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MODULO 12 _ Segunda Topica

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1 © Universidad de Palermo. Prohibida la reproducción total o parcial de imágenes y textos. 
Segundo ordenamiento metapsicológico 
Freud trabajó durante muchos años sobre la base de la construcción de la primera tópica, 
en la que el problema consistía en explicar el porqué de la necesidad de establecer la 
existencia de un inconsciente, sin el cual serán inexplicables ciertos fenómenos y ciertas 
conductas humanas. Empezando por los síntomas neuróticos, se ve precisado de construir 
la segunda tópica, impulsado por la necesidad de explicar ciertos procesos, para los cuales 
la primera había resultado insuficiente. 
Esta segunda tópica va a ser efecto de dos trabajos muy importantes: por un lado, se 
encuentra toda la complejidad desarrollada durante la teorización del Complejo de Edipo, 
y en segundo término, el intento de profundizar clínicamente las consecuencias de la 
teorización de la pulsión de muerte y ese gran texto para la técnica de todos los tiempos 
que es “El problema económico del masoquismo”. En esta segunda tópica no se va a tratar 
de la relación entre las distintas lógicas que rigen en el aparato psíquico, las diferencias de 
funcionamiento de los sistemas y la operación de la defensa, sino que se tratará de la 
relación entre distintos aspectos de la personalidad psíquica, por eso son tres nombrados 
como: Ello, Yo y Superyó. Como los representantes de ciertos aspectos que se ponen de 
manifiesto en nuestros actos, ya no va a tratar en este lugar sobre el psiquismo como 
aparato, en tanto sistemas que rigen nuestras conductas, sino que va a estar más 
preocupado en trabajar los contenidos de psiquismo. 
Hay modificaciones muy profundas que Freud realiza en esta segunda tópica, muchos 
postulados que va a cambiar a partir de todo el desarrollo que realizó trabajando sobre la 
primera tópica y, fundamentalmente, sobre el campo pulsional. En este tiempo ya no va a 
ser un estímulo para el psiquismo, sino que va a ser parte de la estructura del psiquismo, 
esto es, que ya no entiende a la pulsión como un problema a resolver para el psiquismo, 
sino que la pulsión es parte de la cosa. De esta manera, también el cuerpo deja de ser una 
cosa ajena, para estar representado a través de la pulsión en una instancia psíquica que 
forma parte del psiquismo. En primer lugar, una de las diferencias cruciales que establece 
Freud en este tiempo tiene que ver con el Yo (al que desde la primera tópica suponía 
solamente como consciente). Aquí descubre que el Yo es el responsable de operar los 
mecanismos de defensa y, además, que tiene una íntima relación con todo el campo 
pulsional que va a circunscribir. La otra cuestión importante como modificación es que en 
“Pulsiones y destinos de pulsión” e “Introducción del Narcisismo” va a plantear al Yo como 
sede de las pulsiones y es desde el Yo que las pulsiones van a investir a los distintos 
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objetos. Algo de esto resulta le insuficiente, puesto que en los análisis empieza a advertir 
que hay algo que resiste a la operación clínica que no tiene que ver con el Yo, sino más 
bien tiene que ver con el “Más allá del principio del placer”. Esta cuestión se vuelve crucial 
para el trabajo clínico y de explicación teórica sobre ese aspecto paradojal del ser humano 
que muestra que, lejos de buscar permanentemente su bien, más vale repite 
incesantemente, sin querer, acciones que van en contra de sí mismo o en contra de sus 
semejantes. A esto es a lo que denominó “masoquismo”. En ese gran texto que se llama 
“El problema económico del masoquismo” había producido una modificación muy 
importante, puesto que en la época de “Pulsiones y destinos de pulsión” e “Introducción 
del Narcisismo”, Freud pensaba que la primera posición que ocupaba el ser humano era la 
del sadismo, como un intento de dominio sobre el objeto. En cambio, cuando explora el 
problema económico del masoquismo, lo que va a dar cuenta es que la primera posición 
subjetiva que ocupa el ser humano es la pasiva porque siempre el estímulo y la sexualidad 
nos vienen del campo del Otro, hay algo del masoquismo que va a tratar de anudar esa 
pulsión de muerte que no se puede expulsar hacia afuera con el erotismo y en el que el 
masoquismo va a representar esa forma de gozar paradojal en donde el sujeto se ubica 
pasivamente en una posición de recibir dolor, de ser maltratado, de hacerse maltratar. Se 
constituye un modo de satisfacción erótica de ese componente autodestructivo de la 
pulsión de muerte. Esto es, se trata de desentrañar el aspecto clínico de ese enigma y más 
bien pone en relieve que hay que hacer manifiesta esa tendencia primaria de situarse en 
una posición pasiva, haciendo al otro responsable de la satisfacción, tal como había 
planteado en esos tiempos tempranos de la vivencia de satisfacción. Hay una añoranza de 
volver a ese estado en donde fuimos el objeto de goce del otro y el dolor viene a ser la 
manera en que se mitiga la culpa por esa posición que es incestuosa. 
Volviendo a los distintos componentes de esta segunda tópica, vamos a empezar por 
hacer una descripción mucho más amplia de estos tres elementos: Ello, el Yo y el Superyó. 
Aquí voy a señalar solamente algunos aspectos que quisiera que tuviéramos 
particularmente en cuenta, en cuanto a cómo pensar este segundo ordenamiento 
metapsicológico. 
El Ello, como primera instancia psíquica, sería el representante en nuestra personalidad de 
sus aspectos ligados a la impulsividad, escenario donde va a poner el origen de las 
pulsiones. Nacemos como puro Ello. Es en esta instancia donde Freud va a ubicar la 
herencia filogenética, esto es, todas las experiencias de la humanidad a lo largo de la 
historia y la prehistoria que ha ido acumulando como saber. En algún punto biológico, 
nosotros lo vamos a recibir como potencialidad y luego vamos a desplegar en nuestra 
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experiencia individual y esto es lo que tiene que ver con lo ontogenético. Freud lo pensó 
inicialmente para ubicar todo aquello que tiene que ver con la herencia de la especie, por 
las cuales hay muchas experiencias que, por supuesto, no vamos a atravesar. Pero hay 
ciertas experiencias que son necesarias para la entrada de la cultura, por las que sí vamos 
a atravesar, por ejemplo, el Complejo de Edipo, que no tiene que ver tanto con la historia 
individual, sino que es un hecho de estructura, y en todo caso, la historia individual lo que 
va marcar, es cómo atravesamos por eso, pero que vamos a atravesarlo es seguro, así 
como en algún momento se nos caen los dientes de leche y aparecen los dientes 
definitivos. Y esto no es de la experiencia individual. Este Ello, que sería la sede de las 
pulsiones, por las cuales se invisten los distintos objetos, va a ser el campo desde el cual se 
van a desplegar estas dos pulsiones primarias: de autoconservación y sexuales como parte 
de Eros o de vida, y la pulsión de muerte. Si pudiéramos sintetizar el empuje de este Ello 
pulsional, podríamos hacerlo, por ejemplo, a través de la frase de una canción que decía 
“No sé lo que quiero, pero lo quiero ya”. Eso quiere decir que el ello está regido por el 
principio del placer y su único interés reside en procurarse satisfacción, y para ello va a 
empujar al Yo a obtenerla, sin tener reparos en cuanto a las consecuencias de sus actos, 
por eso tiene que ver con la impulsividad. Es del Ello que parte nuestra fuerza, desde 
donde parte el empuje que nos lleva a producir cosas junto con las otras instancias 
psíquicas. 
Desde luego, este Ello, que sería puro empuje pulsional, no podía existir y subsistir 
demasiado tiempo por sí solo, moriría rápidamente. Todoser viviente necesita producir 
alguna inscripción que marque la experiencia y a partir de esa experiencia poder realizar 
de una manera más acorde a los fines, aquellas acciones que conducen a la satisfacción de 
Ello. Podemos decir que es el Yo como superficie psíquica, aquella instancia que se crea 
como un efecto de la relación entre el Ello y el mundo exterior. Observemos que esta 
concepción del Yo poco tiene que ver con esta idea del Yo autónomo o agente 
independiente, amo de sus actos. Freud planteaba desde el inicio que el Yo es un efecto, 
el Yo es cáscara. Como máscara, va a mostrar al mundo exterior aquello que supone que 
el mundo exterior espera. Todo ser viviente necesita de esas marcas que orienten hacia la 
mejor consecución de la satisfacción. Entonces este Yo, fruto de la experiencia, a 
diferencia de lo que planteaba la primera tópica, en este momento lo va a nombrar como 
aquella instancia que hunde profundamente sus raíces en el Ello y es de él de donde toma 
su fuerza. Es una parte diferenciada del Ello, efecto de la relación con el mundo exterior. 
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¿En qué consistirá la formación del Yo? Uno de los aspectos muy importantes es el 
mecanismo de la identificación, que Freud fue trabajando a partir del desarrollo del 
complejo de Edipo. 
¿Qué quiere decir “identificarse”? Identificarse no significa que uno se vea reflejado en el 
otro, como entendemos coloquialmente, sino que identificación es una marca constitutiva 
que muestra que el Yo se copia del otro, quiere ser como él, quiere parecerse a él. El 
modelo de la identificación, según Freud, sería por ejemplo el de la fase oral canibalística. 
Los caníbales no se comían a la primera persona que andaba por ahí, se comían a aquel de 
quien esperaban obtener atributos. Ciertas corrientes filosóficas, o religiosas incluso, 
dicen que somos lo que comemos, entonces claro, el mecanismo de identificación implica 
copiar rasgos de su objeto amado porque es una manera de hacerlo propio. Me copió de 
él porque lo amo, y al copiarme, me independizo de él, no hace falta necesariamente su 
presencia. Esto es bastante común en los duelos. Cuando alguien pierde un ser muy 
querido, como una manera de conservarlo lo que hace es identificarse. Por eso, el Yo es 
un efecto de todas aquellas relaciones de amor que hemos tenido en la existencia. Eso 
quiere decir que frente a una pérdida del objeto amado, tomamos un rasgo de ese objeto 
como una manera de preservarlo, incorporándolo como parte de nosotros. Dice Freud que 
este es uno de los medios que tiene el Yo para dominar al Ello. Eso quiere decir que este 
Yo está lejos de ser autónomo, como decíamos, es efecto de la relación con el mundo 
exterior y copia rasgos del objeto amado. Podríamos decir, junto con Lacan, que Yo es 
otro, no existe un Yo autónomo, independiente. 
 La tercera instancia psíquica que va a mencionar Freud es la del Superyó. Súper significa 
“por arriba”, esto es, un aspecto diferenciado de lo que se opone al Yo de una manera 
crítica, lo juzga, lo mira, lo mide y lo sanciona. Freud dice que el Superyó es el heredero 
del Complejo de Edipo, es decir, que es la internalización de las figuras parentales. Ahora 
ya no hace falta que estén papá y mamá diciendo: “Esto está bien, esto está mal”, porque 
está el Superyó como representante de aquellas indicaciones y aquellos imperativos. Una 
parte de las identificaciones a los primeros objetos diferenciada que se opone al Yo de 
manera crítica. Freud va a ubicar en el Superyó tres aspectos distintos, uno que había 
mencionado ya en “Introducción al narcisismo”, que es la del Ideal del Yo. Una de las 
funciones del Superyó es de contener a ese Ideal del yo. Freud había teorizado sobre este 
lugar psíquico, como una instancia posterior al Narcisismo primario, en la que se configura 
el Yo ideal. Al final del Complejo de Edipo, y como efecto de la castración, el Yo se separa 
del ideal y va a quedar ubicado como Ideal del Yo. Freud va a ubicarlo como una de las 
funciones del Superyó y como heredero del complejo de Edipo. Este Ideal del Yo es con el 
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cual el Yo se compara permanentemente, si lo alcanza o no lo alcanza. Se trata de ideales, 
aquellos que hemos recibido como mandatos en nuestros primeros tiempos de vida, 
donde van a parar las identificaciones con los primeros objetos que quedan prohibidos 
para el goce sexual y, en lo sucesivo, erigidos como Ideal. 
La otra función del Superyó es la de la autoobservación. Sería aquel aspecto de la 
personalidad que juzga al Yo para ver en cuánto se acerca o se aleja del Ideal. Y la tercera 
es la de la Conciencia moral, es en ese lugar o en esa función en la que vamos a recibir los 
ideales, los mandamientos, los tabúes y las prohibiciones que vienen de las generaciones 
anteriores. Las heredamos de nuestros padres y nuestros padres de los suyos, y así 
sucesivamente, además de las modificaciones que va produciendo la cultura de cada 
época y que señala como imperativo. Que se trate del Ideal del Yo no hay que confundirlo 
con alguna suposición de un bien universal, ya que se trata de un ideal que es contextual. 
Alguien que nace en un contexto en donde la práctica usual es la de robar, el ideal va a ser 
la de ser un buen ladrón, así como otros contextos imponen otros ideales. Siendo efecto 
de la disolución del complejo de Edipo, plantea Freud que el superyó es abogado del Ello, 
eso quiere decir que erige y sostiene como ideales aquí a las mismas figuras que prohíbe 
en el Superyó, encarnado por los mandatos parentales y los mandatos culturales a los que 
nos vemos obligados a obedecer para participar de la cultura. Esta instancia psíquica es 
muy paradojal porque también tiene su resistencia, es la sede de aquellos imperativos que 
pesan sobre nosotros y que el Yo supone que debe obedecer, porque se ubica frente al 
Superyó del mismo modo que el niño frente a los padres. El Superyó va a tomar el relevo 
de esas figuras infantiles. Es una de las instancias más complejas de trabajar en el análisis 
porque justamente está revestido con esta figura del Ideal y desde el sentido común 
rápidamente deslizamos hacia que el Ideal nos lleva hacia el bien, y es más bien lo 
contrario, porque puede estar en contra a la realización del deseo. 
Por último, el Yo se forma por identificaciones, se copia de otro. Para formarse, primero 
hay un pasaje por la alienación, lo que ha quedado de los objetos que se han perdido. El 
Yo hunde sus raíces en el Ello y es el que moviliza sus defensas por angustia frente a sus 
exigencias. 
El Yo es el siervo de tres severos amos: el Ello que demanda satisfacción inmediata, 
el Superyó por los ideales, mandatos, e imperativos, y el mundo exterior, que presenta 
barreras y límites. Está lejos de ser autónomo, sino que tiene que hacer equilibrio para 
vérselas con las exigencias de esos tres. Este es el que resuelve los conflictos, el núcleo 
genuino del peligro siempre tiene que ver con la tensión interna, esto de no saber qué 
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hacer con ese factor que queda como un resto y quisiéramos que alguien resuelva como 
cuando éramos niños. La inscripción de la castración tiene que ver con dar un rodeo por el 
mundo exterior y procurarse los medios para la satisfacción siempre parcial en los objetos 
que presenta el mundo, fuera de lo endogámico. 
Preguntas orientadoras de la lectura: 
1. ¿Cuál es la justificación de su necesidad como construcción teórica? 
2. ¿Qué cambios introduce en lateoría pulsional? 
3. ¿Cuál es el origen y cuáles las características que sitúa en el Ello? 
4. ¿Qué origen y que características atribuye al Yo? 
5. ¿Cómo se origina el Superyó? 
6. ¿Cuáles son las características y qué funciones tienen el Ideal del yo, la 
Autobservación y la Conciencia moral? 
7. ¿A qué se refiere Freud cuando habla de los vasallajes del Yo? 
Bibliografía de referencia 
Freud, S.: Más allá del principio de placer. (Cap. III) AE, XVIII, 18-20. 
• El yo y el ello. (Capítulos I, II, IV, y V) AE, XIX, 15, 21-5, 47 y 49-57. 
• Inhibición, síntoma y angustia. (Capítulo XI Addenda: a) Resistencia y 
contrainvestidura) AE, XX, 147. 
 
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	Preguntas orientadoras de la lectura:
	Bibliografía de referencia

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