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03 Espana en Guinea Ecuatorial

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España en Guinea Ecuatorial 
(1778 - 1892) 
POR 
J U A N BTA. P I L A R 
ANTECEDENTES HISTORICOS 
La presencia española eii el golfo de Cuiilea es tan antigua como la 
lx~rtugiiesa. 
En los primeros aílos del siglo XV, cuando los lusitailos iniciaban su 
formida1)le carrera ultramarina, arriesgados navegantes de la Andalucía 
liberatla alcaiizabaii c2on sus frágiles einbarcaciones la gran bahía de 
Biafra, clestle donde retorilabaii a la Península con valiosos "rescates". No 
obstante la veci~idatl del estado nazarita, el sector bético-andaluz gozaba 
tle una prosperidad enviclial~le, cimciitatla sólitlameiiie eii la riqueza agro- 
pecuaria de ciudades y señoríos; eii los recursos marítimos del litoral -"el 
pan de la marn-, y eii la técnica y capitales de los iiimigrantes genoveses. 
Sevilla ya era eiitonces la urbe más populosa <le la Corona de Castilla, y 
los grande5 seílores cbn ella aveciiidados competían activamente con baii- 
queros, armadores y coinerciantes, coiitribiiyendo a la financiación de las 
productivas e\pedicioi~es a Rerberia, Africa occidental y Guiiiea. 
Si bien los monarcas castellaiios ilo intervinieron nunca activamente 
en tales empresas, dados los pingües beiieficios que las mismas reportaban 
al tesoro, las favorecieron y mhs adelailte las reglameiitaron y protegieroii 
de la competencia lusitaiia. 
En la prolongada disputa diplomática hispaiio-1,ortuguesa por la so- 
beranía del Africa atllíntica, Guinea coiistituyó siempre criestión ba- 
tallona; pero mal podían competir ac~ucllas iniciativas privadas anclalu- 
zas con el formidable aparato colonizador tle Portiigal. Al producirse el 
descubrimjeiito colombiilo, Castilla postpone siis antiguas aspiraciones 
africanas a los nuevos iritercscs incliailos, eil fuiici6n <'le los cualcs conser- 
va las Canarias y sus clerechos sobre la costa sahiric,a frontera, olviclinclo- 
se por el momento de todo lo clemlís. Guinea clueclti pues abaiiclonada al 
país hermano, cuyo soberano Juaii 11 se tituló seílor de iiiias tierras, que 
desde años atrás venían sienclo exploradas poi. Fernanclo Comes, Joao de 
Santarem, Pedro de Escobar, Diego Cams, Bartoloii-16 Dias, Lope Gonsal- 
ves, Fernando Póo y otros miichos navegantes lusitanos cn su esforzada , 
búsqueda de un paso hacia la India. 
España no replantearia la cuestihii de Guinea I-iasta muy avanzado el 
siglo XVIII. 
Esparirc ~ r c Guircr~n Ecuntorial ( 1 778-1892) 
TRATADOS DE SAN ILDEFONSO Y EL PARDO 
Desde que eii primero de enero tle 1680 Portugal, aprovechando la 
debilidad de la España de Carlos 11, ocupó parte de la margen septentrio- 
nal de la descml>ocadura tlel río de la Plata, fundando en ella uil impor- 
tante establecimiento al que designó como Colonia del Sacramento, que- 
daroil envenenadas las relaciones eiitre ambas potencias peninsulares. Los 
conflictos suscitados con tal motivo a lo largo de la decimoctava centuria 
fueron iiinumerables. Fiilalmeilte, eil primero de octubre de 1777 Carlos 111 
llegó a iin acuerdo -Tratado de San Ildefonso- coi1 su sobrina María 1 
tle Portugal, eil virtud del cual ésta rei-iuilciaba al Sacramento y territorios 
adyacentes a cambio de las provincias de Santa Catalina y Río Grande 
tlel Sur, en el límite meridioilal del Brasil. Portugal nos cedía además eil 
el golfo de Guinea las islas de Fernailclo Póo ( l ) , Aiinobón, Corisco y am- 
bos Elobeyes, así como el litoral compreildido entre las desembocaduras 
tle los ríos Níger y Ogoué, o lo que viene a ser lo mismo, entre los cabos 
Formoso y López (2). El Tratado fue ratificado eil El Pardo en 24 de 
marzo cle 1778. 
?,Por clué en la solución de la vieja cuestión americana se incluyó un 
capítulo africano?. . . Floridablailca, el plenipotenciario español en ambas 
riegociacioiles, pensó que la tramitación del asunto pendiente con Portu- 
gal le daba oportiinidatl para, aparte de coilseguir un puiito de apoyo en 
(1) SILVEIRA, L. : D~scripción de la isla de Fernando Póo. en vísperas del 
Tratado de San Ildefonso. Madrid. 39 págs. t 2 gráf. 
(2) 1.0s veinticinco artículos referentes al Sacramento y otras cuestiones 
coloniales, iban seguidos de tres secretos c~lusivos a Guinea: 
((Artículo 1.1). Deseando S. M. Fidelísima corresponder a la magnanimidad 
de S M. Católica y condescender con todo !o que pueda ser grato y útil a sus 
vasallos, cede a la Cxona de España la isla de Annobón, en la costa de Africa, 
con todos los derechos, posesión y acciones que tiene a la misma isla para que, 
desde luego, pertenezca a los dominios espafioles; del propio modo que hasta 
ahora ha pertenecido a los de la Corona de Portugal. 
Art. 2.1~. Igualmente cede S. M. Fidelísima, en su nombre y en el de sus 
herederos y sucesores todo el derecho y acción que tienen o pueden tener a la 
isla de Fernando Póo, en el Golfo de Guinea, para que los vasallos de la Corona 
de España se puedan establecer e nella y negcciar en los puertos y costas opues- 
tas a la dicha isla, corrio son los puertos del río Gabaón, de los Camarones, de 
Santo Domingo, Cabo Formoso y otros de equel distrito. 
Art. 3". Todas las embarcaciones españolas, sean de guerra o del comercio 
de dicha Nación. que hicieran escala por las islas del Príncipe y de Santo Tomé, 
pertenecientes a la Corona de Portugal. para refrescar sus tripulaciones y pro- 
veerse de víveres y otros efectos necesarios. serán recibidos y tratados en las 
islas como la nación más favorecida, y lo mismo se practicará con las embar- 
caciones portuguesas dt? guerra o de comercio que fueran a la isla de Annobón 
o a la de Fernando Póo, pertenecientes a S. M. Católica)). 
Archivo del Ministwio de Asuntos Exteriores. Cajas de Tratados (s. XVIII). 
268 Juan Bta. Vilar 
la ruta de Filipiiias, satisfacer uiia aiitigua aspiraci(iii hispánica: atender 
por riuestros propios meclios a la creciente demanda de mano de obra ile- 
gra en las posesiones de Ultran~ar, sin necesidad de tener que servirnos de 
los hasta entonces indispensables intermediarios extranjeros. 
Los territorios riberelios del golfo de Guiriea durante casi tres cen- 
turias habían venido siendo los principalesproveedores de los tratantes 
europeos. Los portugueses habían constituído con acluellas tierras una 
circunscripción político-militar conocida como "Distrito de Biafra", ase- 
gurándose de este modo por un tiempo el control tle gran parte del ne- 
gocio de la trata, preponderancia que en lo referente a las Indias Occi- 
dentales -con mucho el primer consumidor- convirtióse en monopolio 
durante los ochenta afios de unidatl ibérica. 
A partir de 1640, año de la separación de España y Portugal, los ho- 
landeses sustituyen a los lusitailos en tan deplorable y lucr a t' ivo comer- 
cio, después de arrel~atar a sus rivales el coiltrol de las regiones guinea- 
nas. Una compaiiía ileerlandesa realizcí un activísimo tráfico entre 1640 y 
1648, y si bien en este último año devolvió a los portugueses Fernando 
Póo y otras posesiones, las Provincias Unidas siguieron controlando la 
trata entre Africa y América hasta finales de la decimoséptima centuria. 
Ya para entonces los portugueses habían reaccionado creando la "Compa- 
iíía de Corisco", que operaba entre el río Camarones y el cabo López, al 
tiempo que franceses e ingleses centraban sus actividades más al N,, en 
Nigeria y Senegambia. 
Durante el siglo XVIII fue Inglaterra la gran beneficiaria de este trá- 
fico. Coi1 tal procedimieilto se amasaron en aquel país muchas de las 
fortunas que servirían de punto de partida a la industrialización en la 
etapa siguiente. El Reino Unido liabía obtenido de Espaiia en el Tratado 
de Utrech el derecho de asiento de negros en sus posesiones americanas. 
Sobre la importancia de tal coilcesióil baste recordar que solamente entre 
1713 y 1750 los ingleses introdujeron en el Nuevo h,lunclo unos veinte mil 
esclavos anuales, aparte los destinados a Norteamérica, Brasil y Antillas 
menores, así como los transportados por el cuantioso tráfico ilegal, también 
prevonderantementebritánico. Obsérvese que los ingleses no tuvieron 
sin embargo la exclusiva en la importación de siervos. Francia introdujo 
unos 50.000 en virtud de varios acuerdos suscritos con España, y diversas 
entidades alemanas, italianas, holandesas y portuguesas firmaron contra- 
tos semejantes coi1 las autoridades españolas. 
La trata fue una de las pocas actividades mercailtiles -por no decir 
la única- que escapó al control monopolístico tle la España de los Aus- 
trias y primeros Borbones. Y es que si bien la introducción de mano tle 
obra negra era vital para la economía de la América virreirial, al Gobierno 
Espnfia en, Gr~incu Ecuatorial (1778-1892) 269 
español sicmpre le repugiió ocuparse directamente en tal asunto, no obs- 
tante tratarse de algo universalmente admitido en la época. Mas la cre- 
ciente demanda plante0 la necesidad de intervenir oficialmente un ile- 
gocio dernaqiado importante para estar en manos de particulares extran- 
jeros, y así cs como reiiiando Fernando VI se firmó en Londres un conve- 
iiio de fecha 5 de octubre tle 1750, en virtud del cual Gran Bretaña re- 
nuiiciaba a aquel privilegio a cambio de una fuerte suma. Ya entonces se 
pensh, a instancias de Ensenada, en adquirir de los portugueses el control 
de la Compaiiía de (‘arisco, pero antes se imponía llegar a un acuerdo con 
Portugal sobre el Sacramento y demás cuestiones pendientes entre ambas 
potencias; ello no se logró, según viinos más arriba, hasta 1777 por ini- 
ciativa de Floridablailca y del lusitano Souza Coutinho. Al hacerse pú- 
blico el tratado de San Ildefo~lso, cundió la alarma entre las grandes fir- 
mas negreras de Liverpool, Londres, Bristol, El Havre y Marsella, cuyos 
interese7 creados eran tales, que el hábil hloñino hubo de moverse con 
sumo cuidado y, según afirman Areilza y Castiella, "en 16 de mayo de 
1778 encargó a los ministros de España e11 Inglaterra y Francia que co- 
muiiicarari a sus respectivos Gobiernos que, si bien el Tratado hispano- 
portugués debía servir para procurar a la América española los brazos 
que necesitaba, era tan grande la falta de aquellos que, iiidudablemente, 
seguirían adquiriéndose una buena cantidad de negros a sus proveedores 
habituales" (3). 
No obstante lo anterior, la proyectada compañía hispana nunca llegó 
a fuilcionar. 
(3) AHEILZA, J . M y CASTIELLA, F. M. : Reivindicaciones de España. Madrid, 
1941, p. 235. 
Juan Bta. Vi lm 
OCUPACION ESPAROLA (4) 
Deseando el mencionado ministro la rápida y total cumplimentacibii 
de los tratados suscritos con Portugal, ordeiicí a las autoridades tlel 
virreiiiato del Plata el envio de una expedición que hiciera efectiva la pre- 
sencia española en Guinea. El virrey doii Pedro Ceballos se encargó per- 
sonalmente (le los preparativos. Fue clesigiiado jefe (le la expedición y 
comisario regio el brigadier don Felipe José Santos Toro González de Aii- 
tlrade, conde de Argelejos. El nombramietito cle segundo recayó eii el 
teniente coronel de Artillería, cloii Joaquiii Primo de Rivera: asesor técnico 
fue designado el teniente coronel de Ingenieros, don Francisco de Paula 
Estel~aii; finalmente, jefe de la flota, el capitáii tle fragata, don José Va- 
rela Ulloa. El comisario liisitano, fray Luis Caetano de Castro, desde Lis- 
boa se dirigiría a la isla de Príncipe, doiitle habría de reunirse con su co- 
lega español. 
En 17 de abril de 1778, veintiocho días más tarde de la ratificación de 
El Pardo, zarpó tle Montevideo la expedición allí organizada, desde que 
eii 20 de octubre de 1777 Floridablaiica enviase la "Iiistruccióii reservada 
cliie debe observarse para procedcr a tomar posesiOii tle las islas de Fer- 
liando Póo y AniiobGn, cedidas a España por la Coroiia de Portugal coi1 
doble fin: uno, hacer el comercio de negros en la costa de Guiiiea, y el 
otro, tener alguna arribada propia eii la i-iita tle Filipinas, clebieiido publi- 
carse la noticia de la cesión al mismo tiempo que la cle estar ya estable- 
cidos en las islas los españoles". La flotilla espafiol~i estaba iiitegratla por 
la fragata "Soletlatl", la azomaca "Concepcibn" y el pa.cluebote "Santiago". 
Posteriorniente se le incorporaría desde la peníilsula 1 ; ~ fragata "Santiago" 
y la polacra "Santa Eiigr~icia". Al parecer la fragata "Santa Catalina", 
coi~fuiidicla por varios autores coi1 la "Soledacl", más bien piirece portii- 
guesa, auiiqiie utilizada por Prinio de Rivera para pedir iiistruccioiies u 
hlaclrid. Argelejos llev6 consigo ciento ciiiciieiita hoiiil~res, provisioiic~s 
para más tle un año y cien mil pesos. 
En 29 de junio los expeclicioiiarios arribaron a la isla de Príncipe, 
agmrdaiido a la comisión 1usit:iiia ciuraiite tres meses, al término de los 
cuales, Argelejos solicitcí del gol~eriia(lor ( l i le le eiitrcy;nsc siii inAs demora 
(4) MORENO MURENO, .J. -4.: Reseña histrírica (le la pi*i?senci>i de España en 
el Golfo de Guinea. Madrid 101 págs. + 2 grabs. 
UNZUETA, A de: Historia grogrática (le la isla dc Fcrnanclo Póo. Madrid. 
1947. 486 págs. 
UNZUETA, A. de: Guinea Contiiiental Española Xiaclrid lC144 394 págs. 
los territorios ceclitlos; éste se ilegí), iiotificándose el hecho a Madrid, que 
protestí) en la corte Ijsl~oeta por el incumplimiento de los tratados. Al fin 
fuc enviado el esper~ido comisario, quieii en cuatro de octullre llegó a 
I~ordo de lti frng:ita "Ntra. Sra. tle Gracia" a la isla de Santo TomC, clc 
donde ambas comisioiies partieroii en 14 del mismo mes rumbo a Fer- 
nando Póo, desembarcando e11 21 y tomando posesión de la misma tres 
días mrís tarde, dc todo lo cual fue levantada acta. Transcurridos cinco 
días más, la expedicióii retornó a Santo Tomé, en donde permaneció del 
-3 al 10 cle noviembre ¿i la espera de u11 navío de refuerzo que poco antes 
había zarpado <le Ciidiz. Finalmente salió ruinbo a Ailnobí~n, en cuya 
travesía falleció el día 14 el conde dc Argelejos. El iiiievo jefe de la eu- 
~edicihn, Primo de Rivera, acompakdo del comisario lusitano, desembar- 
có en esta isla el 29. Allí hu l~o tle afrontar una enconada oposición de los 
isleños, quienes temían qiie los reciéii llegados fuesen tratantes de escla- 
vos, en vista de lo cwal y sin poder tomar l~osesión, hubo de volverse a 
Santo Tomé, despacliando a Espnña en busca tle iilstriicciones al capitán 
Varela Ulloa eii la fragata "Santa Catalina", al tieinpo que "Ntra. Sra. 
de Gracia" ponía rumbo a Baliía de Todos los Saiitos, en el Brasil, para 
reparar averías. En 20 de eiiero de 1780 llego a Santo Tomé la fragata 
"Santiago" con refiierzos y vituallas, proyectando el comisario la funda- 
ción de iin establecimiento en tierra firme, en ]ti descnil~ocatlura tlel Ga- 
bón. El Gobierno le ordenó sin embargo que abriera factorías permaneii- 
tes eii Feriiaiitlo F6c.i y quc sometiese a Annobóii. 
Primo tlc Rivera sc iilstaló en 1:i ensenada feriiaiidina de Coiicel>cióii, 
l>ermaiieciendo allí liasta finales de 1781 sin decitlirse a fundar nuevas 
colonias en la isla, ni a marchar sobre el insumiso islotc austral. Durantc 
aquellos tlos afios 1a.s eiiferinedades tropicales y los sufrimientos, trabajos 
y priv:icioncs diezmaron repetidamente a los españoles, cluieiies, reduci- 
tlos a iin número exiguo, fiieron prcsa del desaliento. En 27 de junio del 
80 ya lial~iaii fallecido ochenta y cinco expedicionarios, entre los cuales 
el teiliei~te coronel Estel~ail, amén de cincuenta y siete personas hospita- 
lizadas, algiiilas de las cuales fiieron evacuadas a Santo Tomé. En estas 
circunstancias estalló iin motín preparado y dirigido por el sargento Je- 
i.ónirno Martín y cuatro cabos, quienes privaron del mando al jefe. Zar- 
11aron rumbo a Santo Tomé, llevliiidose como prisionero a Primo de Ri- 
vera, aur-icjue no falta cluien afirme que fue abandonado en la isla y que 
tlespués de tratar iníitilmente de pedir socorros, ayudado por algunos in- 
dígenas, al fin pudo llegar también a la posesión lusitanri. Sea como fuere, 
con la ayuda tle los portugueses, que habían apresado a los amotinados, 
organizó la expedicihntle regreso, alcanzando Montevideo en febrero de 
178:3. DespuGs tlc poner a los cii1pal)les a disposicicíii (le las autoridades 
272 Juan Bta. Vilrii 
virreinales, y habiéndose repuesto de las pasadas desdichas, en agosto 
marchó a EspaÍia a dar cuenta de su actuación, aunque con escasa fortu- 
na, dado que la Real orden de 25 de mayo de 1785, indultaba al sargento 
Martín, cabecilla de la insurrección (5). 
La insalubridad del clima y demás factores negativos, que habían 
condenado al fracaso la expedición de Argelejos, no hicieron desistir a los 
gobernantes españoles de su primer propósito, Una serie de expedicio- 
nes, iniciadas hacia 1785, y entre las que destacaron las dirigidas por 
Morales, González Ramos y Grandallana, llevaron a cabo notables obser- 
vaciones geográficas, etnológicas y naturalistas, no sólo eil Fernando 
Póo y Annobón, sino también en el litoral africano que nos había concedi- 
do los tratados, y del cual aquellos tomaron posesióri. Menudearon igual- 
mente por entonces las expediciones de particulares procedentes, más 
que de la Península, de las Antillas, Nueva Granada, Venezuela y el Plata. 
Durante las agitadas tres primeras décadas de la decimoiloveila ceil- 
turia, España se olvidó prácticamente de sus posesiones guineailas. 
Hacia 1832. don Marceliilo de Andrés, médico v:iscoilgado dotado de 
loable iniciativa v curiosidad científica, llevó a cabo u11 periplo entre las 
islas de Cabo Verde y Angola, territorio este último desde donde pasó a 
Cuba. De Andrés permaneció algún tiempo en Dahomey, en la ciudad de 
Bomsi de cuyc, régulo Dadá era galeno. Aporta noticias de otro español, 
don Antonio Constanti, residente en la vecina urbe de Aguiti. Sobre 
Dahomey escribió una memoria muy completa que, publicada en España 
y traducida al francés, fue utilizada como fuente bisica de información 
en los círculos colonistas paribinos durante los preparativos que prece- 
dieron al establecimiento de un protectorado galo sobre aquel antiguo 
reino guineano, transformado en colonia en 1897 (6). 
No menos notables fueron los tres viajes que entre 1836 y 1839 realizó 
José Moros y Morellón, de los que dejó escritas dos interesantes memo- 
rias que reflejan bien la situación de Guinea en aquella época (7). Moros, 
catedrático de Náutica, afirma que aquellas latitudes eran visitadas anual- 
mente por más de un centenar de buques negreros procedentes de las An- 
tillas, y que al parecer burlaban sin graildes dificultades la policía inter- 
nacional. Aporta igualmente algunas noticias sobre los mercaderes levan- 
(5) CENCII.LO DE PINEDA, M.: El Brigadier Conde de! Argelejos y su expedición 
militar a Fernando Póo en 1778. Madrid. 221 págs. + 25 láms. 
(6) BARREIRO, P. Agustír, Jesús: Relación del viaje de Marcelino de An- 
drés por las costas de Africa, Cuba e Isla de Santa Elena. Madrid. 1933. 185 págs. 
RODA Y JIMENEZ, R. de: Marcelino Andrés: Su personalidad y su obra. Ar- 
chivos de I.D.E.A. Madrid, 1947. 11 (2." semestre). 
(7) MOROS Y MORELLON, José: Memoria sobre la isla de Annobón. Madrid. 
1841. 
MOROS Y MORELLON, J. : Viaje a las islas de Guinea y Congo en el año 1836. 
Madrid. 1841. 
F;spntirc c2ri G U ~ I I C ( L Ecli~.:[ol.inl ( 1778- 1892) 
tinos y catalanes asentados eii Corisco, emporio coiiiercial en el que . . - .- 
peral~aii casas con respetables intereses en el Muiii, y que mantenían u11 
- 
buen hospital, Por esta época junto ai cabo Esteiras existían taml~iéii fac- 
torías hispanas, y al amparo del cabo 1,ópez se habían acogido traficantes 
tle esclavos llegados de Corisco al suprimirse la trata en 1815. Pero a despe- 
cho de las actividade:; cle nuestros particulares, una anécdota referida por 
Moros pone de manifiesto el carácter iiominal de nuestra presencia eii 
Guinea: cincuenta y ocho años después de la adquisición de Annobóii por 
España, el régulo Pedro Poniba, creía ser todavía súbdito portugués. 
La creciente intervención de Inglaterra y Francia en los asuntos de 
Guiiiea so pretexto de reprimir la trata, puso de manifiesto uiia vez más 
la riecesidad de ocupar aquellos territorios cle modo efectivo. 
El Gobierno brittíiiico, iiiforiiiado del desastroso filial de la expedición 
de Argelejos-Primo de Rivera, desde 1782 venía intentando la incorpo- 
ración de Fernando Póo al Reiiio Unido. Aquella isla, tan estratégica- 
meiite situada, podía servir de exceleiite base de operaciones con vistas 
a una futura ocupac~ón de las costas de Nigeria y Camaroiies (8). En 
23 de setiembre de 1817 fue firmado un tratado entre Gran Bretaña y 
España, eii virtud del ciial ambas poteiicias se comprometían a colaborar 
para suprimir la trata de esclavos eii el Africa occidental. Se acordó la 
constituciOii de dos tribunales mixtos que se instalarían, respectivamente, 
en La Habana y en algún punto de la costa de Sierra Leona. Dada la insa- 
liibridad de esta última, hacia 1821 España inició gestioiies a fin de 
locrar el traslado del tribunal a lugar mlís idóiieo. En 1826 Londres 
propuso la isla de Fernando Póo, de la que dijo no cstar sujeta a sobe- 
ranía eiiropea alguna, declaración cjue fue eiiérgicaiiieiite protestada por 
el plenipotenciario espaiíol conde de Ofalia. Ya para entonces el Reino 
Uiiido había realizado repetidos esfuerzos para ocupar la isla, pero fraca- 
sabaii siempre por la oposición de los indígenas; así ocurrió, por ejemplo, 
coi1 las expedicioiics del comodoro Bullen, en 1783 y 1817; del capitán 
Lawson, en 1813, y del capitán Robertsoii, en 1819. Dos aiios más tarde el - 
capitán Kelly presentó un iriforme tan favorable sobre las posibilidades 
de aqu6lla que, malogrados unos intentos de compra de la misma, y no obs- 
tante la mencionada protesta de Ofalia en 1826, al alio siguiente Loiiclres 
envió tina expedición coloiiizadora mandada por sir Richard Oweii y el 
coronel Nicolls, quienes fuiidar:)ii Port Clareiice, en el lugar clonde más 
( 8 ) Sobre las ioriesiories del Reino Unido con los territorios españoles del 
Golfo tle Guinea consúltcse, entre otros. a : 
.JOHNSTON, .J. : Gcor::? Grenfell and thc Congo ... and Noies on iJcrriaiido P6o. 
London. 1808. 
KIKSLEV, M . 11. : l'ravcls in IVest Africa. I.ondon. 18!J'i. 
I ~ L ~ T C H ~ S O N . T. J . : Tmpressions oí' Wesrern Aí'rica. 1,oiitlon. lS,;t(. 
274 J u « r i Btn. Vilrrr 
adelante se alzaría la actual Santa Isabel. Fracasatla la experiencia por la 
oposición de los Ijiibis y las epidemi:is, en 1852 los ingleses liubieron de 
retirarse a Sierra Leona, sientlo reI)atriatlos por el almiraiite \Varren. A 
partir tle 1835 los britjnicos inteiisificai.on siis esfuerzos para ¿itl(liiirir la 
isla, ora por compra, ora por ocupación ilegal, al tiempo que, so pretexto 
(le combatir la trata, (lestriiíaii sisternlíticaineiitc los csta1)leciinieiitos mer- 
(,aiitiles espalioles eii tierra firme, en uii iiitento de eliminar el comercio 
español tlc acluellos parajes. En 1839, Dohesty, gobernador británico de 
Sierra Leoiia, ortleiiaba al capitán Deumaii el aiijqiiilainiento de las facto- 
rías liispanas (le aquel sector. La más notalile de ellas era la de Río Galli- 
iias, fiiiitlada por el malagueiio Peclro Blanco, antiguo tratante de esclavos, 
quien alcaiizó a poner bajo su eoiitrol la extensa regicín compreii(1ida entre 
el callo Palmas y Sierra Leoiia. Aprovechaiido la ausencia de aquél, los 
iiigleses urruiiiaron varias tle siis factorías y sublevaron a las tribus, pero. 
vuelto a sil tlominio, restableció su aiitoridad y acaso hubiera logri-ido pre- 
servar la iiidcpendeiicia del territorio de haber ate-lidido hladrid su de- 
maiida de protección coiisular como síibdito espaliol, y la solicitud de colo- 
car la regióii bajo el pal~ellóii nacional. Arruinado definitivamente, sería 
repartido el territorio entre I~ritánicos y norteamericanos, dupliclíndose de 
este modo la superficie de Sierra Leoiia, y daiido lugar al nacimiento de la 
Repúl~lica de Liberia, colonizada por una iniiioría de color procedente de 
los EE. 1!U., que no tardó en imponersea la mayoría aborigen. Todavía 
persiste el recuerdo del ina1;igucíio en las costas occi(lenta1es de Africa, 
dado quc los niiernljros de la tribu rulima, del litoral (le Río Gallinas, gusta- 
Iiaii titiilarse liast*:~ 110 hace iniicho "morenos de España y del Rey Peclro 
Blaiico", segíiii declararoii algunos de sus componei-ites al contratarse co- 
ino hraceros en Feriiaiido Póo (9). 
Eri 18 de abril de 1839 Loiidrcs solicitaba uiía vez mhs do Esparia la 
venta d(: Fernando Póo. Argumentaba lord Parmi-ston qiie no era la 
posesióii c.11 sí lo qiie le interesaba, sino los votos ~ibolicionistas que podía 
ganar eii el Parlamento de realizarse aquell:~ traiisaccióii. Eii abril de 1840, 
el Ministerio Pkrez de Castro accedió a reiiunciar a aquel territorio a cam- 
bio de sesenta mil libras, pero caído éste y tras él la misma reina Cristina, 
el regente Espartero, no obstante siis reconocidas simpatías aiiglófilas, 
quiso poncr a salvo su responsabilidad haciendo que el negocio fuese tra- 
initutlo coiistitiicioiialmeiite. .A tal fiii, el ininistro ,4ntoiiio González, eii 
9 de julio de 1841 dio lectura en el Seii:ído a iiii ljroyecto de ley en el 
que se aiitorizaba el trueque en las coiidiciories estipuladas por Pérez de 
Castro, conveiicitlo -decía--- "de las ventajas que clebe resultar a la Co- 
($1) NOVAS ( ? . I X ~ V A S , l - . : I'txlr'o BIat~(~i ) . ~1 ~ c ~ g i ~ c ~ r ~ o . -La ( > ( l . hl;j(l~,irl. 1!155. 272 págs. 
misióii mista tlejantlo el inortífero clima tle Sierra Leoiia" (,lo). El pro- 
yecto suscitó tales protestas, que González 1iul)o d e ecliarse atrás, y por 
Real clecreto de 19 de agosto tic 1841 era aiiulado el aiiterior acuerdo, lo 
cual fuc comunicado al Seiiado en la sesión celebrada cuatro días clespués. 
Fraiicin, por su parte, según veremos más aclelante, veiiía iiitercsáiidosc 
por los territorios de Gíiiiiea desde 1843. Su instalación clefiiiitiva en el 
Ga1)óii -territorio esp¿iíiol segúii el tratado de 1777-, uiiiclo al últi- 
inameiite citado iilt:eiito británico cle atlquirir Feriiaiido l'óo, obligó 
al Gobieriio espaíiol a iio cleinorar por mtís tieinpo la ocupacitiii efectiva 
tle siis posesiones en la graii I~ahía tle Biafia. 
El capitán cle ii;zvío clon Juaii José de Lerena y Barry, iioiiibraclo co- 
iiiisario regio clc Gui'iie:~, c iiivestitlo de pleiios poderes político-militares, 
zarpcí de El Ferro1 eti el 1)ergaiitíii "Nervión" y llegó, vía CUcliz, Canarias 
y Sierra Leoiia, a Feriiaiiclo Póo en 23 de febrero tle 1843, tomanclo eii 27 
solemiic de la isla eii el iioiiibrc de Isabel 11. Disolvió la compa- 
ñía britáiiica 1lamacl;l del W. (lc Africa; tlesigiló gobcriiador "al caballe- 
roso iiigl6s Mr. John Beccroft ' ; iiistituyí) iiii Tribuiial de Justicia; orga- 
iiizcí la policía urbaiia, milicia ciudaclaiia y cleniiís servicios píil~licos; clic- 
t:inclo, por último, rnecliclas ecoiiómicas sobre explotacióii maclerera, adua- 
iias, ailclnjes ..., etc. Seguidamente marchó a Aiiiiobón, Corisco y Elobeyes, 
que también iiicorporó a la Coroiia cle España, así como los territorios 
contiiieiitales del estuario del Muili. Lereiia, aprovechando la carta levaii- 
tada poco antes por el capitán Viclal y el teniente británico Bcclforcl, se 
estableció en Corisco, a la que eligió como capital por su esccleiite situa- 
ción frente al coiitiiieiite y por 111 tradicióii aclmiiiistrativa cle que gozaba 
clcscle los (lias de la clomiiiacióii portiiguesa; ree~lificó numerosas fuctorías 
de I)articulares españoles, destruidas dos aiios antes por los iiigleses, y 
su110 ganarse la atlhesióii y amistad del jefe iiidígeiia Boiie o Boiikoro I, 
caudillo del pueblo I~ciiga, el iniís pocleroso cle la región, a favor del cual 
así como (le otros iiotal~les, extendió cartas de iiaturalcza eii un emotivo 
acto que tuvo lugar eii Corisco eii 17 tle marzo de aquel alio. h4As ade- 
laiite recil~ií, el acatainieiito cle los buikos, l)apukos, baleiigues, combes, 
niazongos, mnkoinas y cle otras tribus y fraccioiies del país. De cste moclo, 
121 soberaiiía española se extcndií) al territorio comprciidido entre el río 
13cilito y el cabo Saiita Clai-a, iiicluiclas las cuencas de los ríos hluni y 
Munda. toclo lo cual, ilotificado a Maclritl, fue publicado en la Gaceta Ofi- 
cial. Lereiia regresó a Espaíia a1 año siguiente, trayeiiclo coiisigo dos jó- 
, 
venes crumaiies -(hir y Yegiie- quiciies, apaclrinaclos por las reiilas 
Isabel y Cristina, representa(1as por los tliicliies de Saiita Coloina y La 
-- 
110) Diario tlc Ses ion~s dcl Senado. I'ág. .>/O. 
Roca, fueron bautizados en la capilla de Palacio aiite el patriarca de las 
Indias Occidentales. Los neófitos -Felipe y Santiago- retornarían más 
tarde a Fernando Póo como sargeiltos de las milicias creadas por Lerena. 
Pero no transcurrió mucho tiempo cuando estallaron ievueltas eil Guinea; 
Bonkoro huyó y las actividades mercantiles declinaron. 
Organizada por González Bravo, en mayo de 1844 se encoiltraba surta 
eil la rada de Cádiz una flotilla compuesta de la corbeta "Venus"; ber- 
gailtíil "Nervión"; goleta "Isabel 11"; faluchos "Júpiter", "Plutón" y 
"Rayo", y el vapor "Peilinsular". El mando fue confiado a Lerena con la 
misión de incorporar a la Corona de un modo efectivo los territorios ce- 
didos por Portugal eil el siglo anterior y visitados jr anexionados nomi- 
nalmente por él poco antes. Destituiclo Lereila por causas mal conocidas, 
la expedición fue aplazada hasta el aíio siguiente, en que se efectuaría 
con contingeiltes muy reducidos. Efectivamente, quetló limitada a la cor- 
beta "Veilus", tripulada por seis oficiales, seis guardamarinas y cielito vein- 
cinco inariileros. La mandaba el capitán cle fragata don Nicolás de Mante- 
rola y cil su pasaje figuraban don Adolfo Guilleinartl de Aragóil, cónsul 
general de España en Sierra Leona, investido como inspector general de 
las posesiones españolas en Corisco; don Fulgencio Potestad, juez del 
Tribunal hlixto de Presas en Sierra Leona; el comandante de Infantería, 
García Poils; y veintisiete hombres de la brigada de Artillería de Marina. 
Embarcaron igualinente los dos crumanes neófitos y tres misioileros -uno 
de los cuales era el P. Usera, capellán de la anterior expedicióil- encar- 
gados tle sustituir en Ferilaildo Póo a los evailgelizadores aiiabaptistas 
ilorteamericanos introducidos en la isla (11). 
Uiia vcz instalado eii Corisco, Guillemard comimicó al gobernador 
francés tlc Libreville los límites territoriales bajo sil iurisdiccióil, tluc por 
el S. se prolongaban hasta el cabo Santa Clara. Durante los aíios siguien- 
tes, la influencia española iio dejó de incrementarse, y iiuinerosos comer- 
ciantes españoles -en su mayoría catalanes, mallorquiiies y levantinos- 
se instalaron en la región. También llegaban franceses, ingleses, alemanes 
y portugueses, que trabajaban bajo la supervisióii de la InspecciOn Gene- 
ral de Corisco (12). En esta época, Ricardo Villalba Pérez publicó un 
tletallado iiiforme sanitario del territorio. En febrero de 1846, Guillemard 
renovó el acta de nacionalidad y sumisiOil de los caudillos indigeiias, otor- 
gada en 1843 ante Lerena, merecieiido recordarse los bueilos oficios que 
le brintlaroil cil esa empresa los comerciantes menorquines Baltasai Simón 
(11) U s ~ n a , Jel-bnirno M.": Memoria d e la Isla cle FcXrnnndo Póo Rladrid. 1848 
(12) GUILLE>IARD DE ARAGON. A , : Owúsculo sob1.t. la colonización de Fernando 
~ 6 6 . Madrici. 1852. 
A R N A ~ . Y L.APVI.:R'I'A, M.: Memoria para la fundación d'e una Coloilia ;igrícola 
y comercial en la isla de Fernanclo Póo. lladrid.1834. 30 ptigs. 
y Francisco Virient. .4quel mismo año Guillemard, acompañado del go- 
bernaclor Beecroft, y a bordo del vapor "Etíope", visitó Nigeria, perma- 
neciendo cuatro días en el territorio de Bonny, agasajado por la 
confecieración de los bunises, cuyo régulo, Klepper, era muy atecto a 
España. 
En 18.55, ciurante el bienio progresista, se envió a Guinea una comisión 
técnica ciicargada de elaborarun proyecto para el mejor aprovechamiento 
de los recursos naturales del territorio. El informe de la comisióil, que aca- 
so utilizase los trabajos del explorador Vargas, quien visitó la región el 
año anterior, centró su atención en la explotación forestal. 
Aquel mismo año era nombrado prefecto apostólico de Fernando Póo 
t l P. Martínez Sanz. que no tardó en marchar en compañía de otros 
misioneros a nuestra posesión ecuatorial, en la cual realizó una ineritísima 
lal~or durante los dos años que permaneció en ella (13). Refiere este reli- 
gioso, cómo en su presencia y en la del misionero francés P. Josef Marie 
Pussol, tuvo lugar uiia coiicentracibn de jefes llegados de todo el terri- 
torio continental sujeto a soberanía española, quienes reiteraron una 
vez más su sumisión a Isabel 11, a la que enviaron sus bastones de mando, 
y de todo lo cual se levantó acta. 
Por entonces las funciones administrativas de la colonia se encomen- 
dabaii a extranjeros residentes, dado que los escasos españoles civiles allí 
~ivecii~dados eran religiosos misioneros que no estaban en condicioiies de 
regentarlas. Merece entre aquellos especial recuerdo el ya mencionado 
iiiglés Heecroft, desil;riatlo gobernador de Fernando Póo, cargo que des- 
enipeñó coi1 acierto durante varios años hasta su fallecimiento en 1854, 
eii que fue sustituido por el holandés Lynsiager hasta 1858. 
En 1856: se nombró para ocupar la Gobernación de Corisco el capitán 
de fragata don Carlos Chacón, cuya atinada gestión se ha hecho memo- 
rable en los anales de Guinea Ecuatorial. Chacón salió de Cádiz en octu- 
bre del año siguiente a! frente de una expedición compuesta por el "Vasco 
Núñez de Balboa". bergantín "Gravina", goleta "Cartagenera" y urca 
"Santa María", llegando a Santa Isabel en 22 de mayo de 1858. El pano- 
raina que ofrecía el vecino territorio contineiital no podía ser más inquie- 
tante. Tras la muertt: de Bonkoro 1, luchas intestinas venían minando el 
poderío I~eiiga, que además tenía que afrontar un peligro exterior todavía 
mlís grave: los pamues, que en su avance hacia la costa les empujaban 
sobre el litoral. $u sucesor, Fernaiido Bonkoro 11, se ve forzado a luchar 
con Imunga, Otambo, Jack y otros pretendientes, y la unidad benga des- 
aparece para siempre, escindiéndose en dos fracciones, corisqueña y con- 
(13) MAIITINEZ SANP:, Miguel: Breves apuntes sobre la Isla de Fernando Póo 
en el golfo de Guinea. Madrid . 1859. Págs. 70-87 
tineiital; Imuiiga queda dueño de Corisco, y Bonkoro huye r i tierra firme, 
establecikiidose coi1 sus parciales en la región del cabo San Juaii. Con am- 
bos entrará en tratos Chacón, quien despuks cle dotar a la colonia de su 
primer estatuto orgánico, emprende una activa política de mejoras ma- 
teriales, al tiempo que afirmaba la soberaiiía hispánica sobre aquellos te- 
rritorios. Nombra al rkgulo Imunga, vicego1)ernador de Corisco, Elobe- 
yes y costa vecina, facultándolo para percibir cincueiita francos en con- 
cepto de dereclios aduaiieros de todo buque que penetrasc en el Muiii; 
a su rival lo convierte -23 de julio de 1858- en delegado suyo para todo 
el territotio que controlaba, y eii las postrimerías cle aquel mismo alio de 
1856 otorga la nacionalidad espaliola a los caciques iiidepciiclientes asen- 
tados entre cabo Esteras y punta Santa Clara. Por lo demhs, la paz , 
fue restablecida entre los bengas. El rey Bonkoro, acoml~añado del ca- 
pitán Phez y del alférez Soler, procedió a enarbolar la l~aildera espafiola 
en su resi(leilcia, al tiempo que eiitrcgaba a su heri~iaiio para que fuese 
educado por los jesuitas. Este último prestaría inlís tarde servicios eii la 
Armada eii aguas europeas y americaiias, siicecliei~do a su hermaiio en 
1874 con el nombre de Bonkoro 111. 
La gestión de Chacóii en Guinea la coiiocemos por el teilieiite Navarro, 
quien acompañó al nuevo gobernacloi. como jefe de ingenieros navales, a 
fiii de examinar las posibilidades ecoiiómico-militares de Feriiaiiclo Póo. 
Navarro, de vuelta en la Península, pub l id una menioria muy com- 
pleta sobre los territorios visitaclos. Comienza describiendo Sierra Leonii, 
Liberia, Costa de Oro, Costa de Marfil, Nigeria y demhs paises en los 
cuales hizo escala sil buque (14). Continúa con una exposicióii del estado 
eii que eiicoiitró los dominios espaíioles (15), coi1 particular atencióii para 
Fernando Póo, sobre cuya colonización facilita consejos estimal~les (16). 
Terminaba con un resumen de la labor admiiiistrativa cle ChacAn, quieii, 
clado que la totalidad del censo europeo de Santa Isabel estal~a consti- 
tuido por extrailjeros, salvo los seis misioiieros jesuit~s espaíioles resideii- 
tes eii la coloiiia (17), practici, una política de atrac(:iAn sumamente pro- 
vechosa p'ira los intereses nacioiiales, y qiie le valió simpatía5 universales 
eii acluellas latitudes. 
(11) NWARRO. Joaquín J . : Apuntes sobre el estado de la costa occidental de 
Africa y principalmente (le las Posesiones espaiiolas cn t.1 golfo tic Guinea Por 
teniente de navío Madrid 18.50. págs 7-42 
(15) Ihíden~. págs. 13-95 
(16) I b í d ~ m , págs. 98-126 
(17) ((Resumen (le la estadístic:~ y cbcnso (le 1;i pok?lacióri dc Sant:i Isabel, en 
la Isla de Fer.nando Póo. formada de orden dcl Gobernador general dc la misma 
isla. Capitán de fragata. D. Carlos Chacón, en 0ctul)rc (le 1858. 
..... - ..... - 
Núinero total tlc varones . . 412 
Xúinero total d e heiiihras . . . . 218 
Nomero total de niños. . . . . . 8íi 
n'úiiiero total dc niñas. . . . . . 
I'ohl:~(.ión f'lotant e . . . . . . . 1 r i 
SANT.4 ISAi3E21A: 
. . . . . . . . . 7.'arone~ . . . . . . . . . . 105 
hemhras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . RT 
Total parcial.. . . . . . . . . . . 202 
I N D I G E N A S : 
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . varones :{!) 
homhras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 
Total parcial.. . . . . . . . . . . 67 
UIMBIA : 
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . varones 2!1 
llembras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 
Total parcial . . . . . . . . . . . . 43 
C:A&IARONES : 
-varones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . t-)O 
henibras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 
-- 
. . . . . . . . . . . . Total parcial 7.4 
CONGO : 
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . varones !) 
henibras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 
Total parcial . . . . . . . . . . . l(i 
CAL,ARAK VIE.JO : 
varones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 
Hembras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 
. . . . . . . . . . . . Total parcial (i:i 
1,AC:OS : 
varones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 
hembras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 
Total parcial . . . . . . . . . . 2f i 
EBOE : 
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . varones 38 
hembras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14 
Total parcial . . . . . . . . . . . 8% 
AKAW : 
varones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 
Total parcial . . . . . . . . . . . . 2 
J ~ i n i i Btn. Vi i í i i 
PORTUGUESES : 
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . varones 14 
hembras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . (3 
. . . . . . . . . . . . Total parcial 20 
ZSPANOLES (Jesuitas) 
varones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . (i 
Total parcial . . . . . . . . . . . . (; 
KRUMANES : 
varones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 'O!) 
Total parcial . . . . . . . . . . . . 209 
CABO COSTA : 
varones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 
Total parcial. . . . . . . . 9 
GABOON : 
varones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . hembras 1 
Total parcial . . . . . . . . . 8 
INGLESES EUROPEOS : 
varones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .) 
. . . . . . . . . . . . . . . . . . hembras - 2 
Total parcial . . . . . . . . '7 
SIERRALEONA : 
. . . . . . . . . . . . . . . varones 1 i 
hembras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 
Total parcial . . . . . . . . . . . 24 
Católicos romanos 20 
Protestantes baptistas 178 
Iglesia de Inglaterra 14 
TOTAI, GErSEIt41. . :212 
O C U P A C I O N E S 
Traficantes en frutos del país . . . . . :1>1 
Hacendados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 
ARTES Y OFICIOS 
Carpinteros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 
Aserradores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1:i 
Albañiles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 
Herreros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 
Trabajadores a jornal . . . . . . . . . . . . ti2 
Marineros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 
Santa Isabel de Fernando Póo. lioy 20 de noviembre de 1858.-Carlos Chatón)) 
Ibídem. pags. 159-160. 
catalanas de Vida1 y Ribas y tle Montagut y Cía., se establecieron por 
aquellos años en Guinea. Esto no fue bien visto por el Reino Unido, que 
utilizó el coil\.enio de 1835 sobre supresión de la trata, para cerrar aque- 
llos mares a la navegación hispana. Cuenta Beltrán y Rózpide que "a 
tal punto llegaron las cosas que en 1858 la Sociedad Económica de Bar- 
celona elevó a la Reina una exposicióii pidiendo que se modificase el 
tratado u fin de contener el pánico que había causado en los comer- 
ciantes la noticia del apresamiento de varios buques con pretevto de que 
se dedicaban al tráfico de esclavos" (18). Si bien no fue revisado rl 
texto convenido, que estuvo en vigor hasta 1890, Chacón supo proteger 
debidamente los intereses nacionales, estimulando de este modo la in- 
versión de capitales en el territorio. Es más, se intentó introducir co- 
loiios peilii-isulares eii nuestros dominios guineanos. Hacia 1859, siendo 
gobernador don José de la Gándara, sustituto de Chacón, llegaron a Santa 
Isabel cielito veintiocho inmigrantes a bordo de la urca "Santa María". 
Cada faniilia disfrutaba de viaje de ida y vuelta pagado, tres mil rea- 
Ics de gastos de iiistalacióii, trabajo asegurado y ración diaria gratis para 
todos. La experiencia fue un fracaso: traiiscurrido un año habían falle- 
cido veintiún europeos y los supervivientes, casi todos enfermos, fueron 
repatriados eil la "Sailta María", así como en el "San Antonio", "Carta- 
genera" "Patiño" y ' Marqués de la Victoria", todos ellos buques de la 
Armada. Uiia doceiia escasa de colonos permanecieron en Fernando Póo 
(19). En 1874 al parecer sOlo sobrevivía uno. Navarro afirma por el con- 
trario 'pie loscolonos eran 120 valeiicianos, destinlíiidoles el Gobierno 
50.000 duros, pero que las autoridades escamotearon 40.000, reducién- 
tlolos a una situación lamentable. Repatriados, difundirían por el país 
iioticias pésimas sobre Guinea (20). El mismo gobernador, así como otros 
fui~cioiiarios, residía con su faniilia en la fragata "Santa Isabel", por con- 
sirlerarla más salubre que los inmuebles de la ciudad. Gándara sería sus 
tituido por López Ayllón. 
Un coinisionado del Ministerio de Fomeilto, don Julián Pellóii y Ro- 
dríguez, desde 1865 venía realizando una minuciosa exploración del lito- 
ral africano comprendido entre los cabos Formoso y López, sobre el cual 
v coi1 el título "Estiidios sobre las posesiones españolas del Golfo de 
Guiiiea" dejó doce documei-itados volúmenes manuscritos que no llega- 
(18) BELTRAN Y ROSPIDE, Ricardo: La Guinea Española. Barcelona. (s. a.). 
Pág. 12 
(19) MONTALDO, Federico: Nuestras Colonias en Guinea. Consideraciones téc- 
nicas, sociales y políticas. Madrid, 1902. Págs. 48-49. 
(10) NAVAIIRO, .T. .J. : Op. cit., págs. 161-162. 
ron a publicarse, y en los que, según Areilza y Castiella (21), aparte de 
las experiencias del viajero, se recogía una detallada relación de todos 
los actos de soberanía realizados por España en aquellas latitudes coi1 
anterioridad al destronamiento de doña Isabel. 
Tan frecuentes eran por aquellos aiios los acatamientos tribuales de 
la autoridad espariola y los ofrecimientos por parte de pueblos del conti- 
nente de colocarse bajo nuestra soberanía, que hacia 1864 el gobernador 
Ayllón, propuso al Gobierilo aprovechar tan favorable coyuiitura para 
ocupar de modo efectivo los seiscientos kilómetros cle costa comprendidos 
entre el río Bonny y el cabo Esteiras, pero Madrid no se decidió a tomar 
tal iniciativa. Ei-i 1869 el Gobierno revolucionario estudió la posil~iliclad 
de abandonar Fernando Póo, dado que en los íiltimos diez aiios el ré- 
gimen isal~elino había invertido allí ciilcuenta millories de reales sin resul- 
tados positivos. La comisión investigadora nombrada al respecto des- 
cubrió que huella parte de ese dinero había sido malversado, por lo que 
no prevalecií) el criterio abandonista. Por esta época fueron deportados 
a las isla uii grupo de presos políticos cubanos (22). 
-- 
(21) AREILZA, J. M. y CASTIELLA. F. M.: Op. cit., pág. 242. 
(22) R~LMASEDA, F. .T.: LOS confinados a Fernando F'óo e imprt.sioiies de un 
viaje a Guinea. Nueva York. 1869. 
BRAVO .TENTIES, WI. : Revolución cubana : Los confinados a Fernantlo 1'60. Re- 
lación que hace uno de los deportados. Nueva York, 1869. 12 págs. 
VALDES INFANTE, E.: Cubanos en Fernando Póo. Horrores de la dominacicín 
española. Habana. 1898. 95 págs. 
Espnñn <,ti C;iriti<w Ecuator inl (1778-1892) 
LA RESTAURACION Y GUINEA 
Coii el retorno de los Borbones al trono de San Fernaiido en las pos- 
trimerías de 1874, una nueva y fundamental etapa se abría para la His- 
toria de España. Hablábase de paz, orden, libertad, trabajo, reconstruc- 
cióii y progreso; y ciertamente el país, deseoso de recuperar el tiempo 
perdido, lalloraba con dedicación y eiitusiasmo hasta entonces descono- 
cidos. El anhelo de acortar en lo posible las distancias que nos separaban 
de iiuestros vecinos europeos de vanguardia, inás que una ineta, era la 
01)sesión iiacional, aliineiitada cuidadosamente por las clases dirigentes, 
deseosas de que no fuera comprometida una próspera estabilidad, de la 
cual ellas eran las priilcipales beiieficiarias. No a empresas expansionis- 
tes; no ¿i las estériles aventuras de la etapa isabelina; equilibrio inte- 
rior; fomento del bienestar nacioiial; paz con todos. He squí el pro- 
grama que en el orden externo tuvo un fiel reflejo de la carencia de una 
directriz definida; improvisación; iio intervención; neutralidad a ultran- 
za, v deiiiás aspectos que caracterizaroii la política exterior española 
del íiltimo cuarto de la pasada ceiituria. Ello nos incapacitaría por lo 
tleinlís para forjari~os un segundo imperio ultramarino en Africa, al que 
juiito coii Portugal teníanios inás derechos que ninguna otra potencia 
europea, lo cual termiiió por abocariios a la pérdida de los restos que 
todavía coiiserv;íbrimos del primero, y al más completo aislamiento 
i iiteriiacional. 
La l~olítica de "statu quo" de la Restauración condicionó, pues, iiega- 
tivaineiite, la tradicioiial proyección espafiola sobre el vecino continente 
eil el moineiito decisivo del reparto del mismo. 
Eii los primeros meses del reinado de don Alfonso era planteada la 
cuestióii guineana eii los siguientes térmiiios : "iconviene establecer en 
las islas del Golfo de Guinea o en las Marianas unas colonias peniten- 
ciarias como las inglesas de Botany-Bay?". Tal fue el tema propuesto 
por la Acaderiiin de Cieiicias hIorales y Políticas para su concurso de 
1875 (23). 
Conviene tener presente que en esa época tres eran los temas que 
atraía11 por igual la atención de políticos, sociólogos, economistas, filán- 
t ropo~ y aun de la misma opinión pública : el pauperismo e ignorancia 
de amplios sectores t e la sociedad; la naciente lucha de clases, y la 
(23) ARATENGOL Y CORNET, P : ¿A las islas Marianas o al Golfo de Guinea'? 
SIadrid. 1848 
284 J i r n r i Bta. Vilnr 
necesidad de renovar el rbgimeii penitenciario. Las tres cueqtiones estaban 
íntimamente relacionadas. 
La mavoria de los concursantes se declarabanpartidarios de las co- 
lciiias penitenciarias en Guinea. Uno de ellos, Francisco Lastres, justifi- 
caba esa opción "teniendo presente el interés nacional, el desarrollo de 
la industria, el aumento de la riqueza y hasta el bien de los mismos 
penados" (24). Observando tan peregrina escala de valores -entonces 
común en el mundo civilizado- se comprende que Concepción Arenal 
consagrase gran parte de su vida a la reforma penitenciaria europea. 
Hubo pues uii momento en el cual parecía inminente el estableci- 
miento en Fernando Póo de presidios semejantes a los británicos de Aus- 
tralia; afortunadamente no se emprendió tan deplorable experiencia, 
y el asunto sería olvidado hasta muy avanzado el primer tercio de la 
actual centuria, lo cual no impediría que ocasionalmente se enviasen a 
Fernando Póo presos políticos en tanto se les encontraba acomodo más 
estable en los calabozos norteafricanos. Tal es el caso por ejemplo de 
10s seis condenados a muerte tras el fallido golpe de fuerza de Villa- 
campa, quienes fueroii conducidos a aquella isla en el crucero "Navarra" 
y, como señala Pirala, "allí estuvieron recluidos en un pontón más de 
cuatro meses, y al cabo de este tiempo se les trasladó n los presidios de 
Africa" (25). 
(24) LASTI~ES Y JUIZ, Francisco: La iolonizacián penitenciaria de las Xlaria- 
nas y Fernando Póo. 1878. Pág. 68. 
(25) PIRALA, A.: España y la Regencia. Anales de dieciséis años (1883- 
1902). 3 vols. Madrid. 1901-1905 Vol. 1. Pág. 132 
Espnñn cn Giiinen Ecuatoriul (1778-1892) 
IRADIER: SU PRIMER VIAJE AL MUNI 
La etapa inicial ;ifricailista de la Restauración se resume en un nom- 
bre : Iradier. 
R4ailuel Iradier y Rulfy halda iiacido en Vitoria en 1854. Tras rea- 
lizar los primeros estudios en su ciudatl natal, marchó a Valladolid, en 
cuya Uiliversidad se liceilció en Filosofía y Letras, interesándose ade- 
más por las Matemálticas y Ciencias Naturales. Desde muy joven siguió 
tle cerca el progresivo descubrin~iento de Africa, todavía co~ltineilte mis- 
terioso por excelencia. Devoraba cuantos relatos sobre el particular caían 
en siis manos, y coilscieilte de que tales empresas constituíail los prelimi- 
nares de uiia futura división de aquellas eil amplias áreas de influencia 
europea, decidió coiisagrar su vida a la entonces olvidada misión afri- 
callista española. 
Eli 1870, siendo todavía un adolescente, instituyó en Vitoria la "So- 
ciedad Viajera", que algún tiempo después se convirtió e11 "La Explora- 
dora", cuyo lema "conoce lo desconocido", refleja perfectameilte las in- 
quietudes tlcl fundador. Fue por entoilces cuando elaboró u11 audaz plan 
(le exploración transcontinental, según el cual atravesaría Africa de S. a 
N., de El Cabo a Trípoli. El proyecto se hizo público en una exposicióii en 
Viella, mas 110 encoiltró quien financiase su costo, evaluado aproximada- 
mente eil la entonces muy respetable suma de cien mil pesetas. 
I-Iacia 1874 iiuestro hombre coiloci0 eil Vitoria a Henry Stanley (26), 
llegado a la ciudad como corresponsal del "New York Herald" para se- 
guir de cerca las incidencias de la última guerra carlista. El periodista 
norteamericaiio, que en aquella ¿poca mostraba ya interés por Afric~i y 
que iio tardaría en convertirse e11 uno de los más ilustres exploradores 
de este continente, encontró factible el plan de Iradier, si bien, dada la 
cuailtía tle la suma requerida para ponerlo en práctica, aconsejó al vasco 
que acometiera una empresa de menor alcance y más modesto costo, cuyo 
éuito le permitiría Iogr~ir seguidainerite la ayuda i~ldispensable para su 
proyecto originario. 
Eligió Iradier coino o1)jetivo de su primer viaje el territorio del Muni, 
en el Golfo de Guinea, que, aunque perteneciente a España desde hacía 
un siglo. no se conocía sino en un sector litoral. Se ofreció para acom- 
peílarle Ei-irique Irabieii, tesorero de "La Exploradora", 110 pudiendo ha- 
(26) STANLEY. H.: Fernando Póo. Rev. de Geografía Colonial y Mercantil. 
(h4adrid. 1855-1886). Tomo 1. pág. 53. 
286 Juan Bta. Vilnr 
cerlo por incidencias de última hora. Eii la empresa. Iradier invirtib su 
pequeña fortuna. 
Eii 8 cle enero de 1875, llevando consigo a su joven esposa, Isabel 
Urquiola, y- a su cuñada, salió de CAdiz en el vapor "Africa", rumbo a 
Siiiita Crruz de Tenerife, permaiiecieiiclo (:ii Canarias algún tiempo acli- 
inatlíndose. Eii este puerto tomaron el vapor "Loanda", de la "British 
Afric:~ii Steam Navigation", que les condujo a Santa Isabel de Ferriaiido 
Póo, eii donde desembarcaron eii 16 de mayo. Desde la capital fernaii- 
cliiia, cuyo goberndor, don Diego Santiesteban y Chainorro y el secre- 
tario Gazulla les dieron toda clase de facilidades, pasaron al islote de Elo- 
bey Grande, y allí dejó el explorador a su abnegada mujer, la cual, no 
obstante eiicoiitrarse eii avanzado estado de gravidez, se encargó de las 
observacioiies meteorológicas, eii tanto su esposo proseguía el viaje. 
Iradier escogió como base cle operaciones la isla (le Corisco, en cuya 
casa del Gobierno se estableció, y estando aquélla excelentemente situada 
junto a1 continente y no lejos de la deseiiibocadura del Muni, recorrió el 
territorio hasta la cordillera de Cristal. empresa eii la que le auxiliaron 
los régulos Cobeiiyamago, Bodumba y Manuel Boiikoro 111, todos ellos 
síibditos españoles, haciéndose acompañar ademlís de su fiel criado coris- 
cluefio Elombangiiani. Finalizadas sus exploraciones, regresó a Elobey a 
recoger a su esposa y, tras peimaiiecer algún tiempo en Feriiaiido Pbo, 
volvieroii ambos a la Península, enfermos y arruinados. 
Los datos recogidos en esta expeclicibii fueron publicados por el via- 
jero vascongado en el primer volumen de su obra "Africa" (27), eii el 
ciue se iiicliiían ademlís fragmentos de su diario, qiie poco después vieron 
la luz en lil~ro aparte (28). 
H:: aquí el baliii-ice del viaje: 
Objetivo alcanzado : exploracibii del territorio del Muni. 
Du!*acióii: 834 días. 
Recorrido : 1.876 km. 
Gastos de expedicióii : 8.000 ptas. 
Gastos geiierales : 10.000 ptas. 
El éxito de la empresa era evidente, pese haber consumido los esposos 
Iradier en la inism2 su salud y recursos (29). 
(07) IRADIEII, Manuel: Africa. Viajes y trabajos tle la Asociación euskara 
«Ida Exploradora)). Reconociiiliento de la zona ecuatorial de Africa e11 las costas 
tle Occidente: sus niontañas, sus ríos, sus habitantes; cliina. producciones y 
porvenir de estos paises tropicales. Posesiones espai'iolas del Golfo tle Guinea. 
Adquisición para España de la nueva provincia del Muni. 2 vols. Vitoria 1887. 
Vol. 1 : VI + 501 pags. + 1 mapa. 
(08) I l : ~ ~ l ~ l i , M . : Africa. Fra.gmentos (le un diario dc viajes dc ~ ~ p l o r a c i 6 n 
e11 la zoIin dc Corisco. Madrid. 1878. 91 págs. i- 1 mapa. 
l21 j «Cuando llegué a Fernando Póo -escribe en su diario-, y~iemado del 
No desanimó por ello el insigne viajero, aun ciiantlo ahora se iniciaban 
rcalmerite sus más diiras pruebas. 
En vaiio inteiití, obtener la ayuda esperada para poner cii ejeciicicíii 
la magiia liazaña gcogrlífica por él proyectada. Buscó afaiiosaineilte el 
concurso de los orgaiiisiiios oficiales e institucioiies científicas cluc pudie- 
raii estar relacioiiadas de uiio u otro modo coi1 la empresa, mas siempre 
si11 resultados positivos. Hubo un moinci~to eri el cual no recibió otro 
aliei-ito que el procedeiite de "La Exploradora", la modesta asociación 
vitoriana fundada por él eii sus años mozos, hasta que la Sociedad Geo- 
grlífica de h4adrid le abrió sus puertas, y desde esa iiistitucióii pudo Ira- 
diez desarrollar durante varios años uiia iiitensa campañana africanista, si 
bien coii inenguados resultados. 
sol. demacrado. destrozado, tembloroso, creía que había teriiiinado l n época de 
los sufrimientos p conienzaba la de compensaciones ... : 66 ataques de fiebre sufrí 
en Santa Isabel, 37 mi esposa, 16 mi cuñada y 15 mi hija. nacida en Elobey. Mi 
casa fue un hospital, ,y muchas veces nos encontramos todos postratlrs cii cama 
enun mismo día. La alegría había huido; el silencio vino a reinar por completo; 
1;i anemia hacía progresos ... la muerte nos acechaba. Y el 28 de noviembre (le 
187G mi adorada Isabelita, elobeyana de nacimiento, cayó herida por. la última 
fiebre. Aquellos hermc)sos ojos se cerraron para no abrirse más...)). T~i..mi~n, M. : 
Africa. Viajes y traba;ios.. ., págs 344-Xlfi. 
MISION IRADIER-OSSORIO (30) 
Uno dc los objetivos de la Sociedad Geogrrífica de Madrid, fundada 
en 1876, fue la celebración de un Congreso Español de Geografía Co- 
lonial v Mercantil, que tuvo lugar en la capital de la nación entre los días 
4 y 10 de noviembre de 1883, fruto del cual sería la Sociedad Española - 
de Africailistas y Colonistas, instituida en el curso de un emotivo acto 
que. con la asistencia de Cáncvas, Coello, Costa, Saiivedra, Carvajal, Re- 
paraz y demás profesioiiales y aficionados de la Geografía, tuvo lugar en 
el Círciilo de la Unión Mercantil de Madrid la nocl-ie de la clausura del 
mencionado Congreso. 
La riiie1.a Sociedad deci(li0 eiupreiider una expedición al Sahara y 
otra a Guinea, a fin de consolidar los intereses españoles en aquellos te- 
rri torios. 
Con no pocos csfuerzos se lograrori reunir 37.017'50 pesetas, cantidad 
- 
que se juzgó suficiente para costear ambas empresas. Es de destacar la 
aportacjóil de don Amado Ossoiio, modesto tnédico asturiano, quicil ofrc- 
ció su persona -que resultó providericial para la empresa- y cinco nlil 
peset~is, todo su capital. 
Eii 27 de julio de 1884 celebró una reunión la Junta directiva de la 
Socicdad de Africanistas, en la cual sc estudió ei inodo como podría in- 
vertirse tan exiguo fondo coi1 el mlixiino rendimiento. Se acordó que a la 
expedición de Guinea se dedicarían 22.100 pesetas, repartidas del siguiente 
modo: 5.300 para el viaje de ida y transportes; víveres y mercancías, 
8.600: factoría y sostenimiento de siete hombres -un blanco y seis de 
color- quc habían de perrnaneccr en ella cuatro meses, 2.000; regreso, 
7.600: y gastos especiales, 3.600. Las 14.917 pesetas restantes de la suma 
total reiiiiicla se reservaron para la financiación de la expedición al Sahara. 
Es de notar la insignificancia de los fondos manejados por nuestra So- 
ciedad de A4fricailistas en coinparacióii con aquellos que eran puestos a 
disposición (le los centros colonistas de otros países, que cil empresas de 
(30) COSTA, .J.: Fernando Póo: Su valor según Stanley: comercio y comu- 
nicaciones con España. Rev. de Geografía Comercial. Vol 1 (Madrid. 1885-1886). 
Págs. 53-82. 
Osson~o, A : Fernando Póo y el Golfo de Guinea. Anales de la Sociedad Espa- 
ñola de Historia Natural. Vol. XV (Madrid. 18>;(i). Pág 289. 
O s s o ~ ~ o , A : España en el Golfo de Guinea. Rev. de Geografía Coniercial. Vol 1 
(Madrid. 1883-1886). Págs. 12-15. 
Ossonio, 4. : Trabajos realizados en Africa por el Sr. Ossorio . . . «El Español)). 
Madrid. 11-julio-1900. 
ese tipo iiivertían cantidades cincuenta y Iiasta cien veces superiores a la 
anterior, facilitadas por el Estado o aportadas eil generosos legados parti- 
culares como el de Rerioust des Orgeries. quien por entonces donó tres- 
cientos inil francos -el franco en paridad coi1 la peseta en el último cuar- 
to clel XIX- para contribuir a la fiilanciación de la expedición FOU- 
reau-Lainy y de otras misiones francesas en el Sahara y Suclin. 
Ciertailiente, las empresas ¿ifricailistas despertal~ail escasos entusias- 
mos en los altos círculos políticos y económicos madrileños, inmersos en 
~ictividncles de interés más inmediato. 
El n~aiitlo de la expcclicióii a Guinea fue compartido por Iradier y el 
Dr. Ossorio. El objetivo a alcanzar era la ocupacióil de la costa compren- 
dida entre el callo Calabar 17iejo y el río Benito, es decir, el litoral de 
Camarones y la exploración de su "hinterland". 
La cupetlición salió de CLidiz en los albores de 1884, pero los años no 
liabíun pasatlo en vano, v cuiiiiclo iileses después llegaron a Santa Isabel 
tle Feriiailclo Póo, los exploradores se encontraron con la noticia de que 
días antes el territorio tle Camarones había sido incorporado al Reich por 
la expedicióii aleinana (lc Nachtigall. 
No 1)o(líaii peiisar los cspaíloles en la ocupación de las tierras nige- 
iiaiins situatlas al 137. de la flamante colonia germana por estar aquellas 
I~ajo control l~ritánico, ni tampoco dirigirse en el sentido opuesto hacia los 
territorios coiigoleños siiuaclos al N.W. del gran río ecuatorial, por en- 
contrarse allí sólidamente instalados los franceses en su posesión del Con- 
go-Gabóii, así es quc a Iradier y a sus compañeros no les quedó otra al- 
ternativa que la de euplorai la estrecha faja territorial bañada por los ríos 
Campo, Benito, Muni y Noya, unos 14.000 Kn-i2 todavía libres de presen- 
cia ciiropca. Estando averiadas la goleta "Ligera" y la cañonera cle ser- 
vicio en Fernando Póo, embarcaron eil el vapor británico "Quisembo", 
que había tocado en Santa Isabel en su ruta al Gabóil. Se hicieron acom- 
pañar del notario de la isla, don Bernabé Jiménez Blizquez, y del mari- 
nero Antonio Sanguiñedo, cabo dc "La Ligera" y primero de los ochenta 
voluntarios presentados al llan~amientos hecho por el comandai-ite de este 
I~iiquc. Los cuatro expedicionarios desembarcaron en Elobey, desde don- 
tle pasw011 a Ukoko, en el estuario del Muni, y con la ayuda de algunos 
porteadores recorrieron el territorio, que fue colocado bajo soberanía es- 
paíiola al siiscribirse un centenar de tratados con los jefes indígenas. 
Sintiéndose enferino, Iradier dejó en Muni al Dr. Ossorio y empren- 
diti el regreso. 
En total la expedición había duratlo 159 días, siendo su costo, según 
ya se vio, de unas 22.100 pesetas. 
290 J n n i t Btn. Vi lnr 
El relato de este segundo viaje, n o menos interesante que el anterior, 
así como el diario de Ossorio, se contiene e n el segundo tomo de la obra 
antes citada (31), publicada poi primera vez en 1887 por la "Asociacióii 
Euskara pa ra la Exploracióii y Civilización del Af'rica Ceiitral" o "La 
Fxploradora", en colaboracióii con el Ayuntamiento de Vitoria y el "Círcu- 
lo Vitoriaiir?". Tal fue el mejor homenaje que el africaiiista vascoiigado 
p u d o recibir de sus paisanos. 
Peor trato obtuvo de la Sociedad que liabía patrocinado aquella expe- 
tlici<íii, la cual atribuyó injustamente la pérdida definitiva de Camarones 
a la supuesta desidia de Iradier, que se convirtió además eii blanco de las 
inAs absurdas diatribas, y no recibió recompensa a lguna oficial o privada 
por sus meritorios trabajos. 
Miembro numerar io de la Socicdatl Geográfica y correspondiente de la 
Academia de la Historia, el explorador, no obstaiite su juventud y el ha - 
I ~ e r sido solicitados sus servicios desde el extranjero en óptimas condicio- 
nes, optó por retirarse a la villa de Balsaiii, e n donde, agotado por múl- 
tiples sufrimientos, falleció eii 1911 a los cincuenta y siete años de edad. 
H o y lleva s u nombre el antiguo puer to de Kogo, junto al estuario del 
h4uni (32). 
(31) IRADIER, M. : Africa, viajes y trabajos ... Vol. 11 : 539 págs t 4 gráfs. 
(32) La reivindicación de la figura y obra de Iradier, a iniciativa de su ilustre 
paisano Ramiro de Maeztu, data de la época del Directorio de Primo de Rivera. 
[,os restos del explorador fueron trasladados y solemnen~ente inhuniados en 
Vitoria y el Gobierilo concedió a los herederos de aquél una espléndida pro- 
piedad forestal en Muni, unas mil hectáreas. 
En 1956, con ocasión del primer centenario de su narimiento. tuvo lugar si- 
mu!táneamente en Madrid, Vitoria y Bilbao un homenaje oficial a su memoria. 
Véase : 
VARIOS : Iradier. Conmen~oración de su primer centenario. Madrid. 1936 
86 págs. $ 16 láms. Contiene. 
APRAIZ, Emilio de: Manuel Iradier y su tiempo. Págs. 6-20. 
IRADIER URQUIOLA, Manuel: Vitoria y la gesta de Iradier. insepaial)les en la 
en la Historia. Págs. 21-32. 
DIAZ nE VILLEGAS, José: Manuel de Iradier y Bulfy, adelantado deEspaiia eil 
Africa y glorioso explorador de Guinea. Págs. 33-36. 
LACALLE, Gonzalo de: Iradier, exploralor de Africa y modelo de vitorianos 
Págs. 37-40. 
RUIZ SALAS, José María: $1 exploraaor Iradier, enfervorizador de un medio 
indiferente. Págs. 41-42. 
ECHEGARA~, Fernando de: Iradier y los que apoyaron su obra. Págs. 43-46. 
DIAZ DE VILLFGAS, J. : Iradier : su tiempo, su personalidad, su ohra. Págs. 31-66. 
IRADIEII URQL~IOLA, M. : Palabras de agradecimiento. PAgs. 67-70. 
Pensamiento Alavésn, 9 diciembre 1954. 
«El Correo Español-El Pueblo Vasco». 10 diciembre 19,54. 
. . 
. . i ' ' ' ;,y * 
«La Gaceta del Norte)), 10 diciembre 1954. -< .' z ,." 
«A B C», 5 diciembre 1954. -~ ' i - , , , ?, , \í '?-, 
De entre la escasa bibliografía sobre Iradier y su obra caben destacar las si- 
guientes monografías : 
C O H D E H ~ TORRES, Josi) María: Iradier. Madrid. 1944. 213 págs. + 8 láms $. 3 
mapas. 
MAJO FRAMIS, Ricardo: Iradier en la Guinea española. Madrid. 1954. 213 págs. 
-t 1 lám. + 1 gráf. 
VARIOS: Iradier, explorador de Africa. Conferencias pronunciadas en I.D.E.A. 
con motivo de su centenario. Madrid. 1954. Contiene: 
¡MAJO FRAM~S, R.: El ánimo heroico de D. Manuel Iradier en la primera expe- 
dición a Guinea. Los escritos y la caracterización del hombre. Págs. 5-21. 
IRAD~ER. M.: Centenario de D. Manuel Iradier Bulfv. ex~lorador de Africa. 
págs. 23-35. 
ROBERT, .J. B.: El explorador Iradier. Rev. «Vida Marítima)). Madrid, 1 de 
febrero de 1947. 
Jrcnr~ Bta. Vilnr 
OTRAS EXPLORACIONES 
Eil agosto-setiembre de 1885, el gobernador de Fernando Póo, Sr. Moil- 
tes de Oca, requerido por un coloilo inglés protegido nuestro a quien los 
iiidígeilus ~imenazabail, y deseoso de consolidar la autoridad española en 
la región del Benito, einpreildiíi una expedición. Este funcionario, que an- 
terioinente ya había hecho una visita al coiltineilte, se hizo acompañar 
por el Dr. Ossorio, quien venía residieiido eil Guinea descle la marcha de 
Iraílier. El viaje fue un ¿xito y se cerraron numerosos tratados coi1 los je- 
fes tribuales cle las comarcas visitadas (33). 
Al allo siguiente, tloii Amado Ossorio y Zavala, ineritísimo explorador 
obscurecido por la gloria de su compafiero Iradier, y hoy iiijustamente 
olvidado, llevó a cabo otra e\;pedicicíil. Reconoció las cuencas de los ríos 
Campo-Ntem, Benito, Muili y Utaml~oni: llegó a parajes ilo alcalizados 
por las misiones aiiteriores, y celebró hasta trescientos setenta tratados coi1 
los réqulos del país, los cuales fueron extciididos en el ilombre de la So- 
ciedad Española tle Africanistas y Coloiiistas, y sancionados por el go- 
bernador de Fernando Póo. 
Por entonces tuvo lugar un curioso incidente hispailo-alemáii en aque- 
llas latitudes. La isla de Annobón, de la que se había tomado posesión rc- 
petidamente, ilo había sido ocupada de modo efectivo. Tan sólo existía 
en ella iiila misión claretiaria, restauración de otra m~ís antiglia de los ca- 
puchinos. y eilcoineilclada hacía algúil tiempo a1 P. Joaquín Juanola. Al 
poco de la incorporación de Cam:irones al Reich, se preseiith antc la 
isla el "Siclope", buque de g u t ~ r a germano, con iiistruccioiles de aiievio- 
narse un territorio que se suponía abanclonado por España: se repetía el 
iiicidente de las Carolinas. Grande fue la sorpresa tle los alcinciiies cuando 
al efectuar el desembarco coi1 objeto dc llevar a efecto la toma (le pose- 
sión, se encoiltraroii enarbolado el pabellón espaiíol? que n~oineiltos antes 
había izado el benemérito misionero (34). 
Hacia 1887 Sorela y Guasardo, teiliente de Infantería de Marina y 
coiiocido africanista (:35), realizó un i-iotable periplo por el Africa occideii- 
tal y Guinea. 
(33) SAZ, Agustín del: Guinea Española. Barcelona. 1944. Pág 10 
(34) MORENO MORENO, J. A : Op cit., págs. 75-56. 
(35) Sorela publicó en 1884 un folleto sobre Guinea Española con el propó 
sito de estimular las inversiones nacionales en aquellos territorios Esta obrita. 
muy documentada, no tardó en ser tracluci(1a y p~b l i c~sda piii. los i3010nistns 
franceses : 
SORELA, Le Lieutenant. Les Possesioiis Espagnoles d ~ i Golfe cle Guin6c París 
1884 46 págs + 1 mapa. 
En la primera parte clel viaje visitó Seilegal, Gaml~ia, Liberia, Sierra 
Leona y Nigeria, países en los cuales recogió valiosos datos sobre produc- 
ciones, iniportacioiies, exportaciones, agencias europeas, pesas, medidas 
y clemlís aspectos de interés económico, que más adelante publicaría en 
un libro dedicado al marqués de Comillas, presidente y principal accio- 
nista de la Compañía Transatlántica, coiicesionaria oficial de las comuni- - 
caciones con Fernando Póo, y cuyos buques eran prácticamente los Úni- 
tos españoles que tocal~aii c in regularidad en aquellos parajes (36). Re- 
cogió igualmente algiinos materiales líticos que serían estudiados por el 
geólogo López Cañiza.res en un I~reve opúsculo (37). 
Llegado a Santa I:sal)el, por diversas circunstancias tuvo que perma- 
necer allí algún tiempo antes de continuar a Camaroiies, etapa final de su 
viaje. Estando en la isla, el goberiiador doii Luis Navarro y Cañizares uti- - 
lizó sus servicios para atraerse definitivainente a la esquiva población 
biibi. Los bubis coiist:ituíaii una confederación tribual encabezada por el 
"Kokorokoko" o jefe de Biabba, a la sazón el rey Moka, asistido por un 
"Mate-mote" o gran .sacerdote, y apoyado en un ejército o "Lojua", con 
el cual imponía su aii.toridad a los "botukos" o reyezuelos locales. El ob- 
jetivo de la expedición consistía eii buscar a Moka, a quien ningún via- 
- 
jero europeo -incluido el austríaco Baumanii en el año anterior- había 
logrado localizar hasta entonces" ante la superstición de los indígenas, 
que creían o aparentaban creer en la muerte de Moka tan pronto como lo 
consiguiera ver un hombre blanco" (38).Sorela apuntó certeramente antes - . . 
de salir que sin diida el misterio no era sino "un ardid empleado por las - - 
tribus del litoral, iiiteresadas en iiicomunicariios con las del interior, por 
ser ellas las intermediarias entre éstas y los blancos" (39). 
Integraban la expedición, aparte de Sorela, el antes riieiicioiiado P. Jua- 
nola, por entonces superior de la inisión de Banapá; doii José Aguirre, 
oficial técnico interino de Obras Públicas; dos marineros europeos clel 
pontón "Ferrolano"; policía de Santa Isabel, y unos treinta porteadores de 
color. Adeiitrados en el iiiterior no tardaron en dar con la aldea de Moka, 
que result0 ser como era tle esperar el jefe político-religioso más respe- 
taclo entre los bubis: circunstancia que fue aprovechada por el expedi- 
iiario para estrechar las yn amistosas relaciones existentes entre España y - 
1 : ~ meiicionada agrup;acióii tribual. 
(36) SOT~ELA, Luis: 131 comercio en el Africa Occidental. Madrid. 1893. 49 págs. 
(37) LOPEZ CAÑIZARES. B. : Algunos basaltos de la Costa Occidental de Africa. 
!\ladrid. 1889. 9 págs. 
- 
(38) Sori~1.s Y GuA)~:AH[)o FAXAI~DO, l,.: Colonización en el Africa Occidental. 
Madrid 1888. Pág. 24. 
f3CJ) Jbítlem, pág. ;!5 
294 Juan Bta. Vilrrr 
Aquel mismo año Bonelli, el ilustre explorador de Río de Oro, empre~i- 
dió un viaje muy semejante al de Sorela, y cuyos incidentes 110s ha deja- 
do en un interesante folleto (40). 
Visitó el africanista aragoiiés Seilegal y Liberia, en donde recogió cuan- 
tiosos datos de iiiterés mercaiitil; marchó seguidamente a Fernando Póo, 
cuyo estado de relativó abandono detestó, ensalzando en cambio sus po- 
sibilidades agrícolas y comerciales; pasó a los Elobeyes y Muiii, que le 
im~resionaron desfavorablemente por el olvido en que los tenía nueqtra 
administracióii, y finalmente visitó la isla portuguesa de Santo Tomé, que 
pasaba en la época por ser uii modelo tle colonia bien administrada, y 
cuyas técnicas coloilizadoras acoiisejaba Boiielli que debíamos estudiar y 
adoptar en nuestras posesiones ecuatoriales. 
Eii la mayoría de sus desplazamieiltos el explorador espafiol se hizo 
acompañar de MaximiliaiioJones, carpintero nativo procedente de Sierra 
Leona, que más adelante se convertiría en uilo de los hombres de negocios 
mi5 importante de Fernando Póo, dejando a su muerte una fortuna valo- 
rada entonces en unos diez millones tle pesetas, cifra muy respetable si se 
tiene presente qiie España gastaba en Guinea 208.123 pesos con 43 ceii- 
tavos -un millón de pesetas-, según el presupuesto para 1887. 
Fruto del viaje de Bonelli fueron unos trabajos cartográficos y otros es- 
tudios, los cuales valieron a su autor tal renombre, que la Sociedad Geográ- 
fica de Londres le encomendó la búsqueda en el Sahara de la desventura- 
da expedición del coronel Flatters, misión que llevó a feliz término. 
El Gobierno espaIiol comisionó igualmente al capitán Bonelli eii 1896 
la negociacióil de un acuerdo coi1 Liberia a fin de obtener braceros de esa 
ilacionalidad con destino a las plantacioiles de Guinea. El africanista, una 
vez iiltimada su gestibil, elaboró un notable informe sobre aquel país. 
Destle marzo de 1886 venía reuiliéndose e11 París uila comisión mixta 
fraiico-española que discutía los derechos de ambas poteilcias eii el golfo 
de Guinea. Coi1 objeto de que no se modificara la situacióil de ambas par- 
tes eil el transcurso de las conversacioiies, se acordó uii "statu quo" en los 
territorios eii ciiestión. A diferencia de la conducta observada por Fran- 
cia, nuestro país respetó escrupulosameilte lo coiiveiiido e hizo suspender 
toda actividad eii el continente, salvo los mencionados viajes de Sorela y 
Bonelli a territorios fuera de litigio. 
Los desafueros galos eran ilo obstante más antiguos, destacando las 
violacione~, agresiones y depredaciones de los guardacostas fraiiceses "La- 
prade" y "Basilio" eil territorio español. Verbigracia, en marzo de 1885 al 
comaiidante de este último buque, Mr. Rogey, intimó al teniente Espinosa, 
oficial de nuestra marina de guerra, a arriar la bandera de España en la 
(40) BOYELLI. Emilio: Un viaje al Golfo de Guinea. Madrid. 1888 27 págs. 
España en Guinea Ecuatorial (1 778-1892) 295 
aldea de Kororo en el plazo de treinta minutos. Y el ultimatum hubo de 
ser aceptado. El acto fue presenciado por el doctor Ossorio, quien no 
pudo menos de escribir: "Los franceses se han propuesto suplantarnos en 
este país, incluso en las islas, y no reparando, como no reparan, en los 
medios, pronto se les logrará su intento . . . De seguir así sería mejor que 
nos marchárainos, pues aquí estamos siendo blanco de chanzonetas, y ob- 
jeto de irrisión" (41). 
Interrumpidas las conferencias en diciembre de 1888, la Sociedad Es- 
pañola de Africanistas y Colonistas aprovechó el lapsus para eiiviar uiia 
expedición que, organizada y dirigida por el ya veterano Dr. Ossorio, re- 
corrió las cuencas de los ríos Campo y Benito. A la iniciativa de Ossorio 
hay que atribuir igualmeiite buena parte de las mejoras médicas iiitrodu- 
cidas eil aquellos territorios, y que culminarían en el establecimiento eii 
Santa Isabel, por Real decreto de 17 de febrero de 1888. de una Juiita 
de Sanidad, compuesta por el gobernador, los médicos de la colonia y 
estación naval, el prefecto de las misiones, dos funcionarios administrati- 
vos y dos propietarios (42). 
Entre 1890 y 1891 don José Valero Berenguer, miembro de la Socie- 
dad Geográfica y agente eii Guinea de la Compañía Traiisatlántica, to- 
mando como base Elobey Chico, realizó notables exploraciones en el con- 
tinente, fundando en los cursos del Benito y el Muni varias factorías. Eii 
algunos de sus desplazamientos fue acompañado por Bonelli y por el car- 
tógrafo y alférez de navío, do11 José Asensio (43). 
En relacióii con la entidad naviera v mercantil últimameiite citada 
están también las actividades guineanas d e su representante Pedro Arrio- 
la Bengoa, quien permaneció los últimos veinticinco afios de su vida en 
Muni, y cuyas exploracio~les y hazañas lo han converticlo eii héroe dc 
leyenda. 
En enero de 1891 se reanudaron los trabajos de la comisión hispano- 
francesa con lo que entró nuevamente eii vigor el "statu quo". Durante los 
(41) Cfr. REPARAZ, G. d e : Política de España en Africa. Barcelona. 1907. 
Pág. 337. 
(42) Tras el primer estudio profesional sobre la sanidad guineana realizado 
por Villalba Pérez en 1845, el Gobierno dispuso en 1858 que, para atender las 
necesidades sanitarias de Fernando Póo -guarnición española y población civil 
europea e indígena-, se enviara el número de individuos de Sanidad militar que 
por el Ministerio de la Guerra se creyera conveniente. Aquel mismo año se inau- 
guró c1 primer hospital de la isla. En 1868 se instituyó u n Servicio sanitario civil 
permanente, desemperiado por un médico cirujano, dos practicantes y un farma- 
ceutico con su ayudante. Tal era la situación sanitaria de Fernando Póo que cono- 
ció Ossorio antes de proponer sus reformas. 
Vide. I G L E ~ I A ~ BE LA R ~ v A , A.: Política indígena en Guinea. Madrid. 1947. 
Págs. 102-10,. 
(43) VALERO, J. : 1.a Guinea Española. La isla de Fernando Póo. Boletín de 
la Sociedad Geográfica, vol. XXXII (Madrid, 189L).Págs. 144-243. 
diez años en que se prolongaron las negociaciones las autoridades tle 
Santa Isabel impidieron toda iniciativa colonizadora en el continente, y 
de no ser por la humanitaria labor realizada durante acluelln década por 
el Dr. Ossorio entre los indígenas del Muni (44), y por la eficaz actuacicín 
de los misioneros claretiaiios, los franceses, nada escrupulosos, nos hubie- 
ran aiiulado totalmente en la Guinea continental. Eii esa época tuvieron 
lugar en Fernando Póo las investigaciones realizadas por cl Dr. Lbpez 
Saccoiie -1891- sobre el paludismo y su posible profilaxis (45), que con- 
tribuyeron grandemente a combatir coi1 creciente éxito tan arraigada en- 
tlemia guineana; así como los estudios realizados por el naturalista lusita- 
iio Newton, quien, comisionado por su Gobierno, visitó la isla en 1894. 
(44) Ossorio trasladó por un tiempo su residencia a rluenos Aires, en cuya 
prensa colaboró cogiosamente defendiendo los derechos españoles sobre aquellos 
territorios del Golfo de Guinea en gran parte explorados por él, actitud que 
daría lugar a una animada controversia entre los diarios porteños francófilos e 
hispanófilos, que tuvo su epílogo en un duelo entre el director del ((Diario Es- 
pañol, de Buenos Aires, don Ladislao J. Vázquez, y el redactor del ((Petit Jour- 
nal», Mr. Marcial Fourcadel, quien, gravemente herido, esriivo a punto de perder 
la vida. 
Ossorio retornó a Madrid, pasando poco después a Guiriea. 
(45) LOPEZ SACCONE, L.: Apuntes médico-geográficos sobre la isla de Fernando 
Póo Madrid. 1893. Pág. 73. 
PENETRACION FRANCESA 
La presencia francesa en el golfo de Guinea data de 1843 (46). 
Habiéndose cliscutic10 en el Parlameiito británico la cuestión de la per- 
sistencia de la trata (le negros en aguas de Guinea, Londres hizo un lla- 
mamiento en 1838 a las potencias signatarias del convenio antiesclavista 
(le 1815 a fin de que intensificaran la vigilancia. 
Parece ser que el l~ii icipal núcleo iiegrero se localizaba en cabo López, 
en territorio qu;: el tratado luso-espariol de 1777 asignaba a Es- 
paña. Ahora bien, nuestro país en plena guerra civil -primer con- 
flicto carlista- no estaba en situación de combatir eficazmente aquel co- 
mercio clanclestiiio. Francia propuso encargarse provisionalmente de la 
misión y Esparia accedió agradecida ofreciendo a Fernando Póo como e?- 
tación naval, si bien aquella potencia prefirió establecerla en el continente. 
La fragata "Malouinc" recoiioció la costa guineana y su comandante 
hir. Bouet elevó un informe en el cual proponía como emplazamiento de 
la base una pequeña península situada en la margen derecho del estua- 
rio del Gabóii, entre la bahía de Corisco y Cabo López. En 18 de junio de 
1843 el agente franci;~ hIon1eóii adquiría allí de los indígenas unos terre- 
nos que Eortificcí conieilieiitemente. 
Es opinión unánirne que Francia no ~reteiidió en un principio

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