Logo Studenta

Victoria por la sangre - Cesar Castellanos

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Copyright
CÉSAR CASTELLANOS D. © 2015
Publicado por G12 Editores SAS.
direccioncomercial@g12.com.co
www.visiong12.com
www.mci12.com
Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de la
presente obra incluida la carátula y demás elementos, en cualquiera de sus
formas, gráfica, audiovisual, electrónica, magnetofónica o digital sin la
debida autorización de los editores.
Cuando no se indica otra fuente, las citas bíblicas corresponden a la versión:
Reina Valera, 1960 (Copyright Sociedades Bíblicas en América Latina).
G12 Media
Edición__Perla Doris Mora_Claudia Wilches.
Portada_Maquetación_Julián Gamba_Diego Gómez_Daniel Durán.
Eisbn_978-958-8824-14-7
Impreso en Colombia por G12 Editores.
Printed in Colombia by G12 Editors.
G12 Editores_Sur América
Calle 22C # 31-01 Bogotá, Colombia
(571) 269 34 20.
G12 Editors_USA
15595 NW 15TH Avenue, Miami, FL 33169.
Abril 2015.
Introducción
Cada creyente debe entender que estamos viviendo los tiempos finales y que
no hay lugar para la neutralidad. La obra de Jesús en la Cruz del Calvario fue
la estrategia divina para otorgar redención a toda la humanidad, y cada uno de
los derramamientos de la Sangre de Jesús se convirtió en una conquista más
que el Señor le entregó a Su pueblo.
El Padre Celestial ofrendó a Su único Hijo, quien a través de Su sacrificio se
constituyó en el único puente entre Dios y los hombres. Jesucristo, el Hijo de
Dios, asumiendo la naturaleza humana, se desangró y murió tomando nuestro
lugar y se constituyó en la máxima revelación divina, manifestando el infinito
amor del Dios y Padre para con aquellos que no lo merecíamos. Hubo un
intercambio divino. Dios tomó a Su Hijo Jesús, quien no conoció pecado, y lo
entregó para recibir el castigo que nosotros merecíamos. Al respecto Pablo
dijo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado” (2 Corintios
5:21a), para comprar, a precio de Sangre, nuestra redención.
Es muy importante ser conscientes de que el adversario lucha con todas sus
fuerzas para que los creyentes ignoren el poder que hay en la preciosa Sangre
de Jesús, pues él sabe que ésta fue el arma poderosa de Dios que lo venció de
una manera fulminante. Por tal razón, es fundamental que todo creyente se
apropie de cada uno de los derramamientos de Su Sangre y se determine a
enfrentar al adversario, pero no debe hacerlo solo, pues tiene que apoyarse en
Jesús y Su Palabra; de esta manera, Él enviará la ayuda del Espíritu Santo
para que le respalde en todo. Jesús dijo: “Porque ¿cómo puede alguno entrar
en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y
entonces podrá saquear su casa” (Mateo 12:29). Note que para vencer al
hombre fuerte, que es un prototipo del adversario, se requiere que alguien
más fuerte lo enfrente y lo venza. Ese hombre más fuerte es Jesús, quien ya lo
venció con el poder de Su Sangre. Jesús dijo a Sus detractores: “Pero si yo
por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a
vosotros el reino de Dios” (Mateo 12:28).
Jesús puso a nuestra disposición las armas que necesitamos para enfrentar al
adversario y vencerlo, “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del
Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas
hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11). Cada creyente debe saber cómo aplicar
la Sangre de Jesús, pues si no conocemos el poder que ésta posee, no hay
manera de vencer al adversario. El escritor a los hebreos dijo: “Así que, por
cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo
mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la
muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte
estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14-15).
Al aplicar la Sangre de Jesús estamos debilitando al adversario, destruyendo
su imperio y liberando las vidas, y los primeros en experimentar esta
bendición tienen que ser los miembros de nuestra propia familia. Cuando
ellos comprendan cuál es su deber como creyentes y lo asuman, podremos
traer el reino de Dios a nuestras ciudades y naciones. Es tremendo lo que
añade el apóstol diciendo: “Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino
que socorrió a la descendencia de Abraham” (Hebreos 2:16). Esto nos deja
entrever que el Señor tuvo que elegir entre redimir a los ángeles que se
rebelaron o redimirnos a nosotros, y Él nos amó tanto que estuvo dispuesto a
darlo todo por nuestra redención. Con relación a los ángeles, el apóstol Judas
dijo: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su
propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el
juicio del gran día” (Judas 6).
Apreciado lector, estoy colocando en sus manos el manual para usar el arma
más poderosa que pueda existir, la Sangre de Jesús, con el objetivo de que
usted se convierta en un experto aplicándola y sea consciente de que con ella
puede causar estragos en el reino de las tinieblas.
Si logramos valorar esta poderosa arma espiritual que el Señor nos entregó,
no sólo veremos nuestra vida y familia transformada, sino nuestra ciudad y
nuestra nación.
Que el Espíritu Santo ilumine su vida y le dé el
entendimiento y la sabiduría para hacer uso de esta
preciosa verdad espiritual que estará recibiendo a
través de esta enseñanza.
César Castellanos
Capítulo 1
LA
SEÑAL
En los Estados Unidos hay una canción que ha sido y sigue siendo símbolo
de libertad, se trata del himno nacional, titulado “The Star Spangled Banner”
que se traduce como: “La bandera de estrellas brillantes”.
En todo juego deportivo, en todo desfile militar, en toda ceremonia
académica siempre se inicia entonando el himno nacional. La canción habla
acerca del significado que tiene la bandera americana, la cual se ha vuelto un
símbolo de libertad, no sólo para los habitantes de ese país, sino para el
mundo entero. Es interesante ver el trasfondo del himno nacional americano.
Esta canción nació como parte de lo que se conoce hoy como la Guerra de
1812, una guerra entre la nación Británica y los Estados Unidos, que en ese
tiempo apenas estaba naciendo. Fue la segunda guerra más significativa para
definir la independencia de América. El comandante encargado de una de las
regiones más importantes en los Estados Unidos sabía que ese lugar era un
blanco para los Británicos y deseaba una marca que lo identificara, por eso
dijo: “Quiero una bandera tan grande que los Británicos la puedan ver de
lejos”. El comandante mandó a tejer una bandera de nueve metros de altura y
de trece metros en longitud. Cuando llegaron los Británicos, capturaron a un
joven abogado americano llamado Francis Scott Key, quien se dio cuenta de
que atacaron por sorpresa; a él lo detuvieron en un pequeño buque. Encerrado
allí, Francis Scott Key sentía las balas y escuchaba el sonido de guerra.
La batalla continuó durante toda la noche. Por el sonido de las armas y de la
pelea, sabiendo la diferencia de las fuerzas bélicas de ambos países, el joven
estaba seguro de que los británicos terminarían venciendo a los americanos.
Permaneció despierto cada instante de tan férrea batalla y luego de 25 horas
de lucha y bombardeos, cuando al fin amaneció, Francis Scott Key se asomó
por la ventanilla del buque, y ahí, a lo lejos, vio esa gran bandera, estaba un
poco marchitada pero permanecía en alto como señal de victoria para los
Estados Unidos. Con lágrimas en sus ojos escribió las palabras de esa canción
que hasta el día de hoy es señal de libertad para los Americanos.[1]
Esa bandera fue la señal de victoria para una nación que recién estaba en sus
comienzos, hoy se ha convertido en una señal de fortaleza para el mundo.
Como cristianos tenemos algo muy significativo que
es nuestra señal de victoria, es la Sangre de Cristo.
“Y la sangre os será por señal en las casas donde
vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros,
y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando
hiera la tierra de Egipto”.(Éxodo 12:13)
Es importante entender que a Dios nada lo toma por sorpresa, el Señor sabía
de antemano acerca de un hombre llamado Abraham, de quien vendrían
multitudes como las estrellas del cielo y la arena del mar, que serían
imposibles de contar. Dios siempre tiene una imagen muy clara de lo que
desea realizar en la vida de sus hijos; Él vio de manera nítida la imagen de lo
que sería la descendencia de Abraham. Luego de entregar una ofrenda a Dios
y de un tiempo de gran intercesión, Abraham sintió que todo el poder del
enemigo vino contra él, fue un momento muy crítico que tuvo que enfrentar.
Al caer en un profundo sueño, vino sobre él gran temor y oscuridad, fue
cuando Dios le reveló lo que su descendencia iba a tener que vivir: “Ten por
cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será
oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán,
juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza” (Génesis 15:13-14).
Cuatrocientos treinta años había permanecido la nación de Israel en Egipto,
siendo oprimida y esclavizada. Por causa de su clamor, Dios levantó a un
hombre llamado Moisés para que enfrentara a Faraón y pudiera librar a todos
los israelitas de la gran opresión que vivían.
A pesar de que Faraón contempló con sus propios ojos cómo toda la nación
fue arrasada por el juicio de nueve plagas, su corazón aún permanecía
endurecido. Fue cuando Dios instruyó a Moisés acerca de cómo debía
preparar a Su pueblo para que ninguno cayera bajo el siguiente juicio, el cual
sería la muerte de todos los primogénitos. Esta instrucción divina fue lo que
luego se convirtió en una de las celebraciones más importantes para la nación
de Israel, conocida como la Pascua. Cada familia debía tomar un cordero y
tenía que seguir al pie de la letra todas las indicaciones para su sacrificio; el
padre debía recoger la sangre del cordero en un recipiente conocido como
lebrillo, con esa sangre era necesario pintar el dintel y los dos postes de la
casa con ramas de hisopo y, finalmente, tenían que comer la carne asada al
fuego y permanecer dentro de la casa hasta la mañana. Esto era lo que el
Señor les había ordenado.
Todo comenzó con la pascua
“Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero
en los meses del año” (Éxodo 12:2).
Esto significó un antes y un después en las vidas de ellos. Con la celebración
de la pascua, la historia de Israel se partió en dos; todo su pasado en Egipto
no le fue tomado en cuenta, pues entró a una nueva faceta en sus vidas. Algo
similar fue lo que aconteció con la venida de Jesús, pues con Su nacimiento,
Su ministerio, Su muerte en la Cruz y Su resurrección de entre los muertos,
partió la historia de la humanidad en dos. Esto mismo sucede con cada
persona que acepta a Jesús en su corazón como el Señor y Salvador de su
vida; cuando Él comienza a morar en nosotros, todo el pasado de esclavitud
queda borrado por la Sangre de Jesús.
Cuando él comienza a morar en nosotros, todo el pasado de esclavitud queda borrado por la Sangre de Jesús.
Jesús había enseñado a Sus discípulos diciéndoles: “Yo soy el buen pastor; el
buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). Cuando se enfrentó a la
muerte, ésta lo hirió, pero la Sangre derramada por Jesús salpicó el dintel y
los postes de la casa, y tal casa somos nosotros, los que vinimos a ser parte de
Su iglesia por medio de la fe en Su obra redentora, y de esta manera Su
Sangre nos da protección permanente. “Por lo cual también Jesús, para
santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta”
(Hebreos 13:12).
Ofrenda de sangre
La ofrenda que agrada a Dios es aquella que va respaldada por sangre, y me
refiero a la Sangre de Jesús. Sólo hay un camino para que el rebelde se
convierta en una persona recta, y es a través del sacrificio de Jesús. La gracia
de Dios va más allá de lo que imaginamos, pues Su Hijo decidió tomar
nuestro lugar y pagar por nuestros delitos. Por medio de la Sangre que Él
derramó, nos reconcilió con Dios. En la última cena, Jesús: “… tomó el pan y
dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por
vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después
que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi
sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22:19-20). Estas fueron las
palabras pronunciadas por Jesús horas antes de comenzar Su agonía. La copa
representa Su Sangre, que fue el precio que el Señor tuvo que pagar por
nuestra redención.
El lugar más íntimo del Padre Celestial se conoce como el Lugar Santísimo.
Cuando Jesús murió, lo primero que hizo fue entrar al Lugar Santísimo con
Su Sangre (Mateo 27:51). El Padre se sentía satisfecho por el éxito de la
misión de Su Hijo, quien, al mantenerse en santidad, preservó la pureza en Su
Sangre (Hebreos 9:12). Fue Jesús quien abrió el camino para que todos
entremos a la Presencia del Padre. “Así que, hermanos, teniendo libertad para
entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo” (Hebreos 10:19).
Una ofrenda agradable
Las primeras dos ofrendas que fueron presentadas ante Dios correspondieron
a Caín y a Abel (Génesis 4:3-5). Mas Dios se agradó de la ofrenda de Abel
porque ésta era una ofrenda de sangre, lo cual tipificaba lo que un día Su
propio Hijo tendría que hacer: ofrendar Su propia vida a cambio de la
redención de la humanidad. Aunque la sangre de los machos cabríos o la
sangre de los becerros tenían cierto poder temporal, esta clase de sacrificios
se pueden comparar con puentes inconclusos que no alcanzan a conectar de
una manera plena al hombre con Dios.
Jesús se ofreció así mismo por la redención de la humanidad. Si Él no se
hubiera ofrecido en sacrificio, nadie sería salvo. Por eso la escritura dice:
“¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15). Sumado a esto, el
escritor a los Hebreos dijo:
“Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia
sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo
obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos
cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican
para la purificación de la carne ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual
mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios,
limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios
vivo?” (Hebreos 9:12-14).
Así que la invitación que el Señor Jesús hace a aquellos que se encuentran
perdidos en el laberinto de la vida es que acudan a Él, diciéndoles: “… Yo
soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan
14:6).
Para aquellos que están desorientados, Jesús es el camino; para aquellos que
están confundidos, Él es la verdad; y para aquellos que están muertos en sus
propios pecados, Él es la vida. Jesús pagó el precio por nosotros, que
merecíamos la muerte. Un día, Él tomó el lugar de cada uno y se ofreció así
mismo sin mancha a Dios, “para que todo aquél que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna” (Juan 3:16b).
La voz de la Sangre
“Sino que os habéis acercado al monte de Sion (…) a Jesús el Mediador
del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”
(Hebreos 12:22-24).
¿Cómo sería el clamor de la sangre de Abel, cuando Caín su hermano le quitó
la vida? Este fue el primer acto criminal en la historia de la humanidad. Abel
era un hombre con un corazón inocente, por lo que su confianza en su
hermano era plena, él jamás notó que el corazón de Caín había cambiado
hacia él después de que ambos habían presentado sus ofrendas ante Dios.
Caín no se pudo recuperar del impacto que recibió cuando Dios hizo a un
lado la ofrenda que él había presentado, pues esto significaba que también él
quedaba descalificado; ya que la ofrenda era la representación externa de lo
que había en su corazón. A raíz de esto, la envidia empezó a crecer en él, y
vio con malos ojos a su hermano, llegando a pensar que lo mejor sería
quitarlo deuna manera definitiva de su camino, fue así como Abel, de una
manera ingenua, cayó en manos de aquel en quien su alma confiaba.
Aunque Caín pensó que nadie se daría por enterado de lo que había sucedido,
se encontró con la gran sorpresa de que aquella sangre que él derramo
injustamente se convirtió en una poderosa voz que llegó hasta el cielo,
pidiendo venganza por lo sucedido.
Cuando Caín quiso justificarse ante Dios, el Señor
le preguntó por su hermano, él respondió diciendo:
“No sé. ¿Acaso soy yo guarda de mi hermano? Y Él
le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu
hermano clama a mí desde la tierra” (Génesis 4:9-
10).
Ahora piense por un momento: ¿Cómo será el clamor de la sangre rociada de
Jesús? Entendiendo que por siete ocasiones el odio del infierno golpeó Su
cuerpo de tal manera que le hizo brotar sangre, hasta el punto de hacer
explotar Su corazón.
Si Dios maldijo a Caín diciéndole: “Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra,
que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano” (Génesis
4:11). ¿Qué podemos pensar de lo que le aconteció y le acontecerá al
adversario por lo que le hizo a Jesús, El Unigénito del Padre?
La sangre tiene voz. ¿Cómo puede ser esto? Para entenderlo debemos
recordar lo que aconteció en el momento de la creación del hombre.
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su
nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). Dios
creó al hombre espíritu, alma y cuerpo. Cuando una persona muere, su
espíritu se va y ésta deja de respirar. Pero también su alma se va y por esta
causa la sangre deja de fluir. Una de las advertencias que el Señor hizo al
pueblo de Israel fue que ninguno de ellos debía comer sangre de ningún
animal, y da la razón por la que esto no se debe hacer: “Porque la vida de la
carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar
por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona” (Levítico
17:11). Al respecto, el Dr. Derek Prince comentó: “Un alma hace expiación
por otra. Como el alma reside en la sangre, ésta se debe derramar en la
expiación, dar una vida por otra”.[2]
El precio fue pagado
“Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios
6:20).
El propósito del sacrificio de animales era que una vida inocente pagara las
faltas de una vida pecadora. Mas todo esto era un prototipo de la Sangre de
Jesús, quien se constituyó en el Cordero de Dios que vino a quitar el pecado
del mundo (Juan 1:29). Tal como lo expresó el profeta Isaías, “Verá el fruto
de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento
justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos” (Isaías
53:11).
Pudo vencer a aquel tirano que se ensañó con nosotros, y además, recuperar el botín que éste le había quitado a Adán.
Jesús tomó el lugar de cada uno de los descendientes de Adán y ofrendó Su
propia vida a cambio de nuestra redención. Como Dios lo había instituido a
través de la ley: “…entonces pagarás vida por vida” (Éxodo 21:23).
Todo lo que Dios creó lo puso bajo el dominio del hombre, pero cuando éste
pecó, prácticamente quedó bajo cautiverio, y el adversario designó a sus
guerreros para que lo vigilaran, los cuales tenían que ser diligentes y
responder por aquello que se les había asignado. Cuando a una persona la
secuestran, siempre piden por el rescate un costo muy alto. El enemigo tenía
a toda la humanidad secuestrada y el precio del rescate era demasiado alto; a
través del salmista David, el Señor dijo: “Ninguno de ellos podrá en manera
alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate (porque la redención de
su vida es de gran precio, Y no se logrará jamás)” (Salmos 49:7-8). La
redención era a precio de sangre.
Cuando el enemigo cautivó a la humanidad, estableció su impuesto: Sangre.
“Y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22b). Para
que Dios pudiera rescatar la humanidad solamente había una manera: Sangre;
pero no cualquier sangre, se requería la sangre de alguien que nunca se
hubiese contaminado con pecado.
Dios dio un decreto cuando el hombre pecó, y le dijo
a la serpiente: “Y pondré enemistad entre ti y la
mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te
herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”
(Génesis 3:15).
El redentor de la humanidad nacería de una mujer,
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí
que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y
llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7:14). El
apóstol Pablo al respecto dijo: “Pero cuando vino el
cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo,
nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que
redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que
recibiésemos la adopción de hijos” (Gálatas 4:4-5).
La meta del Señor Jesús era la de redimir a la humanidad, el precio que Él
tenía que pagar era el de Su sangre, la cual nunca fue contaminada por el
pecado; gracias al espíritu de santidad que lo caracterizó, se convirtió en el
victorioso que pudo vencer a aquel tirano que se ensañó con nosotros, y
además, recuperar el botín que éste le había quitado a Adán.
La sangre como arma espiritual
“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra
del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”
(Apocalipsis 12:11).
Las cadenas se rompen, los cerrojos y puertas se abren y volamos en alas de libertad.
Muchos creyentes, incluyendo líderes, están cayendo en la guerra espiritual
porque no saben usar las armas que el Señor ya puso a su disposición. Es
deber del guerrero conocer y volverse diestro en su manejo. El apóstol
menciona tres armas que son las que provocaron el desalojo del adversario de
su propio reino espiritual. La primera, tiene que ver con la Sangre que Jesús
derramó por nuestra redención, la segunda arma con la confesión que
nosotros hagamos de lo que la Sangre de Jesús hizo por nosotros. “Díganlo
los redimidos de Jehová, los que ha redimido del poder del enemigo” (Salmos
107:2). Y la tercera, es el llevar una vida totalmente rendida ante el Señor.
1. Por la Sangre de Jesús soy redimido del poder del
enemigo
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las
riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).
La palabra redención o redimir significa rescatar, quitar de las manos del que
cautivó nuestras vidas, y esto fue lo que hizo Jesús. Nosotros estábamos bajo
el dominio de Satanás y por causa de nuestros pecados, él nos controlaba y
nos dominaba, pero Jesús, a través de Su Sangre (que fue el precio que Él
pago), nos rescató, nos liberó y Satanás dejó de tener dominio sobre nuestras
vidas.
“Sino que os habéis acercado (…) a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a
la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (Hebreos 12:22a-24).
Acercarnos a la Sangre rociada, significa hacer la confesión de lo que la
Sangre de Jesús hizo por nosotros. Al confesarla, se libra una batalla en el
mundo espiritual. “Díganlo los redimidos de Jehová, los que ha redimido del
poder del enemigo” (Salmos 107:2).
En el momento en que la sangre de Abel tocó tierra, se levantó un fuerte
clamor que llegó al Padre pidiendo venganza. No obstante, la Sangre de Jesús
habla mejor que la de Abel (Hebreos 12:24).
Al entender el poder de Su Sangre, lo confesamos y proclamamos a voz en
cuello, lo declaramos ante el universo, ante ese mundo invisible espiritual que
nos oye. Esa confesión será escuchada por Dios, por los ángeles, pero
también por el diablo y los demonios: “Por la Sangre de Jesús he sido
redimido. Dios me ha rescatado del poder del enemigo. Satanás no tiene
poder sobre mi vida porque he sido trasladado al Reino de Jesucristo”.
Cuando usted toma este texto y lo confiesa, algo poderoso sucede, pues la
Sangre de Jesús fue el precio que se pagó por nuestro rescate; Satanás perdió
el control y dominio sobre nuestras vidas y al decir, “Por la Sangre de Jesús
yo soy redimidodel poder del enemigo”, el adversario sabe que no puede
retenernos ni tampoco esclavizarnos porque el precio ya fue pagado; las
cadenas se rompen, los cerrojos y puertas se abren y volamos en alas de
libertad.
Cuando aplicamos la Sangre de Jesús, confesando lo que hizo por nosotros,
ésta se convierte en una voz a nuestro favor, la cual pide venganza contra el
poder del enemigo que nos había engañado y aterrorizado. Él no soporta el
clamor de la Sangre de Jesús, pues ella, en labios de los siervos de Dios, se
convierte en el más poderoso decreto que desaloja las fuerzas más potentes
del adversario.
Pablo, quien se había declarado enemigo acérrimo de los cristianos, fue
alcanzado por la gracia divina mientras los perseguía camino a Damasco.
Luego, tuvo un retiro espiritual de tres días donde comprendió el plan de la
redención de Dios para el hombre, razón por la cual en su testimonio ante el
rey Agripa el apóstol dijo cuál era su misión en esta tierra de parte del Señor:
“Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti,
para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas
en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a
quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de
las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban,
por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.
Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial” (Hechos
26:16-19).
Pablo, como ministro del evangelio, tenía la responsabilidad de abrirles los
ojos del entendimiento a los creyentes, para que éstos comprendieran el plan
de redención fundamentado en la Sangre de Jesús.
Declare:
Por la Sangre de Jesús soy redimido del poder del
enemigo, y he sido trasladado al reino de Jesucristo.
2. Por la Sangre de Jesús todos mis pecados han
sido perdonados
“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según
las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).
“Hijo, tus pecados te son perdonados” (Marcos 2:5b), fueron las palabras
de Jesús al paralítico que habían puesto delante de Él. Estas palabras
desconcertaron a los fariseos, porque de acuerdo con su doctrina, el único
que podía perdonar pecados era Dios; ellos pensaban que Jesús estaba
blasfemando. En medio de ello, el Señor les hizo una pregunta: “¿Qué es
más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle:
Levántate, toma tu lecho y anda?” (Marcos 2:9). Para la mayoría de
personas es más fácil recibir sanidad, porque hay todo un abanico de
opciones, mientras que para el perdón de pecados, sólo hay un medio, y es
a través del amor de Jesús que fue expresado por medio del derramamiento
de Su Sangre.
Pablo dijo: “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a
Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1
Corintios 6:20). ¿Por qué la Sangre de Jesús se constituyó en el único precio
y el único medio que puede limpiar el pecado? Cuando Dios creó a Adán, le
dio sangre pura, no contaminada, y lo puso en el Huerto del Edén para que lo
labrara. En el centro había un árbol y el Señor le advirtió que de ese fruto no
debía comer, o moriría. Adán desobedeció, comió del fruto y tuvo que
enfrentar el efecto de la Palabra de Dios. “La copa de bendición que
bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos,
¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” (1 Corintios 10:16). Pablo se
refiere a la Sangre de Jesús como la copa de bendición, que es la que revirtió
cualquier clase de maldición.
En la Última Cena, Jesús “…tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo
pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22:20). Al declarar
esta palabra, Él tomaba lo dicho por el profeta para ratificar que ese era el
nuevo pacto. El nuevo pacto está en la sangre, y por eso dice: “Daré mi ley en
su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me
serán por pueblo” (Jeremías 31:33b). Sólo por medio de la Sangre de Jesús,
podemos relacionarnos directamente con Dios; Su sangre, además de limpiar
nuestros pecados, se encarga de tomar la deuda que teníamos con Dios, que
estaba expresada en decretos que el adversario había acumulado en nuestra
contra, los cuales quita de en medio y los destruye en la Cruz del Calvario
(Colosenses 2:14-15).
Declare:
Por la Sangre de Jesús todos mis pecados son
perdonados.
3. Si ando en la luz, la Sangre de Jesús me limpia
ahora y para siempre de todo pecado
“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con
otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan
1:7).
Jesús no tenía ninguna culpa pero cargó con la nuestra.
Como lo enseñé anteriormente, la estrategia que Dios usó para liberar a Su
pueblo de la esclavitud de Egipto, de años de oscuridad donde vivieron bajo
el yugo opresor, fue la Pascua, por medio de la cual iluminó sus vidas y les
dio los beneficios de la sangre. Algo similar es lo que acontece cuando
entregamos nuestras vidas al Señor Jesús. Tal como lo expresó Mateo: “El
pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de
sombra de muerte, luz les resplandeció” (Mateo 4:16). La fe en Jesús nos
sacó de la oscuridad del pecado, nos integró como parte de Su cuerpo, y esto
hace que la sangre de Jesús nos limpie de una manera permanente de todo
pecado. Una de las oraciones de David fue: “Purifícame con hisopo, y seré
limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve” (Salmos 51:7). David sabía
el poder que había en las ramas de hisopo, lo cual es un prototipo de la
declaración que nosotros hacemos con relación a lo que la Sangre de Jesús
hace continuamente por nuestras vidas.
El apóstol Juan nos lleva a usar el hisopo, es decir, a aplicar la Sangre de
Jesús, de una manera continua sobre nuestras vidas. Podemos notar que el
tiempo de los verbos en este pasaje está en un presente continuo: “Pero si
andamos en luz (ahora) (…) y tenemos comunión (ahora) (…), La Sangre de
Jesucristo Su Hijo nos limpia (ahora) de todo pecado” (1 Juan 1:17). Vivimos
en un mundo donde la inmundicia del infierno quiere salpicar nuestra vida,
pero al andar en luz y tener comunión con otros cristianos, la Sangre de Jesús
mantiene un proceso de purificación y santificación en nosotros que impide
que la mancha del pecado toque nuestro corazón. Él mantendrá nuestras
vestiduras limpias, conforme a lo que dice en Eclesiastés: “En todo tiempo
sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza”
(Eclesiastés 9:8).
Declare:
Porque ando en la luz, y tengo comunión, la Sangre
de Jesús me limpia ahora y continuamente de todo
pecado.
4. Por la Sangre de Jesús soy justificado
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya
justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira“ (Romanos 5:8-9).
La siguiente aplicación del hisopo tiene que ver con la confesión de que la
Sangre ha dado justificación a nuestra vida. El apóstol Pablo nos lleva a
confesar que Dios nos ve tan justos como si nunca hubiésemos pecado. Este
concepto se amplía cuando escribe a los corintios, diciendo: “Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).
Hubo un intercambio. Dios tomó a Su Hijo Jesús, que no conoció pecado, y
lo entregó para recibir el castigo que nosotros merecíamos. Por eso dice que
al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros (2 Corintios 5:21a).
No tenía ninguna culpa, pero cargó con la nuestra para que fuésemos hechos
justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:21b). Jesús tomó todo lo malo que
éramos nosotros, y a cambio nos dio todo lo bueno que es Él. Al hacerlo así,
Dios ya no nos ve como lo que éramos en nuestra condición pecaminosa, sino
como ve a Su Hijo, sin mancha ni pecado. Al confesar lo que la Sangre hizo
por nosotros, reprendemos el espírituacusador, de culpabilidad y
condenación.
Declare:
Por la Sangre de Jesús, yo he sido justificado y Dios
me ve como si nunca hubiese pecado.
5. Por la Sangre de Jesús soy santificado
“Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia
sangre, padeció fuera de la puerta” (Hebreos 13:12).
El término pascua significa “Pasar por alto”.
“Y Moisés convocó a todos los ancianos de Israel, y les dijo: Sacad y
tomaos corderos por vuestras familias, y sacrificad la pascua. Y tomad un
manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad
el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo; y ninguno
de vosotros salga de las puertas de su casa hasta la mañana. Porque
Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y
en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al
heridor en vuestras casas para herir. Guardaréis esto por estatuto para
vosotros y para vuestros hijos para siempre” (Éxodo 12:21-24).
Es importante que usted recuerde cada elemento de la Pascua: El cordero es
un prototipo de Jesús, el Cordero de Dios. El lebrillo, o recipiente, representa
nuestra vida de fe, por la cual recibimos los beneficios de la sangre. La
sangre, que debía recogerse en el lebrillo, representa la sangre que un día
Jesús derramaría por toda la humanidad. El hisopo es un prototipo de la
confesión que hacemos de cómo la Sangre de Jesús obra a favor nuestro.
Quien debía aplicar la sangre era el padre de familia, el cual tenía que pintar
el dintel y los postes de la casa, y ningún miembro de la familia podía salir
hasta la mañana siguiente.
El diablo demandaba un precio de sangre. Por eso, el primer juicio enviado
por Dios a los egipcios estuvo dirigido a las altas esferas satánicas, pues
Faraón vivía rodeado de ministros satánicos cuyo poder dependía de los
sacrificios de sangre que ofrecían al adversario. Cuando el ángel de la muerte
fue liberado para que tocara a todos los primogénitos de Egipto, el pueblo de
Israel también estaba expuesto a que la muerte tocara a sus primogénitos,
pues moraban en el territorio de los egipcios. Pero Dios puso un cerco de
protección a través del sacrificio de la pascua, aunque era tan sólo un tiempo
de espera de parte de Dios hasta que viniera Su Hijo. El precio del
primogénito Dios también lo pagó a través de Su único Hijo, y de esta
manera, dejó que el ángel de la muerte tocara a Jesús. Pagó un altísimo
precio.
La Sangre derramada de Jesús fue rociada sobre Su Iglesia para que todos los
que estén bajo esa cobertura, vivan bajo la protección divina. El espíritu
destructor no podrá entrar donde vea la marca de la sangre, dado que
significa que el precio por la redención ya ha sido pagado.
Declare:
Por la sangre de Jesús soy santificado, separado para
Dios.
_____________________________________________________________
PARA TENER EN CUENTA
_____________________________________________________________
Jesús es nuestra Pascua. Todo lo que el pueblo de Israel experimentó con
la Pascua fue una alegoría de lo que acontecería con todo aquel que rinde
su corazón a Jesús.
Para Israel todo comenzó con la Pascua. Para el cristiano, todo empieza
cuando obtiene la revelación de la Cruz.
Recuerde que:
El cordero del sacrificio es un prototipo de Jesús, el Cordero de Dios.
El lebrillo es un prototipo de nuestras vidas arrepentidas que reciben la
bendición de la Sangre de Jesús.
La sangre del cordero puesta en los dos postes y el dintel de cada casa es un
prototipo de la Sangre de Jesús sobre nuestras vidas, que declara que somos
propiedad privada de Él.
El hisopo que se mojó en la sangre y llegó hasta los dos postes y el dintel de
la casa es un prototipo de la confesión que nosotros hacemos de lo que la
Sangre de Jesús hizo por nosotros.
Ahora, es importante que repita cada una de estas confesiones. Si lo puede
hacer audiblemente en un lugar privado, mucho mejor, pero lo más
importante es que lo haga con firmeza y plena convicción, porque esta
declaración se convierte en una de las armas espirituales más poderosas que
Dios ha puesto a nuestra disposición.
Declare:
Por la Sangre de Jesús soy redimido del poder del enemigo, y he sido
trasladado al reino de Jesucristo.
Por la Sangre de Jesús todos mis pecados son perdonados.
Porque ando en la luz, y tengo comunión con mis hermanos, la Sangre de
Jesús me limpia ahora y continuamente de todo pecado.
Por la Sangre de Jesús, yo he sido justificado y Dios me ve como si nunca
hubiese pecado.
Por la Sangre de Jesús soy santificado, separado para Dios.
Oración
Amado Padre Celestial, gracias por amarme tanto
que entregaste a Tu único Hijo para que muriera por
mí. Te agradezco que por medio del sacrificio de
Jesús puedo recuperar todo aquello que Adán perdió
en el Edén. El precio de mi salvación fue pagado; Tú,
Jesús, lo compraste con Tu preciosa Sangre. Hoy me
acerco a Ti creyendo que el milagro del intercambio
se produce en mí: todo lo malo que yo soy es
absorbido por el poder de la Cruz. Amado Jesús,
gracias por derramar Tu Sangre por mí, creo que he
sido redimido del poder del enemigo. En Tu nombre
Señor. Amén.
[1] Lineberry, Cate. Adaptación, “The Story Behind the Star Spangled
Banner.” (La Historia detrás de Star Spangled Banner). Smithsonian.
SMITHSONIANMAG.COM, 1 Mar. 2007. Web. 11 Jan. 2014.
<http://www.smithsonianmag.com/history/the-story-behind-the-star-
spangled-banner-149220970/?no-ist>. (Lawrence, A. trans.).
[2] PRINCE, Derek. 2007. “Comprado a Precio de Sangre”. Pag. 75. Bogotá:
Editorial Desafío.
Capítulo 2
EL
REBELDE
En la actualidad, la rebeldía se ha vuelto una tendencia en el mundo artístico
y secular. Es casi imposible abrir el periódico, o encender el televisor, sin
tener que escuchar por lo menos un reporte de algún músico o actor que ha
llegado al punto más bajo de su vida por haber dado lugar a la rebelión.
En los años noventa el mundo fue testigo de lo que sucedió con un músico, el
cual llegó a la muerte tan sólo en seis años de carrera artística. Este hombre
venía de una familia digna y agradable, vivían en un tranquilo pueblo de los
Estados Unidos, pero después de que sus padres se divorciaron, este joven
entró en una rebelión tan grande que se determinó a ser un mensajero de
rebeldía para toda su generación.
Usó la música como una máscara; sus conciertos se llenaban de personas que
se unían a ese mensaje. Rápidamente entró en el mundo de los vicios
haciéndose dependiente de las drogas. Esa clase de vida se transformó en lo
más importante para él, solía decir: “No hay una sensación más plena que
tocar en vivo, la energía que uno recibe del público es más satisfactoria aún
que la droga”. Después de alcanzar mucho éxito y fama, en tan sólo seis años,
se quitó su propia vida disparando una bala en su cabeza. Dejó solos a su
esposa y a su bebé. El mundo lo arrastró y perdió el contacto con la realidad,
parecía vivir en medio de una fantasía.[3]
La guerra entre el bien y el mal se originó en la
rebeldía. La rebeldía sólo conduce a la muerte.
“No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el
mal”.
(Romanos 12:21)
El origen de la rebeldía
Quisiera centrarme ahora en uno de los seres más admirados del reino
celestial. Él tenía una gracia tan especial, que todos querían tenerlo como
invitado en sus reuniones; cuando subía a la plataforma e interpretaba uno de
los instrumentos musicales, la atmósfera se cargaba de gloria; era tal la
unción que tenía, que había sido escogido para preparar el ambiente para la
entrada del Rey; pero cuando el Rey se sentaba en el trono nadie se volvía a
interesar en este talentoso músico, pues no había nada que pudiera
compararse con la emoción que se sentía de ser partícipes de la presencia de
Su majestad, aunque fuera tan solo por unos breves instantes. Esta misma
escena se repetía vez tras vez, hasta que llegó un día en que el músico se
incomodó al ver que nadie volvía a acordarse de él y pensó: “He organizado
la orquesta, hepreparado a los músicos, he escogido a los cantores, he
preparado el ambiente, y todo este esfuerzo lo he hecho ¡para que otro reciba
la gloria!”.
El haber concebido este pensamiento en su corazón lo hizo cambiar su
comportamiento. Aunque participaba de las reuniones, él ya veía todo con
otros ojos: empezó a anhelar estar sentado en el trono y que todos le dieran a
él la misma honra que le daban al Rey, así que se dijo a sí mismo: “Si logro
que estas personas que están bajo mi liderazgo piensen y sientan lo mismo
que yo, mi sueño de ser como Dios se cumplirá”.
Aunque se tomó su tiempo para desarrollar un detallado plan, el día en que
iba a ejecutarlo, cuando pensaba que iba a derrocar al Rey, fue
desenmascarado, degradado y expuesto como vergüenza pública junto a los
que se rebelaron con él.
El ángel rebelde
Lucifer era un querubín que desde su creación fue rodeado de todos los
privilegios que un ser creado podía disfrutar. Además, era uno de los de
mayor jerarquía en el ámbito angelical, que está organizado en: ángeles,
arcángeles, serafines y querubines. Lucifer era un querubín protector que
tenía la responsabilidad de guardar el propiciatorio (Ezequiel 28:14a), el
lugar más santo de Dios. Gracias a ese privilegio que tenía, pudo aprender
muchas de las cosas que Dios hacía, las cuales empezó a aplicar después de
su rebelión, pero para hacer lo malo.
El profeta Ezequiel describió a este querubín, dando a conocer su creación, la
gloria de la que fue dotado, su altivez y su destrucción:
“Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho
Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y
acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda
piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito,
berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus
tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación.
Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí
estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en
todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti
maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de
iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de
entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón
a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor;
yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en
ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones
profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te
consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te
miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán
sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser” (Ezequiel 28:12-19).
Es importante resaltar las características que la Biblia nos da acerca de
Lucifer:
Era el sello de la perfección.
Lleno de sabiduría.
Acabado de hermosura.
En Edén, en el huerto de Dios estuvo.
De toda piedra preciosa era su vestidura;
Los primores de sus tamboriles y flautas estuvieron preparados para él en el
día de su creación.
Era un querubín grande, un querubín protector.
Fue puesto en el santo monte de Dios, allí estuvo.
En medio de las piedras de fuego se paseaba.
Era perfecto en todos sus caminos desde el día que fue creado,
Hasta que se halló en él maldad.
Todo en este querubín era perfecto, hasta que se halló en él maldad. Al
permitir pensamientos de rebelión, de sobrepasar a Dios, una grieta se
produjo en su corazón y por ello fue descalificado por completo.
¿Qué hizo que este ser tan maravilloso, que tenía todos los elementos que se
requieren para que alguien sea eternamente feliz, pudiera echarlo a perder
todo en un instante? A él no le importó la responsabilidad que tenía de
proteger el propiciatorio, así como lo hacían los querubines del Arca de la
Alianza, que con sus alas extendidas cubrían la gloria de ésta, la cual
representaba la manifestación de la presencia de Dios (Éxodo 37:9), sino que
dejó que la maldad creciera dentro de su corazón.
1. “A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad,
y pecaste” (Ezequiel 28:16a).
Estas contrataciones fueron una especie de acuerdos que este querubín logró
establecer con los ángeles que estaban bajo su liderazgo; posiblemente fue
una mezcla entre la verdad o la murmuración; entre la autoridad drástica o los
halagos; entre servirle a Dios inocentemente o servirle a Él por las
recompensas. Estas contrataciones lo llevaron a consolidar una tercera parte
de los ángeles que estaban bajo su cuidado, aquellos que dudaron entre si
mantenerse fieles a Dios y oponerse a su líder. Este querubín los puso a
escoger entre Dios y él, y por tal razón muchos ángeles juraron fidelidad a
este ángel rebelde. Es interesante el significado de contrataciones. En hebreo
significa: “Ir de arriba para abajo como un chismoso, como un agitador, con
secreto; disimulada incitación”.[4]
Uno de los grandes ejemplos al respecto lo encontramos en la vida de
Absalón, hijo del rey David, pero dejemos que sea la misma Palabra la que
nos de la revelación.
“Aconteció después de esto, que Absalón se hizo de carros y caballos, y
cincuenta hombres que corriesen delante de él. Y se levantaba Absalón de
mañana, y se ponía a un lado del camino junto a la puerta; y a cualquiera
que tenía pleito y venía al rey a juicio, Absalón le llamaba y le decía: ¿De
qué ciudad eres? Y él respondía: Tu siervo es de una de las tribus de Israel.
Entonces Absalón le decía: Mira, tus palabras son buenas y justas; mas no
tienes quien te oiga de parte del rey. Y decía Absalón: ¡Quién me pusiera
por juez en la tierra, para que viniesen a mí todos los que tienen pleito o
negocio, que yo les haría justicia! Y acontecía que cuando alguno se
acercaba para inclinarse a él, él extendía la mano y lo tomaba, y lo besaba.
De esta manera hacía con todos los israelitas que venían al rey a juicio; y
así robaba Absalón el corazón de los de Israel” (2 Samuel 15:1-6).
El comportamiento de Absalón vino a ser la réplica de lo que Lucifer hizo en
el cielo intermedio, donde engañó a una tercera parte de los ángeles
disfrazándose de una falsa piedad, demostrando una amabilidad que él no
conocía, pretendiendo que todas las atenciones estuvieran puestas en él, pues
este querubín llegó a pensar que tendría más éxito que Dios. De igual manera
la estrategia principal de Absalón consistía en hacer que los israelitas se
desconectaran del rey David. La sed de poder encegueció a Absalón, quien
dejó de ver a David como su padre y como su rey, y lo empezó a ver como su
mayor enemigo, así que durante cuatro años planeó la manera de derrocarlo y
apoderarse del trono. Pero gracias a que Dios intervino, se frustraron todos
sus deseos y terminó siendo traicionado por su propia cabellera, que era el
motivo de su gran orgullo, pues ésta se enredó en una de las ramas de una
gran encina, haciéndolo quedar suspendido entre el cielo y la tierra. Luego
Joab le clavó tres dardos en su corazón y de esta manera murió (2 Samuel 18:
9-14).
La rebeldía en el corazón del hombre, viene a ser como una lepra interior que destruye lo más hermoso de un ser.
2. “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura” (Ezequiel 28:17a).
Este querubín era tan sobresaliente, que el profeta Isaías lo describió como:
“… Lucero, e hijo de la mañana…” (Isaías 14:12). El problema de los
halagos es que afectan a aquellos que los reciben y los creen. Los más
propensos a esta clase de seducciones son aquellos que están en posiciones de
honra, ya sean músicos, cantantes, danzarines, actores, reinas de belleza,
líderes políticos, empresarios, etc. Nadie se hubiera imaginado que alguien
cercano a Dios le fuera a traicionar, pero sucedió con Lucifer y sucedió con
Judas; y puede suceder en las diferentes áreas de la actividadhumana.
3. “Corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor” (Ezequiel 28:17b).
Toda la sabiduría que él había obtenido mientras se mantuvo fiel a Dios, fue
contaminada de tal manera que el calificativo que se le da es de corrupta, que
fue lo mismo que aconteció con Absalón. “Y no había en todo Israel ninguno
tan alabado por su hermosura como Absalón; desde la planta de su pie hasta
su coronilla no había en él defecto” (2 Samuel 14:25). Cuando entra el
pecado o la rebeldía en el corazón del hombre, viene a ser como una especie
de lepra interior, que destruye lo más hermoso de un ser. Eso fue lo que
aconteció con Lucifer, quien después de ser el ángel más admirado y alabado
por todos, su imagen interior quedó representada en la manera como llegó a
ser conocido: tomó el aspecto de un horripilante dragón, con siete cabezas y
diez cuernos. Se le conoció también como la serpiente antigua, y tomó forma
del que intriga y acusa, este es el diablo; otro rostro que asumió fue el del
gran resistidor de la verdad, lo cual es el corazón de Satanás.
4. “Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus
contrataciones profanaste tu santuario” (Ezequiel 28:18a).
Este querubín de una manera astuta, cínica e hipócrita, estuvo maquinando
por mucho tiempo la manera en que daría un golpe certero. El hecho de que
hubiera permanecido cerca de Dios ministrando en Su santuario, —razón por
la cual no había lugar al que él no pudiese llegar—, le dio exceso de
confianza y pensó que si lograba derrocar a Dios teniendo una gran parte de
los ángeles a su favor, él se coronaría como dios y tendría un reino paralelo,
al lado del Altísimo. Algo similar fue lo que pretendió hacer Absalón cuando
intentó derrocar a su propio padre, el rey David.
De esta manera, todo el universo sería regido por
Dios o por Satanás y los ángeles tendrían la opción
de elegir si servirían al Dios Verdadero o a Lucifer,
quien siempre anheló el ser igual a Dios. Isaías ya lo
había profetizado: “Tú que decías en tu corazón:
Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de
Dios, levantaré mi trono, y en el monte del
testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre
las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al
Altísimo” (Isaías 14:13-14).
Consecuencias
Podemos ver tres cosas que el mismo Dios hizo:
“Yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh
querubín protector” (Ezequiel 28:16b).
“Yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti”
(Ezequiel 28: 17b).
“Yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en
ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te
conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para
siempre dejarás de ser” (Ezequiel 28:18b-19).
Dios fue quien se encargó de despojarlo de todos sus privilegios y de
reducirlo hasta la mínima expresión.
En el principio Dios
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).
Gracias al libro de Génesis podemos conocer cómo Dios hizo el universo;
podemos ver que detrás de la precisión, belleza y armonía que hay en cada
aspecto de la creación, están la inspiración, la sabiduría y el amor de un Ser
con una naturaleza espiritual y eterna llamado Elohim (Dios). Este Dios trino,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, siempre ha existido. Elohim es el principio de
todo y es el Creador de todo lo que existe. Dios siempre trabaja en equipo; el
Padre diseña, el Hijo (también conocido como el Verbo de Dios y la
expresión del deseo del corazón del Padre) da la orden que el Espíritu Santo
se encarga de ejecutar.
Cuando Dios se propuso crear el mundo y al hombre, simplemente envió Su
palabra, pues cada palabra de Él va cargada de poder. “Por la palabra de
Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su
boca” (Salmos 33:6). Antes de que fueran los ángeles, antes de que hubiera
mundo, antes de que existieran seres, era Dios. Él creó los cielos y la tierra
por medio de Su palabra y esto podemos comprenderlo a través de la fe. “Por
la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de
modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11:3). Lo
que se ve, fue producido de lo que no se veía. Detrás de este mundo visible,
existe otro mundo que es invisible, donde todos los seres que en Él se
mueven tienen una naturaleza espiritual y todos son gobernados por Dios. Él
se conoce como el Padre de los espíritus, quien demostró gran generosidad
con todos los seres de Su creación, especialmente con el ser humano.[5]
El origen del caos
“Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz
del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”
(Génesis 1:2). Posiblemente entre el verso 1 y el verso 2 haya un lapso de
tiempo bastante amplio. Si la tierra ya había sido creada, ¿Por qué aparece
en caos? Podemos deducir que fue por causa de la rebelión de Satanás. El
Salmo 18 nos da algo de luz al respecto:
“La tierra fue conmovida y tembló; se conmovieron los cimientos de los
montes, y se estremecieron, porque se indignó él. Humo subió de su nariz, y
de su boca fuego consumidor; carbones fueron por él encendidos. Inclinó
los cielos, y descendió; y había densas tinieblas debajo de sus pies. Cabalgó
sobre un querubín, y voló; voló sobre las alas del viento. Puso tinieblas por
su escondedero, por cortina suya alrededor de sí; oscuridad de aguas,
nubes de los cielos. Por el resplandor de su presencia, sus nubes pasaron;
granizo y carbones ardientes. Tronó en los cielos Jehová, y el Altísimo dio
su voz; granizo y carbones de fuego. Envió sus saetas, y los dispersó; lanzó
relámpagos, y los destruyó. Entonces aparecieron los abismos de las aguas,
y quedaron al descubierto los cimientos del mundo, a tu reprensión, oh
Jehová, por el soplo del aliento de tu nariz” (Salmos 18:7-15).
“Y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo” (Génesis 1:2b).
Satanás es conocido como el príncipe de las tinieblas, por lo tal el destino que
él puede ofrecer a los que le siguen son abismos, que es donde muchos se han
perdido. Los que entran por su camino, fácilmente caen en su trampa, pero
cuando lo notan posiblemente ya están en alguno de los abismos a los cuales
el adversario los lanzó, de donde muchos, aunque quisieron, no pudieron
salir. Esos abismos son los vicios, la avaricia, la promiscuidad sexual, la
brujería, la idolatría, las doctrinas de error, etc.
Toda la belleza de la creación quedó contaminada por el pecado de la
rebelión de Satanás, y por ese motivo Dios tuvo que desalojar a Satanás
juntamente con todos los ángeles que le apoyaron en su rebelión, para luego
entregarse a renovar la tierra. “Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la
faz de la tierra” (Salmos 104:30).
La creación
Él creó los cielos y la tierra por medio de Su Palabra. La Palabra es espíritu y
es invisible, es decir, que de lo espiritual e invisible vino lo material y visible;
esto sólo pudo ser posible por la autoridad que acompañó a la Palabra de
Dios. El salmista dijo: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento
anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a
otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz.
Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras”
(Salmos 19:1-4a). El Señor ha estado predicándonos desde el principio del
mundo sin emitir un solo sonido a través de Su Palabra, nadie puede
permanecer sordo a la voz divina. La creación, que nos habla de un Dios
creativo, perfecto, exacto, generoso y eterno, es un fiel reflejo de la autoridad
de Su eterna Palabra.
Dios no necesitó recurrir a materiales preexistentes para crear el universo,
porque hizo todas las cosas con Su poder y movido por el deseo de
proporcionar al ser humano todos los elementos necesarios para que fuera
feliz, con la única condición de que éste cuidara y protegiera su relación con
Él. El origende todo está en Dios. En Él se originó la vida. Dios es el
Creador de todas las criaturas, tanto espirituales como humanas;
absolutamente todo lo que existe fue creado por Él y para Él (Colosenses
1:16).
A imagen y semejanza de Dios
Dios, al pensar en el hombre, visualizó un ser que pudiera reproducir Su
carácter y Su voluntad. Dios reprodujo en nosotros Su propia gloria, tal como
lo expresó el apóstol San Pablo: “Porque somos hechura suya, creados en
Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10). Dios diseñó un hombre justo,
amoroso, feliz, que pudiese convivir en sociedad, pero ante todo que pudiera
disfrutar de una comunión íntima y permanente con el Creador. Y aunque
Dios creó al hombre para que éste lo adorara, no quiso que él lo hiciera por
obligación, sino que le entregó una voluntad completamente incondicional.
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en
su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7).
El hombre tuvo su origen en Dios y no en la materia inanimada. Dios hizo al
hombre a Su imagen y semejanza. Él transformó el barro en un ser viviente, a
través de Su aliento.
Él de Su misma gracia le plació animar al barro inerte a través de un fuerte
soplo, el débil barro se transformó en imagen y semejanza de Dios
convirtiéndose en un ser vivo, inteligente y emotivo. La imagen representa la
parte externa de Dios y la semejanza representa la parte interna de Él. El
hombre llegó a ser una fiel reproducción de la naturaleza divina.
A Dios le tomó cinco días el preparar el lugar donde el hombre debería vivir,
Él pensó hasta en el más pequeño detalle. Cuando el Señor vio que el hombre
no tenía a nadie con quien comunicarse a su mismo nivel, decidió crear a la
mujer, pues “Dijo Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda
idónea para él” (Génesis 2:18). Además Dios reservó el mejor lugar para que
el hombre pudiera vivir, que fue el Huerto del Edén, el cual representa las
bendiciones de Dios dadas al ser humano para que éste las disfrute. El
hombre tenía al alcance de su mano todo tipo de bendición, sólo tenía que
aceptarla, tomarla y gozar de todo aquello que su Padre le había otorgado.
También el Señor pensó en un ser que fuera laborioso, pues lo puso en el
huerto para que lo labrara y lo guardase (Génesis 2:15).
Cada hombre es como un querubín protector de su casa, y su vida de
integridad le ayudará a desarrollar la habilidad espiritual para percibir todo
aquello que esté fuera de orden y que se manifieste en la atmósfera espiritual
de su hogar.
De todas las bendiciones dadas por Dios al hombre, la más extraordinaria de
ellas fue su libertad de escoger, pues la manera de definir su destino eterno
dependería de la manera en que éste eligiera. “Y mandó Jehová Dios al
hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres,
ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17).
Ellos no hicieron caso a la advertencia que Dios les había dado, y sufrieron
primeramente una muerte espiritual, luego fueron afectadas otras áreas de sus
vidas: Lo moral, lo social, lo físico y también todo lo material.
La astucia de la serpiente
Debido a que Lucifer perdió todos los privilegios de los que antes gozaba, se
consoló alimentando el odio y la venganza contra Dios, y también contra Su
obra. Como sabemos, al Señor le tomó cinco días crear el hogar de la primera
pareja que Él había formado del polvo de la tierra y a la cual había dado Su
soplo de vida, elevándolos a la dignidad de que fueran partícipes de Su
misma naturaleza. Lucifer, quien conocía muy bien aquél lugar, debido a que
en otro tiempo había sido su morada, se paseaba sutilmente, maquinando
cómo lograría controlar a los nuevos huéspedes. Si prosperaba en su plan
malévolo, esto le daría el derecho de recuperar el control total de la tierra. Se
tomó el tiempo necesario para escoger a uno de los animales, aquel que fuera
el más astuto de todos, y encontró que la serpiente llenaba todos los
requisitos. Ahora todo era cuestión de paciencia, esperó que las cosas se
dieran para poder atacar. Al enterarse de que Dios les había dado la libertad
de decidir su propio destino, a través del fruto que ellos tomaran de alguno de
los dos árboles principales: el árbol de la vida o el árbol del conocimiento del
bien y del mal, decidió actuar.
A través de la serpiente, se mantuvo cuidando de una manera cautelosa que
ninguno de los dos fuera a tomar del árbol de la vida. Pues una vez ellos lo
hicieran, no habría forma de poder influenciarlos negativamente, ya que al
tomar de ese fruto, obtendrían vida eterna. Una vez que vio que la mujer
había quedado sola, rápidamente se acercó a ella para fascinarla con sus
encantamientos.
El adversario a través de la serpiente logró:
Desconectar sus mentes de la Palabra de Dios. La primera frase que la
serpiente les dijo fue: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol
del huerto?” (Génesis 3:1b). Puso en tela de juicio la Palabra de Dios; esto
sorprendió a la mujer, quien se permitió sostener un diálogo con la serpiente.
Hacerles creer que Dios les había mentido. Su segunda frase fue aún más
determinante: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis, sino que
sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis
como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3: 4-5). Esto fue fulminante,
pues trató a Dios de mentiroso, de egoísta y envidioso, y les hizo creer que Él
les estaba limitando su esfera de acción. Aunque la mujer estaba siendo
arrinconada por el adversario, ella pudo haberse liberado de su engaño con
tan solo haber declarado la Palabra que Dios les había dado.
Eva, al desconectarse de la Palabra que Dios les había dado, hizo que el
adversario la llevara a centrar toda su atención en el fruto prohibido, el árbol
del cual el Señor les había dicho que no deberían comer de su fruto; esto
logró despertar en ella sentimientos y deseos que no conocía, pero que a la
postre fueron funestos. La llevó a:
Tener una visualización incorrecta. “Y vio la mujer que el árbol era bueno
para comer y que era agradable a los ojos” (Génesis 3: 6a). El adversario
logró que ella fijara su atención en el árbol, y ante sus ojos se abrió todo un
mundo que aparentaba bondad, todo se veía correcto y esto despertó mucho
más su imaginación. La mujer no pudo vislumbrar que todo el veneno estaba
por dentro.
Que el árbol fuese agradable a los ojos de ella. “…y que era agradable a los
ojos” (Génesis 3: 6b). En ese momento la mujer descubrió el placer, y esa es
la manera como trabaja el adversario, haciendo que las personas cambien el
gozo de lo eterno por el placer temporal del pecado.
Que ella codiciara el árbol y tomara de su fruto. Ahí fue cuando la mujer
doblegó su voluntad ante el adversario: “…y tomó de su fruto, y comió; y dio
también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:6). Cuán
desastrosa fue esta elección de la mujer, que afectó a toda su descendencia, y
todo por no tener en cuenta la Palabra de Dios.
Jesús: ¡nuestra única esperanza!
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también
participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el
imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor
de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos
2:14-15).
¡El mismo Señor se hizo hombre!, y como tal contendió con el adversario,
por eso fue que Él enfrentó la tentación y la venció, enfrentó el flagelo y lo
venció, para que, finalmente, en la Cruz del Calvario, cuando el adversario
viera a Jesús y pensara que estaba venciendo, Su muerte se convirtiera en la
derrota total de éste. En el momento de la muerte de Jesús, fue cuando se
cumplió la palabra profética que el Padre había dicho: “de la mujer nacerá
uno que te aplastará la cabeza, y tú le magullarás el talón”(Génesis 3:15,
paráfrasis autor). El enemigo le magulló el talón a Jesús en la Cruz del
Calvario, pero Él, con Su muerte, le aplastó completamente la cabeza, le
quitó toda la autoridad, todo el poder que tenía, y aún recuperó la corona que
él le había arrebatado a Adán. Ahora el que tiene la corona es Jesús, no el
adversario, y los que se vuelven a Él, obtendrán su bendición.
El Señor tiene la habilidad de hacer una completa restauración en nuestras vidas: restaurar el alma, sanar el cuerpo y dar vida al espíritu.
El profeta Isaías dijo: “Como se asombraron de ti
muchos, de tal manera fue desfigurado de los
hombres su parecer, y su hermosura más que la de
los hijos de los hombres” (Isaías 52:14). El hombre
crucificado quedaba reducido a su más mínimo
valor. La gente al ver a Jesucristo crucificado, lo
menospreció. “Le veremos, mas sin atractivo para
que le deseemos” (Isaías 53:2b).
Su rostro fue desfigurado por las bofetadas de los soldados.
Sus sienes fueron traspasadas por la corona de espinas.
Su espalda fue molida por los latigazos que recibió.
Su cuerpo, flagelado desde la planta del pie hasta la cabeza.
Quedó enflaquecido, tanto que se podían contar todos sus huesos.
Sus amigos se mantuvieron lejos de Él.
Sus fuerzas agotadas por completo.
A través del profeta Isaías, el Señor dijo: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los
términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22). Al
contemplar a nuestro Salvador colgado de la Cruz, sucederá lo extraordinario,
pues Él tomará nuestra debilidad y la transformará en fortaleza, Él tomará
nuestra enfermedad y nos dará Su salud, Él tomará nuestros pecados y nos
dará Su santidad.
El Señor tiene que hacer una completa restauración en nuestras vidas:
restaura el alma, sana el cuerpo y da vida al espíritu.
La naturaleza de nuestro Dios es Santa
Todo lo que Él creó debe tener la marca de Su santidad. Este fue el motivo
por el cual Dios tuvo que expulsar a la primera pareja del paraíso. Aunque el
Señor permitió que Su pueblo le ofreciera sacrificios de animales, para que la
sangre de estos animales inocentes fuese un medio para purificar sus vidas
del pecado, esto no logró satisfacer a Dios. Por eso tuvo que enviar a Su
propio Hijo, quien nunca se contaminó con pecado, Su Sangre se mantuvo en
la máxima pureza de santidad. Al ser derramada recibió la aprobación plena
del Padre Dios, como el precio por el pago de la redención de la humanidad.
La sangre de Su unigénito aplacó la ira de Dios, abrió un camino nuevo para
la humanidad, rasgó el velo que separaba el lugar Santo del lugar Santísimo,
y también se convirtió en la visa que nos daría la entrada a la gloria celestial.
Aquellos que hemos creído en Jesús, indudablemente hemos hallado gracia
ante los ojos del Padre Celestial, y sabemos que Él se alegra con cada uno de
nosotros como lo hace con Su propio Hijo, y por esto nos dio el derecho legal
de ser Sus hijos (Juan 1:12).
Qué poderosas palabras las que Juan plasmó en su evangelio: “Porque de su
plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Juan 1:16). Jesús es esa
fuente inagotable de bondad, misericordia y gracia que siempre se mantiene
pura y cristalina, jamás se ha contaminado para levantar Su mano y señalar
nuestras faltas, porque Él está lleno de gracia y de verdad. Sólo aquel en
quien mora la plenitud de la deidad, nos lo puede revelar. A Nicodemo le
dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede
ver el reino de Dios” (Juan 3:3b). ¿Por qué se requiere un nuevo nacimiento?
La respuesta la dio el apóstol Pablo: “Pero esto digo, hermanos: que la carne
y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la
incorrupción” (1 Corintios 15:50). Dios jamás abrirá las puertas de Su reino
de santidad para que la carne corrupta lo contamine. Solo aquellos que han
sido regenerados por la Sangre de Jesús, en el poder de Su Palabra y en la
unción del Espíritu Santo, serán los que tendrán acceso a las inescrutables
riquezas de Su gloria, reservadas para los fieles, resguardadas en los lugares
celestiales, para que a través de los ojos de la fe las podamos ver y hacerlas
una realidad en nuestras vidas, “Pues Dios no da el Espíritu por medida”
(Juan 3:34b).
Jesús dijo a Sus discípulos: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres” (Juan 8:31b-32). La única manera de permanecer en la Palabra es
permitiendo que el Espíritu Santo abra nuestro entendimiento para
comprenderla, y que, a la vez, Él mismo la cincele en nuestros corazones y
nos dé la gracia para confesarla con nuestros labios; de esta manera Su
Palabra será la que nos dará protección y liberación de cualquier trampa del
enemigo. Pablo dijo: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y
hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin,
la vida eterna” (Romanos 6:22).
Seguir a Jesús es cumplir Sus mandamientos, pero también es hacer la obra
que Él hizo mientras estuvo en la tierra. Él entregó Su vida por rescate de la
humanidad, y es nuestro deber y compromiso compartir la redención con
cada persona que Él pone en nuestro camino.
_____________________________________________________________
PARA TENER EN CUENTA
_____________________________________________________________
Tomemos las palabras de Salomón en la analogía
que hizo de la vida: “Todo lo hizo hermoso en su
tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos,
sin que alcance el hombre a entender la obra que ha
hecho Dios desde el principio hasta el fin”
(Eclesiastés 3:11).
Todo lo que Dios hizo es hermoso.
Dios no creó el mal, el mal brotó cuando el querubín que servía a Dios quiso
ocupar el lugar de Dios.
No deje que los halagos o el éxito lo embriaguen y lo saquen del propósito
divino.
No deje que el adversario lo desconecte de la Palabra de Dios.
Someta su mente, emociones y voluntad a la Palabra de Dios .
Comprenda que todo aquello que ejercía dominio sobre su vida, fue vencido
totalmente en la Cruz del Calvario.
Si el viejo hombre quedó en la Cruz, dejemos que Jesús, el nuevo hombre,
viva a través de nosotros.
Oración
Amado Padre Celestial, hoy vengo a humillarme
delante de Ti. Gracias porque a pesar de mi corazón
rebelde Tú pagaste el precio por mi rescate. Señor
gracias porque has perdonado mis pecados y me has
dado la oportunidad de una nueva vida. Me
determino a vivir en obediencia a Tu palabra y Te doy
gracias porque siempre estás junto a mí. Rindo mi
vida y mi corazón en tu altar consagrando todos los
días de mi vida para servirte. En el nombre de Jesús.
Amén
[3] “Nirvana - Rise And Rise Of Kurt Cobain (Auge y ascenso de Kurt
Cobain) - Adaptación, VH-1 Documentary.” YouTube. YouTube, 2 Aug.
2011. Web. 10 Jan. 2014. <https://www.youtube.com/watch?
v=WIGyJ4dgpRw>. (Lawrence, A. trans.).
[4] DEREK, Prince. 2007. “Lucifer al descubierto”. Pág. 17. Whitaker
House.
[5] CASTELLANOS, César. 2011. “El origen de un sueño” (Diciembre 1).
En: Declaraciones de poder para 365 días del año. Volumen 4. G12 Editores:
Colombia.
Capítulo 3
LA
LUCHA
Se relata la historia de dos amigos que vivían en el bosque. Uno era un jabalí
y el otro un zorro.
Ambos, todos los días despertaban temprano, pero el jabalí iba hacia un árbol
donde comenzaba a restregar sus colmillos contra el tronco. De vez en
cuando, el zorro pasaba cerca y veía cómo el jabalí emprendía su rutina
diaria. Al principio el zorro no le dio mucha importancia pero al pasar el
tiempo se despertó en él la curiosidad. Finalmente llegó el día en que el zorro
se acercó al jabalí y le preguntó: —“¿Por qué todos los días tomas tiempo
para afilar tus colmillos?”— y agregó: —“no hay ninguna amenaza de
peligro en este bosque, no veo ningún cazador de animales y no hay ninguna
señal de que el peligro llegará por aquí”—. El jabalí tomó un corto descanso
de su disciplina diaria para explicarle el porqué de sus acciones a su amigo el
zorro. Le dijo: —“Lohago como preparación; de qué me serviría comenzar a
afiliar mis colmillos cuando el peligro esté frente a mí, ya sería muy tarde.
Además, el enemigo más grande es que uno no esté preparado para enfrentar
a aquel que no conoce y que no sabe que viene a atacar”—.[6]
Esta fábula es un perfecto ejemplo de la manera en que debemos llevar a cabo
la guerra espiritual. Tenemos que preparar las armas que nos han sido dadas,
esto debe convertirse en una disciplina diaria. Necesitamos saber quién es
nuestro enemigo, porque el más peligroso es el que uno desconoce.
“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre
los que se pierden está encubierto; en los cuales el
dios de este siglo cegó el entendimiento de los
incrédulos, para que no les resplandezca la luz del
evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen
de Dios”.
(2 Corintios 4:3-4)
El apóstol Pablo habla del adversario como el dios de este siglo, el que se
encarga de nublar el entendimiento de los incrédulos para que la luz del
evangelio no resplandezca sobre ellos. Ahora, debemos entender cómo actúa
este enemigo contra el cual estamos luchando.
¿Cómo actúa?
Cuenta con la organización de un estratega militar. Bajo su autoridad están:
principados, potestades, gobernadores de las tinieblas y huestes de maldad en
las regiones celestes (Efesios 6:12).
A lo largo de la Palabra encontramos otras de las características del
adversario:
Astuto (Génesis 3:1).
Mentiroso (Génesis 3:1-3).
Vengativo (Salmos 8:2b).
Destructor (Isaías 54:16).
Tentador (Mateo 4:7).
Acusador (Apocalipsis 12:10).
Príncipe de los demonios (Mateo 12:24).
Asesino (Juan 8:44).
Padre de mentira (Juan 8:44).
Príncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2).
Es el dragón (Apocalipsis 12:7-9).
Un león rugiente (1 Pedro 5:8).
Se viste como ángel de luz (2 Corintios 11:14).
Como un rayo caído (Lucas 10:18).
Jesús inicia Su ministerio
El Señor Jesús hizo lo que ningún profeta en la antigüedad jamás había
hecho; Su primer acto público fue reprender los demonios de un hombre:
“Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, que
dio voces, diciendo: ¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has
venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. Pero Jesús le
reprendió, diciendo: ¡Cállate, y sal de él! Y el espíritu inmundo,
sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él. Y todos se
asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto?
¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus
inmundos, y le obedecen? Y muy pronto se difundió su fama por toda la
provincia alrededor de Galilea” (Marcos 1:23-28). El apóstol Juan dijo:
“Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1
Juan 3:8b).
Aunque vivimos en un cuerpo humano, no estamos usando armas humanas, sino que estamos usando armas poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.
Dios nos dio armas espirituales
El apóstol Pablo dijo: “Pues aunque andamos en la
carne, no militamos según la carne; porque las
armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,
derribando argumentos y toda altivez que se
levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando
cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y
estando prontos para castigar toda desobediencia,
cuando vuestra obediencia sea perfecta” (2
Corintios 10:3-6). Aunque vivimos en un cuerpo
humano, no estamos usando armas humanas para
enfrentarnos a las fuerzas adversas de maldad, sino
que estamos usando armas poderosas en Dios para
la destrucción de fortalezas.
Son poderosas en Dios para:
Destruir las fortalezas del enemigo.
Derribar argumentos.
Derribar toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios.
Llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.
Que con diligencia castiguemos toda desobediencia.
Victoria a través de la Sangre
“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra
del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”
(Apocalipsis 12:11).
Si logramos valorar esta poderosa arma espiritual que el Señor depositó en
nuestra boca, será como cuando David se enfrentó a Goliat y tomó cinco
piedras lisas, una de las cuales lanzó con su onda y se incrustó en la frente del
gigante. Así será esta palabra, como la piedra lisa, y la fe, como una honda.
Cuando nosotros creemos en la Palabra, cuando la confesamos y la
proclamamos, entonces ella sale con la fuerza del Espíritu y esa piedra se
clava en la frente del gigante y lo podemos derribar.
Si observamos los versos anteriores en el capítulo 12 de Apocalipsis, dice:
“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban
contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no
prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo” (Apocalipsis 12:7-
8).
El apóstol Juan fue quien tuvo la revelación acerca de la guerra espiritual en
los lugares celestiales; vio cómo las fuerzas del bien, lideradas por el arcángel
Miguel, se enfrentaban a las fuerzas del mal lideradas por Satanás.
Recordemos nuevamente que este ser espiritual y maligno era uno de los
querubines de más alto rango en el reino celestial, pero que por causa de su
rebelión fue despojado de todos los privilegios que él gozaba y fue denigrado
al nivel más bajo, como lo expresó el profeta Ezequiel: “… yo, pues, saqué
fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la
tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron de
entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre
dejarás de ser” (Ezequiel 28:18-19).
Ahora, Juan vio a este ex querubín en sus cuatro manifestaciones: “Y fue
lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y
Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles
fueron arrojados con él”. (Apocalipsis 12:9). El adversario tiene cara de
dragón, cara de serpiente antigua, cara de diablo y cara de Satanás. Al
parecer, quien lidera es el dragón.
Guerra contra la mujer
Juan también vio en el cielo intermedio la guerra
espiritual entre el dragón y la mujer: “Apareció en
el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol,
con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza
una corona de doce estrellas. Y estando encinta,
clamaba con dolores de parto, en la angustia del
alumbramiento” (Apocalipsis 12:1-2). Esta mujer es
un prototipo de la iglesia de Jesús, la cual está
revestida de Su carácter, como lo enseñó el profeta
Malaquías: “Mas a vosotros los que teméis mi
nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas
traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como
becerros de la manada” (Malaquías 4:2). Además,
el embarazo de esta mujer representa la gran
multiplicación de almas para el reino de Dios.
“También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón
escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete
diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y
las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba
para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese”
(Apocalipsis 12:3-4).
Una de las inquietudes que mantuve por mucho tiempo en mi corazón fue:
¿Por qué ese dragón es escarlata? Hasta que entendí que este dragón es
escarlata porque sólo se alimenta de sangre. Recordemos que “sin
derramamiento de sangre no se hace remisión” (Hebreos 9:22b). Cuando
Satanás tentó a Jesús en el desierto, el evangelista Lucas dijo: “Y le llevó el
diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la
tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos;
porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me
adorares, todos serán tuyos” (Lucas 4:5-7). El adversario se sentía el dueño
de la tierra, pues, como sabemos, se apropió de todo lo que le pertenecía al
hombre. Por este motivo le

Continuar navegando

Otros materiales