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El evangelismo contemporáneo - A W Pink

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A. W. Pink (1886-1952) fue un 
teólogo y pastor británico que se 
destacó como defensor del calvi-
nismo y la sana doctrina bíblica en 
una época de declive espiritual en 
la iglesia evangélica. 
 A lo largo de toda su vida, el pastor Arthur W. Pink, 
escribió una gran cantidad de libros y artículos que siguen 
siendo influyentes en la teología reformada. 
 "Evangelismo contemporáneo" es un destacado tra-
bajo de Arthur Pink y ha sido ampliamente reconocido como 
una crítica profunda y bíblica de la forma en que se realizaba 
la evangelización en su tiempo. En este tratado, Pink llama 
a un retorno a una evangelización basada en la sana doctrina 
y la fidelidad a las Escrituras, en lugar de seguir los métodos 
populares de la época. La obra fue publicada originalmente 
por Banner of Truth Trust. 
 La presente traducción fue realizada por el Ministe-
rio de Evangelismo y se presenta como una oportunidad para 
que los lectores de habla hispana puedan acceder a este im-
portante trabajo de Arthur Walkington Pink. 
Ministerio de Evangelismo 
Evangelismo contemporáneo 
 
Evangelismo contemporáneo 
Arthur W. Pink 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Evangelismo contemporáneo 
 A.W. Pink (1886-1952) fue un teólogo y pastor británico que defendió el cal-
vinismo y la sana doctrina bíblica. Su obra "Present-Day Evangelism", publicada por 
Banner of Truth Trust (1948), es una crítica profunda y bíblica de la evangelización de 
su tiempo, llamando a un retorno a la fidelidad a las Escrituras. Sin embargo, cada una 
de las problemáticas que aborda el autor son asombrosamente aplicables a la actualidad. 
La presente traducción del texto en inglés, realizada por el Ministerio de Evangelismo, 
es una excelente oportunidad para que los lectores hispanohablantes accedan a este im-
portante trabajo, que ya ha atravesado el filtro del tiempo victoriosamente y ha demos-
trado estar cargado de verdades bíblicas, es una lectura que nadie debe dejar pasar. 
 © Copyright 2023 Ministerio de Evangelismo (Argentina). Se otorga permiso 
expreso para reproducir este material por cualquier medio, siempre que: se atribuya el 
debido crédito al traductor, no se cobre más allá de una suma nominal por el costo de la 
duplicación y que este aviso de copyright y todo el texto de esta página estén incluidos. 
 El Ministerio de Evangelismo es un área del servicio de la Iglesia Evangélica 
Bautista “La Bianca”, dicho ministerio depende completamente de la fidelidad de Dios. 
Por lo tanto, no se solicitan donaciones, pero se agradece el apoyo de aquellos que 
desean dar libremente. Por otra parte, el Ministerio de Evangelismo no necesariamente 
está de acuerdo con todas las posiciones doctrinales del autor que se traduce en el pre-
sente tratado. A menos que se indique de otra manera, las citas bíblicas fueron tomadas 
de la Santa Biblia, Reina-Valera 1960. 
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Contenido 
Nota del traductor1 .................................................................................. 1 
¿Qué sucede con el evangelismo contemporáneo? ................................. 3 
¿Qué debe motivarnos a evangelizar? ..................................................... 3 
¿Tiene sustento bíblico el evangelismo moderno? ................................. 7 
¿Cuál es el verdadero Evangelio? ......................................................... 11 
¿Cuál es el eslabón perdido de la predicación? .................................... 15 
¿Cómo debemos proceder? ................................................................... 20 
Referencias bibliográficas ..................................................................... 22 
 
 
 
 
 
 
 
1 Importante aclaración: los títulos, las citas y las portadas, al inicio y fin, de cada capítulo no 
formaron parte de la obra original. Las citas de los autores (Jonathan Edwards, Thomas Watson, 
Charles Spurgeon, George Whitefield, Richard Baxter, J. C. Ryle y Thomas Brooks), son fragmen-
tos reducidos que hemos añadido para ampliar los conceptos, de evangelio y evangelismo, ex-
puestos a lo largo del presente tratado escrito por A. W. Pink. Además, anhelamos esclarecer 
que combinamos dichas referencias al tratado, “Evangelismo contemporáneo”, con el deseo de 
bendecir al lector. Decidimos agregar las meditaciones, aunque no formaron parte de la edición 
original al escrito, porque lo complementan y lo enriquecen a la perfección. 
 
 
 
 
 
 ¡Cuán terrible es el estado de los 
que día a día están en peligro de ser 
objeto de la gran ira e infinito su-
frimiento! Ese es el triste caso de 
cada alma que aún no ha nacido de 
nuevo; no importa que tan moral, 
estricta y religiosa pueda ser. 
 ¡Oh, si tan solo entendieras esto, ya seas joven o 
anciano! Hay razón para temer que hay muchos que leerán 
este escrito, o que han oído el evangelio, que serán objeto 
de justamente este sufrimiento por toda la eternidad. No sa-
bemos quiénes son o lo que piensan. Puede ser que ahora 
estén tranquilos, que oigan estas cosas sin alterarse, y se en-
gañen diciendo que eso no se aplica a ellos, asegurándose a 
sí mismos que escaparán. Si supiéramos que hay una per-
sona, apenas una, entre las que conocemos que estaría su-
jeto a este sufrimiento ¡qué horror sería verlo! ¡Cómo se le-
vantaría el lamento amargo por él! Pero ¡ay! ¡Cuántos re-
cordarán este mensaje en el infierno! Y algunos quizá estén 
en el infierno dentro de poco, aun antes de fin de año. Y no 
sorprendería el que algunos lectores que ahora gozan de 
buena salud, que se encuentran tranquilos y seguros, estarán 
allí antes de mañana a la mañana. ¡Tú que sigues el curso 
natural de tu vida, que serás librado por un tiempo del in-
fierno, ¡allí estarás dentro de poco! Tu condenación no 
duerme, vendrá pronto y muy súbitamente. Pero aquí sigues 
tú en la tierra de los vivientes, bendecido con la Biblia y los 
días de reposo y los siervos del Señor, y tienes la oportuni-
dad de obtener salvación. (Edwards, 2013, pp. 14-15) 
Jonathan Edwards 
1 
 
Nota del traductor 
 Es un honor para el Ministerio de Evangelismo presentar la traducción 
al español del tratado “Present-Day Evangelism” escrito por el distinguido teó-
logo y pastor británico, A.W. Pink. Esta es una excelente obra del escritor men-
cionado y ha sido reconocida como una crítica profunda y bíblica a la forma en 
que se realizaba la evangelización en su tiempo. Arthur Pink fue un teólogo y 
pastor que se destacó por su defensa del calvinismo y la sana doctrina bíblica. 
 Es importante remarcar la relevancia actual de esta obra, ya que vivimos 
en una época en la que la evangelización ha sido tergiversada por diversas co-
rrientes teológicas y metodologías populares. El tratado “Present-Day Evange-
lism” nos anima a volver a una forma de evangelización arraigada en la sana 
doctrina y la fidelidad a las Escrituras, en contraposición a los métodos popula-
res y carnales de la época. 
 Además, queremos enfatizar la importancia de comprender que el evan-
gelismo debe realizarse para la gloria de Dios. Como creyentes, nuestra moti-
vación principal para compartir el evangelio no debe ser el deseo de aumentar 
la membresía de nuestras iglesias o nuestra propia satisfacción personal, sino el 
amor a Dios y el deseo de ver su gloria manifestada en la salvación de las almas. 
 Por último, deseamos destacar, una vez más y sin temor a la redundan-
cia, cuán importante es serbíblicos en nuestra evangelización. Debemos usar la 
Ley de Dios para mostrar a los pecadores la verdadera naturaleza de su pecado 
y su necesidad de un Salvador. ¡Solo cuando comprenden su necesidad, pueden 
apreciar la gracia de Dios en Cristo y encontrar salvación en Él! 
 Invitamos a los lectores a leer “Present-Day Evangelism” con un cora-
zón abierto y un deseo de crecer en su comprensión y práctica del evangelismo 
bíblico. Que esta obra inspire a los creyentes a hacer evangelismo por amor a la 
gloria de Dios, y que su lectura produzca un fruto abundante en la vida de aque-
llos que la lean. 
 
Ministerio de Evangelismo 
2 
 
 
 
 
 
 La gloria de Dios debe abrumar 
a todos ante ella, debe ser preferida 
antes que nuestras preocupaciones 
más queridas. Aquello que Dios 
más aprecia y valora es su propia 
gloria, la niña de sus ojos, aquí ya-
cen todas sus riquezas. 
 La gloria de Dios es la joya más preciosa de su co-
rona, la que brilla con más intensidad y no la va a compartir 
con nadie más. “Mi gloria no la daré a otro” dice el Señor 
(Isaías 42:8). La gloria de Dios tiene más valor que el cielo 
y que la salvación de las almas de todos los hombres. ¡Es 
mejor que los reinos sean destruidos y que los hombres y 
los ángeles sean aniquilados, antes que Dios pierda parte 
alguna de su preciosa gloria! 
 Debemos preferir la gloria de Dios antes que nues-
tras preocupaciones más cercanas. Pero antes de preferir la 
gloria de Dios a nuestras preocupaciones privadas, debemos 
nacer de nuevo. El hombre natural busca su propio interés 
antes que la gloria de Dios, porque “es de la tierra, es terre-
nal” (Juan 3:31). Al hombre carnal no le interesa hacia 
dónde va la gloria de Dios, siempre que y cuando él tenga 
paz, riqueza y prosperidad en la vida. Un gusano no puede 
volar y cantar como una alondra. De la misma manera, un 
hombre natural, cuyo corazón se arrastra sobre la tierra, no 
puede admirar a Dios ni avanzar su gloria como lo hace un 
hombre elevado por la gracia. Reflexionemos al respecto 
¿Preferimos la gloria de Dios antes que nuestras preocupa-
ciones privadas? (Watson, 2016, pp. 274-275) 
Thomas Watson 
3 
 
¿Qué sucede con el evangelismo contemporáneo? 
 La mayor parte del trabajo “evangelístico” que se está efectuando en 
nuestros días es una carga para los cristianos genuinos, porque sienten que ca-
rece de toda justificación bíblica, que es deshonroso para Dios, y que está lle-
nando las iglesias de profesantes vacíos. Los verdaderos cristianos, están cons-
ternados de que tanta superficialidad efervescente, excitación carnal y seduc-
ción mundana estén asociadas con el santo nombre del Señor Jesucristo. La-
mentan la devaluación del Evangelio, la seducción de almas incautas, y la car-
nalización y comercialización de lo que para ellos es inefablemente2 sagrado. 
Se requiere poco discernimiento espiritual para percibir que las actividades 
evangelísticas de la cristiandad durante el último siglo se han deteriorado cons-
tantemente de mal en peor, sin embargo, pocos parecen darse cuenta de la raíz 
de la que ha surgido este mal. Ahora nos proponemos desenmascararla. Su ob-
jetivo era erróneo, y por lo tanto su fruto defectuoso. 
¿Qué debe motivarnos a evangelizar? 
 El gran designio de Dios, del cual nunca se ha apartado y nunca se apar-
tará, es glorificarse a sí mismo, manifestar a sus criaturas que es un ser infinita-
mente glorioso. Ese es el gran objetivo y fin que tiene en todo lo que Dios hace 
y dice. Por eso permitió que el pecado entrara en el mundo. Por eso quiso que 
su amado Hijo se encarnara, obedeciera perfectamente la Ley divina, sufriera y 
muriera. Porque ahora está sacando del mundo un pueblo para sí, un pueblo que 
mostrará eternamente sus alabanzas. Porque todo está ordenado por su provi-
dencia. A eso se dirige ahora todo en la tierra, y eso la afectará realmente. Nada 
más que eso es lo que regula a Dios en todas sus acciones: “Porque de Él, por 
Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén” (Ro-
manos 11:36). 
 
2 El término “inefablemente” significa: que es inexpresable o que no puede ser manifiesto en pa-
labras. 
4 
 
 Esa verdad grandiosa y básica está escrita en las Escrituras con la cla-
ridad de un rayo de sol, y el que no la ve está ciego. Todas las cosas son desig-
nadas por Dios para ese único fin. Su salvación de los pecadores no es un fin en 
sí mismo, pues Dios no habría salido perdiendo si cada uno de ellos hubiera 
perecido eternamente. No, la salvación de los pecadores no es sino un medio 
para un fin: “para alabanza de la gloria de su gracia” (Efesios 1:6). Ahora bien, 
de este hecho fundamental (que todo lo que Dios hace es para su gloria) se sigue 
necesariamente que debemos perseguir el mismo objetivo y el mismo fin, a sa-
ber: que Dios sea magnificado por nosotros. “[Háganlo] todo para gloria de 
Dios” (1 Corintios 10:31). Del mismo modo, también se deduce que este debe 
ser el propósito de todo predicador, y que todo debe estar subordinado a Dios, 
porque todo lo demás es de importancia y valor secundario. Pero, ¿verdadera-
mente debe ser así? Tomemos el último eslogan del mundo evangélico:3 “Ju-
ventud para Cristo”. ¿Qué tiene de malo? ¡Su énfasis! ¿No sería mejor decir: 
“Cristo para la Juventud”? 
 Si el evangelista no hace de la gloria de Dios su objetivo primordial y 
constante, es seguro que se equivocará, y todos sus esfuerzos serán en vano. 
Cuando el predicador se propone algo menos que la gloria de Dios, es seguro 
que caerá en el error, porque ya no le da al Señor el lugar que le corresponde. 
Una vez que nos fijamos fines propios, estamos listos para adoptar medios pro-
pios. Fue precisamente en este punto donde el evangelismo fracasó hace dos o 
tres generaciones, y desde ese punto se ha alejado cada vez más. El evangelismo 
moderno hizo de “ganar almas” su meta, constituyó al “ganar almas” como el 
summum bonum4 y luego hizo que todo el servicio y el tributo del cristiano per-
siguiera ese fin. Aunque no se negó realmente la gloria de Dios, sí se la perdió 
de vista, se la desplazó y se convirtió en algo secundario. Además, recordemos 
que Dios es honrado en la exacta proporción en que el predicador se aferra a su 
Palabra y proclama fielmente todo su consejo, y no sólo aquellas partes que le 
atraen. 
 
3 A. W. Pink utiliza el termino: “religioso” 
4 El término “summum bonum” significa: que es el mayor bien. 
5 
 
 Y todo esto sin hablar de los evangelistas baratos, cuyo único objetivo 
es apresurar a la gente para que haga una profesión formal de fe con el fin de 
aumentar el número de miembros de las iglesias. Mejor consideremos a aquellos 
que son movidos por una compasión genuina y una profunda preocupación por 
los que perecen, aquellos que anhelan fervientemente y se esfuerzan celosa-
mente por librar a las almas de la ira venidera: a menos que estén muy en guar-
dia, ellos también errarán inevitablemente. A no ser que consideren firmemente 
la conversión en la forma en que Dios lo hace (como la forma en que el Señor 
ha de ser glorificado), rápidamente comenzarán a transigir en los medios que 
emplean. Lamentablemente, el impulso febril del evangelismo moderno no es 
cómo promover la gloria del Dios Trino, sino cómo multiplicar las conversio-
nes. Toda la corriente de la actividad evangélica durante los últimos cincuenta 
años ha tomado esa dirección. Perdiendo de vista el fin de Dios, los evangélicos5 
han ideado sus propios medios. 
 Empeñados en alcanzar sus propios propósitos, han dado rienda suelta 
a los impulsos carnales; y suponiendo que sus fines eran correctos, los evange-
listas han concluido que todo lo que hacían era bueno, debido a que contribuía 
a lograr ese fin. Por este motivo, en vista de que sus esfuerzos parecíanser emi-
nentemente exitosos, demasiadas iglesias consintieron silenciosamente, dicién-
dose a sí mismas: “el fin justifica los medios”. En vez de examinar los planes 
propuestos y los métodos adoptados a la luz de las Escrituras, se aceptaron tá-
citamente6 por razones de conveniencia. El evangelista era estimado no por la 
solidez de su mensaje, sino por los “resultados” visibles que obtenía. Se le va-
loraba, no por la medida en que su predicación honraba a Dios, sino por el nú-
mero de almas que supuestamente se convertían gracias a ella. 
 
 
 
 
5 Aquí se utiliza el término: “iglesia”. En ocasiones, lo traduciremos como: “evangélicos”. 
6 El término “tácitamente” significa: que no es expresado, o declarado, abiertamente. 
6 
 
 
 
 Satanás trata que los creyentes 
piensen que deben tener más éxito, 
deben ser más influyentes, que de-
ben ser más conocidos, que logren 
obtener más dinero. El enemigo 
quiere que los creyentes piensen 
tanto en elevar su nivel de vida, 
que se olviden de Dios mismo. 
 El Maligno siempre ha usado esta táctica para dis-
traer a los creyentes. El apóstol Pablo reconoció esta táctica 
del enemigo cuando dijo, “todos buscan lo suyo propio y no 
lo que es de Cristo Jesús” (Filipenses 2:21). 
 Esto es muy triste y debe servirnos de advertencia 
acerca del preocuparnos tanto por nosotros mismos que ya 
no nos importe servir a Dios ni ayudar a los otros creyentes. 
El remedio contra esta táctica es el fijarnos bien en como 
esta mentalidad conduce a un sin número de pecados contra 
la Ley de Dios y contra el evangelio. El buscar tener cada 
vez más dinero, más poder, más influencia, es dañino. 
Inevitablemente corrompe el alma. Los que quieren más di-
nero y más posesiones, les conducirá a servir a la criatura 
más que a Dios. Muy pronto estarán dispuestos a hacer o 
decir cualquier cosa, simplemente para conseguir más de lo 
que otros tienen. Muy fácilmente se vuelven personas des-
honestas y comienzan a hacer daño a las personas que son 
más pobres o más débiles que ellos. El carácter de uno es 
afectado y su vida espiritual debilitada. Es sorprendente qué 
tan pronto algunas personas son desviadas por el afán de 
esta vida y el engaño de las riquezas (Mateo13:22). 
(Brooks, 1996, p. 30) 
Thomas Brooks 
7 
 
¿Tiene sustento bíblico el evangelismo moderno? 
 Una vez que un hombre hace de la conversión de los pecadores su prin-
cipal designio y su fin primordial, es muy probable que también adopte un ca-
mino equivocado. En vez de esforzarse por predicar la verdad en toda su pureza, 
la suavizará para hacerla más agradable a los incrédulos. Impulsado por una sola 
fuerza, que se mueve en una dirección fija, su objetivo es intentar hacer fácil la 
conversión, y por lo tanto sus pasajes favoritos, como Juan 3:16, son enfatizados 
incesantemente, mientras que otros son ignorados o eliminados. Esto afecta 
inevitablemente sobre su propia teología, y resulta en el rechazo, o en el repudio, 
de varios versículos de la Palabra. ¿Qué lugar tendrán en sus pensamientos las 
siguientes declaraciones bíblicas?: “¿Mudará el etíope su piel y el leopardo sus 
manchas? Así también, ¿podrán ustedes hacer bien, estando habituados a hacer 
mal?”; porque “ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le tra-
jere”; y “no me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes” (Jeremías 
13:23; Juan 6:44; Juan 15:14). 
 Será tentado intensamente a modificar la verdad de la elección soberana 
de Dios, a cambiar la realidad de la redención particular de Cristo y la gran 
necesidad imperativa de las operaciones sobrenaturales del Espíritu Santo. 
 En el evangelismo del siglo XX, ha habido una lamentable ignorancia 
de la solemne verdad de la depravación total del hombre7. Se ha subestimado 
por completo el caso y la condición desesperada del pecador. Muy pocos han 
enfrentado el hecho desagradable de que todo hombre es completamente co-
rrupto por naturaleza, que es completamente inconsciente de su propia miseria, 
ciego e indefenso, muerto en delitos y pecados. Debido a la corrupción radical 
humana, porque su corazón está lleno de enemistad contra Dios, se deduce que 
ningún hombre puede ser salvo sin la intervención especial e inmediata de Dios. 
Este es nuestro punto de vista y lo sostenemos en todas las circunstancias. 
 
7 La depravación total del hombre, también conocida como “corrupción radical”, es uno de los 
cinco puntos del calvinismo y es una verdad bíblica ineludible: Salmos 51:5; Salmos 58:3; Juan 
3:19; Juan 8:34; Romanos 3:10-18; Romanos 8:6-8; Efesios 2:1-3. 
8 
 
 Matizar y modificar la verdad de la depravación total del hombre con-
ducirá inevitablemente a diluir verdades colaterales8. La enseñanza de la Santa 
Escritura sobre este punto es inequívoca: la situación del hombre es tal que su 
salvación es imposible a menos que Dios ejerza su potente poder. No sirven de 
nada las anécdotas que despiertan las emociones, ni la música que deleita los 
sentidos, ni la oratoria del predicador, ni los llamamientos persuasivos. 
 En relación con la antigua creación, Dios lo hizo todo sin ningún ayu-
dante. Pero en la obra mucho más estupenda de la nueva creación, el evange-
lismo arminiano de nuestros días insinúa que Dios necesita la cooperación del 
pecador. Realmente, esto se reduce a que se representa a Dios como ayudando 
al hombre a salvarse a sí mismo, es decir: el pecador debe comenzar la obra al 
volverse dispuesto, y luego Dios completará el asunto. Sin embargo, nadie sino 
solo el Espíritu Santo puede hacer que el hombre esté dispuesto en el día de su 
poder (Salmos 110:3). Solo el Espíritu Santo, puede producir un dolor piadoso 
por el pecado y fe salvadora en el Evangelio. Sólo Él puede hacer que no nos 
amemos a nosotros mismos ante todo y que nos sometamos al señorío de Cristo. 
En lugar de buscar la ayuda de evangelistas externos, dejemos que las iglesias 
se arrodillen ante Dios, confiesen sus pecados, busquen su gloria y clamen por 
sus operaciones milagrosas. “No por la fuerza (del predicador), ni por el poder 
(de la voluntad del pecador), sino por mi Espíritu, dice el Señor” (Zacarías 4:6). 
 Se reconoce generalmente que la espiritualidad está en un punto bajo 
en la cristiandad, y no pocos perciben que la sana doctrina está decayendo rápi-
damente; sin embargo, muchos del pueblo del Señor se consuelan suponiendo 
que el Evangelio todavía se predica ampliamente y que grandes números se sal-
van por ello. Por desgracia, su suposición optimista es infundada y de base are-
nosa. Si se examina el “mensaje” que se da ahora en los salones misioneros, si 
se escudriñan los “folletos” que se esparcen entre las masas que no van a la 
iglesia, si se escucha atentamente a los oradores al aire libre, si se analizan los 
sermones o discursos de una “campaña para ganar almas”; en resumen, si se 
sopesa el “evangelismo” moderno se observará que es incompleto. 
 
8 “Verdades colaterales” es una referencia a todas las enseñanzas bíblicas que se relacionan 
con la doctrina del ser humano (antropología). 
9 
 
 Así es, si se pesa el “evangelismo” contemporáneo en la balanza de la 
Santa Escritura, se encontrará que le falta algo, que carece de lo que es vital 
para una conversión genuina, que le falta lo esencial para mostrar a los pecado-
res su necesidad de un Salvador, que carece de lo que producirá vidas transfor-
madas de nuevas criaturas en Cristo Jesús. 
 No escribimos solo para debatir o buscar culpables, buscando hacer que 
alguien peque por una palabra. No es que busquemos la perfección y nos que-
jemos porque no la encontramos; ni que critiquemos a otros porque no hacen 
las cosas como nosotros pensamos que deben hacerse. No, es un asunto mucho 
más serio queeso. El “evangelismo” de hoy no solo es superficial hasta el ex-
tremo, sino que también es radicalmente defectuoso. Carece abundantemente de 
una base sobre la cual fundamentar un llamado para que los pecadores vengan 
a Cristo. No solo hay una lamentable falta de equilibrio en su mensaje (dado 
que enfatizan mucho más la misericordia de Dios que su santidad y su amor más 
que su ira), sino que también hay una omisión fatal de lo que Dios ha dado con 
el propósito de impartir un conocimiento del pecado. No solo han incorporado 
reprobables “alabanzas motivacionales”, ocurrencias humorísticas y anécdotas 
entretenidas, sino que también intencionalmente han omitido el trasfondo os-
curo del ser humano, sobre el cual solo el Evangelio puede brillar eficazmente. 
 Pero el problema es más grave de lo que se ha dicho hasta aquí. Todavía 
falta exponer la mitad de la cuestión y es el lado más negativo. Aún peor a todo 
lo que se ha dicho es lo que están vendiendo los evangelistas charlatanes del 
día. El contenido positivo de su mensaje no es más que polvo arrojado a los ojos 
del pecador. Su alma es adormecida por el opio del diablo, administrado en la 
forma más insospechada. Aquellos que realmente reciben el “mensaje” que 
ahora está siendo dado desde la mayoría de los púlpitos y plataformas “ortodo-
xas” de hoy están siendo fatalmente engañados. Es un camino que parece co-
rrecto a los ojos del hombre, pero a menos que Dios intervenga soberanamente 
con un milagro de gracia, todos los que lo sigan encontrarán que el fin de este 
camino es la muerte (Proverbios 14:12). ¡Decenas de miles de personas que 
imaginan confiadamente que están camino al cielo tendrán una terrible desilu-
sión cuando despierten en el infierno! 
10 
 
 
 
 
 Debemos predicar en Cristo, 
como aquellos que han recibido 
misericordia y no desean exaltarse 
a sí mismos, sino a su Salvador; y 
predicar como a quienes no les im-
porta lo que las personas opinen de 
ellos, siempre y cuando Cristo sea 
magnificado en su proclamación. 
 Todos deberíamos preguntarnos: ¿alguna vez ha-
blamos la Palabra de Dios con engaño? ¿Nos damos cuenta 
de lo que significa hablar como de parte de Dios, delante de 
Dios y en Cristo? Permítanme hacer unas preguntas que nos 
hagan reflexionar: ¿Nos resistimos a exponer algún texto de 
la Biblia? ¿Hay algún pasaje que evitemos mencionar a 
nuestros hermanos, no porque no entendamos, sino porque 
contradice alguna idea personal acerca de lo que es verdad? 
Si este es nuestro caso, preguntemos a nuestras conciencias 
si no estamos predicando la Palabra de Dios con engaño. 
 ¿Ocultamos algo de la Biblia por miedo a parecer 
severos y ofender a los hombres? ¿Hay alguna afirmación, 
doctrinal o práctica, que mutilamos o desmembramos? Si 
es así, ¿no estamos tratando deshonestamente la Palabra? 
 Oremos para que Dios nos libre de corromper su 
Palabra. No dejemos que ni el temor ni el favor de los hom-
bres nos induzcan a ocultar, evitar, cambiar, mutilar o des-
calificar cualquier texto de la Biblia. ¡Necesitamos tener 
una santa valentía cuando hablamos como embajadores de 
Cristo! No debemos avergonzarnos de nuestra predicación 
siempre y cuando sea bíblica. (Ryle, 2001, párr. 17-21) 
J. C. Ryle 
11 
 
¿Cuál es el verdadero Evangelio? 
 ¿Es el Evangelio un mensaje de buenas noticias del cielo para hacer que 
los rebeldes que desafían a Dios se sientan cómodos en su maldad? ¿Se presenta 
el Evangelio a los jóvenes, obsesionados con el placer, para asegurarles que 
siempre y cuando “crean” no tendrán nada que temer en el futuro? Ciertamente 
se podría pensar así por la forma en que el Evangelio es presentado, o más bien 
pervertido, por la mayoría de los “evangelistas”, y más aún cuando observamos 
las vidas de sus “conversos”. Sin duda, quienes gozan de algún grado de dis-
cernimiento espiritual, deben percibir que: asegurar a tales personas que Dios 
los ama, que su Hijo murió por ellos y que pueden obtener un perdón completo 
por todos sus pecados (pasados, presentes y futuros) si tan solo “aceptan a 
Cristo como su Salvador personal” es echar las perlas delante de los cerdos. 
 El Evangelio no es algo aparte. No es algo independiente de la revela-
ción previa de la Ley de Dios. No es un anuncio de que Dios ha relajado su 
justicia o rebajado su norma de santidad. Lejos de eso, cuando se expone bíbli-
camente, el Evangelio presenta la demostración más clara y la prueba culmi-
nante de la inexorabilidad9 de la justicia de Dios y de su infinita abominación 
por el pecado. Pero para exponer bíblicamente el Evangelio, los jóvenes inex-
pertos y los hombres de negocios, que dedican su tiempo libre al “esfuerzo 
evangelizador”, no están en absoluto cualificados. ¡Es lamentable que el orgu-
llo de la carne permita que tantos incompetentes se precipiten donde los mucho 
más sabios temen pisar! Esta multiplicación de novatos es en gran parte respon-
sable de la triste situación a la que nos enfrentamos, y el hecho de que las con-
gregaciones y asambleas estén tan llenas de sus “conversos” explica por qué 
son tan poco espirituales y mundanas. 
 No, lector mío, el Evangelio está muy, muy lejos de tomar a la ligera el 
pecado. El Evangelio nos muestra cómo Dios trata implacablemente el pecado. 
¡Nos revela la espada terrible de su justicia hiriendo a su amado Hijo para que 
se haga la expiación por las transgresiones de su pueblo! 
 
9 Se está hablando de la "inexorabilidad" o "implacabilidad" de la justicia divina, es decir: que 
Dios no puede ser persuadido para cambiar su juicio y castigo sobre el pecado. 
12 
 
 Además, lejos de abolir la Ley, el Evangelio muestra al Salvador sopor-
tando la maldición de la Ley. El Calvario proporcionó la muestra más solemne 
e impresionante del odio de Dios hacia el pecado que jamás se haya visto en el 
tiempo o la eternidad. ¿Acaso piensas que el Evangelio es exaltado o que Dios 
es glorificado cuando se les dice a los mundanos que “pueden ser salvados solo 
aceptando a Cristo como su simple Salvador personal”, mientras ellos aún están 
unidos a sus ídolos y sus corazones todavía están enamorados del pecado? Si 
hacemos eso: les mentimos a los pecadores, distorsionamos el Evangelio, insul-
tamos a Cristo y convertimos la gracia de Dios en libertinaje. 
 Sin duda, algunos lectores están dispuestos a objetar nuestras afirma-
ciones anteriores como “duras” y “sarcásticas”. Ellos cuestionan diciendo que 
hay un pasaje que pregunta “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:31), 
y que la respuesta del apóstol inspirado es: “Cree en el Señor Jesucristo y serás 
salvo”. Entonces, los objetores aseveran ¿podemos equivocarnos si hoy deci-
mos lo mismo a los pecadores?, ¿no tenemos garantía divina para hacerlo? Es 
cierto que esas palabras se encuentran en la Sagrada Escritura, y porque lo están, 
muchas personas superficiales e inexpertas concluyen que están justificadas 
para repetirlas a todo el mundo. Pero señalemos que, Hechos 16:31, no fue di-
rigido a una multitud promiscua,10 sino a un individuo en particular, lo que de 
inmediato da a entender que no es un mensaje para ser pronunciado indiscrimi-
nadamente, sino más bien, una palabra especial para aquellos cuyos caracteres 
corresponden a aquel a quien fue hablado por primera vez. 
 Los versículos no deben ser arrancados de su contexto, sino sopesados, 
interpretados y aplicados de acuerdo con él; y eso requiere una consideración 
en oración, meditación cuidadosa y estudio prolongado. El fracaso en este punto 
explica porque los “mensajes” de esta era apresurada son de mala calidad y sin 
valor. ¿Cuál es el contexto de Hechos 16:31? ¿En qué ocasión y a quiénes se 
les dijo “Cree en el Señor Jesús”? Proporcionaremos una respuesta séptuple, 
que suministra una delineación completa y llamativa del carácter de aquellos a 
quienes estamos autorizadosa dar esta palabra verdaderamente evangelística. 
 
10 En este contexto, “promiscuo” se refiere a una multitud variada o aleatoria de personas. 
13 
 
 Al nombrar los siete detalles, que el lector los medite cuidadosamente: 
 En primer lugar, el hombre a quien se dirigieron estas palabras acababa 
de presenciar el poder milagroso de Dios. “De repente se produjo un gran terre-
moto, que sacudió los cimientos de la cárcel; y al instante se abrieron todas las 
puertas y se soltaron las cadenas de todos” (Hechos 16:26). En segundo lugar, 
a consecuencia de esto el hombre se conmovió profundamente, hasta el punto 
de desesperarse: “Sacó la espada y quiso matarse, pensando que los prisioneros 
habían huido” (v. 27). En tercer lugar, sintió la necesidad de iluminación: “En-
tonces pidió una luz” (v. 29). En cuarto lugar, su autocomplacencia se hizo añi-
cos, pues “vino temblando” (v. 29). Quinto, ocupó el lugar que le correspondía 
ante Dios, a saber: en el polvo; pues “se postró ante Pablo y Silas” (v. 29). Sexto, 
mostró respeto y consideración por los siervos de Dios, pues “los sacó” (v. 30). 
Séptimo, entonces, con una profunda preocupación por su alma, preguntó: 
“¿Qué debo hacer para salvarme?”. 
 Por lo tanto, en este pasaje hay algo concreto para nuestra orientación; 
por supuesto, si es que estamos dispuestos a ser guiados. No era una persona 
vertiginosa, descuidada, despreocupada a quien se le exhortaba a “simple-
mente” creer; sino más bien, era alguien que dio una evidencia clara de que 
Dios ya había obrado poderosamente en su interior. Era un alma despierta (v. 
27). En su caso no había necesidad de insistirle en su condición de perdido, 
porque obviamente la sentía; ni se requería que los apóstoles le insistieran en el 
deber del arrepentimiento, porque toda su conducta denotaba su contrición, su 
comportamiento entero mostraba su arrepentimiento. 
 Pero aplicar las palabras que le fueron dirigidas a aquellos que están 
totalmente ciegos a su estado de alabanza y completamente muertos para con 
Dios, sería más insensato que poner un frasco de sales aromáticas en la nariz de 
alguien que acaba de ser sacado inconsciente del agua. Que el crítico de este 
tratado lea en la Biblia, los Hechos, y vea si puede encontrar un solo caso en 
que los apóstoles se dirigieran a un público indiscriminado de gente o a una 
multitud de paganos idólatras ¡y diciéndoles simplemente que crean en Cristo! 
 
14 
 
 
 
 Pecador, recapacita, en una hora 
pudieras estar agonizando. Piensa 
que dentro de poco pudieras estar 
en el infierno; aun ahora, la muerte 
está carcomiendo tu mejilla. ¿Qué 
harás cuando estés en el tribunal de 
Dios sin un Salvador? 
 Oh, pecador, entonces ¿te atreverás tú a insultar a 
tu Hacedor? ¿Te atreverás a burlarte de Él? Recapacita; las 
llamas del infierno son abrasadoras y la ira de Dios es terri-
ble. Aunque tus huesos fueran de acero, y tus costillas de 
bronce, te estremecerías de terror. ¡Oh, aunque tuvieras la 
fortaleza de un gigante, no podrías luchar con el Altísimo! 
¿Qué harás cuando Él te despedace y no haya quien te libre? 
¿Qué harás cuando dispare en tu contra sus diez poderosos 
cañones? El primer mandamiento dirá: “¡Aplástalo; él me 
ha quebrantado!” El segundo: “¡Condénalo; me ha quebran-
tado!” El tercero: “¡Maldición sobre él; porque me ha que-
brantado!” Y de un modo similar, todos dispararán en tu 
contra; y no tendrás refugio ni adonde huir ni esperanza. 
 ¡Ah!, ningún himno parece tan adecuado excepto el 
que comienza así: “Ese terrible día ciertamente vendrá, la 
hora establecida se apresura, cuando deba comparecer ante 
mi Juez, para pasar la solemne prueba”. Ay, es por este mo-
tivo que la Ley fue enviada: ¡para convencernos de pecado, 
para hacernos temblar y estremecer delante de Dios! Re-
cuerden, señores, que viene el día en el que el Salvador, el 
Juez de los hombres, se sentará en un gran trono blanco a 
juzgar al mundo. (Spurgeon, 1859, párr. 35-39) 
Charles H. Spurgeon 
15 
 
¿Cuál es el eslabón perdido de la predicación? 
 Del mismo modo que el mundo no estaba preparado para el Nuevo Tes-
tamento antes de recibir el Antiguo, del mismo modo que los judíos no estaban 
preparados para el ministerio de Cristo hasta que Juan el Bautista se le adelantó 
con su clamoroso11 llamado al arrepentimiento. De la misma manera, todos los 
que no son salvos aún no están en condiciones de recibir el Evangelio, sino hasta 
que la Ley les sea aplicada a sus corazones, “porque por medio de la Ley es el 
conocimiento del pecado” (Romanos 3:20). Es una pérdida de tiempo sembrar 
la semilla en un terreno que nunca ha sido arado ni cavado. Presentar el sacrifi-
cio vicario12 de Cristo a aquellos cuya pasión dominante es saciarse de pecado, 
es dar lo que es santo a los perros. ¡Los incrédulos necesitan escuchar acerca 
del carácter de Dios, las demandas de su justicia y la gravedad de seguir sus 
propios caminos, rechazando el llamado que Dios les hace! 
 La naturaleza de la salvación de Cristo está tristemente tergiversada por 
el falso “evangelista” contemporáneo. Él anuncia un Salvador del infierno en 
lugar de un Salvador del pecado. Y por eso tantos son fatalmente engañados, 
porque hay multitudes que desean escapar del lago de fuego, pero no tienen el 
deseo de ser liberados de su carnalidad y mundanalidad. Lo primero que se dice 
de Él en el Nuevo Testamento es: “Llamarás su nombre JESÚS, porque Él sal-
vará a su pueblo [no “de la ira venidera”, sino] de sus pecados” (Mateo 1:21). 
Cristo es un Salvador para aquellos que se dan cuenta de la extrema pecamino-
sidad del pecado, que sienten la terrible carga del pecado en su conciencia, que 
se aborrecen a sí mismos por él, que anhelan ser liberados de su terrible domi-
nio. Y no es un Salvador para quienes no tienen esta comprensión sobre el pe-
cado. Si Cristo “salvara del infierno” a aquellos que todavía están enamorados 
del pecado, sería un ministro del pecado, perdonando su maldad y aliándose con 
ellos en contra de Dios. ¡Es algo inefablemente horripilante y blasfemo atri-
buirle algo así al Santo de Dios! 
 
11 El término “clamoroso”, significa: que es un llamado acompañado de clamor. Juan el Bautista 
exigía atención urgente a la llegada del Mesías. 
12 El término “vicario”, significa: sustitutivo. Es decir, uno en lugar de otro. 
16 
 
 Si el lector exclama: “Yo no estaba consciente de la gran maldad del 
pecado, ni estaba abatido por el sentido de mi culpa cuando Cristo me salvó”. 
Entonces le decimos sin vacilar: usted nunca ha sido salvo en absoluto o no fue 
salvo tan temprano como lo supuso. Es cierto que, a medida que el cristiano 
crece en la gracia, tiene una comprensión más clara de lo que es el pecado (la 
rebelión contra Dios) y un odio y un dolor más profundo cuando lo comete. Pero 
pensar que alguien, cuya conciencia nunca ha sido herida por el Espíritu Santo 
y cuyo corazón no ha sido contrito ante Dios, puede ser salvo por Cristo es 
imaginar algo que no tiene existencia en el ámbito de los hechos. “Los sanos 
no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Mateo 9:12). Los únicos 
que realmente buscan el alivio del gran Médico son los que están enfermos de 
pecado, son los que anhelan ser liberados de sus obras que deshonran a Dios y 
de sus contaminaciones que les oscurecen el alma. 
 Puesto que la salvación de Cristo es una salvación del pecado: del amor 
al pecado, de su dominio, de su culpa y de su castigo. Entonces, se deduce ne-
cesariamente que la principal y gran tarea del evangelista es predicar sobre el 
PECADO: definir lo que es realmente el pecado (como algo distinto del cri-
men). Debe mostrar en qué consiste su inmensa maldad, trazar sus múltiples 
obras en el corazón, indicar que su merecido no es otro que el castigo eterno. 
Ah,y predicar sobre el pecado, no sólo pronunciar algunas pláticas sobre él, 
sino dedicar prédica tras prédica a explicar lo que es el pecado a los ojos de 
Dios, pero hacer esto no lo hará popular ni atraerá a las multitudes, ¿verdad? 
No, no lo hará, y sabiendo esto, aquellos que aman más la alabanza de los hom-
bres que la aprobación de Dios, y que priorizan su beneficio personal por encima 
de las almas inmortales, ajustarán sus caminos en consecuencia. Algunos dirán: 
“¡pero tal predicación ahuyentará a la gente!” Nosotros respondemos: ¡mucho 
mejor es ahuyentar a la gente predicando fielmente, que ahuyentar al Espíritu 
Santo al complacer inicuamente la carne! 
 El evangelista moderno expone erróneamente los términos de la salva-
ción de Cristo. Con muy raras excepciones él dice a sus oyentes que la salvación 
es por gracia y se recibe como un don gratuito, que Cristo lo ha hecho todo por 
el pecador y que no queda más que “creer”, confiar en los méritos infinitos de 
su sangre. Esta concepción ahora prevalece en los círculos “ortodoxos”. 
17 
 
 La idea equivocada que se tiene hoy en día, en los círculos “ortodoxos”, 
sobre los términos de la salvación de Cristo es tan repetida que ha calado pro-
fundo en las mentes de los oyentes, lo que hace peligroso cuestionarla. Si al-
guien se atreve a denunciar que esta idea es engañosa y errónea, es inmediata-
mente etiquetado como hereje, porque se ha vuelto tan popular que cualquier 
crítica se considera una amenaza. A pesar de esto, el escritor está dispuesto a 
correr ese riesgo y a denunciar la idea como unilateral y no adecuada. 
 La salvación es por gracia, solo por gracia, porque una criatura caída 
no puede hacer nada para merecer la aprobación de Dios o ganarse su favor. Sin 
embargo, la gracia divina no es permisiva con el pecado, ya que nunca compro-
mete la santidad. También es cierto que la salvación es un don gratuito, pero 
una mano vacía debe recibirlo, y no una mano que todavía agarra fuertemente 
al mundo. Pero no es cierto que “Cristo lo haya hecho todo por el pecador”. 
Cristo no deseó las cáscaras que comen los cerdos y ni entendió que no podían 
saciarlo. Jesús no le ha dado la espalda al país lejano, ni se ha levantado, ni ha 
ido al Padre, ni ha reconocido sus pecados; esos son actos que el propio pecador 
debe realizar. Es cierto que no será salvado por realizarlos, de la misma manera 
que el pródigo no podía recibir el beso y el anillo del Padre mientras permanecía 
a una distancia culpable de Él. 
 Algo más que “creer” es necesario para la salvación. Un corazón en-
durecido en la rebelión contra Dios no puede creer para ser salvo, primero debe 
ser quebrantado. Está escrito: “Si no se arrepienten, todos perecerán igual-
mente” (Lucas 13:3). El arrepentimiento es tan esencial como la fe, es más, esta 
última no puede existir sin el primero: “No se arrepintieron después para creer” 
(Mateo 21:32). El orden está claramente establecido por Cristo: “Arrepiéntanse 
y crean en el Evangelio” (Marcos 1:15). El arrepentimiento es un repudio del 
pecado en el corazón. El arrepentimiento es una determinación del corazón de 
abandonar el pecado. Y donde hay verdadero arrepentimiento, la gracia es libre 
de actuar, porque los requisitos de la santidad se conservan cuando se renuncia 
al pecado. Por lo tanto, es deber del evangelista clamar: “Deje el impío su ca-
mino, el hombre inicuo sus pensamientos y vuélvase al Señor, el cual tendrá de 
él misericordia” (Isaías 55:7). La tarea olvidada de los predicadores: llamar a 
pecadores al arrepentimiento, para que oren por misericordia mediante Cristo. 
18 
 
 El camino de la salvación está falsamente definido. En la mayoría de 
los casos el “evangelista” contemporáneo le dice a su congregación que todo 
lo que cualquier pecador tiene que hacer para escapar del infierno, y asegurarse 
el cielo, es “recibir a Cristo como su Salvador personal”. Pero tal enseñanza es 
totalmente engañosa. ¡Nadie puede recibir a Cristo como su Salvador mientras 
lo rechaza como su Señor! Es cierto, añade el predicador, que el que acepta a 
Cristo también debe rendirse a Él como Señor, pero enseguida lo echa a perder 
al afirmar que, aunque el converso no lo haga, el cielo está asegurado para él. 
¡Esa es una de las mentiras del diablo! Solo aquellos que están espiritualmente 
ciegos declararían que Cristo salvará a cualquiera que desprecie su autoridad y 
rechace su yugo. ¡Oh, lector mío, eso no sería gracia, sino que sería una desgra-
cia porque acusaría a Cristo de premiar la transgresión! 
 Es en su función de Señor que Cristo mantiene el honor de Dios, pro-
mueve su gobierno y hace cumplir su Ley. Además, si el lector se remite a aque-
llos pasajes donde aparecen ambos títulos, encontrará que el orden es siempre 
“Señor y Salvador”, y no “Salvador y Señor”. (Lucas 1:46-47; Hechos 5:31; 2 
Pedro 1:11; 2:20; 3:2). Por lo tanto, aquellos que no han sometido su vida al 
señorío de Cristo, y aun así imaginan que verdaderamente confían en Él como 
su Salvador, están siendo engañados. A menos que Dios les revele la verdad, 
caerán en las eternas llamas del infierno con una mentira en su mano derecha 
(Isaías 44:20). 
 Cristo es “autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” 
(Hebreos 5:9). No obstante, las palabras, y la actitud, de los que no se someten 
a su señorío es: “no queremos que este reine sobre nosotros” (Lucas 19:14). 
Entonces, mi lector, deténgase y reflexione honestamente sobre las preguntas: 
¿Estoy sujeto a su voluntad? ¿Me esfuerzo sinceramente por guardar sus man-
damientos? 
 
 
 
 
19 
 
 
 
 
 Un hombre que se ha arrepentido 
verdaderamente, es un ser regene-
rado. Aunque son palabras dife-
rentes, describen una y la misma 
cosa; porque en el arrepentimiento 
la mezcla bestial y diabólica del 
viejo hombre ha desaparecido. 
 Por lo tanto, hay una regeneración forjada en los 
corazones arrepentidos. Si tu arrepentimiento es verdadero, 
serás renovado completamente, tanto en alma como en 
cuerpo. Tu comprensión será iluminada con el conoci-
miento de Dios y del Señor Jesucristo, y tu voluntad, que 
antes era terca, obstinada y odiaba todo lo bueno, ahora será 
obediente y se conformará con la voluntad de Dios. 
 Hermanos, consideren cuán odiosos son sus cami-
nos a los ojos de Dios mientras continúan en el pecado. Son 
abominables ante Él mientras se entregan al mal. No pueden 
llamarse cristianos si odian a Cristo y a su pueblo. El ver-
dadero arrepentimiento los cambiará por completo. Cam-
biarán las inclinaciones de sus almas. Entonces, se deleita-
rán en Dios, en Cristo, en su Ley y en su pueblo. Creerán 
que es real la experiencia de sentir algo que los conecta con 
Dios, aunque ahora puedan considerarlo locura y entu-
siasmo. Los caminos de Cristo y su pueblo serán su deleite 
completo». «La naturaleza del verdadero arrepentimiento 
es hacer un cambio, que es el cambio más grande que se 
puede hacer en el alma. Por lo tanto, el arrepentimiento, en 
su propia naturaleza, implica una abominación de todo pe-
cado y un abandono de él. (Whitefield, 2009, pp. 330-331) 
George Whitefield 
20 
 
¿Cómo debemos proceder? 
 Lamentablemente, el camino de la salvación de Dios es hoy casi ente-
ramente desconocido. La naturaleza de la salvación de Cristo es casi universal-
mente malentendida y los términos de su salvación son tergiversados por todas 
partes. El “evangelio” que se proclama hoy en día es, en nueve de cada diez 
casos, una perversión de la verdad. Además, a causa de este falso evangelio, 
decenas de miles de personas se apresuran hasta el infierno, tan rápido como el 
tiempo puede llevarlos, y lo hacen con la espuria seguridad de que van al cielo. 
Las cosas están mucho, mucho peor en la cristiandad de lo que suponen incluso 
los pesimistas y los alarmistas. No somos profetas, ni nos involucraremos en 
ninguna especulación sobre lo que laprofecía bíblica predice. Hombres más 
sabios que el que escribe a menudo han hecho el ridículo al hacerlo. Por otra 
parte, somos francos al decir que no sabemos lo que Dios está a punto de hacer. 
Las condiciones religiosas eran mucho peores, incluso en Inglaterra, hace ciento 
cincuenta años. Pero esto es lo que tememos en gran medida: no pasará mucho 
tiempo antes de que las “tinieblas cubran la tierra y oscuridad las naciones” 
(Isaías 60:2), a menos que Dios tenga a bien conceder un verdadero aviva-
miento. Esta oscuridad venidera se debe a que la luz del verdadero Evangelio 
se está desapareciendo muy rápidamente. En nuestra opinión, el “evangelismo” 
actual es el más solemne de todos los “signos de los tiempos”. 
 ¿Cómo debe proceder el pueblo de Dios ante la situación existente? 
Efesios 5:11, nos da la respuesta divina: “no participen en las obras infructuosas 
de las tinieblas, sino más bien repréndanlas”; y todo lo que se opone a la luz de 
la Palabra son “tinieblas”. Es el deber obligado de todo cristiano no tener tratos 
con la monstruosidad “evangelística” contemporánea, negar todo apoyo moral 
y financiero a la misma, no asistir a ninguna de sus reuniones y no hacer circular 
ninguno de sus folletos. Aquellos predicadores que les dicen a los pecadores 
que pueden ser salvos sin abandonar sus ídolos, ni arrepentirse, ni someterse al 
señorío de Cristo, son tan blasfemos y peligrosos como los que insisten en que 
la salvación es por obras, y que el cielo puede ser ganado por nuestros esfuerzos. 
 
21 
 
 
 
 Mi alma está muy afligida por 
las miserables condiciones del 
mundo y por su conversión. Solía 
enfocarme poco más allá de mi 
país en mis oraciones, sin conside-
rar el estado del resto del mundo; 
o si oraba por la conversión de los 
judíos, eso era casi todo. 
 Pero ahora, al entender mejor la situación del 
mundo y cómo nos enseñó a orar el Señor, nada pesa tanto 
en mi corazón como el pensamiento de las naciones mise-
rables de la tierra. Lo más asombroso de toda la providencia 
de Dios es que Él abandone casi a todo el mundo y confine 
su favor especial a tan pocos; los cristianos son escasos en 
comparación con los paganos e infieles (además, pocos pro-
fesantes del cristianismo son salvos, a pesar de sus conoci-
mientos). Son contados los cristianos que verdaderamente 
tienen sus corazones en el cielo. Pero no me afectan tanto 
las calamidades de mis propios parientes o de mi país, como 
el caso de las naciones paganas e ignorantes. Ninguna parte 
de mis oraciones es tan profundamente seria como la que se 
refiere a la conversión del mundo impío, ¡para que el nom-
bre de Dios sea santificado, su reino venga y su voluntad se 
haga en la tierra como en el cielo! Jamás fui tan consciente 
de lo terrible que es la división de lenguas, que impide que 
les hablemos para su conversión, ni de lo grande que es el 
pecado de la tiranía, que mantiene fuera el Evangelio de la 
mayoría de las naciones del mundo. No hay trabajo en el 
mundo más deseable ante mis ojos que trabajar para ganar 
esas almas miserables. (Baxter, 2010, p. 26) 
Richard Baxter 
22 
 
Referencias bibliográficas 
Baxter, R. (2010). “Praying for the world”, in Evangelism. [“Orar por el 
mundo”, en Evangelismo]. Chapel Library. 
Brooks, T. (1996). Remedios Preciosos Contra Las Artimañas Del Diablo. 
Iglesia Bautista de la Gracia. 
Edwards, J. (2013). Pecadores en las manos de un Dios airado. Chapel Li-
brary. 
Ryle, J. C. (2001). Not Corrupting the Word by J. C. Ryle. [No corrompas la 
Palabra por John Charles Ryle]. Tony Capoccia. 
Spurgeon, C. H. (1909). Los usos de la Ley: Sermón Publicado el 19 de abril 
de 1857. Allan Román. 
Watson, T. (2016). The Lord's Prayer. [El Padre nuestro]. Monergism Books. 
Whitefield, G. (2009). Selected Sermons of George Whitefield. [Selección de 
prédicas de George Whitefield]. Christian Classics Ethereal Library.

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