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Arte Rupestre de Altamira

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La cueva de Altamira y su museo
�e cave of Altamira and its museum
Pilar Fatás1
José A. Lasheras2
1 · Subdirectora Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira. Secretaría de Estado de Cultura. 
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Gobierno de España. 
2 · Director Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira. Secretaría de Estado de Cultura. Minis-
terio de Educación, Cultura y Deporte. Gobierno de España.
ISSN 1699-0889
http://cuadernosdearterupestre.es
CUADERNOS DE ARTE RUPESTRE, 7, 2014: 25-35
I N F O R M A C I Ó N • I N F O R M A T I O NR E S U M E N
A B S T R A C T
La cueva de Altamira - su arte rupestre - es uno de los paradigmas del arte rupestre 
paleolítico europeo, el lugar donde se identificó el primer Arte de la humanidad, sitio re-
presentativo por reunir casi todas las técnicas y temas, con una amplia cronología. Por 
ello fue inscrita en la Lista de Patrimonio Mundial en 1985, a los pocos años de creada 
la Convención y recién suscrita por España. Desde su creación en 1979 el Museo de 
Altamira es instrumento para la gestión de la cueva, su investigación y conservación, 
con fines de conocimiento, educación y disfrute público.
La conservación ha sido la principal encomienda del Museo, y lo sigue siendo; di-
versos proyectos a lo largo de tres décadas han permitido caracterizar los parámetros 
ambientales, principales factores de afección de la conservación del arte. Hoy el ré-
gimen de visitas a la cueva – siempre provisional – permite el acceso a 250 personas 
anualmente, en una visita de 37 minutos de duración.
Es el Museo y su principal propuesta, la exposición permanente “Los tiempos de 
Altamira” que incluye la reproducción tridimensional de la cueva, la Neocueva, el que 
cumple con la misión de facilitar el acceso al conocimiento y al disfrute cultural de 
Altamira a los 250.000 visitantes de media que anualmente lo visitan. 
Palabras clave
Altamira, Arte Rupestre, Patrimonio Mundial, Museo, 
Neocueva, Paleolítico
Recibido · Junio 2014
Aceptado · Enero 2015
Revisado · Noviembre 2015
The prehistoric art of The cave of Altamira is one of the paradigms of European Pala-
leolithic cave art, the site where the first Art of humankind was identified. It is well-known 
for collect almost all the themes and techniques of this style in a wide chronological 
context. For this reason it was inscribed in the UNESCO World Heritage List in 1985, 
few years after the Convention was created and just after Spain has ratified it. The Mu-
seum of Altamira is, since its founding in 1979, a tool for the management, research and 
preservation of the cave, for public knowledge, education and enjoyment purposes.
Preservation has been the main duty of the Museum, and remains so; several pro-
jects over three decades have allowed to characterize environmentals parameters, 
that are the main concerns for preservation of imagery. The current regulation of 
visiting -always provisional- allows access to the cave to 250 people per year, in a 
37 minutes tour.
The mission of provide the public knowledge and cultural enjoyment of Altamira 
to an average of 250,000 people per year is achieved by the Museum and its main 
offer, the permanent exhibition “The times of Altamira”, including the three dimensio-
nal reproduction of the cave which is known as “New Cave” or Neocueva.
Keywords
Altamira, Cave Art, World Heritage, Museum, 
Neocave, Palaeolithic
Received · June 2014
Accepted · January 2015
Revised · November 2015
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1. LA CUEVA DE ALTAMIRA
La cueva de Altamira se encuentra a 156 metros sobre el 
nivel del mar, en la parte alta de una de las colinas calcáreas 
que rodean Santillana del Mar, una pequeña villa de Canta-
bria, cerca de Santander. Mide 270 metros de longitud y, en 
general, su altura oscila entre 2 y 12 metros y su anchura 
entre 6 y 20 metros. Durante el Paleolítico, cuando la cueva 
fue habitada y pintada, una gran boca abierta hacia el norte 
permitía la iluminación del área vestibular. Un derrumbe na-
tural ocurrido en época paleolítica la cegó y hoy se accede 
por una puerta abierta en ese mismo lugar tras su descu-
brimiento. Toda la cueva está salpicada de figuras y signos 
grabados, dibujados y pintados, aunque es el conjunto del 
llamado techo de los policromos, con los famosos bisontes, 
lo más interesante, espectacular y reconocido de Altamira.
Tras más de 22 000 años de acumulación de vida y arte en 
Altamira, y tras el largo periodo de cierre que se inició con el 
derrumbe ocurrido hace 13 000 años, su historia se reanudó 
en 1879 con el hallazgo de D. Marcelino Sanz de Sautuola. 
A él se debe el descubrimiento y la identificación del primer 
arte de la humanidad, del arte de las cavernas de Europa, su 
primer estudio y la certera atribución al Paleolítico, su publi-
cación científica y la divulgación pública. Altamira es el des-
cubrimiento para la ciencia y para toda la sociedad del arte 
rupestre paleolítico. La sorpresa que produjo fue seguida de 
una intensa polémica sobre su autenticidad o su antigüedad 
que solo fueron aceptadas por todos a partir de 1902, tras 
descubrirse en Francia otras cuevas con arte rupestre pa-
leolítico y reconocerse públicamente el error e injusticia co-
metidos desde hacía veinte años con M. Sanz de Sautuola. 
La consideración de Altamira como patrimonio cultural y 
como recurso para el turismo es muy temprana. En las dos 
primeras décadas del siglo XX el Ayuntamiento de Santilla-
na asumió la gestión de la cueva y su conservación: instaló 
una puerta metálica, nombró un guía y estableció normas 
Figura 1 · Techo de los policromos -®Pedro Saura
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para su visita. En 1924 fue declarada Monumento Histórico 
Artístico y se creó la Junta o Comisión de Investigación y 
Exploración de la cueva de Altamira, presidida por el jefe 
de la Casa Real. En 1924 se construyó el primer edificio 
vinculado al monumento para vivienda del guarda-guía y 
para exponer, en un gran salón de la planta baja, los ob-
jetos encontrados en la cueva en las excavaciones que se 
encomendaron a Hugo Obermaier; para facilitar la visita de 
los turistas se amplió la puerta de la cueva y se hizo una 
carretera que permitía llegar en coche hasta ella.
En 1940 se creó el Patronato de la cueva de Altami-
ra, transformado cuatro años después en Patronato de 
las cuevas de la Provincia de Santander, ampliando sus 
competencias al resto de cuevas con arte y al Museo Pro-
vincial de Prehistoria de Santander. A finales de los años 
60 del siglo XX se realizaron nuevas obras para facilitar 
su visita: se amplió la carretera de acceso, se construye-
ron tres pabellones para una pequeña exposición, venta 
de entradas a la cueva, tienda de recuerdos, cafetería y 
restaurante. Y se intervino radicalmente en el interior de 
la cueva: el suelo se transformó para crear un ancho y 
cómodo camino que la recorría íntegramente; se instaló 
a lo largo del mismo una iluminación multicolor, efectis-
ta y, ante el miedo a un derrumbe, se levantaron grandes 
muros de sustentación en el vestíbulo que aislaron la sala 
de policromos tanto del área vestibular –la del yacimien-
to arqueológico- como del resto de la cueva. Todas estas 
obras y las luminarias instaladas fueron camufladas y en-
mascaradas con arcilla obtenida en la propia cueva para 
darles una apariencia de naturalidad, para que pasaran 
desapercibidas o no molestaran la visita. 
Por entonces la cifra de visitantes a la cueva de Alta-
mira alcanzó las 170.000 personas al año, duplicando 
las de los museos nacionales de arte contemporáneo y 
de arqueología de Madrid; simultáneamente se inició la 
reflexión y el análisis del grave riesgo que tal cantidad de 
Figura 2 · Bisonte tumbadoen el Techo de los policromos -®Pedro Saura
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visitas suponía para la 
conservación del arte. 
En 1978 el Gobier-
no de España, ante la 
preocupación que cau-
saba ese régimen de 
visita masiva respecto a 
la conservación de las 
pinturas adquirió la pro-
piedad de la cueva y or-
denó su cierre. En 1979 
el Ministerio de Cultura 
creó el Museo Nacional y 
Centro de Investigación 
de Altamira como instru-
mento para la gestión de 
la cueva, para su inves-
tigación y conservación 
con fines de conocimien-
to, educación y disfrute 
público. La creación del museo puso fin a la explotación 
turística, lo que supuso en Cantabria una fuerte polémica 
pública fomentada por el incipiente regionalismo.
En 1982, tras un estudio encargado a la Universidad 
de Cantabria, se reabrió la cueva para las visitas públi-
cas con un régimen que se consideró compatible con la 
conservación: sólo 8000 personas al año, en grupos de 
cinco acompañadas por un guía, entre dos y ocho gru-
pos diarios en número distinto cada mes de acuerdo con 
un modelo ambiental estacional.
La cueva de Altami-
ra fue inscrita en 1985 
en la Lista de Patrimonio 
Mundial creada por la 
UNESCO según la con-
vención que había suscri-
to España en 1982. Fue 
una de las primeras apor-
taciones del patrimonio 
español junto con las ciu-
dades de Oviedo, Ávila y 
Santiago de Compostela, 
la Alhambra de Granada, 
la catedral de Burgos, el 
Monasterio de El Escorial 
y la mezquita de Córdoba, 
cuando todas las inscrip-
ciones parecían obvias.
Altamira, junto con las 
cuevas del valle de la 
Vézère (inscritas en la Lista en 1979) es considerada quizá el 
más destacado paradigma del arte rupestre paleolítico euro-
peo, el lugar donde se identificó el primer Arte de la humani-
dad, el sitio representativo por reunir casi todas las técnicas 
y temas con una amplia cronología. La inscripción se produjo 
una vez que el Ministerio de Cultura había resuelto la con-
servación del bien acabando radicalmente con los riesgos 
generados por una insostenible visita masiva. 
En 2008 se amplió la inscripción en la Lista y el bien pasó 
a llamarse La cueva de Altamira y el Arte Rupestre Paleolítico 
Figura 3 · Bisonte pintado en negro en el Techo de los policromos -®Pedro Saura
Figura 4 · Uro grabado en la Galería V -®Pedro Saura
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Figura 5 · Detalle del gran signo pintado en rojo -®Pedro Saura
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del norte de España, representado por otras diecisiete cue-
vas de Asturias, Cantabria y del País Vasco, objeto de otro 
artículo en esta misma publicación.
2. EL ARTE RUPESTRE DE LA CUEVA DE ALTAMIRA 
La cueva de Altamira alberga uno de los ciclos pictóri-
cos más completos del arte rupestre paleolítico europeo, 
y es en el techo de los polícromos donde alcanza mayor 
espectacularidad y excelencia. 
Hasta apenas hace tres años el periodo de realización 
de pinturas y grabados se fijaba entre hace 22 000 y hace 
13 000 años, desde el Gravetiense final hasta el Magda-
leniense inferior cantábrico. El proyecto de investigación 
de la cronología a partir de dataciones por las series del 
uranio en la calcita sobrepuesta a la pintura desveló en 
2012 la existencia de una figura con más de 36 000 años 
de antigüedad, lo que retrotrajo más de diez milenios la 
antigüedad del arte en Altamira. 
Altamira reúne todos los temas, técnicas y estilos artísti-
cos del arte rupestre paleolítico cantábrico. Los temas re-
presentados son una selección intencionada de animales, 
signos abstractos y representaciones humanas. Si bien el 
bisonte es el animal más reconocido, auténtico icono de 
Altamira, es el ciervo - macho y hembra- el más represen-
tado a lo largo de toda la cueva y en todas sus variedades 
técnicas: grabado a línea, grabado relleno con estrías, 
dibujo y pintura. Completan el animalario de la cueva ca-
ballos, cabras y uros. Junto a ellos encontramos represen-
taciones no figurativas, abstractas, que calificamos como 
signos. Al igual que en el caso de los animales, los signos 
repiten las formas típicas del norte de España y sur de 
Francia. Por último, con un porcentaje escaso, se hallan 
las figuras casi humanas, nada naturalistas, llamadas an-
tropomorfos por su apariencia medio humana, medio ani-
mal e incluso en algunos casos, casi fantasmagórica. Den-
tro de esta categoría se incluyen las conocidas máscaras 
de la galería final de la cueva: unos simples trazos negros 
sobre las formaciones angulosas de la roca representan 
ojos, cejas, nariz y boca de unos rostros, dando vida a la 
roca y pareciendo que seres fantásticos surgen de ella en 
este reducido pasillo final de la cueva. 
Respecto a las técnicas, los artistas de Altamira utili-
zaron todo el repertorio, con usos diferenciados en unos 
y otros momentos. La cabeza de un toro se realizó mar-
cando con los dedos la arcilla permanentemente húmeda 
y tierna; paredes y techos están cubiertos de grabados 
de animales y signos delineados con trazo fino o ancho 
y profundo; algunos están rellenos de trazos o estrías y 
resultan característicos del centro de la región cantábri-
ca durante el Magdaleniense. Algunas figuras se dibujan 
a línea en un solo color, rojo o negro, otras se rellenan 
también con tinta plana roja (ocre previamente diluido en 
agua) y, en algunas, se dibuja difuminando el carbón en 
tonos grises en una técnica de carboncillo que no volve-
remos a ver en el arte hasta el Renacimiento europeo. La 
mayor complejidad está en las figuras policromas, aun-
que en realidad sea el uso de sólo dos colores, rojo y 
negro, a los que se suma el color dorado que aporta la 
roca del techo.
Figura 6 · Tareas de conservación en la cueva de Altamira -®Museo de Altamira
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Los bisontes policromos de Altamira destacan por la maes-
tría de su ejecución; quien los pintó tenía una técnica preci-
sa y realizó una ejecución magistral, sin comparación con el 
resto del arte de la cueva ni con la mayoría de figuras que 
se han conservado en otras cuevas hasta nuestros días; sería 
una persona que destacaría igual que Miguel Ángel, Goya, 
Frida Kahlo o María Blanchard lo hicieron en su época y como 
maestro o maestra lo reconocemos y es reconocido por sus 
colegas contemporáneos cuando visitan Altamira. Destaca sin 
duda su capacidad para dotar de volumen a las imágenes 
representadas; el techo de los policromos se caracteriza por 
una geología sugerente con una serie de notables abultamien-
tos que el artista utiliza de manera diversa: para encajar toda 
la figura de un bisonte tumbado o revolcándose, para dibujar 
sólo su cabeza vuelta hacia atrás, destacada del cuerpo, para 
sugerir la preñez de una gran cierva, etc.
Encontrar explicación al arte de Altamira, al arte rupestre 
paleolítico es una tarea difícil, casi imposible. Sabemos que 
es un arte de comunidades cazadoras recolectoras que no 
explica la caza: no hay una correspondencia o relación uní-
voca entre los animales representados en las cuevas y los 
restos de animales consumidos que hallamos en el depósito 
arqueológico de esas mismas cuevas; se trata de represen-
taciones codificadas de acuerdo a unos valores y significa-
dos que compartía el grupo, la comunidad, que compartie-
ron grupos y comunidades de diversas regiones de Europa 
a lo largo de milenios; imágenes que expresaban sus pensa-
mientos importantes, quizá trascendentes, en relación con 
su manera de comprender el mundo, su lugar en el mismo y 
su relación conlos demás seres.
3. LA INVESTIGACIÓN PARA LA CONSERVACIÓN 
DE LA CUEVA DE ALTAMIRA
Desde los años 80, tras la creación del museo, la con-
servación ha sido su principal encomienda, la que más 
recursos ha requerido y de forma más permanente. El cie-
rre de la cueva en 1978 resolvió el gran riesgo para la 
conservación: la visita masiva. Desde entonces se ha cen-
trado el esfuerzo en el mejor conocimiento del microclima 
cavernario, de su alteración por la presencia de personas 
en la cueva y de los efectos sobre las pinturas. 
El Ministerio de Cultura promovió y costeó un convenio 
de colaboración con la Universidad de Cantabria para 
desarrollar el Proyecto científico técnico para la conser-
vación de las pinturas de Altamira, bajo la dirección del 
profesor Eugenio Villar. Los resultados de este estudio per-
mitieron establecer un modelo físico lineal en relación a los 
parámetros ambientales que se tradujo en un patrón de 
visitas anuales aplicado entre 1982 y 2002.
En 1992 se analizaron los riesgos medioambientales 
naturales y antrópicos, reales y potenciales que había en 
el entorno inmediato de la cueva y, al año siguiente, el 
Patronato del Museo aprobó el Proyecto Museológico para 
Altamira para afrontar simultáneamente la investigación 
para la conservación y para el conocimiento arqueológico, 
así como su divulgación y la de los valores de Altamira. 
La conservación era uno de los objetivos generales del 
proyecto, cuyo resultado más público fue la construc-
ción del nuevo Museo de Altamira inaugurado en 2001. 
Los objetivos específicos planteados y alcanzados en el 
Figura 7 · Vista aérea del Museo. El círculo marca la entrada de la cueva de Altamira
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proyecto, directamente vinculados a la conservación de 
la cueva fueron: la realización de estudios de las condi-
ciones ambientales de la cueva de Altamira que afectan a 
su conservación y la aplicación de medidas de conserva-
ción preventiva: adquisición de la propiedad del suelo en 
la vertical de la cueva y en su área impluvial; control del 
entorno a través de un Plan Especial de Protección; supre-
sión del tráfico rodado en las inmediaciones de la cueva 
y, la restitución del paisaje del entorno de la cueva; su-
presión de infraestructuras, viviendas e instalaciones ga-
naderas en el área impluvial del techo de los policromos. 
En 1993 se pone en marcha el estudio de la Geología, a 
través de un convenio con el Museo Nacional de Ciencias Na-
turales del CSIC bajo la dirección de M. Hoyos. Dentro de este 
proyecto se instaló un sistema de registro ambiental perma-
nente con el objetivo de monitorizar los parámetros ambien-
tales con el régimen de visitas de ese momento y evaluar el 
modelo teórico en el que se basaban las visitas desde 1982.
En 2002, poco después de inaugurar el nuevo museo, 
se propuso un nuevo cierre de la cueva a la visita públi-
ca como medida preventiva urgente ante un grave riesgo 
microbiológico: se habían detectado colonias de algas 
activas y en expansión -manchas verdes- en el techo de 
los policromos. Era el momento de realizar una nueva fase 
de la investigación sobre los parámetros ambientales y 
la conservación de las pinturas, que integrara el trabajo 
de años anteriores y los problemas detectados en ese 
momento, así como la evaluación de los parámetros am-
bientales con la cueva cerrada, sin la perturbación de las 
visitas. Sendos convenios con el CSIC culminaron la ca-
racterización de los parámetros ambientales, principales 
factores de afección de la conservación del arte: hume-
dad, temperatura y composición del aire, condensación 
de agua sobre las pinturas y, fauna y flora microbiana.
En 2012 el Patronato del Museo aprobó la propuesta del Mi-
nisterio de Educación, Cultura y Deporte para realizar el Progra-
ma de Investigación para la conservación preventiva y régimen 
de acceso de la cueva de Altamira, liderado por el Instituto del 
Patrimonio Cultural de España, institución del propio Ministerio. 
Tras los resultados de este programa de investigación, que in-
cluyó un ciclo anual de visitas experimentales con el objetivo de 
analizar el impacto de la presencia humana en la conservación 
de la cueva, el Patronato decidió la apertura de la cueva con un 
régimen altamente restrictivo: cinco personas un día a la sema-
na (250 personas anualmente) acceden a la cueva de Altamira 
en una visita de 37 minutos de duración, de los que sólo 8 se 
permanece bajo el techo de polícromos (el sitio con arte más 
destacado de la cueva, y a su vez lo más frágil). Para acceder 
los visitantes han de llevar un mono desechable, calzado espe-
cial y mascarilla para minimizar la introducción de elementos 
exógenos potencialmente perjudiciales. Los parámetros están 
monitorizados permanentemente y su estudio integrado en un 
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Figura 8 · Vista de la boca de entrada y recreación de la excavación en la Neocueva -®Museo de Altamira
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Plan de Conservación Preventiva. El Plan prevé la interrupción 
de las visitas ante cualquier anomalía o riesgo grave, y es tarea 
primordial del museo la permanente atención a la mejor preser-
vación del arte de Altamira, y su compatibilidad con el acceso 
de los ciudadanos, por mínimo que sea. Por esto, el régimen de 
visita a la cueva, sea el que sea, siempre será provisional, sujeto 
a cambios en función del control del estado de conservación 
que realiza el museo.
 
4. EL MUSEO DE ALTAMIRA, LA HERRAMIENTA 
DE GESTIÓN DE LA CUEVA DE ALTAMIRA
Los edificios de 1924 y de los años 70 del siglo XX cum-
plían la función de ser centro de acogida de visitantes y 
de breve presentación del arte y la arqueología antes de 
la visita a la cueva, pero desde la creación del Museo este 
asume todas las funciones propias -investigar, conservar 
y divulgar-en relación con la cueva, su razón de ser y el 
principal patrimonio histórico que tiene encomendado. El 
proyecto museístico inaugurado en 2001 cubría objetivos 
de diversa índole, pero destacar el proceso de reflexión 
que permitió su definición en cuestiones diversas como la 
conservación, la investigación, la divulgación científica, el 
acceso y el disfrute cultural sostenible del bien. 
Respecto a la conservación del monumento, el Proyecto 
ha permitido la protección integral del entorno inmediato 
y su recuperación (eliminando construcciones e infraes-
tructuras sobre la vertical de la cueva), la ordenación del 
uso del suelo y de los vertidos (con la delimitación del área 
impluvial de la cueva). La cueva de Altamira está ahora en 
mejores condiciones de conservación y es mejor conocida 
gracias a los actuales estudios científicos pluridisciplinares 
(arqueología, geología, historiografía…)
Respecto a la divulgación del conocimiento y de los valo-
res patrimoniales de Altamira, el renovado Museo nació con 
voluntad de comunicación, de emitir un mensaje interesante, 
atractivo y accesible intelectualmente para el público gene-
ral al que se destina la exposición permanente y esa sala 
especial llamada Neocueva (reproducción facsímil de Alta-
mira), un producto cultural con la voluntad de ser un museo 
para todos. A partir de un recurso cultural de primera mag-
nitud –Altamira- se plantea el conocimiento de las formas de 
vida de los grupos cazadores recolectores y de su Arte. 
La reproducción de Altamira, la Neocueva, permite conocer la 
Altamira paleolítica. Es un libro abierto con una única ilustración 
en tres dimensiones reales, no virtuales, en las que se introduce el 
visitante. Está concebida a partir del rigor científico pero con el ob-
jetivo de informar al visitante, de establecer una comunicación con 
él en torno a los valores originales y actualesde Altamira. La Neo-
cueva presenta Altamira como un lugar del Paleolítico, un lugar 
habitado y que conserva su arte, su creación plástica simbólica 
acumulada durante milenios. Reproduce la cueva tal y como era 
Figura 9 · Vista del Techo de los policromos en la Neocueva -®Pedro Saura
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cuando fue habitada y 
pintada, con su arqui-
tectura natural, como 
era el lugar prehistórico 
y no como ha llegado 
hasta nuestros días, es 
decir, suprimiendo los 
derrumbes naturales y 
las intervenciones arti-
ficiales del siglo XX. La 
Neocueva es produc-
to de la investigación, 
cuyo resultado se pre-
senta a los visitantes de 
una forma accesible fí-
sica e intelectualmente, 
haciendo ameno el conocimiento y estimulando la reflexión perso-
nal y el diálogo con otras personas.
La Neocueva es la sala especial de la exposición permanen-
te Los tiempos de Altamira. Junto con otros espacios más con-
vencionales o semejantes a los de otros museos, presenta a los 
protagonistas del Paleolítico, su aspecto, su forma de vida, los 
objetos que idearon y fabricaron, y cómo los usaron; en suma: 
quienes protagonizaron la vida en los tiempos de Altamira y cómo 
se relacionaban con la naturaleza de la que formaban parte.
En cuanto a las instalaciones el Museo incluye un recinto de 
160.000 m2 que sugiere el territorio paleolítico y que permite in-
terpretar y entender el paisaje actual, y el tránsito de aquel a éste; 
el edificio principal incluye las áreas internas de trabajo técnico 
científico, además de todos los servicios públicos o semipúblicos: 
la exposición, tienda, cafetería, espacios para talleres, o el salón 
de actos, la biblioteca, el archivo y el laboratorio que incluye el al-
macén de objetos arqueológicos. Los antiguos pabellones de los 
años 70 se han rehabilitado como espacio polivalente, para reali-
zar exposiciones temporales, congresos y otras actividades, y está 
en fase de rehabilitación la antigua casa de 1924 que quedará al 
servicio del trabajo en la cueva entre otros usos previstos.
Trabajamos en el museo 54 personas con relación laboral direc-
ta y estable con el Ministerio, y 34 personas a través de contratas 
de servicios (cafetería, tienda, seguridad, mantenimiento, limpieza 
y jardinería); además, anualmente una veintena de personas tra-
bajan para Altamira a través de becas, estancias profesionales o 
contratos temporales. 
Los recursos económicos proceden de los Presupuestos Gene-
rales del Estado. Más del 50% de los gastos del museo correspon-
den a recursos humanos, en torno a un 30% a bienes corrientes y 
servicios y un 10% nuevas inversiones.
5. ALTAMIRA Y EL TURISMO
Altamira y el turismo han sido binomio prácticamente desde 
comienzos del siglo XX. En los años 20 se asoció la cueva al 
turismo como un atractivo culto y exclusivo para quienes vera-
neaban en Santander.
Esta situación fue en aumento con la generalización del veraneo 
y las vacaciones laborales; en los años 60 la cueva y Santillana del 
Mar se había convertido en principal imagen de la región y recla-
mo turístico culto; de ahí las múltiples intervenciones para su mejor 
accesibilidad, cuyos efec-
tos ya hemos tratado.
El cierre de 1978 ge-
neró una fuerte polémica 
avivada por empresarios 
turísticos que creían que 
se desvanecía uno de sus 
activos fundamentales 
para el desarrollo turístico 
regional, y también por 
políticos locales regionalistas que se señalaron creando un conflic-
to y una seña de identidad partidista a partir de Altamira.
Tras varios proyectos fallidos de buscar alternativas para el turis-
mo en torno a Altamira, a mediados de los 90 se produjo el acuer-
do interadministrativo e institucional favorable a la realización del 
actual Museo de Altamira, un producto cultural que es, a la vez, el 
principal recurso cultural para el turismo de Cantabria, cuya exce-
lencia y valoración se halla a la altura de la propia cueva. 
El Museo, como espacio para la cultura, puede ser utilizado 
y es utilizado por los agentes turísticos para incluirlo en sus pro-
ductos turísticos. Es un producto acorde con el surgimiento de 
los nuevos estilos de ocio de finales del siglo pasado, el turismo 
cultural. Frente a los 170.000 que visitaban Altamira en los años 
70, hoy cerca de 250.000 personas al año conocen el arte de 
Altamira a través de la Neocueva y resto de salas de exposi-
ción, de las exposiciones temporales que se programan y de 
la propuesta permanente de actividades que el museo ofrece a 
quienes visitan el museo en todos los momentos del año.
Desde el punto de vista económico que también tiene el Pa-
trimonio, en los últimos años se han clarificado algunas conclu-
siones: el museo, con sus más de 250.000 visitantes, genera 
un impacto directo en el PIB regional de más de 20.000.000 € 
(calculado en 2013/2014); la apertura de la cueva no afecta 
la tendencia de visitas a Altamira ni altera el producto que los 
agentes turísticos diseñan. Esto es constatable comparando los 
visitantes al museo en los años en que la cueva estuvo absolu-
tamente cerrada y el periodo en que la cueva se ha visitado de 
forma experimental o ha estado abierta al público desde 2014. 
Según un estudio económico realizado en 2014, la reapertura 
de la cueva no provocaría ningún impacto económico aprecia-
ble sobre el del museo.
Justificar la apertura de la cueva en términos económicos 
y de desarrollo del turismo -de un supuesto efecto llamada- 
carece de fundamento objetivo. Los ciudadanos entienden y 
asumen que la cueva deba estar cerrada o con un régimen de 
visita mínimo para garantizar su conservación. Es misión del 
Museo la adecuada conservación de Altamira pero también 
facilitar el acceso tal como dice la Ley de Patrimonio Histórico 
Español, que puede ser directo y personal, intelectual o virtual. 
Y esta es la perspectiva de presente y futuro del Museo de Al-
tamira: trabajar para la mejor accesibilidad al conocimiento y al 
disfrute cultural de Altamira.
Figura 10 · Exposición Los 
tiempos de Altamira -®Museo 
de Altamira
Figura 11 · Página siguiente, 
taller de Prehistoria sobre las 
técnicas del arte rupestre 
-®Museo de Altamira
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