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INTRODUCCION AL NARCISISMO CAP 1 Y 2

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Introducción al Narcisismo 
Capítulo I. 
El término narcisismo procede de la descripción clínica, y fue elegido en 1899 por Näcke para 
designar aquellos casos en los que un individuo toma como objeto sexual su propio cuerpo y lo 
contempla con agrado, lo acaricia y lo besa, hasta llegar a una completa satisfacción. Llevado a 
este punto, el narcisismo constituye una perversión que ha acaparado toda la vida sexual del 
sujeto. No obstante, hemos encontrado en la clínica este narcisismo unido a otras 
perturbaciones, como la homosexualidad y las neurosis. Así, el narcisismo no sería ya una 
perversión sino el complemento libidinoso del egoísmo del instinto de conservación (egoísmo 
que, por lo demás, posee todo ser vivo). 
Los enfermos, a los que yo he propuesto calificar de parafrénicos, muestran dos características 
principales: el delirio de grandeza y la falta de todo interés por el mundo exterior (personas y 
cosas). Esta última alteración los hace inmunes al psicoanálisis, que nada puede hacer así en su 
auxilio. También el histérico o el neurótico obsesivo pierden su relación con la realidad, y, sin 
embargo, el análisis nos demuestra que no han roto su relación erótica con las personas y las 
cosas. La conservan en su fantasía, han sustituido los objetos reales por otros imaginarios. Sólo 
a este estado podemos denominar con propiedad “introversión” de la libido. Otro es el caso 
del parafrénico, parece haber retirado realmente su libido de las personas y las cosas del 
mundo exterior, sin haberlas sustituido por otras en su fantasía. Cuando en algún caso 
hallamos tal sustitución, es siempre de carácter secundario y corresponde a una tentativa de 
curación, que quiere volver a llevar la libido al objeto. 
Surge un interrogante: ¿Cuál es en la esquizofrenia el destino de la libido retraída de los 
objetos? La libido sustraída al mundo exterior ha sido aportada al yo, surgiendo así un estado 
al que podemos llamar narcisismo. El delirio de grandeza no es algo nuevo, sino, la 
intensificación y el despliegue de un estado. Llamamos a esté, “narcisismo secundario” que se 
edifica sobre la base de otro primario encubierto. Vemos una oposición entre la libido yoica y 
la libido del objeto. Cuando mayor es la primera, tanto más pobre es la segunda y viceversa. La 
libido de objeto es máxima en el amor, y tiene su antítesis en la fantasía paranoica del fin del 
mundo. 
Cabe preguntarnos ¿Qué relación puede existir entre el narcisismo, del que ahora tratamos, y 
el autoerotismo, que hemos descrito como un estado primario de la libido? Los instintos 
autoeróticos existen primordialmente antes del desarrollo del yo: cuando éste se desarrolla, se 
instaura el narcisismo. Debemos también preguntarnos lo siguiente: si atribuimos al yo una 
carga primaria de libido, ¿para qué precisamos diferenciar una libido sexual de una energía no 
sexual correspondiente a las pulsiones del yo? ¿Para qué diferenciar tantos tipos de libido? 
¿No basta un solo tipo de energía psíquica para explicarlo todo? No, La división de la libido en 
libido del yo y libido de objeto es una prolongación inevitable de la clasificación de las 
pulsiones en pulsiones del yo y sexuales, clasificación que surge de haber estudiado las 
neurosis de transferencia, y que la explica adecuadamente. La diferenciación primitiva en 
pulsiones yoicas y sexuales determinó la libido yoica y la del objeto. A su vez esa 
diferenciación primitiva es inevitable si consideramos las funciones de todo organismo vivo 
(automantenerse y mantener la especie). Por tanto el fundamento último de estas teorías es 
biológico, y a falta de una mejor la seguiremos manteniendo, sobre todo por explicar 
satisfactoriamente los cuadros neuróticos y las esquizofrenias. 
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Capítulo II. 
El mejor acceso al narcisismo continúa siendo el análisis de las parafrenias. Del mismo modo 
que las neurosis de transferencia nos han facilitado rastrear las mociones pulsionales 
libidinosas, la demencia precoz y la paranoia nos permitirán inteligir la psicología del yo. 
También observando la enfermedad orgánica, la hipocondría, y la vida erótica de los sexos. 
El enfermo orgánico se interesa sólo por su cuerpo, su sufrimiento, retrayendo la libido del 
mundo exterior y también retira a sus objetos de amor el interés libidinal, cesando el interés 
erótico. El enfermo retira sobre su yo sus investiduras libidinales para volver a enviarlas 
después de curarse. Esta desaparición de toda disposición amorosa, por intensa que sea, ante 
un dolor físico, y su repentina sustitución por la más completa indiferencia, han sido también 
muy explotadas por el arte cómico. 
Análogamente a la enfermedad, el sueño significa también un retiro narcisista de las 
posiciones de la libido a la propia persona o, más exactamente, sobre el deseo único y 
exclusivo de dormir. En ambos casos vemos ejemplos de modificaciones de la distribución de 
la libido consecutivas a una modificación del yo. 
La hipocondría se manifiesta, como la enfermedad orgánica, en sensaciones somáticas 
penosas o dolorosas, y coincide también con ella por su efecto sobre la distribución de la 
libido. El hipocondríaco retrae su interés y su libido de los objetos del mundo exterior y los 
concentra ambos sobre el órgano que le preocupa. Entre la hipocondría y la enfermedad 
orgánica hay una diferencia: en la enfermedad, las sensaciones dolorosas tienen su 
fundamento en alteraciones comprobables, y en la hipocondría, no. Llamaremos erogeneidad 
a la facultad de una parte del cuerpo de enviar a la vida anímica estímulos de excitación sexual. 
Podemos considerarla como una cualidad general de todos los órganos, pudiendo hablar 
entonces de su aumento o su disminución en una determinada parte del cuerpo. 
Paralelamente a cada una de estas alteraciones de la erogeneidad en los órganos, podría tener 
efecto una alteración de la investidura libidinal dentro del yo. 
Nos limitaremos a hacer constar la sospecha de que la hipocondría se halla, con respecto a la 
parafrenia, en la misma relación que las otras neurosis actuales con la histeria y la neurosis 
obsesiva, dependiendo, por tanto, de la libido del yo, como las otras de la libido de objeto. 
¿Por qué tal estancamiento de la libido en el yo ha de ser sentido como displacentero? el 
displacer es la expresión de un incremento de la tensión, y por tanto, una cantidad del 
acontecer material es la que se transforma en la cualidad psíquica del displacer. 
¿En razón de que se compelida la vida anímica a traspasar los limites del narcisismo y poner la 
libido sobre objetos? La respuesta deducida de la ruta mental que venimos siguiendo sería la 
de que dicha necesidad surge cuando la carga libidinosa del yo sobrepasa cierta medida. 
La diferencia entre las parafrenias y las neurosis de transferencia reside, para mí, en que las 
ultimas, la libido, liberada por la frustración, no permanece ligada a objetos en la fantasía, sino 
que se retira sobre el yo; el delirio de grandeza procura el dominio psíquico de esta libido 
aumentada y es la contraparte a la introversión sobre las fantasías en las neurosis de 
transferencia. En lugar de esto, en las parafrenias tenemos el intento de restitución. Como la 
parafrenia trae consigo muchas veces un desligamiento sólo parcial de la libido de sus objetos, 
podrían distinguirse tres grupos de fenómenos: 1º. Los que quedan en un estado de 
normalidad o de neurosis (fenómenos residuales); 2º. Los del proceso patológico (el 
desligamiento de la libido de sus objetos) y 3º. Los de la restitución, que ligan nuevamente la 
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libido a los objetos, bien a la manera de una histeria o al modo de una neurosis obsesiva. Esta 
nueva investidura libidinal se produce desde un nivel diferente y bajo distintascondiciones que 
la primaria. 
La vida erótica humana, con sus diversas variantes en el hombre y en la mujer, constituye el 
tercer acceso al estudio del narcisismo. Así como al comienzo la libido yoica quedo oculta para 
nuestra observacion tras la libido de objeto, reparamos primero que el niño toma sus objetos 
sexuales de sus vivencias de satisfacción. Las primeras satisfacciones sexuales autoeróticas son 
vividas en relación con funciones vitales destinadas a la autoconservación. Las pulsiones 
sexuales se apoyan al principio en la satisfacción de las pulsiones yoicas y sólo más tarde se 
independizan de ellas. 
Hemos comprobado que muchas personas, y especialmente aquellas en las cuales el desarrollo 
de la libido ha sufrido alguna perturbación (por ejemplo, los perversos y los homosexuales), no 
eligen su ulterior objeto de amor conforme a la imagen de la madre, sino conforme a la de su 
propia persona. Demuestran buscarse a sí mismos como objetos de amor, realizando así su 
elección de objeto conforme a un tipo que podemos llamar narcisista. 
Suponemos que el individuo encuentra abiertos ante sí dos caminos distintos para la elección 
de objeto, pudiendo preferir uno de los dos. Decimos, por tanto, que el individuo tiene dos 
objetos sexuales primitivos: él mismo y la mujer nutriz, y presuponemos así el narcisismo 
primario de todo ser humano, que eventualmente se manifestará luego, de manera destacada 
en su elección de objeto. 
Más tarde, el hombre hará un tipo de elección de objeto, y la mujer otro. En el hombre se ve 
un amor completo al objeto (hiperestimación sexual), y es una transferencia del narcisismo 
infantil sobre el objeto sexual, lo cual permite el enamoramiento. En la mujer, y sobretodo si 
es bella, nace una complacencia por ella misma: se aman a sí mismas con la misma intensidad 
con que el hombre las ama. No necesitan amar, sino ser amadas. No obstante, hay muchas 
mujeres que aman según el tipo masculino, desarrollando la hiperestimación sexual 
correspondiente. La mujer narcisista encuentra no obstante una salida para el amor de objeto 
con su hijo (una parte de ellas mismas a quien pueden consagrar un pleno amor de objeto sin 
abandonar su propio narcisismo). Finalmente otras mujeres no necesitan tener un hijo para 
pasar del narcisismo al amor de objeto: son las que desde antes incluso de la pubertad 
desarrollaron una trayectoria masculina. 
Se ama según el tipo narcisista: 
a) A lo que uno es (a sí mismo). 
b) A lo que uno fue. 
c) A lo que uno quisiera ser. 
d) A la persona que fue una parte de uno mismo. 
Según el tipo de apuntalamiento apoyo 
a) A la mujer nutriz. 
b) Al hombre protector. 
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