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Fausto

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Fausto 
Goethe 
Teatro 
	
	
Se reconocen los derechos morales de Goethe. 
Obra de dominio público. 
Distribución gratuita. Prohibida su venta y distribución en medios ajenos a la Fundación Carlos Slim. 
	
	
	
Fundación Carlos Slim 
Lago Zúrich. Plaza Carso II. Piso 5. Col. Ampliación Granada 
C. P. 11529, Ciudad de México. México. 
contacto@pruebat.org 
	
	
	
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NOCHE 
En un angosto cuarto gótico de techo alto y abovedado. FAUSTO, inquieto, en un 
sillón frente al pupitre. 
FAUSTO 
He estudiado, ¡ay!, filosofía, 
jurisprudencia y medicina, 
y también, ¡por desgracia!, teología; 
profundamente, con apasionado esfuerzo. 
Y heme aquí ahora, ¡pobre loco!, 
tan cuerdo como antes lo fui. 
Soy magíster, y hasta soy doctor, 
y ya va para diez años que, 
por altos y bajadas, por llanos y revueltas, 
a mis discípulos de la barba llevo. 
¡Y solo veo que nada podemos saber! 
¡La sangre con esto se me hierve! 
Bien es verdad que tengo más juicio 
que todos esos fatuos, doctores, maestros, curiales, frailucos; 
no me atormentan ni escrúpulos ni dudas, 
no me asustan ni el diablo ni el infierno: 
en recompensa me ha sido arrebatada toda alegría, 
y no me imagino saber nada en concreto, 
no me imagino poder enseñar, 
ni mejorar ni convertir a los hombres. 
Tampoco tengo bienes ni dinero, 
ni decoro ni mundanos lujos; 
¡ni un perro quisiera así vivir más tiempo! 
Por eso me he dado a la magia, 
por ver si por fuerza y boca de un espíritu 
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no se me revela algún que otro secreto; 
porque no tenga más que decir 
con sudor agrio lo que no sé; 
porque entienda lo que al mundo 
mantiene en sus entrañas. 
¡Mira toda esa fuerza y semilla creadoras 
y no sigas rebuscando en las palabras! 
¡Oh, si tú, claro de luna, 
por última vez vieses mi pena, 
tú, a quien en más de una medianoche 
sobre este pupitre esperé en vela; 
luego, sobre libros y papeles, 
cual triste amigo te me aparecías! 
¡Ah!, pudiera yo por altas cumbres 
bajo tu amada luz pasar, 
errar por las cavernas con espíritus, 
en prados a tu penumbra estar, 
¡libre de todo el fardo de la ciencia, 
curándome en un baño en tu rocío! 
¡Ay, dolor!, ¿pero es que sigo en este calabozo? 
¡Maldito hueco sofocante 
en el que hasta a la querida luz del cielo 
refractan y enturbian pintados cristales! 
Limitado por este montón de libros 
carcomidos de polilla, cubiertos de un polvo 
que, hasta lo alto de esta bóveda, 
se acumula en ahumados papeles; 
rodeado de vasos y cajitas, 
abarrotado de instrumentos, 
todos los trastos de mis antecesores ahí metidos. 
¡Ese es tu mundo! ¿Y eso ha de ser un mundo? 
¿Y preguntas todavía por qué el corazón 
en tu pecho, temeroso, se te encoge? 
¿Por qué un dolor inexplicable 
te frena toda ansia de vivir? 
En vez de la animada naturaleza, 
en la que Dios creó a los hombres, 
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te rodean tan solo, entre humo y moho, 
despojos de animales y osamenta de muertos. 
¡Huye! ¡Levántate! ¡Afuera, a campo abierto! 
¿Acaso este libro misterioso, 
de puño y letra del propio Nostradamus; 
no te es suficiente compañía? 
Conoce entonces el rumbo de los astros, 
y si la naturaleza te instruyera, 
se te revelarían las facultades del alma, 
al igual que un espíritu al otro habla. 
Es inútil que un árido meditar en este sitio 
los mágicos símbolos te explique. 
Erráis, espíritus, junto a mí; 
¡respondedme, si es que me escucháis! 
Abre el libro y descubre el signo del macrocosmos. 
¡Ah, qué placer ante esta imagen 
fluye de súbito por todos mis sentidos! 
Siento que una nueva felicidad, 
bullente de juventud, me invade nervios y arterias. 
¿Fue un Dios quien dibujó esos símbolos 
que aplacan mi fiera lucha interior, 
colman de alegría al pobre corazón 
y, con secreto impulso, en torno mío, 
a las fuerzas de la naturaleza descubren? 
¿Soy yo un Dios? ¡Todo lo veo tan claro! 
Observo en esos puros símbolos 
postrarse ante mi alma a la activa naturaleza. 
Ahora entiendo lo que dice el sabio: 
«El mundo de los genios no está sellado; 
¡tu ser se cierra, tu corazón es muerto! 
¡Levántate, lava, discípulo, asiduamente, 
tu mortal pecho en los purpúreos rayos de la aurora!». 
Contempla el signo. 
¡Cómo las partes se funden en el todo, 
cómo vive y actúa lo uno en lo otro! 
¡Cómo suben y bajan las celestes fuerzas 
y los áureos cubos entre ellas se alcanzan! 
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¡Y con ondas de bendita fragancia, 
desde el cielo, en la tierra penetran, 
llenando de armoniosos sonidos todo el universo! 
¡Qué espectáculo! Mas ¡ay, es solo un espectáculo! 
¿Por dónde te asiré, naturaleza infinita? 
A tus pechos, ¿por dónde? Vosotros, fuentes de toda vida, 
de donde penden cielo y tierra, 
adonde se afana por llegar mi seco pecho. 
¡Mamáis, bebéis!, ¿y desfallezco yo tan vanamente? 
Hojea el libro a desgana y descubre el signo del espíritu de la tierra. 
¡Qué diferente es ahora este símbolo para mí! 
Espíritu de la tierra, te me acercas; 
ya siento que mis fuerzas se acrecientan, 
ya me inflamo como con vino nuevo, 
siento valor para lanzarme al mundo, 
para soportar la desgracia y la felicidad terrenas, 
para enfrentarme a vientos y mareas 
y no temblar entre los crujidos de un naufragio. 
Nubes se ciernen sobre mi cabeza, 
la luna oculta su luz. 
¡La lámpara vacila! 
¡Humea! Ardientes rayos 
sobre mi cabeza tiemblan. Una tormenta 
desde la bóveda revienta 
¡y me oprime! 
Lo presiento, te agitas a mi alrededor, espíritu invocado. 
¡Revélate! 
¡Ay, cómo se parte mi corazón 
y mis sentidos 
a nuevas imposiciones se me abren! 
¡Está todo mi ser a ti entregado! 
¡Sal!, ¡sal de una vez!, ¡y cuésteme la vida! 
Coge el libro y pronuncia misteriosamente el signo del genio. 
Oscila una roja llamarada y el GENIO aparece en ella. 
GENIO 
¿Quién me llama? 
FAUSTO (Volviendo el rostro.) 
¡Espantosa visión! 
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GENIO 
Me has atraído formidablemente, 
has succionado largo tiempo de mi esfera, 
¿y bien…? 
FAUSTO 
¡Ay de mí!, ¡no puedo soportarte! 
GENIO 
Suplicas jadeante por verme, 
por oír mi voz, mi rostro contemplar; 
me inclina la poderosa súplica de tu alma. 
¡Aquí estoy! ¿Qué lastimero espanto 
se apodera, superhombre, de ti? ¿Dónde está el grito del alma? 
¿Dónde está el pecho que un mundo en sí creó, 
y lo llevó y lo cobijó, y que, temblando de alegría, 
se hinchó, alzándose, hasta igualarse a nosotros, los espíritus? 
¿Dónde estás, Fausto, de cuya voz oí el sonido, 
ese que, con todas sus fuerzas, se afanaba por llegar a mí? 
¿Eres tú ese que, animado por mi hálito, 
hasta en lo más recóndito de su alma tiembla, 
un medroso gusano retorcido? 
FAUSTO 
¿Y he de retroceder ante ti, quimera de las llamas? 
¡Yo soy ese, soy Fausto, soy de tu condición! 
GENIO 
En el océano de la vida, en las tormentas de la acción, 
¡hiervo y me congelo en arrebatos, 
tramo y urdo aquí y allá! 
Cuna y tumba, 
eterno mar, 
trama cambiante, 
vida bullente; 
así obro en el zumbante telar del tiempo 
y tejo el traje vivo de la Divinidad. 
FAUSTO 
Tú que recorres el ancho mundo, 
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espíritu agitado, ¡cuán cercano me siento de ti! 
GENIO 
Tú te igualas al espíritu al que entiendes, 
¡no a mí! 
Desaparece. 
FAUSTO (Desfalleciendo.) 
¿No a ti? 
¿A quién entonces? 
¡Yo, imagen y semejanza de Dios! 
¿Y ni siquiera a ti? 
Llaman a la puerta. 
¡Oh, muerte!, sé quién es: es mi pasante. 
¡El instante más feliz de mi vida será reducido a la nada! 
¡Que esa visión tan sublime 
haya de ser perturbada por un insulso socarrón! 
WAGNER en bata de noche y gorro de dormir, con una lámpara en la mano. 
FAUSTO se vuelve de mal humor. 
WAGNER 
¡Perdonad!, os oí declamar; 
¿leíais acaso una tragedia griega? 
De ese arte quisiera sacar algún provecho, 
pues hoy en día goza de gran favor. 
He oído ensalzarlo con frecuencia, y decir 
que un comediante podría darle lecciones a un cura. 
FAUSTO 
Sí, cuando el cura es también un comediante; 
lo que bien puede ocurrir devez en cuando. 
WAGNER 
¡Ay!, cuando se encuentra uno proscrito en su gabinete de tal manera 
y ve el mundo a duras penas un día de fiesta, 
apenas por un catalejo y tan solo de lejos, 
¿cómo va a poder conducirlo por la persuasión? 
FAUSTO 
Si no lo sentís, nunca lo alcanzaréis con vuestro esfuerzo, 
si no os sale del alma 
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y, con el gozo de la fuerza primitiva, 
no subyuga los corazones de todos los oyentes, 
¡atascado para siempre os quedaréis! ¡Aglutinad, 
preparad un guisote con restos de algún otro festín, 
y soplad las raquíticas llamas 
para que solo os quede un puñado de cenizas! 
Tendréis la admiración de niños y monos, 
si es que ello os apetece al paladar, 
pero nunca haréis que el alma llegue al alma 
si no es del alma misma de donde os sale. 
WAGNER 
Tan solo el discurso hace feliz al orador; 
lo intuyo en verdad, pero estoy muy lejos de ello. 
FAUSTO 
¡Busque vuecencia la ganancia proba! 
¡No sea un orate cascabelero! 
El entendimiento y el buen sentido, 
con escaso arte, por sí mismos se presentan; 
y si os importa en serio decir algo, 
¿es acaso necesario andar persiguiendo las palabras? 
Vuestros discursos, que tan bien emperifolláis 
para presentarle a la humanidad monas vestidas de seda, 
¡son sofocantes como el viento brumoso 
que en el otoño susurra por entre las hojas secas! 
WAGNER 
¡Ay, Dios, el arte es largo!; 
y nuestra vida, breve. 
¡Cuántas veces siento en mis esfuerzos críticos 
que la cabeza me da vueltas y se me amedrenta el corazón! 
¡Cuán difícil es llegar a adquirir los medios 
con los que uno puede remontarse hasta las fuentes! 
Y antes de haber alcanzado la mitad del camino, 
uno, pobre diablo, ha de estirar la pata. 
FAUSTO 
El pergamino, ¿es eso acaso la divina fuente 
de la que un sorbo la sed eternamente aplaca? 
No alcanzarás el refresco 
si no es de tu propia alma de donde emana. 
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WAGNER 
¡Perdonad!, pero resulta divertido 
ahondar el espíritu de los tiempos, 
observar cómo un sabio pensó antes que nosotros, y cómo luego 
nosotros llevamos sus pensamientos tan maravillosamente lejos. 
FAUSTO 
¡Oh, sí, hasta las estrellas! 
Amigo mío, los tiempos del pasado 
son para nosotros un libro sellado con siete sellos; 
eso que llamáis el espíritu de los tiempos 
es, en realidad, el propio genio de aquellos caballeros 
en los que se reflejan los tiempos. 
¡Y eso es verdaderamente una miseria las más de las veces! 
Como para salir corriendo de ella al solo verla: 
un tonel de inmundicias y un cuarto de trastos viejos, 
y todo lo más una de esas pomposas representaciones de plaza 
con sabias y pragmáticas máximas, 
¡tal como cabe esperar en boca de títeres y marionetas! 
WAGNER 
Pero ¡del mundo, del corazón y del alma humana!, 
todo el mundo quisiera aprender algo. 
FAUSTO 
Sí…, ¡eso que se llama aprender! 
¿Quién puede darle al niño el nombre justo? 
Los pocos que de esas cosas algo han aprendido, 
que fueron lo suficientemente locos como para no ocultar todo su corazón, 
descubriéndole al populacho su visión y su sentir, 
han sido crucificados y conducidos a la hoguera; mas 
por favor, amigo mío, la noche está ya entrada, 
hemos de suspender por esta vez. 
WAGNER 
Gustoso hubiese permanecido en vela 
para conversar con vos de tan sabio modo, 
pero mañana, por ser el primer día de la Pascua florida, 
habré de permitirme alguna que otra pregunta. 
He estudiado con tesón, y 
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si bien es verdad que mucho sé, quisiera saberlo todo. 
Sale. 
FAUSTO (Solo.) 
¡Y pensar que la esperanza jamás abandona la cabeza, 
que se aferra sin cesar a bagatelas 
y que, con mano ávida, cava en busca de tesoros 
y se contenta cuando lombrices encuentra! 
¿Puede resonar semejante voz humana 
aquí donde me rodeaba la plenitud de los espíritus? 
Y, sin embargo, ¡ay!, por esta vez te lo agradezco, 
a ti, a la más miserable de las terrestres criaturas, 
pues me sacaste de la desesperación 
que amenazaba con romperme los sentidos. 
¡Ay de mí!, y es que la aparición fue tan grandiosa, 
que ante ella me sentí como un enano. 
Yo, imagen y semejanza de Dios; yo, que ya me creía 
próximo al espejo de la verdad eterna y que gozaba de mí, 
viéndome en el resplandor y en la claridad del cielo 
y encontrándome por encima de la terrestre criatura; 
yo, más que un querube, sintiendo que mis fuerzas liberadas 
corrían impetuosas por las arterias de la naturaleza; yo 
que de disfrutar creativamente de la existencia de los dioses 
altanero me jactaba, ¡cuán caro he de pagarlo ahora! 
Una palabra atronadora me ha hecho desaparecer del escenario. 
No, ¡no debo osar equipararme a ti! 
Si bien para atraerte la fuerza he poseído, 
ninguna he tenido para retenerte. 
En aquel instante afortunado 
me sentí tan pequeño, tan grande; 
tú me rechazaste cruelmente, 
devolviéndome al incierto destino humano. 
¿Quién me instruirá?, ¿de qué he de apartarme? 
¿Habré de obedecer aquel impulso? 
¡Ay!, nuestros actos mismos, al igual que nuestras cuitas, 
reprimen el fluir de nuestras vidas. 
En lo más sublime que pueda concebir el espíritu humano 
se mezcla siempre una sustancia ajena y más que ajena; 
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cuando alcanzamos lo bueno en este mundo, 
el mayor bien es quimérica ilusión, 
y esos delicados sentimientos, que nos dieron la vida, 
mueren en el terrenal torbellino. 
Mientras que por lo común la fantasía, en su intrépido vuelo, 
plena de esperanzas, hacia lo eterno se ensancha, 
un mísero lugar le es suficiente 
cuando una felicidad tras otra se hunde en la vorágine del tiempo. 
La inquietud anida pronto en las profundidades del alma, 
donde provoca dolores misteriosos; 
allí se agita inquieta y destruye el placer y el reposo, 
ocultándose continuamente tras máscaras nuevas, 
pudiendo presentarse así como casa y hacienda, mujer e hijo, 
como fuego y agua, puñal y veneno; 
temblamos entonces por cosas que no existen 
y sin cesar lloramos lo que no hemos perdido. 
No, ¡no me asemejo a los dioses!, de eso ya he podido darme cuenta; 
al gusano me parezco, que se remueve en el polvo, 
a ese que en el polvo alimentándose vive 
y al que la pisada de un caminante aniquila y entierra. 
¿Y no es polvo lo que en esta alta pared 
desde cien estanterías me sofoca? 
¿no es ese montón de cachivaches, con sus mil fruslerías, 
lo que en este mundo de polillas me acorrala? 
¿Y aquí he de encontrar lo que me falta? 
¿He de leer quizás en mil legajos 
que por doquier los hombres se atormentan 
y que a veces hubo algún afortunado…? 
¿De qué te ríes, hueca calavera? 
¿De que tu cerebro, otrora como el mío ofuscado, 
también buscó la claridad del día, para terminar, en sus ansias 
de conocer la verdad, errando tan miserablemente por las tinieblas? 
Vosotros, instrumentos, desde luego que os mofáis de mí, 
con todos vuestros dientes y ruedas, cilindros y clavijas: 
yo estaba ante la puerta, a vosotros os tocaba ser la llave; 
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si bien vuestro paletón está dentado, no levantasteis el pestillo. 
Misteriosa aun a plena luz del día, 
la naturaleza no se deja arrebatar sus secretos; 
y lo que a tu espíritu revelar no quiere, 
no se lo arrancaréis con palancas ni tornillos. 
Tú, viejo armatoste que ya no necesito, 
estás aquí solo porque mi padre te necesitó. 
Y tú, vetusto pergamino, te vienes ennegreciendo 
desde que en este pupitre el lúgubre candil humea. 
¡Mejor hubiese hecho en derrochar lo poco que tenía 
antes que verme aquí agobiado por ese poco! 
Lo que has heredado de tus padres, 
¡adquiérelo para poseerlo! 
Lo que no se utiliza es un pesado fardo; 
tan solo lo que el instante crea puede ser utilizado en el instante. 
¿Por qué se clava mi mirada en aquel punto? 
¿Es aquella botellita un imán para mis ojos? 
¿Por qué de súbito me siento tan dulcemente iluminado 
como cuando en el nocturno bosque nos envuelve el fulgor de la luna? 
A ti te saludo, única redoma, 
que con respeto bajo delestante. 
En ti venero el ingenio y el arte humanos. 
Tú, que eres encarnación de excelsos soporíferos 
y extracto de todas las fuerzas sutiles de la muerte, 
¡concede a tu maestro tus favores! 
Te veo, y el dolor se alivia; 
te toco, y la inquietud decrece 
y la marea del espíritu desciende más y más. 
El rumbo hacia la alta mar me es indicado, 
el espejo de las aguas marinas resplandece bajo mis pies 
y un nuevo día me impulsa hacia orillas nuevas. 
¡Un carro de fuego se cierne en el aire con ligeras alas 
y hacia mí se acerca! Me siento dispuesto 
a internarme en el éter por un sendero nuevo 
y a alcanzar nuevas esferas de la más pura actividad. 
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¡Esa alta vida, ese placer de dioses!, y tú, 
hace un instante vil gusano, ¿es eso lo que te mereces? 
¡Oh, sí, vuélvele al bello sol de la tierra 
con decisión tu espalda! 
¡Atrévete a abrir de par en par las puertas 
ante las cuales todos, deslizándose, preferirían pasar de largo! 
Ahora es el momento de demostrar con hechos 
que la dignidad del hombre no retrocede ante lo excelso de los dioses; 
de no temblar ante esa gruta tenebrosa 
en la que la fantasía es condenada a su propio suplicio; 
de pugnar por atravesar aquel pasadizo 
en cuya angosta boca todo el infierno flamea; 
de decidirse alegremente a dar ese paso, 
aun corriendo el riesgo de precipitarse en la nada. 
¡Pues baja aquí, copa de puro cristal! 
¡Sal de tu vieja funda 
en la que te tuve olvidada tantos años! 
Brillaste en los festines de mis padres, 
animaste a los más serios convidados 
cuando, de uno a otro, te iban pasando a la redonda. 
Ante la artística belleza de tus muchas figuras 
veíase obligado el bebedor a celebrarte en versos, 
así como a apurar tu contenido de un solo trago. 
¡Viejos recuerdos de las noches de mi juventud! 
No te pasaré ahora a ningún vecino, 
no daré muestras de mi ingenio con tu arte. 
Aquí hay un licor que rápidamente embriaga, 
un chorro pardo que llena tu cavidad, 
que yo preparo, que yo elijo; 
sea, pues, mi última libación, con toda mi alma 
y como brindis solemne, al mañana consagrada. 
Se lleva la copa a los labios. 
Carillón y canto coral. 
CORO DE ÁNGELES 
¡Cristo ha resucitado! 
¡Albricias al mortal!, 
a quien los hereditarios vicios 
perniciosos e insidiosos 
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han acechado. 
FAUSTO 
¿Qué profundo murmullo, qué claro sonido 
me impulsa a apartar con violencia el vaso de los labios? 
¿Anunciáis ya, quedas campanas, 
la hora primera de la Pascua de Resurrección? 
¡Oh, coros!, ¿entonáis ya el balsámico canto que otrora, 
en la noche del sepulcro, vibró en labios de ángeles 
como certeza de una nueva alianza? 
CORO DE MUJERES 
Con aromáticos bálsamos 
lo habíamos cuidado, 
nosotras, sus fieles, 
en el sepulcro lo acostamos; 
lienzos y sudarios 
pulcramente le aplicamos; 
¡ay!, y no encontramos 
a Cristo más aquí. 
CORO DE ÁNGELES 
¡Cristo ha resucitado! 
Loados los amantes 
que la angustiosa, 
salvadora y terrible 
prueba soportaron. 
FAUSTO 
¿Por qué, poderosos y dulces 
cánticos del cielo, me buscáis en el polvo? 
Id a sonar allí donde hay hombres débiles. 
Bien escucho el mensaje, mas me falta la fe, 
cuyo hijo predilecto es el milagro. 
No me atrevo a aspirar a esas esferas, 
donde resuena tan magna anunciación; 
y, sin embargo, acostumbrado a ese sonido desde niño, 
incluso ahora me devuelve la vida. 
Otrora el amoroso beso del cielo 
caía sobre mí en la solemne placidez sabática; 
entonces sonaban las campanas tan llenas de esperanza, 
y una oración era el placer más íntimo; 
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una añoranza inefablemente excelsa 
me empujaba hacia bosques y prados, 
y entre mil lágrimas amargas 
sentía surgir en mí un mundo nuevo. 
Esa canción anuncia los animados juegos de la juventud, 
la libre felicidad de las fiestas de primavera; 
los recuerdos, pues, con su infantil puerilidad, 
me impiden dar el tétrico paso postrero. 
¡Oh, seguid sonando, oh, dulces cánticos del cielo! 
La lágrima fluye, ¡la tierra me tiene de nuevo! 
CORO DE DISCÍPULOS 
El que fuera sepultado, 
hacia las alturas, 
vivo y majestuoso, 
sublime se ha elevado; 
en ansias de afirmarse 
está cercano a la alegría creadora; 
¡ay!, en el regazo de la tierra 
estamos para sufrir. 
A sus fieles nos deja, 
desfallecientes aquí atrás. 
¡Ay!, ¡envidiamos, 
maestro, tu felicidad! 
CORO DE ÁNGELES 
Cristo ha resucitado 
del seno de la putrefacción 
¡Liberaos de los lazos 
con gran alegría! 
Glorificándolo por la acción, 
dando muestras de amor, 
repartiendo el pan fraternalmente, 
predicando en peregrinaciones 
y anunciando la dicha, 
el maestro estará cerca de vosotros, 
¡estará en vosotros! 
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DELANTE DE LA PUERTA DE LA VILLA 
Paseantes de toda índole salen por ella. 
UNOS MENESTRALES 
¿Y por qué hacia allá? 
OTROS 
Vamos a la caseta del cazador. 
LOS PRIMEROS 
Pues nosotros nos encaminamos hacia el molino. 
UN MENESTRAL 
Os aconsejo ir a la balsa. 
UN SEGUNDO 
El camino hasta allá no tiene nada de agradable. 
LOS SEGUNDOS 
¿Y qué haces tú? 
UN TERCERO 
Voy con los demás. 
UN CUARTO 
Venid, subamos a Burgdorf; a buen seguro encontraréis allí 
las mozas más hermosas y la mejor de las cervezas, 
y enredos de primera. 
UN QUINTO 
Te pasas de alegre, amigo, 
¿es que quieres que te zurren por tercera vez? 
No tengo ganas de ir allí; me espanta el sitio. 
CRIADA 
¡No, no!, me vuelvo a la ciudad. 
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OTRA 
Seguro que le encontraremos junto a los álamos. 
LA PRIMERA 
¡Pues menuda gracia me hace! 
Se pondrá a tu vera y solo contigo 
bailará en la tarima. 
¿Qué me importan a mí tus diversiones? 
LA OTRA 
Hoy no estará solo; 
el del pelo rizado, según me dijo, irá con él. 
ESTUDIANTE 
¡Rayos, cómo se pelean las bravas mocitas! 
¡Ven, hermano, tenemos que acompañarlas! 
Una cerveza fuerte, un tabaco picante 
y una chica peripuesta; he ahí mi punto flaco. 
UNA BURGUESITA 
¡Hay que ver esos guapos muchachos! 
Verdaderamente es una vergüenza: 
podrían tener compañía de la buena, 
¡y se van detrás de esas mozuelas! 
SEGUNDO ESTUDIANTE (Al primero.) 
¡No corras!, que ahí vienen otras dos; 
fíjate qué vestidos tan preciosos llevan, 
y una de ellas hasta es vecina mía; 
de veras que me gusta la pequeña. 
Caminan lentamente y, sin embargo, 
nos alcanzarán y llevarán con ellas. 
EL PRIMERO 
¡No, hermano!, no me gusta incomodarme. 
¡Aprisa!, no sea que vayamos a perder la caza. 
La mano que el sábado empuña la escoba 
es la que mejores caricias el domingo prodiga. 
UN BURGUÉS 
¡No, no me gusta, no me gusta el nuevo alcalde! 
Y ahora que lo es, se muestra cada día más ufano. 
¿Y qué hace por la ciudad? 
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¿No empeoran las cosas día tras día? 
Hay que obedecer como nunca 
y pagar más que en otros tiempos. 
UN MENDIGO (Canturreando.) 
Mis buenos señores, mis hermosas damas, 
tan emperifollados y orondos, 
¡dignaos contemplarme, 
ved mi miseria y socorredme en ella! 
¡No me dejéis aquí recitando inútilmente! 
Mirad que solo está contento el que dar puede; 
que este día, celebrado por todos los hombres, 
sea para mí un día de cosecha. 
OTRO BURGUÉS 
Nada sé mejor, para los domingos y días de fiesta, 
que una conversación sobre guerra y llamamientos a las armas; 
mientras que allá abajo, bien lejos, en Turquía, 
los pueblos mutuamente se degüellan, 
aquí estamos sentaditos a la ventana, apurando una copita 
y contemplamos las abigarradas naves deslizándose río abajo; 
por la tarde regresamos alegres a la casa 
y bendecimos la paz y los pacíficos tiempos. 
TERCER BURGUÉS 
¡Oh, sí, señor vecino!, soy de la misma opinión: 
allá se rompan la crisma, 
allá ande todo revuelto, 
pero que en casa todo siga igual. 
UNA ANCIANA (A las burguesitas.) 
¡Toma!, ¡qué arregladitas!, ¡las hermosas jovencitas! 
¿Quién no perdería la cabeza por vosotras…? 
Pero ¡no seáis tan arrogantes, que no ha pasado nada! 
Y lo que deseáis, sabríamuy bien conseguirlo. 
BURGUESITA 
¡Lárgate, Ágata!, que bien me cuido 
de ser vista en público con tales brujas; 
aunque bien es verdad que en la noche de San Andrés 
me dejó ver en persona al que habría de ser mi amado. 
LA OTRA 
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A mí me lo enseñó en una bola de cristal, 
vestido de soldado, entre otros temerarios; 
miro hacia todas partes y busco por doquier, 
pero él no acierta a encontrarme. 
SOLDADOS 
Castillos de altas 
murallas y almenas, 
muchachas de altivo 
e irónico genio, 
¡quisiera ganar! 
¡Audaz es el intento, 
espléndido el botín! 
Y las trompetas 
haremos sonar, 
llamando al placer, 
llamando al dolor. 
¡Eso es asaltar! 
¡Eso es vivir! 
Mozas y castillos 
tendrán que rendirse. 
¡Audaz es el intento, 
espléndido el botín! 
Y los soldados 
se marchan al fin. 
FAUSTO y WAGNER. 
FAUSTO 
Libres de hielos están torrentes y arroyos 
merced a la dulce y vivificante mirada de la primavera; 
en el valle verdece la feliz esperanza; 
el viejo invierno, en su debilidad, 
se retrae a las rudas montañas. 
Desde allí envía, en su fuga, tan solo 
chubascos desmayados de hielo granizado, 
a rachas, sobre la verdeciente campiña; 
pero el sol nada blanco tolera, 
por doquier palpita el crecimiento y el esfuerzo, 
todo lo quiere engalanar con sus colores; 
y si bien faltan flores en la zona, 
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las suple gente engalanada. 
Vuélvete, desde estas alturas, 
a mirar allá atrás, a la ciudad. 
Por la lúgubre puerta cavernosa 
sale con ímpetu un tumulto abigarrado. 
Todos toman hoy el sol con tanto gusto, 
celebrando la resurrección del Señor, 
pues ellos mismos han resucitado, 
de los sofocantes aposentos de las humildes casas, 
de las ataduras del taller o de la fábrica, 
del agobio de frontones y de techos, 
de la aplastante estrechez de las callejas, 
de la noche solemne de los templos; 
todos se han visto empujados a la luz. 
¡Mira, pues, mira!, con qué prontitud la muchedumbre 
por huertos y campos se precipita, mira 
cómo mueve el río, cuan largo y ancho es, 
a tanta animada barquilla, 
y cómo cargado hasta zozobrar 
se aleja ese último esquife. 
Hasta de los más lejanos senderos de la montaña 
nos llega el centelleo de los coloridos trajes. 
Ya oigo el barullo de la aldea, 
aquí está el verdadero cielo del pueblo; 
satisfechos, gritan de júbilo grandes y pequeños: 
«¡Aquí soy hombre!, ¡aquí puedo osar serlo!» 
WAGNER 
Con vos, doctor, pasear 
es honroso y representa gran ganancia; 
mas yo solo no me aventuraría por estos lares, 
pues me repugna todo cuanto es tosco. 
Ese rascar de violines, esos gritos, ese chocar de bolos 
son para mí sonidos completamente odiados; 
alborotan como poseídos por todos los demonios, 
y a eso lo llaman canción, lo llaman gozo. 
CAMPESINOS a la sombra de los tilos. 
Danza y canto. 
CAMPESINOS (Coro.) 
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El pastor se acicaló para el baile; 
con vistosa chaquetilla, faja y guirnalda 
preciosamente se vistió. 
En torno al tilo ya estaba todo lleno 
y bailaban todos como locos. 
¡Tralará, tralará, 
lará, larí! 
Así iba el arco del violín. 
Abriose paso a empellones 
y a una moza empujó 
de un codazo; 
la lozana chica se volvió y dijole: 
—¡Qué tonto me parece el caso! 
¡Tralará, tralará, 
lará, larí! 
—No seáis tan maleducado aquí. 
Pero todo seguía alocado en el corro, 
danzaban a un lado, danzaban al otro, 
por los aires las faldas volaban. 
Se ponían colorados, se acaloraban, 
descansaban jadeantes, pero cogidos del brazo. 
¡Tralará, tralará, 
lará, larí! 
Un pellizco en la cadera le di. 
—¡No te tomes tantas confianzas!, 
que cuántos no han dejado a su novia 
burlada y engañada. 
Pero a fuerza de piropos se la llevó aparte, 
y desde el tilo, a lo lejos, se sigue escuchando: 
¡Tralará, tralará, 
lará, larí! 
Así iba el arco del violín. 
CAMPESINO VIEJO 
Señor doctor, es hermoso de vuestra parte 
que no nos desairéis en este día 
y que con este popular gentío 
se mezcle un sabio tan eminente. 
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Tomad, pues, también de la jarra más bella, 
la que hemos llenado de bebida fresca; 
os la ofrezco y os deseo aquí en público 
que no solo os apague la sed: 
¡que el número de gotas que contiene 
se añada al total de vuestros días! 
FAUSTO 
Acepto la refrescante bebida, 
y a todos os contesto: ¡salud y gracias! 
El pueblo se acerca formando un círculo. 
CAMPESINO VIEJO 
En verdad que está muy bien 
eso de que os presentéis en un día tan alegre; 
pues en otros tiempos, con nosotros, 
¡os portasteis tan bien en tristes días! 
Más de uno se encuentra vivo aquí 
de los que vuestro padre, a última hora 
arrancó de las ardientes furias de la fiebre 
cuando a la peste puso fin. 
Y también entonces, vos, que erais un joven mozo, 
ibais a cada hospital; 
más de un cadáver fue sacado afuera, 
pero vos salisteis sano, 
soportasteis muchas duras pruebas; 
al salvador salvó allá arriba el Salvador. 
TODOS 
¡Salud al hombre acreditado, 
que aún pueda prestar por mucho tiempo ayuda! 
FAUSTO 
Postraos ante aquel de arriba, 
que enseña a socorrer y socorro envía. 
Sigue paseando con WAGNER. 
WAGNER 
¡Qué sensación has de experimentar, oh, gran hombre, 
ante la veneración de esa masa! 
¡Oh, feliz de aquel que de sus dotes 
puede extraer una ganancia tal! 
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El padre te muestra a su hijo, 
todo el mundo hace preguntas, se apretuja y se apresura, 
enmudece el violín, se detiene la danza. 
Tú pasas, ellos se incorporan formando filas, 
las gorras vuelan por los aires; 
y poco falta para que caigan de rodillas 
como si se apareciera la Sagrada Hostia. 
FAUSTO 
Subamos un poco más, hasta aquella piedra, 
allí descansaremos de nuestra caminata. 
Allí me sentaba con frecuencia solo y pensativo 
y me atormentaba con oraciones y ayunos. 
Pleno de esperanzas, firme en la fe; 
con lágrimas, suspiros, cruzando las manos, 
el fin de aquella peste pensaba 
del Señor de los Cielos obtener. 
El aplauso de la masa me suena ahora, pues, como sarcasmo. 
¡Ay!, si tú pudieras leer en mi interior; 
¡cuán poco padre e hijo 
fueron dignos de tal fama! 
Era mi padre un obscuro hombre de bien, 
quien sobre la naturaleza y sus esferas divinas, 
de buena fe, pero a su modo, 
con quimérico esfuerzo razonaba; 
quien, en compañía de adeptos, 
se encerraba en la cocina negra 
y, conforme a infinitas recetas, 
lo repelente mezclaba. 
Allí se formaba un rojo león, un audaz pretendiente, 
en el baño tibio, unido en nupcias a la flor de lis, 
y ambos entonces, en la llameante lumbre, 
de una en otra alcoba nupcial eran torturados. 
Aparecía luego con vistosos colores 
la joven reina en la probeta; 
ahí estaba el medicamento, los pacientes morían, 
y nadie preguntaba: ¿quién logró curarse? 
Y así, con esos electuarios infernales, 
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en esos valles, en esos montes, 
estragos mucho peores a los de la peste hemos causado. 
Yo mismo les he dado el veneno a miles de personas: 
se iban consumiendo hasta morir; y ahora he de presenciar 
cómo a los descarados asesinos se alaba. 
WAGNER 
¡Cómo os podéis apesadumbrar por eso! 
¿No hace bastante un hombre honrado 
con ejercer a conciencia y con escrúpulo 
el arte que le ha sido conferido? 
Si de niño honras a tu padre, 
serás recibido por él de buen agrado; 
si de hombre haces avanzar las ciencias, 
tu hijo podrá alcanzar metas más altas. 
FAUSTO 
¡Oh, dichoso aquel que todavía puede alimentar la esperanza 
de llegar a la superficie en este océano del error! 
Lo que no se sabe es precisamente lo que se necesitaría, 
y lo que se sabe no se puede utilizar. 
¡Mas, no vayamos a turbar la hermosa calma de estas horas 
con tales ideas sombrías! 
¡Mira cómo bajo los ardientes rayos del sol crepuscular 
centellean las chozas de verde rodeadas! 
Retrocede el astro y se retira, ha fenecido el día, 
pero corre hacia otros lugares, a fomentar nueva vida. 
¡Ay, que no me levanten del suelounas alas 
para lanzarme hacia él y siempre hacia él! 
Vería, a través de un eterno destello vespertino, 
un mundo silencioso postrado ante mis pies, 
encendida toda cima, calmado cada valle, 
el argentado río corriendo en áureos caudales. 
Mi marcha, equiparable a la de los dioses, 
no sería detenida por la salvaje montaña con todas sus quebradas; 
y pronto el mar, con sus bahías caldeadas, 
se abriría ante los sorprendidos ojos. 
Pero, parece que el dios se pone finalmente; 
despierta tan solo el impulso nuevo, 
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marcho presto a beber de su eterna luz; 
ante mí el día y detrás de mí la noche, 
el cielo sobre mí y debajo de mí las olas; 
un bello sueño mientras él se da a la fuga. 
¡Ay!, que a las alas del espíritu 
no se le unan tan fácilmente las del cuerpo. 
Y a cada cual, sin embargo, le es innato 
que su sentir pugne por elevarse y avanzar 
cuando sobre nosotros, perdida en el celeste espacio, 
su estridente canción la alondra entona, 
cuando sobre las escarpadas cimas de abetos, 
el águila, con alas desplegadas, se cierne en su vuelo, 
y cuando por sobre planicies y lagunas, 
la grulla a su nido se dirige. 
WAGNER 
Yo mismo tuve con frecuencia mis caprichosos ratos, 
mas tal impulso no he sentido aún. 
Puede hartar uno la vista fácilmente en bosques y campos; 
nunca al ave envidiaré sus alas. 
¡De qué distinto modo nos llevan los placeres del espíritu 
de libro en libro y de página en página! 
Tórnanse entonces dulces y hermosas las noches invernales 
y una vida bienaventurada da calor a todos los miembros; 
y, ¡ay!, si hasta desdoblando un venerable pergamino 
todo el cielo desciende sobre ti. 
FAUSTO 
Tú solo eres consciente de un impulso; 
¡oh!, ¡no llegues nunca a conocer el otro! 
Dos almas, ¡ay!, anidan en mi pecho, 
y cada una por separarse de la otra pugna; 
la una, en sus ansias groseras de amor, 
al mundo se aferra con órganos prensiles; 
la otra se eleva con vehemencia del polvo 
hacia las comarcas de antepasados excelsos. 
¡Oh!, si hay espíritus en el aire, 
que imperantes se ciernen entre la tierra y el cielo, 
¡bajad entonces de la áurea fragancia 
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y llevadme lejos, hacia una vida nueva y animada! 
¡Oh!, si tan solo una capa mágica fuese mía, 
capa que me llevase a países lejanos, 
no la cambiaría ni por los hábitos más preciosos, 
¡ni siquiera por el manto de un rey! 
WAGNER 
No invoques a esa bien conocida legión 
que en tropel por las nebulosas esferas se esparce, 
y que al hombre infinidad de peligrosas celadas 
desde todas partes tiende. 
Del norte se abalanza el afilado colmillo de los demonios 
sobre ti, con lenguas agudas como dardos; 
por el oriente se aproximan osificados 
y se nutren de tus pulmones, 
mientras que el mediodía los lanza desde el desierto, 
agolpándose en tus sienes como fuego sobre fuego; 
es el oeste quien trae la horda que primero refresca, 
para ahogaros después a ti, a la campiña y a la vega. 
Oyen gustosos, inclinados como están al mal; 
gustosos obedecen, porque gustosos nos engañan; 
como enviados del cielo se presentan, 
y susurran como ángeles cuando mienten. 
Pero ¡marchémonos! ¡Grisáceo está ya el mundo, 
el aire refresca, la niebla se extiende! 
Es en la noche cuando se aprecia el hogar; mas… 
¿por qué te detienes así y miras a lo lejos con asombro?; 
¿qué te puede atraer de tal modo en el ocaso? 
FAUSTO 
¿Ves al perro negro que rastrea por los sembrados y el rastrojo? 
WAGNER 
Hace ya largo rato que lo veo, pero nada extraño he percibido en ello. 
FAUSTO 
¡Obsérvalo bien!; ¿qué crees que es ese animal? 
WAGNER 
Un perro de aguas, que a su modo 
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se afana por hallar la huella del amo. 
FAUSTO 
¿Observas cómo en amplias espirales 
corre en torno a nosotros y siempre más cercano? 
Y si no me equivoco, un remolino de fuego 
va extendiéndose tras él por su sendero. 
WAGNER 
No veo más que un negro perro de aguas; 
puede ser una ilusión óptica de vos. 
FAUSTO 
A mí me parece que redes apenas perceptibles, 
para un próximo lazo, va tendiendo el chucho a nuestros pies. 
WAGNER 
Veo que salta incierto y temeroso en derredor nuestro, 
porque en vez de a su amo ve a dos desconocidos. 
FAUSTO 
¡El círculo se estrecha; pronto estará próximo! 
WAGNER 
¡Ya lo ves!: un perro es lo que hay, y no un fantasma. 
Gruñe y duda, se tiende sobre el vientre, 
menea el rabo; todo eso son hábitos perrunos. 
FAUSTO 
¡Únete a nosotros! ¡Ven aquí! 
WAGNER 
Es un animalito muy gracioso. 
Te quedas quieto: aguarda pendiente; 
le hablas: brinca hacia ti; 
pierdes algo: te lo traerá; 
por coger tu bastón se echará al agua. 
FAUSTO 
Tienes razón; no encuentro el menor rastro 
de un espíritu; todo es amaestramiento. 
WAGNER 
Al perro, cuando está bien enseñado, 
incluso un sabio llega a tomar afecto. 
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Sí, tus favores merece plenamente 
ese admirable discípulo de los estudiantes. 
Se van hacia la puerta de la villa. 
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GABINETE DE ESTUDIO 
FAUSTO (Entrando con el perro.) 
He dejado campos y praderas 
cubiertos ya de tenebrosa noche; 
con espanto sagrado y aprensivo 
despierta entonces la mejor de las almas. 
Dormidos están, al fin, los salvajes impulsos 
y su conducta desenfrenada; 
renace el amor a los hombres, 
renace, pues, el amor a Dios. 
¡Quédate tranquilo, perrillo lanudo! ¡No corras de un lado a otro! 
¿Qué tanto husmeas en el umbral? 
¡Acuéstate detrás de la estufa!, 
que te daré el mejor de los cojines. 
Ya que afuera, en la senda montañosa, 
tanto nos divertiste con tus brincos y correrías, 
acepta ahora igualmente de mi parte los cuidados 
cual huésped sereno y bienvenido. 
¡Ay!, cuando arde en nuestra angosta celda 
de nuevo la lámpara amiga, 
la claridad se hace en nuestro pecho, 
y en nuestro corazón, que a sí mismo se conoce. 
Vuelve a hablar la razón, 
y vuelve a alimentarse la esperanza; 
se siente entonces la nostalgia por los ríos de la vida, 
¡ay!, por remontarse hasta las mismas fuentes de ella. 
¡No gruñas, perrillo lanudo! Con los sagrados tonos 
que envuelven ahora a mi alma entera 
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no viene bien el animal sonido. 
Estamos habituados a que los hombres hagan mofa 
de lo que no entienden, 
a que lo bueno y hermoso, 
que tan molesto les resulta con frecuencia, les haga murmurar; 
¿y ha de gruñir acaso ahora el perro al igual que ellos? 
Mas, ¡ay!, que no sienta ya más, ni con la mejor voluntad, 
la satisfacción manándome del pecho. 
¿Pero por qué ha de secarse tan pronto el manantial 
y habremos de quedarnos de nuevo sedientos? 
Podría hablar tanto de ello. 
Y, sin embargo, falta es esa que puede ser suplida; 
aprendemos a valorar lo sobrenatural, 
aspiramos a una revelación, 
que en parte alguna de manera tan venerable y 
hermosa brilla como en el Nuevo Testamento. 
Me siento impulsado a consultar el texto primitivo, 
a dedicarme de una vez, con sentimiento sincero, 
a traducir el sacro original 
a mi alemán querido. 
Consulta un volumen y se dispone a ejecutar su deseo. 
Pues bien, escrito está: «En el principio era la “palabra” ». 
¡Ya aquí tropiezo! ¿Quién me ayudará a seguir? 
Me resulta imposible darle un valor tan alto a la “palabra”, 
he de traducirlo de otro modo, 
si es que por el espíritu estoy bien iluminado. 
Escrito está: «En el principio era la “idea”». 
Piensa muy bien este primer renglón, 
¡no vaya a precipitarse tu pluma! 
¿Es la idea lo que todo ocasiona y crea? 
Debiera, pues, decir: «¡En el principio era la “fuerza”!». 
Empero, también mientras esto transcribo, 
algo me advierte que no restaré en ello. 
¡El espíritu me ayuda!, de repente veo el consejo 
y sin miedo escribo: «¡En el principio era la “acción”!». 
Si he de compartir contigo el cuarto, 
perrito lanudo, ¡deja ya de aullar, 
deja de dar ladridos! 
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No puedo soportar a mi lado 
un compañero tan perturbador.Uno de los dos 
ha de evitar la alcoba. 
Violo de mal grado el derecho de hospitalidad; 
abierta está la puerta, tienes rienda suelta. 
Pero ¿qué veo? 
¿Puede eso ocurrir de modo natural? 
¿Es una sombra?; ¿es realidad? 
¡Cómo se alarga y ensancha mi perrillo! 
Se eleva con violencia, 
¡esa no es ya la figura de un perro! 
¿Qué fantasma he metido en la casa? 
Ahora parece un hipopótamo, 
con ojos de fuego y horripilante dentadura. 
¡Oh, bien sé de ti! 
Para tal semiengendro del averno 
servirá La clave de Salomón. 
ESPÍRITUS (Desde el pasillo.) 
¡Uno de nosotros está ahí dentro prisionero! 
¡Quedaos fuera, que nadie le siga! 
Como el zorro en el cepo 
tiembla de miedo un viejo lince del averno. 
Pero ¡atención! 
¡Flotad allí, flotad acá, 
arriba y abajo!, 
y se soltará. 
¡Socorrerlo podéis, 
no le dejéis en la estacada!, 
pues a todos nosotros 
grandes favores hizo. 
FAUSTO 
Si he de enfrentarme a la bestia, 
he de hacer uso de la Conjura de los Cuatro: 
Arda la salamandra, 
retuérzase la ondina, 
desaparezca el silfo, 
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afánese el gnomo. 
Quien no conozca 
los elementos, 
sus fuerzas 
y propiedades, 
no tendrá maestría 
sobre los espíritus. 
¡Disuélvete en llamas, 
salamandra! 
¡Húndete murmurante, 
ondina! 
¡Brilla con la belleza de los meteoros, 
silfo! 
¡Trae doméstica ayuda, 
íncubo, íncubo! 
¡Salid y poned a esto fin! 
Ninguno de los cuatro 
se esconde en la fiera, 
pues serena está tumbada y de mí se mofa; 
ningún daño he podido hacerle todavía. 
Pues habrás de oírme 
pronunciar conjuras más fuertes. 
¿Eres tú, compañero, 
un evadido del averno? 
¡Contempla entonces esta señal 
ante la que se humillan 
las negras legiones! 
Ya se infla con erizados cabellos. 
¡Abyecta criatura! 
¿Es que puedes leerla? 
¿La que nunca fue creada, 
la indecible, 
la extendida por todos los cielos, 
la sacrílegamente ultrajada? 
Detrás de la estufa exorcizado, 
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cual elefante se infla 
y llena todo el cuarto; 
se desintegrará en niebla. 
¡No te subas al techo!, 
¡échate a los pies de tu maestro! 
Ya ves que no amenazo en vano. 
¡Te quemaré con las sagradas llamas! 
¡No aguardes 
la tres veces resplandeciente luz! 
¡No aguardes 
la más poderosa de mis conjuras! 
MEFISTÓFELES (En hábito de seminarista peregrino, sale de detrás de la estufa 
mientras se disipa la niebla.) 
¿A qué el ruido? ¿En qué puedo servir al señor? 
FAUSTO 
¿Conque ese era el secreto del perro? 
¿Un seminarista peregrino? Reír me hace este caso. 
MEFISTÓFELES 
¡Saludo al sabio doctor! 
Me habéis hecho sudar valientemente. 
FAUSTO 
¿Cuál es tu nombre? 
MEFISTÓFELES 
Trivial me parece la pregunta 
en uno que tanto desprecia la palabra, 
en quien, muy alejado de toda apariencia, 
solo trata de llegar a la esencia de las cosas. 
FAUSTO 
Entre vosotros, señores, la esencia, 
por lo común se puede leer en el nombre, 
que lo indica con demasiada claridad 
cuando se os llama Belcebú, corruptor y embustero. 
Esto sentado, ¿quién eres tú? 
MEFISTÓFELES 
Parte soy de esa fuerza 
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que siempre quiere el mal y siempre el bien provoca. 
FAUSTO 
¿Qué pretendes decir con ese enigma? 
MEFISTÓFELES 
Soy el espíritu que siempre niega, 
y con razón, pues todo cuanto nace 
digno es de perecer; 
por eso sería mejor que nada naciera. 
Así pues, todo cuanto llamáis pecado 
y destrucción, en resumen: el mal, 
es mi elemento natural. 
FAUSTO 
Te llamas una parte, ¿y estás, sin embargo, como un todo ante mí? 
MEFISTÓFELES 
Modesta verdad es la que te digo. 
Si bien el hombre, ese mundillo de locos, 
comúnmente por un todo se tiene, 
yo soy una parte de la parte que al principio lo fue todo, 
una parte de las tinieblas que se dieron la luz, 
la orgullosa luz que ahora a la madre noche 
disputa el viejo rango: el espacio; 
y no lo logra, sin embargo, pues pese a sus muchos esfuerzos, 
ligada íntimamente está a los cuerpos. 
De los cuerpos sale a chorros, los cuerpos la hacen bella, 
un cuerpo basta para detenerla en su camino; 
y así, como espero, no pasará mucho tiempo 
sin que con los cuerpos sucumba. 
FAUSTO 
¡Pues ahora conozco tus dignas obligaciones! 
Nada puedes destruir en lo grande 
y comienzas, por tanto, en lo pequeño. 
MEFISTÓFELES 
Y en verdad que gran cosa no consigo con ello. 
A lo que se opone a la nada, 
a lo existente, a ese tosco mundo, 
pese a lo mucho que tengo ya emprendido, 
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no sé cómo encontrarle el punto flaco; 
¿con olas, tempestades, terremotos, incendios…?, 
¡tranquilas al final quedan la mar y la tierra! 
Y a esa maldita cosa, la animal y humana cría, 
no hay en absoluto por dónde cogerla. 
¡A cuántos no habré enterrado ya! 
Y siempre circula una sangre fresca y nueva; 
y así una vez y otra, ¡si es para volverse loco! 
Del aire, del agua, al igual que de la tierra, 
los gérmenes por miles se desprenden, 
¡en lo seco, en lo húmedo, en lo caliente y en lo frío! 
Si no me hubiese reservado el fuego, 
nada tendría que de mí fuese propio. 
FAUSTO 
Y así, a lo que está eternamente en movimiento, 
a la enérgica potencia creadora, 
opones el frío puño del demonio, 
¡que en vano pérfidamente se cierra! 
¡Trata de comenzar otra cosa, 
fantástico hijo del caos! 
MEFISTÓFELES 
Reflexionemos las cosas con más calma, 
¡ya hablaremos la próxima vez de ello! 
Por esta vez, ¿podría retirarme acaso? 
FAUSTO 
No veo a qué viene esa pregunta. 
Acabo de conocerte, 
visítame, entonces, cuando gustes. 
Ahí está la puerta, ahí está la ventana, 
también la chimenea te es conocida. 
MEFISTÓFELES 
¡Lo confieso llanamente! El que me pueda marchar 
me lo impide un pequeño obstáculo: 
ese pie de bruja pintado en vuestro umbral. 
FAUSTO 
¿El pentalfa te causa espanto? 
¡Vaya!; pero dime, hijo del infierno, 
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si eso te conjura, ¿cómo entonces pudiste entrar?, 
¿cómo un espíritu tal fue de tal suerte engañado? 
MEFISTÓFELES 
¡Obsérvalo bien! No está bien dispuesto: 
uno de los ángulos, el que apuntó hacia afuera, 
está, como ves, un poco abierto. 
FAUSTO 
¡Qué bien he dado en el blanco al azar! 
¿Así que eres mi prisionero? 
Eso ha salido por casualidad. 
MEFISTÓFELES 
Nada advirtió el perro cuando entró aquí de un salto; 
y ahora la cosa se presenta bajo un aspecto nuevo: 
el demonio no puede abandonar la casa. 
FAUSTO 
¿Y por qué no sales, pues, por la ventana? 
MEFISTÓFELES 
Es una ley de diablos y fantasmas: 
por allí por donde se cuelan es por donde han de salir. 
En lo primero somos libres; en lo segundo, esclavos. 
FAUSTO 
¿Hasta en el mismo infierno existen leyes? 
Eso lo encuentro bien; ¿podría entonces cerrarse un pacto, 
y a buen seguro que con vos, caballero? 
MEFISTÓFELES 
Lo que te sea prometido habrás de gozarlo enteramente; 
nada te será de ello escatimado. 
Mas, eso no puede ser abarcado con tan breves palabras, 
y habremos de discutirlo en la próxima entrevista; 
pero ahora te ruego encarecidamente 
que me dejes partir por esta vez. 
FAUSTO 
Quédate todavía un momento 
y dame alguna noticia nueva. 
MEFISTÓFELES 
¡Ahora suéltame!, pronto regresaré; 
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entonces podrás preguntar a tu capricho. 
FAUSTO 
No he sido yo quien te ha tendido el lazo, 
que tú mismo has caído en la red. 
¡Retenga al diablo quien lo tenga!, 
que no lo cazará tan pronto por segunda vez. 
MEFISTÓFELES 
Si ello te place, dispuesto estoy 
a quedarme aquí en tu compañía; 
mas pongo como condición que, con mis artes, 
me dejes hacerte pasar honrosamente el tiempo. 
FAUSTO 
Lo veo con agrado, así que te está permitido; 
¡pero que el arte sea placentero! 
MEFISTÓFELES 
Para tus sentidos, querido amigo, 
tendrás en esta hora más ganancia 
que en la monotonía de un año entero. 
Lo que te cantarán los sutiles espíritus, 
las bellas imágenes que ante ti traerán, 
no son un vano juego de encantamiento. 
También tu olfato se deleitará,luego le darás gusto al paladar, 
y después quedará cautivado tu sentir. 
No habrá necesidad de hacer preparativos; 
reunidos estamos, ¡empezad! 
ESPÍRITUS 
¡Desapareced de arriba, 
oh bóvedas sombrías! 
Que más seductor 
y amable, el celeste 
éter nos sonría. 
Que los obscuros nubarrones 
se dispersen, 
que estrellas titilantes, 
cual delicados soles, 
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nos brinden su luz. 
Hijos de los cielos, 
espiritual belleza, 
reflejos vacilantes, 
¡cerníos ante mí! 
Inclinación ardiente 
de todo se apodere; 
y que de los vestidos 
las revoloteantes cintas 
cubran los campos, 
cubran los nidos, 
donde en eterno amor, 
y en pensamientos sumidos, 
se entreguen los amantes, 
¡nido tras nido! 
¡Intrigas nacientes! 
Cargado racimo 
viértase en cuba 
de repletos lagares; 
viértanse en ríos 
espumosos vinos, 
y cantando entre puras 
piedras preciosas, 
dejen las alturas 
lejos, tras de sí, 
ensánchense en lagos, 
para el placer 
de verdes colinas. 
Y que las aves 
beban con fruición, 
vuelen hacia el sol, 
vuelen hacia las claras 
islas perdidas 
que sobre las olas 
se balancean; 
donde los coros 
de los alegres oigamos, 
donde en los prados 
dancen bailarines, 
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y a campo raso 
disfruten todos. 
Algunos suben 
a las montañas, 
otros ya nadan 
en las lagunas, 
otros se ciernen; 
todos buscan vida, 
todos lejanía 
de amadas estrellas, 
de bendito favor. 
MEFISTÓFELES 
¡Duerme! ¡Bien lo habéis hecho, aéreos y delicados muchachos! 
¡Fielmente me lo habéis arrullado! 
Por ese concierto quedo vuestro deudor. 
¡Todavía no eres el hombre que pueda retener al diablo! 
Embaucadlo con dulces ilusiones, 
hundidlo en un mar de delirio; 
mas, para destruir el encanto de ese umbral, 
el diente de una rata necesito. 
No hará falta mucho tiempo para conjurarla, 
ya se acerca una corriendo y con presteza me oirá. 
El señor de las ratas y de los ratones, 
de las moscas, los sapos, las pulgas y los piojos 
te ordena que vengas 
a roer este umbral 
como si estuviera untado de manteca… 
¡Ahí viene ya pegando brincos! 
¡Pues manos a la obra! La punta que me detuvo 
ahí la tienes, en el canto. 
Un nuevo mordisco y asunto concluido; 
pues bien, Fausto, sigue soñando hasta la próxima. 
FAUSTO (Despertándose.) 
¿He sido nuevamente presa del engaño? 
¿Se extingue así el tropel de tanto espíritu, 
en el que el diablo me engaña con un sueño 
y un perro se me escapa de las manos? 
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GABINETE DE ESTUDIO 
FAUSTO, MEFISTÓFELES. 
FAUSTO 
¿Llaman? ¡Adelante! ¿Quién querrá de nuevo perturbarme? 
MEFISTÓFELES 
Soy yo. 
FAUSTO 
¡Adelante! 
MEFISTÓFELES 
Por tres veces habrás de repetirlo. 
FAUSTO 
¡Adelante, pues! 
MEFISTÓFELES 
Así me gusta. 
Nos llevaremos bien, espero; 
pues para disipar tus quimeras 
aquí estoy como noble caballero; 
en rojo traje de oro guarnecido, 
de regia seda la capa, 
la pluma de gallo en el sombrero, 
con una larga y puntiaguda espada; 
y ahora te aconsejo, en suma, 
que me imites en el atavío, 
para que libre ya de toda traba 
conozcas los placeres de la vida. 
FAUSTO 
En cualquier traje sentiré bien la tortura 
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de la angustiosa vida terrenal. 
Para entregarme al juego soy muy viejo; 
muy joven, ¡ay!, para el deseo olvidar. 
¿Qué puede ofrecerme ya este mundo? 
Renunciar debes, debes renunciar; 
tal es la eterna cantinela 
que en todos los oídos resuena, 
la que, durante toda nuestra vida, 
nos canta con voz ronca cada hora. 
Tan solo con espanto me despierto en las mañanas; 
quisiera entonces llorar amargas lágrimas 
al ver el nuevo día que, en su curso, 
no colmará ni uno de mis deseos, ni uno solo, 
pues hasta el mero presentimiento de placer alguno 
con terca y rebuscada crítica aminora, 
empleando las mil caricaturas de la vida 
para frenar las ansias de crear aquí en mi pecho. 
Y cuando cae la noche, 
con miedo en el lecho he de tenderme; 
tampoco allí el descanso me es brindado: 
feroces sueños me aterrorizarán. 
El dios que anida en mi pecho 
puede hacerme vibrar interiormente, 
mas siendo de mis fuerzas soberano, 
ningún poder sobre el mundo externo tiene. 
Y así es para mí una carga la existencia; 
la muerte, deseable; la vida, algo que odio. 
MEFISTÓFELES 
La muerte, empero, jamás será el huésped añorado. 
FAUSTO 
¡Oh, dichoso aquel que en el esplendor de la victoria 
ciñe en sus sienes la corona de sangrante laurel 
y que después de un ardiente baile placentero 
se encuentra en los brazos de una dulce doncella! 
¡Oh, si ante la gran fuerza del espíritu, 
arrebatados los sentidos, hubiese caído sin vida! 
MEFISTÓFELES 
Y yo sé de alguien que una noche 
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no osó apurar cierto brebaje obscuro… 
FAUSTO 
El espionaje, al parecer, te place. 
MEFISTÓFELES 
Omnisciente no soy, pero de muchas cosas soy consciente. 
FAUSTO 
Si de la espantosa confusión 
un dulce y conocido tono pudo arrancarme, 
si el resto de infantiles sentimientos 
con sus ecos de alegres días pasados me engañó, 
¡maldigo entonces todo cuanto al alma 
con artimaña y persuasión envuelve, 
sujetándola con halagos y zalamerías 
a esta gruta cruel y tenebrosa! 
¡Maldita sea ante todo la alta opinión 
con la que el espíritu a sí mismo se envuelve! 
¡Maldito el esplendor de la apariencia 
que trata de asaltar nuestros sentidos! 
¡Maldito lo que en sueños nos seduce, 
ilusiones de gloria y de fama! 
¡Maldito todo cuanto nos halaga 
por ser propiedad: hijo, arado y siervo! 
¡Malditas las riquezas 
cuando a arriesgadas hazañas nos incitan, 
y cuando, en aras de la diversión ociosa, 
los blandos almohadones bajo el cuerpo nos colocan! 
¡Maldito el balsámico mosto de la uva! 
¡Maldito ese supremo favor del amor! 
¡Malditas la fe y la esperanza, 
y maldita sobre todo la paciencia! 
CORO DE ESPÍRITUS (Invisibles.) 
¡Ay, dolor!, ¡ay, dolor! 
Has destruido 
al hermoso mundo 
con puño potente; 
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¡ya cae y se derrumba! 
Un semidiós lo ha hecho pedazos. 
Llevamos 
las ruinas hacia la nada 
y lloramos 
las bellezas perdidas. 
¡Oh, tú, el más poderoso 
de los hijos de la tierra, 
reconstrúyelo, 
aún más espléndido 
edifícalo en tu corazón! 
¡Una existencia nueva 
comience 
con claros sentidos, 
y que cánticos nuevos 
la acompañen! 
MEFISTÓFELES 
Esos son, de los míos, 
los más pequeños. 
¡Con qué sabiduría de mayores 
al placer y a la acción te aconsejan! 
Quieren atraerte 
hacia el ancho mundo; 
lejos de la soledad, 
donde se atrofian sentidos y congestionan humores. 
Deja de jugar con tu tristeza, 
que cual buitre te devora en vida; 
la peor de las compañías te hará sentir 
que un hombre entre hombres eres; 
mas, no es que haya pensado 
meterte entre la chusma; 
si bien no soy ninguno de los grandes, 
si deseas, unido a mí, 
emprender tus pasos por la vida, 
con gusto me avendré 
a ser tuyo desde ahora; 
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seré tu compañero, 
y si así te contento: 
¡seré tu servidor, seré tu esclavo! 
FAUSTO 
¿Y qué tendré que darte en pago? 
MEFISTÓFELES 
Para ello tienes todavía largo plazo. 
FAUSTO 
¡No, no!, que el demonio es egoísta 
y no hace tan fácilmente de manera gratuita 
lo que redunda en provecho de otro. 
Expresa claramente las condiciones, 
que un servidor tal mete el peligro en casa. 
MEFISTÓFELES 
Me comprometeré aquí a tu servicio, 
a una señal tuya no tendré descanso ni reposo; 
cuando nos volvamos a encontrar en el «más allá», 
habrás de hacer lo mismo conmigo. 
FAUSTO 
Ese «más allá» poco me importa; 
si destruyes este mundo, 
que venga luego el otro en buena hora. 
De esta tierra manan mis alegrías, 
y ese sol alumbra mis pesares; 
cuando pueda separarme de ambos 
que ocurra entonces lo que quiera y pueda. 
De ese tema no quiero saber nada, 
no me importa si después también se odia y ama, 
si también en aquellas esferas 
hay un abajo y un arriba. 
MEFISTÓFELESEn ese sentido puedes arriesgarte. 
¡Comprométete!, que en estos días 
con alegría habrás de ver mis artes; 
te daré lo que ningún hombre ha visto todavía. 
FAUSTO 
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¿Qué podrías tú, pobre diablo, dar? 
¿Es que un espíritu humano, en su sublime anhelo, 
fue comprendido alguna vez por los de tu condición? 
¿Tienes acaso alimentos que no sacien, 
tienes oro de amarillo ardiente, 
que sin cesar, cual azogue, entre las manos se derrita?; 
¿tienes un juego en el que no se gane nunca 
y una chica, que ya apoyada en mi pecho, 
le haga guiños al vecino y con él se comprometa?; 
¿tienes el gozo divino de la gloria 
que cual astro fugaz desaparezca? 
¡Muéstrame el fruto que se pudra antes de ser arrancado 
y árboles que verdezcan día tras día! 
MEFISTÓFELES 
Semejante mandato no me asusta, 
puedo poner a tus pies tales tesoros. 
Mas el tiempo llegará, mi caro amigo, 
en el que algo bueno disfrutaremos con calma. 
FAUSTO 
Si alguna vez, sosegado, me tumbo en blando diván, 
¡que sea ese el mismo instante de mi perdición! 
Si puedes alguna vez mentirme de tal modo 
que llegue a estar contento de mí mismo, 
si con placeres engañarme puedes, 
¡que sea ese para mí el último día! 
¡Tal es la apuesta que propongo! 
MEFISTÓFELES 
¡Chócala! 
FAUSTO 
¡Y una tras otra!; 
si llegase a decirle a ese instante 
«¡detente, eres tan bello!», 
podrás entonces cargarme de cadenas, 
¡hundirme aceptaré de muy buen grado!, 
que repiquen entonces por mí a muerto las campanas 
y quedes tú liberado del servicio; 
deténgase el reloj, caigan las manecillas, 
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¡que el tiempo para mí se haya acabado! 
MEFISTÓFELES 
¡Piénsalo bien!, que no hemos de olvidarlo. 
FAUSTO 
Estás en tu pleno derecho; mas, 
no creas que frívolamente me he sobrepasado. 
Haga lo que haga seré esclavo, 
¿qué importa si de ti o de algún otro? 
MEFISTÓFELES 
Hoy mismo, en un gaudeamus, 
cumpliré mis deberes de criado. 
Mas, algo falta: por Dios o por el diablo 
te pido tan solo un par de líneas. 
FAUSTO 
¿También exiges algo escrito, so pedante? 
¿No has conocido aún a hombre alguno ni sabes de palabra de caballero? 
¿No basta con que mi palabra dada 
disponga para siempre de mis días? 
Corre el mundo por todos los torrentes, 
¿y no ha de detener una promesa? 
Aunque nos hayan inculcado tal locura, 
¿a quién no gustaría librarse de ella? 
¡Feliz del hombre que candorosamente la lealtad lleve en su pecho, 
pues no habrá de lamentar sacrificio alguno! 
Aun cuando un pergamino escrito y bien sellado 
es un fantasma que a todo el mundo asusta. 
La palabra expira ya en la pluma, 
amos son entonces lacre y cuero. 
¿Qué exiges de mí espíritu maligno: 
bronce, mármol, papel o pergamino? 
¿He de escribir con buril, escoplo o pluma? 
Te permito elegir a tu placer. 
MEFISTÓFELES 
¡Qué pronto exageras 
apasionadamente tus palabras! 
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Si cualquier papelucho es bueno; 
pero con una gota de tu sangre has de firmar. 
FAUSTO 
Si eso te satisface plenamente, 
hágase la payasada. 
MEFISTÓFELES 
La sangre es un jugo muy particular. 
FAUSTO 
¡No temas, no romperé este pacto! 
El uso de todas mis fuerzas 
es precisamente lo que aquí prometo. 
Levanté demasiado la cerviz, 
y ahora soy solo uno de los tuyos. 
El gran espíritu me repudió, 
la naturaleza se cierra ante mis pies, 
el hilo del pensamiento ya está roto, 
náuseas me da desde hace tiempo todo saber; 
¡calmemos pues en las profundidades de la sensualidad 
nuestras ardientes pasiones! 
¡Que en los impenetrables velos del encanto 
se encuentre ya dispuesto todo milagro! 
¡Precipitémonos en el zumbar del tiempo, 
en el rodar eterno del acontecer!, 
y que luego dolor y placer, 
éxito e infortunio 
se sucedan como les venga en gana, 
pero que el hombre actúe sin descanso. 
MEFISTÓFELES 
Ni medida ni meta alguna os son impuestas; 
si os apetece picar por todas partes 
o cazar al vuelo cuanto encuentres, 
tendréis todo aquello que os deleite, 
¡pero toma lo que te ofrezco y no seas tonto! 
FAUSTO 
Si lo estás oyendo: no estoy hablando de alegría. 
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Al tumulto me consagro, al placer más doloroso, 
al odio enamorado, al hastío entretenido. 
Mi pecho, curadas ya sus ansias de saber, 
no ha de cerrarse en el futuro a tormento alguno, 
y lo que a la humanidad entera le está dado 
quiero experimentarlo en lo más recóndito de mí mismo, 
alcanzar con mi intelecto lo más alto y lo más bajo, 
acumular en mi pecho sus alegrías y sus penas, 
y así ampliar mi propio ser hasta el ser suyo, 
y, como ella misma, finalmente, ¡fracase yo también! 
MEFISTÓFELES 
¡Ay!, créeme a mí, que desde hace algunos miles de años 
vengo comiendo de ese duro manjar: 
desde la cuna hasta el sepulcro 
¡no hay hombre que digiera esa rancia levadura! 
Cree a la gente de nuestra condición: 
¡para un dios únicamente está hecho el todo! 
Vive en un resplandor eterno, 
a nosotros nos sume en las tinieblas 
y para vosotros solo rezan las noches y los días. 
FAUSTO 
¡Pero es que lo quiero! 
MEFISTÓFELES 
¡Eso lo admito! 
Pero solo una cosa me inquieta: 
el tiempo es corto, el arte es largo; 
pensaba que os dejaríais enseñar. 
Asociaros a un poeta, 
haced que el buen señor se suma en pensamientos 
y que toda suerte de excelsas cualidades 
acumule en vuestra laureada testa: 
el coraje del león, 
la celeridad del ciervo 
la fogosa sangre del italiano 
y la perseverancia de los habitantes del norte. 
Haceros encontrar el secreto 
de cómo aunar magnanimidad y astucia 
para, con ardientes impulsos juveniles, 
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siguiendo un plan, enamoraros. 
Yo mismo quisiera conocer a un hombre tal; 
el señor Microcosmos llamaría. 
FAUSTO 
¿Qué soy entonces si no me es posible 
alcanzar la corona de la humanidad 
a la que tienden todos mis sentidos? 
MEFISTÓFELES 
Tú eres, a fin de cuentas…, lo que eres. 
Ponte pelucas de millones de rizos, 
calza en tus pies coturnos de una vara de alto; 
seguirás siendo siempre, sin embargo, lo que eres. 
FAUSTO 
Del espíritu humano, bien lo siento, 
en vano acumulé tantos tesoros, 
y cuando al fin descanso busco, 
ninguna fuerza nueva mana de mi interior; 
ni en el grosor de un pelo soy más alto. 
ni más cercano estoy de lo infinito. 
MEFISTÓFELES 
Mi buen señor, vosotros veis las cosas 
precisamente como se ven las cosas; 
hemos de hacer eso de forma más sagaz 
antes de que la alegría de vivir se nos escape. 
¡Qué diablos! Manos y pies, cabeza y trasero 
son, sin duda, tuyos; 
pero todo aquello que gozo en el momento, 
¿es por ello acaso menos mío? 
Si puedo pagar seis corceles, 
¿no son sus fuerzas las mías? 
Voy que vuelo y soy todo un señor 
como si tuviese veinticuatro patas. 
Por eso, ¡fresco y lozano! ¡Deja en paz a tus sentidos 
y métete dentro del mundo! 
Una cosa te digo: un tipo que cavila 
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es como un animal al que, en árida estepa, 
un espíritu maligno hace en círculos dar vueltas, 
mientras una espléndida y verde campiña se extiende alrededor. 
FAUSTO 
¿Y cómo hemos de empezar? 
MEFISTÓFELES 
Marchándonos, precisamente. 
¿En qué calvario estás metido? 
¿Qué clase de vida es la que llevas? 
¡Te aburres y aburres a tus chicos! 
¡Deja eso para tu panzudo vecino! 
¿Por qué te has de atormentar trillando paja? 
Pero si lo mejor de tus conocimientos 
no podrás revelárselo a los muchachos. 
¡Anda!, justamente oigo a uno en el pasillo. 
FAUSTO 
No me es posible verlo. 
MEFISTÓFELES 
Largo rato hace que aguarda el pobre chico, 
no se le puede dejar ir desconsolado. 
¡Venga!, dame tu garnacha y tu birrete, 
que precioso ha de sentarme ese disfraz. 
Se cambia de ropa. 
Y ahora, ¡déjalo a mi ingenio! 
No necesito más de un cuarto de hora; 
prepárate entretanto para nuestro hermoso viaje. 
FAUSTO sale. 
MEFISTÓFELES (En las largas ropas de FAUSTO.) 
Solo has de despreciar razón y ciencia, 
fuerza suprema de lahumanidad; 
deja que con ilusiones y sortilegios 
te apoye la mendacidad; 
entonces te tendré incondicionalmente… 
Le ha otorgado el destino un espíritu intrépido 
que avanza sin cesar 
y cuyas atropelladas ansias 
saltan por encima de los goces de la tierra. 
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Lo arrastraré por la salvaje vida, 
por la más prosaica trivialidad; 
se me ha de debatir, helar, paralizar, 
y en su insaciabilidad, 
comida y bebida flotarán ante sus ávidos labios, 
mas implorará el refrigerio en vano; 
aun cuando no se hubiese entregado al demonio, 
¡destinado estaba a perderse de todas maneras! 
Entra un ESTUDIANTE. 
ESTUDIANTE 
Llevo aquí poco tiempo solamente, 
y vengo, rebosante de devoción, 
a hablar y conocer a un hombre 
del que todos me hablan con veneración. 
MEFISTÓFELES 
¡Mucho me complace vuestra cortesía! 
Ante vos tenéis a un hombre como otros muchos. 
Decid, ¿habéis estado ya en casa de algún otro? 
ESTUDIANTE 
¡Os lo ruego, tomadme con vos! 
Vengo con el mejor ánimo del mundo, 
con una cantidad aceptable de dinero y en plena juventud; 
mi madre a duras penas consintió en mi partida; 
quisiera aprender aquí algo de provecho. 
MEFISTÓFELES 
Precisamente estáis en el sitio apropiado. 
ESTUDIANTE 
Con toda franqueza, quisiera ya marcharme; 
entre estos muros y estas galerías 
no logro sentirme a gusto en modo alguno. 
Es un lugar del todo sofocante, 
no se ve ninguna planta, ningún árbol, 
y en los salones, en los bancos, 
pierdo oído, vista y pensamiento. 
MEFISTÓFELES 
Eso es solo cuestión de acostumbrarse. 
No es desde un principio ni inmediatamente 
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que el niño se siente atraído por los pechos de la madre, 
pero pronto se nutre con fruición; 
y así en los pechos de la sabiduría 
día tras día encontraréis mayor placer. 
ESTUDIANTE 
Quiero prenderme alegremente de su cuello, 
pero, decidme, ¿cómo se llega allí? 
MEFISTÓFELES 
Aclarad, antes de proseguir: 
¿qué facultad elegís? 
ESTUDIANTE 
Quisiera que se me preparara de verdad 
y desearía abarcar cuanto hay en la tierra 
y en el cielo, 
la ciencia y la naturaleza. 
MEFISTÓFELES 
Os halláis entonces en la senda justa, 
pero no debéis dejaros distraer. 
ESTUDIANTE 
Me entrego en cuerpo y alma; 
pero desde luego que me placería 
un poco de libertad y esparcimiento 
en los hermosos días de asueto veraniegos. 
MEFISTÓFELES 
Aprovechad el tiempo, que tan deprisa huye, 
mas el orden enseña a ganar tiempo. 
Mi caro amigo, por eso os aconsejo 
el collegium logicum primero. 
Allí el espíritu os será bien adiestrado, 
lo encasquetarán en botas de tormento de tal suerte 
que con mayor prudencia avance, 
deslizándose por las sendas del pensamiento, 
y no que acaso en zigzag 
ande de allá para acá en busca de fuegos fatuos. 
Y luego aprenderéis, en más de un santo día, 
que para aquello que, por lo común, sin ton ni son 
habéis realizado como el comer y beber holgadamente, 
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el orden militar es necesario. 
En verdad que el taller del pensamiento se me antoja 
la pieza de maestría de un tejedor, 
donde una patada hace mover mil hilos; 
dispáranse entonces las lanzaderas, ascienden y descienden, 
corren las invisibles hebras, 
y de un golpe he ahí las mil combinaciones. 
Llega el filósofo 
y os demuestra que ha de ser 
lo primero de esta suerte, lo segundo de esta otra 
y por eso lo tercero y lo cuarto de esta manera; 
por lo que si lo primero y lo segundo no hubiesen existido, 
ni lo tercero y cuarto existirían. 
Esto es algo que ensalzan los estudiantes por doquier, 
pero hasta ahora ninguno ha llegado a tejedor. 
Quien quiere conocer y describir algo vivo, 
trata primero de arrancarle el alma; 
tiene entonces las partes en su mano; 
solo le falta, por desgracia, el nexo espiritual. 
«Manipulación de la naturaleza» llaman a eso los químicos, 
mofándose de sí mismos sin darse cuenta. 
ESTUDIANTE 
No os puedo comprender del todo. 
MEFISTÓFELES 
La próxima vez irá ya algo mejor; 
cuando aprendáis a reducirlo todo 
y a clasificarlo como es debido. 
ESTUDIANTE 
Me siento tan aturdido por todo eso, 
como si una rueda de molino diese vueltas en mi cabeza. 
MEFISTÓFELES 
Después, y antes que a cualquier otra cosa, 
¡a la metafísica os tenéis que dedicar!, 
procurando entender perspicazmente 
aquello que no se aviene con el cerebro humano, 
pues para lo que en él encaje o deje de encajar 
tendréis siempre a vuestro servicio una espléndida palabra. 
Mas, en primer lugar, durante ese medio año 
1920 
1925 
1930 
1935 
1940 
1945 
1950 
 55 
observad el más riguroso orden. 
Cinco horas tenéis todos los días; 
¡estad dentro al toque de campana! 
Habréis de prepararos de antemano 
y estudiar muy bien los parágrafos, 
para que advirtáis tanto mejor 
que nada nuevo se dice que no esté escrito en el libro; 
no obstante, seréis aplicado al escribir, 
¡como si os estuviese dictando el propio Espíritu Santo! 
ESTUDIANTE 
¡No tendréis necesidad de decirme eso dos veces! 
Pienso en cuán provechoso es, 
pues lo que se posee por escrito 
puede uno llevárselo tranquilamente a casa. 
MEFISTÓFELES 
Pero ¡elegid una facultad! 
ESTUDIANTE 
La jurisprudencia no acaba de gustarme. 
MEFISTÓFELES 
No os lo puedo tomar a mal, 
pues sé lo que pasa con esa ciencia. 
Leyes y derechos se transmiten por herencia 
como una sempiterna enfermedad; 
se arrastran de generación en generación 
y avanzan con tiento de comarca en comarca; 
la razón en locura se convierte; la caridad, en plaga. 
¡Pobre de ti, que te tocó ser nieto!, 
pues del derecho que nació contigo, 
de ese, ¡por desgracia!, jamás se habla. 
ESTUDIANTE 
Hacéis que mi repugnancia se acreciente. 
¡Oh, feliz de aquel al que enseñéis! 
Casi quisiera, pues, estudiar teología. 
MEFISTÓFELES 
No quisiera confundiros; mas, 
en lo que a esa ciencia respecta…, 
es tan difícil evitar el camino falso, 
1955 
1960 
1965 
1970 
1975 
1980 
 56 
hay en ella tanto veneno oculto 
y es tan difícil distinguirlo del remedio, 
que lo mejor aquí es también si solo escucháis a «uno» 
y os pronunciáis por la palabra del maestro. 
En general… ¡ateneos a la palabra! 
Entraréis entonces por la puerta cierta 
al templo de la verdad. 
ESTUDIANTE 
Pero un concepto ha de haber en la palabra. 
MEFISTÓFELES 
¡De acuerdo!, pero no hay que atormentarse mucho y tener miedo, 
pues precisamente donde los conceptos faltan 
surge una palabra en el momento justo. 
Con palabras se puede discutir de maravilla, 
un sistema puede crearse con palabras, 
en palabras se puede tener fe perfectamente, 
y ni una jota puede quitársele a la palabra. 
ESTUDIANTE 
¡Disculpad!, os retengo con muchas preguntas, 
pero he de importunaros todavía. 
De la medicina, ¿no quisierais decirme también 
alguna que otra palabrita aguda? 
Tres años es un breve tiempo, y, 
¡ay, mi Dios!, que el campo es demasiado extenso; 
pero si uno recibe tan solo algún consejo, 
antes podrá comprenderlo. 
MEFISTÓFELES (Para sí.) 
Estoy ya harto de este árido tono, 
a mi papel de diablo vuelvo. 
En voz alta. 
La esencia médica es fácil de entender: 
primero estudiáis a fondo el mundo grande y el pequeño, 
y luego los dejáis marchar 
como Dios mande. 
Inútil es que os metáis en científicas elucubraciones, 
1985 
1990 
1995 
2000 
2005 
2010 
 57 
pues cada cual aprende solamente lo que puede, 
mas, el que del momento provecho saca, 
ese es el hombre apropiado. 
Estáis bastante bien constituido, 
audacia tampoco os faltará, 
y con solo que confiéis en vos mismo, 
las demás almas en vos confiarán. 
Aprended en especial a dirigir a las mujeres; 
su eterno lamentar, 
con tantas variaciones, 
se puede curar de un solo modo, 
y si lo hacéis con mediana honradez 
a todas tendréis en un puño. 
Un título ha de convencerlas ante todo 
de que vuestro arte supera a muchas artes; 
para ser bien acogido, meteos por todos esos rincones 
por los que otros rondan tantos años, 
sabed tomar el pulso con soltura 
y conardientes y astutas miradas 
cogedlas libremente por el delgado talle 
para ver qué apretado está el corsé. 
ESTUDIANTE 
¡Esto ya se ve mejor!, pues se ve el dónde y el cómo. 
MEFISTÓFELES 
Gris, caro amigo, es toda teoría, 
y verde el dorado árbol de la vida. 
ESTUDIANTE 
Os juro que todo esto me parece un sueño. 
¿Podría importunaros otra vez 
para escuchar a fondo vuestra sabiduría? 
MEFISTÓFELES 
Haré con gusto lo que pueda. 
ESTUDIANTE 
No puedo irme 
sin haberos presentado antes mi álbum. 
2015 
2020 
2025 
2030 
2035 
2040 
 58 
¡Hacedme la merced de unas líneas! 
MEFISTÓFELES 
¡Muy bien! 
Escribe y se lo tiende. 
ESTUDIANTE (Leyendo.) 
Eritis sicut Deus, scientes bonum et malum. 
Lo cierra respetuosamente, saluda y se retira. 
MEFISTÓFELES 
Sigue la vieja sentencia y a mi avúncula, la serpiente, 
¡y habrás de horrorizarte algún día de tu divina semejanza! 
Entra FAUSTO. 
FAUSTO 
¿Adónde habremos de ir ahora? 
MEFISTÓFELES 
Adonde más te plazca. 
Veremos el mundo pequeño, luego el grande. 
¡Con qué placer, con qué gusto 
vas a aprovechar a fondo el curso! 
FAUSTO 
Ya solo por mis luengas barbas 
me falta el arte ligero de vivir. 
No me saldrá bien el intento, 
pues nunca he sabido comportarme en el mundo. 
Ante otros me siento tan pequeño, 
que continuamente estaré cohibido. 
MEFISTÓFELES 
Todo se arreglará, mi buen amigo, 
vivir sabrás en cuanto en ti confíes. 
FAUSTO 
¿Pero cómo saldremos de casa? 
¿Dónde tienes caballos, siervo y coche? 
MEFISTÓFELES 
Tan solo hemos de extender la capa. 
Ella habrá de transportarnos por los aires. 
Al dar este audaz paso 
no lleves contigo ningún bulto grande. 
2045 
2050 
2055 
2060 
2065 
 59 
Un poco de aire inflamable, que yo prepararé, 
nos levantará prontamente de esta tierra. 
Y si vamos ligeros, nos elevaremos velozmente. 
¡Te congratulo por el nuevo curso de tu vida! 2070 
 60 
SÓTANO DE LA TABERNA DE AUERBACH EN LEIPZIG 
Francachela de alegres compañeros. 
FROSCH 
¿Nadie quiere beber? ¿Nadie reír? 
¡Os voy a enseñar a hacer visajes! 
Hoy sois en verdad como paja mojada, 
y eso que ardéis por lo común en claras llamaradas. 
BRANDER 
Tuya es la culpa; nada se te ocurre, 
ni una tontería, ni una cochinada. 
FROSCH (Echándole un vaso de vino por la cabeza.) 
¡Pues ahí tienes ambas cosas! 
BRANDER 
¡So cerdo! 
FROSCH 
Vosotros lo queríais, ¡pues hay que serlo! 
SIEBEL 
¡Que salga por esa puerta quien dispute! 
¡Cantad la ronda a pleno pecho, bebed y gritad! 
¡Viva! ¡Hurra! ¡Tra, la, la! 
ALTMAYER 
¡Ay de mí! ¡Perdido estoy! 
¡Algodón, que me rompe los oídos! 
SIEBEL 
Cuando la bóveda resuena 
2075 
2080 
 61 
es cuando se aprecia bien la voz del bajo. 
FROSCH 
¡Eso es, fuera de aquí quien se incomode! 
¡Hurra! ¡Tra, la, la! 
ALTMAYER 
¡Hurra! ¡Tra, la, la! 
FROSCH 
Las gargantas están templadas. 
Canta. 
El querido Sacro Imperio romano, 
¿cómo es que puede mantenerse todavía? 
BRANDER 
¡Canción repugnante! ¡Qué asco! ¡Se trata de política! 
¡Me molesta esa canción! ¡Dadle gracias a Dios cada mañana 
por no tener que velar sobre el Imperio romano! 
Yo, al menos, considero una rica ganancia 
no ser emperador o canciller. 
Pero tampoco a nosotros ha de faltarnos jefe: 
vamos a elegir un papa. 
Sabéis muy bien cuál es la cualidad que más importa, 
aquella que eleva al hombre. 
FROSCH (Canta.) 
Remonta el vuelo, bello ruiseñor, 
dale mil saludos a mi dulce amor. 
SIEBEL 
¡Nada de saludos para el dulce amor! ¡Nada quiero oír de eso! 
FROSCH 
Pues saludos y besos para el dulce amor, ¡que no me lo vas a prohibir! 
Canta. 
Descorre el pestillo, en la noche silenciosa; 
descorre el pestillo, el amado aguarda; 
echa el pestillo, en la madrugada. 
SIEBEL 
¡Sí, canta, canta bien y alábala y ensálzala! 
Que ya me llegará el turno de soltar la carcajada. 
A mí ya me ha embaucado, contigo lo mismo hará. 
2085 
2090 
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2100 
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 62 
¡Que le toque por amante un gnomo! 
¡Que con él se entienda en la encrucijada! 
Que un viejo demonio, en cabrón transfigurado, al volver del aquelarre, 
todavía le pueda dar las buenas noches, ¡berreando y al galope! 
Pues un auténtico y bravo hombre de carne y hueso 
es demasiado para la moza. 
No quiero saber nada de saludos, 
¡a no ser el de romperle a pedradas las ventanas! 
BRANDER (Aporreando la mesa.) 
¡Atención! ¡Atención! ¡Oídme! 
Reconoced que sé vivir, caballeros. 
Gente enamorada se encuentra sentada aquí; 
y a ellos, como a su posición corresponde, 
he de ofrecer lo mejor que tengo para una buena noche. 
¡Prestad, pues, atención, que es una canción de novísimo corte! 
¡Y cantad conmigo fuerte el estribillo! 
Canta. 
Érase una rata en un agujero, 
que vivía de grasa y mantequilla, 
y de tragar le salió una pancilla 
como la del doctor Lutero. 
La cocinera veneno le echó; 
y el mundo se le estrechó 
como si en el pecho llevara el amor. 
CORO (Dando gritos de júbilo.) 
Como si en el pecho llevara el amor. 
BRANDER 
Salió enloquecida afuera, 
de todos los charcos bebía; 
arañó la casa entera 
sin salir de la agonía. 
De dolor brincaba y chillaba, 
sintiendo que la muerte llegaba 
como si en el pecho llevara el amor. 
CORO 
Como si en el pecho llevara el amor. 
BRANDER 
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 63 
De dolor, a plena luz del día, 
se metió en la cocina corriendo, 
y de pronto en el fuego cayó, 
y en el fuego acabó su agonía. 
La salvaje mujer se reía 
al oírla lanzar su estertor 
como si en el pecho llevara el amor. 
CORO 
Como si en el pecho llevara el amor. 
SIEBEL 
¡Cómo se divierten los vulgares patanes! 
¡Bonito arte ese 
de espolvorearle veneno a las ratas! 
BRANDER 
¿Parece ser que cuenta con tus grandes simpatías? 
ALTMAYER 
¡El barrigón de la testa pelada! 
La desgracia lo hace manso y dulce; 
y en esa rata hinchada 
su imagen y semejanza descubre. 
FAUSTO y MEFISTÓFELES. 
MEFISTÓFELES 
Ahora, por sobre todas las cosas, 
he de introducirte en alegre compañía, 
para que veas cuán fácil es vivir. 
Para el vulgo aquí cada día es una fiesta. 
Con poco ingenio y mucho gozo 
da vueltas cada quien en el estrecho baile de circo 
como gatitos jugando a perseguirse el rabo. 
Cuando no se quejan de dolor de cabeza, 
y mientras el tabernero fía, 
están contentos y despreocupados. 
BRANDER 
Esos llegan precisamente de un viaje, 
se les nota en su extravagante modo; 
ni una hora llevarán aquí. 
2145 
2150 
2155 
2160 
2165 
 64 
FROSCH 
¡Pues es verdad, tienes razón! ¡Mi Leipzig, yo te prefiero! 
Es un París en pequeño y sabe educar a sus gentes. 
SIEBEL 
¿Qué piensas de esos forasteros? 
FROSCH 
¡Dejadme que vaya a verlos! Tras una copa repleta, 
y como si de un diente de leche se tratara, 
ya veréis cómo les arranco fácilmente a esos tipos el secreto. 
Me parecen ser de noble cuna, 
pues se ven arrogantes y amargados. 
BRANDER 
Charlatanes son, a buen seguro, ¡apuesta! 
ALTMAYER 
Quizá. 
FROSCH 
¡Poned atención, que yo les apretaré las clavijas! 
MEFISTÓFELES (A FAUSTO.) 
El populacho nunca advierte la presencia del demonio, 
aun cuando este lo tenga ya cogido por el pescuezo. 
FAUSTO 
¡Os saludamos, caballeros! 
SIEBEL 
Os devolvemos el saludo agradecidos. 
Por lo bajo, observando a MEFISTÓFELES de reojo. 
¿Por qué cojeará el tipo de un pie? 
MEFISTÓFELES 
¿Permitís que nos sentemos con vosotros? 
En vez de una buena bebida, imposible aquí de obtener, 
habrá de deleitarnos vuestra compañía. 
ALTMAYER 
Parecéis hombre muy refinado. 
FROSCH 
Según se ve, habéis salido tarde de Babia. 
¿Tuvisteis tiempo, quizá, de cenar con el tío Babieca? 
2170 
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 65 
MEFISTÓFELES 
Hoy tuvimos que seguir viaje sin detenernos en su casa, 
mas la última vez hablamos con él largo y tendido; 
mucho supo contarnos de sus parientes, 
y muchos saludos nos encargó para cada uno. 
Se inclina ante FROSCH. 
ALTMAYER (Por lo bajo.) 
¡Ahí lo tienes! ¡Bien lo entiende! 
SIEBEL 
¡Vaya tipo socarrón! 
FROSCH 
¡Pues, espera, que ya te cogeré! 
MEFISTÓFELES

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