición que iba desde la presentación inicial de un cuadro de autismo de Kanner hasta una presentación posterior, en la infancia tardía, la adolescencia o la edad adulta, de un cuadro menos obvio o más atenuado y, por tanto, más similar al descrito por Asperger. A pesar de todas las similitudes, se establecieron tres criterios de diferenciación y divergencia entre ambos trastornos: 31 https://booksmedicos.org • El autismo infantil temprano se manifestaba en el primer año de vida mientras que la psicopatía autista no se manifestaba hasta el tercer año de vida o más tarde (Wing, 1991). • En los niños con autismo infantil temprano el lenguaje aparecía tarde o estaba ausente. • El autismo infantil temprano parecía un proceso más grave y con peor pronóstico social, mientras que la psicopatía autista se asemejaba más a una forma de personalidad y tenía mucho mejor pronóstico (Wing, 1991). La DSM-IV, por su parte, estableció la diferenciación entre ambos trastornos sobre la base de los dominios de lenguaje/comunicación y cognitivo. Otros autores como Klin y Volkmar (1997) describieron algunas otras características clínicas de diferenciación, como se muestra a continuación: a) Funcionamiento social: • El SA generalmente implica menos síntomas y estos tienen una forma de presentación diferente. • A pesar de que generalmente son descritos como personas solitarias, tienen interés en la gente y en hacer amigos. Muchas veces, como consecuencia de su falta de éxito a la hora de establecer relaciones duraderas de amistad desarrollan un trastorno del estado de ánimo, que puede requerir medicación. • Las personas con SA reaccionan de un modo inapropiado, desconsiderado o insensible a las expresiones emocionales de los demás. • Su falta de intuición y de acomodación espontánea suele ir acompañada de una rígida dependencia de las normas sociales. b) Patrones de comunicación: • El discurso aparece acompañado de una prosodia alterada (aunque no tan rígida y monótona como aparece en el autismo). • El ritmo del habla aparece alterado. • La modulación del habla aparece alterada y poco ajustada al contexto social. • Como consecuencia del discurso unidireccional y egocéntrico, este es muchas veces tangencial. • Se observa una marcada verborrea. c) Habilidades especiales e intereses circunscritos: • En las personas con SA se observa un interés absorbente por asuntos circunscritos, de los que pueden acumular una informaciónextraordinaria. • Los intereses pueden variar con el tiempo (cada uno o dos años). d) Desarrollo motor: 32 https://booksmedicos.org • Las personas con SA pueden mostrar un retraso en los aprendizajes motores. • Muestran descoordinación motora, pocas habilidades manipulativas y poca coordinación visomanual (a diferencia de lo que sucede en el autismo, donde el desarrollo motor puede ser una fortaleza). e) Pronóstico: • A pesar de que Asperger predijo un buen pronóstico sociolaboral para aquellos niños que orientaran su vida profesional hacia sus intereses y talentos especiales, parece que esta impresión fue extremadamente optimista. • Existe una impresión general de mejor pronóstico para las personas con SA que para las personas con autismo. En la búsqueda de la validez del síndrome de Asperger, algunas de estas impresiones clínicas se estudiaron con exhaustividad. A continuación se expondrán algunos de los resultados de los trabajos experimentales que apoyan esa diferenciación entre ambas etiquetas: a) Algunas investigaciones han demostrado que existe una mayor motivación hacia la interacción social en los sujetos con SA que en los sujetos con AAF. Esto ocurrió en el trabajo de Macintosh y Dissanayake (2006), el que participaron 19 personas con SA, 20 personas con AAF y 17 con un desarrollo típico (igualados en edad cronológica y edad mental). La motivación e iniciativa social era medida a partir de dos variables: del número de aproximaciones a los otros y de la conversación. Esta característica ya había sido señalada con anterioridad en otros estudios (Eisenmajer et al., 1996) en los que se había observado que las personas con SA buscaban más la interacción social, deseaban más la amistad y tendían a relacionarse con aquellos niños con los que podían compartir alguno de sus intereses restringidos. b) Los niños con autismo, tuvieran o no discapacidad intelectual asociada, comenzaban a presentar anomalías en su desarrollo antes del tercer año de vida (Volkmar, Klin y Cohen, 1997). c) Frente a los niños con autismo, en los que se observaba un desarrollo lingüístico significativamente desviado, los niños con síndrome de Asperger mostraban, en general, un desarrollo normal o avanzado de los componentes estructurales del lenguaje y un vocabulario extenso y sofisticado (Gillberg, 1991b). Además, el niño con síndrome de Asperger tendía a la verbosidad y a establecer intercambios comunicativos unidireccionales (Klin, 1994). d) El desarrollo motor alterado (la descoordinación de los movimientos, la torpeza y la lentitud) de las personas con síndrome de Asperger también ha sido destacado en algunos trabajos como posible variable discriminadora entre ambos trastornos (Martín Borreguero, 2004). 33 https://booksmedicos.org 1.3.2. Debate y crítica en torno a la investigación: A pesar de los resultados expuestos con anterioridad, otras investigaciones (Ladell Sanders, 2009) parecen indicar que existen pocas diferencias significativas en la sintomatología que presentan las personas con AAF y SA. Para analizar lo que se ha escrito en torno a los criterios de demarcación entre ambos trastornos, deberían establecerse dos períodos históricos. La línea divisoria que separaría ambos períodos la marcaría la publicación de la CIE-10, en 1992. Frente a los criterios poco uniformados del primer período, la edición del sistema clasificatorio apareció como un primer intento de dar una definición consensuada y “oficial” del síndrome de Asperger (Klin y Volkmar, 1997) y fue el origen de un segundo período de investigación más uniforme y contrastable. A) Primer período: Antes de la publicación de la CIE-10 (1944-1992): En este período histórico todavía no existía consenso acerca de cuáles eran los criterios diagnósticos esenciales para definir el autismo y el síndrome de Asperger. Esto provocó que la clasificación de los sujetos en uno u otro grupo estuviera determinada por el uso que dieran de las etiquetas los investigadores y por el modo en que decidieran enfatizar unas características en detrimento de otras, en función de la experiencia del clínico y de sus creencias (Klin y Volkmar, 1997). Esto provocaba que la muestra que formaba parte de los sujetos con síndrome de Asperger y de los sujetos con autismo estuviera poco clara. Por este motivo, los estudios comparativos de aquellos años muestran: • Dificultades con la comparación de los resultados entre los distintos trabajos debido a los diferentes criterios de los investigadores a la hora de considerar el síndrome de Asperger (Klin y Volkmar, 1997). En este sentido, muchas personas diagnosticadas con el síndrome de Asperger (43% en el trabajo de Eisenmajer et al., 1996) habían presentado un retraso en la adquisición del lenguaje y otras habían recibido esta etiqueta por presentar un cuadro de autismo con un cociente intelectual alto. • Escasas diferencias comportamentales que pudiera justificar la diferenciación entre las dos etiquetas clínicas (Schopler, 1985; Volkmar, Paul y Cohen, 1985). En concreto, en ambos grupos se detectaban alteraciones en la imaginación, la imitación, la comunicación no verbal y la conciencia de las normas sociales, así como la presencia de movimientos repetitivos y estereotipados y la oposición a cambios. En consecuencia, los estudios comparativos que intentaron llevarse a cabo con las investigaciones de esos años resultaron cuando menos difusos, si no caóticos. Algunos autores, conscientes de esta situación, empezaron a buscar nuevos caminos que pudieran dar uniformidad a los criterios diagnósticos de las dos etiquetas clínicas. En esta línea de 34 https://booksmedicos.org pensamiento, Klin y Volkmar (1997) insistieron en que, para poder dar a los estudios comparativos la validez que requerían, era preciso: 1. Contar con unos criterios diagnósticos consensuados y universalmente aceptados. 2. Extraer una serie de criterios esenciales que ofrecieran una descripción categorial del trastorno. 3. Definir el trastorno de modo diferencial y excluyente del autismo. Para dar respuesta a esta imperiosa necesidad de definición, se utilizaron dos métodos: por un lado, se consultó a los clínicos que diagnosticaban cuáles habían sido los criterios que les habían llevado a establecer una distinción entre ambos grupos (Eisenmajer et al., 1996, Klin y Volkmar, 1997); es decir, se preguntó a los evaluadores cuáles eran los criterios que les llevaban a definir a los sujetos o bien como personas con autismo o bien como personas con síndrome de Asperger. Y, por otro lado, se pasó una entrevista estructurada a cada uno de los dos grupos (sujetos con autismo y sujetos con síndrome de Asperger) para ver si existían características clínicas de diferenciación entre ambos (Eisenmajer et al., 1996). El resultado final de este laborioso trabajo consistió en la inclusión del síndrome de Asperger en la CIE-10 (1992) y en el DSM-IV (1994) (véanse los criterios diagnósticos en los cuadros 1.3 y 1.4, respectivamente). B) Segundo período: Tras la publicación de la CIE- 10/DSM- IV (después de 1992) Desde que el síndrome de Asperger apareciera contemplado dentro de los manuales de clasificación internacionales, decenas de investigaciones se han llevado a cabo con la intención de encontrar los criterios de validación del síndrome y de discriminación entre éste y el autismo. Los resultados no han sido en absoluto concluyentes, más bien al contrario, posiblemente debido a la dificultad para crear variables dependientes que no estuvieran íntimamente relacionadas con los propios criterios diagnósticos. Esta tendencia a la tautología o la circularidad (en la que los investigadores encontraban en sus resultados el mismo punto de partida que tenían en sus premisas) ha sido ampliamente criticada (Klin y Volkmar, 1997). Se verán a continuación algunos ejemplos de ello: 1. En la medida en que el DSM-IV distingue el AAF del SA a partir de la presencia/ausencia del retraso en el lenguaje, las investigaciones que creen sus grupos experimentales atendiendo alos criterios de el DSM-IV provocarán, necesariamente, que efectivamente se encuentre un grupo con retraso en el lenguaje (y otro no), dado que ese era el criterio para la clasificación inicial en uno u otro grupo. 2. Los trabajos en los que se ha comparado a los sujetos con AAF y SA igualando a partir de su cociente intelectual (CI > 70) y que buscaban encontrar un desempeño lingüístico muy sobresaliente en los sujetos con SA, tampoco han obtenido resultados concluyentes, en la medida en que en estos trabajos rara vez se ha comparado a los sujetos con SA con un grupo control de personas con 35 https://booksmedicos.org un desarrollo normotípico. De hecho, en los escasos trabajos en los que esa comparación se ha llevado a cabo, se ha obtenido un desempeño lingüístico significativamente inferior en los sujetos con SA que en la población general (Ladell Sanders, 2009). 3. Los síntomas autistas y las dificultades sociales parecen estar más relacionados con el CI y la edad de los sujetos que con las etiquetas diagnósticas de SA o AAF; es decir, cuando se equiparan en edad y CI los sujetos, y a medida que los niños se hacen mayores, las diferencias que distinguen el SA del AAF tienden a desaparecer (Ladell Sanders, 2009). 4. Algunas investigaciones, en las que se había equiparado el CI General entre los sujetos con SA y los sujetos con AAF, referían diferencias significativas entre el cociente intelectual verbal (CIV) y el cociente intelectual manipulativo (CIM). Sin embargo, estas diferencias (sujetos con SA: CIV > CIM) eran explicables a partir de la clasificación diagnóstica inicial (en la medida en que los chicos que participaban en esas investigaciones habían recibido un diagnóstico de SA precisamente por esa mayor habilidad en la competencia lingüística). 5. En una investigación llevada a cabo con adultos con trastornos generalizados del desarrollo, Howlin (Landell Sanders, 2009) concluyó que, cuando los sujetos eran igualados en edad, género y CIM, al llegar a la edad adulta no se observaban diferencias entre el grupo diagnosticado de AAF y el grupo diagnosticado de SA en los resultados obtenidos en la entrevista para el diagnóstico de autismo- revisado (ADI-R). Dicho de otro modo, aunque hubiera habido un retraso en la adquisición del lenguaje (criterio para el diagnóstico diferencial entre el SA y el AAF), no había diferencias sintomáticas significativas entre ambos grupos en la edad adulta. 6. Macintosh y Dissanayake (2006) tampoco encontraron diferencias entre ambos grupos en los niveles de cooperación, asertividad o autocontrol. Además, también observaron que tanto los sujetos con SA como los sujetos con AAF tenían un alto riesgo de sufrir trastornos psiquiátricos comórbidos. Estos datos, como han señalado Sanders Landell (2009) hacían tambalear y cuestionaban los propios criterios diagnósticos del DSM-IV en dos aspectos: A) Si el síndrome de Asperger es una etiqueta diagnóstica diferente del AAF no sería necesario establecer el criterio del CI > 70 (dado que hay muchas personas con autismo que no muestran discapacidad intelectual). B) El criterio que requiere ausencia de retraso en el lenguaje es bastante inespecífico, dado que es un concepto todavía poco definido. En conclusión, hasta la fecha no ha sido posible encontrar datos que refieran diferencias cualitativas significativas que permitan diferenciar ambos trastornos. Todo lo más que se han encontrado son diferencias cuantitativas (de grado o gravedad). En este 36 https://booksmedicos.org sentido, el desarrollo tecnológico de momento tampoco ha contribuido mucho y las pruebas funcionales y estructurales que existen en la actualidad para observar la arquitectura y el funcionamiento del cerebro tampoco han sido capaces de ofrecer criterios de demarcación entre las dos etiquetas clínicas. 1.4. ¿Dónde están las mujeres con síndrome de Asperger? Como se ha visto en el apartado l.2, el síndrome de Asperger es un trastorno que se da con menor frecuencia en las mujeres, aunque no se dé exclusivamente en los varones. Según los datos de prevalencia, existen importantes variaciones entre los diferentes estudios acerca de la proporción hombre:mujer, oscilando los resultados obtenidos entre un rango bastante amplio. Por ejemplo, en el estudio de Ehlers y Gillberg del año 1993 se estima que debería haber una mujer por cada cuatro hombres (4:1), mientras que Rutter, (1985) o Gillberg, (1989) hablan de una mujer por cada diez hombres (10:1). Sin embargo, incluso cuando uno se acoge a las estimaciones más amplias (10:1), los datos censales acerca de las mujeres con Asperger no coinciden en modo alguno con lo que indican los estudios epidemiológicos que debería ser. Y, en la práctica, existen muy pocas mujeres diagnosticadas con este trastorno. Esto ha hecho saltar la voz de alarma y ha despertado el interés de algunos investigadores y clínicos que se han preguntado a qué se debe esta falta de diagnóstico en las mujeres. Para resolver este nuevo enigma, la atención se ha puesto en diferentes direcciones, todas ellas con el común denominador de tratar de averiguar cómo varía la presentación del trastorno en función del sexo. Pero todavía no se ha encontrado una respuesta para este interrogante. Este hecho, como se expondrá a continuación, tiene una repercusión especialmente negativa en tres aspectos: por un lado, la falta de diagnóstico provoca que muchas mujeres con SA no reciban el apoyo y los recursos terapéuticos que necesitan. Esto conlleva que deben enfrentarse en soledad a retos aún más duros, si cabe, que los que ya de por sí origina el trastorno. Es decir, en la medida en que no se las ha detectado, muchas mujeres con SA no pueden acceder a servicios especializados en los que se les enseñaría a compensar algunas de sus dificultades. Por otro lado, como consecuencia de la dificultad que tienen los investigadores a la hora de constituir muestras suficientemente numerosas y representativas de los dos géneros, muchos de los medicamentos empleados para paliar algunos de los síntomas comórbidos que pueden acompañar a los trastornos del espectro autista (véase capítulo 2) no han sido probados en las mujeres, por lo que su aplicación no es tan certera como resulta en los varones. Y ya por último, aunque con el mismo nivel de importancia, sin un diagnóstico capaz de justificar algunas de las diferencias cognitivas y comportamentales características del trastorno, muchas mujeres con SA no saben a qué atribuir sus peculiaridades y tienden a recurrir a explicaciones poco convincentes que generalmente no se ajustan a la realidad. Esta falta de sentido es una de las cosas que más acusan y que más sufrimiento personal provoca; es la conciencia de diferencia a la que no acompaña una explicación razonable, como se ve en la siguiente declaración que una persona con SA hizo en una web sobre el 37 https://booksmedicos.org tema: A la edad de 21 supe del síndrome de Asperger y, por primera vez en mi vida, pude encajar mis comportamientos y mi forma de experimentar el mundo en alguna categoría previamente establecida. Encajaba en algún lugar. Había una explicación lógica para mis dificultades. Por todos estos motivos, es prioritario encontrar las causas que expliquen esta escasa representación de las mujeres. En esta línea, se están empezando a ofrecer posibles explicaciones para justificar esta discrepancia entre los datos reales y los datos estimados. Tony Attwood (2006), un prestigioso clínico dedicado al trabajo con personas con SA, propone que las mujeres parecen mostrar el mismo perfil sintomático que los varones, pero con una gravedad menor. Esos síntomas atenuados de las mujeres con SA podrían provocar que los padres no vieran la necesidad de buscar un diagnóstico profesional. Igualmente, señala que la agresividad y los problemas de conducta, que son dos de los motivos que más frecuentemente llevan a derivar a un niño a una consulta psicológica o psiquiátrica, son más comunes en los varones. Esto justificaría que sea más fácil detectar,dentro de esa población de hombres que ya ha sido derivada a una consulta psicológica, a aquellos que muestran un diagnóstico de síndrome de Asperger. En la misma línea, el hecho de que muchas mujeres con síndrome de Asperger muestren una interacción pasiva e inhibida facilitaría que el cuadro resulte menos evidente y que, en consecuencia, puedan pasar más desapercibidas que los varones, que en muchos casos muestran una interacción activa pero extraña y extravagante. En los niños con SA es frecuente que sean ellos los que tomen la iniciativa en las interacciones sociales con los demás, aunque recurran para ello a recursos poco convencionales como formular preguntas o hacer comentarios claramente inadecuados. Esta tendencia a buscar las relaciones sociales posibilitaría el hecho de que el cuadro sea más evidente y “dé más la cara” en los varones. A esto se le suma que, en la infancia, las niñas con un desarrollo normotípico suelen mostrar muchas conductas prosociales y maternales. Por este motivo, el grupo de iguales podría compensar, de manera intuitiva e informal, muchas de las dificultades con las que se enfrentan las niñas con síndrome de Asperger. Esto, en cambio, no les ocurría de la misma manera a los niños con Asperger, cuyo grupo de iguales (los otros niños) no suele mostrar esa tendencia natural hacia la comprensión y el apoyo, por lo que, en ellos, las dificultades que acompañan al síndrome resultarían más visibles, al no encontrar entre sus compañeros ese colchón social. Sin embargo, esta tregua que viven las niñas durante sus primeros años es pasajera y provisional. Lamentablemente, al llegar a la adolescencia, la situación se invierte y son ellas las que tienen más dificultades para encontrar y recibir comprensión, apoyo y amistad. Una posible explicación para esto es que las exigencias sociales que caracterizan esa edad constituyen para las adolescentes con Asperger una barrera difícil de franquear (como decía Catherine Lord, “la torpeza social es mejor aceptada en los varones”). Esto provoca que, con frecuencia, sean víctimas de una notable exclusión social. Ser conscientes de ello les provoca una gran ansiedad: Tengo mucha ansiedad alrededor de la gente. Me siento muy preocupada por lo que la gente está pensando 38 https://booksmedicos.org de mí. Me preocupa que la gente me critique. Me da miedo entrar en conversaciones para las que no estoy preparada. A veces siento que siempre estoy haciendo algo mal (…). Me pongo nerviosa, asustadiza e incómoda (extraído de la página web Aspie from Maine). Esta escasa valoración entre sus iguales y la percepción subjetiva que tienen de no terminar de encajar con ellos suele ser el detonante de una gran percepción de soledad y desánimo. Las exigencias que impone el mundo social de los adolescentes suelen ser demasiado difíciles para las personas con SA (con independencia de que sean hombres o mujeres). En consecuencia, estos serán para ambos los años más difíciles. La incómoda sensación de desajuste viene, desgraciadamente, de la mano de un creciente anhelo de amistad. El deseo de ser aceptados por los demás (menos presente en los años previos) y la dificultad para encontrar afinidad con sus iguales y poder responder a las demandas sociales suele abrir entre ambos un abismo difícil de sortear (González, 2009). Esta distancia se agudiza aún más en las mujeres, entre las que se valora de un modo extraordinario la capacidad de ponerse en el lugar del otro (empatía). Esto explicaría por qué, sorprendentemente, a pesar de que la incidencia del síndrome de Asperger es superior en varones, es la población femenina con este trastorno la que precisa más apoyo psicológico y psiquiátrico (The New York Times, 2005). Recurrir a buscar ayuda profesional en esos momentos tan duros será, afortunadamente, lo que en algunos casos les permitirá recibir un diagnóstico de síndrome de Asperger con el que poder acceder a una red de recursos profesionalizados. De hecho, sucede con relativa frecuencia que algunas mujeres, durante la adolescencia o la edad adulta, acuden a una consulta especializada por presentar patologías psiquiátricas como la anorexia nerviosa, el trastorno paranoide o un trastorno obsesivo-compulsivo y, durante la valoración diagnóstica, se descubre en ellas una alteración social bastante similar, aunque atenuada, a la que se da en los cuadros de espectro autista. Este hecho fue corroborado en un trabajo sobre anorexia nerviosa en el que se observó que muchas de las mujeres que presentaban este trastorno alimentario mostraban también numerosos rasgos parecidos al autismo (Gillberg y Råstam, 1992). Este hecho, no obstante, ha tenido en ocasiones una lectura diferente: en los casos en los que se da comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos de gravedad, estas recibirían la mayor atención, camuflando por consiguiente los rasgos de autismo, que pasarían a un segundo plano. En consecuencia, las dificultades sociales nucleares presentes en los cuadros de espectro autista pasarían desapercibidas. En relación con este aspecto de la comorbilidad y las mujeres con SA, Rutter y Howlin (2004), en un estudio de seguimiento realizado durante dos décadas de 68 personas con autismo de buen nivel de funcionamiento (de las cuales sólo siete eran mujeres) mostraron que mientras el 22% de la muestra masculina había conseguido desenvolverse bien o muy bien en la vida adulta (empleo, independencia y relaciones de pareja) ninguna de las mujeres del estudio lo había hecho (ninguna tenía amigos, ni vivía por su cuenta, ni tenía estudios superiores y sólo una tenía trabajo). Además, como consecuencia de la ansiedad y la depresión, las mujeres de aquella investigación vivían reducidas en el pequeño mundo de sus familias. La muestra, no obstante, al ser tan 39 https://booksmedicos.org reducida, no permite extraer conclusiones generalizables a la situación de todas las mujeres con síndrome de Asperger. Otro de los posibles factores explicativos para la escasa representación de las mujeres es que el diagnóstico se ha construido a partir de un modelo masculino que no termina de poder extrapolarse a las mujeres. Es decir, el fenotipo diagnóstico de las mujeres con síndrome de Asperger podría ser parcialmente diferente del que se identifica en los varones. En consecuencia, para facilitar su detección, sería preciso definir un nuevo modelo del síndrome en el que también se describieran los síntomas con los que el trastorno se manifiesta en las mujeres. Recientemente, algunas publicaciones han tratado de profundizar en este aspecto. Algunos de los síntomas que se encuentran en las mujeres, y que constituyen una discrepancia en comparación con el fenotipo de los hombres con síndrome de Asperger, son los que se muestran a continuación (véase http://autism.loveto – Área social: • Parece excesivamente tímida o evita tomar la iniciativa en las interacciones. • Parece incómoda durante las conversaciones y evita el contacto visual. • Generalmente sólo tiene una amiga íntima durante la etapa escolar. • Puede jugar adecuadamente con los juguetes y disfrutar del juego simbólico. • Puede mostrar cierta comprensión hacia los sentimientos y las emociones de otros. • Generalmente tiene dificultad para seguir las pautas que dictan las modas (estilo en la ropa y el pelo). • Dificultades con las claves sociales (gestos, lenguaje no verbal, etc.) • Tendencia a crear mundos y amigos imaginarios en los que se relacionan de un modo satisfactorio con personajes de ficción. Esto puede terminar siendo un sustituto del mundo real. – Área de la comunicación y el lenguaje: • Pueden tener un vocabulario excepcional. • Tienden a imitar respuestas observadas en otros (compañeras, personajes de la televisión, etc.) en lugar de improvisar de manera espontánea sus respuestas. • Tienen muchas dificultades con los aspectos no verbales de la comunicación (prosodia, tono de voz…). – Comportamientos e intereses: • Generalmente, comportamiento más pasivo y menos violento o agresivo. • Pueden seguir
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