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ANTICIPAR La anticipación se sitúa en algún lugar entre lo que sabemos con certeza que ocurrirá y una ausencia total de previsiones. El acto de coger una pelota en el aire entraña una forma de anticipación: sabes que está viniendo, pero no dónde caerá exactamente, de modo que tenemos que anticiparnos a las diversas posibilidades. Los textos en esta sección de Urbanismo ecológico anticipan ciudades del presente y del futuro y, como sugiere Rem Koolhaas, para mirar hacia adelante necesitamos mirar atrás. Homi K. Bhabha nos recuerda que tenemos que reflexionar sobre lo no construido, sobre aquello que, por un motivo u otro, no ha ocurrido: “Siempre es demasiado pronto o demasiado tarde para hablar de las ‘ciudades del futuro’”. Bruno Latour escribe sobre la exploración del espacio exterior y, en particular, sobre el desastre del transbordador Columbia, advirtiéndonos: “No es solo que el tiempo haya pasado, sino que ha cambiado la manera como lo usamos y como transcurre por completo”. Latour sacude nuestras ideas preconcebidas sobre la modernidad y nos deja con la imagen del despegue del Columbia y fotografías de sus escombros. Vivimos en un mundo en el que las certezas del pasado son fragmentos, aunque también haya esperanza en esa imagen, pues muestra una malla infraestructural que mantiene unidas las piezas. ANTICIPAR Progreso contra ApocalipsisRem KoolhaasZeekrachtOMA Con Bombay en mente: algunas ideas sobre sostenibilidad Homi K. Bhabha Planeta Urbano: Bombay Daniel Raven-Ellison y Kye Askins Apuntes sobre la tercera ecología Sanford Kwinter Desigualdad social y cambio climático Ulrich Beck Por un posmedioambientalismo: siete recomendaciones para una Nueva Carta de Atenas y La metrópolis débil Andrea Branzi Obra débil: la “metrópolis débil” de Andrea Branzi y el potencial proyectivo de un “urbanismo ecológico” Charles Waldheim De “sostén” a “habilidad” JDS Architects Cuarenta años después: retorno a la Tierra sublunar Bruno Latour 8 ANTICIPAR Progreso contra Apocalipsis Rem Koolhaas Me interesa la coexistencia de la modernidad y las innumerables condiciones espontáneas e improvisadas que no consumen mucha energía o material. En mi opinión, la condición híbrida es la condi- ción del momento. Por ello, no creo que necesite repudiar la moder- nidad o anunciar su fin: ambas realidades seguirán coexistiendo. Creo que solo nos estamos volviendo más sensibles ante su coexis- tencia y menos entusiastas respecto a la modernidad, porque ya todos conocemos sus defectos y sus taras, y somos más perspica- ces ante sus alternativas. De ahí que quizás estemos más entusias- mados imaginándonos cómo ambas pueden coexistir. Dada la arquitectura que producimos colectivamente, me parece increíble que a alguien del mundo académico se le ocurra pedirle a un arquitecto en práctica en el siglo xxi que participe en una monografía sobre urbanismo ecológico. Por ello agradezco mucho el reto, aunque también soy consciente de que mi partici- pación viene condicionada por esta situación. 4 Cuando me invitaron a participar, en el estudio hicimos algunas investigaciones. Primero miramos a la Antigüedad para darnos cuenta de que en el año 25 a. C. ya existía un conocimiento profundo sobre la eco- logía y sobre cómo la gente debería construir de forma económi- ca, lógica y bella. Por ejemplo, Vitruvio sabía perfectamente que el sol arrojaba sombras con distintos ángulos e inclinaciones según la orienta- ción del lugar, y que su arquitectura debía lidiar con estas condi- ciones. Como el sol brillaba desde el sur, las partes más cálidas de las termas romanas debían orientarse también a sur. Este conoci- miento no se limitaba solo a los edificios, sino que se extendía a la planificación de ciudades lógicas y cómodas, basadas en un compromiso con la naturaleza y un entendimiento de ella. “Antes de echar los cimientos de las murallas de una ciudad habrá de escogerse un lugar de aires sanísimos. Este lugar habrá de ser alto, de tem- peratura templada, no expuesto a las brumas y a las heladas, ni al calor ni al frío: estará además alejado de lugares pantanosos para evitar que las exha- laciones de los animales palustres, mezcladas con las nieblas que al salir el sol surgen en aquellos parajes, vicien el aire y difundan sus efluvios nocivos en los cuerpos de los habitantes y hagan por tanto infecto y pestilente el lugar. Tampoco serán sanos los lugares cuyas murallas se asienten junto al mar, mirando a Mediodía o a Occidente, porque en estos sitios el sol, en verano, tiene mucha fuerza desde que nace, y al mediodía resulta abrasa- dor; y en los expuestos a Occidente, el aire es muy cálido a la puesta del sol”. Vitruvio, Los diez libros de arquitectura, libro I, cap. IV: “De la elección de lugares sanos”. Durante el Renacimiento se cultivó y amplió aún más este cono- cimiento. Un siglo después se produjo la llamada Ilustración, y con ella se inauguró formalmente la modernidad. La línea roja se sitúa en 1750. 5 ANTICIPAR La Ilustración tuvo un efecto clave sobre la razón al disparar el aparato de la modernidad en un plazo de tiempo sorprendente- mente corto. Y también otros como Caspar David Friedrich. Me gusta este cuadro porque muestra a gente muy sofisticada y educada en busca de la naturaleza, e interactúan con ella de un modo que no muestra ninguna tensión o alienación. Parece incluso que esta manera de relacionarse es recíproca. Quizás el resultado final de esta corriente altamente racional de nuestra civilización sea la central nuclear. En la Ilustración también encontramos a personajes como Goethe, quien combinaba arte y ciencia sin esfuerzo alguno. 6 Pero nuestra cultura también presenta un rasgo completamente distinto, y ya no nos encontramos ante una narrativa razonable y lineal del progreso, sino ante otra de desastres y tensiones esen- ciales entre el ser humano y la naturaleza. La naturaleza se ve a veces como a una suerte de castigo de la humanidad y, otras veces, se representa al ser humano como cas- tigador de la naturaleza. Independientemente de cómo se inter- prete esta narrativa –desde un punto de vista religioso u otro–, es esencialmente antimoderna y plantea expectativas apocalípticas. En este cuadro, Caspar David Friedrich simboliza este sentir, un sentir que ha dado pie a una serie de profetas. Quizás el primero de ellos fue Thomas Malthus, con su creencia de que a la huma- nidad le esperaba una muerte prematura. “El poder de la población es tan superior al poder que la tierra tiene para producir los productos necesarios para la subsistencia del ser humano que la muerte prematura se presentará ante la raza humana de alguna forma u otra”. Thomas Malthus, Ensayo sobre el principio de la población, 1798. Otros fueron Paul R. Ehrlich, en 1968, y James Lovelock. “La batalla por alimentar a toda la humanidad ha terminado. En las déca- das de 1970 y 1980, cientos de millones de personas morirán de hambre pese a los esfuerzos de cualquier programa de financiación que se ini- cie ahora. Hemos llegado al punto en el que nada puede prevenir un alza sustancial en la tasa de mortalidad mundial”. Paul R. Ehrlich, The Population Bomb, 1968. “Para 2040, partes del desierto del Sahara se habrán desplazado hacia el centro de Europa. Estamos hablando de París, e incluso de lugares tan septentrionales como Berlín. En Gran Bretaña nos salvaremos por nuestra ubicación oceánica”. James Lovelock, La venganza de la Tierra, 2006. Lo que tenemos, pues, son dos vertientes completamente opues- tas, y ambas cuentan con destacados y elocuentes profesionales en la materia. Ambas ideologías interpretan los mismos fenóme- nos en claves completamente contradictorias: la una en la vía de lo razonable y la otra con una trayectoriade manipulación e incorrección desastrosas. La confusión actual se debe a la ten- sión que existe entre ambas vías. No somos capaces de desenma- rañarlas o entender cuándo se nos habla desde una de ellas y cuándo desde la otra. Esta polaridad sigue siendo válida, y lo es desde hace ya un tiempo increíblemente largo. Por introducir una nota un poco más autobiográfica: cuando vivía en Londres, en 1968, estudiaba en una escuela en la que todavía había una asignatura sobre arquitectura tropical. Aun- que no me la tomé muy en serio, me fascinaban sus profesores, quienes nos infundieron un enorme respeto por el paisaje. 7Progreso contra Apocalipsis ANTICIPAR Nos enseñaron a mirar otras ciudades para ver cómo funciona- ban y a observar entornos aparentemente no arquitectónicos. Para ellos ningún tema era demasiado modesto o humilde. Aquí tenemos a Jane Drew y Maxwell Fry dibujando cloacas abiertas y maneras para limpiarlas. Este tipo de humildad ha desaparecido prácticamente en la enseñanza de la arquitectura. Sin embargo, no se trata solo de humildad, pues ellos también se interesaban por el trópico como un terreno especial, que ahora es el frente de imposibilidades y tensiones al que nos enfrentamos. Estudiaron con gran profundidad estas áreas y fueron capaces de analizar hasta qué punto el clima tropical requería una arqui- tectura y un planeamiento específicos. Sus estudios también evaluaron cómo podía surgir una arquitec- tura que realmente fuera capaz de persistir en este clima sin los niveles de artificialidad que hoy damos por sentados. 8 Lo que en retrospectiva encuentro conmovedor no es la franque- za de este discurso, sino su convicción de disponer de un cono- cimiento digno de enseñar. El equivalente a este tipo de conoci- miento es bastante tenue en nuestras actuales estructuras académicas. Desarrollaron un repertorio de medidas que evitaban el uso del aire acondicionado y los lujos de la típica arquitectura occiden- tal, creando extrañas cárceles de evasión. También crearon una estética capaz de renovar la arquitectura moderna, que a su vez estaba dándose de bruces contra temas puritanos e impopulares. No solo trabajaron en arquitectura, sino también en ciudades o pueblos. Me impresiona la intensidad, quizás un tanto condescendiente pero altamente didáctica, de este tipo de esfuerzos. Hasta lo más sencillo se explicaba de forma plausible, y aunque no pueda decir que como estudiante prestara mucha atención a estos co- nocimientos, en retrospectiva hizo que me enfrentara a un cono- cimiento que se encontraba ya de salida, pues se interponía en la vía del desarrollo. Esta es una de las tragedias. Desde entonces, me he involucrado cada vez más en investiga- ciones sobre África y los trópicos y he encontrado ejemplos de ingeniería similares a este de Lagos, realizado por una empresa de la Alemania del Este. Este ejemplo parecía convertir, sin ningún tipo de compasión, la ciudad de Lagos en una metrópolis moderna, haciendo desapare- cer todo lo local. Sin embargo, en un examen más de cerca, el proyecto coexistía con expresiones de pobreza e improvisación social. Aunque parecía completamente caótico, las cosas funcionaban extrema- damente bien dentro de un proceso de interdependencia mutua. Este tipo de ingeniería tiene una sutileza que no es apreciable a primera vista, pero que si la estudiamos en el tiempo, mientras la infraestructura se deteriora, puede verse que tiene cierta pro- fundidad. 9Progreso contra Apocalipsis ANTICIPAR Esta profundidad no procede del Occidente capitalista, sino del mundo comunista que tuvo su influencia en África en las déca- das de 1960 y 1970. Era tan frugal, tan eficiente, metódico y coherente que fue capaz de llevar a cabo proyectos complejos y sutiles. En el período entre 1965 y 1975 había una increíble capacidad para tomarse en serio las condiciones adversas, diferentes cli- mas y la cuestión del uso energético, e intentar combinar las palabras “proyecto” y “ciencia”. Lamentablemente, treinta años después, ambas parecen estar más alejadas que nunca. Esta tendencia a aunar diseño y ciencia se vio estimulada y pro- movida no solo por proyectistas y científicos, sino también por intelectuales menos ortodoxos, como Marshall McLuhan e Ian McHarg. En su libro Proyectar con la naturaleza (1969), McHarg escribió uno de los manifiestos más ingeniosos sobre cómo podían coexistir la cultura y la naturaleza. “Hace ya casi cuarenta años, Ian McHarg propuso una audaz teoría y una serie de métodos de planificación relacionados con la ecología en Proyectar con la naturaleza. Aunque la medida práctica que él propuso se ha incorporado a las prácticas de diseño y planeamiento subsiguien- tes, sus implicaciones teóricas todavía no se han llevado a cabo por completo. Entre las formas actuales del modelo se incluye la amalgama ‘urbanismo paisajístico’ con su enfoque en la infraestructura y en la eco- logía urbana, una disciplina híbrida que seguramente le debemos a McHarg, aunque evite cumplir con los efectos más extenuantes de su proyecto”. Fredrick R. Steiner, “The Ghost of Ian McHarg”, Log, 2009. En 1965, en una reunión a bordo de un barco en el Mediterráneo, la antropóloga Margaret Mead y otros intelectuales debatieron las cuestiones que ahora estamos repasando. Produjeron unos bocetos en los que, casi obligatoriamente, las formas de energía humana, solar y comercial se entrelazaban y se mezclaban de modos que apenas hoy intuimos. Lo que encuentro especialmente impresionante en la caligrafía de estos bocetos es cuán vigorosos y urgentes son en compara- ción con nuestros actuales renders, tan regulares y perfectos. Estos bocetos muestran lo inevitable que es conjugar naturaleza y redes. Quizás la aportación a la disciplina de Richard Buckminster Fuller fuera la apoteosis de esta combinación entre naturaleza y redes. Fuller hizo lo máximo posible con lo mínimo, produciendo, por un lado, diagramas de una laboriosa simplicidad. Por otro, trabajó en inventarios radicales del mundo, tanto de sus elementos culturales como de los naturales, y documentó sus avances parejos de un modo visionario. 10 Por ejemplo, este grupo quedó consternado por la prevalencia del consumo en Estados Unidos. En cada uno de estos cuadros, la parte azul representa los recursos específicos que acapara Estados Unidos y la roja lo que queda disponible para el resto del mundo. Los cuadros, producidos para una publicación conven- cional, constituyen una asombrosa acusación contra el estilo de vida norteamericano. Estas personas no eran unos don nadie de la política, sino verda- deros agentes políticos. Este cuadro representa el total del presupuesto militar del mun- do, y cada celda representa mil millones de dólares. Con ello Fuller mostraba cómo podrían resolverse los problemas del mun- do desviando los recursos militares a otros ámbitos. En la actua- lidad ya no existe este tipo de claridad, y esa carencia hace que estemos desesperados por encontrar un poco de coherencia. Este es un dibujo sobre cómo hacer que la energía mundial discu- rra por ciertos tipos de canales o ventiladores, para mejorar la eficiencia de todo el sistema. Volveremos más adelante sobre este tema. 11Progreso contra Apocalipsis ANTICIPAR Ahora bien, si ponemos todo lo que estaba ocurriendo a fines de la década de 1960 y principios de la de 1970 en una nube o un racimo, parece haber una mezcla muy confusa de bueno y malo. Pero si colocamos esos mismos acontecimientos en diferentes zonas o categorías, lo que aparece es un patrón. Sin duda había muchas crisis, pero, como reacción, también se produjo una explosión de la conciencia ecológica. Al mismo tiempo, se puso en práctica una forma de ingeniería muy desarrollada e imagina- tiva, teorizada por Fuller y otros personajes: el puente sobreel Bósforo, invertir la corriente de un río para regar partes de Siberia, la difusión de los ordenadores, el Concorde, el World Trade Center, y la primera conferencia internacional sobre cuestiones medioam- bientales. Puente sobre el Bósforo, Estambul, 1972 12 Quizás parte de esta conferencia fuera también el primer Club de Roma, en el que se habló de los límites del crecimiento. Es intere- sante comprobar que en 1972 tuvieron lugar unas cuantas itera- ciones de los informes del Club de Roma. “Si las actuales tendencias de crecimiento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la alimentación, la producción y el desabastecimiento de recursos continúan sin cambios, se alcanzarán los límites del crecimiento en el planeta en el curso de los siguientes cien años”. Los límites del crecimiento, informe al Club de Roma sobre el predicamento de la humanidad, 1972. Se trataba de un argumento razonable y dramáticamente ilustra- do acerca de los límites de los recursos que mostraba que debía- mos ser más cuidadosos y moderados en nuestro consumo durante los próximos cien años. Pero entonces, la economía de mercado se desató a mediados de la década de 1970 y tuvo un efecto devastador en el conocimiento que se había acumulado hasta ese momento. Es aquí donde hemos forzado la vertiente apocalíptica de la polaridad que defi- ní al principio. Veinte años más tarde, el Club de Roma se muestra completamen- te conforme con que el “calentamiento global, la escasez de agua, las hambrunas y demás temas que encajan a la hora de buscar un nuevo enemigo que nos una”. Podría decirse que ese mismo año hasta llegaron a sugerir que “la democracia ya no es adecuada para la tarea que nos espera”. Lo que se ve es una ampliación e intensificación perversa de unos argumentos en apariencia racio- nales, pero en realidad apocalípticos. “Llegamos a la idea de que la contaminación, la amenaza de calenta- miento global, la escasez de agua, las hambrunas y demás temas que encajan a la hora de buscar un nuevo enemigo que nos una”. La primera revolución global, informe del consejo al Club de Roma, 1994. “Parecería que los seres humanos necesitamos una motivación común, un adversario común, para organizarnos y actuar juntos en el vacío [...], y el enemigo común de la humanidad es el hombre [...]; la democracia ya no es adecuada para la tarea que nos espera”. La primera revolución global, 1994. 13Progreso contra Apocalipsis ANTICIPAR De este modo, estas dos tendencias casi se fusionan, o al menos la prueba de la que se valen es la misma, aunque una siga basán- dose en la prueba para un futuro racional y razonable, como la aplicación de la energía atómica. Este mapa representa la dependencia relativa de la energía atómica. En Francia, el 80 % de la electricidad que se genera es de origen nuclear. El país cuna del Iluminismo, en cierto sentido, sigue siendo hoy el país más iluminado por su política energética. Científicos como Freeman Dyson están relativizando el desastre de los niveles de emisiones de CO2 al sostener que, en ciertas áreas, hasta podrían tener efectos positivos. “Dyson ha propuesto que la inflamación que está experimentando el clima puede ser buena, puesto que el dióxido de carbono ayuda al cre- cimiento de todo tipo de plantas. Añade que si aumentan en exceso los niveles de CO2, sus efectos podrían aliviarse mediante la plantación masiva de árboles especialmente cultivados para ‘devorar carbono’”. The New York Times, 29 de marzo de 2009. Y, por supuesto, se lo vilipendia por declaraciones como esta: “Los chats, los foros de Internet, los buzones del editor y hasta su pro- pio correo electrónico resonaron con una corriente térmica de diatribas en las que se ha descrito a Dyson como un ‘imbécil grandilocuente’, un ‘fanfarrón’, una ‘cloaca de desinformación’, un ‘vejestorio que cabalga hacia el ocaso’ y, puede que inevitablemente, como ‘un científico loco’”. The New York Times, 29 de marzo de 2009. Sin embargo, esta manera de pensar quizás nos conduzca a una forma de ingeniería capaz de ofrecernos estrategias que nos sean de ayuda. Luego está la tendencia apocalíptica, que retrata los trenes impulsados con carbón como un holocausto y que desarrolla escenarios cada vez más extremos. 14 Estos son todos los mercados de valores; todos sabemos lo que pasó. Sabemos que la economía de mercado no es el único mode- lo posible de existencia. Nos hemos dado cuenta de que el 11-S no solo fue un desastre, sino que también creó una ruptura fun- damental entre Estados Unidos y el resto del mundo. Contamos con un equipo motivado que está trabajando sobre el problema, pero dudamos de su seriedad y de si disponen de la información necesaria. Han aparecido interesantes acusaciones: la responsabilidad es de la “gente blanca con ojos azules”. “Esta crisis ha sido causada por la conducta irracional de gente blanca con ojos azules, quienes antes de la crisis parecían saberlo todo y hoy demuestran que no saben nada”. Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, BBC, 27 de marzo de 2009. “Los trenes que transportan carbón a las centrales eléctricas son trenes de la muerte. Las centrales eléctricas de carbón son fábricas de muerte [...]. Sin duda, si quemamos todos nuestros combustibles fósiles, des- truiremos el planeta tal como lo conocemos”. James Hansen, NASA, The Guar- dian, 15 de febrero de 2009. Por ejemplo, el plazo límite para la intervención que previó el Club de Roma en su primer informe se ha rebajado a cuatro años, lo que nos enfrenta a un plazo de tiempo desesperado. “Nos quedan solo cuatro años para actuar contra el cambio climático”. James Hansen, NASA, The Guardian, 18 de enero de 2009. En este caso no se predice nada más allá de cierta fecha, de modo que la ciencia pasa a exacerbar la crisis cuando ya no trata de dar respuestas. 15Progreso contra Apocalipsis ANTICIPAR “Estados Unidos ya no dicta la pauta”. “Se produce un desafío directo a los paradigmas que Estados Unidos ha intentado vender al resto del mundo. Los mercados emergentes piensan que ahora pueden hacer lo que quieran sin que Estados Unidos los ame- drente”. Eswar S. Prasad, FMI, International Herald Tribune, 29 de marzo de 2009. “El consumo de Occidente ya no es necesario”. “Muchos países en vías de desarrollo ven a Occidente como un modelo, pero ese no puede ser el modelo. Estos edificios [occidentales] gastan demasiada energía y no nos los podemos permitir. La población india ha crecido más allá de todo control y es erróneo esperar que el desarro- llo occidental nos sirva de ayuda”. Jockin Arputhan, fundador de la National Slum Dwellers Federation of India. “Hay que abandonar el dólar”. “El estallido de la crisis y sus efectos colaterales a todo el mundo reflejó las vulnerabilidades inherentes y los riesgos sistémicos del sistema monetario internacional existente. [Lo que se necesita es una nueva moneda de reserva] que no tenga relación con determinados países”. Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco Popular de China. Lo que se aprecia es una reacción adversa a la posición esta- dounidense. Pero ¿qué pasa con la arquitectura? Creo que para nosotros la crisis representará el fin del régimen ¥ € $. Para quienes no lo reconozcan, una colección de obras maestras construidas por arquitectos en los últimos diez años muestra des- carnadamente que un icono puede ser individualmente viable, pero que colectivamente forman un tipo de paisaje contraprodu- cente y que se anula a sí mismo. Eso queda descartado. Desafortunadamente, la suma de conocimiento arquitectónico actual no va mucho más allá de eso. Es ahí donde la economía de mercado y la evolución de la cultura arquitectónica han sido extremadamente irresponsables, al dejar que el conocimiento simplemente desapareciera entre diferentes preocupaciones. 16Creo que la dialéctica de la arquitectura todavía no es lo sufi- cientemente profunda. Tenemos todas estas imágenes de edi- ficios que no funcionan correctamente, pero nuestras respuestas no son necesariamente hondas. No me excluyo de ninguno de estos cargos, como espero que entiendan. Hemos afrontado nuestra responsabilidad, literalmente, cubriéndolo todo de vegetación, como la boutique de Ann Demeu- lemeester en Seúl, toda ella cubierta de césped. Greenwash [lavado de cara ecológico], n. desinformación diseminada por una organización para presentar una imagen pública ecológicamen- te responsable. Concise Oxford English Dictionary, 11a edición, 2008. “Entre las obras pendientes de construcción en Singapur, la torre EDITT será un modelo de ‘diseño tropical ecológico’. Con veintiséis plantas de altura, el rascacielos contará con paneles fotovoltaicos, ventilación natu- ral y una planta de generación de biogás, todo ello envuelto por una pared aislante viva que recubre la mitad de su superficie total. El rasca- cielos ecológico se diseñó para aumentar la biodiversidad del área y rehabilitar el ecosistema local en la metrópolis sin cultura de Singapur”. T. R. Hamzah & Yeang. Incluso edificios importantes construidos por arquitectos serios, como la California Academy of Sciences en San Francisco, en mi opinión casi caen dentro de la misma categoría. Lo que resulta hoy muy difícil para la arquitectura es que los arquitectos son sus propios comentaristas principales. “‘Puede decirse que el edificio está hecho de sombras’, dice Renzo Pia- no. ‘Estar dentro de él es como estar bajo un árbol en verano. El techo verde con sus burbujas es como el follaje que rodea las ramas. Y la bri- sa del Pacífico asegura que no nos sintamos atrapados dentro de un pesado edificio institucional’”. The Guardian, 11 de noviembre de 2008. De una forma alarmante, este lenguaje es tan escandalosamente inocente como sumamente calculador (probablemente ambas cosas), y si leemos la crítica del mismo edificio que Nicolai Ouroussoff escribió para The New York Times, verán que el comentario del arquitecto parece funcionar bastante bien, pues- to que Ouroussoff está encantado con el edificio. “Si quieren una ratificación de que la historia de la humanidad es una espiral ascendente, más que un descenso hacia la oscuridad, visiten la nueva California Academy of Sciences en el Golden Gate Park [...]. Sin embargo, la grandeza de este edificio como arquitectura radica en una historia cultural que abarca del movimiento moderno a la Grecia clásica. Es un reconfortante recordatorio del papel civilizador que el gran arte ejerce en tiempos de barbarie”. Nicolai Ouroussoff, The New York Times, 23 de septiembre de 2008. 17Progreso contra Apocalipsis ANTICIPAR Pero hay una pregunta que parece que nunca se formula: ¿es todo esto necesario?, ¿necesitamos más acuarios? Ouroussoff prosigue en un lenguaje más complejo... “El edificio del señor Piano es además una aceptación deslumbrante- mente nada cínica de los valores ilustrados de la verdad y la razón. Su simetría clásica –la geometría axial, los pilares que enmarcan la entrada central– evoca un linaje que se retrotrae a la Neue Nationalgalerie que Mies van der Rohe diseñara en 1968 y al Altes Museum de Schinkel de 1828 en Berlín, e incluso va más lejos todavía, hasta el Partenón”. Todavía no hemos trascendido las inofensivas flechas de Buck- minster Fuller. Esta es la manera vergonzosa con la que aún pro- bamos estar en lo correcto. Tenemos entonces una suerte de Partenón con un planetario, una plaza y una selva. Con todo el debido respeto, diría que esto no es un Partenón. Mientras tanto, en Abu Dabi, Norman Foster está haciendo un esfuerzo muchísimo más serio con Masdar, una ciu- dad de cero emisiones de carbono en la que no habrá automóvi- les gracias al uso de tecnologías que están aún por revelarse. “Un nuevo desarrollo sostenible de seis millones de metros cuadrados que utiliza los principios tradicionales de planificación de una ciudad amurallada junto a tecnologías existentes para lograr una comunidad con una huella de carbono y desperdicios cero [...]. La ciudad no tiene auto- móviles. A una distancia máxima de doscientos metros habrá enlaces de transporte y servicios”. Foster + Partners. Aunque realmente no quería hablar de la obra de nuestro estu- dio, uno de nuestros proyectos, que muestro porque tiene que ver con lo que aquí hemos tratado, indica la dirección en la que creo que debemos ir: necesitamos alejarnos de esta amalgama de bue- nas intenciones y de branding para avanzar en una dirección más política e ingenieril. Estamos trabajando en lo que podría hacer Europa con la ener- gía que se capta en el mar del Norte (véanse págs. 72-77). En este mapa pueden verse Noruega, Suecia, Dinamarca, los Países Bajos, Bélgica y Gran Bretaña, todos ellos países con grandes territorios que dan al mar del Norte. El proyecto imagina que la energía eólica podría combinarse y que la oferta y la demanda podrían estar reguladas. Un único anillo que integrara turbinas de viento no solo produci- ría energía, sino también ventajas adicionales como la reutiliza- ción de algunos de los aparatos superfluos para la extracción de petróleo, e incluso podría generar su propia industria turística. Un único anillo podría generar más energía de la que Oriente Medio produce en un año. 18 Yendo incluso más allá, habría una posible conexión norte-sur que trataría de explotar el potencial específico de cada zona: ener- gía eólica, mareomotriz y solar, todos ellos recursos energéticos que podrían desplegarse en el marco de una única red europea. Estas son las necesidades que pueden atenderse con solo combi- nar política e ingeniería. Cuando trabajábamos con este material descubrí que lo que involuntariamente estamos haciendo es lo que Buckminster Fuller proponía al mirar el mapamundi hace cuarenta años. TIDAL WAVE BIOMASS PLANT GEOTHERMAL PLANT SOLAR PANELS CONCENTRATED SOLAR POWER HYDRO DAM WIND FARMS 19Progreso contra Apocalipsis ANTICIPAR implementarse por fases para aten- der tanto a la evolución de la deman- da como a los planes de desarrollo regional del mar del Norte. Local- mente, los parques cumplen una serie de funciones híbridas según su ubicación y rendimiento: los depósitos submarinos agotados de gas natural se usarían para el alma- cenaje de energía, los yacimientos de gas natural sin explotar apoyarían la generación de energía híbrida, los campos eólicos adyacentes a las rutas de navegación servirían como centrales eléctricas en el mar, etc. Los parques eólicos situados en zonas ecológicas y alrededor de pla- taformas existentes en desuso crea- rán zonas para la recuperación de especies marinas, nuevos parques recreativos y rutas marítimas recrea- tivas. Cuando se alcance una etapa más madura de desarrollo en el mar, los parques eólicos se concentrarán alrededor del superanillo, distribui- rán los excedentes nacionales y satisfarán necesidades energéticas de la región de una forma eficiente y rentable. mas naturales del mar (y su ecopro- ductividad); y un centro de investiga- ción internacional para promover la cooperación, la investigación, la inno- vación y el desarrollo. El plan maestro para los Países Bajos propone una estrategia de desarrollo operativa para la implementación nacional inmediata que tiene en cuenta tanto el desarrollo a largo pla- zo como la coordinación de intereses nacionales y supranacionales. A dife- rencia de los métodos de planea- miento tecnocráticos habituales, basados en zonificaciones de con- flicto mínimo, el plan maestro propone una aproximación proactiva y multidimensional basada en su viabilidad. Los parques eólicos anulares pro- puestos proporcionan destinos en alta mar a través de su conexión explícita con las partes que abaste- cen (como comunidades, empresas,ciudades, etc.). Los parques eólicos también han sido diseñados para poder ubicarse, programarse e Dada la considerable velocidad del viento y la poca profundidad de sus aguas, el mar del Norte es discutible- mente la zona más apta del mundo para un parque eólico a gran escala. La magnitud potencial de su energía renovable se aproxima, en efecto, a la producción de combustibles fósi- les en los países del golfo Pérsico. En un paisaje de demanda energéti- ca cambiante para el siglo xxi, el mar del Norte podría conver tirse en un protagonista principal en la produc- ción y el comercio de energía global a partir de la energía eólica. El plan maestro del mar del Norte se concibió como el resultado de un desarrollo en el mar, cooperativo e internacional. En lugar de contar con un plan espacial determinado, propo- ne un sistema de elementos catalíti- cos que, aunque previstos para el presente, podrán optimizarse para conseguir una sostenibilidad a largo plazo. Entre los componentes princi- pales del plan se incluyen: un supera- nillo energético, como infraestructura primaria para la distribución y abas- tecimiento de energía; un cinturón de producción, como infraestructura industrial e institucional de apoyo a la investigación y la fabricación; los arrecifes, que estimulan las ecologías marítimas reforzando los ecosiste- Zeekracht OMA 20 Plan maestro del mar de Norte Componentes del plan del mar del Norte 21 ANTICIPAR Plan maestro de los Países Bajos Componentes desarrollados del plan de los Países Bajos 22 Detalle del plan El sistema Zeekracht 23Zeekracht ANTICIPAR 24 25Zeekracht ANTICIPAR Con Bombay en mente: algunas ideas sobre sostenibilidad Homi K. Bhabha Siempre es demasiado pronto o demasiado tarde para hablar de las “ciudades del futuro”. La “ciudad justa” o la “ciudad genérica” flota en la penumbra del atardecer ante nuestros ojos fatigados y nos devuelve nuestras miradas expectantes en el amanecer de un nuevo día. El futuro de la ciudad, como alguna vez propusiera OMA, “es la posciudad que se prepara sobre el lugar de la exciu- dad”. Es en esas horas de anomia entre el ocaso y el amanecer –cuando experimentamos el “presente” despierto de nuestro dilema– cuando construimos la ciudad del futuro, la “nueva ciu- dad”, de una forma precaria y proléptica, de forma profética. Cualquier alegato de novedad, cualquier afirmación de que nos encontramos en un “punto de inflexión” de la historia, la urbani- dad o la ecología, es a la vez un compromiso histórico y una interpretación transitoria y tendenciosa. Y es tendenciosa no por una falta de imaginación o inteligencia ni por un fracaso de la integridad o la tecnología de nuestro planeamiento, sino por la temporalidad “transitoria” que media tanto en la concepción como en la construcción de los proyectos del futuro. Nos referi- mos a lo transitorio en el sentido en que Antonio Gramsci conci- be del “punto de inflexión de la historia” como de una realidad constelada: un archivo de lo contemporáneo equilibrado sobre el filo de la navaja de lo emergente y lo residual. Lo históricamente “nuevo” siempre es un momento de incubación. Gramsci escribe: “Lo que existe en cualquier punto del tiempo [en nombre de lo nuevo] es una combinación variable de lo viejo y de lo nuevo [...], un equilibrio momentáneo de relaciones culturales”.1 Y precisamente del “equilibrio momentáneo de relaciones cul- turales” es de lo que quiero tratar aquí, aun siendo como soy ansiosamente consciente de mi profunda ignorancia en materia de “urbanismo ecológico”. Sin embargo, mi ignorancia –o llamé- mosla inocencia– me lleva a sugerir que la sostenibilidad como modo de pensamiento “relacional” está profundamente implica- da en el “equilibrio momentáneo” de las relaciones culturales, sociales y geopolíticas. Ciertos discursos ecológicos o medioam- bientales parecen sugerir que la “sostenibilidad” sería una prác- tica ética o arquitectónica de longue durée, una intervención sobre los fundamentos dados de un entorno inmanente para proteger su integridad y propagar su productividad a través del tiempo. Tales perspectivas producen considerables beneficios a la hora de historicizar un “momento” político y poner en marcha un movimiento. Sin embargo, querría sugerir que dentro de la 26 longue durée circula el germen de ciertos petits récits que apo- yan el proyecto medioambientalista, aunque conciban de un modo un tanto diferente el argumento narrativo de la ecología. Me armo de valor con textos que parecen ensalzar la importan- cia crítica de un “equilibrio momentáneo” en el pensamiento ecológico. En su libro Las tres ecologías, Félix Guattari define lo “eco-lógico” como un “proceso, que yo opongo aquí al sistema o a la estructura, que tiene por objeto la existencia, a la vez consti- tuyéndose, definiéndose y desterritorializándose. Estos proce- sos de mise à l’être solo conciernen a ciertos subconjuntos expresivos que han roto con su imbricación totalizante y se han puesto a trabajar por propia cuenta [...]. En cada núcleo existen- cial, las praxis ecológicas se esforzarán en localizar los vectores potenciales de subjetivización y de singularización”.2 Justo cuando intentaba adaptar mi mente –profundamente atraída, no obstante, por lo “eco-lógico” como captura de la existencia “en el mero acto de su constitución, de mise à l’être”– a este tsunami verbal, vino a reconfortarme el respaldo categórico que Mohsen Mostafavi le diera al concepto de Guattari de agencia social efectiva, a esa “singularización de la existencia” como fuerza transformadora en el discurso del urbanismo ecológico. “Una práctica tal exige una nueva mentalidad –escribe Mosta- favi–, lo que Guattari designa como el proceso de la resingulariza- ción de la existencia [...] que depende de la producción colectiva de ‘subjetividades disidentes’ indómitas e impredecibles [...]. Un urbanismo ecológico tiene que incorporar una ética de la escala, la diversidad social, la densidad y el espacio público”. Lo que creo que es todavía más importante es que un discreto, pero esencial, desglose de los “bienes públicos ecológicos” –escala, diversidad, densidad, etc.– constituye el valor relacional que el pensamiento “eco-lógico” exige como condición para una ética de la sostenibilidad. La definición más prosaica de ciudad sostenible afirma que se trata de una ciudad diseñada o ajardinada de manera que asegu- re la preservación de recursos naturales en el tiempo, a la vez que proporciona las bases culturales, sociales y económicas necesarias para mantener a sus habitantes. Parece natural que las “medidas” normativas de los discursos sobre ecología o sos- tenibilidad sean de tipo espacial. Sin embargo, en la aparente- mente inocente frase “que asegure la preservación de los recur- sos naturales” vamos de lo territorial o del “terreno” –paisaje, ciudad, bosque, parque industrial–, a una temporalidad ecológi- ca (la preservación “en el tiempo”) que apoya o alberga la activi- dad ética del ecologista. (No olvidemos que en la palabra ‘ecolo- gía’, eco proviene del griego oikos, que significa hogar o vivienda.) La sostenibilidad es la actitud moral que surge de ofrecer nuestra casa para lo que sea necesario a fin potenciar tanto la vivienda propia como la de los demás. ¿Qué significa asegurar una “preservación en el tiempo”? ¿En qué marco tempo- 27 ANTICIPAR ral se produce? ¿Es la sostenibilidad un proceso evolutivo, una tarea teleológica o una intervención estratégica e intersticial sobre una realidad frágil y fractal a la que denominamos “entor- no urbano”? Si, como en mi caso, queremos englobar todas esas dimensiones, no podemos dormirnos en nuestros laureles prag- máticos,pues esos tres niveles o estratos de la sostenibilidad conforman un fascinante palimpsesto de intenciones superpues- tas, escalas temporales distintas, y objetivos parciales y contra- dictorios que se inscriben los unos sobre los otros para crear potencialidades ecológicas múltiples. La tarea fundamental del agente ecológico consiste, pues, en mantener un “equilibrio momentáneo” entre estas diversas prácticas sostenibles y sus diferentes definiciones de aquello que constituye el “futuro”. Y esto nos devuelve a la capacidad del agente o a la habilidad del activista –la agencia puede ser individual, colectiva o institucio- nal– para intervenir en la existencia urbana en el presente, en el mero acto de su constitución, en la mise à l’être. ¿Se trata solo de un problema teórico sin aplicaciones prácticas? ¿Es esta una mera charla informal junto a la chimenea entre Guattari, Mosta- favi y, más tarde, Bhabha, quien termina produciendo una humareda narcotizante? ¿Se trata de una tarea destinada a los ángeles o bien de algo de poca monta? Mientras revisaba los procesos esclarecedores de la Conferen- cia Urban Age India,3 se volvió evidente que una de las grandes cuestiones a las que se enfrentan los urbanistas en la actualidad es cómo calcular el “tiempo” en una intervención urbana. Hoy en día el “tiempo” no es una cantidad tan abstracta como la que podrían insinuar ciertas discusiones sobre la temporalidad. Cuando el tiempo se convierte en el medio de la agencia o en el vehículo para la intervención urbana, tal como sugiere Rahul Mehrotra, la temporalidad pasa a estar íntimamente conectada a las políticas gubernamentales y al decreto burocrático, al códi- go, al lugar y a la praxis. El tiempo es político y política; el tiem- po es emplazamiento geopolítico y su localización en el archivo de la memoria, del registro y del reglamento. Cuando Mehrotra se queja del “destiempo” de la intervención ecológica en Bombay coincide conmigo en la necesidad de actuar en el momento de la mise à l’être de un modo efectivo. Por descontado, no existe un tiempo de intervención “ideal”, aunque los hay mejores y peores. Mehrotra escribe: Durante las últimas tres décadas, el planeamiento se ha preocupa- do por acciones de retaguardia en contra de las aproximaciones de vanguardia que tradicionalmente lo han guiado. Por ello, en la actualidad la mayor parte de las infraestructuras siguen al creci- miento de la ciudad en lugar de facilitar y abrir nuevos centros de crecimiento dentro y fuera del núcleo urbano. En el Bombay con- temporáneo, el planeamiento se produce sistemáticamente a poste- riori, como una acción para asegurar y recuperar. De este modo, la profesión se ocupa principalmente de acciones de recuperación e intervenciones post facto para resolver los enredos 28 creados. No es casualidad que en Bombay se lleven a cabo cada vez más proyectos de “limpieza”, ya sean restauraciones de edificios, recintos o distritos históricos, litorales y aceras, o de la reubicación de barriadas de chabolas para hacer espacio a infraestructuras.4 La sostenibilidad representa un compromiso ecológico y ético afín a lo que, en sus dispersas notas sobre arquitectura, Ludwig Wittgenstein describe como: “No me interesa levantar una cons- trucción, sino tener ante mí, transparentes, las bases de las construcciones posibles”.5 Creo que, más que defender un plan maestro, lo que Wittgenstein sugiere es que pensemos seriamen- te sobre lo que yo denominaré lo “no construido”. Si pudiera decirlo de alguna manera que estuviera en consonancia con mi interés en un espacio-tiempo ecológico entendido como “un equi- librio momentáneo de relaciones culturales”, entonces diría que el urbanismo ecológico debería estar hondamente reflejado en lo no construido. Desearía terminar con unas cuantas considera- ciones sobre el papel que desempeña lo no construido en tiempos de reflexión ecológica. Lo no construido se opone a los hechos y proporciona una visión de posibles edificios, de lo que podría haberse construido si las condiciones económicas, culturales y ecológicas hubieran sido otras; supone un compromiso con lo que podría o no haberse construido mejor. Por último, lo no cons- truido es una perspectiva virtual y espectral del fantasma del espacio abierto que se cierne sobre la historia y la conciencia de cada construcción. Pensar en lo no construido es un gesto de vigilancia ética y arquitectónica que permite que la acción eco- lógica capture la existencia humana en el mero acto de consti- tuirse en un mundo emergente dentro de las esferas históricas y figurativas del ser y del significado. Nada expresa el proceso de “construcción y no construcción”, de captura de la experiencia urbana de Bombay en el mero acto de su constitución y de su “fijación de significado” como la nove- la de Salman Rushdie Hijos de la medianoche. En el Bombay poscolonial, la vieja esperanza de la nación india de una ciudad cosmopolita libre e igualitaria no se rinde ante un futuro secta- rio y obturado de conflictos comunales y violencia étnica y reli- giosa. Civilización y barbarie –los ideales iluminados de la inde- pendencia india, por un lado, y los diversos intentos por dividir y destruir su sentido cinético de comunidades tan diversas y par- ciales, por el otro– son los dos polos de la ambivalente tensión que produce la energía narrativa de Hijos de la medianoche de Rushdie, novela que puede compararse a los Buddenbrooks de Thomas Mann pero en Bombay, al estar construida a la escala del movimiento enérgico a través del paisaje urbano y del paysa- ge moralisé de la historia política del país. No se olviden de que en el último párrafo de la novela aparece Saleem Sinai –el doble del autor–, hundiéndose bajo sus pies. Pero antes, hay mucho camino por recorrer: 29Con Bombay en mente: algunas ideas sobre sostenibilidad ANTICIPAR ¡Conduce! ¡Sobre las arenas de Chowpatty! ¡Más allá de las grandes casas sobre la colina de Malabar, a la vuelta de Kemps Corner, des- bocadamente junto al mar hasta llegar a Scandal Point! Y claro, por qué no, más y más allá, por mi propia Warden Road, junto a las piscinas de Breadh Candy, hasta llegar al templo gigantesco de Mahalaxmi y al antiguo Willingdon Club [...]. Durante toda mi infancia, siempre que las malas épocas llegaban a Bombay, alguna prostituta insomne decía haber visto a la estatua de Shivaji mover- se; en la ciudad de mi niñez, las catástrofes bailaban al compás de la música oculta en los cascos grises de un caballo.6 Saleem tiene un olfato innato para captar la energía de Bombay, y es la energeia de la ciudad la que anima al relato. Hijos de la medianoche sobrevive porque se alimenta de esta notable “ener- gía” que recorre la ciudad, y el país, como una prostituta insom- ne –derrochadora y promiscua, vulnerable y venérea– y busca con ansia un lenguaje con el que describir el movimiento de la ciudad. En una sola página, la narración nos lleva desde los cocos de la playa Juhu al ritual de comer arroz y después al festi- val del dios elefante Ganesh Chaturti en la playa de Chowpatty, donde se arroja al mar coco y arroz como ofrendas rituales. Lista a lista, nombre a nombre, lugar tras lugar, la “energía” narrativa se acumula al estilo de un palimpsesto de estratificadas descrip- ciones de lugares, gentes y cosas. Las exploraciones olfativas de la ciudad que hace Saleem también ponen de manifiesto una ansiedad subyacente, una conciencia de que el precio de la inde- pendencia es la división, y de que el sueño del pluralismo puede verse amenazado por la pesadilla del provincialismo, del regio- nalismo y del comunalismo. El sonido de los tacos de las botas sobre el adoquinado mantiene despierta a la prostituta. El fetiche por la descripción profusa y desesperada de los pai- sajes urbanos representa un deseo de preservar hasta en sus más mínimos detalles los elementos de un pluralismomayor asocia- do a un Bombay que se siente amenazado. Lamentablemente, la gran idea de lo que la India pudo ser solo se logró mediante la negación y destrucción de la diferencia “constituyente” del modo de vida de las poblaciones mayoritarias del subcontinente –la hindú y la musulmana–, dividiendo al país y a sus gentes. La di- visión no es la “independencia” de la diferencia, sino la desapari- ción de la diferencia. Los ataques terroristas –el primero en 1993 y otro más recien- te en noviembre de 2008–, así como los incidentes de revueltas comunales, han dejado una impronta trágica en una ciudad que, al menos en superficie, parece funcionar afanosamente en con- tra y a través de esas fronteras éticas y religiosas. No es circuns- tancial que, al recorrerla de sur a norte, Rushdie a menudo tome el camino ribereño de Marine Drive. Al norte se encuentra el mundo de Bollywood, donde el musulmán de tendencia izquier- dista Qasim el Rojo frecuenta el Pioneer Café junto a Amina Sinai. Sin embargo, si se dobla justo antes de la playa de Chow- patty hacia el centro antiguo de la ciudad, se accede a otro mun- 30 do. Se pasa por Azad Maidan, justo frente a la Escuela Catedrali- cia, y pasando las comunidades católicas de Goa en los alrede- dores de Girgaon, se atraviesan los asentamientos parsis sobre Grant Road en dirección a las áreas musulmanas de Mohamedalli Road. Si se gira bruscamente a la izquierda antes de llegar a las comunidades angloindias de Byculla, se encuentra el otrora barrio judío de Nagpada, donde mujeres espectrales venden que- so en tiras y tortas de pan de sésamo judeoiraquí. Es en la perife- ria de la ciudad donde las revueltas comunales han dejado su marca más duradera. Pero este mundo de múltiples capas de Bombay existe más allá del métier del mundo de clase media de Rushdie, y desarro- lla un tipo de energeia muy distinto dentro de los suburbios del noroeste de la ciudad que forman parte de la periferia que acabo de describir. Allí se encuentran las industrias textiles en deca- dencia, y los desempleados se asientan en barriadas que rodean a sus antiguos lugares de trabajo como para seguir mamando de una teta reseca. Aquí, en un poema titulado Bajo el puente Dadar, una construcción que fue un hito de Bombay y que conec- ta el centro de la ciudad con el más cercano de sus suburbios, que en su día fue industrial y hoy está repleto de centros comer- ciales, el poeta Prakash Jadhav, un marathi dalit (un intocable) nos recita un cuento hindú musulmán distinto: ¡Hey, ma, dime mi religión! ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¡No eres ni hindú ni musulmán! Eres una chispa abandonada por el fuego abrasador del Mundo. ¿Religión? ¡Aquí me la meto! Las putas, hijo mío, solo tienen una religión. Y si quieres un agujero para follarte, ¡métetela en el bolsillo!7 El espacio de la ética “ecológica” se encuentra en algún lugar entre el presente y la memoria; habita en ese movimiento de transición, en el tira y afloja entre un pasado cuyos fantasmas se resisten a morir y un futuro cuyos dioses rehúsan esperar el momento de su advenimiento. El dios colérico de Eco-oikos- hogar clama para que lo alojen apropiadamente, para sentirse en casa en los reinos de lo otro y lo próximo. Emmanuel Lévinas atestigua que el “lenguaje es hospitalidad” y, en la tensión en la que nos movemos de un lugar a otro, entre lo construido y lo no construido, emergerá una corriente de comunicación creativa –lenguaje, paisaje, el vocabulario para la vida cotidiana– que no podrá salvarnos para siempre, pero que, al menos, nos ayudará a sobrevivir a la historia de nuestra propia existencia. 1 Gramsci, Antonio, “Philosophy of Pra- xis” e “Intellectual and Moral Reformation”, en Forgacs, David (ed.), A Gramsci Read- er: Selected Writings 1916-1935, Lawrence & Wishart, Londres, 1988, pág. 353. 2 Guattari, Félix, Les Trois écologies, Édi- tions Galileé, París, 1989 (versión caste- llana: Las tres ecologías, Pre-Textos, Valencia, 1996, pág. 37). 3 Bajo el título de Urban India: Unders- tanding the Maximum City (www.urban- age.net/03_conferences/conf_mumbai. html), la conferencia fue organizada por el programa sobre ciudades de la London School of Economics y la Alfred Herrhau- sen Society, Foro Internacional del Deut- sche Bank que se celebró en Bombay en noviembre de 2007. 4 Mehrotra, Rahul, “Remaking Mumbai”. en Urban India: Understanding the Maxi- mum City, op. cit., pág. 46. 5 Wittgenstein, Ludwig, Vermischte Bemerkungen, Suhrkamp Verlag, Fránc- fort, 1977 (versión castellana: Aforismos. Cultura y valor, Espasa Calpe, Madrid, 1995, pág. 40). 6 Rushdie, Salman, Midnight’s Children, Picador, Londres, 1982 (versión castellana: Hijos de la medianoche, Alfaguara, Madrid, 1984). 7 Jadhav, Prakash, “Under Dadar Bridge”, en Dangle, Arjun (ed.), Poisoned Bread: Translations from Modern Marathi Dalit Literature, Sangam, Londres, 1992, págs. 56-57. 31Con Bombay en mente: algunas ideas sobre sostenibilidad Understanding the Maximum City (www.urbanage. ANTICIPAR Para marcar la transición global hacia una mayoría urbana, el proyec- to Planeta Urbano arrancó en 2008 con el objetivo de (re)presentar nuestro hábitat recorriendo algunas de las zonas urbanas más grandes del mundo. Su objetivo era explorar las realidades espaciales de los habitantes de estas zonas y también desafiar los discursos mediáticos sobre los lugares en los que la mayor parte de nosotros vivimos ahora. La idea consiste en recorrer de modo transversal un área urbana tomando una foto cada diez pasos para más tarde unir las imágenes y montar una película acelerada del viaje. Las caminatas de Planeta Urbano comienzan y terminan siem- pre en la periferia rural. Se usa la huella urbana de la ciudad para cal- cular la longitud de la caminata, al tiempo que se utiliza un mapa que pone de manifiesto un patrón de pri- vaciones para trazar la trayectoria. En un mundo en el que una quinta parte de la población más necesita- da ocupa el 10 % de una huella urba- na, el 10 % de la distancia recorrida atraviesa áreas que encajan con dicho perfil. En la práctica, esto sig- nifica superponer un “índice múltiple de carencias” sobre un mapa para luego medir un camino que refleje la distribución de estas carencias en el área urbana en cuestión. Esta técni- ca es especialmente útil si se dispo- ne de información socioeconómica fiable de las ciudades. En el caso de Bombay, la falta de información hizo necesario consultar con la Facultad de Geografía de la Universidad de Bombay el diseño del recorrido “más representativo”. Las fotografías que aquí se mues- tran fueron tomadas a intervalos regulares en las caminatas comple- tamente documentadas que Planeta Urbano llevó a cabo en Bombay, Ciudad de México (págs. 156-163) y Londres (págs. 488-495). Planeta Urbano Daniel Raven-Ellison y Kye Askins 32 Bombay En esta caminata de dos días por Bombay, realizada en agosto de 2008, se recorrieron poco más de 24 kilómetros. Más de quince personas participaron de sus distintas etapas, recorriendo una ciudad en la que el 55 % de la población vive al margen del mercado de viviendas público o privado, en aproximadamente un 6 % del territorio de la ciudad. Ciudad de México Se tomaron más de 6.400 fotografías durante esta caminata de tres días por Ciudad de México. Participaron siete personas en las diferentes eta- pas de esta aventura urbana de 65 kilómetros de longitud. La caminata atravesó un 17 % de las áreas menos desfavorecidas de la ciudad, mien- tras que un 21 % de las imágenes corresponde a los lugares más des- favorecidos. Londres Esta caminata de dos días, realizada en agosto de 2008, abarcó unos 58 kilómetros: un 30 % del itinerario atravesó las zonas más ricas de Londres, y apenas un 12 % de las imágenes corresponde a las zonas más desfavorecidas de la ciudad, lo que reflejasu distribución de priva- ciones. Se obtuvieron un total de 5.789 imágenes, y se contó con la participación de cuatro personas. 33 ANTICIPAR 34 35Planeta Urbano: Bombay ANTICIPAR 36 37Planeta Urbano: Bombay ANTICIPAR 38 39Planeta Urbano: Bombay ANTICIPAR 40 41Planeta Urbano: Bombay ANTICIPAR Apuntes sobre la tercera ecología Sanford Kwinter Por “urbanismo ecológico” nos referimos a la relación que existe entre las ciudades y la naturaleza, pero también puede ser algo más amplio. Nuestra habitual manera de entender la relación entre estas dos entidades nos ha venido dictada en gran medida por la cultura anglosajona de la Revolución Industrial, cuando las grandes turbulencias en la vida social, económica y política transformaron el paisaje y nuestra relación con él de una forma profunda e irreversible. La díada campo y ciudad conformó el eje imaginario sobre el que se concibieron el progreso y la modernización, y no solo entonces, sino implícitamente para siempre. Las transformaciones modernas del territorio, de las que has- ta nuestras crisis económicas y biosféricas son el resultado directo, hunden sus raíces en esta oposición tan arcaica como falsa. Para hablar hoy de transformaciones del territorio –en especial si nos vamos a tomar en serio nuestra tarea histórica de comenzar a “pensar eco-lógicamente”– no podemos excluir los territorios “existenciales”; es decir, las ecologías existenciales que definen nuestras maneras de habitar los mundos que hemos creado. Si nos encontramos ante una crisis ecológica, esta tiene tanto que ver con el deterioro y la deformación de la experiencia humana (y las infinitas improvisaciones que componen su histo- ria) como con el hábitat físico del que dependemos para servir- nos de la superabundante riqueza de la que a menudo nos vale- mos para evadirnos de este hecho incómodo.1 Aquí es donde se presenta un nuevo pensamiento sobre la ciudad, o mejor aún, sobre la cultura de las ciudades. Las ciudades surgieron como un fruto directo de (en su momento) un nuevo medio de concentrar riqueza, una evolución que estalló una vez que la riqueza pudo desligarse o abstraerse de su anclaje al mundo natural (o deberíamos decir “empírico” para no diluir innecesariamente el término “naturaleza”). La fuerza o poder motriz, por ejemplo, pudo desligarse de su atadu- ra fija “en el río”, de allí donde se extraía in situ mediante un molino de agua para transponerla, digamos, a la planta más alta de una fábrica en el núcleo de un entorno urbano densamente poblado, como el de Londres –un proceso posible gracias a la invención del motor térmico móvil. Este hecho fue seguido inme- diatamente de las innovaciones administrativas y bancarias que permitían acumulaciones de riqueza y población. Sin embargo, se terminó olvidando lo que estos procesos eran: meras abstrac- 42 ciones y no verdaderas emancipaciones de los hechos obstina- dos y finitos de la naturaleza. La “emancipación” de la naturaleza que se produjo gracias al motor térmico –tanto en el tiempo y el espacio como en términos de equilibrio entre energía, materia y orden– no fue, claro está, más que una terca ilusión, pese a los principios formalmente expresados de la ciencia termodinámica, que dieron pie al motor térmico en primer lugar. Esta fue una lección que, irónicamente, los habitantes de las ciudades empezaron a reaprender en la década de 1960 acerca de los límites de los combustibles fósiles, la lluvia ácida, las hambrunas y los efectos de los fosfatos, los pesticidas y la química industrial en el marco de unas redes amplias de sistemas causalmente interrelacionados. Fue enton- ces cuando comenzó a florecer un neoagrarismo, a veces bajo el semblante de un neomalthusianismo. La aparición de los Límites del crecimiento, informe al Club de Roma sobre el predicamento de la humanidad (1972) se convirtió en el baluarte por el que la mayoría de nosotros recuerda dicha época. No obstante, el por entonces famoso libro del profesor Charles A. Reich, de Yale Uni- versity, El reverdecer de América,2 proporcionó la síntesis popu- lar de cómo el concepto de libertad humana (y de “buena vida”) acabó concibiéndose dentro de este marco. Fue por su arrollado- ra popularidad, más que por su profundidad o exactitud, por lo que este libro merece nuestra atención. En todo caso, podrían citarse varias docenas de obras –de Norman O. Brown a Alan Watts, pasando por Kurt Vonnegut y Herbert Marcuse– escritas para satisfacer la demanda de que una visión transformada de la relación humana con la naturaleza. Obras que proporcionaron la fuerza vital necesaria para una remodelación completa de los territorios existenciales de la época, que echó profundas raíces en su cultura política, musical y literaria. Cuando menos, una revisión fugaz del cine popular estadounidense o francés de aquel entonces confirmaría radicalmente que el propio concepto de “vida” en este período estaba saturado de un sentido de final abierto y de unos valores experimentales a todos los niveles. Sin duda, incluso la cultura psicodélica predominante en aquel período contenía en su seno una idea de variabilidad y relativis- mo de la conciencia, y la idea estática y universalista que acabó sustituyendo a la revolución yuppie. Las drogas, en particular aquellas asociadas a la cultura botánica (y etnobotánica), se entendían como medios para reaprender las posibilidades del sistema nervioso humano, de modo que pudiera experimentarse un profundo retorno al estado (de) natural(eza). Las formaciones patológicas –la esquizofrenia y demás “negativas” extravagantes en rechazo a los modelos de obediencia del Estado– se mostra- ban a menudo como nuevas formas de “cordura” y como instan- cias de una aceptación de estados naturales, o al menos de resis- tencias naturales (R. D. Laing, Timothy Leary, David Cooper, Félix Guattari, etc.). A menudo la abundancia y creatividad de la > El jardín en la máquina: el Parque Nacional Sanjay Gandhi es una reserva para la vida salvaje –en especial para las panteras– situada en la que pronto será la metrópolis más grande del mundo. Además de sus docenas de panteras, en 2003 se encontraron huellas de tigre. Bombay también cuenta con cientos de buitres, de cuyos hábitos alimenticios sigue dependiendo para eliminar los cadáveres de la próspera y numerosa población parsi. 43 ANTICIPAR 44 45Apuntes sobre la tercera ecología ANTICIPAR naturaleza se presentaban como formas de invención no muy diferentes de las “patologías” psíquicas y sociales. Y mientras que con el tiempo se mostraba que gran parte de esta particular formación existencial se había basado en errores, una porción considerable de lo que tuvo de profundo, fecundo y especialmen- te liberador se alojó de modo permanente en la historia y repre- senta un activo –aunque hoy un tanto escondido– que bien podría reclamarse en un tiempo futuro. El propósito de esta reflexión consiste en demostrar el papel central que desempeña la díada humanidad/naturaleza en la producción de los territo- rios donde actualmente se experimentan y expresan los procesos sociales y naturales. Tres mil millones de personas viven hoy en día en las ciuda- des, y prácticamente todo el crecimiento demográfico exponen- cial que se anticipa de los próximos cincuenta años será urbano. Un número importante de quienes no viven en entornos físicos urbanos, sí lo hace psíquicamente, pues la proliferación de telé- Corredores de desperdicio: en Dharavi se aprovecha la más mínima oportunidad de reciclar la basura. 46fonos móviles comunales hasta en el entorno rural más lejano conecta a los artesanos locales no solo con los mercados globa- les, sino también con las retóricas y representaciones de sus lógicas y operaciones. La imaginería y sus efectos asociados de un cine global han penetrado hasta en las sociedades más remo- tas de la Tierra, haciendo de la llegada de comunicaciones de “salida” (teléfonos e Internet, e incluso bienes ajustados al precio de mercado) el signo de completitud de un circuito para el inter- cambio en cualquier sociedad. El desarrollo meliorativo de las ciudades ataca a las estructuras psíquicas arcaicas y a las for- mas de vida social vinculadas a ellas. Dos ejemplos de entre cien- tos son la destrucción de los hutong de Pekín y la renovación propuesta para la barriada de chabolas de Dharavi en Bombay. Algo muy poco analizado y posiblemente peligroso es suponer que la solución a las nuevas presiones demográficas y económi- cas sea racionalizar y modernizar completamente nuestros hábi- tats urbanos, cuando bien podría ser lo opuesto. Tomemos como ejemplo la reurbanización propuesta para Dharavi (como un modelo de desarrollo muy acelerado e intensivo de capital que está teniendo lugar en la India, China, Brasil y otros territorios económicos gigantescos). Entre las muchas singularidades de la India se encuentra la intensidad de su comercio local, la magni- tud y ubicuidad de sus mercados sociales, que son casi coexten- sivos con sus tejidos metropolitanos. Dentro de este fascinante tapiz urbano existen millares de redes para el procesamiento social de bienes sociales. Un ejemplo de ello es el sistema impo- nentemente exhaustivo de reciclaje que se produce en las ciuda- des indias, donde se recogen, redistribuyen, venden, revenden y recuperan para volver a utilizarlos el papel de periódico, el hilo de cobre, el caucho, el plástico, el metal, los harapos y hasta los excrementos. Una de cada cien personas en Nueva Delhi está comprometida con el reciclaje, y hasta un 15 % de todos los des- Mujer clasificando plásticos en una cadena de reabastecimiento. 47Apuntes sobre la tercera ecología ANTICIPAR perdicios sólidos generados en las ciudades indias se recupera. Algunos materiales aumentan hasta un 700 % su valor después de atravesar la cadena de reciclaje, incluso antes de haberlos reprocesado. Otro fenómeno de redes muy estudiado, aunque mal entendido, sobre todo en Bombay –aunque hoy se pueda observar prácticamente en cualquier parte del mundo donde exista una comunidad hindú– es el sistema de entrega de almuer- zos conocido como dabba o tiffin. Decenas y hasta cientos de miles de almuerzos se recogen en los hogares de Bombay para ser transportados a lugares a horas de distancia con una eficien- cia y precisión inigualable en cualquier red de distribución reti- culada en el mundo. (También se recogen los tiffins tras su con- sumo y se devuelven a su hogar de origen con una eficiencia y una precisión similares.) Las redes de tiffin walas, con sus agen- tes, brokers, relevos e infraestructuras físicas y administrativas –desde las cocinas comunitarias donde se preparan las comidas hasta las carretillas, bicicletas y conexiones ferroviarias disemi- nadas por toda la red urbana, pasando por la leyenda de colores que especifica de dónde vienen los almuerzos y a dónde van– son antiguas y se basan en redes arcaicas. Sería imposible separar estas redes de distribución y recolección de aquellas otras, más clásicas, de producción y distribución de alimentos, o de los mercados donde se fabrican y venden medicinas, joyas, tejidos o productos de piedra, madera, metal o electrónicos. El barrio de Economía just-in-time: más de cien mil almuerzos se entregan (y recogen) a diario en Bombay gracias a un gran sistema informal de distribución y rastreo. Se dice que quizás unos veinte almuerzos al año llegan con retraso o se entregan a la persona equivocada. Lo cierto es que estas complejas rutas multisegmentadas demuestran un nivel de eficiencia sin par en el mundo desarrollado. 48 Dharavi es solo un lugar en el que estas actividades forman parte de una red urbana antigua y ecológica. Más de un millón de per- sonas viven en los 1,7 km2 que ocupa y en él operan más de 15.000 talleres de un único espacio, a veces de menos de 10 m2, y aun- que puede que sea la barriada de chabolas más grande del mun- do, goza de pleno empleo. Sin embargo, Dharavi también es una ciudad en sí misma, y sus calles y callejones no distinguen entre espacios laborales, sociales e incluso domésticos o residencia- les. Se dice que no hay nada hecho en Bombay que no haya tenido al menos una fase de su producción en Dharavi. Aunque el sanea- miento, el abastecimiento de agua y el alcantarillado se encuen- tran entre sus problemas más graves, la barriada es también el auténtico pulmón, riñón e hígado del Gran Bombay, puesto que limpia, reprocesa, elimina y transforma (al tiempo que les añade valor) materiales que son endémicos al funcionamiento econó- mico y material del Gran Bombay y más allá. Unos proyectos ini- ciales orientados a aliviar el tráfico al reubicar a los habitantes en torres residenciales han perturbado claramente la red mági- ca de “inmanencia” sobre la que opera el mercado social de Dha- ravi. La dimensión vertical simplemente no es capaz de sopor- tar la densidad de interacciones de la que dependen sus múlti- ples economías y sinergias (por lo general, las familias y los tra- bajadores viven en las mismas tiendas y talleres donde pasan sus días, o en sus altillos). Dharavi contribuye a la economía Los bajos gastos generales suponen en sí mismos un impulso para la abundancia. 49Apuntes sobre la tercera ecología ANTICIPAR local con casi mil millones de dólares anuales y dentro de sus confines se crean verdaderas fortunas. La naturaleza informal de lo que ocurre en su interior, la extremada compresión de las actividades, la proximidad de destrezas y conocimientos y las novedosas formas de hacer negocios representan un ahorro para muchos sectores de la economía, un logro imposible de alcanzar de otro modo o en otro lugar (me refiero con esto a una eficacia no solo basada en sueldos bajos y la ausencia de beneficios sociales, etc.). Aunque es en Dharavi donde tiene lugar el delito a gran escala de la inequidad social, también es el lugar donde emerge un orgullo cívico palpable y visible (la mayor parte de las fortunas que se crean en Dharavi se quedan allí). Lo social y lo económico pueden ser colindantes espacial y modalmente, pero no son idénticos, y cómo hacer encajar ambas esferas es a lo que a menudo se refieren las historias de la economía, aunque no haya sido explicado ni comprendido del todo. Representa un extraordinario desafío y un ejercicio de la imaginación simple- mente reflexionar sobre el impacto que la destrucción de este hábitat socioeconómico tendría en el resto de la ecología urbana mayor.3 Pese a que estas trasformaciones urbanas se llevan a cabo siempre en nombre de la recuperación y la modernización y se presentan como una manera de transferir prosperidad a un número cada vez mayor de habitantes, queda claro que, en este caso, los efectos no serán únicamente políticos y culturales, sino que tendrán un profundo impacto ecológico, tanto en lo existen- cial como en términos de medios eficientes –actualmente en peli- gro de desaparición– mediante los cuales las materias primas se reciclan una y otra vez al recorrer el sistema. Los temas que sus- citan estos ejemplos no son nuevos; la novedad es que hayamos efectuado un giro mayúsculo en nuestra forma de pensar. Ahora disponemos de las herramientas conceptuales y los modelos intelectuales para comprender el papel de palimpsesto de lo arcaico y lo moderno, lo formal y lo informal. Para entender los sistemas de organización que las economías soportan como un valory un rasgo de las ecologías urbanas, y también como una forma de equidad (gratuita), si se quiere, puede preservarse, extenderse y hasta reproducirse mientras comenzamos a imagi- nar y proyectar nuestros mundos futuros. Uno de los puntos básicos que no hay que perder de vista en las siguientes décadas supone asumir que la verdadera “praxis” ecológica que deseamos para nuestras ciudades y nuestra civili- zación no puede encontrarse ni resolverse en el marco de los talleres y cursos sobre sostenibilidad, medioambientalismo, reformas políticas o investigación científica y tecnológica y sus aplicaciones. Por definición, la cuestión ecológica es mucho más amplia. La relación entre naturaleza y vida económica como tal –que durante largo tiempo fue rechazada como un hábito de un pensamiento primitivo y desfasado– comienza a aparecer una vez más como telón de fondo. Un ejemplo popular de este recru- 50 decimiento son las columnas de opinión de Thomas Friedman en el The New York Times a propósito de lo que él llama “contabili- dad del Mercado a la Madre Naturaleza”.4 No puede haber un “pensamiento ecológico” que no coloque al destino social humano en el centro de nuestra actitud respecto al contexto medioambiental. En los próximos años bien puede que aprendamos que las ciudades, incluso las megaciudades, en realidad representan soluciones ecológicas eficaces radicalmen- te distintas, aunque este hecho aislado no las haga sostenibles, en especial si las fuerzas de la invención social siguen atrapa- das en las tiranías de las que solo nos podrá librar un pensa- miento ecológico a escala ecuménica. Cabe recordar que el pen- samiento ecológico también tiene sus formas falsas y corruptas, y que muchos discursos acerca de la “sostenibilidad” siguen siendo más opresivos que liberadores, más sofocantes que inventivos, por lo que representaría un gran peligro que siguié- ramos asumiendo que ambas formas de aproximación, y en especial sus presupuestos y metodologías, son necesariamente complementarias. Sobre todo, no debemos cometer el error de creer que uno pue- de separar lo “humano” y lo “natural” de lo estético y seguir man- teniendo que hemos asumido el desafío de un pensamiento y una praxis ecológicos. De modo similar, no puede asumirse que por “humano” nos estemos refiriendo al mismo conjunto de cualida- des y posibilidades que comúnmente se asocian a esos términos. Por ejemplo, entre las ideas de naturaleza más radicales y poten- cialmente fructíferas que hayan surgido recientemente en círcu- los ecológicos se encuentra la del movimiento Deep Ecology, de la década de 1970 (fundado en 1973). Esta doctrina concebía al ser humano como inscrito y formando parte de una ecoesfera mayor, y no solo como una entidad independiente que la habita. Este movimiento intentó sustituir las posturas más utilitarias Las cubiertas de los edificios sirven como depósitos para los bienes reciclados, hasta que adquieran la escala necesaria para la siguiente transacción en la pirámide redistributiva. 51Apuntes sobre la tercera ecología ANTICIPAR del medio ambiente al rechazar una noción de la “naturaleza” o el medio ambiente como un mero conjunto de recursos al servicio de la voluntad humana. Sin duda, esta idea de la naturaleza y del medio ambiente abre el paso a discusiones jurídicas, morales e incluso cosmológicas tan polémicas como sugerentes. En los mismos años en los que se estaba formando el movimiento Deep Ecology, apareció la hipótesis de Gaia (1972) de James Lovelock y Lynn Margulis. Uno de los aspectos más polémicos de esta hipótesis era presentar el sistema “natural” de una biosfera autogestionada como una entidad autónoma, tanto moral como teológicamente, diferente de los intereses y los propósitos de la especie humana. Los críticos de la teoría obviaron en gran parte los profundos principios y oportunidades que implicaba la apuesta de Lovelock (y más tarde Margulis), que el pensamiento ecológico fuera a la vez científicamente sensato y potencialmen- te mucho más preciso e “igualitario” que buena parte de los supuestos asumidos por las vertientes científicas más ortodoxas de la posguerra. Ambos desarrollos (Deep Ecology y la teoría de Gaia) nos indican que el pensamiento ético y filosófico no puede separarse de la creatividad científica. La teoría de Gaia define aún otro frente importante que el diseño del futuro tendrá que reconocer y abordar. Por otro lado, las ciudades se han convertido en el hábitat humano por excelencia, confederaciones que nos parecen tan naturales como lo fueron los grupos de cazadores y recolectores durante la Edad de Piedra, cuyo tamaño óptimo era de 150 perso- nas, el supuesto ideal para una explotación ágil y eficiente de los recursos del biomedio de la sabana y para el mantenimiento social y cultural de dichas sociedades en todos sus aspectos, sexuales, religiosos u otros. El papel de lo que, en deferencia y homenaje a Félix Guattari, llamo “ecologías existenciales” de las ciudades –un concepto que quiere abarcar todo aquello que se requiere para la habitación y utilización dinámica y creativa del entorno contemporáneo o, por decirlo de otro modo, las dimensiones culturales y sociales de nuestro entorno enraizadas en lo natural– se ha teorizado y entendido muy poco, y en cualquier caso, no se reconoce de manera suficiente, pese a ser elementos clave de nuestra ecolo- gía, sin los cuales ninguna de las otras partes encaja. Los retos del pensamiento ecológico pueden encontrarse sobre todo en los ámbitos más recónditos de nuestra vida imaginativa e intelectual. Por ejemplo, aunque se hayan dedicado muchos esfuerzos a conseguir automóviles ultraeficientes y de bajas emisiones, así como propuestas novedosas para el transporte público a gran escala, todavía no hay síntomas de una cultura que proponga nuevos conceptos de “movilidad” capaces de desa- fiar las ideas recibidas. Podríamos decir que estas ideas se encuentran simbolizadas en el idilio entre individualismo y libertad largamente representado por el libertario encuentro 52 automovilístico con la “pista abierta”, que sistemáticamente han cultivado durante décadas el cine y la literatura –sobre todo estadounidenses–, desde el western de John Ford hasta la road movie de Wim Wenders. El supuesto de que no hay mitos alterna- tivos posibles para la movilidad moderna es un aspecto engorroso de la actual falta de fe en la invención humana. Los componentes existenciales de la movilidad moderna están inseparablemente conectados a las dimensiones “pragmáticas” que seguirán apare- ciendo a medida que nuestra sociedad democratice el viaje, dis- tribuya la riqueza e intensifique, en lugar de inhibir o desalen- tar, un interés genuino entre todos los pueblos y las clases sociales por las maravillas de un mundo multicultural diverso y por los atributos y enclaves naturales que lo enriquecen. Aunque estos intereses gemelos –la necesidad de gestionar el cada vez mayor coste ecológico de los viajes y la de alentar un conoci- miento y una curiosidad por el entorno– puedan parecer contra- dictorios, en realidad no lo son. Solo hay que inventar las formas de su maridaje. Más aún: pese a las extraordinarias transformaciones que ya se han producido en las últimas dos décadas de los sistemas informatizados, la cuestión de la movilidad en sí debe inscribir- se dentro del sistema de comunicación e interacción social actual. Una aproximación más amplia a lo ecológico considerará que ambos mundos están estrechamente ligados, y que la necesi- dad de dar con formas genuinamente nuevas de conexión y orga- nización social –esenciales para la generación de nuevas cos- tumbres, mitos y hábitos–, junto con la convicción de que estas puedan evolucionar, son obligatorias. De igual manera, tiene que cambiar nuestra relación con los objetos en general; es decir, con la acumulación
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